¿Es ENAP una empresa estratégica?
Área Energía & Medio Ambiente, Instituto Igualdad de Chile
9 de diciembre de 2009
Para una gran mayoría de los chilenos, con un mínimo de conocimiento de la situación energética mundial y del petróleo en particular, la respuesta a la pregunta que da título a este artículo no merecería mayores disquisiciones y la respuesta sería afirmativa.
Pero, no lo es así para todos, como queda reflejado en una editorial del Mercurio del 29 de noviembre llamada “Reforma y capitalización de ENAP” en la cual se puede leer lo siguiente, y en cual se insiste en que dicha empresa no tendría para el país un carácter estratégico: “...esta última (se refiere a ENAP), no produce petróleo y su negocio principal es la refinería, que no tiene carácter estratégico alguno (tampoco lo tiene necesariamente la producción de petróleo)...” . Si cabe alguna duda sobre las intenciones finales hacia adonde se enrumba la editorial basta leer el siguiente párrafo: “...Si en el futuro la empresa requiriese nuevos aportes de capital, el Estado podría evaluar si contribuye a ello o diluye su participación.”
La editorial se centra en la necesidad de la reforma del gobierno corporativo de ENAP y propicia que el financiamiento adicional de la empresa debiera obtenerlo mediante la emisión de acciones, constituyéndose de esta manera una sociedad anónima, en que el Estado tendría, por ahora, el control de la empresa (no necesariamente así a futuro).
Volviendo a la pregunta inicial, lo primero que vale la pena recordar es el papel estratégico que cumplió ENAP cuando lideró el proyecto GNL y cuando frente al corte del gas argentino, tomó la responsabilidad de proveer, a todo evento, todo el diesel que se requería para abastecer las centrales térmicas. Claro que esto tuvo un costo para ENAP y el país, el que fue alto pero mucho menor que la interrupción del suministro eléctrico. Al costo económico se debe agregar las críticas injustas a que fue sometida y sigue siendo sometida ENAP, por el déficit financiero producido, sin consideración a las circunstancias en que este ocurrió.
Hasta aquí dos ejemplos recientes que muestran la importancia estratégica de ENAP.
Veamos que sucede en el terreno internacional con las empresa petrolera estatales (NOC, National Oil Companies, como se designan en inglés). Dice el experto en geopolítica de la energía, Michael T. KLare, en el libro “Países Sedientos Recursos Menguantes” (1), página 34: Una expresión impresionante de esta reordenación mundial es el grado en que la propiedad de las reservas vírgenes de petróleo se concentra en manos de las empresas petroleras nacionales (NOC). Algunos ejemplos destacados incluyen las empresas titánicas como Saudi Aramco, la National Iranian Oil Company y Petróleos de Venezuela S. A. (PdVSA), que son propiedad exclusiva o casi absoluta de sus Gobiernos. Hasta hace poco, la mayoría de las reservas petrolíferas mundiales estaban controladas por grandes compañías energéticas occidentales, como Exxon Mobil, Chevron, British Petroleum (ahora llamada BP), Royal Dutch Shell y TotalFinaElf (hoy llamada Total S. A.), francesa. Hoy día, esas empresas cada vez están más a la sombra de las NOC, que incluyen nueve de los diez máximos poseedores de reservas petrolíferas del mundo. Juntas, las compañías petroleras nacionales (incluyendo las empresas controladas por el Estado ruso que permiten cierta participación de empresas de energía occidentales) supervisan un 81 por ciento aproximado de todas las reservas conocidas de petróleo; esto constituye una enorme fuente de poder latente para los Estados que las controlen".
De las 15 compañías petroleras más importantes sólo dos no son estatales. Según la magnitud de sus reservas, la primera empresa no estatal que aparece en el lugar 9, es Lukoil de Rusia, que tiene fuerte influencia gubernamental y en el lugar 15 aparece Chevron de EE.UU. En este sentido, ha surgido un nuevo orden internacional en el negocio del petróleo, en que ya no es indispensable tener abundantes reservas en su propio territorio, para ser una empresa petrolera. Así lo pensaron quienes en 1990 crearon SIPETROL, la filial internacional de ENAP.
Esta filial fue fundada, con el propósito de desarrollar actividades de exploración y producción de hidrocarburos fuera de Chile, aprovechando el know how de sus equipos de profesionales y técnicos, en la búsqueda de nuevas oportunidades de negocios en el exterior.
Actualmente esta filial realiza actividades productivas en Argentina, Ecuador y Egipto. Además controla la concesión de un bloque petrolero (Mehr) en Irán. La misma idea pero en una escala inmensamente mayor es la que desarrollan las empresas chinas, Petrochina, Sinopec y CNOOC.
China entendió que los hidrocarburos tienen un valor estratégico. Richard Spencer en de The Daily Telegraph (22.2.09), señalaba que “en una conferencia de funcionarios de la Administración Nacional de Energía, acordó considerar el establecimiento de un fondo especial de compañías estatales de China con el fin de comprar empresas de petróleo y gas en el extranjero“.
Pero, la historia comienza mucho antes. Baste recordar el intento de CNOOC (China National Ofshore Oil company), de comprar UNOCAL de EE.UU, en junio de 2005. En esa oportunidad la empresa china hizo una oferta de 18.500 millones de dólares, por esta empresa, que poseía importantes reservas de petróleo y gas natural en EE.UU. y Asia. Por razones estratégicas la oferta fue desestimada en favor de Chevron (aún cuando contradecía los principios de la libre competencia).
Al revés de lo que se plantea en la editorial citada al comienzo, lo que se debería hacer es fortalecer la filial internacional de ENAP, SIPETROL para ir a buscar el petróleo donde este se encuentre, solo o asociados con otras NOC, como ya lo ha venido haciendo. En este sentido cabe destacar las operaciones que ENAP/SIPETROL tienen en el Atlántico sur (Argentina) y en Ecuador.
Frente a la crisis petrolera que se avecina, cuando la economía mundial se recupere y se produzca el desfase, anunciado por muchos expertos, entre la producción y la demanda, es importante el papel que podría jugar ENAP para enfrentarla. Yendo más allá, esta empresa podría impulsar la formación de una “Comunidad del Petróleo y el Gas”, en Sudamérica, como lo fue en el pasado la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que como se sabe fue la base para la posterior unidad política de Europa.
El objetivo de este Tratado es contribuir, gracias al mercado común del carbón y el acero, a la expansión económica, al desarrollo del empleo y a la mejora del nivel de vida... Las instituciones deben velar por el abastecimiento regular del mercado común garantizando un acceso equitativo a los medios de producción, velando por el establecimiento de los precios más bajos y por la mejora de las condiciones laborales. A todo ello debe unirse el desarrollo de los intercambios internacionales y la modernización de la producción.
De cara al establecimiento del mercado común, el Tratado instaura la libre circulación de productos, sin derechos de aduana ni impuestos. Prohíbe las medidas o prácticas discriminatorias, las subvenciones, las ayudas o las cargas especiales del Estado y las prácticas restrictivas.
Emular la experiencia europea con un esfuerzo de integración sudamericano a través del petróleo y el gas, podría ser un importante motor para luego plantearse perspectivas de integración económica y política más amplia en la región.
(1) Klare Michael T., Planeta Sediento Recursos Menguantes. La Nueva Geopolítica de la Energía, Ediciones Urano SA, Barcelona, España, 2008.
Área Energía & Medio Ambiente, Instituto Igualdad de Chile
9 de diciembre de 2009
Para una gran mayoría de los chilenos, con un mínimo de conocimiento de la situación energética mundial y del petróleo en particular, la respuesta a la pregunta que da título a este artículo no merecería mayores disquisiciones y la respuesta sería afirmativa.
Pero, no lo es así para todos, como queda reflejado en una editorial del Mercurio del 29 de noviembre llamada “Reforma y capitalización de ENAP” en la cual se puede leer lo siguiente, y en cual se insiste en que dicha empresa no tendría para el país un carácter estratégico: “...esta última (se refiere a ENAP), no produce petróleo y su negocio principal es la refinería, que no tiene carácter estratégico alguno (tampoco lo tiene necesariamente la producción de petróleo)...” . Si cabe alguna duda sobre las intenciones finales hacia adonde se enrumba la editorial basta leer el siguiente párrafo: “...Si en el futuro la empresa requiriese nuevos aportes de capital, el Estado podría evaluar si contribuye a ello o diluye su participación.”
La editorial se centra en la necesidad de la reforma del gobierno corporativo de ENAP y propicia que el financiamiento adicional de la empresa debiera obtenerlo mediante la emisión de acciones, constituyéndose de esta manera una sociedad anónima, en que el Estado tendría, por ahora, el control de la empresa (no necesariamente así a futuro).
Volviendo a la pregunta inicial, lo primero que vale la pena recordar es el papel estratégico que cumplió ENAP cuando lideró el proyecto GNL y cuando frente al corte del gas argentino, tomó la responsabilidad de proveer, a todo evento, todo el diesel que se requería para abastecer las centrales térmicas. Claro que esto tuvo un costo para ENAP y el país, el que fue alto pero mucho menor que la interrupción del suministro eléctrico. Al costo económico se debe agregar las críticas injustas a que fue sometida y sigue siendo sometida ENAP, por el déficit financiero producido, sin consideración a las circunstancias en que este ocurrió.
Hasta aquí dos ejemplos recientes que muestran la importancia estratégica de ENAP.
Veamos que sucede en el terreno internacional con las empresa petrolera estatales (NOC, National Oil Companies, como se designan en inglés). Dice el experto en geopolítica de la energía, Michael T. KLare, en el libro “Países Sedientos Recursos Menguantes” (1), página 34: Una expresión impresionante de esta reordenación mundial es el grado en que la propiedad de las reservas vírgenes de petróleo se concentra en manos de las empresas petroleras nacionales (NOC). Algunos ejemplos destacados incluyen las empresas titánicas como Saudi Aramco, la National Iranian Oil Company y Petróleos de Venezuela S. A. (PdVSA), que son propiedad exclusiva o casi absoluta de sus Gobiernos. Hasta hace poco, la mayoría de las reservas petrolíferas mundiales estaban controladas por grandes compañías energéticas occidentales, como Exxon Mobil, Chevron, British Petroleum (ahora llamada BP), Royal Dutch Shell y TotalFinaElf (hoy llamada Total S. A.), francesa. Hoy día, esas empresas cada vez están más a la sombra de las NOC, que incluyen nueve de los diez máximos poseedores de reservas petrolíferas del mundo. Juntas, las compañías petroleras nacionales (incluyendo las empresas controladas por el Estado ruso que permiten cierta participación de empresas de energía occidentales) supervisan un 81 por ciento aproximado de todas las reservas conocidas de petróleo; esto constituye una enorme fuente de poder latente para los Estados que las controlen".
De las 15 compañías petroleras más importantes sólo dos no son estatales. Según la magnitud de sus reservas, la primera empresa no estatal que aparece en el lugar 9, es Lukoil de Rusia, que tiene fuerte influencia gubernamental y en el lugar 15 aparece Chevron de EE.UU. En este sentido, ha surgido un nuevo orden internacional en el negocio del petróleo, en que ya no es indispensable tener abundantes reservas en su propio territorio, para ser una empresa petrolera. Así lo pensaron quienes en 1990 crearon SIPETROL, la filial internacional de ENAP.
Esta filial fue fundada, con el propósito de desarrollar actividades de exploración y producción de hidrocarburos fuera de Chile, aprovechando el know how de sus equipos de profesionales y técnicos, en la búsqueda de nuevas oportunidades de negocios en el exterior.
Actualmente esta filial realiza actividades productivas en Argentina, Ecuador y Egipto. Además controla la concesión de un bloque petrolero (Mehr) en Irán. La misma idea pero en una escala inmensamente mayor es la que desarrollan las empresas chinas, Petrochina, Sinopec y CNOOC.
China entendió que los hidrocarburos tienen un valor estratégico. Richard Spencer en de The Daily Telegraph (22.2.09), señalaba que “en una conferencia de funcionarios de la Administración Nacional de Energía, acordó considerar el establecimiento de un fondo especial de compañías estatales de China con el fin de comprar empresas de petróleo y gas en el extranjero“.
Pero, la historia comienza mucho antes. Baste recordar el intento de CNOOC (China National Ofshore Oil company), de comprar UNOCAL de EE.UU, en junio de 2005. En esa oportunidad la empresa china hizo una oferta de 18.500 millones de dólares, por esta empresa, que poseía importantes reservas de petróleo y gas natural en EE.UU. y Asia. Por razones estratégicas la oferta fue desestimada en favor de Chevron (aún cuando contradecía los principios de la libre competencia).
Al revés de lo que se plantea en la editorial citada al comienzo, lo que se debería hacer es fortalecer la filial internacional de ENAP, SIPETROL para ir a buscar el petróleo donde este se encuentre, solo o asociados con otras NOC, como ya lo ha venido haciendo. En este sentido cabe destacar las operaciones que ENAP/SIPETROL tienen en el Atlántico sur (Argentina) y en Ecuador.
Frente a la crisis petrolera que se avecina, cuando la economía mundial se recupere y se produzca el desfase, anunciado por muchos expertos, entre la producción y la demanda, es importante el papel que podría jugar ENAP para enfrentarla. Yendo más allá, esta empresa podría impulsar la formación de una “Comunidad del Petróleo y el Gas”, en Sudamérica, como lo fue en el pasado la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que como se sabe fue la base para la posterior unidad política de Europa.
El objetivo de este Tratado es contribuir, gracias al mercado común del carbón y el acero, a la expansión económica, al desarrollo del empleo y a la mejora del nivel de vida... Las instituciones deben velar por el abastecimiento regular del mercado común garantizando un acceso equitativo a los medios de producción, velando por el establecimiento de los precios más bajos y por la mejora de las condiciones laborales. A todo ello debe unirse el desarrollo de los intercambios internacionales y la modernización de la producción.
De cara al establecimiento del mercado común, el Tratado instaura la libre circulación de productos, sin derechos de aduana ni impuestos. Prohíbe las medidas o prácticas discriminatorias, las subvenciones, las ayudas o las cargas especiales del Estado y las prácticas restrictivas.
Emular la experiencia europea con un esfuerzo de integración sudamericano a través del petróleo y el gas, podría ser un importante motor para luego plantearse perspectivas de integración económica y política más amplia en la región.
(1) Klare Michael T., Planeta Sediento Recursos Menguantes. La Nueva Geopolítica de la Energía, Ediciones Urano SA, Barcelona, España, 2008.