Crisis y reconstrucción de la alternativa comunista
Justo de la Cueva
extracto de «Esplendor, crisis y Reconstrucción de la alternativa comunista» - texto del año 2000
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5. La reconstrucción de la alternativa comunista y la actual oleada de luchas.
Lo que entendemos por la reconstrucción de la alternativa comunista exigirá, entre otras cosas, ese esfuerzo deliberado por editar, conocer, estudiar, criticar y aplicar el marxismo originario. Pero exigirá también que tomemos conciencia de que esa propia reconstrucción está ya en marcha. Lo está en el sentido de que las condiciones objetivas del planeta y de la Humanidad convierten hoy más que nunca a la alternativa comunista en la única salida viable al caos que nos amenaza. Por eso afirmábamos en la primera parte de esta ponencia que el esplendor de la alternativa comunista es HOY. Porque Marx tenía razón.
Está en marcha además porque son numerosas las regiones del planeta en las que cobran creciente fuerza las luchas anticapitalistas. El caso del MST brasileño es emblemático pero felizmente no único. Queremos terminar esta ponencia refiriéndonos a una serie de esas luchas que están menos en el centro de la atención pública (entre otras cosas porque el Capital se encarga de que sean lo menos conocidas posible). Lo haremos reproduciendo aquí un fragmento de un texto reciente (del 20 de septiembre de 1999) de Iñaki Gil de San Vicente. Ese texto se titula Aproximación sintética a la nueva oleada de luchas en el Centro capitalista. Reflexión sobre sus lecciones para Euskal Herria y está publicado en la web de la RED VASCA ROJA
La parte de ese texto que creemos más pertinente para nuestro propósito dice así:
“LA ACTUAL OLEADA DE LUCHAS.
Las medidas tomadas para salir del atolladero de finales de los sesenta y comienzos de los setenta del siglo XX, tienen efectos tremendos y globales que, durante un tiempo, han debilitado más o menos seriamente la capacidad de lucha de la clase que vive del trabajo asalariado. La simultaneidad entre medidas político-económicas, tecnológicas, divisionistas e intimidatorias ha hecho que las conquistas arrancadas con la oleada anterior de luchas estén en serio peligro, y muchas de ellas ya muy debilitadas. Introducir en el proceso de producción el complejo sinérgico formado por la informática, nuevos materiales y energías, biotecnologías, industria transcultural y en el plano teórico las perspectivas abiertas por la física cuántica, ha impuesto una transformación insospechada hace sólo dos décadas. Se trata de un cambio de más profundidad que el causado por la máquina de vapor y por la máquina de explosión interna y la electricidad, agudizado por la imparable marcha globalizadora del capital y por el ataque implacable a la centralidad clásica de las clases trabajadoras, formada por las masas de obreros de mono azul de las grandes fábricas ahora sometidas a la deslocalización, flexibilización y coordinación mundializada.
Aunque todo parece indicar que l@s oprimid@s hemos perdido ya cualquier posibilidad de resistencia a este maremoto arrasador, si estudiamos con más detenimiento dos cosas comprenderemos que no es así. Una es el hilo rojo de la historia de la lucha de clases que se alimenta de la centralidad del Trabajo, sobre la que ya hemos dicho lo esencial antes. La otra es la realidad actual no según la tergiversan los medios propagandísticos burgueses, o sencillamente la niegan e invisibilizan, sino según palpita, vive y se autoorganiza en la calle. En este segundo aspecto debemos decir que, en primer lugar, el sistema teórico, o si se quiere el paradigma dominante en las ciencias sociales, en la economía y en la prensa no están capacitados para reflejar correctamente la realidad de la lucha de clases, y menos para facilitar su estudio crítico. En segundo lugar, además, los intereses directos de las burocracias político-sindicales y universitarias presionan en contra de esos estudios críticos, frenándolos, negándolos o boicoteándolos. Y en tercer lugar, las experiencias prácticas mantenidas hasta ahora, si bien se multiplican, apenas han sido sometidas a la criba teórica necesaria para extraer conclusiones generalizables y relativamente definitivas.
Sin embargo, sí podemos ya precisar con más detalle concreto varias formas de luchas reivindicativas que se decantan por entre las muchas resistencias desorganizadas, puntuales, fulgurantes pero muy discontinuas y descoordinadas. De entre esa variedad hemos extraído cinco que consideramos importantes. El orden de exposición no refleja el orden de surgimiento concreto en cada sociedad, nación, Estado o zona europea.
5.1.- La defensa de lo social.
Según se debilita el obrero de mono azúl y aumenta la desrregulación y el ataque al salario social, etc, aumenta la cantidad, variedad e interconexión del asociacionismo. No podemos discutir ahora sus relaciones con los viejos y nuevos movimientos sociales, con los sindicatos y partidos clásicos, etc. Dejando de lado la experiencia estadounidense, en Europa se aprecian diferencias entre el modelo inglés de asociacionismo y el continental, y en éste, surgen diversidades según las experiencias estatales. La impresionante movilización social contra las feroces privatizaciones del gobierno conservador británico, por ejemplo el rechazo masivo de las tasas por el alquiler de las viviendas, que aceleraron la caída de Thatcher; la no menos impresionante lucha de masas contra las medidas antisociales que sacudió el Estado francés en el invierno de 1995, o las luchas obreras alemanas, belgas, italianas, o las marchas europeas contra el racismo, o contra la precarización y el paro, etc, nada de esto se comprende en el contexto actual sin recurrir al nuevo, complejo y creciente asociacionismo que lentamente y con muchos problemas se va extendiendo por Europa.
En barrios, escuelas, cultura, consumo, ocio, deporte, droga, salud, minorización, represión, comunicación, etc; con diferentes relaciones institucionales; con o sin referencias político-ideológicas, etc, con estas y otras diferencias, hoy como en las anteriores fases u oleadas de lucha, resurge la “ayuda mutua”. Esta experiencia se produce también desde comienzos de los noventa en las grandes conurbaciones norteamericanas con estallidos sociales como el de Los Angeles y otras ciudades en 1992, también en Argentina, Chile, Brasil, Venezuela, Mexico, o también en el sudeste asiático a raíz de la pavorosa crisis financiero-industrial desatada en el verano de 1997, y con especial virulencia en Indonesia, Malaisia, etc. Queremos insistir en que, por una parte, estas luchas conservan profundas relaciones con luchas similares incluso precapitalistas, medievales, feudales y esclavistas. La razón consiste en que, excepto en los peores regímenes dictatoriales, los poderes dominantes siempre han tenido que conceder ciertos niveles de asistencialismo, de ayuda alimentaria, de protección ante la inseguridad vital, de control de la pauperización absoluta, etc, respondiendo a las protestas sociales y al interés egoísta de las clases dominantes por asegurar su continuidad. A lo largo y en el interior de las culturas populares, de las tradiciones de l@s oprimid@s, se han mantenido latentes, utópicos, ucrónicos o conscientes recuerdos de viejas conquistas y derechos arrancados a la minoría. Hoy reviven en las condiciones actuales, con formas actuales.
Por otra parte, además, ahora es tan tremendo el ataque contra las formas contemporáneas de protección social que las masas empiezan a reaccionar con una contundencia que muy pocos esperaban hace una década. En realidad, como veremos a lo largo de las luchas posteriores, actualmente la defensa de las conquistas sociales puede adquirir un esencial contenido sociopolítico precisamente debido a la importancia decisiva que para el Capital tiene el trasvase o mejor decir expropiación de renta obrera y popular para aumentar el beneficio privado burgués. Por esto, en su esencia, defender cualquier derecho colectivo es cuestionar el poder capitalista. Y aunque todavía estamos frecuentemente en luchas defensivas y no ofensivas, incluso esa resistencia genera terremotos políticos más o menos importantes según los casos. Las pequeñas victorias obtenidas en estas batallas frecuentemente ignoradas o silenciadas por la prensa burguesa, generan autoconfianza, seguridad en las propias fuerzas, producen experiencias y teorías críticas, crean redes de autoorganización y autodefensa popular, abren espacios de vida colectiva que multiplican las fuerzas generales de emancipación.
5.2.- La reorganización obrera.
Muchas de las gentes que impulsan esos colectivos son antigu@s militantes de izquierda y sindicalistas asquead@s. Otras son personas que se han educado en ambientes izquierdistas, progresistas y democráticos, con contactos personales con militantes o con grupos de voluntariado popular y social. Por eso, cuando surgen protestas en las que se interrelacionan fábricas, barrios y problemas populares y sociales, casi inmediatamente los sindicatos y esos grupos tienden a colaborar. El que sus burocracias se opongan o restrinjan esa colaboración, sólo trae desastres y desuniones. Pero las burocracias no pueden arriesgarse a que la tendencia crezca incontroladamente porque tienen miedo que sus bases se contagien del democraticismo directo y asambleario de la mayoría del asociacionismo. Por eso, una de las cuestiones que más azuza el debate del nuevo sindicalismo es la de conectar con quienes luchan contra la precariedad, el paro juvenil, la salud laboral abandonada por el sindicalismo, el ecologismo popular, la cultura creativa, los transportes, el racismo, el trabajo negro y clandestino, las guarderías, etc, etc.
Si ésta es una vía de contacto, otra es la propia reflexión interna del sindicalismo consecuente, necesitado de tomar la ofensiva contra la globalización pero todavía relacionado internacionalmente según los cánones de la fase anterior. En algunos casos, los del movimiento obrero clásico de la fase anterior, todavía no derrotado, las luchas defensivas sostenidas en varios sitios europeos parecen querer superar aquella derrota estrepitosa que el capital británico infringió a los mineros y trabajadores portuarios. Recientemente, las propuestas de la industria automovilística alemana, por ejemplo, reflejan un equilibrio inestable que, junto a otras experiencias, indican que podemos estar en la calma relativa que precede al temporal. En otros casos, la imbricación de todos los problemas y malestares sociales reaparece con más fuerza cuando se anuncia un conflicto obrero en alguna empresa importante y referencial para la memoria de la clase trabajadora. Este es el caso de lo sucedido en el Estado francés al conocerse las severas medidas antiobreras de la multinacional Michelín, cuando precisamente vive un período de aumento de beneficios. Podríamos extender estos análisis a las duras huelgas en Corea del Sur en el sector automovilístico, con fuertes resonancias sociales, y la huelga del sector de transportes y comunicaciones en los EEUU, mostrando la interrelación de todos los problemas colectivos, etc, y su cohesión última alrededor de la centralidad del Trabajo.
Lo cierto es que por varias vías, el sindicalismo de comienzos del siglo XXI no tiene ya la pasividad práctica y teórica del de finales de los ochenta. Si en las oleadas anteriores de lucha, la autocrítica sindical había sido un paso necesario en el ascenso ofensivo, ahora, a escala diferente, sucede lo mismo. Hemos visto cómo la clase trabajadora tuvo que transformar los gremios artesanales en sindicatos de oficio, éstos en sindicatos industriales, éstos en sindicatos antifordistas y ahora estamos en el proceso de crear los sindicatos antitoyotistas y antineofordistas. En cada salto organizativo la clase trabajadora ha tenido que ampliar y mejorar internamente su unidad obrera, luchando contra los divisionismos y las trampas; también ha tenido que mejorar y ampliar externamente sus relaciones con los movimientos populares y sociales, con otras luchas existentes en esos momentos. Este proceso revive hoy en las condiciones actuales.
Interesa, en este sentido, remarcar que, por una parte, los sindicatos antitoyotistas y antineofordistas no tienen más remedio que asumir la lucha contra la precarización y contra el paro estructural como un eje decisivo incluso en el interior de las fábricas, e inseparable de la lucha contra las nuevas disciplinas laborales y sistemas de explotación. Y por otro lado, si esto que es una obviedad no va unido a una asunción militante de los valores democráticos y políticos cuestionados por el Capital, y sobre todo la lucha contra la dictadura del salario. Es decir, renace el debate entre el sindicalismo sociopolítico o revolucionario y el sindicalismo economicista, interclasista y apolítico, debate que existe desde que nació el propio movimiento obrero. Solamente así se pueden solucionar discusiones estériles sobre si ha muerto o resucitado el proletariado, si se ha aburguesado, si ha desaparecido el Trabajo, etc, y se puede entrar a un conocimiento más riguroso de la actual composición de la clase obrera en sus fracciones y en su papel vertebrador del pueblo trabajador en su conjunto.
5.3.- Hacia otro proyecto europeo.
Otro campo de expectativas es el del rechazo o indiferencia de mucha gente a la unificación burguesa europea. Después de campañas masivas de incitación al voto europeo, las últimas elecciones de verano de 1999, han votado menos de la mitad de los 297 millones de electores. Si hubiera sido un abstencionismo a lo yanki, passota e indiferente, o si la derecha y el nazi-fascimo hubieran subido considerablemente, entonces el panorama sería más preocupante. Pero ha sido un abstencionismo masivamente obrero y popular para un Parlamento en el que la derecha era mayoritaria desde siempre. La derecha ha crecido proporcionalmente, pero no en votos; se ha centralizado más alrededor del Partido Popular Europeo. Tampoco ha crecido la extrema derecha y el nazi-fascismo. Sí se han recuperado, por contra, las organizaciones revolucionarias, los verdes y ecologistas, los independentistas y los movimientos asociativos que se habían autoorganizado para presentarse electoralmente, e incluso también han crecido los comunistas oficiales.
Al margen del retroceso electoral socialdemócrata en Alemania y Austria, laborista en Gran Bretaña, y otros cambios electorales, en el marco europeo la burguesía en modo alguno ha ganado la batalla. Si en las oleadas anteriores de lucha se cuestionaba a su modo la legitimidad burguesa en el plano internacional, ahora, a escala diferente sucede lo mismo. La tarea callada y muchas veces sin aparente futuro de miles de personas progresistas criticando la reordenación de la jerarquía interburguesa europea, que es de lo que se trata, ha ido calando progresivamente en un tierra popular reseca por la sangrienta memoria de guerras, atrocidades, injusticias y sacrificios que han acarreado las reordenaciones anteriores. Aunque en esta reordenación europea, la cuarta en su historia, las burguesías no quieren recurrir a la violencia intensa y menos a la guerra abierta, si bien las tendencias están ahí presentes, como siempre, según lo confirman las crisis balcánicas actuales, aunque es así, la memoria colectiva de los pueblos europeos sigue latiendo y se reactiva en muchos sectores cuando es regada con el agua de la crítica progresista. Crecen así las posibilidades de acción solidaria internacionalista en nuestro continente, un tema que no podemos desarrollar aquí.
Última edición por lolagallego el Sáb Abr 24, 2021 8:50 pm, editado 2 veces