.Las Equivocaciones (in)eludibles de la vida en un mundo imperfecto. (notas de Campos de discusión s.XXI) Néstor Estebenz Nogal
Se suele decir que errar es humano y con esto nos arropamos con una coartada excelente para disculparnos los unos a los otros en nuestras pifias. La verdad es que somos animales ritualistas que tropezamos siempre con las mismas piedras hasta el punto que la evolución social (a pesar de la tecnológica) es una tesis que genera escepticismo. De los errores; es decir, de las miles o millones de actos equivocados, nace la sabiduría; es decir, las maneras más exquisitas con que actuar. Entre un balance de desastres y el saber rotundo pasa toda una biografía, cuyo final no está coronado por ningún premio celestial. Cuanto antes aprendes de tus déficits antes encuentras el modo de suplirlos.
Al hablar con ligereza se cae fácilmente en absolutos (definiciones cerradas que no admiten modificación y se usan como dogmas). Para vivir no se necesita el cuerpo entero sino un mínimo de condiciones orgánicas que permitan los intercambios con el medio. La mayoría de anatomías humanas son deficitarias y como se suele decir en el campo de las minusvalías, la más grave de todas ellas es la que no se ve en la apariencia (el déficit intelectual). El déficit empieza varias décadas antes que la decrepitud o incluso se nace con él en una proporción importante. Las limitaciones que se derivan de una corporeidad deficitaria se convierten en una escuela formidable de maduración ya que una biografía se la pasa filosofando sobre los límites de una clase u otra. Una visión retrospectiva de la historia (de las historias colectivas y grandes acontecimientos pero también de las individuales) reporta el debate reescenificado continuamente sobre los límites con las colisiones respectivas entre el querer hacer y el poder hacer. Vivir no está disociado de todos los actos que contiene la vida. En el caso de la humana, en sus haceres está el hablar y el manejo de las palabras. Contraponer una parte de lo que hace el ser a otra u otras de sus partes es antilógico no entendiendo que el conjunto total se compone de todas ellas a pesar de las contradicciones en las que incurran.
En la jungla de las palabras hay demasiados escondites, fuentes variadas denunciados, hablantes neutros o estériles, palabras polisémicas y conceptos aun no del todo engendrados como para que los senderos sean claros. Cada cual ha de machetear el suyo hasta encontrar un claro donde levantar su campamento y descansar o dar con una vía fluvial que le lleve más lejos. Lo que mueve la vida son sus significantes y estos se componen, generalmente, de palabras o encuentran su expresión en ellas. Hablar (no callar) forma parte del vivir humano (algo que no podemos decir de los perros y gatos -entre otros animales- que nos acompañan y ronronean en nuestras casas), nos proporcionan información o nos entretienen, a veces; nos sintonizan. Son tan importantes, que en muchas relaciones son todo lo que tenemos y todo lo que queremos tener dadas las dificultades para llevar la comunicación a otros espacios más sensoriales o permanentizarlos en estos: la convivencialidad o la sexualidad. Después de una vida uno sabe que la inmensa mayoría de contactos humanos, por no decir casi todos, que ha tenido, han pasado por transacciones verbales y los menos han sido llevados a acciones físicas.
Todo es representación y toda representación pasa por una variabilidad.. El mismo objeto callejero a distintas horas del día y según la curvatura del sol tiene distintas representaciones. El ser humano se otorga la prerrogativa de ser además proyección, una fuente de energía y de deseo que se proyecta en la externalidad, ante el mundo, ante los demás. Lo que se conoce de cada otro a simple vista es su figura (la que lo representa) y lo que se puede aspirar a conocer en una segunda fase, tras sondeos comunicativos, es su proyección (lo que aspira a ser, lo que da, lo que extrovierte). En el viaje existencial por una inmensidad de datos o ítemes de información, de la mayor parte de ellos jamás se tendrá noticia directa. El viajero usa catalejos sin llegar a la palabra y el comunicante no pasa de hacer señales de humo o de colores. Según sus pretensiones irá más o menos lejos en sus relaciones comunicativas con los demás. Con suerte, conocerá a lo largo de toda su vida a no más de media docena de corresponsales con los que co-averiguar el sentido mismo de la palabra y los trasiegos de la verdad a través de ella, para el resto de ocasiones participará de los juegos sonoros de significados nadando en aguas revueltas tratando de llegar a una orilla segura. El otro, en general, es depositario de anhelos y sentimientos tópicos que no se cumplen; el otro, en singular, es depositario de anhelos y sentimientos específicos que tampoco se cumplen en su integridad. En ambos casos, el otro es un concepto difuso que para corresponder a alguien por algo tiene que consultar antes con sus propios límites. Eso ha llevado a deslucimientos del amor y a una crisis del humanismo. El autoengaño atrapa al engañado cuando cree que ese otro es el resultado del diseño de su proyección unilateral. Nadie ni nada es como parece, como bien se dice y se sabe, y, cada predicado tiene una lectura distinta antes y después del contacto con el objeto al que se refieren, sin que en ese test y retest el predicado deje de ser cierto.
Definición de equivocación: conciencia de un acto o comportamiento fallido o erróneamente elegido que no sirve para la consecución de la meta planteada. Una equivocación reconocida permite descartarla de la lista de todas ellas hasta encontrar la opción correcta posible para alcanzar un objetivo. Es así que lo erróneo, así revelado, contribuye a hallar la certeza. Sin embargo, la actividad de poda de lo equivocado no es tan evidente. Las equivocaciones siguen creciendo y, lo que es mas grave, repitiéndose. Se cometen errores que ya eran descritos así hace miles de años (por ejemplo lo relativo al comportamiento cívico) y de los que parece que cada nueva generación tiene necesidad de repetir. ¿Dónde esta la transmisión de valores para que cada generación supere a la anterior por sus lecciones recibidas? La elección errónea de uno lleva a que otro encuentre la opción adecuada aunque sucede que entre un paso y otro alguien se extinga por el camino. Preferiría no equivocarme nunca pero nunca logro este deseo ideal. En mis auto registros las dos casillas dedicadas a errores y pérdidas siempre tienen alguna cifra que dar. Ya no aspiro al día en que puedan dar dos ceros. Me temo que el modelo social de existencia en el que estamos empuja a participar de errores, aunque no seas directamente el responsable de su comisión, al no poderlos eludir.
Algunas de las equivocaciones ineludibles en los actos del vivir están en la percepciones sesgadas o la propensión a tenerlas. Concienciar la percepción errónea o la hipótesis de tenerla abarca un amplio campo de situaciones: desde trastornos mentales (paranoias, delirios,…) a un extenso campo imaginario pasando por diversidades fisiológicas o por confusiones tipificadas (daltonismo,…) . La ciencia no madura hasta que no se libera de lecturas precipitadas proporcionadas por los sentidos básicos. Según se disponga y utilice un instrumento de aproximación al objeto lo perceptible será más o menos exacto. No solo esto, será una cosa u otra. La historia de la ciencia es también la historia tecnología de sus instrumentos de análisis: con el microscopio de lupas se puso la mirada en espacios minúsculos, con el electrónico los aumentos se centuplicaron. El valor de lo científico reside justamente en no entrar en discusiones de lo perceptivo sino en demostraciones de hechos. El rigor de un hecho (un objeto) es que desmantela una tradición, la predominancia de una idea, de un sentido (otros tantos objetos) lo cual es un desbancamiento del subjetivismo y revalora la conducta humana como una exclusiva variable dependiente del organismo frente al ambiente (conocida tesis de Skinner). J.R.Kantor con su teoría del interconductismo (o conductismo de campo) valoró la interacción humana como causalista no limitada a respuestas determinadas por los estímulos. Sin embargo, la interconductualidad es susceptible de contaminación informativa y perceptiva (el dominio de una impresión dominante sobre las impresiones débiles). Una vez más, para las verificaciones exactas de lo percibido y de lo perceptible es necesario acudir a la aparatología a no ser que se quiera confundir las grandes y geniales intuiciones de los menos en un atributo regular de los más coincidentes en los resultados de la mayoría de apreciaciones. La contextualidad (legados culturales que conforman una cosmovisión de la vida) influye en la manera de percibir la realidad. William McDougall propuso un primer manual sobre psicología de la conducta social (1908). Sostuvo el Instintivismo (que tomó por el fundamento de la vida social),dentro del clima darwiniano, como el impulso de la lucha y el deseo. Enseñó que instinto no es igual a capacidad. Paralelamente, la percepción no es equivalente del saber. Ross, menos radical que McDougall., planteó la teoría de la Imitación (1908) como instintividad implícita, innata y básica para la vida social. Ahí donde un individuo accede a la experiencia perceptiva de la realidad creyéndose, durante un tiempo biográfico, ser su único descubridor no hace más que expresar unas predisposiciones biológicas y unos aprendizajes sociales. Las constantes de estandarización de algunos aspectos del comportamiento humano son tomadas como una afrenta a la idiosincrasia individual (cada individuo en el fondo cuenta con su genuina individualidad –y hasta con su aspiraciones de deidad- para sentirse muy diferente, único e induplicable en relación a los demás). De aquí, la pervivencia del subjetivismo y la resistencia a la analiticidad científica. Por su parte la ciencia (al menos la investigación básica) no entra en diletancias apreciativas, sigue un método y presenta datos, con tal radicalidad y gravedad ,que está dispuesta a terminar con la vigencia de los anteriores demostrados como falsables.
Es más preciso hablar de teorías complementarias que compatibles. Todo ayuda a todo, finalmente un error sirve de corrector para reprocesar una conducta errónea. 999 ensayos equivocados son los que barran otras tantas opciones para acertar con la número 1000 y dar con la solución. Las teorías como flujo continuo de la ciencia y de la filosofía son un manantial permanente de proposiciones que incluyen las equivocadas (la percepción es la madre nutricia de no pocas de ellas), son una forma seria de mencionar las tentativas no exentas de error. Es algo inherente a la libertad de pensamiento. Gandhi formuló una idea interesante “La libertad no merece la pena sino incluye la de equivocarse”. Sin equivocaciones no habría teoría (y por tanto reobtención de otro marco de libertad). El problema no es compatibilizar teorías ni pretender dar con una totalizadora y definitiva (no existe), sino tener una forma de trabajar mentalmente y físicamente en la intervención con la materia y en los contextos que nos permita rehabitar la realidad sin miedos. Sin una metodología que destile los conceptos no hay futuro para la supuesta animalidad inteligente del ser humano. En nuestra indagación (colegiada o socializada en la medida de lo posible) vamos a cometer –los estamos cometiendo- innumerables errores. La concienciación de la suma de los propios y de los ajenos permitirá seguir remando (W. Churchill hizo un pronóstico no desactualizado “Todas las personas cometen fallos pero solo las inteligentes aprenden de ellos”). La honestidad intelectual (mucho más que una deferencia) pasa por conectar la idea propia, en la medida que se sepa y se hagan averiguaciones, con el linaje que viene de atrás. Pero suceden dos eventos: uno, de tipo narcisista, según el cual cuando un pensante descubre algo tiende a suponer que hasta ese momento los cientos de generaciones y millones de personas que le precedieron no pensaron nunca eso y tampoco dejaron testimonio y dos, de tipo no-formativo, creer que por el hecho de que una idea (tesis o enunciado) por tener la fecha más reciente supera lo que se dijera en anteriores fechas sobre el tema. Como que la inmensa mayoría de conversaciones sobre la inmensa mayoría de temas no acuden a lo sabido y aportado sobre ellos sino que tratan de reinventarlos desde la subjetividad, los predominios temáticos circulan interminablemente por el mundo sin salir de la misma noria.
La filosofía gestora del poder es un antiguo deseo que ha tenido algunas tentativas fallidas. Norberto Bobbio (considerado a sus casi 90 años –en 1998- como uno de los 3 o 4 intelectuales importantes del mundo -al menos según Elias Diaz, catedrático de Derecho-), se consideraba un fracasado político(en su Autobiografía, donde funde afectos y conceptos) al no obtener resultados en sus dos experiencias de intervención social: una ya en 1946 y otra con un Partido de acción y otro con el PSU. La filosofía de la política es a la política lo que la crítica de teatro es al teatro. El mejor critico, en este caso, puede ser el más pésimo de los actores (de hecho se descarta a priori para serlo), el filósofo se descarta a priori para la política presumiendo su incapacidad competitiva en estas arenas. No falta una plantilla de filósofos que se implica en la vida política defraudando (F.Savater, B.Henri-Levi,…) en sus elecciones y manifiestos por su capacidad discursiva y análisis. Es sabido que el intelectual solo lo puede continuar siendo si es independiente y no tiene a ningun amo a quien pedir permiso para sus ideas. Un filosofo en el poder está condenado a su desbancamiento inmediato por la vía de la impopularidad si quiere seguir adelante con el principio de una república de la sabiduría. En los países democráticos (aunque en Europa se ha investido no sé como un denominado consejo de sabios entre los que está Felipe González, expresidente de España) que se quieren acreditar por el estado de la Razón versus la razón de estado la inteligencia timonel anda bacante. No es que no haya inteligencia concurrente sino que no está dispuesta a ser concursante dejando la gestión de los asuntos sociales para la obsolescencia.
Se suele decir que errar es humano y con esto nos arropamos con una coartada excelente para disculparnos los unos a los otros en nuestras pifias. La verdad es que somos animales ritualistas que tropezamos siempre con las mismas piedras hasta el punto que la evolución social (a pesar de la tecnológica) es una tesis que genera escepticismo. De los errores; es decir, de las miles o millones de actos equivocados, nace la sabiduría; es decir, las maneras más exquisitas con que actuar. Entre un balance de desastres y el saber rotundo pasa toda una biografía, cuyo final no está coronado por ningún premio celestial. Cuanto antes aprendes de tus déficits antes encuentras el modo de suplirlos.
Al hablar con ligereza se cae fácilmente en absolutos (definiciones cerradas que no admiten modificación y se usan como dogmas). Para vivir no se necesita el cuerpo entero sino un mínimo de condiciones orgánicas que permitan los intercambios con el medio. La mayoría de anatomías humanas son deficitarias y como se suele decir en el campo de las minusvalías, la más grave de todas ellas es la que no se ve en la apariencia (el déficit intelectual). El déficit empieza varias décadas antes que la decrepitud o incluso se nace con él en una proporción importante. Las limitaciones que se derivan de una corporeidad deficitaria se convierten en una escuela formidable de maduración ya que una biografía se la pasa filosofando sobre los límites de una clase u otra. Una visión retrospectiva de la historia (de las historias colectivas y grandes acontecimientos pero también de las individuales) reporta el debate reescenificado continuamente sobre los límites con las colisiones respectivas entre el querer hacer y el poder hacer. Vivir no está disociado de todos los actos que contiene la vida. En el caso de la humana, en sus haceres está el hablar y el manejo de las palabras. Contraponer una parte de lo que hace el ser a otra u otras de sus partes es antilógico no entendiendo que el conjunto total se compone de todas ellas a pesar de las contradicciones en las que incurran.
En la jungla de las palabras hay demasiados escondites, fuentes variadas denunciados, hablantes neutros o estériles, palabras polisémicas y conceptos aun no del todo engendrados como para que los senderos sean claros. Cada cual ha de machetear el suyo hasta encontrar un claro donde levantar su campamento y descansar o dar con una vía fluvial que le lleve más lejos. Lo que mueve la vida son sus significantes y estos se componen, generalmente, de palabras o encuentran su expresión en ellas. Hablar (no callar) forma parte del vivir humano (algo que no podemos decir de los perros y gatos -entre otros animales- que nos acompañan y ronronean en nuestras casas), nos proporcionan información o nos entretienen, a veces; nos sintonizan. Son tan importantes, que en muchas relaciones son todo lo que tenemos y todo lo que queremos tener dadas las dificultades para llevar la comunicación a otros espacios más sensoriales o permanentizarlos en estos: la convivencialidad o la sexualidad. Después de una vida uno sabe que la inmensa mayoría de contactos humanos, por no decir casi todos, que ha tenido, han pasado por transacciones verbales y los menos han sido llevados a acciones físicas.
Todo es representación y toda representación pasa por una variabilidad.. El mismo objeto callejero a distintas horas del día y según la curvatura del sol tiene distintas representaciones. El ser humano se otorga la prerrogativa de ser además proyección, una fuente de energía y de deseo que se proyecta en la externalidad, ante el mundo, ante los demás. Lo que se conoce de cada otro a simple vista es su figura (la que lo representa) y lo que se puede aspirar a conocer en una segunda fase, tras sondeos comunicativos, es su proyección (lo que aspira a ser, lo que da, lo que extrovierte). En el viaje existencial por una inmensidad de datos o ítemes de información, de la mayor parte de ellos jamás se tendrá noticia directa. El viajero usa catalejos sin llegar a la palabra y el comunicante no pasa de hacer señales de humo o de colores. Según sus pretensiones irá más o menos lejos en sus relaciones comunicativas con los demás. Con suerte, conocerá a lo largo de toda su vida a no más de media docena de corresponsales con los que co-averiguar el sentido mismo de la palabra y los trasiegos de la verdad a través de ella, para el resto de ocasiones participará de los juegos sonoros de significados nadando en aguas revueltas tratando de llegar a una orilla segura. El otro, en general, es depositario de anhelos y sentimientos tópicos que no se cumplen; el otro, en singular, es depositario de anhelos y sentimientos específicos que tampoco se cumplen en su integridad. En ambos casos, el otro es un concepto difuso que para corresponder a alguien por algo tiene que consultar antes con sus propios límites. Eso ha llevado a deslucimientos del amor y a una crisis del humanismo. El autoengaño atrapa al engañado cuando cree que ese otro es el resultado del diseño de su proyección unilateral. Nadie ni nada es como parece, como bien se dice y se sabe, y, cada predicado tiene una lectura distinta antes y después del contacto con el objeto al que se refieren, sin que en ese test y retest el predicado deje de ser cierto.
Definición de equivocación: conciencia de un acto o comportamiento fallido o erróneamente elegido que no sirve para la consecución de la meta planteada. Una equivocación reconocida permite descartarla de la lista de todas ellas hasta encontrar la opción correcta posible para alcanzar un objetivo. Es así que lo erróneo, así revelado, contribuye a hallar la certeza. Sin embargo, la actividad de poda de lo equivocado no es tan evidente. Las equivocaciones siguen creciendo y, lo que es mas grave, repitiéndose. Se cometen errores que ya eran descritos así hace miles de años (por ejemplo lo relativo al comportamiento cívico) y de los que parece que cada nueva generación tiene necesidad de repetir. ¿Dónde esta la transmisión de valores para que cada generación supere a la anterior por sus lecciones recibidas? La elección errónea de uno lleva a que otro encuentre la opción adecuada aunque sucede que entre un paso y otro alguien se extinga por el camino. Preferiría no equivocarme nunca pero nunca logro este deseo ideal. En mis auto registros las dos casillas dedicadas a errores y pérdidas siempre tienen alguna cifra que dar. Ya no aspiro al día en que puedan dar dos ceros. Me temo que el modelo social de existencia en el que estamos empuja a participar de errores, aunque no seas directamente el responsable de su comisión, al no poderlos eludir.
Algunas de las equivocaciones ineludibles en los actos del vivir están en la percepciones sesgadas o la propensión a tenerlas. Concienciar la percepción errónea o la hipótesis de tenerla abarca un amplio campo de situaciones: desde trastornos mentales (paranoias, delirios,…) a un extenso campo imaginario pasando por diversidades fisiológicas o por confusiones tipificadas (daltonismo,…) . La ciencia no madura hasta que no se libera de lecturas precipitadas proporcionadas por los sentidos básicos. Según se disponga y utilice un instrumento de aproximación al objeto lo perceptible será más o menos exacto. No solo esto, será una cosa u otra. La historia de la ciencia es también la historia tecnología de sus instrumentos de análisis: con el microscopio de lupas se puso la mirada en espacios minúsculos, con el electrónico los aumentos se centuplicaron. El valor de lo científico reside justamente en no entrar en discusiones de lo perceptivo sino en demostraciones de hechos. El rigor de un hecho (un objeto) es que desmantela una tradición, la predominancia de una idea, de un sentido (otros tantos objetos) lo cual es un desbancamiento del subjetivismo y revalora la conducta humana como una exclusiva variable dependiente del organismo frente al ambiente (conocida tesis de Skinner). J.R.Kantor con su teoría del interconductismo (o conductismo de campo) valoró la interacción humana como causalista no limitada a respuestas determinadas por los estímulos. Sin embargo, la interconductualidad es susceptible de contaminación informativa y perceptiva (el dominio de una impresión dominante sobre las impresiones débiles). Una vez más, para las verificaciones exactas de lo percibido y de lo perceptible es necesario acudir a la aparatología a no ser que se quiera confundir las grandes y geniales intuiciones de los menos en un atributo regular de los más coincidentes en los resultados de la mayoría de apreciaciones. La contextualidad (legados culturales que conforman una cosmovisión de la vida) influye en la manera de percibir la realidad. William McDougall propuso un primer manual sobre psicología de la conducta social (1908). Sostuvo el Instintivismo (que tomó por el fundamento de la vida social),dentro del clima darwiniano, como el impulso de la lucha y el deseo. Enseñó que instinto no es igual a capacidad. Paralelamente, la percepción no es equivalente del saber. Ross, menos radical que McDougall., planteó la teoría de la Imitación (1908) como instintividad implícita, innata y básica para la vida social. Ahí donde un individuo accede a la experiencia perceptiva de la realidad creyéndose, durante un tiempo biográfico, ser su único descubridor no hace más que expresar unas predisposiciones biológicas y unos aprendizajes sociales. Las constantes de estandarización de algunos aspectos del comportamiento humano son tomadas como una afrenta a la idiosincrasia individual (cada individuo en el fondo cuenta con su genuina individualidad –y hasta con su aspiraciones de deidad- para sentirse muy diferente, único e induplicable en relación a los demás). De aquí, la pervivencia del subjetivismo y la resistencia a la analiticidad científica. Por su parte la ciencia (al menos la investigación básica) no entra en diletancias apreciativas, sigue un método y presenta datos, con tal radicalidad y gravedad ,que está dispuesta a terminar con la vigencia de los anteriores demostrados como falsables.
Es más preciso hablar de teorías complementarias que compatibles. Todo ayuda a todo, finalmente un error sirve de corrector para reprocesar una conducta errónea. 999 ensayos equivocados son los que barran otras tantas opciones para acertar con la número 1000 y dar con la solución. Las teorías como flujo continuo de la ciencia y de la filosofía son un manantial permanente de proposiciones que incluyen las equivocadas (la percepción es la madre nutricia de no pocas de ellas), son una forma seria de mencionar las tentativas no exentas de error. Es algo inherente a la libertad de pensamiento. Gandhi formuló una idea interesante “La libertad no merece la pena sino incluye la de equivocarse”. Sin equivocaciones no habría teoría (y por tanto reobtención de otro marco de libertad). El problema no es compatibilizar teorías ni pretender dar con una totalizadora y definitiva (no existe), sino tener una forma de trabajar mentalmente y físicamente en la intervención con la materia y en los contextos que nos permita rehabitar la realidad sin miedos. Sin una metodología que destile los conceptos no hay futuro para la supuesta animalidad inteligente del ser humano. En nuestra indagación (colegiada o socializada en la medida de lo posible) vamos a cometer –los estamos cometiendo- innumerables errores. La concienciación de la suma de los propios y de los ajenos permitirá seguir remando (W. Churchill hizo un pronóstico no desactualizado “Todas las personas cometen fallos pero solo las inteligentes aprenden de ellos”). La honestidad intelectual (mucho más que una deferencia) pasa por conectar la idea propia, en la medida que se sepa y se hagan averiguaciones, con el linaje que viene de atrás. Pero suceden dos eventos: uno, de tipo narcisista, según el cual cuando un pensante descubre algo tiende a suponer que hasta ese momento los cientos de generaciones y millones de personas que le precedieron no pensaron nunca eso y tampoco dejaron testimonio y dos, de tipo no-formativo, creer que por el hecho de que una idea (tesis o enunciado) por tener la fecha más reciente supera lo que se dijera en anteriores fechas sobre el tema. Como que la inmensa mayoría de conversaciones sobre la inmensa mayoría de temas no acuden a lo sabido y aportado sobre ellos sino que tratan de reinventarlos desde la subjetividad, los predominios temáticos circulan interminablemente por el mundo sin salir de la misma noria.
La filosofía gestora del poder es un antiguo deseo que ha tenido algunas tentativas fallidas. Norberto Bobbio (considerado a sus casi 90 años –en 1998- como uno de los 3 o 4 intelectuales importantes del mundo -al menos según Elias Diaz, catedrático de Derecho-), se consideraba un fracasado político(en su Autobiografía, donde funde afectos y conceptos) al no obtener resultados en sus dos experiencias de intervención social: una ya en 1946 y otra con un Partido de acción y otro con el PSU. La filosofía de la política es a la política lo que la crítica de teatro es al teatro. El mejor critico, en este caso, puede ser el más pésimo de los actores (de hecho se descarta a priori para serlo), el filósofo se descarta a priori para la política presumiendo su incapacidad competitiva en estas arenas. No falta una plantilla de filósofos que se implica en la vida política defraudando (F.Savater, B.Henri-Levi,…) en sus elecciones y manifiestos por su capacidad discursiva y análisis. Es sabido que el intelectual solo lo puede continuar siendo si es independiente y no tiene a ningun amo a quien pedir permiso para sus ideas. Un filosofo en el poder está condenado a su desbancamiento inmediato por la vía de la impopularidad si quiere seguir adelante con el principio de una república de la sabiduría. En los países democráticos (aunque en Europa se ha investido no sé como un denominado consejo de sabios entre los que está Felipe González, expresidente de España) que se quieren acreditar por el estado de la Razón versus la razón de estado la inteligencia timonel anda bacante. No es que no haya inteligencia concurrente sino que no está dispuesta a ser concursante dejando la gestión de los asuntos sociales para la obsolescencia.