Arabista escribió:
- Spoiler:
Cláudio Forján escribió:. Por eso al final la dictadura del proletariado se ejercía por medio de las purgas policiales constantes en el aparato estatal, lo que se suele denominar como "estalinismo".
Funcionarios, disidentes, militares, ingenieros, deportistas y todo ente que no partiese con la omnisciencia iluminista de Stalin.
Y es normal. Es normal que la sociedad soviética se estancase materialmente, toda la vieja guardia bolchevique fue purgada por un particular punto de vista, ya no trotskistas. La URSS quedó huérfana de sus próceres intelectuales y de otros tantos cientos de miles anónimos de los cuales muchos fueron inocentes. Inocentes, por supuesto, de ni ir en contra de Stalin ni apoyarlo explícitamente: «enemigos del pueblo» de un pueblo que solo conoció guerra.
Ese capitalismo de Estado entendido como socialismo por algunos exágetas del canon marxista no fue ni más ni menos que la clara corrupción de un cuerpo de administradores llamado «burocracia».
Se habla del capitalismo de Estado como si en su contradicción se pudiese salvar el hecho de que si es el Estado -y sus administradores- el que posee los medios de producción y la administración total de los bienes, cómo empoderar a la clase trabajadora y salvar paulatinamente la explotación y la inherente plusvalía.
Ese capitalismo de Estado soviético, híbrido colectivista surgido de la mezcolanza «bujarinista-trotskista» (en sucesión temporal, no que hagan simbiosis) que hizo Stalin haciendo caso primero a uno, luego a otro y finalmente asesinando a los dos, debe resolverse de tal forma que sea «conciliador» y «progresivo». No puede ser que nos llenemos la boca con folclorismo al estilo «Ejército rojo de obreros y campesinos», «Estado proletario» si lo único que se hace -y se extiende de forma eterna y sin cambios- una forma de poder burocrática y selectiva en sus órganos de dirección en sustitución ineficaz de una burguesía de capital privado.
Estos excesos como puerta del burocratismo excesivo ya sería denunciado por Lenin a vísperas de su muerte en su testamento. No solo porque Uliánov viese que la figura del Sec. Gen. se iba a convertir en la de un líder plenipotenciario hasta el fin de la URSS, sino por el simple hecho que mejorar las mecánicas y herramientas burocráticas jamás va a resolver la contradicción entre capital y Estado, o dicho de otra manera: entre proletariado administrador y proletariado obrero.
En este callejón sin salida, el debate en el capitalismo de Estado no es si los grandes del partido son transitorios a la empoderación demográfica, sino el atino cuasi-endiosado de tal o cual líder, como si el proletariado fuese tonto, como si el proletariado necesitase que pensasen por ello. No es una negativa al concepto de «vanguardia del proletariado» sino un giro de 180º de cómo en este capitalismo de Estado -jerárquico, indefectiblemente- soviético la figura del secretario se muestra infalible, y cómo el proletariado obrero -el que se levanta tempranito y cobra mierda, inclusive en la URSS- solo puede tragar propaganda mientras lo están explotando y se le dice que se está caminando hacia el socialismo cuando el comportamiento estatal no deja de ser el de una economía mixta que por un lado te explota y por el otro lado te dice: «oh, toma, una reformita».
Y es que es evidente que este proceso es gradual, que es imposible construir comunismo de la noche a la mañana o que esté echando por tierra cualquier posibilidad de una transición hacia el socialismo-comunismo a través del necesario capitalismo de Estado cual anarquista. Lo que estoy diciendo es que en este capitalismo de Estado vagamente representado y explorado de las peores formas por el burocratismo soviético el parlamentarismo de sóviets, el empoderamiento popular y la dialéctica transparente y universalizada no se ha dado nunca y representa otra contradicción a ese seguidismo soviético basado en conspiraciones palaciegas al estilo de Juego de Tronos, donde todos aplauden al Sec. Gen. para andar conspirando a quién poner o quién quitar, intentar colar a tal o a cual en el CC.
Más le hubiera valido a la URSS mantener un parlamentarismo efectivo entre facciones abiertamente adversarias y con el conocimiento de un pueblo elector que intentar salvaguardar como hoxhaístas la inmensa cagada de un centralismo democrático irreal -por no darse- y una representación soviética -desde las fábricas y los puestos de trabajo- efectiva que no esté basada en si tal o cual trabajador era miembro del PC -muchos ciudadanos soviéticos, por no decir una gran parte, no lo eran- y llevar el proceso constituyente en manos de los obreros y para los obreros en vez de fomentar el elitismo burocrático, el oscurantismo político y la palpable irrelevancia del pueblo soviético sobre su destino -Gorbachov, Yelstin, referendo que no valió para nada, etcétera-
Todo eso está muy bien como opinión, pero no son más que afirmaciones y frases, que además no se corresponden con la complejidad de la historia real de la URSS. Y para muestra un botón: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Grover Furr escribió:Parece ser que Stalin creyó que una vez apartado el Partido del control directo sobre la sociedad, su papel debiera quedar limitado a la agitación y a la propaganda, y a la participación en la selección de cuadros. ¿Qué hubiera significado esto? Tal lo vez algo como lo siguiente.
- El Partido regresaría a su función esencial de ganar a la gente para los ideales del comunismo.
- Esto significaría el fin de las sinecuras y de los chollos, y la vuelta al estilo de trabajo duro y dedicación desprendida que caracterizó a los bolcheviques durante el zarismo, la Revolución y la Guerra Civil, el período de la NEP y el durísimo período de los planes de industrialización y colectivización. Durante estos períodos la militancia en el Partido, para la mayoría, significó trabajo duro y sacrificios, a menudo entre gente ajena al Partido, mucha de la cual era hostil a los bolcheviques. Era tarea necesaria para obtener una base real entre las masas.
[...]
Resumiendo, las pruebas indican que Stalin consideraba al nuevo sistema electoral apropiado para cumplir los siguientes objetivos:
- Asegurar que la dirección de la producción y en general de la sociedad soviética estaba en manos de gente técnicamente preparada;
- Detener la degeneración del Partido bolchevique, y hacer regresar a los militantes del Partido, especialmente a sus líderes, a sus funciones primarias: protagonizar el liderazgo en lo político y en lo moral, mediante el ejemplo y la persuasión al resto de la sociedad;
- Reforzar el trabajo del Partido entre las masas;
- Ganar el apoyo de los ciudadanos para el gobierno;
- Crear las bases para una sociedad sin clases y comunista.
[...]
Como hemos visto, Stalin creía que un importante problema, tanto para la URSS como para el Partido Bolchevique era una situación de doble poder. Era el Partido, no el gobierno, quien dirigía en realidad la sociedad. De forma progresiva, los funcionarios del Partido ejercían el poder mediante la supervisión y la vigilancia, en vez de gestionar la producción.
Conseguir que el Partido se librara del control directo del Estado serviría para un cierto número de objetivos:
-Institucionalizaría la Constitución de 1936 y reforzaría los lazos entre la población y el Estado Soviético.
-Devolvería la dirección de las instituciones estatales a aquellos que realmente estaban preparados para ello.
-Evitaría al Partido la degeneración en sus niveles superiores hacia una casta de parásitos y carreristas corruptos.
Pero mejor veamos lo que dice el sovietólogo Antonio Fernández Ortiz: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Antonio Fernández Ortiz escribió:Por paradójico que parezca la política de Stalin trató en todo momento de regularizar y normalizar el funcionamiento del Estado, persiguiendo la corrupción, los delitos económicos y el crimen organizado de forma drástica, aplicando la pena de muerte para los casos raves. En España parece que no terminamos de entender el significado real de la corrupción y los delitos económicos vinculados al dinero público. El dinero que “pierde” el Estado significa, entre otras cosas, menos hospitales, menos médicos, menos educación, menos infraestructuras, etc. La falta de financiación del sistema sanitario, por poner un ejemplo, se traduce inmediatamente en la muerte de ciudadanos. En la URSS de aquellos años este tipo de delitos se castigaban de forma muy severa.
Pero lo más importante, la regularización del funcionamiento del Estado pasaba, sobre todo, por evitar que los “barones regionales” siguieran siendo “señores de horca y cuchillo”, y, por tanto, por concentrar el monopolio de la aplicación de la violencia en las instituciones del Estado, regulando su aplicación a través de la legislación y las normativas emanadas de los poderes del Estado. Se trataba, en definitiva, de arrebatar a los todopoderosos jefes regionales las prerrogativas de poder que ellos mismos se habían adjudicado partiendo de la base de que el poder les pertenecía por derecho de conquista, en este caso revolucionaria. Ese poder presuponía la capacidad de administrar justicia según el modelo de administración de justicia emanado del periodo revolucionario, es decir una idea de la justicia sumaria, con escasa relevancia o inexistencia de la defensa del acusado, sin derecho alguno de apelación, donde el acusado se convertía prácticamente de inmediato en enemigo de la revolución y había de ser ejecutado.
[...]
Las reformas de Stalin durante los años treinta fueron encaminadas a normalizar todos aquellos aspectos de la vida soviética, a introducir la figura del detenido, de la presunción de inocencia, de la presencia del fiscal en los procesos y del establecimiento de los tribunales ordinarios que fueron sustituyendo paulatinamente a las troikas, a las comisiones especiales o a los tribunales revolucionarios que existían desde los años de la revolución y de la guerra civil. En este sentido, la labor de Andrei Vishinskii como jurista y como Fiscal General de la URSS fue muy importante. Esta regularización del Estado no fue bien recibida por una parte importante de la élite dirigente, de la “vieja guardia bolchevique”, que vio en la regularización una pérdida de su poder y de sus prerrogativas “revolucionarias” y que se resistió por todos los medios a su alcance. Fue entonces cuando esta “vieja guardia bolchevique” comenzó a hablar de contrarrevolución, de termidor, etc. Un bonito lenguaje para ocultar cuestiones mucho más prosaicas.
Dicho esto, hay que decir que Stalin y el llamado estalinismo fueron precisamente la eclosión, la manifestación de la parte más popular del proyecto bolchevique, aquella que estaba íntimamente vinculada con una visión campesina y mesiánica de la igualdad y de la justicia social. Ese pueblo abstracto, que tanto se reivindica en el discurso revolucionario de salón, en lo concreto, en su materialización histórica, es violento y duro en su manifestación cuando se llega precisamente al estallido revolucionario. Pero al mismo tiempo, el estalinismo es también la fase en la que esa violencia revolucionaria con un alto componente nihilista es conducida hacia la reconstrucción de la sociedad. En aquel contexto ni a Stalin ni a las gentes que le rodeaban les tembló el pulso a la hora de “llamar al orden” a unos y a otros. Fuesen enemigos políticos o delincuentes comunes.
Más allá de los lugares comunes sobre la lucha contra la burocracia y la democracia en la URSS, los hechos muestran una complejidad enorme que conducían a Stalin y el liderazgo del PCUS a afrontar por un lado a la necesidad un desarrollo de la democracia proletaria que incorporase a las masas a la administración del Estado y por otro una constante reproducción de las relaciones sociales y los métodos de gobierno heredadas del zarismo y del "comunismo de guerra" que provocaban la formación de "barones regionales", los cuales obstaculizaban precisamente el funcionamiento normal de los soviets. Y todo ello con unas masas populares tremendamente embrutecidas tras siglos de zarismo y que tan sólo comenzaron a leer y escribir bajo la URSS. Por eso el liderazgo soviético se movía entre las purgas y los intentos de reforma democrática. Ésta es la realidad histórica de la URSS, compleja y contradictoria, más alla de leyendas, ya sean negras o rosas, creadas para adaptar la realidad a los prejuicios y no para conocerla a fondo.