Traducido por Unión Proletaria
La revisión de nuestro análisis de la URSS
Desde su creación en 1968-1970, nuestra organización había retomado el análisis de la situación en el seno del movimiento comunista internacional elaborado por el Partido Comunista Chino y el Partido del Trabajo de Albania.
Las tesis sobre la Unión Soviética, adoptadas en 1979 en el Primer Congreso del PTB, pueden resumirse así:
“En 1956, Jruschov dio un golpe de Estado que ha supuesto la toma del poder por el revisionismo en el partido y el Estado y la llegada al poder de una nueva burguesía. El Estado soviético es un capitalista colectivo. El capitalismo de Estado es la fase superior de la concentración capitalista. La nueva gran burguesía posee de facto los medios de producción. En la URSS hay un régimen de opresión generalizada que podemos llamar social-fascismo. Aquellos que se atreven a criticar la nueva burguesía y a reivindicar sus derechos democráticos son acusados de actividad anti-soviética y subversión. El social-imperialismo ha retomado la vieja política zarista de anexión y opresión de las minorías nacionales. Ejerce una dominación colonial en Europa del Este, Cuba, Vietnam. El militarismo soviético prepara al pueblo para guerras de agresión por la dominación de Europa y del mundo entero. Los partidos pro-rusos lo ayudan en este trabajo de preparación.
Tras dos años con Gorbachov en el poder, el Comité Central del PTB decidió, por unanimidad menos cuatro abstenciones, que hacía falta hacer una revisión de estas tesis sobre la URSS.
¿Por qué hacer una revisión?
Varias fueron las razones que nos llevaron a la decisión de revisar el conjunto de nuestro análisis de la URSS desde Jruschov.
Para empezar, desde 1987 estábamos confrontados a un número considerable de hechos incompatibles con nuestro análisis de la URSS.
En 1987, Gorbachov denunció la corrupción, el parasitismo, las evasiones de dinero, el enriquecimiento ilegal de la mafia alrededor de Brezhnev y otros dirigentes superiores.
Criticó la falta de democracia, denunció la esclerosis ideológica y le dio vía libre a las informaciones y los debates sobre las taras del brezhnevismo. Decidió restablecer las relaciones con el Partido Comunista Chino, al que reconoció su autonomía y su independencia – China habiendo sido, durante el periodo de Brezhnev, el enemigo a batir, una “potencia social-chovinista, expansionista, funcional al imperialismo, que aspira a la hegemonía mundial”.
El social-imperialismo, la “superpotencia más agresiva”, retiró sus tropas de Afganistán, Angola y Etiopía, empujó a los vietnamitas a retirarse de Kampuchea, en fin, liquidó todas sus “colonias” en el tercer mundo.
Desde 1987, se produjeron otros acontecimientos que no encajaban con nuestro antiguo análisis.
Según éste, el grupo de Jaruzelski ejercía, desde comienzos de 1980, la “dictadura colonial soviética” en la “colonia” polaca. Sin embargo en 1989 el grupo de Jaruzelski hizo un pacto con la derecha nacionalista de Solidarnosc para restablecer el capitalismo privado y emprender una vía pro-occidental.
En Hungría, la feroz “dictadura de la burguesía compradora pro-rusa” se derrumbó como un castillo de naipes. Prácticamente sin oponer resistencia, la “nomenklatura” del partido perdió el poder.
En la RDA, donde reinaba el “capitalismo de Estado” más dinámico, la “gran burguesía” se suicidó. Los cuadros del SED no solamente perdieron el poder y sus funciones, sino que se rindieron desarmados ante la burguesía, la verdadera, la gran burguesía alemana.
Los “nuevos zares” deciden interrumpir todo control sobre sus “colonias” en Europa del Este e incluso llegan a organizar golpes de Estado, como en Bulgaria y Rumanía, contra aquellos que rechazan entregarse al imperialismo, dejando las armas .
Había una segunda razón por la que cuestionar nuestro análisis de la URSS: la necesidad de mantener la unidad del partido.
En 1987, se había hecho muy grande la presión al exterior y en el interior del partido para que nos posicionáramos frente a los importantes cambios que se producían en la URSS. La única decisión responsable, capaz de mantener la unidad del partido, fue la que se tomó: revisar nuestro análisis de la URSS, permitir que se expresen opiniones contradictorias al respecto y no anticipar las conclusiones del debate.
El no revisar nuestras posiciones habría tenido una triple consecuencia. Primero, una fracción del partido se habría agarrado a las antiguas tesis y habría tenido que forzar las cosas para hacer encajar los hechos dentro de sus a priori. Luego, frente a la aparente absurdidad de muchas de nuestras antiguas tesis, una fracción del partido habría sido hipnotizada por las “tendencias positivas de la renovación comunista” en la URSS. Los errores de tipo dogmático siempre provocan contra-errores revisionistas. Finalmente, durante las “revoluciones democráticas” en el Este, podríamos habernos colocado del lado de la derecha pro-imperialista exigiendo la “destrucción del aparato de Estado neo-colonial” en esos países, como fue el caso de otras organizaciones que se reclamaban del marxismo-leninismo. Por consiguiente, el partido habría sufrido gravemente la influencia de la campaña anticomunista dentro de sus filas.
Había una tercera razón por la que revisar nuestras posiciones y abrir el debate: la necesidad de adoptar nuestras propias tesis en un movimiento comunista internacional que había conocido muchas divisiones, luchas y virajes.
Habíamos formulado nuestro análisis de la URSS inspirándonos de las tesis del Partido Comunista Chino y del Partido del Trabajo de Albania.
En 1987, era evidente que en algunos puntos teníamos posiciones diferentes de las del Partido del Trabajo de Albania. Partiendo del análisis según el cual el golpe de Estado de Jruschov y el predominio del revisionismo a la cabeza del partido significaban la llegada al poder de una nueva burguesía, el Partido del Trabajo de Albania afirmó que las tesis revisionistas de Deng Xiaoping también suponían la restauración del capitalismo en China y el nacimiento del social-imperialismo chino.
Por otra parte, en algunos puntos, nuestras opiniones diferían de las del Partido Comunista Chino. Tras haber criticado el revisionismo en 1963, al comienzo de los años 80 el Partido Comunista Chino se impregnó de todas las tesis revisionistas, saludando la “vía italiana hacia el socialismo” de los ultra-revisionistas italianos y elogiando los méritos de la vía yugoslava y húngara.
La revisión de nuestras posiciones sobre la degeneración de la Unión Soviética tenía entonces que llevarnos a la elaboración de tesis de las que solamente nosotros teníamos que responsabilizarnos. Ni podíamos agarrarnos a las antiguas tesis, ni a las posiciones actuales de los camaradas chinos o albaneses. Por consiguiente, era necesario revisar todas nuestras posiciones para determinar cuáles eran justas, cuáles eran unilaterales, superadas o erróneas. Ello necesitaba un debate abierto y prolongado.
¿Social-imperialismo de todos modos?
En 1987, algunos miembros de la dirección negaron la necesidad de revisar nuestra posición. En 1990 estos camaradas afirmaron que habían tenido razón al sostener nuestro análisis de 1979. Su tesis principal puede resumirse así. “Decíamos en 1985 que la Unión Soviética estaba dirigida por una burguesía representada por Brezhnev. Hoy, decimos que Gorbachov era un contrarrevolucionario que quería salvar a la nueva burguesía: la revisión no ha servido de nada. Fue un viraje inútil e injustificado.”
Estos camaradas querían mantener la fraseología de “izquierda” – capitalismo de Estado, social-fascismo, social-imperialismo, dominación colonial – en un momento en que, de cualquier manera, ésta entraba en contradicción con realidades constatadas en la URSS. Esto está reñido con el estilo de trabajo materialista dialéctico.
Esta tendencia oportunista de izquierda está compuesta por dos corrientes muy diferentes.
Primero hay una corriente derechista en cuanto al fondo, que mezcla nuestras posiciones de 1979 con ideas retomadas de las diferentes escuelas burguesas: “Las bases del capitalismo de Estado se pusieron en la era de Stalin (y de Lenin)”.
La otra corriente, dogmática, a la vez que defendía a Stalin, quería mantener las tesis chinas de los años 60, que desde entonces se contradecían con muchos acontecimientos importantes.
Esta última tendencia adquirió un margen de maniobra considerable, porque muchos camaradas hicieron una interpretación errónea, oportunista de derecha, de las decisiones de 1987. Según esta interpretación, la revisión de nuestro análisis de la Unión Soviética implicaba el reconocimiento de Gorbachov como un marxista-leninista y el apoyo a su política de reformas democráticas.
Los defensores del oportunismo de izquierda se apoyaban sobre estas afirmaciones para decir: “Si hubiéramos hecho un paralelismo entre Jruschov y Gorbachov, habríamos visto que no hubo ruptura. Desde Jruschov, no ha habido modificaciones fundamentales de la línea. Por lo tanto, nos equivocamos a la hora de revisar nuestro análisis.”
¿Qué es lo que cambió en 1987 en las posiciones del PTB?
Es preciso decir que hay una gran confusión a la hora de saber lo que realmente cambió en las posiciones del partido en 1987.
Podemos resumir estos cambios así.
1. Algunas tesis esenciales de 1979 se han vuelto insostenibles, por tanto hay errores en el análisis.
2. Los hechos demuestran que los cambios de orientación radical son posibles en los países revisionistas; estas sociedades son entonces más complejas de lo que habíamos pensado y están atravesadas por tendencias contradictorias.
3. Reafirmamos nuestro apoyo a Stalin y nuestra oposición tanto a la contrarrevolución socialdemócrata como al revisionismo jruchovista.
4. Mantenemos lo esencial de las críticas que hemos formulado contra la Unión Soviética de Brezhnev.
5. Hace falta, sobre la base de nuestra propia comprensión del marxismo-leninismo, hacer encuestas, investigaciones y estudios, con un espíritu abierto, es decir sin dogmas que solamente van en busca de “pruebas” de la restauración capitalista o de la fidelidad al socialismo.
6. El partido no se pronuncia todavía sobre la verdadera naturaleza de Gorbachov, cada uno tiene el derecho de argumentar que Gorbachov es un verdadero marxista-leninista, como tiene el derecho de afirmar que es un revisionista y un social-imperialista.
La experiencia ha demostrado que esta manera de proceder era correcta. Nos permitió evitar las trampas del oportunismo, ya sea de ‘izquierda’ o derecha.
Uno. En primer lugar y ante todo, era necesario “subrayar los aspectos positivos de Gorbachov”. Efectivamente, había que saber en 1987 cuál era el mayor peligro que amenazaba al partido y que constituía la principal fuente de posibles escisiones.
Desde 1969, los cuadros y los militantes habían sido educados en las tesis: capitalismo de Estado, social-fascismo, social-imperialismo, superpotencia más peligrosa. Decir entonces que estas tesis eran probablemente erróneas en varios aspectos, constituía inmensos riesgos políticos. Sintiéndose “traicionados” en lo que consideraban lo esencial de su análisis de la URSS, muchos camaradas podían romper con el partido. El simple hecho de plantear la hipótesis de que la Unión Soviética aún tenía una base socialista, incluso si ésta había sido seriamente minada por el revisionismo, era una herejía que amenazaba con llevar a escisiones. Los trostskistas, en verdaderos profesionales del anticomunismo, vieron inmediatamente las oportunidades que se les aparecían: el PTB no podría realizar un giro tan fundamental sin estallar. El provocador Vercammen trataba de agudizar las contradicciones afirmando que ahora el PTB quería “leer a Gorbachov” al igual que antes leía a Mao Zedong.
Para no arriesgarnos a sufrir escisiones, había que llevar al conjunto de los miembros a una ponderada reflexión sobre varias hipótesis relativas a la naturaleza de la Unión Soviética desde Jruschov. Había que poner en evidencia los aspectos positivos del cambio en la URSS para llevar a los militantes a revisar de manera materialista y dialéctica la compleja realidad de la URSS y a revisar otras hipótesis aparte de las planteadas en 1979.
Dos. Después, abriendo el debate, reafirmamos nuestro apoyo a la política de Stalin y nuestra oposición tanto a la socialdemocracia como al revisionismo jruschovista.
También trazamos una clara línea de demarcación con toda posible evolución derechista en la URSS y por lo tanto no insistimos “unilateralmente” en los aspectos positivos. Cuando un miembro del Comité Central empezó a desarrollar una línea “pro-Gorbachov” rehabilitando al revisionismo y al reformismo, fue criticado por todos los demás miembros.
Tres. A lo largo de todo el debate, nos cuidamos en dar a conocer las tesis de todos aquellos que continuaban defendiendo la teoría del capitalismo de Estado y del social-imperialismo.
Así, publicamos un texto del Marxistisch-Leninistische Partei Deutschland y otro de Dan Nabudere sobre la política imperialista de la URSS en África del Sur.
Cuatro. Frente a los cambios provocados por la nueva orientación de Gorbachov en el movimiento comunista internacional, había que dar prueba de flexibilidad y apertura.
Mientras manteníamos nuestras posiciones sobre la política revolucionaria de la URSS bajo Stalin y nuestras críticas al revisionismo de Jruschov y el hegemonismo de Brezhnev, también teníamos que plantear la posibilidad de una evolución positiva en la URSS. Un gran número de partidos influenciados por la URSS estaban desorientados por las críticas de Gorbachov sobre la era de Brezhnev, críticas que se aproximaban en algunos aspectos de aquellas que siempre habíamos hecho. En la época, no teníamos contacto con los Partidos Comunistas de Cuba, de Checoslovaquia, de la RDA, de Bulgaria, de Rumanía, de Vietnam, de Corea. Frente a los cambios provocados por Gorbachov, era posible que algunos de esos partidos criticaran el brezhnevismo desde posiciones de izquierda, marxistas-leninistas. Para establecer contactos con esos partidos teníamos que eliminar las tesis exageradas que habíamos desarrollado sobre la URSS.
Es importante recordar aquí que no fueron los marxistas-leninistas quienes rompieron los lazos con los países y partidos dominados por el revisionismo. Nunca tuvimos relaciones con el Partido Comunista de la Unión Soviética ni con los que estaban en su esfera de influencia. El PCUS jamás habría aceptado entrar en contacto con el PTB, partido “stalinista” y “maoísta”. Pero esta posición de hostilidad hacia los marxistas-leninistas por parte de la dirección del PCUS también facilitaba, por parte nuestra, la adopción de posiciones izquierdistas. Independientemente de la actitud hostil de la dirección del PCUS, deberíamos haber adoptado una correcta actitud de principios. Incluso aceptando la hipótesis según la cual el revisionismo en la URSS era irreversible, teníamos que adoptar una actitud unitaria para establecer contactos con todos los partidos de la corriente soviética así como con la tendencia bolchevique en el seno del PCUS. Justificar teóricamente la ruptura total con los partidos dominados por el revisionismo implicaba que se imaginaba que los auténticos marxistas-leninistas se encontraban fuera del partido en esos países. Sin embargo, ninguna indicación confirmaba esa hipótesis. Los auténticos marxistas-leninistas se encontraban siempre en el interior de los partidos dominados por revisionistas. Entonces hacía falta, por principio, adoptar una política de unidad y de contactos tan amplia como fuera posible con los partidos comunistas de los países socialistas.
Claro está que aquí se plantea otro problema. Aceptando esta unidad y esos contactos, es evidente que habríamos sufrido una presión terrible por parte del revisionismo que dominaba esos partidos. Sin duda alguna, estos contactos habrían alentado y facilitado la corrupción ideológica y política de nuestros cuadros. No es un asunto baladí el resistir a la influencia oportunista que pueden ejercer partidos “grandes y potentes”, que disponen de todos los medios del Estado. Había que adoptar una posición revolucionaria independiente y juzgar sin condescendencia, sobre la base de nuestros conocimientos del marxismo-leninismo, la experiencia de otros partidos comunistas y distinguir lo que es marxismo-leninismo de lo que es revisionismo. Había que defender la unidad, no para dejarnos influenciar por el revisionismo dominante, sino para defender el marxismo-leninismo frente a sus deformaciones y las traiciones.
¿Qué es lo que cambió bajo Gorbachov?
Durante sus primeros años, Gorbachov puso el énfasis en la crítica del periodo de Brezhnev. Muchas de sus críticas eran correctas en sí mismas, podían introducir una vuelta al marxismo-leninismo como podían anunciar una nueva versión del revisionismo.
Si aún existían unas fracciones marxistas-leninistas en el seno del PCUS, tenían que suscribir todas estas críticas. Sabemos que Molotov, uno de los hombres más cercanos a Stalin, mostró su apoyo a la renovación de Gorbachov.
Al comienzo del debate, algunos camaradas dijeron: “Gorbachov hace discursos, pero no son más que palabras”. Fueran lo que fueran, tras veinte años de brezhnevismo, cualquier cambio tenía que empezar con palabras.
En la misma época, la OTAN planteó varias hipótesis sobre las verdaderas intenciones políticas de Gorbachov. Algunos expertos consideraban que suscitaría una vuelta al marxismo-leninismo, otros pensaban que practicaría un pragmatismo teñido de liberalismo.
La apertura de Gorbachov hacia el Partido Comunista Chino podía tener repercusiones importantes sobre el conjunto del movimiento comunista internacional. Tras haber hecho China una reflexión independiente sobre el socialismo, su experiencia podría influenciar otros partidos que se encontraban en un callejón sin salida. Recordamos que en junio de 1989, la dirección del SED rechazó condenar al Partido Comunista Chino durante la represión de los tumultos contrarrevolucionarios. Los Partidos Comunista cubano y vietnamita, que habían sido extremadamente radicales en su denuncia de China, revisaron su posición y saludaron los éxitos de la edificación socialista en China.
Al igual que los especialistas de la OTAN, en aquella época no podíamos discernir con precisión el alineamiento de fuerzas en torno a la nueva línea. Del mismo modo, era imposible saber el peso, dentro del equipo Gorbachov, de la demagogia “leninista” destinada a engatusar a la izquierda del partido y juntar fuerzas para un nuevo giro a la derecha.
En 1987, el primer problema del PTB era la crítica de sus análisis ‘izquierdistas’ que afirmaban esas tres tesis: “capitalismo de Estado, social-fascismo, social-imperialismo”. Durante esta crítica, tuvimos que poner el acento sobre los cambios positivos que surgieron con Gorbachov.
Pero es innegable que esta rectificación provocó inmediatamente una nueva simpatía por el revisionismo de tipo jruschosvista. La causa de ello estaba en la persistencia de las ideas oportunistas de derecha en el partido. Otro factor fue la política del Partido Comunista Chino que borraba, con cada vez más claridad, la distinción entre marxismo-leninismo y revisionismo. La afirmación del PCCh, según la cual Yugoslavia y Hungría aplicaban el marxismo-leninismo “de manera creativa” a las realidades concretas de sus países, influenció negativamente nuestro partido.
El análisis de la degeneración revisionista
Las tesis defendidas por la tendencia oportunista de izquierda pueden resumirse así.
“En la Unión Soviética, el golpe de Estado de Jruschov marcó la toma del poder por la gran burguesía, que instauró el capitalismo de Estado. Se trata de una clase constituida por altos funcionarios del Partido y del Estado, que posee de facto los medios de producción y se apropia la plus-valía creada por los trabajadores. La gran burguesía soviética se ha lanzado en una política imperialista de dominación y explotación de sus colonias en Europa del Este y en el tercer mundo y en acciones militaristas y agresivas características del imperialismo. Los fracasos en el exterior y en el interior, debidos principalmente a la burocratización, los métodos administrativos centralistas y el parasitismo, han provocado una grave crisis al comienzo de los años 80. Se ha desencadenado una lucha en el seno de la gran burguesía entre la fracción conservadora ligada a la burocracia estatal y la fracción dinámica, representada por Gorbachov. Hay en el seno de la gran burguesía un desplazamiento del poder del capitalismo de Estado puro hacia un capitalismo mixto.”
Esta teoría no permite comprender toda la complejidad de los fenómenos que hemos visto en los países socialistas.
El único análisis que refleja correctamente la realidad de esos países es el que planteó Mao Zedong durante los años 60. Hoy puede verificarse, a la luz de los acontecimientos recientes en Europa del Este. La teoría de Mao Zedong se desvirtuó en un sentido izquierdista durante la Revolución Cultural, lo que facilitó su total repudio durante los años 80 por Deng Xiaoping.
He aquí lo que afirmaba el Partido Comunista Chin durante la Gran Polémica:
“La sociedad socialista cubre un largo, muy largo periodo histórico. Durante todo este periodo, se mantiene la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, y la cuestión es saber quién ganará, si la vía socialista o la vía capitalista. En otras palabras, permanece el peligro de restauración capitalista.” “La revolución socialista únicamente en el terreno económico (en lo que respecta a la propiedad sobre los medios de producción) no es suficiente, y no asegura la estabilidad. También debe haber revolución socialista completa en los terrenos político e ideológico. La lucha por saber quién ganará, si el socialismo o el capitalismo, en los terrenos político e ideológico, precisa de un periodo muy largo, antes de que se decida cuál será su desenlace. No serán suficientes algunas decenas de años. Cien años son necesarios, o incluso cientos, para la victoria. (…) En este periodo histórico socialista, debemos mantener la dictadura del proletariado, llevar a cabo la revolución socialista hasta el final si queremos impedir la restauración capitalista y emprender la edificación socialista, a fin de crear las condiciones para el paso hacia el comunismo.” “Antes de la llegada al poder de Jruschov, las actividades de los nuevos elementos burgueses eran limitadas y sancionadas. Pero desde que Jruschov tomó el poder y usurpó gradualmente la dirección del Partido y del Estado, estos nuevos elementos burgueses han llegado a posiciones dominantes en el seno del Partido y del gobierno y en los terrenos económicos, culturales y en otros, y se han convertido en una casta privilegiada de la sociedad soviética.” “Incluso bajo la dominación de la camarilla de Jruschov, la masa de los miembros del PCUS y del pueblo siguen las gloriosas tradiciones revolucionarias cultivadas por Lenin y Stalin, se mantienen fieles al socialismo y aspiran al comunismo. (…) Entre los cuadros soviéticos, hay muchos que se mantienen fieles a las posiciones revolucionarias del proletariado y a la vía socialista y que se oponen firmemente al revisionismo de Jruschov.” “La lucha de clases, la lucha por la producción y la experiencia científica son los tres grandes movimientos revolucionarios de la edificación de un potente país socialista. Estos movimientos constituyen una garantía segura que permite a los comunistas el poder deshacerse del burocratismo, armarse contra el revisionismo y el dogmatismo y mantenerse siempre invencibles, una garantía segura que le permite al proletariado unirse con las grandes masas trabajadoras y practicar una dictadura democrática. Si en ausencia de dichos movimientos, le dejáramos vía libre a los terratenientes, los campesinos ricos, los contrarrevolucionarios, los elementos dañinos y los monstruos de todo tipo, si nuestros cuadros cerraran los ojos en muchas ocasiones y si no hicieran distinciones entre nosotros y el enemigo, si al contrario colaboraran con el enemigo y se dejaran ganar por la corrupción y la desmoralización, si nuestros cuadros se vieran entonces atraídos hacia el campo enemigo, si el enemigo consiguiera infiltrarse en nuestras filas, y si se dejara indefensos a muchos de nuestros obreros, campesinos e intelectuales frente a las tácticas tanto envolventes como brutales del enemigo, entonces pasaría poco tiempo, tal vez algunos años o una década, y todo lo más una década, antes de que una restauración contrarrevolucionaria tenga lugar a escala nacional, que el partido marxista-leninista se convierta en un partido revisionista o un partido fascista y que toda China cambie.”
Hoy, podemos definir nuestra posición de la manera que sigue.
Jruschov usurpó el poder en 1956, después de tres años de preparativos. Después, tuvo que consolidar su poder en la dirección del partido eliminando a la mayoría del Buró Político, durante la lucha contra la “camarilla anti-partido Molotov-Malenkov-Kaganovich”. Mediante ataques ideológicos y políticos contra principios esenciales de la construcción socialista, Jruschov primero cambió la orientación fundamental del PCUS. Esto era necesario para permitir a los cuadros burocratizados y oportunistas adquirir posiciones confortables y privilegios y constituirse en una capa social distinta.
Incluso después de la eliminación de Jruschov, algunos cuadros dirigentes han hecho esfuerzos para volver a los principios marxistas-leninistas. Las bases socialistas de la sociedad aún no habían sido destruidas y millones de comunistas perseveraban en su trabajo revolucionario. Durante el periodo Brezhnev, la capa dirigente acumuló privilegios y se enriqueció de manera ilegal, pero de alguna manera lo que hacía era parasitar una base económica y social que no le pertenecía. Los comunistas auténticos defendían un cierto número de conquistas de la clase obrera. Las medidas socialistas, las leyes socialistas y la ideología marxista-leninista seguían ocupando posiciones importantes en la sociedad.
En las relaciones exteriores, Brezhnev desarrolló una hostilidad desmesurada hacia China y Albania y hacia algunos partidos auténticamente marxistas-leninistas. No obstante, los lazos basados en el internacionalismo proletario y la solidaridad antiimperialista, forjados durante la era de Stalin, siguieron ejerciendo una cierta influencia y la Unión Soviética continuó aportando una ayuda real a algunos países socialistas y antiimperialistas y a fuerzas comunistas y antiimperialistas. Pero durante la época de Brezhnev se acentuó la tendencia a transformar estos lazos en relaciones de dependencia y a utilizarlos para practicar una política de esferas de influencia. Apoyando a fuerzas reformistas-burguesas y pequeño-burguesas que se oponían al imperialismo, Brezhnev sustituyó el internacionalismo proletario por una política de rivalidad con las potencias imperialistas. Esto condujo, en algunos casos, a una política de injerencia, control y hegemonía militar.
Haciendo una caricatura del marxismo y alentando o tolerando toda clase de corrientes ideológicas pro-occidentales y reaccionarias, la capa dirigente reforzó las tendencias pro-capitalistas entre las masas. En un número creciente de sectores, los nuevos elementos burgueses transformaron los medios de producción o los bienes del Estado para convertirlos en su propia propiedad privada, y se ligaron a los nuevos capitalistas del sector informal, cuya extensión alentaron. Al final del periodo Brezhnev, se había constituido una nueva clase capitalista con intereses propios, antagónicos a los de los trabajadores. Ahora estaba madura y lista para luchar por instaurar su dictadura burguesa abierta, destruyendo los elementos de origen socialista en la política interior y exterior soviética.
Dos puntos de ruptura
Hubo dos grandes puntos de ruptura en la URSS: el informe Jruschov de 1956, que supone el inicio del rechazo a los principios leninistas, y el programa de reformas de Gorbachov de 1990, que supone el paso a la economía capitalista. El proceso de degeneración comenzó en 1956 y culminó tres décadas más tarde.
El revisionismo de Jruschov inició un periodo de transición del socialismo al capitalismo. Durante este periodo transitorio, los elementos socialistas siguieron luchando contra los elementos capitalistas. Plantear el problema en términos de “dictadura del proletariado o dictadura de la burguesía” es un enfoque escolástico e idealista. Los elementos burgueses, nuevos y antiguos, necesitaron treinta años para consolidar sus posiciones en el terreno político, ideológico y económico y para acabar, etapa por etapa, con todos los elementos socialistas en la sociedad soviética.
La tesis según la cual Jruschov estableció un modo de producción específico – el del capitalismo de Estado, forma superior del capitalismo donde la “nomenklatura” posee colectivamente los medios de producción – era errónea. La experiencia ha demostrado que no se trataba de un sistema de explotación con base económica propia que le permita enfrentarse a los demás potencias burguesas. Durante los periodos de Jruschov y Brezhnev, los nuevos elementos burgueses forjaron sus armas. Cuando fueron lo suficientemente fuertes, se lanzaron al combate por la propiedad privada de los medios de producción.
Si la lucha principal se desarrollaba entre dos fracciones de la gran burguesía, los gorbachovistas tendrían que haber dirigido la punta de lanza hacia el capitalismo de Estado de Brezhnev. Pero sus ataques se dirigieron principalmente contra Stalin y los principios socialistas que él defendió. Gorbachov tuvo el papel de terminar la lucha iniciada por Jruschov y de eliminar definitivamente los últimos elementos socialistas establecidos bajo Stalin.
Según la teoría del capitalismo de Estado, el partido revisionista era el crisol de la nueva burguesía: partido revisionista, nomenklatura y nueva burguesía eran sinónimos. Sin embargo, con la culminación del proceso de degeneración, vemos que la nueva gran burguesía, en la URSS como en el Este, se deshace del Partido Comunista implementando el multipartidismo burgués y transformando el antiguo PC en un nuevo partido socialdemócrata.
La afirmación según la cual Gorbachov era un revisionista jruschovista era falsa en la medida en que presupone que Jruschov y Gorbachov se apoyaron en la misma “gran burguesía”.
El punto de culminación de la degeneración no lo mismo que el punto de comienzo.
Jruschov tuvo que inventarse una demagogia ultra-comunista, prometiendo el comunismo para 1980. Pero Gorbachov proclama abiertamente el fracaso de las ilusiones comunistas.
Jruschov prometió alcanzar y superar a los Estados Unidos en las décadas venideras. Pero Gorbachov reconoce la superioridad del sistema americano y mendiga su ayuda para salvar a la economía soviética del derrumbamiento.
Jruschov “reforzó” la colectivización, fusionó koljoses y transformó los koljoses en sovjoses. Gorbachov quiere la privatización de la tierra.
Jruschov hizo profecías acerca de la victoria mundial de su socialismo. Gorbachov reclama la reintegración de la URSS en la economía capitalista mundial.
Jruschov representa una burguesía naciente que necesita hacer demagogia comunista para protegerse, para esconder sus propósitos, para ganar tiempo con el fin de desarrollarse y reforzarse. Gorbachov representa la burguesía madura que controla una gran parte de las fuerzas económicas y la mayor parte de las palancas ideológicas y políticas, y que se lanza hacia la última batalla para instaurar su dictadura abierta.
La teoría de “la lucha en el seno de la gran burguesía entre una fracción burocrática y una fracción dinámica” muestra también su inconsistencia en Europa del Este. En países como la RDA y Checoslovaquia, la nomenklatura, esta “gran burguesía” que impone una “explotación feroz” y una “dictadura despiadada” a los obreros, no vaciló en dimitir. Allí, los dirigentes del PC eran los últimos representantes de un socialismo degenerado que había perdido casi toda su base social. Fueron reemplazados por otra clase, la verdadera burguesía, una nueva clase compuesta por antiguos burgueses y reaccionarios, nuevos explotadores de la economía sumergida y antiguos funcionarios del partido y el Estado.
No es correcto identificar la supremacía de la tendencia revisionista a la cabeza del partido, con la restauración del capitalismo y el establecimiento de la dictadura de la gran burguesía. Los ejemplos de Cuba y China lo demuestran de forma evidente.
Los comunistas cubanos fueron muy lejos en su apoyo al revisionismo y al hegemonismo de Brezhnev. No obstante, constatamos que ha sido posible una rectificación en el seno del Partido Comunista cubano y que el partido regresa a una concepción revolucionaria del marxismo-leninismo.
Cuando Hu Yaobang y más tarde Zhao Zi-Yang fueron secretarios generales del Partido Comunista chino, implementaron una línea aún más revisionista que la adoptada por Jruschov en 1956-1964. Aquellos que dicen que la dictadura de la gran burguesía comenzó con Jruschov tienen que llegar a la conclusión de que se ha restablecido el capitalismo en China, como de hecho hacen los camaradas albaneses. Sin embargo, hemos visto producirse violentas luchas en el seno del PCCh y la fracción derechista recibió serios golpes en junio de 1989.
Esto indica que la toma del poder por los revisionistas choca con una gran resistencia durante un largo periodo histórico, y que puede ser derrocada. Esto no disminuye en absoluto las enormes dificultades de tal derrocamiento.
Oportunismo de “izquierda” y anticomunismo
Uno de los componentes de la tendencia de “izquierda” se apoya, al menos parcialmente, en teorías anticomunistas clásicas. Tenemos aquí un ejemplo muy interesante de crítica del revisionismo, aparentemente muy de “izquierdas”, pero que realmente se apoya sobre teorías y concepciones de derechas.
Algunos de estos camaradas citaron a Mijail Voslensky para sostener su afirmación de que la “nomenklatura” constituye una “nueva gran burguesía”. En 1983, el segundo Congreso del PTB ya había avisado contra el hecho de que “todas las críticas anticomunistas hechas a la Unión Soviética desde 1917 habían sido tomadas en consideración por algunas tendencias del movimiento comunista”.
Voslensky es un anticomunista cercano a los fascistas y hay que decir claramente que aquellos que quisieran “examinar atentamente las críticas de Voslensky para encontrar en ellas lo que hay de cierto” no tienen cabida en el partido. El partido tiene que depurarse de elementos oportunistas incorregibles. Esta tesis se encuentra en ¿Qué hacer? Y para informarse sobre la persona de Voslensky, he aquí el análisis que hace de esta obra capital de Lenin. El libro ¿Qué hacer?, escribe Voslensky, “era la obligación de transformar el marxismo en dogma y renunciar a la libre crítica del pensamiento marxista”. Lenin convirtió al marxismo “en un dogma infalible, no tolerando crítica alguna”. Su objetivo era “transformar el movimiento obrero en apéndice menor del partido”. Según Voslensky, Lenin consideraba el tradeunionismo como una traición a los intereses de clase de los trabajadores. Voslensky prosigue: “¿Dónde está la traición? Más bien estaría de lado de aquellos intelectuales que quieren tomar el poder. ¿En interés de quién? ¿El suyo o el de los trabajadores?” La organización leninista es “una especie de mafia revolucionaria donde la democracia será considerada un accesorio superficial y donde todo descansará en la conspiración y la confianza recíproca. El mafioso que sea considerado indigno por la organización – es decir por la dirección – es merecedor de la muerte”. “Ni el partido leninista, ni su núcleo han sido jamás vanguardia ni siquiera de una pequeña parte de la clase obrera”. “Si la revolución que preparaban llegase a ser victoriosa, este pequeño grupo se convertiría automáticamente en una organización de dirigentes profesionales. Así es como Lenin creo el embrión de una nueva clase dirigente.”
Los mismos camaradas han apoyado la teoría del “aparato de gestión de la producción” formulada por Serguei Andreyev, un aparato que formaría una nueva clase dirigente desde la época de Stalin. La tesis de Andreyev no es más que una reedición de la teoría original de James Burnham, el trotskista que se convirtió en el principal ideólogo de la CIA al comienzo de la guerra fría. En 1940, Burnham escribió un libro sobre “la teoría de la revolución directorial”. He aquí su explicación: “Los directores ejercerán el control sobre los medios de producción y obtendrán un derecho preferencial en la distribución de los productos, no directamente en tanto que individuos sino mediante el control del Estado, que será el propietario de los medios de producción. Podemos decir que el Estado será ‘propiedad’ de los directores. No hará falta mucho más para que ellos se conviertan en clase dirigente.” Conclusiones: “El lazo histórico entre el comunismo y el fascismo se percibe hoy de manera mucho más clara que hace quince años. La diversidad de sus orígenes velaba la identidad de sus direcciones. Una por una, se han deshecho de sus diferencias y se acercan hacia una norma común.” Así es como habla Burnham en el momento en que deja a Trotski para convertirse en un ideólogo del imperialismo americano. La tesis “fascismo igual a comunismo” expresa el deseo de los Estados Unidos de ver como se desencadena una guerra entre la Alemania hitleriana y la Unión Soviética que debilite a ambas partes y permita a los Estados Unidos imponer su hegemonía mundial.
La nueva derecha francesa, del tipo “nuevos filósofos” partió del análisis de la restauración del capitalismo bajo Jruschov para descubrir después que las “bases” de la restauración ya habían sido implantadas bajo Stalin.
En nuestro propio partido, hemos conocido algunos oportunistas que empezaron expresando su ardiente deseo de “profundizar algunas críticas de Stalin hechas por los camaradas chinos para comprender y combatir mejor el revisionismo” y que se han convertido en anticomunistas.
Algunos camaradas afirman que Stalin “no reconoció el peligro del surgimiento de una nueva clase explotadora” y que su teoría de la desaparición de las clases explotadoras, formulada en 1936, ya anuncia la teoría de Jruschov sobre el Estado y el partido de todo el pueblo entero. Esto no es más que manipulación. Stalin mantuvo la dictadura del proletariado y reprimió justamente a los burgueses y oportunistas que querían reintroducir concepciones políticas liberales. En 1936, las antiguas clases explotadoras – terratenientes, capitalistas, burguesía rural – habían desaparecido efectivamente de la escena como fuerzas económicas. No había habido una experiencia práctica previa para que Stalin pudiera elaborar una teoría sobre la posibilidad del surgimiento de una nueva clase burguesa, desde el interior de las instituciones socialistas.
Pero adoptando el punto de vista de la contrarrevolución, algunos afirman que Stalin “organizó una represión masiva que ha provocado millones de muertos”. “Se trataba de la lucha de clases de una nueva clase capitalista de Estado que (…) minaba el poder de los obreros y los campesinos.” Y sin embargo la depuración, directamente ligada a la preparación de la guerra antifascista, fue dirigida principalmente contra los contrarrevolucionarios, los kulaks, los saboteadores y los oportunistas incorregibles. Los errores que se cometieron al ampliar el marco de la lucha y la represión no constituyen más que un aspecto secundario de una lucha necesaria y crucial.
Los mismos camaradas que denuncian a Stalin como el representante del “capitalismo de Estado naciente” toman la defensa de Bujarin que afirmaba que “no quería restaurar el capitalismo de ninguna manera”. Si Jruschov, Brezhnev y Gorbachov hubieran sido condenados a muerte por los bolcheviques, sin duda habrían jurado que jamás tuvieron la menor intención de restaurar el capitalismo. Tal vez lo habrían dicho sinceramente. Pero no deja de ser cierto que su política real estaba efectivamente orientada hacia la restauración integral del capitalismo. Desde hacía muchos años, Bujarin era un oportunista y es significativo que sus teorías económicas y políticas hayan sido rehabilitadas y propagadas por el grupo de Gorbachov en el mismo momento en que éste tomó una orientación abiertamente capitalista.
Para demostrar la existencia de la “nomenklatura” como embrión de la nueva gran burguesía bajo Stalin, algunos camaradas recurren al “testimonio” de disidentes soviéticos cuyo carácter anticomunista ya denunciamos en 1983. De hecho, su naturaleza ya fue ilustrada por la reciente evolución derechista de la URSS, que ellos han impulsado. Evtoeszhenko, Svetlana, la hija de Stalin, los Medvedev, no tienen nada que ver con el marxismo-leninismo. O bien defienden a la burguesía occidental, o bien a la socialdemocracia y sus teorías deben ser analizadas en función de los intereses de clase a los que sirven.
Algunos camaradas incluso le han dado cierto crédito a Yeltsin por sus “denuncias bien documentadas de la corrupción y la decadencia de la capa superior del aparato de Estado” y por su “apoyo a ciertas reivindicaciones justas de los trabajadores”. Disculpan la “falta de conocimientos económicos” de este agente de la multinacionales, que se ha rodeado de adeptos de Friedman y especialistas de la CIA. No podemos darle el menor apoyo a la extrema derecha del campo revisionista. Sus “denuncias de la corrupción” no se distinguen en nada de las de los fascistas. En sus críticas a la “capa superior”, Yeltsin apunta sobre todo hacia las fuerzas de izquierda.
Algunos camaradas retoman y apoyan las tesis de Gorbachov que ayudan a liquidar lo que queda de las tradiciones comunistas en el seno del PCUS. Apoyan a Gorbachov cuando dice que la crisis del sistema socio-económico soviético era tan grave que manteniendo “los métodos heredados de la época stalinista”, la Unión Soviética corría el riesgo de derrumbarse. Muchos elementos indican que se trataba de una dramatización que perseguía objetivos inconfesados. La crisis no era grave hasta tal punto y solamente podía superarse dentro del marco de la planificación y la propiedad colectiva de los medios de producción. En cambio, la perestroika provocó la crisis más grave de la historia soviética, acompañada de ataques brutales contra los trabajadores.
Los mismos camaradas apoyan las medidas de “democratización” de Gorbachov afirmando que han sido saboteadas por “las fuerzas conservadoras”. Con estas palabras, Gorbachov apunta sobre todo hacia los “stalinistas”. Para darle crédito a sus a priori, estos camaradas colocan a Nina Andreyeva dentro de la categoría de “fuerzas conservadoras defensoras de Brezhnev”, cuando ella afirma en realidad que la URSS fue a peor con Jruschov y que la situación empeoró con Brezhnev.
Huida hacia adelante hacia el revisionismo
Desde el momento en que el partido decidió revisar su análisis de la URSS, apareció una corriente revisionista que tendía inmediatamente a rechazar todas nuestras observaciones, reflexiones y análisis sobre el proceso de degeneración en la URSS.
Para esta corriente de derechas, reelaborar un análisis no consistía en verificar lo que a la luz de los nuevos datos seguía siendo entera o parcialmente correcto y lo que debía ser corregido. Para esta corriente, reevaluar significa: rechazar en bloque todas las observaciones y todos los análisis del pasado. Y tragar en bloque con todo lo que dice Gorbachov. Plantear la hipótesis de que las bases de la URSS aún eran socialistas y que un cambio de orientación política aún era posible fue suficiente para que los partidarios de esta corriente rechacen prácticamente todas las críticas hechas sobre el periodo de Brezhnev y que empiecen a hacer ruidosas “autocríticas” sobre los “ataques criminales” contra la Unión Soviética.
No es casualidad si un cuadro que ha estado entre los más virulentos adversarios del “social-fascismo”, el “social-imperialismo y la “superpotencia más peligrosa”, se haya transformado en cuestión de pocos meses en un partidario incondicional de Gorbachov. Jamás hemos visto una traición política más grosera de todos los principios revolucionarios y un paso tan directo hacia posiciones anticomunistas y socialdemócratas.
El oportunismo de izquierdas y el oportunismo de derechas proceden del mismo método idealista y metafísico. Es por este motivo que pueden transformarse tan fácilmente el uno en el otro.
La realidad de la lucha de clases nacional e internacional es extremadamente compleja y está en constante movimiento. Los conocimientos teóricos de las realidades que el movimiento revolucionario mundial ha adquirido también son muy amplios y se desarrollan continuamente. Para definir su línea política en un momento dado, nuestro partido se apoya sobre un número de elementos objetivos de los que ha tenido conocimiento, y los ordena con la ayuda de los conceptos teóricos y análisis marxistas que domina. Un miembro del partido debe esforzarse por conocer y sopesar todos los elementos materiales y todos los análisis teóricos sobre los que se ha apoyado el partido para definir su línea política. De esta manera, cada miembro verifica la justeza de su línea, y si es necesario la critica y la completa. Sin este procedimiento, se puede pasar en cuestión de meses de la verdad: “Unión Soviética, despiadada dictadura social-fascista” a la verdad: “Unión Soviética sobre la vía del socialismo humanista y democrático”.
Cuando en 1979 habíamos elaborado nuestra posición sobre la Unión Soviética bajo Jruschov y Brezhnev, habíamos integrado un número considerable de hechos objetivos de los que habíamos tenido conocimiento, así como ciertos análisis marxistas-leninistas de entre los más avanzados en la época dentro del movimiento comunista internacional.
En la nueva situación creada por la llegada al poder de Gorbachov, no debíamos negar los hechos objetivos sobre los cuales nos habíamos apoyado en el pasado, y tampoco debíamos rechazar, sin verificación seria, los análisis que habíamos hecho en la época. Pero la nueva situación nos revelaba hechos que desconocíamos y que presentaban a su vez hechos y acontecimientos nuevos. También nos llevaba a tomar conocimiento de otros análisis e hipótesis que no habíamos tenido en cuenta en el pasado. Había que mantener todo lo que había sido verificado en nuestros análisis anteriores pero también había que integrar los hechos y acontecimientos nuevos así como los análisis nuevos. Esta integración exigía una “reestructuración” de nuestro marco de análisis. Algunas tesis tenían que ser mantenidas, otras corregidas, otras rechazas y otras nuevas tenían que encontrar su lugar en este conjunto.
Cada vez que se presenta una situación nueva o acontecimientos importantes, los oportunistas descartan este procedimiento materialista y dialéctico para plantear sus ideas burguesas preconcebidas. Cuando en 1935 se impuso la necesidad del Frente Popular para combatir el fascismo, los oportunistas a la cabeza del Partido Comunista belga abandonaron la estrategia de la toma del poder por la revolución socialista para adoptar una estrategia de defensa de la Constitución y de las instituciones burguesas “democráticas”. No integraron las nuevas exigencias tácticas de la lucha antifascista en la estrategia fundamental de la revolución socialista.
Tras la caída de la Banda de los Cuatro en China en 1976, hacía falta criticar los errores izquierdistas que se produjeron efectivamente durante la gran Revolución Cultural. Pero Deng Xiaoping, que se había hecho autocríticas de sus propias desviaciones revisionistas y que había prometido no poner en tela de juicio las conclusiones justamente establecidas, no tardó en rechazar todos los análisis, conclusiones y posiciones políticas de la Revolución Cultural, para sustituirlos por un pragmatismo estrecho y por sus propias concepciones pequeño-burguesas. Se negó rotundamente a integrar las críticas justamente hechas del izquierdismo en el conjunto de las teorías marxistas-leninistas sobre la Revolución Cultural.