Estatutos y origen de la Asociación Internacional de Trabajadores
redactados por Marx en 1864
publicado en abril de 2015 por El Salariado
—2 mensajes—
Reproducimos a continuación los Estatutos de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864), redactados por Marx. Vienen precedidos por un extracto de las conferencias de Riazanov en la Academia Socialista de Moscú en 1922 (publicadas bajo el título Marx y Engels[1]), en el que se explica resumidamente el origen de la I Internacional, de la que formó parte la bien organizada Federación Regional Española, entre 1868 y 1872.
[…] Tal era el estado del movimiento obrero en Inglaterra y en Francia hacia 1862, en cuya época se producen varios acontecimientos que motivan un más estrecho contacto entre los obreros franceses e ingleses. Da posibilidad a este acercamiento la Exposición Universal de Londres. Esta exposición es el remate de un nuevo estadio de la producción capitalista, de la gran industria que hace desaparecer los países aislados para transformarlos en una parte de la economía mundial. La primera exposición fue organizada en Londres en 1851, después de la revolución de febrero; la segunda, en París, en 1855, y la tercera nuevamente en Londres.
Esta exposición permite realizar en París una agitación entre los obreros. El grupo de Armando Levy se dirige al presidente de la comisión organizadora de la sección francesa. El presidente, que era el príncipe Plon-plon, hizo entregar subsidios para el envío de una delegación obrera.
Esa generosidad provocó discusiones acaloradas en todos los talleres parisienses. Los blanquistas, es evidente, se pusieron categóricamente contra la aceptación de esa limosna del gobierno. Pero otro grupo, donde predominaban los mutualistas, no era de la misma opinión. Este opinaba que era necesario aprovechar la posibilidad legal. El dinero -decían- ha sido entregado para enviar delegados obreros. Es necesario exigir que la delegación no sea nombrada por las autoridades, sino elegida por los talleres. Esta elección permitirá desarrollar una excelente propaganda y los obreros tratarán de hacer triunfar sus candidatos.
Este grupo, dirigido por dos obreros, Tolain y Perrachón, llegó a imponer su punto de vista. Las elecciones en los talleres fueron autorizadas y elegidos casi todos los candidatos del segundo grupo. Los blanquistas hicieron el vacío a las elecciones: en cuanto al grupo de Levy, no obtuvo mandato alguno. De este modo fue organizada la delegación de los obreros parisienses. También de Alemania fue una delegación a Londres, delegación estrechamente vinculada al grupo de trabajadores que había asumido la organización del congreso y se había relacionado con Lassalle.
De tal suerte, la exposición universal de Londres permitió el encuentro de obreros franceses, ingleses y alemanes. Esos obreros se reunieron, efectivamente, y es a esa reunión a la que algún historiador hace remontar la fecha de fundación de la Internacional. Hemos recomendado el libro de Steklov sobre la historia de la Internacional; veamos lo que dice a propósito de la reunión en Londres:
“La exposición universal de 1862 fue la ocasión que permitió a los obreros ingleses y a sus camaradas del continente vincularse y entenderse. En Londres… el 5 de agosto de 1862, se efectuó la recepción solemne de setenta delegados obreros franceses por sus camaradas ingleses. En los discursos pronunciados en esa ocasión, se habla de la necesidad de establecer una vinculación internacional entre los proletarios que, como hombres, ciudadanos y trabajadores, tienen los mismos intereses y las mismas aspiraciones.”
Esto es, por desgracia, una leyenda. En realidad, esa reunión, como hemos demostrado hace tiempo, tuvo un carácter completamente distinto. Se efectuó con la participación y la aprobación de los representantes de la burguesía y de las clases dirigentes, y los discursos que allí se pronunciaron no ofendieron a los patrones ni alarmaron a la policía, pues los capitalistas ingleses que durante la huelga de los obreros de la edificación fueron los dirigentes de los empresarios, también participaron de la reunión. Los trade-unionistas ingleses se negaron ostensiblemente a participar en ese mitin. He aquí por qué no se puede considerar esa reunión como el comienzo de la Internacional.
Lo único cierto es que, si habían llegado obreros de Alemania y Francia a Londres, debían encontrarse con los obreros franceses y alemanes emigrados después de 1848. El lugar donde se encontraron los obreros de diferentes nacionalidades, después de 1850, fue la sociedad de educación obrera fundada en 1840 por Schapper y sus camaradas. El refectorio y el café de esta sociedad estaban situados precisamente en el barrio donde se alojaron los extranjeros. Hasta la guerra imperialista[2], una de cuyas primeras víctimas fue la sociedad obrera alemana, que contaba ya setenta y cuatro años de existencia, este barrio continuó siendo el centro de reunión de los extranjeros. Es esto lo que hemos podido comprobar personalmente durante nuestra residencia en Londres, donde estuvimos en 1909 y 1910 para trabajar en el Museo Británico. No existía entonces otro paraje donde se pudieran encontrar tantos obreros extranjeros. Después de la declaración de guerra, el gobierno inglés se apresuró a clausurar el club alemán.
Verdad es que en Londres algunos miembros de la delegación francesa entraron en relación con viejos emigrados franceses, de igual modo que los obreros alemanes de Leipzig y de Berlín renovaron su amistad con los viejos camaradas. Pero esto no fue otra cosa que relaciones fortuitas, de naturaleza tan poco propicia para conducir a la fundación de la Internacional como la reunión del 5 de agosto, a la cual Steklov, siguiendo a otros historiadores, atribuye esa importancia.
Pero dos hechos muy importantes se produjeron entonces, el primero fue la guerra civil en los Estados Unidos. La cuestión de la abolición de la esclavitud, como ya he dicho, estaba desde algún tiempo a la orden del día. Llegó a revestir particular agudeza y condujo a un conflicto tan violento entre los Estados del sur y los del norte que, para mantener la esclavitud, los primeros resolvieron separarse de la Unión y constituirse en república independiente. Una guerra, que tuvo consecuencias inesperadas y muy desagradables para todo el mundo capitalista, estalló entonces. En esa época los Estados del sur poseían casi todo el monopolio de la producción de algodón, y abastecía la industria algodonera del mundo entero. Egipto producía entonces muy poco algodón; la India oriental y el Turquestán no suministraban ninguno al mercado europeo. De tal suerte, Europa se encontraba de pronto privada de algodón. Cuando la industria en su conjunto, se había completamente rehecho de la crisis de 1857-1858, una crisis sin precedentes alcanzó a la industria del algodón y afectó no sólo a Inglaterra, sino también a Francia, a Alemania y aún a Rusia, en donde la fábrica de Projorov sufrió considerables pérdidas. La falta de algodón provocó un encarecimiento considerable de todas las otras materias primas de la industria textil. Es verdad que los grandes capitalistas sufrieron menos que los otros, pues los pequeños y los medianos tuvieron que cerrar sus fábricas. Centenas de millares de obreros europeos se hallaron en la indigencia.
Los gobiernos se limitaron a dar limosnas miserables. Los obreros ingleses que, poco antes, durante la huelga de los obreros de la edificación, habían dado un ejemplo de solidaridad, se pusieron a organizar la obra de socorro. La iniciativa fue tomada por el consejo de Londres de las trade-uniones, Se constituyó un comité especial, y lo mismo se hizo en Francia, donde este comité fue dirigido por los representantes del grupo que había organizado la elección de la delegación obrera a la exposición de Londres. Estableciéronse relaciones entre ambos comités. Así, los obreros ingleses y franceses tuvieron una nueva prueba de la estrecha ligazón de intereses que existía entre los obreros de diferentes países.
La guerra civil de los Estados Unidos provocó, de tal suerte, un violento trastorno en la vida económica de Europa y afectó por igual a los obreros ingleses, alemanes, franceses y hasta a los mismos obreros rusos de las provincias de Moscú y Vladimiro. Por eso en el prefacio del primer tomo de El Capital Marx escribe que la guerra de secesión del siglo XIX ha sido el toque de alarma para la clase obrera, exactamente como la guerra de la independencia de los Estados Unidos contra Inglaterra fue el toque de rebato para la burguesía francesa de antes de la revolución.
Se produce entonces otro acontecimiento que interesa por igual a los obreros de diferentes países. La servidumbre acababa de ser abolida en Rusia y era preciso realizar una serie de reformas en las otras ramas de la administración y de la vida económica. Al mismo tiempo se reforzaba el movimiento revolucionario y exigía reivindicaciones más radicales. Las regiones fronterizas, comprendida Polonia, se agitaban. El gobierno zarista escogió la ocasión para terminar de un golpe con la sedición exterior e interior; provocó la insurrección de Polonia, y al propio tiempo, con la ayuda de Katkov y de otros escritores venales, avivó el patriotismo panruso. A Muraviev y a sus acólitos se asignó la tarea de reprimir la insurrección polaca.
En occidente, donde el zarismo era unánimemente odiado, la insurrección polaca despertó vivas simpatías. Distintos Estados, Francia e Inglaterra entre otros, dejaron en completa libertad de acción a los defensores de los sublevados polacos, buscando de esa manera dar una salida al descontento reinante entre los obreros. En Francia se organizaron varias asambleas, e igualmente un comité, en cuya dirección central estaban Tolain y Perrachón. En Inglaterra, Cremer y Odger por parte de los obreros, y el profesor Beesley por los intelectuales radicales, se ponen al frente del movimiento en favor de los polacos. En abril de 1863 convocan en Londres un gran mitin presidido por el profesor Beesley y en el cual Cremer pronuncia un discurso para defender a los polacos. La asamblea adopta una resolución por la cual se decide que los obreros franceses e ingleses ejerzan presión sobre sus gobiernos respectivos para hacerlos intervenir en favor de Polonia. Se decide también organizar un mitin internacional. Este mitin se realizó en Londres, presidido por el mismo Beesley, el 22 de julio de 1863. Odger y Cremer hablaron en nombre de los obreros ingleses y Tolain en el de los franceses. Todos ellos demostraron la necesidad de restaurar la independencia de Polonia. Ese fue el objeto único de sus discursos. Pero al otro día se efectuó una reunión que ordinariamente no mencionan los historiadores de la Internacional. Ella fue organizada por iniciativa del consejo londinense de las tradeuniones, pero esta vez sin la participación de los elementos burgueses. Odger demostró allí la necesidad de una unión más estrecha entre los obreros ingleses y los del continente. El problema se planteó concretamente. Ya hemos dicho que los obreros ingleses soportaban la fuerte competencia de los obreros franceses y belgas y especialmente de los obreros alemanes. En esta época la elaboración del pan, que estaba ya en manos de grandes empresas, la hacían principalmente obreros alemanes; numerosos obreros franceses trabajaban en las construcciones, en el moblaje y en la industria del arte. Por eso los trade-unionistas buscaban todas las oportunidades para influir sobre los obreros extranjeros llegados a Inglaterra, Además, una organización que agrupara a los obreros de diferentes nacionalidades era el medio más fácil de lograr sus propósitos.
Se decidió que los obreros ingleses dirigieran un llamamiento a los obreros franceses; transcurrieron cerca de tres meses antes de que este llamamiento fuera sometido a la aprobación de las trade-uniones de Londres. Fue escrito principalmente por Odger, quien, probablemente, se inspiró hasta cierto punto en el mensaje de simpatía enviado por Tomás Hardy a los revolucionarios franceses a fines del siglo XVIII.
En esta época la insurrección polaca acababa de ser reprimida, con una ferocidad inaudita, por el gobierno zarista. El mensaje no hablaba casi de ella. Para tener una idea de su carácter, leeremos el pasaje siguiente:
La fraternidad de los pueblos es extremadamente necesaria dentro del interés de los obreros. Cada vez que tentamos mejorar nuestra situación por medio de la reducción de la jornada de trabajo o del aumento de los salarios, los capitalistas nos amenazan con contratar obreros franceses, belgas y alemanes, que realizarían nuestro trabajo por un salario menos elevado. Por desgracia, esta amenaza se cumple muchas veces. La culpa, es verdad, no es de los camaradas del continente, sino exclusivamente de la ausencia de toda inteligencia regular entre los asalariados de los distintos países. Confiamos, sin embargo, en que esta situación terminará pronto, pues nuestros esfuerzos para lograr que los obreros mal pagados se pongan al nivel de los que reciben salarios elevados, impedirán bien pronto que los empresarios puedan servirse de algunos de nosotros contra nosotros mismos para hacer descender nuestro nivel de vida conforme con su espíritu mercantil.
El mensaje fue traducido al francés por el profesor Beesley y enviado a París en noviembre de 1863. En París sirvió de base para la agitación en los talleres. Pero la respuesta de los obreros franceses se hizo esperar largo tiempo. Se preparaban entonces para las elecciones complementarias del cuerpo legislativo que debían efectuarse en marzo de 1864. Y en esa ocasión, un grupo de obreros, entre los que figuraban Tolain y Perrachón, plantearon una cuestión muy importante: ¿Los obreros deben tener sus propios candidatos o deben limitarse a sostener a los candidatos radicales? En otros términos, ¿es necesario separarse netamente de la oposición burguesa e intervenir con una plataforma especial o se debe marchar a remolque de los partidos burgueses? Esta cuestión fue ardientemente discutida a fines de 1863 y a comienzos de 1864. Se resolvió intervenir por separado y sostener la candidatura de Tolain. Se decidió igualmente expresar los fundamentos de esta ruptura con la democracia burguesa en una plataforma especial que, de acuerdo con el número de firmantes, recibió el nombre de Manifiesto de los sesenta. En su parte teórica, en su parte critica del régimen burgués, este manifiesto responde enteramente al espíritu proudhoniano. Pero, al propio tiempo, se aparta claramente del programa político del maestro, preconiza la formación de una organización política especial de los obreros y reclama que se sostengan candidaturas obreras al parlamento, a fin de poder defender allí los intereses del proletariado.
Proudhon aprobó ardientemente el Manifiesto de los sesenta y escribió a este respecto un libro, que es una de sus mejores obras. Lo compuso en los últimos meses de su vida, pero murió antes de su aparición. Se titula esta obra De la capacidad política de la clase obrera; en ella Proudhon reconoce a los obreros el derecho de poseer una organización de clase independiente. Aprueba el nuevo programa de los obreros de París, en el cual se ve la mejor demostración de la gran capacidad política que tiene la clase obrera. Aunque mantenga su viejo punto de vista sobre las huelgas y las asociaciones de ayuda mutua, su libro, por su espíritu de protesta contra la sociedad burguesa y su tendencia proletaria, recuerda su primera obra sobre la propiedad. Esta apología de la clase obrera llega a ser uno de los libros preferidos de los obreros franceses. Y cuando se habla de la influencia de las doctrinas de Proudhon en la época de la Primera Internacional, no hay que olvidar que se trata de la doctrina de Proudhon tal como resulta después de la publicación del Manifiesto de los sesenta. Bajo esta forma el proudhonismo ha tenido una gran influencia en la orientación de los intelectuales revolucionarios rusos. La obra póstuma de Proudhon está traducida al ruso por uno de nuestros publicistas, N. Mikhailovsky.
Transcurrió casi un año antes que la clase obrera parisiense redactara una respuesta. Para llevarla a Londres fue designada una comisión especial. Para la recepción de esta delegación, se organizó una asamblea el 28 de septiembre de 1864, en el salón Saint-Martin, del centro de la ciudad. Beesley presidía. El salón estaba repleto. Primero leyó Odger el manifiesto de los obreros ingleses. El manifiesto de los franceses fue leído por Tolain. He aquí un extracto:
Progreso universal, división del trabajo, libertad de comercio, he aquí los tres factores que deben atraer nuestra atención, pues son susceptibles de transformar radicalmente la vida económica de la sociedad. Constreñidos por la fuerza de las cosas y por las necesidades del tiempo, los capitalistas han constituido poderosas uniones financieras e industriales. Si nosotros no tomamos medidas de defensa, seremos despiadadamente aplastados. Nosotros, obreros de todos los países, debemos unirnos y oponer una barrera infranqueable al orden de cosas existente, que amenaza dividir a la humanidad en una masa de hombres hambrientos y furiosos de una parte, y de la otra en una oligarquía de reyes de la banca y de burgueses cebados. Ayudémonos los unos a los otros para conseguir nuestro propósito.
Los obreros franceses también presentaron un proyecto de organización. Se debía constituir en Londres una comisión central compuesta de los representantes de todos los países, y en todas las principales ciudades de Europa subcomisiones en contacto con esta comisión central, que sometería a un examen algunas cuestiones. El organismo central debía elaborar la orden del día. Para la determinación definitiva de la forma de organización se convocaría un congreso internacional en Bélgica. Pero, se dirá, ¿cuál fue la participación de Marx? Ninguna. Ya hemos relatado en todos sus detalles la preparación de la jornada del 28 de septiembre de 1864, a la que hacemos remontar la historia de la Internacional, para saber que todo lo que se hizo en esta asamblea, desde el principio hasta el fin, fue obra de los obreros mismos. Hasta el presente no he tenido que mencionar una sola vez el nombre de Marx, no obstante que él asistió a esta memorable asamblea en calidad de invitado. ¿Cómo se halló participando en la misma? La respuesta a esta cuestión nos la da una noticia que por azar he encontrado entre los papeles de Marx:
“Al señor Marx. Señor, el Comité de organización del mitin os ruega respetuosamente queráis asistir a él. A la presentación de esta nota podréis entrar en la sala, donde a las siete horas y media se reunirá el Comité. Vuestro afectísimo. – Cremet.”
Al hallar esta carta nos preguntamos qué pudo inducir a Cremer a invitar a Marx. ¿Por qué esta invitación no fue dirigida a muchos otros emigrados radicados entonces en Londres y en más estrechas relaciones que Marx con los ingleses y franceses? ¿Por qué Marx fue elegido para el Comité de la futura sociedad internacional?
A este respecto pueden hacerse diversas conjeturas; la que tiene más apariencia de ser verdad es la siguiente. Hemos señalado el papel representado por la sociedad obrera alemana, cuyos locales eran en Londres puntos de reunión de los obreros de los diversos países. Esta sociedad adquirió mayor importancia aun cuando los obreros ingleses comprendieron la necesidad de ligarse con los alemanes para evitar los perjuicios de la competencia de los obreros que, por intermedio de agentes, los empresarios atraían a Londres. De ahí las estrechas relaciones personales con los miembros de la vieja Liga de los comunistas: Eccarius, Lessner y Pfender. Los dos primeros eran sastres y el tercero, yesero pintor, trabajaba en construcciones. Todos participaban activamente en el movimiento gremial londinense y conocían muy bien a los organizadores y dirigentes del consejo londinense de las tradeuniones. Verosímilmente, se debe a esta circunstancia que Cremer y Odger conocieran a Marx, quien precisamente con motivo del asunto Vogt había reiniciado sus relaciones con la sociedad obrera alemana.
Así, pues, el verdadero papel de Marx, que no fue fundador de la Primera Internacional, pero de la que llegó a ser muy pronto el principal orientador, sólo comienza luego de la fundación de esta Internacional. Hemos visto que el comité elegido en la asamblea del 28 de septiembre no recibió ninguna directiva: no tenía ni programa, ni estatutos, ni siquiera nombre. Existía ya en Londres una sociedad internacional, la “Liga general”, que ofreció hospitalidad al Comité. En las actas de la primera asamblea realizada por este Comité figuran los nombres de los representantes de esta Liga, que no eran sino perfectos burgueses. Ellos tampoco propusieron al nuevo Comité la fundación de una nueva sociedad. Algunos de ellos hablaban de la organización de una nueva asociación internacional en la que podrían ingresar no solamente los obreros sino todos los que aspirasen a una unión internacional y al mejoramiento de la situación política y económica de las masas trabajadoras. Y es a instancias de los trabajadores. Eccarius y Vitlock, este último viejo “cartista”, que se decidió dar a la nueva sociedad el nombre de “Asociación Internacional de los Trabajadores”. Esta proposición fue sostenida por los ingleses, entre los que se hallaban varios “cartistas”, miembros de la antigua “Sociedad obrera”, cuna del partido “cartista”.
El nombre dado a la nueva asociación internacional fijó inmediatamente su carácter, pues en seguida fueron alejados los burgueses de la “Liga general”: el Comité fue invitado a buscarse otro local. Pudo, felizmente, encontrar un pequeño local no lejos de la sociedad obrera alemana y en el mismo barrio donde vivían los emigrados y obreros extranjeros.
redactados por Marx en 1864
publicado en abril de 2015 por El Salariado
—2 mensajes—
Reproducimos a continuación los Estatutos de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864), redactados por Marx. Vienen precedidos por un extracto de las conferencias de Riazanov en la Academia Socialista de Moscú en 1922 (publicadas bajo el título Marx y Engels[1]), en el que se explica resumidamente el origen de la I Internacional, de la que formó parte la bien organizada Federación Regional Española, entre 1868 y 1872.
[…] Tal era el estado del movimiento obrero en Inglaterra y en Francia hacia 1862, en cuya época se producen varios acontecimientos que motivan un más estrecho contacto entre los obreros franceses e ingleses. Da posibilidad a este acercamiento la Exposición Universal de Londres. Esta exposición es el remate de un nuevo estadio de la producción capitalista, de la gran industria que hace desaparecer los países aislados para transformarlos en una parte de la economía mundial. La primera exposición fue organizada en Londres en 1851, después de la revolución de febrero; la segunda, en París, en 1855, y la tercera nuevamente en Londres.
Esta exposición permite realizar en París una agitación entre los obreros. El grupo de Armando Levy se dirige al presidente de la comisión organizadora de la sección francesa. El presidente, que era el príncipe Plon-plon, hizo entregar subsidios para el envío de una delegación obrera.
Esa generosidad provocó discusiones acaloradas en todos los talleres parisienses. Los blanquistas, es evidente, se pusieron categóricamente contra la aceptación de esa limosna del gobierno. Pero otro grupo, donde predominaban los mutualistas, no era de la misma opinión. Este opinaba que era necesario aprovechar la posibilidad legal. El dinero -decían- ha sido entregado para enviar delegados obreros. Es necesario exigir que la delegación no sea nombrada por las autoridades, sino elegida por los talleres. Esta elección permitirá desarrollar una excelente propaganda y los obreros tratarán de hacer triunfar sus candidatos.
Este grupo, dirigido por dos obreros, Tolain y Perrachón, llegó a imponer su punto de vista. Las elecciones en los talleres fueron autorizadas y elegidos casi todos los candidatos del segundo grupo. Los blanquistas hicieron el vacío a las elecciones: en cuanto al grupo de Levy, no obtuvo mandato alguno. De este modo fue organizada la delegación de los obreros parisienses. También de Alemania fue una delegación a Londres, delegación estrechamente vinculada al grupo de trabajadores que había asumido la organización del congreso y se había relacionado con Lassalle.
De tal suerte, la exposición universal de Londres permitió el encuentro de obreros franceses, ingleses y alemanes. Esos obreros se reunieron, efectivamente, y es a esa reunión a la que algún historiador hace remontar la fecha de fundación de la Internacional. Hemos recomendado el libro de Steklov sobre la historia de la Internacional; veamos lo que dice a propósito de la reunión en Londres:
“La exposición universal de 1862 fue la ocasión que permitió a los obreros ingleses y a sus camaradas del continente vincularse y entenderse. En Londres… el 5 de agosto de 1862, se efectuó la recepción solemne de setenta delegados obreros franceses por sus camaradas ingleses. En los discursos pronunciados en esa ocasión, se habla de la necesidad de establecer una vinculación internacional entre los proletarios que, como hombres, ciudadanos y trabajadores, tienen los mismos intereses y las mismas aspiraciones.”
Esto es, por desgracia, una leyenda. En realidad, esa reunión, como hemos demostrado hace tiempo, tuvo un carácter completamente distinto. Se efectuó con la participación y la aprobación de los representantes de la burguesía y de las clases dirigentes, y los discursos que allí se pronunciaron no ofendieron a los patrones ni alarmaron a la policía, pues los capitalistas ingleses que durante la huelga de los obreros de la edificación fueron los dirigentes de los empresarios, también participaron de la reunión. Los trade-unionistas ingleses se negaron ostensiblemente a participar en ese mitin. He aquí por qué no se puede considerar esa reunión como el comienzo de la Internacional.
Lo único cierto es que, si habían llegado obreros de Alemania y Francia a Londres, debían encontrarse con los obreros franceses y alemanes emigrados después de 1848. El lugar donde se encontraron los obreros de diferentes nacionalidades, después de 1850, fue la sociedad de educación obrera fundada en 1840 por Schapper y sus camaradas. El refectorio y el café de esta sociedad estaban situados precisamente en el barrio donde se alojaron los extranjeros. Hasta la guerra imperialista[2], una de cuyas primeras víctimas fue la sociedad obrera alemana, que contaba ya setenta y cuatro años de existencia, este barrio continuó siendo el centro de reunión de los extranjeros. Es esto lo que hemos podido comprobar personalmente durante nuestra residencia en Londres, donde estuvimos en 1909 y 1910 para trabajar en el Museo Británico. No existía entonces otro paraje donde se pudieran encontrar tantos obreros extranjeros. Después de la declaración de guerra, el gobierno inglés se apresuró a clausurar el club alemán.
Verdad es que en Londres algunos miembros de la delegación francesa entraron en relación con viejos emigrados franceses, de igual modo que los obreros alemanes de Leipzig y de Berlín renovaron su amistad con los viejos camaradas. Pero esto no fue otra cosa que relaciones fortuitas, de naturaleza tan poco propicia para conducir a la fundación de la Internacional como la reunión del 5 de agosto, a la cual Steklov, siguiendo a otros historiadores, atribuye esa importancia.
Pero dos hechos muy importantes se produjeron entonces, el primero fue la guerra civil en los Estados Unidos. La cuestión de la abolición de la esclavitud, como ya he dicho, estaba desde algún tiempo a la orden del día. Llegó a revestir particular agudeza y condujo a un conflicto tan violento entre los Estados del sur y los del norte que, para mantener la esclavitud, los primeros resolvieron separarse de la Unión y constituirse en república independiente. Una guerra, que tuvo consecuencias inesperadas y muy desagradables para todo el mundo capitalista, estalló entonces. En esa época los Estados del sur poseían casi todo el monopolio de la producción de algodón, y abastecía la industria algodonera del mundo entero. Egipto producía entonces muy poco algodón; la India oriental y el Turquestán no suministraban ninguno al mercado europeo. De tal suerte, Europa se encontraba de pronto privada de algodón. Cuando la industria en su conjunto, se había completamente rehecho de la crisis de 1857-1858, una crisis sin precedentes alcanzó a la industria del algodón y afectó no sólo a Inglaterra, sino también a Francia, a Alemania y aún a Rusia, en donde la fábrica de Projorov sufrió considerables pérdidas. La falta de algodón provocó un encarecimiento considerable de todas las otras materias primas de la industria textil. Es verdad que los grandes capitalistas sufrieron menos que los otros, pues los pequeños y los medianos tuvieron que cerrar sus fábricas. Centenas de millares de obreros europeos se hallaron en la indigencia.
Los gobiernos se limitaron a dar limosnas miserables. Los obreros ingleses que, poco antes, durante la huelga de los obreros de la edificación, habían dado un ejemplo de solidaridad, se pusieron a organizar la obra de socorro. La iniciativa fue tomada por el consejo de Londres de las trade-uniones, Se constituyó un comité especial, y lo mismo se hizo en Francia, donde este comité fue dirigido por los representantes del grupo que había organizado la elección de la delegación obrera a la exposición de Londres. Estableciéronse relaciones entre ambos comités. Así, los obreros ingleses y franceses tuvieron una nueva prueba de la estrecha ligazón de intereses que existía entre los obreros de diferentes países.
La guerra civil de los Estados Unidos provocó, de tal suerte, un violento trastorno en la vida económica de Europa y afectó por igual a los obreros ingleses, alemanes, franceses y hasta a los mismos obreros rusos de las provincias de Moscú y Vladimiro. Por eso en el prefacio del primer tomo de El Capital Marx escribe que la guerra de secesión del siglo XIX ha sido el toque de alarma para la clase obrera, exactamente como la guerra de la independencia de los Estados Unidos contra Inglaterra fue el toque de rebato para la burguesía francesa de antes de la revolución.
Se produce entonces otro acontecimiento que interesa por igual a los obreros de diferentes países. La servidumbre acababa de ser abolida en Rusia y era preciso realizar una serie de reformas en las otras ramas de la administración y de la vida económica. Al mismo tiempo se reforzaba el movimiento revolucionario y exigía reivindicaciones más radicales. Las regiones fronterizas, comprendida Polonia, se agitaban. El gobierno zarista escogió la ocasión para terminar de un golpe con la sedición exterior e interior; provocó la insurrección de Polonia, y al propio tiempo, con la ayuda de Katkov y de otros escritores venales, avivó el patriotismo panruso. A Muraviev y a sus acólitos se asignó la tarea de reprimir la insurrección polaca.
En occidente, donde el zarismo era unánimemente odiado, la insurrección polaca despertó vivas simpatías. Distintos Estados, Francia e Inglaterra entre otros, dejaron en completa libertad de acción a los defensores de los sublevados polacos, buscando de esa manera dar una salida al descontento reinante entre los obreros. En Francia se organizaron varias asambleas, e igualmente un comité, en cuya dirección central estaban Tolain y Perrachón. En Inglaterra, Cremer y Odger por parte de los obreros, y el profesor Beesley por los intelectuales radicales, se ponen al frente del movimiento en favor de los polacos. En abril de 1863 convocan en Londres un gran mitin presidido por el profesor Beesley y en el cual Cremer pronuncia un discurso para defender a los polacos. La asamblea adopta una resolución por la cual se decide que los obreros franceses e ingleses ejerzan presión sobre sus gobiernos respectivos para hacerlos intervenir en favor de Polonia. Se decide también organizar un mitin internacional. Este mitin se realizó en Londres, presidido por el mismo Beesley, el 22 de julio de 1863. Odger y Cremer hablaron en nombre de los obreros ingleses y Tolain en el de los franceses. Todos ellos demostraron la necesidad de restaurar la independencia de Polonia. Ese fue el objeto único de sus discursos. Pero al otro día se efectuó una reunión que ordinariamente no mencionan los historiadores de la Internacional. Ella fue organizada por iniciativa del consejo londinense de las tradeuniones, pero esta vez sin la participación de los elementos burgueses. Odger demostró allí la necesidad de una unión más estrecha entre los obreros ingleses y los del continente. El problema se planteó concretamente. Ya hemos dicho que los obreros ingleses soportaban la fuerte competencia de los obreros franceses y belgas y especialmente de los obreros alemanes. En esta época la elaboración del pan, que estaba ya en manos de grandes empresas, la hacían principalmente obreros alemanes; numerosos obreros franceses trabajaban en las construcciones, en el moblaje y en la industria del arte. Por eso los trade-unionistas buscaban todas las oportunidades para influir sobre los obreros extranjeros llegados a Inglaterra, Además, una organización que agrupara a los obreros de diferentes nacionalidades era el medio más fácil de lograr sus propósitos.
Se decidió que los obreros ingleses dirigieran un llamamiento a los obreros franceses; transcurrieron cerca de tres meses antes de que este llamamiento fuera sometido a la aprobación de las trade-uniones de Londres. Fue escrito principalmente por Odger, quien, probablemente, se inspiró hasta cierto punto en el mensaje de simpatía enviado por Tomás Hardy a los revolucionarios franceses a fines del siglo XVIII.
En esta época la insurrección polaca acababa de ser reprimida, con una ferocidad inaudita, por el gobierno zarista. El mensaje no hablaba casi de ella. Para tener una idea de su carácter, leeremos el pasaje siguiente:
La fraternidad de los pueblos es extremadamente necesaria dentro del interés de los obreros. Cada vez que tentamos mejorar nuestra situación por medio de la reducción de la jornada de trabajo o del aumento de los salarios, los capitalistas nos amenazan con contratar obreros franceses, belgas y alemanes, que realizarían nuestro trabajo por un salario menos elevado. Por desgracia, esta amenaza se cumple muchas veces. La culpa, es verdad, no es de los camaradas del continente, sino exclusivamente de la ausencia de toda inteligencia regular entre los asalariados de los distintos países. Confiamos, sin embargo, en que esta situación terminará pronto, pues nuestros esfuerzos para lograr que los obreros mal pagados se pongan al nivel de los que reciben salarios elevados, impedirán bien pronto que los empresarios puedan servirse de algunos de nosotros contra nosotros mismos para hacer descender nuestro nivel de vida conforme con su espíritu mercantil.
El mensaje fue traducido al francés por el profesor Beesley y enviado a París en noviembre de 1863. En París sirvió de base para la agitación en los talleres. Pero la respuesta de los obreros franceses se hizo esperar largo tiempo. Se preparaban entonces para las elecciones complementarias del cuerpo legislativo que debían efectuarse en marzo de 1864. Y en esa ocasión, un grupo de obreros, entre los que figuraban Tolain y Perrachón, plantearon una cuestión muy importante: ¿Los obreros deben tener sus propios candidatos o deben limitarse a sostener a los candidatos radicales? En otros términos, ¿es necesario separarse netamente de la oposición burguesa e intervenir con una plataforma especial o se debe marchar a remolque de los partidos burgueses? Esta cuestión fue ardientemente discutida a fines de 1863 y a comienzos de 1864. Se resolvió intervenir por separado y sostener la candidatura de Tolain. Se decidió igualmente expresar los fundamentos de esta ruptura con la democracia burguesa en una plataforma especial que, de acuerdo con el número de firmantes, recibió el nombre de Manifiesto de los sesenta. En su parte teórica, en su parte critica del régimen burgués, este manifiesto responde enteramente al espíritu proudhoniano. Pero, al propio tiempo, se aparta claramente del programa político del maestro, preconiza la formación de una organización política especial de los obreros y reclama que se sostengan candidaturas obreras al parlamento, a fin de poder defender allí los intereses del proletariado.
Proudhon aprobó ardientemente el Manifiesto de los sesenta y escribió a este respecto un libro, que es una de sus mejores obras. Lo compuso en los últimos meses de su vida, pero murió antes de su aparición. Se titula esta obra De la capacidad política de la clase obrera; en ella Proudhon reconoce a los obreros el derecho de poseer una organización de clase independiente. Aprueba el nuevo programa de los obreros de París, en el cual se ve la mejor demostración de la gran capacidad política que tiene la clase obrera. Aunque mantenga su viejo punto de vista sobre las huelgas y las asociaciones de ayuda mutua, su libro, por su espíritu de protesta contra la sociedad burguesa y su tendencia proletaria, recuerda su primera obra sobre la propiedad. Esta apología de la clase obrera llega a ser uno de los libros preferidos de los obreros franceses. Y cuando se habla de la influencia de las doctrinas de Proudhon en la época de la Primera Internacional, no hay que olvidar que se trata de la doctrina de Proudhon tal como resulta después de la publicación del Manifiesto de los sesenta. Bajo esta forma el proudhonismo ha tenido una gran influencia en la orientación de los intelectuales revolucionarios rusos. La obra póstuma de Proudhon está traducida al ruso por uno de nuestros publicistas, N. Mikhailovsky.
Transcurrió casi un año antes que la clase obrera parisiense redactara una respuesta. Para llevarla a Londres fue designada una comisión especial. Para la recepción de esta delegación, se organizó una asamblea el 28 de septiembre de 1864, en el salón Saint-Martin, del centro de la ciudad. Beesley presidía. El salón estaba repleto. Primero leyó Odger el manifiesto de los obreros ingleses. El manifiesto de los franceses fue leído por Tolain. He aquí un extracto:
Progreso universal, división del trabajo, libertad de comercio, he aquí los tres factores que deben atraer nuestra atención, pues son susceptibles de transformar radicalmente la vida económica de la sociedad. Constreñidos por la fuerza de las cosas y por las necesidades del tiempo, los capitalistas han constituido poderosas uniones financieras e industriales. Si nosotros no tomamos medidas de defensa, seremos despiadadamente aplastados. Nosotros, obreros de todos los países, debemos unirnos y oponer una barrera infranqueable al orden de cosas existente, que amenaza dividir a la humanidad en una masa de hombres hambrientos y furiosos de una parte, y de la otra en una oligarquía de reyes de la banca y de burgueses cebados. Ayudémonos los unos a los otros para conseguir nuestro propósito.
Los obreros franceses también presentaron un proyecto de organización. Se debía constituir en Londres una comisión central compuesta de los representantes de todos los países, y en todas las principales ciudades de Europa subcomisiones en contacto con esta comisión central, que sometería a un examen algunas cuestiones. El organismo central debía elaborar la orden del día. Para la determinación definitiva de la forma de organización se convocaría un congreso internacional en Bélgica. Pero, se dirá, ¿cuál fue la participación de Marx? Ninguna. Ya hemos relatado en todos sus detalles la preparación de la jornada del 28 de septiembre de 1864, a la que hacemos remontar la historia de la Internacional, para saber que todo lo que se hizo en esta asamblea, desde el principio hasta el fin, fue obra de los obreros mismos. Hasta el presente no he tenido que mencionar una sola vez el nombre de Marx, no obstante que él asistió a esta memorable asamblea en calidad de invitado. ¿Cómo se halló participando en la misma? La respuesta a esta cuestión nos la da una noticia que por azar he encontrado entre los papeles de Marx:
“Al señor Marx. Señor, el Comité de organización del mitin os ruega respetuosamente queráis asistir a él. A la presentación de esta nota podréis entrar en la sala, donde a las siete horas y media se reunirá el Comité. Vuestro afectísimo. – Cremet.”
Al hallar esta carta nos preguntamos qué pudo inducir a Cremer a invitar a Marx. ¿Por qué esta invitación no fue dirigida a muchos otros emigrados radicados entonces en Londres y en más estrechas relaciones que Marx con los ingleses y franceses? ¿Por qué Marx fue elegido para el Comité de la futura sociedad internacional?
A este respecto pueden hacerse diversas conjeturas; la que tiene más apariencia de ser verdad es la siguiente. Hemos señalado el papel representado por la sociedad obrera alemana, cuyos locales eran en Londres puntos de reunión de los obreros de los diversos países. Esta sociedad adquirió mayor importancia aun cuando los obreros ingleses comprendieron la necesidad de ligarse con los alemanes para evitar los perjuicios de la competencia de los obreros que, por intermedio de agentes, los empresarios atraían a Londres. De ahí las estrechas relaciones personales con los miembros de la vieja Liga de los comunistas: Eccarius, Lessner y Pfender. Los dos primeros eran sastres y el tercero, yesero pintor, trabajaba en construcciones. Todos participaban activamente en el movimiento gremial londinense y conocían muy bien a los organizadores y dirigentes del consejo londinense de las tradeuniones. Verosímilmente, se debe a esta circunstancia que Cremer y Odger conocieran a Marx, quien precisamente con motivo del asunto Vogt había reiniciado sus relaciones con la sociedad obrera alemana.
Así, pues, el verdadero papel de Marx, que no fue fundador de la Primera Internacional, pero de la que llegó a ser muy pronto el principal orientador, sólo comienza luego de la fundación de esta Internacional. Hemos visto que el comité elegido en la asamblea del 28 de septiembre no recibió ninguna directiva: no tenía ni programa, ni estatutos, ni siquiera nombre. Existía ya en Londres una sociedad internacional, la “Liga general”, que ofreció hospitalidad al Comité. En las actas de la primera asamblea realizada por este Comité figuran los nombres de los representantes de esta Liga, que no eran sino perfectos burgueses. Ellos tampoco propusieron al nuevo Comité la fundación de una nueva sociedad. Algunos de ellos hablaban de la organización de una nueva asociación internacional en la que podrían ingresar no solamente los obreros sino todos los que aspirasen a una unión internacional y al mejoramiento de la situación política y económica de las masas trabajadoras. Y es a instancias de los trabajadores. Eccarius y Vitlock, este último viejo “cartista”, que se decidió dar a la nueva sociedad el nombre de “Asociación Internacional de los Trabajadores”. Esta proposición fue sostenida por los ingleses, entre los que se hallaban varios “cartistas”, miembros de la antigua “Sociedad obrera”, cuna del partido “cartista”.
El nombre dado a la nueva asociación internacional fijó inmediatamente su carácter, pues en seguida fueron alejados los burgueses de la “Liga general”: el Comité fue invitado a buscarse otro local. Pudo, felizmente, encontrar un pequeño local no lejos de la sociedad obrera alemana y en el mismo barrio donde vivían los emigrados y obreros extranjeros.
Última edición por lolagallego el Vie Ene 01, 2021 8:25 pm, editado 1 vez