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    Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción

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    Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción - Página 3 Empty Re: Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción

    Mensaje por IonaYakir Dom Oct 28, 2018 1:50 am

    Claro, es que la posmodernidad no es solo una etapa histórica (la nuestra, en teoria) sino que es también una filosofía, así y todo hay discusión a como llamar a nuestra época, pero bueno, cuando se llegue a una conclusión sobre eso, de nosotros no va a quedar ni los huesos...
    Sobre el posmodernismo como filosofía, se nutre de la escuela de frankfurt y sobretodo del postestructuralismo francés, tiene raices en las primeras criticas al movimiento de la ilustración en pensadores como Kant por ejemplo, se caracteriza por renunciar a los grandes relatos, al desarrollo colectivo, se fomenta el progreso meramente individual, etc. Se critica a las ciencias como generadoras del conocimiento universal y se propone el relativismo a través de una multiplicidad de discursos.
    En Argentina esta ideologia se está devorando viva a las organizaciones de izquierda y al kirchnerismo.

    Muy buena la intervención del camarada JoseKRK, como que se reivindicó un poco.

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    Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción - Página 3 Empty Re: Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción

    Mensaje por Arabista Lun Oct 29, 2018 3:26 am

    Buenas a todos;

    Leyendo este hilo, lo único que cabe es replantearse por qué determinados sectores de una determinada izquierda toma un toma concreto como fetiche y raíz de todos los males. Los usuarios representantes de estas corrientes, a parte de auto-asimilarse como profetas y profundos comprendedores de la doctrina marxista-leninista han reformulado por enésima vez el mismo concepto que los iluminados de la antedicha doctrina habrían denominado con otros nombres, pero que todos, aquí, hemos asimilado uno de los primeros conceptos que se aprender de forma abstracta, idealizada y simple: el revisionismo, también entendido como herejía, bajo superestructuras más reaccionarias y que a día de hoy sobreviven agonizantes, pero presentes bajo los restos de la religión.

    Bajo terminología obrera, estos anti-posmodernistas esgrimen con ojo avizor sus armas contra, precisamente, ese gran enemigo entendido como posmodernismo, que por lo visto, trata de forma muy aguda y profunda cuestiones como el feminismo o el progresismo de izquierda. En esta denuncia contra el posmodernismo, entendiéndose como una relación directa al feminismo, la burguesía y la influencia directa de los grandes capitales en los movimientos sociales, el anti-posmodernista denuncia a toda corriente mayoritaria que pueda representar determinados valores que a este sujeto o grupúsculo les da asco, o que les trastocan sus pensamientos y sus moralidades.

    Aparte de toda la verborrea marxista-leninista-estalinista, el dogmatismo cuasi-religioso de las obras clásicas y de los autores tempranos en la extinta y fracasada Unión Soviética, estos anti-posmodernistas de izquierda comparten con sus otros compañeros de derecha la misma parafilia: el feminismo, la anarquía y muerte de la familia nuclear, la pérdida identitaria y ontológica del concepto de mujer y la asimilación e imposición -afortunadamente frustrada- por parte de esta auto-proclamada vanguardia sin partido ni obreros que les sigan. Lo más curioso y llamativo es que estos grandes pensadores del anti-posmodernismo (independientemente del espectro de esta ideología) hablan de la mujer, sin la mujer. El reduccionismo hecho por estos sujetos es tal que prefieren no hablar de los problemas de la mujer como problemas reales, sino que los engloban dentro del nombre clase trabajadora, ignorante consciente o inconscientemente las peculiaridades de la mujer y cómo estas, aparte de ser explotadas de distintas formas al hombre, sufren una explotación aún mayor que la del hombre, por su condición social de sexo dominante. No es extraño que en el barco del anti-posmodernismo de izquierda las mujeres sean escasas o nulas. Tampoco es de extrañar que los principales denunciantes del feminismo relacionado con teorías de conspiración sean hombres a los que parece que les escuece algo en la estructuración sexual y que a día de hoy, pese a que vislumbremos las causas, no conocemos muy bien estas.

    Solo encontramos de los anti-posmodernistas antítesis que jamás encuentran síntesis, hablamos pues de anti-dialéctica. Las propuestas o soluciones de estos apologistas de la supuesta pureza marxista-leninista es, precisamente, caer sobre sus desfasados, desactualizados y muchas veces, manipulados padres intelectuales. Padres como V. I. Uliánov y la Unión Soviética, que jamás libró a la mujer realmente de la explotación dual de la mujer en el ámbito laboral y doméstico, al igual que jamás dejó de extraer plusvalía de sus ciudadanos. V. I. Uliánov no vivió lo suficiente ni para ver en lo que se habría convertido la Unión Soviética, en la abolición supuesta del capitalismo ni se organizó aquella empresa internacional que reuniera a las mujeres y sus intereses. Mucho menos pudieron aportar K. Marx y F. Engels en los albores de la Revolución Industrial, salvo analizar la relación directa entre el modelo productivo y la situación de la mujer en este, donde, su patrón tenía dos cabezas por lo general: su marido por un lado, y el propietario burgués de los medios de producción, por otro. Mucho menos pudieron los países socialistas posterior a los favoritos como N. Lenin o J. Stalin solucionar la cuestión de la mujer ni mucho empoderarla, en una vanguardia encabezada eminentemente por hombres, relegando a la mujer, siempre, al peso doméstico y a una actividad intelectual discreta y muchas veces censurada por no ajustarse a los tiempos.

    Este anti-posmodernismo no es sino el nuevo término ya mencionado anteriormente para referirnos a aquello que a determinados sujetos no les gusta, y lo que a estos determinados sujetos no les gusta es herejía, alineación con los grandes poderes o hasta anticomunismo. Algunos, hasta tomarían el debate a términos irrisorios, propios de la actitud machista y reaccionaria de los machos alfa fácilmente ubicables en el siglo pasado en muchos países, donde relacionarse con mujeres fuera de la relación reproductiva era ser homosexual o que simplemente sus intenciones son falsas, ya que su principal interés es aparearse con tal o tal mujer, y qué menos decir de asociaciones, talleres, manifestaciones..., el hombre y la mujer según estos ideólogos y apologistas del anti-posmodernismo no deben unirse en reivindicar sus derechos salvo que no sea bajo la bandera de clase trabajadora, independientemente de si la cuestión femenina es irrelevante en condición al hombre. El feminismo, junto a otros fetiches del anti-posmodernismo de izquierda, es una de las bazas principales a eliminar, su simple apología te convierte en posmodernista. Y el problema de esta dicotomía alzada como posmodernismo contra anti-posmodernismo es que primeramente el anti-posmodernismo es identificado como una variante analítica del marxismo-leninismo y que segundamente, todo lo que no contente a estos posmodernistas es, precisamente, anti-comunista.

    Los portadores del anti-posmodernismo de izquierda precisamente, creen o dicen saber con certeza absoluta que entienden el marxismo-leninismo con total certeza. Devoradores de libros o vagos apologistas e hipócritas claman conocer la ciencia erigida como material llamada marxismo y en su dogmatismo se recrean proclamando a los cuatro vientos que todo lo que no sea una determinada visión del mundo es un relativista anti-científico. Esto es gracioso. Recién hemos podido viajar al espacio y algunos ya quieren unificar y universalizar el conocimiento y la verdad absoluta, porque algunos lo tienen tan claro que todo lo que contradiga lo propio ya es portador de relativismo y falsedad.

    El marxismo-leninismo, señores míos, es posmodernismo del mismo modo que la modernidad se erige bajo la libertad de comprar y vender, la propiedad, el universalismo moral o bien la definición de posmodernismo es incompatible con el marxismo en cuanto el posmodernismo clama el fin de la historia, la solidez social y la vida en si misma. Y para esto, más que Foucault, un ecléctico ideológico, es más propio hablar de Zygmunt Baumann, autor que ha estudiado profundamente el marxismo y que ha tenido el placer de vivir en sus carnes el capitalismo de Estado del bloque del Este y vivir inmenso en el capitalismo privado; hablar de la posmodernidad como etapa histórica es tan absurdo como hablar de que el comunismo y el capitalismo han sido superadas como etapas histórico-sociales para dar precisamente al fin de la historia. El capitalismo ha evolucionado y ha derrotado eficazmente a la primera ola revolucionaria proletaria en la historia. El capitalismo y sus convicciones jamás murieron, jamás murió la superestructura burguesa y esta jamás ha sido puesta en duda por el supuesto y denominado posmodernismo. El posmodernismo, en caso de existir o ser universal como auguran algunos fatalistas acomodados, más que ser el relativismo absoluto de la sociedad es la evolución individualista y de propiedad, es la consecuente evolución del capitalismo a su lenta desaparición, agonía, igualmente lenta que sufre la clase trabajadora y que ni mucho menos representa una nueva etapa, sino la transición del capitalismo a su debacle que solo el tiempo y las condiciones materiales nos vislumbrará si seremos testigos o no de la segunda ola revolucionaria proletaria.

    Por supuesto, a partir de las condiciones materiales existentes, es más probable que la siguiente prospere más que la primera, la cual fue más rudimentaria, más autárquica, más clasista y más ineficaz que la que está por venir, que será muchísimo más avanzada, imposiblemente autárquica, sin diferencias de clase y totalmente eficaz, en una República Socialista Mundial, donde más que superar la denominación burguesa del posmodernismo utilizada por la izquierda para mostrar sus temores irracionales, es la superación del capitalismo.

    Solo la mujer apoyada por la buena voluntad intelectual y de lucha de su hermano, el hombre, podrá liberarse de su explotación añadida. Solo el proletariado organizado en un partido cuya democracia sea centralizada podrá triunfar sobre la democracia burguesa y solo con el empoderamiento en la lucha popular de la mujer podremos alcanzar la igualdad.





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    Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción - Página 3 Empty Re: Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción

    Mensaje por PequeñoBurgués Lun Oct 29, 2018 8:14 am

    Arabista, entonces cómo defines el posmodernismo?, mejor aún, cuando dices "usuarios representantes de estas corrientes" sería mejor quotear textos concretos y responderlos. Aunque no tengas tiempo para todos. Creeme este foro realmente no lo lee ni el tato así que no es eficiente como erramienta de proselitismo, es mejor gastar el tiempo en usarlo para formarse a uno mismo.

    Saludos.
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    Mensaje por IonaYakir Lun Oct 29, 2018 8:33 am

    Cuando debatan con un postmoderno hay que acordarse siempre de que éstos la mayoría de las veces responden con falacias lógicas. En este caso cualquiera se puede dar cuenta que la “critica” a la crítica que hago en el artículo, es una “falacia hominem” un “argumento” del hombre de paja, que no rebate ningún punto de los desarrollados en el texto. No es lamentable, es lo previsible, lo inesperado sería que alguien que adhiere a esta corriente de pensamiento, defienda posiciones racionales y pueda desarrollarlas de manera ordenada y lógica. Fíjense como por razones hasta epistemológicas, los estudios de género, son cuestionados por científicos en estudios de diferentes ramas de las ciencias que demuestran la falsedad de dichos estudios, pero el sesgo y la ausencia de ciencia en dichos estudios no importa porque lo que hay detrás es activismo político, que, justamente, buscan dinamizar las relaciones en conflicto, por eso la respuesta siempre va a ser "la ciencia es fascista", en el fondo lo que piensan es lo que pensaban los Derrida, los Foucalt, etc. que detrás de todo hay Poder, en la Razón hay poder, en la Ciencia hay poder porque busca Dominar a la naturaleza. Las respuestas entonces siempre van a ser de corte irracional: la ciencia es fascista. Las criticas al postmodernismo "que no existe" son de derecha, homofobicas, machistas, etc. ¿Los argumentos? No tienen, pero tienen su irracionalidad.

    El de las falacias del hombre de paja, esta vez no solo derrocha anticomunismo, sino que además confirma que de marxismo no sabe ni el ABC:

    Arabista escribió:Recién hemos podido viajar al espacio y algunos ya quieren unificar y universalizar el conocimiento y la verdad absoluta, porque algunos lo tienen tan claro que todo lo que contradiga lo propio ya es portador de relativismo y falsedad.

    ¿Quién dijo que “la tenemos clara”? Los marxistas no decimos tener la verdad absoluta, lo que decimos, en calidad de materialistas, es que el conocimiento a través de la ciencia, puede lograr aproximaciones de esa verdad absoluta que sí existe. Este es un debate clásico de la filosofía, la discusión entre materialistas e idealistas, el postmodernismo es un tipo de idealismo subjetivo, como tal, no reconoce la primacía de la materia con respecto al pensamiento y por eso habla de “dispositivos” que “performan subjetividades” que condicionan a los “sujetos”, donde al final todo sería subjetivo y el individuo no podría ser capaz de conocer, por sus propios medios, la materia, lo real, etc. En realidad, o por lo menos de acuerdo con el materialismo, lo subjetivo y lo objetivo se pasan de uno a otro, en un movimiento, siendo el conocimiento subjetivo pero solo en relación con un conocimiento superior, más completo y preciso, superando de esta manera de una forma constante a la subjetividad de ese pensamiento hecho conciencia, lo que eleva el grado de objetividad del conocimiento, dependiendo de cuan profundamente se penetre en el objeto de estudio. Esto, es uno de los problemas más básicos del materialismo histórico, si se tiene problemas con esto no es que ya hablamos de “herejes” pero es previsible que se produzcan errores teóricos del tamaño de un elefante, como el que vemos en nuestro amigo falaz.

    Con respecto a la batería de opiniones anticomunistas que el usuario tiene sobre la URSS y los progresos que logró la mujer en ese país, haría bien en informarse mejor. En la URSS se proporcionaron guarderías gratuitas para decenas de millones de niños, incluyendo atención médica gratuita. La mujer tenía garantizada una licencia por maternidad de 112 días pre y posnatal con salario completo y el plazo de un año para regresar después a su trabajo sin perder los beneficios por antigüedad. Ya avanzada la época revisionista, las mujeres eran más que los hombres en el ámbito universitario, un record que los países capitalistas avanzados llegaron recién en el siglo XXI. Con respecto al trabajo productivo, las mujeres constituían el 51% de la fuerza de trabajo, en una época donde, en EEUU por ejemplo, la mujer era excluída de oficios calificados y semicalificados, en la URSS las mujeres conducían trenes, dirigían centrales hidroeléctricas, manejaban aviones, descargaban barcos, desarrollaban estudios científicos, formaban parte de todas las ramas de la industria y del gobierno.

    Hoy en día Rusia tiene uno de los porcentajes más altos de politicas mujeres en la Duma, y no es gracias a las “leyes de cuotas” sino a la herencia socialista del período soviético, dato que destácan incluso fuentes del feminismo burgues.

    Lo del socialismo como “capitalismo de estado” y el capitalismo como “capitalismo privado”, supongo que va en la misma línea que todo lo demás es lo que es este abuso tremendo de la libertad de expresión, libertad para decir cualquier burrada ¿No?


    PequeñoBurgués escribió:Arabista, entonces cómo defines el posmodernismo?, mejor aún, cuando dices "usuarios representantes de estas corrientes" sería mejor quotear textos concretos y responderlos. Aunque no tengas tiempo para todos. Creeme este foro realmente no lo lee ni el tato así que no es eficiente como erramienta de proselitismo, es mejor gastar el tiempo en usarlo para formarse a uno mismo.

    Consternado uno, claro, le pregunta a Arabista qué es para el ésto del postmodernismo.

    Arabista se ríe de los materialistas, de la busqueda de objetividad y a continuación nos dice a todos que estamos equivocados porque él y solo él sabe lo que es realmente el postmodernismo "si es que existe" de forma que si el posmodernismo no existe nadie tiene razón, pero si sí existe, él y solo él lo conoce realmente... esto obviamente es una estupidez total. Los idealistas siempre, al negar la verdad, la buscan, manifiestan una idea y ese es su dogma de verdad, siempre en el mismo laberinto.

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    Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción - Página 3 Empty Re: Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción

    Mensaje por Máquina Lun Oct 29, 2018 12:06 pm

    El hilo iba bastante bien, sobrarte así con un usuario invita a no volver a entrar a debatir más.
    Si en lugar de toda esa morralla le dices, que el postmodernismo se enfrenta al pensamiento científico y por eso su frase relativista te suena tan mal... pero no. Oye, tú mismo.

    Y respondiendo a Arabista, la izquierda actual utiliza el pensamiento posmoderno por las razones que se exponen en "La trampa de la posmodernidad".

    Por resumirlo un poco. En las universidades privadas estadounidenses se paga muchísimo y como es un negocio no se puede ni suspender mucho ni molestar demasiado a la clientela. Por eso mismo se termina impartiendo un poco lo que pida el alumnado y de ahí que haya carreras sin demanda profesional y no me refiero a "artes" y "filosofía". Todo este temita de los Social Justice Warrior comienza en esos ambientes en los que sobra superioridad moral y son bastante a la carta de los caprichines del cliente. Se dan casos curiosos en esas facultades.
    Que en los países satélite de Estados Unidos se impongan sus mismas taras, pero adaptadas, era cuestión de tiempo.

    Me he dejado mucha información fuera, aunque sea y al autor del libro no le guste, píllatelo por PDF.



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    Mensaje por IonaYakir Lun Oct 29, 2018 8:23 pm

    Máquina escribió:El hilo iba bastante bien, sobrarte así con un usuario invita a no volver a entrar a debatir más.
    Si en lugar de toda esa morralla le dices, que el postmodernismo se enfrenta al pensamiento científico y por eso su frase relativista te suena tan mal... pero no. Oye, tú mismo.

    En su intervención insulta a los camaradas que somos críticos con estas corrientes reaccionarias, nos dice que odiamos a los homosexuales, que somos unos machistas hetero patriarcales, etc. Dice que la URSS era un regimen capitalista, así porque sí, un fracaso estrepitoso, Stalin, etc. Además no se cuida de hablar en términos absolutos acerca de lo que él dice al mismo tiempo que defiende posiciones relativistas propias del idealismo subjetivo.

    Si se tiene simpatía por estas ideas, todo bien, pero no hay que ir de victimas.

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    Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción - Página 3 Empty Re: Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción

    Mensaje por DP9M Dom Nov 04, 2018 10:26 pm

    PequeñoBurgués escribió:Arabista, entonces cómo defines el posmodernismo?, mejor aún, cuando dices "usuarios representantes de estas corrientes" sería mejor quotear textos concretos y responderlos. Aunque no tengas tiempo para todos. Creeme este foro realmente no lo lee ni el tato así que no es eficiente como erramienta de proselitismo, es mejor gastar el tiempo en usarlo para formarse a uno mismo.

    Saludos.

    Hola.

    Si vuelves a hacer valoraciones al foro, una vez más, te expulso del mismo de forma indefinida. Ya han sido sancionado las ultimas veces por lo mismo. No va a haber tercer aviso.

    Si a alguno más se le ocurre volver a intoxicar algun lado del foro con derrotismo o cualquier tipo de valoraciones al foro de forma reincidente se le sanciona.
    No lo voy a avisar mas.


    Saludos


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    Critica a Foucault, el Poder como ideología de la reacción - Página 3 Empty Sobre Foucault y su servilismo bienintencionado

    Mensaje por materialismo indomito Vie Mayo 08, 2020 6:24 am

    Un marxista chileno, llamado Carlos Pérez Soto, tiene un texto breve bastante clarificador sobre Foucault y sus implicancias políticas para la causa. Básicamente lo define como un romántico, es decir, como un intelectual que quiso superar a la Ilustración criticando a la apología a la Razón (de ahí su irracionalismo posmoderno), pero que en realidad sólo se convirtió en su contrario directo sin superarla dialécticamente: "No ha salido nunca de la dicotomía entre Ilustración y Romanticismo, no ha construido un pensamiento post ilustrado. Ha formulado simplemente uno neo romántico". Para Pérez, el romanticismo moderno y el neoromanticismo posmoderno tienen continuidad histórica a través de Foucault y el foucaultismo, lo cual sitúa a ese paradigma en un lugar servil a la clase dominante dadas las capacidades del Capital de administrar el intercambio desigual del poder: "el neo romanticismo de la fragmentación, el borde y el micro poder, es perfectamente funcional a un poder que es capaz de administrar la diversidad".
    El texto donde escribe estas cuestiones se llama "Contra-Foucault" y lo adjunto a continuación:

    Contra Foucault, una hipótesis

    Carlos Pérez Soto
    Profesor de Estado en Física

    Alguna vez Michel Foucault fue monaguillo (2) Se dice que su familia, de la burguesía acomodada y provinciana de Poitiers, sólo adhería formalmente al catolicismo. Pero ¿qué puede ser el catolicismo para este tipo de familias sino un conjunto de prácticas rituales, formales? Históricamente el catolicismo francés ha producido una cultura hipócrita, plena de doble estándar, conservadurismo y racionalismo ilustrado. Dos cuestiones son centrales en esta cultura. Una es la extraordinaria profundidad y persistencia con que se fija en los modos de pensamiento de los que se crían en ella, ligados a sirvientas católicas3 , capillas de parroquias de provincia y colegios de curas. Otra es su profunda conexión con el pensamiento ilustrado, que hace que la ilustración francesa sea tan distinta de la inglesa o la alemana. Esto produce una apretada amalgama de teísmo, racionalismo e idealismo ético, bastante difícil de desenredar, y gracias a la cual los científicos franceses o los profesionales de la filosofía pueden ser católicos secularizados sin contradicciones aparentes.

    Un efecto de la primera cuestión es que los intelectuales franceses que se rebelan contra las raíces de su propio pensar no suelen ir más allá de un cierto catolicismo negativo. Padecen constantemente la propensión a formular sus rebeldías como el reverso exacto de la opresión católica. La obsesión por la violación de un cura, omnipresente en los escritos de Bataille, es un buen ejemplo de esto. Ciertos delirios en torno a conventos y abadías, quizás escritos por Sade, son otros tantos ejemplares de este “catolicismo con signo menos”. La desgracia de estas rebeliones parece ser el que estos intelectuales nunca logran abandonar la operación del pensamiento que entraña ese catolicismo originario. A lo sumo consiguen ser, de maneras frecuentemente truculentas, ex católicos.

    Un efecto de la segunda cuestión – la conexión con la Ilustración – es que las dicotomías, que son el centro y el alma del pensamiento ilustrado, tienden a ser pensadas con un tinte de dramatismo existencial que sólo logra extremarlas, dificultando su superación. La muerte es una nada bruta para estos atormentados franceses, completamente exenta de vida. La verdad, posible o no, es completa, clara y contundente, sin la menor mácula de lo falso. Cuando existe es pensada como objeto, cuando no existe es, de nuevo, la bruta nada de la que no puede surgir nada. Las determinaciones operan sin atenuantes. La necesidad es ligada a la teleología, cuando existe, pero si no existe se disuelve en el azar contingente, tan bruto como la nada.

    Ya sea a través de la confianza directa en un Dios, lejano, abstracto, exterior, o a través del apenas velado teísmo de la masonería, que hace descansar en la materia, o en la arquitectura natural, la misma clase de fe, la catolicidad francesa puede ser un reino apacible para los intelectuales cómodos. Pero, este reino de extrema dicotomía, sólo puede ser un infierno laico, secular, escéptico, para sus disidentes. En la dualidad milenaria, cielo o infierno, alimentada de platonismo e ilustración, Foucault escogió el infierno, sin salir nunca de ella.

    No es raro entonces que su pensamiento nos instale permanentemente en la dicotomía.
    No se puede pensar en términos de sujeto porque eso sería pensar en términos cartesianos. No se puede pensar en términos universales porque eso sería pensar al modo de la Ilustración.
    No se puede pensar en términos de totalidad porque eso es el pensar totalitario. La historia no se puede pensar como conjunto puesto que sería incurrir en determinismo y teleología.
    No se puede pensar el poder como tal porque el poder no es uno.

    Pero frente a este polo, el de la universalidad ilustrada, el sujeto consciente, el del imperio de la totalidad como ley necesaria y teleológica ¿qué nos ofrece? La idea de subjetivación contingente, la idea de lo singular viviente, del fragmento, del borde, de la serialidad y la diferencia irreductible, la idea de lo micro (micro poder, micro física, micro resistencia), en que uno no sabe si se trata de una filosofía de la diferencia o simplemente de la menudencia.

    Pero ¿qué son estos temas sino los viejos temas del romanticismo, extremados o suavizados con una retórica más o menos truculenta? Foucault cree que se puede ir más allá de las dicotomías modernas simplemente reduciendo cada una a uno de sus polos.

    Frente al sujeto cartesiano (consciencia, cosa, razón, permanencia) pone a la subjetivación contingente (efímera, transgresora, resistente) como si no hubiera otra alternativa. Frente a lo universal homogéneo y homogeneizador pone lo singular inagarrable, como si estuviésemos obligados a optar. Frente a la necesidad y el determinismo pone el simple azar serial como si necesidad y determinismo se implicaran mutuamente, como si no existieran otras formas de pensar lo posible. Frente a la unidad del poder, que le parece una mera ficción, sólo nos ofrece la fragmentación de la resistencia, o el azar de la serialidad, como si toda organización fuese sinónimo de totalidad totalitaria.

    No ha salido nunca de la dicotomía entre Ilustración y Romanticismo, no ha construido un pensamiento post ilustrado. Ha formulado simplemente uno neo romántico.

    Mis objeciones frente a esto son dos. Una es que es perfectamente posible pensar más allá de las dicotomías que reproduce, aunque anule cada vez uno de los términos. La otra es que el neo romanticismo de la fragmentación, el borde y el micro poder, es perfectamente funcional a un poder que es capaz de administrar la diversidad.

    En el primer argumento la cuestión general es que es perfectamente posible compartir las críticas de Foucault al pensamiento clásico (muchas de ellas profundas y fundadas) sin compartir las consecuencias que obtiene.

    Se puede rechazar la idea cartesiana de sujeto, o incluso aceptar la idea de subjetivación permanente, sin llegar a la conclusión de que sólo hay subjetividad en lo singular. Las operaciones del pensamiento que describe en sus epistemes pueden ser imaginadas perfectamente como operaciones de un sujeto transindividual, que sólo exista en su actividad de subjetivarse, que ES, sin embargo, de manera sustantiva. En contra de lo que parece creer Foucault, no sólo los individuos pueden ser sujetos (cosa que a los franceses parece urgirles), y no sólo lo singular puede ser subjetivación.

    Se pueden aceptar las críticas a la idea de universalidad homogénea y homogeneizadora sin llegar a la conclusión de que sólo lo singular es real, o el azar. Lo universal puede ser pensado como diferenciado y, EN él, lo particular puede pensarse como real, autónomo, libre, y referido al contexto que lo produce. Sólo una mentalidad cripto totalitaria puede creer que referencia y determinación, o que determinación y determinismo, son la misma cosa.

    Se puede sostener que la historia adquiere sentido para una voluntad racional sin tener que ligar determinismo, necesidad y teleología, que son nociones que no se implican entre sí, en las que pueden afirmarse unas sin afirmar las otras sin contradicción. Sólo un incurable pensamiento de la dicotomía puede creer que “voluntad” y “racional” son dos términos incompatibles. Como si la razón estuviese obligada a ser lo que los ilustrados llaman “razón”, como si voluntad y arbitrio fuesen lo mismo. Como si la razón misma no pudiera ser pensada como deseante.

    Se puede completar y enriquecer el examen de la operación del poder sin dejar de pensar al poder efectivo como uno y abarcable.

    Y hacer estas operaciones en el orden del pensamiento no es sólo un gusto erudito, o una manía de intelectual racionalista, sino que tiene que ver directamente con las nuevas formas del poder y del disciplinamiento.

    Una sociedad como la actual, que produce diversidad y domina administrándola, no es un universal homogeneizador. Opera más bien como un universal real y al mismo tiempo diferenciado y diferenciador. Una sociedad cuyo poder reside en administrar diferencias no es contradictoria con lo local o lo singular. Para ella el borde es funcional y el afuera es integrable. La trasgresión es su modo de ser. Lo micro es el ámbito que mejor domina.

    En un poder como el actual, en que el dominio es interactivo, en que la tolerancia es un modo de administración, en que la humanización puede ser puesta al servicio de la reproducción de la dominación, es necesario reconocer dos órdenes del poder: el poder local, que es real, que es diverso, y el poder que administra lo local, que es uno, aunque ya no tenga un centro geográfico, que es identificable, aunque “sólo” sea una función poder, una función móvil.

    Ante un poder como éste resistir en el borde y en lo local, en la singularidad del cuerpo o la serie, es condenarse a vivir el reformismo de la autonomía local, o el ultra izquierdismo de lo micro, funcionales ambos a un disciplinamiento de nuevo tipo, que no requiere de la homogeneización pero sí de un límite que mantenga el orden común de la totalidad. Se puede resistir y construir en lo local poderes reales, e incluso fuertes, trasgredir la universalidad desde ese borde, y cada una de estas operaciones podría ser perfectamente posible y útil para el poder: ejemplos estigmatizables y exterminables que confirman que la buena opción es lo diverso pero integrado.

    La política foucaultiana fue apropiada para el capitalismo fordista y es una terapia adecuada para católicos en rebeldía. Hoy no es sino fragmentación funcional a los poderes altamente tecnológicos, que se limita a reivindicar la diferencia que ya es posible. Esto es lo que siempre ha sido la política reformista: el arte de lo posible. Y del desastre de las grandes revoluciones, del retroceso que nos liga a la lógica de la derrota, siempre es posible hacer surgir esta especie de “por lo menos”: sino la sociedad al menos nuestro barrio, sino el mundo al menos nuestros cuerpos, sino la felicidad al menos la apacible y sosegada pasión tardía de la “amicitas”. No es poca cosa pasar de Bataille a Cicerón. Un poco más de tiempo, un poco más de desencanto, y allí está esperando San Jerónimo, un poquito más allá Orígenes, a penas a la vuelta de esa esquina San Agustín. Suele ocurrir, se ha visto. Los católicos están perdidos, por mucho que vivan maldiciendo al Dios que lo educó, sólo logran ser ex católicos... y el tiempo en ellos puede curarlo todo.

    La política revolucionaria, en cambio, siempre ha sido el arte de ir más allá de lo posible, de hacer posible lo que la dominación ha decretado como imposible. Es la política de lo que el poder no puede dar, y eso es hoy la universalidad. Lo universal, la libertad, la posibilidad de ser felices.

    Pero, qué vamos a hacer!, los ex católicos nos objetarán nuevamente con una dicotomía. Como sólo logran concebir la felicidad como general, permanente y homogénea, de la crítica a semejantes ingenuidades sólo pueden obtener una conclusión dramática: la felicidad es imposible. Es una ficción ideológica, es un recurso de consolación, una mera construcción discursiva, a lo sumo una ilusión pasajera. (Séneca!, Epicteto!, San Jerónimo!). ¿Nunca se enteró Foucault de que estos autores son los clásicos de la consolación?. ¿Nunca supo que fueron lecturas obligadas durante mil años entre conservadores y reaccionarios?. Es obvio que no se puede responder afirmativamente a estas preguntas. Sería simplemente un insulto para un historiador erudito y estudioso como él fue.

    No voy a extender las muchas hipótesis que contiene este texto hacia alguna especulación, a estas alturas sólo posible para un espiritista, acerca de cual era la dirección de los últimos textos que escribió, ni acerca de en qué camino se estaba embarcando. La única cuestión que me interesa de esto es una idea muy básica: la manera más directa de hacerse conservador es llegar a la conclusión de que la felicidad es imposible. Y una manera muy francesa de llegar a esta conclusión es haber partido de la noción ilustrada de felicidad sin llegar nunca, aún a costa de experiencias truculentas en el cuerpo y el alma, a superarla.

    Ante los desencantados, ante los hijos de la derrota, ante los hijos de los hijos de la derrota, vale la pena insistir en este simple axioma: la política revolucionaria es el arte de hacer posible lo imposible.

    Santiago, Noviembre de 2005.



    Notas:

    1 Texto presentado al encuentro “Foucault fuera de sí”, en la Universidad Arcis, en Santiago de Chile, en Noviembre de 2005.

    2 “Todo el mundo, por supuesto, asiste los domingos a misa. ... Paul-Michel ayudará durante un tiempo a oficiar la misa como monaguillo”. Didier Eribon, en “Michel Foucault”, Ed. Anagrama, Barcelona, 1992, pág. 24

    3 “Una niñera se ocupa de los hijos, una cocinera de la casa, tendrán incluso chófer...”. Didier Eribon, op. cit., pág. 23

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