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    Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia

    pablo13
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    Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia Empty Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia

    Mensaje por pablo13 Vie Abr 19, 2019 10:24 pm

    (Articulo dividido en tres partes debido a la extensión del mismo)

    Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia


    Breve comentario de cómo se llega al presente trabajo

    El presente trabajo está elaborado y surge motivado por el interés mostrado por un grupo de compañeros argentinos de profundizar en un tema tan importante como el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado y el papel de la vanguardia revolucionaria en ese proceso. Luego de haber escrito un material “bruto”, se decidió consultar al Grupo de Propaganda Marxista, de España. Los compañeros del GPM respondieron al trabajo original, haciendo algunas observaciones, tanto de contenido como de forma. La mayoría de las sugerencias del GPM fueron incorporadas en los párrafos originales del trabajo y las observaciones más extensas que realizaron, fueron dejadas en letra Arial 9 en negritas precedidas de una aclaración. Algunos errores de apreciación no fueron corregidos y fueron dejados encerrados entre <<>> sucedidos del comentario del GPM. Con esto, se pretende darle un carácter más interactivo al texto y respetar, a grandes rasgos, la realidad del mismo en cuanto a su confección. Los aportes más importantes del GPM al trabajo original, fueron el haber cuestionado el papel clave que nosotros atribuíamos a la vanguardia en cuanto a la organización del proletariado, así como el aporte de una extensa memoria histórica que ha ayudado a contextualizar muchas de las citas que empleamos.

    Resumen

    En el presente trabajo se discute la proposición sostenida por una parte importante de la izquierda según la cual la conciencia de clase de los asalariados se desarrolla fundamentalmente por vía de la lucha-enfrentamiento. Partiendo del momento actual, signado por más de 30 años de retroceso político, e intentando tomar en gran medida los aportes de Lenin, presentamos el papel que juega la teoría revolucionaria aplicada sobre la práctica de las masas que se enfrentan al capital en la conformación de la conciencia de clase y en la lucha por la conquista del socialismo. Sostenemos que sólo comprendiendo la teoría revolucionaria y la lucha de las masas como una unidad dialéctica referida a la realidad material a transformar, pueden superarse tanto las concepciones propagandistas como espontaneistas, para promover avances reales en términos de acumulación de fuerzas. Se destaca en todo el artículo, el papel clave que cumple la vanguardia revolucionaria como <<organizadora>> educadora y dirigente de la clase, principalmente de los elementos más activos de la misma: la llamada vanguardia natural. Por eso mismo, el artículo concluye destacando la importancia que sigue teniendo hoy la teoría leninista del partido revolucionario para la consecución del socialismo.

    Comentario del GPM  <<En cuanto a que uno de los papeles “clave” de los revolucionarios consiste en “organizar” a la clase, esto no ha sido confirmado por la historia. Así como los revolucionarios no inventaron los sindicatos ni ninguna otra forma organizativa para la lucha por determinadas reivindicaciones inmediatas, como por ejemplo las coordinadoras, tampoco inventaron los consejos de fábrica ni los soviets. Cada forma de lucha y los medios alternativos de acción a emplear, son un producto de la teoría revolucionaria aplicada al movimiento de masas, de los contenidos de la propaganda y de las consignas de acción. Pero una vez que —mediante el discurso revolucionario— las masas toman conciencia de los objetivos políticos, de la forma de lucha a adoptar y de los medios de acción a emplear, esta conciencia alumbra espontáneamente en la conciencia de las masas el cómo organizarse y así lo hacen.>>

    Introducción: Necesidad de la lucha contra el revisionismo

    En todo período de reflujo del movimiento de masas, se acentúan diversas desviaciones de las cuales queremos destacar dos. La primera es la del sectarismo -de matriz izquierdista- que se consolida como producto del repliegue defensivo y de la radicalización “en abstracto” de los principios: la propia resistencia se confunde con el aislamiento y el temor a actuar en espacios adversos en términos de correlación de fuerzas. El segundo desvío es el del reformismo -de matriz oportunista- que tiene que ver con la adecuación gradualista a la lucha por reformas subvalorando la orientación subversiva de la estrategia. En este caso, la dialéctica entre reforma y revolución se rompe, tornándose la reforma fin y medio. Se cae en el famoso lema de “el movimiento lo es todo, el objetivo final no es nada” de Eduardo Bernstein.

    Luchar contra el sectarismo y contra el reformismo son, por tanto, tareas concretas fundamentales que se presentan actualmente a la hora de plantearnos intervenir en el movimiento de masas. Esta lucha supone, a su vez, conjugar de modo dialéctico la flexibilidad con la intransigencia: nos impulsa a ser flexiblemente intransigentes. Por un lado, la lucha contra el sectarismo nos empuja a trabajar con apertura y paciencia en el movimiento de masas, con el objetivo de apuntar a la unidad de la clase en su enfrentamiento cotidiano contra el capital, nos lleva a  “abrir el juego” para golpear con fuerza y desde “abajo”, esto es, desde las luchas inmediatas. En esto, precisamente consiste la política del frente único. Por otro, la lucha contra el reformismo nos empuja a ser intransigentes en la estrategia, a luchar por la perspectiva socialista de la lucha inmediata, debatiendo con las tendencias no revolucionarias que ahogan esa lucha en las reformas. Todo esto, con el objetivo de golpear al capital desde “arriba”, esto es, desde el terreno de las ideas y la estrategia política.

    Ambos desvíos aparecen, a su vez, como consecuencia del desarrollo de la actitud revisionista ante el marxismo. Actitud que se instala en el movimiento revolucionario como reflejo “interno” de la ofensiva ideológica “externa” de la burguesía y que no resulta en otra   cosa que en el abandono de los principios-ideas fundamentales que orientan la estrategia revolucionaria. Estamos hablando del terreno político-ideológico en el que se disputa la orientación efectiva del movimiento y, por tanto, la posibilidad de trascender la sociedad burguesa. No estamos hablando aquí de “ideas-entelequias” que se acoplan metafísicamente al movimiento, sino, de ideas-fuerza, de verdaderas “armas” que pueden fundirse y “apoderarse de las masas”. En este sentido, planteamos que parte de la tarea del presente consiste en luchar contra el revisionismo en tanto justificación ideológica de la práctica política oportunista que guía continuamente al movimiento al cepo de la conciliación de clases.

    En vez de educar “tácticamente” al movimiento sobre la conveniencia de apoyar tal o cual fracción “progresista” o “antiimperialista” de la burguesía -como desde hace muchos años gran parte de la izquierda viene proponiéndonos- aquí se sostiene que la tarea estratégica de los socialistas sigue siendo la de demostrar, y por tanto, educar la conciencia de la vanguardia natural, que los males que enfrentamos como trabajadores no encontraran solución al interior del sistema capitalista. Nuestros intereses son irreconciliables, por eso nuestra independencia ideológica es políticamente necesaria. Esto pone en evidencia la importancia de recuperar el legado del marxismo revolucionario de los primeros socialdemócratas -especialmente el de Lenin-  para los cuales, la socialdemocracia era en esencia:

    “La unión del movimiento obrero con el socialismo. (Como la socialización de los medios de producción al interior del Estado obrero: la dictadura del proletariado) Su cometido no estriba en servir  pasivamente al movimiento obrero en cada una de sus fases, sino en representar los intereses de todo el movimiento en su conjunto, señalar a este movimiento su objetivo final, sus tareas políticas, y salvaguardar su independencia política e ideológica“  Lenin, V: “Tareas urgentes de nuestro movimiento”. (1900) (El subrayado es nuestro)

    El capitalismo, en tanto modo de producción social, es un sistema cuyas leyes de funcionamiento se “imponen con férrea necesidad” estableciéndose objetivamente, esto es, “de hecho”, sin pasar antes por la conciencia. O lo que es igual: esas leyes no se pueden adecuar a los deseos ni modificar por ninguna política de “justicia distributiva” o como se la quiera llamar. Y el resultado de esas mismas ciegas leyes —los daños sociales que se derivan de ellas— es lo que, junto con la teoría revolucionara aplicada al movimiento espontáneo, alumbra en las masas la necesidad objetiva de acabar con esas leyes mismas. Por tanto, desarrollar el conjunto de condiciones para derrocar revolucionariamente a la burguesía es la única alternativa que nos permitirá avanzar hacia otro tipo de sociedad, en la cual la explotación de una mayoría de seres humanos por una minoría relativa, cada vez más minoritaria, deje inevitablemente de existir. Este hecho, requiere que una parte considerable de los explotados tomen conciencia de su verdadera situación social, es decir, comprendan la necesidad de acabar con el capitalismo, y asuman su misión histórica.

    A propósito de esto, en una entrevista concedida a la revista América Libre, Paulo Freire decía parafraseando a Marx “que la burguesía (en tanto personificación del capital) no puede formar a la clase trabajadora, a no ser, para reproducir a la clase trabajadora (en tanto personificación del capital variable)como tal” [1] esto es, para formarla como clase para ella misma sin trascender la relación capitalista. Esto “es obvio” afirmaba. Por eso, para que la clase trabajadora “encarne” una dimensión política realmente transformadora, “ésta se tiene que formar en una perspectiva <<contradictoria y antagónica>> con la visión de la clase burguesa[2] ”.

    Comentario del GPM  <<Decir que una relación es “contradictoria y antagónica” constituye un redundancia porque toda contradicción supone antagonismo. Y el caso es que la relación entre proletariado y burguesía no sólo es antagónica sino al mismo tiempo lógica e históricamente irreconciliable. El antagonismo entre los términos de una relación define su carácter contradictorio. Pero lo que hay que dilucidar es la esencia de la contradicción, si la lógica entre sus contrarios es conciliable o irreconciliable. Por ejemplo: radicalismo y peronismo, en tanto que son políticamente antagónicos, ambos partidos constituyen una relación dialéctica. Pero esencialmente, es decir, en términos sociales, son la misma cosa, porque ambos partidos constituyen la expresión política de dos sectores de una misma clase social: la burguesía. Por tanto, estamos ante una  relación dialéctica cuyos términos son tácticamente antagónicos pero estratégicamente aliados. Por tanto,  conciliables y complementarios. En cambio, los términos de la dialéctica entre las dos clases universales antagónicas —burguesía y proletariado— no sólo son contradictorios, sino lógica e históricamente irreconciliables.  Sin esta necesaria precisión, proponer que el proletariado “ ‘encarne’ una dimensión política realmente transformadora” resulta ideológicamente ambiguo y políticamente neutro.>>

    En otras palabras,  no sería posible superar la “sociedad injusta”, en este caso la sociedad capitalista, asentada en la explotación de los trabajadores-productores por la burguesía mediante la extracción de trabajo no remunerado, sin que los primeros se re-conozcan como explotados y nieguen a sus explotadores..

    Comentario del GPM  <<La sociedad burguesa no es una sociedad injusta sino irracional. Dado que todo derecho consiste y ha consistido en aplicar una misma ley (igual) a individuos desiguales, desde este punto de vista, injusto es no cumplir con la ley. De esto en su “Crítica del Programa de Gotha” Marx concluye en que el derecho, la justicia, “es el derecho de la desigualdad”. Por tanto, una de las tareas históricas del proletariado consistirá en acabar con el derecho, con todo derecho, empezando por implantar un derecho desigual en la sociedad de transición al comunismo. Por otra parte, toda negación supone confirmar la relación del término dialéctico que se niega. Sin negación no hay relación. Es el “ser para sí” que muy a menudo se confunde con la “autoconciencia”. Ver: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Por tanto, para referirse a la emancipación del proletariado, lo correcto no es hablar de “negación” del capital por el proletariado, sino de negación de la negación. En tanto que niegan a sus patronos mediante la lucha por sus reivindicaciones inmediatas, los asalariados se distinguen de ellos y así devienen “clase para sí”.  Pero esto no supone superar la relación sino confirmarla. El acto de la negación dialéctica se produce dentro de la relación entre patronos y obreros como algo de andar por casa. Por tanto, no hace más que confirmarla. No se trata, pues, de negar a los burgueses sino de negar esa negación, es decir, negar la relación. Tal es la condición suficiente para que la posibilidad de superarla deje de ser abstracta y pase a ser real. >>

    Esta negación de la negación que tienen que efectuar los trabajadores, supone un movimiento de la conciencia “hacia fuera” seguido inmediatamente por un acto deliberado de voluntad tendente a trascender la relación. Movimiento que llevaría a romper con el carácter alienado del trabajo en la sociedad burguesa, generando las bases ideológicos para proyectar y realizar políticamente en la acción otro tipo de sociedad donde no exista explotación.

    Ahora bien, ¿Cómo se conforma esta conciencia de clase antagónica e irreconciliable en el movimiento de masas? ¿Cuál es la contribución de los revolucionarios en la tarea de alumbrar esa conciencia? ¿En qué o bajo qué circunstancias o condiciones se torna ostensiblemente revolucionario este trabajo en el movimiento de masas?  ¿Cuál es el papel de la teoría y cual el de la lucha de masas? ¿Como influye lo material objetivo y como lo espiritual revolucionario? Este es, justamente, un campo donde han existido y existen diferencias importantes no sólo respecto del  “progresismo de la izquierda burguesa”, sino, también en el mismo seno de la izquierda autoproclamada revolucionaria. Son estos temas los que ocuparan principalmente la atención del presente trabajo.

    [1] Lo entre paréntesis es nuestro.

    [2] Freire P. (1998), Revista América Libre Nº2.  p-115

    El papel de la teoría en la lucha de clases

    La posición que aquí se esgrime choca con aquellas tendencias que sostienen, subvalorando el “elemento conciente”, que la clase trabajadora desarrolla su conciencia de clase fundamentalmente por vía de la lucha-enfrentamiento, postulado en que, por cierto, -y paradójicamente- parecen coincidir no sólo algunas agrupaciones estalinistas, sino también trotskistas [3] . Es bastante conocido el hecho de que el estalinismo convirtió la letra viva del marxismo en manual inerte para “obreros” y que sobre la base de la “despolitización soviética de masas”  la “desteorización marxista” y la prohibición de las polémicas internas, asentó su política menchevique de conciliación de clases con la pequeñoburguesía y su dominación burocrática hacia la clase obrera.

    Un dirigente de esta corriente -expresando este mecanicismo-  nos decía hace tiempo “que los pueblos hacen las revoluciones con o sin teoría” hablándonos después largamente de las cuestiones objetivas e históricas que impulsan a las masas a la lucha. Nos decía que “solamente la pequeña burguesía puede llegar a la conciencia de clase por vía de la teoría”. En una polémica con otro compañero -maoísta en este caso- sobre la valoración del 19 y 20 de diciembre del 2001 en Argentina, en la cual, siguiendo a Rolando Astarita y al Grupo de Propaganda Marxista [4] , sosteníamos que los ganadores fueron los sectores burgueses y que no era una buena táctica jugar con la memoria histórica de lo que fueron esos hechos agitando irresponsablemente “argentinazos” cuando las condiciones distan mucho de ser verdaderamente insurrecciónales, frente a nuestra posición se respondía diciendo <<pero grave nos equivocaremos si no valoramos correctamente lo hechos y las situaciones y buscamos “los “flecos” en vez del “poncho”>>. Identificando “los flecos” con la crítica teórica y “al poncho” con la lucha de las masas. Este compañero llegó a afirmar que la lucha en Bolivia fue “boleando” presidentes burgueses hasta que llego Evo Morales. Existen innumerables ejemplos de estas corrientes que destacan invariablemente el rol de la práctica, de la lucha, experiencia, etc., por sobre la teoría. Y hay que aclarar que esto no es nada nuevo: los mencheviques criticaban a los bolcheviques tildándolos de teóricos y Rosa Luxemburgo fue muy elocuente con su crítica al “practico” Bernstein. Es que  todos los reformistas han intentado siempre sacarse el pesado lastre de la teoría marxista, porque esta teoría es la única que ciertamente, prescribe la acción revolucionaria [5] . Al enaltecer la capacidad y sabiduría de las masas -su marcha espontánea- rebajan su propia responsabilidad como revolucionarios y hacen el caldo a la burguesía. Esto es lo que lleva a los representantes de estas tendencias a juzgar como izquierdismo toda acción que no sea la de someterse “sensatamente” a la realidad actual del movimiento. En este sentido, tenía razón Nahuel Moreno cuando afirmaba que:

    Los socialdemócratas traicionan a los trabajadores en el terreno de la política electoral; los stalinistas en el terreno de la lucha diaria. Es una verdadera división del trabajo.” En Problemas de organización

    Por otro lado, debajo del “consignismo transicionista” con el que se ha manejado gran parte de la izquierda trotskista, subyace también la creencia de que es en la lucha-movilización donde surge la conciencia de clase. En el programa de transición, escrito por Trotsky en 1938 para el período de convulsiones que precedía a la segunda guerra mundial [6] , se proponía un tipo de programa que disolvía en una misma línea de acción -llamada de transición- el programa máximo y mínimo con el que había venido trabajando tanto la izquierda socialdemócrata como la comunista. En este nuevo programa, la consigna se convertía en el “puente” que unía la conciencia inmediata de las masas con su conciencia socialista: siendo la movilización, la manera de concretarla.

    “Es preciso ayudar a la masa, en el proceso de la lucha, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Este puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado” […]El viejo “programa mínimo” es constantemente superado por el programa de transición cuyo objetivo consiste en una movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria”. León Trotsky: “El Programa de Transición”. (El subrayado es nuestro) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Al seguir operando con este programa en condiciones no-revolucionarias –como las de 1938- muchos grupos trotskystas que desde entonces siguieron ciegamente la filosofía política del “Programa de transición” terminaron convirtiendo sus consignas en una herramienta abstracta e impotente y desenvolviendo, por cierto, dinámicas oportunistas [7] . En un caso, las consignas de lucha por el programa mínimo son una herramienta de comunicación de la vanguardia con las masas. En otro –el Programa de Transición- y más allá de la buena voluntad, cualquier consigna es un mero instrumento estratégicamente inocuo de agitación del partido sobre la masa.

    Es por esto que ante toda esta confusión sembrada por “propios” y “ajenos” entendemos que es necesario volver a estudiar las tesis de Lenin según las cuales:

    “Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad práctica”Lenin, V. “Qué Hacer”(1902).

    “No puede haber un fuerte partido socialista sin una teoría revolucionaria que agrupe a todos los socialistas, de la que estos extraigan todas sus convicciones y la apliquen en sus procedimientos de lucha y métodos de acción” Lenin, V: “Nuestro programa” [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] p-128.

    Comentarios del GPM  <<Aquí hay un salto en el que nos quedamos sin explicar el valor político de la teoría en cuanto a que:

    el signo de las consignas (defensivas u ofensivas) en cada período de la lucha de clases, debe surgir del “análisis concreto de la realidad económica, social y política concreta”, que constituyen las premisas materiales y espirituales de la revolución; que desde el punto de vista del proletariado, la consigna para la acción en cada momento como producto de este análisis concreto —del concreto pensado o científico de la realidad— es inconducente a los fines revolucionarios si se desconoce la herramienta necesaria y precisa para elaborarla, tal como sucede en cualquier proceso de trabajo cuyo producto llegue a ser una realidad efectiva para la sociedad, en nuestro caso, realidad política efectiva. Y, que el único herramental del proletariado para tales propósitos es el Materialismo Histórico. En “La Ideología alemana” Marx y Engels definieron con toda precisión científica el carácter de esa herramienta:

    “Para nosotros, el comunismo no es un estado que deba implantarse, un ideal al que deba sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente”.

    De todo esto se desprende que, desde el punto de vista revolucionario la práctica social es una unidad dialéctica complementaria o no antagónica entre práctica teórica y práctica política, donde —para decirlo en términos aristotélicos— a primera funge como causa formal o guía de la segunda que es su causa eficiente, ambas en función de la causa final que es la revolución[8]. El corolario de este razonamiento es que, si la práctica teórica y la práctica política constituyen la practica social como unidad dialéctica entre ambas, y si la práctica social del partido revolucionario consiste en fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero, la práctica social del movimiento obrero revolucionario consiste en hacer la revolución.

    ¿Qué significa esto de “fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero”? Por un lado supone que el partido interviene en el movimiento obrero espontáneo, y que sus miembros llevan allí la teoría revolucionaria aplicada a la lucha de clases en cada momento, tanto bajo la forma de propaganda, esto es, de explicación de las razones de clase políticas de cada conflicto, como bajo la forma de agitación o propuestas concretas para la acción.

    Esta práctica social no sólo lleva implícita la práctica teórica (de explicarse y explicar las condiciones de la lucha o correlación política de fuerzas fundamentales en cada momento de la realidad actual del capitalismo), sino, de hecho, la práctica política de dirigir al movimiento espontáneo, tarea que se sintetiza en las con signas de lucha. Y cuando hablamos de la teoría, del materialismo histórico aplicado a cada conflicto, queremos significar que no se trata de explicar los principios generales del materialismo histórico, es decir, la herramienta en sí misma, en qué consiste y cómo está hecha esa herramienta política, sino de explicar cómo se usa esa herramienta. ¿Por qué? Pues, porque el movimiento espontáneo aprende por experiencia, por manejo de una cosa para hacer otra. Antes de la toma del poder, los revolucionarios no tenemos universidades de masas con capacidad material y tiempo para enseñar a todos los asalariados los fundamentos teóricos del materialismo histórico. Apenas si podemos aprender estos fundamentos como autodidactas, entre nosotros, dentro del partido, en las escuelas de cuadros, apelando a la memoria teórica del movimiento, que con eso es más que suficiente.

    En el curso de esta experiencia, aquellos compañeros más lúcidos y abnegados en la lucha que demuestren interés por conocer los fundamentos del materialismo histórico, todas estas cosas que decimos aquí, esa demostración es signo de que están sobre el camino de la autoconciencia, de la conciencia de clase. Esos elementos pasan a engrosar el partido. Así procedieron los bolcheviques; tal es, sumariamente, la lógica que Lenin desplegó en su “¿Qué Hacer?”

    En síntesis, queel Partido Comunista Internacional debe formar parte constitutiva del movimiento real de la sociedad, actuando al interior del movimiento obrero, como unidad dialéctica complementaria entre el movimiento obrero espontáneo y el movimiento político autoconsciente. Pero éste último se concibe organizado independientemente, tanto respecto del movimiento espontáneo como respecto de los demás partidos, sean de composición obrera o burguesa. Entendemos al Partido revolucionario como la fusión orgánica entre el materialismo histórico y la parte de la clase asalariada que decida convertirse en portadora de esas ideas revolucionarias. Su objetivo es unificar políticamente al movimiento obrero espontáneo en torno a las ideas del materialismo histórico aplicado, cuya síntesis es el programa (Mínimo o máximo según la correlación política de fuerzas), para actuar con conciencia de clase en el sentido de las leyes que presiden el movimiento económico de la formación social burguesa previstas por la teoría revolucionaria, tratando de trasladar las contradicciones económicas y sociales cada vez más agudas del sistema, al terreno político; dirigiendo el proceso en sentido revolucionario al mismo tiempo que tratando de “acortar y mitigar los dolores” del necesario parto socialista.

    La formación del partido no pasa, pues, por la tarea previa de unificar a la clase en torno a la lucha reivindicativa pretendidamente independiente de la patronal y de la burocracia sindical, sino que es al revés: dadas las condiciones objetivas y subjetivas favorables, el proceso de unificación clasista del proletariado se desarrolla y extiende según el ritmo en que una parte socialmente significativa de su vanguardia política se unifica en torno a la teoría revolucionaria: el Materialismo Histórico. Tal es la acertada significación de las palabras de Lenin cuando en su “¿Qué Hacer?” dijo que: “sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”

    De hecho, los gérmenes del partido bolchevique no surgieron de ninguna experiencia previa de unificación clasista del proletariado ruso por la base, sino que su principio activo, discurriendo por completo al margen del movimiento espontáneo de las luchas obreras —aunque estimulado por él—- consistió en unir a la intelectualidad revolucionaria rusa en torno al Materialismo Histórico.

    Desde 1895 en que se constituyó la “Liga para la liberación de la clase trabajadora de San Petersburgo” —uno de cuyos miembros principales fue Lenin en compañía de Plejanov, Martov, Axelrod y otros— el cumplimiento de esa tendencia a la unidad socio-política de la teoría revolucionaria, fue el resultado de un proceso de lucha ideológica encarnizada entre distintas corrientes de pensamiento al interior del movimiento político del proletariado. En ese momento Lenin se dio cuenta de que el aglutinante para que una pequeña organización o grupo de organizaciones moleculares dispersas sintetizaran en un gran partido, es la teoría revolucionara, el materialismo histórico aplicado a la realidad económico-social de Rusia, porque de ahí surgen con exactitud las líneas directrices de la acción política y el programa del futuro partido. Esta idea inspiró su gran obra fundamental: “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, arma con la que el POSDR dio su exitosa batalla contra el populismo encarnado en los “eseristas” del “Partido Socialista Revolucionario”.En el curso de ese proceso, aun cuando sería totalmente falso decir que los soviets de 1905 fueron teóricamente previstos por el POSDR, lo cierto es que sus militantes contribuyeron muy mucho a que el movimiento obrero ruso sintetizara políticamente en esa forma organizativa singular de eficacia revolucionaria históricamente insuperable.)  

    Esta claro que bajo la influencia de la vida social y la propaganda burguesa, los trabajadores no pueden formarse de manera espontánea otra imagen del mundo que no sea la de su clase dominante. Aquello de que “las ideas de las clases dominantes son las ideas dominantes en cada época”[9] no significa que estas ideas ingresen por la cabeza a garrotazos, sino, fundamentalmente, por el simple hecho práctico de que desde temprana edad, los trabajadores aprenden “por los pies” que para vivir necesitan de un capital que los emplee. Su propia existencia es una existencia ligada de manera orgánica y complementaria a la existencia del capital. Por esta razón, Lenin afirmaba que espontáneamente —es decir,  sin mediar la razón científica [10] —, los trabajadores no podían transgredir la ideología burguesa, incluso en el desplegar de su lucha contra sus patronos, por mas encarnizada que se la pueda imaginar:

    “La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista (sindical), es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc.” Lenin, V: “¿Qué hacer?. Cap: Comienzo del ascenso espontáneo”. (1902) (lo entre paréntesis es nuestro)

    Hegel decía que la falta de libertad <<consiste solamente en que nosotros somos en otra cosa en nosotros mismos>> [11] En nuestro caso, los trabajadores somos en otra cosa: en el capital, en nosotros mismos. Para el capital, sólo existimos como fuerza de trabajo disponible, esto es, como capital variable. Dicho más llanamente, no poseemos una existencia independiente, sino que vivimos y trabajamos -la mayor parte de nuestro tiempo- para otros: nuestra clase dominante.

    Comentario del GPM <<No es lo mismo pensar que el asalariado sea “en otra cosa, en sí mismo”, que sea “en otra cosa en sí mismo”. Lo primero, mediando la coma, es una contradicción en sus propios términos, porque al mismo tiempo que se le atribuye “ser para sí”, se afirma que el proletariado es un “ser en sí”. El ser en sí es el ser aislado carente de relación, en tanto que el “ser para sí” es el ser según otro dentro de una relación; es el ser que toma conciencia de su situación, de lo que es, pero no por sí mismo sino a través del otro termino de su relación con él, en nuestro caso, el patrón capitalista y el Estado. Cuando Hegel dice que la ausencia de libertad consiste en el  “ser para sí en nosotros mismos” el “nosotros mismos” equivale a la conciencia enajenada.

    Al observarle en su relación con el capital —que es como el asalariado se muestra desde su origen— no se le puede concebir o conceptuar como un “ser en sí”, dado que se encuentra dentro de su relación con el capital. Por lo tanto, a través de esa relación con su otro, es decir, de su lucha contra el otro, el proletariado adquiere de hecho conciencia de su “ser para sí”, tiene conciencia de su ser según otro y dentro de una relación de dominio con su otro —la relación capitalista—, o sea, según la forma económico-social del capital; y como tal, se reconoce en el otro como capital variable, es decir, como clase subalterna. En este sentido, la libertad del proletariado no consiste en su ser para sí sino en la autoconciencia de su ser —dentro de la relación con el capital y al mismo tiempo fuera de ella. La autoconciencia es la libertad del proletariado en acción dentro de la relación con el capital, tendente a salirse de la relación para darse otra según el dictado de su autoconciencia, de la racionalidad humana universal en trance de sacudirse su enajenación o supeditación al capital.  Tal es la condición suficiente para luchar por su emancipación humana.>>

    Ahora bien, si los trabajadores no pueden adquirir autoconciencia por si mismos -porque, en esencia, la conciencia revolucionaria es ciencia y su situación práctica inmediata se lo impide- ¿Cómo se logra esto? ¿Desde dónde se puede llegar a superar esa inmediatez? ¿Cómo los asalariados pueden tomar conciencia entonces, de su rol histórico? Lenin responde a estas cuestiones planteando aquella tesis tan discutida de la “conciencia desde fuera”:

    “Al obrero se le puede dotar de conciencia política de clase sólo desde fuera, es decir, desde fuera de la lucha económica, desde fuera del campo de las relaciones entre obreros y patronos” Lenin, V: “¿Qué hacer?. Cap: La clase obrera como combatiente de vanguardia por la democracia.” (1902) (El subrayado es nuestros)

    Comentario del GPM <<Lenin jamás pensó ni propuso que ese “desde fuera” excluyera la participación de los revolucionarios en el movimiento espontáneo de los asalariados ni que, por tanto, tuviera una significación elitista. La proposición marxista de que la conciencia revolucionaria se introduce desde fuera de la relación capitalista constituye una ruptura epistemológica con la lógica teológica de Hegel, según la cual la dialéctica originaria entre el ser inmediato y la nada opera un autodesarrollo del ser hacia su concepto o autoconciencia de sí mismo al interior de la relación sin romper con ella. El Aufheben hegeliano es precisamente eso: la superación de la relación entre el ser y su concepto que se conserva intacta y se recrea eternamente en la Idea Absoluta.  

    Esto mismo es lo que pasa con la relación entre patronos y asalariados, donde el “Padre” dinero se vale de su “Hijo” la fuerza de trabajo, para hacerse autoconsciente bajo la forma de capital como símil del “Espíritu Santo” o Idea Absoluta y eterna en la lógica teológica hegeliana. Y en tanto el asalariado se siga comportando según la lógica del capital, no hay ruptura epistemológica ni, por tanto, política. Y el caso es que solamente a través de la lucha inmediata de los asalariados contra sus patronos por confirmarse como capital variable, no hay ruptura posible de la relación por más objetivamente necesario que esa ruptura pueda llegar a ser. Del mismo modo que las fuerzas productivas superan o rebasan periódicamente a las relaciones de producción capitalistas en las crisis económicas, desvalorizando y destruyendo el capital sobrante —incluido el capital variable— no es la primera vez que la expresión política de esas fuerzas productivas: los asalariados en lucha, logran derrocar a los gobiernos de turno de la burguesía. Pero así como en las crisis económicas las fuerzas productivas no consiguen trascender las relaciones de producción capitalistas mismas, sino que las preservan, el derrocamiento de gobiernos por la lucha de los asalariados tampoco consiguen tocarle ni un pelo a la expresión política de las relaciones de producción capitalistas, esto es, al Estado burgués. Y de este modo el sistema se conserva. Por eso Marx antes que Lenin  concluyó en la necesidad de introducir la conciencia desde fuera de la relación económica y política entre el capital y el trabajo, proponiendo crear un partido que fuera la expresión político-organizativa de la ciencia, del Materialismo Histórico. ¿Por qué? Porque en tanto los obreros se conforman a su relación con el capital y se comportan como capital variable, la relación capitalista es una relación del capital consigo mismo. Es una relación dialéctica hegeliana, de opuestos sustancialmente idénticos y por tanto históricamente reconciliables, cuya síntesis no puede ser otra que reproducir más de lo mismo, esto es, la acumulación de capital o reproducción ampliada. Por tanto, la condición necesaria para superar históricamente la relación capitalista es su explicación científica, de ahí la obra teórico-económica de Marx. En tanto que la condición suficiente no puede ser otra que revolucionar la conciencia proletaria introduciendo la racionalidad científica “desde fuera” de la relación económica burguesa misma.>>  

    Esta conciencia desde “fuera” significa, lógicamente, desde fuera de la lucha económica, de la relación social capitalista, pero físicamente desde dentro del movimiento. Desde fuera de este presente de inmediatez en el que la propia vida enajenada embota la conciencia explotada de los trabajadores pero desde dentro de la racionalidad revolucionaria que pugna por educar su instinto de clase, y alumbrar su memoria histórica legada por la lucha revolucionaria de las generaciones precedentes. Ahora bien, una cosa es defender que la conciencia revolucionaria de los explotados les tendrá que venir necesariamente desde fuera y otra muy distinta deducir de ello que éstos no “saben nada”, que necesitan de “salvadores” o una “vanguardia iluminada” que les dote de conciencia y que “los libere” tratándolos como “objetos” o estableciendo “un nuevo tipo de dominación” etc.. Entre estas dos proposiciones hay una distancia enorme y resultaría ser una tergiversación vergonzosa del marxismo-leninismo.

    Los revolucionarios deben combatir enérgicamente estas falsedades entre la militancia revolucionaria para romper el cerco de prejuicios ideológicos con el que la burguesía mantiene lobotomizada la memoria histórica de la clase asalariada. ¿Por qué? Porque esto que estamos comentando significa que tiene que existir el diálogo entre la ciencia y la experiencia, entre los aprendizajes del pasado y los obstáculos del presente, diálogo que no puede realizarse desde ningún otro lugar mas que desde dentrode la lucha de clases, aunque fuera de la relación capitalista como premisa ideológica de la lucha por la emancipación humana, tanto de los asalariados como la de los propios burgueses. Porque ellos también están enajenados, aunque, “esa enajenación les haga sentir bien” como dijera Marx.

    Es cierto que en época de Marx, Engels, Kautsky o Lenin, el nivel cultural de la clase obrera era muy bajo y el saber científico en tanto “razón de ser” de la explotación, sólo podía ser portado por aquellos que poseían de un mínimo de condiciones de vida que a su vez, les permitiesen disponer de tiempo “libre” suficiente para el estudio y las tareas político-organizativas. No es de extrañar entonces, que los principales intelectuales del movimiento obrero fueran en aquellos tiempos, de extracción burguesa o pequeño burguesa. Ahora bien, debemos decir que esto hoy ha cambiado radicalmente, en tanto que el desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado hasta el presente ha elevado el nivel cultural y técnico de la clase trabajadora hasta el punto de que ésta se encuentra en condiciones de generar —y de hecho esta generando desde hace tiempo— sus propios cuadros políticos y técnicos. La historia pone ante nuestros ojos con mas brillo que nunca aquello de que “la liberación de la clase obrera será obra de la clase misma” ya que este hecho que acabamos de mencionar  torna mucho más real la posibilidad de conquistar políticamente la sociedad socialista y, además, la de organizar técnicamente la producción social que a ésta le corresponde.

    De este modo, afirmamos que una de las condiciones necesarias de la conciencia de clase del proletariado es la existencia de una vanguardia —portadora y transmisora de la teoría revolucionaria— a través de la cual, la clase se entienda y razone a sí misma: se piense  para actuar. La clase necesita asumirse como tal, independizarse de su relación de sumisión al capital para establecer su propio proyecto histórico y, para esto, una parte de la clase, su parte más conciente, su destacamento de vanguardia, debe trabajar y fundir la teoría revolucionaria con el movimiento de masas, esta es la principal tarea que la vanguardia tiene por delante. Precisamente es por esta cuestión, que la burguesía pone especial empeño en aislar a las masas de su vanguardia, a fin de dejar a las masas huérfanas de dirección y alimento teórico revolucionario. Es en momentos de reflujo de las luchas obreras cuando la burguesía consigue con más eficacia el objetivo de alejar a la vanguardia de las masas, dejando al movimiento revolucionario al borde de la desaparición. Como ejemplo, Pierre Broué muestra el reflujo que siguió a la onda de ascenso revolucionario de 1905 en Rusia, en la cual, el partido que dirigió doce años más tarde  la Revolución de Octubre, casi desapareció:

    “El movimiento obrero se debilita: en 1905 hubieron más de 2.750.000 huelguistas; en 1906, 1.750.000; en 1907, sólo quedan 750.000; en 1908, 174.000; en 1909, 64.000; y en 1910, 50.000. En pleno 1907 el gobierno de Stolypin toma la decisión de acabar con el movimiento socialista. La coyuntura es favorable para esto fruto de las repercusiones de la crisis mundial en Rusia. El desempleo y la pobreza permiten al zarismo utilizar el retroceso para intentar liquidar los remanentes de organización. La represión se pone en marcha, las detenciones desmantelan los diferentes comités. La moral de los obreros se viene abajo y muchos militantes abandonan su actividad. Para 1907 eran en Moscú varios millares, hacía fines de 1908 sólo quedan 500, en 1909 solo 150, y en 1910 la organización ya no existe. En el conjunto del país los activistas efectivos pasan de casi 100.000 a menos de 10.000.” Pierre Broue: “Rusia 1917. “El partido Bolchevique” Ediciones “El Mundo al Revés”. Uruguay/2004.  Pp. 14.

    En este marco de ascensos y descensos, de avances revolucionarios y retrocesos contrarrevolucionarios, la tarea de la vanguardia, en tanto portadora del conocimiento científico de la realidad capitalista es encarnar los aprendizajes históricos –la teoría revolucionaria- que permitan mantener la continuidad revolucionaria en la necesaria discontinuidad de la lucha de clases. Según el Grupo de Propaganda Marxista:

    “Esto es lo que hace a la naturaleza, a la objetividad, a la sustancia, del vocablo vanguardia revolucionaria. Que consiste en ser la continuidad revolucionaria dentro de la discontinuidad de la lucha de clases, es decir, que independientemente de los vaivenes de la historia sigue manteniendo el mismo rumbo, que no pierde la perspectiva de la revolución, que no se deja engañar por los espejismos de la historia, y para eso hay que tener un profundo conocimiento científico de la realidad, es decir, que la moral revolucionaria se nutre de la ciencia, del saber científico. Una moral militante sin fundamento científico sólo se sostiene alternativamente prendida de los movimientos de masa de magnitud durante los ascensos de las luchas y de la mística revolucionaria abstracta propia de las sectas durante los momentos de retroceso. Nada que ver con un  comportamiento efectivamente subversivo.” GPM “Hegel, Marx y la Dialéctica”/2000 [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    [3] Por ejemplo, como la corriente de Nahuel Moreno. Ver Osvaldo Garmendia (1991) “Crítica a Nahuel Moreno desde el Trotskismo” en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Ver también: Alejandro Barton (2002) “Para un análisis de la estrategia morenista sobre la construcción del partido. Apuntes en torno al primer documento del GOM”. Razón y Revolución Nº 9, otoño de 2002.

    [4] Ver: Rolando Astarita(2002) “Interpretaciones alternativas sobre el 20 de diciembre en Argentina” Revista Argumentos [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] “El levantamiento contra De la Rua” en Debate Marxista Nº 4, segunda época, abril 2002.  “Apropósito de Adoquines Decimonónicos y Cuerpos ofrecidos “en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (2006).  Grupo de Propaganda Marxista, varios sobre la situación Argentina: Argentina.- Práctica política espontaneísta y teoría económica estancacionista abril 2002; Polémica con Sobrino Argentina.- Los parados y el “ser para sí” del proletariado abril 2002; Contestación a Horacio Pelman  Argentina.- Los límites de la acumulación extensiva de capital y el genocidio (¿quién es responsable?) marzo 2002. Debate con Daniel de Santis la pequeña burguesía y el trabajo de los revolucionarios en la Argentina actual febrero2002. Nuestra posición ante los acontecimientos de diciembre del 2001 en Argentina (2001). En  http://www.nodo50.org/gpm

    [5] En la Editorial de la Revista Debate Marxista (1993) Nº 2 se dice “Los reformistas y los posibilistas han acusado siempre a los marxistas de “teóricos abstractos”, de “poco concretos”. Bernstein se vanagloriaba de que era “práctico” frente al “teoricismo” de Rosa Luxemburgo. En los congresos del partido socialdemócrata ruso previos a la revolución, los bolcheviques y mencheviques se dividían en la elección de los temas a tratar; mientras Lenin quería empezar discutiendo las cuestiones más generales – teóricas- los mencheviques consideraban eso una pérdida de tiempo, y proponían pasar a la resolución de las cuestiones “concretas”, “prácticas”.En lucha contra Stalin, Trotsky también se vio obligado a defender el papel de la teoría frente a las urgencias de los “prácticos”.¿Qué es lo que está en el fondo de esta discusión tan extraña?.El fondo del problema estriba en que los reformistas tratan de deshacerse de la “pesada carga” de la teoría marxista, de la explicación científica de la sociedad y de la lucha de clases, para adaptarse libremente a las exigencias que les impone su política posibilista (a la que califican de la única “realista”) [….]Hoy es más urgente que nunca volver a la tradición marxista y leninista, que afirma que la resolución de los problemas “prácticos” se logra a partir de tener claridad en el campo teórico..”

    [6] Trotsky parte en su programa de la siguiente premisa “La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como fascistas, van de una quiebra a la otra. La burguesía misma no ve una salida.” [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] La realidad posterior indicaría que las fuerzas productivas no solo no se detendrían sino que crecerían  a un ritmo bastante importante como lo marca el período que va desde 1945 hasta 1970.

    [7] Para un análisis crítico de este programa ver Osvaldo Garmendia (1999) “Crítica al programa de transición” Cuadernos de la Liga Comunista. Existe una versión electrónica en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    [8] Pero falta aquí la causa material, esto es, de qué se compone o está hecho el movimiento real del que hablan Marx y Engels en el pasaje citado de “La Ideología alemana”. ¿Cuál es esta premisa material? La sociedad civil, modo de producción, estructura, o base económica y social del sistema capitalista. ¿En qué consiste este movimiento real, en la sociedad capitalista? En los componentes sociales y políticos que interactúan al interior de la formación social capitalista, en tanto unidad dialéctica de estructura económica y superestructura ideológica, política y cultural, que tiende objetivamente al cambio revolucionario.

    [9] C. Marx y F. Engels. (1985) Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista. I Capitulo de la Ideología Alemana En: C. Marx y F. Engels. Obras Escogidas en Tres Tomos. Tomo I. Ediciones Quinto Sol, S. A.  México. 1985. Pág. 43.

    [10] Para Freire esa tarea desde fuera no es otra cosa que la reflexión científica, teórica, que  debemos realizar en lo que el llama contexto teórico ya que la propia práctica o experiencia no lo garantiza:“Esa toma de conciencia se da en el contexto concreto, es a través de su experiencia cotidiana, con toda la dramaticidad que ella entraña, que toman conciencia de su condición de oprimidos. Pero lo que no siempre les da su toma de conciencia, hecha en inmersión en su cotidianeidad, es la razón de ser de su propia condición de oprimidos. Ésta es una de las tareas centrales que debemos realizar en el contexto teórico.” Freire, Paulo (1998).  La importancia de leer y el proceso de liberación. Siglo XXI Editores. (Lo subrayado y en negrita es nuestro)

    [11] Hegel, G.(1983). Introducción a la Historia de la Filosofía.  Sarpe. p-29.
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    Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia Empty Re: Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia

    Mensaje por pablo13 Vie Abr 19, 2019 10:26 pm

    El papel de la lucha de masas en la lucha de clases

    A esta altura del texto, es necesario apuntar que la vanguardia sólo tiene su necesidad de existencia en relación con la masa de la cual se nutre, aprende y dirige. Aquella consigna de Mao “de las masas, a las masas”[12] refleja bastante bien ésta cuestión. La vanguardia revolucionaria no justifica su función en sí misma hacia la revolución porque esta no la puede hacer por sí, no puede sustituir el accionar de las masas, sino que, justamente, su tarea consiste en estimular este accionar, encausarlo y desarrollarlo orgánicamente. La revolución es un hecho de masas, producto de la lucha de masas. En este sentido, se podría decir que la tarea de la vanguardia pasa esencialmente por <<organizar>> la lucha de clases de las masas contra el capital.

    Comentario del GPM <<Esta última afirmación se contradice con lo dicho anteriormente. Es una concesión involuntaria no sólo a los espontaneístas, sino a los aventureros políticos de todo pelaje. Por que el hecho de organizarse puede servir para muchos fines. La tarea de la vanguardia no pasa esencialmente por organizar al proletariado espontáneo, sino por contribuir a concientizarlo. Y para eso es decisiva su organización políticamente independiente que garantice la praxis revolucionaria al interior del movimiento asalariado en lucha contra el capital. Otra cosa es plantearse como tarea “fundamental” organizar al proletariado. En momentos de alza en sus luchas, el proletariado espontáneo trasciende a sus organizaciones naturales como capital variable y se organiza para la lucha por el poder creando consejos obreros. Pero recién cuando se hace autoconsciente, no antes. Por tanto lo esencial —especialmente en momentos como éste— no es la organización de las masas. La organización revolucionaria de las masas es un producto de su autoconciencia. Y en eso, la vanguardia revolucionaria tiene muy poco que hacer. No hay que olvidar que la creación de los consejos obreros y los soviets han sido una inspiración exclusiva de las masas autoconscientes en movimiento. Si precisamente se trata de desterrar el prejuicio de que las masas necesitan “salvadores” hay que dejar muy claro este punto.  >>

    Ahora bien, con respecto al papel de la teoría en la educación de las masas, Lenin parece confundirnos cuando afirma categóricamente que:

    “cuando los señores burgueses y lo socialistas reformistas que le hacen coro sin sentido crítico hablan con tanta petulancia de la “educación” de las masas, de ordinario se entiende por educación algo escolar y formalista, algo que desmoraliza a las masas y les inculca los prejuicios burgueses. La verdadera educación de las masas no puede ir nunca separada de la lucha política independiente, y sobre todo, de la lucha revolucionaria de las propias masas, sólo la lucha educa a la clase explotada, sólo la lucha le descubre la magnitud de su fuerza, amplia su horizonte, eleva su capacidad, aclara su inteligencia y forja su voluntad” Lenin, V: “Informe sobre la revolución de 1905”. (1917) (Subrayado nuestro)

    Decíamos que “sin teoría revolucionaria no puede existir tampoco movimiento revolucionario”. Pero ahora, pareciera que Lenin nos dice lo contrario, pareciera que ya no es la teoría lo esencial sino que lo esencial ha devenido en lucha de masas. Según esto último, sería justo afirmar entonces que sin la lucha de las masas no puede haber tampoco movimiento revolucionario, porque “sólo la lucha educa a la clase explotada”.

    Comentario del GPM <<Lo cual es también meridianamente cierto en determinada circunstancia. Tanto como que para lograr algo, lo que nos falta resulta más importante que lo que tenemos. Y aquí la tarea práctica de contribuir a organizar al movimiento resulta ser tan importante como la teoría aplicada a la lucha de clases, la propaganda. >>

    ¿Qué es lo que Lenin nos está queriendo decir? Aquí se entiende que sólo es posible comprender esta aparente contradicción en el discurso de Lenin si se tienen en cuenta los distintos contextos literarios determinados por las distintas condiciones de la lucha en un momento u otro. Las acentuaciones que Lenin va marcando en sus debates, van guardando relación con las tareas y disputas que en determinado momento se le plantean al movimiento revolucionario para avanzar en la conquista de sus objetivos. Quizás la  metáfora “del arco” que el mismo Lenin utilizaba recurrentemente lo grafique de forma clara:

    “Hemos “teoretizado” tanto tiempo (a veces, no hay que ocultarlo en vano) en el ambiente de la emigración que, ¡vive Dios! No estará de más ahora, “doblar el arco en el sentido opuesto” un tanto, un poquito, e impulsar un poco mas la práctica” Lenin, V: “Sobre la reorganización del partido”. (1905)

    En 1902, la necesidad de la lucha del proletariado Ruso, marcaba como prioridad el desafío de la teoría revolucionara y, por este objetivo, los leninistas lucharon contra la corriente revisionista y economicista —el “¿Qué hacer?” fue escrito por Lenin en ese contexto histórico—. En cambio, la importancia de la lucha de masas y la determinación revolucionaria para el combate frente a la vacilación teoricista y pacifista de los socialistas de palabra era algo a extraer como lección durante la revolución en noviembre de 1905 según las condiciones que habíamos visto tras el “domingo sangriento de enero”. Lenin llegó a la conclusión de que esa ola revolucionaria no había pasado aún, que la “lucha decisiva” estaba por venir, y que “la preparación para ella” debía ponerse en primer plano.

    A diferencia de los idealistas, los materialistas sostenemos que el <<objeto de la práctica>> participa en la capacitación de los sujetos. En el sentido que no es posible una educación verdaderamente revolucionaria por fuera de la práctica, por fuera de la lucha revolucionaria [13] .

    Comentario del GPM <<Aquí hay que tener cuidado de no caer en una contradicción en sus propios términos entre el objeto de la práctica y la práctica sobre el objeto. El objeto es una condición, un dato de la realidad, el obstáculo que pone a la práctica sobre él, su límite. La conciencia de la necesidad de superar ese límite es lo que suscita la praxis. Y aquí acaba la función del objeto, porque él no puede hacer más. Por tanto, lo que capacita al sujeto no es el objeto a trasformar sino el esfuerzo que el sujeto hace por conocer su naturaleza mediante la práctica científica y los repetidos intentos fallidos de la práctica política por superar ese límite, la resistencia que el objeto opone al sujeto y los límites que el sujeto se pone a así mismo en ese proceso.>>

    Y con esto no se esta presentando una nueva contradicción, relegando la función de la teoría, sino que se está planteando que la teoría, en verdad “solo capacita cuando corresponde a las necesidades ya creadas por la práctica organizada” [14].

    Comentario del GPM <<Las necesidades de la práctica organizada pueden ser, de dos tipos: por ejemplo, las de una práctica colectiva experimental en un laboratorio, que se ejercita sobre objetos de comportamiento regular, como ocurre, en general, con los objetos de estudio de las ciencias naturales. Otro es el caso de la teoría cuyo objeto está en constante movimiento, como es el caso de la interacción política entre clases o sectores de una misma clase; en este último caso, estamos ante una teoría que debe elaborarse sobre la marcha en medio de la lucha, donde la previsión sobre el comportamiento del objeto —la relación capitalista— se ve muy estrechamente acotada por la acción imprevisible del adversario que encarna esa relación y pugna por conservarla.>>

    En el esfuerzo por apropiarse con y en el pensamiento de lo material-objetivo, es decir, las condiciones de la lucha que se presentan en cada momento y que es necesario superar, para contribuir a superarlas, es donde la conciencia de clase se va forjando. Tal es el cometido de la teoría revolucionaria.

    Comentario del GPM <<En el espíritu de las masas en lucha está o debe estar presente siempre la vanguardia revolucionaria a través de su propaganda y su agitación, aunque los autores de  esos mensajes revolucionarios no estén físicamente presentes en los distintos momentos y escenarios de esa lucha. De no ser así, es imposible que la conciencia revolucionaria pueda forjarse. Esto es fundamental, por eso hay que dejarlo absolutamente claro.

    Entonces, que esta conciencia se forje va a depender del resultado del trabajo orgánico de la vanguardia revolucionaria en materia de propaganda y agitación. Trabajo íntimamente vinculado a la lucha de las masas. Esto es lo que explica la diferencia entre la descomprometida publicidad libresca de las abstractas ideas supuestamente comunistas, y la propaganda y agitación comunista vinculada al movimiento de los asalariados:

    “Sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libresco del comunismo adquirido en folletos y obras comunistas no tiene absolutamente ningún valor, ya que no haría mas que continuar el antiguo divorcio entre la teoría y la práctica, ese mismo divorcio que constituía el mas repugnante rasgo de la vieja sociedad burguesa” Lenin, V: “Tareas de las juventudes comunistas” (5, 6 y 7 de octubre de 1917).

    La política -afirmaba Clausewitz- “es la continuación de la guerra por otros medios”. La lucha de clases, es en última instancia, guerra de clases; lucha que en momentos decisivos -como lo demuestra la historia sin perdonar ingenuidades- se transforma en guerra civil revolucionaria. Ahora bien, como sabemos, la única forma de ganar las guerras es combatiendo. Por más estrategia disuasiva que se emplee a través de armamentos nucleares y químicos, si se quiere ganar la guerra, no hay más remedio que combatir. Por eso sin lugar a dudas, afirmamos que sin la lucha de las masas no puede existir tampoco, movimiento revolucionario. No sólo por la importancia de la lucha para la formación de la conciencia, sino, fundamentalmente, por la importancia de ésta para la victoria socialista.

    [12] En “Algunas cuestiones sobre los métodos de dirección”. Obras Escogidas en 5 Tomos. Tomo 3. p-119. Ediciones en Lenguas extranjeras. Pekín

    [13] Mao Tse-tung  dice que “Para conocer directamente tal o cual cosa o cosas, es preciso participar personalmente en la lucha práctica por transformar la realidad, por transformar dicha cosa o cosas, pues es éste el único medio de entrar en contacto con sus apariencias; asimismo, es éste el único medio de poner al descubierto la esencia de dicha cosa o cosas y comprenderlas.”. Sobre la práctica. En. Obras Escogidas en 5 Tomos. Tomo I. p-322. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín.

    [14] Ediciones del Instituto de Pesquisa y Reforma Agraria Josué de Castro. ITERRA. Método pedagógico. P-74.

    La teoría revolucionaria y la lucha de las masas como unidad

    En esta tarea de trabajar con contradicciones bien cabe retomar a Hegel. Este mostraba como la lógica del conocimiento va del entendimiento a la razón y de ésta, a la superación de ambos en la razón que entiende o en el entendimiento que razona. [15]

    Comentario del GPM <<El entendimiento es el conocimiento más ingenuo, superficial y engañoso de la realidad. Se obtiene a través del sentimiento bajo la forma de representaciones del objeto que son todavía más banales que la reflexión, que es una mera representación del objeto por el pensamiento como en un espejo, en tanto que el entendimiento supone la utilización del sentimiento por parte de “las  furias del interés privado”, para trivializar aun más el objeto del conocimiento hurtándolo al pensamiento desprejuiciado para mantenerlo alejado de la praxis como actividad teórico-práctica que apunta no al entendimiento de lo que el objeto parece ser, sino al entendimiento de lo que el objeto es en realidad y verdad, la única que distingue a la especie humana del resto de los animales. Un animal puede llegar a entender lo que se le dice, pero no lo puede comprender, no puede conocer su esencia y formarse un concepto, prueba elocuente de que limitando nuestra conciencia a las formas del entendimiento, la burguesía nos considera y trata como si fuésemos animales, es decir, como ellos. >>

    La reflexión del entendimiento “pone de relieve lo abstracto, lo vacío, y lo afirma contra lo verdadero”[16] “llega antes a determinar hasta que punto se oponen las cosas diferentes unas de otras y de qué manera pueden ser comprendidas como incompatibles unas con otras”[17]. En nuestro caso, el entendimiento afirma: lo verdadero es la teoría o es la lucha, uno de las dos. Mientras que “la sana razón humana exige lo concreto”. Esta, comienza a buscar sus relaciones, se mueve de uno a otro lado de la contradicción, analiza si sus límites son tales, busca lo verdadero en las relaciones. La razón —afirma Hegel— “es esencialmente negativa y dialéctica”: pone en movimiento lo que el entendimiento fija como contradictorio y excluyente para elevarlo a un nivel superior y más rico. Por eso “la filosofía es precisamente lucha contra lo abstracto, la guerra constante contra la reflexión del entendimiento”[18]¿Cómo algo puede ser y no ser al mismo tiempo? El entendimiento afirma que no, la razón afirma que sí y esta ruptura se supera y reconcilia en la negación positiva o superación dialéctica como unidad de contrarios, porque “lo verdadero es la unidad de los opuestos”[19].

    Comentario del GPM <<Como el mismo término lo indica, la reflexión es el acto del simple reflejar las formas de manifestación de las cosas o los hechos en el pensamiento, como en un espejo, a veces cóncavo, a veces convexo, etc. Es decir, no como hechos puros sino, más o menos, condicionados por el juicio previo que sobre ellas se tiene por cierto o verdadero. Esto no es más que una certeza sensible o entendimiento de la realidad, donde no puede haber verdad sobre las cosas, o donde la verdad se oculta en esa reflexión sobre lo dado y legitimado por el “sentido común”. Como dice Hegel, el juicio que surge de la simple reflexión es “poco de fiar”, porque, allí, el pensamiento es blando respecto del objeto que “enjuicia”, cuyo ser subyace oculto en un “concepto” ya sedimentado por el uso, de lo cual no puede sino resultar un juicio apologético de lo aparente: “…solo el enjuiciar exigiría una reflexión en el sentido corriente —dice Hegel en su “Enciclopedia”— Pero sucede que aquél entendimiento acrítico se demuestra también como poco de fiar en la mera aprehensión de la idea, de la cual [sin embargo] habla expresamente; siente tan poco malestar y tiene tan pocas dudas respecto de los supuestos bien solidificados que él mismo contiene (el entendimiento), que él, precisamente, es incapaz de repetir el puro factum (conocimiento ya sedimentado o al uso) de la idea filosófica” (Op. cit. Prólogo a la segunda edición. Lo entre corchetes del traductor. Lo entre paréntesis nuestro.) Aquí ya hay un conflicto entre el entendimiento y la razón. De acuerdo con el juicio del entendimiento las cosas se representan en el pensamiento según su forma de manifestación, en tanto que el juicio de la razón determina las cosas según su concepto. La tarea de los revolucionarios consiste en que el proletariado rompa con el entendimiento acientífico de los embelecos burgueses, y juzgue su propia situación y naturaleza como clase dentro de su relación con el capital, según la razón científica, o sea, según el concepto de la relación. A la manera de pensar que se contenta con simples representaciones y determinaciones abstractas propias del entendimiento  —ajenas a la razón científica— Hegel atribuye su origen, en general, a la filosofía de la ilustración, y en particular al kantismo. Ver: Op.cit. Introducción § 2>>

    En este marco, esta contradicción entre la teoría revolucionaria y la lucha de la clase explotada, se resuelve en su unidad: es la teoría científica que se hace lucha y la lucha que se hace teoría científica. Pero esta función, sin el partido revolucionario portador de esa teoría científica, es imposible. Como nos dice Paulo Freire recuperando a Lenin, la teoría y la práctica sólo son verdaderas en la unidad de la praxis:

    “La conocida afirmación de Lenin: <<sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario>> significa precisamente que no hay revolución con verbalismo ni tampoco con activismo sino con praxis. Paulo Freire. Pedagogía del oprimido p-158

    Romper esta relación absolutizando cualquiera de los dos polos es apartarse del camino correcto. Aquellos que creen que la clase trabajadora sólo se concientiza por la incorporación de la teoría, caen en el propagandismo. En cambio, aquellos que piensan que sólo la lucha desarrolla la conciencia caen en un activismo espontaneista que Lenin criticó agudamente en su ¿Qué hacer?. La propia lucha espontánea de los explotados no es suficiente para desarrollar la conciencia socialista, porque ésta es el resultado del Materialismo Histórico aplicado al “movimiento real” de la sociedad asumido experiencialmente por la clase asalariada, esta conciencia es esencialmente ciencia. Por  tanto:

    “Todo lo que sea rendir culto a la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea aminorar el papel del “elemento consciente”, el papel de la socialdemocracia (teoría socialista), significa —de manera independiente por completo de la voluntad de quien lo hace—  acrecentar la influencia de la ideología burguesa entre los obreros.” Lenin, V: “¿Qué hacer?”.  Cap: “Engels sobre la importancia de la lucha teórica.” (1902) (lo entre paréntesis es nuestro)

    Merece destacarse también que desde el punto de vista que estamos discutiendo, el carácter combativo en sí mismo de un movimiento no cambia en nada esta cuestión. Y es que el rebajamiento de la teoría revolucionaria no sólo da lugar a tendencias reformistas y gradualistas, sino también, al radicalismo pequeñoburgués. Siguiendo a Marx, Lenin explicaba estas dos tendencias como producto de la inevitable descomposición que va sufriendo la pequeño burguesía en la sociedad capitalista y por la situación contradictoria de la misma en la estructura social. Ora impulsa la radicalización del movimiento obrero, cuando teme ser expropiada por la burguesía desde “arriba”; ora tiende a apaciguarlo cuando teme ser “expropiada” desde abajo, por la lucha proletaria de masas.

    Ahora bien, más allá de sus métodos de lucha, lo que sí debe quedar claro es que la pequeñoburguesía no dirige al movimiento rumbo al socialismo sino, rumbo a un capitalismo “ideal” y “humano” <<sin competencia>>.

    Comentario del GPM <<La pequeño burguesía no quiere eliminar la competencia, sino que la quiere morigerar o mitigar a instancias del Estado Policial. Como decía Proudhon: “la competencia tiene un lado bueno y un lado malo”. En “Miseria de la filosofía” ver “Séptima u última observación”. Para el pequeño burgués es necesario que el Estado capitalista cultive el “lado bueno” de la competencia y combata su “lado malo”, es decir, su tendencia al monopolio que aniquila o desbarata al pequeño capital.>>

    En el fondo, su programa es burgués, por eso, para Lenin, la pequeñoburguesía no podía dirigir el movimiento revolucionario a no ser para dejarlo en el mismo lugar o, en verdad, para volver hacia atrás las ruedas de la historia. Para éste, la pequeño burguesía sólo puede ser “ganada” para la revolución con la determinación de la lucha y la organización independiente del proletariado. Por cierto, esto choca con varias tendencias de hoy -que como los mencheviques ayer- temen asustar a la pequeñoburguesía y plantean “ganarla” con el desarrollo de programas “amplios” que al mismo tiempo que la convocan haciendo numerosas concesiones al “pequeño patrono” al “trabajador”, oscurecen la conciencia de clase del proletariado; justamente, el sector que la teoría revolucionario nos indica como el objetivamente mas resuelto para el combate. Este es el gran problema de los frentes populares. Con esto no se quiere negar la necesidad de la lucha conjunta con los sectores no proletarios frente al enemigo común —más en momentos como el actual—, al contrario; lo que se pretende es mostrar sus verdaderos desafíos, porque el objetivo del proletariado no es luchar contra el “enemigo común”, sino, hacer la revolución socialista, para esto, hay que definir bien la naturaleza —táctica o estratégica— de los aliados:

    “En una sociedad avanzada el pequeño burgués se hace necesariamente, en virtud de su posición, socialista de una parte y economista de la otra, es decir, se siente deslumbrado por la magnificencia de la gran burguesía y siente compasión por los dolores del pueblo. Es al mismo tiempo burgués y pueblo. En su fuero interno se jacta de ser imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, que proclama diferente del término medio. Ese pequeño burgués diviniza la contradicción, porque la contradicción es el fondo de su ser. No es más que la contradicción social en acción. Debe justificar teóricamente lo que él mismo es en la práctica, y al señor Proudhon corresponde el mérito de ser el intérprete científico de la pequeña burguesía francesa, lo que constituye un verdadero mérito, pues la pequeña burguesía será parte integrante de todas las revoluciones sociales que han de suceder.”  “Correspondencia de Marx”, 28 de diciembre de 1846.

    La pequeñoburguesía indefectiblemente será parte de todas las revoluciones que han de venir, pero la cuestión estriba en desarrollar su “costado proletario”, en mostrarle que no tiene cabida dentro del capitalismo caduco, en atraerla a las filas de la revolución. Pero también, es necesario eliminar la idea burguesa de que la revolución es un aluvión expropiatorio masivo, descontrolado, que proletariza de una vez y para siempre todo. Es un proceso de marcha y contramarcha. La revolución, la transición hacia el comunismo es un proceso permanente de adecuación conciente de la organización social al desarrollo de las fuerzas productivas revolucionariamente liberadas. Parte de expropiar en un principio al gran capital concentrado, de sumar a la economía al conjunto de trabajadores en paro, de establecer la planificación y el control obrero —para lo cual se necesitan miles y miles de cuadros— y de dejar a la pequeña burguesía, en ese primer momento, ejercer su explotación en pequeña escala —mediante el pago del salario histórico— bajo control e impuestos. La marcha de la revolución en la economía es la que hará el resto.

    Habíamos llegado a la conclusión de que sin teoría revolucionaria introducida en la lucha no puede haber tampoco revolución socialista, ahora hemos llegado, a un pensamiento mucho más concreto y rico del fenómeno que estamos estudiando. Ya no estamos ante la mera teoría vacía de contenido real, o de la mera práctica ciega, sino ante la unidad concreta y llena de contenido: la praxis de un movimiento que sabe lo que quiere. Es la teoría mediada por la práctica y la práctica mediada por la teoría.

    Ahora bien, con esto no se debe llegar a una posición ecléctica donde “vale” lo mismo la práctica que la teoría: “un cincuenta y cincuenta”. Esto por dos razones, la primera, porque como mostramos mas arriba, las relaciones entre teoría y práctica son dinámicas: a veces el movimiento real exige que la teoría se ponga al orden del día para “romper el estancamiento” de la práctica, otras, en cambio, es la práctica la que debe ser impulsada hacia adelante hasta el extremo, de un modo tal para comprobar el plan teórico.

    En segundo lugar, no valen lo mismo porque si bien es en la práctica donde los seres humanos deben “demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”[20 también es cierto como afirma el Grupo de Propaganda Marxista que:

    “la ciencia de la economía política no necesita recurrir a la prueba empírica de los hechos políticos para demostrar la veracidad de sus resultados. Hay una verdad teórica cuya objetividad no necesita de su confirmación empírica. Porque tal veracidad está ya demostrada por la verdad de las premisas reales de las que parte y por el despliegue lógico de las categorías de su objeto pensado.” GPM (2000): Hegel, Marx y la Dialéctica. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Es por esto que en el ¿Qué hacer?, Lenin trae a Engels para “tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie”[21] . Esto quiere decir que hay verdades que ya han sido demostradas por la ciencia y que, en todo caso, de lo que se trata, no es de comprobar su existencia sino, justamente, de utilizarlas para medir el grado de desarrollo de los fenómenos que estas caracterizaron. No necesitamos ir a la práctica para saber si el capital extrae plusvalía o no, o si la tasa de ganancia tiende históricamente a caer o si el ejército de reserva en aumento hace bajar los salarios o si la pequeña producción se debilita frente a la gran escala moderna. Es justamente partiendo de estas verdades ya demostradas donde “el análisis concreto de la situación concreta” y la “práctica social como criterio de verdad” cobran relevancia. Aplicar el marxismo a la realidad es estudiar la situación concreta en la que estamos inmersos, descubrir sus contradicciones y definir, a partir de ahí, una política progresiva consecuente con esos descubrimientos.

    [15] Lenin. V. Cuadernos Filosóficos. Resumen del libro Ciencia de la Lógica de Hegel. Ediciones Estudio.

    [16] Hegel, G.(1983). Introducción a la Historia de la Filosofía. Sarpe. P-54.

    [17] Hegel, G (1983). Op. Cit. P-55

    [18] Hegel, G (1983). Op. Cit. P-54

    [19] Hegel, G (1983). Op. Cit. P-56

    [20] Ya que  “e1 litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico .En: C. Marx y F. Engels. Obras Escogidas en Tres Tomos. Tomo I. Ediciones Quinto Sol, S. A.  México. 1985. p-517.

    [21] Lenin. V. (1970) Que hacer.

    Lo material objetivo como determinante en última instancia[/quote]
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    Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia Empty Re: Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia

    Mensaje por pablo13 Vie Abr 19, 2019 10:27 pm

    La lógica del razonamiento que venimos desarrollando nos muestra que la formación de la conciencia de clase se da en el marco de la unidad dialéctica complementaria entre la teoría revolucionaria y la lucha de las masas. Sin embargo, es necesario detenernos en un factor clave: las condiciones materiales objetivas en que esa teoría y esa lucha se desarrollan.  Es que:

    “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado.” Marx,. K: “El Dieciocho Brumario de Luís Bonaparte. Capitulo 1”. (El subrayado es nuestro)

    Desde una posición materialista sabemos que es lo material objetivo en tanto conjunto de relaciones lo que en última instancia se impone en la conciencia subjetiva como condición determinante, ya que “No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”[22]. Es el factor objetivo —la dirección y sentido contenidos en la lógica de sus contradicciones— el que determina que las posibilidades abstractas que se mueven en el “reino” de la razón y la voluntad puedan transformarse en posibilidades reales, ya “maduras”, para que el sentido de la sociedad socialista contenido en el vientre de la sociedad capitalista, pueda ver finalmente la luz mediante la acción revolucionara.

    Hablando con mayor propiedad, debemos decir que desde el punto de vista materialista histórico en la sociedad capitalista no existen condiciones para la creación de la realidad social, porque es la realidad social la que se recrea a si misma con independencia de los sujetos que interactúan en ella. Pero esa realidad es contradictoria y son esas contradicciones de la realidad social las que motorizan el devenir de su proceso histórico determinado por su principio activo. Y es que una de las propiedades fundamentales de la materia —entendiendo aquí por materia al conjunto de sus interrelaciones— es el movimiento. Y a diferencia de los idealistas, los materialistas sostenemos que el movimiento no es externo sino interno a la “cosa”: es resultado de las contradicciones que actúan dialécticamente en su interior, y de las cuales surge la fuerza con una dirección y sentido precisos, en nuestro caso la fuerza histórica que tiende a trascender la relación. Aunque al mismo tiempo tiende a conservarla. Y esto sucede cuando las fuerzas que interactúan en la relación son de la misma naturaleza o uno de sus polos dialécticos se comporta como si lo fuera. Entonces no hay trascendencia histórica, como es el caso en la dialéctica de Hegel y, en nuestro caso, el momento en que el proletariado se asume y comporta como capital variable, es decir, como mercancía. Para que exista trascendencia histórica, como venimos mostrando, es necesario que el proletariado supere subjetivamente su ser para si en la autoconciencia de lo objetivamente irreconciliable de su relación con el capital. Ver: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Descubrir esas contradicciones fundamentales que se están desplegando y bregar a favor de su resolución progresiva, contribuyendo a agudizarlas y acelerarlas, tal es la esencia de la tarea revolucionaria en tanto auxiliar eficaz de esa “partera de la historia” que son las contradicciones del capitalismo

    “El único camino histórico por el cual pueden destruirse y transformarse las contradicciones de una forma histórica de producción es el desarrollo de esas mismas contradicciones”.Marx, K: “El Capital”  Cap:XIII apdº 9.

    Es esto,  justamente, lo que diferencia al socialismo científico del socialismo utópico y del reformismo. Y es que el marxismo no se inventa ninguna sociedad superadora del capitalismo, sino que la prevé como proyecto de inevitable realización en tanto descubre científicamente las leyes de su desarrollo; prefigura teóricamente esa nueva sociedad comprobando que en el mismo desarrollo del sistema capitalista están las bases materiales y sociales de su superación, aun antes de que el sistema se desplome por el peso humanamente insoportable de sus propias contradicciones:

    “…Una vez que se ha visto claro en estas interconexiones internas, cualquier creencia teórica en la necesidad permanente de las condiciones existentes, se derrumba antes de su colapso práctico…” (Carta de Marx a Kugelmann 11/07/1868, aportada por el GPM)

    He aquí el valor revolucionario de la teoría. Es que la futura sociedad socialista no nacerá de una moral filistea preocupada por la falta de asistencia para los problemas sociales, ni de las buenas intenciones proyectadas desde la imaginación, sino de las propias contradicciones reales que socavan el suelo la sociedad capitalista. Las gigantescas fuerzas productivas desarrolladas en el seno de la producción social bajo el capitalismo, pujan desde hace tiempo por salir del cepo de las relaciones burguesas de propiedad: la producción es cada vez más social y los choques con la apropiación privada de ésta son cada vez más contrastantes. Con el desarrollo del capital financiero trasnacional, la misma burguesía se ha tornado superflua y parásita, dejando en manos del trabajo asalariado el conjunto de la producción social, aunque arrojando fuera del sistema a millones de seres humanos que son condenados al paro. Con esto, la burguesía demuestra la decadencia que experimenta como clase dominante confirmando aquello ya previsto por Marx y Engels en donde a propósito de la decadencia de la misma decían:

    “No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia, ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad” Marx, K y Engels, F: “El manifiesto comunista. Cap: Burgueses y proletarios”

    Seguir el movimiento real -lo material objetivo- en la sociedad capitalista  tiene que ver con seguir este movimiento dialéctico de las relaciones entre las clases sociales en pugna: burguesía y proletariado. El desarrollo de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, presiona para que el movimiento proletario, en tanto aspecto progresivo de las fuerzas productivas, se imponga sobre las fuerzas regresivas del movimiento de la burguesía, en tanto relaciones de producción históricamente superadas.  Este es el sentido que Marx daba a la afirmación de que “la conciencia es una cosa que el mundo debe adquirir, quiéralo o no”[23]. No porque esta se adquiera de modo espontáneo, sino porque la conciencia socialista tiene su base material –existe objetivamente como posibilidad- en las contradicciones del movimiento real, esto es, en la tendencia objetiva al derrumbe de la sociedad capitalista [24] . Por eso Marx también afirmaba que no se podían saltar etapas por decreto y que la tarea de los revolucionarios, en este sentido, era la de “mitigar los dolores de parto” de lo que históricamente se ha estado gestando. No se trata, para Marx, de engendrar la revolución, sino de trabajar para que ésta nazca.

    Ahora bien, sabido es que la lucha de clases no discurre en línea recta y progresiva, sino, a través de innumerables “zigzag”,  de ascensos y descensos, de éxitos y fracasos parciales. Por eso, con el objetivo de no reeditar errores, este “seguimiento” que la vanguardia debe realizar, supone la asimilación de los aprendizajes acumulados por la clase a lo largo de su historia de lucha. Por otro lado, el hecho de que no todos los momentos son iguales y aptos para el avance revolucionario, significa que las tareas de la clase deben necesariamente ir cambiando de acuerdo a la situación. Por cierto, esto nada tiene que ver con la adaptación seguidista y la prédica oportunista de “la política como arte de lo posible”, donde lo posible, es siempre lo posible para la burguesía. De lo que se trata es de comprender y asumir la práctica política como “el arte de hacer posible lo históricamente necesario”. Esta es la práctica que siguieron Marx, Engels y también Lenin junto a los bolcheviques. Práctica, según la cual, pueden hacerse “acuerdos prácticos” pero jamás, “tráfico de principios”. Esta es la práctica política que permite comprender porqué a pesar de haber estado mucho tiempo aislados, ni Marx, ni Engels ni Lenin fueron sectarios. Y es ésta política antioportunista de permanecer anclados a la necesidad histórica lo que permite entender porqué los bolcheviques pasaron de minoría a mayoría cuando el resto de las condiciones para la revolución comenzaron a aparecer:

    “Sin embargo, debemos recordar que a principios de 1917 el Partido Bolchevique dirigía a una ínfima minoría de trabajadores. Tanto en los soviets de solda­dos como en los de obreros, el bloque bolchevique constituía el uno o dos por ciento, a lo sumo el cinco por ciento. Los grandes partidos de la democracia pequeñoburguesa (los mencheviques y los autotitulados social-revolucionarios) dirigían como mínimo al noventa y cinco por ciento de los obreros, soldados y campesinos en lucha. Los dirigentes de esos partidos acusaron a los bolcheviques, primero de sectarios y luego… de agentes del káiser alemán. Pero no, ¡los bolcheviques no eran sectarios! Toda su atención estaba concentrada en las masas, no en su estrato superior, sino en los más bajos, en los millones y decenas de millones de oprimi­dos, aquéllos a quienes los charlatanes parlamentarios generalmente olvidaban. Justamente para dirigir a los proletarios y semiproletarios de la ciudad y del campo, los bolcheviques estimaron necesario diferenciarse tajantemente de todos los sectores y grupos burgueses, en especial de esos falsos “socialistas”, que en reali­dad son agentes de la burguesía.” Trotsky, León: “Lecciones de Octubre”. Ediciones Yunque.

    Al hablar de la necesidad del cambio según la situación, se quiere plantear un problema de consecuencias importantes, y es el hecho de que una tarea o consigna que busca un determinado resultado en un momento puede generar su contrario dialéctico si es aplicada cuando las condiciones que la hacían posible perdieron su razón de ser. En este sentido, una de las responsabilidades más importantes de la vanguardia en su tarea de organización y educación, es justamente, ir estudiando el “piso” en el que el movimiento de masas se “afirma” de modo que en su caminar, este pueda dar pasos “certeros” —aunque para ello haya que adecuarse a sus emergente retrocesos políticos— manteniéndose siempre en la tierra firme de la necesidad histórica y no en el pantano de las ilusiones pequeñoburguesas:

    “Ocurre con harta frecuencia que cuando la historia da un viraje brusco, hasta los partidos avanzados dejan pasar un tiempo mas o menos largo antes de orientarse en la nueva situación creada y repiten consignas que si ayer eran acertadas, hoy han perdido ya toda su razón de ser tan “súbitamente” como súbito es el brusco viraje de la historia.” Lenin, V: “A propósito de las consignas” (Julio 1917).

    Hablamos al comienzo del programa de transición y de la dificultad de emplearlo en momentos no revolucionarios. Otro ejemplo histórico es el momento en que el desarrollo de la democracia soviética torno superflua y pro-burguesa la consigna de la asamblea nacional constituyente, que formaba parte del programa de los revolucionarios bolcheviques. Al observar que el grueso de la masa de proletarios, soldados y campesinos pobres estaba participando en los soviets de diputados  y que la mayoría de los posibles electos para la asamblea constituyente representarían a los partidos pequeñoburgueses, los bolcheviques —con la insistencia de Lenin— disolvieron la asamblea constituyente garantizando que el poder efectivo seguiría siendo ejercido por lo soviets, esto es, que seguiría en  manos del proletariado y las masas oprimidas. Si los bolcheviques no hubieran tomado esta decisión en nombre de la democracia en general, el proceso hubiera quedado empantanado bajo el lodo de la democracia representativa burguesa y la revolución misma hubiera fracasado.  Y es que:

    “Cada consigna debe derivar siempre del conjunto de peculiaridades que forman una determinada situación política.” Lenin, V: “A propósito de las consignas” (julio de 1917).

    Esto quiere decir que ser vanguardia, ser educador orgánico de la clase, no significa hacer literatura con el marxismo, sino saber utilizar el Materialismo Histórico en el dialogo con las masas con el objetivo de ganar su conciencia. Es por esta razón que las masas no necesitan saber con precisión lo que Marx dijo, sino cuales son las tareas políticas que guardan relación con el momento histórico en dirección a la toma del poder revolucionario o a su consolidación. Y es por esto que la verdadera tarea educativa de la vanguardia hacia la masa es fundamentalmente la dirigirla dando la consigna acertada. Claro, de esto a convertir la labor “organizativa” y las consignas en tanto “tareas del momento” en un fetiche,  hay mucha distancia. Para introducir un sentido revolucionario a las luchas espontáneas, es necesario una interrelación de dialogo permanente entre las masas y la vanguardia revolucionaria organizada en el Partido, y este dialogo exige una actitud paciente para que las masas asuman subjetivamente una determinada posición que las circunstancias imponen objetivamente como necesaria a la clase. En este marco, Trotsky recuperaba a Lenin:

    “En mi breve trabajo sobre la crisis austriaca subrayé en un paréntesis que la fórmula “explicar pacientemente”, fue utilizada por primera vez por Lenin, en abril de 1917. Seis meses más tarde conquistamos el poder. Esto significa que no es lo mismo que el partido revolucionario explique pacientemente a que emplee tácticas dilatorias, el gradualismo o el sectarismo aislado. “Explicar pacientemente” no implica explicar las cosas de manera incoherente, indolente, con cuentagotas. Al emplear esta fórmula en abril de 1917, Lenin le decía a su partido: “Comprended que sois una pequeña minoría y reconocedlo abiertamente; no os propongáis tareas que excedan vuestras fuerzas, como el derrocamiento inmediato del Gobierno Provisional; no temáis quedar en oposición a los defensistas, a los que siguen hoy la abrumadora mayoría de las masas; tratad de comprender la psicología de los defensistas honestos —-obreros y campesinos—- y explicadles pacientemente cómo poner fin a la guerra.” El consejo de Lenin significaba, en otras palabras; “No creáis que existen recetas sofisticadas ni ardides que os permitirán fortaleceros repentinamente sin ganar la conciencia de las masas; dedicad todo vuestro tiempo, toda vuestra impaciencia revolucionaria, a ‘explicar pacientemente'”. Este es el verdadero significado de las palabras de Lenin.” Citado por GPM en “Contestación al CIS Argentina” [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Para cerrar este capítulo es necesario decir que no es necesario esperar a que “toda” la clase asalariada en su conjunto tome conciencia de su situación de opresión y de sus verdaderos intereses históricos para desarrollar una política de asalto al poder. Por eso, Lenin criticaba enfáticamente a los que soslayando esta cuestión y pretendiendo esperar la conciencia de toda la clase, detenían el movimiento en su conjunto al rebajar el papel de su parte más conciente a la altura de su parte más inconsciente o atrasada:

    “Nosotros somos el Partido de la clase, y, por ello, casi toda la clase (y en tiempo de guerra, en época de guerra civil, la clase entera) debe actuar bajo la dirección de nuestro Partido, debe tener con nuestro Partido la ligazón más estrecha posible; pero sería manilovismo y “seguidismo” creer que casi toda la clase o la clase entera pueda algún día, bajo el capitalismo, elevarse hasta el punto de alcanzar el grado de conciencia y de actividad de su destacamento de vanguardia, de su Partido socialdemócrata. Ningún socialdemócrata juicioso ha puesto nunca en duda que, bajo el capitalismo, ni aun la organización sindical (más rudimentaria, más asequible al grado de conciencia de las capas menos desarrolladas) esté en condiciones de englobar a toda o casi toda la clase obrera. Olvidar la diferencia que existe entre el destacamento de vanguardia y toda la masa que gravita hacia él, olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a capas cada vez más amplias a su avanzado nivel, sería únicamente engañarse a sí mismo, cerrar los ojos ante la inmensidad de nuestras tareas, restringir nuestras tareas. Y precisamente así se cierran los ojos y tal es el olvido que se comete cuando se borra la diferencia que existe entre los que están en contacto y los que ingresan, entre los conscientes y los activos, por una parte, y los que ayudan, por otra.” Lenin, V: “Un paso adelante, dos pasos atrás” (1904).

    La clase en su totalidad alcanzará una verdadera conciencia socialista –y aun así, como dice Freire para la educación [25] , no mecánicamente- cuando la sociedad sea transformada radicalmente por la acción revolucionaria y el carácter de explotación de las relaciones sociales burguesas quede a plena luz del día. A su vez, la nueva vida, las nuevas relaciones de producción trabadas entre hombres y mujeres libres –lo nuevo material objetivo- irán plasmándose en la conciencia de la misma forma espontánea que hoy lo hacen las relaciones burguesas de explotación. A medida que avance el proceso de construcción de la nueva sociedad, los hombres y las mujeres serán cada vez más espontáneamente libres y conscientes.

    [22] Marx. C. Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política.

    [23] Cata de Marx a Ruge de septiembre de 1843.

    [24] En relación a este tema ver: GPM (2007) “Misceláneas sobre el materialismo histórico III” en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    [25] Freire decía que el cambio educacional en tanto “sistema, solo se da (y aún así, no de manera automática y mecánica) cuando también la sociedad sufre su transformación radical” ya que no es la educación la que crea la sociedad sino la sociedad, que organizada de cierta manera y según ciertos  valores, crea la educación”Freire Paulo en “La importancia de leer y el proceso de liberación”. Pág. 88.

    El papel de la organización revolucionaria independiente o “aparte” de los asalariados espontáneos

    Cuando unos párrafos antes Lenin afirmaba que “La verdadera educación de las masas no puede ir nunca separada de la lucha política independiente, y sobre todo, de la lucha revolucionaria de las propias masas” estaba diciendo que sólo es revolucionaria la lucha de masas que es dirigida por revolucionarios organizados en un Partido, puesto que espontáneamente las masas no pueden generar ninguna lucha revolucionaria. Por lo tanto, la organización de los revolucionarios, en tanto educadores de la clase, debe preceder a la lucha revolucionaria de masas. Este fue, justamente, el gran descubrimiento de Lenin que le llevó, a principio del siglo XX, a luchar no por un frente amplio contra el zarismo haciendo seguidísmo de la “contradicción principal”, sino por un partido independiente, libre de influencias burguesas y pequeñoburguesas, formado por cuadros profesionales.

    “..En tercer lugar, porque con esta exacta exposición del efecto funesto del capitalismo y de la necesidad, de a inevitabilidad de la indignación obrera establecemos una divisoria entre nosotros y esas gentes que nadan entre dos aguas y que “simpatizando” con el proletariado y exigiendo “reformas” que le beneficien, tratan de mantenerse en el “justo medio” entre el proletariado y la burguesía, entre el gobierno absolutista y los revolucionarios. Y tal divisoria entre nosotros y esa gente es particularmente necesaria ahora, si es que queremos crear un partido obrero unido y cohesionado, que luche firme y resueltamente por la libertad política y el socialismo…” Lenin, V: “Proyecto de programa de nuestro partido”. En la Alianza de la clase obrera y el campesinado. Progreso. Moscú. P-36.

    La lucha de Lenin apuntaba a construir una herramienta orgánica y homogénea en lo ideológico, cohesionada por la aplicación colectiva del Materialismo Histórico a la realidad social. Una vez conseguido este objetivo, abrir un frente de penetración político-ideológico en el movimiento de masas desde donde disputar disciplinadamente la conciencia de la vanguardia natural del proletariado.

    Comentario del GPM << Los revolucionarios deben organizarse en torno a los principios del Materialismo Histórico, para introyectar las ideas revolucionarias en el movimiento asalariado espontáneo. Pero no tienen por qué indicarle a las masas cómo se deben organizar a la hora de llevar adelante sus propias luchas. Esto no es lo fundamental en las tareas de los revolucionarios. Como ya hemos dicho anteriormente, son los explotados quienes, en cada momento de la lucha y del desarrollo de su conciencia, crean sus propias organizaciones, tal como lo han demostrado en su historia. En tal sentido, sí es cierto que la organización de los revolucionarios debe preceder a la lucha efectivamente revolucionaria de los explotados, no es precisamente porque los revolucionarios saben cómo organizar a las masas, sino porque están en condiciones de contribuir decisivamente a transformar el instinto de clase de los asalariados espontáneos en autoconciencia a través de la propaganda y la agitación, a la vez que orientar tácticamente al movimiento en el sentido de la estrategia de poder.>>  

    Y es que desde la concepción que defendemos, la conciencia se encuentra en disputa permanente, no hay lugar para dejar vacíos o “agujeros” ideológicos en el campo de batalla por las ideas encontradas. De ahí, la necesidad de asumir su conformación en el seno de la lucha de clases —lucha, que por cierto, es inconmensurablemente desigual— en la que no existe la menor posibilidad de neutralidad. La vanguardia revolucionaria debe conquistar para la revolución la conciencia y el corazón de grandes sectores de la masa a través de su vanguardia natural. Debe arrancar de la influencia burguesa una parte cada vez más considerable de los trabajadores esforzándose en todo momento para elevar su nivel ideológico a la altura de las exigencias revolucionarias, no para rebajarlo haciendo concesiones a la burguesía en la conciencia de sus sectores ideológicamente mas atrasados. Debe lograr que una parte importante de la clase se comprenda y comporte como tal.

    Para esta disputa, que en el fondo es una guerra a vida o muerte, la vanguardia revolucionaria necesita organizase aparte,  manteniéndose firme en lo ideológico y unívoca en lo político. Es que la historia viene demostrando que no es ninguna tarea fácil resistir la ofensiva político-ideológica de la burguesía, incluso, luego de haberla “eliminado” oficialmente, como en la URSS.  Esta es una de las claves para comprender la necesidad del partido de cuadros, en tanto instancia suprema de organización independiente de la vanguardia revolucionaria. Cabe aclarar que esta organización, por su parte, no es una organización de “intelectuales” o de “obreros” [26], como puede entenderse, sino de revolucionarios profesionales, de cuadros teórico-prácticos del socialismo.

    “La organización de los revolucionarios debe agrupar, ante todo y sobre todo, a personas cuya profesión sea la actividad revolucionaria (por eso hablo de una organización de revolucionarios, teniendo en cuenta a los revolucionarios socialdemócratas). Ante este rasgo común de los miembros de semejante organización debe desaparecer en absoluto toda diferencia entre obreros e intelectuales, sin hablar ya de la diferencia entre las diversas profesiones de unos y otros. Esta organización debe ser necesariamente no muy amplia y lo más clandestina posible” Lenin, V. “¿Qué hacer?”. (1902)

    Si, como vemos, la conciencia de clase se desarrolla desigualmente en el movimiento de masas, las propuestas de asumir partidariamente a los sectores más atrasados –léase, mas influidos por la burguesía- con los más avanzados –que son minoría- no significaría otra cosa que diluir democráticamente la conciencia socialista de la vanguardia en una mayoría atrasada. Así, terminarían influenciando a la organización los sectores más atrasados y las acciones a seguir, por tanto, no resultarían ser las realmente necesarias para enfrentar resueltamente a la burguesía. Por eso, el lugar de la disciplina conciente es fundamental para entender y garantizar la democracia leninista. El partido revolucionario supone la participación en él con un nivel de conciencia tal que permita a todos sus miembros discutir con fundamentos y una vez convencidos, asumir conscientemente la propuesta de acción mayoritaria conseguida. La democracia formal de las mayorías inconscientes es el fundamento de la dictadura política burguesa. El acto de disciplinarse al voto mayoritario tras el ejercicio de la libertad de pensamiento individual fundado en la común conciencia de clase, es fruto de la decisión científica colectiva, por eso no puede resultar nunca imposición. Es por esto que para aceptar la disciplina de una verdadera organización revolucionaria hay que tener conciencia y experiencia. El Partido debe exigir ambas cosas:

    “La necesidad de limitar el partido a los que están dispuestos a aceptar su disciplina es de aplicación mucho más general. Cabe señalar que para Lenin esto no implica aceptar ciegamente el autoritarismo (aun si sus supuestos seguidores lo hayan interpretado así). El partido revolucionario existe para que los obreros e intelectuales más conscientes y activos participen en una discusión científica antes de lanzarse a una actividad consciente coordinada. Y esto es imposible sin una participación general en las actividades del partido, lo cual requiere de una combinación de claridad y precisión en los  argumentos y una decisión a nivel orgánico. La alternativa es el “pantano”, donde los elementos motivados por una apreciación científica se encuentran tan mezclados con los elementos más inseguros que la acción decisiva viene siendo imposible; lo que ocurre en este caso es que de hecho son los más atrasados los que dirigen. La disciplina necesaria para un debate de este tipo es la disciplina de los que se han “unido en virtud de una decisión libremente adoptada”. Sin fronteras claramente definidas, y sin la coherencia necesaria para implementar decisiones, la discusión sobre las decisiones del partido deja de ser “libre”, y pierde su sentido” Chris Harman (2002) Partido y Clase. Las diferentes concepciones. Ediciones El Mundo al Revés. Uruguay. p-16-17

    Y es justamente por esto que en muchas ocasiones planteamientos “democrático-aperturistas” “no sectarios” y “críticos” hacia la homogeneidad político-ideológica, que aparecen enunciados como meramente “tácticos”, son en realidad planteos que buscan diluir la función de la vanguardia en una masa despolitizada e inoculada hasta el hartazgo de prejuicios burgueses y pequeñoburgueses. No en vano una de las consignas mas usadas por nuestros demócratas en los últimos años ha sido la de trabajar en la “diversidad” que en buen castellano significa, conciliar bajo el chantaje inmovilista de las mayorías inconscientes. Con esta filosofía política de mantener unido lo diverso en los partidos para ganar votos, no se hace otra cosa que fortalecer estratégicamente la dictadura “democrática” de la burguesía en el Estado y la sociedad. Y es que:

    “El punto de vista demócrata-formal es precisamente el de demócrata burgués que no admite la supremacía de los intereses del proletariado y de la lucha proletaria de clase”. Lenin, V. “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”. (1918)

    Recordemos también que el “joven y poco conocido” Lenin de 1902 comienza su ¿Qué hacer? cuestionando,  justamente, la consigna más en boga de aquel momento: “libertad de crítica”, sostenida nada más y nada menos que por uno de los dos intelectuales de mayor prestigio e influencia en el movimiento obrero: Eduard Bernstein:

    “Quien no cierre deliberadamente los ojos debe ver por fuerza que la nueva tendencia “crítica” surgida en el socialismo no es sino una nueva variedad de oportunismo. Y si no juzgamos a los hombre por el brillo del uniforme que se han puesto ellos mismos, ni por el pomposo sobrenombre que a sí mismos se dan, sino por sus actos y por las ideas que propagan en realidad, veremos claramente que la “libertad de crítica” es la libertad de la tendencia oportunista en el seno de la socialdemocracia, la libertad de hacer de la socialdemocracia un partido demócrata de reformas, la libertad de introducir en el socialismo ideas burguesas y elementos burgueses” Lenin, V: “¿Qué hacer?”. Cap: Dogmatismo y libertad de crítica. (1902) (el subrayado es nuestro)

    Como vemos, esta concepción de la organización independiente de la vanguardia revolucionaria se ha confundido muchas veces con falta de democracia y con la posibilidad de manipulación. Pero en realidad, al estar integrada por aquellos que demuestren participar con fundamento en las discusiones y  responder conscientemente a su disciplina, esta organización será, por tanto, esencialmente democrática. Las manipulación política más grande y escandalosa se da y se ha dado, justamente, en espacios amplios donde una minoría entrenada “maniobra” sobre una mayoría sin elementos de análisis ni experiencia. Por más buenas intenciones que se tengan, esto es lo que inevitablemente termina pasando cuando se asume la posición democrático-formal, esto es, cuando se abandona el punto de vista de clase. Esto es lo que hace cotidianamente la burguesía y ha sido también, aunque trágicamente para la izquierda, la manera que Stalin encontró para desvirtuar el partido bolchevique al eliminar los restos de la vieja guardia comunista, para poder abrirlo indiscriminadamente luego de la muerte de Lenin, no sólo a los sectores políticamente más inconscientes de la clase, sino a la pequeñoburguesía de los Koljoses:

    “Por el contrario, el partido leninista, integrado por los miembros más activos y conscientes, que siguen las polémicas y son incitados a participar en cursos, escribir en el periódico, a asumir el rol de «oficiales» del ejército obrero en lucha y forjarse en los más variados combates, permitirá una democracia real muchísimo más profunda que cualquier experiencia conocida, asimilable al «partido-clase». Precisamente cuando Stalin pudo atacar abiertamente al partido leninista, el primer paso fue promover la entrada indiscriminada de miembros (la «promoción Lenin», después de la muerte del líder)… ¿para ampliar la democracia obrera? ¡No! Para liquidar la esencia del partido, para ahogar la conciencia revolucionaria de la vanguardia en una masa despolitizada, agotada y «maleable».” Osvaldo Garmendia: (1996) Revista Debate Marxista Nº 7

    [26] En una nota al pie del Que Hacer, Lenin decía con respecto a la imposibilidad de que el movimiento espontáneo elabore socialismo lo siguiente “Esto no quiere decir, naturalmente, que los obreros no participen en esa elaboración. Pero no participan como obreros, sino como teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weitling; dicho con otras palabras, sólo participan en el momento y en la medida en que logran, en grado mayor o menor, dominar la ciencia de su siglo y hacerla avanzar. Y para que lo logren con mayor frecuencia, es necesario preocuparse lo más posible de elevar el nivel de conciencia de los obreros en general; es necesario que éstos no se encierren en el marco, artificialmente restringido, de las “publicaciones para obreros”, sino que aprendan a asimilar más y más las publicaciones generales. Incluso sería más justo decir, en vez de “no se encierren”, que “no sean encerrados”, pues los obreros  leen y quieren leer cuanto se escribe también para los intelectuales, y sólo ciertos intelectuales (de ínfima categoría) creen que “para los obreros”  basta relatar lo que ocurre en las fábricas y repetir cosas conocidas desde hace ya mucho tiempo” (Lo en negritas y subrayado es nuestro).

    A modo de conclusión

    Desde el punto de vista de la izquierda, vivimos un momento de desorientación extrema: la crisis de los socialismos realmente existentes o de las variantes burocráticas y estatistas, la crisis del Trotskysmo y su consignismo transicionista “al socialismo”, la crisis de las variantes socialdemócratas y de los nacionalismo populares, nos están impulsando a hacer un debate franco y abierto en pos de rearmarnos teórica y programáticamente o por lo menos, para que los más “esclarecidos” puedan echar “luz, luz y más luz” sobre toda la oscuridad que la burguesía ha derramado sobre nuestros ojos como parte de su ofensiva ideológica.

    La izquierda debe ser considerada como el sector de vanguardia -no autoproclamada- que agrupa a la parte con más conciencia de la clase y cuya función principal es, tal como vimos, fundir la teoría revolucionaria -el Materialismo Histórico y la memoria histórica- con la experiencia práctica de los trabajadores, a los fines de educar a la clase para la actividad revolucionaria de masas. Esto hoy no se está logrando como resulta obvio observar y en este sentido, la izquierda revolucionaria, no sólo no consigue saldar sus cuentas “consigo misma” a nivel de lucha teórica, sino que tampoco pasa de pequeños grupos que permanecen aislados de las grandes masas trabajadoras.

    Todo esto contribuye a que los asalariados nos encontramos hoy día -como en todas las etapas de retroceso ideológico- bajo una existencia contradictoria: por un lado, estamos políticamente desperdigados y divididos entre distintos partidos e iniciativas burguesas; por otro, ligados a una misma relación de explotación: nos reproducimos como clase reproduciendo y ampliando el capital, no tenemos otra forma de obtener nuestros medios de existencia en la sociedad burguesa. Y es esta misma forma de existir valorizando capital, la que nos hace año a año, relativamente cada vez más pobres frente a la riqueza que generamos.

    Transformar la sociedad exige desarrollar el polo antagónico de esta contradicción, haciendo conciente la explotación real y actuando políticamente en consecuencia. Conservarla, en cambio, exige trabajar el polo de complementariedad, conciliando los opuestos, ocultando el carácter de explotación de las relaciones sociales. Y aquí, los revolucionarios entramos en un terreno escabroso porque en esta tarea conciliatoria, no trabaja sólo la burguesía, sino también, amplios sectores de la pequeña burguesía que, como vimos, “quieren el capitalismo, pero no sus consecuencias” o “quieren acabar con el mal sin erradicar la enfermedad”. Además de un sin fin de dirigentes autoproclamados obreros que coincidiendo con estos sectores de la pequeño burguesía, sólo pretender reformar el capitalismo para que este sistema no se derrumbe.

    Esto se puede ver en el sin número de expresiones que se usan en la intervención de muchos educadores(as) populares cargadas de ideología burguesa. Como por ejemplo: esta nueva moda de utilizar conceptos novedosos y que en el lenguaje nos cuela contrabando ideológico, nos hablan de “capital social”, “capital humano” intentan  sembrar la idea de que todos somos capitalistas. O estas propuestas de una economía social para aquellos que quedan “fuera” de la verdadera economía, propuesta que siembra ilusiones acerca de la posibilidad de generar desde dentro de la economía capitalista una economía social que beneficie a los “pobres”.

    Aunque el histórico baluarte del reformismo sobre la cuestión de la ciudadanía justificaría la reproducción de un artículo exclusivo [27] , sólo decir que este concepto íntimamente ligado a la constitución de todos nosotros como pertenecientes-súbditos del Estado de derecho nacional-burgués, es una de las piedras angulares de la conciliación de clases que la burguesía utiliza para igualar formalmente ante su Estado de derecho la desigualdad realmente existente entre propietarios y no propietarios de medios de producción, explotadores y explotados, de modo tal que los conflictos sociales se sublimen al “interior” y la vía revolucionaria permanezca indefinidamente en la sociedad civil como una mera posibilidad abstracta en la conciencia de las clases subalternas. Y es que justamente, como parte del desarrollo de una conciencia “antagónica e irreconciliable” la vanguardia revolucionaria debe hacer visible al resto de los explotados que detrás del Estado-nación “en general” se encuentra el órgano “particular” de dominación de clase de la burguesía. Esta debe de hacer conciente el carácter de clase del Estado y enseñar a no confiar, en el sentido de no reeditar la ya probada y fracasada ilusión socialdemócrata de la transformación “socialista”, vía domesticación de las instituciones del Estado burgués. La experiencia indica que lo único que se logró domesticar fueron las mismas masas que terminaron castradas de voluntad de poder.

    El marxismo nos ha enseñado ya desde hace bastante tiempo -y la realidad ha sido bastante cruel con quienes lo ignoraron- que la única forma de acabar con el contenido de clase del Estado burgués es a través del derrocamiento y desarme revolucionario de la burguesía mediante “la dictadura del proletariado”. No es posible ocupar gradualmente el edificio de la clase dominante, desalojarla trinchera a trinchera, de a “poquito” de su Estado. Es que estamos luchando contra un enemigo poderoso que ha dado muestras de su determinación para el combate toda vez que ha sentido que su negocio entraba en riesgo. Con esto, no estamos diciendo aquí, entiéndase bien, que las luchas por medidas democráticas o por reformas sean equivocadas, sino, que estamos planteando efectivamente la discusión sobre qué intereses orientan esa lucha, de manera tal que el movimiento de masas en el próximo ascenso revolucionario no caiga en las trampas e ilusiones que la burguesía ha utilizado recurrentemente durante siglos. Aprendimos con Lenin que en la lucha de clases hay sólo dos estrategias posibles en las que las distintas tácticas se inscriben: la proletaria y la burguesa.

    La estrategia revolucionaria no se podrá desarrollar si los militantes seguimos repitiendo por boca de ganso toda la cantinela de prejuicios burgueses con los que se nos ha educado durante este periodo de reflujo que ya lleva más de 30 años. La burguesía parece habernos convencido de que seríamos unos autoritarios si en vez de ir a las masas para “ayudarlas” y hacerles conocer sus “derechos ciudadanos”, nos fundimos con ellas para dirigirlas de un modo resuelto a la lucha revolucionaria. Y entra dentro de la lógica natural de la burguesía que realice esta tarea porque de esto depende su continuidad como clase dominante. Lo que no es lógico es que los proletarios conscientes renunciemos vergonzantemente al Materialismo Histórico y a nuestra memoria historia transformando nuestro trabajo de vanguardia en una mera tarea de “facilitación” y “acompañamiento” de los procesos de “la gente”. Trabajo irresponsable y desclasado -que por cierto- se encuentra más ligado al de los funcionarios de las ONGs que al de los militantes de la causa socialista.

    En este marco de retroceso de la conciencia de clase de los explotados, de dominio político ideológico de la burguesía cuasi-absoluto, resulta lógico que los trabajadores en general sean refractarios al discurso revolucionario. Por eso, el trabajo de la vanguardia debe estar dotado de esa paciencia de la que hablábamos al principio y de esa flexibilidad e intransigencia. Es necesario recuperar la práctica del estudio, esto es, luchar contra la holgazanería intelectual y el practicismo. A la par que se trabaja con amplitud en el movimiento de masas, celosos de no dividir la fuerza, es necesario ir formando grupos de estudio marxistas, celosos,  también, de no traicionar los principios revolucionarios.

    Por todo esto, resulta fundamental recuperar el legado de Lenin para fundirlo con nuestra práctica. Esta es una tarea imperiosa que el movimiento de masas y la causa socialista nos está reclamando. Por eso, cerramos este trabajo con algunos postulados que el mismo Lenin tomó de Engels para desarrollarlos en su “¿Qué hacer?”:

    Que la indiferencia por la teoría, es una de las causas principales de que el movimiento obrero avance tan lentamente

    Que debemos de tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie.

    Que la conciencia así lograda y cada vez más lúcida debe ser difundida entre las masas obreras con un celo cada vez mayor, y que en ella se debe cimentar cada vez más fuertemente la organización del Partido, así como la de los sindicatos.

    Que la lucha por el poder se debe desarrollar en forma metódica en sus tres direcciones concertadas, relacionadas entre sí: teórica, política y organizativa. En este ataque concéntrico, por decirlo así, reside precisamente la fuerza y la invencibilidad del movimiento obrero. [27] Ver José Welmowicki  “Ciudadanía, democracia y sociedad civil: el retorno de Eduard Bernstein” En: Marxismo vivo Nº 4, Diciembre del 2001  http://www.marxismalive.org/marxismovivo4esp.HTML

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    Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia Empty Re: Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia

    Mensaje por HeroeRebelde Vie Mayo 24, 2019 6:31 pm

    Que buen articulo, y ensayo tan cientifico. Ya que yo he notado que la mayoria de la gente no es libre, vive con un exceso de lealtad, amor, apegamiento, dependencia emocional hacia los demas, y en este caso asi mismo son la mayoria de los pobres, que creen que dependiendo mentalmente de un rico o de una persona mas rica, van a salir de sus malditas de porquerias. Y no solo son esclavos economicos, sino tambien esclavos fisicos mentales y espirituales. Que humanidad tan estupida y tan sumisa

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