El mundo después del coronavirus
Guillermo Cieza - marzo de 2020
publicado en La Haine - en el Foro en 2 mensajes
Una pandemia que adelanta la reconfiguración geopolítica del mundo
Distintos analistas coinciden en que la aparición de la pandemia se produjo en un momento histórico en que el sistema capitalista mundial se encontraba en las puertas de otra crisis más aguda que la de 2008-2009. El coronavirus adelantó los tiempos y agregó nuevos condimentos que deben ser analizados.
La crisis del 2008 había expuestos las debilidades del sistema capitalista mundial afectado por un excesivo crecimiento del capitalismo ficticio, caracterizado por que la deuda en circulación es mucho mayor que la riqueza material que respalda al capital. La globalización quedó averiada por la crisis de 2008 y frente a ese hecho surgieron distintas percepciones. Doce años después podemos advertir que sectores neoconservadores y del nacionalismo de derecha como los que expresan Donald Trump y Boris Johnson, comprendieron mucho mejor que los social-liberales (es un exceso calificarlos como socialdemócratas) y la izquierda que se venía una desarticulación de la globalización.
Esta se caracterizará en lo económico por un achicamiento de las cadenas de valor, en lo político por un repliegue en los Estados Nacionales, y en lo financiero por un 'default' masivo de deudas soberanas o corporativas. Hoy no resulta ningún hallazgo anticipar que el fallecido más famoso de la pandemia se llamará Unión Europea(1). Pero este movimiento defensivo no parece suficiente para detener el impacto de la crisis global, ni para salvar el pellejo de los EEUU como potencia hegemónica.
El crecimiento económico de China y su alianza con Rusia, que en el plano tecnológico y militar es una potencia de primera línea, ya había puesto en cuestionamiento la hegemonía estadounidense, pero ni los propios chinos esperaban superar a EEUU antes de 2025. La actual crisis con protagonismo de la pandemia agrega un condimento inquietante. Detrás del intercambio de acusaciones entre EEUU y China sobre el origen de la epidemia, la gran incógnita era si EEUU contaba o no con la vacuna para enfrentarla antes que se masificara.
Si esto hubiera sido efectivo se confirmarían las teorías conspirativas del virus inoculado intencionalmente en territorio chino por militares estadounidenses. Las primeras declaraciones de Trump no dando ninguna importancia a "esa gripecita" parecían indicar que sí tenían la vacuna, pero algunos gestos posteriores como el de pedir apoyo de Corea del Sur, o montar el show de ponerle precio a la cabeza de Maduro, parecieron sugerir lo contrario.
En la medida que fueron pasando los días y creciendo exponencialmente el número de contagiados estadounidenses, se empezó a perfilar el desastre sanitario en una emergencia donde no todo se resuelve con dinero. EEUU no tiene la vacuna y tiene un sistema de salud caro, basado en la medicina privada e ineficiente porque no menos del 40% de su población está excluida. Los dólares para comprar respiradores no compensan las redes necesarias de trabajadores de salud para hacer detección en los territorios de personas infectados, ni el personal sanitario capacitado suficiente para enfrentar la emergencia de cientos de miles de internados.
Su incapacidad para enfrentar la pandemia puede evidenciar otros problemas que por ahora han disimulado su condición de gran gendarme del sistema capitalista. El gigante tiene pies de barro. Su deuda externa supera los 21 billones de dolares y sus reservas no superan los 450 mil millones de dolares. La confianza en el dólar se mantiene sobre bases endebles, que pueden desnudarse si aparecen otros lugares de refugio más seguros para los capitales. Como ya se ha dicho, nadie es más cobarde que el capital.
Cada día que pasa el gran beneficiario de este adelantamiento de la crisis global parece ser China. La potencia asiática va a ser afectada por el derrumbe de la economía mundial, pero es un importador neto de petróleo en un momento en que sus precios se derrumban y no ha centrado sus inversiones en actividades como el turismo o la recreación masiva como lo han hecho muchos países europeos. China cuenta además con un poderoso mercado interno que, como hizo en 2008, le permite atemperar los excesos de producción. Sus trabajadores tienen margen para elevar sus salarios y casi la mitad de su población es rural.
En un proceso mundial de desconexión y de fortalecimientos de los Estados y del nacionalismo, si algo tiene China es un Estado fuerte y una poderosa identidad nacional. Esto le da sustento para superar la crisis y para asumir un papel hegemónico en la próxima globalización donde el centro se desplazaría de Occidente a Oriente. China viene realizando una minuciosa ingeniería política que empieza por Eurasia pero que se extiende a todo el mundo con proyectos de inversión, construcción de vías de transporte, localización y control de materias primas, convenios de comercio, etc [la llamada Ruta de la Seda].
En esta etapa de transición donde se diluye la globalización, también sucederá lo mismo con los organismos internacionales de control. El ejemplo más patético resultará ser la OEA, reducida apenas a un sello de goma, en manos del impresentable reelegido Luis Almagro.
Los tiempos de recambio de liderazgo y de debilitamiento de los organismos supranacionales son favorables a la tentación de dirimir posicionamientos geopolíticos en el terreno de las armas. Lo demostraron las dos guerras mundiales. EEUU es un león herido y en retirada, por lo que es una amenaza para la paz mundial.
Un mundo donde la Naturaleza ya ha demostrado que puede tomar venganza
David Harvey ha escrito: "Si quisiera ponerme antropomórfico y metafórico en esto, yo concluiría que el COVID-19 constituye una venganza de la naturaleza por más de cuarenta años de grosero y abusivo maltrato a manos de un violento y desregulado extractivismo neoliberal.".
Hay algunos debates sobre el origen del virus pero la opinión dominante lo vincula a una mutación de un virus de origen animal donde los murciélagos o los pangolines habrían sido huéspedes o intermediarios, pero también coinciden en que el lugar más propicio para estos saltos entre especies y reproducción de virus, son las instalaciones de encierre o confinamiento de animales para su cría o engorde.
Como afirma la investigadora Silvia Ribeiro. "Hay tres causas concomitantes y complementarias que han producido todos los virus infecciosos que se han extendido globalmente en las últimas décadas, como la gripe aviar, la gripe porcina, las cepas infecciosas de coronavirus y otras. La principal es la cría industrial y masiva de animales, especialmente pollos, pavos, cerdos y vacas. A ésta se le suma el contexto general de la agricultura industrial y química, en la que 75 por ciento de la tierra agrícola de todo el planeta se usa para la cría masiva de animales, principalmente para sembrar forrajes con ese destino. La tercera es el crecimiento descontrolado de la mancha urbana y las industrias que la alimentan y por ella subsisten"
El problema de la producción necesaria para una alimentación saludable no se resuelve en términos de elegir especies. Estas son respuestas que ha alentado el propio capitalismo, generando una industria sustitutiva de consumo no cárnico, destinada a los sectores medios y medios altos y que no analiza la vinculación de los modos de producción con su impacto en el medioambiente y la naturaleza.
El problema planteado está en el modo de producción caracterizado por el combo agricultura intensiva con destino de forraje y cría industrial y masiva de animales. Ese combo determinó por un lado, que se cambiara el destino de tierras ocupadas en la producción de alimentos diversos y se las utilizara para la producción de forrajes. Y por otro, que al reducir los animales de los campos y promover el encierre, la recuperación de suelos que hacían en forma natural (por bosta y orina) fue reemplazada por un aumento del uso de insumos químicos (herbicidas y fertilizantes).
Este proceso de cambios en el modo de producción ha generado por un lado todos las enfermedades derivadas de los animales en condiciones de encierro y el uso masivo e indiscriminado de antibióticos, y por otro todo, el daño ecológico que produce la agricultura industrial, donde debe incluirse la desertificación que reduce año a año los suelos agrícolas. Los que plantean que el problema son las especies de las que nos alimentamos y no el modo de producción, desconocen que los procesos de desertificación solo pueden revertirse con ganadería aplicando conceptos de pastoreo racional, copiando a la Naturaleza en la formación de los suelos.
Desde los orígenes de la humanidad la producción de alimentos estuvo asociada a planteos mixtos en los que se complementan virtuosamente la agricultura y la ganadería. La aparición de la agricultura industrial y el encierre de animales rompió ese sistema natural con las consecuencias conocidas.
La denuncia de las consecuencias del modo de producción desde bases científicas y sanitarias; el cuestionamiento de la distribución desigual de la propiedad de la tierra, que determina en última instancia la lógica con que se toman las decisiones productivas; el papel regulador de los Estados que pueden orientar las formas de producción y promover la democratización del acceso a la tierra, y la acción política de los consumidores, los movimientos campesinos, los trabajadores rurales y pequeños productores son algunos de los componentes indispensables para sustentar alternativas a este modelo de producción de alimentos, que la pandemia expone como un gran fracaso y un peligro para la humanidad.
La pandemia va a provocar como consecuencia inmediata escasez y encarecimiento de los alimentos, fenómeno que ya se detectaba en China por la catástrofe producida por la peste porcina, que ha eliminado buena parte del 'stock' de cerdos en encierre. Para enfrentar esta crisis la mejor respuesta está en la agroecología, que promueve la producción de alimentos diversos y saludables y la construcción de cadenas cortas de provisión de insumos y comercialización. De todas maneras, tomada la decisión de cambiar de un modelo de producción a otro, no se producen efectos automáticos, se requieren procesos de transición cuya aplicación no resuelve en el corto plazo la cuestión de la escasez de alimentos. En el mundo post pandemia se acrecentará un viejo conocido de la humanidad: el hambre.
Un mundo donde aumentará la precarización laboral, pero también la conciencia de derechos
La interrupción de las cadenas de producción como consecuencia de la pandemia no resultará gratis a los trabajadores. El primer efecto de la crisis se experimenta en despidos masivos, que se hacen sentir en EEUU donde ya se ha despedido a más de tres millones de trabajadores y en países como Argentina donde Techint ha tomado la posta despidiendo 1400 trabajadores de la construcción. Algunos analistas pronostican que los niveles de desempleo pueden llegar a cifras parecidas a la crisis de 1930.
El problema es que debemos advertir que este proceso de despidos y suspensiones masivas se dan en un contexto de avance hacia formas de producción menos intensivas en la utilización de mano de obra. La respuesta ingenua de que la crisis va a demostrar que muchas personas pueden trabajar desde sus casas, no toma en cuenta de que el capitalismo, que es cada vez mas proclive a promover la dependencia de los sistemas de producción inteligentes, aprovechara esta experiencia para profundizar la precarización del trabajo, reemplazando contratos laborales formales por empleos "de aplicación". No todos los que mandaron a su casa van a volver al trabajo formal. Se fortalecerá la "uberización" del trabajo.
Mas allá de estos aspectos negativos la pandemia está provocando una gigantesca experiencia global que expone crudamente que quienes sostienen la vida son los y las trabajadoras. Ha sido la clase trabajadora la que ha enfrentado los riesgos del contagio para poder garantizar los servicios básicos como electricidad, gas y agua; la recolección de residuos; el abastecimiento de comida y productos de higiene; la atención de la salud y los cuidados de quienes los necesitan.
Guillermo Cieza - marzo de 2020
publicado en La Haine - en el Foro en 2 mensajes
Una pandemia que adelanta la reconfiguración geopolítica del mundo
Distintos analistas coinciden en que la aparición de la pandemia se produjo en un momento histórico en que el sistema capitalista mundial se encontraba en las puertas de otra crisis más aguda que la de 2008-2009. El coronavirus adelantó los tiempos y agregó nuevos condimentos que deben ser analizados.
La crisis del 2008 había expuestos las debilidades del sistema capitalista mundial afectado por un excesivo crecimiento del capitalismo ficticio, caracterizado por que la deuda en circulación es mucho mayor que la riqueza material que respalda al capital. La globalización quedó averiada por la crisis de 2008 y frente a ese hecho surgieron distintas percepciones. Doce años después podemos advertir que sectores neoconservadores y del nacionalismo de derecha como los que expresan Donald Trump y Boris Johnson, comprendieron mucho mejor que los social-liberales (es un exceso calificarlos como socialdemócratas) y la izquierda que se venía una desarticulación de la globalización.
Esta se caracterizará en lo económico por un achicamiento de las cadenas de valor, en lo político por un repliegue en los Estados Nacionales, y en lo financiero por un 'default' masivo de deudas soberanas o corporativas. Hoy no resulta ningún hallazgo anticipar que el fallecido más famoso de la pandemia se llamará Unión Europea(1). Pero este movimiento defensivo no parece suficiente para detener el impacto de la crisis global, ni para salvar el pellejo de los EEUU como potencia hegemónica.
El crecimiento económico de China y su alianza con Rusia, que en el plano tecnológico y militar es una potencia de primera línea, ya había puesto en cuestionamiento la hegemonía estadounidense, pero ni los propios chinos esperaban superar a EEUU antes de 2025. La actual crisis con protagonismo de la pandemia agrega un condimento inquietante. Detrás del intercambio de acusaciones entre EEUU y China sobre el origen de la epidemia, la gran incógnita era si EEUU contaba o no con la vacuna para enfrentarla antes que se masificara.
Si esto hubiera sido efectivo se confirmarían las teorías conspirativas del virus inoculado intencionalmente en territorio chino por militares estadounidenses. Las primeras declaraciones de Trump no dando ninguna importancia a "esa gripecita" parecían indicar que sí tenían la vacuna, pero algunos gestos posteriores como el de pedir apoyo de Corea del Sur, o montar el show de ponerle precio a la cabeza de Maduro, parecieron sugerir lo contrario.
En la medida que fueron pasando los días y creciendo exponencialmente el número de contagiados estadounidenses, se empezó a perfilar el desastre sanitario en una emergencia donde no todo se resuelve con dinero. EEUU no tiene la vacuna y tiene un sistema de salud caro, basado en la medicina privada e ineficiente porque no menos del 40% de su población está excluida. Los dólares para comprar respiradores no compensan las redes necesarias de trabajadores de salud para hacer detección en los territorios de personas infectados, ni el personal sanitario capacitado suficiente para enfrentar la emergencia de cientos de miles de internados.
Su incapacidad para enfrentar la pandemia puede evidenciar otros problemas que por ahora han disimulado su condición de gran gendarme del sistema capitalista. El gigante tiene pies de barro. Su deuda externa supera los 21 billones de dolares y sus reservas no superan los 450 mil millones de dolares. La confianza en el dólar se mantiene sobre bases endebles, que pueden desnudarse si aparecen otros lugares de refugio más seguros para los capitales. Como ya se ha dicho, nadie es más cobarde que el capital.
Cada día que pasa el gran beneficiario de este adelantamiento de la crisis global parece ser China. La potencia asiática va a ser afectada por el derrumbe de la economía mundial, pero es un importador neto de petróleo en un momento en que sus precios se derrumban y no ha centrado sus inversiones en actividades como el turismo o la recreación masiva como lo han hecho muchos países europeos. China cuenta además con un poderoso mercado interno que, como hizo en 2008, le permite atemperar los excesos de producción. Sus trabajadores tienen margen para elevar sus salarios y casi la mitad de su población es rural.
En un proceso mundial de desconexión y de fortalecimientos de los Estados y del nacionalismo, si algo tiene China es un Estado fuerte y una poderosa identidad nacional. Esto le da sustento para superar la crisis y para asumir un papel hegemónico en la próxima globalización donde el centro se desplazaría de Occidente a Oriente. China viene realizando una minuciosa ingeniería política que empieza por Eurasia pero que se extiende a todo el mundo con proyectos de inversión, construcción de vías de transporte, localización y control de materias primas, convenios de comercio, etc [la llamada Ruta de la Seda].
En esta etapa de transición donde se diluye la globalización, también sucederá lo mismo con los organismos internacionales de control. El ejemplo más patético resultará ser la OEA, reducida apenas a un sello de goma, en manos del impresentable reelegido Luis Almagro.
Los tiempos de recambio de liderazgo y de debilitamiento de los organismos supranacionales son favorables a la tentación de dirimir posicionamientos geopolíticos en el terreno de las armas. Lo demostraron las dos guerras mundiales. EEUU es un león herido y en retirada, por lo que es una amenaza para la paz mundial.
Un mundo donde la Naturaleza ya ha demostrado que puede tomar venganza
David Harvey ha escrito: "Si quisiera ponerme antropomórfico y metafórico en esto, yo concluiría que el COVID-19 constituye una venganza de la naturaleza por más de cuarenta años de grosero y abusivo maltrato a manos de un violento y desregulado extractivismo neoliberal.".
Hay algunos debates sobre el origen del virus pero la opinión dominante lo vincula a una mutación de un virus de origen animal donde los murciélagos o los pangolines habrían sido huéspedes o intermediarios, pero también coinciden en que el lugar más propicio para estos saltos entre especies y reproducción de virus, son las instalaciones de encierre o confinamiento de animales para su cría o engorde.
Como afirma la investigadora Silvia Ribeiro. "Hay tres causas concomitantes y complementarias que han producido todos los virus infecciosos que se han extendido globalmente en las últimas décadas, como la gripe aviar, la gripe porcina, las cepas infecciosas de coronavirus y otras. La principal es la cría industrial y masiva de animales, especialmente pollos, pavos, cerdos y vacas. A ésta se le suma el contexto general de la agricultura industrial y química, en la que 75 por ciento de la tierra agrícola de todo el planeta se usa para la cría masiva de animales, principalmente para sembrar forrajes con ese destino. La tercera es el crecimiento descontrolado de la mancha urbana y las industrias que la alimentan y por ella subsisten"
El problema de la producción necesaria para una alimentación saludable no se resuelve en términos de elegir especies. Estas son respuestas que ha alentado el propio capitalismo, generando una industria sustitutiva de consumo no cárnico, destinada a los sectores medios y medios altos y que no analiza la vinculación de los modos de producción con su impacto en el medioambiente y la naturaleza.
El problema planteado está en el modo de producción caracterizado por el combo agricultura intensiva con destino de forraje y cría industrial y masiva de animales. Ese combo determinó por un lado, que se cambiara el destino de tierras ocupadas en la producción de alimentos diversos y se las utilizara para la producción de forrajes. Y por otro, que al reducir los animales de los campos y promover el encierre, la recuperación de suelos que hacían en forma natural (por bosta y orina) fue reemplazada por un aumento del uso de insumos químicos (herbicidas y fertilizantes).
Este proceso de cambios en el modo de producción ha generado por un lado todos las enfermedades derivadas de los animales en condiciones de encierro y el uso masivo e indiscriminado de antibióticos, y por otro todo, el daño ecológico que produce la agricultura industrial, donde debe incluirse la desertificación que reduce año a año los suelos agrícolas. Los que plantean que el problema son las especies de las que nos alimentamos y no el modo de producción, desconocen que los procesos de desertificación solo pueden revertirse con ganadería aplicando conceptos de pastoreo racional, copiando a la Naturaleza en la formación de los suelos.
Desde los orígenes de la humanidad la producción de alimentos estuvo asociada a planteos mixtos en los que se complementan virtuosamente la agricultura y la ganadería. La aparición de la agricultura industrial y el encierre de animales rompió ese sistema natural con las consecuencias conocidas.
La denuncia de las consecuencias del modo de producción desde bases científicas y sanitarias; el cuestionamiento de la distribución desigual de la propiedad de la tierra, que determina en última instancia la lógica con que se toman las decisiones productivas; el papel regulador de los Estados que pueden orientar las formas de producción y promover la democratización del acceso a la tierra, y la acción política de los consumidores, los movimientos campesinos, los trabajadores rurales y pequeños productores son algunos de los componentes indispensables para sustentar alternativas a este modelo de producción de alimentos, que la pandemia expone como un gran fracaso y un peligro para la humanidad.
La pandemia va a provocar como consecuencia inmediata escasez y encarecimiento de los alimentos, fenómeno que ya se detectaba en China por la catástrofe producida por la peste porcina, que ha eliminado buena parte del 'stock' de cerdos en encierre. Para enfrentar esta crisis la mejor respuesta está en la agroecología, que promueve la producción de alimentos diversos y saludables y la construcción de cadenas cortas de provisión de insumos y comercialización. De todas maneras, tomada la decisión de cambiar de un modelo de producción a otro, no se producen efectos automáticos, se requieren procesos de transición cuya aplicación no resuelve en el corto plazo la cuestión de la escasez de alimentos. En el mundo post pandemia se acrecentará un viejo conocido de la humanidad: el hambre.
Un mundo donde aumentará la precarización laboral, pero también la conciencia de derechos
La interrupción de las cadenas de producción como consecuencia de la pandemia no resultará gratis a los trabajadores. El primer efecto de la crisis se experimenta en despidos masivos, que se hacen sentir en EEUU donde ya se ha despedido a más de tres millones de trabajadores y en países como Argentina donde Techint ha tomado la posta despidiendo 1400 trabajadores de la construcción. Algunos analistas pronostican que los niveles de desempleo pueden llegar a cifras parecidas a la crisis de 1930.
El problema es que debemos advertir que este proceso de despidos y suspensiones masivas se dan en un contexto de avance hacia formas de producción menos intensivas en la utilización de mano de obra. La respuesta ingenua de que la crisis va a demostrar que muchas personas pueden trabajar desde sus casas, no toma en cuenta de que el capitalismo, que es cada vez mas proclive a promover la dependencia de los sistemas de producción inteligentes, aprovechara esta experiencia para profundizar la precarización del trabajo, reemplazando contratos laborales formales por empleos "de aplicación". No todos los que mandaron a su casa van a volver al trabajo formal. Se fortalecerá la "uberización" del trabajo.
Mas allá de estos aspectos negativos la pandemia está provocando una gigantesca experiencia global que expone crudamente que quienes sostienen la vida son los y las trabajadoras. Ha sido la clase trabajadora la que ha enfrentado los riesgos del contagio para poder garantizar los servicios básicos como electricidad, gas y agua; la recolección de residuos; el abastecimiento de comida y productos de higiene; la atención de la salud y los cuidados de quienes los necesitan.