EL AUDAZ ATAQUE EN DOS FRENTES: LA COLECTIVIZACIÓN FORZOSA Y LA INDUSTRIALIZACIÓN FORZOSA
(LA SEGUNDA REVOLUCIÓN RUSA O LA NUEVA REVOLUCIÓN)
EL INICIO DEL PRIMER PLAN QUINQUENAL, LA IMPOSICIÓN DE LA COLECTIVIZACIÓN EN EL CAMPO Y LOS AÑOS TERRIBLES DEL HAMBRE
“El primer plan quinquenal era un programa en el que se establecían objetivos y lemas de producción con los que Stalin pretendía atajar el atraso de Rusia. Se puso en marzo en 1928, aunque no sería aprobado hasta abril de 1929 por el XVI Congreso del PCUS. Fijaba unos ambiciosos objetivos para la industria y una masiva socialización de la agricultura. Pero el elemento primordial del plan era que planteaba un desafío a la nación rusa al exigir del pueblo una vida de esfuerzo heroicos. Al mismo tiempo daba cobertura a una colectivización brutal de la agricultura. Era un audaz ataque en dos frentes.
El primer plan quinquenal probablemente fue en dimensiones y en resultados la mayor empresa económica planificada en la historia de la humanidad. Los resultados no alcanzaron los objetivos trazados, pero fueron, no obstante, prodigiosos. Esta hazaña, además, fue llevada a cabo en cuatro años y tres meses, ya que el 31 de diciembre de 1932 se dio por cumplido el plan. La proporción y el coste en sufrimientos y sacrificios humanos eran terribles, pero Stalin estaba convencido de que había que pagar el precio. El partido, extasiado por su exigencia del máximo esfuerzo, aceptó también el precio. Y con una resistencia extraordinaria, la masa del pueblo ruso trabajaba y servía.
Los programas de colectivización e industrialización fueron lanzados simultáneamente. La campaña de colectivización había hecho algunos progresos en 1928. El número de koljoses, o granjas colectivas, habían ascendido en un año, a partir del 1 de junio de 1927, de 14.830 a 33.258, y el número de familias campesinas en ellas integradas pasó de 194.200 a 416.700. Pero para Stalin ese índice de crecimiento era absolutamente inaceptable. Según se acercaba el invierno de 1928-29, el hambre se convirtió en una grave amenaza. Los déficits en las entregas de grano eran permanentes. Los campesinos ignoraban y tal vez desafiaban activamente al gobierno soviético y su política. Stalin exigió medidas urgentes.
Durante 1929 la campaña cobró impulso; pronto iba a extenderse por todo el país una ola destructiva, que recordaba las invasiones de los mongoles en el siglo XIII. El 27 de diciembre de 1929, Stalin proclamó: “Hemos pasado recientemente de una política de limitar las tendencias explotadoras de los kulaks, a una política de liquidación de los kulaks como clase.” Esto equivalía a una declaración de guerra total e incluso de sentencias de muerte a un sector no muy bien definido de los campesinos, cuyo número ascendía a diez millones. Se calcula que unos cinco millones fueron deportados a Siberia y a la zona del Ártico, y de ellos al menos la cuarta parte perecieron en el viaje. Miles perdieron la vida cuando trataban de defender sus propiedades.
El 5 de enero de 1930 el Comité Central decretó que el objetivo de colectivizar a la amplia mayoría de los campesinos dentro del plazo del plan era perfectamente alcanzable. Además, se fijó la colectivización total de las zonas productoras de grano para el otoño de 1932. Esto imprimió a la campaña un ritmo trepidante. En octubre de 1929, el 4,1 por ciento de las familias campesinas habían sido ya colectivizadas; en marzo de 1930, la cifra superaba el 50 por ciento, y el 1 de julio de 1934 alcanzaba al 71,4 por ciento de las tierras de labranza y de las familias campesinas. Los porcentajes se hacían con relación a cien millones de seres humanos: fue una progresión asombrosa. Stalin consiguió esta revolución en la agricultura mediante el uso implacable de la fuerza y el terror, Los Sviets locales eran los encargados de confinar las propiedades de los Kulaks, que pasaban a convertirse en colectivos indivisibles y de propiedad común. En la práctica, esto se aplicó a las tierras y animales de todos los campesinos que no se unieron voluntariamente a los colectivos. La OGPU, que había sido ampliada a tal efecto, fue el principal instrumento para llevar a cabo la campaña. Pero además, unos veinticinco mil obreros con la adecuada preparación política y administrativa fueron también enviados al campo para actuar como fuerzas de choque. Se restablecieron los “Comités de los Pobres” que habían sembrado la destrucción y el odio a niveles escalofriantes durante la guerra civil. Estos comités fomentaron una encarnizada hostilidad entre los campesinos pobres y los acomodados, y contribuyeron a imposibilitar una acción conjunta contra lacampaña del gobierno.
Las ETM (Estaciones de Tractores y Maquinarias), una especie de centros agropecuarios, fueron uno de los principales medios por los que se forzó a los campesinos a la colectivización. Agrónomos, veterinarios y mecánicos eran destinados a cada uno de estos centros que daba servicio a varios colectivos. En 1929 sólo existía una ETM. Durante el XVI Congreso del Partido, en junio-julio de 1930, Y. A. Yakovlev informó de que unos doscientos centros estaban ya en funcionamiento con tractores de fabricación rusa. Se necesitaban tractores imperiosamente en especial después de la matanza de caballos, y se utilizaban solamente en los Koljoses. Los campesinos que se resistían a la colectivización se encontraban sin medios para arar la tierra.
En muchas regiones los campesinos lucharon con una furia ciega y destructora. Los asesinatos y los incendios provocados eran moneda corriente. Los comunistas eran sus enemigos.
Los campesinos manifestaron el odio que sentían por el régimen y su política de colectivización matando a sus animales. Para un campesino su caballo, su vaca, sus pocas ovejas o cabras eran bienes muy apreciados que le proporcionaban alimento en tiempos difíciles. Pero enfrentados a la confiscación y al hecho de tener que entregar sus animales a los koljosess, los campesinos prefirieron matarlos. De los treinta y cuatro millones de caballos que había en la Rusia soviética en 1929, dieciocho millones fueron sacrificados. Además, un 67% de las ovejas y cabras fueron sacrificados entre 1929 y 1933.
La ola de violencia y destrucción amenazaba con escapar a todo control. Los líderes del Partido anunciaron el éxito de la campaña en 1929, al superar la recolección estatal de grano en un 50% la del año anterior. Pero Stalin estaba preocupado por el peligro de que la anarquía se extendiera por todo el país; el 2 de marzo de 1930 se publicó en Pravda su famoso artículo “El vértigo del éxito”.
Había llegado la hora, afirmaba en él, de restringir el excesivo celo de los funcionarios del partido y de poner fin al ingreso obligatorio de los campesinos y de sus animales en los koljoses. Muchos funcionarios habían olvidado el principio leninista de que la entrada en los koljoses tenía que ser voluntaria. Todos los funcionarios y militantes debían observar el carácter modelo de la granja colectiva según se describía en el mismo número de Pravda.
Como continuación al artículo, el 14 de marzo de 1930, se publicaron detalladas instrucciones del Comité Central “Sobre distorsiones de la línea oficial en relación con el movimiento de colectivización”, que pedían un cuidado especial en el trato dado a los campesinos; se citaban muchas acciones ilícitas y se insistía, en particular, en que había que poner fin al tratamiento de miles de campesinos de pocos o medianos recursos como si de kulaks se tratara.
El artículo de Stalin tuvo el efecto inmediato de hacer cesar la violencia que imperaba en muchas regiones. Al mismo tiempo los campesinos entendieron el significado de la afirmación de que el ingreso en los koljoses debía ser voluntario, y ejercieron su derecho a abandonarlos. Al cabo de dos meses, la proporción de familias colectivizadas en la RSFSR descendió del 60 al 23,4 por ciento. En junio de 1930 la política agrícola de Stalin se enfrentaba al colapso. Parecía que la resistencia de los campesinos había detenido el programa de colectivización y le había vencido.
En el XVI Congreso del PCUS, celebrado en junio-julio de 1930, sin embargo, Stalin en persona y unos dos mil cien delegados aclamaron unánimemente la victoria de la línea del partido. Stalin era perfectamente consciente de la oposición de los campesinos y de los desastres causados por la colectivización impuesta, pero mostró su plena confianza en conseguir un resultado satisfactorio. Atacó a los oposicionistas de derechas que habían hecho calamitosas predicciones de los horrores que resultarían de la campaña contra los kulaks y de la colectivización impuesta por la fuerza. “Y ahora vamos a cabar con los kulaks como clase; la anterior represión de los kulaks no era nada comparada con esta medida. ¡Ya veis que estamos vivos!”
En las críticas condiciones de junio de 1930, cabía esperar que los líderes del ala derecha presentaran oposición. Podrían mantener que habían anticipado los desastres que resultarían de las medidas defendidas por Trotski y la facción del ala izquierda, y que Stalin estaba llevando a la práctica tan drásticamente. Pero mostraron su ferviente apoyo a Stalin y a la línea oficial. Ryakov y Tomsky hicieron abyectas confesiones ante el Congreso en pleno, admitiendo que estaban completamente equivocados, y solicitaron el perdón del partido. Bujarin estaba ausente del congreso, pero adoptaría una actitud similar más adelante.
La necesidad de mantener la unidad del partido se mostró de nuevo como una fuerza irresistible. Muchos de los delegados que conocían de manera directa los desastres ocurridos en el campo actuaron movidos por la misma razón. El partido tenía que mantener su unidad, especialmente en estos momentos en que era objeto de la ira popular . Si el partido llegaba a dividirse y perdía su dominio sobre el país, se impondría la anarquía y todos ellos sin excepción serían asesinados por los furiosos campesinos.
La solidaridad del congreso estaba en parte inspirada, sin duda, por la necesidad general de defender el partido, la revolución y a sí mismo. Pero el liderazgo de Stalin era el factor positivo de unión. Él dominaba el congreso; se mantuvo entre los delegados tranquilo y dueños de sí mismo; estaba convencido de que la línea oficial era la correcta; inspiraba una confianza y una seguridad que eliminaron las dudas y temores de los congresistas. Más aún, presentó las medidas del partido como audaces aventuras que no podían fracasar. Contagiados de su entusiasmo, los delegados aclamaron en pie a su líder, que declaró: “¡No hay fortaleza que los bolcheviques no podamos asaltar o conquistar!”
En el congreso, Stalin dejó bien claro que los campesinos tenían que aceptar la colectivización. La campaña se renovó durante el otoño de 1930 con resultados evidentes. En esta ocasión la táctica utilizada se mantuvo bajo control, pero los campesinos se encontraron con que eran obligados por la fuerza y sometidos a presiones insoportables. A mediados de 1931, el 52,7 por ciento de las familias campesinas había sido ya colectivizado; unos cuatro años después la colectivización alcanzaba el 90,5 por ciento.
Los campesinos fueron apaleados, condenados al hambre, despojados de sus bienes y finalmente obligados a formar parte de los odiados colectivos, pero consiguieron arrancar una importante concesión: mantener los usadbas, parcelas de propiedad privada que seguían perteneciendo a cada familia campesina. El comercio privado de productos alimenticios característico de NEP fue prohibida en 1929, y de nuevo permitido al año siguiente. Los mercados privados, abastecidos por los usadbas de los campesinos, desempeñaron un papel vital en el aprovisionamiento y distribución de alimentos en momentos en que la escasez y la malnutrición eran amenazas constantes.
La campaña de industrialización también comenzó con muestras de moderación. Stalin estaba extasiado, sin embargo, por la visión de Rusia convertida en un país industrializado. Dio un ímpetu tal a la campaña, que la convirtió en una auténtica revolución industrial. En 1927 la industria superó el nivel de antes de la guerra. En su ponencia ante el XV Congreso del PCUS, en diciembre de 1927, Stalin propuso que se aprobara un índice anual de aumento en el rendimiento del 15 por ciento para los años siguientes. A mediados de 1929 la fiebre de la industrialización se apoderó de él y pidió un índice anual de crecimiento del 50 por ciento.
Se dio a la campaña una estructura militar con el Politburó como cuartel general. Este mantenía un estrecho control sobre todos los sectores de la economía a través de la maquinaria del partido y de los organismos de gobierno. Una propaganda incesante asediaba al obrero inculcándole una idea grandiosa del papel que desempeñaba en este heroico plan, y exigiéndole un constante aumento en la productividad. En todas las fábricas se colocaron unos tableros gigantes en los que se reflejaba el rendimiento de los grupos e incluso de los sindicatos, y aquellos que no alcanzaban los objetivos eran hostigados y criticados públicamente. Se colocaba a las brigadas una al lado de otra “en competencia socialista”.
Los militante y los jóvenes, especialmente los miembros, especialmente los miembros del Comsomol (Liga Juvenil Comunista), respondieron con entusiasmo. Todos estaban ávidos de plasmar su acción en la fe en el Partido y su misión de constructores del mundo socialista. Su trabajo abnegado y sacrificado fue un acto importante en los logros de la industria en el curso de los primeros planes.
La masa de los trabajadores no compartía este entusiasmo. Estaban cansados por las largas hora de trabajo y la constante exigencia de aumento de la productividad. La escasez de alimentos y el drástico descenso de su nivel de vida se vieron agravados por la multitud de campesinos hambrientos que invadieron las poblaciones importantes en busca de trabajo. Las exhortaciones, proclamándoles la vanguardia del proletariado mundial y los lemas omnipresentes declarando que la Rusia Soviética era un Estado de trabajadores y que los obreros eran dueños de las fábricas, no hacían más que intensificar su desencanto. Los obreros más antiguos, de manera especial, se sentían molestos por su cambio de puesto en las fábricas. El espíritu inicial de la Revolución que se produjo en el periodo de vigencia de la NEP, inculcó a los trabajadores un sentimiento de igualdad y pertenencia a sus fábricas. Olvidado este sentimiento y bajo enormes presiones trabajaban ahora en condiciones mucho más duras que en la época capitalista. Aumentó absentismo, ya que los obreros trataba de eludir la disciplina de las fábricas; Esto dio origen a medidas más represivas. En diciembre de 1932 se introdujo el sistema de pasaporte interno, que permitía mantener un estrecho control sobre todos los ciudadanos en las poblaciones, en las fábricas y en las zonas fronterizas.
No obstante, el objetivo básico del plan de poner los cimientos a una nueva industria pesada ampliamente extendida, se alcanzó durante estos años. El rendimiento industrial aumentaba, pero no sólo se debe importancia la aumento de la producción; también se tomaron trascendentales decisiones sobre la política industrial; se instauró un nuevo modelo de distribución geográfica para la industria pesada; se perseguía con ello asegurar una ubicación más racional de la industria en todo el país, instalar industrias pesadas cerca de las fuentes de combustible y de materias primas y reducir la sobre carga del transporte, También se advirtió que la concentración de la industria en la Rusia europea la hacía vulnerable a los ataques del oeste. No cabe duda de que la creación de importantes centros industriales al este de los Urales iba hacer uno de los factores decisivos que salvaron a la Unión Soviética de la derrota aplastante en la Segunda Guerra Mundial.
Esta redistribución de la industria proporcionó el desarrollo de una segunda industria de carbón y del acero en la zona Ural-Kuznetsk. Magnitogorsk, centro de esta nueva zona industrial de los Urales, comenzó en 1931 siendo una serie de barracones donde se albergaban los obreros que construían los altos hornos y los trenes de laminación; ocho años después era una ciudad de 146.000 habitantes; Ural-Kuznetsk, en Siberia, llamada Stalinsk a partir de 1932, y Karaganda en Kazajstan, se convirtieron en grandes ciudades industriales en el mismo lapso de tiempo.
La producción industrial a gran escala experimento un espectacular aumento de 113 por ciento; aunque por debajo del objetivo del 133 por ciento fijado para el fin del plan quinquenal, fue un auténtico logro. Los peores resultados se dieron en la producción de hierro, acero y carbón, por lo que se organizaron campañas de producción especiales para asegurara que estos objetivos se alcanzaban en los comienzos del siguiente plan. La campaña basada en un primer momento en los principios promulgados por la política industrial iniciada en los años 1880 y siguientes, se vio pronto envuelta en dificultades. El enorme aumento de la fuerza de trabajo industrial significó la aceptación de nuevos trabajadores de los pueblos que no sabían nada de maquinaria y era ajenos a los procesos de fabricación. En todas las faces de fabricación era preocupante la falta de trabajadores especializados. Hubo que contratar técnicos e ingenieros de Estados Unidos, Alemania y Francia. En marzo de 1931, un directivo del Consejo Supremo de la Economía Nacional afirmó que unos cinco mil especialistas extranjeros trabajaban en la industria soviética. Cientos de ingenieros y estudiantes soviéticos recibían formación en el extranjero particularmente en Estados Unidos, y regresaban a su país para trabajar como instructores y directivos de fábricas.
Estas precipitadas medidas contribuyeron escasamente a solucionar un problema que, como el mismo plan, se producía a gran escala. Se crearon numerosas escuelas técnicas universitarias, y otras, a nivel de enseñanza secundaria, en las fábricas. En 1933, unos doscientos mil estudiantes se preparaban en facultades técnicas superiores, y otros novecientos mil asistían a escuelas técnicas secundarias, en tanto que las escuelas de las fábricas y los cursos de especialistas preparaban a un millón de obreros al año. Al finalizar el primer plan, estas escuelas y estos cursos consiguieron satisfacer en parte la demanda de ingenieros y de obreros especializados, y el segundo plan, puesto en práctica sin dilación, se benefició de ello.
Las importaciones soviéticas de maquinaria eran limitadas por falta de capital, por las dificultades para conseguir préstamos en el extranjero y por la discriminación contra las exportaciones soviéticas. El hecho de que el plan coincidiría con la gran depresión económica mundial vino a sumarse a las dificultades ya existentes.
En esta época de crecimiento dramático, no se prestaba atención exclusivamente a la industria y a la agricultura. La red de ferrocarriles estaba anticuada, y se inició una ampliación a gran escala. La construcción de líneas férreas se vio obstaculizadas por la escasez de hierro y acero, y no salió adelante hasta el segundo plan. Pero se llevaron a cabo intentos espectaculares para mejorar las vías fluviales y se comenzó a trabajar en la construcción de una red de autopistas.
La nación estaba inmersa en un afán de reconstrucción y expansión que afectaba a todos los aspectos de la vida. Se reforzó el sistema educativo: se dio mayor relevancia a la disciplina en los colegios y a inculcar el respeto a la libertad. La tradición revolucionaria de desafío al gobierno y a sus representantes ya no era aceptable. La nueva Rusia de Stalin exigían un pueblo obediente y disciplinado, y la joven generación que había conocido la anarquía de los años posrevolucionarios, tenía que ser educada en ese espíritu.
Se inició una campaña para erradicar el analfabetismo, que quedó reducido en 1929 al 48,9 por ciento de la población de edades comprendidas entre los ocho y los quince años. Se crearon comités locales en enero de 1930 para dirigir la campaña , y en 1939 la proporción de analfabetos descendió al 18,8 por ciento; también se introdujeron numerosas reformas sociales. Los errores garrafales y los esfuerzos mal encaminados fueron frecuentes en todas estas empresas, pero había comenzado la construcción de una nueva nación, y continuaba en proporciones épicas.
Stalin estaba al mando a través del Politburó, y supervisaba estrechamente cada nuevo avance. Sus responsabilidades eran inmensas, pero podía apreciar el progreso conseguido, que justificaba los esfuerzos del pueblo y vindicaba las medidas por él adoptadas. La nación se encontraba en los comienzos de un fuerte resurgimiento, pero las amenazas a su continuidad le preocupaban. Su desconfianza le causaba un constante desasosiego, pues estaba seguro de que dentro del partido algunos instigaban para sabotear este gran avance. Los consideraba como una fuerza negativa que había que destruir. Su mayor temor era Trotski resurgiera como un ave fénix de las cenizas de su carrera política para alterar todo lo que él estaba haciendo. Durante la década de los años treinta Stalin mantuvo una intensa campaña de propaganda condenando a Trotski como el más odioso y peligroso enemigo del régimen soviético” (Tomado del libro biográfico: “Stalin” de Ian Grey).
Luego seguiré pegando otro extracto de la misma obra, dónde Ian Grey nos expone el papel de los grupos opositores dentro del PCUS; opositores que no son mas que los seguidores del camino capitalista dentro del Partido.
Y por último la aparición de Kirov en la defensa de Stalin, su posterior asesinato y la represión feroz contra el grupo opositor que dirigió el asesinato de Kirov.