El camino del pueblo: preparar la auténtica guerra popular prolongada
Una auténtica revolución popular no puede realizarse conquistando la mayoría en el parlamento o eligiendo un presidente “popular” que adelante las transformaciones urgentes de la nación. La historia es rica en lecciones al respecto. En América Latina, desde el Chile de Allende hasta el Brasil de Lula o la Venezuela de Chávez las ilusiones han venido transformándose rápidamente en frustraciones. Como nos enseñó Marx, la destrucción de la vieja máquina estatal militar burocrática es “la condición previa de toda verdadera revolución popular”49 . No es tan sencillo como arrebatarles la maquinaria estatal a los opresores y utilizarla para nuestros propios fines. Un partido revolucionario debe comprender claramente —y enseñarlo a las amplias masas— que todo Estado encarna una dictadura de clase y que los Estados serviles al imperialismo no pueden cumplir las tareas de la verdadera revolución nacional y democrática.
El problema no está en unos cuantos individuos en posiciones de autoridad (que se pueden cambiar por otros), ni en unas cuantas leyes reaccionarias (que se pueden cambiar por otras). El problema es el sistema chupasangre en su conjunto, que sólo puede derrocarse construyendo un verdadero partido comunista, que se ponga al frente de la lucha de clases y convoque a las masas a levantarse en armas para construir paso a paso, órganos del poder popular en las bases de apoyo, en medio de la guerra popular prolongada, para, en su transcurso, tumbar por la fuerza a los esbirros del imperialismo con todas sus podridas instituciones, incluidas las genocidas fuerzas armadas.
Para el proletariado, la solución del problema de la tierra debe ir mucho más allá del planteamiento democrático burgués de las FARC. Los comunistas no pueden limitarse simplemente a repartir la tierra entre quienes la trabajan. Deben a la par erradicar el gamonalismo que se sustenta en el monopolio sobre la tierra, destruir su maraña de dominación política y militar, romper con el atraso semifeudal no sólo en cuanto a las fuerzas productivas sino además en la superestructura, erradicando las formas serviles de opresión, liberando a la mujer de las cadenas que la atan y construyendo una nueva política y una nueva cultura que se ponga a tono con la defensa de la nación y de los obreros y campesinos.
Para los comunistas, una transformación radical, requiere una revolución completa en las relaciones de producción y en la superestructura, que empiece por solucionar los dos problemas fundamentales, e íntimamente relacionados, de la sociedad colombiana: el problema de la autodeterminación nacional y el problema agrario. Estos serán los primeros pasos hacia la ruptura más completa con las relaciones de propiedad tradicionales y con las ideas tradicionales correspondientes a esas relaciones de producción. Para esto, los comunistas deben construir el Poder rojo de las clases revolucionarias y movimientos revolucionarios sobre la base de la alianza obrero-campesina, por medio de la guerra popular, para derribar las tres grandes montañas que oprimen a nuestro pueblo. El partido comunista auténtico tiene que lidiar con la solución de estos problemas, so pena de desaparecer. Necesariamente al proletariado colombiano le toca asumir esta tarea, para poder avanzar hacia el socialismo y el comunismo y contribuir así a la revolución proletaria mundial.
La revolución democrática popular no sólo es necesaria y urgente, también es muy viable en las condiciones actuales de Colombia. Se necesita poner al derecho lo que hoy anda patas arriba ¡que es casi todo!: las mejores tierras dedicadas a la ganadería mientras los campesinos cultivan en laderas o tienen que migrar por millones a los tugurios de las ciudades grandes y pequeñas; la producción dedicada al mercado imperialista y el pueblo sumido en el hambre y la miseria; los que trabajan no ganan mientras ganan a chorro los que no trabajan. Esto es lo “lógico” y lo “normal” en este sistema, pero va en contra del progreso y es demencial y criminal para la inmensa mayoría de la humanidad.
Se requiere una revolución, que transforme la sociedad de pe a pa y no simples cambios de fachada. Una revolución se caracteriza por las fuerzas productivas que libera y las relaciones de producción que destruye, en especial las relaciones de propiedad, lo que no han hecho ni harán las guerrillas imbuidas de la concepción burguesa del mundo.
Los explotadores harán resistencia a un cambio así. ¡Están haciendo resistencia! Para eso utilizan la fuerza de las armas, los tribunales, las cárceles, los medios de comunicación. ¡Y también con la fuerza de las armas deben ser derrocados! Sabemos del daño que ha hecho una guerrilla que finge ser “marxista” ante los ojos del pueblo y sentimos con las masas el dolor por el hecho de estar involucradas en una guerra que no es realmente una guerra por su auténtica liberación. No obstante no existe otra salida a la violencia reaccionaria que la violencia revolucionaria. Como dijo Mao: “Somos partidarios de la abolición de la guerra; no deseamos la guerra. Pero la guerra sólo se puede abolir mediante la guerra. Para acabar con los fusiles se debe empuñar el fusil”. Necesitamos convertir algo negativo (el dolor, la opresión) en algo positivo (liberador y combativo). Por supuesto no es ocultando o negando la existencia de ese lado negativo, sino criticándolo y luchando por transformarlo en su opuesto: la guerra popular. La cuestión es que hoy, y en todo el mundo, lo que se requiere es una guerra popular maoísta, que sea parte de la revolución proletaria, que su carácter de popular provenga no sólo del aspecto cuantitativo de los combatientes sino que involucre a las masas populares en general para que se levanten y luchen, conscientemente, en aras de sus propios intereses, y que tenga como meta el acabar con la explotación y opresión en todo el mundo y para siempre. Eso requiere que el pueblo cuente con su propio ejército (que al comienzo será un ejército guerrillero) —que a la vez que combate, movilice y produzca— bajo la dirección de partido del proletariado, un partido guiado por la ideología y política marxista-leninista-maoísta. Las tareas actuales, todas urgentes, plantean exigencias grandes y difíciles pero, por supuesto, superables.
A los comunistas en las naciones oprimidas por el imperialismo, como Colombia, corresponde centrar la atención en las zonas rurales con el objetivo de iniciar la lucha armada convirtiendo las zonas rurales atrasadas en bases de apoyo avanzadas y sólidas, en grandes posiciones militares, políticas, económicas y culturales de la revolución. La importancia del campo para la revolución no es sólo cuestión de dónde están los problemas de la sociedad, o la mayoría del pueblo, sino de dónde estarán las soluciones, dónde se puede ir creando paso a paso lo nuevo. He ahí la médula de la estrategia política del proletariado, la única que permite expandir en oleadas la rebelión de las amplias masas y la única que garantiza la defensa de sus conquistas en éste y los demás países oprimidos. Por supuesto que esta estrategia tiene en cuenta las nuevas situaciones, como el enorme crecimiento de las grandes ciudades50 , a sus estratégicos cinturones de barrios periféricos y a la posibilidad, desde el inicio mismo de la guerra popular, de acciones armadas en las barriadas y la mayor importancia relativa que toman los preparativos de insurrección urbana como parte inseparable de la guerra popular.
El frente único de clases revolucionarias bajo liderato proletario, elemento clave de la estrategia del pueblo opuesto al frentismo
Hoy viene calando la idea entre algunos que se dicen revolucionarios de que, frente a la situación actual, se pone al orden del día la construcción de un frente antiimperialista que necesariamente estaría encabezado por las FARC ya que —señalan— por librar la lucha armada hay que apoyarlas, sin importar la línea política y la ideología que está al mando.
Es cierto que los revisionistas tienen relativa influencia entre las masas y que el proletariado aún no irrumpe en la escena política nacional con la fuerza que se requiere. Pero los comunistas somos materialistas, no nos basamos en la “mayoría” del momento ni le tenemos miedo a ser “impopulares” por algún tiempo. Nos basamos en el marxismo-leninismo-maoísmo, no de manera dogmática sino luchando por aplicarlo a las condiciones concretas del país y sabemos que una línea correcta con frecuencia tiene que abrirse paso en ardua lucha contra las ideas erróneas y que no siempre cuenta con la mayoría pero tarde o temprano ganará a las masas y avanzará la revolución por caminos tortuosos, llenos de recodos.
Los comunistas no podemos pasar por alto las diferencias de principio que nos separan de las fuerzas no proletarias o burguesas (de la pequeña burguesía o de la burguesía media o “nacional”) si bien se busca que éstas hagan parte del frente de clases revolucionarias pero bajo la dirección del proletariado. No podemos dejar de lado el carácter de clase de las FARC, su esencia revisionista y no podemos soslayar que no hay nada de común entre el marxismo y la concepción bolivariana, concepción trasnochada muy propia para comienzos del siglo XIX, cuando podía llevarse a cabo una revolución democrático-burguesa de viejo tipo, pero que en la época del imperialismo (¡y de la revolución proletaria!) llevará indefectiblemente a caer más temprano que tarde en los brazos del imperialismo. A los comunistas corresponde ponerse a la cabeza del movimiento revolucionario antiimperialista de las masas y no caminar a la cola de las fuerzas no proletarias, sometidos al vaivén de sus vacilaciones y concesiones.
A fin de establecer su dirección en la revolución democrática de nuevo tipo y socialista, el proletariado debe disponer de un partido sólidamente cohesionado y organizado, con un programa y una táctica realmente proletarias, que alumbren el curso de la revolución. Debe dominar la forma principal de lucha, la lucha armada, y conformar un amplio frente unido antiimperialista y antifeudal, bajo su dirección y basado en la alianza obrero campesina. Sin un partido auténtico con programa y principios claramente comunistas y sin un ejército rojo construido por dicho partido y aplicado a barrer los obstáculos materiales de la revolución, sería imposible construir tal frente de clases y organizaciones revolucionarias y llevar a las masas y la
nación por la senda del triunfo sobre el imperialismo y sus lacayos.
La conformación de un frente con las fuerzas reformistas y revisionistas no significa que éstas acepten el programa del proletariado, sino que por el contrario el proletariado termina apoyando el programa burgués en reemplazo de su propio programa. Este error ha sido cometido con frecuencia por los partidos comunistas en el último siglo. Terribles experiencias se vivieron en China durante los primeros años del Partido Comunista, cuando éste aún inmaduro, dirigido por la línea derechista de Chen Tu-siu, prácticamente se disolvió en las filas del Kuomintang durante la Guerra de Expedición contra los caudillos militares del norte, saboteando el trabajo campesino y la conformación del ejército rojo. Es bien conocida la carnicería que desataron los nacionalistas en contra del Partido Comunista, una vez hubieron coronado su objetivo de aplastar a los caudillos militares del norte. No fue muy distinta la experiencia del Partido Comunista de Indonesia en los años 6051 . En su afán de unirse a las fuerzas nacionalistas burguesas del presidente Sukarno, los comunistas rebajaron la línea del partido y le dieron un carácter burgués liberal, dejando en manos del ejército de Sukarno la tarea de “defender y avanzar la revolución” y se limitaron a llamar a la más fuerte cohesión en el Frente Único sin hacer un análisis crítico de su programa y diluyéndose en dicho frente, cambiando totalmente el sentido del frente único por una alianza sin principios que transformó el partido comunista en un partido legal dedicado a co-gobernar. Cuando se desató la represión, el partido fue incapaz de actuar y fue prácticamente aniquilado y la revolución se aplazó indefinidamente.
Esa es la táctica que están proponiendo no pocos individuos progresistas y revolucionarios e incluso algunas organizaciones “maoístas”52 : la construcción de un “frente antiimperialista” en unidad con las guerrillas, principalmente de las FARC. Esto es tomar un atajo muy peligroso. Los comunistas revolucionarios colombianos, al no tener todavía un partido constituido ni un ejército dirigido por tal partido, necesariamente tendríamos que plegarnos a la conducción política y militar de la guerrilla, con lo cual quedaríamos completamente maniatados para actuar con independencia y autodecisión. Los comunistas quedaríamos en condición de simples demócratas-burgueses que andaríamos a la cola de las guerrillas burguesas y de los otros partidos reformistas y revisionistas que las apoyan.
La concepción del Frente es diferente para los maoístas. Es correcto unirse con los sentimientos de resistencia de las amplias masas. De hecho es muy importante que nos unamos con esos sentimientos pero a la vez teniendo cuidado de no ponernos a la cola de ellos ni de sus representantes revisionistas y reformistas, armados o no. Es decir, unirnos con los sentimientos básicamente correctos de las masas, pero hacerlo de una manera que eleve su comprensión acerca del verdadero enemigo —el sistema en su conjunto, las “tres montañas” que oprimen al pueblo— y de la necesidad de dirigir la lucha contra este enemigo. Necesitamos profundizar nuestro trabajo hacia dirigir la furia y la lucha de todos los que puedan unirse en oposición al sistema y al mismo tiempo evitar la trampa de fortalecer, sin quererlo, el ya fuerte impulso espontáneo hacia canales reformistas como la política electoral que es promovido activamente por las clases dominantes mismas así como por varias fuerzas dentro de los diversos movimientos contra la guerra, la globalización, el ALCA, el alto costo de la vida, etc. Al mismo tiempo, este enfoque básico no debe frenarnos de unirnos con amplias fuerzas que no necesariamente comparten nuestro punto de vista siempre que sea apropiado y posible. La cuestión es luchar por unirnos con tales fuerzas sobre una correcta base, en función de la resistencia y de elevarla a revolución, consolidando el frente para una vez iniciada la guerra popular, empezar a echar bases del nuevo Estado con estas fuerzas, en los comités populares y bases de apoyo.
Sólo un partido auténticamente comunista, un partido maoísta, puede conducir la revolución a la victoria
Aunque el proletariado está débil y la guerra actual lo puede dejar relegado, temporalmente, a un segundo o un tercer plano, lo que se pone a la orden del día es ponernos los comunistas proletarios en las mejores condiciones para preparar, iniciar, desarrollar y llevar a la victoria la auténtica guerra popular. Esto ha costado y costará muchos sacrificios, pero es el único camino hacia la verdadera liberación del pueblo. La situación exige dar los pasos necesarios inmediatos para culminar la organización del proletariado en su partido, que asuma la responsabilidad histórica de trazar el camino no trazado, de conducir al proletariado y a las masas al triunfo.
La construcción del Partido se ha venido abriendo paso en medio de la lucha de clases no sólo contra el pesimismo propio de la burguesía de creer que el proletariado no puede avanzar si no es plegándose a sectores que no tienen la ideología proletaria, sino también en lucha contra el fraccionalismo, el sectarismo (hacia fuera y hacia dentro) y el seguidismo (el ponerse a la zaga del movimiento espontáneo de las masas); contra la concepción (presente en las FARC) de que el partido es un aparato para “la política” y el ejército para la guerra como dos compartimientos separados; contra el pluralismo de incluir comunistas y no comunistas en el partido; contra la estrechez de miras y el economicismo (no llevar la política a las masas53 , el no atreverse a dirigir), etc.
El proletariado tiene que templarse en medio de pruebas exigentes y sacar lecciones para aplicar al tipo de organización clandestina y de lucha ilegal y preparar sus fuerzas para iniciar la auténtica guerra popular que sí lleve, por fin, a las masas a que aprendan a gobernar. Hoy están más maduras las condiciones para que surja el partido del proletariado, existiendo un núcleo organizado en torno al Grupo Comunista Revolucionario, que viene luchando por dotar a la clase de la línea, el programa y el plan para la revolución de nueva democracia, como paso necesario para poder avanzar hacia el socialismo y el comunismo por medio de revoluciones culturales.
En estas dos décadas se han visto surgir diferentes círculos y agrupaciones que plantean enarbolar, defender y aplicar el marxismo-leninismo-maoísmo, sin que haya habido un verdadero espíritu comunista de buscar unir en un solo partido a los revolucionarios. La unidad de los comunistas en el partido y la unidad del partido con las masas constituyen una necesidad urgente de la lucha de clases. Corresponde fortalecer un centro, no como sumatoria de líneas y agrupaciones, sino como producto de la lucha ideológica y política en torno a una única línea correcta, trajinando el camino hacia la unidad de los auténticos comunistas, luchando fuertemente contra el sectarismo, promoviendo un correcto estilo que se base en el respeto mutuo, la ayuda recíproca, la sana y elevada discusión sobre principios, practicando el marxismo y no el revisionismo, trabajando por la unidad y no por la escisión, y actuando en forma franca y honrada y no urdiendo intrigas y maquinaciones.
Si se crean las condiciones para desarrollar más la unidad de los susceptibles de ser unidos, podemos empezar muy pronto a cambiar nuestra debilidad en fuerza, pasar de pequeños a grandes, y lograr una unidad en medio de la lucha de clases, incorporando a las masas al frente y al ejército en torno al partido proletario de nuevo tipo. Las fuerzas opuestas al proletariado son hoy mayoría, los maoístas actualmente estamos en minoría relativa dentro del movimiento obrero, pero si avanzamos en la dirección que estamos trazando podremos superar el estado de debilidad y dispersión en que se encuentra la organización del proletariado hoy. Es necesario que haya una correcta relación entre la teoría y la práctica, entre el decir y el hacer, combatiendo el maoísmo platónico, el hablar de revolución de nueva democracia y no prepararse seriamente para iniciar, desarrollar y llevar a la victoria una auténtica guerra popular. La unidad es por tanto en torno a una única tarea central: los preparativos para el inicio de la guerra popular y la construcción del Partido como el principal de los preparativos. Y ya se han venido sentando bases firmes para avanzar en esta dirección.
La historia depende mucho de lo que los comunistas hagamos o dejemos de hacer hoy ante los retos y posibilidades que se presentan ante nosotros. Como atinadamente plantea la Declaración del Movimiento Revolucionario Internacionalista, “Debemos intensificar nuestra preparación política, ideológica, organizativa y militar para poder manejar estas oportunidades de la mejor manera posible para los intereses de nuestra clase y para conquistar las posiciones más avanzadas posibles para la revolución proletaria mundial”. Creemos firmemente que la revolución colombiana sólo puede avanzar como parte y al servicio de la revolución proletaria mundial. La revolución en Colombia y toda la región no sólo es necesaria sino muy posible. ¡Nada es imposible para quien se atreve a escalar las alturas!