texto de José María Laso Prieto
publicado en la revista Utopías-Nuestra Bandera, del PCE - año 1999
publicación digital por parte de la Asociación Cultural Wenceslao Roces
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---mensaje nº 1---
I. Introducción.
El desarrollo de los conflictos bélicos en los Balcanes, las tensiones nacionalistas existentes en diversos países europeos, así como su reivindicación por algunas organizaciones nacionalistas que actúan en España, han reactualizado el debate que sobre el derecho a la autodeterminación de naciones, nacionalidades ,pueblos, etc. se realizó en otras etapas históricas.
Recientemente, en un pleno del Comité Federal del Partido Comunista de España, se produjeron intervenciones discrepantes sobre la aplicación de tal derecho. Ello indujo a que, en su resumen del debate plenario, Francisco Frutos, Secretario General del Partido Comunista de España, propusiera llevar a cabo un debate monográfico sobre el principio del derecho de las naciones a la autodeterminación y el de su eventual aplicación a situaciones históricas concretas. La finalidad de este trabajo es la de contribuir a un debate que se ha hecho cada vez más necesario en el P.C.E.
Un tema tan complejo como el derecho a la autodeterminación de los pueblos, que tiene consecuencias políticas tan relevantes para las étnias, culturas, nacionalidades y clases sociales afectados por su aplicación, no debe ser abordado en forma genérica. Por ello lo vamos a estudiar no sólo en la forma en que lo hicieron los clásicos del marxismo, Marx y Engels, sino también tal y como lo abordaron otros destacados marxistas como Rosa Luxemburgo, Lenin, los denominados austromarxistas, Stalin, Tito etc. La mayor parte de sus estudios se centran en Estados, como los imperios austrohúngaro y zarista, de carácter plurinacional conflictivo y que habían sido calificados de «cárceles de pueblos». Otros tuvieron por objeto lograr la convivencia, en un Estado Federal integrador, de los denominados «eslavos del sur».
De tales problemáticas debe netamente diferenciarse la suscitada por la aplicación del derecho a la autodeterminación de los pueblos, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, a los países colonizados situados en el denominado «Tercer Mundo». En ese campo, ha desempeñado una función muy relevante el denominado «Comité de los 22» de la Asamblea General de la ONU. Incluso cabe también la distinción entre el derecho a la autodeterminación de los individuos y el de los colectivos sociales.
II. La posición de Marx y Engels
Centrados fundamentalmente en resolver los problemas inherentes al proceso de emancipación de la clase obrera, Marx y Engels no elaboraron de forma sistemática una teoría del nacionalismo [1] . No obstante, tal teoría se puede deducir tanto de la metodología del materialismo histórico, como de las posiciones de los clásicos del marxismo sobre los problemas nacionales de Irlanda, Polonia, Hungría, Italia, Alemania, etc. Preocupados por la actitud de los trabajadores ingleses ante los obreros irlandeses, sintetizaron su posición hacia la causa nacional irlandesa en el célebre lema: «No puede ser libre un pueblo que oprime a otro». Ahora bien, el proceso revolucionario desencadenado en Europa en 1848, obligó a Marx y Engels a precisar sus posiciones sobre el tema:
«Tales posiciones se alinean, por lo demás ,con las de la izquierda europea, para la que la revolución hubiera debido promover la liberación y la unificación de las naciones oprimidas y desgarradas, Alemania e Italia, Polonia y Hungría. La izquierda es entonces nacional y ser nacional, en Europa occidental y central, viene a significar ser de izquierdas, en la medida que realizar la unidad nacional, se supone que tiene que romper el sistema surgido del Congreso de Viena y de la Santa Alianza». [2]
Según exponen Haupt, Lowy y Weill -- destacados especialistas en el tema — en su didáctica obra Los marxistas y la cuestión nacional:
«El rechazo a la abstracción es lo que caracteriza la posición de Marx y Engels sobre el problema nacional. Así difieren de la concepción liberal, y de Bakunin, sobre el derecho a la autodeterminación»
Para tales especialistas en la concepción marxista del problema nacional:
«Marx y Engels rechazan la asunción de tal derecho como principio absoluto y circunscriben su alcance y su puesto entre los objetivos del movimiento obrero. Según los casos, minimizan o acentúan el valor instrumental de un principio percibido siempre a través de la dinámica revolucionaria. Es antinómico del principio de las nacionalidades que ignora por completo la gran cuestión del derecho a la existencia nacional de los grandes pueblos históricos de Europa — tal y como la formularon tanto Napoleón III como Bakunin — para quienes toda nación es un hecho natural que debe disponer sin reserva del derecho natural a la independencia de acuerdo con el principio de la libertad absoluta.
Por el contrario, para Marx, el derecho a la autodeterminación debe circunscribirse únicamente a las naciones históricas y debe subordinarse siempre a la prioridad de la lucha por la emancipación de los trabajadores» [3]
Coincidimos con George Haupt, Michael Löwy y Claude Weill, en considerar que:
«[…] para Marx y Engels, la cuestión nacional no es más que un problema subalterno cuya solución se producirá automáticamente por el desarrollo económico y gracias a las transformaciones sociales las naciones viables superarán todos los obstáculos, mientras que las que constituyen meras "reliquias de pueblos" se verán condenadas a desaparecer»
Y es que la perspectiva en que se sitúan Marx y Engels en esa época, al abordar la denominada cuestión nacional:
« [...] es la de las transformaciones estructurales que implica el desarrollo del capitalismo: la creación de grandes entidades nacionales, de grandes espacios estatales centralizados, como condición previa para un gran desarrollo histórico que vaya en el sentido del progreso social. El que la concentración en grandes Estados implique que ,si se da el caso, comprendan una multitud de nacionalidades, es algo que nada cambia en los supuestos» [4]
Sin embargo, coincidimos también con los autores citados – ya que se refieren a dos etapas diferenciadas de Marx y Engels en su enfoque de la cuestión nacional – en considerar:
«[…]que la importancia estratégica de la “cuestión irlandesa”, cuya solución les parece a Marx y Engels, durante la década del 60 del siglo XIX, la clave para la solución de la “cuestión inglesa”, y la cuestión inglesa la clave para la solución de la “cuestión europea", planteaba en términos nuevos la cuestión de la relación entre el movimiento nacional y el movimiento obrero. A partir de entonces, la lucha de las naciones oprimidas ,"subdesarrolladas",incluso – el caso de Irlanda se aborda también como cuestión colonial — puede servir de detonador para la lucha de la clase obrera, del movimiento obrero de las naciones dominantes». [5]
De ello, algunos autores, han deducido, para Irlanda e Inglaterra, las prioridades de Marx y Engels: ya no será la revolución social la que solventará el problema nacional, sino que la liberación de la nación oprimida constituye un supuesto previo para la emancipación social de la clase obrera. La nueva concepción supone unas relaciones políticas completamente distintas, basadas en una alianza estratégica entre el movimiento de liberación nacional y el movimiento obrero. Lucha de clases y lucha nacional se convierten en complementarias y solidarias sin confundirse ni sobreponerse. Con ello se amplia también la terminología, a través de la nueva problemática abierta por la "cuestión irlandesa". Marx y Engels introducen la distinción capital entre "naciones oprimidas" y "naciones dominantes".
De entre los diversos textos de Marx y Engels que podrían citarse para explicar su nueva posición sobre las cuestiones nacionales – que ha sido calificado de «viraje» de 1867 – por razones de espacio vamos a limitarnos a dos extraídas de su correspondencia: La primera, es un pasaje de una carta de Engels a Marx (de 24-X-1869) en la que Engels dice:
«La historia irlandesa le muestra a uno lo desastroso que es para una nación el haber subyugado a otra nación. Todas las abominaciones de los ingleses se originan en el Pale irlandés (se denominaba Pale a la parte de Irlanda en que fueron impuestos el lenguaje, las leyes, etc. ingleses, antes de completarse la conquista de todo el país. Viene a coincidir con el actual territorio del Ulster). Todavía tengo que estudiar el periodo cronweliano, pero lo que me parece seguro es que las cosas hubieran tomado otro giro en Inglaterra si no hubiese sido por la necesidad de la dominación militar de Irlanda y la creación, en ella, de una nueva aristocracia»
La segunda, es una carta de Marx a Kugelman (de 29-XI-1869) en la que Marx dice:
«Estoy cada vez más convencido – y la única cuestión es llevar esta convicción a la clase obrera inglesa – de que ésta no podrá hacer nada decisivo en Inglaterra mientras no separe definitivamente su política respecto a Irlanda de la política de las clases dominantes; mientras no haga causa común con los irlandeses, mientras no tome la iniciativa de disolver la Unión establecida en 1801, remplazándola por una libre relación federal. Y esto debe hacerse, no por simpatía hacia Irlanda, sino como exigencia en interés del proletariado inglés. De lo contrario, el pueblo inglés permanecerá atado a las riendas de las clases dirigentes, pues tendrá que unirse con ellas en un frente común contra Irlanda. Cada uno de sus movimientos en Inglaterra misma es mutilado por la desunión con los irlandeses, quienes constituyen un sector muy importante de la clase obrera de Inglaterra. La primera condición de la emancipación en Inglaterra – el derrocamiento de la oligarquía terrateniente inglesa — sigue siendo imposible debido a que la posición de ésta no puede ser atacada mientras mantenga sus puestos de avanzada en Irlanda, sólidamente fortificados. Pero una vez que las cosas estén allí en manos del propio pueblo irlandés, una vez que éste se convierta en su propio legislador y amo, una vez que logre su autonomía, la abolición de la aristocracia terrateniente (en gran medida las mismas personas que los terratenientes ingleses) será infinitamente más fácil que aquí, puesto que en Irlanda no se trata de un simple problema económico, sino, al mismo tiempo, de un asunto nacional, desde que los terratenientes de allá no son, como los de Inglaterra, los tradicionales dignatarios y representantes de la nación, sino sus opresores mortalmente odiados. Y no sólo el movimiento social interno de Inglaterra permanece lisiado debido a sus relaciones actuales con Irlanda; su politica exterior, en especial su política respecto a Rusia y Norteamérica, sufren el mismo destino.
Pero como la clase obrera inglesa arroja sin duda el peso decisivo en la balanza de la emancipación social en general, es aquí donde hay que aplicar la palanca. En rigor, la república inglesa bajo Cronwell naufragó en Irlanda. "Non bis in idem"»
Los textos de ambas cartas se incluyen en el volumen de Marx y Engels Sobre el sistema colonial del imperialismo [6] , y en sus escritos sobre Irlanda.
Debe considerarse como un gran acierto de Marx y Engels el haber captado con lucidez la estrecha trabazón que existía en Gran Bretaña entre la lucha por la emancipación social del proletariado británico y la cuestión nacional irlandesa. Sin embargo, ello no modificó sustancialmente el hecho de que Marx y Engels eran partidarios de la prioridad de las grandes naciones históricas dotadas de un gran desarrollo cultural y de amplios territorios que permitiesen obtener las ventajas de lo que actualmente se denominan «economías de escala». Apoyaron la independencia de Irlanda – aunque a veces hablaban de autonomía – por las razones expuestas, y de la de Polonia porque socavaría el poder del gran baluarte de la reacción europea que constituía el Imperio Zarista. Es decir, rechazaban generalizar o absolutizar el principio general del derecho de los pueblos a la autodeterminación, ya que su aplicación podía resultar, según las situaciones concretas, progresista o reaccionaria. Marx utiliza más frecuentemente los términos «naciones revolucionarias», «naciones contrarrevolucionarias», mientras que Engels emplea preferentemente la terminología hegeliana «naciones históricas» – «naciones sin historia» (geschichtslose), término este ultimo con el que designa:
«pueblos que en el pasado no han sido capaces de constituir Estados y que no tienen ya la fuerza suficiente para conquistar en el futuro su independencia nacional, nacionalidades enjuiciadas como contrarrevolucionarias en tanto que formaciones naturales, agrarias.»
Desde esta perspectiva, Engels negaba contundenmente, en unos artículos publicados en el Neue Rheinische Zeitung, el derecho a la autodeterminación de las diferentes nacionalidades que constituían los denominados «eslavos del sur», es decir de la: que integraron Yugoslavia.
Román Rodolsky, en su trabajo Engels y los pueblos sin historia, resume muy bien la idea desarrollada y defendida por Engels en el diario alemán citado:
«El sólo hecho de una opresión nacional no impone en absoluto a la democracia tomar partido por la nacionalidad oprimida; ese deber no aparece más que cuando las actividades políticas de esa nacionalidad revisten un carácter revolucionario y sirven, de ese modo, los intereses particulares de la democracia; de no ser así el sedicente movimiento nacional no tendría derecho a apoyo»
III. La Posición de Rosa Luxemburgo.
Contrariamente al caso de otros teóricos marxistas, que admitían la posibilidad de aplicar el derecho de las naciones a la autodeterminación a situaciones concretas en que no entrase en contradicción con el interés prioritario de la lucha por la emancipación del proletariado, Rosa Luxemburgo rechazaba rotundamente tal derecho Sus escritos sobre la cuestión nacional fueron publicados como artículos en 1908 bajo el título de Cuestión nacional y autonomia, en el órgano del Partido Socialdemócrata Polaco. Sus tesis principales son:
a) El derecho a la autodeterminación es un derecho abstracto y metafísico, igual que el pretendido «derecho al trabajo» de los utópicos del siglo XIX o el ridículo «derecho de cada hombre a comer en platos de oro» proclamado por el novelista Chernichevski.
b) Sostener el derecho a la separación de toda nación significa, en realidad, sostener el nacionalismo burgués. La nación, como un todo uniforme y homogéneo no existe: cada clase tiene, en la nación intereses y "derechos " contrapuestos.
c) La independencia de las pequeñas naciones en general, y de Polonia en particular, es una utopía desde el punto de vista económico, condenada por las leyes de la historia.
Para Rosa Luxemburgo no existía más que una excepción a esta regla. Los pueblos balcánicos del Imperio turco: griegos, serbios, búlgaros, armenios, etc. Estas naciones habían alcanzado un grado de desarrollo económico, social y cultural superior al de Turquía, imperio decadente que las aplastaba con su peso muerto.
Empero, quizás resulte más expresivo todavía citar directamente a Rosa Luxemburgo. En un pasaje del primer capitulo de su obra La cuestión nacional –titulado El derecho de las naciones a la autodeterminación – dice literalmente:
«Los elementos de un programa político se formulan pensando en objetivos concretos: dar soluciones directas, prácticas y factibles a los problemas más candentes de la vida social y política, que tienen que ver con la lucha de clases del proletariado; servirse de líneas orientativas para la política cotidiana y sus necesidades; iniciar la acción política del partido obrero en la dirección correcta; y, finalmente, separar la política revolucionaria del proletariado de la política de los partidos burgueses y pequeñoburgueses. Es evidente que la consigna del «derecho de las naciones a la autodeterminación» no posee este carácter. No ofrece ninguna orientación práctica para la política del día al día del proletariado, ni ninguna solución práctica para los problemas nacionales. Por ejemplo, no indica al proletariado ruso como abordar y resolver el problema nacional polaco, finlandés, caucásico, judío, etc. Sólo ofrece una ilimitada autorización a todas las «naciones» interesadas para que resuelvan los problemas nacionales como más les plazca. La única conclusión práctica que podríamos extraer de esta fórmula, para la política cotidiana de la clase trabajadora, es la indicación de que su deber de clase es luchar contra todas las manifestaciones de la opresión nacional. Si reconocemos el derecho de cada nación a determinarse a si misma, la conclusión más evidente y lógica es que debemos condenar todo intento de dominio de una nación por otra, o del uso de la fuerza para imponer a otra nación una forma determinada de existencia nacional. Pero el deber del partido de la clase obrera de protestar y luchar contra la opresión nacional no surge de un "derecho de las naciones" especial, como tampoco su lucha por la igualdad social y política entre los sexos emana de ningún «derecho de la mujer» innato, como sugiere el movimiento de las feministas burguesas, sino que surge exclusivamente de la oposición general de la estructura de clase y toda forma de desigualdad y de dominación social; en una palabra, surge de la propia posición básica del socialismo. El deber de resistirse a toda forma de opresión nacional no incluye ninguna indicación sobre que condiciones y formas políticas debe propiciar hoy el proletariado consciente de Rusia para solucionar el problema nacional polaco, letón, judío, etc. ni sobre que programa debe presentar para oponerse a los programas de los partidos burgueses, nacionalistas y seudosocialistas en la actual lucha de clases. En otras palabras, la fórmula del "derecho de las naciones a la autodeterminación" no es en esencia una consigna ni una guia política o programática para abordar la cuestión de las nacionalidades sino tan solo un medio para eludir la cuestión. Además el carácter general y esterotipiado del punto 9 del programa del POSDR demuestra que esta forma de resolver la cuestión es ajena a la posición del socialismo marxiano. Un «derecho de las naciones» válido para todos los países y todos los tiempos no es más que un cliché metafísico similar a los «derechos del hombre» y los «derechos del ciudadano». El materialismo dialéctico, que es la base del socialismo científico, ha desterrado definitivamente de su vocabulario este tipo de fórmulas «eternas». Porque la dialéctica histórica ha demostrado que no existen verdades ni derechos «eternos». En palabras de Engels «lo que es bueno aquí y ahora, es malo en otro sitio y viceversa», es decir, lo que es justo y razonable en determinadas circunstancias se convierte en injusto y absurdo en otras. El materialismo dialéctico nos ha enseñado que el contenido real de esas verdades, fórmulas y derechos "eternos" viene determinado sólo por las condiciones sociales materiales en una época dada» [7]
Última edición por pedrocasca el Sáb Sep 08, 2012 1:22 pm, editado 4 veces