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    Análisis sobre el “trabajo sexual” desde una perspectiva socialista, feminista y transgénero - publicado en marzo de 2021 por la web del Partido (m-l) de los trabajadores - P(m-l)T

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    Mensaje por lolagallego Jue Mar 18, 2021 12:53 pm


    Análisis sobre el “trabajo sexual” desde una perspectiva socialista, feminista y transgénero

    publicado en marzo de 2021 por la web del Partido (m-l) de los trabajadores - P(m-l)T

    traducción realizada por el P(m-l)T de una Carta dirigida a Red Canary Song y al Grupo de Trabajo Socialista Feminista de los Socialistas Demócratas de América de Nueva York

    fuente: Proletarian Feminist - 27 de julio de 2020

    Advertencia sobre el contenido: violación

    ▬ 5 mensajes


    Queridas hermanas camaradas de Red Canary Song y del Grupo de Trabajo Socialista Feminista de los Socialistas Demócratas de América de Nueva York,

    Me llamo Esperanza y soy una mujer latina transgénero, feminista y socialista, además de superviviente de la industria del sexo. Os escribo por ser nosotras camaradas en la lucha por el socialismo, y por ser hermanas que presuntamente hemos compartido la experiencia de ser prostitutas.  Prefiero el término “prostituta” a “trabajadora sexual” porque la última palabra es demasiado vaga para describir mis experiencias.  “Trabajadora sexual” puede incluir a actores y actrices porno, “cam girls”, “sugar babies”, estríperes, prostitutas y demás. Yo no fui actriz porno y no me identifico con esa experiencia. Sin embargo, sí que fui prostituta: mi primera “cita” fue cuando iba caminando por la calle y me recogió un hombre mayor que yo en un coche, después de salir de un club muy tarde por la noche. Al ser una joven en un coche con un hombre mayor, no sabía cómo defender mis límites. Le hice una mamada sin condón, escupí su semen, que tenía un sabor repugnante, y recibí a cambio 80 $.

    En la comunidad transgénero se idealiza la prostitución.  En un mundo en el que las mujeres trans de color son asesinadas por hombres de su propia raza y clase sin impunidad, en el que los hombres nos follan en privado pero pretenden no conocernos en público, en el que nos niegan los puestos de trabajo, vivienda, nos apartan de nuestras familias y comunidades, puedo entender por qué la prostitución nos hizo sentir poderosas. En varios aspectos, ser prostituta es una forma de rechazo a todo lo que nos han enseñado: Que le jodan al hombre que no quiere cogerme de la mano en público, por ello le cobraré. A la mierda mi familia por rechazarme, a la mierda ese trabajo por despedirme, ya no les necesito. El mundo entero podría rechazarme pero no importa porque puedo valerme por mí misma. Por no mencionar que para aquellas que no tenemos fondos de forma independiente, muchas veces nuestra única opción para acceder a tratamientos médicos para transicionar es a través de la prostitución, nos guste o no.

    Pero en realidad, ser una prostituta transgénero no fue tan fácil. Lo que empezó por parecer empoderante en mi cabeza, en seguida se convirtió en una trampa de la que no podía escapar. Cuanto más tiempo se está en la industria, más difícil es escapar. Me han violado más veces de las que puedo contar. Recuerdo algunas de las más violentas.  Una vez fui a la casa de un cliente y acepté una bebida que me ofreció. Beber siempre lo hacía más llevadero. Me sentía más confiada y me permitía ignorar el aislamiento y la realidad de lo que estaba haciendo. Me permitía no prestarle atención al fetichismo que tienen los clientes con las prostitutas transgénero, lo cual me producía una fuerte disforia y depresión; me llamaban chico femenino, “shemale”, analizaban minuciosamente qué partes de mi cuerpo eran masculinas o femeninas. Medían mi valor, juzgaban si pasaba por mujer o no, me pedían que no transicionara nunca del todo porque perdería aquello que me hace especial, me presionaban para que parara de hormonarme para así poder tener una erección y eyacular, etc. Este cliente en particular me puso droga en la bebida, y desperté más tarde desnuda y boca abajo, encima de mí estaba él masturbándose. Quería decir que no, pero no podía porque mis extremidades se sentían pesadas y estaba cansada. Volví a perder la consciencia y me desperté a la mañana siguiente con él intentando negociar una tarifa más baja conmigo. Le llamé al día siguiente y le supliqué que me dijera si me había penetrado, para así poder saber si estaba en riesgo de contraer VIH. Le prometí que no le denunciaría.

    Os ahorraré el horror de rememorar mis historias, pero os aseguro que fue a peor a partir de ahí. Aparte de las experiencias cotidianas de tener clientes que se quitaban el condón para volver a metérmela cuando pensaban que no estaba prestando atención, la última vez que me violaron fue la más violenta. Después de unos años en la industria del sexo, ya no podía soportarlo más. Me sentía atrapada en la industria y me hacía sentir sola y muy triste. Quería una vida “normal”. Ya no quería dar acceso a mi cuerpo a hombres desconocidos. No quería seguir fingiendo estar bien todos los días con clientes que representaban conmigo sus peores fantasías: A veces les recordaba a sus hermanas menores de edad, a otros a sus madres. Para algunos yo era alguien por la cual debían pagar porque nunca podrían estar con una chica como yo en público. Tenía que tratar con hombres que tenían que drogarse para poder follarme, ya que en sus mentes era tabú. Por aquel entonces no conocía la frase “derecho a salir”, pero viéndolo en retrospectiva sé que eso es lo que anhelaba. El derecho a simplemente decir que no, recoger e irme a por algo mejor. Pero no podía porque, como muchas otras prostitutas transgénero, era indigente y vivía saltando de un hotel a otro, forzada a verme con clientes para poder permitirme una habitación cada noche. Era una existencia solitaria e intensa.

    Empecé a sentirme completamente desesperada y con pensamientos suicidas. Acabe refugiándome en un cliente y le conté lo desgraciada que era. Él me dijo que me haría sentir mejor y me dio meta.  Nunca lo había probado, pero estaba desesperada por dejar de sentir dolor. Unos días después me encontré atada a una cama, colocada por tomar demasiada meta, sin haber comido desde hacía días y con un hombre blanco penetrándome y ahogándome mientras le pedía que parara. Al final paró cuando terminó. Me robó el dinero y me dejó en la cama con una bolsa de metanfetamina, cubierta con mis propios fluidos por la irrigación que me obligo a hacer tras violarme.

    Ya no podía trabajar más; mi cuerpo se cerró. Pero no podía parar, ya que debía seguir pagando por mi habitación. Como si esto fuera poco, a mi madre le diagnosticaron erróneamente cáncer.  Tuve que seguir trabajando para pagar las facturas médicas, las vitaminas, los viajes en Uber para ver al doctor. Me quedo corta al decir que me destruyó el alma. Con el último cliente que tuve sentí un abatimiento por todo mi cuerpo mientras me arrodillaba delante de él.  Sentí que me estaba violando a mí misma, y no solo “mentalmente”. El sentimiento físico y espiritual que tenía cada vez que me violaban, esa disociación de mi cuerpo, así es cómo me sentí con él. Como no existe el “derecho a salir”, cuando paré de ver a clientes me quedé del todo sin techo. Viviendo en las calles. Han sido unos años realmente largos. Mi experiencia es similar a las de muchas otras mujeres con las que trabajé, teniendo en cuenta también a aquellas que murieron antes de tener la oportunidad de escapar y vivir las vidas satisfactorias y libres que soñaban. Con esta pesadumbre es con la que os escribo esto.  Me niego a condenar las innumerables noches que pasé con mujeres que me decían: “sé que va a ser doloroso, hermana, pero solo tenemos que hacer esto durante unos meses más para poder hacernos las operaciones”. Mujeres que cada noche se hundían más en una profunda depresión, que caían en las drogas y de aquella psicosis o por una sobredosis, debido a las condiciones sádicas de nuestras vidas como mujeres trans en la industria del sexo.

    Necesito contaros mi historia con grandes detalles gráficos porque es esencial que los lectores que no están íntimamente familiarizados con esta industria entiendan la realidad de muchas mujeres en la prostitución. Es igual de importante entender también que cuando te opones al derecho a salir de ella, estás diciendo que las mujeres que comparten mi experiencia no merecen tener derecho a escapar. Estás negándoles el derecho que más se les roba a las mujeres, el derecho a decir que no.

    Reconocer y avanzar entre las llamas de mi trauma no me ha convertido en una víctima como afirman los defensores de la prostitución, sino que me han convertido en una comunista revolucionaria y una estudiosa del feminismo y el socialismo.  Para mí, la abolición y la revolución no es un “horizonte”; es una necesidad. Sé que los defensores dominantes y liberales sin principios de la industria del sexo, que se ocultan bajo el nombre de “defensores de las trabajadoras sexuales” no hablan de historias como la mía y como la de muchas mujeres con las que trabajé. Hasta el día de hoy mantengo contacto con mujeres que de verdad se sienten atrapadas, que no tienen derecho a salir, y que sueñan con un futuro emancipado en el que podrán dedicarse a otras profesiones que no pueden alcanzar por cómo las tiene atrapadas la industria del sexo. Por esta razón, respondo a vuestro comunicado llamado “Rights, Not Rescue: A Response to AF3IRM in defense of DSA Resolution [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]” [Derechos, no rescates: respuesta a AFI3RM en defensa de la Resolución #53 de los Demócratas Socialistas de América], que influyó en la equivocada decisión de los DSA de permitir que fuera aprobada.
     
     
     


    Última edición por lolagallego el Jue Mar 18, 2021 1:02 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por lolagallego Jue Mar 18, 2021 12:55 pm


    El origen de la prostitución y la violencia contra las prostitutas

    Diciendo que la prostitución ha existido en “prácticamente cada sociedad” estáis engañando deliberadamente con una concepción idealista de la historia que es ahistórico y trata de presentar la prostitución como algo natural.  Como dice Marie Mies en Women: The Last Colony [Mujeres: la última colonia], “ningún agresor puede mantener un control permanente sobre aquellas a las que ha conquistado y subordinado, a no ser que aquellas que han sido subordinadas son obligadas a aceptar que esta situación está impuesta por naturaleza o, lo que viene a ser lo mismo, por un Dios”.

    La primera mención histórica de la prostitución fue alrededor del 2400 a. C., en Sumeria Antigua, una sociedad cuyo modo de producción se basaba en las relaciones de propiedad patriarcales y en la esclavitud.  El origen de la prostitución de mujeres y niños/as está directamente relacionado con la regulación de la sexualidad de las mujeres, la práctica de esclavización de mujeres, las conquistas militares y la esclavitud de niños/as por deudas. Aunque los relatos míticos hablan de “prostitutas sagradas”, esta afirmación ha sido refutada por historiadoras como Gerda Lerner. Como dice Lerner en El origen de la Prostitución en la Mesopotamia Antigua, “La esclavitud se convirtió en una institución consolidada, los propietarios de esclavos alquilaban a sus esclavas como prostitutas, y algunos amos montaron burdeles comerciales cuyas trabajadoras eran esclavas.”. Al igual que hoy en día, la clase dominante de aquel tiempo no solo utilizaba a las mujeres para obtener placer sexual, sino que también las exhibían cautivas como símbolo de riqueza y poder. Ciertamente, fue la apropiación de la sexualidad y la capacidad reproductiva de las mujeres por parte de los hombres lo que sentó las bases de la propiedad privada, la sociedad de clases y el desarrollo del Estado.

    Nunca antes en la historia había estado la prostitución tan extendida como lo está ahora bajo el capitalismo. Engels decía en el libro Del socialismo utópico al socialismo científico que al tiempo que la industria se desarrollaba sobre la base del capitalismo, la pobreza y la miseria de la clase obrera se extendió. Él afirmó que “la corrupción ocupó el lugar de la opresión violenta; el oro reemplazó a la espada como principal palanca de poder social”.

    En modelos de producción anteriores, la fuerza de la espada disciplinaba a las masas para que fueran sumisas a los deseos de la clase dominante. Sin embargo, bajo el capitalismo hace tempo que el dinero reemplazó a la espada. “El derecho de pernada”, el derecho legal en la Europa feudal que permitía a los señores dormir con las mujeres de sus vasallos, “pasó del señor feudal al fabricante burgués”. Y a raíz de esa transición, afirma Engels que “la prostitución adquirió proporciones hasta entonces inauditas”.

    Si entendemos que la prostitución ha sido legada principalmente como un derecho de la clase dominante del momento histórico -propietarios de esclavos, señores feudales, y ahora la burguesía- vemos cómo la prostitución siempre ha sido el derecho de la clase dominante a tener acceso a los cuerpos de sus subordinados de la forma que les plazca, y con el propósito de obtener su propio placer (sea este el orgasmo masculino, o un mecanismo de afrontamiento compulsivo e inadaptado que se presenta como “terapia”).

    Creer que las prostitutas no están bajo coacción por la ausencia de fuerza física (aunque para ser claros, en muchas situaciones existe) significa malentender que el dinero y el capital son la “principal palanca de poder social” en la sociedad capitalista.

    El derecho de la clase subordinada a que los hombres puedan comprar el acceso a los cuerpos de las mujeres se ha usado históricamente para romper la solidaridad de clase para mantener las relaciones sociales dominantes del momento histórico. Esto fue así en la Europa feudal y sigue siéndolo hoy en día: cuando los hombres proletarios y pequeño burgueses pueden comprar mujeres también, estos desarrollan una falsa consciencia colectiva y forjan una solidaridad con los hombres burgueses de su propio género, en vez de alinearse con las mujeres de su propia clase. El derrocamiento del capitalismo solo es posible mediante el derrocamiento de la burguesía, es por eso que la prostitución sirve para dos grandes propósitos: (1) permite a los hombres burgueses acceder al ejército de reserva de mujeres para su propio placer, y (2) impide que haya consciencia de clase, de este modo ayuda a frenar la organización del proletariado como clase.

    A pesar de que pueda haber existido cierto número de intercambio sexual anterior a las comunidades tribales, es fundamental entender que no puede considerarse prostitución, ya que esta empezó en el modo de producción esclavista y fue heredado por la Europa feudal, desde donde se extendió por todo el mundo. Fue el colonialismo de ocupación lo que trajo consigo los mercados capitalistas que rápidamente proliferaron la esclavitud salarial, prostitución y unas pésimas condiciones para el proletariado y las personas esclavizadas. El capitalismo exportado a través del colonialismo de ocupación creó las condiciones extremas que presionan a las mujeres a ejercer en la industria del sexo en primer lugar. El colonialismo de ocupación introdujo a la fuerza el sistema capitalista a los pueblos nativos que, a su paso mataron y lo mercantilizaron todo.

    La afirmación de que el aumento de la prostitución es debido “al aumento del poder económico de las mujeres y los horarios de trabajo cada vez más intensos” es errónea, es un intento de suavizar las razones reales por las que la prostitución está en crecimiento. A lo largo de la historia, cuando las condiciones económicas han empeorado la prostitución ha experimentado una subida. Podría poner ejemplos detallados que ocuparían varias páginas, pero mejor voy a centrarme en uno de los más relevantes para la historia de los socialistas.

    Michael Parenti comenta en Sucias verdades (otras voces) que cuando el comunismo fue derrocado y se introdujeron reformas en el mercado con el objetivo de restaurar el capitalismo, “el sistema de salud de Rusia estaba en decadencia, la educación estaba en deterioro, el cólera, la difteria y la tuberculosis se propagaron, al igual que la pobreza, el hambre y pérdida de los hogares. El crimen, la corrupción y la prostitución crecían con fuerza”. Más adelante sigue diciendo que “la democracia que los comunistas habían logrado construir, la cual garantizaba el derecho al trabajo, la atención médica, educación, ayuda alimentaria, vivienda y servicios públicos, estaba siendo desmantelada”. Cuando las condiciones materiales empeoraron, la prostitución aumentó porque la gente estaba desesperada por sobrevivir. Y cuando fue destruido el socialismo real, el tráfico y la prostitución aumentaron otra vez, reafirmando así el derecho de la clase dominante a los cuerpos de las mujeres.

    Anuradha Ghandy, una feminista revolucionaria maoísta de la India dijo en el discurso del Día Internacional de la Mujer de 2001 que “la industria cosmética, el turismo y los medios de comunicación de la burguesía han degradado el cuerpo de la mujer como nunca antes, sin tener ningún respeto por su individualidad,” y que “esto, sumado a la pobreza masiva ha conducido a poblaciones enteras a prostituirse, como se ha visto en Europa del Este, Extremo Oriente, Nepal, etc.”.

    Vosotros afirmáis que “la violencia que todas experimentamos se deriva de la criminalización de la industria sexual, sino también de las personas LGBTQ, extranjeros sin ciudadanía, gente pobre, gente de color y otras comunidades marginadas.”. Sin embargo, al comprender los orígenes históricos y materiales de la prostitución, vemos que la violencia forma parte de lo que es en definitiva un vestigio de la esclavitud, el patriarcado, el feudalismo y la lucha de clases. La prostitución no ha existido nunca sin la violencia, la esclavitud, el patriarcado y la opresión de clase.

    Evidentemente, la policía son una gran fuente de violencia contra las prostitutas. La policía es el brazo armado del estado represivo. Pero achacar toda la violencia que sufren las prostitutas a la criminalización es erróneo e intenta presentar una respuesta simple a un problema que es mucho más complejo. Las prostitutas sufren violencia fundamentalmente porque la relación entre la prostituta y el putero es necesariamente antagonista. La “sesión” entre una prostituta y su comprador es siempre una lucha de poder entre el hombre y la mujer, el comprador y la comprada. Cualquier prostituta sabe esto de manera intuitiva: los clientes quieren más por menos dinero, y nosotras queremos hacer menos por más dinero. Esto no depende de la disposición del cliente: las posiciones estructurales del comprador y la comprada requieren estos intereses. Si bien se podría decir que este antagonismo no existe en todo trabajo bajo el capitalismo, la diferencia es que cuando la lucha de poder es representada de una forma tan tangible durante el sexo, al que la mayoría se ve coaccionada por las condiciones materiales, la violencia sexual es un componente necesario de la ecuación. Cada interacción como   prostituta es como una batalla que se lleva a cabo en el terreno de nuestro propio cuerpo: la prostituta lucha por su derecho a la autonomía física, y el cliente lucha por su derecho a acceder al cuerpo de ella.

    Estas ideas erróneas son producto en su gran mayoría de la atención prestada a las voces de las mujeres de las clases más privilegiadas que se aventuran en el “trabajo sexual” y pretenden hablar en nombre de toda la clase. Como decía el filósofo J. Moufawad-Paul:

    Por consiguiente, alguien que posee propiedades y tiene un trabajo asegurado no puede experimentar en realidad lo que significa ser una trabajadora sexual, porque en su profesión principal no se ve obligada a vender su cuerpo por necesidad económica.  El trabajo sexual en un contexto de privilegio de clase es una actividad, un juego, en el cual la realidad material de una genera un conjunto de opciones diferente: siempre puedes parar, tienes un margen de elección muchísimo más amplio (tu clientela se parece más a las opciones de citas en la página de citas Craigslist pero con reembolso), y en lo general no eres una trabajadora sexual, ya que esto es simplemente tener citas con compensación — no es la institución material de la prostitución definida por las trabajadoras, la cuales no tienen otra opción que vender su fuerza de trabajo a esta institución. No eres parte del ejército de trabajadores de esta institución; no eres parte de su ejército de reserva del proletariado cuando no estás trabajando.

    Aquellas que entran en la categoría anterior no deberían tener derecho a hablar en nombre de las mujeres realmente oprimidas en la industria del sexo. Y las que entran en esta última categoría constituyen el verdadero ejército de trabajadoras prostituidas, y están ahí por presiones económicas y sociales, lo cual demuestra que la coacción es el principal motor de la industria del sexo.

    La única libertad real en la prostitución es la libertad que tienen los hombres burgueses de acceder a los cuerpos de las mujeres proletarias.

    Como decía Michael Parenti en Sucias Verdades (otras voces), “No existe nada parecido a una libertad desvinculada de la realidad socioeconómica en la que pueda tener cabida.” Como señaláis, somos “seres humanos complejos que tomamos decisiones difíciles bajo las restricciones de la pobreza, y muchas otras formas entrecruzadas de marginalización.”. Aun así en la siguiente oración decís que la gente “decide” trabajar en la industria del sexo. Como decíais antes, estas restricciones son necesariamente coercitivas. La definición de restricción es “limitación o contención”. El propio acto de limitar a alguien es reprimir la libertad de movimiento.  La definición de “coaccionar” es “obligar o forzar (a alguien) a seguir una dirección concreta”.

    El consentimiento no existe flotando en un vacío, aislado de otras condiciones de la sociedad. Descontextualizar el consentimiento de las estructuras más amplias de la economía y la sociedad, cuando ambas crean las posibilidades de elección y ejercen presión para que elijamos unas opciones en lugar de otras, es entender el consentimiento solo en su sentido más superficial.



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    Mensaje por lolagallego Jue Mar 18, 2021 12:56 pm


    Muy correctamente decís que el trabajo con salario mínimo no es suficiente para pagar las gigantescas deudas que conllevan ser una persona inmigrante o de clase trabajadora en los Estados Unidos. Y aun así, después de mencionar las condiciones restrictivas del capitalismo, decís que “la mayoría de la gente no están dedicándose a esto en contra de su voluntad, no más que otros tipos de trabajo de inmigrante”. Esto es erróneo por dos cuestiones. En primer lugar, cuando decís que estas personas entran en la industria del sexo porque todas las otras opciones de ganarse la vida se han agotado —los “otros tipos de trabajo de inmigrante”— estáis diciendo consecuentemente que estas personas son presionadas por las espantosas condiciones del capitalismo a entrar en la industria del sexo, pues esta es la única opción que queda para mantenerse de forma adecuada. Esto le resta importancia a las condiciones de esclavitud asalariada y las ideologías reaccionarias dentro del capitalismo —racismo, sexismo, discriminación contra las personas con discapacidad, xenofobia, etc.— las cuales dejan a estas personas fuera de la economía formal. Estos dos factores imposibilitan “elegir”. En segundo lugar, ignoráis las estadísticas de verdad, las cuales dicen que la mayoría de las personas prostituidas tienen una edad de entre 13 y 25 años, y de estas una mayoría abrumadora son prostitutas que han sido forzadas, ya sea físicamente o a través de las condiciones económicas coercitivas.

    Lo que decía la feminista revolucionaria rusa, Nadezhda Krupskaya, sobre las condiciones de las mujeres prostituidas in 1899 en su libro La mujer trabajadora aún sirve hoy en día.

    Solo hace falta escuchar cómo el bien alimentado burgués y su esposa hablan con desprecio sobre las mujeres y niñas depravadas de la fábrica, y con qué repugnancia hipócrita estas señoras, que nunca han conocido la pobreza, pronuncian la palabra “prostitutas”. Los profesores burgueses afirman desvergonzadamente en sus publicaciones que las prostitutas no son esclavas, ¡sino gente que ha elegido elegir ese camino! Es la misma hipocresía que insiste en que nadie está obligando al trabajador a quedarse en una determinada fábrica en la que es imposible respirar debido al polvo, vapores tóxicos, calor, y demás condiciones. Estos siguen trabajando “voluntariamente” allí unas 16 o 18 horas al día.

    Vemos cómo la industria del sexo y el imperialismo se entremezclan de la forma más clara en la industria del turismo sexual. Como señala Maria Mies en Patriarcado y acumulación a escala mundial, “El principal producto para el consumo exterior y que atrae riadas de turistas masculinos de Japón, EEUU y Europa, probablemente por delante de las soleadas playas, son las mujeres asiáticas, africanas y latinoamericanas” y que “los gobiernos de Tailandia y Filipinas, en particular, ofrecen de manera explícita a sus mujeres como parte de los paquetes turísticos”. La mercantilización de mujeres prostituidas en nuestro propio país es visible en la música popular que habla de “putas” junto a coches, marcas de alta costura y dinero como valores de capital social de los cuales presumir para probar que se tiene riqueza y dominio. Mientras tanto, en el extranjero se demuestra por la fijación de los hombres occidentales por “los coches y las exóticas vacaciones sexuales”, la cual es tan fuerte que, según Mies, ” los gobiernos hacen todo lo que está en sus manos para proporcionarles estos dos artículos de consumo masivo, los más demandados, a un precio relativamente bajo”. La industria del sexo internacional solo se puede entender como una grave explotación sexual de mujeres racializadas que son utilizadas como herramienta para la acumulación de capital.

    Pensar que podríais acabar con el imperialismo y el tráfico sexual que ocasiona mediante la construcción de poder con sindicatos (lo cual es idealista, teniendo en cuenta que no hay ningún “jefe” en el sentido tradicional) es verdaderamente una fantasía. Esto es parte del problema que hay con el término “trabajo sexual”. Las estríperes podrían organizarse en un sindicato, ya que ellas tienen un jefe y un lugar de trabajo, pero las prostitutas no. Y teniendo en cuenta que vosotros os oponéis abiertamente y por una buena razón a la legalización, la cual conllevaría tener jefes y burdeles, el argumento de organizar un sindicato es por lo tanto irrelevante.

    El poder verdadero no reside en la formación de asociaciones libres para pedir a nuestros abusadores unos abusos un poco menos sádicos. El poder verdadero es la capacidad de aplastar a tus enemigos —la burguesía, los proxenetas, los puteros, los traficantes— para abolir las condiciones causantes de esta explotación. Literalmente hablando, debemos destruir su comercio global, el cual vende e intercambia mujeres y niñas, e iniciar un movimiento revolucionario que exija mejoras drásticas en las condiciones de las mujeres.

    Pretender que la formación financiera sea una solución a las formas en que muchas de nosotras estamos atrapadas en la industria del sexo es tremendamente desacertado y, sinceramente, soluciones como la “banca” son directamente insultantes. Nunca en toda la historia de la explotación capitalista la “planificación financiera”, o la “formación en finanzas”, y otros tipos de aproximaciones sobre la pobreza que culpan a la víctima han podido acabar con la opresión de clase. Al estar en contra del “derecho a salir” mientras ofrecéis “soluciones” poco ambiciosas, mostráis que estáis más preocupadas por proteger al proxeneta y a los puteros que de defender a las mujeres.

    Cuando afirmáís que el único legado de la esclavitud en régimen de pertenencia personal es el encarcelamiento masivo, restáis importancia al impacto de la esclavitud en nuestra sociedad. Incluso un sondeo rápido a la trata de esclavos del transatlántico muestra que la herencia de la esclavitud se extiende a casi toda la vida americana, la cual conlleva y no se limita a: servicio de comida, trabajo doméstico, propinas, trabajo agrícola, derecho laboral, técnicas de administración científica, tecnologías de vigilancia, y sí, incluso la industria del sexo.

    Los trabajadores pueden organizarse en sindicatos para luchar contra sus jefes, los esclavos solo pueden organizar insurrecciones violentas o escapar de sus propietarios esclavistas. Existen muchos antecedentes que documentan cómo los proxenetas marcan a sus mujeres como esclavas, utilizan tácticas coactivas y engañosas para captar a niñas con el objetivo de traficar con ellas, y ejercer los peores tipos de violencia para mantener el control sobre las mujeres que prostituyen, la mayoría mujeres de color. No se puede organizar a un proxeneta; solo puedes matarlo o escapar de él.

    Los proxenetas y los puteros no nos ven como seres humanos. Según las propias palabras de un proxeneta: “las mujeres están sentadas encima de una mina de oro —tiene una cosa entre las piernas que es como una mercancía”. Esta mercancía no solo es esa parte, hay páginas de internet enteras dedicadas a clasificar a las mujeres por partes del cuerpo, funciones, apariencia y nivel de servicio para valorarlas según la puntuación de los puteros.

    Más detalladas que una reseña de Yelp, la página web que en la que los puteros reseñan y puntúan a prostitutas, The Erotic Review (TER), y otros “servicios de clasificación de scorts” diseminan a las mujeres según sus características. Cada parte de una mujer puede ser comentada, es por eso que se pueden encontrar clasificaciones por información como: coño, tetas, tipo de cuerpo, aspecto del pecho (juvenil/mayor), y en cuanto a las personas trans, incluso la cantidad y la calidad de la eyaculación (una actividad prácticamente imposible para las mujeres trans que toman hormonas, pero ampliamente demandado por los compradores. Esto no es algo que se pueda solucionar con reformas. Esto es una consecuencia natural de la mercantilización de seres humanos, en concreto de las mujeres.

    Negar que esta clase de disección femenina no instruye a la psique masculina en la disección de todas sus potenciales compañeras sexuales —para juzgarlas y valorarlas en función de sus características— es desconocer por completo el funcionamiento de la cultura. Y creer que estas páginas de Internet pueden prohibirse a través de la reforma es de ser doblemente ignorante: estos hombres ya utilizan grupos de chat, páginas web independientes y grupos de Facebook para discutir y puntuar a las mujeres que compran.

    La prostitución nutre la reacción. Discrimina por razón de edad, ya que valoran a las mujeres jóvenes que siempre envejecen en algún momento. Discrimina a las personas con discapacidad porque glorifica a las mujeres con cuerpos sin discapacidad, siendo estas las perfectas mientras fetichizan o excluyen a aquellas con discapacidad. Es racista porque aumenta la vulnerabilidad de las mujeres racializadas y colonizadas, valora a las mujeres blancas por encima de las de color, fetichizando así a las mujeres negras, morenas y asiáticas. Es tránsfoba porque aumenta la vulnerabilidad de mujeres trans y las convierte en fetiche. Es misógina porque enseña a los hombres a ver a las mujeres como mercancía que se puede comprar si quieren y porque clasifica, valora y paga a las mujeres por su atractivo según la mirada masculina.

    Se podría argumentar que estáis a favor de la abolición de la industria del sexo pero solo junto con la abolición de todo “trabajo asalariado”. Sin embargo tal argumento de la “negación a través de la negación” lleva a un callejón sin salida. El mismo argumento se puede aplicar a Israel: “Sí, el estado de Israel está llevando a cabo un genocidio contra los palestinos, pero es que todos los estado son represivos, así que no deberíamos señalar solo a Israel”. Esta lógica conduce a la inacción al restar importancia al trabajo que podemos hacer para salvar vidas ahora mismo para construir el camino que conduzca a una revolución social mayor.

    Lejos de intentar conservarlo —esperando que la “mano invisible” del mercado se ocupe de regular que las mujeres estén en condiciones más seguras—, las feministas socialistas más bien deberían luchar por acabar con la industria del sexo y con todo vestigio patriarcal para transformar la sociedad y acabar con la opresión de género y de clase.



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    Mensaje por lolagallego Jue Mar 18, 2021 12:57 pm


    ¿Quiénes son las feministas carcelarias de verdad?

    Si bien sabemos que criminalizar a las mujeres atrapadas en la industria del sexo no es la respuesta, sería incorrecto suponer que despenalizar a los clientes y proxenetas llevaría a mejorar las condiciones de las propias prostitutas. La realidad es que la existencia del proxeneta es criminal Es repulsivo, nadie está en su derecho de ser proxeneta, al igual lo está de ser esclavista. Decir que un proxeneta es un criminal no es decir que se pueda rehabilitar a través del sistema carcelario burgués. Sin embargo, se debe decir que ninguna persona tiene derecho a convertirse en proxeneta, que debe haber un mecanismo que reprima a los proxenetas para que no capten a mujeres vulnerables y las atrapen en condiciones de esclavitud, y que las mujeres que escapan de los proxenetas necesitan protección física de sus agresores.

    Está comprobado que en los países en los que se ha despenalizado o legalizado a los proxenetas y clientes, en lugar de disminuir la violencia contra las mujeres prostituidas, ha aumentado. En Canadá, el tribunal supremo dictaminó que la criminalización de los proxenetas y compradores era inconstitucional con el fin de garantizar los derechos de unas pocas “trabajadoras sexuales” acomodadas para que pudieran desarrollar mejor su “negocio”. Al hacerlo, reconocieron que hay dos clases de prostitutas, las pequeñoburguesas (minoría) y las masas de mujeres proletarias obligadas a prostituirse (mayoría). La descriminalización de los puteros y los proxenetas sólo ayuda a la minoría de “trabajadores sexuales” que gozan de privilegios al tiempo que perjudica a las que están por debajo. Por eso, en lugar de proteger a los compradores y a los traficantes, debemos crear oportunidades para las que están en mayor riesgo. Como señala un frente feminista proletario canadiense, “debemos desechar la idea de que la prostitución pueda ser una salida o una red de seguridad social para las mujeres proletarias; en su lugar, debemos luchar por crear oportunidades reales: empleo, educación, etc.”.

    Vosotras no pedís simplemente el fin de la criminalización de las mujeres en la industria del sexo. Si pidierais eso estaríais en gran parte conforme con lo expuesto por AF3IRM. La gran diferencia es que estáis reclamando la despenalización de los puteros y los proxenetas. Y con ello pretendéis legalizar y reivindicar el derecho de los hombres burgueses a comprar mujeres proletarias; el derecho de los hombres colonos a comprar mujeres indígenas; el derecho de los hombres occidentales a comprar mujeres del Sur Global.

    El argumento de que se debería aplicar el derecho laboral y no el penal para proteger a las personas de la industria del sexo se basa en una comprensión errónea del sistema jurídico estadounidense.  El derecho laboral es un derecho civil y los factores más críticos que ponen en peligro a las mujeres en la industria del sexo corresponden al derecho penal: la violación, la agresión física y sexual, la esclavitud, la trata y el robo. Por lo tanto, aunque se consiguieran unos mínimos “derechos laborales” para la industria del sexo, estas cuestiones seguirían tratándose en el derecho penal debido a la naturaleza de nuestro sistema jurídico. Así pues, este argumento es irrelevante.

    No es necesario pensar en la criminalización de una manera tan banal y binaria. En última instancia, podemos, y debemos, defender a nuestras hermanas proletarias a la vez que denunciamos el sadismo de la industria del sexo y la explotación por parte de puteros y proxenetas. Como ha comprobado AF3IRM, ambas cosas son posibles:  podemos ser supervivientes sin ser víctimas o criminales.

    Decís que las abolicionistas somos feministas carcelarias. Sin embargo, son los proxenetas quienes mantienen a sus prostitutas en una especie de prisión, atrapándolas económica y físicamente para que no puedan escapar. Las cárceles obligan a trabajar para extraer plusvalía, y los proxenetas y el Estado obligan a realizar trabajo sexual para extraer la plusvalía. Los mercados de la industria del sexo aprisionan a las mujeres en su interior. En definitiva, al defender a los proxenetas y a los puteros, sois vosotras las verdaderas feministas carcelarias.

    La defensa de la prostitución es siempre, en última instancia, la defensa de los puteros.

    Afirmas que “los salones de masaje de inmigrantes a menudo son lugares de consuelo, sanación y supervivencia, tanto para los hombres como para las mujeres inmigrantes que luchan por mantener su integridad dentro de un estado capitalista que los separa coercitivamente con fronteras y monedas arbitrarias.”

    Voy a ser muy clara: el debate sobre la industria del sexo nunca debería basarse en cuánto disfrutan los puteros comprando prostitutas. Está claro que disfrutan y en muchos casos lo hacen por adicción, sintiéndose obligados a comprar prostitutas debido a las condiciones de alienación de la vida moderna y a su derecho a nuestros cuerpos. Asimismo, si afirmamos que “el trabajo sexual es consentido”, pero luego justificamos que la industria del sexo existe sobre la base de que los puteros se excitan con ello, entonces resulta imposible de facto hablar sobre el consentimiento.

    Defender el derecho de los puteros a comprar mujeres para poder tener sexo, y utilizarlo como justificación de la existencia de la industria del sexo, es argumentar que es socialmente necesario que exista un ejército de reserva de mujeres proletarias al servicio de los deseos de los hombres. Y dado que históricamente la prostitución nunca ha existido sin que la clase dominante tuviera el primer y privilegiado acceso a ella, estáis defendiendo el derecho de la clase capitalista a comprar mujeres proletarias a su antojo. Además, como todo tipo de prostitución ha existido en sociedades de clase, estáis defendiendo que las más oprimidas de las clases trabajadoras, obligadas por las malas condiciones económicas y sociales, compongan ese ejército de reserva de prostitutas.

    Este es un claro ejemplo de que, en última instancia, el activismo a favor de la prostitución es siempre la libertad en favor del derecho de los hombres a comprar mujeres y nunca realmente sobre el derecho de las mujeres a no vivir en una sociedad donde lo único que nos queda por vender son nuestros cuerpos.

    El activismo a favor de la prostitución es feminismo liberal

    Reconocéis con acierto que las defensoras de la prostitución son consideradas feministas liberales, pero luego decís que vosotras no sois liberales porque vuestro movimiento se basa en la crítica al capitalismo. Esta afirmación es engañosa: el liberalismo es hegemónico en nuestra sociedad y es difícil escapar del “sentido común” que es la ideología liberal. Este control ideológico es tan fuerte que incluso los que somos capaces de romperlo lo suficiente para convertirnos en anticapitalistas seguimos luchando con el liberalismo que infecta nuestros movimientos, llevándonos a ideas incorrectas y al oportunismo. Si un movimiento anticapitalista no es de por sí liberal por el hecho de ser anticapitalista, entonces no hay necesidad de movimientos antirrevolucionarios, la restauración capitalista nunca se habría producido en las naciones socialistas y los activistas no serían asimilados.

    Muchas feministas mainstream consideran que su apoyo acrítico a la industria del sexo es una noción radical porque se rebela contra los valores puritanos de “sentido común” con los que crecieron. Sin embargo, un feminismo así no puede ser radical ya que legitimar la industria del sexo no desafía al propio sistema y, por el contrario, queda bastante acomodado al existir dentro de las periferias de la sociedad y la cultura capitalista patriarcal. La industria del sexo forma parte de la sociedad de clases. Los hombres burgueses y colonos disfrutan de la industria del sexo porque les permite acceder libremente a los cuerpos de las mujeres de las clases subordinadas. Lejos de ser socialistas, estas feministas partidarias de la industria del sexo están en realidad profundamente influenciadas por el liberalismo, una ideología marcada por un intenso individualismo y desarrollada por la burguesía ascendente en el período revolucionario del feudalismo al capitalismo. Mientras que los teóricos liberales de las florecientes sociedades capitalistas defendían el colonialismo, la esclavitud y el genocidio para proteger la libertad individual de unos pocos, las feministas liberales de hoy en día defienden una industria inherentemente explotadora, que perjudica a las mujeres más afectadas por el imperialismo, para proteger su propia libertad individual (que, en última instancia, siempre consiste en proteger la libertad de los hombres burgueses para acceder y comprar cuerpos proletarios).

    Cuando desecháis la abolición por venir directamente del feminismo de 2ª ola, estáis ignorando intencionadamente los feminismos tercermundistas, revolucionarios, proletarios e indígenas. Las militantes zapatistas de Chiapas, muchas de las cuales sobrevivieron a la industria del sexo, no permiten la prostitución en su territorio. Es lo que se conoce como Regla [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de la Ley Revolucionaria y existe, no por un moralismo burgués e hipócrita, sino porque abolieron las condiciones patriarcales y capitalistas que dan lugar a la prostitución. Desestimarlas supone verlas con ojos occidentales, en palabras de Chandra Mohanty, y considerarlas unas atrasados por su indigenismo.

    Las mujeres revolucionarias de todo el mundo, como Alexandra Kollontai, NK Krupskaya, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Anuradha Ghandy, la camarada Parvati, Comandanta Amada, y otras innumerables comprometidas en hacer la revolución en Filipinas, Rusia, China, Afganistán, India, Nepal, México, Palestina y en otros lugares, han sido claras: la prostitución es explotación sexual y no tiene lugar en una sociedad socialista emancipada.

    Al centrarse en el derecho individual de unas pocas prostitutas individuales a ascender al éxito capitalista, a expensas de las mujeres proletarias y colonizadas, necesariamente se está analizando desde un enfoque liberal del éxito individual a expensas de la mayoría. Como señala Anuradha Ghandy en Tendencias filosóficas en el Movimiento Feminista, el liberalismo se centra en los derechos individuales en vez de los colectivos (el derecho a comprar mujeres vs. el derecho a salir y no ser prostituidas), es ahistórico (no entiende el papel de la prostitución a lo largo de la historia), apoya mecánicamente la igualdad formal a expensas de otras clases de mujeres (igualdad formal para proxenetas y puteros a expensas de las traficadas y forzadas a la prostitución), y no cuestiona las estructuras económicas y políticas que dan lugar a la discriminación patriarcal (no entiende las fuerzas materiales que crean el mercado de la prostitución).

    Debido al activismo a favor de la prostitución dirigido por las “trabajadoras sexuales” más privilegiadas, muchas de nuestras hermanas han sido llevadas a una falsa conciencia, confundiendo los ataques a la industria del sexo con ataques dirigidos a su propia persona. Esto no es extraño: cuando yo organizaba a los trabajadores de los supermercados y sacábamos a la luz las prácticas inseguras de la empresa, algunos trabajadores se ponían muy a la defensiva pensando que al atacar a la empresa les estábamos atacando a ellos. Además, como las mujeres de la industria del sexo suelen ser atacadas por todos los lados, es comprensible que sientan que las feministas abolicionistas las atacan. Este no es el caso. Debemos arreglar esto mediante la concienciación feminista y la construcción de organizaciones socialistas revolucionarias.



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    Mensaje por lolagallego Jue Mar 18, 2021 1:01 pm


    Incluso Rosemary Tong, en su manual especializado en teoría feminista, Feminist Thought, afirma lo siguiente:

    Incluso Rosemary Tong, en su manual especializado en teoría feminista, Feminist Thought, afirma lo siguiente: “Las ideologías liberales, típicamente generadas por la economía capitalista, presentan prácticas como la prostitución y los vientres de alquiler a modo de actividades contractuales de libre elección: Las ideologías liberales afirman que las mujeres se prostituyen y son madres de alquiler porque prefieren estos trabajos a otros disponibles. Pero, tal y como lo entienden las feministas marxistas y socialistas, cuando una mujer pobre, analfabeta y no cualificada decide vender sus servicios sexuales o reproductivos, lo más probable es que su elección sea más coaccionada que libre. Al fin y al cabo, si una tiene muy poco valor para vender además de su cuerpo, su influencia en el mercado es bastante limitada.

    Algunas pocas mujeres en el comercio del sexo podrían presentarse en contra de la abolición del mismo. Así que habría que preguntar: ¿debemos proteger una industria inherentemente violenta porque una minoría de sus “trabajadoras” en los centros del imperialismo quiere que permanezca? Seguramente, si aplicamos esta lógica a la industria de los combustibles fósiles , donde los trabajadores se han enfrentado a los activistas medioambientales pensando que intentan quitarles sus puestos de trabajo, entonces deberíamos dejar de luchar contra la industria de los combustibles fósiles y comprometernos ya con la aniquilación total a causa del cambio climático. No, en lugar de eso, necesitamos abolir ambas cosas y proporcionar a los trabajadores un ambicioso plan de transición justa.

    En muchos sentidos, el auge del “feminismo” pro-prostitución coincide perfectamente con la neoliberalización: lo personal ya no es lo político, divorciado de las condiciones materiales, el derecho del individuo reina supremo, y el capitalismo es algo que existe fuera, que no afecta a nuestras vidas. Por lo tanto, una concepción incorrecta de la prostitución nos lleva a sacar conclusiones incorrectas sobre cómo abordar la prostitución como feministas y socialistas. Finalmente, vuestra continua insistencia en la autonomía individual en detrimento de un análisis histórico, materialista y sistémico sobre el origen de la prostitución y las condiciones económicas y sociales que empujan a las mujeres oprimidas hacia ella, es en todos los casos feminismo liberal.

    Los socialistas deben abogar por la abolición

    Afirmáis ser feministas socialistas y que trabajáis para acabar con el capitalismo. Sin embargo, uno se pregunta: ¿cuál es realmente vuestra estrategia para derrocar el capitalismo? Un enfoque materialista histórico correcto para derrocar el capitalismo se fijaría en las revoluciones que han tenido éxito en derrocar el estado burgués, estudiando las condiciones económicas y sociales de la época, y aplicando adecuadamente las teorías que se han demostrado correctas a través de la práctica a las condiciones materiales de nuestro tiempo. Para ello habría que fijarse en los socialismos realmente existentes, cosa que no se menciona en absoluto en todo vuestro artículo. Es de suponer que esto se debe a que casi todas, si no todas, las revoluciones que han tenido éxito han sido bastante claras en cuanto a la prostitución: no tiene cabida en una sociedad socialista.

    La prostitución comenzó a desaparecer en las naciones socialistas realmente existentes. Esto no se consiguió criminalizando a las mujeres que ejercían la prostitución, sino porque, como afirma Moufawad-Paul, Esto no se consiguió criminalizando a las mujeres que ejercían la prostitución, sino porque, como afirma Moufawad-Paul, “a) prohibieron los proxenetas y los burdeles; b) dotaron a las mujeres de derechos patrimoniales; c) llevaron a cabo un programa de igualdad de la mujer que, a pesar de algunos de sus fracasos, seguía estando muy por delante de todo lo que había en el mundo en aquella época e incluso en la actualidad.” Tal y como concluyó correctamente Engels en Principios del Comunismo: “por consiguiente, la organización comunista, en lugar de implantar la comunidad de las mujeres, la suprimirá”.

    Como señala acertadamente Rosa Janis con Cosmonauta, “la prostitución y el juego fueron combatidos [por los revolucionarios] no por el moralismo barato de los pequeño burgueses preocupados por la impureza de tales actos, sino porque se aprovechaban de la pobreza de la clase obrera y de los excedentes de población vendiendo a la gente a la esclavitud sexual y al endeudamiento”.

    La prostitución, por tanto, no puede ser reformada, sino que debe ser abolida junto con las condiciones que la crearon. ¿Por qué es así?

    La prostitución es un vestigio de las relaciones de propiedad patriarcales y un vestigio de la esclavitud de las mujeres heredado de la sociedad de clases como “el derecho de pernada”.

    Es un arma que la clase dominante utiliza para romper la solidaridad de clase.

    Se trata fundamentalmente del derecho de los hombres burgueses a comprar el acceso al cuerpo de las mujeres proletarias.

    La lucha por el poder se desarrolla sobre el cuerpo de la mujer, lo que hace imposible erradicar la violencia y la violación de la industria del sexo.

    La industria del sexo bajo el imperialismo siempre tiene como resultado la esclavitud y la híperexplotación de las mujeres asiáticas, de las islas del Pacífico, africanas y latinoamericanas con el fin de acumular capital.

    Influencia la psique masculina para que asocie el dinero con el acceso sexual y el derecho a los cuerpos de las mujeres, se alimenta de la vulnerabilidad y reproduce ideologías reaccionarias.

    La prostitución es sencillamente innecesaria desde el punto de vista social.

    La correcta orientación feminista socialista hacia la prostitución incluiría:

    Despenalizar y desestigmatizar a las personas prostituidas.

    Combatir los mercados globales de la industria del sexo mediante la contención de la demanda.

    Hacer responsables a los puteros y proxenetas fuera del sistema judicial del Estado burgués.

    Garantizar el derecho universal de salida y el derecho a no ser prostituida.

    Centrarse concretamente en las mujeres proletarias más vulnerables de la industria del sexo, incluidas las mujeres indígenas, asiáticas, de las islas del Pacífico, negras, latinoamericanas, transgénero y, especialmente, las niñas.

    Llevar a cabo un plan de liberación de la mujer ambicioso y aumentar las oportunidades para las mujeres más pobres, por ejemplo, buenos empleos, vivienda, educación, etc.

    Organizarse para conseguir la abolición total siguiendo el camino de la revolución social.

    Os pido que corrijáis vuestra postura sobre la industria del sexo global, que iniciéis los procedimientos para revertir la Resolución [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], y que abandonéis vuestro apoyo carente de principios de los puteros y proxenetas por encima de las mujeres proletarias y colonizadas de todo el mundo.

    LOS PUTEROS Y LOS PROXENETAS SON ENEMIGOS DE CLASE.

    ABOLICIÓN YA.
         
     
     
    Nota: No estoy segura de por qué decís que la financiación por parte de George Soros de grupos de defensa destinados a descriminalizar a proxenetas y puteros es una “teoría conspiratoria”. Hay pruebas documentadas de ello a través de su organización benéfica, Open Society Foundations.  Además, el grupo que mostráis en la imagen de vuestra carta, Fuckförbundet, recoge la organización filantrópica de George Soros como financiadora en su página web.
     
     
     

      Fecha y hora actual: Vie Abr 19, 2024 8:21 pm