Contra el egoísmo y por la autonomía personal.(Notas de Campos de discusión siglo XXI) Néstor Estebenz
De la noción del vampirismo clásico (el de la rata alada buscando su despensa en un cuello que libar) se ha hecho un neologismo de múltiples acepciones. La psicología del vampiro es la de quien chupa hasta la extenuación la energía emocional del otro sin dar nada a cambio. Su perfil es fácil de distinguir ya que no para de hablar de sí mismo sin interesarse por nada de las preocupaciones ajenas. Es tan elocuente la personalidad vampira en sus gestos y sus hablas que una vez descubierta como tal se la aísla con facilidad y se la deja en la pastura de su propio vómito. El problema es cuando nos enamoramos de vampiros o vampiras. Sus excesos de egoísmo y mezquindad son insuperables pero quererlos por su optimismo, su arte y su voluptuosidad nos lleva a perdonarlos una y otra vez. Tarde o temprano su egoísmo deja de ser tolerable y sus repetidos actos de traición ya no son perdonados.
Un lenguaje se caracteriza por las filias (con deseos proactivos) que contiene. El lenguaje del conservadurismo promueve el individualismo parapetando a cada individuo frente a todos los demás y el revolucionario se reclama de la conciencia de los intereses de la colectividad sin negar los del individuo. Negar la existencia de un lenguaje comunista porque no existe la sociedad comunista es una de esas afirmaciones que descoloca totalmente. Se correspondería con todas las demás negaciones que niegan la existencia de una teoría porque no ha sido generalizado o de un sueño porque no ha sido realizado .Se correspondería también con la negación de la misma condición de hablante mientras no demuestre que existe como ser humano. Negar la existencia de un lenguaje concreto porque los deseos que contiene no se corresponden con la realidad que proclama o de la que se hace acreedor es contrario al reconocimiento de la posibilidad expresiva. De hecho, niega al lenguaje mismo como potencial de avanzada con respecto a todo lo que dice acerca de futuros desde antes de su existencia. El peligro de manejar las palabras de cualquier manera es que parecen ser más el resultado de una borrachera o empacho de semantemas que no una destilación logica: pueden existir sonidos y grafías carentes de significados concretos que ocupan el espacio visual y disparan la escapada en lugar de atraer a su consideración . Es así que algunas filias por las letras están por encima de la sofía de sus contenidos. Las dificultades del lenguaje comunista tras un siglo que ha testimoniado de distintas maneras el fracaso de los PCs de viejo cuño tras la bancarrota de la llamada internacional comunista (la III) y de otra que quiso seguirle (la IV), han empujado a un nuevo vocabulario de izquierdas sin manejar palabras asustadizas que evocaban un comunismo que nunca fue tal, de unos países que si fueron reales por la dirección de férreas dictaduras no de clase sino de estructuras de partido que decían defenderla (no tan distinto a como los ministros de algún dios dicen ser los únicos que se otorgan su representación para subordinar a los crédulos a su condición de subordinados). A quienes les tocó pasar por esas botas represivas y mantuvieron la lucidez y consiguieron escapar, les debemos haber sido contadas las atrocidades resumidas en impedir la libertad en aras de la libertad. El llamado socialismo real, el que lo tentó, tampoco fue tal aunque sí hubiera una apología de ello. A menos de medio siglo después de todo ello ya se demostró la fatalidad de los sucesos. El debate posterior tras reconocer fracasos -y solo reconociéndolos podría/puede hacerse- es cómo aprovecharse de las experiencias históricas (todas) y de sus secuelas por los traumas históricos que ocasionaron los estados de la transformación en sus respectivos países. Lo siguiente es como seguir utilizando la teoría del pasado sin dogmatizarla. Lo tercero seria como contar con una nueva teoría iluminadora para guionizar un futuro fantástico. La idea de una doctrina para esto tercero es ya un tanto obsoleto. Un plan para guionizar en todos sus detalles el futuro va en contra del futuro mismo en el que se supone se debería dar la eclosión de innumerables iniciativas plurales, de distinto signo y contradictorias en una cancha de confluencia sinérgica. Lo que estamos discutiendo no es si un sistema teórico-conceptual es vigente o es obsoleto (de toda la historia de las vidas y las ideas del género humano siguen quedando lecciones latentes elocuentes y sabias desde antes de Lao Tzé) sino esa necesidad de una teoría como un sistema acabado. La filosofía pendiente no es la de cuestionar todas las filosofías anteriores para dar la buena nueva de la ultima en ser titulada sino aquella que se cuestiona a si misma desde sus enunciados sometidos a la revisión de su viabilidad o/y validez. Cuando una filosofía emergente quiso impugnar a todas las anteriores como interpretacionistas erigiendo la suya como la primera dedicada a la acción ignoró la esencia misma filosófica: la de entender las tramas y trampas del pensamiento humano y de su potencial para la conciencia dejando las transformaciones para la consecuencia lógica de esa. Al hacerlo al revés, las intervenciones en la realidad para ser cambiada sin la conciencia del mismo cambio no evitó que nuevas realidades regeneraran antiguas formas de ser humanas faltas de virtudes éticas.
Con una ética en el intercambio se resolverían sino todos sí una buena parte de los problemas de orden económico y material. Esa praxis del intercambio ético dejaría fuera y reduciría hasta su extinción las conductas especulativas, los comercios fraudulentos, el bandolerismo de algunos impuestos y toda una industria de superfluidades (incluidas la farmacéutica y la alimentaria en no poco volumen de sus productos equivocados).
El egoísmo está inscrito genéticamente en la primera dotación informativa de la que el ser animal se vale para la supervivencia. La cultura posterior que adquiera vendrá a corregir-e –si lo corrige- ese protoindividualismo furioso. La primera forma en que se manifiesta es en la satisfacción de las necesidades primarias, fundamentalmente la saciación del hombre. Una vez saciado el animal deja que otros sigan comiendo los restos. Las actividades más genuinamente humanas –las que lo dignifican dentro del reino animal- son posteriores a haber cubierto sus necesidades primarias. Por eso se supone que con el estómago vacío la cabeza no está para trotes intelectuales de lo que se deriva que la filosofía es posterior a la economía. Aunque eso no es literalmente así es vox populi que primum vivere y solo en segundo término el humano puede independizar su discurso de su contexto material. Las distintas verdades cuestionan eso. En los bohemios la falta de leñá para la estufa y de comida que comer no impiden que los artistas sigan fabulando con su arte y tentando sus creaciones. Sociológicamente, en cambio, multitud de personas se pasan sus biografías tras sus zanahorias materialistas no concediéndose tiempo extra (a pesar de tenerlo en forma de horas y días libres) para actividades pensadas mas en el vivir y en la autorrealización que no en el sobrevivir y en las servidumbres productivas. El resultado es que ni toda la gente vale -desde la posición de priorizar su materialidad- para el arte o la filosofía (por mucho tiempo que tenga) ni –al revés- todo el mundo vale para vivir vidas de esclavos a pesar de que la negación les suponga la muerte anticipada. Como que vivir no se mide con un reloj o un calendario sino con los contenidos de los que se dota o integra un itinerario existencial la energía dedicada a pensar es un revitalizador a pesar de no tener todas las condiciones materiales aseguradas (ya Santiago Ramón y Cajal, considerado como el padre de la neurociencia moderna, apuntó la necesidad de hacer gimnástica cerebral para tener ideas). Como que vivir no es sobrevivir sino concienciar lo que se vive según se va viviendo esto tiene una estrecha conexión con el mundo percibido. Según percibes cada imput (noticia de un hecho u observación directa de otro) que llega a tus sensores vives tu vida con mayor o menor intensidad. El tiempo contable siendo instrumentalmente el mismo para todos no lo es por lo que hace a la cadencia de conexión con lo sentido. No todos los sistemas perceptivos perciben igual y sus diferencias (aunque sea a nivel de micro diferencias) se debe a dos clases de factores: la física neurológica concreta y las experiencias o influjos que se hayan tenido incidiendo en la preconcepción antes los estímulos. Antonio R. Damasio (en Nature) destaca el papel de la amígdala en la obtención de conocimiento socialmente relevante sobre la base de la apariencia de la cara. Los sujetos con daños en la amígdala en ambos hemisferios tienden a juzgar a los individuos desconocidos en una condición de más fiables y amistosos que quienes carecen de daños o tienen una lesión menor. Esto, presumiblemente está conectado con la accesibilidad a recuerdos pasados en experiencias emocionales previas. En cuanto a los cerebros que no todos son iguales (Hugo Liaño sostiene que el femenino está más evolucionado) predetermina participaciones distintas y discriminatorias en la realidad correlacionaria llevando a lecturas tan distintas de la realidad que crea la sensación de habitar objetividades diferentes.
De la noción del vampirismo clásico (el de la rata alada buscando su despensa en un cuello que libar) se ha hecho un neologismo de múltiples acepciones. La psicología del vampiro es la de quien chupa hasta la extenuación la energía emocional del otro sin dar nada a cambio. Su perfil es fácil de distinguir ya que no para de hablar de sí mismo sin interesarse por nada de las preocupaciones ajenas. Es tan elocuente la personalidad vampira en sus gestos y sus hablas que una vez descubierta como tal se la aísla con facilidad y se la deja en la pastura de su propio vómito. El problema es cuando nos enamoramos de vampiros o vampiras. Sus excesos de egoísmo y mezquindad son insuperables pero quererlos por su optimismo, su arte y su voluptuosidad nos lleva a perdonarlos una y otra vez. Tarde o temprano su egoísmo deja de ser tolerable y sus repetidos actos de traición ya no son perdonados.
Un lenguaje se caracteriza por las filias (con deseos proactivos) que contiene. El lenguaje del conservadurismo promueve el individualismo parapetando a cada individuo frente a todos los demás y el revolucionario se reclama de la conciencia de los intereses de la colectividad sin negar los del individuo. Negar la existencia de un lenguaje comunista porque no existe la sociedad comunista es una de esas afirmaciones que descoloca totalmente. Se correspondería con todas las demás negaciones que niegan la existencia de una teoría porque no ha sido generalizado o de un sueño porque no ha sido realizado .Se correspondería también con la negación de la misma condición de hablante mientras no demuestre que existe como ser humano. Negar la existencia de un lenguaje concreto porque los deseos que contiene no se corresponden con la realidad que proclama o de la que se hace acreedor es contrario al reconocimiento de la posibilidad expresiva. De hecho, niega al lenguaje mismo como potencial de avanzada con respecto a todo lo que dice acerca de futuros desde antes de su existencia. El peligro de manejar las palabras de cualquier manera es que parecen ser más el resultado de una borrachera o empacho de semantemas que no una destilación logica: pueden existir sonidos y grafías carentes de significados concretos que ocupan el espacio visual y disparan la escapada en lugar de atraer a su consideración . Es así que algunas filias por las letras están por encima de la sofía de sus contenidos. Las dificultades del lenguaje comunista tras un siglo que ha testimoniado de distintas maneras el fracaso de los PCs de viejo cuño tras la bancarrota de la llamada internacional comunista (la III) y de otra que quiso seguirle (la IV), han empujado a un nuevo vocabulario de izquierdas sin manejar palabras asustadizas que evocaban un comunismo que nunca fue tal, de unos países que si fueron reales por la dirección de férreas dictaduras no de clase sino de estructuras de partido que decían defenderla (no tan distinto a como los ministros de algún dios dicen ser los únicos que se otorgan su representación para subordinar a los crédulos a su condición de subordinados). A quienes les tocó pasar por esas botas represivas y mantuvieron la lucidez y consiguieron escapar, les debemos haber sido contadas las atrocidades resumidas en impedir la libertad en aras de la libertad. El llamado socialismo real, el que lo tentó, tampoco fue tal aunque sí hubiera una apología de ello. A menos de medio siglo después de todo ello ya se demostró la fatalidad de los sucesos. El debate posterior tras reconocer fracasos -y solo reconociéndolos podría/puede hacerse- es cómo aprovecharse de las experiencias históricas (todas) y de sus secuelas por los traumas históricos que ocasionaron los estados de la transformación en sus respectivos países. Lo siguiente es como seguir utilizando la teoría del pasado sin dogmatizarla. Lo tercero seria como contar con una nueva teoría iluminadora para guionizar un futuro fantástico. La idea de una doctrina para esto tercero es ya un tanto obsoleto. Un plan para guionizar en todos sus detalles el futuro va en contra del futuro mismo en el que se supone se debería dar la eclosión de innumerables iniciativas plurales, de distinto signo y contradictorias en una cancha de confluencia sinérgica. Lo que estamos discutiendo no es si un sistema teórico-conceptual es vigente o es obsoleto (de toda la historia de las vidas y las ideas del género humano siguen quedando lecciones latentes elocuentes y sabias desde antes de Lao Tzé) sino esa necesidad de una teoría como un sistema acabado. La filosofía pendiente no es la de cuestionar todas las filosofías anteriores para dar la buena nueva de la ultima en ser titulada sino aquella que se cuestiona a si misma desde sus enunciados sometidos a la revisión de su viabilidad o/y validez. Cuando una filosofía emergente quiso impugnar a todas las anteriores como interpretacionistas erigiendo la suya como la primera dedicada a la acción ignoró la esencia misma filosófica: la de entender las tramas y trampas del pensamiento humano y de su potencial para la conciencia dejando las transformaciones para la consecuencia lógica de esa. Al hacerlo al revés, las intervenciones en la realidad para ser cambiada sin la conciencia del mismo cambio no evitó que nuevas realidades regeneraran antiguas formas de ser humanas faltas de virtudes éticas.
Con una ética en el intercambio se resolverían sino todos sí una buena parte de los problemas de orden económico y material. Esa praxis del intercambio ético dejaría fuera y reduciría hasta su extinción las conductas especulativas, los comercios fraudulentos, el bandolerismo de algunos impuestos y toda una industria de superfluidades (incluidas la farmacéutica y la alimentaria en no poco volumen de sus productos equivocados).
El egoísmo está inscrito genéticamente en la primera dotación informativa de la que el ser animal se vale para la supervivencia. La cultura posterior que adquiera vendrá a corregir-e –si lo corrige- ese protoindividualismo furioso. La primera forma en que se manifiesta es en la satisfacción de las necesidades primarias, fundamentalmente la saciación del hombre. Una vez saciado el animal deja que otros sigan comiendo los restos. Las actividades más genuinamente humanas –las que lo dignifican dentro del reino animal- son posteriores a haber cubierto sus necesidades primarias. Por eso se supone que con el estómago vacío la cabeza no está para trotes intelectuales de lo que se deriva que la filosofía es posterior a la economía. Aunque eso no es literalmente así es vox populi que primum vivere y solo en segundo término el humano puede independizar su discurso de su contexto material. Las distintas verdades cuestionan eso. En los bohemios la falta de leñá para la estufa y de comida que comer no impiden que los artistas sigan fabulando con su arte y tentando sus creaciones. Sociológicamente, en cambio, multitud de personas se pasan sus biografías tras sus zanahorias materialistas no concediéndose tiempo extra (a pesar de tenerlo en forma de horas y días libres) para actividades pensadas mas en el vivir y en la autorrealización que no en el sobrevivir y en las servidumbres productivas. El resultado es que ni toda la gente vale -desde la posición de priorizar su materialidad- para el arte o la filosofía (por mucho tiempo que tenga) ni –al revés- todo el mundo vale para vivir vidas de esclavos a pesar de que la negación les suponga la muerte anticipada. Como que vivir no se mide con un reloj o un calendario sino con los contenidos de los que se dota o integra un itinerario existencial la energía dedicada a pensar es un revitalizador a pesar de no tener todas las condiciones materiales aseguradas (ya Santiago Ramón y Cajal, considerado como el padre de la neurociencia moderna, apuntó la necesidad de hacer gimnástica cerebral para tener ideas). Como que vivir no es sobrevivir sino concienciar lo que se vive según se va viviendo esto tiene una estrecha conexión con el mundo percibido. Según percibes cada imput (noticia de un hecho u observación directa de otro) que llega a tus sensores vives tu vida con mayor o menor intensidad. El tiempo contable siendo instrumentalmente el mismo para todos no lo es por lo que hace a la cadencia de conexión con lo sentido. No todos los sistemas perceptivos perciben igual y sus diferencias (aunque sea a nivel de micro diferencias) se debe a dos clases de factores: la física neurológica concreta y las experiencias o influjos que se hayan tenido incidiendo en la preconcepción antes los estímulos. Antonio R. Damasio (en Nature) destaca el papel de la amígdala en la obtención de conocimiento socialmente relevante sobre la base de la apariencia de la cara. Los sujetos con daños en la amígdala en ambos hemisferios tienden a juzgar a los individuos desconocidos en una condición de más fiables y amistosos que quienes carecen de daños o tienen una lesión menor. Esto, presumiblemente está conectado con la accesibilidad a recuerdos pasados en experiencias emocionales previas. En cuanto a los cerebros que no todos son iguales (Hugo Liaño sostiene que el femenino está más evolucionado) predetermina participaciones distintas y discriminatorias en la realidad correlacionaria llevando a lecturas tan distintas de la realidad que crea la sensación de habitar objetividades diferentes.