Autores, Personajes y referentes Públicos Néstor Estebenz Nogal
Los referentes públicos suelen girar en torno a todos aquellos nombres que integran de una manera o de otra la vida personal y privada de un sujeto. También la mía a pesar de vivirla de espaldas a la notoriedad y a quiénes participan de esa. Inevitablemente los bombardeos situacionales de los cánones que copan la información pública me hacen víctima propiciatoria y depositaria de algunas informaciones acerca de esos demás públicos a mi pesar. Pero no todos tienen la misma categoría, y dentro de todos los referentes públicos hay distintas velocidades de notoriedad y no es por ella por lo que pueda estar más o menos influenciado. En todo caso, su citación en lugar de seguir los criterios ortodoxos del repaso de fuentes, viene dado por un vínculo biográfico con ella y por la tasación de alguna clase de impacto cognitivo o incluso emocional en algunos pocos casos. Un analizante advertido de sus referentes públicos actúa en desventaja hacía ellos, puesto que es su conocedor mientras no haya la correspondencia de ser conocido por aquellos. Esa asimetría no es salvable. La citación tiene por cuadro expansivo la admiración y siempre el objeto mirado es inconsciente al detalle de todos los agentes que lo admiran aunque pueda percibir la cantidad de esa admiración.
Comparativamente a la lista nominal personal, posiblemente la de referentes públicos vaya por detrás en algunos momentos en cuanto cantidad. No hay que dejarse engañar: la nómina de nombres públicos no personales siempre es superior a la de los nombres personales con lo que se haya establecido un contacto directo y de una cierta confidencialidad. Por ello tampoco hay que extraer conclusiones de que he sido influido más por lo personal y directo que por lo referencial teórico. En todo caso, mi transito en un ámbito así como en otro me lleva a recordar no haber caído en pleitesías seguidistas hacía modelos existenciales de vida de personajes conocidos o modelos teóricos, los suyos.
En un momento dado pude admirar a algunos personajes de la Historia, pero posteriores complementaciones de información de sus biografías perdieron bastante influjo y poder carismático sobre mí. Paralelamente también pude admirar personas que conocí en vivo riguroso y que se destacaron en sus contextos pero con los que una falta de ética personal y también amicalidad traicionada me hicieron meter bajo el felpudo. Esa paralelidad no deja de asombrarme. Los eventos se compaginan en los marcos generales y distintas con los de los marcos pequeños y próximos. Sea como fuere los unos y los otros han marcado mi vida. Y sigo abierto a que me la sigan marcando siempre que sea yo quien ponga los filtros de influencia.
En realidad no tengo en mi nómina cognitiva ningún personaje que crea que es la completud existencial ni por lo que hace a famosos filósofos o políticos ni aún menos por lo que hace a los que he conocido en ámbitos de asociaciones, foros o políticas.
Los aspectos interesantes de algunos siempre necesitan ser complementados por aspectos interesantes de otros. Y con ello he seguido siendo renuente a seguir una enseñanza especifica de un alguien, como un método de referencia del que no apartarse y por el que alumbrarse en el laberinto selvático de las ideas. No tengo nada que ver con las feligresías de buscadores que van en masa a conferencias determinadas o tras nombres insignes para oír sus pláticas como si fueran el maná espiritual. En cambio puedo admirar a quiénes recorren el mundo siguiendo determinadas orquestas, barítonos o directores musicales.
Tanto los autores y referentes públicos admitidos en una especie de galería de aceptaciones y de recursos citables e incluso estimulativos, como aquellos otros convocados como demostrativos de lo que no se debe hacer en un mundo de locuras; cumplen la función de la referencia. Los unos por fragmentos modélicos, los otros, por vacíos consistentes que alternativizar. De hecho la equivocación y los protagonistas del error no dejan de ser maestros de la historia.
A primera vista tener más gente de la públicamente conocida en la cabeza y en el repertorio de evocaciones indica haber viajado más por las arenas culturales y las reflexiones de conjuntos teóricos.
Ante los autores públicos hay que guarecerse de distintas maneras pero en particular ante los famosos de televisión, con abusos de cámara y de pantalla, como verdaderos terroristas de la imagen cuyas substancias están bastante deterioradas y cuyos mensajes son verdaderos bombardeos fétidos a la integridad personal y a la inteligencia pública.
Hay otra clase de referentes públicos sincopados cuya autodosificación a ese nivel es moderada y no ocasiona ningún prejuicio, pudiendo ser recordados incluso más que los abusadores de los espacios referenciales.
Un nombre se convierte en referente público cuando lo qué dice y/o hace es comentado o citado por otros que no tienen porque llegarlo a conocer. Es un autor y/o actor cuya personalidad ha puesto en circulación uno o más datos que me mueven a su recogida o su rechazo.
La vida intelectual es la generación de debate en un trasiego continuo entre lo que unos y otros dicen y en medio de todo piensas y declaras. el flujo pues de gente ponente de afirmaciones e ideas es, afortunadamente, inagotable; y su conocimiento es comparativamente exponencial en relación a los contactos que se puedan hacer de tipo personal dejando la marca de su diferencia. Vuelvo a comparar los unos y los otros por una razón de experiencia práctica: mientras a la personalidad de autor puedes acceder en un concentrado de sus ideas: una conferencia, un artículo o un libro que generalmente exponen en un momento estelar de su pensamiento y lo escuchas, lees o estudias y lo aprendes y te lo llevas contigo, sin tener porque conocer ni aguantar en el terreno personal a su creador/a; no así pasa con las relaciones personales que tal vez requieran de varios encuentros para hacer una adquisición de un saber que deseen traspasar , que puede venir desordenado y del que no siempre son conscientes.
Los unos y los otros forman parte de la lista de los otros, pero los de la nómina pública dejan alguna huella en la memoria general y los de la nómina privada a menudo no pretenden dejar huella ni inventar nada.
Seguiré ordenando notas de esos otros públicos sacados de los libros, las revistas, los documentales, los programas de radio o los periódicos y citaré en la medida en que sean citables y me apoderaré de sus respectivos significante en tanto que puedan significar algo para mí.
Los referentes públicos suelen girar en torno a todos aquellos nombres que integran de una manera o de otra la vida personal y privada de un sujeto. También la mía a pesar de vivirla de espaldas a la notoriedad y a quiénes participan de esa. Inevitablemente los bombardeos situacionales de los cánones que copan la información pública me hacen víctima propiciatoria y depositaria de algunas informaciones acerca de esos demás públicos a mi pesar. Pero no todos tienen la misma categoría, y dentro de todos los referentes públicos hay distintas velocidades de notoriedad y no es por ella por lo que pueda estar más o menos influenciado. En todo caso, su citación en lugar de seguir los criterios ortodoxos del repaso de fuentes, viene dado por un vínculo biográfico con ella y por la tasación de alguna clase de impacto cognitivo o incluso emocional en algunos pocos casos. Un analizante advertido de sus referentes públicos actúa en desventaja hacía ellos, puesto que es su conocedor mientras no haya la correspondencia de ser conocido por aquellos. Esa asimetría no es salvable. La citación tiene por cuadro expansivo la admiración y siempre el objeto mirado es inconsciente al detalle de todos los agentes que lo admiran aunque pueda percibir la cantidad de esa admiración.
Comparativamente a la lista nominal personal, posiblemente la de referentes públicos vaya por detrás en algunos momentos en cuanto cantidad. No hay que dejarse engañar: la nómina de nombres públicos no personales siempre es superior a la de los nombres personales con lo que se haya establecido un contacto directo y de una cierta confidencialidad. Por ello tampoco hay que extraer conclusiones de que he sido influido más por lo personal y directo que por lo referencial teórico. En todo caso, mi transito en un ámbito así como en otro me lleva a recordar no haber caído en pleitesías seguidistas hacía modelos existenciales de vida de personajes conocidos o modelos teóricos, los suyos.
En un momento dado pude admirar a algunos personajes de la Historia, pero posteriores complementaciones de información de sus biografías perdieron bastante influjo y poder carismático sobre mí. Paralelamente también pude admirar personas que conocí en vivo riguroso y que se destacaron en sus contextos pero con los que una falta de ética personal y también amicalidad traicionada me hicieron meter bajo el felpudo. Esa paralelidad no deja de asombrarme. Los eventos se compaginan en los marcos generales y distintas con los de los marcos pequeños y próximos. Sea como fuere los unos y los otros han marcado mi vida. Y sigo abierto a que me la sigan marcando siempre que sea yo quien ponga los filtros de influencia.
En realidad no tengo en mi nómina cognitiva ningún personaje que crea que es la completud existencial ni por lo que hace a famosos filósofos o políticos ni aún menos por lo que hace a los que he conocido en ámbitos de asociaciones, foros o políticas.
Los aspectos interesantes de algunos siempre necesitan ser complementados por aspectos interesantes de otros. Y con ello he seguido siendo renuente a seguir una enseñanza especifica de un alguien, como un método de referencia del que no apartarse y por el que alumbrarse en el laberinto selvático de las ideas. No tengo nada que ver con las feligresías de buscadores que van en masa a conferencias determinadas o tras nombres insignes para oír sus pláticas como si fueran el maná espiritual. En cambio puedo admirar a quiénes recorren el mundo siguiendo determinadas orquestas, barítonos o directores musicales.
Tanto los autores y referentes públicos admitidos en una especie de galería de aceptaciones y de recursos citables e incluso estimulativos, como aquellos otros convocados como demostrativos de lo que no se debe hacer en un mundo de locuras; cumplen la función de la referencia. Los unos por fragmentos modélicos, los otros, por vacíos consistentes que alternativizar. De hecho la equivocación y los protagonistas del error no dejan de ser maestros de la historia.
A primera vista tener más gente de la públicamente conocida en la cabeza y en el repertorio de evocaciones indica haber viajado más por las arenas culturales y las reflexiones de conjuntos teóricos.
Ante los autores públicos hay que guarecerse de distintas maneras pero en particular ante los famosos de televisión, con abusos de cámara y de pantalla, como verdaderos terroristas de la imagen cuyas substancias están bastante deterioradas y cuyos mensajes son verdaderos bombardeos fétidos a la integridad personal y a la inteligencia pública.
Hay otra clase de referentes públicos sincopados cuya autodosificación a ese nivel es moderada y no ocasiona ningún prejuicio, pudiendo ser recordados incluso más que los abusadores de los espacios referenciales.
Un nombre se convierte en referente público cuando lo qué dice y/o hace es comentado o citado por otros que no tienen porque llegarlo a conocer. Es un autor y/o actor cuya personalidad ha puesto en circulación uno o más datos que me mueven a su recogida o su rechazo.
La vida intelectual es la generación de debate en un trasiego continuo entre lo que unos y otros dicen y en medio de todo piensas y declaras. el flujo pues de gente ponente de afirmaciones e ideas es, afortunadamente, inagotable; y su conocimiento es comparativamente exponencial en relación a los contactos que se puedan hacer de tipo personal dejando la marca de su diferencia. Vuelvo a comparar los unos y los otros por una razón de experiencia práctica: mientras a la personalidad de autor puedes acceder en un concentrado de sus ideas: una conferencia, un artículo o un libro que generalmente exponen en un momento estelar de su pensamiento y lo escuchas, lees o estudias y lo aprendes y te lo llevas contigo, sin tener porque conocer ni aguantar en el terreno personal a su creador/a; no así pasa con las relaciones personales que tal vez requieran de varios encuentros para hacer una adquisición de un saber que deseen traspasar , que puede venir desordenado y del que no siempre son conscientes.
Los unos y los otros forman parte de la lista de los otros, pero los de la nómina pública dejan alguna huella en la memoria general y los de la nómina privada a menudo no pretenden dejar huella ni inventar nada.
Seguiré ordenando notas de esos otros públicos sacados de los libros, las revistas, los documentales, los programas de radio o los periódicos y citaré en la medida en que sean citables y me apoderaré de sus respectivos significante en tanto que puedan significar algo para mí.