(Articulo dividido en tres partes debido a la extensión del mismo)
Lenin y la conciencia de clase: un trabajo de vanguardia
Breve comentario de cómo se llega al presente trabajo
El presente trabajo está elaborado y surge motivado por el interés mostrado por un grupo de compañeros argentinos de profundizar en un tema tan importante como el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado y el papel de la vanguardia revolucionaria en ese proceso. Luego de haber escrito un material “bruto”, se decidió consultar al Grupo de Propaganda Marxista, de España. Los compañeros del GPM respondieron al trabajo original, haciendo algunas observaciones, tanto de contenido como de forma. La mayoría de las sugerencias del GPM fueron incorporadas en los párrafos originales del trabajo y las observaciones más extensas que realizaron, fueron dejadas en letra Arial 9 en negritas precedidas de una aclaración. Algunos errores de apreciación no fueron corregidos y fueron dejados encerrados entre <<>> sucedidos del comentario del GPM. Con esto, se pretende darle un carácter más interactivo al texto y respetar, a grandes rasgos, la realidad del mismo en cuanto a su confección. Los aportes más importantes del GPM al trabajo original, fueron el haber cuestionado el papel clave que nosotros atribuíamos a la vanguardia en cuanto a la organización del proletariado, así como el aporte de una extensa memoria histórica que ha ayudado a contextualizar muchas de las citas que empleamos.
Resumen
En el presente trabajo se discute la proposición sostenida por una parte importante de la izquierda según la cual la conciencia de clase de los asalariados se desarrolla fundamentalmente por vía de la lucha-enfrentamiento. Partiendo del momento actual, signado por más de 30 años de retroceso político, e intentando tomar en gran medida los aportes de Lenin, presentamos el papel que juega la teoría revolucionaria aplicada sobre la práctica de las masas que se enfrentan al capital en la conformación de la conciencia de clase y en la lucha por la conquista del socialismo. Sostenemos que sólo comprendiendo la teoría revolucionaria y la lucha de las masas como una unidad dialéctica referida a la realidad material a transformar, pueden superarse tanto las concepciones propagandistas como espontaneistas, para promover avances reales en términos de acumulación de fuerzas. Se destaca en todo el artículo, el papel clave que cumple la vanguardia revolucionaria como <<organizadora>> educadora y dirigente de la clase, principalmente de los elementos más activos de la misma: la llamada vanguardia natural. Por eso mismo, el artículo concluye destacando la importancia que sigue teniendo hoy la teoría leninista del partido revolucionario para la consecución del socialismo.
Comentario del GPM <<En cuanto a que uno de los papeles “clave” de los revolucionarios consiste en “organizar” a la clase, esto no ha sido confirmado por la historia. Así como los revolucionarios no inventaron los sindicatos ni ninguna otra forma organizativa para la lucha por determinadas reivindicaciones inmediatas, como por ejemplo las coordinadoras, tampoco inventaron los consejos de fábrica ni los soviets. Cada forma de lucha y los medios alternativos de acción a emplear, son un producto de la teoría revolucionaria aplicada al movimiento de masas, de los contenidos de la propaganda y de las consignas de acción. Pero una vez que —mediante el discurso revolucionario— las masas toman conciencia de los objetivos políticos, de la forma de lucha a adoptar y de los medios de acción a emplear, esta conciencia alumbra espontáneamente en la conciencia de las masas el cómo organizarse y así lo hacen.>>
Introducción: Necesidad de la lucha contra el revisionismo
En todo período de reflujo del movimiento de masas, se acentúan diversas desviaciones de las cuales queremos destacar dos. La primera es la del sectarismo -de matriz izquierdista- que se consolida como producto del repliegue defensivo y de la radicalización “en abstracto” de los principios: la propia resistencia se confunde con el aislamiento y el temor a actuar en espacios adversos en términos de correlación de fuerzas. El segundo desvío es el del reformismo -de matriz oportunista- que tiene que ver con la adecuación gradualista a la lucha por reformas subvalorando la orientación subversiva de la estrategia. En este caso, la dialéctica entre reforma y revolución se rompe, tornándose la reforma fin y medio. Se cae en el famoso lema de “el movimiento lo es todo, el objetivo final no es nada” de Eduardo Bernstein.
Luchar contra el sectarismo y contra el reformismo son, por tanto, tareas concretas fundamentales que se presentan actualmente a la hora de plantearnos intervenir en el movimiento de masas. Esta lucha supone, a su vez, conjugar de modo dialéctico la flexibilidad con la intransigencia: nos impulsa a ser flexiblemente intransigentes. Por un lado, la lucha contra el sectarismo nos empuja a trabajar con apertura y paciencia en el movimiento de masas, con el objetivo de apuntar a la unidad de la clase en su enfrentamiento cotidiano contra el capital, nos lleva a “abrir el juego” para golpear con fuerza y desde “abajo”, esto es, desde las luchas inmediatas. En esto, precisamente consiste la política del frente único. Por otro, la lucha contra el reformismo nos empuja a ser intransigentes en la estrategia, a luchar por la perspectiva socialista de la lucha inmediata, debatiendo con las tendencias no revolucionarias que ahogan esa lucha en las reformas. Todo esto, con el objetivo de golpear al capital desde “arriba”, esto es, desde el terreno de las ideas y la estrategia política.
Ambos desvíos aparecen, a su vez, como consecuencia del desarrollo de la actitud revisionista ante el marxismo. Actitud que se instala en el movimiento revolucionario como reflejo “interno” de la ofensiva ideológica “externa” de la burguesía y que no resulta en otra cosa que en el abandono de los principios-ideas fundamentales que orientan la estrategia revolucionaria. Estamos hablando del terreno político-ideológico en el que se disputa la orientación efectiva del movimiento y, por tanto, la posibilidad de trascender la sociedad burguesa. No estamos hablando aquí de “ideas-entelequias” que se acoplan metafísicamente al movimiento, sino, de ideas-fuerza, de verdaderas “armas” que pueden fundirse y “apoderarse de las masas”. En este sentido, planteamos que parte de la tarea del presente consiste en luchar contra el revisionismo en tanto justificación ideológica de la práctica política oportunista que guía continuamente al movimiento al cepo de la conciliación de clases.
En vez de educar “tácticamente” al movimiento sobre la conveniencia de apoyar tal o cual fracción “progresista” o “antiimperialista” de la burguesía -como desde hace muchos años gran parte de la izquierda viene proponiéndonos- aquí se sostiene que la tarea estratégica de los socialistas sigue siendo la de demostrar, y por tanto, educar la conciencia de la vanguardia natural, que los males que enfrentamos como trabajadores no encontraran solución al interior del sistema capitalista. Nuestros intereses son irreconciliables, por eso nuestra independencia ideológica es políticamente necesaria. Esto pone en evidencia la importancia de recuperar el legado del marxismo revolucionario de los primeros socialdemócratas -especialmente el de Lenin- para los cuales, la socialdemocracia era en esencia:
“La unión del movimiento obrero con el socialismo. (Como la socialización de los medios de producción al interior del Estado obrero: la dictadura del proletariado) Su cometido no estriba en servir pasivamente al movimiento obrero en cada una de sus fases, sino en representar los intereses de todo el movimiento en su conjunto, señalar a este movimiento su objetivo final, sus tareas políticas, y salvaguardar su independencia política e ideológica“ Lenin, V: “Tareas urgentes de nuestro movimiento”. (1900) (El subrayado es nuestro)
El capitalismo, en tanto modo de producción social, es un sistema cuyas leyes de funcionamiento se “imponen con férrea necesidad” estableciéndose objetivamente, esto es, “de hecho”, sin pasar antes por la conciencia. O lo que es igual: esas leyes no se pueden adecuar a los deseos ni modificar por ninguna política de “justicia distributiva” o como se la quiera llamar. Y el resultado de esas mismas ciegas leyes —los daños sociales que se derivan de ellas— es lo que, junto con la teoría revolucionara aplicada al movimiento espontáneo, alumbra en las masas la necesidad objetiva de acabar con esas leyes mismas. Por tanto, desarrollar el conjunto de condiciones para derrocar revolucionariamente a la burguesía es la única alternativa que nos permitirá avanzar hacia otro tipo de sociedad, en la cual la explotación de una mayoría de seres humanos por una minoría relativa, cada vez más minoritaria, deje inevitablemente de existir. Este hecho, requiere que una parte considerable de los explotados tomen conciencia de su verdadera situación social, es decir, comprendan la necesidad de acabar con el capitalismo, y asuman su misión histórica.
A propósito de esto, en una entrevista concedida a la revista América Libre, Paulo Freire decía parafraseando a Marx “que la burguesía (en tanto personificación del capital) no puede formar a la clase trabajadora, a no ser, para reproducir a la clase trabajadora (en tanto personificación del capital variable)como tal” [1] esto es, para formarla como clase para ella misma sin trascender la relación capitalista. Esto “es obvio” afirmaba. Por eso, para que la clase trabajadora “encarne” una dimensión política realmente transformadora, “ésta se tiene que formar en una perspectiva <<contradictoria y antagónica>> con la visión de la clase burguesa[2] ”.
Comentario del GPM <<Decir que una relación es “contradictoria y antagónica” constituye un redundancia porque toda contradicción supone antagonismo. Y el caso es que la relación entre proletariado y burguesía no sólo es antagónica sino al mismo tiempo lógica e históricamente irreconciliable. El antagonismo entre los términos de una relación define su carácter contradictorio. Pero lo que hay que dilucidar es la esencia de la contradicción, si la lógica entre sus contrarios es conciliable o irreconciliable. Por ejemplo: radicalismo y peronismo, en tanto que son políticamente antagónicos, ambos partidos constituyen una relación dialéctica. Pero esencialmente, es decir, en términos sociales, son la misma cosa, porque ambos partidos constituyen la expresión política de dos sectores de una misma clase social: la burguesía. Por tanto, estamos ante una relación dialéctica cuyos términos son tácticamente antagónicos pero estratégicamente aliados. Por tanto, conciliables y complementarios. En cambio, los términos de la dialéctica entre las dos clases universales antagónicas —burguesía y proletariado— no sólo son contradictorios, sino lógica e históricamente irreconciliables. Sin esta necesaria precisión, proponer que el proletariado “ ‘encarne’ una dimensión política realmente transformadora” resulta ideológicamente ambiguo y políticamente neutro.>>
En otras palabras, no sería posible superar la “sociedad injusta”, en este caso la sociedad capitalista, asentada en la explotación de los trabajadores-productores por la burguesía mediante la extracción de trabajo no remunerado, sin que los primeros se re-conozcan como explotados y nieguen a sus explotadores..
Comentario del GPM <<La sociedad burguesa no es una sociedad injusta sino irracional. Dado que todo derecho consiste y ha consistido en aplicar una misma ley (igual) a individuos desiguales, desde este punto de vista, injusto es no cumplir con la ley. De esto en su “Crítica del Programa de Gotha” Marx concluye en que el derecho, la justicia, “es el derecho de la desigualdad”. Por tanto, una de las tareas históricas del proletariado consistirá en acabar con el derecho, con todo derecho, empezando por implantar un derecho desigual en la sociedad de transición al comunismo. Por otra parte, toda negación supone confirmar la relación del término dialéctico que se niega. Sin negación no hay relación. Es el “ser para sí” que muy a menudo se confunde con la “autoconciencia”. Ver: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Por tanto, para referirse a la emancipación del proletariado, lo correcto no es hablar de “negación” del capital por el proletariado, sino de negación de la negación. En tanto que niegan a sus patronos mediante la lucha por sus reivindicaciones inmediatas, los asalariados se distinguen de ellos y así devienen “clase para sí”. Pero esto no supone superar la relación sino confirmarla. El acto de la negación dialéctica se produce dentro de la relación entre patronos y obreros como algo de andar por casa. Por tanto, no hace más que confirmarla. No se trata, pues, de negar a los burgueses sino de negar esa negación, es decir, negar la relación. Tal es la condición suficiente para que la posibilidad de superarla deje de ser abstracta y pase a ser real. >>
Esta negación de la negación que tienen que efectuar los trabajadores, supone un movimiento de la conciencia “hacia fuera” seguido inmediatamente por un acto deliberado de voluntad tendente a trascender la relación. Movimiento que llevaría a romper con el carácter alienado del trabajo en la sociedad burguesa, generando las bases ideológicos para proyectar y realizar políticamente en la acción otro tipo de sociedad donde no exista explotación.
Ahora bien, ¿Cómo se conforma esta conciencia de clase antagónica e irreconciliable en el movimiento de masas? ¿Cuál es la contribución de los revolucionarios en la tarea de alumbrar esa conciencia? ¿En qué o bajo qué circunstancias o condiciones se torna ostensiblemente revolucionario este trabajo en el movimiento de masas? ¿Cuál es el papel de la teoría y cual el de la lucha de masas? ¿Como influye lo material objetivo y como lo espiritual revolucionario? Este es, justamente, un campo donde han existido y existen diferencias importantes no sólo respecto del “progresismo de la izquierda burguesa”, sino, también en el mismo seno de la izquierda autoproclamada revolucionaria. Son estos temas los que ocuparan principalmente la atención del presente trabajo.
[1] Lo entre paréntesis es nuestro.
[2] Freire P. (1998), Revista América Libre Nº2. p-115
El papel de la teoría en la lucha de clases
La posición que aquí se esgrime choca con aquellas tendencias que sostienen, subvalorando el “elemento conciente”, que la clase trabajadora desarrolla su conciencia de clase fundamentalmente por vía de la lucha-enfrentamiento, postulado en que, por cierto, -y paradójicamente- parecen coincidir no sólo algunas agrupaciones estalinistas, sino también trotskistas [3] . Es bastante conocido el hecho de que el estalinismo convirtió la letra viva del marxismo en manual inerte para “obreros” y que sobre la base de la “despolitización soviética de masas” la “desteorización marxista” y la prohibición de las polémicas internas, asentó su política menchevique de conciliación de clases con la pequeñoburguesía y su dominación burocrática hacia la clase obrera.
Un dirigente de esta corriente -expresando este mecanicismo- nos decía hace tiempo “que los pueblos hacen las revoluciones con o sin teoría” hablándonos después largamente de las cuestiones objetivas e históricas que impulsan a las masas a la lucha. Nos decía que “solamente la pequeña burguesía puede llegar a la conciencia de clase por vía de la teoría”. En una polémica con otro compañero -maoísta en este caso- sobre la valoración del 19 y 20 de diciembre del 2001 en Argentina, en la cual, siguiendo a Rolando Astarita y al Grupo de Propaganda Marxista [4] , sosteníamos que los ganadores fueron los sectores burgueses y que no era una buena táctica jugar con la memoria histórica de lo que fueron esos hechos agitando irresponsablemente “argentinazos” cuando las condiciones distan mucho de ser verdaderamente insurrecciónales, frente a nuestra posición se respondía diciendo <<pero grave nos equivocaremos si no valoramos correctamente lo hechos y las situaciones y buscamos “los “flecos” en vez del “poncho”>>. Identificando “los flecos” con la crítica teórica y “al poncho” con la lucha de las masas. Este compañero llegó a afirmar que la lucha en Bolivia fue “boleando” presidentes burgueses hasta que llego Evo Morales. Existen innumerables ejemplos de estas corrientes que destacan invariablemente el rol de la práctica, de la lucha, experiencia, etc., por sobre la teoría. Y hay que aclarar que esto no es nada nuevo: los mencheviques criticaban a los bolcheviques tildándolos de teóricos y Rosa Luxemburgo fue muy elocuente con su crítica al “practico” Bernstein. Es que todos los reformistas han intentado siempre sacarse el pesado lastre de la teoría marxista, porque esta teoría es la única que ciertamente, prescribe la acción revolucionaria [5] . Al enaltecer la capacidad y sabiduría de las masas -su marcha espontánea- rebajan su propia responsabilidad como revolucionarios y hacen el caldo a la burguesía. Esto es lo que lleva a los representantes de estas tendencias a juzgar como izquierdismo toda acción que no sea la de someterse “sensatamente” a la realidad actual del movimiento. En este sentido, tenía razón Nahuel Moreno cuando afirmaba que:
“Los socialdemócratas traicionan a los trabajadores en el terreno de la política electoral; los stalinistas en el terreno de la lucha diaria. Es una verdadera división del trabajo.” En Problemas de organización
Por otro lado, debajo del “consignismo transicionista” con el que se ha manejado gran parte de la izquierda trotskista, subyace también la creencia de que es en la lucha-movilización donde surge la conciencia de clase. En el programa de transición, escrito por Trotsky en 1938 para el período de convulsiones que precedía a la segunda guerra mundial [6] , se proponía un tipo de programa que disolvía en una misma línea de acción -llamada de transición- el programa máximo y mínimo con el que había venido trabajando tanto la izquierda socialdemócrata como la comunista. En este nuevo programa, la consigna se convertía en el “puente” que unía la conciencia inmediata de las masas con su conciencia socialista: siendo la movilización, la manera de concretarla.
“Es preciso ayudar a la masa, en el proceso de la lucha, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Este puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado” […]El viejo “programa mínimo” es constantemente superado por el programa de transición cuyo objetivo consiste en una movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria”. León Trotsky: “El Programa de Transición”. (El subrayado es nuestro) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Al seguir operando con este programa en condiciones no-revolucionarias –como las de 1938- muchos grupos trotskystas que desde entonces siguieron ciegamente la filosofía política del “Programa de transición” terminaron convirtiendo sus consignas en una herramienta abstracta e impotente y desenvolviendo, por cierto, dinámicas oportunistas [7] . En un caso, las consignas de lucha por el programa mínimo son una herramienta de comunicación de la vanguardia con las masas. En otro –el Programa de Transición- y más allá de la buena voluntad, cualquier consigna es un mero instrumento estratégicamente inocuo de agitación del partido sobre la masa.
Es por esto que ante toda esta confusión sembrada por “propios” y “ajenos” entendemos que es necesario volver a estudiar las tesis de Lenin según las cuales:
“Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad práctica”Lenin, V. “Qué Hacer”(1902).
“No puede haber un fuerte partido socialista sin una teoría revolucionaria que agrupe a todos los socialistas, de la que estos extraigan todas sus convicciones y la apliquen en sus procedimientos de lucha y métodos de acción” Lenin, V: “Nuestro programa” [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] p-128.
Comentarios del GPM <<Aquí hay un salto en el que nos quedamos sin explicar el valor político de la teoría en cuanto a que:
el signo de las consignas (defensivas u ofensivas) en cada período de la lucha de clases, debe surgir del “análisis concreto de la realidad económica, social y política concreta”, que constituyen las premisas materiales y espirituales de la revolución; que desde el punto de vista del proletariado, la consigna para la acción en cada momento como producto de este análisis concreto —del concreto pensado o científico de la realidad— es inconducente a los fines revolucionarios si se desconoce la herramienta necesaria y precisa para elaborarla, tal como sucede en cualquier proceso de trabajo cuyo producto llegue a ser una realidad efectiva para la sociedad, en nuestro caso, realidad política efectiva. Y, que el único herramental del proletariado para tales propósitos es el Materialismo Histórico. En “La Ideología alemana” Marx y Engels definieron con toda precisión científica el carácter de esa herramienta:
“Para nosotros, el comunismo no es un estado que deba implantarse, un ideal al que deba sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente”.
De todo esto se desprende que, desde el punto de vista revolucionario la práctica social es una unidad dialéctica complementaria o no antagónica entre práctica teórica y práctica política, donde —para decirlo en términos aristotélicos— a primera funge como causa formal o guía de la segunda que es su causa eficiente, ambas en función de la causa final que es la revolución[8]. El corolario de este razonamiento es que, si la práctica teórica y la práctica política constituyen la practica social como unidad dialéctica entre ambas, y si la práctica social del partido revolucionario consiste en fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero, la práctica social del movimiento obrero revolucionario consiste en hacer la revolución.
¿Qué significa esto de “fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero”? Por un lado supone que el partido interviene en el movimiento obrero espontáneo, y que sus miembros llevan allí la teoría revolucionaria aplicada a la lucha de clases en cada momento, tanto bajo la forma de propaganda, esto es, de explicación de las razones de clase políticas de cada conflicto, como bajo la forma de agitación o propuestas concretas para la acción.
Esta práctica social no sólo lleva implícita la práctica teórica (de explicarse y explicar las condiciones de la lucha o correlación política de fuerzas fundamentales en cada momento de la realidad actual del capitalismo), sino, de hecho, la práctica política de dirigir al movimiento espontáneo, tarea que se sintetiza en las con signas de lucha. Y cuando hablamos de la teoría, del materialismo histórico aplicado a cada conflicto, queremos significar que no se trata de explicar los principios generales del materialismo histórico, es decir, la herramienta en sí misma, en qué consiste y cómo está hecha esa herramienta política, sino de explicar cómo se usa esa herramienta. ¿Por qué? Pues, porque el movimiento espontáneo aprende por experiencia, por manejo de una cosa para hacer otra. Antes de la toma del poder, los revolucionarios no tenemos universidades de masas con capacidad material y tiempo para enseñar a todos los asalariados los fundamentos teóricos del materialismo histórico. Apenas si podemos aprender estos fundamentos como autodidactas, entre nosotros, dentro del partido, en las escuelas de cuadros, apelando a la memoria teórica del movimiento, que con eso es más que suficiente.
En el curso de esta experiencia, aquellos compañeros más lúcidos y abnegados en la lucha que demuestren interés por conocer los fundamentos del materialismo histórico, todas estas cosas que decimos aquí, esa demostración es signo de que están sobre el camino de la autoconciencia, de la conciencia de clase. Esos elementos pasan a engrosar el partido. Así procedieron los bolcheviques; tal es, sumariamente, la lógica que Lenin desplegó en su “¿Qué Hacer?”
En síntesis, queel Partido Comunista Internacional debe formar parte constitutiva del movimiento real de la sociedad, actuando al interior del movimiento obrero, como unidad dialéctica complementaria entre el movimiento obrero espontáneo y el movimiento político autoconsciente. Pero éste último se concibe organizado independientemente, tanto respecto del movimiento espontáneo como respecto de los demás partidos, sean de composición obrera o burguesa. Entendemos al Partido revolucionario como la fusión orgánica entre el materialismo histórico y la parte de la clase asalariada que decida convertirse en portadora de esas ideas revolucionarias. Su objetivo es unificar políticamente al movimiento obrero espontáneo en torno a las ideas del materialismo histórico aplicado, cuya síntesis es el programa (Mínimo o máximo según la correlación política de fuerzas), para actuar con conciencia de clase en el sentido de las leyes que presiden el movimiento económico de la formación social burguesa previstas por la teoría revolucionaria, tratando de trasladar las contradicciones económicas y sociales cada vez más agudas del sistema, al terreno político; dirigiendo el proceso en sentido revolucionario al mismo tiempo que tratando de “acortar y mitigar los dolores” del necesario parto socialista.
La formación del partido no pasa, pues, por la tarea previa de unificar a la clase en torno a la lucha reivindicativa pretendidamente independiente de la patronal y de la burocracia sindical, sino que es al revés: dadas las condiciones objetivas y subjetivas favorables, el proceso de unificación clasista del proletariado se desarrolla y extiende según el ritmo en que una parte socialmente significativa de su vanguardia política se unifica en torno a la teoría revolucionaria: el Materialismo Histórico. Tal es la acertada significación de las palabras de Lenin cuando en su “¿Qué Hacer?” dijo que: “sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”
De hecho, los gérmenes del partido bolchevique no surgieron de ninguna experiencia previa de unificación clasista del proletariado ruso por la base, sino que su principio activo, discurriendo por completo al margen del movimiento espontáneo de las luchas obreras —aunque estimulado por él—- consistió en unir a la intelectualidad revolucionaria rusa en torno al Materialismo Histórico.
Desde 1895 en que se constituyó la “Liga para la liberación de la clase trabajadora de San Petersburgo” —uno de cuyos miembros principales fue Lenin en compañía de Plejanov, Martov, Axelrod y otros— el cumplimiento de esa tendencia a la unidad socio-política de la teoría revolucionaria, fue el resultado de un proceso de lucha ideológica encarnizada entre distintas corrientes de pensamiento al interior del movimiento político del proletariado. En ese momento Lenin se dio cuenta de que el aglutinante para que una pequeña organización o grupo de organizaciones moleculares dispersas sintetizaran en un gran partido, es la teoría revolucionara, el materialismo histórico aplicado a la realidad económico-social de Rusia, porque de ahí surgen con exactitud las líneas directrices de la acción política y el programa del futuro partido. Esta idea inspiró su gran obra fundamental: “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, arma con la que el POSDR dio su exitosa batalla contra el populismo encarnado en los “eseristas” del “Partido Socialista Revolucionario”.En el curso de ese proceso, aun cuando sería totalmente falso decir que los soviets de 1905 fueron teóricamente previstos por el POSDR, lo cierto es que sus militantes contribuyeron muy mucho a que el movimiento obrero ruso sintetizara políticamente en esa forma organizativa singular de eficacia revolucionaria históricamente insuperable.)
Esta claro que bajo la influencia de la vida social y la propaganda burguesa, los trabajadores no pueden formarse de manera espontánea otra imagen del mundo que no sea la de su clase dominante. Aquello de que “las ideas de las clases dominantes son las ideas dominantes en cada época”[9] no significa que estas ideas ingresen por la cabeza a garrotazos, sino, fundamentalmente, por el simple hecho práctico de que desde temprana edad, los trabajadores aprenden “por los pies” que para vivir necesitan de un capital que los emplee. Su propia existencia es una existencia ligada de manera orgánica y complementaria a la existencia del capital. Por esta razón, Lenin afirmaba que espontáneamente —es decir, sin mediar la razón científica [10] —, los trabajadores no podían transgredir la ideología burguesa, incluso en el desplegar de su lucha contra sus patronos, por mas encarnizada que se la pueda imaginar:
“La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista (sindical), es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc.” Lenin, V: “¿Qué hacer?. Cap: Comienzo del ascenso espontáneo”. (1902) (lo entre paréntesis es nuestro)
Hegel decía que la falta de libertad <<consiste solamente en que nosotros somos en otra cosa en nosotros mismos>> [11] En nuestro caso, los trabajadores somos en otra cosa: en el capital, en nosotros mismos. Para el capital, sólo existimos como fuerza de trabajo disponible, esto es, como capital variable. Dicho más llanamente, no poseemos una existencia independiente, sino que vivimos y trabajamos -la mayor parte de nuestro tiempo- para otros: nuestra clase dominante.
Comentario del GPM <<No es lo mismo pensar que el asalariado sea “en otra cosa, en sí mismo”, que sea “en otra cosa en sí mismo”. Lo primero, mediando la coma, es una contradicción en sus propios términos, porque al mismo tiempo que se le atribuye “ser para sí”, se afirma que el proletariado es un “ser en sí”. El ser en sí es el ser aislado carente de relación, en tanto que el “ser para sí” es el ser según otro dentro de una relación; es el ser que toma conciencia de su situación, de lo que es, pero no por sí mismo sino a través del otro termino de su relación con él, en nuestro caso, el patrón capitalista y el Estado. Cuando Hegel dice que la ausencia de libertad consiste en el “ser para sí en nosotros mismos” el “nosotros mismos” equivale a la conciencia enajenada.
Al observarle en su relación con el capital —que es como el asalariado se muestra desde su origen— no se le puede concebir o conceptuar como un “ser en sí”, dado que se encuentra dentro de su relación con el capital. Por lo tanto, a través de esa relación con su otro, es decir, de su lucha contra el otro, el proletariado adquiere de hecho conciencia de su “ser para sí”, tiene conciencia de su ser según otro y dentro de una relación de dominio con su otro —la relación capitalista—, o sea, según la forma económico-social del capital; y como tal, se reconoce en el otro como capital variable, es decir, como clase subalterna. En este sentido, la libertad del proletariado no consiste en su ser para sí sino en la autoconciencia de su ser —dentro de la relación con el capital y al mismo tiempo fuera de ella. La autoconciencia es la libertad del proletariado en acción dentro de la relación con el capital, tendente a salirse de la relación para darse otra según el dictado de su autoconciencia, de la racionalidad humana universal en trance de sacudirse su enajenación o supeditación al capital. Tal es la condición suficiente para luchar por su emancipación humana.>>
Ahora bien, si los trabajadores no pueden adquirir autoconciencia por si mismos -porque, en esencia, la conciencia revolucionaria es ciencia y su situación práctica inmediata se lo impide- ¿Cómo se logra esto? ¿Desde dónde se puede llegar a superar esa inmediatez? ¿Cómo los asalariados pueden tomar conciencia entonces, de su rol histórico? Lenin responde a estas cuestiones planteando aquella tesis tan discutida de la “conciencia desde fuera”:
“Al obrero se le puede dotar de conciencia política de clase sólo desde fuera, es decir, desde fuera de la lucha económica, desde fuera del campo de las relaciones entre obreros y patronos” Lenin, V: “¿Qué hacer?. Cap: La clase obrera como combatiente de vanguardia por la democracia.” (1902) (El subrayado es nuestros)
Comentario del GPM <<Lenin jamás pensó ni propuso que ese “desde fuera” excluyera la participación de los revolucionarios en el movimiento espontáneo de los asalariados ni que, por tanto, tuviera una significación elitista. La proposición marxista de que la conciencia revolucionaria se introduce desde fuera de la relación capitalista constituye una ruptura epistemológica con la lógica teológica de Hegel, según la cual la dialéctica originaria entre el ser inmediato y la nada opera un autodesarrollo del ser hacia su concepto o autoconciencia de sí mismo al interior de la relación sin romper con ella. El Aufheben hegeliano es precisamente eso: la superación de la relación entre el ser y su concepto que se conserva intacta y se recrea eternamente en la Idea Absoluta.
Esto mismo es lo que pasa con la relación entre patronos y asalariados, donde el “Padre” dinero se vale de su “Hijo” la fuerza de trabajo, para hacerse autoconsciente bajo la forma de capital como símil del “Espíritu Santo” o Idea Absoluta y eterna en la lógica teológica hegeliana. Y en tanto el asalariado se siga comportando según la lógica del capital, no hay ruptura epistemológica ni, por tanto, política. Y el caso es que solamente a través de la lucha inmediata de los asalariados contra sus patronos por confirmarse como capital variable, no hay ruptura posible de la relación por más objetivamente necesario que esa ruptura pueda llegar a ser. Del mismo modo que las fuerzas productivas superan o rebasan periódicamente a las relaciones de producción capitalistas en las crisis económicas, desvalorizando y destruyendo el capital sobrante —incluido el capital variable— no es la primera vez que la expresión política de esas fuerzas productivas: los asalariados en lucha, logran derrocar a los gobiernos de turno de la burguesía. Pero así como en las crisis económicas las fuerzas productivas no consiguen trascender las relaciones de producción capitalistas mismas, sino que las preservan, el derrocamiento de gobiernos por la lucha de los asalariados tampoco consiguen tocarle ni un pelo a la expresión política de las relaciones de producción capitalistas, esto es, al Estado burgués. Y de este modo el sistema se conserva. Por eso Marx antes que Lenin concluyó en la necesidad de introducir la conciencia desde fuera de la relación económica y política entre el capital y el trabajo, proponiendo crear un partido que fuera la expresión político-organizativa de la ciencia, del Materialismo Histórico. ¿Por qué? Porque en tanto los obreros se conforman a su relación con el capital y se comportan como capital variable, la relación capitalista es una relación del capital consigo mismo. Es una relación dialéctica hegeliana, de opuestos sustancialmente idénticos y por tanto históricamente reconciliables, cuya síntesis no puede ser otra que reproducir más de lo mismo, esto es, la acumulación de capital o reproducción ampliada. Por tanto, la condición necesaria para superar históricamente la relación capitalista es su explicación científica, de ahí la obra teórico-económica de Marx. En tanto que la condición suficiente no puede ser otra que revolucionar la conciencia proletaria introduciendo la racionalidad científica “desde fuera” de la relación económica burguesa misma.>>
Esta conciencia desde “fuera” significa, lógicamente, desde fuera de la lucha económica, de la relación social capitalista, pero físicamente desde dentro del movimiento. Desde fuera de este presente de inmediatez en el que la propia vida enajenada embota la conciencia explotada de los trabajadores pero desde dentro de la racionalidad revolucionaria que pugna por educar su instinto de clase, y alumbrar su memoria histórica legada por la lucha revolucionaria de las generaciones precedentes. Ahora bien, una cosa es defender que la conciencia revolucionaria de los explotados les tendrá que venir necesariamente desde fuera y otra muy distinta deducir de ello que éstos no “saben nada”, que necesitan de “salvadores” o una “vanguardia iluminada” que les dote de conciencia y que “los libere” tratándolos como “objetos” o estableciendo “un nuevo tipo de dominación” etc.. Entre estas dos proposiciones hay una distancia enorme y resultaría ser una tergiversación vergonzosa del marxismo-leninismo.
Los revolucionarios deben combatir enérgicamente estas falsedades entre la militancia revolucionaria para romper el cerco de prejuicios ideológicos con el que la burguesía mantiene lobotomizada la memoria histórica de la clase asalariada. ¿Por qué? Porque esto que estamos comentando significa que tiene que existir el diálogo entre la ciencia y la experiencia, entre los aprendizajes del pasado y los obstáculos del presente, diálogo que no puede realizarse desde ningún otro lugar mas que desde dentrode la lucha de clases, aunque fuera de la relación capitalista como premisa ideológica de la lucha por la emancipación humana, tanto de los asalariados como la de los propios burgueses. Porque ellos también están enajenados, aunque, “esa enajenación les haga sentir bien” como dijera Marx.
Es cierto que en época de Marx, Engels, Kautsky o Lenin, el nivel cultural de la clase obrera era muy bajo y el saber científico en tanto “razón de ser” de la explotación, sólo podía ser portado por aquellos que poseían de un mínimo de condiciones de vida que a su vez, les permitiesen disponer de tiempo “libre” suficiente para el estudio y las tareas político-organizativas. No es de extrañar entonces, que los principales intelectuales del movimiento obrero fueran en aquellos tiempos, de extracción burguesa o pequeño burguesa. Ahora bien, debemos decir que esto hoy ha cambiado radicalmente, en tanto que el desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado hasta el presente ha elevado el nivel cultural y técnico de la clase trabajadora hasta el punto de que ésta se encuentra en condiciones de generar —y de hecho esta generando desde hace tiempo— sus propios cuadros políticos y técnicos. La historia pone ante nuestros ojos con mas brillo que nunca aquello de que “la liberación de la clase obrera será obra de la clase misma” ya que este hecho que acabamos de mencionar torna mucho más real la posibilidad de conquistar políticamente la sociedad socialista y, además, la de organizar técnicamente la producción social que a ésta le corresponde.
De este modo, afirmamos que una de las condiciones necesarias de la conciencia de clase del proletariado es la existencia de una vanguardia —portadora y transmisora de la teoría revolucionaria— a través de la cual, la clase se entienda y razone a sí misma: se piense para actuar. La clase necesita asumirse como tal, independizarse de su relación de sumisión al capital para establecer su propio proyecto histórico y, para esto, una parte de la clase, su parte más conciente, su destacamento de vanguardia, debe trabajar y fundir la teoría revolucionaria con el movimiento de masas, esta es la principal tarea que la vanguardia tiene por delante. Precisamente es por esta cuestión, que la burguesía pone especial empeño en aislar a las masas de su vanguardia, a fin de dejar a las masas huérfanas de dirección y alimento teórico revolucionario. Es en momentos de reflujo de las luchas obreras cuando la burguesía consigue con más eficacia el objetivo de alejar a la vanguardia de las masas, dejando al movimiento revolucionario al borde de la desaparición. Como ejemplo, Pierre Broué muestra el reflujo que siguió a la onda de ascenso revolucionario de 1905 en Rusia, en la cual, el partido que dirigió doce años más tarde la Revolución de Octubre, casi desapareció:
“El movimiento obrero se debilita: en 1905 hubieron más de 2.750.000 huelguistas; en 1906, 1.750.000; en 1907, sólo quedan 750.000; en 1908, 174.000; en 1909, 64.000; y en 1910, 50.000. En pleno 1907 el gobierno de Stolypin toma la decisión de acabar con el movimiento socialista. La coyuntura es favorable para esto fruto de las repercusiones de la crisis mundial en Rusia. El desempleo y la pobreza permiten al zarismo utilizar el retroceso para intentar liquidar los remanentes de organización. La represión se pone en marcha, las detenciones desmantelan los diferentes comités. La moral de los obreros se viene abajo y muchos militantes abandonan su actividad. Para 1907 eran en Moscú varios millares, hacía fines de 1908 sólo quedan 500, en 1909 solo 150, y en 1910 la organización ya no existe. En el conjunto del país los activistas efectivos pasan de casi 100.000 a menos de 10.000.” Pierre Broue: “Rusia 1917. “El partido Bolchevique” Ediciones “El Mundo al Revés”. Uruguay/2004. Pp. 14.
En este marco de ascensos y descensos, de avances revolucionarios y retrocesos contrarrevolucionarios, la tarea de la vanguardia, en tanto portadora del conocimiento científico de la realidad capitalista es encarnar los aprendizajes históricos –la teoría revolucionaria- que permitan mantener la continuidad revolucionaria en la necesaria discontinuidad de la lucha de clases. Según el Grupo de Propaganda Marxista:
“Esto es lo que hace a la naturaleza, a la objetividad, a la sustancia, del vocablo vanguardia revolucionaria. Que consiste en ser la continuidad revolucionaria dentro de la discontinuidad de la lucha de clases, es decir, que independientemente de los vaivenes de la historia sigue manteniendo el mismo rumbo, que no pierde la perspectiva de la revolución, que no se deja engañar por los espejismos de la historia, y para eso hay que tener un profundo conocimiento científico de la realidad, es decir, que la moral revolucionaria se nutre de la ciencia, del saber científico. Una moral militante sin fundamento científico sólo se sostiene alternativamente prendida de los movimientos de masa de magnitud durante los ascensos de las luchas y de la mística revolucionaria abstracta propia de las sectas durante los momentos de retroceso. Nada que ver con un comportamiento efectivamente subversivo.” GPM “Hegel, Marx y la Dialéctica”/2000 [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[3] Por ejemplo, como la corriente de Nahuel Moreno. Ver Osvaldo Garmendia (1991) “Crítica a Nahuel Moreno desde el Trotskismo” en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Ver también: Alejandro Barton (2002) “Para un análisis de la estrategia morenista sobre la construcción del partido. Apuntes en torno al primer documento del GOM”. Razón y Revolución Nº 9, otoño de 2002.
[4] Ver: Rolando Astarita(2002) “Interpretaciones alternativas sobre el 20 de diciembre en Argentina” Revista Argumentos [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] “El levantamiento contra De la Rua” en Debate Marxista Nº 4, segunda época, abril 2002. “Apropósito de Adoquines Decimonónicos y Cuerpos ofrecidos “en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (2006). Grupo de Propaganda Marxista, varios sobre la situación Argentina: Argentina.- Práctica política espontaneísta y teoría económica estancacionista abril 2002; Polémica con Sobrino Argentina.- Los parados y el “ser para sí” del proletariado abril 2002; Contestación a Horacio Pelman Argentina.- Los límites de la acumulación extensiva de capital y el genocidio (¿quién es responsable?) marzo 2002. Debate con Daniel de Santis la pequeña burguesía y el trabajo de los revolucionarios en la Argentina actual febrero2002. Nuestra posición ante los acontecimientos de diciembre del 2001 en Argentina (2001). En http://www.nodo50.org/gpm
[5] En la Editorial de la Revista Debate Marxista (1993) Nº 2 se dice “Los reformistas y los posibilistas han acusado siempre a los marxistas de “teóricos abstractos”, de “poco concretos”. Bernstein se vanagloriaba de que era “práctico” frente al “teoricismo” de Rosa Luxemburgo. En los congresos del partido socialdemócrata ruso previos a la revolución, los bolcheviques y mencheviques se dividían en la elección de los temas a tratar; mientras Lenin quería empezar discutiendo las cuestiones más generales – teóricas- los mencheviques consideraban eso una pérdida de tiempo, y proponían pasar a la resolución de las cuestiones “concretas”, “prácticas”.En lucha contra Stalin, Trotsky también se vio obligado a defender el papel de la teoría frente a las urgencias de los “prácticos”.¿Qué es lo que está en el fondo de esta discusión tan extraña?.El fondo del problema estriba en que los reformistas tratan de deshacerse de la “pesada carga” de la teoría marxista, de la explicación científica de la sociedad y de la lucha de clases, para adaptarse libremente a las exigencias que les impone su política posibilista (a la que califican de la única “realista”) [….]Hoy es más urgente que nunca volver a la tradición marxista y leninista, que afirma que la resolución de los problemas “prácticos” se logra a partir de tener claridad en el campo teórico..”
[6] Trotsky parte en su programa de la siguiente premisa “La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como fascistas, van de una quiebra a la otra. La burguesía misma no ve una salida.” [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] La realidad posterior indicaría que las fuerzas productivas no solo no se detendrían sino que crecerían a un ritmo bastante importante como lo marca el período que va desde 1945 hasta 1970.
[7] Para un análisis crítico de este programa ver Osvaldo Garmendia (1999) “Crítica al programa de transición” Cuadernos de la Liga Comunista. Existe una versión electrónica en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[8] Pero falta aquí la causa material, esto es, de qué se compone o está hecho el movimiento real del que hablan Marx y Engels en el pasaje citado de “La Ideología alemana”. ¿Cuál es esta premisa material? La sociedad civil, modo de producción, estructura, o base económica y social del sistema capitalista. ¿En qué consiste este movimiento real, en la sociedad capitalista? En los componentes sociales y políticos que interactúan al interior de la formación social capitalista, en tanto unidad dialéctica de estructura económica y superestructura ideológica, política y cultural, que tiende objetivamente al cambio revolucionario.
[9] C. Marx y F. Engels. (1985) Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista. I Capitulo de la Ideología Alemana En: C. Marx y F. Engels. Obras Escogidas en Tres Tomos. Tomo I. Ediciones Quinto Sol, S. A. México. 1985. Pág. 43.
[10] Para Freire esa tarea desde fuera no es otra cosa que la reflexión científica, teórica, que debemos realizar en lo que el llama contexto teórico ya que la propia práctica o experiencia no lo garantiza:“Esa toma de conciencia se da en el contexto concreto, es a través de su experiencia cotidiana, con toda la dramaticidad que ella entraña, que toman conciencia de su condición de oprimidos. Pero lo que no siempre les da su toma de conciencia, hecha en inmersión en su cotidianeidad, es la razón de ser de su propia condición de oprimidos. Ésta es una de las tareas centrales que debemos realizar en el contexto teórico.” Freire, Paulo (1998). La importancia de leer y el proceso de liberación. Siglo XXI Editores. (Lo subrayado y en negrita es nuestro)
[11] Hegel, G.(1983). Introducción a la Historia de la Filosofía. Sarpe. p-29.