Mikel Zalakain, exiliado político natural de Villabona, falleció ayer en Corsica, país en el que ha residido los últimos años tras romper su confinamiento en París. Antes conoció la cárcel en el Estado fránces, así como la muerte de su padre, también preso político vasco. Será incinerado mañana y se espera que sus cenizas vuelvan a Villabona la próxima semana.
El refugiado político villabonarra Mikel Zalakain falleció ayer a consecuencia de una grave enfermedad. Murió en Córcega, a cientos de kilómetros de su pueblo, y dando fin a 49 años marcados por las diferentes vertientes represivas que conviven en Euskal Herria, como la cárcel, el confinamiento y el exilio.
La noticia de su muerte fue difundida por el movimiento pro amnistía, que detallaba que fue un cáncer, diagnosticado hace tan sólo un mes, el que acabó con su vida. Indicaba, asimismo, que el cuerpo de Zalakain descansa en un tanatorio donde será incinerado mañana. Sus cenizas se esperan que lleguen a Euskal Herria a lo largo de la próxima semana.
Zalakain pereció a las seis de la mañana de ayer en la isla mediterránea donde residía junto a su compañera, Mila Otegi, y el hijo de ambos. Eligió Corsica como destino diez años atrás, con objeto de escapar de la represión que le acechaba desde que sólo contaba con 25 años.
En 1986 tuvo que abandonar Villabona, donde había nacido y crecido y a la que nunca ha tenido la opción de regresar en vida.
Pocos días después de su marcha, la Policía entró en su domicilio y se llevó arrestados a todos sus allegados: a su madre, Pili Esain; a su padre, también Mikel Zalakain, y a sus dos hermanos, Juan Antonio e Iñaki.
Dos años después fue el propio Zalakain quien conoció la detención y la cárcel junto a su compañera. Los dos fueros apresados por la Policía francesa en Ipar Euskal Herria; Otegi recobró su libertad nueve meses después.
Zalakain dejó atrás la cárcel francesa en 1992, pero el Gobierno francés lo confinó entonces en París.
Ocho años después, en el 2000, Zalakain decidió romper su confinamiento y huyó hasta que ayer fallecía en Corsica.
La nota emitida por el movimiento antirrepresivo alerta además de que las largas huelgas de hambre desarrolladas por este villabonarra en su estancia en prisión, le provocaron una úlcera crónica.
Zalakain conoce muy de cerca las duras consecuencias de las condiciones de vida en prisión y es que su propio padre falleció a consecuencia de las mismas en la cárcel de Martutene. Era el 30 de noviembre del 1990, a pocos meses de cumplir su condena, cuando un infarto acabó con su vida. El médico responsable de su situación llegó a sentarse en el banquillo de los acusados tras las demandas presentadas, pero todo acabó ahí.
"Captura internacionalizada"
Tanto el movimiento pro amnistía como Etxerat mostraron su pésame por la muerte de Zalakain, que consideran "una figura que encarna la dimensión de la represión que sufre Euskal Herria" y mostraron su solidaridad con sus familiares y amigos. Denunciaron, asimismo, que la "captura" de exiliados vascos ha sido "internacionalizada" por el Estado español, lo que ha "encrudecido" la vida de los cientos de ciudadanos vascos que conforman el Colectivo de Exiliados Políticos Vascos (EIPK). Exigieron, en este sentido, el respeto a que dichas personas puedan vivir libremente en su país, Euskal Herria.
Estos ciudadanos vascos son, a los ojos del movimiento pro amnistía, el reflejo de la situación que vive este país; "un reflejo que se deja ver por todas las partes del mundo", apostillaron, a la vez que mandaron un mensaje de agradecimiento a todas aquellas personas y agentes que los ayudan a lo largo y ancho del mundo.
GARA