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Las convocatorias de huelgas generales.Néstor Estebenz Nogal
El 29S (s de septiembre del 2010) en España fue otra cita en el reguero de convocatorias sindicales. No fue concebida como huelga general política sino como huelga general y punto. La omisión de esa palabra no es un descuido. Los sindicatos oficiales también saben que el gobierno español no es el responsable de una crisis capitalista, generado por propio sistema, y que no es nacional sino internacional, que la reforma laboral (con obvios recortes de las ventajas laborales) viene dictada por una situación extra estatal y que más exactamente, el acto de fe presidencial de no tocar las ventajas sociales y los logros alcanzados., fue desmentido unos días después ante las presiones (por no decir ultimátums) de la UE y de Estados Unidos al directivo español, demostrando la poca habilidad gubernamental y del partido de gobierno en análisis certeros. (Recuérdese que desde principios del 2009 se daban plazos muy breves, 6 meses o un año, para la recuperación económica). Si España no adoptaba medidas restrictivas seguía en el siguiente puesto la lista de los estados en bancarrota después de Grecia.
Desde la segunda parte del 2008, la crisis financiera y la caída de la seguridad laboral, cargaron las rabias y las condiciones para una protesta masiva en contra de las últimas medidas gubernamentales, concretamente el recorte de derechos históricamente conquistados y la legalización de la precariedad. Todas las razones para la lucha estaban dadas, la indisposición popular creciente al gobierno PSOE era incuestionable, los grandes sindicatos demostraron su capacidad de convocatoria. Durante todo el verano anterior la convocatoria era conocida por todos. El día en cuestión tuvo distintos seguimientos (desde un 30 por ciento en Euzkadi a un 87% en Asturias). La guerra de cifras posterior (tópica para las estimaciones de eventos sociales) no fue lo más relevante. El seguimiento generalizado (estimado en más de un 70%) considerado un éxito por los convocantes y un agravio a la economía por los portavoces del sistema (cifrando incluso en un 0,5% de pérdida del PIB)no alteraría en principio el panorama de la realidad ni iba a desencadenar una modificación de coyuntura. Era una convocatoria para un día, no para 2 o 3 ni mucho menos indefinida hasta paralizar el país. Era, un toque de atención, una crítica pública a un gobierno que carga el peso de la crisis en los asalariados y no en aquellos que la han provocado (los antros de la especulación financiera).
Las convocatorias de huelgas generales son medidores tanto de la capacidad organizadora de convocantes como de la disposición de la sociedad a la lucha así como de las fisuras del movimiento social. Grandes despliegues multitudinarios que numéricamente encuentran lecturas de éxito no significa que se sustenten sobre un potencial alternativo para evitar futuras crisis del sistema y encontrando una salida a su modelo caduco para plantear otro.
Durante el día de huelga desde las primeras horas distintos canales de radio recogían opiniones de todo tipo e informadores espontáneos de la vía pública. El seguimiento mayoritario en los transportes desencadenó una reducción visible considerado del volumen de actividad en las ciudades lo que no significa que se paralizara ninguna totalmente. En las ciudades lo más visible fueron los centros comerciales cerrados, tanto más cuanto más céntricos estaban ubicadas. Las huelgas de los pequeños comercios son a están tipificadas por sus medias persianas siguiendo la pauta del piquete informativo (o según puntos de vista, piquetes coactivos) que les indican que cierren. Esas huelgas de media persiana suelen representar la eterna ambigüedad pequeño-burguesa. La desertidad en los tajos de construcción y en fábricas industriales fue otro indicador del abandono del trabajo sí pero de la ausencia de asambleas.
Como episodio colateral, un grupo radical de Barcelona, mal denominado colectivo antisistema (compuesto por ocupas de estética no obrera) y sus juegos incendiarios equivocando vandalismo con radicalidad, dio cuenta de que su propuesta de huelga salvaje ni recogía el sentir mayoritario (se habló de 10 millones de huelguistas sobre una población asalariada de 15 millones) ni recogía una filosofía anticapitalista. Su retrato expresa mas la rabia personal que la conciencia organizada y su salvajismo es un factor altamente insegurizante para todos. Sus juegos de gladiadores son algo más que meras incidencias en el capítulo de los desadaptados, son frustraciones de expresión callejera a falta de terapéuticas rehabilitadoras. La violencia expresa el miedo a las ideas de los demás y la poca fe en las propia dijo Forges.
Si de lo que se trata en las huelgas es de manifestar un enfado general el objetivo queda sobradamente colmado. Si con las huelgas se quiere cambiar la política de gobierno o incluso destituirlo hay que informar a priori de quien manda en la situación. Resulta que la realidad del 2010 en España ya no está bajo su regencia gubernamental y que su presidente es la viva expresión de su debilidad. En la UE se está planteando la consulta de los presupuestos generales de cada estado al consejo de los 27, paso previo para que en el futuro sea una dirección unicéntrica multiestados la que tenga la última palabra sobre las políticas económicas de cada uno.
Desde el punto de vista del movimiento obrero, cargar las tintas en la responsabilidad de un gobierno sin advertir la caída generalizada del welfare state es aprovecharse de la movilización y la furia de los más necesitados pero no para contribuir al aumento de su conciencia y de su prerrogativa histórica.
En los ambientes de huelga general además de la no circulación de autobuses de línea, metros y transportes, las medias persianas, los centros de trabajo parados y el volumen global de paseantes y gente en la calle disminuido, cabe esperar ejercicios de autoroganización, iniciativas fiesteras, asambleas permanentes, discusiones formativas y discursividad explicativa. La cuestión es que la mayor parte de los huelguistas, salvo los afiliados mas entregados, se pasan la jornada en casa o aprovechan el día para asuntos privados
Una huelga general sirve de catarsis y enseña los dientes a los que mandan pero también demuestra sus caries y dependencia buscando una reparentación del estado, que éste se ocupe de todo, volviendo a poner en marcha el mismo sistema capitalista sin tocar las pensiones a la población pasiva ni los contratos laborales fijos. El análisis más importante de una huelga pasa por la letra pequeña de toda su configuración más allá de las cifras de seguimiento y de la demostración palpable de una protesta inequívoca.
Dada el alto índice de paro laboral esta huelga ya tenía un éxito asegurado: Hay más de 4 millones de personas en permanente huelga o no tienen oportunidad de hacerla porque carecen de un puesto de trabajo asalariado.
Obviamente, el estado del capital recarga en la parte de la sociedad victimizada por la crisis su solución. Si de restricciones se trata para el próximo periodo de una media docena de años permitir reflujo de la economía, hay otros sectores en los que reducir gastos (fundamentalmente ejército, la propia banca y las grandes fortunas, sin olvidar de las subvenciones de la Iglesia, ongs, monarquía, partidos políticos y los mismos sindicatos) en lugar de minimizar el poder adquisitivo de los más desfavorecidos o afectar a las partidas para investigación.
Si por un lado, las razones de las protestas son inequívocas y su derecho constitucionalmente amparado, de otro su éxito depende a una extensión sometida a un cierto temor. Suspender la actividad labora les una parte de la lucha, lo alternativo empieza después: en reorganizar los procesos de trabajo y una economía racionalizada y justa. Conseguir eso dentro del sistema es opuesto a la misma lógica del capitalismo. Lo que está trayendo la última crisis financiera por primera vez es el reconocimiento desde distintas posiciones maganatarias es la necesidad de la intervención de estado en la planificación para que no siga siendo la dictadura de los mercados la que ocasione nuevos periodos de penuria e inestabilidad.
El éxito de una huelga es para otras miradas críticas más de lo mismo si no sale de su cancha de juego economicista. Esa demanda continua de dinero (más y más) indirecta e involuntariamente refuerza el sistema contra el que, de hecho, no se levanta la protesta. Pierre Beauchêne observó que quienes afirman que el dinero todo lo puede es que están dispuestos a todo por dinero.
Como que el movimiento social descansa sobre el discurso múltiple, por tanto es la suma de movimientos no siempre complementarios, las valoraciones no multiaspectadas se arriesgan a una simplificación poco útil para reconducirlo a otras acciones de lucha más efectivas. La característica predominante de los sindicalismos oficiales cuyos poderes se expresan a través de movilizaciones para suspender el trabajo productivo bajo condiciones inaceptables, es que colocan en vías de urgentismo lo que solo se resolverá con una planteamiento global para cambiar el enfoque de organización de la realidad. Séneca ya previó eso: No llega antes el que va más rápido sino el que sabe adónde va.
Siempre hay un día después de los días efeméricos. Pasada el día de convocatoria y la bronca publica a un gobierno que recogía estoicamente la bofetada las cosas no cambiaron, o al menos no fueron manifestadas las intenciones de modificar la ley de reforma laboral. Esta, por otra parte, había sido votada en el parlamento, que a su vez representaba a la mayoría de esos millones de movilizados. El mecanismo de los representantes congresuales que se vuelven en contra de sus representados es un viejo cuento. Los grandes actos episódicos disociados del cambio de vida en la cotidianeidad siguen colocando al ser humano frente a su evolución pendiente. La realidad está tan llena de desajustes que la adversidad es una constante. San Agustín aconsejó que si no quieres que te rompa la adversidad, no dejes que te corrompa la felicidad y por su lado Pio Baroja opinó que la desgracia hace discurrir mas y la felicidad quita todo deseo de análisis, o sea que la sociedad reivindicativa y los sectores mendicantes al no conseguir sus objetivos materiales están motivados para seguir en activo luchando por l oque sigue en la permanente demora: no ya el del diseño de lo que se quiere sino la solicitud a un estado para que lo genere.
El 29S (s de septiembre del 2010) en España fue otra cita en el reguero de convocatorias sindicales. No fue concebida como huelga general política sino como huelga general y punto. La omisión de esa palabra no es un descuido. Los sindicatos oficiales también saben que el gobierno español no es el responsable de una crisis capitalista, generado por propio sistema, y que no es nacional sino internacional, que la reforma laboral (con obvios recortes de las ventajas laborales) viene dictada por una situación extra estatal y que más exactamente, el acto de fe presidencial de no tocar las ventajas sociales y los logros alcanzados., fue desmentido unos días después ante las presiones (por no decir ultimátums) de la UE y de Estados Unidos al directivo español, demostrando la poca habilidad gubernamental y del partido de gobierno en análisis certeros. (Recuérdese que desde principios del 2009 se daban plazos muy breves, 6 meses o un año, para la recuperación económica). Si España no adoptaba medidas restrictivas seguía en el siguiente puesto la lista de los estados en bancarrota después de Grecia.
Desde la segunda parte del 2008, la crisis financiera y la caída de la seguridad laboral, cargaron las rabias y las condiciones para una protesta masiva en contra de las últimas medidas gubernamentales, concretamente el recorte de derechos históricamente conquistados y la legalización de la precariedad. Todas las razones para la lucha estaban dadas, la indisposición popular creciente al gobierno PSOE era incuestionable, los grandes sindicatos demostraron su capacidad de convocatoria. Durante todo el verano anterior la convocatoria era conocida por todos. El día en cuestión tuvo distintos seguimientos (desde un 30 por ciento en Euzkadi a un 87% en Asturias). La guerra de cifras posterior (tópica para las estimaciones de eventos sociales) no fue lo más relevante. El seguimiento generalizado (estimado en más de un 70%) considerado un éxito por los convocantes y un agravio a la economía por los portavoces del sistema (cifrando incluso en un 0,5% de pérdida del PIB)no alteraría en principio el panorama de la realidad ni iba a desencadenar una modificación de coyuntura. Era una convocatoria para un día, no para 2 o 3 ni mucho menos indefinida hasta paralizar el país. Era, un toque de atención, una crítica pública a un gobierno que carga el peso de la crisis en los asalariados y no en aquellos que la han provocado (los antros de la especulación financiera).
Las convocatorias de huelgas generales son medidores tanto de la capacidad organizadora de convocantes como de la disposición de la sociedad a la lucha así como de las fisuras del movimiento social. Grandes despliegues multitudinarios que numéricamente encuentran lecturas de éxito no significa que se sustenten sobre un potencial alternativo para evitar futuras crisis del sistema y encontrando una salida a su modelo caduco para plantear otro.
Durante el día de huelga desde las primeras horas distintos canales de radio recogían opiniones de todo tipo e informadores espontáneos de la vía pública. El seguimiento mayoritario en los transportes desencadenó una reducción visible considerado del volumen de actividad en las ciudades lo que no significa que se paralizara ninguna totalmente. En las ciudades lo más visible fueron los centros comerciales cerrados, tanto más cuanto más céntricos estaban ubicadas. Las huelgas de los pequeños comercios son a están tipificadas por sus medias persianas siguiendo la pauta del piquete informativo (o según puntos de vista, piquetes coactivos) que les indican que cierren. Esas huelgas de media persiana suelen representar la eterna ambigüedad pequeño-burguesa. La desertidad en los tajos de construcción y en fábricas industriales fue otro indicador del abandono del trabajo sí pero de la ausencia de asambleas.
Como episodio colateral, un grupo radical de Barcelona, mal denominado colectivo antisistema (compuesto por ocupas de estética no obrera) y sus juegos incendiarios equivocando vandalismo con radicalidad, dio cuenta de que su propuesta de huelga salvaje ni recogía el sentir mayoritario (se habló de 10 millones de huelguistas sobre una población asalariada de 15 millones) ni recogía una filosofía anticapitalista. Su retrato expresa mas la rabia personal que la conciencia organizada y su salvajismo es un factor altamente insegurizante para todos. Sus juegos de gladiadores son algo más que meras incidencias en el capítulo de los desadaptados, son frustraciones de expresión callejera a falta de terapéuticas rehabilitadoras. La violencia expresa el miedo a las ideas de los demás y la poca fe en las propia dijo Forges.
Si de lo que se trata en las huelgas es de manifestar un enfado general el objetivo queda sobradamente colmado. Si con las huelgas se quiere cambiar la política de gobierno o incluso destituirlo hay que informar a priori de quien manda en la situación. Resulta que la realidad del 2010 en España ya no está bajo su regencia gubernamental y que su presidente es la viva expresión de su debilidad. En la UE se está planteando la consulta de los presupuestos generales de cada estado al consejo de los 27, paso previo para que en el futuro sea una dirección unicéntrica multiestados la que tenga la última palabra sobre las políticas económicas de cada uno.
Desde el punto de vista del movimiento obrero, cargar las tintas en la responsabilidad de un gobierno sin advertir la caída generalizada del welfare state es aprovecharse de la movilización y la furia de los más necesitados pero no para contribuir al aumento de su conciencia y de su prerrogativa histórica.
En los ambientes de huelga general además de la no circulación de autobuses de línea, metros y transportes, las medias persianas, los centros de trabajo parados y el volumen global de paseantes y gente en la calle disminuido, cabe esperar ejercicios de autoroganización, iniciativas fiesteras, asambleas permanentes, discusiones formativas y discursividad explicativa. La cuestión es que la mayor parte de los huelguistas, salvo los afiliados mas entregados, se pasan la jornada en casa o aprovechan el día para asuntos privados
Una huelga general sirve de catarsis y enseña los dientes a los que mandan pero también demuestra sus caries y dependencia buscando una reparentación del estado, que éste se ocupe de todo, volviendo a poner en marcha el mismo sistema capitalista sin tocar las pensiones a la población pasiva ni los contratos laborales fijos. El análisis más importante de una huelga pasa por la letra pequeña de toda su configuración más allá de las cifras de seguimiento y de la demostración palpable de una protesta inequívoca.
Dada el alto índice de paro laboral esta huelga ya tenía un éxito asegurado: Hay más de 4 millones de personas en permanente huelga o no tienen oportunidad de hacerla porque carecen de un puesto de trabajo asalariado.
Obviamente, el estado del capital recarga en la parte de la sociedad victimizada por la crisis su solución. Si de restricciones se trata para el próximo periodo de una media docena de años permitir reflujo de la economía, hay otros sectores en los que reducir gastos (fundamentalmente ejército, la propia banca y las grandes fortunas, sin olvidar de las subvenciones de la Iglesia, ongs, monarquía, partidos políticos y los mismos sindicatos) en lugar de minimizar el poder adquisitivo de los más desfavorecidos o afectar a las partidas para investigación.
Si por un lado, las razones de las protestas son inequívocas y su derecho constitucionalmente amparado, de otro su éxito depende a una extensión sometida a un cierto temor. Suspender la actividad labora les una parte de la lucha, lo alternativo empieza después: en reorganizar los procesos de trabajo y una economía racionalizada y justa. Conseguir eso dentro del sistema es opuesto a la misma lógica del capitalismo. Lo que está trayendo la última crisis financiera por primera vez es el reconocimiento desde distintas posiciones maganatarias es la necesidad de la intervención de estado en la planificación para que no siga siendo la dictadura de los mercados la que ocasione nuevos periodos de penuria e inestabilidad.
El éxito de una huelga es para otras miradas críticas más de lo mismo si no sale de su cancha de juego economicista. Esa demanda continua de dinero (más y más) indirecta e involuntariamente refuerza el sistema contra el que, de hecho, no se levanta la protesta. Pierre Beauchêne observó que quienes afirman que el dinero todo lo puede es que están dispuestos a todo por dinero.
Como que el movimiento social descansa sobre el discurso múltiple, por tanto es la suma de movimientos no siempre complementarios, las valoraciones no multiaspectadas se arriesgan a una simplificación poco útil para reconducirlo a otras acciones de lucha más efectivas. La característica predominante de los sindicalismos oficiales cuyos poderes se expresan a través de movilizaciones para suspender el trabajo productivo bajo condiciones inaceptables, es que colocan en vías de urgentismo lo que solo se resolverá con una planteamiento global para cambiar el enfoque de organización de la realidad. Séneca ya previó eso: No llega antes el que va más rápido sino el que sabe adónde va.
Siempre hay un día después de los días efeméricos. Pasada el día de convocatoria y la bronca publica a un gobierno que recogía estoicamente la bofetada las cosas no cambiaron, o al menos no fueron manifestadas las intenciones de modificar la ley de reforma laboral. Esta, por otra parte, había sido votada en el parlamento, que a su vez representaba a la mayoría de esos millones de movilizados. El mecanismo de los representantes congresuales que se vuelven en contra de sus representados es un viejo cuento. Los grandes actos episódicos disociados del cambio de vida en la cotidianeidad siguen colocando al ser humano frente a su evolución pendiente. La realidad está tan llena de desajustes que la adversidad es una constante. San Agustín aconsejó que si no quieres que te rompa la adversidad, no dejes que te corrompa la felicidad y por su lado Pio Baroja opinó que la desgracia hace discurrir mas y la felicidad quita todo deseo de análisis, o sea que la sociedad reivindicativa y los sectores mendicantes al no conseguir sus objetivos materiales están motivados para seguir en activo luchando por l oque sigue en la permanente demora: no ya el del diseño de lo que se quiere sino la solicitud a un estado para que lo genere.
