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    La ola de huelgas de 1946-47 durante el franquismo - extracto de 'Las huelgas contra Franco' - Llibert Ferri, Jordi Muixí y Eduardo Sanjuán - año 1978

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    Mensaje por lolagallego Dom Ene 03, 2021 8:25 pm

    La ola de huelgas de 1946-47 durante el franquismo

    extracto del libro Las huelgas contra Franco, de Llibert Ferri, Jordi Muixí y Eduardo Sanjuán, Barcelona año 1978

    publicado en El Salariado en julio de 2017

    —4 mensajes—


    1946-1947: ESTALLIDO HUELGUÍSTICO

    Si bien es cierto que la derrota internacional del fascismo dio lugar a un sentimiento de euforia que se tradujo en una mejor predisposición para enfrentarse a la dictadura, podría ser inexacto afirmar que las movilizaciones de los años 1946 y 1947 estuvieron motivadas única y exclusivamente por la conciencia clara y generalizada de que eran necesarias para derrocar al franquismo. En todo caso, ése era el objetivo de la vanguardia organizada. De los hombres y mujeres que, encuadrados en la clandestinidad, hacían su labor diaria de instigación, de aprovechar cualquier conflicto en una fábrica o en un tajo, por pequeño que fuera, para potenciarlo y a veces extenderlo a otras empresas o sectores.

    La mayoría de los trabajadores, aunque conscientes de su derrota histórica en 1939, no eran muy proclives a las heroi­cidades. Y si estaban dispuestos a ir a la huelga, al plante o la manifestación era porque la miseria resultaba insopor­table.

    Lo que ocurría casi siempre es que una huelga declarada por cualquier reivindicación conservaba su carácter estricta­mente laboral hasta que llegaba la represión. Es decir, en cuanto hacían su aparición los despidos y las detenciones la huelga se transformaba en un arma de lucha antifascista. Porque en la España de los años 40 era imposible separar la sobreexplotación económica de la represión política. En el fondo eran la misma cosa.

    Catalunya marca la pauta

    Es en Catalunya donde estallan las primeras huelgas im­portantes de la posguerra mundial. Bartolomé Barba, gober­nador civil de Barcelona en aquellos años, escribiría: «A prin­cipios del mes de octubre de 1945 se observó ya una gran depresión en la dialéctica política en las hojas y proyectos de la propaganda clandestina (…). Sólo en el mes de diciem­bre se recrudeció la ofensiva por medio de atracos a la Casa Noyet, productora de champaña, y en tres o cuatro farmacias de la ciudad. Al mismo tiempo se producían, por primera vez, algunas huelgas (…). En resumen, de los 22 sindicatos existentes en la provincia, el movimiento afectó solamente a tres: al textil, al del metal y al de industrias químicas. De las 12 892 empresas del primero, sólo resultaron afectadas 47, y de las 5 044 afiliadas al sindicato del metal, 17 solamen­te experimentaron vacilaciones e intermitencias en el traba­jo. Finalmente, de las 1 853 empresas insertas en el Sindi­cato Provincial de Industrias Químicas, solamente hubo cier­tas dificultades en siete.»[1]

    Es obvio que Barba trata de quitarle importancia a aque­llas acciones. Sin embargo, resulta altamente significativa su afirmación de que los sectores más afectados fueron los del textil, metal e industrias químicas, o sea, los sectores clave de la economía catalana.

    De todas aquellas huelgas la más importante es, sin lugar a dudas, la que llevaron a cabo los trabajadores de la empre­sa metalúrgica Maquinista Terrestre y Marítima —ubicada en la barriada de Sant Andreu, en Barcelona— en el verano de 1945.

    El mismo día de la capitulación del Japón, los 1 800 obreros de la factoría exteriorizaron su satisfacción no pre­sentándose a trabajar por la tarde. Fue una huelga simbólica, pero unánime, claramente antifascista. Al día siguiente la po­licía y los jerarcas de la CNS se presentaron en la fábrica exigiendo a la dirección listas con el nombre de los instig­adores «para poder dar un ejemplo de severidad». Pero los encargados de sección y mandos intermedios obstaculizaron las intenciones represivas. Al cabo de unos días los trabaja­dores reemprendían la lucha negándose a realizar el turno de noche, en protesta por la aplicación de un irrisorio plus de desempleo concedido a los obreros afectados por la inac­tividad que originaban las restricciones eléctricas.

    Estas acciones, aunque pequeñas, son de gran importan­cia y marcan un precedente: La Maquinista, la primera gran empresa de Barcelona que fue a la huelga, se convertiría, al correr del tiempo, en eje de todas las luchas del sector me­talúrgico.

    El campesinado catalán también da sus primeros pasos reivindicativos en 1945. En las comarcas del Baix Ebre y el Montsiá tuvieron lugar durante el otoño violentas protestas de los payeses contra el aumento de los impuestos. Abunda­ron las palizas a los cobradores y agentes de las denomina­das «hermandades» dependientes del verticalismo. En el Mont­siá los campesinos acordaron abandonar el cultivo de sus tierras caso de que prosiguieran los abusos.

    Al llegar 1946, una auténtica ofensiva huelguística estalla en Catalunya, llegando a alcanzar proporciones preocupantes para el régimen. En los últimos días del año 1945, Barcelona es testimonio de la primera manifestación callejera bajo el franquismo.

    El día 13 de diciembre, festividad de Santa Lucía, era tradicional en la ciudad que los estudiantes acudiesen al Ba­rrio Gótico para allí reunirse con las «modistillas», que cele­braban su patrona. Pero aquel 13 de diciembre el encuentro no acabó en pasacalle de tuna y galanteos folklóricos. Nume­rosos grupos de jóvenes, en su mayoría mujeres, empezaron a recorrer las calles céntricas al grito de «Mueran los estra­perlistas» y «Abajo el tres onzas», mote con que era conoci­do despectivamente el gobernador Bartolomé Barba. La po­licía intervino disolviendo los grupos a golpe de porra, lo que provocaría un apedreamiento de tranvías por parte de los es­tudiantes. Aquel alboroto era tan sólo el preámbulo de lo que iba a suceder.

    La primera sacudida importante de 1946, se localiza en el sector textil. A la huelga declarada en enero en la fábrica Tolrá, de Castellar del Vallès, en protesta por las pésimas condiciones de seguridad e higiene, seguiría la de la empresa Hijos de F. Sans.

    Efectivamente, el 2 de febrero, sábado, tras de negarse en el turno de la noche, los obreros adoptan la actitud de bra­zos caídos en demanda de aumento de sueldo. El lunes 4, la totalidad del personal permanece inmóvil ante los telares pese a las amenazas del inspector de la CNS. El director de la fábri­ca decide montar un simulacro de negociación con los repre­sentantes obreros mientras avisa a la policía para que pro­ceda al desalojo. Los trabajadores se niegan a abandonar la factoría y, ante la posibilidad de enfrentamientos graves, el director desiste. Las reivindicaciones serían aceptadas al día siguiente: 15 ptas. de aumento más la percepción regular del plus de carestía. Al cabo de pocos días los trabajadores vuel­ven a parar en protesta por el elevado coste de los víveres. Tras una nueva e inútil intervención de la policía, la empresa comunica la instalación de un economato con los alimentos a precio de coste.

    La huelga de Hijos de F. Sans da una idea bastante clara de cómo se desarrollaban los conflictos en las precarias con­diciones de vida de los años 40. Pero si en aquellos tiempos de hambre y miedo resultaba estimulante para los obreros —y enojoso para el régimen— llegar a paralizar una fábrica o todo un sector, es de imaginar el grado de euforia y de re­presión a que se llegaba si lo que paralizaba era toda una ciudad. Éste es el caso de Manresa en el oscuro invierno del 1946.

    La huelga general de Manresa

    Manresa, uno de los más importantes centros de la indus­tria textil catalana, vivía en insoportable estado de tensión desde los últimos meses de 1945. A la angustia permanente heredada en 1939, se añadía la que ocasionaban las constantes restricciones eléctricas, consecuencia, a su vez de la «pertinaz sequía». En cualquier momento la ciudad podía quedarse a oscuras y las fábricas paralizadas. Los obreros tenían que irse a casa, «a esperar que den la luz», sorprendente fenómeno que tanto podía producirse a las tres de la tarde como a las cuatro de la madrugada. Y a pesar de lo intempestivo de la hora, los trabajadores estaban obligados a reincorporarse a sus puestos bajo amenaza de sanción o despido. Por supues­to, no les era abonado el tiempo no trabajado a causa de los cortes de electricidad.

    Éste es el motivo que origina el primer conflicto. Los obre­ros exigieron a las empresas el pago de las horas de restric­ciones sin necesidad de recuperarlas y, tras un largo tira y afloja, el asunto se resolvió favorablemente. Esta primera concesión de la patronal supuso un auténtico estímulo, y el segundo paso consistiría en pedir un aumento general de sa­larios para compensar la subida de precios en los artículos de primera necesidad. Tras una corta huelga de brazos caí­dos, los patronos transigieron nuevamente y accedieron al abono de 45 ptas. mensuales en concepto de plus de carestía de la vida. De esa manera, la clase obrera de Manresa estaba creando las condiciones para la huelga general, que estallaría el 25 de enero de 1946.

    Aquel día los trabajadores del turno de tarde de la fábrica Bertrand y Serra, del textil, se niegan a cobrar el sueldo se­manal al percatarse de que les ha sido descontada la jornada del día anterior, 24 de enero, no trabajada en virtud de la conmemoración del séptimo aniversario de la «liberación», o sea, la ocupación de la ciudad por las tropas franquistas. Al día siguiente, sábado, los del turno de la mañana adoptan la misma actitud. Se inician conversaciones con la dirección y, al no llegarse a ningún acuerdo, se da la consigna de plan­te, que se extendería a las demás fábricas de la ciudad a par­tir del lunes.

    Las reuniones entre obreros y empresarios son como un diálogo de sordos hasta que la patronal decide recurrir al lockout. Es entonces cuando tiene lugar un hecho del que es difícil encontrar precedentes en los tiempos que corrían: las obreras de la Fábrica Nova se encierran en las naves en plan de ocupación activa. Una mezcla de asombro, indigna­ción y miedo se cierne sobre las jerarquías políticas y sindi­cales, que no ven otra salida que la represión. Fuertes contin­gentes de la Policía Armada llegan a la ciudad para apoyar a la guarnición de la Guardia Civil. Sin embargo, esa estra­tegia del miedo no hace retroceder a los huelguistas.

    Por su parte, el gobernador Barba, al observar que la si­tuación tomaba el carácter de revuelta ciudadana, decide in­tervenir personalmente, en calidad de mediador, y convoca a los comisionados de todas las fábricas en el salón de actos del Ayuntamiento. Algunos obreros son sacados de sus casas a la fuerza y obligados a asistir a la reunión en que Barba quiere imponer «su» solución: inmediata reincorporación al trabajo a cambio de una vaga promesa de solventar los pro­blemas salariales y de alimentación. Los trabajadores no aceptan verbalismos y conminan al gobernador a firmar un documento en el que se concreten las condiciones pactadas. Barba no transige y la huelga continúa.

    A partir de ese momento el conflicto entra en una fase de enfrentamiento abierto. Tomando el ejemplo de la Fábrica Nova, las mujeres de las demás empresas organizan sus pro­pios piquetes y comisiones. El comité de enlace CNT-UGT hace un llamamiento de solidaridad que es secundado por toda la ciudad: cierran comercios, bares y espectáculos. En la calle tienen lugar enfrentamientos entre la Policía y los manifes­tantes.

    Ante el cariz que toman los acontecimientos, y teniendo en cuenta la fuerza de los huelguistas, la patronal y las autori­dades ceden. Se celebra una nueva reunión en condiciones más aceptables, menos coercitivas, y se llega a un compromiso: 75 ptas. mensuales de aumento en concepto de plus de ca­restía; abono de la jornada del 24 de enero; creación de eco­nomatos de abastecimiento en las fábricas y promesa formal de no represalias.

    La huelga concluyó, pero en las semanas sucesivas toda­vía se dejarían sentir sus secuelas. A pesar de las promesas de que no habría represión, algunos militantes destacados de la CNT y la UGT serían detenidos y más tarde despedidos de sus empresas. Por otra parte el resentimiento del régimen afectó también al gobernador Barba, que a los pocos meses cesaría en su cargo por no haberse comportado como un «verdadero franquista» al adoptar una actitud dialogante.

    En otra vertiente, las repercusiones positivas de la huelga general de Manresa las resume Francesc Perramon con estas palabras: «Gracias a aquellas luchas de los obreros manresanos saldrían beneficiados de las mejoras conseguidas todos los sectores de Catalunya. Desde entonces se implantaron el plus de carestía, que en muchos centros de trabajo todavía persiste, y los economatos de industria. Mejoras que, aunque no resolvieron los graves problemas, ayudaron momentánea­mente a soportar las dificultades de aquella hora.»[2]
     
     


    Última edición por lolagallego el Dom Ene 03, 2021 8:36 pm, editado 1 vez
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    La ola de huelgas de 1946-47 durante el franquismo - extracto de 'Las huelgas contra Franco' - Llibert Ferri, Jordi Muixí y Eduardo Sanjuán - año 1978 Empty Re: La ola de huelgas de 1946-47 durante el franquismo - extracto de 'Las huelgas contra Franco' - Llibert Ferri, Jordi Muixí y Eduardo Sanjuán - año 1978

    Mensaje por lolagallego Dom Ene 03, 2021 8:27 pm

    No es menos importante la trascendencia que los hechos de Manresa tuvieron desde una perspectiva estrictamente informativa. La prensa extranjera comentó ampliamente la huelga general y no pudo ocultar su asombro ante lo que estaba ocurriendo en una pequeña ciudad, situada en un país en el que todavía funcionaban los pelotones de ejecución.

    Por su parte, la prensa franquista se sintió incapacitada para ocultar la existencia del conflicto. El propio gobernador Barba fue el primero en romper el silencio informativo a través de una nota que no por pintoresca deja de ser ilustratrativa: «En alguna localidad de la provincia, y dentro de algunas fábricas, se han registrado algunos incidentes de tipo laboral (..,).»[3] Asimismo el órgano falangista Solidaridad Nadormí comentaría entre la rabia y el sarcasmo: «Lo que pasa en Manresa es un río, el Cardoner, al que si en él se criasen cocodrilos habría que tirar a todos los bulistas.» Diario de Barcelona se limitaría a decir simplemente: «¿Huel­ga en Manresa? Sí, huelga en Manresa.» Por primera vez desde la derrota de 1939, el régimen había sido desafiado por toda una ciudad. Y no solamente eso. Además se había visto obligado a reconocerlo.

    Los acontecimientos de Manresa no tardaron en dar sus frutos. Diversos brotes huelguísticos empezaron a sucederse en Barcelona, el Vallès y el Maresme a lo largo de aquel mes de febrero. Así, la fábrica de hojas de afeitar Iberia paró en demanda de un aumento salarial del 30 %. Nuevamente los obreros de Maquinista Terrestre y Marítima adoptaron la ac­titud de brazos caídos, exigiendo la liberación de cinco com­pañeros encarcelados durante la huelga del año anterior, los cuales,, a pesar de las promesas de Barba, continuaban en la prisión Modelo.

    En los Altos Hornos de Hospitalet el paro fue decidido en asamblea y votaron a favor más de 1 000 obreros. También cundía el malestar entre los trabajadores del espectáculo, que ya el 28 de enero habían protagonizado una concentra­ción ante la CNS protestando por la nueva reglamentación laboral, que suponía casi un 45 % de rebaja de sus salarios.

    En Mataró y Sabadell tuvieron lugar importantes plantes siguiendo el ejemplo de Manresa. Una de las características más notorias de estas movilizaciones era el rechazo por parte de los trabajadores de la mediación de los sindicatos vertica­les en sus relaciones con la patronal. Puede afirmarse, sin peligro a caer en la exageración, que el único interlocutor vá­lido y reconocido en el interior de las empresas era el comité de enlace CNT-UGT, verdadero impulsor de las luchas en todo este período.

    El movimiento se extiende

    Las acciones de la clase obrera catalana pueden ser con­sideradas algo así como el detonante de las huelgas que, aun­que en menor escala, sacudirían la mayor parte del Estado es­pañol durante 1946, especialmente las zonas de mayor tradi­ción en lucha sindical.

    En Madrid sobresalen los plantes registrados en la fac­toría CASA (Construcciones Aeronáuticas, S. A.), de Getafe, a lo largo del mes de enero. Estas acciones tienen especial rele­vancia si pensamos que dicha fábrica estaba militarizada y sus alrededores convertidos en un verdadero campo de con­centración donde malvivían centenares de técnicos republi­canos que eran obligados a trabajar en los talleres como alter­nativa a ser encarcelados. Era una cuestión de rentabilidad. Los vencedores carecían de personal especializado en aero­náutica y se veían obligados a utilizar los servicios del ene­migo, que, a su vez, aprovechaba su condición para facilitar material a la guerrilla.[4]

    Precisamente el 17 de febrero estallan sendos artefactos en los locales de Falange de Barcelona y Madrid. El día ante­rior había tenido lugar en la capital una manifestación de ca­rácter laboral que ocasionó graves enfrentamientos con la Policía y la milicia falangista. Se trataba de una de las pri­meras acciones coordinadas entre el movimiento huelguístico y el guerrillero.

    También se localizan ese año en Madrid movimientos de protesta en Manufacturas Metálicas Madrileñas —la principal empresa del ramo con que contaba la ciudad en aquel enton­ces—, así como en Termase, empresa constructora de Getafe. Y como detalle anecdótico cabe resaltar los plantes en los talleres del diario Arriba, órgano de FET y de las JONS.

    1946 concluiría en Madrid con un importante conflicto. El 26 de diciembre los 4 000 obreros de Standard van a la huelga exigiendo que se les suprima el 4 % que pesa sobre sus sa­larios desde el mes de agosto, en concepto de horas no traba­jadas.

    Por lo que se refiere a la zona centro, se localizan algunas acciones que no por su escasa dimensión dejan de tener im­portancia. Ya a finales de 1945, exactamente el día 7 de no­viembre, tienen lugar protestas y amenazas de plante entre los obreros que trabajan en la reconstrucción del Alcázar de Toledo. Durante el mes de enero se originaría un paro en las minas de San Francisco, en Ciudad Real, y por las mismas fe­chas los obreros de la fábrica de Arenas de Arévalo (Ávila) trabajaban a bajo rendimiento.

    El malestar entre los campesinos se materializa en las lu­chas, a veces violentas, que tienen como escenario los pueblos toledanos de Finca de Alberguilla, Puebla de Montalbán —don­de la huelga paralizó al pueblo durante tres días—, Fuensalida, Consuegra y Talavera. En Castañar (Cáceres) y Fuensan­ta (Murcia), los campesinos también se movilizan.

    La primera huelga de la posguerra mundial que vive el País Valenciano es la que estalla el día 7 de noviembre de 1945 (aniversario de la revolución bolchevique) en la fábrica Macosa. Los 1 000 obreros de la plantilla se declaran en actitud de brazos caídos exigiendo mejoras salariales. La dirección pretende despedir a trabajadores representativos y el resto toma posiciones en la factoría y amenaza con incendiarla si se ejecutan las sanciones. Ese mismo día el personal de los centros sanitarios de Valencia y Alicante realiza paros in­termitentes en conmemoración del 7 de noviembre.

    Durante el mes de febrero de 1946, y coincidiendo con las luchas de Catalunya, la industria de sillería de Suecia y la de papel de Alcoy van a la huelga. Entretanto, en Xiva y Almoradí los campesinos se niegan a entregar sus cosechas a la Fiscalía de Tasas. En marzo las restricciones eléctricas provocan di­versos plantes en las fábricas de calzado de Elche.

    El movimiento de febrero también se dejaría sentir en Andalucía, donde paran más de quinientos empleados de Renfe. En Sevilla la empresa Hispano Aviación también se paraliza.

    El 29 de junio la agencia United Press International di­fundía la noticia de una importante huelga en El Ferrol. Efec­tivamente, los 5 000 trabajadores de la Bazán paran en exi­gencia de aumento de sueldo. Es la primera gran huelga que tiene lugar en Galicia desde el final de la guerra civil y revis­te excepcional importancia si se tiene presente que la Bazán era una empresa militarizada. El movimiento, preparado mi­nuciosamente por el comité CNT-UGT, fue secundado por la casi totalidad de los trabajadores y a punto estuvo de pro­vocar una huelga general en El Ferrol, de no ser por la dureza de la represión.

    La segunda acción importante de la clase obrera gallega tendría lugar en Vigo. Los 2 500 trabajadores de la fábrica Álvarez, de loza y cristal, tras cinco semanas de no percibir el racionamiento, van a la huelga y consiguen sus propósitos con efectos retroactivos, tras la intervención del gobernador civil.

    En Asturias las dos acciones más notables las localizamos en la fábrica Laviada, de Gijón, y en la mina Piqueira. Ahora bien, las huelgas de la clase obrera asturiana fueron escasas en esos años. La causa es la fuerte implantación de la guerrilla en la región, lo que comportaba el estado de sitio permanente en toda la cuenca minera, con una represión que alcanzó ni­veles increíbles.

    Euskadi despierta

    Junto a Catalunya, Euskadi es sin lugar a dudas la región que registraría el índice más elevado de conflictividad durante 1946.

    No hay que perder de vista que los vascos fueron el pueblo más castigado durante la guerra civil y después de ella. Euskadi, al igual que Catalunya, unía a su personalidad nacional una arraigada tradición de lucha obrera, lo que le valía ser asimilada al espantajo rojo-separatista esgrimido incesantemente por la dictadura. Las movilizaciones de 1946 llevadas a cabo por catalanes y vascos fueron las más intensas y como tales las más temidas y reprimidas por el franquismo.

    Remontándonos al verano de 1945, concretamente al 17 de septiembre, vemos cómo la juventud obrera vasca realiza su primera acción tras la derrota internacional del fascismo. Los pinches y aprendices de la Sociedad de Construcciones Navales —unos 60 muchachos— amenazaron con la huelga si no les era aumentado el jornal.. La fábrica podía quedar pa­ralizada y la dirección puso en práctica todo tipo de coaccio­nes y amenazas, que consiguieron únicamente precipitar los acontecimientos: los aprendices se plantaron durante toda la mañana. Por la tarde, a pesar de las advertencias de interven­ción de la autoridad militar —la fábrica estaba militarizada—, pararon la totalidad de los talleres? Al día siguiente los jóve­nes eran llamados a negociar. Aquella pequeña acción se pue­de interpretar como un anticipo de lo que sucedería a lo largo del nuevo año.

    La mayoría de paros y huelgas que tuvieron lugar en Euskadi durante el invierno de 1946 fueron motivados simple y llanamente por el hambre. El racionamiento de alimentos llegó a alcanzar caracteres verdaderamente dramáticos en las pro­vincias vascas. Las primeras acciones en demanda de víveres se localizan en la fábrica Ajuria —donde llegó a intervenir personalmente el gobernador civil— y en Araguren, que fina­lizaría tras una violenta irrupción de la Policía en los talleres. Estas dos huelgas tienen lugar en febrero, coincidiendo con la ofensiva dé conflictos en el resto del Estado español. Alrede­dor de las mismas fechas los trabajadores de Altos Hornos de Vizcaya realizarían su primer plante de solidaridad con sus compañeros laminadores. El invierno finalizaría con una im­portante movilización: un conato de huelga general en Vitoria rápidamente abortado.

    Los brotes huelguísticos se hacen notar de manera inter­mitente a lo largo del verano en todo el territorio vasco: Euzkalduna (Bilbao), dos semanas de paro en la sección de carpin­tería y protestas en la de calderería, llegando a afectar a unos 3 000 obreros, el 70 % de la plantilla; amenazas de huelgas en Erandio, S. L.; un día de paro con intervención y desalojo-poli­cial en Aranguiz, de Vitoria; plantes en Tintorería Asteguireta (Bilbao), en la confección de boinas de Pasajes y en la fábrica de bicicletas de Éibar.

    El 17 de septiembre se pone en marcha una huelga de brazos caídos en la empresa del sector químico Alcoholera Es­pañola, S. A., exigiendo los trabajadores un aumento diario de cuatro pesetas. Tras las inevitables coacciones, el conflicto finaliza el día 20 con la aceptación de las reivindicaciones por parte de la empresa. Se da la circunstancia que en esa lucha, por primera vez en Euskadi desde el fin de la guerra, las mu­jeres participaron en el comité de huelga asumiendo un papel dirigente.

    El mes de noviembre conocería dos acciones importantes. El día 12, las plantillas de La Naval y Astilleros —unos 5 000 trabajadores en total— se declaran en huelga. El día 19 los pescadores de Bermeo se niegan a salir a la mar en protes­ta por la extorsión que sobre ellos ejerce la Delegación de Abastecimientos. El paro de los pescadores llegaría a exten­derse al puerto de Santurce.

    La conflictividad en Euskadi, sin embargo, sólo acababa de empezar. En los primeros meses del año siguiente se de­sencadenaría una ola de movilizaciones que culminaría en la huelga general de Vizcaya del 1° de mayo, de la que dare­mos detallada cuenta más adelante.


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    Mensaje por lolagallego Dom Ene 03, 2021 8:28 pm

    El textil y el metal mueven Catalunya

    La primavera del 46 se iniciaría en Catalunya con nuevas protestas, que irían aumentando hasta la llegada del verano. En Barcelona, mientras los trabajadores de Renfe recogían fir­mas, denunciando sus pésimas condiciones de trabajo, y los presos de la Modelo se declaraban en huelga de hambre por el régimen de castigos a que estaban sometidos desde hacía sesenta días, los obreros de Trinxet, Batlló, y Anglo Española de Electricidad protagonizaban diversos plantes que reper­cutirían en las zonas industriales de comarcas. Surgen brotes huelguísticos en Reculons (Olot); Bertrand y Serra, Can To­rres, Parera y Los Condols (Manresa): Minas de Potasa (Suria); Anónima y Guillamot (Terrassa); Comes, Murtra y Piñol (Granollers); Grover (Palamós); La Fama, Horno de Vidrio y Siemens (Cornelia).

    El día 26 de marzo estallaría en Mataró la huelga gene­ral. Desde hacía quince días existía gran malestar en la ciu­dad a causa del deficiente racionamiento de alimentos. Los obreros de la factoría Minguell son los primeros en parar, lo que provoca una inmediata ola de detenciones que, a su vez, es contestada por la acción conjunta de todo el textil.

    El día 23 paran los obreros de Marfá, Gassol y Fondevila. En total, el número de huelguistas llegaría a superar la cifra de 4 000. Durante tres días hay incidentes en las calles de Ma­tará, que culminan en la huelga general del día 26, secunda­da por la mayoría de la población. Ese mismo día una mani­festación de mujeres se enfrentaría a pedradas con la Guardia Civil.

    Los días 3, 4 y 5 de abril tiene lugar el primer plante en el sector de producción de energía, al negarse a trabajar la totalidad de la plantilla de Catalana de Gas y Electricidad si antes la empresa no se compromete a un aumento general de salarios y a suministrar los alimentos del economato a precio de coste.

    Tres semanas después son los obreros de Hispano Suiza quienes también se muestran inactivos ante las máquinas. En efecto, el 26 de abril el personal se declara en huelga al no haber sido instalado un economato tal como la dirección había prometido en ocasión de anteriores protestas. Como se da la circunstancia de que Hispano Suiza está militarizada y su plantilla sujeta al Código de Justicia Militar, interviene la Co­mandancia de la Región Aérea y es enviado a la factoría un importante contingente de fuerzas de aviación y Policía Ar­mada. El 27 de abril, cuando los trabajadores salen de los talle­res tras un día de inactividad, el director de la empresa, el falangista Fernando Chandier, se dedica a señalar personal­mente a la policía los promotores del conflicto. Aquella mis­ma noche serían detenidos en sus domicilios más de cuarenta dirigentes sindicales.

    Sin embargo no puede afirmarse que la totalidad de aque­llas acciones estuvieran motivadas por reivindicaciones pu­ramente económicas. Como en el caso de Lámparas Z, los tra­bajadores se plantan ante la evidencia de que la cinta de mon­taje va cada vez a más velocidad, obligándoles a llevar un ritmo insoportable.

    Otro caso bastante significativo es el plante acaecido en la Société Lanière Barcelonaise en solidaridad con un obrero despedido por orden explícita del director, un belga refugiado en España a causa de sus vinculaciones con el dirigente fascista Léon Degrelle.

    En las primeras semanas del otoño la conflictiva situación de la industria del vidrio de Mataró desencadenaría una nueva oleada de paros que se extendería al sector textil afectando a numerosas fábricas de Badalona, Igualada, Sabadell, Terrassa y Manresa hasta llegar a Barcelona. En la capital, es La Es­paña Industrial la empresa que sobresale por su lucha. De dicha vieja fábrica de la barriada de Sants habían salido, vein­tiséis años atrás, las 40 000 pesetas con que fue recompensa­do el pistolero de la patronal que asesinó a Francese Layret, uno de los abogados laboralistas que más lucharon en defen­sa de los derechos de la clase obrera catalana.

    En todas esas movilizaciones continuaba haciéndose paten­te la constante labor de organización y agitación llevada a cabo por los militantes de la CNT y la UGT, esta última con­trolada entonces por el PSUC. En realidad, las históricas cen­trales obreras estaban preparando una maniobra de largo al­cance que se desencadenaría a finales de año y bien puede denominarse «ofensiva del textil y del metal».

    Efectivamente, el miércoles 3 de noviembre de 1946 los tra­bajadores de las más importantes fábricas textiles de Badalo­na se declaran en huelga. Se reivindica aumento general de salarios y el fin de la especulación en los alimentos. La acción se extiende al día siguiente a los empleados del sector de gas y electricidad de Barcelona, y tras un impasse de dos sema­nas las mayores empresas del ramo textil de Catalunya van a la huelga en cadena: Trinxet, Prat, Hijos de F. Sans, Ferrer Bernades, La España Industrial, Fabra y Coats, Batlló, Tex­til Revés, Martí Llopart, La Etzevara, Vapor Nou, Fábrica Nova y Rafel, entre otras de menor importancia.

    Por su parte, en el sector metalúrgico paran Talleres Or­tega, Maquinista Terrestre y Marítima, Nuevo Vulcano e His­pano Olivetti. A lo largo de la primera decena de diciembre, Catalana de Gas y Electricidad se planta nuevamente. En esa ocasión incluso los encargados del servicio de mantenimiento secundan la acción, con lo que buena parte de Barcelona se queda sin gas. Se sumarían también al movimiento algunas empresas del vidrio y otros ramos: La Truita, Porcelana de Montgat, Can Rusiñol, Can Ribó…

    La mayoría de esas huelgas fueron originadas por el ma­lestar que provocó entre los trabajadores la publicación de las nuevas bases de trabajo, que, especialmente en el sector textil, se traducían en un descenso del ya deteriorado nivel de vida y, muy especialmente, de las mujeres obreras. En la mayoría de las empresas ante el solo anuncio de la huelga los patronos accedían en gran medida a las exigencias del per­sonal.

    La reacción de las autoridades franquistas ante esta prime­ra gran sacudida fue fulminante. Dejando aparte la represión contra los trabajadores —detenciones y despidos— la res­puesta verbal de la dictadura, a través del Gobierno Civil, era un verdadero toque de atención a los empresarios: «Se vienen produciendo determinadas actitudes por parte de obreros de la industria textil, que reclaman de las empresas en que pres­tan sus servicios aumentos de salarios, que en algunos casos son concedidos, originándose con ello una situación de anar­quía en las retribuciones de los obreros de la aludida industria.

    «Este Gobierno Civil, de acuerdo con la Delegación de Tra­bajo, hace presente que estudiándose actualmente por el Mi­nisterio de Trabajo la mejora uniforme de los salarios de la industria textil, principalmente de la algodonera, estudio que ha de traducirse en el plazo de breves días en una disposición legislativa, los empresarios textiles deberán abstenerse en abso­luto de conceder mejora alguna por su cuenta a los producto­res, sea cual fuese la actitud de éstos, siendo sancionado seve­ramente el que lo hiciese en contra de esta prohibición.»

    Las advertencias no eran gratuitas. Más que la preocupa­ción por el desfase de los salarios en el textil, el trasfondo de la norma gubernativa reflejaba el temor del régimen ante un fenómeno que .se venía dando en Catalunya desde que el Eje perdió la guerra: muchos empresarios, ante la posibilidad de que el franquismo pudiera ser derrocado, se curaban en salud permitiendo la libre actuación de las centrales sindicales y de los partidos obreros en sus fábricas. Incluso llegó a darse el caso curioso de que algunos patronos llegaran a cotizar en la CNT y la UGT.[5] Las concesiones salariales eran tan sólo la exteriorización de un acuerdo tácito. La burguesía catalana, una vez más, hacía honor a su histórica predisposición al pacto.

    En 1947, la virulencia de las luchas obreras en Catalunya descendería en comparación con el año anterior. No obstante, a lo largo del segundo semestre especialmente, se van suce­diendo algunas huelgas. La paralización de las fábricas de la cuenca del Llobregat, por diversas acciones en el textil, afec­tarían al mismo tiempo a empresas de Sabadell, Terrassa, Ma­taré, Manresa y Vilassar. El número de huelguistas llegó a ser de unos 30 000 según un despacho de la agencia France-Presse.

    La Maquinista, por su parte, llevaría a cabo una huelga de cinco días de duración, mientras en Mataré se llega de nuevo al borde del paro general por una acción coordinada de todas sus industrias.

    Los mineros de Saldes, en la cuenca de Berga, realizan un plante por la falta de condiciones de seguridad y, por ter­cera vez, los empleados de Catalana de Gas y Electricidad entran en conflicto con la empresa, lo que provoca una gro­sera intervención del nuevo gobernador civil, Eduardo Baeza Alegría, que durante la huelga de tranvías de 1951 llegaría a alcanzar las cotas más elevadas del escándalo y la impopu­laridad.

    El 6 de noviembre, un nuevo elemento pasa a formar parte del contexto conflictivo de Barcelona: los taxistas realizan di­versas acciones de protesta por el deficiente suministro de gasolina.

    Por lo que respecta al resto del Estado español, las accio­nes localizadas son pocas y dispersas en 1947. En Madrid paran Marconi y Standard, del sector eléctrico. Y nuevamente Manufacturas Metálicas Madrileñas. El 17 de marzo, la UGT realiza un lanzamiento de octavillas en las que convoca a los trabajadores a la solidaridad con las empresas en lucha.

    1947 es también el año en que, por vez primera, se registran plantes y protestas en el metro de Madrid.

    En la provincia de Toledo, las luchas campesinas parali­zan algunos pueblos: Villa Don Fadrique, Puebla de Almoradiel, Corral de Almengel, Miguel Esteban y Lillo.[6] Los presos de las cárceles de Alcalá de Henares y Burgos se declararían en huelga de hambre contra las pésimas condiciones peniten­ciarias.

    El País Valenciano conoce poca actividad huelguística. So­lamente merece destacar el plante declarado el día 9 de sep­tiembre por los obreros de las salinas de Torrevieja en soli­daridad con unos compañeros despedidos.

    1947 pasaría a la historia del movimiento obrero como un año memorable. El 1° de mayo estalla en Vizcaya la huelga general con la participación de más de 50 000 trabajadores. Por primera vez la dictadura se tambalea.


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    Mensaje por lolagallego Dom Ene 03, 2021 8:29 pm

    Notas:

    [1] Bartolomé Barba, Dos años al frente del Gobierno Civil de Bar­celona, Madrid, 1948, p. 54.

    [2] Artículo publicado en Avui, Barcelona, 17-VIII-1977.

    [3] Diario de Barcelona, 10-11-1946.

    [4] Conversación con José Luis Nieto, dirigente del PCE.

    [5] Conversación con Josep Costa y Jacinto Borras, militantes de la CNT.

    [6] Conversación con José Luis Nieto, dirigente del PCE.


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    Mensaje por lolagallego Dom Ene 03, 2021 8:38 pm

    A mí me suena haber publicado días atrás este mismo tema, pero he sido incapaz de encontrarlo, ni con Google ni con el Buscador del Foro. Será cuestión de la vejez de mi memoria.



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