¿Cómo llegar al socialismo hoy? ¿Es posible una vía democrática al socialismo? En caso afirmativo ¿qué implica esto para los socialistas hoy? Un debate entre Eric Blanc y Charlie Post, de Jacobin Magazine - julio 2019
traducido y publicado por La Mayoría en diciembre de 2019
—4 mensajes—
•Nota de La Mayoría: Reproducimos a continuación un debate entre dos militantes socialistas norteamericanos que se realizó en la reciente Conferencia sobre Materialismo Histórico en Nueva York. Es la culminación de un intercambio de posiciones en las páginas de Jacobin Magazine durante el año en curso.
Eric Blanc es profesor de instituto retirado, sindicalista y escribe sobre el movimiento obrero. Su último libro es Red State Revolt: The Teachers’ Strike Wave and Working-Class Politics, sobre las huelgas del sector de la enseñanza de los últimos años en Estados Unidos. Eric defiende una posición próxima a la defendida históricamente por el teórico socialista Karl Kautsky en los albores del siglo XX, argumentando que las condiciones actuales y la evolución moderna del Estado plantean retos que los revolucionarios rusos de 1917 no tuvieron que afrontar.
Charlie Post es un activista social con una experiencia de años y es profesor de sociología en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. En su posición el señala los límites de la vía parlamentaria al socialismo y se aproxima más a la posición defendida por Lenin en «El Estado y la Revolución», señalando que, en algún momento del proceso de cambio social, va a ser necesaria un insurrección directa y abierta de la clase trabajadora frente al poder del capital.
Este debate y sus matices son relevantes a día de hoy para el movimiento socialista en los países occidentales. A continuación podéis leer sus argumentos. Hemos añadido algunas notas aclaratorias. Os animamos a reflexionar sobre ellos.
•Nota de Jacobin Magazine
El alza de las tendencias socialistas en los EE.UU., ha sacado a la luz un debate renovado sobre cómo superar el capitalismo. Un asunto en particular continúa dividiendo a los socialistas democráticos y a sus críticos leninistas: ¿pueden las actuales instituciones democráticas ser usadas para la transformación socialista, o se necesita demoler por completo el actual Estado?
A pesar de que no existe una manera fácil de responder a esta cuestión con absoluta certeza -y aunque la ruptura con el capitalismo sigue siendo un objetivo lejano- lidiar con esta cuestión no es un ejercicio académico. El hecho de que los socialistas apuesten por la vía democrática1 o no, tiene implicaciones importantes sobre cómo los activistas se acercan hoy a la política electoral, el movimiento obrero, y la construcción de organizaciones.
Este articulo es una transcripción editada del debate sobre el socialismo democrático entre Eric Blanc y Charlie Post en la reciente conferencia “Socialismo en nuestro tiempo – Materialismo histórico” impartida en la ciudad de Nueva York.
***
ERIC BLANC: Me gustaría empezar señalando las partes en las que creo que coincidimos. En primer lugar, el Estado actual no puede ser simplemente usado por los trabajadores para construir la sociedad socialista. Para que cualquier proyecto triunfe, tendrá que luchar contra la hegemonía de las grandes corporaciones sobre la economía, y tendremos que confrontar con la alta burocracia estatal, así como con las fuerzas armadas. Debido a estos problemas estructurales, necesitamos una revolución para romper el poder económico y político de la clase capitalista.
Para poder tener éxito, esa revolución va a tener que recurrir a la acción y la disrupción extraparlamentaria de las masas, y va a tener que sostenerse en ellas. Así que, no existe una hoja de ruta exclusivamente electoral hacia el socialismo. Estamos de acuerdo en que las políticas socialistas efectivas -ahora y en el futuro- requieren combinar la intervención electoral con la acción de las masas desde abajo.
Otra cosa en la que también estamos de acuerdo es en que los obstáculos hacia el socialismo no son solo externos, sino que también son internos al propio movimiento obrero. En otras palabras, existe una tendencia en las grandes organizaciones sindicales a volverse burocraticas, en las cuales sus líderes comienzan a acomodarse en el status quo.
Una última cuestión sobre la que probablemente podamos coincidir es que, actualmente, no sabemos a ciencia cierta cómo será la transición hacia el socialismo. Nadie, a día de hoy, puede estar seguro de que su estrategia es la mejor. Pero tenemos que hacer una apuesta política basada en el análisis del pasado y el presente.
La principal diferencia entre nuestras ideas gira en torno a cómo una revolución semejante podría ocurrir de manera realista en una democracia capitalista como la de los Estados Unidos. Aquí, las condiciones son obviamente diferentes a la Rusia de 1917, donde no existía un sistema parlamentario2, ni una tradición política democrática.
Me gustaría polemizar aquí contra la visión tradicional del Leninismo sobre la revolución. De acuerdo a su idea, en algún momento habrá una crisis profunda y aparecerán expresiones de poder dual, paralelas al oficial (como los consejos obreros3). Para que la revolución tenga éxito, esas instituciones de poder dual tendrán que, a través de una insurrección, derribar el aparato del estado actual y trasladar todo su poder a las manos de los consejos obreros, o de algún tipo de organización equivalente.
Mi postura no es acusar a los leninistas clásicos de abogar por la violencia de una minoría o de obsesionarse con la preparación de las armas. El diccionario define “insurrección” como “un momento de revuelta armada contra la autoridad existente o el gobierno”. Así que necesariamente, cualquier estrategia de poder dual, por definición, será una estrategia insurgente, a menos que creamos que los capitalistas van a ceder de manera voluntaria el poder (algo que no pensamos ninguno de los dos).
La cuestión clave es sopesar si la revolución socialista será contra todo el estado o si algunas instituciones clave del estado actual –por ejemplo, los parlamentos democráticamente electos y las administraciones- pueden y deben ser usadas por la clase trabajadora para la ruptura anticapitalista.
El análisis que quiero exponer aquí es un alegato marxista a favor del socialismo democrático. Este es fundamentalmente diferente a la socialdemocracia, y es incluso distinto al socialismo democrático de alguien como Salvador Allende.
La idea central de esta estrategia es que en las condiciones planteadas en una democracia parlamentaria, la senda hacia el socialismo tendrá que pasar seguramente por la elección de un partido de los trabajadores a través del sufragio universal, para alcanzar el gobierno. Este tipo de gobierno, en alianza con las luchas desde abajo, buscaría democratizar el estado existente e implementar cambios anticapitalistas en la economía, haciendo que la minoría capitalista recurra al sabotaje del gobierno electo y del proceso revolucionario. La derrota de esta reacción -a través del poder de la acción de masas, así como de las acciones de nuestros representantes electos- culminaría en una ruptura completa con el control capitalista sobre la economía y el estado.
Solamente con llevar al gobierno a un partido de los trabajadores no es suficiente para llegar al socialismo, pero sin la influencia obtenida en unas elecciones como las que planteo, los socialistas probablemente no tendrán la legitimidad popular o el poder social como para superar el capitalismo. Al mismo tiempo, para evitar que el proceso se detenga a mitad de camino, necesitaremos de huelgas de masas y de profundas luchas extra-parlamentarias. Seguramente también necesitemos de la aparición de algún tipo de formas de poder dual organizadas de abajo hacia arriba, que pueden ser combinadas con (mejor que remplazar a) instituciones electas por sufragio universal.
Por supuesto, no sabemos exactamente como será este proceso. Pero la principal cuestión es que, de manera realista, no podemos esperar una estrategia de poder dual/insurreccional se conviertan en una estrategia relevante en una democracia capitalista. Nos guste o no, un gobierno electo por sufragio universal tiene muchísima más legitimidad que la autocracia zarista.
El principal argumento contra la posición que Charlie y los Leninistas han presentado, es que no hay evidencia pasada o presente de que una mayoría de los trabajadores en una democracia capitalista -incluso en los casos en los que los socialistas apostaban firmemente por esta línea- hayan apoyado nunca la sustitución de una democracia parlamentaria con algo parecido a un sistema de consejos obreros. La experiencia histórica abrumadora es que, nos guste o no, la gente trabajadora intentará usar las instituciones propias de la democracia política bajo el capitalismo para promover sus intereses y para transformar la sociedad.
Si miramos atrás hacia los últimos 150 años, la dura realidad no es solamente que no hayan existido casos existosos de derrocamiento de un estado parlamentario, para poner el poder en manos de órganos de poder dual. La clave de este hecho no es solamente que no ha sucedido (tampoco ha existido ningún caso de transformación duradera en los términos de los socialistas democráticos). Sin embargo, a diferencia del socialismo democrático, la aproximación insurreccional al problema del poder ante un régimen parlamentario nunca ha estado ni siquiera cerca de aglutinar a una mayoría de los trabajadores.
Esto nos plantea un gran reto estratégico a los socialistas. ¿Realmente tiene sentido basar nuestra estrategia para derrocar el capitalismo en una perspectiva que se nos revela como una posibilidad incierta? Por supuesto que todo tipo de hechos inesperados puede suceder en la vida política. Pero eso no implica necesariamente que debamos basar nuestra visión política en algo que, con mucha diferencia, parece el más improbable de los escenarios políticos.
Muchas personas de la izquierda revolucionaria han creído durante décadas que solo si los líderes socialistas y sindicales se comprometían firmemente con la aproximación Leninista, los trabajadores entonces ganarían poder y podrían vivir felizmente bajo una democracia socialista en nuestros días. No creo que en la actualidad, eso sea correcto.
traducido y publicado por La Mayoría en diciembre de 2019
—4 mensajes—
•Nota de La Mayoría: Reproducimos a continuación un debate entre dos militantes socialistas norteamericanos que se realizó en la reciente Conferencia sobre Materialismo Histórico en Nueva York. Es la culminación de un intercambio de posiciones en las páginas de Jacobin Magazine durante el año en curso.
Eric Blanc es profesor de instituto retirado, sindicalista y escribe sobre el movimiento obrero. Su último libro es Red State Revolt: The Teachers’ Strike Wave and Working-Class Politics, sobre las huelgas del sector de la enseñanza de los últimos años en Estados Unidos. Eric defiende una posición próxima a la defendida históricamente por el teórico socialista Karl Kautsky en los albores del siglo XX, argumentando que las condiciones actuales y la evolución moderna del Estado plantean retos que los revolucionarios rusos de 1917 no tuvieron que afrontar.
Charlie Post es un activista social con una experiencia de años y es profesor de sociología en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. En su posición el señala los límites de la vía parlamentaria al socialismo y se aproxima más a la posición defendida por Lenin en «El Estado y la Revolución», señalando que, en algún momento del proceso de cambio social, va a ser necesaria un insurrección directa y abierta de la clase trabajadora frente al poder del capital.
Este debate y sus matices son relevantes a día de hoy para el movimiento socialista en los países occidentales. A continuación podéis leer sus argumentos. Hemos añadido algunas notas aclaratorias. Os animamos a reflexionar sobre ellos.
•Nota de Jacobin Magazine
El alza de las tendencias socialistas en los EE.UU., ha sacado a la luz un debate renovado sobre cómo superar el capitalismo. Un asunto en particular continúa dividiendo a los socialistas democráticos y a sus críticos leninistas: ¿pueden las actuales instituciones democráticas ser usadas para la transformación socialista, o se necesita demoler por completo el actual Estado?
A pesar de que no existe una manera fácil de responder a esta cuestión con absoluta certeza -y aunque la ruptura con el capitalismo sigue siendo un objetivo lejano- lidiar con esta cuestión no es un ejercicio académico. El hecho de que los socialistas apuesten por la vía democrática1 o no, tiene implicaciones importantes sobre cómo los activistas se acercan hoy a la política electoral, el movimiento obrero, y la construcción de organizaciones.
Este articulo es una transcripción editada del debate sobre el socialismo democrático entre Eric Blanc y Charlie Post en la reciente conferencia “Socialismo en nuestro tiempo – Materialismo histórico” impartida en la ciudad de Nueva York.
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ERIC BLANC: Me gustaría empezar señalando las partes en las que creo que coincidimos. En primer lugar, el Estado actual no puede ser simplemente usado por los trabajadores para construir la sociedad socialista. Para que cualquier proyecto triunfe, tendrá que luchar contra la hegemonía de las grandes corporaciones sobre la economía, y tendremos que confrontar con la alta burocracia estatal, así como con las fuerzas armadas. Debido a estos problemas estructurales, necesitamos una revolución para romper el poder económico y político de la clase capitalista.
Para poder tener éxito, esa revolución va a tener que recurrir a la acción y la disrupción extraparlamentaria de las masas, y va a tener que sostenerse en ellas. Así que, no existe una hoja de ruta exclusivamente electoral hacia el socialismo. Estamos de acuerdo en que las políticas socialistas efectivas -ahora y en el futuro- requieren combinar la intervención electoral con la acción de las masas desde abajo.
Otra cosa en la que también estamos de acuerdo es en que los obstáculos hacia el socialismo no son solo externos, sino que también son internos al propio movimiento obrero. En otras palabras, existe una tendencia en las grandes organizaciones sindicales a volverse burocraticas, en las cuales sus líderes comienzan a acomodarse en el status quo.
Una última cuestión sobre la que probablemente podamos coincidir es que, actualmente, no sabemos a ciencia cierta cómo será la transición hacia el socialismo. Nadie, a día de hoy, puede estar seguro de que su estrategia es la mejor. Pero tenemos que hacer una apuesta política basada en el análisis del pasado y el presente.
La principal diferencia entre nuestras ideas gira en torno a cómo una revolución semejante podría ocurrir de manera realista en una democracia capitalista como la de los Estados Unidos. Aquí, las condiciones son obviamente diferentes a la Rusia de 1917, donde no existía un sistema parlamentario2, ni una tradición política democrática.
Me gustaría polemizar aquí contra la visión tradicional del Leninismo sobre la revolución. De acuerdo a su idea, en algún momento habrá una crisis profunda y aparecerán expresiones de poder dual, paralelas al oficial (como los consejos obreros3). Para que la revolución tenga éxito, esas instituciones de poder dual tendrán que, a través de una insurrección, derribar el aparato del estado actual y trasladar todo su poder a las manos de los consejos obreros, o de algún tipo de organización equivalente.
Mi postura no es acusar a los leninistas clásicos de abogar por la violencia de una minoría o de obsesionarse con la preparación de las armas. El diccionario define “insurrección” como “un momento de revuelta armada contra la autoridad existente o el gobierno”. Así que necesariamente, cualquier estrategia de poder dual, por definición, será una estrategia insurgente, a menos que creamos que los capitalistas van a ceder de manera voluntaria el poder (algo que no pensamos ninguno de los dos).
La cuestión clave es sopesar si la revolución socialista será contra todo el estado o si algunas instituciones clave del estado actual –por ejemplo, los parlamentos democráticamente electos y las administraciones- pueden y deben ser usadas por la clase trabajadora para la ruptura anticapitalista.
El análisis que quiero exponer aquí es un alegato marxista a favor del socialismo democrático. Este es fundamentalmente diferente a la socialdemocracia, y es incluso distinto al socialismo democrático de alguien como Salvador Allende.
La idea central de esta estrategia es que en las condiciones planteadas en una democracia parlamentaria, la senda hacia el socialismo tendrá que pasar seguramente por la elección de un partido de los trabajadores a través del sufragio universal, para alcanzar el gobierno. Este tipo de gobierno, en alianza con las luchas desde abajo, buscaría democratizar el estado existente e implementar cambios anticapitalistas en la economía, haciendo que la minoría capitalista recurra al sabotaje del gobierno electo y del proceso revolucionario. La derrota de esta reacción -a través del poder de la acción de masas, así como de las acciones de nuestros representantes electos- culminaría en una ruptura completa con el control capitalista sobre la economía y el estado.
Solamente con llevar al gobierno a un partido de los trabajadores no es suficiente para llegar al socialismo, pero sin la influencia obtenida en unas elecciones como las que planteo, los socialistas probablemente no tendrán la legitimidad popular o el poder social como para superar el capitalismo. Al mismo tiempo, para evitar que el proceso se detenga a mitad de camino, necesitaremos de huelgas de masas y de profundas luchas extra-parlamentarias. Seguramente también necesitemos de la aparición de algún tipo de formas de poder dual organizadas de abajo hacia arriba, que pueden ser combinadas con (mejor que remplazar a) instituciones electas por sufragio universal.
Por supuesto, no sabemos exactamente como será este proceso. Pero la principal cuestión es que, de manera realista, no podemos esperar una estrategia de poder dual/insurreccional se conviertan en una estrategia relevante en una democracia capitalista. Nos guste o no, un gobierno electo por sufragio universal tiene muchísima más legitimidad que la autocracia zarista.
El principal argumento contra la posición que Charlie y los Leninistas han presentado, es que no hay evidencia pasada o presente de que una mayoría de los trabajadores en una democracia capitalista -incluso en los casos en los que los socialistas apostaban firmemente por esta línea- hayan apoyado nunca la sustitución de una democracia parlamentaria con algo parecido a un sistema de consejos obreros. La experiencia histórica abrumadora es que, nos guste o no, la gente trabajadora intentará usar las instituciones propias de la democracia política bajo el capitalismo para promover sus intereses y para transformar la sociedad.
Si miramos atrás hacia los últimos 150 años, la dura realidad no es solamente que no hayan existido casos existosos de derrocamiento de un estado parlamentario, para poner el poder en manos de órganos de poder dual. La clave de este hecho no es solamente que no ha sucedido (tampoco ha existido ningún caso de transformación duradera en los términos de los socialistas democráticos). Sin embargo, a diferencia del socialismo democrático, la aproximación insurreccional al problema del poder ante un régimen parlamentario nunca ha estado ni siquiera cerca de aglutinar a una mayoría de los trabajadores.
Esto nos plantea un gran reto estratégico a los socialistas. ¿Realmente tiene sentido basar nuestra estrategia para derrocar el capitalismo en una perspectiva que se nos revela como una posibilidad incierta? Por supuesto que todo tipo de hechos inesperados puede suceder en la vida política. Pero eso no implica necesariamente que debamos basar nuestra visión política en algo que, con mucha diferencia, parece el más improbable de los escenarios políticos.
Muchas personas de la izquierda revolucionaria han creído durante décadas que solo si los líderes socialistas y sindicales se comprometían firmemente con la aproximación Leninista, los trabajadores entonces ganarían poder y podrían vivir felizmente bajo una democracia socialista en nuestros días. No creo que en la actualidad, eso sea correcto.
Última edición por lolagallego el Vie Nov 27, 2020 11:04 am, editado 1 vez