La estética como asunto público.NéstorEstebenzNogal
De las formas con las que se trasiega anda la realidad implicada. A la realidad se la conoce por sus formas, las de los objetos y las de los sujetos, las de las cosas y las de los individuos que las llevan o trasiegan con ellas. Como que toda propuesta de contenido viene dado con una forma expositiva no hay modo de librarse de ellas. De hecho todo pasa por una vía de traslado, por un vehículo que lo traslada, por un porteador que lo mensajea. La célebre ecuación de el medio es el mensaje encuentra una analogía en que la forma ya es el contenido. De ser cierto en el primer caso, para todas las situaciones todos los medios estarían desacreditados ya que los peores mensajes se cuelan a través de ellos y de ser cierto en el segundo, las formas mas excitantes se las confundiría con las energías más sublimes. Por suerte, son ecuaciones de impacto que van acompañadas de muchas excepciones y de predefiniciones de lo que es cada término: medio-mensaje-forma-contenido. Ni la telepatía ni la espiritualidad alcanzan para la transmisión de contenidos sin pasarlos por contextos de exposición e instrumentos de envío. La forma es algo constitutivo al ser de la cosa antes de que se adquiera consciencia de que existe como mensaje. La vida se expresa en formas, con volumenes y tamaños, con ratios y medidas concretas entre unas partes y otras dentro de un ensamblado. Determinadas formas excitan agasajos y admiraciones, se inscriben como objetos de deseo consensuados o bastante generalizados; otras, en cambio, desactivan el interés y la apetencia.
La binariedad de lo que gusta y de lo que no gusta es un criterio constante que se tiene muy en cuenta tanto en el mundo industrioso y comercial como en las transacciones energético-corporales. Comercialmente se ha insistido en extender unas formas determinadas para maximizar el gusto social y con ello dejar mejores dividendos a sus promotores. La industria de la forma más conocida es la de la moda, el arte (contra-arte para otros) de vestir a la gente, pero según lo dicho y lo evidente no hay producto industrial que no pase por la forma. Basta pasearse atenta y críticamente por los almacenes y puntos de compra para hacerse una idea de la invasión de un tipo de formas en el mercado a menudo feas y desagradables sin entrar a valorar si son funcionales o útiles. De un objeto cotidiano se valora su funcionalidad sin dejar de valorar su forma, su decoración, su color, su tacto. Hay un abuso de una innumerable cantidad de formas desagradables, grotescas y discutibles. Basta mirar a nuestro alrededor o en nuestros propios atuendos sin olvidar que todo vestido es un atrezo para salir a representar algo o a representarse en sociedad. Echemos un vistazo a vuela pluma: la moda de los zapatos femeninos puntiagudos sin entrar en el factor antisanitario de tender a meter los dedos en un callejón de embudo evoca a elfos que hacen yuhú detrás de los árboles, la de las hebillas de los cinturones con figuras irrisorias, la de los mismos cinturones de pirata, casi fajas; la de los sujetadores con relleno que ni dan el pego bajo las blusas por los repliegues que producen ni apetecen al tacto en el sondeo de los pezones ansiados, la de las camisas y camisetas de las que desbordan abdómenes que se han pasado de la ralla, la de las bragas demasiado historiadas, la de los colores pardos y grises ante los que se necesitan dosis de grafittis para ser soportados...
El analisis de lo que está de moda (no la del pasarelismo sino la que se lleva en la calle y que va cambiando por temporadas) y de las distintas modas, también las antimodas, las de punkis, las de hippies floreados, las de confección india, revela como lo más inmediato la necesidad de consumir formas y de irlas variando. Las personalidades se expresan y proyectan a través de ellas. El hábito tal vez no haga al monje pero a primera vista lo hace pasar por tal. Las dificultades que ha encontrado el nudismo en su extensión mayoritaria se debe a la resistencia a revelar las formas evidentes del cuerpo desnudo. A una forma (proporcionada por la desnudez) se oculta con otras (la de los vestidos). En la elección de vestirse ya hay una elección de los mensajes a dar. La forma también incluye perfumes y olores determinados. No hay el menor pudor para que una velada haya quien va de flor para cazar abejas aunque luego verbalice inconsciente o hipócritamente que no tiene el menor deseo de ligar con nadie. La cuestión es que determinadas formas complacen públicamente y otras no. Las encuestas de opinión dan resultados de todo tipo. La pregunta específica de si gusta el modo en que viste la gente no es la dominante, se supone que es algo indiscreto y muy privado, pero lo cierto es que hay modas y modos de vestir horribles que se soportan como parte de los paisajes urbanos. Uno interioriza para si mismo el mal gusto que ve en los usos de ropas y complementos de otros pero raramente lo comunica. Es una suerte tener miradas críticas y voces sinceras que lo hagan puesto que la mayoría de las veces uno se calla lo que siente con respecto a este punto. Es generalizado el criterio de que la gente se pone guapa para recibir a la gente, para salir a los espacios de flirt o para sentirse cómoda consigo mismo embelleciéndose. El conjunto de formas añadidas vienen a realzar la forma natural corporal o a proporcionarle el partido que en si mismo en su desnudez no tiene. Vestirse aparte de ser necesario por razones climáticas es también una forma de trampear la realidad. Las culturas y los estatus sociales se expresan a través de las formas de vestir pero todas las modas implementadas no reemplazan la forma primordial que tienen las anatomías. La idea freudiana de que la anatomía es el destino se extiende más allá a la condición genital de género. Hay cuerpos con la suerte de ser codiciados y admirados y otros que no lo son. Los seres humanos llevan siglos luchando entre si por un encuentro de deseos contradictorios: el de la forma y el de la inteligencia. Ni lo cuerpos mas bellos pertenecen a los seres con las inteligencias mas dotadas ni los seres mas inteligentes son los más bellos. Lo ideal es reunir en un solo pack belleza e inteligencia pero como todo ideal tiene más de quimérico que de probabilísticamente extendido.
La forma que viste, la forma vestida pues, es también un instrumento que sirve para la comunicación (está consensuado que la palabra no es el unico medio para hacerlo). El uso de bombers, slips o bragas elásticas, o pantalones cortos holgados dan distintos guiones performánticos a su usuario. Cada cual al vestirse sigue mas o menos una táctica inconsciente para la seducción. Nos ponemos, o al menos tratamos deponernos guapos para que nuestra presencia no pase desapercibida. Luego resulta que en la casi totalidad de situaciones el tiempo atencional que te dedican al llegar a un lugar es nulo en la inmensa mayoría de casos o menor a un segundo en unos pocos, a no ser que cuando llegas por primera vez a un espacio te caigas de bruces o te de un ataque de epilepsia. Pasar desapercibidos es un fenómeno rotundo propio de las sociedades indiferentes.
De todo esto, la estética, la de proponer y cuidar formas, se inscribe en dos tipos de fenómenos: a/ la de los objetos físicos y b/ la de los individuos mas o menos electores de sus colores y encajes tras pasar la epidemia mao-textil. Como que todo es forma y no hay objeto de uso y de contexto que no la tenga, siendo que en la mayoría de los casos no se consulta ni se participa en su decisión, uno se pregunta como es posible que haya tanta falta de gusto: desde esculturas-bodrio que son instaladas en centros urbanos y hay que aguantarlas siempre (o hasta sus derrocamientos, las de los autócratas soviéticos por ejemplo) a atrezos repelentes que afean a sus usuarios/as.
En la ciudad de Barcelona, el Ayuntamiento bajo el mandato de un tipo desacertado (el alcalde Hereu) hace gala de su ostracismo con medidas para reajustar las formas andantes, especialmente de los turistas descamisados y las turistas enseñando el ombligo o con pantalones cortos muy cortos que muestran las nalgas o marcan los labios vaginales. ¿Por qué? ¿Para que la ciudadanía vaya a ver en espectáculos de varietés o cine pudiendo disfrutarlo espontáneamente de la calle? Hay un gran terror a determinados tipos de formas, en particular aquellas que insinúan las verdades corporales.
Hay formas físicas bellísimas y consideradas generalmente como bellas que pueden ser interpretadas como agraviantes por quienes no las gozan. No hace falta hacer nada especial para que emerjan repentinamente adversarios y enemigos, solo hay que tener la mala suerte de dar con personalidades envidiosas. La envidia sigue siendo uno de los peores males de las civilizaciones humanas. Pero en esta resolución de poder en intervenir en como debe vestir la gente cabe hacer una interpretación más patética: la tendencia del poder a meterse en todo lo que antes correspondía a la privacidad. Mi previsión es que eso irá a mas y si bien hay y seguirá habiendo unas intervenciones debidas por parte de los ministerios de sanidad en pautas de comer y hábitos de vida para reducir la estadística poblacional enferma y así contrarrestar el déficit de la seguridad social habrá otras intervenciones que reajustan al revival de antiguos tabúes castrando toda elección transgresora por evolucionada y justa que sea. El mismo agente del llamado orden que sancione por vaciar un cenicero de coche en la vía pública lo hará con una pareja que se den besos tranquilamente sentados en el parque. La sociedad que n(os) espera será de pesadilla.
La complejidad de este debate es que hay unas formas comportamentales que sí pertenecen al interés comunitario y que compete a las instancias de representación social regularlas. No menos de una quinta parte de los vecindarios viven en conflicto grave entre ellos llegando a las peleas y a las denuncias en su mayor parte por excesos de ruido y agravios a la tranquilidad. La intervenciones en ruidosidad, caos organizacional, actividades peligrosas y en definitiva calidad de vida es de lo que se vienen ocupando (o desocupando pero es de su competencia) las administraciones públicos. Todo ello también incide en la estética de conjunto. De hechos las ciudades modernas cada vez son mas maqueadas y al menos en las zonas medio altas y ricas puede resultar hasta apetecible vivir en ellas aunque nunca ha dejado de tener en canto lo cascos viejos e históricos. Se trata de estéticas urbanas diferentes.
El mayor punto de conflicto es el de la estética transeúnte y particularmente la de los individuos. Si el derecho a las quejas sobre la higiene y ruidos ajenos es reconocido, así como lo es protestar por colapsos y bodrios urbanísticos por qué no existe tal derecho a objetar la estética. La extensión de la obesidad, una enfermedad sí, es de tal magnitud que ha logrado variar el paisaje notoriamente. La intervenciones consecuentes para suprimir los establecimientos de comida-basura y reeducar alimentariamente a los y las afectados de momento no esta dando resultados evidentes. Cuestionarle al tipo del asiento de al lado que con su humanidad desbordante ocupa el tuyo puede ser tu ultima intervención en el campo de la protesta y en todo caso el sustento argumentativo para cuestionarle su invasión también serviría para cuestionar anorexias callejeando, fascias deprimentes, tintes de pelo horrendos, botas militares reforzadas con punteros de metal o collares de perro en blancos cuellos femeninos. Cada uno de estos detalles es cualitativamente distinto a los demás. La regulación estética deja para la interpretación el significado de sus pauta genérica. Vestir con decoro y sin ofender a la mirada pública es multiinterpretable. Basta que alguien, por uniformado que esté, lleve un arma de fuego o una porra en lacintura para que sea interpretable como una figura amenazante y lesiva a la sensibilidad o que alguien vaya con el rostro tapado para vivirlo como intrigante y sospechoso. La explosión de distintas sensibilidades hace difícil –haría- llegar a una consenso sobre la intervención en estética pública. En Feminália, una comunidad ideal sin propiedad privada, se explora este asunto. Puesto que es una asociación de cientos de personas en torno a la sexualidad compartida como uno de sus ejes, la estética corporal y no solo la salud, es competencia tanto individual como colectiva. Cuando una de las comunitas deja transformar su cuerpo por lasitud o dejadez, por excesos calóricos o por gula o por falta de entrenamiento físico, el colectivo la obliga a priorizar este tema ya que su anatomía es tomada como patrimonio colectivo. En la previsión de una sociedad totalitarista el estado también dictaría no ya solo como vestir, sino cómo ser y de qué hablar, cómo copular y el límite de la reproducción. Las decisiones unicéntricas irán en contra de la libertad individual y bloquearan una vez más las potencialidades del ser humano. Las marcas que se infringían.-infringen todavía- unos mismos pueblos africanos para marcar sus diferencias tribales es una imposición de una tradición cruel para tener formas con que distinguirse unos ámbitos de poder de otros.
No hay duda que la estética es un asunto público y que nadie queda indiferente a las formas de los demás por mucho que se practique una lasitud observacional dominante en clavete indiferencia pero su intervención puede ser sumamente peligrosa no porque no haya estéticas directamente impugnables (las de indumentaria nazi por ejemplo) sino porque un instrumento jurídico que las regule puede dar cancha para prohibir otras que no tengan ninguna carga de lesividad simbólica. Nuevas formas en uso se irán combinando aunque las funciones sigan siendo repetidas o básicamente las mismas, las anatomías se seguirán tapando y el cm cuadrado de tejido para vestir pujará considerablemente, se seguirá priorizando la apariencia a la esencia lo cual se corresponderá con el entretenimiento en lo superficial a la comprensión holística de los significantes que mueven personalidades y comportamientos. La estética y la falta de estética (o las otras estéticas, según como se quiera denominar) se combinará con otros registros de interés de los otros sean cuales sean sus baremos de ratios de proporcionalidad, musculosidad, tersura y esfericidades. Como contrapeso se intelectualizará la forma y se la resignificará en su condición transitoria. De acuerdo con la vision budeizada el cuerpo joven contiene la predicción del cuerpo viejo y la más alta cuota de energía será reemplazada por el silencio y la quietud. La estética, toda estética, terminará por diluirse en su interpretación que la tolerará resignificándola en esa provisionalidad a la que está vinculada. En resumen hay y habrá (espero) una belleza interior que neutralizará y hará olvidar la falta de belleza exterior siendo en cada contacto y juego de dos o mas los que decidan lo que es bonito de lo que no lo es, lo que es formalmente aceptable y lo que no.