Ciertamente 10 años no son pocos. Sin embargo, como dice Regina, es importante conocer qué tipo de delincuencia tenemos; y más aún, qué sociedad tenemos. Un defecto importante -creo yo el más importante- de la sociedad venezolana, del pueblo venezolano, es que no responde a los mandos naturales, a las motivaciones que suelen mover a los pueblos.
Me explico.
Un pueblo sale a la calle a robar cuando tiene hambre. En Venezuela casi nadie sufre hambre. Muchos sufren pobreza, pero hambre hay muy poca (hay datos de la FAO que así lo avalan).
Un pueblo boicotea un producto cuando lo ponen más caro sin razón alguna. En Venezuela, a pesar de una constante alza de los precios de muchos productos, no ha habido boicots en décadas. Es conveniente aquí aclarar que desde hace más de 5 años el Gobierno ha regulado los precios de los productos básicos de alimentación.
Un pueblo jerarquiza de acuerdo a sus valores, primero la comida, luego la educación, el techo; etc. El pueblo venezolano privilegia la ropa nueva, la tecnología, la comodidad.
En dos platos, somos un pueblo esnobista. En Venezuela se compran 7 de cada 10 Blackberry en el mercado latinoamericano. ¡Y eso es sin acceso libre a los dólares!. El blackberry que cuesta 300 dólares en el mercado internacional, cuesta en Venezuela 4 mil bolívares: el equivalente a 900 dólares.
¿Es esto natural? ¿es lógico? ¿cómo se justifica ese comportamiento?
Durante más de 7 décadas, Venezuela ha vivido de la renta que produce el petróleo. En tiempos del boom petrolero (entre 1956 y 1983) hubo una bonanza extraordinaria en este país, que permitía a los ministerios poner 5 turnos de ascensoristas en un edificio de 15 pisos, con 4 ascensores. Es decir, 20 ascensoristas trabajando 4 horas cada uno en un edificio pequeño. Pleno empleo ¿no?... Sí, pero empleo inorgánico, que no generaba riquezas, sino que ayudaba a gastarla. Eso sí, todo el mundo tenía dinero en el bolsillo.
Obviamente, llegó a nuestro país gente de todos lados, a la cual recibimos con los brazos abiertos, para que trabajaran acá, al fin y al cabo había riqueza para todos. Y además, los venezolanos somos así: en media hora somos panas de todo el mundo.
En esa misma etapa, se generó un sistema de corrupción increíblemente eficiente, que caló hasta el fondo de los valores de la sociedad venezolana. No hay un solo espacio de la empresa pública o privada en donde puedas garantizar el cumplimiento de las normas: en todos lados hay alguien dispuesto a vender servicios que deberían hacerse de
manera rutinaria. Verbigracia: si requieres un documento que se entrega de manera gratuita en 72 horas, pero lo quieres YA, está institucionalizada la figura de la "habilitación", que no es otra cosa que el pago de X cantidad para pasarle por encima a la cola de quienes no disponen de ese dinero.
En esa misma etapa, se generó una figura interesante en la administración pública. El empleado FIJO. Resulta que un derecho que tienen los empleados públicos (yo soy uno de ellos, aunque ni soy fijo, ni me interesa serlo) es la obtención de un Certificado de Carrera Administrativa, que te garantiza la permanencia en tu cargo, independientemente de lo que ocurra en la administración pública. Ese certificado, en medio de un ambiente tan corrupto, se ha convertido en una patente de corso para faltar al trabajo, sabotear, desobedecer, etc. Porque la gente sabe que uno, el empleado temporal, se va a ir algún día; y ellos permanecen ahi
Mi experiencia personal, que casi nunca utilizo para argumentar: en el año 2008 asumí la Dirección de Análisis de Medios en el Ministerio de Comunicación e Información. Las primeras palabras que recibí, por parte de uno de los 46 analistas a mi cargo (uno FIJO, por supuesto) fueron: "ah, tú eres el nuevo director... vamos a ver cuánto duras..."
una declaración de guerra el primer día.
Todo esto hace increíblemente difícil transformar el modelo de Estado venezolano. No ya el Gobierno; sino el Estado. Ahora mismo comparto oficina con un señor que tiene 30 años en el mismo escritorio, haciendo lo mismo (NADA) ... yo soy incapaz de comprender eso. Ese señor llega puntualmente, día tras día, a no hacer nada, y tiene su beca aquí pues. No hay manera de sacarlo y a estas alturas no vale la pena.
Ahora multipliquen eso por toda la estructura del Estado. Yo imagino que en algunos países esto sonará muy conocido. En este punto, y refiriéndome a los 10 años de Gobierno, es prudente recordar que nosotros hemos pasado desde 1999 hasta 2004 tratando de que la oposición no salga cada dos o tres meses a quemar la calle, como ellos mismos dicen.
Por qué 10 años
En condiciones normales, en un país no afectado por tal sistema de corrupción, sería sencillo tomar decisiones; escribir leyes y hacerlas cumplir, pero el grave problema de mi país es que casi nadie está dispuesto a cumplir la ley. Los encargados de hacerla cumplir, los policías, son los más corruptos. Ahorita mismo se está liquidando uno de los cuerpos policiales más corruptos del país: la Policía Metropolitana (PM), que fue la que disparó contra el pueblo el 11 de abril de 2002. Esa policía practica rutinariamente lo siguiente: se coloca una alcabala en una calle de Caracas y al que pase por allí lo paran, le piden papeles, y claro, todo se resuelve con billetes. A esa práctica se le llama matraca o matraqueo en Venezuela.
En el municipio Baruta, de oposición, y en donde tienen una buena policía, cuando detectan una alcabala de la PM, ponen una patrulla de Polibaruta al lado para hacer que no puedan matraquear. Es la única manera. Pero los policías de Baruta también matraquean a veces. ¿Ven?
En los barrios más pobres, en nuestros ranchos, nuestras favelas, la cosa es distinta, pero igual. Resulta que allí mandan los malandros, porque en Venezuela la más baja profesión que se podía tener era la de policía. Si usted no servía en el colegio, en el liceo, en el arete, en el deporte, usted se metía a policía y podía vivir. Es decir, que
los policías y los malandros viven unos al lado de los otros.
Cuando el policía sale a la comisaría, se uniforma y busca su arma de reglamento, sabe que deja a su mujer y a sus hijos en el barrio, a una cuadra del tipo que vende la droga, o comercia armas; o simplemente al
lado del malandrito menor de edad que sabe que aunque mate, no va preso.
Entonces el policía necesita un pacto mínimo con el malandro: yo no te denuncio y tú no me matas a la familia. El policía, mal pagado, un día necesita un medicamento para su hijo. Y la plata se la presta el malandro. Ahora no sólo tiene un pacto, sino que además debe un favor... ese hombre, que se hizo policía y quizá estaba dispuesto a hacer cumplir la ley, ya se corrompió.
Si nos ponemos a ver el sistema judicial, la vaina adquiere otros matices, pero básicamente es lo mismo. Con más papeleo, claro. ¿Por qué 10 años? porque el problema es profundo y requiere que todos empujemos hacia el mismo lado; pero casi nadie está dispuesto a arriesgar un milímetro de su comodidad, de su blackberry, para que todo el país funcione mejor.
Por eso nos tardamos, porque estamos sembrando valores y esa siembra tarda mucho en dar sus frutos.