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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina

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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty La inflación del 2018 será la mayor en 27 años - Por Partido Obrero

    Mensaje por Marx 12 Lun Nov 19, 2018 3:15 am


    Ya dejó atrás a los aumentos salariales de las mejores “revisiones”. El despojo a los jubilados. Los datos de octubre.

    Con el aumento del 5,4% en los precios durante octubre, divulgado ayer por el Indec, el acumulado para los diez meses de este año llega a casi el 40% (39,5%) y ya alcanzó a los mejores aumentos totales acordados en las revisiones paritarias. Aún en los escasos gremios que llegaron al 40%, todo lo que sumen los aumentos de precios de noviembre y diciembre –se estima que no menos del 6%- será una pérdida neta de poder adquisitivo de los salarios, producto de una inflación desbocada que se proyecta, para todo el 2018, como la mayor en casi 30 años.

    Claro que el cuadro se agrava para la inmensa mayoría de los trabajadores privados y estatales que aún no han tenido reapertura de paritarias o que, una vez abierta, vieron a la burocracia firmar acuerdos que dejan los aumentos de salarios muy lejos de la inflación, ya que los incrementos rondan entre el 25 y el 30 por ciento, con una pérdida que rondaría, a fin de año, entre los 15 y los 20 puntos, debido a que la inflación proyectada no baja del 47/48 por ciento para todo el 2018. Entre ellos está la inmensa mayoría de los trabajadores estatales nacionales, provinciales y municipales de todo el país.

    Es decir que, al llegar a diciembre, esta franja de trabajadores, producto de la mayor entregada de la burocracia sindical de todo pelaje durante el gobierno de Macri, habrá perdido el equivalente a alrededor de dos salarios. Es la confiscación salarial más grande en varias décadas.

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    Además, los sectores de menores ingresos han sufrido de manera agravada el golpe inflacionario, porque el precio de los alimentos, a los cuales dedican una parte importante de sus ingresos, creció en los primeros diez meses de este año por encima de la inflación -un 43,7%- y el del transporte, que pesa en el presupuesto obrero, dio un salto de casi el 60 por ciento.

    Es un enorme retroceso en las condiciones de vida de los trabajadores que, además, están siendo golpeados por una ola de despidos y suspensiones que se acelera y las reducciones de salarios indirectos, entre otras cosas como resultado de la eliminación de las horas extras o la reducción de horas de trabajo.

    Un despojo similar o mayor aún sufren los jubilados, ya que, frente al alza del 40% en la inflación de enero a octubre, han recibido aumentos en los haberes que llegan apenas a 19,2%, con lo cual la mínima de miseria actual está apenas por encima de los 8.600 pesos. Es decir que los jubilados ya están perdiendo en lo que va del año más de 20 puntos en su capacidad de compra, equivalente a casi dos meses de haberes. Según la defensoría de la Tercera Edad, cubrir una canasta básica de jubilado costaba, en agosto pasado, $21.127 mensuales.

    En el caso de los jubilados, al igual que en el de los estatales provinciales y municipales, entre muchos otros, el gobierno dejó en claro que ni siquiera tiene previsto otorgar el bono con el cual la burocracia sindical cerró todo reclamo conjunto de reapertura de paritarias.

    En una acentuada muestra de cinismo, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, dijo que "por ahora no está prevista una ayuda especial a los jubilados” porque “tienen un ajuste por inflación”. Y acotó: “el presupuesto no es infinito", cuando en el que acaba de aprobarse bajo las indicaciones del FMI, se destina el 20% de los egresos al pago de deuda con los acreedores internacionales.

    La combinación del derrumbe del salario y de las jubilaciones ante la inflación galopante y de la andanada de despidos y suspensiones, plantean como una necesidad imperiosa un plan de lucha y la huelga general, para golpear de manera decisiva a un gobierno en crisis, que empuja a los trabajadores al hambre y la miseria.

    El peronismo y todas las alas del sindicalismo –oficialista y opositor- están lanzados a garantizar la gobernabilidad y el ajuste, apuntando a la rueda electoral.

    El clasismo y los demás sectores combativos tienen por delante la tarea de impulsar y organizar las luchas que pueden alterar el actual precario equilibrio.

    Reapertura de paritarias. Aumento del 45% con cláusula de movilidad.

    Aumento de emergencia a jubilaciones y planes sociales.

    Por el 82% móvil. Jubilación mínima equivalente al costo de la canasta familiar.

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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty La crisis argentina, una visión de largo plazo Parte 1 - Por Rolando Astarita

    Mensaje por Marx 12 Mar Dic 11, 2018 3:20 am


    Esta nota fue escrita a comienzos del mes de noviembre pasado, y fue publicada en francés en el sitio Al l’encontre (véase [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] La reproduzco ahora para los lectores del blog. Dada su longitud, la publico en tres partes.

    Disparada por la crisis cambiaria, la economía argentina se ha precipitado en la recesión. En septiembre, la actividad industrial se desplomó un 11.5% interanual; la construcción cayó 4,2%, también en términos anuales. El uso de capacidad industrial instalada, en septiembre, fue 61,1% (INDEC, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos). La evolución de la actividad económica en 2018, medida por el Estimador mensual (INDEC), se puede observar en el siguiente gráfico:



    La previsión es que el PBI caiga 2,5% en 2018, y que se mantenga negativo por lo menos hasta mediados de 2019.

    De octubre de 2017 a octubre de 2018 el dólar aumentó un 100%, y solo se ha estabilizado con el Banco Central pagando tasas del 70% (que dan lugar a grandes ganancias vía “carry trade”). Los bancos cobran (principios de noviembre) tasas del 75% para operaciones de cortísimo plazo, como adelantos de cuenta corriente, con la consecuencia de que el crédito se derrumbó.

    La inflación en los 12 últimos meses (a octubre) es del 45,9% (INDEC). El consumo en octubre cayó (interanual) 9,4%, (Cámara Argentina de la Mediana Empresa). En los 10 primeros meses de 2018 los salarios disminuyeron, en términos reales, entre el 10% y 16%. De enero a agosto de este año se perdieron 106.000 empleos registrados (Ministerio de Trabajo) a lo que debe sumarse la caída en el empleo informal (más del 30% de los trabajadores ocupados están en la informalidad). Si se tiene en cuenta la caída de salarios, la reducción de puestos de trabajo y de horas trabajadas, la caída de los ingresos familiares en 2018 sería de entre el 11% y 18%.

    La perspectiva del largo plazo

    La actual crisis se inscribe en una larga historia de recurrentes caídas del producto, como puede verse en el siguiente cuadro, que registra las variaciones anuales del producto desde la crisis de 1975 hasta 2018 (primer semestre). Tomamos como referencia la crisis de 1975 ya que fue la última que ocurrió bajo la ISI, industrialización por sustitución de importaciones (o sea, el programa de avanzar en la industrialización basándose en el mercado interno).



    Fte: Memorias anuales del Banco Central RA e INDEC.

    A lo largo de estos 43 años, hubo nada menos que 18 de crecimiento negativo del PBI. En 1981-1982, 1988-1990, y 1999-2002, las caídas fueron superiores al 10%. Aunque los derrumbes se combinan con años de crecimiento, e incluso elevado crecimiento.

    Precediendo, o acompañando, esas caídas del producto, se registra también una larga secuencia de crisis cambiarias, seguidas por alta inflación. Los episodios más destacados, desde 1975:

    Entre abril de 1975 y abril de 1976 el precio del dólar subió 600%. En 1975 los precios aumentaron 183%, y 444% en 1976. En los 5 años siguientes, hasta 1981, la inflación anual promedió el 156%.

    De junio de 1980 a junio de 1982 el dólar subió 1200%. Desde 1982 hubo una nueva aceleración de la subida de precios: en 1982 la inflación fue 344%; en 434% en 1983; en 1985, 385%. Se desacelera entre 1986 y 1987.

    De febrero de 1988 a febrero de 1991 el precio del dólar se multiplicó por 1662 (pasó de $6,18 a $10.275). La inflación se dispara desde principios de 1988: ese año fue 388%; en 1989 alcanzó el 3080%; en 1990 fue 2314%. Estos procesos de hiperinflación se cortan con la ley de Convertibilidad (se establece, por ley, una relación fija de 1 peso = 1 dólar).

    Entre noviembre de 2001 y diciembre de 2002 se produce la ruptura de la Convertibilidad, y el dólar aumenta 240%. La suba de precios en 2002 fue, del 41% (contra una deflación de 1,1% en 2001).

    De enero 2013 a enero 2014 el precio del dólar subió 56,7%. La inflación (según el Índice de Precios Congreso) se acelera en 2014 y llega al 38,5% (contra un promedio anual del 23,5% entre 2007 y 2013).

    Entre septiembre de 2017 y octubre de 2018 el precio del dólar aumentó 114%. La inflación pasa del 25%, en 2016, al 45% (previsto) en 2018.

    Estas violentas oscilaciones del tipo de cambio nominal y las tasas de inflación provocaron pronunciadas variaciones del tipo de cambio real. El siguiente gráfico muestra cómo varió el tipo de cambio real multilateral desde 1997 al presente.



    Fte: Banco Central RA

    Interpretación subjetiva o materialista

    Frente a la sucesión de crisis, caídas del producto, devaluaciones y alzas de precios, existen dos tipos fundamentales de interpretaciones. Una sostiene que esas evoluciones se explican por razones exógenas a la economía, básicamente por políticas equivocadas de los gobiernos. Esta explicación es común tanto a pensadores de la derecha –“la crisis de debe a que el Estado gasta más allá de sus posibilidades”-; como a los que se identifican con el centro progresismo –“las crisis se deben a que los gobiernos son corruptos”. Pero la explicación que hace hincapié en factores exógenos también se extiende a gran parte de la izquierda y los representantes del nacionalismo pequeño burgués. Según estos últimos enfoques, las crisis son el producto de los programas perversos y saqueadores de los gobiernos neoliberales y proimperialistas. Por eso la solución a los problemas pasaría por el acceso al poder de fuerzas políticas con un pensamiento nacional, más o menos de izquierda.

    De conjunto, se trata de variantes del “idealismo subjetivo” (Lenin, caracterizando al populismo), cuyo tronco común es la creencia de que las personas, con sus ideas y sentimientos, son los artífices libres de la historia.

    El enfoque opuesto al anterior, que compartimos, es el materialista, y dice que las crisis no pueden entenderse como una simple sucesión de contingencias fortuitas, o provocadas por las ideas de tal o cual gobernante, sino deben explicarse a partir de las relaciones sociales imperantes, el grado o intensidad de la lucha de clases, y el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas del país, en relación al desarrollo de las fuerzas productivas globales, y el mercado mundial. De ahí la necesidad de poner el foco en el proceso de acumulación.

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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty La crisis argentina, una visión de largo plazo Parte 2 - Por Rolando Astarita

    Mensaje por Marx 12 Jue Dic 13, 2018 3:12 pm


    La centralidad de la inversión y la estructura social de acumulación

    Uno de los mayores logros de la economía política clásica fue haber descubierto que la acumulación, o sea, la inversión productiva del excedente, es la fuerza principal del desarrollo económico. Por eso, para los clásicos, lo importante era ampliar el trabajo productivo, para generar ganancias que se reinvirtieran para generar más ganancias. Se trata de un proceso circular, o en espiral, muy lejos de la “asignación eficiente de recursos dados”, que caracteriza a la economía neoclásica.

    La misma idea que los clásicos encontramos en Marx: para que haya reproducción ampliada del capital, es necesario que el capitalista reinvierta la plusvalía, adquiriendo medios de producción y fuerza de trabajo. “El empleo de plusvalor como capital, o la reconversión de plusvalor en capital, es lo que se denomina acumulación de capital” (Marx, 1999, t. 1, p. 713). Por eso, una vez dada la masa de plusvalor, “la magnitud de la acumulación depende… de cómo se divida el plusvalor entre el fondo de acumulación y el de consumo, entre el capital y el rédito” (ibid, 730). La plusvalía que se gasta como rédito, esto es, para el consumo o diversos gastos del capital, no permite ampliar la capacidad productiva. Lo mismo ocurre con la plusvalía que se emplea en sostener gastos improductivos del Estado. De ahí que la clave del desarrollo de las fuerzas productivas –el desarrollo tecnológico y la ampliación de la producción- pase por qué se hace con la plusvalía, y cuánto de esta se invierte productivamente.

    Pues bien, la razón última de las crisis en Argentina es que una parte sustancial del plusvalor no se reinvierte productivamente. Por eso, las crisis no son del tipo de las clásicas crisis de sobreproducción, de sobreacumulación de capital, sino de carencia. Por caso, nadie puede decir que en los últimos 15 o 20 años el capitalismo argentino haya sobreinvertido en producción de energía, transporte, alta tecnología, etcétera. Por eso, lo adelantamos ahora, las crisis tienden a estallar por el lado de la balanza de pagos y en particular se manifiestan como crisis en el tipo de cambio, el “conector” del espacio nacional de valor (de las fuerzas productivas “internas”) con el mercado mundial.

    Analizar las razones últimas del porqué de la debilidad de la acumulación excede los límites de este trabajo. De todas maneras, dejamos anotada la importancia que, en nuestra opinión, adquiere el enfoque conocido como “la estructura social de la acumulación”, elaborado por David Gordon (1980) y otros marxistas de EEUU. En esencia, Gordon sostiene que los capitalistas no van a invertir en la producción si no pueden calcular razonablemente una tasa esperada de rendimiento. Si no se da esta posibilidad, buscarán tener rentabilidad colocando el dinero en la esfera financiera (en un país como Argentina diremos que en el sector financiero en el exterior).

    Pero las expectativas y cálculos sobre rentabilidad se basan no solo en variables sobre las cuales los capitalistas tienen influencia directa, sino también sobre un complejo de relaciones sociales que individualmente no pueden transformar. Esas condiciones incluyen factores económicos, como la disponibilidad de crédito y el nivel de demanda esperada, la estabilidad monetaria o cambiaria, la facilidad de acceso y disponibilidad de insumos –sean producidos internamente, o que deban importarse- o la adaptabilidad de las estructuras del Estado para favorecer los negocios, o la reproducción de la fuerza de trabajo. Pero también incluyen factores sociales y políticos, como la estabilidad de los gobiernos de los países en los que invierten sus capitales, y el apoyo de la política gubernamental a la acumulación en general. Y muy especialmente, el grado de resistencia y capacidad de movilización de las masas trabajadoras y populares. Todos estos son factores que afectan, o favorecen, la acumulación del capital.

    El hecho entonces es que una porción significativa del excedente no se reinvierte productivamente. Una parte se canaliza hacia gastos improductivos (incluidos gastos estatales), o se destina a construcción inmobiliaria (obedeciendo a una lógica rentística). Por ejemplo, se considera que una parte muy significativa de la elevada renta que recibieron los propietarios agrarios cuando la suba de los precios de las materias primas entre 2003 y 2008, se canalizó hacia la construcción inmobiliaria. Lo cual contribuyó a la demanda, pero no mejoró la matriz productiva. Otra parte del excedente va al exterior porque las multinacionales no reinvierten sus ganancias. Sin embargo, la canalización hacia el exterior más importante del excedente se debe a la fuga de capitales, realizada por la propia burguesía argentina.

    Gasto improductivo y fuga de capitales

    La fuga de capitales atraviesa la historia económica argentina de las últimas cuatro décadas. Ya la crisis de comienzos de los 1980 fue precipitada por una importante salida de fondos: 3838 millones de dólares solo en 1982 (en las crisis anteriores el rol central lo jugaban la balanza comercial y los pagos por cuenta corriente; los movimientos de capitales eran mucho más limitados).

    Luego, entre 1989 y 1990, se registró otro episodio de fuerte fuga de capitales: 6688 millones de dólares. Con la instalación de la Convertibilidad (en 1991) se restableció la entrada de capitales. Pero hacia el fin de la Convertibilidad, y durante la crisis de 2001-2002, volvió a producirse otra intensa fuga de capitales. Según la Comisión Investigadora de Fuga de Divisas de la Cámara de Diputados, solo en 2001 se fugaron divisas por más de 16.000 millones de dólares. También en los 2000 hubo importantes salidas, en especial a partir del conflicto, en 2008, entre el Gobierno y el agro. De conjunto, entre 2002 y agosto de 2018, la formación de activos externos del sector privado no financiero fue de 158.592 millones de dólares (INDEC).

    Como resultado de estos flujos, el stock de activos en el exterior debe de ser significativo. En 2012 el INDEC calculó que ascendía a 205.000 millones de dólares. Sin embargo, tomando en cuenta otros factores, como los rendimientos que generan esos capitales, el stock de activos en el extranjero habría llegado, en 2010, a 400.000 mil millones de dólares. Otras estimaciones arrojaban, para 2012, casi 374.000 millones de dólares (véase Gaggero, Rua y Gaggero, 2013). A fin de tener una dimensión del peso de estas salidas de capital, en 2010 el ratio riqueza offshore/PBI habría sido 109% (ibid).

    Baja inversión productiva y competitividad

    La debilidad de la acumulación se manifiesta entonces en que la formación bruta de capital fijo, medida en términos del PBI, tiene a mantenerse a un nivel bajo, alrededor del 20%, en promedio, a lo largo de los últimos 25 años. Muy lejos de los niveles de inversión de Corea del Sur o China, por ejemplo. Incluso durante la década que sectores del progresismo consideraron “industrialista”, la inversión no fue particularmente elevada, como lo muestra el siguiente cuadro:



    Fte INDEC

    Una consecuencia del bajo nivel de inversión es el bajo nivel de productividad de la economía argentina, y el escaso valor agregado de las exportaciones. En 2017 los productos primarios representaron el 25,4% del total de exportaciones; las de manufacturas de origen primario (de poco valor agregado) el 38,5%, y las de origen industrial el 32% (el 4,1% restante fueron combustible y energía). A su vez, las exportaciones “material de transporte terrestre” (automóviles), representaron el 30% de las exportaciones de origen industrial. La mayor parte de ellas (60% aproximadamente) son a Brasil, y tendrían dificultades para competir en otros mercados (INDEC). Más significativo, el déficit de la balanza comercial industrial en 2017 alcanzó, según estima la Unión Industrial Argentina, los 35.000 millones de dólares. En los 8 años que van de 2010 a 2017 su déficit acumulado fue de 243.185 millones de dólares. La participación de las exportaciones industriales argentinas en el total de las exportaciones mundiales, en 2010, era de apenas el 0,22% (en base a datos de la Organización Mundial del Comercio). La participación de las exportaciones argentinas en el total de las exportaciones mundiales fue, en 2017, de apenas el 0,35%.

    Tengamos en cuenta, además, que una economía cuyas principales exportaciones son materias primas, es más vulnerable a los cambios en la demanda mundial y a las fluctuaciones de precios, que una economía que posee una matriz productiva diversificada, y con industrias que generan alto valor agregado. En segundo lugar, dado el peso de las exportaciones de alimentos –primarios o manufacturados- la economía es muy dependiente de factores climáticos. Así, la sequía que padeció el campo en 2017 tuvo importantes efectos negativos sobre las exportaciones (no solo las de productos primarios, también las industriales de origen agrario) y las cuentas externas. Por último, mencionemos el peso de las importaciones de energía desde mediados de la primera década del 2000, como resultado de la falta de inversión en el sector.

    Cuentas externas y crecimiento de la deuda externa

    A pesar de la debilidad competitiva de la industria argentina, durante mucho tiempo la balanza comercial tendió a ser superavitaria gracias a las exportaciones de productos primarios y manufacturas de origen primario. En los 17 años que van desde 1975 a 1991 hubo déficit comercial solo 2 años, y el superávit promedio anual fue de 2342 millones de dólares (INDEC; también para lo que sigue). En cambio, entre 1992 y 2001 la balanza comercial fue deficitaria, en promedio, por 1504 millones de dólares anuales. Luego de la ruptura de la Convertibilidad, y hasta 2012, con tipo de cambio alto, y la suba de los precios de las materias primas, hubo fuertes superávits comerciales; el promedio anual fue positivo por 12.917 millones de dólares. Sin embargo, desaparecido el tipo de cambio real alto, y terminada la suba de los precios de las materias primas, entre 2013 y 2017 el promedio baja a solo 1155 millones de dólares anuales; y en 2017 fue deficitario por más de 8000 millones de dólares (véase más abajo).

    Por otra parte, si bien la balanza comercial tuvo largos períodos de superávit, muy distinto fue lo sucedido con la balanza de cuenta corriente. Así, entre 1975 y 1991, a pesar de los excedentes comerciales, el promedio anual del déficit de cuenta corriente fue de 1259 millones de dólares. Solo durante cuatro años hubo superávit. Luego, desde 1992 y 2002, la situación se agravó: el promedio anual del déficit fue de 8783 millones de dólares. La situación se revirtió entre 2002 y 2009, cuando se registra un superávit promedio de 6392 millones de dólares anuales, pero en declinación. Y a partir de 2010 la cuenta corriente pasó a ser crecientemente deficitaria hasta 2017. El promedio de déficit anual en esos ocho años fue de 11.936 millones de dólares.

    Los déficits de cuenta corriente fueron financiados con las entradas de capitales y, más importante, con deuda externa. Pero la deuda externa también financió la fuga de capitales. En este respecto, Gaggero, Casparrino y Libman (2007) destacaron la correlación entre la deuda externa y el stock fugado de capitales. En 1974 la deuda externa era de 7600 millones de dólares y el stock fugado era la mitad de esa cifra, 3800 millones. En 1982 las cifras ya eran 44.000 y 34.000 millones, respectivamente. Ambos ítems continuaron aumentando durante los 1980 y 1990, y en 2001 los montos respectivos alcanzaron 140.000 millones y 138.000 millones de dólares. Luego, durante el período 2002 – 2015, la formación de activos externos del sector privado alcanzó fue de 103.676 millones de dólares. Pero esta vez la fuga de capitales fue financiada principalmente con los superávits de la balanza comercial, y en los últimos años del gobierno K con pérdida de reservas. .

    Naturalmente, los servicios de la deuda externa son un elemento central que explica los déficits en la cuenta corriente, incluso en años en los que hubo superávit en la balanza comercial.

    Textos citados:
    Gaggero, J.; C. Casparino y E. Libman (2007): “La fuga de capitales. Historia, presente y perspectivas”, Documento de Trabajo Nº 14, mayo, CEFIDAR.
    Gaggero, J.; M. Rua y A. Gaggero (2013); “Fuga de capitales III. Argentina (2002-2012)”, Documento de Trabajo Nº 52, diciembre, CEFIDAR.
    Gordon, D. (1980): “Etapas de acumulación y ciclos económicos largos”, CIDE, Cuadernos semestrales Nº 7, pp. 19-54.
    Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.

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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty ¿Por qué el país es un generador serial de crisis? - Por Razon Y Revolucion

    Mensaje por Marx 12 Sáb Dic 15, 2018 7:40 am


    Nuestro capitalismo es chico, tardío y agrario. Nunca pudo alcanzar el nivel de productividad suficiente para que prospere. Lo único que funciona es el campo pampeano.

    Un hombre joven camina por la playa con su pequeño al hombro. Atlético, no siente el esfuerzo. Años más tarde vemos a los mismos personajes en idénticas posiciones, solo que el padre ha envejecido y el niño es ya un adolescente. El ritmo es, ahora, cansino y tambaleante. Mucho tiempo después, observamos al adulto atrofiado como consecuencia de no haber ejercitado nunca sus piernas, todavía subido a las espaldas del pobre anciano que se hunde en la arena. Las tres escenas describen la historia de la economía argentina y explican las crisis por las que el país ha atravesado, desde sus inicios hasta hoy.

    Un capitalismo peculiar. El capitalismo argentino es chico, tardío y agrario. La economía capitalista es una guerra de todos contra todos donde lo que importa es la competitividad, expresión de la productividad del trabajo. Los capitalismos donde impera la mayor productividad, son los más competitivos. La propia dinámica del sistema hace que el que partió en punta, siga allí: las principales economías del mundo actual ya lo eran a fines del siglo XIX. Dado que el tamaño sí importa, el que alcanzó grandes escalas no solo es más productivo, sino que su productividad crece más rápidamente que la del resto. Para un capital chico que llega tarde, este problema es casi insoluble.

    Hay formas de hacer trampa. Algunas tienen corto vuelo: una guerra beneficiosa, una devaluación monetaria, dumping. Otros mecanismos ofrecen compensaciones sustantivas al atraso relativo: una posición geopolítica dada puede ser útil para el acceso al crédito, los gastos militares de la potencia “amiga” o mercados de exportación. Corea del Sur, por ejemplo. O una masa de campesinos regalados, que apuntale industrias sencillas que, a medida que crecen, se hacen más complejas. Así, chicos que llegan tarde se “cuelan” entre los grandes. China es el epítome de este tipo de historias.

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    Ventajas. La Argentina no ha tenido ninguna de estas ventajas. Ha gozado, sí, de un mecanismo de compensación que durante mucho tiempo le permitió creerse lo que no es, conformando la peculiar psicología del argentino medio, eterno campeón moral, ciclotímico, racista y con complejo de inferioridad. Ese mecanismo es la renta agraria. En la Argentina, lo único que funciona es el campo pampeano. Los ingresos del agro se componen de ganancia capitalista, pero también del derecho sobre la tierra que tiene su poseedor. En calidad de tal, la Argentina se apropia de un plus de ingresos: la renta absoluta. Pero además, como dueña de la mejor tierra, se apropia de un ingreso mayor aún, la renta diferencial, que brota de la diferencia de costos de las diferentes calidades de tierra. Cuanto mayor sea el precio de los productos agrarios, como consecuencia de la extensión de la producción a tierras con mayores costos, mayor será la lluvia de dólares en este rincón del mundo. Además de la ganancia propia de un capital agrario muy avanzado, la Argentina recibe dos nuevos cheques como consecuencia no de una mayor capacidad productiva, sino de que Dios es argentino y nos regaló la pampa.

    Capital. Así, nuestro país funciona como un capital mayor del que realmente es. De allí todos nuestros delirios, desde la bomba atómica hasta el tren bala. Como estos mecanismos son puramente pasivos, el argentino en general no sabe por qué le va bien o mal. Como la productividad agraria es tan elevada, la población que trabaja en relación al campo es muy chica, lo que lleva a la paradoja de que vivimos en un país agrario y nadie lo sabe, al punto que la presidenta que le debía toda su suerte a un milagro de la tecnología, la soja, la definía como un simple “yuyo”.

    Mientras el padre (el PBI agrario) era joven, su capacidad para sostener una economía no agraria pujante (el “mercado interno”) era muy grande. A mediados del siglo XX, cambios en el mercado mundial de productos agropecuarios se combinaron con la expansión de una industria obsoleta, que no puede salir del mercado interno y cuyo peso, junto con los “servicios”, crece en relación al PBI agrario. En la misma medida crecen los subsidios (IAPI, retenciones, impuestos a las exportaciones, tipos de cambio diferencial, el nombre varía pero el resultado es siempre el mismo), que entierran al anciano y su carga en la arena, incluso aunque se mantenga en muy buen estado. El asunto se agrava porque el conjunto de intereses no agrarios tiene mucho más poder social y político que el agrario. Su parasitismo se expresa en una capacidad de resistencia notable a toda transformación y toma forma política de peronismo. Como el conjunto del sector no agrario, sea nacional o extranjero, vive del mercado interno, en la Argentina todo el mundo es más o menos peronista.

    Los que sobran. Se podría solucionar el problema eliminando todo aquello que no alcance la productividad mundial, es decir, todo menos la pampa. El problema es que a ese país le sobran treinta millones de habitantes. Por eso, gente como Milei o Espert no pasan de ser locos sueltos al que no les hace caso ni su propia clase. Existe otra solución, la desarrollista: recrear condiciones de acumulación para grandes capitales. Aquí la oposición surge de dos lados: del agro, porque será el que pague; de los capitales más chicos, porque serán eliminados. El capital, nacional o extranjero, que opera en la Argentina, a escala mundial es equivalente a una pyme. En consecuencia, mejorar la competitividad nacional lleva, necesariamente, a la eutanasia del burgués que opera en nuestras fronteras (nacional o extranjero). La oposición, entonces, no surge tanto de la clase obrera en lucha contra el “ajuste”, como del rechazo del grueso de la propia clase dominante. En el medio, experiencias bonapartistas (“populistas”) que aprovechan la crisis permanente en que vive la burguesía argentina (falta de “políticas de Estado”), expresan la potencia de una clase obrera que no logra independizarse políticamente de sus patrones. El peronismo, una vez más, no ya como expresión de los intereses de los capitalistas “nacionales”, sino como vehículo del control político del proletariado, que termina siendo base de masas y de maniobra de las disputas inter-burguesas.

    Como la sociedad creada sobre estas bases no quiere suicidarse, el agotamiento de la renta como factor de compensación lleva a buscar otras formas: endeudamiento y empobrecimiento (vía devaluación e inflación). Como consecuencia, la vida económica, social y política se degradan. El viejo se hunde en la arena y comienza a ahogarse junto con su hijo desagradecido. Cada crisis, en un país que estalla cada siete o diez años (1975, 1982, 1989, 2001, 2008, 2018), nos lleva un escalón más abajo.

    Mauricio y la burguesía choriplanera

    Macri asume en un contexto en el cual la pampa ha salvado al país burgués una vez más, y, al mismo tiempo, ha mostrado su agotamiento final: aun con una soja a 600 dólares, el kirchnerismo apenas pudo llevar a la Argentina más o menos a 1998. Impedida de tomar deuda, Cristina armó una bomba por la vía de la destrucción del capital social existente, desde las jubilaciones hasta la energía. Mauricio asumió con un programa, el gradualismo, que sorprendió a quien quería sorprenderse: era eso o la explosión. De allí que la clave del programa económico fue y sigue siendo la política exterior. Básicamente, toda la administración macrista ha sido una carrera contra la deuda. Y, como no podía ser de otro modo, la perdió.

    La utopía macrista consistía en enfriar la bomba con deuda mientras se mejoraba la competitividad sistémica: obras públicas, transportes baratos, eliminación de “peajes”. Si de algo ha pecado Macri es de subestimar la magnitud del problema que afecta al país y, sobre todo, de buscar un sujeto inexistente para esa transformación. La competitividad sistémica solo sirve si es acompañada de un incremento sustantivo en la competitividad en el interior de las fábricas. Para ello hacen falta enormes inversiones de capital que una burguesía completamente inútil no tiene interés (ni puede) realizar: vive de la carroña pública que describen los “cuadernos”. Un país que soñó con pioneros, o sea, Bill Gates, Elon Musk y Steve Jobs, despierta con Calcaterra, Lázaro Báez y Cristóbal López. Son ellos (y no los empleados públicos y los jubilados) los que están de más. Esta burguesía choriplanera es el principal obstáculo a una reestructuración productiva del país y la que pone en cuestión el mismo hecho nacional que llamamos “Argentina”.

    No es un problema de “confianza”. Habría que prohibirles a los sicólogos que opinen de economía y obligar a los economistas a que estudien mejor la materia de la que se supone son expertos. Es la estructura misma del país la que está en juego. La clase que lo creó (y que ahora sobrevive comiéndoselo de a pedazos) no es el sujeto de la transformación necesaria. Llegó la hora de que otra clase tome decisiones. Llegó la hora de pensar en el socialismo.

    *Doctor y profesor en Historia, docente de la UBA y UNLP y Director del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (Ceics).

    Eduardo Sartelli*

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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty Re: Nueva Crisis neoliberal en Argentina

    Mensaje por gatopardo2015 Sáb Dic 15, 2018 2:02 pm

    Obvio. En los almácigos de la economía familiar y popular que nos enseñan a fabricar los cros. Cayetanos hay que colocar muchos plantines de burgueses nacionales. Para que crezcan y lleguen a ser un bosque como soñaba el Gral. Perón
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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty La economía macrista no se bajó del Titanic - Por Partido Obrero

    Mensaje por Marx 12 Lun Dic 17, 2018 4:46 pm


    La “paz cambiaria” con la cual el macrismo pretende cerrar el año 2019 no alcanza para disimular el derrumbe económico de su gestión.

    La utilización de la capacidad instalada industrial en octubre ha caído al 65%, el registro más bajo desde la bancarrota de 2002. La caída del consumo y las tasas de interés usurarias comienzan a golpear severamente a la gran patronal industrial, como se revela en la insolvencia que declaró Longvie, la fábrica de electrodomésticos.

    El gobierno contrapone a este derrumbe su supuesta “solidez” para afrontar los compromisos de deuda, a partir del nuevo acuerdo con el FMI. Pero es esa pretendida solvencia la que se encuentra cuestionada por los especuladores internacionales. El riesgo país -el índice que marca la prima extraordinaria que deben pagar los bonos de la deuda argentina- ha trepado por encima de los 750 puntos, equivalente al momento más álgido de la megadevaluación de 2018.

    Los voceros de los bancos y fondos de inversión atribuyen la suba del “riesgo país” a la incertidumbre electoral, por una eventual derrota de Macri a manos del kirchnerismo. Los K han respondido a esas dudas asegurando -vía Kicillof- que respetarán los acuerdos coloniales con el FMI. Pero más allá de la voluntad de quienes se autoproclamaron “pagadores seriales” de la deuda cuando les tocó gobernar, la insolvencia argentina reviste un carácter objetivo. Ello se aprecia en la curva curiosa que recorre los títulos de deuda según su fecha de vencimiento. Estos títulos tienen un rendimiento más en 2019 y pegan un fuerte salto en 2020/2021, para luego descender en los años posteriores. El pico de 2020 se debe a las “serias dudas existentes sobre el financiamiento público a partir de 2020 y, en ese sentido, que pueda haber una reestructuración de deuda post 2019” (Cronista, 11/12). La palabra “reestructuración” es el eufemismo de un defol concertado, al cual habría que arribar una vez que se utilizaron los recursos del FMI para el pago de los vencimientos de deuda en 2019.

    Por este motivo, la oposición pejotista “protesta”, no por el acuerdo con Fondo, sino porque Macri prevé gastar esos recursos antes del final de su mandato, dejando al gobierno entrante a las puertas de la “reestructuración”. Pero como veremos enseguida, este debate sobre “el 2020” tiene un carácter encubridor. Por cierto, la crisis de deuda podría desatarse antes.

    ¿Hay 2019?

    Según los funcionarios del gobierno, los fondos a aportar por el FMI en 2019 -unos 23.000 millones de dólares- representan un 54% de las necesidades de financiamiento del Estado argentino. Para la porción restante, el gobierno supone la renovación de los vencimientos de deuda. Por caso, sólo en el primer trimestre del año existen vencimientos superiores a los 20.000 millones de dólares, que el gobierno supone renovar en una proporción no inferior al 50%. Pero las hipótesis de renovación deben ser confrontadas con la presente suba del riesgo país, y la clara tendencia de los especuladores internacionales a desprenderse de títulos argentinos. La expectativa de una recesión mundial -que no dejaría afuera a los Estados Unidos- no detendría la suba de la tasa de interés en ese país, cuyo Banco Central prevé dos nuevos aumentos para 2019 (Econviews, 27/11). En este cuadro, la “dolarización de carteras” es la palabra de orden en las finanzas de Argentina, y algunos analistas prevén “una nueva corrida cambiaria para marzo de 2019” (Ambito, 10/12). El gobierno promete responder a ello con los dólares de la cosecha y de las reservas internacionales, que nominalmente se sitúan en los 50.000 millones de dólares. Pero por un lado, los exportadores están habilitados a retener en el exterior las divisas que perciben; y, por el otro, las expectativas de una nueva devaluación incentivarán como nunca a la retención de la cosecha. En lo que respecta a las reservas internacionales, cuando se descuentan los encajes bancarios, el swap de China y los fondos del FMI, los recursos genuinos del Banco Central ascienden… a 3.000 millones de dólares, equivalentes a unos 20 días de venta de divisas en el mercado cambiario. A la luz de estos datos, es claro que la suba del riesgo país no sólo envuelve a la Argentina post 2019: anticipa también un 2019 convulsivo. Este es el escenario que surcará las elecciones nacionales del año que viene y a sus 17 desdoblamientos provinciales. El golpeado régimen político de Macri, los gobernadores pejotistas y el FMI tendrá que transitar el proceso electoral bajo una bancarrota económica que no ha dicho aún su última palabra.

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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty La crisis argentina, una visión de largo plazo - Parte 3 - Por Rolando Astarita

    Mensaje por Marx 12 Mar Dic 18, 2018 12:30 am


    Crisis fiscal crónica y deuda pública

    La debilidad de la acumulación capitalista también sería la causa última del creciente endeudamiento del Estado, y de la crisis fiscal crónica. En este respecto, la primera cuestión a subrayar es la imposibilidad de sostener indefinidamente la demanda mediante gasto fiscal, como pretende el llamado keynesianismo bastardo. Por supuesto, en determinadas coyunturas recesivas una inyección de gasto fiscal puede funcionar como un disparador de la recuperación económica. Pero ello está condicionado a que los capitalistas respondan al estímulo de la demanda reinvirtiendo sus ingresos, y ganancias, en el circuito de valorización del capital. Si ello no ocurre, habrá crecido el déficit fiscal y continuado la recesión. Pero a su vez, si el presupuesto es deficitario, hay que cubrirlo, sea tomando deuda, o con emisión monetaria. En el primer caso, aumenta el stock de deuda, lo cual puede poner presión sobre la tasa de interés. Es lo que ocurrió en Argentina con el intento del gobierno de Macri de sostener la demanda, en 2016 y 2017, mediante gasto estatal, tomando deuda. Con el agregado de que buena parte de esa deuda el Tesoro la tomó en dólares, lo que contribuyó a la apreciación del tipo de cambio, y este al crecimiento del déficit de cuenta corriente. De manera que cuando estalló la crisis cambiaria –fuga de capitales, aumento del precio del dólar- el peso de los servicios de la deuda aumentó considerablemente.

    En el segundo caso –cubrir el déficit con emisión-, se incrementan las presiones inflacionarias, y se deteriora el activo del Banco Central, lo cual incentiva la compra de dólares como medio de atesoramiento. Es lo que ocurrió en el segundo gobierno de Cristina Kirchner. Lo cual explica que, dado el creciente deterioro del activo del Banco Central, el segundo gobierno de Cristina Kirchner (2011-2015) comenzara, paulatinamente, a tomar deuda. Por eso, mientras que en 2011 el stock de deuda pública del gobierno central era 197.000 millones de dólares, a fines de 2015 ascendió a 240.665 millones de dólares. Un incremento del 22%. En términos del PBI la deuda del gobierno central pasó del 38,9$ al 52,6%; de ese total, la nominada en moneda extranjera subió, siempre en el mismo período, del 12% del PBI al 13,9% (Ministerio de Hacienda). Como veremos más abajo, el gobierno de Macri aceleraría, entre 2016 y 2018, el ritmo de endeudamiento.

    La dinámica de las crisis

    Típicamente, en las últimas décadas los gobiernos han recurrido al anclaje (el caso más notorio, la Convertibilidad), o retraso del tipo de cambio, como medio de frenar la alta inflación. Para ello, con frecuencia apelan a la entrada de inversiones de cartera que, atraídas por los altos rendimientos, financian los déficits de cuenta corriente y fiscal. La apreciación de la moneda, a su vez, da lugar a una cierta mejora de las condiciones de vida de la población, aunque a costa del empeoramiento de la situación externa. Así, se llega a un punto en que los inversores consideran peligrosos los niveles de déficit –en especial, el de cuenta corriente- y se dispara la salida de capitales. Es lo que se conoce como sudden stop. La reversión desde el tipo de cambio real bajo al tipo de cambio alto se produce entonces por medio de una violenta devaluación de la moneda, y la crisis.

    La suba del tipo de cambio, a su vez, empuja la suba de precios, con la consiguiente caída de los salarios reales, del consumo y la inversión. Ante la crisis e incertidumbre, crece el atesoramiento, que se realiza en dólares, y otra divisa fuerte; lo que pone más presión en el tipo de cambio, profundizando la crisis. Además, para detener la sangría de reservas, el gobierno sube la tasa de interés, lo cual estrangula el crédito, deprime aún más la demanda, y profundiza el déficit fiscal y el cuasi fiscal (este último es el déficit del Banco Central). Para hacer frente al crecimiento del déficit, por lo general el gobierno recurre al recorte del gasto fiscal –obra pública, salarios y pensiones, salud, educación- lo que agrava los padecimientos de la población y profundiza la caída de la demanda. Agreguemos que en situaciones extremas, la crisis cambiaria se combina con la crisis financiera: los bancos no pueden recuperar los préstamos otorgados, se descapitalizan y sufren salida de depósitos.

    En este marco, un escenario que ha sido frecuente en Argentina es el crecimiento en espiral del tipo de cambio, los precios y salarios. Ello ocurre cuando, frente a la depreciación del peso y la suba de precios, los sindicatos logran recuperar algo del terreno perdido por los salarios. Si a esta recuperación las patronales le responden con nuevos aumentos de precios, y estos llevan a nuevas desvalorizaciones del peso, se entra en altísima inflación (o hiperinflación: subas de precios del 50%, o más, por mes). El resultado final es una caída profunda de los salarios reales. Un caso histórico ilustra hasta dónde puede llegar esta dinámica: en el período de febrero a agosto de 1989 el tipo de cambio aumentó 3639,7%; el costo de vida 2576,9%; pero los salarios nominales aumentaron 1772,2%. O sea, la caída del salario real fue del 30%.

    Pero además, en un régimen de alta inflación –o incluso hiperinflación- la ley económica reguladora del mercado –la comparación de los tiempos de trabajo- deja de operar, y la moneda nacional es reemplazada por el dólar como medida de valor, medio de pago (para contratos importantes), medio de atesoramiento y, en el extremo, incluso como medio de cambio. Un panorama de este tipo es el que generó el consenso para una salida “dura”, de restablecimiento del poder del dinero, vía la Convertibilidad. Algunas propuestas que se escucharon este año, de renunciar al peso y adoptar el dólar, tienen esta misma lógica.

    Por otra parte, cuando el capital comienza a estabilizar la situación, se generan las condiciones para la vuelta al crecimiento. Es que la desvalorización masiva de los activos induce a los capitales a reentrar en la economía. Los salarios depreciados en términos del dólar hacen más rentable las exportaciones, y el tipo de cambio alto alienta la sustitución de importaciones. Luego, a medida que avanza la recuperación, los salarios mejoran, lo que incide positivamente en la demanda. De la misma manera, se concretan consumos en bienes durables de las clases medias, que habían sido postergados por la crisis. Así la economía se recupera… hasta la siguiente crisis.

    Tasa de ganancia, variaciones de tipo de cambio y crecimiento desestructurado

    Indudablemente, la tasa de ganancia es un factor clave en la decisión de los capitalistas de invertir. Pero las tasas de ganancia de los sectores que producen bienes transables (BT), o no transables (BNT), son fuertemente afectadas por el tipo de cambio y sus variaciones. Es que el tipo de cambio influye directamente en el costo del capital fijo (equipos, tecnología) y de los insumos intermedios; así como en el costo salarial medido en la moneda internacional. Más en general, y dada la influencia en los precios relativos, una suba (baja) del tipo de cambio real aumenta (baja) la tasa de ganancia de los sectores productores de BT y baja (aumenta) la tasa de ganancia de los sectores productores de BNT. Además, el tipo de cambio real alto tenderá a traducirse en un aumento de la renta agraria. De ahí la ilusión de que con tipo de cambio real alto sería posible superar las barreras del atraso y la falta productividad.

    Sin embargo, un tipo de cambio real alto aumenta los costos de importación de tecnología y equipos, lo que incide negativamente en la rentabilidad de los sectores que dependen de esas importaciones. Por eso, en períodos de tipo de cambio real alto, el crecimiento tiene un sesgo “trabajo intensivo” (o lo que los marxistas llamamos acumulación extensiva, con escaso aumento de la relación capital constante / trabajo). A su vez, un tipo de cambio real bajo tiende a favorecer a las empresas productoras de BNT, y puede ayudar a alguna renovación tecnológica. Pero en la medida en que se mantiene el atraso relativo global de la economía, se hace insostenible en el mediano plazo, y la situación termina en las crisis cambiarias.

    Todo esto explica entonces que las tasas de rentabilidad entre los sectores tengan pronunciadas variaciones relativas, lo que a su vez incide en las inversiones. De ahí los ciclos de crecimiento profundamente desiguales entre sectores y el crecimiento en extremo desarticulado. O sea, si bien no hay estancamiento permanente (como pretende alguna crítica de izquierda demasiado simplista), hay desarrollo desigual y deformado de las fuerzas productivas, con procesos convulsos –potenciados por la especulación financiera y monetaria-, retroalimentación de los desequilibrios, reversiones bruscas y agudas contradicciones.

    La presente crisis: lógica similar a las crisis precedentes

    Entre 2015 y 2018 hemos asistido, una vez más, a la secuencia de baja inversión – fuga de capitales financiada con entrada de capitales especulativos y aumento de la deuda externa – apreciación del tipo de cambio – altísimo déficit de cuentas corriente – elevado déficit fiscal – reversión brusca de los capitales y estallido de la crisis, con profunda devaluación, alza de precios, caída de salarios y recesión.

    Entre enero de 2016 y agosto de 2018 la acumulación de activos externos en billetes, por parte de residentes en Argentina, fue de 46.133 millones de dólares (BCRA, Mercado de Cambios). Si además se tienen en cuenta las inversiones directas de residentes (sector privado no financiero) en el exterior y otras inversiones, el acumulado de formación de activos en el exterior fue de 54.916 millones de dólares. Dado que el PBI actual (segundo trimestre de 2018) es de unos 430.000 millones de dólares, la fuga de capitales bajo el gobierno Cambiemos equivale a, aproximadamente, el 13% del producto.

    A su vez, el déficit agregado de cuenta corriente entre 2016 y junio de 2018 fue de 63.872 millones de dólares (INDEC; también para lo que sigue). O sea, entre fugas de capitales y déficit de cuenta corriente sumaron 118.788 millones de dólares. Pero además, el déficit de cuenta corriente en 2017 alcanzó 31.324 millones, equivalente al 5% del PBI /y el déficit comercial llegó a 8500 millones de dólares). Con esos niveles de números en rojo, el nivel del tipo de cambio de fines de 2017 (véase gráfica 3) era insostenible.

    Por otra parte, la inversión extranjera directa acumulada, en el período 2016- agosto 2018, fue de solo 16.405 millones de dólares; muy lejos de las expectativas del gobierno de Cambiemos cuando asumió. Más en general, y como puede verse en el gráfico 4 (parte 2 de la nota), la inversión se mantuvo débil: cayó en 2016 y repuntó en 2017, pero dentro de los bajos patrones históricos (20,5% del PBI).

    Sin embargo, la inversión de cartera fue, también en el período 2016-agosto de 2018, de 81.466 millones de dólares. Esto es, cinco veces superior a la inversión extranjera directa. Y una parte sustancial de esa inversión de cartera correspondió a acumulación de deuda externa. Esta pasó de 167.412 millones de dólares en diciembre de 2015, a 261.483 millones en junio de 2018. Un incremento del 56% en dos años y medio. El déficit del sector público, en 2017, contando los pagos de intereses, fue del orden del 7,1$ del PBI. Ese déficit se financió con deuda. El resultado es que la deuda del gobierno nacional, al segundo trimestre de 2018, es de 327.167 millones de dólares (y estaría en unos 330.000 millones en el tercer trimestre). En 2015 era de 154.270 millones de dólares, de manera que en dos años y medio creció un 36% (Ministerio de Hacienda).

    Todo indica entonces que la recuperación del PBI de 2017 se sustentó en déficits y endeudamiento crecientes. Por eso, en una nota del 29 de marzo de este año (o sea, antes del estallido de la crisis), y comentando los resultados de 2017, escribimos: “Es indudable que se ha producido una cierta recuperación de la economía, pero la misma está asentada en déficits y endeudamiento crecientes que, a mediano plazo, son insostenibles. La entrada de capitales especulativos ha sido importante para sostener el esquema. En este respecto, se sabe cómo suele terminar esta historia: llega un punto en que comienza la salida precipitada de los fondos especulativos (en una situación de fragilidad económica el disparador puede ser cualquier elemento que los inversores consideren negativo), con las consecuencias de violentas devaluaciones cambiarias y profundas crisis financieras” (aquí).

    Más deuda externa, más explotación

    Una de las consecuencias más gravosas de lo ocurrido en los últimos años es el acelerado crecimiento del peso de la deuda externa sobre el conjunto de la economía. Es que dada la suba del dólar, y el alto endeudamiento, el ratio deuda / PBI (con un dólar a $37) ronda el 80% (en diciembre de 2015 era 52%; y todavía en el primer trimestre de 2018 era el 59,3%). Los vencimientos de los intereses en 2019 son por 14.326 millones de dólares, lo que representa el 3,2% del PBI. De ese monto, 9006 millones son en moneda extranjera (datos Ministerio de Finanzas).

    Todo parece apuntar a lo mismo: empeoramiento de las condiciones salariales y laborales de la clase trabajadora. Seguramente, la deuda empujará al capital y al gobierno a acentuar la presión sobre el trabajo. Esto en el marco de que la devaluación y la suba acelerada de los precios significan una gigantesca transferencia de riqueza (valor) desde el trabajo al capital. Además, con el aumento del desempleo, los capitalistas y el gobierno presionan y exigen rediscutir leyes y condiciones laborales. Se trata de la lógica más profunda de todo capital frente a la crisis, sea grande o pequeño, nacional o extranjero, industrialista o agrario. Y es la vía por la cual la clase dominante procurará cumplir con los acreedores y recomponer las condiciones de la acumulación… hasta la próxima crisis.

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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty Nueva Crisis neoliberal en Argentina

    Mensaje por Marx 12 Jue Dic 20, 2018 10:19 pm

    No es crisis neoliberal, es crisis capitalista. El Único camino: Revolución Socialista - Por Corriente Socialista Militante

    En los días 30 de noviembre y 1 de diciembre de 2018 sesionó en Argentina, la Cumbre Mundial del grupo de los 28 países más industrializados y emergentes del mundo.
    Con una militarización nunca vista en Argentina, miles de trabajadores, organizaciones políticas y sociales junto a sindicatos, repudiaron en las calles las reuniones de los Presidentes de los países participantes. Con un contraste supino, la opulencia llegó a ribetes impúdicos, que fueron televisados con total descaro, mientras Argentina alcanza el índice de pobreza más elevado en la última década, 33,6%, esto significa que 13,2 millones de personas viven en la miseria en el país.
    Los cantos de sirena que el gobierno de Macri - Cambiemos intentó presentar en estos días a la población en relación a los beneficios de la cumbre del G20 duraron poco, y no pudieron ocultar la crisis en el país y el consiguiente deterioro de la vida y del trabajo de millones de personas. Esto, se combina con la creciente crisis política y económica de la región y el mundo - sumado a un proteccionismo que revela la crisis de un sistema- muestra de manera cruda y alarmante, para las clases dominantes de Europa, EEUU, China y el resto del universo capitalista, una creciente polarización: el capitalismo se encuentra en una de las dificultades más profundas de su historia.

    Operativo 2019

    hay2019 01

    Las grandes luchas protagonizadas, en Argentina, apenas dos meses atrás tuvo su punto más alto en el conflicto universitario, cuando 57 Universidades del país se encontraban en un plan de lucha y muchas de ellas, con las casas de estudios tomadas. Este conflicto de carácter nacional jugó como una suerte de unificación de los diferentes conflictos y movilizaciones en curso. Astilleros Río Santiago, Fabricaciones Militares Río Tercero y Fray Luis Beltrán, la educación básica, fábricas que se vieron obligas a salir a la lucha por despidos o reducciones salariales, se enlazaron con movilizaciones contra el Fondo Monetario Internacional.
    Este alto grado de cuestionamiento de los trabajadores al gobierno de Macri - Cambiemos puso en clave de pánico a la gran burguesía y al conjunto del empresariado. El kirchnerismo con su operativo “queremos un 2003 y no un 2001”, termina jugando como un freno sobre el movimiento, que traba o impide un escenario superior de lucha.
    Cuando decimos que el conflicto docente universitario jugó como una suerte de unificación, lo decimos porque consolidó el estado de ánimo de repudio y hartazgo que anidaba y anida aún en los trabajadores, se sintió como un conflicto propio para el conjunto de trabajadores que estaban en lucha o no, abriendo un camino de aglutinamiento de la lucha y de un sentimiento de desprecio hacia el gobierno del Fondo Monetario.
    Es verdad, que las asambleas existían a decenas, pero no estaban generalizadas ni coordinadas pero la evolución del movimiento apuntaba hacia esta construcción. Nuestro enemigo de clase tuvo muy presente el desarrollo de 2001 que posibilitó una lucha generalizada de los de bajo.
    Por lo tanto, el operativo 2019 se impuso de manera transitoria, dando paso a un camino incierto hacia una “agenda electoral”. Todos los jefes sindicales jugaron a la canasta de la salida electoral, levantado por papel mojado luchas y movilizaciones e imponiendo un cierto impasse a la clase obrera y sectores populares.

    Agravamiento de la crisis

    crisiscapitalista

    Todos los índices apuntan a un estancamiento y declive de la economía en el país. La industria se derrumbó 6,8% en octubre. Según Página 12 del 04/12/18 “La actividad manufacturera acumula en lo que va de 2018 una caída del 2,5%. En octubre se mantuvo la tendencia de los cinco meses anteriores y la contracción con respecto al mismo mes del año pasado fue de 6,8%. El dato fue difundido por el Indec, que también dio cuenta de una baja de 6,4% en la industria de la construcción. Las cifras del Estimador Mensual Industrial (EMI) correspondiente a octubre muestran la consecuencia de la baja de la demanda interna y la caída del consumo. La industria lleva ya seis meses en retroceso.”
    Pero no solo es la industria, ya que la caída de la producción conlleva a una caída del empleo. Según los datos publicados el 04/12/2018 en Infobae “Los antes últimos datos oficiales relevados por la gestión de Jorge Triaca al frente de la cartera laboral confirman que el mercado de trabajo sigue en caída, con una demanda laboral deprimida que desalienta a las personas en salir a buscar un mejor bienestar. Por noveno mes consecutivo, la situación del empleo formal en el sector privado, que releva la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL), mostró en octubre un continuo deterioro en el sector, más protegido del empleo, lo que permite pronosticar el angustiante padecimiento que hoy viven los trabajadores no registrados”.
    Y sigue: “Según las cifras del Sistema Integrado de Previsión Argentino (SIPA), en la Argentina existen 12,2 millones de trabajadores. Desde marzo a septiembre ya se perdieron 136 mil puestos. En seis meses de 2018 se destruyó lo que tardo 18 en construirse, del período octubre del 2016 a marzo pasado. Y el panorama hacia adelante no es promisorio. Para el tercer trimestre se espera un fortísimo descenso de los puestos actuales, una mayor cantidad de personas desalentadas en buscar trabajo y un aumento del ritmo inflacionario. Un combo que derivará en mayor crecimiento de los novenes de pobreza”.
    Estas dos citas muestran de manera clara y contundente la situación de crisis capitalista, la tendencia general de hacia dónde se dirige la economía mundial y que Argentina no es más que un eslabón en esta cadena de países explotados por el imperialismo y países más poderos del planeta. El sometimiento del empresariado, de la gran burguesía no encuentra precedentes.
    Las direcciones kirchneristas se encargaron de sostener desde diciembre de 2015 la gobernabilidad. La crisis se ha ido acentuando y en más de una ocasión no solo salvaron la gobernabilidad sino a las propias instituciones capitalistas. No resulta llamativo la decisión política de principios de 2018, donde el hilo conductor fue la de estar en los conflictos, pero con una política de llevarlos hacia al molino de las presidenciales de 2019. El punto de inflexión que se produjo en la conciencia de las masas, su resistencia y lucha callejera fue ante la votación Parlamentaria de la Reforma Previsional, que mostró a una dirección sindical y política - que prefiere gestionar al capitalismo, incluso en momentos de crisis- que tiene como tarea salvar al gran capital.
    La apuesta del kirchnerismo a la salida policlasista que implica gestionar el capitalismo e intentar reformarlo, basado en el concepto de Comunidad Organizada que el movimiento Peronista empieza a plantear a partir de 1949, es el huevo de la serpiente.
    En última instancia el kirchnerismo aparece como un bombero del capitalismo producto de la teoría política sobre la cual levanta su andamiaje ideológico. En esta lógica se aferra a las instituciones de la democracia burguesa porque no está en su programa la superación del propio capitalismo sino que se limita, como mencionamos, a intentar administrarlo.
    Por lo tanto administrar el capitalismo en su fase de crisis histórica implica gestionar la crisis. Es decir que el kirchnerismo solo puede limitarse a intentar llevar adelante una versión “edulcorada” del ajuste.

    ¿Está perimida derecha e izquierda?

    izquierdaNO

    La bancarrota política del reformismo mostró toda su potencialidad en la entrevista a Axel Kicillof, ex Ministro de Economía, en el semanario Forbes – con foto en tapa incluida- donde aseveraba que “no vamos a volver a nada al 2015”. Poco o nada queda del documento emanado del Instituto Patria en 2016, donde señalaba que de ganar en 2019 se iba a restituir todas y cada una de las conquistas que el gobierno de Macri iba arrebatando con el Programa de 24 puntos que resolvería la crisis de los argentinos.
    Hoy, en escaso tiempo, vemos en boca del ex Ministro, como declina su programa de reformas para dar paso a honrar la deuda externa, “o sea que hay que entablar conversaciones con el FMI, indudablemente”, “Entonces, eso de romper con el FMI… No podés romper con el Fondo. Pero yo le discutiría los términos de este acuerdo. Les diría: “Por favor, no obliguen a un país a tomar las mismas políticas que lo llevaron al desastre de 2001”, como así en el tema del dólar que manifestó estar por un dólar competitivo, etc., etc. Dejando en claro que el próximo gobierno en 2019 será “amigo de los empresarios” y que “me han empezado a querer”. Forbes Argentina 20/11/2018
    Pero no todo queda acá ya que la ex Presidenta CFK, luego de votar a favor de la despenalización del aborto en el Senado de la Nación, dada su comprensión o enseñanza de la marea verde, de los cientos de miles de mujeres que velaban por sus intereses haciendo vigilia en el día anterior a la votación, pasó a sostener que “en el seno del movimiento hay muchos pañuelos verdes, pero también hay pañuelos celestes” (haciendo referencia al movimiento que defiende las “dos vidas”).
    Su intervención de que la izquierda y la derecha están perimidas, es toda una señal al gran capital, mostrándose como los cruzados que resguardan el Santo Grial de la sacrosanta democracia burguesa y del Parlamento donde se cuecen todas y cada una de las medidas más antipopulares. Cristina así, hizo un llamado en la "contracumbre" del G20, a la unidad opositora en un "frente patriótico" que no es "de derecha ni de izquierda" para derrotar "las políticas del neoliberalismo que han vuelto a endeudar al país", para luego decir "La categoría de derechas e izquierdas es absolutamente perimida, sirve para dividir. Debemos acuñar una nueva categoría de frente social, cívico, patriótico, en el cual se agrupen todos los sectores que son agredidos por las políticas del neoliberalismo. Que no es de derecha ni de izquierda".
    En realidad, la ex Presidenta debate solo con la izquierda a sabiendas de la situación de crisis política, económica y social que atraviesa el planeta. Trump y sus asesores calumnian y descalifican al Socialismo por la creciente adhesión de amplios sectores de la clase obrera y la juventud hacia estas ideas; el reciente electo Presidente del Brasil Bolsonaro, lanza un profuso ataque al Comunismo, al Marxismo y los grupos de izquierda; Cristina Fernández debate, desde el lugar del justo medio aristotélico, con una política reformista que no puede dar reformas y un claro posicionamiento que no plantea retrotraer el ajuste, desnudan la polarización de la lucha de clases. Cristina Fernández, como nos tiene habituados hace hablar a sus adláteres, como es el caso de Axel Kicillof que muestra una política amistosa con los enemigos de los trabajadores.
    Los últimos acontecimientos en Europa, en Francia para ser específicos, es un mentís en la cara de Cristina de Kirchner. La ofensiva capitalista hacia los trabajadores y sectores populares de la mano de Emmanuel Macron y del capitalismo francés, tuvo una respuesta de masas, cuasi insurreccional. Si no hubiera sido por el papel de la CGT, que al no convocar a una huelga general y extender el movimiento en toda la vida laboral, a toda la clase obrera la situación se hubiera trocado en una superior. Nuevamente las mediaciones acá y allá impiden la agudización de la lucha de clases. El gran temor en Europa de todos los Presidentes y parlamentarios es el efecto contagio de los franceses al resto de los trabajadores europeos, más en la actual situación en crisis del capitalismo italiano e inglés con la salida del Brexit.
    La gran operación que están realizando desde los medios de comunicación, es presentar éstas movilizaciones, como también otras en curso, como movimientos de derecha, entonces la gran disyuntiva es fascismo o democracia. La misma democracia que golpea a los trabajadores del mundo.

    ¿Qué necesitamos los trabajadores?

    lucha

    Trotsky decía con razón que “la crisis de la humanidad se sintetiza en la crisis de dirección del proletariado”. Nos encontramos en una época de tremendas turbulencias, tanto políticas como económicas y sociales.
    Miremos por donde miremos la ofensiva del gran capital contra las banderas de los trabajadores es implacable.
    La crisis de sobreproducción de mercancías es descargada sobre la espalda de las amplias masas del mundo, pero además estamos en presencia de un declive fenomenal del comercio mundial. Las economías europeas apenas crecieron un 2,3%, porcentaje menor al crecimiento de 2017.
    China creció 6,7%, menos que en el primer trimestre de 2018, y se encuentra en la perspectiva de desaceleración de su economía y a la vista, en un futuro no tan lejano, que comience a sentir los efectos de la guerra arancelaria con EEUU. Y así es por donde miremos en cualquier parte del mundo.
    La burguesía mundial, los capitalistas tienen el temor de la derecha en los gobiernos, como es el caso de gobiernos como el de Trump o Bolsonaro, pero más le temen a la movilización de las masas, los primeros son una expresión de la debacle política del régimen y de sus representantes tradicionales. Por el contrario, la movilización de las masas por sus reclamos y sus banderas, son la expresión de los ataques del capital a sus conquistas y es el escenario más favorable para construir una alternativa independiente de los partidos del régimen, de sus instituciones, etc.
    Insistimos, que los tribunos revolucionarios que lleguen al parlamento, deben no solo expresar el sentimiento de repudio que las masas manifiestan en las calles, sino desnudar el carácter de clase de cada una de las instituciones capitalistas.
    Hoy nos encontramos en un impase en la situación política en Argentina, pero la misma no durara mucho tiempo, los trabajadores aprenden con sus cuerpos y sus cabezas, aprenden de sus derrotas. Pero todo indica como pasa en el resto del mundo, que estamos en presencia de una agudización de la lucha de clases, en una posible edición de otro 2001 en Argentina en un futuro no tan lejano. Se trata entonces, de que la historia no se repita esta vez de la misma manera que en 2001 y tropezar con los mismos obstáculos de aquella gesta revolucionaria y sí ubicar como prioridad la construcción del Partido de los Trabajadores que tanto necesitamos los de abajo y que posibilite la construcción de un Gobierno de los Trabajadores.
    Manos en la obra.

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    Mensaje por DP9M Sáb Dic 29, 2018 8:54 pm

    modifico titulo y fusiono hilos
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    Mensaje por DP9M Sáb Dic 29, 2018 8:55 pm

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    Mensaje por DP9M Sáb Dic 29, 2018 8:56 pm

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    Nueva Crisis neoliberal en Argentina Empty Las falacias del relato neoliberal sobre la crisis nacional - Por PTS

    Mensaje por Marx 12 Lun Dic 31, 2018 4:11 am


    Aunque está cada vez más en crisis su ideario a nivel mundial, como volvió a mostrar la reciente reunión del G20, los neoliberales, desde el gabinete de Macri hasta los más recalcitrantes del tipo de José Luis Espert o Javier Milei, comparten un menú parecido de falacias liberales para fundamentar la profundización del saqueo y la decadencia nacional.
    Esta semana tuvimos en la cumbre del G20 realizada en Buenos Aires, una muestra en primer plano de cómo el consenso globalista sostenido durante décadas por los esfuerzos de EE. UU. como principal potencia imperialista, se encuentra golpeado. Es nada menos que el presidente de dicho país quien ataca de hecho las dichosas ideas de “libre comercio” e “integración”, manteniendo hasta el último minuto la incógnita sobre el resultado de la reunión. A tal punto que consideran un éxito haber llegado al cierre con un comunicado intrascendente, de apenas 6 páginas, y en el que los EE. UU. dejaron explicitadas posturas disidentes respecto del Acuerdo de París sobre el cambio climático.

    En estas condiciones, sostener el carácter virtuoso, necesario, natural e inmutable de las recetas de la llamada ortodoxia económica parece una tarea cada vez más contracorriente. Pero es lo que viene haciendo el gobierno de Macri desde que asumió, e intentando aplicar a un ritmo más rápido con el argumento de la crisis ya bajo la órbita del FMI. Desde el extremo de la ortodoxia más recalcitrante, todo un arco de economistas lo critica por su supuesto gradualismo, al que contraponen una versión más purista de la misma lógica: la raíz de todos los males no sería otra que el déficit fiscal, y los motivos del fracaso de Macri estarían en el camino “gradualista” para combatirlo.

    Son las mismas cantinelas con las que los apologistas del orden social capitalista vienen tratando desde hace siglos de borrar toda evidencia de las contradicciones de este orden social basado en la explotación.

    Dos siglos igual: la naturalización de las relaciones de producción capitalistas desde los tiempos de Marx
    Como señaló tempranamente Karl Marx, los economistas liberales proceden como teólogos de una suerte de religión laica cuyos principios buscan, ante todo, naturalizar la desigualdad social generada por el orden capitalista. En Miseria de la Filosofía planteaba:

    Los economistas tienen una manera singular de proceder. Para ellos no hay más que dos tipos de instituciones, las artificiales y las naturales. Las instituciones del feudalismo son artificiales, y las de la burguesía son naturales. […] Al decir que las relaciones actuales –las relaciones de la producción burguesa– son naturales, los economistas dan a entender que se trata de las relaciones en las cuales se crea la riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas con arreglo a las leyes de la naturaleza. En consecuencia, esas relaciones son a su vez leyes naturales independientes de la influencia del tiempo. Se trata de leyes eternas que siempre deben regir la sociedad [1].

    El liberalismo del siglo XVIII consideraba al individuo atomizado como punto de partida para explicar la sociedad. Esta visión, que era consecuencia a la vez de la disolución de las formas feudales y del desarrollo de las nuevas fuerzas productivas desde el siglo XVI, ponía al individuo como comienzo de la historia y no como un producto de su desenlace.

    Lo insólito es que en pleno siglo XXI los neoliberales se siguen basando en esta visión del individuo atomista como punto de partida de la historia y la sociedad, cuando esta concepción fue superada no solo por el marxismo sino por las más variadas corrientes dentro de la teoría social de los siglos XIX y XX. Recordemos que aún una teoría tan propia del capitalismo estadounidense del siglo pasado como el estructural funcionalismo de Talcott Parsons se desarrolló a partir de lo que consideraba la necesidad de superar la concepción del utilitarismo de la acción humana propia del liberalismo decimonónico, a la que juzgaba completamente unilateral e ingenua. Sin embargo, los economistas liberales de hoy, haciendo caso omiso a toda crítica, continúan apoyando una concepción del “homo economicus” [2] que no resiste el menor análisis ni histórico ni sociológico.

    En los más de doscientos años transcurridos desde que estas concepciones tuvieron su nacimiento, la socialización de las fuerzas productivas que producen la riqueza avanzó cualitativamente. Resulta grotesco ver hablar a los liberales de hoy (que se hacen llamar “libertarios”) sobre cómo la sociedad cercena el derecho de los individuos a disponer de su riqueza apelando a la noción de que esta habría sido producida por su libre iniciativa, cuando la verdad es que los ricos llegan a amasar y acrecentar sus fortunas involucrando ejércitos crecientes de trabajadores explotados (por no hablar de los turbios y cuando no sangrientos orígenes de estas grandes fortunas y herencias). Las empresas que más valor alcanzaron en los últimos tiempos se apoyan como nunca para hacer dinero en entramados de redes que tienen alcance mundial, aprovechados a la vez con formas de trabajo “colaborativas” que bajo la apelación a la iniciativa “individual”, “independiente” y “flexible” de los “colaboradores” o “asociados”, encubren formas de explotación precaria propias del siglo XIX.

    Falacia 1: el Estado austero
    En las últimas dos décadas del siglo XX, con el auge del neoliberalismo, se construyeron toda una serie de clichés convertidos en el tristemente célebre decálogo del Consenso de Washington. Con la intervención destacada de los organismos financieros internacionales, favorecieron la aplicación de medidas económicas (como las desregulaciones financieras, la baja de impuestos a las empresas y múltiples formas de precarización laboral) que incrementaron a niveles inéditos los negocios especulativos del capital, la desigualdad social y el poderío de las grandes empresas multinacionales.

    Este repertorio de planteos sacralizados sin base empírica lo estamos escuchando hoy ante el hartazgo para dar cuenta de la decadencia de la economía nacional y sus crisis recurrentes.

    Las usinas del pensamiento liberal y sus voceros políticos repiten una y otra vez que la crisis de la economía argentina es producto de que “gastamos más de lo que generamos” y que el “equilibrio de las cuentas fiscales” y el “déficit cero” son los objetivos a partir de los cuales comenzaría un ciclo de crecimiento económico persistente.

    Tomemos al azar uno de los tantos discursos donde Mauricio Macri recurre a este planteo: “Cuando prometemos que vamos a achicar el problema del déficit, que los mercados lo discuten, les decimos sí, lo vamos a hacer (…) Si resolvemos eso, el crecimiento es ilimitado, es infinito porque nuestra capacidad, talento, creatividad son enormes” [3].

    Esta idea de que el déficit público es la gran traba para el crecimiento la hemos visto planteada por los liberales hasta el hartazgo. Al tratarse el Presupuesto 2019, el diputado del Pro Luciano Laspina argumentó que son “70 años de déficit fiscal” lo que explicaría la decadencia nacional. Otro ejemplo reciente lo tenemos en la nota de Roberto Cachanosky que clama por el aumento del empleo público (y también de beneficiarios de AUH y jubilaciones): “Esa mayor masa salarial, que consume lo que genera el sector privado cobrándole impuestos, ahoga al sector productivo y elimina chances de crecer” [4].

    Podríamos continuar con copiosas citas del impresentable Espert, o del debutante teatral en la calle Corrientes Javier Milei. Pero su protagonismo en el prime time televisivo lo vuelve redundante.

    La falta de equilibrio fiscal sería la razón para una emisión monetaria sin control (la “maquinita”) y esto a la vez la causa de la alta inflación. En realidad, el ordenamiento de la política económica alrededor de terminar con el déficit fiscal primario se transformó en una suerte de “principio” de la mano de los avances del neoliberalismo. [5].

    Este principio juega el papel de poner como la prioridad de toda la política económica el pago de la deuda pública. Es decir, salvaguardar ante todo el interés de los bancos y los especuladores. Esto se expresa aún en la forma en que se muestran las cuentas nacionales, donde el “resultado fiscal primario” se calcula excluyendo los pagos de intereses de la deuda pública. Por ejemplo, el proyectado “déficit cero” para 2019 por parte del Ministerio de Hacienda argentino, que reduce las partidas en todos los rubros sociales y en obra pública, consagra a la vez un crecimiento del 47 % en los recursos destinados al pago de intereses de la deuda pública, hasta casi $ 600.000 millones, un 3,2% del PBI.

    Al mismo tiempo, se impulsan las denominadas “reformas estructurales”: reducir los gastos del Estado para bajar aquella parte de los impuestos que pagan las empresas y los ricos, nunca los que recaen sobre el pueblo trabajador (a esto le llaman “bajar el costo del Estado”), reformas previsionales que reduzcan aportes patronales y extiendan la edad jubilatoria, privatizaciones que abran negocios al capital privado; reformas laborales precarizadoras, etc.

    Falacia 2: mejorar la rentabilidad capitalista “derrama” crecimiento económico y bienestar
    Los primeros laboratorios de las políticas neoliberales como base para restablecer la rentabilidad capitalista para hacer frente a la prolongada crisis estanflacionaria de los años ’70 en las principales potencias imperialistas (que tenía como base una pronunciada caída en la tasa de ganancia) fueron el Chile de Pinochet y la ciudad de Nueva York en los EE. UU., ciudad de la cual los bancos tomaron directamente el control a mediados de los ’70. Luego, con la llegada de Reagan y Thatcher al poder el neoliberalismo se generalizó.

    En la expansión internacional de las políticas neoliberales tuvo un papel relevante la asociación entre el Departamento del Tesoro de Estados Unidos con el FMI para imponer la reestructuración de las deudas de los países periféricos luego de la crisis de la deuda mexicana en 1982. Junto con el Banco Mundial, el FMI fue un activo promotor y ejecutor de las políticas de “fundamentalismo de libre mercado” y de la “ortodoxia neoliberal”. Las deudas eran reprogramadas a cambio de reformas institucionales que incluían el recorte del gasto social, flexibilización del mercado de trabajo y privatizaciones.

    La deuda y el vaciamiento nacional por el empresariado: de eso no se habla
    El salto en la introducción de las políticas neoliberales en nuestro país está directamente ligado con esos procesos. La dictadura militar impuso una política económica que favoreció la depresión de los salarios y un festival de negocios especulativos para el capital (con el auge de la llamada “patria financiera”) y de endeudamiento externo. En los siete años de dictadura, la deuda externa aumentó de USD 8.000 millones a USD 45.000 millones, incluyendo la estatización de la deuda privada de los grupos económicos locales y extranjeros, entre ellos el Grupo Macri. El juez Ballesteros detectó al menos 477 operaciones ilegales ocurridas en este proceso de endeudamiento, según consta en la causa emblemática iniciada a partir la denuncia presentada por Alejandro Olmos.

    El descalabro de la deuda, como vemos, no es producto del “exceso de gasto público”. Por el contrario, el ciclo de endeudamiento permanente, en el que todavía estamos [6], hunde sus raíces en la “socialización” de la deuda de los grupos económicos. Desde la dictadura para acá llevamos pagados casi USD 600.000 millones (haciendo una suma simple, si trajéramos todo a valores de hoy sería todavía más) mientras que seguimos debiendo casi USD 400.000 millones contando todo el endeudamiento reciente.

    Pero la deuda no fue solo un mecanismo de expoliación y una fuente para financiar la fuga de capitales, también sirvió como ya señalamos como vehículo para las políticas de apertura y desregulación que abrieron la posibilidad para concentrar el control de núcleos fundamentales de la economía en manos de unos pocos cientos de grupos económicos (cada vez más extranjerizados aun en el caso de la minoría que sigue apareciendo como “nacional”) y aplicar políticas que tuvieron un fuerte impacto regresivo, como fue la flexibilización laboral que avanzó con todo en los años ’90, y no retrocedió sustancialmente en los años 2000.

    Estas políticas para incrementar los beneficios de los sectores empresarios son siempre impulsadas con el “relato” de que permitirán estimular la inversión, que vendría a dinamizar el crecimiento económico y mejorar el bienestar. Sin embargo, si esta pretendida dinámica virtuosa es de por sí falaz cuando los capitalistas responden invirtiendo, se ve agravada en el país por el hecho de que los principales grupos económicos vienen protagonizando hace décadas una fuga descomunal de capitales, que es correlato de un proceso inversor débil, lo que algunos investigadores caracterizan como “reticencia inversora” [7].

    Para que nos demos una idea, los capitales fugados al exterior en las últimas décadas llegan según algunas estimaciones a USD 400 mil millones, lo que equivale a más del 80 % de la economía argentina. Solo tomando los períodos kirchnerista y de Macri, la formación de activos externos computada por el Banco Central llega a USD 100.000 millones en 2003-2016, y a USD 56.000 millones desde enero de 2016 hasta octubre de este año [8].

    Acá tenemos la verdadera raíz de la decadencia nacional, que se confirma en múltiples dimensiones. Desde los años ’80 observamos cómo la productividad de la economía local como proporción de la de EE. UU. cae drásticamente.


    En estas condiciones de decadencia, y como resultado de las crisis recurrentes y de la constante avanzada del empresariado contra los trabajadores favorecida por la flexibilización y precarización laboral, el resultado fue un permanente deterioro en las condiciones de vida del pueblo trabajador. El poder adquisitivo del salario es hoy poco más de la mitad del que llegó a tener en 1974. La desocupación entonces era de solo un 2,7 % cuando hoy supera el 9 %. El trabajo no registrado se ha elevado hasta un 35 % de los asalariados contra 20 % en 1974. La población en situación de pobreza llega al menos a un 25,7 % contra 4 % hace 40 años.

    Una falsa explicación de la crisis actual
    La crisis que empujó a Macri al FMI no se explica por el excesivo gasto público en educación, salud, jubilaciones e infraestructura. Esto es así en primer lugar porque el gobierno se ocupó de acrecentar el déficit fiscal, empezando desde el día 1 del mandato de Macri a reducir impuestos que gravan a las empresas y la riqueza personal de los “dueños”. Eliminación de retenciones (baja para la soja y sus derivados), reducción de bienes personales con la ley de blanqueo, y en 2017 una reforma tributaria que bajó contribuciones patronales y pagos de Ganancias para los dividendos no distribuidos, son parte de un combo que contribuyó al déficit fiscal al reducir la capacidad recaudatoria del Estado. Sin contar el blanqueo, en 2016 la presión impositiva bajó 2 puntos del PBI, y otro tanto ocurrió en 2017. Estamos hablando de alrededor de USD 20 mil millones en estos dos años. Otro tanto habría ocurrido en 2018 si la crisis no hubiera obligado al gobierno a dar marcha atrás con algunas eliminaciones de impuestos. Pero la mayor parte de los beneficios fiscales para los empresarios siguen su curso.

    En segundo lugar, la explicación de la situación actual no puede achacarse al déficit porque la corrida fue producida por el descontrol monetario y cambiario creado por la bicicleta financiera producida por el Banco Central (BCRA) comandado por Federico Sturzenegger. A falta de “lluvia de inversiones” extranjeras que proveyeran dólares, y con un déficit externo creciente (por la caída de las exportaciones y porque la liberación del “cepo” permitió reactivar a toda máquina la fuga de capitales y utilidades que tampoco se había frenado entre 2012 y 2015), los dólares fueron provistos por los capitales especulativos estimulados por la posibilidad de hacer “carry trade”, aprovechando el diferencial de las altas tasas de interés locales para amasar fuertes ganancias de corto plazo luego reconvertidas en dólares.

    En tercer lugar, la inflación que hizo estallar el esquema llevando a los especuladores a especular con el ajuste del tipo de cambio porque la revalorización del peso (al subir los precios había caído el “poder de compra” del dólar en moneda local) no se puede explicar por el déficit. Son el alto pasaje de la devaluación de fines de 2015 a los precios (el llamado “pass trough”), y los aumentos de tarifas, los principales elementos que explican el aumento de la inflación que acompañó desde el comienzo a Macri. Por otro lado, la “bomba” de las Lebac tampoco se explica por el déficit generado por un supuesto exceso de gasto público, sino por la decisión de absorber los pesos emitidos para comprar los dólares que ingresaban para la bicicleta financiera, creando de paso un formidable negocio para los bancos, fondos de inversión amigos y otros especuladores.

    Así como lo hacen a nivel mundial, los catequistas del liberalismo utilizan un falso diagnóstico respecto de las causas de la decadencia nacional para justificar la aplicación de una política económica que implica transferencia de ingresos desde los trabajadores hacia la clase dominante y hacia sectores del capital financiero internacional. Contra esa visión que explica el endeudamiento externo y la alta inflación como producto de un “exceso de gasto público” y de “pedirle al mundo” con déficit externo (“gastamos más de lo que generamos”) hemos contrapuesto una explicación donde el salto en la decadencia nacional es producto de: una deuda pública impagable que solo sirvió al vaciamiento nacional; la desinversión y fuga sistemática de capitales; el control privado oligopólico del comercio exterior y el acaparamiento de la renta y la ganancia agraria por un puñado de grandes propietarios y productores agrarios y las exportadoras. A estas cuestiones debemos agregar el control de los recursos energéticos por monopolios nacionales y extranjeros así como la continuidad en manos privadas de empresas de servicios públicos esenciales, como el gas y la energía eléctrica.

    Si este es el diagnóstico, la política para terminar con el atraso y la dependencia es claramente opuesta a la que pregonan el actual gobierno y el FMI pero también de las regulaciones limitadas aplicadas por las gestiones kirchneristas. Que a la vez tienen sus propias falacias, empezando por la idea de que la intervención estatal mediante el gasto público y otras medidas puede permitir que el Estado se ubique por encima de las contradicciones constitutivas del capitalismo y superarlas, como si no fuera parte constitutiva de las mismas y agente central para asegurar la explotación, determinado a la vez por las condiciones de la dependencia nacional.

    Te puede interesar: "Kicillof: un discurso aggiornado para estos tiempos en los que manda el FMI"

    Sin dejar de pagar una deuda pública ilegal e ilegítima; sin la estatización del sistema bancario y del comercio exterior; sin la expropiación de la gran propiedad terrateniente; y sin establecer el monopolio estatal de todo el sector hidrocarburífero y toda la cadena de provisión energética y de los servicios esenciales bajo gestión de los trabajadores, solo continuaremos en el espiral de decadencia a la que nos ha conducido la clase dominante.

    Te puede interesar: "De 2001 a hoy: ¿cómo hacemos para que la historia no se repita?"

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    NOTAS AL PIE

    [1] Karl Marx, Miseria de la Filosofía, edición digital en Marxists.org.

    [2] Homo economicus es el concepto utilizado en la escuela neoclásica de economía para modelizar el comportamiento humano fundamentando que se ajusta a sus preceptos, como la elección racional, y la maximización, manejando “información perfecta”.

    [3] “Macri: ’Cumpliremos esta vez en reducir el déficit’”, La Nación, 30-06-2018

    [4] Roberto Cachanosky, “La mitad más uno de los asalariados están registrados en el Estado”, Infobae, 13/11/18.

    [5] Esta relación mecánica entre cantidad de dinero e inflación es presentada como completamente natural e incuestionable para la ortodoxia económica, aunque en la década que siguió a la crisis de 2008 tuvimos niveles de expansión monetaria sin precedentes por parte de los bancos centrales de varios de los países más ricos (la llamada “expansión cuantitativa”) sin que ocurriera ningún salto inflacionario de ese estilo.

    [6] La deuda actuó como un condicionante central sobre la economía incluso en el período kirchnerista, durante el cual el peso proporcional de la misma (como porcentaje del PBI) se redujo. Pero esto ocurrió al precio de un formidable esfuerzo en transferencia de riqueza hacia los acreedores: los “pagos seriales” (por más de USD 200 mil millones según celebró la propia Cristina Fernández), insumieron una pérdida contante y sonante de dólares.

    [7] La persistencia de esta acumulación de capital baja en relación con la rentabilidad hasta el final del período kirchnerista es confirmada por la investigación recién publicada de Martín Schorr y Andrés Wainer que forma parte del libro por ellos editado La financiarización del capital. Estrategias de acumulación de las grandes empresas en Argentina, Brasil, Francia y Estados Unidos, Buenos Aires, Futuro Anterior, 2018. Para un análisis de este proceso y sus causas en la Argentina reciente, ver Esteban Mercatante, La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2015, Capítulo 6.

    [8] Magdalena Rua y Nicolás Zeolla llegan a cifras de fuga de capitales aún mayores: de USD 176.228 millones durante los doce años de gobiernos kirchneristas un año de interinato de Eduardo Duhalde (“Desregulación cambiaria, fuga de capitales y deuda: la experiencia argentina reciente”, Problemas del Desarrollo 194 (49), julio-septiembre 2018).

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    Mensaje por DP9M Mar Ene 08, 2019 2:40 pm

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    Mensaje por DP9M Mar Ene 08, 2019 2:42 pm

    tengo que ordenar todo el foro de Argentina y el resto que hay por ahi.
    Agradezco el interes de MArx12 por volcar informacion al foro, pero tenemos un reglamento y una organizacion que cumlir ,sobre todo, porque yo no tengo tiempo para andar leyendo de que trata cada hilo abierto y cada articulo para andar ordenandolos

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