Una crítica marxista a la “Filosofía de la Liberación” de Enrique Dussel
David García Colín Carrillo - noviembre de 2018
—8 mensajes—
Introducción
El profesor Enrique Dussel -académico, filósofo, historiador y teólogo de origen argentino, naturalizado mexicano (según leemos en su página web)[1]– es el principal exponente, con cerca de 60 libros publicados, de la llamada “Filosofía de la Liberación” que ha cobrado cierta relevancia entre los activistas en torno a Morena y, en general, entre la juventud y el movimiento de izquierda. Hemos sido testigos, durante nuestra época estudiantil en la Facultad de Filosofía de la UNAM, de sus clases amenas –ciertamente sus clases son mejores que sus libros-, abarrotadas de estudiantes entusiasmados por un destacado intelectual carismático que habla de liberación, en contra de la opresión, el colonialismo cultural y que sostiene que el verdadero poder proviene del pueblo. El profesor Dussel se ha pronunciado a favor de movimientos como el EZLN y de gobiernos como los de Hugo Chávez y Evo Morales. Además, se desempeñó como un rector de izquierda en la Universidad de la Ciudad de México (UACM). Aunque sólo sea por esto nos vemos en la necesidad de discutir sus ideas, después de todo el profesor afirma haber superado al marxismo, al que acusa de seguir siendo un pensamiento occidental y de raíz colonizadora. Sobre todo por esta pretenciosa afirmación hemos querido debatir sus ideas, pues consideramos que una teoría incorrecta tiene consecuencias prácticas, y que al fin y al cabo, como decía Lenin, “sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”.
Está por demás decir que compartimos la necesidad de defender a países como Bolivia y Venezuela de los ataques hipócritas del imperialismo y la derecha, pero creemos que esta defensa debe hacerse desde la perspectiva de la clase trabajadora y no del reformismo de la burocracia que ha preparado el retorno de los partidos de la oligarquía. Apoyamos –como sindicalistas que somos- a Dussel como rector cuando fue atacado por la mafia orozquistas que se había enquistado en la universidad pero, al mismo tiempo, desde la postura independiente y crítica de los trabajadores democráticos y con nuestras propias banderas. No se trata pues de un debate puramente académico o escolástico. Parafraseando a Aristóteles: somos amigos de Dussel pero más amigos de la verdad.
Este interés creciente por las ideas del profesor, y en general por el pensamiento de izquierda y radical -incluido el marxismo por supuesto-, refleja el fermento revolucionario que ha brotado de un mundo capitalista en crisis, en donde millones de personas alrededor del mundo buscan una alternativa y una salida a la barbarie del sistema. Se trata de un síntoma sano de búsqueda de ideas y necesidad de bases teóricas para el movimiento. Por tanto damos la bienvenida al debate y pretendemos contribuir con el presente documento a la discusión en torno a las ideas que necesitamos para transformar la realidad. Que quede claro desde ahora que nosotros lo haremos desde el marxismo revolucionario y que, desde nuestro punto de vista, la filosofía propuesta por el profesor Dussel no es una alternativa adecuada que pueda ponerse en lugar del pensamiento de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Intentaremos explicar por qué. Primero algunos datos sobre el profesor Dussel.
Teología de la liberación
Dussel nació en La Paz, provincia de Argentina, el 24 de diciembre de 1934. Desde la temprana adolescencia militó en la Acción Católica. Con sus camaradas visitaba “hospitales de niños deficientes mentales; leíamos, devorábamos las obras de San Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, San Bernardo, pero integrado al compromiso social, gremial, político”.[2] La raigambre católica acompañará, desde entonces, su pensamiento y filosofía. Funda una asociación política llamada Federación Universitaria del Oeste (FAU) desde donde lucha y organiza huelgas contra el peronismo, aunque no aclara si ya desde entonces lo hacía desde la izquierda o desde la derecha. Gracias a una beca universitaria de un año viaja a Madrid pero continúa en un viaje por el mundo que dura diez años y que le abre el horizonte al mundo “no occidental”. “Buenos Aires, Montevideo, Santos, Recife… Todo un descubrimiento instantáneo y sorprendente de América Latina. El Brasil afroamericano, ¡una novedad absoluta! Después, Dakar en Senegal, el mundo bantú…; después la Casablanca musulmana en Marruecos, el mundo árabe oriental (que con los años habría de conocer y admirar desde Marraquech a Egipto, la India… y hasta la isla de Mindanao en Filipinas). […] Toqué a una América Latina y a un Tercer Mundo que me habían sido absolutamente desconocidos. Yo deseaba con pasión ir a Europa, y yendo hacía ella había ya descubierto, para siempre, el mundo periférico que había estado antes fuera de mi horizonte”. El tema de la oposición “occidente” vs “no-occidente” será central en la filosofía de Dussel.
Luego de haber escrito -entre otros textos- una tesis titulada “El bien común en la Escuela moderna Tomista o la Segunda escolástica del siglo XVI”, se lanza a un viaje -de mochilero según relata- rumbo a Jerusalén, una travesía muy especial para una persona religiosa como él:
“Con un pasaje de cuarenta y seis dólares en la borda de un barco turco, navegué de Nápoles a Beirut. Allí recuerdo la Plaza de los Mártires, el barrio de Babtuma en tiempos de la guerra sirio-libanesa. De Beirut a Damasco, en auto-stop, oyendo balas a corta distancia, y siendo transportado por camiones de guerra. De Damasco, de la enorme mezquita, de las murallas del Pablo de Tarso, a Ammán. De Ammán por el desierto (que a veces me hacía recordar mi La Paz de la infancia) a Jerusalén. Dos meses en la Jerusalén árabe. Por fin, Israel, de Jerusalén a Tel-Aviv, a Haifa, a Nazaret. Allí hice conocimiento de Paul Gauthier, un obrero y sacerdote francés. Me invitó a regresar cuando terminara mi doctorado en Madrid. Un mes de trabajo manual en el shikún (cooperativa) árabe. La violencia de la pobreza, del rudo trabajo manual, del calor del desierto. Experiencias fuertes, definitivas, profundas, místicas, carnales”. Luego de regresar a España para defender su tesis doctoral, la lectura del filósofo católico Maritain le revela la dignidad de la persona y cómo el bien común debe subordinarse a la dignidad de la persona. Este aspecto individualista y existencialista perdurará como elemento importante en su pensamiento. Después regresa a Israel donde trabaja por dos años como carpintero. Cuando uno lee el bosquejo biográfico no puede sino sentir cómo Dussel intenta subrayar las similitudes de su biografía con aspectos de la vida de Jesucristo: el compromiso con los pobres, la labor como carpintero –como José, padre carnal de Cristo- y viajes casi místicos que le dotan de conocimientos trascendentes y profundos.
Luego vive dos años en París y, en la Sorbona, toma clases con el filósofo posmoderno Paul Rocoeur de donde tomará la idea de que la cultura está basada en mitos fundacionales. En 1967 regresa a Argentina donde trabaja como profesor de ética en Mendoza. Como expresión del asesinato del Che Guevara, la guerra de Vietnam, la Conferencia de Medellín, donde se funda la Teología de la Liberación, y los eventos revolucionarios que sacuden el mundo en 1968, el péndulo entre la intelectualidad latinoamericana gira a la izquierda. Dussel participa en la fundación, durante el II Congreso de Filosofía celebrado en Córdoba en 1972, de la corriente conocida como “Filosofía de la liberación” que retomando el “nacionalismo revolucionario” y la “Teología de la Liberación” intenta fundamentar una base radical y propia para el pensamiento latinoamericano. Claramente es una corriente que – a pesar de tomar algunas ideas propias del marxismo- intenta desmarcarse de éste considerando, en general, que el marxismo sigue siendo occidental y dominador. Esta consideración pasa por alto a los diversos pensadores marxistas que han aterrizado el materialismo histórico a la realidad latinoamericana: José Antonio Mella, José Carlos Mariategui, el propio Che Guevara, José Revueltas, etc.
Los marxistas debemos reconocer que la corriente conocida como la “Teología den la Liberación” -sobre todo en Centroamérica- ha dado a muchos revolucionarios consecuentes, muchos curas del pueblo, que han sacrificado sus vidas por la transformación social. Camilo Torres, Rutilio Grande y Monseñor Romero –entre otros muchos curas revolucionarios-. Camilo Torres, por ejemplo, afirmó que “el deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución. El católico que no es revolucionario está viviendo en pecado mortal”. También sostuvo –proponiendo un frente común entre revolucionarios de diversas creencias- “que no nos pongamos a discutir si el alma es mortal o es inmortal, sino pensemos que el hambre sí es mortal y derrotemos el hambre para tener la capacidad y la posibilidad después de discutir la mortalidad o inmortalidad del alma”. Los marxistas debemos reivindicar el sacrificio de estos revolucionarios y, a pesar de nuestras importantes diferencias teóricas, tender la mano a los que comprometidos con esta corriente intentan llevar adelante la transformación revolucionaria.
Recientemente la cúpula de la iglesia católica ha canonizado, de manera hipócrita, a uno de estos mártires revolucionarios para vaciarlo de sus verdaderas ideas. Sin embargo, desde el pueblo, la figura de Óscar Arnulfo Romero es recordada por su compromiso con los pobres y su confrontación con la oligarquía. Discursos como el siguiente muestran al verdadero Arnulfo Romero: “Los cristianos no le tienen miedo al combate, saben combatir, pero prefieren hablar el lenguaje de la paz. Sin embargo, cuando una dictadura atenta gravemente contra los derechos humanos y el bien común de la nación, cuando se torna insoportable y se cierran los canales del diálogo, el entendimiento, la racionalidad, cuando esto ocurre, entonces la Iglesia habla del legítimo derecho a la violencia insurreccional. Precisar el momento de la insurrección, indicar el momento cuando ya todos los canales del diálogo están cerrados, no corresponde a la Iglesia. A esa oligarquía le advierto a gritos: abran las manos, den los anillos, porque llegará el momento en que les cortarán las manos”.
Dussel pertenece a esta corriente pero, como veremos más adelante, a su vertiente abstracta, académica y reformista. Mientras los sectores más a la izquierda de la Teología de la Liberación plantearon un acercamiento con el marxismo, Dussel plantea haberlo superado. En 1973, por ser reconocido como un profesor de izquierda y ser acusado por la ultraderecha de ser “marxista”, sufre un atentado cuando una bomba explota en su casa. Según una publicación de aquellos días,[3] Dussel responsabiliza a la derecha pero aclara “yo quiero afirmar claramente que no soy marxista. Soy cristiano y (en calidad de teólogo) he dado clase en Medellín en 1971 a 70 obispos latinoamericanos y ninguno de ellos objetó mi posición. Como filósofo creo que el pensar crítico tiene siempre una parte política”. Este será un evento que Dussel gustará referir en sus clases como un ejemplo de un compromiso genuino con el pensamiento radical: “¿conocen a otro filósofo -suele decir en sus clases- que haya sufrido un atentado con bomba?”. Es expulsado de la Universidad Nacional de Cuyo y se exilia en México donde radica desde 1976.
Pero vayamos a lo importante que es la discusión de las ideas principales de Enrique Dussel y valoremos si efectivamente, como él sostiene, su propuesta es una alternativa viable al marxismo.
Raíz existencialista y pequeñoburguesa
El pensamiento de Enrique Dussel tiene como punto de arranque la posmodernidad. Heidegger planteó que el hombre es un “ser ahí” arrojado en el mundo, cuya existencia subjetiva precede cualquier sentido de la razón; o sea que el ser humano -según este filósofo- es una existencia en búsqueda de sentido. El ser humano ha perdido el sentido de su existencia, su autenticidad, al depositarlo en objetos que lo alienan. Dussel retoma este punto de partida pero señala que el sentido del ser sólo se puede encontrar en el “otro”, en el rostro del “otro” que -supuestamente- rompe esa alienación y donde se encuentra la “intersubjetividad” –las otras subjetividades- y luego se abre a la “otredad” como una serie de culturas y regiones oprimidas e ignoradas. Dussel lo explica:
“Heidegger mismo no descubre la categoría de ‘exterioridad’ lo que [Lévinas] ha llamado ‘el Otro’, por eso no describe una ética. La ética sólo comienza cuando hay Otro, nivel imposible en la totalidad. Se comprende entonces aquella actitud de Heidegger cuando se le propone la cátedra de Friburgo en reemplazo de su maestro Husserl. Este fue expulsado de su cátedra por el nacionalsocialismo, y Heidegger, pese a haber sido su discípulo, acepta la cátedra que pierde el maestro. Y al aceptarla comete una inmoralidad; inmoralidad que llega al punto extremo de convertirse en primer rector del gobierno nazi. Solamente dentro del mundo, concebido como único, tienen cabida tamaños errores éticos de un hombre inteligente”.[4]
Sobre esta línea Dussel va a desarrollar una abigarrada mezcla ecléctica donde todo cabe y donde todo se mete a la licuadora (religión, Heidegger, Lévinas, Escuela de Frankfurt, Marx, Otto Apel, etc.) para dar como resultado lo que él llama la “ética de la liberación” o una “filosofía de la liberación” que pretende ser una visión original y revolucionaria de todos los ámbitos de la existencia humana. Marx -junto con todos los otros filósofos de la historia- queda como un preámbulo -igualmente eurocéntrico- de Enrique Dussel:
“La filosofía no sería ya una ontología de la Identidad o la Totalidad, no se negaría como una mera teología kierkegaardiana, sino que sería una analéctica pedagógica de la liberación, una ética primeramente antropológica o una meta-física histórica. La crítica a la dialéctica hegeliana fue efectuada por los posthegelianos (entre ellos Feuerbach, Marx y Kierkegaard). La crítica a la ontología heideggeriana ha sido efectuada por Lévinas. Los primeros son todavía modernos; el segundo es todavía europeo. Seguiremos indicativamente el camino de ellos para superarlos desde América latina. Ellos son la pre-historia de la filosofía latinoamericana y el antecedente inmediato de nuestro pensar latinoamericano”.[5]
Como vemos, la humildad cristiana no va a ser uno de los valores de este predicador de la nueva moral. Trataremos de seguir -en la medida de lo posible- las principales tesis de Dussel pero el punto de arranque y la “peculiar” forma de escribir revela mucho. Dussel -como puede juzgarse por la cita anterior- tomará de Heidegger el desagradable hábito posmoderno de escribir de la forma más oscura que quepa imaginarse, donde el mandamiento es nunca decir en pocas palabras lo que se puede decir con mil, de inventar palabras y -misteriosamente- introducir guiones como para subrayar una supuesta profundidad de pensamiento más allá de toda comprensión.
No creemos que el “error” de Heidegger -ser un nazi recalcitrante y el primer rector del “tercer reich”- se deba a que sufrió la desventura de no conocer la categoría de “exterioridad” ni del “otro”, sino a algo más prosaico: la posición de clase. El marxismo, que Dussel afirma haber superado, puede revelarnos mucho más sobre la posición política de Heidegger -y al mismo tiempo la de Dussel- que las estériles categorías posmodernas. El “ser ahí” de Heidegger no es más que la versión metafísica y filosófica de la angustia de la clase media propia de la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial. Masas de la pequeñoburguesía se sienten arrojadas a un mundo sin sentido, donde la “autenticidad” de la patria, la tierra y la sangre se ha perdido y donde el único sentido seguro es “el ser para la muerte”. No es que la filosofía de Heidegger -por más obtusa y estéril que sea- fuera intrínsecamente nazi -Heidegger creía que sí (como lo revelan sus “Cuadernos negros” de reciente publicación[6])- sino porque el apoyo de masas -fundamentalmente entre la pequeña burguesía enloquecida- fue una parte esencial del nacionalsocialismo. Esta raíz es muy reveladora sobre la “semilla” pequeñoburguesa de la “filosofía de la liberación”.
Evidentemente estamos muy lejos de pretender afirmar que Dussel comulgue con las simpatías políticas de Heidegger -no queremos calumniar al profesor- pero Marx había señalado que la pequeña burguesía -por su posición intermedia y aspiraciones individualistas- es un sector de la sociedad que oscila entre las clases fundamentales de la sociedad. Mientras Heidegger se fue a la extrema derecha, otros exponentes del llamado “existencialismo” giraron a la izquierda: Sartre, Foulcault y… Dussel. Sin embargo, la referencia a Heidegger demuestra la raíz subjetiva, individualista y pequeñoburguesa que caracteriza toda su perspectiva y con la cual nos habremos de tropezar a cada paso. El existencialismo y la posmodernidad son, más que una filosofía, una serie de estados de ánimo –angustia, desasosiego, desesperación, misticismo- y, como tal, es incompatible con el marxismo que parte de un análisis objetivo y dialéctico de las relaciones de producción, de la lucha de clases, etc., sólo entonces se puede comprender que esos estados de ánimo se desprenden del callejón sin salida del capitalismo.
David García Colín Carrillo - noviembre de 2018
—8 mensajes—
Introducción
El profesor Enrique Dussel -académico, filósofo, historiador y teólogo de origen argentino, naturalizado mexicano (según leemos en su página web)[1]– es el principal exponente, con cerca de 60 libros publicados, de la llamada “Filosofía de la Liberación” que ha cobrado cierta relevancia entre los activistas en torno a Morena y, en general, entre la juventud y el movimiento de izquierda. Hemos sido testigos, durante nuestra época estudiantil en la Facultad de Filosofía de la UNAM, de sus clases amenas –ciertamente sus clases son mejores que sus libros-, abarrotadas de estudiantes entusiasmados por un destacado intelectual carismático que habla de liberación, en contra de la opresión, el colonialismo cultural y que sostiene que el verdadero poder proviene del pueblo. El profesor Dussel se ha pronunciado a favor de movimientos como el EZLN y de gobiernos como los de Hugo Chávez y Evo Morales. Además, se desempeñó como un rector de izquierda en la Universidad de la Ciudad de México (UACM). Aunque sólo sea por esto nos vemos en la necesidad de discutir sus ideas, después de todo el profesor afirma haber superado al marxismo, al que acusa de seguir siendo un pensamiento occidental y de raíz colonizadora. Sobre todo por esta pretenciosa afirmación hemos querido debatir sus ideas, pues consideramos que una teoría incorrecta tiene consecuencias prácticas, y que al fin y al cabo, como decía Lenin, “sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”.
Está por demás decir que compartimos la necesidad de defender a países como Bolivia y Venezuela de los ataques hipócritas del imperialismo y la derecha, pero creemos que esta defensa debe hacerse desde la perspectiva de la clase trabajadora y no del reformismo de la burocracia que ha preparado el retorno de los partidos de la oligarquía. Apoyamos –como sindicalistas que somos- a Dussel como rector cuando fue atacado por la mafia orozquistas que se había enquistado en la universidad pero, al mismo tiempo, desde la postura independiente y crítica de los trabajadores democráticos y con nuestras propias banderas. No se trata pues de un debate puramente académico o escolástico. Parafraseando a Aristóteles: somos amigos de Dussel pero más amigos de la verdad.
Este interés creciente por las ideas del profesor, y en general por el pensamiento de izquierda y radical -incluido el marxismo por supuesto-, refleja el fermento revolucionario que ha brotado de un mundo capitalista en crisis, en donde millones de personas alrededor del mundo buscan una alternativa y una salida a la barbarie del sistema. Se trata de un síntoma sano de búsqueda de ideas y necesidad de bases teóricas para el movimiento. Por tanto damos la bienvenida al debate y pretendemos contribuir con el presente documento a la discusión en torno a las ideas que necesitamos para transformar la realidad. Que quede claro desde ahora que nosotros lo haremos desde el marxismo revolucionario y que, desde nuestro punto de vista, la filosofía propuesta por el profesor Dussel no es una alternativa adecuada que pueda ponerse en lugar del pensamiento de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Intentaremos explicar por qué. Primero algunos datos sobre el profesor Dussel.
Teología de la liberación
Dussel nació en La Paz, provincia de Argentina, el 24 de diciembre de 1934. Desde la temprana adolescencia militó en la Acción Católica. Con sus camaradas visitaba “hospitales de niños deficientes mentales; leíamos, devorábamos las obras de San Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, San Bernardo, pero integrado al compromiso social, gremial, político”.[2] La raigambre católica acompañará, desde entonces, su pensamiento y filosofía. Funda una asociación política llamada Federación Universitaria del Oeste (FAU) desde donde lucha y organiza huelgas contra el peronismo, aunque no aclara si ya desde entonces lo hacía desde la izquierda o desde la derecha. Gracias a una beca universitaria de un año viaja a Madrid pero continúa en un viaje por el mundo que dura diez años y que le abre el horizonte al mundo “no occidental”. “Buenos Aires, Montevideo, Santos, Recife… Todo un descubrimiento instantáneo y sorprendente de América Latina. El Brasil afroamericano, ¡una novedad absoluta! Después, Dakar en Senegal, el mundo bantú…; después la Casablanca musulmana en Marruecos, el mundo árabe oriental (que con los años habría de conocer y admirar desde Marraquech a Egipto, la India… y hasta la isla de Mindanao en Filipinas). […] Toqué a una América Latina y a un Tercer Mundo que me habían sido absolutamente desconocidos. Yo deseaba con pasión ir a Europa, y yendo hacía ella había ya descubierto, para siempre, el mundo periférico que había estado antes fuera de mi horizonte”. El tema de la oposición “occidente” vs “no-occidente” será central en la filosofía de Dussel.
Luego de haber escrito -entre otros textos- una tesis titulada “El bien común en la Escuela moderna Tomista o la Segunda escolástica del siglo XVI”, se lanza a un viaje -de mochilero según relata- rumbo a Jerusalén, una travesía muy especial para una persona religiosa como él:
“Con un pasaje de cuarenta y seis dólares en la borda de un barco turco, navegué de Nápoles a Beirut. Allí recuerdo la Plaza de los Mártires, el barrio de Babtuma en tiempos de la guerra sirio-libanesa. De Beirut a Damasco, en auto-stop, oyendo balas a corta distancia, y siendo transportado por camiones de guerra. De Damasco, de la enorme mezquita, de las murallas del Pablo de Tarso, a Ammán. De Ammán por el desierto (que a veces me hacía recordar mi La Paz de la infancia) a Jerusalén. Dos meses en la Jerusalén árabe. Por fin, Israel, de Jerusalén a Tel-Aviv, a Haifa, a Nazaret. Allí hice conocimiento de Paul Gauthier, un obrero y sacerdote francés. Me invitó a regresar cuando terminara mi doctorado en Madrid. Un mes de trabajo manual en el shikún (cooperativa) árabe. La violencia de la pobreza, del rudo trabajo manual, del calor del desierto. Experiencias fuertes, definitivas, profundas, místicas, carnales”. Luego de regresar a España para defender su tesis doctoral, la lectura del filósofo católico Maritain le revela la dignidad de la persona y cómo el bien común debe subordinarse a la dignidad de la persona. Este aspecto individualista y existencialista perdurará como elemento importante en su pensamiento. Después regresa a Israel donde trabaja por dos años como carpintero. Cuando uno lee el bosquejo biográfico no puede sino sentir cómo Dussel intenta subrayar las similitudes de su biografía con aspectos de la vida de Jesucristo: el compromiso con los pobres, la labor como carpintero –como José, padre carnal de Cristo- y viajes casi místicos que le dotan de conocimientos trascendentes y profundos.
Luego vive dos años en París y, en la Sorbona, toma clases con el filósofo posmoderno Paul Rocoeur de donde tomará la idea de que la cultura está basada en mitos fundacionales. En 1967 regresa a Argentina donde trabaja como profesor de ética en Mendoza. Como expresión del asesinato del Che Guevara, la guerra de Vietnam, la Conferencia de Medellín, donde se funda la Teología de la Liberación, y los eventos revolucionarios que sacuden el mundo en 1968, el péndulo entre la intelectualidad latinoamericana gira a la izquierda. Dussel participa en la fundación, durante el II Congreso de Filosofía celebrado en Córdoba en 1972, de la corriente conocida como “Filosofía de la liberación” que retomando el “nacionalismo revolucionario” y la “Teología de la Liberación” intenta fundamentar una base radical y propia para el pensamiento latinoamericano. Claramente es una corriente que – a pesar de tomar algunas ideas propias del marxismo- intenta desmarcarse de éste considerando, en general, que el marxismo sigue siendo occidental y dominador. Esta consideración pasa por alto a los diversos pensadores marxistas que han aterrizado el materialismo histórico a la realidad latinoamericana: José Antonio Mella, José Carlos Mariategui, el propio Che Guevara, José Revueltas, etc.
Los marxistas debemos reconocer que la corriente conocida como la “Teología den la Liberación” -sobre todo en Centroamérica- ha dado a muchos revolucionarios consecuentes, muchos curas del pueblo, que han sacrificado sus vidas por la transformación social. Camilo Torres, Rutilio Grande y Monseñor Romero –entre otros muchos curas revolucionarios-. Camilo Torres, por ejemplo, afirmó que “el deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución. El católico que no es revolucionario está viviendo en pecado mortal”. También sostuvo –proponiendo un frente común entre revolucionarios de diversas creencias- “que no nos pongamos a discutir si el alma es mortal o es inmortal, sino pensemos que el hambre sí es mortal y derrotemos el hambre para tener la capacidad y la posibilidad después de discutir la mortalidad o inmortalidad del alma”. Los marxistas debemos reivindicar el sacrificio de estos revolucionarios y, a pesar de nuestras importantes diferencias teóricas, tender la mano a los que comprometidos con esta corriente intentan llevar adelante la transformación revolucionaria.
Recientemente la cúpula de la iglesia católica ha canonizado, de manera hipócrita, a uno de estos mártires revolucionarios para vaciarlo de sus verdaderas ideas. Sin embargo, desde el pueblo, la figura de Óscar Arnulfo Romero es recordada por su compromiso con los pobres y su confrontación con la oligarquía. Discursos como el siguiente muestran al verdadero Arnulfo Romero: “Los cristianos no le tienen miedo al combate, saben combatir, pero prefieren hablar el lenguaje de la paz. Sin embargo, cuando una dictadura atenta gravemente contra los derechos humanos y el bien común de la nación, cuando se torna insoportable y se cierran los canales del diálogo, el entendimiento, la racionalidad, cuando esto ocurre, entonces la Iglesia habla del legítimo derecho a la violencia insurreccional. Precisar el momento de la insurrección, indicar el momento cuando ya todos los canales del diálogo están cerrados, no corresponde a la Iglesia. A esa oligarquía le advierto a gritos: abran las manos, den los anillos, porque llegará el momento en que les cortarán las manos”.
Dussel pertenece a esta corriente pero, como veremos más adelante, a su vertiente abstracta, académica y reformista. Mientras los sectores más a la izquierda de la Teología de la Liberación plantearon un acercamiento con el marxismo, Dussel plantea haberlo superado. En 1973, por ser reconocido como un profesor de izquierda y ser acusado por la ultraderecha de ser “marxista”, sufre un atentado cuando una bomba explota en su casa. Según una publicación de aquellos días,[3] Dussel responsabiliza a la derecha pero aclara “yo quiero afirmar claramente que no soy marxista. Soy cristiano y (en calidad de teólogo) he dado clase en Medellín en 1971 a 70 obispos latinoamericanos y ninguno de ellos objetó mi posición. Como filósofo creo que el pensar crítico tiene siempre una parte política”. Este será un evento que Dussel gustará referir en sus clases como un ejemplo de un compromiso genuino con el pensamiento radical: “¿conocen a otro filósofo -suele decir en sus clases- que haya sufrido un atentado con bomba?”. Es expulsado de la Universidad Nacional de Cuyo y se exilia en México donde radica desde 1976.
Pero vayamos a lo importante que es la discusión de las ideas principales de Enrique Dussel y valoremos si efectivamente, como él sostiene, su propuesta es una alternativa viable al marxismo.
Raíz existencialista y pequeñoburguesa
El pensamiento de Enrique Dussel tiene como punto de arranque la posmodernidad. Heidegger planteó que el hombre es un “ser ahí” arrojado en el mundo, cuya existencia subjetiva precede cualquier sentido de la razón; o sea que el ser humano -según este filósofo- es una existencia en búsqueda de sentido. El ser humano ha perdido el sentido de su existencia, su autenticidad, al depositarlo en objetos que lo alienan. Dussel retoma este punto de partida pero señala que el sentido del ser sólo se puede encontrar en el “otro”, en el rostro del “otro” que -supuestamente- rompe esa alienación y donde se encuentra la “intersubjetividad” –las otras subjetividades- y luego se abre a la “otredad” como una serie de culturas y regiones oprimidas e ignoradas. Dussel lo explica:
“Heidegger mismo no descubre la categoría de ‘exterioridad’ lo que [Lévinas] ha llamado ‘el Otro’, por eso no describe una ética. La ética sólo comienza cuando hay Otro, nivel imposible en la totalidad. Se comprende entonces aquella actitud de Heidegger cuando se le propone la cátedra de Friburgo en reemplazo de su maestro Husserl. Este fue expulsado de su cátedra por el nacionalsocialismo, y Heidegger, pese a haber sido su discípulo, acepta la cátedra que pierde el maestro. Y al aceptarla comete una inmoralidad; inmoralidad que llega al punto extremo de convertirse en primer rector del gobierno nazi. Solamente dentro del mundo, concebido como único, tienen cabida tamaños errores éticos de un hombre inteligente”.[4]
Sobre esta línea Dussel va a desarrollar una abigarrada mezcla ecléctica donde todo cabe y donde todo se mete a la licuadora (religión, Heidegger, Lévinas, Escuela de Frankfurt, Marx, Otto Apel, etc.) para dar como resultado lo que él llama la “ética de la liberación” o una “filosofía de la liberación” que pretende ser una visión original y revolucionaria de todos los ámbitos de la existencia humana. Marx -junto con todos los otros filósofos de la historia- queda como un preámbulo -igualmente eurocéntrico- de Enrique Dussel:
“La filosofía no sería ya una ontología de la Identidad o la Totalidad, no se negaría como una mera teología kierkegaardiana, sino que sería una analéctica pedagógica de la liberación, una ética primeramente antropológica o una meta-física histórica. La crítica a la dialéctica hegeliana fue efectuada por los posthegelianos (entre ellos Feuerbach, Marx y Kierkegaard). La crítica a la ontología heideggeriana ha sido efectuada por Lévinas. Los primeros son todavía modernos; el segundo es todavía europeo. Seguiremos indicativamente el camino de ellos para superarlos desde América latina. Ellos son la pre-historia de la filosofía latinoamericana y el antecedente inmediato de nuestro pensar latinoamericano”.[5]
Como vemos, la humildad cristiana no va a ser uno de los valores de este predicador de la nueva moral. Trataremos de seguir -en la medida de lo posible- las principales tesis de Dussel pero el punto de arranque y la “peculiar” forma de escribir revela mucho. Dussel -como puede juzgarse por la cita anterior- tomará de Heidegger el desagradable hábito posmoderno de escribir de la forma más oscura que quepa imaginarse, donde el mandamiento es nunca decir en pocas palabras lo que se puede decir con mil, de inventar palabras y -misteriosamente- introducir guiones como para subrayar una supuesta profundidad de pensamiento más allá de toda comprensión.
No creemos que el “error” de Heidegger -ser un nazi recalcitrante y el primer rector del “tercer reich”- se deba a que sufrió la desventura de no conocer la categoría de “exterioridad” ni del “otro”, sino a algo más prosaico: la posición de clase. El marxismo, que Dussel afirma haber superado, puede revelarnos mucho más sobre la posición política de Heidegger -y al mismo tiempo la de Dussel- que las estériles categorías posmodernas. El “ser ahí” de Heidegger no es más que la versión metafísica y filosófica de la angustia de la clase media propia de la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial. Masas de la pequeñoburguesía se sienten arrojadas a un mundo sin sentido, donde la “autenticidad” de la patria, la tierra y la sangre se ha perdido y donde el único sentido seguro es “el ser para la muerte”. No es que la filosofía de Heidegger -por más obtusa y estéril que sea- fuera intrínsecamente nazi -Heidegger creía que sí (como lo revelan sus “Cuadernos negros” de reciente publicación[6])- sino porque el apoyo de masas -fundamentalmente entre la pequeña burguesía enloquecida- fue una parte esencial del nacionalsocialismo. Esta raíz es muy reveladora sobre la “semilla” pequeñoburguesa de la “filosofía de la liberación”.
Evidentemente estamos muy lejos de pretender afirmar que Dussel comulgue con las simpatías políticas de Heidegger -no queremos calumniar al profesor- pero Marx había señalado que la pequeña burguesía -por su posición intermedia y aspiraciones individualistas- es un sector de la sociedad que oscila entre las clases fundamentales de la sociedad. Mientras Heidegger se fue a la extrema derecha, otros exponentes del llamado “existencialismo” giraron a la izquierda: Sartre, Foulcault y… Dussel. Sin embargo, la referencia a Heidegger demuestra la raíz subjetiva, individualista y pequeñoburguesa que caracteriza toda su perspectiva y con la cual nos habremos de tropezar a cada paso. El existencialismo y la posmodernidad son, más que una filosofía, una serie de estados de ánimo –angustia, desasosiego, desesperación, misticismo- y, como tal, es incompatible con el marxismo que parte de un análisis objetivo y dialéctico de las relaciones de producción, de la lucha de clases, etc., sólo entonces se puede comprender que esos estados de ánimo se desprenden del callejón sin salida del capitalismo.
Última edición por lolagallego el Sáb Nov 21, 2020 12:29 pm, editado 1 vez