Tendencias revolucionarias en Japón
Sen Katayama - año 1921
fuente: número 30 del Boletín comunista alemán del 21 de julio de 1921
La guerra de 1914-1918 reportó a la humanidad calamidades sin número. Los obreros y las clases no poseedoras de los países beligerantes todavía sufren de estas consecuencias. Todavía no hay paz para ellos. Son víctimas del militarismo que reina casi en cualquier parte del mundo. El nacionalismo, fuertemente teñido de jingoïsmo (chovinismo agresivo), predomina en todos los países de Europa y de América. El resultado de la guerra fue que los obreros y los pobres hoy son más oprimidos que nunca.
En el estado actual de las cosas, hay elección sólo entre dos dictaduras, cuya diferencia esencial es que una quiere ser que temporal, mientras que la otra se considera perpetua.
La dictadura del proletariado se mantiene sólo hasta el momento cuando la capacidad de reacción de la burguesía es abolida.
La dictadura burguesa, en cambio, tiene un carácter permanente, ya que se genera con el fin de mantener la dominación de la clase capitalista.
Desde que Japón se asimiló el sistema de administración de Occidente, los obreros japoneses literalmente han sido atropellados bajo el yugo de un poder capitalista y autocrático. La policía, los tribunales, las prisiones, el ejército, están siendo en Japón una serie de instituciones prestadas del extranjero y concebidas sobre el modelo alemán. Japón se colocó sin embargo sobre otro terreno respecto a las potencias aliadas. Durante la guerra, se enriqueció haciendo trabajar para sus aliados sus industrias de guerra. Éstas hacían beneficios a menudo variando entre el 75 y 100 %.
Miles de millones hicieron su aparición en el país. Japón, durante la duración de la guerra, se enriqueció a costa de los aliados. La prosperidad de la industria y del comercio exterior provocó una subida extraordinaria de precios de los artículos de primera necesidad y sobre todo de productos alimenticios. Realizadas grandes fortunas por todas partes por los capitalistas, los trabajadores recogían sólo algunas migajas. Es hasta exacto decir que sufrían de la carestía de los víveres, la subida salarios se situaba por detrás de dicha carestía. No pudieron sostener la miseria profunda que provocó la crisis del arroz, su alimento principal, y se sublevaron contra los comerciantes.
Los grandes motines irrumpieron en agosto de 1918. El movimiento se extendió a los tres cuartas partes del país. Cerca de 10 millones de hombres participaban en ellos. Las tiendas y los almacenes de numerosos comerciantes de arroz fueron quemados.Arrestaron a los amotinados por decenas de miles. Hubo 8 000 condenas de prisión y multas de los tribunales, que generalmente aplicaban el máximo. Es evidente que los motines fueron reprimidos por la fuerza, habiendo muertos y heridos en gran número. Fué únicamente después de una lucha porfiada que el movimiento fue quebrantado.
La actitud del gobierno japonés en esta circunstancia hizo saber a los trabajadores el verdadero papel de la policía y del ejército. Saben ahora que ambas son los instrumentos de los capitalistas y no tienen otra misión que la de reprimir los movimientos obreros. Los motines del arroz volvieron al ejército, la policía y, de modo general, a todas las autoridades muy impopulares. El antagonismo entre los obreros y el Estado no dejó desde entonces de crecer. En la misma época, las masas populares de Japón pudieron convencerse de su fuerza; saben que la policía y el ejército son impotentes contra una acción bien organizada.
La experiencia de agosto de 1918 les facilitó a los trabajadores japoneses el conocimiento de la Revolución rusa. Los trabajadores japoneses se apasionaron para los acontecimientos de Rusia, tan pronto como se enteraron de la caída de la autocracia y la del gobierno reaccionario de los capitalistas y de los propietarios. En una época cuando el derecho de voto todavía existe en Japón sólo para los ricos, ya el poder pasa, en Rusia, a los obreros y a los campesinos. Los soldados y los pescadores decepcionados de Siberia hicieron saber de modo preciso la vida rusa. Los periódicos nipones denuncian de vez en cuando la propaganda bolchevique entre las guarniciones japonesas de Siberia. Esta propaganda ha sido hecha por japoneses tan a menudo como por los rusos. Provocó un pánico efectivo en las autoridades militares, que toman a menudo contra ella medidas muy rigurosas.
Esta propaganda había tenido éxito en otras partes. Vimos en Siberia 27 soldados japoneses sublevarse, por ejemplo, contra sus oficiales y levantar la mano sobre ellos. Los culpables han sido repatriados a toda prisa y conducidos delante de los tribunales. Pero la propaganda se prosigue también en la metrópoli. Manifiestos clandestinos, de un carácter tal que sus autores incurrirían, si fueron conocidos, en la pena de muerte, circulan por ciertas unidades. Los numerosos soldados son encarcelados por haber sido encontrados en posesión de estas hojas sueltas de las que los autores son todavía desconocidos.
Encontramos muy característico el proceso reciente que trajo la condena de un profesor de Universidad, un portador del nombre aristocrático de marqués Okuma. Este profesor estudia el bolchevismo. Le habíamos enviado de Siberia las publicaciones rusas que la policía encontró en su casa. Esto basta con hacerlo condenar a algunos meses de encarcelamiento. La propaganda clandestina reviste proporciones imponentes. El gobierno cometió la falta pesada de prohibir toda literatura radical, prohibición que determina la actividad más intensa.
Desde los motines del arroz, los obreros japoneses continuaron combatiendo al capital por medio de las huelgas. La huelga está considerada en Japón como un crimen que provoca la detención inmediata y seis meses de trabajos forzados. Pero lo mismo que los motines del arroz, obra de las masas, revolvieron los grandes centros, las huelgas se multiplican en todas las industrias, a pesar de la ley de represión. En las fábricas, en los ferrocarriles, en las minas, las huelgas son diarias. Se acaban por éxitos o por reveses, sin aminorar el movimiento.
Nuestros obreros hicieron grandes esfuerzos para alcanzar en la industria, a sus hermanos de Occidente. Tuvieron mucho que aprender en el dominio de la técnica. De las correas de transmisión al martillo pilón, todo era nuevo para ellos. Aprendieron a servirse sin embargo de las máquinas y las herramientas primero importadas por Occidente y luego confeccionado en el mismo país. Saben ahora construir fábricas, ferrocarriles, vasos, acorazados, fundir cañones, fabricar municiones. Por cierto, no tuvieron tiempo de enterarse de otra cosa , y particularmente de iniciarse bien en la política y en las reformas sociales. A cada paso adelante, tuvieron que contar con la legislación reaccionaria.
Ahora que recibieron la enseñanza industrial técnica y que comenzaron a adaptarse al régimen capitalista, se proponen defender su mismo derecho contra la burocracia reaccionaria. Habiendo sabido por la experiencia que las huelgas y las rebeliones hacen a numerosas víctimas, que provocan el encarcelamiento de los agitadores y de los militantes, les prefieren en lo sucesivo el sabotaje a sabiendas organizado. 16 000 obreros consiguieron por primera vez aprender, en las obras de construcción marítima de Kobé, en agosto de 1919, a organizarse para el sabotaje.
Esta acción había sido precedida por una declaración oficial a los patronos. Los obreros mantuvieron, en las obras, el orden y la disciplina, no hubo detenciones, lo que da al movimiento su gran valor. Ni los capitalistas, ni las autoridades pudieron hacer nada contra el sabotaje. La ley pareció impotente. Después de diez días, los obreros consultados por un referéndum votaron la continuación de la lucha. Ésta se acabó pronto por una victoria completa, y no habían perdido a un militante, ni un día de salario. Esta táctica inmediatamente fue adoptada en todas las industrias.
Desde los motines del arroz, el odio al ejército hizo grandes progresos, habiendo disparado la tropa a menudo contra el pueblo. La tropa, por otra parte, no dejó de reprimir las huelgas. La caída del prestigio del ejército entre los obreros provocó de hecho hecho que la matanza de Nikolaievsk (1), de la que se habló mucho en su tiempo, no provocara en casa del obrero japonés el resentimiento que se podía esperar. Al contrario, les reprochan a las autoridades militares por haber provocado estos acontecimientos tristes.
Los obreros japoneses sienten la influencia del bolchevismo ruso más aun que los obreros americanos. Los socialistas hasta aquí perseguidos alzan la cabeza y, en desafío al gobierno, forman un partido. En un futuro vecino, los obreros japoneses podrán sostener a los coreanos en su lucha por la independencia y tender la mano a los comunistas rusos. El capitalismo japonés está lejos de ser tan fuerte como el capitalismo europeo. El ejército, formado por medio de la conscripción obligatoria, comprenderá pronto que los soldados también pertenezcan, a la clase de los trabajadores y no pueden pelearse contra sus hermanos.
•Nota
(1) Se trata de la matanza en marzo de 1920 de varias centenas de expatriados japoneses por las fuerzas aliadas al ejército rojo dirigidas por Yakov Triapitsyn, el cual fue capturado más tarde y ejecutado por el gobierno soviético.
Sen Katayama - año 1921
fuente: número 30 del Boletín comunista alemán del 21 de julio de 1921
La guerra de 1914-1918 reportó a la humanidad calamidades sin número. Los obreros y las clases no poseedoras de los países beligerantes todavía sufren de estas consecuencias. Todavía no hay paz para ellos. Son víctimas del militarismo que reina casi en cualquier parte del mundo. El nacionalismo, fuertemente teñido de jingoïsmo (chovinismo agresivo), predomina en todos los países de Europa y de América. El resultado de la guerra fue que los obreros y los pobres hoy son más oprimidos que nunca.
En el estado actual de las cosas, hay elección sólo entre dos dictaduras, cuya diferencia esencial es que una quiere ser que temporal, mientras que la otra se considera perpetua.
La dictadura del proletariado se mantiene sólo hasta el momento cuando la capacidad de reacción de la burguesía es abolida.
La dictadura burguesa, en cambio, tiene un carácter permanente, ya que se genera con el fin de mantener la dominación de la clase capitalista.
Desde que Japón se asimiló el sistema de administración de Occidente, los obreros japoneses literalmente han sido atropellados bajo el yugo de un poder capitalista y autocrático. La policía, los tribunales, las prisiones, el ejército, están siendo en Japón una serie de instituciones prestadas del extranjero y concebidas sobre el modelo alemán. Japón se colocó sin embargo sobre otro terreno respecto a las potencias aliadas. Durante la guerra, se enriqueció haciendo trabajar para sus aliados sus industrias de guerra. Éstas hacían beneficios a menudo variando entre el 75 y 100 %.
Miles de millones hicieron su aparición en el país. Japón, durante la duración de la guerra, se enriqueció a costa de los aliados. La prosperidad de la industria y del comercio exterior provocó una subida extraordinaria de precios de los artículos de primera necesidad y sobre todo de productos alimenticios. Realizadas grandes fortunas por todas partes por los capitalistas, los trabajadores recogían sólo algunas migajas. Es hasta exacto decir que sufrían de la carestía de los víveres, la subida salarios se situaba por detrás de dicha carestía. No pudieron sostener la miseria profunda que provocó la crisis del arroz, su alimento principal, y se sublevaron contra los comerciantes.
Los grandes motines irrumpieron en agosto de 1918. El movimiento se extendió a los tres cuartas partes del país. Cerca de 10 millones de hombres participaban en ellos. Las tiendas y los almacenes de numerosos comerciantes de arroz fueron quemados.Arrestaron a los amotinados por decenas de miles. Hubo 8 000 condenas de prisión y multas de los tribunales, que generalmente aplicaban el máximo. Es evidente que los motines fueron reprimidos por la fuerza, habiendo muertos y heridos en gran número. Fué únicamente después de una lucha porfiada que el movimiento fue quebrantado.
La actitud del gobierno japonés en esta circunstancia hizo saber a los trabajadores el verdadero papel de la policía y del ejército. Saben ahora que ambas son los instrumentos de los capitalistas y no tienen otra misión que la de reprimir los movimientos obreros. Los motines del arroz volvieron al ejército, la policía y, de modo general, a todas las autoridades muy impopulares. El antagonismo entre los obreros y el Estado no dejó desde entonces de crecer. En la misma época, las masas populares de Japón pudieron convencerse de su fuerza; saben que la policía y el ejército son impotentes contra una acción bien organizada.
La experiencia de agosto de 1918 les facilitó a los trabajadores japoneses el conocimiento de la Revolución rusa. Los trabajadores japoneses se apasionaron para los acontecimientos de Rusia, tan pronto como se enteraron de la caída de la autocracia y la del gobierno reaccionario de los capitalistas y de los propietarios. En una época cuando el derecho de voto todavía existe en Japón sólo para los ricos, ya el poder pasa, en Rusia, a los obreros y a los campesinos. Los soldados y los pescadores decepcionados de Siberia hicieron saber de modo preciso la vida rusa. Los periódicos nipones denuncian de vez en cuando la propaganda bolchevique entre las guarniciones japonesas de Siberia. Esta propaganda ha sido hecha por japoneses tan a menudo como por los rusos. Provocó un pánico efectivo en las autoridades militares, que toman a menudo contra ella medidas muy rigurosas.
Esta propaganda había tenido éxito en otras partes. Vimos en Siberia 27 soldados japoneses sublevarse, por ejemplo, contra sus oficiales y levantar la mano sobre ellos. Los culpables han sido repatriados a toda prisa y conducidos delante de los tribunales. Pero la propaganda se prosigue también en la metrópoli. Manifiestos clandestinos, de un carácter tal que sus autores incurrirían, si fueron conocidos, en la pena de muerte, circulan por ciertas unidades. Los numerosos soldados son encarcelados por haber sido encontrados en posesión de estas hojas sueltas de las que los autores son todavía desconocidos.
Encontramos muy característico el proceso reciente que trajo la condena de un profesor de Universidad, un portador del nombre aristocrático de marqués Okuma. Este profesor estudia el bolchevismo. Le habíamos enviado de Siberia las publicaciones rusas que la policía encontró en su casa. Esto basta con hacerlo condenar a algunos meses de encarcelamiento. La propaganda clandestina reviste proporciones imponentes. El gobierno cometió la falta pesada de prohibir toda literatura radical, prohibición que determina la actividad más intensa.
Desde los motines del arroz, los obreros japoneses continuaron combatiendo al capital por medio de las huelgas. La huelga está considerada en Japón como un crimen que provoca la detención inmediata y seis meses de trabajos forzados. Pero lo mismo que los motines del arroz, obra de las masas, revolvieron los grandes centros, las huelgas se multiplican en todas las industrias, a pesar de la ley de represión. En las fábricas, en los ferrocarriles, en las minas, las huelgas son diarias. Se acaban por éxitos o por reveses, sin aminorar el movimiento.
Nuestros obreros hicieron grandes esfuerzos para alcanzar en la industria, a sus hermanos de Occidente. Tuvieron mucho que aprender en el dominio de la técnica. De las correas de transmisión al martillo pilón, todo era nuevo para ellos. Aprendieron a servirse sin embargo de las máquinas y las herramientas primero importadas por Occidente y luego confeccionado en el mismo país. Saben ahora construir fábricas, ferrocarriles, vasos, acorazados, fundir cañones, fabricar municiones. Por cierto, no tuvieron tiempo de enterarse de otra cosa , y particularmente de iniciarse bien en la política y en las reformas sociales. A cada paso adelante, tuvieron que contar con la legislación reaccionaria.
Ahora que recibieron la enseñanza industrial técnica y que comenzaron a adaptarse al régimen capitalista, se proponen defender su mismo derecho contra la burocracia reaccionaria. Habiendo sabido por la experiencia que las huelgas y las rebeliones hacen a numerosas víctimas, que provocan el encarcelamiento de los agitadores y de los militantes, les prefieren en lo sucesivo el sabotaje a sabiendas organizado. 16 000 obreros consiguieron por primera vez aprender, en las obras de construcción marítima de Kobé, en agosto de 1919, a organizarse para el sabotaje.
Esta acción había sido precedida por una declaración oficial a los patronos. Los obreros mantuvieron, en las obras, el orden y la disciplina, no hubo detenciones, lo que da al movimiento su gran valor. Ni los capitalistas, ni las autoridades pudieron hacer nada contra el sabotaje. La ley pareció impotente. Después de diez días, los obreros consultados por un referéndum votaron la continuación de la lucha. Ésta se acabó pronto por una victoria completa, y no habían perdido a un militante, ni un día de salario. Esta táctica inmediatamente fue adoptada en todas las industrias.
Desde los motines del arroz, el odio al ejército hizo grandes progresos, habiendo disparado la tropa a menudo contra el pueblo. La tropa, por otra parte, no dejó de reprimir las huelgas. La caída del prestigio del ejército entre los obreros provocó de hecho hecho que la matanza de Nikolaievsk (1), de la que se habló mucho en su tiempo, no provocara en casa del obrero japonés el resentimiento que se podía esperar. Al contrario, les reprochan a las autoridades militares por haber provocado estos acontecimientos tristes.
Los obreros japoneses sienten la influencia del bolchevismo ruso más aun que los obreros americanos. Los socialistas hasta aquí perseguidos alzan la cabeza y, en desafío al gobierno, forman un partido. En un futuro vecino, los obreros japoneses podrán sostener a los coreanos en su lucha por la independencia y tender la mano a los comunistas rusos. El capitalismo japonés está lejos de ser tan fuerte como el capitalismo europeo. El ejército, formado por medio de la conscripción obligatoria, comprenderá pronto que los soldados también pertenezcan, a la clase de los trabajadores y no pueden pelearse contra sus hermanos.
•Nota
(1) Se trata de la matanza en marzo de 1920 de varias centenas de expatriados japoneses por las fuerzas aliadas al ejército rojo dirigidas por Yakov Triapitsyn, el cual fue capturado más tarde y ejecutado por el gobierno soviético.