¿QUÉ ES EL «ESTADO POPULISTA DEL BIENESTAR»?
web Nuevo Curso - Izquierda comunista española - enero 2019
Salarios mínimos, rentas «básicas», trabajo «garantizado»… el ascenso de la lucha de clases está llevando a la burguesía y al estado a debatir toda una serie de medidas con la idea de crear un «nuevo estado del bienestar» compatible con las necesidades más perentorias de un capital que entra ya de nuevo en crisis. El modelo, abrazado ya abiertamente hasta por los viejos PCs stalinistas es el del gobierno Salvini-di Maio, al que la prensa internacional califica como «Estado populista del bienestar». Pero ¿en qué consiste y en qué se traduce para los trabajadores?
¿Qué es ese «estado populista del bienestar» al que intentan llegar con distintas retóricas y medios similares Salvini y Sánchez, Macron y Bolsonaro?
«Decreto dignidad»
El «decreto dignidad» verdadera declaración de intenciones legislativa del Movimiento Cinco Estrellas, tenía tres patas: redefinición de la temporalidad, deslocalización de inversiones y prohibición de la publicidad de las casas de apuestas.
Temporalidad. Como en España, en ciertos márgenes tendrá que estar «justificada» y un contrato temporal no podrá renovarse más allá de dos años. Lo único que incluye como novedad respecto a lo imperante en España, Grecia o Portugal, es una subida automática del 0,5% en cada renovación. El resultado previsible es la cotidianidad de los «contratos de obra» en España: una gran rotación entre los temporales.
Deslocalización. Una racionalización de las subvenciones industriales: si una estructura productiva es subvencionada con dinero público y se traslada en los cinco años siguientes a otro país, tendrá que devolver todo o parte del dinero recibido. ¿Impacto sobre el trabajo? Poco. Sobre todo porque en un contexto de guerra comercial y de divisas las cadenas de producción tienden a renacionalizarse. Los empleos hoy no «se van a China o Rumanía», se van por el sumidero de una crisis que está triturando a la economía productiva que quedaba y llevándose el capital a la especulación como única huida.
Freno a la cultura descompuesta. Todos odiamos lo que el modelo de las casas de apuestas británicas representa en nuestros barrios, el ambiente que generan y la cultura nihilista y autodestructiva que promocionan. Prohibirles hacer propaganda no va a cambiar nada. La realidad miserable, la angustia que llevan a miles de trabajadores a dejarse el salario a cambio de minutos de emoción alienada que les permita evadirse y sentir algo lejanamente parecido a una pasión vital, seguirán ahí. Una vez más, un brindis al Sol.
El «decreto dignidad» fue una farsa: ni se reduce la temporalidad con leyes como la española, ni se evitará que «se vayan» unos empleos que no «se los llevan los chinos», sino la crisis y la huida del capital a la especulación.
La reforma de las pensiones
Desde España a Brasil pasando por Francia, el ataque a los sistemas de pensiones es el próximo Dorado de la burguesía: quieren creer que devolvería la rentabilidad a una banca moribunda con los tipos de interés a cero. Su ideal y perspectiva: el salto que hicieron en su día el Chile de Pinochet y que quiere hacer ahora Bolsonaro en Brasil: pasar de un sistema solidario -donde las pensiones de los jubilados las pagan los que están trabajando- a un sistema de capitalización, donde tus pensiones van a un fondo de inversión. De ahí el discurso omnipresente de la insostenibilidad del sistema y la necesidad de «complementar» el sistema de pensiones.
¿Cómo enfocó este objetivo común la burguesía italiana de la mano de los rebeldes de su pequeña-burguesía grillina y salvinista? De un modo que encanta a la pequeña burguesía más reaccionaria en todos lados: acompañándola del paso del sistema impositivo actual a una cuota entre el 15% y el 20% igual para empresas, autónomos e impuesto sobre la renta y vistiendo la reforma de las pensiones de lucha contra el abuso del sistema.
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«Cuota 100», es decir, hace falta que los años de contribuciones y la edad sumen 100 con unos mínimos de 38 años de contribuciones y 62 de edad. Solo por exigir tantos años de contribuciones, los beneficiarios pasan ya de 450.000 a 315.000. Y con la precariedad y la temporalidad al alza en las generaciones más jóvenes, cada vez será más difícil llegar al equivalente de 38 años cotizados a jornada completa en un trabajo continuo e indefinido. Pero por si acaso hubiera un milagro y el capital italiano encontrara como explotar más a más trabajadores, la ley aumentará la edad de jubilación si aumenta la esperanza de vida y la supuesta revalorización automática con la inflación quedará cada año a la discrecionalidad del gobierno.
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¿Qué dan a cambio a los trabajadores? La falsa revancha de igualar tibiamente hacia abajo los privilegios de la burguesía de estado y corporativa, como si el problema fueran sus pensiones públicas. Con la nueva ley, los empleados públicos no recibirán pensión hasta los 67, terminen cuando terminen de trabajar y las pensiones públicas de la burguesía corporativa, que hasta ahora podían llegar hasta 90.000€ anuales, sufrirán recortes lineales más o menos cosméticos.
Con la reforma de las pensiones los beneficiarios pasan de 450.000 a 315.000, pero bajará aun más: la generación precaria tiene difícil juntar 38 años a jornada completa para obtener una pensión medio digna
Estado del ¿bienestar?
El modelo italiano no va a quedar en Italia, tampoco confinado en la derecha nacionalista. La famosa «justicia social» que fue el viejo lema fascista para la conciliación de clases y que ahora enarbolan los partidos socialistas como novedad y panacea ha encontrado un nuevo lenguaje para vender lo mismo de siempre. Lo «justo» es que nos sacrifiquemos a la acumulación y el dividendo que la mide y hace posible. Lo justo socialmente es que la pequeña burguesía disfrute de privilegios intermedios sin abusar… lo justo según estos, es que nos dividamos y nos saquemos los ojos entre nosotros para tragar con nuestra propia miseria y arrastrarnos en la vejez. ¡¡Todo por el capital nacional!! ¡¡Todos los trabajadores patriotas en la pensión!! Y si no queremos ser pobres como ratas en la vejez, tenemos que empobrecernos aun más ahora y por nosotros mismos y guardar algo de unos ingresos que ya están por debajo de la línea de la pobreza para millones y «ahorrar» en un «fondo complementario». Eso… o decir basta.
La «justicia social» de Salvini o Sánchez es que los trabajadores nos saquemos los ojos entre nosotros y seamos pobres como ratas en la vejez si no «ahorramos». La alternativa es «justicia social»... o decir ¡basta!
web Nuevo Curso - Izquierda comunista española - enero 2019
Salarios mínimos, rentas «básicas», trabajo «garantizado»… el ascenso de la lucha de clases está llevando a la burguesía y al estado a debatir toda una serie de medidas con la idea de crear un «nuevo estado del bienestar» compatible con las necesidades más perentorias de un capital que entra ya de nuevo en crisis. El modelo, abrazado ya abiertamente hasta por los viejos PCs stalinistas es el del gobierno Salvini-di Maio, al que la prensa internacional califica como «Estado populista del bienestar». Pero ¿en qué consiste y en qué se traduce para los trabajadores?
¿Qué es ese «estado populista del bienestar» al que intentan llegar con distintas retóricas y medios similares Salvini y Sánchez, Macron y Bolsonaro?
«Decreto dignidad»
El «decreto dignidad» verdadera declaración de intenciones legislativa del Movimiento Cinco Estrellas, tenía tres patas: redefinición de la temporalidad, deslocalización de inversiones y prohibición de la publicidad de las casas de apuestas.
Temporalidad. Como en España, en ciertos márgenes tendrá que estar «justificada» y un contrato temporal no podrá renovarse más allá de dos años. Lo único que incluye como novedad respecto a lo imperante en España, Grecia o Portugal, es una subida automática del 0,5% en cada renovación. El resultado previsible es la cotidianidad de los «contratos de obra» en España: una gran rotación entre los temporales.
Deslocalización. Una racionalización de las subvenciones industriales: si una estructura productiva es subvencionada con dinero público y se traslada en los cinco años siguientes a otro país, tendrá que devolver todo o parte del dinero recibido. ¿Impacto sobre el trabajo? Poco. Sobre todo porque en un contexto de guerra comercial y de divisas las cadenas de producción tienden a renacionalizarse. Los empleos hoy no «se van a China o Rumanía», se van por el sumidero de una crisis que está triturando a la economía productiva que quedaba y llevándose el capital a la especulación como única huida.
Freno a la cultura descompuesta. Todos odiamos lo que el modelo de las casas de apuestas británicas representa en nuestros barrios, el ambiente que generan y la cultura nihilista y autodestructiva que promocionan. Prohibirles hacer propaganda no va a cambiar nada. La realidad miserable, la angustia que llevan a miles de trabajadores a dejarse el salario a cambio de minutos de emoción alienada que les permita evadirse y sentir algo lejanamente parecido a una pasión vital, seguirán ahí. Una vez más, un brindis al Sol.
El «decreto dignidad» fue una farsa: ni se reduce la temporalidad con leyes como la española, ni se evitará que «se vayan» unos empleos que no «se los llevan los chinos», sino la crisis y la huida del capital a la especulación.
La reforma de las pensiones
Desde España a Brasil pasando por Francia, el ataque a los sistemas de pensiones es el próximo Dorado de la burguesía: quieren creer que devolvería la rentabilidad a una banca moribunda con los tipos de interés a cero. Su ideal y perspectiva: el salto que hicieron en su día el Chile de Pinochet y que quiere hacer ahora Bolsonaro en Brasil: pasar de un sistema solidario -donde las pensiones de los jubilados las pagan los que están trabajando- a un sistema de capitalización, donde tus pensiones van a un fondo de inversión. De ahí el discurso omnipresente de la insostenibilidad del sistema y la necesidad de «complementar» el sistema de pensiones.
¿Cómo enfocó este objetivo común la burguesía italiana de la mano de los rebeldes de su pequeña-burguesía grillina y salvinista? De un modo que encanta a la pequeña burguesía más reaccionaria en todos lados: acompañándola del paso del sistema impositivo actual a una cuota entre el 15% y el 20% igual para empresas, autónomos e impuesto sobre la renta y vistiendo la reforma de las pensiones de lucha contra el abuso del sistema.
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«Cuota 100», es decir, hace falta que los años de contribuciones y la edad sumen 100 con unos mínimos de 38 años de contribuciones y 62 de edad. Solo por exigir tantos años de contribuciones, los beneficiarios pasan ya de 450.000 a 315.000. Y con la precariedad y la temporalidad al alza en las generaciones más jóvenes, cada vez será más difícil llegar al equivalente de 38 años cotizados a jornada completa en un trabajo continuo e indefinido. Pero por si acaso hubiera un milagro y el capital italiano encontrara como explotar más a más trabajadores, la ley aumentará la edad de jubilación si aumenta la esperanza de vida y la supuesta revalorización automática con la inflación quedará cada año a la discrecionalidad del gobierno.
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¿Qué dan a cambio a los trabajadores? La falsa revancha de igualar tibiamente hacia abajo los privilegios de la burguesía de estado y corporativa, como si el problema fueran sus pensiones públicas. Con la nueva ley, los empleados públicos no recibirán pensión hasta los 67, terminen cuando terminen de trabajar y las pensiones públicas de la burguesía corporativa, que hasta ahora podían llegar hasta 90.000€ anuales, sufrirán recortes lineales más o menos cosméticos.
Con la reforma de las pensiones los beneficiarios pasan de 450.000 a 315.000, pero bajará aun más: la generación precaria tiene difícil juntar 38 años a jornada completa para obtener una pensión medio digna
Estado del ¿bienestar?
El modelo italiano no va a quedar en Italia, tampoco confinado en la derecha nacionalista. La famosa «justicia social» que fue el viejo lema fascista para la conciliación de clases y que ahora enarbolan los partidos socialistas como novedad y panacea ha encontrado un nuevo lenguaje para vender lo mismo de siempre. Lo «justo» es que nos sacrifiquemos a la acumulación y el dividendo que la mide y hace posible. Lo justo socialmente es que la pequeña burguesía disfrute de privilegios intermedios sin abusar… lo justo según estos, es que nos dividamos y nos saquemos los ojos entre nosotros para tragar con nuestra propia miseria y arrastrarnos en la vejez. ¡¡Todo por el capital nacional!! ¡¡Todos los trabajadores patriotas en la pensión!! Y si no queremos ser pobres como ratas en la vejez, tenemos que empobrecernos aun más ahora y por nosotros mismos y guardar algo de unos ingresos que ya están por debajo de la línea de la pobreza para millones y «ahorrar» en un «fondo complementario». Eso… o decir basta.
La «justicia social» de Salvini o Sánchez es que los trabajadores nos saquemos los ojos entre nosotros y seamos pobres como ratas en la vejez si no «ahorramos». La alternativa es «justicia social»... o decir ¡basta!