La campaña por Hasél defiende dos armas de la dominación capitalista: la democracia y el antifascismo
Corriente Comunista Internacional - Acción Proletaria - marzo 2021
Durante las últimas semanas hemos asistido a movilizaciones y disturbios repartidos en varios puntos de la geografía, ligados a la acusación de injurias y enaltecimiento del terrorismo (y posterior encarcelamiento) del rapero Pablo Hasél. Estos disturbios, protagonizados por gente joven y en general simpatizante del discurso del izquierdismo, han puesto en el centro del foco mediático la figura de un rapero en el que parecen converger las pasiones de todos los comentaristas políticos de todos los signos, ya sea en negativo o en positivo.
El caso de este elemento, Pablo Hasél, con cuyo historial lidiaremos más adelante, forma parte de una campaña orientada a encauzar HACIA LA DEFENSA DEL ESTADO CAPITALISTA Y SUS ENGAÑOS el descontento generalizado y, a su vez, mistificar el endurecimiento de la represión estatal con el que piensan contestarlo, un endurecimiento de la represión del que lleva ya dando avisos desde hace tiempo y en el que seguirá ahondando una vez se asiente el polvo sobre este caso.
Desde que se proclamaron la Ley Corcuera[1] y la Ley Mordaza[2] (leyes ambas que el gobierno progresista no tiene la más mínima intención de abolir), desde la respuesta que se dio a movilizaciones como las del 11-M, sobre todo en Barcelona, desde la respuesta que dio la policía a los que confundieron sus intereses con los de la fracción independentista de la burguesía catalana el día del Referéndum de 2017[3]… y un largo etc., venimos asistiendo a la concreción de un fenómeno mundial en la actuación de la burguesía española: un fortalecimiento del aparato represivo del Estado capitalista que responde a la cada vez mayor pérdida de control y perspectivas que tiene la burguesía en su conjunto en todos los países, que frente a un sistema capitalista en plena descomposición histórica[4] (agravada por la crisis y la pandemia) no tiene más opción que preparar y afinar sus elementos de intimidación frente a las posibles respuestas que pueda dar, en especial, la clase obrera, ante una situación general que se degrada cada vez más.
La campaña anti- represiva y por los “derechos democráticos” de la que se reclaman, incluso, elementos del mismo Gobierno que está al timón del aparato represivo del Estado, no viene sino a subrayar la necesidad que ha tenido la burguesía de matar dos pájaros de un tiro en esta situación, cubriendo una doble necesidad típica de su clase:
•Canalizar hacia el terreno burgués de la Democracia y el Antifascismo el aguante, la paciencia y la resistencia física y mental de muchos trabajadores para los que esta situación se vuelve cada vez más insostenible. .
•Cubrir de un velo de neblina mistificadora los métodos que la burguesía ha empleado siempre y seguirá empleando frente a un panorama de inestabilidad social: una de cal y otra de arena, un ala del Parlamento llamando a la defensa de los “derechos” y de la ideología democrática… y la policía de la democracia repartiendo golpes a manos llenas en la calle y encarcelando.
A esto último es a lo que se han expuesto los jóvenes que, comprensiblemente hastiados de la pésima situación que atraviesan todos los trabajadores, han salido a la calle a montar un espectáculo y a destrozar todo lo que puedan, cayendo en una de las típicas trampas que son marca de la casa del izquierdismo y el antifascismo: creer que la violencia ciega e individual y el saqueo tienen la más mínima utilidad para nada que tenga que ver con la “lucha obrera” de la que dicen reclamarse (sino que más bien, precisamente, permiten justificar la represión), así como hacer suya la causa de las mistificaciones democráticas y patrioteras de la burguesía, esta vez encarnadas en la figura de un estalinista desquiciado y viejo conocido de sectores nacionalistas de la burguesía catalana: Pablo Hasél. [...]
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