La revolución plantea a la clase obrera el problema del poder político; Joan Comorera, 1949
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La siguiente obra del marxista-leninista catalán Joan Comorera es en sí una carta-respuesta a unos obreros excenetistas de Barcelona respondiendo a todas sus dudas en los albores de 1949; se llamaba por entonces «cenetistas» a los afiliados a la CNT –Confederación Nacional del Trabajo–, un sindicato anarco-sindicalista.
Joan Comorera en el documento, aprovechando la réplica repasa más que el porqué de la influencia anarquista en España y sobre todo en Cataluña, las nefastas consecuencias que el anarquismo ha acarreado a la clase obrera como teoría pequeño burguesa. Se analiza por tanto el actuar del anarquismo en todos los sucesos importantes de España y Cataluña desde el siglo XIX, desde la época del auge del pistolerismo anarquista, la época de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil, el Gobierno franco-falangista, e incluso el posicionamiento del anarquismo respecto a la Guerra Fría.
Como preámbulo a esos «porqués» de la crítica al anarquismo, dejaremos unas breves palabras de Iósif Stalin para que el lector se sitúe mejor:
«No somos de aquellos que, al oír mencionar la palabra «anarquismo», se vuelven con desprecio y exclaman displicentes: «¡Ganas tenéis de ocuparos de eso; ni siquiera vale la pena hablar de ello!». Consideramos que esta «crítica» barata es tan indigna como inútil. No somos tampoco de los que se consuelan diciendo que los anarquistas «no cuentan con masas y por eso no son muy peligrosos». La cuestión no está en saber a quién siguen hoy «masas» mayores o menores; la cuestión está en la existencia de la doctrina. Si la «doctrina» de los anarquistas expresa la verdad, entonces de por sí se comprende que se abrirá paso indefectiblemente y agrupará en torno suyo a la masa. Pero si dicha doctrina es inconsistente y se halla edificada sobre una base falsa, no subsistirá largo tiempo y quedará en el aire. Ahora bien, la inconsistencia del anarquismo debe ser demostrada. Algunos consideran que el marxismo y el anarquismo tienen los mismos principios, que entre ambos existen sólo discrepancias tácticas, de modo que, según esa opinión, es completamente imposible contraponer estas dos corrientes. Pero eso es un gran error. Nosotros consideramos que los anarquistas son verdaderos enemigos del marxismo. Por consiguiente, reconocemos que contra los verdaderos enemigos hay que sostener una lucha también verdadera. Y por eso es necesario analizar la «doctrina» de los anarquistas». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Anarquismo o socialismo, 1906)
Es decir, como marxista-leninistas, como socialistas científicos, no podemos sin más rechazar simplemente a cualquiera de las corrientes antimarxistas existentes –ni por su inconsistencia teórica, ni por sus nefastos resultados prácticos, ni por su poca influencia en las masas–. Al anarquismo como a cualquiera otra ideología no marxista debemos desmontarla a la luz de las pruebas, sabiendo además de que nunca podemos dar superado en la sociedad y sus miembros lo que nosotros hemos superado; esto precisamente es lo ocurre con el caso del anarquismo como doctrina y su influencia desorientadora.
Las teorías y prácticas del anarquismo, al igual que otras corrientes, consciente o inconscientemente se ha integrado en otras corrientes burguesas. Muchos de los revisionismos, por ejemplo, contienen grandes dosis de anarquismo; en ese sentido, sin entender al anarquismo del siglo XIX y XX es imposible comprender las desviaciones que se han cometido en nombre del marxismo-leninismo a lo largo de la historia, cuando en verdad respondían a la teoría y praxis del anarquismo. Por todo esto, no debemos pensar que su influencia se ha eliminado en la sociedad, sólo los necios pueden vociferar algo así.
Esta carta de Comorera escrita en enero de 1949, fue redactada meses previos a la infame campaña de calumnias y falsificaciones que los carrillistas del Partido Socialista Unificado de Cataluña, apoyándose en el Partido Comunista de España vertieron sobre Joan Comorera.
Precisamente una de las multitudinarias falsas acusaciones que los carrillistas españoles y catalanes adjudicaran al dirigente catalán, sería la de que Comorera apostaba por una lucha contra el anarquismo a través del terrorismo contra sus miembros; este documento refutará tal tesis, y demostrará, que como marxista-leninista, la labor de acabar con el anarquismo nace de un gran trabajo con la militancia de base influenciada por tal movimiento –como por ejemplo los obreros excenetistas de la carta– por medio de una explicación y persuasión teórica de sus errores, y una demostración en la praxis la justeza de tales reclamaciones. Algo que ya explicó Joan Comorera en su famoso alegato conocido como la «Declaración» del 14 de noviembre de 1949. Pero por largo tiempo –precisamente como adelantaba entonces el marxista-leninista catalán– los carrillistas tratarían de ocultar este tipo de documentos que demostraban su inocencia en torno a las absurdas calumnias de los sucios revisionistas:
«Para demostrar que el Secretario General sufre de «megalomanía», los miembros cooptados del ex Secretariado afirman dos cosas contradictorias: que hicieron esfuerzos desesperados por «contenerme» y «corregirme» y que les imponía una especie de régimen de terror político. Los pobres desgraciados, tan pronto abrían la boca, eran paralizados por la furia de mi gesto y la violencia sectaria de mis conceptos. Y los pobres desgraciados aceptarían este régimen de terror permanente durante años y años: ¡saben bien de lamentos! La «Carta abierta a los obreros cenetistas de Barcelona» –que la redacté con la colaboración material de Pere Ardiaca i Martí– fue distribuida a cada miembro del ex Secretariado antes de la discusión, fue discutida colectivamente, frase por frase, párrafo por párrafo, era fruto de un informe mío anterior, calificado de magistral por los miembros del Buró Político y del ex Secretariado, había de ser enviada al interior y recomendada a todo el partido como un material permanente de estudio de primerísima calidad, fue glosada con elogios quizás excesivos en los artículos de los ex dirigentes publicados en «Lluita», y ahora se habla que fue impuesta, que se les prohibió a ellos un estudio más profundo: ¡Qué ejemplo de irresponsabilidad! Afortunadamente casi todos los militantes tienen un ejemplo de la Carta y los miembros cooptados del ex Secretariado no les será tan fácil de quemarla, como pronto van a quemar también la edición catalana del Manifiesto Comunista destinada al interior. Así es como los militantes podrán comprobar ellos mismos que en la Carta no demando el exterminio de los grupos cenetistas». (Joan Comorera; Declaración, 14 de noviembre de 1949)
La carta por lo que nos respecta, es una muestra más de la deuda pendiente que todos los marxista-leninistas internacionalistas tenemos con Joan Comorera y los escritos que nos legó y que debemos recuperar y que viene a demostrar el papel histórico desempeñado por esta figura en torno a la lucha contra el anarquismo tan influyente en aquellos años; una muestra más de que los que intentan falsificar su pensamiento ideológico no pueden hacerlo a la luz de sus escritos; una muestra más de que ni Santiago Carrillo ni sus lacayos del PSUC de entonces como Josep Moix, ni todos sus herederos, han podido evitar que los marxista-leninistas nos acordemos y reivindiquemos su labor en la lucha contra las tendencias antimarxistas, en pro de la salvaguardia de la pureza de la ideología del proletariado: el marxismo-leninismo.
Creemos que todos sabéis a estas alturas lo que supuso para el PSUC que a poco tardar de escribir esta carta Joan Comorera polemizara contra los carrillistas del PSUC, los resultados pueden ser condensados en:
1) La injusta expulsión de Comorera del PSUC y el posterior vergonzoso y criminal vilipendio público acusándolo de agente del franquismo-titoismo-imperialismo, mientras Comorera consumía precisamente sus últimos días en las cárceles franquistas en 1958;
2) Decapitar al PSUC de su mejor líder, pudiendo así, promocionar a los carrillistas y rehabilitar a los expulsados por Comorera y el partido años antes, consolidando con ello poco a poco la conversión del PSUC en una sucursal catalana del PCE lo que fue oficializado en 1954; asegurándose con ello que el PSUC fuera en un mero seguidor-validador de la teoría política revisionista de de la «reconciliación nacional» defendida por el binomio Carrillo-Ibárruri, una teoría que es un crimen histórico contra la lucha de clases y especialmente un insulto para todos los combatientes tanto españoles como no españoles que lucharon en la Guerra Civil contra el fascismo español y extranjero.
Ahora, pese a que el movimiento comunista marxista-leninista sufriera tales reveses con la usurpación del partido por la pandilla de revisionistas, hay una cosa imborrable de esta época gloriosa durante la cual Comorera escribe la presente carta del documento: y que tal época una lección de dedicación tanto del PCE como el PSUC a la causa de la clase obrera y su recompensa se vio en la influencia entre las masas populares, época dorada que ningún periodo posterior de estos mismos partidos, bajo las mismas siglas pero bajo mando revisionista, pudo emular, y que reafirma la justa línea política de los marxista-leninistas de esta época sobre los revisionistas posteriores:
«La resuelta actitud del partido comunista frente al ataque fascista, el audaz ejemplo que dio colocándose al frente de las masas para impedir que el fascismo pasara, el ejemplo de sus militantes, el 60 por ciento de los cuales fueron enviados a los diversos frentes de lucha, aumentaron en gran medida la autoridad y el prestigio del partido entre las masas del pueblo. Un partido crece, gana autoridad y se convierte en dirigente de las masas cuando cuenta con una línea clara y se lanza audazmente a la lucha por llevarla a la práctica. El Partido Comunista de España se convirtió en un partido tal en el curso de la guerra civil. Desde la insurrección fascista en julio de 1936 hasta finales de ese mismo año, el partido comunista triplicó el número de sus miembros. Y, aunque en aquellos días la gente se integraba en el partido para ofrendar su vida, y no para dar su voto en las elecciones, jamás ni nadie, ni el llamado partido comunista de Santiago Carrillo, ni los otros partidos revisionistas, que han abierto sus puertas a todo aquel que quiera ingresar en ellos, laico o religioso, obrero o burgués, podrá hablar de un crecimiento de la autoridad e influencia como las que adquirió el digno Partido Comunista de España durante el período de la guerra civil». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Enver Hoxha, destacado marxista-leninista, internacionalista, siempre amistoso y simpatizante con el pueblo español y su heroica lucha, explicaría a los lectores que no se explicaban la degeneración del Partido Comunista de España las grandes pérdidas del partido durante la guerra y el derrotismo que se imprimiría desde entonces, las duras condiciones para operar dentro de la España franquista, la dificultad de organizarse también desde exilio muchas veces también en condiciones forzadas de absoluta clandestinidad de los comunistas en tales países, en resumen de como a raíz de la pérdida de la guerra civil española, los elementos como Carrillo-Ibárruri se aprovecharon para imponer su dominio revisionista en tal panorama difícil y confuso:
«La Guerra de España tocó a su fin a comienzos del año 1939, cuando la dominación de Franco se extendió a todo el territorio nacional En aquella guerra el Partido Comunista de España no escatimó esfuerzos ni energías para derrotar al fascismo. Y si el fascismo venció, fue debido, aparte de los diversos factores internos, en primer lugar a la intervención del fascismo italiano y alemán y a la política capitulacionista de «no intervención» de las potencias occidentales con respecto a los agresores fascistas. Muchos militantes del Partido Comunista de España inmolaron sus vidas durante la guerra civil. Otros fueron víctimas del terror franquista. Otros miles y miles fueron arrojados a las cárceles donde permanecieron por largos años o murieron en ellas. Después del triunfo de los fascistas, en España reinó el más feroz terror. Los demócratas españoles, que lograron escapar de los campos de concentración y de los arrestos, tomaron parte en la resistencia francesa donde combatieron heroicamente, mientras que los demócratas españoles que se fueron a la Unión Soviética se integraron en las filas del ejército rojo y muchos de ellos dieron su vida combatiendo al fascismo. Pese a las condiciones sumamente graves, los comunistas continuaron su lucha guerrillera y la organización de la resistencia también en España. La mayor parte cayeron en manos de la policía franquista y fueron condenados a muerte. Franco golpeó duramente la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y de las masas populares de España y esto tuvo consecuencias negativas para el partido comunista. Al haber desaparecido en la lucha armada y bajo los golpes del terror fascista los elementos más sanos, más preparados ideológicamente, más resueltos y valientes, del Partido Comunista de España, cobró supremacía y ejerció su influencia negativa y destructora el elemento cobarde pequeño burgués e intelectual como son Santiago Carrillo y compañía. Estos fueron transformando gradualmente al Partido Comunista de España en un partido oportunista y revisionista». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Esta última cita indirectamente explicaba también el «Caso Comorera»; es decir como los carrillistas catalanes y españoles tuvieron ante sí unas condiciones objetivas favorables para poder eliminar a Joan Comorera del PSUC. El Partido Socialista Unificado de Cataluña sufriría de igual forma que el Partido Comunista de España en este periodo convulso duras pruebas no ya para desarrollar el partido, sino para evitar su liquidación tanto en el interior de Cataluña como en el exilio: gran pérdida de los militantes durante la guerra civil; el factor desmoralizador de la pérdida de la guerra; la represión del gobierno francés al cruzar la frontera en 1939 que incluía el desarme del los combatientes y su incursión en los campos de concentración; la presión del surgimiento de nuevas corrientes revisionistas en el movimiento comunista como el browderismo en 1943-1944; el resurgimiento de la demagogia nacionalista burguesa y pequeño burguesa en los centros neurálgicos de exiliados catalanes como México o Francia; la ilegalización y represión contra todo lo comunista tras el Pacto Ribbentrop-Mólotov en Francia en 1939 y el posterior régimen filohitleriano de Vichy en Francia durante 1940-1944; la presión anticomunista y antisoviética del cenetismo-faísmo, el prietismo socialdemócrata, o el trotskismo; la fallida incursión antifranquista de los 4.000 combatientes antifascistas en el Valle de Arán de 1944; la caída diaria de militantes del PSUC como «la caída de los 80» en 1947; la desviación nacionalista-derechista del titoismo en 1948; si a estas condiciones extremas, que el PSUC con Joan Comorera a la cabeza sorteó eficazmente durante 1939-1949 le sumamos el gran factor externo de presión como era que el PCE para finales de los 40 estaba liderado por líderes revisionistas como Santiago Carrillo que deseaban incorporar al PSUC como la sección catalana del PCE para poder controlar su línea política, encontramos un cúmulo de circunstancias y un momento que no se puede postergar como era: la polémica entre los marxista-leninistas del PSUC como Joan Comorera y los líderes revisionistas del PCE como Santiago Carrillo que pretendían absorber el partido e igualar la línea del PSUC a su línea. En otro documento explicaremos mejor este tema de cómo triunfó el revisionismo carrillista en el PSUC.
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La siguiente obra del marxista-leninista catalán Joan Comorera es en sí una carta-respuesta a unos obreros excenetistas de Barcelona respondiendo a todas sus dudas en los albores de 1949; se llamaba por entonces «cenetistas» a los afiliados a la CNT –Confederación Nacional del Trabajo–, un sindicato anarco-sindicalista.
Joan Comorera en el documento, aprovechando la réplica repasa más que el porqué de la influencia anarquista en España y sobre todo en Cataluña, las nefastas consecuencias que el anarquismo ha acarreado a la clase obrera como teoría pequeño burguesa. Se analiza por tanto el actuar del anarquismo en todos los sucesos importantes de España y Cataluña desde el siglo XIX, desde la época del auge del pistolerismo anarquista, la época de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil, el Gobierno franco-falangista, e incluso el posicionamiento del anarquismo respecto a la Guerra Fría.
Como preámbulo a esos «porqués» de la crítica al anarquismo, dejaremos unas breves palabras de Iósif Stalin para que el lector se sitúe mejor:
«No somos de aquellos que, al oír mencionar la palabra «anarquismo», se vuelven con desprecio y exclaman displicentes: «¡Ganas tenéis de ocuparos de eso; ni siquiera vale la pena hablar de ello!». Consideramos que esta «crítica» barata es tan indigna como inútil. No somos tampoco de los que se consuelan diciendo que los anarquistas «no cuentan con masas y por eso no son muy peligrosos». La cuestión no está en saber a quién siguen hoy «masas» mayores o menores; la cuestión está en la existencia de la doctrina. Si la «doctrina» de los anarquistas expresa la verdad, entonces de por sí se comprende que se abrirá paso indefectiblemente y agrupará en torno suyo a la masa. Pero si dicha doctrina es inconsistente y se halla edificada sobre una base falsa, no subsistirá largo tiempo y quedará en el aire. Ahora bien, la inconsistencia del anarquismo debe ser demostrada. Algunos consideran que el marxismo y el anarquismo tienen los mismos principios, que entre ambos existen sólo discrepancias tácticas, de modo que, según esa opinión, es completamente imposible contraponer estas dos corrientes. Pero eso es un gran error. Nosotros consideramos que los anarquistas son verdaderos enemigos del marxismo. Por consiguiente, reconocemos que contra los verdaderos enemigos hay que sostener una lucha también verdadera. Y por eso es necesario analizar la «doctrina» de los anarquistas». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Anarquismo o socialismo, 1906)
Es decir, como marxista-leninistas, como socialistas científicos, no podemos sin más rechazar simplemente a cualquiera de las corrientes antimarxistas existentes –ni por su inconsistencia teórica, ni por sus nefastos resultados prácticos, ni por su poca influencia en las masas–. Al anarquismo como a cualquiera otra ideología no marxista debemos desmontarla a la luz de las pruebas, sabiendo además de que nunca podemos dar superado en la sociedad y sus miembros lo que nosotros hemos superado; esto precisamente es lo ocurre con el caso del anarquismo como doctrina y su influencia desorientadora.
Las teorías y prácticas del anarquismo, al igual que otras corrientes, consciente o inconscientemente se ha integrado en otras corrientes burguesas. Muchos de los revisionismos, por ejemplo, contienen grandes dosis de anarquismo; en ese sentido, sin entender al anarquismo del siglo XIX y XX es imposible comprender las desviaciones que se han cometido en nombre del marxismo-leninismo a lo largo de la historia, cuando en verdad respondían a la teoría y praxis del anarquismo. Por todo esto, no debemos pensar que su influencia se ha eliminado en la sociedad, sólo los necios pueden vociferar algo así.
Esta carta de Comorera escrita en enero de 1949, fue redactada meses previos a la infame campaña de calumnias y falsificaciones que los carrillistas del Partido Socialista Unificado de Cataluña, apoyándose en el Partido Comunista de España vertieron sobre Joan Comorera.
Precisamente una de las multitudinarias falsas acusaciones que los carrillistas españoles y catalanes adjudicaran al dirigente catalán, sería la de que Comorera apostaba por una lucha contra el anarquismo a través del terrorismo contra sus miembros; este documento refutará tal tesis, y demostrará, que como marxista-leninista, la labor de acabar con el anarquismo nace de un gran trabajo con la militancia de base influenciada por tal movimiento –como por ejemplo los obreros excenetistas de la carta– por medio de una explicación y persuasión teórica de sus errores, y una demostración en la praxis la justeza de tales reclamaciones. Algo que ya explicó Joan Comorera en su famoso alegato conocido como la «Declaración» del 14 de noviembre de 1949. Pero por largo tiempo –precisamente como adelantaba entonces el marxista-leninista catalán– los carrillistas tratarían de ocultar este tipo de documentos que demostraban su inocencia en torno a las absurdas calumnias de los sucios revisionistas:
«Para demostrar que el Secretario General sufre de «megalomanía», los miembros cooptados del ex Secretariado afirman dos cosas contradictorias: que hicieron esfuerzos desesperados por «contenerme» y «corregirme» y que les imponía una especie de régimen de terror político. Los pobres desgraciados, tan pronto abrían la boca, eran paralizados por la furia de mi gesto y la violencia sectaria de mis conceptos. Y los pobres desgraciados aceptarían este régimen de terror permanente durante años y años: ¡saben bien de lamentos! La «Carta abierta a los obreros cenetistas de Barcelona» –que la redacté con la colaboración material de Pere Ardiaca i Martí– fue distribuida a cada miembro del ex Secretariado antes de la discusión, fue discutida colectivamente, frase por frase, párrafo por párrafo, era fruto de un informe mío anterior, calificado de magistral por los miembros del Buró Político y del ex Secretariado, había de ser enviada al interior y recomendada a todo el partido como un material permanente de estudio de primerísima calidad, fue glosada con elogios quizás excesivos en los artículos de los ex dirigentes publicados en «Lluita», y ahora se habla que fue impuesta, que se les prohibió a ellos un estudio más profundo: ¡Qué ejemplo de irresponsabilidad! Afortunadamente casi todos los militantes tienen un ejemplo de la Carta y los miembros cooptados del ex Secretariado no les será tan fácil de quemarla, como pronto van a quemar también la edición catalana del Manifiesto Comunista destinada al interior. Así es como los militantes podrán comprobar ellos mismos que en la Carta no demando el exterminio de los grupos cenetistas». (Joan Comorera; Declaración, 14 de noviembre de 1949)
La carta por lo que nos respecta, es una muestra más de la deuda pendiente que todos los marxista-leninistas internacionalistas tenemos con Joan Comorera y los escritos que nos legó y que debemos recuperar y que viene a demostrar el papel histórico desempeñado por esta figura en torno a la lucha contra el anarquismo tan influyente en aquellos años; una muestra más de que los que intentan falsificar su pensamiento ideológico no pueden hacerlo a la luz de sus escritos; una muestra más de que ni Santiago Carrillo ni sus lacayos del PSUC de entonces como Josep Moix, ni todos sus herederos, han podido evitar que los marxista-leninistas nos acordemos y reivindiquemos su labor en la lucha contra las tendencias antimarxistas, en pro de la salvaguardia de la pureza de la ideología del proletariado: el marxismo-leninismo.
Creemos que todos sabéis a estas alturas lo que supuso para el PSUC que a poco tardar de escribir esta carta Joan Comorera polemizara contra los carrillistas del PSUC, los resultados pueden ser condensados en:
1) La injusta expulsión de Comorera del PSUC y el posterior vergonzoso y criminal vilipendio público acusándolo de agente del franquismo-titoismo-imperialismo, mientras Comorera consumía precisamente sus últimos días en las cárceles franquistas en 1958;
2) Decapitar al PSUC de su mejor líder, pudiendo así, promocionar a los carrillistas y rehabilitar a los expulsados por Comorera y el partido años antes, consolidando con ello poco a poco la conversión del PSUC en una sucursal catalana del PCE lo que fue oficializado en 1954; asegurándose con ello que el PSUC fuera en un mero seguidor-validador de la teoría política revisionista de de la «reconciliación nacional» defendida por el binomio Carrillo-Ibárruri, una teoría que es un crimen histórico contra la lucha de clases y especialmente un insulto para todos los combatientes tanto españoles como no españoles que lucharon en la Guerra Civil contra el fascismo español y extranjero.
Ahora, pese a que el movimiento comunista marxista-leninista sufriera tales reveses con la usurpación del partido por la pandilla de revisionistas, hay una cosa imborrable de esta época gloriosa durante la cual Comorera escribe la presente carta del documento: y que tal época una lección de dedicación tanto del PCE como el PSUC a la causa de la clase obrera y su recompensa se vio en la influencia entre las masas populares, época dorada que ningún periodo posterior de estos mismos partidos, bajo las mismas siglas pero bajo mando revisionista, pudo emular, y que reafirma la justa línea política de los marxista-leninistas de esta época sobre los revisionistas posteriores:
«La resuelta actitud del partido comunista frente al ataque fascista, el audaz ejemplo que dio colocándose al frente de las masas para impedir que el fascismo pasara, el ejemplo de sus militantes, el 60 por ciento de los cuales fueron enviados a los diversos frentes de lucha, aumentaron en gran medida la autoridad y el prestigio del partido entre las masas del pueblo. Un partido crece, gana autoridad y se convierte en dirigente de las masas cuando cuenta con una línea clara y se lanza audazmente a la lucha por llevarla a la práctica. El Partido Comunista de España se convirtió en un partido tal en el curso de la guerra civil. Desde la insurrección fascista en julio de 1936 hasta finales de ese mismo año, el partido comunista triplicó el número de sus miembros. Y, aunque en aquellos días la gente se integraba en el partido para ofrendar su vida, y no para dar su voto en las elecciones, jamás ni nadie, ni el llamado partido comunista de Santiago Carrillo, ni los otros partidos revisionistas, que han abierto sus puertas a todo aquel que quiera ingresar en ellos, laico o religioso, obrero o burgués, podrá hablar de un crecimiento de la autoridad e influencia como las que adquirió el digno Partido Comunista de España durante el período de la guerra civil». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Enver Hoxha, destacado marxista-leninista, internacionalista, siempre amistoso y simpatizante con el pueblo español y su heroica lucha, explicaría a los lectores que no se explicaban la degeneración del Partido Comunista de España las grandes pérdidas del partido durante la guerra y el derrotismo que se imprimiría desde entonces, las duras condiciones para operar dentro de la España franquista, la dificultad de organizarse también desde exilio muchas veces también en condiciones forzadas de absoluta clandestinidad de los comunistas en tales países, en resumen de como a raíz de la pérdida de la guerra civil española, los elementos como Carrillo-Ibárruri se aprovecharon para imponer su dominio revisionista en tal panorama difícil y confuso:
«La Guerra de España tocó a su fin a comienzos del año 1939, cuando la dominación de Franco se extendió a todo el territorio nacional En aquella guerra el Partido Comunista de España no escatimó esfuerzos ni energías para derrotar al fascismo. Y si el fascismo venció, fue debido, aparte de los diversos factores internos, en primer lugar a la intervención del fascismo italiano y alemán y a la política capitulacionista de «no intervención» de las potencias occidentales con respecto a los agresores fascistas. Muchos militantes del Partido Comunista de España inmolaron sus vidas durante la guerra civil. Otros fueron víctimas del terror franquista. Otros miles y miles fueron arrojados a las cárceles donde permanecieron por largos años o murieron en ellas. Después del triunfo de los fascistas, en España reinó el más feroz terror. Los demócratas españoles, que lograron escapar de los campos de concentración y de los arrestos, tomaron parte en la resistencia francesa donde combatieron heroicamente, mientras que los demócratas españoles que se fueron a la Unión Soviética se integraron en las filas del ejército rojo y muchos de ellos dieron su vida combatiendo al fascismo. Pese a las condiciones sumamente graves, los comunistas continuaron su lucha guerrillera y la organización de la resistencia también en España. La mayor parte cayeron en manos de la policía franquista y fueron condenados a muerte. Franco golpeó duramente la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y de las masas populares de España y esto tuvo consecuencias negativas para el partido comunista. Al haber desaparecido en la lucha armada y bajo los golpes del terror fascista los elementos más sanos, más preparados ideológicamente, más resueltos y valientes, del Partido Comunista de España, cobró supremacía y ejerció su influencia negativa y destructora el elemento cobarde pequeño burgués e intelectual como son Santiago Carrillo y compañía. Estos fueron transformando gradualmente al Partido Comunista de España en un partido oportunista y revisionista». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Esta última cita indirectamente explicaba también el «Caso Comorera»; es decir como los carrillistas catalanes y españoles tuvieron ante sí unas condiciones objetivas favorables para poder eliminar a Joan Comorera del PSUC. El Partido Socialista Unificado de Cataluña sufriría de igual forma que el Partido Comunista de España en este periodo convulso duras pruebas no ya para desarrollar el partido, sino para evitar su liquidación tanto en el interior de Cataluña como en el exilio: gran pérdida de los militantes durante la guerra civil; el factor desmoralizador de la pérdida de la guerra; la represión del gobierno francés al cruzar la frontera en 1939 que incluía el desarme del los combatientes y su incursión en los campos de concentración; la presión del surgimiento de nuevas corrientes revisionistas en el movimiento comunista como el browderismo en 1943-1944; el resurgimiento de la demagogia nacionalista burguesa y pequeño burguesa en los centros neurálgicos de exiliados catalanes como México o Francia; la ilegalización y represión contra todo lo comunista tras el Pacto Ribbentrop-Mólotov en Francia en 1939 y el posterior régimen filohitleriano de Vichy en Francia durante 1940-1944; la presión anticomunista y antisoviética del cenetismo-faísmo, el prietismo socialdemócrata, o el trotskismo; la fallida incursión antifranquista de los 4.000 combatientes antifascistas en el Valle de Arán de 1944; la caída diaria de militantes del PSUC como «la caída de los 80» en 1947; la desviación nacionalista-derechista del titoismo en 1948; si a estas condiciones extremas, que el PSUC con Joan Comorera a la cabeza sorteó eficazmente durante 1939-1949 le sumamos el gran factor externo de presión como era que el PCE para finales de los 40 estaba liderado por líderes revisionistas como Santiago Carrillo que deseaban incorporar al PSUC como la sección catalana del PCE para poder controlar su línea política, encontramos un cúmulo de circunstancias y un momento que no se puede postergar como era: la polémica entre los marxista-leninistas del PSUC como Joan Comorera y los líderes revisionistas del PCE como Santiago Carrillo que pretendían absorber el partido e igualar la línea del PSUC a su línea. En otro documento explicaremos mejor este tema de cómo triunfó el revisionismo carrillista en el PSUC.