Los fundamentos de la teoría marxista sobre la cuestión religiosa
artículo publicado en «Controversias» (Foro para la Izquierda Comunista Internacionalista) - firmado por Guy - mayo 2011
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Marxismo y cuestión religiosa
Cuanto más opaco se hace lo profano en este periodo de crisis del capitalismo a escala mundial, más parecen buscar los pueblos un consuelo refugiándose en los dominios de lo sagrado, incluyendo aquellos mas adulterados. Al contrario de otros tipos de ideologías que velan la realidad, las múltiples religiones pretender poner remedio a los problemas terrestres remitiéndoles a los cielo. «¡Dios está de nuestro lado!», se suele decir. Pero «Dios» es diferente según que Libros. El reino de las religiones viene acompañado de una exacerbada violencia: tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York, el poder capitalista protestante de G.W. Bush denunció un «Eje del Mal» que abarcaba los islamistas dirigidos por el movimiento terrorista Al-Quaeda y su líder Osama Bin Laden, apoyado por las dictaduras de países árabes ricos en petróleo. Diez años después el conflicto se extiende particularmente en Irán y Afganistán, con decenas de millares de muertos. Frente a estas mortíferas empresas, los revolucionarios de la Izquierda Comunista Internacional deben recordar cual es el análisis del materialismo histórico y dialéctico que ha desarrollado el marxismo para emanciparse de la alienación religiosa. Además de las guerras, todas las religiones envenenan todo en el seno de la sociedad civil (velo integral, pedofilia…). Más allá del principio burgués del laicismo y de la simple afirmación de ateismo, nacerán, gracias la revolución mundial, las condiciones materiales que permitirán la desaparición de todas las creencias celestes y sus nefastos principios, acompañantes de un modo de producción en el cual la patología de los mercados entra en disputa con la de los Estados.
«Solicité a continuación que se criticara la religión partiendo del examen de las circunstancias políticas, y no a estas partiendo de la religión, ya que la religión, vacía en si misma, no se alimenta del cielo sino de la tierra, y se hunde a si misma con el hundimiento de la absurda realidad de la cual es teoría.» Karl Marx, Carta a Ruge, 30 de Noviembre de 1842. [1]
«Es por lo que Feueuerbach no ve que el «espíritu religioso» es en si un producto social y que el individuo abstracto que el analiza pertenece en realidad a una forma social determinada.»Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach - 7ª, 1845 [2]
Crítica de Marx a la alienación religiosa
Un año antes de cargar su evolución hacia un método materialista, histórico y dialéctico (y más tarde hacia la crítica de la economía política como fundamento de la comprensión de las relaciones sociales), el joven Marx la toma con el idealismo hegeliano, que es la ideología dominante de las formas jurídicas y del estado en la Alemania de 1843. Ya preocupado por no separar la teoría y la práctica, comienza una obra titulada Por una crítica de la filosofía del Derecho de Hegel que nunca llegará a terminar pero de la que queda una Introducción publicada numerosas veces. [3] Antes de atacar a la «filosofía alemana de Estado y del derecho, a la cual Hegel ha dado su forma más rigurosa, mas rica y definitiva» [4], Marx comienza su reflexión afirmando que «la crítica de la religión es la condición de toda crítica» [5] porque se inspira en primer lugar en la crítica filosófica de Ludwig Feuerbach hacia el cristianismo [6] que hizo presencia, en 1841, en el ambiente de los jóvenes hegelianos y con la cual romperá de forma estruendosa cuatro años más tarde. Se observa ahí la importancia primordial que otorga a la alienación religiosa dentro del edificio ideológico del Estado en aquella época. Con una maestría teórica de altos vuelos, gracias a una sucesión de inversiones dialécticas cada vez más potentes y por ende progresivamente más aclaradoras desarrolla su crítica de la religión para extraer de esta ganga metafísica la verdad del mundo real sobre la tierra. Se encuentra en ese pasaje formulaciones sobre la alienación que están entre las más «célebres» del autor del Manifiesto del Partido Comunista y a las cuales la intelligentsia burguesa ha intentado trastocar su auténtico sentido:
«La religión es la teoría general del mundo, su compendium enciclopédico, su lógica bajo una forma popular, su cuestión de principio espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento ceremonial, su motivo universal de consolación y de justificación. Es la realización quimérica de la esencia humana, porque la esencia humana no posee una verdadera realidad. Luchar contra la religión es pues, indirectamente, luchar contra ese mundo, del que la religión es el aroma espiritual.
La miseria religiosa es a la vez expresión de la miseria real y protesta contra esa miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el alma de un mundo sin corazón, es el espíritu de un estado de cosas que no tiene espíritu. La religión es el opio del pueblo.
Negar la religión, esa felicidad ilusoria del pueblo, es exigir su auténtica felicidad. Exigir que abandone toda ilusión sobre su situación, exigir que renuncie a una situación que tiene necesidad de ilusiones. La crítica de la religión contiene en germen la crítica del valle de lágrimas del que la religión es una aureola.
La crítica ha saqueado las flores imaginarias que adornan la cadena, no para que el hombre lleve una cadena sin sueños ni consuelo, sino para que sacuda las cadenas y recoja las flores auténticas. La crítica de la religión desengaña al hombre a fin de que piense, de que actúe, que forje su realidad de hombre desengañado con la razón recuperada, a fin de que gravite alrededor de sí mismo, es decir, alrededor de su auténtico sol. La religión no es más que un sol ilusorio, que gira alrededor del hombre en tanto que el hombre no gravita alrededor de sí mismo.
Es pues una tarea de la historia , una vez desaparecido el más allá de la verdad, establecer la verdad de aquí abajo. Y en primer lugar es tarea de la filosofía, que está al servicio de la historia, desenmascarar su alienación en sus formas profanas , una vez desenmascarada la forma sagrada de la alienación del hombre. La crítica del cielo se transforma así crítica de la tierra, la crítica de la religión en crítica del derecho, la crítica de la teología en crítica de la política.» [7]
La cuestión judía
Aquel mismo año de 1843 Marx responde a uno de sus antiguos maestros, Bruno Bauer, que le enseño teología protestante en Berlín entre 1836 y 1840. Escribe cincuenta páginas sobre el problema de la emancipación de los judíos, publicando su texto al año siguiente (en febrero de 1844 en París) bajo el mismo título que el de Bauer: «Sobre la cuestión judía», en los Anales Franco-Alemanes [8]. Su análisis se sitúa en el cuadro de su evolución teórica sobre la cuestión religiosa pero, dado el trágico destino que el porvenir reserva a los judíos, diversos adversarios del materialismo buscarán a cubrir de oprobio, a posteriori, un sedicente antisemitismo del pensamiento marxista. Más allá de una polémica malsana, hay que decir que la respuesta de Marx a Bauer se inscribía al debate en curso sobre la emancipación de los judíos en el «Estado cristiano». En relación con una emancipación limitada a los derechos políticos (los del ciudadano), Marx se pronuncia por la «emancipación humana», porque busca transformar las cuestiones teológicas en cuestiones profanas. He aquí la crítica de la alienación religiosa aplicada al judaísmo por comparación al cristianismo: « La alienación es la practicadle despojo. Al igual que el hombre bajo la influencia de la religión no sabe concretar su ser mas que haciendo un ser fantástico y ajeno, igualmente no puede, bajo la influencia de la necesidad egoísta, afirmarse en la práctica y producir objetos prácticos mas que sometiendo sus productos así como su actividad al dominio de una entidad extraña, atribuyéndola el significado de una entidad extraña, el dinero. En su práctica perfecta, el egoísmo espiritualista del cristiano se convierte necesariamente en el egoísmo material del judío, la necesidad celeste muda en necesidad terrestre, el subjetivismo en egoísmo. No explicamos la tenacidad del judío a partir de su religión, sino mas bien por el fundamento humano de su religión, la necesidad práctica, el egoísmo.» [9] Queriendo erradicar la alienación religiosa, Marx concluye radicalmente: «La emancipación social del judío es la emancipación de la sociedad del judaísmo».» [10]
En relación con las acusaciones contra Marx, Jacques Aron, un intelectual de Anvers, ha situado los debates filosóficos en el marco de los años 1841-1844: «Henos aquí en el corazón del debate que ha hecho ya correr mucha tinta. En raras ocasiones ocho páginas –la segunda parte, la más controvertida del artículo- de una increíble densidad, hubieran producido tantos remolinos; hemos visto que Marx no hacía del abandono de su religión la condición de la emancipación política de los judíos. Lo que Marx persigue señalar mediante esta feroz denuncia del judaísmo profano es que ya no es la marca exclusiva de los judíos, sino de la entera sociedad, incluyendo a los cristianos.» [11]
Con su XI tesis sobre Feuerbach, Marx romperá con todo idealismo filosófico: «Los filósofos no han hecho mas que interpretar el mundo de diferentes maneras, pero se trata de transformarlo.» [12] Mas tarde, en 1847, en vísperas de las revoluciones europeas de 1848, en su crítica del libro de Proudhon Filosofía de la miseria, Miseria de la filosofía, la emprenderá contra el idealismo de la economía política en nombre de la teoría del proletariado como sujeto histórico. Sin embargo, su denuncia de la alienación religiosa descansará siempre sobre el papel que esta desempeña cubriendo con velos la realidad material, y sobre su carácter contradictorio que se expresa simultáneamente como una mistificación de las relaciones sociales y como un consuelo de las miserias engendradas por esta. Desde este punto de vista, la famosa fórmula sobre «el opio del pueblo» define bien la religión como una especie de droga que embrutece a los proletarios y les impide tomar conciencia de las raíces de su explotación, pero también como alivio de los dolores físicos y morales inherentes a su condición de condenados de la tierra.
Es conveniente saber que en el siglo XIX, el opio se consideraba como una especie de medicina capaz de aliviar todo tipo de sufrimientos, y de ahí la imagen de un pueblo que recurre a sus servicios, buscando también poner bálsamo sobre sus heridas. Marx tiene en cuenta, más allá de la crítica atea de los librepensadores de su tiempo (en primer lugar de los anarquistas) sobre el atontamiento de las masas por los servidores de todos los cultos, la expresión espiritual de la religión, que aparece como un refugio frente a «las heladas aguas del cálculo egoísta.» ¡Si, la religión es una «protesta», un «suspiro», un «alma», un «espíritu»! Dado esto, sabe que la alienación religiosa es una «forma sagrada» de la ideología que se remite a los fines últimos del hombre, a la escatología que predecía la felicidad terrestre en la época del cristianismo primitivo, mediante la creencia en la parusía de Cristo (su retorno a la tierra). Es preciso por tanto criticar y combatir todos los lugares comunes vehiculados por todas las iglesias sobre la inevitable resignación terrena a causa de un pecado original o de cualquier predestinación. En nombre del mas allá, bajo el imperio romano, en las catacumbas o en el circo frente a los leones, y con relación a la esclavitud, los cristianos predicaban como su mesías y salvador Jesucristo, que «hay que dar al César lo que es del César.»
Por ese camino la religión se separa de las posibilidades materiales de la historia humana y de su búsqueda de la verdad sobre la tierra, y se consagra exclusivamente al sudor, a la sangre, a los lamentos y a las lágrimas, dejando, en el seno de la sociedad dividida en clases, la organización productiva en manos de los explotadores. Hubo sin embargo en los comienzos de la era cristiana intentos limitados de organización comunista. Es lo que subraya por ejemplo Rosa Luxemburgo en una pequeña obra publicada en Cracovia en 1905, cuando la S.D.K.P.i L. (Socialdemocracia del Reino de Polonia y Lituania) luchaba contra el clero polaco: «En esta sociedad en ruinas, en donde no existe ninguna alternativa a la situación trágica del pueblo, ninguna esperanza de una vida mejor, los desventurados miran al cielo para buscar allí la salud, La religión cristiana se aparece a estos seres míseros como una boya de salvamento, una consolación, un alivio, y fue desde sus comienzos la religión de los proletarios romanos . De acuerdo con la situación material de los hombres pertenecientes a esta clase, los primeros cristianos formularon la reivindicación de la propiedad colectiva, el comunismo . ¿Qué mas natural que eso? El pueblo carecía de subsistencias, perecía de miseria. Luego una religión que defendía al pueblo y exigía a los ricos compartir con los pobres las riquezas que debían de pertenecer a todos y no a un puñado de privilegiados, una religión que proclamaba la igualdad de todos los hombres debía tener un gran éxito.
Sin embargo, esto no tiene nada en común con la reivindicación que presentan actualmente los socialdemócratas de cara a poner en propiedad común los instrumentos de trabajo , los medios de producción para que todo el mundo pueda vivir y trabajar colectivamente. Hemos podido comprobar que los proletarios romanos no vivían de su trabajo, sino de las limosnas que les concedía el gobierno. Así, la reivindicación de los cristianos respecto a la propiedad colectiva no concernía los medios de producción, sino a los medios de disfrute de los bienes . No exigían que la tierra, los talleres, los instrumentos de trabajo llegaran a ser de propiedad colectiva, sino solamente que todos compartieran el alojamiento, los vestidos, los alimentos y todos los objetos de primera necesidad. Los comunistas cristianos se guardaron muy bien de buscar el origen de estas riquezas. El trabajo correspondía siempre a los esclavos. El pueblo cristiano deseaba sólo que aquellos que poseyeran las riquezas, al abrazar la religión cristiana, hicieran una propiedad común y que todos disfrutasen de estos bienes en la igualdad y en la fraternidad. Por otro lado, así es como se organizaron las primeras comunas cristianas.» [13]
artículo publicado en «Controversias» (Foro para la Izquierda Comunista Internacionalista) - firmado por Guy - mayo 2011
—4 mensajes—
Marxismo y cuestión religiosa
Cuanto más opaco se hace lo profano en este periodo de crisis del capitalismo a escala mundial, más parecen buscar los pueblos un consuelo refugiándose en los dominios de lo sagrado, incluyendo aquellos mas adulterados. Al contrario de otros tipos de ideologías que velan la realidad, las múltiples religiones pretender poner remedio a los problemas terrestres remitiéndoles a los cielo. «¡Dios está de nuestro lado!», se suele decir. Pero «Dios» es diferente según que Libros. El reino de las religiones viene acompañado de una exacerbada violencia: tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York, el poder capitalista protestante de G.W. Bush denunció un «Eje del Mal» que abarcaba los islamistas dirigidos por el movimiento terrorista Al-Quaeda y su líder Osama Bin Laden, apoyado por las dictaduras de países árabes ricos en petróleo. Diez años después el conflicto se extiende particularmente en Irán y Afganistán, con decenas de millares de muertos. Frente a estas mortíferas empresas, los revolucionarios de la Izquierda Comunista Internacional deben recordar cual es el análisis del materialismo histórico y dialéctico que ha desarrollado el marxismo para emanciparse de la alienación religiosa. Además de las guerras, todas las religiones envenenan todo en el seno de la sociedad civil (velo integral, pedofilia…). Más allá del principio burgués del laicismo y de la simple afirmación de ateismo, nacerán, gracias la revolución mundial, las condiciones materiales que permitirán la desaparición de todas las creencias celestes y sus nefastos principios, acompañantes de un modo de producción en el cual la patología de los mercados entra en disputa con la de los Estados.
«Solicité a continuación que se criticara la religión partiendo del examen de las circunstancias políticas, y no a estas partiendo de la religión, ya que la religión, vacía en si misma, no se alimenta del cielo sino de la tierra, y se hunde a si misma con el hundimiento de la absurda realidad de la cual es teoría.» Karl Marx, Carta a Ruge, 30 de Noviembre de 1842. [1]
«Es por lo que Feueuerbach no ve que el «espíritu religioso» es en si un producto social y que el individuo abstracto que el analiza pertenece en realidad a una forma social determinada.»Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach - 7ª, 1845 [2]
Crítica de Marx a la alienación religiosa
Un año antes de cargar su evolución hacia un método materialista, histórico y dialéctico (y más tarde hacia la crítica de la economía política como fundamento de la comprensión de las relaciones sociales), el joven Marx la toma con el idealismo hegeliano, que es la ideología dominante de las formas jurídicas y del estado en la Alemania de 1843. Ya preocupado por no separar la teoría y la práctica, comienza una obra titulada Por una crítica de la filosofía del Derecho de Hegel que nunca llegará a terminar pero de la que queda una Introducción publicada numerosas veces. [3] Antes de atacar a la «filosofía alemana de Estado y del derecho, a la cual Hegel ha dado su forma más rigurosa, mas rica y definitiva» [4], Marx comienza su reflexión afirmando que «la crítica de la religión es la condición de toda crítica» [5] porque se inspira en primer lugar en la crítica filosófica de Ludwig Feuerbach hacia el cristianismo [6] que hizo presencia, en 1841, en el ambiente de los jóvenes hegelianos y con la cual romperá de forma estruendosa cuatro años más tarde. Se observa ahí la importancia primordial que otorga a la alienación religiosa dentro del edificio ideológico del Estado en aquella época. Con una maestría teórica de altos vuelos, gracias a una sucesión de inversiones dialécticas cada vez más potentes y por ende progresivamente más aclaradoras desarrolla su crítica de la religión para extraer de esta ganga metafísica la verdad del mundo real sobre la tierra. Se encuentra en ese pasaje formulaciones sobre la alienación que están entre las más «célebres» del autor del Manifiesto del Partido Comunista y a las cuales la intelligentsia burguesa ha intentado trastocar su auténtico sentido:
«La religión es la teoría general del mundo, su compendium enciclopédico, su lógica bajo una forma popular, su cuestión de principio espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento ceremonial, su motivo universal de consolación y de justificación. Es la realización quimérica de la esencia humana, porque la esencia humana no posee una verdadera realidad. Luchar contra la religión es pues, indirectamente, luchar contra ese mundo, del que la religión es el aroma espiritual.
La miseria religiosa es a la vez expresión de la miseria real y protesta contra esa miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el alma de un mundo sin corazón, es el espíritu de un estado de cosas que no tiene espíritu. La religión es el opio del pueblo.
Negar la religión, esa felicidad ilusoria del pueblo, es exigir su auténtica felicidad. Exigir que abandone toda ilusión sobre su situación, exigir que renuncie a una situación que tiene necesidad de ilusiones. La crítica de la religión contiene en germen la crítica del valle de lágrimas del que la religión es una aureola.
La crítica ha saqueado las flores imaginarias que adornan la cadena, no para que el hombre lleve una cadena sin sueños ni consuelo, sino para que sacuda las cadenas y recoja las flores auténticas. La crítica de la religión desengaña al hombre a fin de que piense, de que actúe, que forje su realidad de hombre desengañado con la razón recuperada, a fin de que gravite alrededor de sí mismo, es decir, alrededor de su auténtico sol. La religión no es más que un sol ilusorio, que gira alrededor del hombre en tanto que el hombre no gravita alrededor de sí mismo.
Es pues una tarea de la historia , una vez desaparecido el más allá de la verdad, establecer la verdad de aquí abajo. Y en primer lugar es tarea de la filosofía, que está al servicio de la historia, desenmascarar su alienación en sus formas profanas , una vez desenmascarada la forma sagrada de la alienación del hombre. La crítica del cielo se transforma así crítica de la tierra, la crítica de la religión en crítica del derecho, la crítica de la teología en crítica de la política.» [7]
La cuestión judía
Aquel mismo año de 1843 Marx responde a uno de sus antiguos maestros, Bruno Bauer, que le enseño teología protestante en Berlín entre 1836 y 1840. Escribe cincuenta páginas sobre el problema de la emancipación de los judíos, publicando su texto al año siguiente (en febrero de 1844 en París) bajo el mismo título que el de Bauer: «Sobre la cuestión judía», en los Anales Franco-Alemanes [8]. Su análisis se sitúa en el cuadro de su evolución teórica sobre la cuestión religiosa pero, dado el trágico destino que el porvenir reserva a los judíos, diversos adversarios del materialismo buscarán a cubrir de oprobio, a posteriori, un sedicente antisemitismo del pensamiento marxista. Más allá de una polémica malsana, hay que decir que la respuesta de Marx a Bauer se inscribía al debate en curso sobre la emancipación de los judíos en el «Estado cristiano». En relación con una emancipación limitada a los derechos políticos (los del ciudadano), Marx se pronuncia por la «emancipación humana», porque busca transformar las cuestiones teológicas en cuestiones profanas. He aquí la crítica de la alienación religiosa aplicada al judaísmo por comparación al cristianismo: « La alienación es la practicadle despojo. Al igual que el hombre bajo la influencia de la religión no sabe concretar su ser mas que haciendo un ser fantástico y ajeno, igualmente no puede, bajo la influencia de la necesidad egoísta, afirmarse en la práctica y producir objetos prácticos mas que sometiendo sus productos así como su actividad al dominio de una entidad extraña, atribuyéndola el significado de una entidad extraña, el dinero. En su práctica perfecta, el egoísmo espiritualista del cristiano se convierte necesariamente en el egoísmo material del judío, la necesidad celeste muda en necesidad terrestre, el subjetivismo en egoísmo. No explicamos la tenacidad del judío a partir de su religión, sino mas bien por el fundamento humano de su religión, la necesidad práctica, el egoísmo.» [9] Queriendo erradicar la alienación religiosa, Marx concluye radicalmente: «La emancipación social del judío es la emancipación de la sociedad del judaísmo».» [10]
En relación con las acusaciones contra Marx, Jacques Aron, un intelectual de Anvers, ha situado los debates filosóficos en el marco de los años 1841-1844: «Henos aquí en el corazón del debate que ha hecho ya correr mucha tinta. En raras ocasiones ocho páginas –la segunda parte, la más controvertida del artículo- de una increíble densidad, hubieran producido tantos remolinos; hemos visto que Marx no hacía del abandono de su religión la condición de la emancipación política de los judíos. Lo que Marx persigue señalar mediante esta feroz denuncia del judaísmo profano es que ya no es la marca exclusiva de los judíos, sino de la entera sociedad, incluyendo a los cristianos.» [11]
Con su XI tesis sobre Feuerbach, Marx romperá con todo idealismo filosófico: «Los filósofos no han hecho mas que interpretar el mundo de diferentes maneras, pero se trata de transformarlo.» [12] Mas tarde, en 1847, en vísperas de las revoluciones europeas de 1848, en su crítica del libro de Proudhon Filosofía de la miseria, Miseria de la filosofía, la emprenderá contra el idealismo de la economía política en nombre de la teoría del proletariado como sujeto histórico. Sin embargo, su denuncia de la alienación religiosa descansará siempre sobre el papel que esta desempeña cubriendo con velos la realidad material, y sobre su carácter contradictorio que se expresa simultáneamente como una mistificación de las relaciones sociales y como un consuelo de las miserias engendradas por esta. Desde este punto de vista, la famosa fórmula sobre «el opio del pueblo» define bien la religión como una especie de droga que embrutece a los proletarios y les impide tomar conciencia de las raíces de su explotación, pero también como alivio de los dolores físicos y morales inherentes a su condición de condenados de la tierra.
Es conveniente saber que en el siglo XIX, el opio se consideraba como una especie de medicina capaz de aliviar todo tipo de sufrimientos, y de ahí la imagen de un pueblo que recurre a sus servicios, buscando también poner bálsamo sobre sus heridas. Marx tiene en cuenta, más allá de la crítica atea de los librepensadores de su tiempo (en primer lugar de los anarquistas) sobre el atontamiento de las masas por los servidores de todos los cultos, la expresión espiritual de la religión, que aparece como un refugio frente a «las heladas aguas del cálculo egoísta.» ¡Si, la religión es una «protesta», un «suspiro», un «alma», un «espíritu»! Dado esto, sabe que la alienación religiosa es una «forma sagrada» de la ideología que se remite a los fines últimos del hombre, a la escatología que predecía la felicidad terrestre en la época del cristianismo primitivo, mediante la creencia en la parusía de Cristo (su retorno a la tierra). Es preciso por tanto criticar y combatir todos los lugares comunes vehiculados por todas las iglesias sobre la inevitable resignación terrena a causa de un pecado original o de cualquier predestinación. En nombre del mas allá, bajo el imperio romano, en las catacumbas o en el circo frente a los leones, y con relación a la esclavitud, los cristianos predicaban como su mesías y salvador Jesucristo, que «hay que dar al César lo que es del César.»
Por ese camino la religión se separa de las posibilidades materiales de la historia humana y de su búsqueda de la verdad sobre la tierra, y se consagra exclusivamente al sudor, a la sangre, a los lamentos y a las lágrimas, dejando, en el seno de la sociedad dividida en clases, la organización productiva en manos de los explotadores. Hubo sin embargo en los comienzos de la era cristiana intentos limitados de organización comunista. Es lo que subraya por ejemplo Rosa Luxemburgo en una pequeña obra publicada en Cracovia en 1905, cuando la S.D.K.P.i L. (Socialdemocracia del Reino de Polonia y Lituania) luchaba contra el clero polaco: «En esta sociedad en ruinas, en donde no existe ninguna alternativa a la situación trágica del pueblo, ninguna esperanza de una vida mejor, los desventurados miran al cielo para buscar allí la salud, La religión cristiana se aparece a estos seres míseros como una boya de salvamento, una consolación, un alivio, y fue desde sus comienzos la religión de los proletarios romanos . De acuerdo con la situación material de los hombres pertenecientes a esta clase, los primeros cristianos formularon la reivindicación de la propiedad colectiva, el comunismo . ¿Qué mas natural que eso? El pueblo carecía de subsistencias, perecía de miseria. Luego una religión que defendía al pueblo y exigía a los ricos compartir con los pobres las riquezas que debían de pertenecer a todos y no a un puñado de privilegiados, una religión que proclamaba la igualdad de todos los hombres debía tener un gran éxito.
Sin embargo, esto no tiene nada en común con la reivindicación que presentan actualmente los socialdemócratas de cara a poner en propiedad común los instrumentos de trabajo , los medios de producción para que todo el mundo pueda vivir y trabajar colectivamente. Hemos podido comprobar que los proletarios romanos no vivían de su trabajo, sino de las limosnas que les concedía el gobierno. Así, la reivindicación de los cristianos respecto a la propiedad colectiva no concernía los medios de producción, sino a los medios de disfrute de los bienes . No exigían que la tierra, los talleres, los instrumentos de trabajo llegaran a ser de propiedad colectiva, sino solamente que todos compartieran el alojamiento, los vestidos, los alimentos y todos los objetos de primera necesidad. Los comunistas cristianos se guardaron muy bien de buscar el origen de estas riquezas. El trabajo correspondía siempre a los esclavos. El pueblo cristiano deseaba sólo que aquellos que poseyeran las riquezas, al abrazar la religión cristiana, hicieran una propiedad común y que todos disfrutasen de estos bienes en la igualdad y en la fraternidad. Por otro lado, así es como se organizaron las primeras comunas cristianas.» [13]
Última edición por lolagallego el Mar Dic 01, 2020 3:23 pm, editado 2 veces