Foro Comunista

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    Marta Harnecker

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    Mensaje por Chapayev Lun Jul 19, 2010 1:00 am

    Contiene: Cuadernillos de Educación Popular.

    - Lucha de clases
    - Capitalismo y socialismo
    - El partido. Su organización
    - El partido. Vanguardia del proletariado
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    - Imperialismo y dependecia
    - Monopolios y miseria

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    Mensaje por Chapayev Mar Jul 20, 2010 5:44 pm

    - Los hitos que marcan a la izquierda latinoamericana desde la revolucion cubana hasta hoy
    - Qué es la sociedad

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    Mensaje por Sovietzug Vie Nov 12, 2010 9:36 am

    Son libros muy amenos ideales para la iniciación o formación básica. Recomendables.

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    Mensaje por Dimitri Kalashnikov Vie Nov 12, 2010 5:41 pm

    Sovietzug escribió:Son libros muy amenos ideales para la iniciación o formación básica. Recomendables.


    No es por nada camarada , pero en tu avatar una de las imagenes que sale es un Nazbol.

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    Mensaje por Sovietzug Vie Nov 12, 2010 11:13 pm

    ya bueno, un nacional bolchevique, pero la imagen aislada dentro del contexto del gif da a entender un concepto que nada tiene que ver con el partido nacional bolchevique.
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    Mensaje por nando8619 Dom Dic 05, 2010 6:22 pm

    Que brutalidad!!! Formarse con Marta Harnecker? Estamos todos locos?
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    Mensaje por Admin Dom Dic 05, 2010 8:19 pm

    nando8619 escribió:Que brutalidad!!! Formarse con Marta Harnecker? Estamos todos locos?
    ¿Qué les pasa a los cuadernillos de Marta?
    Son super interesantes y didacticos
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    Mensaje por camaradavorodin Dom Dic 05, 2010 11:34 pm

    Muchos nos formamos con Marta Harnecker, sobre todo su libro "Los conceptos elementales del materialismo históricos", lo que ocurre es que hace unos años uno de esos "listos" que tanto, por desgracia, abundan en el campo comunista, decidió que era una revisionista y, desde entonces, otra piara de "listos" se dedica a desacreditarla,a ella y a cualquiera que la cite.
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    Mensaje por Dimitri Kalashnikov Lun Dic 06, 2010 12:05 am

    camaradavorodin escribió:Muchos nos formamos con Marta Harnecker, sobre todo su libro "Los conceptos elementales del materialismo históricos", lo que ocurre es que hace unos años uno de esos "listos" que tanto, por desgracia, abundan en el campo comunista, decidió que era una revisionista y, desde entonces, otra piara de "listos" se dedica a desacreditarla,a ella y a cualquiera que la cite.

    Yo no me he leido a esta señora pero lo voy ha hacer.

    Y en cuanto a su revisonismo no los e porque no conocia a esta señora , pero hay que aprender que las cosas no siguen un orden mecanico de blanco y negro , hay autores de magnificas obras cientificas en unas ramas y sin embargo son pesimos en otras ramas.
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    Mensaje por Demofilo Lun Dic 06, 2010 10:25 am

    Pues claro. Marta Harnecker no sólo es una revisionista de tomo y lomo sino que su libro "Los conceptos elementales del materialismo históricos" es una tergiversación del materialismo histórico.
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    Mensaje por camaradavorodin Lun Dic 06, 2010 12:26 pm

    Apareció el listo.
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    Mensaje por Demofilo Lun Dic 06, 2010 12:44 pm

    Tienen que aparecer otro tipo de discursos porque los charlatanes como tú no tienen ni puta idea de lo que están hablando.
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    Mensaje por Admin Lun Dic 06, 2010 12:48 pm

    camaradavorodin escribió:Apareció el listo.
    Camarada, llevas unas cuantas intervenciones así, y contra el mismo forero, esas aportaciones no ayudan nada.
    Así que por favor no persistas.
    Gracias.
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    Mensaje por Demofilo Lun Dic 06, 2010 12:49 pm

    Marta Harnecker o el método de la tergiversación
    Arenas, Resistencia núm. 15, marzo de 1991

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    Koeyu Latinoamericano, revista de análisis político-cultural, ha publicado, en su número 55, una entrevista con Marta Harnecker, autora de Conceptos elementales del Materialismo Histórico, libro que, como ya sabrán nuestros lectores, fue muy difundido en España en los años setenta. Esta entrevista, a decir verdad, ha llamado mucho más nuestra atención que aquel libro, por cuanto, además de hacer en ella algunas precisiones sobre marxismo y hablar del pasado, el presente y el futuro del socialismo -situando a la revolución cubana en el centro de sus reflexiones- Marta Harnecker esboza una crítica a las concepciones que ella misma ha estado defendiendo. Esta nueva toma de posición supone, sin ninguna duda, un paso hacia adelante. Sin embargo, aún se hace notar el peso del fardo que lleva a cuestas y del que, al parecer, no puede o no sabe desprenderse. Su eclecticismo en todas las cuestiones básicas o de principios, se hace notar desde las primeras líneas. Esto es lo más característico, lo que más destaca, en toda la entrevista.

    Tomemos sus propias declaraciones: Creo que es preciso separar la crisis del marxismo y la crisis del socialismo. Son dos cosas distintas. El marxismo es una ciencia. El socialismo es un proyecto de sociedad. En esta separación arbitraria que hace Marta entre marxismo y socialismo -fórmula que ha cogido prestada de su maestro, el gran Althusser-, se halla el meollo de su concepción teórica y política. Luego la veremos establecer otras divisiones del mismo estilo.

    Que el marxismo es una ciencia que, por lo demás, no ha de ser confundida con el proyecto, está fuera de toda discusión. Pero, ¿en qué consiste la diferencia? ¿no puede haber un proyecto socialista igualmente científico? Sabemos que sí puede haberlo y que este proyecto se halla unido, como la uña a la carne, a la ciencia del marxismo. ¿No conoce Marta Harnecker dicho proyecto? Naturalmente, también existe otro, el mismo que han defendido siempre los revisionistas, desde Bernstein hasta Gorbachov. Si M. Harnecker se refiere a este último tendríamos que darle la razón. Mas ella no menciona en ningún momento el revisionismo y, por el contrario, niega la posibilidad de un proyecto socialista estrechamente vinculado a toda la doctrina científica de Marx; de lo que resulta una apología de las aberraciones de todos los oportunistas. La idea expuesta por Marta Harnecker puede servirles a éstos, además, para seguir ostentando la insignia del marxismo sin tener que preocuparse para nada de camuflar el verdadero carácter burgués de sus proyectos. ¿Acaso no es eso lo que tratan de seguir haciendo? Pocas veces se presenta tales proyectos como lo que realmente son: distintas variantes del viejo programa liberal-reformista. En cambio, a la hora de hacer el balance de sus fracasos, nadie duda en atribuírselos al marxismo. La jugada de la burguesía y del imperialismo resulta, en este caso, una verdadera obra maestra.

    ¡Marx contra el marxismo!

    El marxismo no es la misma cosa que el socialismo, ciertamente, pero tampoco le es ajeno. El socialismo forma parte del marxismo junto con la economía política y la filosofía del materialismo dialéctico. Por este motivo, separar el socialismo del marxismo, o de cualquier otra de sus partes constitutivas, equivale a hacer una caricatura de él. Marta Harnecker despoja al marxismo de sus partes más esenciales. Para ella, el marxismo no es, como para nosotros, una concepción integral del mundo, de la sociedad y del mismo proceso del pensamiento del hombre; no es un arma afilada para la transformación revolucionaria de la sociedad por el proletariado, sino tan sólo un método de análisis, una ciencia del método aséptica, que no toma partido ni se mancha las manos en la lucha de clases. O sea, concibe el marxismo como una nueva metafísica, como una teología desligada de la práctica, capaz de explicar los misterios de este mundo, pero inoperante a efectos prácticos e incluso teóricos.

    Lenin definió el marxismo como el sistema de las ideas y la doctrina de Marx. El estudio de las relaciones de producción de una sociedad determinada y concreta en su aparición, su desarrollo y su decadencia en la historia, es lo que constituye el contenido de la doctrina económica de Marx; en tanto que sus ideas dan en conjunto el materialismo moderno como teoría y programa del movimiento obrero de todos los países. Lenin destaca, además, que para Marx, el materialismo despojado de este aspecto era, y con razón, un materialismo a medias, unilateral, sin vida. Marx analiza las relaciones de producción en una sociedad determinada y concreta, y lo hace con fines prácticos, es decir, para poder precisar la estrategia de la lucha revolucionaria del proletariado. Esto es, en resumen, el socialismo científico.

    Pero M. Harnecker, no contenta con su logro anterior, y continuando en la misma línea de razonamiento, lleva a cabo un divorcio mucho más importante y decisivo: el del propio Marx con el marxismo. Veamos como lo consigue: Marx fue reacio a usar el término marxismo para denominar sus investigaciones científicas. La razón de esta supuesta reserva de Marx no puede ser más simple, ya que, según explica poco más adelante la misma autora, se habla de la matemática, de física, de antropología, de sicoanálisis, pero no se habla de galileísmo, newtonismo, levy-straussismo, freudismo, porque toda ciencia tiene un desarrollo que trasciende a su fundador y a la vez tiende a requerir un desarrollo cada vez más colectivo.

    Marx no fue marxista en el sentido dogmático del término, y en este punto Marta Harnecker tiene toda la razón del mundo. Recordemos al respecto la diatriba del propio Marx contra tales marxistas: ¡He sembrado dragones y han nacido pulgas! ¿Quiere decir esto que Marx se hubiera pronunciado en desacuerdo con los dragones que nacieron posteriormente bajo la denominación del marxismo? Lenin y Mao fueron marxistas. Ahora podemos decir que, además, Lenin fue leninista y Mao maoísta; o sea, que su marxismo no les impidió desarrollar la ciencia de su fundador. Más bien lo contrario. En cambio conocemos a numerosos individuos que bajo esta misma u otras denominaciones (como matemáticos, físicos, biólogos o filósofos) han hecho contribuciones más bien pobres a las ciencias que profesan. ¿O es que no existe el dogmatismo en las demás ciencias y sólo en el terreno del marxismo? Y de eso ¿quién es el responsable? ¿Acaso la matemática, la física o la biología? En todas las ramas de las ciencias han nacido pulgas, garrapatas y lagartijas. Dragones, muy pocos. Lenin fue un dragón, Mao también. Ninguno de los dos fueron dogmáticos, aunque bien es verdad que nunca han faltado quienes les acusaran de serlo, precisamente, por aferrarse en todas las cuestiones al marxismo y no abandonar jamás sus concepciones y principios revolucionarios. Su firmeza en todas las cuestiones de principio les permitió hacer importantísimas contribuciones al desarrollo de las investigaciones científicas comenzadas por Marx y Engels y, al igual que ellos, siempre vincularon sus estudios al movimiento revolucionario de los obreros y campesinos explotados y oprimidos por el capitalismo; estimularon su organización, la orientaron y se pusieron al frente de ellos. De modo que sus investigaciones nada tuvieron que ver con las que se realizan en laboratorios y gabinetes; no investigaron por amor a las ciencias ni para que la burguesía se aprovechara de sus descubrimientos (cosa, por demás, imposible, dada la naturaleza de clase de su doctrina), sino para que los trabajadores de todo el mundo se unieran y dispusieran de un arma afilada con la que abatir a los explotadores.

    La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta. Es completa y ordenada y da a la gente una concepción monolítica del mundo, una concepción intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa (1). De estas palabras de Lenin no se infiere, como lo han interpretado siempre las mentes más estrechas, que aquél considerara al marxismo como un sistema de ideas cerrado o ya acabado. Marx, efectivamente, tomó distancias respecto a tales marxistas, declarando en tono irónico: por lo que a mí respecta, yo no soy marxista, lo cual, como se podrá comprender fácilmente, tiene muy poco que ver con el asunto de la denominación a que alude M. Harnecker. En ese pasaje que acabamos de citar, Lenin se refiere al marxismo como doctrina completa y ordenada, como concepción monolítica del mundo, frente a los que, como Marta Harnecker, pretenden revisarlo, parcelarlo y hacerlo compatible con la superstición. No en vano Lenin resalta al mismo tiempo la intransigencia del marxismo con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa.

    Del Marx científico o del Marx teórico hemos oído hablar muchas veces. Del Marx marxista, del Marx verdadero, del Marx que vincula la teoría a la práctica, rara vez se habla. Generalmente, este aspecto de las ideas y de la actividad de Marx suele ser presentado como un momento, como un accidente sin ninguna trascendencia. Marta Harnecker olvida la crítica que hiciera el mismo Marx al viejo materialismo, poniendo al descubierto, como uno de sus defectos fundamentales, su incomprensión de la importancia de la acción revolucionaria. De ahí que ella no puede comprender tampoco por qué Marx, dedica durante toda su vida, paralelamente a los problemas teóricos, gran atención a las cuestiones de táctica de la lucha de clase del proletariado (Lenin); no puede entender que Marx y Engels integraran la teoría a la práctica, su participación activa en la Liga de los Comunistas o que posteriormente fundaran la I Internacional, convirtiéndose en el alma de la Asociación. El marxismo actúa en el complejo y dinámico mundo de la economía y de la lucha de clases, y no puede ser equiparado con la matemática o cualquier otra ciencia que opera con axiomas, categorías y magnitudes más o menos fijas y, por tanto, mensurables. Por la misma razón, Marx tampoco puede ser comparado con ningún otro científico, ya que en él se funde el hombre de ciencia, el pensador, el obrero y el revolucionario; todos a un mismo tiempo.

    La misma confusión que ha hecho incubar a Marta Harnecker una idea tan peregrina del marxismo, a reducirlo a tan sólo una mera cuestión de metodología, ignorando todo lo demás, le impide comprender que no puede ser designado con otra denominación distinta, aunque sea referido a una sola de sus partes constituyentes. El marxismo no es sólo una filosofía, no es sólo una economía, no es sólo una política. Es todo eso junto y otras muchas cosas a la vez. De ahí el término. Este se deriva del nombre de Marx y designa toda la obra realizada por él conjuntamente con Engels, la cual, ya hemos visto, se extiende también a la participación de ambos en las luchas sociales de su tiempo, a su posición de clase, etc. Eso es el marxismo. Lo demás viene dado por el uso y el abuso que han hecho muchas veces los discípulos de Marx y Engels de sus ideas y de su nombre, pero particularmente las pulgas.

    Marta Harnecker hace un llamamiento para que se abandone la posición clasista en las ciencias, pues considera que éstas son neutrales o poco menos. Ni siquiera es capaz de reconocer el partidismo de la burguesía en aquellas ciencias cuyo objeto específico suscita, según palabras de Marx las más violentas, mezquinas y abominables pasiones del coó humano: la furia del interés privado. Por su parte, Lenin también denunció esta actitud de la burguesía, adoptada en relación a la doctrina de Marx, al tiempo que añadía: esperar una ciencia imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada sería la misma pueril ingenuidad que esperar de los fabricantes imparcialidad en cuanto a la conveniencia de aumentar los salarios de los obreros en detrimento de las ganancias del capital (2). La posición de clase de Marx y su actitud como científico concuerda perfectamente con el carácter social de los fines que persigue. En esta unidad de compromiso político militante a favor de la inmensa mayoría de los explotados y oprimidos, asumida por Marx, y lo que él mismo llama la libre investigación científica, radica, precisamente, la revolución científica realizada por el marxismo.

    La crisis estructural del revisionismo

    Al enjuiciar la crisis del socialismo, Marta Harnecker hace mucho hincapié en la necesidad de distinguir el proyecto socialista de un determinado modelo de socialismo. Esta distinción le parece básica. Sin embargo, la misma ambigüedad de su discurso le impide establecerla de una forma clara y terminante. Unas veces, el proyecto aparece como la proyección hacia adelante del socialismo (ejemplo de Cuba), otras como la fea realidad, la forma en que dicho proyecto se ha materializado en los países ex-socialistas; finalmente, el proyecto se convierte en un modelo de desarrollo en la URSS. Es cierto, ella quiere defender el proyecto socialista, pero al no señalar claramente la línea que separa en todos los campos a dicho proyecto del modelo de desarrollo revisionista, lo único que consigue es que aparezcan de nuevo confundidos. No se debe escribir de estos problemas entre líneas. Marta reconoce haberse quedado en silencio respecto a ciertos errores que veía. Este reconocimiento es digno de ser tenido en cuenta. La cuestión es que no se trata tan sólo de ciertos errores. Hay errores permisibles; mas cuando se permite que las cosas lleguen hasta donde han llegado sin decir esta boca es mía, entonces la responsabilidad es mucho más grave y exige, por tanto, una rectificación más seria y más profunda.

    Marta intenta rectificar y ayudarnos al mismo tiempo. Pero ¿cómo lo hace? Antes proponía separar el marxismo del socialismo para salvar al primero del naufragio; luego quiso convencernos de la necesidad de amputar al marxismo sus partes más esenciales para librarlo del dogmatismo; y ahora nos está proponiendo el abandono del comunismo a fin de poder salvar el proyecto socialista. Además, esta mujer no sólo quiere separar el proyecto del modelo que ella misma ha dibujado; también hace una mezcla irreconocible entre el susodicho proyecto socialista y la realización más o menos completa del mismo. Esto sucede por querer evitar a toda costa el vocablo comunismo. Y no es, como pudiera parecer a primera vista, una cuestión semántica. No. La clásica e inevitable separación en dos etapas del proceso revolucionario (una socialista y la otra comunista -Mao plantea tres etapas-) ella la hace desaparecer, precisamente, para dar entrada en la conceptualización marxista (esta vez nada dogmática, es cierto) a su ya referido proyecto y al no menos célebre modelo; aunque, eso sí, los dos igualmente socialistas. En los países de Europa del Este, se podría decir, siguiendo el hilo de las ideas de Marta, hubo un modelo, pero carecieron de un proyecto. Mas, nosotros preguntamos ¿puede calificarse de socialista un modelo que no está inspirado en un proyecto comunista? Parece un juego de palabras, ¿verdad? Y volvemos a preguntar, ¿cómo se ha de llamar tal proyecto para que no se confunda con el modelo y pueda servirle de marco y como punto obligado de referencia? ¿Cuál es el contenido esencial del proyecto y en qué se diferencia del modelo de la señora Marta Harnecker? Todos los modelos socialistas que no lo han sido realmente han carecido de este punto de referencia y era lógico que así fuese, ya que, si el socialismo no se plantea como etapa de transición hacia el comunismo, ¿a dónde, si no, puede conducir? La experiencia está demostrando que tales modelos socialistas sólo pueden llevar al desastre o a la restauración del capitalismo. Los dogmáticos, podrá objetar Marta Harnecker, también hicieron ese planteamiento de las dos fases del comunismo, y ya ves... Cierto. Los dogmáticos han facilitado mucho las cosas. Se quedaron estancados; no supieron resolver ni en la teoría ni en la práctica ninguno de los problemas que se han presentado en el período de transición, y no han sabido resolverlos porque eran (o son, en otros casos) revisionistas; es decir, se negaban a reconocer la realidad de esos países o enfocaban sus problemas desde la óptica de la ideología, la política y los intereses de la clase burguesa a la que realmente representan.

    Ahora, Marta hace acopio de valor para hablar de algunas de esas realidades. Sin embargo, ella no cree que sea correcto hacer un juicio moral de la crisis del socialismo. Tenemos que conocer -afirma- sus causas objetivas. Sin los instrumentos de la teoría marxista, sin el análisis de la forma que adopta la lucha de clases en esos países, no podemos entender lo que ocurre en esas sociedades... Pero, ¿cómo? ¿es que existen las clases en el socialismo? ¿desde cuándo? No nos hagamos demasiadas ilusiones. Marta Harnecker no reconoce en ningún momento que existan las clases en el socialismo. Sólo se refiere a la forma que adopta la lucha de clases en esos países, lo cual es muy distinto. Es decir, todo el problema se reduce, según ella, a una cuestión de forma, ya que las clases, hace tiempo que han desaparecido. La burguesía no existe, como tal clase, en el socialismo. Tampoco se da la lucha de esa burguesía por el poder, apoyada por el imperialismo. Todo lo más, Marta Harnecker admite la existencia de una fuerte tendencia en grupos, por desgracia cada vez más mayoritarios, que reniegan del socialismo y desean retornar al capitalismo. Este es, como se sabe, uno de los temas tabúes del revisionismo moderno, al que M. Harnecker no se atreve a hincarle el diente, ya que, entre otras cosas, eso la obligaría a tener que reconocer la necesidad de la dictadura revolucionaria del proletariado sobre la burguesía para toda la etapa histórica de la transición del capitalismo al comunismo; algo que ella, como tendremos ocasión de comprobar, no está dispuesta a admitir.

    Aclaremos de pasada que esa forma que adopta la lucha de clases en países donde, teóricamente, las clases ya no existen, siempre ha sido reconocida por los capitostes revisionistas. De no hacerlo así, es claro a todas luces que no podrían justificar la dictadura burocrática que vienen imponiendo a los trabajadores bajo la forma del Estado de todo el pueblo. Por lo demás, los revisionistas también intentan fundamentar la necesidad de dicha dictadura relacionándola de manera muy dialéctica (como hace Marta) con la lucha contra el capitalismo fuera de sus fronteras. Respecto a este asunto, como en tantos otros, no se diferencian gran cosa de la burguesía. Es sabido que ésta última presenta siempre su Estado en la misma forma, es decir, como Estado nacional o de todo el pueblo en sus enfrentamientos con los otros Estados capitalistas.

    Marta Harnecker nos alerta contra el peligro de ver las cosas en blanco y negro: como se trata de un problema de lucha de clases dentro de los países socialistas con el apoyo de fuerzas contrarrevolucionarias externas -advierte-, nuestro análisis no puede ser simplista, pero el suyo lo es a más no poder. Lucha de clases dentro de los países socialistas con el apoyo de fuerzas contrarrevolucionarias externas, ¿a quiénes están sosteniendo dichas fuerzas, a las nubes? La simplificación del análisis aparece, precisamente, con este escamoteo: cuando se hace desaparecer de la escena a las fuerzas contrarrevolucionarias internas, compuestas por el revisionismo y la burguesía, como principales enemigos de la clase obrera y de la causa socialista.

    Compartimos enteramente la proposición de Marta Harnecker en el sentido de apoyar a las fuerzas revolucionarias que dentro de esos países representan el proyecto socialista (es lo que hemos hecho siempre), pero en realidad ella no nos está facilitando en nada las cosas.

    Al llegar a este punto de su entrevista, Marta Harnecker hace un retrato bastante fiel de la historia del socialismo y de la situación que se ha creado, particularmente, en la URSS. No obstante, encontramos en él un defecto, para nosotros capital: deja completamente en la sombra, una vez más, al revisionismo, justamente cuando es lo que hace falta destacar en estos momentos. Es incorrecto, afirma, que se pretenda hacer un juicio moral de la crisis del socialismo, proponiendo como alternativa un análisis de las causas objetivas que han conducido a la crisis. Una parte de este análisis ya lo hemos visto. Ahora queremos preguntar: ¿no sería necesario incluir también, como parte de ese análisis, una valoración de las causas subjetivas, ideológicas, de la crisis del socialismo? Marta intenta hacerlo a su modo, es decir, sin descorrer el velo que lo dificulta. Introduce, por ejemplo, el concepto de crisis estructural como algo novísimo, hasta ahora sólo aplicado al capitalismo. Más adelante explica: Estoy convencida de que no se puede estudiar teóricamente el socialismo sin distinguir los conceptos de relaciones sociales de producción y de relaciones técnicas de producción. De nuevo el camuflaje, de nuevo la mistificación. Esto es la constante a lo largo de toda la entrevista de Marta Harnecker.

    Cuando ella habla de crisis estructural, como concepto aplicable no sólo al capitalismo, sino también al socialismo, ¿a qué se está refiriendo? Cuando llama a distinguir los conceptos de relaciones sociales de producción y de relaciones técnicas de producción, ¿por qué lo hace? Evidentemente para no tener que reconocer, franca y llanamente, la existencia de la contradicción que enfrenta a las fuerzas productivas con las relaciones de producción, así como la contradicción existente entre la base económica y la superestructura política, ideológica, cultural, etc., de la sociedad. Los revisionistas siempre han negado que en el socialismo existieran tales contradicciones, al igual que han negado la existencia de las clases y su lucha. Para ellos, en el sistema socialista, se da una correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y no hace falta, por tanto, cambiar nada ni efectuar continuos ajustes. Sólo reconocen la necesidad de desarrollar aún más las fuerzas productivas, en tanto que, las relaciones de producción y la superestructura política, ideológica, etc. -aseguran- se irán ajustando por sí solas. De ahí que hayan llevado a todos los países al estancamiento, a la crisis y al desastre. No es casual que Marta haya realizado en estos precisos momentos un descubrimiento tan decisivo y que trate de presentarlo como un fenómeno nuevo en el socialismo. Quiere dar a entender con ello que la crisis no puede ser prevista ni evitada y que, por consiguiente, el revisionismo queda eximido de cualquier responsabilidad o juicio moral al respecto. No se da cuenta que, de esta manera, del concepto de crisis estructural que hace extensivo al socialismo también se desprenden el caos y la bancarrota inevitables; no comprende que está condenando al socialismo a correr la misma suerte que el capitalismo, que lo está condenando a una muerte segura antes de que haya alcanzado su etapa última y natural de desarrollo: la etapa propiamente comunista.

    Cabe pensar en una crisis estructural en los países socialistas que no conduzca a la restauración capitalista, sino a más socialismo, como dice Marta, intentando enmendar de muy mala manera su propia tesis. Pero, en ese caso, ya no sería una crisis estructural; al poder ser previstas y controladas, las crisis estructurales en el socialismo pierden el carácter que estas mismas crisis tienen en el capitalismo. Por consiguiente, este concepto no puede ser aplicado también al socialismo. Si Marta Harnecker lo aplica, es para poder salvar al revisionismo y salvarse ella al mismo tiempo de la condena y el ridículo. Habría que preguntar, ¿por qué ha esperado tanto tiempo, por qué ha tenido que ser la crisis la que le obligara a pensar en ello? Todo el mundo sabe que ésta ha sido una de las cuestiones más debatidas en las últimas décadas en el movimiento comunista internacional, pero Marta, al parecer, no tiene ninguna noticia de este debate. No sabe tampoco que, por defender las mismas ideas que ella ahora está exponiendo con tan malas artes, los maoístas nos hemos visto perseguidos por toda la jauría revisionista, acusados de ser lo peor.

    La crisis estructural resulta ser un concepto falso cuando se intenta aplicar al socialismo como causa objetiva. Lo que aquí se ha producido es la crisis y bancarrota estructural de la ideología y la política del revisionismo. Sólo de este modo se puede explicar el desarrollo y el desenlace final de este fenómeno. Al no querer reconocer la existencia de contradicciones, de las clases y de la lucha de clases, los revisionistas se incapacitaron para hacer frente y resolver de una manera correcta los problemas. La superioridad del socialismo sobre el capitalismo estriba, precisamente, en que ofrece la posibilidad, por primera vez en la historia, de dirigir el proceso económico-social de una manera consciente, de forma que se puedan evitar las crisis estructurales, la contrarrevolución y todas las lacras propias del sistema capitalista. Esto implica, ante todo, proseguir el esfuerzo revolucionario, aplicando los principios de la lucha de clases y de la dictadura del proletariado.

    ¿Control popular o revolución?

    Marta Harnecker no está de acuerdo con dichos principios y propone que sean abandonados. Por ejemplo, no ve que tenga ningún sentido seguir empleando el término dictadura del proletariado. Dice, cuando hablas al pueblo del líquido para beber usas el término agua, no le hablas de H2O. De la misma forma, no tiene ningún sentido hablar de la dictadura del proletariado en el discurso político. O sea, que todo se reduce, una vez más, a una cuestión de término. Se imagina que este problema resulta tan sencillo como beber un vaso de agua y que, consiguientemente, no requiere de ninguna explicación ni de ningún esfuerzo. Llega un día en que las masas populares aceptarán la dictadura del proletariado sin entenderla, o más bien, sin practicarla. Esto es lo que, en realidad, está proponiendo Marta Harnecker. Exclama: ¿Cómo vamos a decirles nosotros a ese pueblo que no ha estudiado marxismo, que no tiene conocimientos científicos: compañeros, venimos a ofrecerles una nueva dictadura...? ¡Venimos a ofrecerles! El pueblo no participa en la lucha, no aprende en la revolución a distinguir a los amigos de los enemigos, no edifica su nuevo poder con el conocimiento de la ciencia, y por si aún fuera poco, Marta H. renuncia a educarlo para que puedan aplicarla de una manera consciente y eficaz. El conocimiento de la ciencia se lo reserva para ella, o mejor, para la burguesía y el imperialismo, los cuales no tendrán tantos escrúpulos como tiene M. Harnecker para razonar y aconsejarles sobre lo que más les conviene. ¿O supone que la burguesía no va a seguir trucando el término, como lo ha hecho el revisionismo, para provocar su rechazo por los trabajadores, aunque se presente como simple vaso de agua? Ellos siempre explicarán la fórmula asegurando que se trata de una pócima mortal.

    Los comunistas nunca deben ocultar sus objetivos a las masas, no deben camuflar la verdad ni negar la ciencia a los trabajadores, por muy complicada o desagradable que ésta pueda parecer.

    Marta quiere hacer ignorar que lo único que distingue al Estado socialista de cualquier Estado burgués es su naturaleza de clase: el ser la dictadura del proletariado, la expresión de sus intereses, la dictadura de la inmensa mayoría del pueblo trabajador sobre la minoría explotadora. Es una dictadura sobre la burguesía, ya que, de lo contrario, carecería de sentido hablar del Estado. Pero, al mismo tiempo, supone la más amplia democracia para el pueblo. Además, como instrumento de la revolución proletaria, necesario para el tránsito al comunismo, el Estado socialista tiene una característica que no puede tener jamás ningún Estado burgués: desde su origen, el Estado de la dictadura del proletariado se presenta como un no Estado, ya que su fin último no es otro que el de acabar con toda forma de explotación y de opresión e irse así extinguiendo, haciéndose inútil.

    Marta Harnecker nos ofrece una excelente lección científica cuando matiza su tesis del H2O: Hay que tener en cuenta que la sociedad está compuesta de intereses contradictorios y evidentemente hay que someter los intereses de la minoría a los de la mayoría. De nuevo no existen las clases; la sociedad está compuesta de intereses contradictorios. Así planteado, ¿qué sentido puede tener emplear el término dictadura del proletariado ni de ninguna otra clase? En la sociedad burguesa también se da la lucha de intereses contradictorios ¿Debemos entender por ello que tampoco aquí existen las clases ni la dictadura de la burguesía? ¿debemos permitir que la burguesía y el revisionismo nos la hagan tragar como si se tratara de un vaso de agua? ¿cómo someter los intereses de la minoría a los de la mayoría? Marta reconoce que la burguesía sólo se somete cuando se la presiona, asegurando, además, que esa presión es la ley de la historia. Olvida que también existe la ley contraria, la que presiona a los intereses de la mayoría para que se someta a los de la minoría y que esa ley se denomina dictadura. Por lo demás, también olvida decir que dicha ley no es eterna, sino transitoria, un momento de la historia, consecuencia de la existencia de las clases y sus luchas, que viene a ser la verdadera ley de la historia que ella -y con ella la burguesía y el revisionismo- oculta.

    El reconocimiento de la lucha de clases como verdadero motor de la historia y la extensión de dicho reconocimiento a la necesidad de la dictadura del proletariado se hacen absolutamente necesarios por varias razones: primero, para poder denunciar la dictadura de la burguesía sobre los trabajadores; segundo, para poder señalar a éstos el camino que habrá de conducirles al poder; tercero, para que una vez esté el poder en sus manos, sepan hacer uso de él y no se lo dejen arrebatar; y cuarto, por cuanto hay que educar a las masas en el carácter transitorio del Estado, para que aprendan a prescindir de él y puedan arrumbarlo cuanto antes como un trasto viejo.

    Al hacer de la presión ley de la historia, Marta Harnecker está abogando por el mantenimiento a ultranza del Estado. Toda la cuestión se reduce a eso: al desmantelamiento de la verdadera dictadura revolucionaria del proletariado para imponer en su lugar una falsa democracia (en la forma de Estado de todo el pueblo), cuyo fin no es otro que el de perpetuar la dictadura burocrática. M. Harnecker se lamenta amargamente por los estragos causados por esta dictadura (que ella denomina del partido), pero en realidad no hace nada para combatirla. Al contrario; ella busca perpetuarla, camuflándola bajo la forma de una presión. No quiere que se ejerza la dictadura sobre la burguesía ni quiere reconocer que cuando ésta no le es impuesta son los trabajadores los que acaban siendo víctimas de la presión por partida doble: de manera directa (cuando son suplantados por la burocracia y reprimidos en sus iniciativas revolucionarias) e, indirecta, cuando esa misma burocracia permite a la burguesía imponerse de nuevo en el terreno económico, político y cultural, en nombre de una falsa democracia que prescinde en su discurso político del concepto de dictadura, precisamente, para poder camuflarla mejor.

    No se puede negar que Marta está muy preocupada con este problema y que anda dándole vueltas en busca de una solución. Pero también tenemos que decir que su eclecticismo ideológico y su falta de firmeza política le conducen una y otra vez al atolladero. No obstante, al final de sus divagaciones parece que ha encontrado un rayito de luz. Veamos cómo expone su nuevo y trascendental descubrimiento: Yo recuerdo que Althusser, preocupado por esta situación, creyó ver en la etapa inicial de la revolución cultural china un mecanismo de control popular sobre el partido. El sostenía, y creo que la historia le ha dado la razón, que un país gobernado por un partido único, en el que éste asume las tareas del Estado, tiene que estar sometido a algún tipo de control popular. Althusser creyó ver, pero vió realmente muy poco. La prueba está en la limitada concepción sobre la Revolución Cultural que su discípula, Marta Harnecker, presenta ahora.

    Remitiéndose al gran Althusser (un teórico del que ya habíamos perdido toda memoria y cuya contribución a la teoría marxista se puede representar por una suma de varios ceros), Marta Harnecker elude el gran escollo que supone para ella el pensamiento de Mao. Desde luego, resultaría excesivo pedir que, al menos en este punto, hiciera un pequeño esfuerzo de rigor analítico. Menciona la preocupación de Althusser, pero no habla de la solución teórica y práctica que dio Mao a este importante problema.

    En la exposición de la Harnecker aparecen trastocados varios elementos de juicio. En primer lugar, la revolución cultural proletaria en China no se plantea como un mecanismo de control popular sobre el partido, sino como una verdadera revolución destinada a restablecer el poder popular. Se trata, evidentemente, de una clara manifestación de la lucha de clases en las condiciones del socialismo, de una lucha que abarcó todos los campos (el político, el económico, el cultural, el militar, etc.), y que, en lo inmediato, tenía como principal objetivo derrocar a los representantes de la burguesía que habían usurpado algunas áreas del poder y comenzaban a reprimir a las masas y a estancar el desarrollo de la revolución. Se trataba, pues, de aplicar la más amplia democracia popular, hacer que las masas trabajadoras se liberaran por sí mismas y liberasen las fuerzas productivas imponiendo su dictadura de clase sobre la burguesía. La revolución cultural proletaria también se plantea como lucha entre dos líneas dentro del propio partido comunista. Como una lucha entre la línea revisionista, que preconiza poner término a la revolución para dedicarse a desarrollar las fuerzas productivas recurriendo al capital extranjero, y la línea que propugna marchar hacia la meta del comunismo, persistiendo en la revolución y desarrollando en todos los planos al país con sus propias fuerzas. La idea del control popular sobre el partido que expone Marta Harnecker, referida a la Revolución Cultural Proletaria China, no corresponde ni al planteamiento teórico ni a la realización práctica de la misma. Es falsa, además, porque, como es sabido, en China no existe un solo partido y también porque, tal como acabamos de ver, la lucha se planteó antes que nada en el seno el propio Partido Comunista. Esa idea corresponde más bien a una concepción socialdemócrata y revisionista, muy acorde con todo lo que hasta aquí ha estado defendiendo.
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    Mensaje por nando8619 Lun Dic 06, 2010 4:02 pm

    Por desgracia es una revisionista que se viste con ropajes de izquierda. Y realmente, y pos desgracia es muy influyente en procesos de latinoameria, en especialmente venezuela en venezuela. Tal vez peque de ingnorante, lei solo un libro de ella "vanguardia y crisis actual", y algunos articulos en rebelio (que creo que es fundadora), y desborda de ataques a los princiopios del marxismo-leninsimo. Quie pueden ser muy "didacticos", pero creo que aqui no es lo principal. Hay que leer las cosas de forma critica compañeros. No todo acumula estrategicamente para el mismo lugar.
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    Mensaje por nando8619 Lun Dic 06, 2010 4:49 pm

    Recien termino de leer el articulo. No tiene desperdicio, exelente aporte. Ya lo estoy difundiendo en mi paisito. Salud.
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    Mensaje por camaradavorodin Lun Dic 06, 2010 6:42 pm

    Admin escribió:
    camaradavorodin escribió:Apareció el listo.
    Camarada, llevas unas cuantas intervenciones así, y contra el mismo forero, esas aportaciones no ayudan nada.
    Así que por favor no persistas.
    Gracias.
    Admin.
    Creo que te equivocas en el número. La expresión "apareció el listo" refiriéndome a demofilo, solo la he empleado UNA VEZ, por lo que no creo que deba merecer reproche y/o sanción alguna. En cambio, y dicho sea con respeto, me sorpende mucho el que un moderador llame a otro forero RETRASADO y no digas ni mú.
    De todas formas, tomo nota de tu comentario y no se volverá a repetir.
    Gracias.
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    Mensaje por ArmaTuMente Dom Abr 22, 2012 6:27 pm

    Aunque hay diferencias bastante fuertes entre nosotros y Hackerner pero me he pillado el de Conceptos fundamentales y me ha parecido bueno, sobretodo en la parte de la superestructura y base. ¿Que opinais, lo compro o no?
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    Mensaje por ArgentoRojo Dom Abr 22, 2012 6:43 pm

    Uhhh... grandes recuerdos de "Conceptos Fundamentales..." aunque lo debería releer... pero era discipula de Althusser... un estructuralista completamente ilegible y a términos de política práctica, inútil.

    Pero a muchos le sirvió para introducirse en el marxismo.
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    Mensaje por pedrocasca Dom Abr 22, 2012 8:25 pm

    Las dudas que a muchos nos asaltan sobre Marta Harnecker desde que desapareció el llamado bloque socialista (por poner una fecha) provienen de sus propias dudas acerca de la viabilidad de una sociedad socialista, lo que lleva años repitiendo, al mismo tiempo que sigue dando la matraca con la supuesta búsqueda de nuevas formas de hacer política, de participar y de llegar al socialismo por métodos democráticos y populares que no se parecen en casi nada a lo que habitualmente llamamos marxismo-leninismo. Soy de los que en más de una ocasión se ha lamentado de la presencia excesiva, como analista y asesora, de esta señora en Cuba y Venezuela, por ejemplo, y no deja de ser llamativo que poco a poco se fuera refugiando (escritos comunes, congresos teóricos, mutua defensa de postulados, introducciones a libros, ...) entre gentes como Heinz Dieterich, Celia Hart y los muchos trotskistas cubanos y algún vasco de muy largo apellido que, es evidente, no gozan del favor de los que se consideran marxistas-leninistas (yo no los considero a todos por igual, que conste).

    Con respecto a sus libros y escritos probablemente se pueda trazar una raya entre simples textos pedagógicos, de formación, (por ejemplo, los célebres Cuadernos de Educación Popular), válidos y sin mayores pretensiones (yo los he recomendado más de una vez, incluso aquí en el Foro) que acercan al lector una serie de conceptos elementales y algunos libros en los que Marta Harnecker teoriza a la búsqueda de la renovación de la teoría marxista (no se si añadir o no leninista porque me temo que esta señora lo abandonó hace mucho).

    Por supuesto, yo también leí en su día Los conceptos elementales del materialismo histórico y, sinceramente, me aburrió. Jamás me han dado ganas de retomar su lectura o repasar algunos capítulos. No tengo un nivel teórico como para valorar y conceptuar qué es ese libro, pero me han resultado mucho más fáciles de leer y entender algunos supuestos ladrillos soviéticos. No estoy devaluando el libro, simplemente es un comentario personal.

    Cierto es que en su día los libros de Marta Harnecker sirvieron a mucha gente para acercarse al marxismo y si no hay muchas publicaciones nuevas, que no parece haberles, quizás sigan siendo útiles. En el Foro no queda más remedio que diferenciar entre usuarios del mismo con un cierto nivel de formación (o simplemente años de edad y muchas lecturas encima) y otros que se acercan para intentar saber qué es eso del marxismo, el leninismo y demás ismos al uso.


    Última edición por pedrocasca el Sáb Oct 20, 2012 5:43 pm, editado 2 veces
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    Mensaje por ArgentoRojo Dom Abr 22, 2012 8:30 pm

    pedrocasca escribió:
    Las dudas que a muchos nos asaltan sobre Marta Harnecker desde que desapareció el llamado bloque socialista (por poner una fecha) provienen de sus propias dudas acerca de la viabilidad de una sociedad socialista, lo que lleva años repitiendo, al mismo tiempo que sigue dando la matraca con la supuesta búsqueda de nuevas formas de hacer política, de participar y de llegar al socialismo por métodos democráticos y populares que no se parecen en casi nada a lo que habitualmente llamamos marxismo-leninismo. Soy de los que en más de una ocasión se ha lamentado de la presencia excesiva, como analista y asesora, de esta señora en Cuba y Venezuela, por ejemplo, y no deja de ser llamativo que poco a poco se fuera refugiando (escritos comunes, congresos teóricos, mutua defensa de postulados, introducciones a libros, ...) entre gentes como Heinz Dieterich, Nestor Kohan, Celia Hart y los muchos trotskistas cubanos y algún vasco de largo apellido que, es evidente, no gozan del favor de los que se consideran marxistas-leninistas (yo no los considero a todos por igual, que conste).

    Con respecto a sus libros y escritos probablemente se pueda trazar una raya entre simples textos de formación (por ejemplo, los célebres Cuadernos de Educación Popular), válidos y sin mayores pretensiones (yo los he recomendado más de una vez, incluso aquí en el Foro) que acercar al lector una serie de conceptos elementales y algunos libros en los que Marta Harnecker teoriza a la búsqueda de la renovación de la teoría marxista (no se si añadir o no leninista).

    Por supuesto, yo también leí en su día Los conceptos elementales del materialismo histórico y, sinceramente, me aburrió. Jamás me han dado ganas de retomar su lectura o repasar algunos capítulos. No tengo un nivel teórico como para valorar y conceptuar qué es ese libro, pero me han resultado mucho más fáciles de leer y entender algunos supuestos ladrillos soviéticos.

    Cierto es que en su día los libros de Marta Harnecker sirvieron a mucha gente para acercarse al marxismo y si no hay muchas publicaciones nuevas quizás sigan siendo útiles. En el Foro no queda más remedio que diferenciar entre usuarios del mismo con un cierto nivel de formación (o simplemente años de edad y muchas lecturas encima) y otros que se acercan para intentar saber qué es eso del marxismo, el leninismo y demás ismos al uso.




    Mire compañero, si algún pibe que se acerca al marxismo me señala ese libro de mi biblioteca y me dice "¿me sirve, podría enseñarme?" le diría que no. Esta tremendamente enroscado con el estructuralismo ese de Althusser, que como usted bien dice, hay cosas SIMPLES que son explicadas de manera terriblemente compleja.

    Entonces, ya el marxismo exige estudio, para qué complicar de principio con esto a los militantes.

    El mejor libro introductorio es El Manifiesto.

    PD: Tiene razón de las derivas de Marta Harnecker. Yo no creo que ella apueste con sinceridad al socialismo revolucionario.
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    Mensaje por pedrocasca Sáb Oct 20, 2012 6:21 pm

    Extracto de una entrevista realizada en Chile en 2002 a Marta Harnecker publicada en la web del periódico El Mercurio:

    ---¿Cree que el marxismo no fue capaz de elaborar sociedades con socialismos reales?

    "Caído el socialismo, se llegó a la conclusión de que el marxismo no servía, como si la prueba de su validez hubiera sido el socialismo real. Ahí, coincido con Eduardo Galeano, cuando dice que fuimos invitados a un funeral cuyo muerto no era el nuestro. Porque el socialismo que desapareció no era el de nuestras utopías.
    Nosotros lo que pretendíamos era una sociedad más justa, más igualitaria y con mayor protagonismo de la gente, mientras que en el socialismo desaparecido todo se decidía arriba sin participación popular en la toma de decisiones. Si cayó tan rápidamente fue porque nadie lo sentía como suyo.
    Creo en una sociedad en que el pueblo sea el verdadero protagonista de esa sociedad y por eso es que quienes trabajan hoy por hacer que la gente se transforme en protagonista en distintos espacios, están acumulando para esa sociedad que queremos construir. Digo que la democracia es lo más difícil que hay, la democracia no se decreta, requiere una transformación cultural de la gente, y esta transformación se hace en el ejercicio democrático. Por eso es que abogo por un instrumento político que sea realmente democrático, que contemple las diferencias. Nosotros éramos bastante autoritarios y bastante homogenizadores en el pasado. Creo que entender las diferencias, entender que hay vocaciones de militancia distinta, no exigirle a toda la gente el mismo patrón de militancia. Eso no es invento mío, no es la Marta que se puso a pensar y a leer libros, sino que es la práctica que se ha dado en muchas organizaciones latinoamericanas que yo he recogido a través de entrevistas: primero a guerrilleros y luego a partidos con desafíos electorales como es el Frente Amplio de Uruguay y el PT en Brasil y luego gobiernos locales".

    ---¿Cuánto pesa en usted eso, viviendo en la revolución cubana? ¿Qué pasa si se encuentra con cosas que contradicen la revolución cubana?

    "Mira, lo primero que habría que aclarar respecto al instrumento político es que si bien en América latina creo que lo que se busca es crear instrumentos con una concepción plural, que se rechaza generalmente la idea del partido único, yo defiendo la concepción del partido único en Cuba porque no es el partido bolchevique que creen algunos. Es partido único cubano nace inspirado en Martí, que al ver que ese país tardaba en independizarse de los españoles debido a las divisiones internas de los patriotas abogó por crear un partido que los reuniese a todos. Para mí el partido único en Cuba se justifica mientras exista la amenaza que significa Estados Unidos a sólo 90 millas".

    ---¿Cómo es su relación emocional con Chile?

    "Es de frustración. Dejé un Chile solidario, y vuelvo y encuentro un Chile de gente que vive estresada, con un calendario de actividades enorme, sin tiempo para conversar, sin tiempo para vivir. Hecho de menos el Chile de antes. Cuando decidí tener una hija y casarme en Cuba, decidí quedarme en Cuba, porque no me gusta estar en dos lados".

    ---¿Ud. es cubana y ya no chilena?

    "No, soy chilena. No quise a aceptar nacionalizarme cubana, que era una exigencia para poder militar en el partido cubano, porque considero que tengo una responsabilidad en Chile. Milite en Chile, que es mi país y no voy a renegar de mi nacionalidad. Me da tristeza ver cómo se frustró un proceso tan lindo como el chileno, fue precioso. No me gusta juzgar y como no he estudiado bien el proceso chileno prefiero no pronunciarme".

    ---¿Y su autocrítica?

    "Algunos dicen que soy la culpable de muchas cosas en América Latina con mi manual. Ahora mismo estoy viendo si hago una revisión o una nueva presentación de este libro, porque sigue siendo empleado para formar en marxismo, ya que no hay otra cosa. Claro que tengo algunas autocríticas que hacerme.
    Fundamentalmente en la concepción del partido y de la política. En mi libro La Izquierda en el Umbral del Siglo XXI desarrollo un idea de política, critico la política definida como el arte de lo posible y planteo que debe concebirse como el arte de construir una fuerza que permita hacer posible en el futuro, lo que hoy aparece como imposible. Y si concibo la política así, el instrumento político para mí tiene que ser un instrumento que facilite y estimule esa construcción de fuerza social".

    ---¿Pero cuál es el elemento crítico?.

    "Hay un cuaderno por ahí que habla del partido leninista, de la vanguardia. La idea un poco de que los que tenían la teoría eran los que tenían soluciones y que lo que había que hacer era educar en la teoría. Creo que no puse suficiente énfasis en la práctica social, en la práctica de lucha. Hoy estoy absolutamente convencida de que es en esa práctica donde va creciendo la gente. Se necesita y no niego la teoría, pero le doy mucho más énfasis hoy a la práctica social, a la práctica de lucha".

    ---¿En la América Latina de hoy cuánto de válido tiene la lucha armada como método para lograr cambios?

    "El único país donde queda lucha armada es en Colombia. La correlación de fuerzas mundiales hace muy difícil un triunfo armado hoy día. Insisto mucho en que el problema de la violencia no es un valor o bandera que defiende la izquierda. Es una simple constatación. Primero hay que saber muy bien que la violencia la imponen sectores privilegiados cuando los sectores populares logran por medios democráticos avanzar en un proyecto que hiera o golpee los intereses de los privilegiados: eso ocurrió en el Chile de Allende; en El Salvador; y está ocurriendo hoy en Venezuela".

    ---Sin embargo la revolución no es un elemento presente ahora en América Latina, y podría decirse que la opresión sigue igual como en otros momentos de la historia.

    "Sigue igual y en algunos casos peor. Pero se ha visto que la correlación de fuerzas hace muy difícil un triunfo armado Y creo que la gente se ha llegado a convencer de que hay que agotar las vías pacíficas, porque la guerra no produce nada bueno. Es un costo muy grande que se afronta. Creo que hoy la izquierda trata de avanzar al máximo por la vía pacífica. En la medida que podamos construir por la vía pacífica, por la vía democrática, es mejor, porque esa transformación cultural que se necesita se produce en estos procesos democráticos. Es muy difícil que en las guerras se produzca esa transformación. Ahora, creo que nadie podrá rechazar que se recurra a las armas si la disyuntiva es luchar por la liberación o permanecer esclavos".

    ---¿Cree que efectivamente se podrá vencer al capitalismo?

    "Sí creo, si no estaría llorando. Son bien sintomáticas algunas cosas que están pasando. La correlación es muy negativa, pero evidentemente que no es la misma situación hace tres años que hoy. El hecho que triunfe Lula para mí es muy sintomático. Hay cosas que nos indican que se está construyendo una fuerza que hace que se dobleguen determinadas política. Una de ellas, además de las experiencias que he estudiado en este último libro es el Foro Social Mundial, ese gran encuentro de los sectores progresistas. Está consiguiendo que nos sintamos más fuertes. Hoy cada vez más la izquierda entiende que tienen que juntarse todos los que están contra este modelo de globalización neoliberal y que la radicalidad no está en lo radical de los programas, sino en la fuerza que nos da el estar juntos más gente".

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