LA G.P.U. FABRICA «CENTROS ANTISOVIÉTICOS»
Durante el examen a que fue sometido en 1955 el caso de Komarov, se supo lo siguiente acerca de Rosenblum: Cuando Rosenblum fue detenido en 1937, se le torturó en forma terrible y se le ordenó que confesara informaciones falsas respecto a su persona y a otras. Entonces se le llevó a la oficina de Zakovsky (alto oficial de la Policía Secreta), quien le ofreció su libertad a condición de que confesara ante el Tribuna lo que se había fabricado contra él en la N.K.V.D. en 1937, referente a sabotaje, espionaje y trabajo en un centro terrorista de Leningrado. (Agitación en la sala). Con cinismo increíble Zakovsky habló revelándome cómo operaba el vil mecanismo para la ingeniosa creación de complota antisoviéticos ficticios.
«Con el objeto de informarme al respecto -dijo Rosenblum- Zakovsky me insinuó varias posibles variantes de la organización del centro de Leningrado y sus sucursales. Después de explicarme la organización en detalle, Zakovsky me dijo que la N.K.V.D. estudiaría el caso de este centro, observando que el juicio sería público. Ante los tribunales se acusaría a cuatro o cinco supuestos miembros de este centro, a Chudov, Ugarov, Smorodin, Pozern, Shaposhnikova (esposa de Chudov) y otros, conjuntamente con dos o tres miembros de las sucursales de éste centro... Ud. mismo, dijo Zakovsky, no necesitará inventar nada. La N.K.V.D. preparará para Ud. una reseña respecto a cada sucursal del Centro; la tendrá que estudiar muy bien y recordar en detalle las preguntas y las respuestas que puedan surgir en el Tribunal. Este caso estará listo dentro de unos tres o cuatro meses o quizás medio-año. Durante todo este tiempo Ud. ha de prepararse de modo que no comprometa ni la investigación ni a su persona. Su futuro dependerá del desenlace del juicio y sus resultados. Si Ud. comienza a mentir y atestiguar falsamente, cúlpese Ud. mismo. Si logra soportarlo, salvará su cabeza y nosotros lo alimentaremos, y vestiremos a expensas del gobierno hasta el día de su muerte.»
Este es el tipo de vileza que se practicaba en ese tiempo. (Agitación en la sala). Kamarov, un viejo bolchevique, fue liquidado en la gran purga y rehabilitado en 1955. Rosenblum cayó víctima de la gran purga.
La práctica de la falsificación de casos puesta en marcha por la N.K.V.D. afectó aún más a las provincias que a la metrópoli. El material de investigación de ese tiempo demuestra que en casi todas las regiones y provincias de la República existían supuestos grupos de derechistas-trotskistas dedicados al espionaje y al terror, organizados en centros de sabotaje y lo curioso es que los jefes de todas estas organizaciones, no sabemos por qué razón, eran siempre los Primeros Secretarios de los Comités Centrales del Partido Comunista en las provincias o repúblicas de la Unión Soviética. (Agitación en la sala).
Muchos miles de comunistas inocentes y honrados han muerto como resultado de estas monstruosas falsificaciones y como consecuencia del hecho de que se aceptó todo tipo de confesiones difamantes obtenidas por la fuerza y en las cuales existían autoacusaciones y acusaciones a otro. De esa manera se fabricaron los casos contra los eminentes trabajadores del Estado y del Partido: Kossior, Chubar, Postyschev, Korsaryev y otros.
Durante esos años se aplicó la persecución en gran escala y de ello resultó la pérdida de muchos leales servidores del Partido. Se aceptó la viciosa práctica de permitir que la N.K.V.D. preparase lista de personas cuyos casos caían bajo la jurisdicción del Colegio Militar y las sentencias de esas personas se preparaban de antemano. Yejov enviaba estas listas a Stalin para que él las aprobara en persona y sugiriera el castigo. Entre 1937 y 1938, 383 de estas listas que contenían los nombres de muchos miles de miembros del Partido, del Gobierno, del Komsomol, del Ejército y de la Economía se enviaron a Stalin. Él aprobó esas listas.
Un gran número de estos casos se está revisando ahora y muchos de ellos se han anulado porque se basan en falsificaciones. Basta que se diga que desde 1954 hasta el momento, el Colegio Militar del Tribunal Supremo ha rehabilitado a 7.679 personas, muchas de las cuales están muertas. Detenciones en masa de trabajadores del Partido, de la Economía, del Soviet y del Ejército han causado enorme daño a nuestro país y a la causa del desarrollo socialista. La persecución en masa tiene una influencia negativa sobre las condiciones político-morales del Partido, puesto que crean una situación de incertidumbre y un ambiente de sospechas malsanas que destruye la confianza entre los comunistas. Todo tipo de difamadores y de trepadores se aprovechó de esta circunstancia.
Las resoluciones del Pleno del C.C. del Partido Comunista, celebrado en enero de 1938, habían mejorado en parte la organización del Partido. No obstante, ene 1938 continuaban las persecuciones. Sólo porque este Partido tiene a su disposición un fondo moral y político tan poderoso ha podido sobrevivir tras la difícil etapa de 1937-1938.
STALIN ORDENA QUE SE APLIQUEN TORTURAS FÍSICAS
Con justicia acusamos a Yejov por las prácticas degeneradas que puso en marcha en 1937. Pero debemos contestar las siguientes preguntas: ¿Es posible que Yejov detuviera a Kossior sin el consentimiento de Stalin? ¿Hubo un cambio de opiniones o alguna decisión del Politburó al respecto? No, no hubo, como tampoco lo hubo en otros casos semejantes. ¿Podría Yejov haber decidido por su cuenta un asunto tan importante como el que atañe a la vida de un eminente miembro del Partido? No seria ingenuo creer que toda esto es la obra particular de Yejov. Es obvio que estos asuntos los decidía Stalin y que si él no hubiese ordenado y sancionado todo, Yejov no habría podido operar.
Hemos examinado los casos de Kossior, de Rudzutak [uno de los miembros del Politburó, que desapareció en 1938], de Postyshev, de Kosaryev y otros y los hemos rehabilitado. ¿Por qué causa se detuvo y sentenció a estas personas? Al revisar la evidencia, no se encuentra razón para ello. Ellos, como muchos otros, fueron detenidos sin el conocimiento del fiscal. En tal caso no hay necesidad de que se sancione nada y ¡qué sanción se iba a necesitar cuando Stalin lo decidía todo! Él era en estos casos el fiscal. Stalin no sólo estaba de acuerdo con estas detenciones, sino que él las ordenaba por iniciativa propia. Debemos decir esto para que los delegados del Congreso puedan valorar los hechos y llegar a las debidas conclusiones. Los acontecimientos prueban que muchos de los abusos fueron ordenados por Stalin sin tomar en cuenta ninguna de las normas del Partido o de la Ley Soviética. Stalin era un hombre desconfiado, enfermizamente suspicaz; nosotros lo conocíamos, porque trabajábamos con él. Podía mirar a un hombre y decir: «¿Por qué están tan esquivos tus ojos hoy?» o «¿Por qué vuelves los ojos hacia otro lado y evitas mírarme de frente?» Sus enfermizas sospechas creaban en él una desconfianza general que envolvía aun a los más destacados miembros del Partido que conocía desde hacía muchos años. En todas partes veía enemigos, agentes dobles y espías. Puesto que poseía un poder ilimitado, daba rienda suelta a su carácter voluntarioso, asfixiando moral y físicamente a las personas. Surgió una situación que hacía imposible que uno expresara su voluntad. Cuando Stalin decía que era necesario detener a tal o cual persona, había que aceptar dogmáticamente que se trataba de un «enemigo del pueblo». Mientras tanto la pandilla de Beria, que dirigía los organismos de seguridad del Estado, se superaba fabricando las pruebas de la culpabilidad de los detenidos y de la veracidad de los documentos que falsificaba. ¿Y qué pruebas se ofrecían? Las confesiones de los detenidos; y los jueces instructores aceptaban estas confesiones. ¿Y cómo es posible que una persona confiese haber realizado crímenes que no ha cometido? Sólo si se aplican métodos de tortura física que la reduce a un estado de inconsciencia, que la priva de su juicio y la despoja de su dignidad de ser humano. De esta manera se obtenían las confesiones.
Cuando la ola de detenciones en masa empezó a disminuir en 1939 y los líderes territoriales de las organizaciones del Partido comenzaron a acusar a los miembros de la N.K.V.D. de usar métodos de presión física, entonces Stalin despachó un telegrama en clave, el 20 de enero de 1939, al Comité de Secretarios de Regiones y Territorios, a los Comités Centrales de los Partidos Comunistas de las Repúblicas Populares, a, los Comisarios- de Asuntos Interiores y a los jefes de la N.K.V.D. Establecía este telegrama:
«El Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética precisa que la aplicación de métodos de presión física por la N.K.V.D. es aceptada desde 1937 de acuerdo con el permiso dado por el Comité Central del Partido Comunista Bolchevique en 1937... Es cosa sabida que todos los servicios policíacos de los burgueses, utilizan medios físicos para influir sobre los representantes del proletariado socialista y que los usan en sus formas más escandalosas. Cabe preguntarse: ¿por qué el Servicio de Inteligencia Socialista ha de ser más humanitario con los enloquecidos agentes de la burguesía, con los mortales enemigos de la clase trabajadora? El Comité Central del Partido Comunista Bolchevique considera que se debe presionar físicamente, aunque sólo cuando se trate de conocidos y obstinados enemigos del pueblo, siendo en estos casos justificable y apropiado.»
De esta manera sanciona Stalin, en nombre del C.C. del Partido Comunista Bolchevique, la más vil violación de la legalidad socialista, la tortura y la opresión, todo lo cual condujo a difamantes acusaciones por parte de gente inocente.
Estos y otros muchos hechos demuestran que todas las normas correctas del Partido para la solución de diversos problemas se anularon, de modo que todo dependía del capricho de un hombre.
EL «GENIO MILITAR» DE STALIN
El poder acumulado en las manos de una persona, Stalin, condujo a serios errores de nefastas consecuencias durante la gran guerra patriótica.
Cuando vemos muchas de nuestras películas, leemos muchas de nuestras novelas y estudios históricos y científicos, la labor de Stalin en la guerra patriótica aparece como algo enteramente inverosímil. Stalin lo había previsto todo. El ejército soviético, basándose en planes estratégicos preparados mucho antes por Stalin, y utilizando tácticas denominadas de «defensa activa», es decir, tácticas que permitieron a los alemanes llegar hasta Moscú y Stalingrado, gracias al genio de Stalin, quebró la ofensiva y subyugó al enemigo. La victoria épica lograda por el poderío armado de la tierra soviética, por el heroísmo de su pueblo, se atribuye enteramente en estas novelas, películas y estudios científicos al genio estratégico de Stalin.
Debemos analizar este asunto con cuidado, porque tiene inmenso alcance desde el punto de vista no sólo histórico, sino también político, educativo y práctico.
Durante y después de la guerra, Stalin adelantó la tesis de que la tragedia que nuestra nación vivió en la primera parte de la guerra era consecuencia de que Alemania atacó inesperadamente a la Unión Soviética. Pero, camaradas, esto no es verdad. Tan pronto como Hitler llegó al poder en Alemania, se asignó a sí mismo la tarea de liquidar al comunismo. Los fascistas confesaban esto abiertamente y ellos no escondieron sus planes. Con el objeto de obtener esta finalidad agresiva, Hitler creó toda suerte de pactos y bloques, tales como el famoso Eje Berlín-Roma-Tokio. Muchos hechos anteriores a la guerra demuestran que Hitler tenía la intención de lanzarse contra la Unión Soviética, y que había concentrado grandes unidades armadas como también cuerpos blindados cerca de la frontera soviética.
Documentos que se han publicado, demuestran que el 3 de abril de 1941, Churchill, a través de su embajador en la URSS, Cripps, advirtió personalmente a Stalin que Hitler estaba reagrupando sus fuerzas armadas con el objeto de atacar a la Unión Soviética. Es evidente que Churchill no hizo esto debido a que abrigaba un sentimiento de amistad hacia la Unión Soviética. Tenía muy presentes sus miras imperialistas, a las cuales convenía una sangrienta guerra entre Alemania y la URSS para así fortalecer al Imperio británico. No obstante, Churchill afirmaba en su nota que deseaba prevenir a Stalin y llamarle la atención respecto al peligro que le amenazaba. Churchill hizo hincapié repetidas veces en esto, tanto en sus despachos del 18 de abril como en los de los días siguientes. Pero Stalin no hizo caso de estas advertencias; más aún dió órdenes de que no se atribuyera importancia a esta clase de información para no provocar la iniciación de operaciones militares. Debemos reafirmar que informaciones de este tipo respecto a concentraciones alemanas destinadas a invadir el territorio soviético llegaban también a través de nuestros servicios militares y diplomáticos. No obstante, puesto que nuestros líderes estaban preparados para no aceptar esas informaciones, ese tipo de noticias se enviaba con temor y se valoraba con reserva.
Un cable de nuestra Embajada en Londres, con fecha 18 de junio de 1941, dice: «Desde ahora Cripps está absolutamente convencido de que es inevitable un conflicto entre Alemania y la URSS, y que éste se iniciará a más tardar a mediados de junio. Según Cripps, los alemanes, hasta el presente, tienen concentradas 147 divisiones (incluyendo fuerza aérea y unidades auxiliares) a lo largo de la frontera soviética...»
A pesar de estos avisos extremadamente serios, no se tomaron las medidas necesarias para preparar debidamente al país para su defensa o para prevenir que se le tomara de sorpresa. ¿Contábamos con el tiempo y con la capacidad para prepararnos? Sí, tuvimos tiempo y teníamos capacidad. Nuestra industria había ya logrado un desarrollo tal, que era capaz de proveer totalmente al Ejército soviético. Esto lo prueba el hecho de que aunque durante la guerra perdimos casi la mitad de nuestra industria, e importantes zonas industriales y productoras de alimentos, como resultado de la ocupación de Ucrania, del Cáucaso del Norte y de otras partes occidentales del país, la nación soviética pudo aún organizar su producción de equipo militar en las regiones orientales y proveer a nuestras fuerzas armadas con todo lo necesario para destruir al enemigo. Si se hubiese movilizado nuestra industria debidamente y a tiempo para que proveyese al Ejército con el material necesario, nuestras pérdidas de guerra habrían sido decididamente inferiores. Esa movilización no se comenzó, sin embargo, cuando se debía. Y ya en los primeros días de la guerra se hizo obvio que nuestro Ejército estaba mal equipado, que no teníamos suficiente artillería, tanques o aviones.
La ciencia y la tecnología soviéticas produjeron excelentes modelos de tanques y piezas de artillería antes de la guerra. Pero no estaba organizada la producción en masa y lo cierto es que comenzamos a modernizar nuestro equipo en vísperas de la guerra. Como resultado de todo esto, en el momento que se produjo la invasión enemiga del territorio soviético, no teníamos la suficiente cantidad ya sea de maquinaria antigua que no se utilizaba para la producción de armamentos o de maquinaria nueva que pensábamos introducir en la producción de armas de guerra. La situación, en lo que se refiere a artillería antiaérea, era especialmente débil; no habíamos organizado tampoco la producción de municiones antitanque. Fue imposible defender muchas regiones fortificadas tan pronto como se las atacó, porque los armamentos antiguos se habían retirado y los nuevos no estaban en producción. Esto afectaba no sólo la situación referente a la producción de tanques, artillería y aviones. Al estallar la guerra no teníamos siquiera el suficiente número de fusiles para equipar a los movilizados. Recuerdo que en esos días llamé de Kiev al camarada Malenkov y le dije: «El pueblo se ha presentado voluntariamente con el objeto de ingresar en el nuevo ejército y pide armas. Ud. debe enviarme armas». Malenkov, entonces miembro del Consejo Interior de Guerra, me contestó: «No podemos enviarle armas; estamos enviando todos nuestros fusiles a Leningrado y tendrán que armarse ustedes mismos.» (Agitación en la sala).
Tal era la situación armamentista entonces. En este sentido no podemos olvidarnos, por ejemplo, del siguiente hecho. Poco después de la invasión de la Unión Soviética por el ejército de Hitler, Korponos, entonces jefe del Distrito Militar Especial de Kiev (que posteriormente murió en el frente) escribió a Stalin diciéndole que los alemanes habían llegado al río Bug y se estaban preparando para un ataque y que en un futuro muy cercano probablemente iniciarían una ofensiva, Por eso Korponos sugería que se organizara una fuerte línea defensiva, que se evacuaran 300.000 personas de la zona fronteriza y que varios puntos fuertes se organizaran ahí con zanjas antitanques y trincheras para soldados, etc. Moscú respondió a esta sugestión insinuando que esta medida constituiría una provocación y que no le era permitido iniciar trabajos defensivos en la frontera, ya que no se podía dar a los alemanes pretexto alguno para que iniciaran operaciones militares. Así es, pues, que nuestras fronteras no se hallaban preparadas para repeler al enemigo.
Cuando los ejércitos fascistas invadieron el territorio soviético y comenzaron las operaciones militares, Moscú emitió una orden, en virtud de la cual se prohibía contestar al fuego alemán. ¿Por qué? Porque Stalin seguía convencido, a pesar de los hechos, de que la guerra no había aún comenzado, y que esto era sólo una acción de provocación de parte de diversas secciones indisciplinadas del ejército alemán, y que nuestra reacción podría ser causa de que los alemanes comenzaran la guerra.
Lo siguiente también es bien conocido. La víspera de la invasión del territorio de la Unión Soviético por el ejército de Hitler, cierto ciudadano alemán cruzó nuestra frontera y declaró que los ejércitos alemanes habían recibido órdenes de iniciar la ofensiva contra la Unión Soviética en la noche del 22 de junio a las 3 de la mañana. Stalin fue informado al respecto inmediatamente, pero aun esta advertencia fue ignorada por él.
Como se ve, todo se ignoró: las advertencias de ciertos comandantes de ejército, las declaraciones de desertores del ejército del enemigo y aun la abierta hostilidad del enemigo. ¿Es éste un ejemplo de lo alerta que estaba el jefe del Partido en un momento histórico particularmente significativo?
¿Y cuál fue el resultado de esta actitud indifernte, de este desconocimiento de los hechos? El resultado fue que ya a pocas horas y días de iniciarse el ataque, el enemigo había destruído en la región de la frontera gran parte de nuestra aviación, de nuestra artillería y otro equipo militar; había aniquilado un gran número de nuestros comandos militares y desorganizado nuestro mando; a consecuencia de esto, no pudimos evitar que el enemigo penetrara profundamente en nuestro territorio.
Muy serias consecuencias, especialmente en lo que se refiere a la etapa inicial de la guerra, siguieron al hecho de que Stalin hubiese aniquilado a tantos comandantes del ejército y comisarios políticos entre 1937 y 1941. Durante los años de represión, sufrieron numerosos núcleos del Comando Militar, comenzando literalmente desde el nivel del comandante de batallón y compañía hasta llegar a los más altos niveles de la jerarquía militar; durante ese tiempo los núcleos de jefes que habían adquirido experiencia militar en España y en Extremo Oriente, fueron liquidados casi completamente.
La política de persecuciones en gran escala contra los núcleos militares minó la disciplina militar, porque durante varios años oficiales de todos los rangos y aun soldados del Partido y del Komsomol debían, en sus respectivas células, desenmascarar a sus superiores como a enemigos ocultos. (Agitación en la sala).
Es lógico que esto influyera en forma negativa sobre la disciplina militar en el período inicial de la guerra. Uds. saben que teníamos antes de la guerra excelentes mandos, cuya lealtad al Partido y a la patria era indudable. Baste con decir que aquellos que lograron sobrevivir, a pesar de las torturas que debieron soportar en las prisiones, demostraron ser desde los primeros días de la guerra, verdaderos patriotas y que pelearon heroicamente por la gloria de nuestro país. Pienso en estos momentos en camaradas como Rokossovsky (que, como se sabe, había estado preso), Gorbatov, Meretskov (que es un delegado en el presente Congreso), Poklas (que fué un excelente comandante y que pereció en el frente), y muchos, muchos otros. No obstante, numerosos comandantes de este temple perecieron en campos y prisiones y el Ejército no volvió a verlos más. Fueron éstas las causas de la situación que se produjo al comienzo de la guerra y que tanto hizo peligrar a la patria, No sería correcto olvidar que después de los primeros severos desastres en el frente, Stalin pensó que se estaba ante el fin. En uno de sus discursos de esos días dijo: « Todo aquello que Lenin creó, se ha perdido para siempre».
Después de esto, por un buen tiempo, Stalin se alejó de la dirección de las operaciones militares y se dedicó a no hacer nada. Volvió a asumir la dirección activa sólo cuando el Politburó lo visitó para decirle que era necesario tomar ciertas medidas para mejorar la, situación en el frente. Por lo tanto, la amenazadora situación que se cernió sobre la nación en el primer período de la guerra, fue consecuencia de métodos erróneos empleados por Stalin mismo.
No hablamos, sin embargo, solamente de los momentos en que la guerra se iniciaba, cuando la desorganización de nuestros ejércitos trajo como consecuencia severas pérdidas. Meses después, la histeria y el nerviosismo de Stalin le impulsaron a intervenir en las operaciones militares, causando serios daños al ejército. Stalin estaba lejos de comprender lo que acontecía en el frente. Esto era natural, porque durante toda la guerra patriótica nunca visitó ningún sector del frente, ni ciudad liberada alguna, salvo una breve excursión hacia Mozhaisk cuando la situación allí se había estabilizado. A este incidente se han dedicado muchas obras literarias saturadas de fantasía y también muchos cuadros. Simultáneamente, Stalin se estaba entrometiendo en las operaciones y dictando órdenes que no tomaban en cuenta la situación real en un sector determinado del frente y que no podían sino culminar en grandes pérdidas humanas.
Me permitiré en esta ocasión hacer resaltar un hecho característico que ilustra cómo Stalin dirigía las operaciones del frente. Está presente en este Congreso el Mariscal Bagramyan, que fue en un tiempo jefe de operaciones del Cuartel General del frente sud-occidental y que podrá confirmar lo que les digo. Cuando surgió una situación extremadamente seria en la región de Jarkov, él había decidido correctamente suprimir una operación cuyo objetivo era rodear Jarkov, porque la situación real en ese momento hacía pensar que podrían producirse consecuencias fatales si se continuaba la operación. Informamos de esto a Stalin haciéndole ver que la situación exigía cambios en el plan de operaciones para evitar que el enemigo liquidara una concentración considerable de nuestro ejército. Stalin, desafiando el sentido común, ignoró nuestras sugestiones y ordenó que se continuara la operación destinada a rodear Jarkov, a pesar del hecho de que en ese instante muchas concentraciones del ejército se encontraban amenazadas y podían ser rodeadas y liquidadas. Llamé por teléfono a Vasilevsky, entonces jefe del Estado Mayor, y le rogué en estos términos: «Alejandro Mikhailovich, lleve un mapa (Vasilevsky se encuentra ahora con nosotros) y muéstrele al camarada Stalin la situación que se ha desarrollado». Haremos notar que Stalin planeaba las operaciones en un globo terráqueo. (Animación en la sala). Sí, camaradas, usaba un mapamundi esférico para trazar las líneas de los diverso, frentes. Yo le dije al camarada Vasilevsky: «Muéstrele la situación en el mapa, ya que en la presente encrucijada no podemos continuar la operación concebida. La antigua decisión debe cambiarse por razones muy justificadas». Vasilevsky me respondió diciendo que Stalin ya había estudiado el problema y que él, Vasilevsky, no volvería a tratar el asunto otra vez con Stalin porque éste no quería oír nuevos argumentos acerca de esta operación. Después de esta conversación con Vasilevsky, telefoneé a Stalin a su villa, pero Stalin no contestó al teléfono, sino Malenkov. Le dije al camarada Malenkov que llamaba desde el frente y que debía conversar personalmente con Stalin. Stalin me informó, a través de Malenkov, que yo tenía que conversar con Malenkov.
Por segunda vez insistí que deseaba informar personalmente a Stalin de la grave situación que había surgido para nosotros en el frente. Pero Stalin no consideró conveniente acercarse al teléfono y declaró que debía hablar a través de Malenkov, aunque se hallaba a unos pocos pasos del aparato. Después de que escuchara así, indirectamente, lo que solicitábamos, Stalin respondió : «Que todo quede tal cual está». ¿Y cuál fue el resultado de esta decisión? Lo peor que ya nos habíamos imaginado. Los alemanes rodearon las concentraciones de nuestros ejércitos y como consecuencia de ello perdimos cientos de miles de soldados. He ahí una muestra del genio militar de Stalin y de lo que él nos costó. (Inquietud en la sala). En una ocasión, después de la guerra, durante una reunión con Stalin y los miembros del Politburó, Anastasio Mikoyan mencionó que Krutchev parecía haber tenido la razón cuando telefoneó acerca de la operación de Jharkov y que era desafortunado el hecho de que sus sugestiones no se hubiesen aceptado. ¡No pueden imaginarse la furia de Stalin! ¡Cómo era posible que no se reconociera que él, Stalin, había tenido razón! Él era, al fin y al cabo, un genio y un genio no puede equivocarse.
Todos pueden errar pero Stalin consideraba que él nunca erraba, que él siempre tenía la razón. Nunca reconoció ante nadie que él se hubiese equivocado jamás ni en la menor cosa, a pesar del hecho de que no fueron pocos sus errores en cuanto a las actividades teóricas y prácticas. Después del Congreso del Partido es posible que tengamos que revalorar muchas de las operaciones militares de la guerra para, presentarlas en su perspectiva debida. Las tácticas que insistió en imponer Stalin sin conocer la esencia de la conducta de las operaciones militares nos costaron mucha sangre. Los militares saben que aún a fines de 1941 Stalin seguía insistiendo en grandes ataques frontales y en la captura de aldea tras aldea en vez de aprobar operaciones envolventes que permitiesen penetrar en el campo enemigo por la retaguardia. Por esta razón sufrimos muchas bajas hasta que nuestros generales, sobre cuyas espaldas descansaba el peso de la conducción de la guerra, lograron cambiar la situación y pasar a un tipo de operaciones más flexibles, que inmediatamente produjo en los frentes serios cambios muy favorables a nosotros.
Más vergonzoso aún es el hecho de que después de nuestra gran victoria sobre el enemigo, que tanto nos costó, Stalin comenzase a degradar a muchos de los comandantes que más contribuyeron a lograr esa victoria y sólo porque Stalin no deseaba que se honrara a nadie, salvo a él, por los éxitos logrados en el frente.
Stalin tenía gran interés por conocer la apreciación que merecía el camarada Jukov (ahora ministro de Defensa) como jefe militar y me pidió con frecuencia mi opinión sobre Jukov, yo le dije: «He conocido a Jukov mucho tiempo; es un buen general y un buen jefe militar. Después de la guerra, Stalin comenzó a contar una serie de cuentos absurdos acerca de Jukov, entre ellos el siguiente:
«Uds. alaban a Jukov, pero no lo merece. Se dice que antes de cada operación en el frente, Jukov hacía lo siguiente: Cogía un puñado de tierra y lo olía y luego decía: «Podemos comenzar el ataque», o lo contrario, «la operación planeada no puede realizarse». Yo le dije en una ocasión: «Camarada Stalin: no sé quién habrá inventado eso, pero no es cierto».
Es posible que el camarada Stalin inventase estos cuentos con el objeto de quitar importancia al papel militar y al talento del mariscal Jukov. En este sentido, Stalin utilizó mucha energía para popularizarse él mismo como un gran líder; recurrió a todos los medios posibles para convencer al pueblo de que todas las victorias ganadas por la nación soviética durante la guerra patriótica eran consecuencia de su coraje, su intrepidez y su genio. Del mismo modo que Kuzma Kryuehkov (un cosaco famoso que realizó notables actos de heroísmo contra los alemanes), él vestía a siete con un solo traje al mismo tiempo. (Animación en la sala).
Con este mismo espíritu consideramos por un instante nuestras películas históricas y militares y algunas de nuestras creaciones literarias. Ellas nos causan náuseas. Su verdadero objetivo es alabar el genio militar de Stalin. Recordemos la película «La caída de Berlín». En ella, Stalin actúa, da órdenes en un salón, en el cual hay muchas sillas vacías y sólo se le acerca un hombre, y éste para informarle de algo -se trata de Poskrebyshev, su leal escudero- (Risa en la sala).
¿Y qué hay del mando militar? ¿Del Politburó? ¿Del gobierno? ¿Qué hacen ellos y do qué se ocupan? En la película, sencillamente, no aparecen. Stalin obra por todos, no cuenta con nadie, no se hace asesorar. Al menos, todo se le muestra al país bajo esta luz falsa. ¿Por qué? Con el objeto de rodear a Stalin de una gloria que contradicen los hechos y que no corresponde a la verdad histórica. En vano nos preguntamos: ¿Dónde están los militares que soportaron el peso de la guerra? La película no los muestra; estando Stalin ahí, no hay cabida para nadie. Pero no fue Stalin, sino el Partido como entidad, el gobierno soviético, nuestro heroico ejército, sus inteligentes jefes y sus valientes soldados, toda la nación soviética, los que aseguraron la victoria en la guerra patriótica. (Tempestuosos y prolongados aplausos).
El papel principal y el mérito principal por la duradera victoria conseguida en la guerra pertenecen a nuestro Partido Comunista, a nuestras fuerzas armadas, y a las decenas de millones de personas que forman el pueblo soviético y que el Partido alentó. (Aplausos atronadores y prolongados).
DEPORTACIÓN DE NACIONES ENTERAS
Camaradas, examinemos otros hechos. La Unión Soviética se considera con justicia el modelo de un Estado multinacional, porque hemos asegurado en la práctica la igualdad y la amistad de todas las naciones que conviven en nuestra tierra. Tanto más monstruosos, por eso, son los actos cuyo iniciador fue Stalin y que constituyen una vil violación de los principios básicos de la política nacional del Estado soviético, tal cual la enunció Lenin. Aludimos a las deportaciones en masa, que alejaron de su tierra natal a naciones enteras junto con todos los comunistas sin excepción alguna. Estas deportaciones no podían justificarse por consideraciones de orden militar.
Así, ya a fines de 1943, cuando se quebró el frente de la Unión Soviética, se tomó y puso en ejecución una decisión referente a la deportación de todos los Karachai de las tierras en que vivían. En el mismo período, a fines de diciembre de 1943, corrió la misma suerte toda la población de la República autónoma Kalmyk. En marzo de 1944, se deportaron todos los Chechen y los Inkush y se liquidó la República Autónoma Chechen-Inkush.
En abril de 1944, fueron deportados todos los balkars a regiones lejanas del territorio de la República Autónoma Kabardyno-Balkar y a la república misma se le cambió el nombre por República Autónoma Kabardinia. Los ucranianos se salvaron de correr esta suerte solamente porque eran muchos y no había ningún lugar a donde deportarlos. De lo contrario, también se les habría deportado. (Risas y animación en la sala).
Ningún marxista-leninista ni ninguna persona de sentido común puede comprender cómo se puede responsabilizar, por actividades hostiles, a naciones enteras, incluyendo a mujeres, niños y gente de edad, comunistas y komsomols y cómo se puede deportar a tanta gente y exponerla a la miseria y sufrimiento por actos hostiles de individuos o grupos de personas.
Después del fin de la guerra patriótica, la nación soviética daba realce con orgullo a las magníficas victorias ganadas con grandes sacrificios y tremendos esfuerzos. El país pasó por un período de entusiasmo político. El Partido salió de la guerra unido como nunca. En la hoguera de la guerra se templaron los núcleos del Partido. En estas condiciones, nadie podía haber siquiera pensado en la posibilidad de una conspiración dentro del Partido.
Y fue precisamente en ese tiempo que surgió el llamado «affaire de Leningrado» que, como lo hemos probado ahora, fue fabricado. Entre los que inocentemente perdieron la vida por este «affaire», se cuentan los camaradas Voznesensky, Kuznetsov, Rodionov; Popkov y otros.
Voznesensky fue, como miembro del Politburó, el principal planificador. Desapareció en 1949 y se sabe, ahora que fue fusilado. Como se sabe, Voznesensky y Kuznetsov fueron líderes inteligentes y eminentes. Colaboraron con Stalin muy de cerca en un tiempo. Basta mencionar que Stalin hizo a Vosnesensky primer adjunto del presidente del Consejo de Ministros y Kuznetsov fue elegido secretario del Comité Central. El hecho mismo de que Stalin encargara a Kuznetsov la supervigilancia de los organismos de seguridad del Estado muestra la confianza de que gozaba.
¿Cómo sucedió que estas personas fueran señaladas como enemigas del pueblo y liquidadas? Los hechos han comprobado que el «Affaire de Leningrado» también fue el resultado de una actitud tendenciosa y obstinada contra los núcleos del Partido.
Si la situación hubiese sido normal en el Comité Central del Partido y en el Politburó del C.C., asuntos de esta naturaleza se habrían examinado ahí de acuerdo con la práctica del Partido, y se habrían valorado todos los hechos pertinentes, de modo que ni este “affaire” ni ningún otro semejante habría ocurrido.
LOS CRÍMENES DE LA POSTGUERRA
Debemos declarar que, después de la guerra, la situación se complicó más. Stalin se volvió más caprichoso aún, más irritable y brutal; aumentó considerablemente su desconfianza. Su manía de persecución alcanzó dimensiones increíbles. Muchos trabajadores se transformaban en enemigos suyos ante sus propios ojos. Después de la guerra. Stalin se separó aún más de la colectividad. Todo lo decidía él solo, sin ninguna consideración por nadie ni por nada.
Esta increíble desconfianza fue hábilmente aprovechada por el provocador, abyecto y vil enemigo Beria, que había asesinado a miles de comunistas y soviéticos leales. El ascenso de Voznesensky y Kuznetsov alarmó a Beria. Ahora hemos comprobado que fue precisamente Beria quien sugirió a Stalin la fabricación, por él y sus confidentes, de material en forma de declaraciones y cartas anónimas, y en forma de diversos rumores y conversaciones.
El C.C. ha examinado este llamado «Affaire de Leningrado», personas que sufrieron inocentemente han sido rehabilitadas y las gloriosas organizaciones del Partido de Leningrado han reconquistado su honor. Abakumov y otros, que habían fabricado este «affaire» fueron puestos a disposición de los tribunales y se les procesó en Leningrado condenándoseles porque lo merecían.
Surge esta pregunta: ¿Por qué causa vemos sólo ahora la verdad de este asunto, y por qué no hicimos algo antes, durante la vida de Stalin, por evitar la pérdida de vidas inocentes? Fue porque Stalin personalmente supervigiló el «Affaire de Leningrado» y la mayoría de los miembros del Politburó no conocían, en ese tiempo, las circunstancias de este asunto y, por lo tanto, no podían intervenir.
Cuando Stalin recibió cierto material de Beria y Abakumov, sin examinar este difamatorio material, ordenó una investigación del «affaire» de Voznesensky y Kuznetsov. Con esto se selló su destino.
Igualmente instructivo es el caso de la organización nacionalista Mingrelian, que existía, supuestamente, en Georgia. Como se sabe, el C.C. del Partido Comunista de la Unión Soviética tomó acuerdos referentes a este asunto en noviembre de 1951 y en marzo de 1952. Estos acuerdos se tomaron sin previa discusión con el Politburó. Stalin personalmente los había redactado. Ellos contenían serias acusaciones contra muchos comunistas leales. Sobre la base de documentos falsificados, se probó que existía en Georgia una supuesta organización nacionalista cuyo objeto era la liquidación del poder soviético en esa república con la ayuda de poderes imperialistas.
En relación a esto fueron arrestados en Georgia muchos miembros responsables del Partido y del Soviet. Posteriormente se probó que ésta fue una calumnia dirigida contra la organización del Partido de Georgia.
Sabemos que se han producido algunas veces manifestaciones locales de tipo nacionalista burgués en Georgia, como en diversas otras repúblicas. Hemos de preguntarnos: ¿Sería posible que durante el período en el cual se tomaron las resoluciones a que se ha hecho referencia más arriba, las tendencias nacionalistas crecieran tanto que existiera el peligro de que Georgia abandonara la Unión Soviética y se uniera a Turquía? (Animación en la sala. Risa).
Esto es, naturalmente, un disparate. Es imposible imaginarse cómo estas suposiciones pudieron caber en la mente de nadie. Todos saben cómo Georgia se ha desarrollado económica y culturalmente bajo el gobierno de los Soviets.
La producción industrial de la República de Georgia es 27 veces mayor de lo que era antes de la revolución. Muchas nuevas industrias han surgido en Georgia que no existían antes de la revolución: una fundición de hierro, una industria petrolera, una industria constructora de maquinarias, etc. Hace tiempo que ha desaparecido el analfabetismo que, en la Georgia prerrevolucionaria, abarcaba al 78 % de la población.
¿Podrían los georgianos, al comparar la situación de su república con la dura situación por la cual atraviesan las masas trabajadoras de Turquía, aspirar a unirse a Turquía? En 1955, Georgia produjo 18 veces más acero por persona que Turquía. Georgia produce nueve veces más energía eléctrica por persona que Turquía. De acuerdo con el censo disponible de 1950, el 65 % de la población total de Turquía es analfabeto, y de las mujeres, el 80 % son analfabetas. Georgia tiene 19 instituciones de altos estudios con aproximadamente 39.000 habitantes. La prosperidad de la clase trabajadora ha aumentado considerablemente en Georgia bajo el gobierno soviético.
Es claro que a medida que se desarrollaron la economía: y la cultura y a medida que crece la conciencia socialista de las masas trabajadoras en Georgia se desvanece la fuente de la cual extrae sus fuerzas el nacionalismo burgués.
Resultó finalmente que no había organización nacionalista alguna en Georgia. Sin embargo, hubo miles de víctimas inocentes a causa de medidas caprichosas y desordenadas. Todo esto sucedió bajo el gobierno «genial» de Stalin, «el gran hijo de la nación georgiana», como llaman a Stalin los georgianos. (Animación en la sala).
Lo caprichoso y obstinado que era Stalin se notaba no sólo en sus decisiones referentes a la vida interna del país, sino también en las relaciones internacionales de la Unión Soviética.
El Pleno de julio de C.C. estudió en detalle las razones del desarrollo del conflicto con Yugoslavia. Fué vergonzoso el papel que Stalin desempeñó en esto. El asunto yugoslavo no surgía de problema alguno que no se pudiese resolver por medio de discusiones entre camaradas. No existía base alguna de importancia que justificara este conflicto. La ruptura de relaciones con este país pudo evitarse. Esto no quiere decir, sin embargo, que los líderes yugoslavos no hubiesen errado o fuesen perfectos. Pero estos errores y defectos los exageró en forma monstruosa Stalin, por lo cual se produjo la ruptura de relaciones con un país amigo.
Recuerdo los primeros días del conflicto entre la Unión Soviética y Yugoslavia y como se infló artificialmente. Una vez, cuando vine de Kiev a Moscú, fui invitado a visitar a Stalin, quien, mostrándome la copia de una carta enviada hacía poco a Tito, me preguntó: «¿Ha leído Ud. esto?»
Sin esperar mi respuesta, me contestó: «Moveré el dedo meñique y Tito dejará de existir. Caerá». Hemos pagado muy caro ese movimiento de su dedo meñique. Esa afirmación de Stalin era un reflejo de su manía de grandeza, y lo cierto es que siempre actuaba así. «Moveré mi dedo meñique y desaparecerá Kossier», «moveré otra vez mi dedo meñique y desaparecerán Postyshev y Chubar», «moveré otra vez mi dedo meñique y ahora desaparecerán Voznesensky y Kuznetsov».
Pero esto no sucedió con Tito. Por más que moviera su dedo meñique o aun todos los dedos de la mano, Tito no caía. ¿Por qué? La razón es que en este desacuerdo con los camaradas yugoslavos, Tito contaba con el respaldo de un pueblo y de un Estado que se habían templado en una lucha por la libertad y por su independencia y que apoyaban totalmente a sus jefes. Uds. ven a qué extremos llegó Stalin debido a su manía de grandeza. Había perdido todo sentido de la realidad, de tal modo que demostraba su altivez y su suspicacia no sólo en su trato con el pueblo de la URSS, sino también en su trato, con partidos y con naciones. Hemos reexaminado cuidadosamente el caso de Yugoslavia y hemos encontrado una solución adecuada, que es aceptable para los pueblos de la Unión Soviética y de Yugoslavia, como también para todas las democracias populares y los elementos progresivos de toda la humanidad. La solución de nuestras relaciones anormales con Yugoslavia convenía a los intereses de todo el mundo socialista, puesto que fortalece la paz en el mundo.
Recordemos también el asunto del complot de los médicos. (Animación en la sala.) Lo cierto es que no existió tal complot y que la única prueba de él la constituyó una declaración hecha por la doctora Timashuk, que seguramente había recibido órdenes de alguien o sugestiones (al fin o al cabo era una colaboradora no oficial de los organismos de seguridad del Estado) para que escribiera una carta a Stalin, estableciendo que los doctores le sometían a tratamientos médicos impropios. A Stalin, una carta así le bastaba para llegar a la conclusión de que los médicos de la Unión Soviética complotaban. Emitió órdenes de detención en contra de eminentes especialistas soviéticos. Dirigió personalmente las investigaciones y estableció el método a usar en los interrogatorios. Dijo que había que encadenar al académico Vinogradov y que otros debían ser flagelados. Se halla presente en este Congreso, como delegado, el camarada Ignatiev, antes ministro de Seguridad del Estado. Stalin le dijo a él bruscamente: «Si no obtienes confesiones de los médicos, rebajaremos tu altura en una cabeza». (Tumulto en la sala).
Stalin llamó personalmente al juez a cargo de la investigación para darle instrucciones acerca de los métodos que debía emplear; la fórmula era simple: ¡Torturar, torturar!
Poco después de la detención de los médicos, nosotros -los miembros del Politburó- recibimos los protocolos que contenían sus confesiones. Después de distribuir estos protocolos, Stalin nos dijo: «Uds. son gatitos; ¿qué les sucederá sin mí? El país perecerá porque ustedes no saben reconocer a sus enemigos».
El caso se presentaba de tal manera que era imposible verificar los hechos en los cuales se basaba la investigación. No era posible tratar de confirmar las acusaciones estableciendo contacto con los acusados que habían confesado su culpa. Nos parecía, sin embargo, que este caso era dudoso. Conocíamos a algunas de estas personas, porque las habíamos consultado. Después de la muerte de Stalin, estudiamos los cargos y descubrimos que se habían inventado de principio a fin. Este caso ignominioso fue gestado por Stalin; no tuvo, sin embargo, tiempo para concluirlo tal cual lo había concebido y ésta es la razón por la cual estos médicos todavía viven. Ahora se les ha rehabilitado a todos y trabajan donde siempre habían trabajado.
STALIN Y BERIA
En la organización de todos estos «casos vergonzosos» desempeñó un papel bajísimo un rabioso enemigo de nuestro Partido y agente del Servicio de Inteligencia de una nación extranjera -Beria- quien había ganado la confianza de Stalin. ¿De qué manera pudo este agitador lograr una posición tan destacada en el Partido y en el Estado hasta llegar a ocupar el cargo de vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética y miembro del Politburó del C.C.? Se ha establecido que este villano trepó a los más altos cargos del Gobierno por una escalera formada por innumerables cadáveres.
¿Existían indicios de que Beria fuese un enemigo del Partido? Sí, los había. Ya en el Pleno del Comité Central, celebrado en 1937, el entonces Comisario del Pueblo de Sanidad, Kaminsky, dijo que Beria trabajaba para el Servicio de Inteligencia Mussavat. Pero apenas terminó el Pleno del C.C., se detuvo a Kaminsky y se le fusiló. ¿Había examinado Stalin las aseveraciones de Kaminsky? No, porque Stalin creía en Beria y eso le bastaba. Y cuando Stalin creía en una persona o en alguna cosa, entonces nadie podía decir nada que contradijese su opinión. Quien se atreviera a oponérsele, era liquidado en la misma forma en que lo fue Kaminsky. También existían otros indicios. Las declaraciones hechas al C.C. del Partido por el camarada Snegov y que son interesantes. (Snegov, funcionario de la organización del Partido en la región caucásica, ha sido rehabilitado recientemente, después de haber estado preso durante diecisiete años. Kartvelishvili, que se menciona abajo, fue liquidado en 1931). La declaración de Snegov dice: «En relación con la propuesta rehabilitación del antiguo miembro del C.C., Kartvelishvili Lavryentiv, he puesto en manos del representante del Comité de Seguridad del Estado un estudio detallado que se refiere a la intervención de Beria en la deposición de Kartvelishvili y que elucida los criminales motivos que llevaron a Beria a actuar como lo hizo. En mi opinión, es indispensable recordar un hecho importante referente a este caso y hacerlo llegar al C.C., ya que no consideré propio incluirlo en el documento de la investigación, y es el siguiente:
El 30 de octubre de 1931, en una sesión del Buró de Organización del C.C., Kartvelishvili, siendo secretario del Comité Transcaucásico, presentó un informe. Estaban presentes todos los miembros del Comité. Hoy soy yo el único que vive de todos ellos. Durante esta sesión, Stalin propuso, en un discurso referente a la organización del Secretariado Transcaucásico, lo siguiente: Primer Secretario, Kartvelishvili; Segundo Secretario, Beria. (Esta es la primera vez en la historia del Partido que el nombre de Beria aparece mencionado como candidato a un puesto de funcionario). Kartvelishvili contestó diciendo que conocía a Beria muy bien y que por esta razón se negaba categóricamente a trabajar junto a él. Stalin propuso entonces que este asunto quedara en suspenso y que se resolviera en el proceso del trabajo. Dos días después se acordó que Beria recibiría el nombramiento y que se deportaría de Transcaucasia a Kartvelishvili. Este hecho lo pueden confirmar los camaradas Mikoyan y Kaganovich que se hallan presentes en la sesión.
La larga enemistad entre Kartvelishvili y Beria se conocía; data del tiempo en que el camarada Sergo participaba activamente en los asuntos transcaucásicos. (Kartvelishvili era el más íntimo colaborador de Sergo). Esa enemistad impulsó a Beria a fabricar una acusación contra Kartvelishvili. Es digno de notarse que el caso de Kartvelishvili contiene una acusación de terrorismo realizada por él contra Bería. La posterior acusación contra Beria discute muchos de sus crímenes. Debemos recordar algunos, especialmente debido a que es posible que no todos los delegados a este Congreso hayan leído el documento. Deseo recordar la forma bestial en que Beria manejó los casos de Kedrov, Golubiev y la madre adoptiva de Golubiev, Baturina, personas que querían informar al C.C. respecto a las viles actividades de Beria. Se les fusiló sin previo juicio y se les condenó después de muertos.
He aquí lo que el camarada Kedrov escribió al C.C. a través del camarada Andreyev (Andreyev era entonces secretario del C.C.; Kedrov, amigo personal de Lenin, fue liquidado en la gran purga)
«Apelo a su ayuda desde una oscura celda en la prisión de Lefortorsky. Que mi grito de horror llegue a sus oídos; escúcheme, tómeme bajo su protección y aleje de mí la pesadilla de los interrogatorios y pruebe que todo es un error. Sufro siendo inocente, créame. El tiempo confirmará que digo la verdad; no soy un agente provocador de la policía secreta del Zar; no soy un espía; no soy miembro de una organización anti-soviética, de lo cual se me acusa en las viles denuncias. No soy culpable de crimen alguno contra el Partido ni contra el Gobierno. Soy un viejo bolchevique, limpio de toda mancha; he luchado honradamente durante cuarenta años dentro de las filas del Partido por el bien y la prosperidad de la nación...
Hoy tengo 62 años de edad y me siguen amenazando los jueces con torturas degradantes y severas. Ellos ya no son capaces de reconocer su error, de darse cuenta de que la forma en que están llevando mi caso es ilegal en todo sentido. Tratan de justificar sus acciones imaginándose que soy un rabioso enemigo del Partido. Soy inocente y no hay nada que pueda desviar a un hijo del Partido y transformarlo en un enemigo, ni aún en el momento de la muerte,
Estoy en una encrucijada; no hay manera de que yo pueda desviar los rudos golpes que se me lanzan encima. No obstante, todo tiene su limite. Se me ha torturado hasta el extremo. Se ha quebrantado mi salud y desfallecen mis fuerzas y mi energía. Se acerca mi fin. ¡ Morir en una prisión soviética, acusado de ser un vil traidor a la patria; ¡algo más monstruoso no puede sucederle a un hombre honrado! ¡Y cuán monstruoso es todo esto! Una amargura y un dolor indecibles oprimen mi corazón. ¡No, no. Esto no sucederá; esto no ha de ser! Ni el Partido ni el Gobierno soviético ni el Comisario del Pueblo, L. P. Beria, pueden permitir una injusticia tan cruel e irreparable. Estoy convencido de que si se me sometiese a un interrogatorio tranquilo, sin torturas feroces, sin ira, se demostraría fácilmente que las acusaciones no tienen base. Creo sinceramente que la verdad y la justicia triunfarán. ¡Lo creo, lo creo!»
El Colegio militar reconoció inocente al viejo bolchevique, camarada Kedrov. A pesar de ésto, fue fusilado por orden de Beria. (Indignación en la sala.) Beria también trató cruelmente a la familia del camarada Ordjonikidze. ¿Por qué? Porque Ordjhonikidze había intentado impedir que Beria llevase a cabo sus planes funestos. Beria había eliminado de su camino a todas las personas que podían oponérsele. Ordjhonikidze fue siempre un adversario de Beria y se lo dijo a Stalin, quien, en vez de examinar el asunto y de tomar medidas apropiadas, permitió la liquidación de los hermanos de Ordjhonikidze por lo cual finalmente se suicidó el camarada. (Indignación en la sala).
El Comité Central desenmascaró a Beria poco después de la muerte de Stalin. Como resultado de un proceso legal muy detallado, se estableció que Beria había cometido crímenes monstruosos y por ellos fue fusilado. ¿Hemos de preguntarnos por qué Beria que había liquidado a decenas de millares de trabajadores del Partido y del Soviet, no fue desenmascarado en la vida de Stalin? No fue desenmascarado antes porque se servía con mucha habilidad de las debilidades de Stalin despertándole sospechas ayudaba a Stalin en todo y, además, siempre lo apoyaba.