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    Sobre el conocimiento de lo infinito en el movimiento - Valeri Bosenko - publicado por El Sudamericano en abril de 2021

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    Mensaje por lolagallego Sáb Abr 10, 2021 1:02 pm


    Sobre el conocimiento de lo infinito en el movimiento

    Valeri Bosenko


    publicado por El Sudamericano en abril de 2021


    Toda la complejidad en el conocimiento de la infinitud consiste en que la vía hacia el conocimiento de lo infinito yace a través del conocimiento de lo finito. Y no solo porque lo infinito no existe a la par con la finitud como alguna cosa autónoma, sino en ella y por medio de ella, pero por ello es que con la finitud da inicio todo conocimiento en general. No es posible evitarlo, tal es la naturaleza del conocimiento. Tampoco se puede evitar que con el conocimiento finito se tiene contacto, en primer lugar, por medio de la representación. Al arrebatar lo singular, la finitud, de los vínculos universales, el conocimiento los fija con este aspecto en la representación. Pero la representación justamente no está, en lo principal, en condición de concebir el verdadero infinito, por su propia naturaleza y también en virtud de la discordancia de esta naturaleza (universal) infinita; su feudo es solo lo finito. Sin embargo, de la vinculación completa y hasta la muerte con la finitud en su manifestación externa resulta que la representación tampoco puede concebirse como la esencia de lo finito propiamente dicho; es justamente por eso que ella no puede concebir lo infinito, al igual que este último consiste en la esencia de lo finito propiamente dicho.

    Estando la representación ajustada al conocimiento de la finitud, ella “culmina” (lleva a su fin) también la infinitud. Lo infinito tal como el pensamiento se lo representa, solo lo es con la forma de una cierta serie ilimitada de formas finitas dispuestas unas junto a otras, en la forma de una suma de finitudes que no tiene fin, es decir, como la contracción, una vez más, a la finitud. No en vano Hegel dice que “la finitud es la categoría más obstinada del intelecto”.2 Incluso la interrelación de la propia finitud e infinitud, a su momento, se construye a imagen y semejanza de la naturaleza de la propia finitud. Ella dispone en la representación a unas series con otras como autonomía finita absoluta de la realidad.

    El resultado de esa contracción de la finitud condena a la infinitud a la coexistencia con la finitud por el principio de coordinación, a la par con la finitud como cierta esencia independiente. La interacción de estas esencias distintas no obra ulteriormente en el orden aparente, en la contradicción aparente. En la realidad misma no hay finitud e infinitud. La división, consideración y, en concordancia, la contraposición, la distinción de lo finito e infinito empieza solo entonces y cuando tiene lugar el proceso de conocimiento de la realidad y la separación y fijación unilateral de estos aspectos en la consciencia. La dificultad consiste en que el intelecto no puede apropiarse de la unidad de infinitud y finitud. Cuando el conocimiento extirpa (siempre) alguna finitud de los vínculos universales y la fija en la representación, esta no solo capta un lado de la contradicción, sino que también tiene lugar la inevitable absolutización de esa unilateralidad, esto último puede ser superado con ayuda de la introducción de la dialéctica del movimiento de los conceptos. En el pensamiento tiene lugar la bifurcación del uno (finito) en lados contrarios y luego esta contradicción se lleva hasta la identidad.

    (En la identidad de contrarios también se incluye, en palabras de V. I. Lenin, la esencia de la dialéctica).3 Con esto obtenemos en el pensamiento teórico (en forma de verdad) la correspondiente unidad genuina de lo infinito y lo finito en la realidad.

    La infinitud es, sin duda, inseparable de la finitud, pero la cuestión no está en esos vínculos aparentes, donde la finitud y la infinitud interactúan como dos esencias autónomas, influenciándose una a la otra. La tarea consiste justamente en considerar la finitud y la infinitud no como cualidades distintas, sino únicamente como distinciones de una y la misma esencia.

    En este caso la esencia de la infinitud se desnuda plenamente bajo otra luz. Se escudriña de manera diferente también su interrelación con la finitud. Sobre el cuadro representado vivamente relevado de la interrelación de la finitud y la infinitud discurre (la irrepresentable) la interpenetración (unidad dialéctica) de estos contrarios. Su interrelación los diferencia en lo principal, tal y como las distintas esencias que coexisten mutuamente, que se movilizan mutuamente las unas sobre las otras y que existen mutuamente la una en la otra y que se desprenden la una en la otra, solo son distintos aspectos de una y la misma esencia. A la luz de esta misma finitud infinita en sí y viceversa. Es más, la infinitud aparece como la negación (que se niega a sí) de la finitud+ (en la concepción dialéctica de la negación) y, de ese modo, como negación de la negación.

    Es precisamente en este sentido que se debe comprender la indisolubilidad de la infinitud y la finitud, es decir, ella no consiste en que coexisten de forma ininterrumpida uno con el otro, sino en que la propia infinitud no es simple infinitud como tal, sino la negación de la negación de la finitud. Incluso se puede decir que la infinitud, en determinado sentido, es finitud que se niega a sí (no se somete a la negación de afuera con la arista de la infinitud, sino que la finitud se niega a sí misma, aquí no se unifican la finitud e infinitud sino que el uno, la finitud, se bifurca), se desprende, luego, aún en una segunda negación, o sea, toda ella todavía es finitud, pero es como si su contradicción socavaré desde dentro lo que contiene en sí a esta contradicción, pero, nuevamente, no como algo que simplemente tiene lugar, que se halla en forma finita, sino como el producto constante (que surge constantemente) de la finitud negándose a sí misma, como modo de existencia de la propia finitud, como lo que se crea en la propia finitud y resuelve, en lo posterior, la contradicción. Como vemos, esto no es algo que pueda existir a la par con la finitud, con las cosas finitas, sino que existe en ellas como su otro, como su negación de la existencia, como ellas mismas en su otro estado (contrario, que se contradice a sí mismo).

    A la luz de lo dicho sobre la dialéctica de la relación mutua de la infinitud y la finitud y, en particular, sobre la existencia de la infinitud en lo finito se vuelve más claro el problema del conocimiento de la infinitud. Con el conocimiento inmediatamente sensible de la realidad nosotros tenemos que vérnoslas, en primer lugar, solo con lo finito. Pero si la tarea del conocimiento consiste en poner de manifiesto, en producir la esencia verdadera de la cosa. Y todo conocimiento verdadero de la naturaleza es conocimiento de lo perpetuo, lo infinito. Por ello Engels considera que la tesis de que solo podemos conocer lo finito es totalmente cierta, “en la medida en que sólo entran en el radio de acción de nuestro conocimiento objetos finitos”, pero requiere completarse con esto: “en el fondo, solo podemos conocer lo infinito”.4

    Pero esto ya no tiene lugar en lo que es de competencia del conocimiento inmediatamente sensible, sino en lo que es de competencia del pensamiento teórico. Lo infinito se deja ver por medio de la universalidad, pues justamente “la forma de lo universal es la forma de lo cerrado dentro de sí mismo y, por tanto, de lo infinito”.5 En cuanto lo universal se encuentra en la esfera de dominio del pensamiento, en la esfera de competencia del pensamiento teórico, es que lo infinito es accesible solo en el pensamiento teórico (dialéctico).

    En verdad, solo por medio de esa finitud, que son las cosas singulares, conocemos en ellas a la materia infinita universal. Y esto no en el sentido de la infinitud de que conocemos multitud infinita de cosas finitas, las cuales en su conjunto constituyen la infinitud. Tal representación cuantitativa de la infinitud como la suma de finitudes (cosas finitas) se queda sin conocer la materia infinita en general, puesto que esta última jamás será posible de abarcar como cierta sumatoria infinita de formas de existencia concretas de la materia. La tarea reside en realidad en descubrir a la materia (y eso significa a la universalidad, la infinitud) en cada una de las cosas singulares finitas, en las formas de manifestación de la materia; vislumbrar que en todo aquello en que ella es una cosa finita determinada dada, es al mismo tiempo materia en general, infinitud. Nunca ha existido en la naturaleza la infinitud en forma de cierta esencia autónoma de aspecto sensiblemente percibido a la par de lo finito.

    De modo similar a como el tiempo y el espacio son absurdos sin la totalidad de metros cúbicos y horas aunque tampoco se reduce a esta totalidad (o a su suma), así mismo la infinitud no puede existir sin las cosas finitas, pero al mismo tiempo no se reduce a su totalidad, interviene como algo más que el conjunto de la finitud. No es posible vislumbrar o experimentar la infinitud de otro modo salvo la imagen y representación sensible. En la medida en que conocemos cosas finitas concretas, conocemos también a la infinitud como tal.

    La búsqueda de cierto substrato en el cual fuere evidente la finitud y la infinitud inevitablemente conduce a que esta última se la encuentre en la coordinación, al lado de. Pensarlas como si se mantuvieren fuera, la una de la otra, en la apariencia temporal, concebirlas como si se turnarán. La tesis de Engels de que la universalidad es la forma cerrada dentro de sí y del propio infinito, permite comprender justamente, aún más profundamente, como lo infinito consiste en las propias cosas finitas. “Nos basta con saber, afirma F. Engels, que en igualdad de circunstancias en todas partes ocurre… lo mismo”.6

    Las leyes de la naturaleza son eternas, infinitas, absolutas pero ellas están al mismo tiempo condicionadas por determinadas condiciones relativas concretas, en cuyo ámbito se manifiesta su eternidad, infinitud y carácter absoluto. Esto las hace una unidad de contrarios,7 una contradicción que no es externa, sino internamente contradictoria: infinito-finito, relativo-absoluto, imperecederamente perecedero. Todas las formas concretas finitas del movimiento son solo manifestaciones singulares del movimiento universal general, la unidad que está dotada de la infinitud absoluta. Las formas finitas singulares conocidas del movimiento, es en ellas y por medio de ellas (por medio de su auto-negación) que conocemos el movimiento en general (la materia en general): lo absoluto, universal e infinito.
     
     
     


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    Mensaje por lolagallego Sáb Abr 10, 2021 1:02 pm


    NOTAS:

    1 “О познании бесконечного в движении” (O poznanii bezkonechnogo v dvizhenii) publicado originalmente en el libro “Философские проблемы теории тяготения Эйнштейна и релятивистской космологии” (Filosofskie problemy teorii tiagnoteniya Einshteina i reliativistskoi kosmologui, “Problemas filosóficos de la teoría de la gravitación de Einstein y la cosmología relativista”), 1965, pp. 288-292.

    2 Hegel, Obras, T. 5, Moscú, 1937, p. 126. [en ruso]

    3 Ver: V. I. Lenin, Obras Completas, T. 38, p. 255. [en ruso]

    4 Friedrich Engels: Dialéctica de la naturaleza, 1” ed., Editorial Grijalbo, México D. F., 1961, pp. 198, traducción de Wenceslao Roces.

    5 Friedrich Engels: Dialéctica de la naturaleza, 1” ed., Editorial Grijalbo, México D F., 1961, pp. 199, traducción de Wenceslao Roces.

    6 Friedrich Engels: Dialéctica de la naturaleza, 1a ed., Editorial Grijalbo, México D.F., 1961, pp. 204, traducción de Wenceslao Roces.

    7 La infinitud es su otra finitud, el otro de sí.




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