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    La cuestion catalana en la epoca del imperialismo

    sorge
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    La cuestion catalana en la epoca del imperialismo Empty La cuestion catalana en la epoca del imperialismo

    Mensaje por sorge Jue Oct 12, 2017 7:48 pm

    Dimitrov
    Martes 19 de septiembre de 2017
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    Allá donde queramos encontrar la defensa de una posición independiente para nuestra clase deberemos exigir de un modo absoluto que su análisis se circunscriba a la realidad concreta dentro de los límites de un marco general de otra mucho mayor. Esto significa que el problema de las nacionalidades – como cualquier otro – no puede ser tratado de la forma burguesa [1]. Si queremos abordar el problema de un modo racional y científico, de la manera más justa, no podemos fundamentar la defensa de una u otra posición en base a relatos anacrónicos. Además, por otro lado, el marxismo nos deja bastante claro que las posiciones en esta como en otras cuestiones, no son inmutables [2]:

    “La nación tiene derecho a organizarse sobre la base de la autonomía. Tiene derecho incluso a separarse. Pero eso no significa que deba hacerlo bajo cualesquiera condiciones, que la autonomía o la separación sean siempre y en todas partes ventajosas para la nación, es decir, para la mayoría de ella, es decir, para las capas trabajadoras. Los tártaros de la Transcaucasia, como nación, pueden reunirse, supongamos, en su Dieta, y, sometiéndose a la influencia de sus beys y mulhas, restaurar en su país el viejo orden de cosas, decidir su separación del Estado. Conforme al punto de la autodeterminación, tienen perfecto derecho a hacerlo. Pero ¿iría esto en interés de las capas trabajadoras de la nación tártara? ¿Podrían los socialdemócratas contemplar indiferentes cómo los beys y los mulhas arrastraban consigo a las masas en la solución de la cuestión nacional? ¿No debería la socialdemocracia inmiscuirse en el asunto e influir sobre la voluntad de la nación en un determinado sentido? ¿No debería presentar un plan concreto para resolver la cuestión, el plan más ventajoso para las masas tártaras?”

    Acontecimientos, relaciones sociales, clases y sectores que si bien comparten en lo esencial una misma trayectoria de desarrollo, éste no es cíclico sino que su evolución dialéctica introduce ciertas modificaciones que, si bien en lo esencial comparten el 90% de su destino, al mismo tiempo, en lo sustancial pueden llegar a ser opuestas. Con lo anterior queremos decir que el planteamiento de la cuestión nacional no puede recibir el mismo trato en diferentes etapas de la Historia, ni siquiera en muchas ocasiones dentro de una misma etapa de desarrollo. Ante todo, este requerimiento de aplicar un análisis concreto para cada situación concreta significa que es necesario distinguir, al menos para el problema de la cuestión nacional dos épocas del capitalismo distintas: de una parte, el que convive con un agonizante feudalismo, dirigido por burguesía ascensional que trae consigo toda una serie de medidas democráticas, a estas, le acompañan casi siempre movimientos nacionales que van a configurar los modernos estados nacionales. De otro, una vez que el capitalismo ha madurado y desarrollado lo suficiente como para dar lugar a la aparición del capital monopolista y el imperialismo como su resultado, en la que lo fundamental, en la cuestión nacional (como en el resto de las cuestiones) no es democratización sino precisamente la ausencia de cualquier componente democrático en todo movimiento burgués [3], la subyugación y expolio de unas naciones sobre otras y de un puñado de capitalistas al conjunto del pueblo.



    La confusión en la izquierda

    En 1913, en Rusia, en plena oleada contrarrevolucionaria y de intensa opresión y derrota de toda la oposición antizarista, las fuerzas de todo de todo tipo de socialismo ruso sufren una de sus mayores crisis ideológicas [4]. El frente común y la unidad de todas las fuerzas oprimidas de todas las nacionalidades rusas se rompe para dar paso a la lucha de cada pequeña comunidad a liberarse por sí misma. Esta posición es bastante similar a la que actualmente domina en sectores importantes del comunismo catalán, arguyen que con la independencia de Catalunya, el estado español y por tanto, el sistema capitalista español quedará debilitado. Lo que ignoran de la forma más descarada y antimarxista es que ningún sistema de clases cae, en ninguna sociedad ni en ningún punto de la Historia ni por el propio peso de sus contradicciones ni por la debilidad de sus gestores y clases dominantes hasta que las masas llamadas a destruirlo se encuentran en condiciones óptimas de organización, acumulación de fuerzas y voluntad para hacerlo. Estos sectores no hacen más que sustituir la lucha de clases por la metafísica de clases.

    Las raíces del nacionalismo catalán

    Volviendo al primer punto de tratar el objeto de la contradicción en la época correcta, encontramos que contrariamente a lo que se piensa en ambos frentes de la contienda nacionalista, las tendencias secesionistas catalanas no tienen carta de nacimiento ancestral ni medieval. Más bien, son relativamente recientes y como tales, no adquieren una dimensión notoria hasta comienzos del s. XX como consecuencia del declive político español y sobretodo del peso del conjunto del Estado en la escala internacional. Esto es, se circunscribe a la época del imperialismo. Nadie mejor que uno de los padres fundadores del nacionalismo secesionista catalán (y por supuesto, de la burguesía) como F. Cambó:

    “Diversos motivos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo y la aún más rápida ascensión de sus dirigentes. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado, de sus órganos representativos y de los partidos que gobernaban España. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las perdidas colonias, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestras propagandas dirigidas a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura”.

    F. Cambó, Memorias (1876-1936), Alianza Editorial, Madrid 1987, p.41.

    “En su conjunto, el catalanismo era una cosa mísera cuando, en la primavera de 1893, inicié en él mi actuación (…) Aquel era un tiempo en que el catalanismo tenía todo el carácter de una secta religiosa”.

    El que fuera su secretario y posteriormente gran literato, Josep Pla, lo explica con estas palabras:

    “Los catalanistas eran muy pocos. Cuatro gatos. En cada comarca había aproximadamente un catalanista: era generalmente un hombre distinguido que tenía fama de chalado”.

    J. Pla, Cambó, Ediciones de la Nova Revista, Barcelona 1928, p.46.

    Rovira i Virgili también escribió sobre el tema:

    “Había unos cuantos catalanistas en Barcelona y algunos otros escampados por las comarcas. Se los podía contar. Muchas villas tenían un solo catalanista; otras, ninguno”.

    Rovira i Virgili, Resum d´història del catalanisme, p.64.

    Así pues, vemos claramente que el nacionalismo separatista no tiene un recorrido anterior a la época del imperialismo y no echa raíces precisamente en épocas medievales como el relato nacionalista pretende hacernos comulgar. Tal movimiento no tiene por tanto un componente democrático-burgués ni se enmarca si quiera, en la época anterior al imperialismo. Es un movimiento que nace en el seno de las luchas imperialistas que marcan el declive español. Este nacionalismo avanza o retrocede con el devenir en decadencia del poder e influencia de España y réditos que pueda obtener la burguesía catalana de la cobertura del Estado español.

    La opresión nacional y las reformas democrático-burguesas

    Si anteriormente hemos afirmado que el movimiento nacionalista no adquiere importancia hasta estadios bastante tardíos del desarrollo capitalista, esto es, ya inaugurada la fase imperialista, no es menos cierto que la opresión nacional es un rasgo mucho más anterior que se daba con bastante crudeza cuanto mayor era la opresión de las viejas estructuras de poder monárquico y las viejas clases feudales. Así, V. Uribe nos recuerda bien que como ya advirtió Stalin, la opresión nacional es inversamente proporcional al desarrollo democrático que supone la transición de las viejas sociedades feudales y semifeudales a otras formas de sociedad modernas de carácter democráticoburguesas o por supuesto, socialistas. Así nos lo recuerda el camarada V. Uribe:

    El camarada Stalin contestaba así: «Con la diferencia en el grado de democratización de estos Estados. Cuando a la cabeza del poder estatal de Rusia, en los años anteriores, estaba la aristocracia agraria, la opresión nacional podía tomar, y tomaba efectivamente, las formas escandalosas de pogroms y de fusilamientos en masa. En Inglaterra, donde existe hasta cierto grado una democratización y libertad política, la opresión nacional tiene unas características menos duras. Y en lo que se refiere a Suiza, ésta se acerca a la sociedad democrática; las pequeñas nacionalidades tienen más o menos completa libertad. En una palabra, cuanto más democrático es el país, tanto más débil es la opresión nacional y viceversa. Puesto que en la palabra democratización nosotros entendemos la existencia de determinadas clases que se encuentran en el poder, podemos decir desde este punto de vista que cuanto más cerca del poder se encuentra la antigua aristocracia agraria, como lo fue en la Rusia zarista, tanto más fuerte es la opresión y tanto más escandalosas sus formas.»

    Y continúa:

    Con el derrumbamiento de la monarquía en España, fue derrumbada también la dominación de los terratenientes. El establecimiento de la República condujo a un mejoramiento considerable en la situación de las nacionalidades de España. En primer término, porque todo el país adquirió amplios derechos y libertades democráticas, y empezaron a realizarse ciertas transformaciones económicas, sociales y culturales. En segundo lugar, porque los catalanes, vascos y gallegos adquirieron el derecho a la autonomía regional. Está fuera de duda que la República ha satisfecho en una medida considerable las reivindicaciones fundamentales de las pequeñas nacionalidades. Pero, incluso en la República del 14 de abril, la desigualdad nacional seguía existiendo de hecho, aunque no formalmente. Es un fenómeno que se puede explicar con relativa facilidad. Quedaron algunos elementos de la opresión y desigualdad nacional, puesto que la República no mermó, más que muy débilmente, la potencia económica de los terratenientes, del Capital Financiero y de la Iglesia. La República no se atrevió a quebrantar en forma sensible la fuerza económica, la base material de la reacción y del fascismo del país. Tampoco fueron importantes las transformaciones realizadas por la República en el aparato estatal; el Ejército, la Policía, la Guardia civil, la Burocracia parasitaria, conservaron casi completamente, hasta julio del 36, su antigua composición, su vieja estructura, sus antiguas funciones; el espíritu de odio contra el pueblo y los métodos bárbaros de caciquismo. Está claro que todo esto obstaculizaba el desarrollo y consolidación de la República, favorecía la cohesión de las fuerzas reaccionarias y el crecimiento de su agresividad contra el régimen democrático de todo el país en general, y contra los derechos y libertades democráticas de los catalanes, vascos y gallegos en particular. Como es sabido, durante los cinco años de régimen republicano, la reacción, más de una vez, se lanzó ferozmente contra estas nacionalidades, como asimismo contra la democracia española. Semejante situación no podía por menos de provocar un aumento de temor, de descontento de las masas populares contra el aparato estatal de la República, cuyas palancas fundamentales, con mayor o menor rapidez, en grandes o pequeñas proporciones, pasaban a manos de la reacción. Tal estado de cosas no podía dejar de provocar también el descontento y la enemistad legítima de los catalanes, gallegos y vascos contra estos aspectos de la política de la República en aquel período.



    El verdadero interés de clase del “procés”

    Con la transición española y la consolidación de las autonomías, se dan las condiciones materiales idóneas para la aparición de un fenómeno característico del capitalismo en su fase imperialista: la burguesía burocrática. La configuración política de instituciones como la Generalitat que cuentan en su poder con el manejo de grandes presupuestos puestos a disposición de las burguesías regionales que deben sus ganancias y acumulación a los presupuestos públicos tales como obras públicas así como de la privatización de numerosos servicios. La unión personal e incluso familiar de la clase política con sectores del capital, la extensión de los casos de corrupción como el 3% en forma de mordidas no son más que síntomas característicos de la época imperialista que se acentúan, todavía más en épocas de crisis capitalista.

    Estos sectores de la burguesía burocrática catalana se encuentran bien representados en las patronales Pimec y Cecot, o las cámaras y representantes patronales que firmaron el “Manifest del far”, defendiendo “el derecho a decidir”. Sectores del capitalismo catalán que necesitan dotarse de un aparato político propio, tomar el control definitivo de las riendas económicas para acometer una ulterior acumulación que les dote de un músculo capaz de competir con el resto de burguesías catalanas y españolas en condiciones ventajosas. Además, es el control de un marco jurídico-político proporcionado por un Estado propio, saben que serán capaces de elaborar un marco de explotación a medida en todos los ámbitos de la regulación laboral y social: políticas de inmigración, legislación laboral, política fiscal, etc.

    Existe otro sector de la burguesía catalana interesada en el “procés” secesionista. Su denominador común pasa por mercados no ligados al resto de España ni aquellos en los que la política exterior español resulta clave para su exportación de capitales y/o mercancías. Empresas que exportan al resto de la UE, mercados del Este, Asia o la América anglosajona, sobretodo EEUU. En este último caso encontramos el único caso de grandes capitales que no responden a la burguesía burocrática que hemos caracterizado anteriormente. Nos referimos a los capitales del sr. Grifols. Sin embargo, el gran capital catalán que ha consiguido a lo largo de toda la dictadura y transición fraguar excelentes relaciones e integrarse en el seno de la oligarquía española y representado por la patronal catalana más importante (Foment de Treball) rechaza de plano cualquier aventura secesionista.

    Por último, aunque mucho más dividos encontramos sectores de PYMES que por su capital y fuerza, ven amenazadas su posición y posibilidades de acumulación con la competencia exterior y buscan en la consecución de un futuro Estado catalán un paraguas bajo el cual encontrar mayor protección y atención directa a sus demandas y necesidades.

    Un soberanismo vendepatrias

    Sin embargo, los sectores de la burguesía interesados en la secesión y configuración de un Estado propio, saben que su aventura no podrá llegar a buen puerto sin el apoyo exterior de, al menos, una parte importante de las potencias internacionales. A sabiendas que el apoyo nacional, de sus propias fuerzas y de las populares que han conseguido adoctrinar a lo largo de más de 30 años resultan insuficientes (como hemos visto, ni siquiera logran superar el 50% del apoyo popular) el apoyo internacional pasa, por supuesto por aquellas tanto por potencias tradicionalmente enfrentadas con España (Francia o Inglaterra), más recientemente enemistadas como Israel o satélites de las primeras como Marruecos e incluso, potencias aliadas de España pero que puntualmente pueden estar interesadas en utilizar el tema catalán como medida de presión a desencuentros puntuales. Este último caso es el que parece haberse dado con EEUU. Así, además, el patriotismo dominante de las fuerzas políticas que dirigen “el procés” no se caracteriza por la defensa de un proyecto independiente, ni siquiera capaz de romper los lazos que subordinan al pueblo catalán como al español y europeo a los designios y apetito de potencias como EEUU. No son patriotas, son vendepatrias [5]. Desde Puigdemont al “econacionalista” Raül Romeva, pasando por el senador Vidal, JxSí (ERC y PdeCAT) han asegurado mantener e incluso renovar los compromisos de la alianza atlántica OTAN [6].

    A finales de Marzo de este año, Puigdemont visitaba la sede del NYT [7] dispuesto a recabar apoyo mediático. El encuentro no era casual para ninguna de las partes (ni EEUU ni Puigdemont) pues estaba de actualidad en los debates de las potencias y países miembros de la OTAN la exigencia de EEUU a sus socios un mayor compromiso con la financiación del gasto militar ante el declive hegemonismo de EEUU en el mundo. No es la primera vez que EEUU instiga y financia movimientos separatistas, de sobras son conocidas sus implicaciones en la separación de Panamá de Colombia o más recientemente, del apoyo fuerzas secesionistas de regiones de enormes riquezas en Bolivia contra Evo Morales. Aunque estamos seguros de que EEUU no está interesado en la balcanización de España (un socio subordinado fiable con una presencia militar americana que no puede arriesgar a poner en riesgo de perder) no es para nada descabellado pensar que ejerza presión en esta cuestión de forma controlada en forma de aviso o amenaza a las instituciones del Estado como medida de presión a sus ambiciosos planes de cerco y asfixia a Rusia y China que amenazan el monopolio de su hegemonía mundial, aún hoy, indiscutible. Podemos intuir que acciones como la de aumentar la participación española en misiones de la OTAN pueda estar un intercambio de favores para contener los posibles apoyos internacionales del secesionismo catalán, máxime cuando estos puedan venir de los EEUU [8], [9].

    .

    Notas
    [1] Entendemos aquí, en esta ocasión con “forma burguesa” no a lo característico del pensamiento liberal de una burguesía ascensional caracterizada por el análisis, empleo y divulgación del espíritu y métodos científicos sino al modo de operar de la moderna burguesía ya transformada en su contrario, de constituir un factor de progreso a frenar y asimilar todos aquellos vicios del viejo escolastismo: la metafísica, el subjetivismo y el romanticismo propios del basurero de la Historia.

    [2] El marxismo y la cuestión nacional. J. Stalin, Viena 1913

    [3] Nos referimos aquí como primer mundo a los polos imperialistas de primer y segundo orden: EEUU y UE sobretodo.

    [4] “El período de la contrarrevolución en Rusia no ha traído solamente "rayos y truenos", sino también desilusión respecto al movimiento, falta de fe en las fuerzas comunes. Cuando creía en un "porvenir luminoso", la gente luchaba junta, independientemente de su nacionalidad: ¡los problemas comunes ante todo! Pero cuando en el espíritu se insinuaron las dudas, la gente comenzó a dispersarse por barrios nacionales: ¡que cada cual cuente sólo consigo! ¡El "problema nacional" ante todo!” El marxismo y la cuestión nacional. Viena, enero de 1913

    [5] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    [6] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    [7] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    [8] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    [9] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


      Fecha y hora actual: Vie Mar 29, 2024 5:41 am