El fin del automóvil
revista wildcat (en español) - primavera de 2009
—4 mensajes—
Desde hace décadas se viene proclamando el surgimiento de la denominada sociedad de servicios y el final de la actividad industrial. Hoy en día, en la prensa abundan los reportajes sobre la importancia de la industria automotriz para la economía nacional y las fotos de trabajadores industriales. Los artículos y las imágenes claman a gritos: »Se supone que éste es el final?! Es increíble!« Pero todos sabemos que no hemos tocado »el fondo de este ciclo de la crisis,« y que la industria automovilística no volverá enseguida a la senda de prosperidad, porque todos los tipos de crisis se materializan en el automóvil: el declive económico, la crisis estructural, la crisis del producto, la saturación del mercado, la escasez de recursos, el problema de la emisión de gases (dióxido de carbono, partículas, benzeno) la exposición al ruido, la falta de espacio (calles, sitios para estacionamiento...), el inminente colapso circulatorio del tráfico y por último, aunque no menos importante, el envejecimiento de las plantillas de trabajadores (por ejemplo, los enormes compromisos adquiridos por las empresas de EEUU en materia de pensiones). El ciclo del coche como producto se ha agotado. El valor de uso del mismo está en tela de juicio.
TODO EL MUNDO DEPENDE DEL COCHE
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial el automóvil ha alimentado el desarrollo industrial. Era la manera de hacer extender la versión contemporánea del capitalismo que tenemos hoy en día. En los últimos 40 años la producción anual aumentó en 16 millones hasta llegar a un total de 73 millones de vehículos (coches de pasajeros, camiones, etc) en todo el mundo. Dos tercios de la producción global se llevan a cabo en Europa Occidental, Japón y Norteamérica. En Europa Oriental, Rusia, China, India y Brasil han surgido grandes potenciales de producción. A pesar de la propaganda sobre el aumento de la eficiencia recurriendo al toyotismo etc., la realidad es que el desarrollo de la productividad descendió: mientras en las fábricas de los años 60 la productividad se multiplicaba por dos en tan sólo una década, se tardaron otros 30 años en volver a duplicar la cifra, a pesar del crecimiento general del empleo en el sector.
Durante los últimos 30 años las viejas fábricas fueron segmentadas y los diferentes departamentos externalizados, lo que hace difícil contabilizar el número real de empleados. Muchas »empresas de servicios« ahora se dedican a actividades que anteriormente eran llevadas a cabo por la plantilla interna de producción, como el mantenimiento o la limpieza de las máquinas. Los trabajadores temporales contratados directamente en la cadena de montaje son asimismo oficialmente parte del sector servicios. De alguna manera, podemos incluir la venta de vehículos dentro de la producción también, ya que los 4 años de garantía que ofrecen las casas a los coches nuevos (coches que aun no están preparados para el mercado) tienen que considerarse como una fase de prueba subcontratada para los modelos nuevos.
Las agencias de investigación y desarrollo, las empresas del software, las consultoras de gestión y las firmas de ingeniería pertenecen también al sector servicios (por ejemplo, en Alemania 20,000 ingenieros externos son los encargados de diseñar algunas áreas del proceso de producción o de la creación de series enteras de modelos). Si tomamos en consideración a los proveedores y a las industrias de materias primas y añadimos a los empleados en estos »puestos de servicios« y los concesionarios y los talleres de reparación, podemos ver que en Alemania hay 5,3 millones de personas trabajando en el sector de la automoción y en la UE al menos 12 millones.
Sale a la luz la cantidad de empresas que dependen de la industria del automóvil: el descenso actual de la producción industrial se ha traducido en el cierre de fábricas de microprocesadores y de industrias químicas y de electrónica.
DESMANTELAR LAS GRANDES FABRICAS
El gran boom del automóvil terminó con la »crisis del petróleo« en 1973 y con las luchas en las fábricas de automóviles que comenzaron a mediados de los años '60; por primera vez se estaba cuestionando al automóvil como producto.
En la década de los '70 la respuesta a las luchas de los trabajadores de la cadena de montaje fue la altamente subsidiada humanización del trabajo mediante la »revalorización del trabajo,« la »diversificación del trabajo« y las »áreas de montaje.« En los años '80 y '90 este experimento fue reemplazado por el llamado modelo japonés: la producción ajustada, la política de cero defectos y la entrega justo a tiempo convirtieron el ahorro de costos en una máxima. La automatización de los departamentos de carrocerías y chasis expulsó a los soldadores de la posición decisiva que ocupaban.
En la crisis de principios de los 90, cuando se adoptaron globalmente estas estrategias, conceptos como »trabajo en equipo« o »disociación entre el trabajo y la máquina« no eran tanto términos que describían la »fábrica amable« como que se referían a un proceso de trabajo modificado cuyo objetivo era la producción flexible. Los primeros intentos, por parte de los departamentos de planificación, de aplicar estas estrategias en las plantas centrales fracasaron gracias a la resistencia de los trabajadores. Estos sabían que cualquier reestructuración significaba un ataque a su capacidad de controlar sus movimientos y su desempeño. En esa época se aplicaron estos métodos en las fábricas recién construidas en la antigua Alemania del Este (Opel Eisenach, VW Mosel y Daimler Ludwigsfelde), en las plantas del Este y Sur de USA y en Japón, donde obreros inexpertos representaban una parte importante de la mano de obra. Después de ensayar estos métodos principalmente en pequeños grupos — comprobando la velocidad máxima de la cadena de montaje y de otras labores no directamente relacionadas con ella — las »áreas de montaje« desaparecieron a mediados de los 90. Estas labores no volvieron a integrarse dentro de la cadena de montaje, sino que se subcontrataron.
Este paso fue la condición previa para eliminar al personal fijo en las principales plantas: en un principio se subcontrataron determinados procesos de trabajo y mas tarde ciertos módulos de producción, para finalmente externalizar departamentos de producción en su totalidad. La externalización tuvo varias facetas: en algunas ocasiones los procesos de trabajo se subcontrataban sólo formalmente, lo que quiere decir que el trabajo real no cambiaba, simplemente lo realizaban trabajadores de otra empresa. A veces departamentos completos eran dados de baja y separados mediante muros o vallas. A menudo eran trasladados a lugares a cientos de kilómetros de distancia. Sobre todo en Alemania — a la cabeza de las estrategias de traslado - estas medidas inicialmente fueron bastante poco rentables. Los dos principales objetivos fueron, en primer lugar, reducir los salarios mediante despidos masivos en las plantas centrales (los trabajadores recién contratados cobran hasta un 50% menos y los »proveedores« pagan aun menos). El traslado de trabajo que previamente se había externalizado, supone que se remunere a los trabajadores permanentes con los salarios que abonan los »proveedores.« El segundo objetivo es disolver la gran concentración de trabajadores, que iba de 30,000 a 50,000 obreros empleados en una misma fábrica, y reducir el tamaño de las unidades a cifras manejables con el fin de crear competitividad entre ellas.
revista wildcat (en español) - primavera de 2009
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Desde hace décadas se viene proclamando el surgimiento de la denominada sociedad de servicios y el final de la actividad industrial. Hoy en día, en la prensa abundan los reportajes sobre la importancia de la industria automotriz para la economía nacional y las fotos de trabajadores industriales. Los artículos y las imágenes claman a gritos: »Se supone que éste es el final?! Es increíble!« Pero todos sabemos que no hemos tocado »el fondo de este ciclo de la crisis,« y que la industria automovilística no volverá enseguida a la senda de prosperidad, porque todos los tipos de crisis se materializan en el automóvil: el declive económico, la crisis estructural, la crisis del producto, la saturación del mercado, la escasez de recursos, el problema de la emisión de gases (dióxido de carbono, partículas, benzeno) la exposición al ruido, la falta de espacio (calles, sitios para estacionamiento...), el inminente colapso circulatorio del tráfico y por último, aunque no menos importante, el envejecimiento de las plantillas de trabajadores (por ejemplo, los enormes compromisos adquiridos por las empresas de EEUU en materia de pensiones). El ciclo del coche como producto se ha agotado. El valor de uso del mismo está en tela de juicio.
TODO EL MUNDO DEPENDE DEL COCHE
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial el automóvil ha alimentado el desarrollo industrial. Era la manera de hacer extender la versión contemporánea del capitalismo que tenemos hoy en día. En los últimos 40 años la producción anual aumentó en 16 millones hasta llegar a un total de 73 millones de vehículos (coches de pasajeros, camiones, etc) en todo el mundo. Dos tercios de la producción global se llevan a cabo en Europa Occidental, Japón y Norteamérica. En Europa Oriental, Rusia, China, India y Brasil han surgido grandes potenciales de producción. A pesar de la propaganda sobre el aumento de la eficiencia recurriendo al toyotismo etc., la realidad es que el desarrollo de la productividad descendió: mientras en las fábricas de los años 60 la productividad se multiplicaba por dos en tan sólo una década, se tardaron otros 30 años en volver a duplicar la cifra, a pesar del crecimiento general del empleo en el sector.
Durante los últimos 30 años las viejas fábricas fueron segmentadas y los diferentes departamentos externalizados, lo que hace difícil contabilizar el número real de empleados. Muchas »empresas de servicios« ahora se dedican a actividades que anteriormente eran llevadas a cabo por la plantilla interna de producción, como el mantenimiento o la limpieza de las máquinas. Los trabajadores temporales contratados directamente en la cadena de montaje son asimismo oficialmente parte del sector servicios. De alguna manera, podemos incluir la venta de vehículos dentro de la producción también, ya que los 4 años de garantía que ofrecen las casas a los coches nuevos (coches que aun no están preparados para el mercado) tienen que considerarse como una fase de prueba subcontratada para los modelos nuevos.
Las agencias de investigación y desarrollo, las empresas del software, las consultoras de gestión y las firmas de ingeniería pertenecen también al sector servicios (por ejemplo, en Alemania 20,000 ingenieros externos son los encargados de diseñar algunas áreas del proceso de producción o de la creación de series enteras de modelos). Si tomamos en consideración a los proveedores y a las industrias de materias primas y añadimos a los empleados en estos »puestos de servicios« y los concesionarios y los talleres de reparación, podemos ver que en Alemania hay 5,3 millones de personas trabajando en el sector de la automoción y en la UE al menos 12 millones.
Sale a la luz la cantidad de empresas que dependen de la industria del automóvil: el descenso actual de la producción industrial se ha traducido en el cierre de fábricas de microprocesadores y de industrias químicas y de electrónica.
DESMANTELAR LAS GRANDES FABRICAS
El gran boom del automóvil terminó con la »crisis del petróleo« en 1973 y con las luchas en las fábricas de automóviles que comenzaron a mediados de los años '60; por primera vez se estaba cuestionando al automóvil como producto.
En la década de los '70 la respuesta a las luchas de los trabajadores de la cadena de montaje fue la altamente subsidiada humanización del trabajo mediante la »revalorización del trabajo,« la »diversificación del trabajo« y las »áreas de montaje.« En los años '80 y '90 este experimento fue reemplazado por el llamado modelo japonés: la producción ajustada, la política de cero defectos y la entrega justo a tiempo convirtieron el ahorro de costos en una máxima. La automatización de los departamentos de carrocerías y chasis expulsó a los soldadores de la posición decisiva que ocupaban.
En la crisis de principios de los 90, cuando se adoptaron globalmente estas estrategias, conceptos como »trabajo en equipo« o »disociación entre el trabajo y la máquina« no eran tanto términos que describían la »fábrica amable« como que se referían a un proceso de trabajo modificado cuyo objetivo era la producción flexible. Los primeros intentos, por parte de los departamentos de planificación, de aplicar estas estrategias en las plantas centrales fracasaron gracias a la resistencia de los trabajadores. Estos sabían que cualquier reestructuración significaba un ataque a su capacidad de controlar sus movimientos y su desempeño. En esa época se aplicaron estos métodos en las fábricas recién construidas en la antigua Alemania del Este (Opel Eisenach, VW Mosel y Daimler Ludwigsfelde), en las plantas del Este y Sur de USA y en Japón, donde obreros inexpertos representaban una parte importante de la mano de obra. Después de ensayar estos métodos principalmente en pequeños grupos — comprobando la velocidad máxima de la cadena de montaje y de otras labores no directamente relacionadas con ella — las »áreas de montaje« desaparecieron a mediados de los 90. Estas labores no volvieron a integrarse dentro de la cadena de montaje, sino que se subcontrataron.
Este paso fue la condición previa para eliminar al personal fijo en las principales plantas: en un principio se subcontrataron determinados procesos de trabajo y mas tarde ciertos módulos de producción, para finalmente externalizar departamentos de producción en su totalidad. La externalización tuvo varias facetas: en algunas ocasiones los procesos de trabajo se subcontrataban sólo formalmente, lo que quiere decir que el trabajo real no cambiaba, simplemente lo realizaban trabajadores de otra empresa. A veces departamentos completos eran dados de baja y separados mediante muros o vallas. A menudo eran trasladados a lugares a cientos de kilómetros de distancia. Sobre todo en Alemania — a la cabeza de las estrategias de traslado - estas medidas inicialmente fueron bastante poco rentables. Los dos principales objetivos fueron, en primer lugar, reducir los salarios mediante despidos masivos en las plantas centrales (los trabajadores recién contratados cobran hasta un 50% menos y los »proveedores« pagan aun menos). El traslado de trabajo que previamente se había externalizado, supone que se remunere a los trabajadores permanentes con los salarios que abonan los »proveedores.« El segundo objetivo es disolver la gran concentración de trabajadores, que iba de 30,000 a 50,000 obreros empleados en una misma fábrica, y reducir el tamaño de las unidades a cifras manejables con el fin de crear competitividad entre ellas.
Última edición por lolagallego el Sáb Ene 02, 2021 8:06 pm, editado 2 veces