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    Brest-Litvosk

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    Mensaje por gazte Miér Dic 15, 2010 4:00 pm

    He buscado y no he visto hilo sobre esto, asi que aqui lo pongo, encaminado a conocer lo que realmente paso, y que llevo a los bolcheviques a tomar esas decisiones:

    (creo que esta bien copiado, pero es mejor que se lea directamente del pdf, mas comodo, de la pagina 93 en adelante, son unas 5 pags. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    IV. TROTSKY Y BREST-LITOVSK
    “Aunque Trotsky había apoyado a Lenin frente a la oposición de Kámenev y
    Zinóviev a la necesidad de organizar una insurrección en Octubre de 1917, a principios
    de 1918 volvió a discrepar con él por la firma de un tratado de paz con
    Alemania. La forma en que actuó en esta cuestión subraya tanto su fortaleza como
    su debilidad” (Cogito, p. 17).
    Esta es la primera y última referencia en el artículo de Johnstone a la lucha de
    Lenin contra los “viejos bolcheviques”, lo que demuestra qué lugar ocupa en el
    esquema de Monty Johnstone. A Trotsky no sólo se le “ocurrió” mantener la misma
    postura que Lenin —en oposición a Kámenev, Zinóviev y Stalin— sobre ese
    pequeño detalle llamado Revolución de Octubre, sino que también en otras “cuestiones
    fundamentales” estuvo en desacuerdo con la “línea correcta”.
    Monty Johnstone utiliza aquí el mismo truco que en la sección dedicada a la revolución
    permanente. Se “olvida” de la posición que defendían los mencheviques y exagera
    las diferencias entre Lenin y Trotsky. Con relación a Brest-Litovsk, Johnstone
    una vez más sólo conoce dos posiciones: la de Lenin (aceptar inmediatamente las condiciones
    alemanas) y la de Trotsky (a la que caracteriza como “ni guerra ni paz”).
    Monty Johnstone sabe perfectamente qué ocurrió. No existían dos posiciones, sino
    tres: la de Lenin, la de Trotsky y la de Bujarin. Este último no sólo defendía rechazar
    las condiciones alemanas, sino librar una guerra revolucionaria contra Alemania.
    También “olvida” mencionar que, en el momento de las negociaciones de Brest-
    Litovsk, Bujarin inicialmente contaba con el apoyo de la mayoría del partido.
    ¿Cuál era la actitud de los bolcheviques ante la guerra? En 1915, ante la posibilidad
    de que tomaran el poder en Rusia, Lenin publicó en el periódico Sotsial-
    Demokrat un artículo titulado Algunas tesis:
    “A la pregunta de qué haría el partido del proletariado si la revolución llegara al
    poder en medio de la guerra actual, debemos responder: propondríamos la paz para
    todos los beligerantes a condición de la liberación de las colonias, de todos los pueblos
    dependientes y oprimidos que no disfrutan de plenos derechos. Los actuales
    gobiernos de Alemania, Inglaterra o Francia no aceptarían esta condición. Entonces
    deberíamos estar preparados para librar una guerra revolucionaria, es decir, no sólo
    llevar hasta el final íntegramente las medidas más importantes de nuestro programa
    mínimo, sino que incitaríamos a la insurrección a todos los pueblos ahora oprimidos
    por la Gran Rusia, todas las colonias y países dependientes de Asia (India, China,
    Persia, etc.,) y, ante todo, a la insurrección del proletariado europeo contra sus
    gobiernos y en contra de sus socialchovinistas” (Collected Works, vol. 21, p. 403).
    Esta era la audaz estrategia revolucionaria que Lenin elaboró antes de la
    Revolución Rusa. No tiene nada que ver con el pacifismo de medias tintas que los
    curas del CPGB pregonan hoy en día, intentando adjudicárselo al líder de Octubre.
    Antes de 1917, Lenin y los bolcheviques defendían la guerra revolucionaria: una
    guerra dirigida por la revolución contra el imperialismo, combinando la lucha
    armada del Ejército Rojo con la insurrección de los trabajadores europeos y los
    pueblos de las naciones oprimidas.
    En el período preparatorio previo a Octubre, caracterizado por la agitación, los
    que sólo era una vaga posibilidad. Zinóviev defendió que la firma de la paz fortalecería
    el chovinismo en Alemania y durante un tiempo debilitaría el movimiento
    en Occidente, pero que eso era mejor que “la ruina de la república socialista”.
    Aunque Lenin renegó públicamente de esos apoyos “realistas”, Monty Johnstone
    no duda en atribuirle ahora a Lenin ese filisteísmo.
    Lenin respondió a Zinóviev que si “el movimiento alemán es capaz de desarrollarse
    inmediatamente en el caso de negociaciones de paz (...) deberíamos
    sacrificarnos, ya que la revolución alemana es más poderosa y más importante que
    la nuestra”. Precisamente para vacunarse contra ese tipo de oportunismo, Lenin
    insistía una y otra vez:
    “No cabe la menor duda de que la victoria final de nuestra revolución está en
    entredicho si tiene que permanecer sola, si no se producen movimientos revolucionarios
    en otros países (...) la única forma de superar todas estas dificultades,
    repito, es una revolución en toda Europa”.
    Después de 1924 crearían la leyenda de Trotsky oponiéndose a Lenin y a la dirección
    y negándose testarudamente a firmar la paz que todos ansiaban. El 14 de febrero,
    después de que Trotsky informara de las negociaciones al Comité Ejecutivo
    Central de los Sóviets, Sverdlov presentó, en nombre de la fracción bolchevique, una
    resolución que decía: “Después de haber escuchado y estudiado completamente el
    informe de la delegación de paz, el Comité Ejecutivo Central aprueba totalmente la
    actuación de sus representantes en Brest-Litovsk”. Más tarde, en marzo de 1918,
    Zinóviev diría en el congreso del Partido: “Trotsky tenía razón cuando dijo que
    actuaba según la decisión de la mayoría del Comité Central”. Nadie lo negó.
    Trotsky, al igual que Lenin, estaba convencido de que las tropas rusas —cansadas,
    mal equipadas y hambrientas— no resistirían un nuevo ataque, sin hablar ya de
    lanzarlas a una guerra revolucionaria. Por un lado, el ambiente entre las masas de
    obreros y en la mayoría de la dirección del Partido era contrario a aceptar las condiciones
    del tratado: no sólo eran “humillantes”, sino que representarían un desastre
    para el joven Estado soviético. Y por el otro, una nueva ofensiva alemana convencería
    a las masas de Europa Occidental de que los bolcheviques sólo estarían de
    acuerdo por la fuerza con una paz anexionista. Este era un motivo político importante
    debido a la maliciosa campaña de calumnias lanzada por Gran Bretaña y Francia,
    presentando a los bolcheviques como agentes alemanes pagados por el Káiser para
    sacar a Rusia de la guerra. En Rusia existía el fuerte presentimiento de que se encontraban
    en el preludio de un acuerdo de paz de los aliados con Alemania, a expensas
    de Rusia. (Los historiadores han demostrado que en los círculos gubernamentales
    británicos y franceses se estaba considerando esa posibilidad).
    Después de la prórroga del ultimátum alemán, Lenin volvió a ser partidario de firmar
    inmediatamente la paz, y una vez más fue derrotado en el Comité Central por un
    TROTSKY Y BREST-LITOVSK 97
    estrecho margen. Trotsky todavía estaba en contra porque la ofensiva no había comenzado.
    Lenin volvió a replantear el tema: “Si comienza la ofensiva alemana y no hay
    una insurrección revolucionaria en Alemania, ¿firmaríamos la paz?”. Los comunistas
    de “izquierda” (Bujarin y los partidarios de la guerra revolucionaria) se abstuvieron.
    Trotsky votó a favor porque estaba en la línea del acuerdo alcanzado al principio con
    Lenin. Cuando al día siguiente los bolcheviques constataron un avance alemán,
    Trotsky se posicionó al lado de Lenin, dándole la mayoría en el Comité Central.
    El 21 de febrero, el general Hoffman anunció nuevas y más duras condiciones,
    con la clara intención de hacer imposible la firma de la paz. El Estado Mayor alemán
    organizó una provocación en Finlandia, donde aplastó el movimiento de los trabajadores
    fineses, confirmando los temores bolcheviques de que los Aliados habían llegado
    a un acuerdo con el imperialismo alemán para aplastar la República Soviética.
    Existía una seria posibilidad de que incluso si los bolcheviques firmaban el tratado
    los alemanes continuaran su avance. En principio Trotsky mantuvo esta postura, pero
    cuando Lenin se reafirmó en la suya, a pesar de la renovada oposición de los
    “izquierdistas”, Trotsky se abstuvo, dándole la mayoría a Lenin.
    Parece extraño que alguien tan amigo de la “fraseología revolucionaria”, ante
    dos temas decisivos, votara en el Comité Central para dar a Lenin la mayoría. Pero
    ya que estamos con el tema, echemos una ojeada al artículo de Lenin que
    Johnstone cita tan copiosamente.
    Acerca de la fraseología revolucionaria fue publicado en Pravda el 21 de
    febrero de 1918, al comienzo de una campaña pública en favor de la firma de la
    paz. Johnstone cita varias veces este artículo como si fuera dirigido contra Trotsky,
    cuando en realidad Trotsky no aparece en él. ¿A quién iba dirigido? La respuesta
    se encuentra en la primera línea: “Cuando dije en una reunión del Partido que la
    fraseología revolucionaria acerca de una guerra revolucionaria podría arruinar
    nuestra revolución, se me reprochó la acritud de mis polémicas” (Works, vol. 27,
    p. 18. El subrayado es nuestro).
    Cualquiera que lo lea podrá comprobar que va dirigido contra los “comunistas
    de izquierda” de Bujarin, partidarios de una guerra revolucionaria contra Alemania
    a pesar de la debilidad militar de la república soviética. En todas las polémicas,
    Lenin dirigía el noventa y nueve por ciento de sus ataques contra el grupo de
    Bujarin; a Trotsky, si se le menciona, es para dedicarle un solo pasaje y de forma
    relativamente suave. La distorsión resulta aún más burda si recordamos que el artículo
    fue publicado el 21 de febrero, tres días después de que Trotsky votara la propuesta
    de Lenin en el Comité Central. Johnstone es totalmente deshonesto al reproducir
    unas palabras de Lenin contra Bujarin y presentarlas como si fueran contra
    Trotsky. Lo consigue porque, al no mencionar a Bujarin, da una impresión totalmente
    exagerada y falsa de las diferencias entre Lenin y Trotsky.
    E. H. Carr, el célebre historiador burgués, a quien no se puede acusar de trotskista,
    comenta: “Las diferencias entre Lenin y Trotsky en el tema de Brest-Litovsk eran
    menos profundas que las que le separaban de los seguidores de Bujarin. La fuerte
    personalidad de Trotsky y su dramático papel en la historia de Brest-Litovsk en la
    práctica le dieron una importancia y prominencia mayores a los ojos tanto de sus contemporáneos
    como para la posteridad. Pero la imagen popular de Trotsky (el partidario
    de la revolución mundial) enfrentado a Lenin (el campeón de la seguridad
    nacional o del socialismo en un país), está tan deformada que es completamente
    falsa” (La revolución bolchevique, vol. 3, p. 54. El subrayado es nuestro).
    Según la versión “altamente selectiva y resumida” de Monty Johnstone, toda la
    historia del bolchevismo y del poder soviético (con unas pocas excepciones, como el
    “episodio” de la Revolución de Octubre, al que Johnstone le dedica un párrafo), consistió
    en ¡las luchas entre Lenin y Trotsky! Este es el admirable trabajo “equilibrado”
    y “objetivo” que el compañero Johnstone nos prometía en su introducción.
    Resulta oportuno destacar el carácter unilateral de la “objetividad” de Johnstone
    al citar otros dos incidentes relacionados con las relaciones de la república soviética
    con el mundo capitalista y las posturas de Lenin y Trotsky. Inmediatamente después
    de la controversia de Brest-Litovsk, Trotsky discrepaba con un sector importante de
    la dirección sobre la posibilidad de aceptar ayuda de Gran Bretaña y Francia. Trotsky
    votó a favor de aceptar la ayuda de estos países; Bujarin y los “izquierdistas”, junto
    con Sverdlov, se opusieron. Lenin no estaba presente en la reunión, pero en las actas
    figura una nota suya solicitando que se añada su voto “a favor de recibir patatas y
    municiones de los bandidos imperialistas anglo-franceses”.
    Dos años después de Brest-Litovsk, en la dirección se reprodujo una división
    similar sobre la guerra con Polonia. Trotsky se oponía a llevar la guerra a territorio
    polaco una vez que el ataque de Pilsudski hubiese sido rechazado tanto en el
    terreno militar como en el político. Lenin estaba a favor de la ofensiva porque una
    guerra revolucionaria animaría a los trabajadores de Varsovia y otras ciudades a
    alzarse contra Pilsudski y llevar adelante la revolución. El Ejército Rojo, después
    de un avance brillante, fue derrotado a las puertas de Varsovia, viéndose obligado
    a retirarse a Curzon, detrás de las posiciones que ocupaba al inicio de las hostilidades.
    En el tratado firmado posteriormente, los bolcheviques tuvieron que cederle
    a Polonia gran parte de Bielorrusia, separando así Alemania y Lituania de la
    república soviética.
    ¿Es que en 1920 Lenin estaba henchido de “fraseología revolucionaria”? ¿Fue
    culpable de inculcar “cuentos de hadas” e “ilusiones vanas” sobre la revolución mundial?
    Sólo un filisteo se atrevería a decir tal cosa. Lenin era un revolucionario y un
    internacionalista. Sus actuaciones siempre estaban dictadas ante todo por los intereses
    de la revolución proletaria mundial.
    TROTSKY Y BREST-LITOVSK 99
    Lenin no era partidario de la paz en Brest-Litovsk porque representara un respiro,
    sino para reconstruir las maltrechas fuerzas armadas rusas, para crear un Ejército
    Rojo para la defensa o el ataque, un instrumento destinado a ayudar a la revolución
    en Occidente: al tiempo que era partidario de firmar la paz, Lenin añadía que era
    “indispensable preparar una guerra revolucionaria”.
    La postura de Lenin en Brest-Litovsk es un antídoto contra el veneno del pacifismo,
    la “coexistencia pacífica” y el socialpatriotismo difundido por los estalinistas.
    “En la paz de Brest-Litovsk tuvimos que luchar contra el patriotismo. Decíamos:
    si eres un socialista, debes sacrificar tus sentimientos patrióticos en nombre de la
    revolución internacional, que tiene que llegar, todavía no lo ha hecho, pero en la que
    debes creer si eres un internacionalista” (Works, vol. 28, noviembre-diciembre 1918).
    Lenin fue el mayor realista político. Sus actuaciones siempre se basaron en el
    examen meticuloso de todos los aspectos que determinaban la correlación mundial
    de fuerzas de clase. Pero ninguna revolución tiene garantizado el éxito. Creer lo contrario
    es unirse a las filas de aquellos filisteos “objetivos” que se caracterizan por su
    talento para llevar siempre la razón —claro está, después de que ocurran los acontecimientos—.
    Los motivos de Lenin para apoyar la firma de la paz de Brest-Litovsk
    no tuvieron nada que ver con los que presentan Johnstone y los dirigentes del CPGB,
    que no quieren arrojar luz sobre ellos, sino utilizarlos como tapadera de su propia
    pusilanimidad y su política antileninista.
    bolcheviques insistieron una y otra vez en la defensa de una paz “sin anexiones ni
    indemnizaciones”, en que ofrecerían esa paz a los imperialistas y, en caso de que
    éstos la rechazaran, lanzarían una guerra revolucionaria contra ellos. En septiembre
    de 1917, Lenin escribió: “Si ocurriera lo menos probable, si ningún estado beligerante
    aceptara el armisticio, por nuestra parte entonces la guerra sería realmente
    necesaria, una guerra justa y defensiva. El sencillo hecho de que el proletariado y el
    campesinado más pobre sea consciente de ello hará que Rusia sea mucho más fuerte
    en el plano militar, en especial después de la ruptura con los capitalistas que robaban
    al pueblo, por no mencionar que después, por nuestra parte, la guerra se convertirá,
    no en palabras sino en hechos, en una guerra en alianza con los pueblos oprimidos
    de todo el mundo” (Collected Works, vol. 26, p. 63).
    La guerra revolucionaria era aceptada como parte de la estrategia básica del partido.
    Cuando Kámenev y Zinóviev escribieron su carta abierta oponiéndose a la insurrección,
    uno de sus argumentos centrales era la perspectiva de una guerra revolucionaria, con la
    que intentaban asustar a los trabajadores: “Las masas de soldados nos apoyan porque,
    antes de nuestra consigna de la guerra, llevamos la consigna de la paz (...). Si tomamos
    el poder ahora y nos vemos obligados por toda la situación mundial a comprometernos
    en una guerra revolucionaria, las masas de soldados se alejarán de nosotros”. Un buen
    argumento para firmar la paz de Brest-Litovsk, pero meses antes. En esos momentos no
    era la prueba de la previsión histórica de Kámenev y Zinóviev, sino de sus nervios temblorosos
    y su irresoluto oportunismo. Su posterior apoyo a la firma del tratado era la otra
    cara de la moneda de su oposición a la insurrección de Octubre: ambas son inseparables.
    Para un marxista, tan importante como qué se dice es quién lo dice y por qué lo dice.¿Cuál fue la actitud de los bolcheviques ante el tratado de Brest-Litovsk? El
    ejército heredado del zarismo estaba totalmente desintegrado: las unidades se
    habían desmovilizado, la disciplina no existía, los oficiales se habían pasado a la
    reacción. Fue esa situación —y no ninguna de las consideraciones teóricas fundamentales—
    la que condicionó la actitud de los bolcheviques. Presentar las discrepancias
    dentro del Partido como algo más que diferencias tácticas es tergiversar la
    realidad. En circunstancias diferentes —si por ejemplo hubieran tenido tiempo de
    organizar el Ejército Rojo— la cuestión se hubiera abordado de una forma totalmente
    diferente, como se demostró en la guerra con Polonia de 1920.
    La primera intención política de los bolcheviques era prolongar las negociaciones
    tanto como fuera posible, con la esperanza de recibir ayuda de un movimiento
    revolucionario en Occidente. Esta idea, que los filisteos “realistas” de hoy caracterizan
    como “trotskismo”, la expresaron docenas de veces tanto Trotsky como el
    resto de los dirigentes bolcheviques, incluido Lenin. Kámenev, que más tarde
    apoyó la postura de Lenin sobre la firma de la paz, decía de la propaganda de Brest-
    Litovsk: “Nuestras palabras alcanzarán al pueblo alemán por encima de las cabezas
    de los generales alemanes, nuestras palabras arrancarán de las manos de los
    generales alemanes el arma con la cual engañan a la gente”. Aunque los acontecimientos
    transcurrieron de forma diferente a lo que él preveía, en ese momento
    Kámenev hablaba en nombre de todo el Partido Bolchevique.
    El principal responsable del éxito alcanzado con la propaganda de Brest-Litovsk
    fue Trotsky. Convirtió las negociaciones del armisticio en una plataforma para exponer
    las ideas de la revolución a los trabajadores europeos, cansados ya de la guerra.
    En tiempos de Lenin, la Internacional Comunista recopiló y publicó en varios idiomas
    los discursos de Trotsky. Sólo después de 1924 los estalinistas descubrirían en ellos,
    repentinamente, la “fraseología revolucionaria”, lo que garantizó su prohibición.
    El retraso de la revolución en Occidente y la debilidad militar de la Revolución
    Rusa hicieron surgir diferentes opiniones en la dirección del Partido. Lenin se encontró
    en minoría. La primera vez que se expresaron las diferencias fue el 21 de enero, cuando
    las negociaciones estaban muy avanzadas. Ante el temor de una nueva ofensiva alemana
    si los bolcheviques rechazaban el ultimátum, Lenin propuso la firma inmediata
    de la paz, aceptando las desastrosas condiciones impuestas por los alemanes. Trotsky
    estaba de acuerdo en que no era posible continuar la guerra, pero pensaba que había
    que suspender las negociaciones y capitular solamente en caso de un nuevo avance
    imperialista. Bujarin por su parte exigía librar una guerra revolucionaria.
    Muy lejos de la imagen que a partir de 1924 presentaron los estalinistas de
    Trotsky —un ultraizquierdista indisciplinado retando a Lenin y a los bolcheviques—,
    lo cierto es que Lenin y Trotsky eran la minoría “moderada” de la dirección.
    Y lo que ocurría en la dirección también ocurría en la base. La aplastante mayoría
    TROTSKY Y BREST-LITOVSK 95
    de los trabajadores se oponían a la firma del tratado. Cuando la dirección invitó a
    los sóviets a que expresaran públicamente su opinión sobre Brest-Litovsk, de los
    más de doscientos que lo hicieron sólo dos sóviets importantes —Petrogrado y
    Sebastopol, este último con reservas— apoyaron la paz. En los demás grandes centros
    obreros (Moscú, Ekaterinburgo, Jarkov, Ekaterinoslav, Ivanovo-Vozuesensk,
    Kronstadt, etc.) la aplastante mayoría votó a favor del cese de las negociaciones.
    En su sesión del 24 de enero de 1918, el Comité Central apoyó la postura de
    Trotsky. Antes de la reunión, Trotsky mantuvo una conversación con Lenin en la que
    éste manifestó su acuerdo con él, es decir, no firmar el tratado y suspender las hostilidades,
    pero siempre condicionado a que, en caso de un nuevo avance alemán,
    Trotsky apoyaría la firma inmediata del tratado y rechazaría la “guerra revolucionaria”.
    Trotsky estuvo de acuerdo*. Lenin no propuso la firma inmediata del tratado,
    sino simplemente una moción, que fue aprobada, en la que se pedía a Trotsky que
    alargara las negociaciones tanto como fuera posible. Después se votó la moción de
    Trotsky para detener la guerra sin firmar el tratado, que también se aprobó.
    Según Monty Johnstone, “cuando se enfrentaron a las duras condiciones exigidas
    por los alemanes, la sobrestimación de las perspectivas revolucionarias inmediata
    eclipsó su [de Trotsky] apreciación de la situación y le llevó a rechazar la firma del
    tratado” (Cogito, p. 17). Ya hemos visto qué llevó a Trotsky a negarse a firmar el tratado.
    Monty Johnstone limita su “análisis” a unas cuantas citas que no se ocupan de
    ninguno de los temas fundamentales, sólo son réplicas de polémicas que dan la
    impresión de que la posición de Trotsky era personal, y no la del Partido.
    Johnstone continúa: “Lenin, por otro lado, insistía en que los alemanes tenían el
    látigo en la mano y que las tropas rusas estaban cansadas, mal equipadas y hambrientas
    y no podrían resistir la poderosa maquinaria militar alemana. Por eso era partidario
    de aceptar las condiciones alemanas, humillarse tan pronto como los alemanes presentaran
    el ultimátum, o la alternativa sería un nuevo avance alemán en territorio
    soviético y además con la imposición de peores condiciones” (Cogito, p. 17).
    Monty Johnstone lo reduce todo a un antagonismo entre Trotsky y Lenin. Está
    dispuesto a presentar a Lenin como un presumido filisteo “realista” que se oponía
    a los “sueños” revolucionarios de Trotsky. Cita frases aisladas de Lenin acerca de
    que la revolución mundial era “un cuento de hadas”, sin explicar las razones de la
    postura de Lenin sobre Brest-Litovsk, razones que se derivaban de un intransigente
    internacionalismo socialista y revolucionario.
    En el transcurso del debate, Zinóviev y Stalin “apoyaron” a Lenin. Stalin dijo
    que el movimiento revolucionario en Occidente no existía ni había síntomas de él,
    96 LENIN Y TROTSKY, QUÉ DEFENDIERON REALMENTE
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    Mensaje por Tovarish Gazpachov Jue Dic 16, 2010 8:24 pm

    No hay mucho que decir sobre ese tratado. Lenin y Stalin y la mayoría del Partido apoyaron la firma de ese tratado. Trotsky no lo hizo. Las condiciones en las que se dio ese tratado eran bastante desfavorables para la URSS y no podía negociar con mucho más, porque la URSS no tenía fuerza suficiente durante la I Guerra Mundial como para resistir contra Alemania como lo haría en la IIGM. Así que el Tratado fue la única opción. Al negarse a firmar el tratado Trotsky, provocó que más adelante se tuvieran que entregar aún más territorios a Alemania. Así que dejemos de hacer juicios sacados de contexto y aprendamos qué significa analizar las cuestiones desde una perspectiva materialista histórica.
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    Mensaje por gazte Jue Dic 16, 2010 9:02 pm

    te has leido el texto realmente? porque me parece que NO, LENIN NO TENIA MAYORIA en el comite central, se la dio trotsky cuando acordaron que si se reiniciaba la ofensiva alemana apoyaria la firma del tratado.
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    Mensaje por NSV Liit Vie Dic 17, 2010 4:33 am

    Bueno, a mí el artículo me parece bastante malo, tendencioso y nada objetivo. Además no se entiende del todo bien ya que es en realidad una crítica a un artículo (el de Johnstone), que habría que leer antes para poder saber qué dice exactemente y ver si la crítica es correcta o no. Dicho de otro modo, no se está discutiendo directamente sobre Brest-Litovsk, sino demostrando que un texto se equivoca en su apreciación sobre Trotski (cosa que es discutible, en cualquier caso no podemos pronunciarnos sin haber leído el texto original), o sea que en realidad no es un análisis de Brest-Litovsk. Además, sinceramente me cabrea esa actitud de justificar cualquier cosa que haya dicho Trotski y los continuos recursos negativos para hablar del "estalinismo", etc, etc. Entiendo que puede tener que ver con la discusión con Johnstone, pero no aportan gran cosa al tema de la discusión, que es Brest-Litovsk.




    Con relación a Brest-Litovsk, Johnstone
    una vez más sólo conoce dos posiciones: la de Lenin (aceptar inmediatamente las condiciones
    alemanas) y la de Trotsky (a la que caracteriza como “ni guerra ni paz”).
    Monty Johnstone sabe perfectamente qué ocurrió. No existían dos posiciones, sino
    tres: la de Lenin, la de Trotsky y la de Bujarin.

    Pues en la práctica esa teoría de Trotski no tenía sentido, y digo, en la práctica. Si los alemanes te presionan y atacan no te queda más remedio que defenderte. En realidad esa postura era contraria a la de Lenin, que suponía aceptar inmediatamente las condicinones, más que nada porque no quedaba otro remedio. El que la postura de Bujarin fuera todavía más irreal no le da más razón a Trotski.



    Respecto al texto de Lenin de 1915, el autor del texto es un poco manipulador. Lenin escribe:

    incitaríamos a la insurrección a todos los pueblos ahora oprimidos
    por la Gran Rusia, todas las colonias y países dependientes de Asia (India, China,
    Persia, etc.,) y, ante todo, a la insurrección del proletariado europeo contra sus
    gobiernos y en contra de sus socialchovinistas”

    y luego el autor dice que:

    Antes de 1917, Lenin y los bolcheviques defendían la guerra revolucionaria: una
    guerra dirigida por la revolución contra el imperialismo, combinando la lucha
    armada del Ejército Rojo con la insurrección de los trabajadores europeos y los
    pueblos de las naciones oprimidas.

    pero esto no se extrae de la cita que hace de Lenin. Incitar a la insurrección no significa obligatoriamente que haya que usar el Ejército Rojo para ello. Y tampoco tiene nada que ver con la situación de 1918 a la hora de firmar Brest-Litovsk. Es sacar frases de contexto. Yo por guerra revolucionaria no entiendo al Ejército Rojo entrando en países para implantar el comunismo, sino otra cosa.

    Y por el otro, una nueva ofensiva alemana convencería
    a las masas de Europa Occidental de que los bolcheviques sólo estarían de
    acuerdo por la fuerza con una paz anexionista. Este era un motivo político importante
    debido a la maliciosa campaña de calumnias lanzada por Gran Bretaña y Francia,

    pues ese argumento es una chorrada y además me parece que está fabricado a posteriori. ¿Qué es más importante? ¿la supervivencia o que la gente en Occidente piense vete tú a saber? Que las masas occidentales pensaran eso de la Rusia Bolchevique no le servía de mucho a la Rusia Bolchevique si tenía que hacer frente a un avance alemán.

    En Rusia existía el fuerte presentimiento de que se encontraban
    en el preludio de un acuerdo de paz de los aliados con Alemania, a expensas
    de Rusia.

    Razón de más para intentar firmar cuanto antes con Alemania, antes de que se pusiera de acuerdo con los demás.Y toda vez que durante la revolución se había prometido la paz inmediata.

    Trotsky todavía estaba en contra porque la ofensiva no había comenzado.

    hombre, esto es alucinante... pues claro. Ese es el problema, habría que haber firmado antes para evitar la ofensiva alemana. Al firmar a consecuencia de la ofensiva, las condiciones fueron mucho más duras. Por eso Trotski, en este caso, se equivocó y mucho (Bujarin todavía más).



    Trotsky se posicionó al lado de Lenin, dándole la mayoría en el Comité Central.

    Claro, es que ya no había más huevos que hacer eso porque se había hecho el tonto antes con esta discusión.


    El 21 de febrero, el general Hoffman anunció nuevas y más duras condiciones,
    con la clara intención de hacer imposible la firma de la paz. El Estado Mayor alemán
    organizó una provocación en Finlandia, donde aplastó el movimiento de los trabajadores
    fineses, confirmando los temores bolcheviques de que los Aliados habían llegado
    a un acuerdo con el imperialismo alemán para aplastar la República Soviética.

    Es decir, los alemanes seguían presionando brutalmente a los soviéticos para que estos no tuvieran más remedio que firmar la paz.... que era lo que había que haber hecho desde el principio.


    Existía una seria posibilidad de que incluso si los bolcheviques firmaban el tratado
    los alemanes continuaran su avance.

    por supuesto existía esa posibilidad, y también existía la posibilidad de que el gobierno soviético se viniera abajo si no podían resistir ante el avance alemán. Luego entonces era un riesgo que había que correr.

    Trotsky se abstuvo, dándole la mayoría a Lenin.

    a ver, a ver, me lo expliquen. ¿cómo que se abstuvo dándole la mayoría a Lenin? Si Trotski se abstuvo, se abstuvo, eso de que le dió así la mayoría a Lenin es pasarse tres pueblos. El autor tiene bastante cara y debería haber explicado esto, ya que así suena muy falso. Por cierto, Trotski podía haber votado por la postura de Lenin, por ejemplo, aunque hubiera sido a regañadientes, si se abstuvo no lo hizo. Punto.





    Parece extraño que alguien tan amigo de la “fraseología revolucionaria”, ante
    dos temas decisivos, votara en el Comité Central para dar a Lenin la mayoría.

    Vamos a ver, ¿se abstuvo o le dio la mayoría? porque no es lo mismo.

    Trotsky se oponía a llevar la guerra a territorio
    polaco una vez que el ataque de Pilsudski hubiese sido rechazado tanto en el
    terreno militar como en el político.

    que yo sepa Trotski sí era partidario de extender la guerra a territorio polaco (por lo demás era Stalin el que se oponía a esto, hablamos ya en su día cuando analizamos la ofensiva sobre Varsovia).


    Lenin no era partidario de la paz en Brest-Litovsk porque representara un respiro,
    sino para reconstruir las maltrechas fuerzas armadas rusas, para crear un Ejército
    Rojo para la defensa o el ataque, un instrumento destinado a ayudar a la revolución
    en Occidente: al tiempo que era partidario de firmar la paz, Lenin añadía que era
    “indispensable preparar una guerra revolucionaria”.

    Este texto no es lógico. Precisamente por eso mismo era un respiro, ¿no? un respiro que permitiera a los bolcheviques construir un ejército.


    La postura de Lenin en Brest-Litovsk es un antídoto contra el veneno del pacifismo,
    la “coexistencia pacífica” y el socialpatriotismo difundido por los estalinistas.

    Blablabla...Pues no. Lo de la coexistencia pacífica es cosa de Jruschov a finales de los cincuenta, no de Stalin. Y la postura de Lenin en este caso no contradice la que tuviera Stalin, todo lo contrario. Es evidente que si no es posible la revolución mundial hay que fortalecer la URSS para que sobreviva hasta que sea posible esa revolución mundial. Y Lenin también lo veía así, no hay más que ver la NEP y otras de sus medidas.



    bolcheviques insistieron una y otra vez en la defensa de una paz “sin anexiones ni
    indemnizaciones”, en que ofrecerían esa paz a los imperialistas y, en caso de que
    éstos la rechazaran, lanzarían una guerra revolucionaria contra ellos.

    Este párrafo es una soberana estupidez. ¿De dónde saca el autor eso de que "en caso de que estos la rechazaran" (o sea que no quisieran paz sin anexiones ni indemnizaciones) "se lanzarían a una guerra revolucionaria contra ellos". Además la propia lógica es estúpida, ¿Y si hubieran aceptado? ¿entonces no se lanzaría esa guerra revolucionaria contra ellos? Además, me da a mí que Lenin entendía la cuestión de la "guerra revolucionaria" de manera diferente a como la plantea este hombre (para él guerra revolucionaria es guerra extendida por el Ejército Rojo). Pero la guerra revolucionaria es la guerra del obrero (y el campesinado) contra el capital. El Ejército Rojo no puede llevar la guerra revolucionaria a ningún lado si el obrero local lo ve como un invasor y prefiere defender al capitalista local.


    “Si ocurriera lo menos probable, si ningún estado beligerante
    aceptara el armisticio, por nuestra parte entonces la guerra sería realmente
    necesaria, una guerra justa y defensiva.


    Precisamente, esto no tiene nada que ver con lo que está planteando el autor del texto, que habla de "guerra revolucionaria contra ellos", un párrafo antes... aquí Lenin habla de guerra "defensiva"... vaya hombre...

    Fue esa situación —y no ninguna de las consideraciones teóricas fundamentales—
    la que condicionó la actitud de los bolcheviques.


    por fin algo coherente.


    La primera intención política de los bolcheviques era prolongar las negociaciones
    tanto como fuera posible, con la esperanza de recibir ayuda de un movimiento
    revolucionario en Occidente.

    Sí, y eso tuvo su lógica, pero cuando los alemanes no nos siguen el juego y amenazan con seguir avanzando esa estrategia cae por su propio peso. Trotski siguió con esa estrategia incluso a destiempo, cuando ya era evidente que había fracasado y la siguió incluso sabiendo que ya había fracasado, lo cual es un error todavía mayor.


    El principal responsable del éxito alcanzado con la propaganda de Brest-Litovsk
    fue Trotsky.

    faltaría más. Esto yo lo llamo culto a la personalidad de Trotski.



    Convirtió las negociaciones del armisticio en una plataforma para exponer
    las ideas de la revolución a los trabajadores europeos, cansados ya de la guerra.

    Claro, las negociaciones las retransmitían en directo por la televisión y estaban todos los obreros de Europa atentos a lo que decía el camarada Trotski por la pantalla... Y Trotski en vez de negociar con quien tenía delante les explicaba a los obreros los temas de la revolución...


    Ante el temor de una nueva ofensiva alemana
    si los bolcheviques rechazaban el ultimátum, Lenin propuso la firma inmediata
    de la paz, aceptando las desastrosas condiciones impuestas por los alemanes. Trotsky
    estaba de acuerdo en que no era posible continuar la guerra, pero pensaba que había
    que suspender las negociaciones y capitular solamente en caso de un nuevo avance
    imperialista.

    Es evidente que la postura de Trotski era completamente equivocada. Capitular SOLO EN CASO DE AVANCE IMPERIALISTA es perder una guerra de la peor manera. La capitulación hay que hacerla antes, cuando el avance no se ha producido aún, para poder tener algo con lo que negociar.

    Bujarin por su parte exigía librar una guerra revolucionaria.

    de éste no hablo porque tenía la cabeza en las nubes, pero al menos su postura me parece más lógica que la de Trotski en este caso. Al menos es consciente de que había que resistir de alguna manera.


    lo cierto es que Lenin y Trotsky eran la minoría “moderada” de la dirección.

    vaya patético intento de poner a Trotski en el mismo lugar que Lenin, cuando en la práctica, la opinión de Trotski no tenía nada que ver con la de Lenin. Además es que la postura de Trotski era totalmente ciega, ya que capitular cuando los alemanes avanzaban NO ERA UNA OPCIÓN. Era la peor opción que podía haber.

    Cuando la dirección invitó a
    los sóviets a que expresaran públicamente su opinión sobre Brest-Litovsk, de los
    más de doscientos que lo hicieron sólo dos sóviets importantes —Petrogrado y
    Sebastopol, este último con reservas— apoyaron la paz. En los demás grandes centros
    obreros (Moscú, Ekaterinburgo, Jarkov, Ekaterinoslav, Ivanovo-Vozuesensk,
    Kronstadt, etc.) la aplastante mayoría votó a favor del cese de las negociaciones.

    ya, habrá que ver si estos datos son correctos porque yo de este tío no me fio un pelo, pero en cualquier caso lo importante no eran los soviet de obreros, sino los de soldados del frente. Y en un país campesino también es importante la opinión de los campesinos, sobre todo si son la gran mayoría de la población. Difícilmente podría el obrero ruso sostener una guerra si el campesino ruso no estaba dispuesto a ayudarle en esa tarea. Por no hablar de la opinión de los soviet de soldados, claro.

    (busco más información del tema, para contrastar las opiniones)

    Salud y Revolución


    Última edición por NSV Liit el Vie Dic 17, 2010 6:24 am, editado 2 veces
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    Mensaje por NSV Liit Vie Dic 17, 2010 4:37 am

    Por cierto, del tema de Varsovia hablamos aquí:

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    (por lo demás tampoco creo que fuera un tema tan importante Brest-Litovsk, perdió rápidamente actualidad ante el comienzo de la Guerra Civil)

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    Mensaje por NSV Liit Vie Dic 17, 2010 5:24 am

    Pongo la información que tengo de un libro, digamos clásico de historia de la URSS, escrito durante la época comunista en Hungría (por István Dolmányos):

    Las conversaciones empezaron el 3 de diciembre de 1917 en Brest-Litovsk. El gobierno soviético hizo una propuesta de paz sin anexiones ni indemnizaciones, pero no fue aceptado por los alemanes, sino que exigieron Polonia, Lituania, y parte de Letonia y Bielorrusia, que en la práctica estaban ocupados por los alemanes. (...)

    Frente al punto de vista de Lenin, que consideraba indispensable el firmar la paz, se encontraba el grupo de comunistas de izquierda de Bujarin (...) Trotski tenía una postura similar a la de Bujarin, y era partidario de la consigna de "ni paz, ni guerra". pensaba que esa doctrina influiría en los soldados enemigos y no lucharían contra los soviet. Sin embargo esta postura llevaba a la continuación de la ofensiva alemana y por lo tanto al fracaso del régimen soviético.

    El 24 de enero de 1918 el Comité Central decidió que se aplazaría la firma de la paz. Fue una medida de compromiso, ya que Bujarin pedía la interrupción inmediata de las negociaciones. Según el resultado de la discusión en el seno del CC Lenin ordenó a la comisión dirigida por Trotski de alargar las negociaciones hasta que los alemanes perdieran la paciencia y presentaran un ultimátum. Y en ese caso, a falta de una solución mejor, Trotski debería firmarlo.

    El día 10 de febrero Alemania presentó su ultimátum y exigió la firma de la paz. Lenin ordenó la firma, pero Trotski se negó a hacerlo y declaró el final de la guerra y la desmilitarización del ejército ruso. Y con esto se interrumpieron las negociaciones. Lenin valoró el trabajo de propaganda de Trotski para mostrar las ansias de rapiña del imperialismo alemán, pero no podía estar de acuerdo con su decisión, que consideraba un verdadero crimen político, por el cual se debería pagar un alto precio.

    Los alemanes comenzaron un ataque y ocuparon toda Letonia, Estonia y partes importantes de Bielorrusia y Ucrania, incluyendo territorios que ni siquiera se habían planteando en las negociaciones iniciales.

    El 18 de febrero el CC del Partido decidió entrar nuevamente en contacto con el gobierno alemán y firmar inmediatamente la paz.

    (...)

    El gobierno soviético aprobó y editó el llamamiento de Lenin "La patria socialista en peligro". El 23 de febrero de 1918 el recién creado Ejército Rojo se enfrentó a los Alemanes cerca de la actual Tallinn (Estonia) y en Pskov y consiguió derrotar a los alemanes y detener su avance (por eso en la antigua URSS se celebrara el 23 de febrero como la fecha de creación del Ejército Rojo).

    La oposición de los bolcheviques hizo que los alemanes volvieran a plantearse las negociaciones de paz, pero ahora presentaron durísimas condiciones. Exigían también toda Finlandia y Estonia, así como toda Ucrania. Además Rusia debía pagar ingentes reparaciones de guerra, entregar ciertos territorios a Turquía (como Batumi) y desmilitarizarse.

    Para dar más fuerza a sus rehivindicaciones los alemanes continuaron la ofensiva.

    El mismo día 23 el CC aprobó la paz con Alemania.

    La postura de Stalin fue curiosa ya que si en un principio había sido partidario de las negociaciones con los alemanes, en este momento apoyó a los que se oponían a la firma de la paz. Al final Lenin consiguió convencer al CC de que era necesario la firma de la paz. Al poco, Trotski dejó el puesto de comisario de AAEE y se convirtió en comisario de guerra. A Trotski le sustituyó Chicherin, que acababa de regresar de las cárceles inglesas.

    La delegación soviética que se presentó en Brest-Litovs para firmar el acuerdo declaró a la parte alemana que no pretendía la discusión de las condiciones, sino que por las circunstancias de guerra, firmaría la paz y consideraba el acuerdo como un ultimatum. Así el 3 de marzo de 1918 Chicherin firmó el acuerdo en nombre del gobierno soviético.

    El 6 de marzo de 1918 comenzó el VII Congreso Extraordinario del Partido en el que Lenin defendió la necesidad del acuerdo y este fue aceptado por el partido. En el congreso se criticó la actividad de los comunistas de izquierda, que dominaban en la sección de Moscú del partido.

    La población se alegró por la firma de la paz.

    En el mismo congreso Lenin avisó de que el acuerdo de Brest-Litovsk no duraría mucho, y así fue. El 13 de noviembre de 1918, tras la revolución alemana, el gobierno soviético lo anula.

    El 14 de marzo tuvo lugar en Moscú el IV Congreso Extraordinario de Soviet, que ratifica la firma del tratado. Sin embargo los eseristas de izquierda lo rechazan. Los tres comisarios del pueblo de los eseristas, Kolegáiev (agricultura), Shteinberg (justicia) y Prosian (correos) dimiten con la excusa del acuerdo.

    (A Szovjet Unió története. István Dolmányos. Kossuth Kiadó, 1971. Budapest)

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    Mensaje por NSV Liit Vie Dic 17, 2010 6:52 am

    Un interesante texto sobre el asunto: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Biblioteca de la 36
    LA PAZ DE BREST
    Mijaìl Shatrov


    El 26 de octubre ( el 8 de noviembre según el nuevo calendario) de 1917 – al día siguiente de la Gran Revolución Socialista de Octubre -, el II Congreso de los Soviets de Toda Rusia aprobó el Decreto sobre la paz, fruto de la pluma de Lenin. La solidez del Estado soviético no dependía únicamente de la correlación de fuerzas de clase dentro del país, sino también de la situación internacional, siendo el obstáculo más grande el estado de guerra con Alemania. El Decreto sobre la paz sugería a todos los Estados involucrados en las hostilidades de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) concertar una paz democrática general sin anexiones ni contribuciones. Sin embargo, la negativa de los países de la Entente- Gran Bretaña, Francia, EEUU y otros – a entablar conversaciones pacíficas no permitió que se concertara dicha paz.

    En noviembre de 1917, en Brest- Litovsk (hoy Brest) se iniciaron unas negociaciones que culminaron el 2 de diciembre con la firma de un tratado de paz. Alemania había propuesto a la Rusia soviética una paz innoble y oprobiosa, exigiéndole en recompensa territorios cuya área superaba los 15.000 km2 en total. La situación interna y exterior descartaba todo paso que no fuera retroceder ante el fuerte y peligroso enemigo, aceptando las condiciones de paz, por más duras que resultaran. El país en ruinas y su ejército exhausto no estaban en condiciones de continuar la guerra.
    Para salvar la Revolución, para poder afianzar el régimen soviético y crear un Ejército Rojo capaz de defender el país de los agresores imperialistas, era imprescindible una tregua, un período de paz. Pero la burguesía y los terratenientes deseaban que la guerra continuara, cifrando sus esperanzas en la derrota de Rusia para restaurar ellos el régimen depuesto.

    El Partido Comunista (Bolchevique) de Rusia tenía que resolver con rapidez el problema de la guerra y la paz. El 8 de enero de 1918, Vladímir Ilich Lenin hablo en una conferencia de miembros del CC del Partido y de bolcheviques delegados al III Congreso de los Sóviets, presentándoles las tesis relativas al problema de la concertación inmediata de esa paz separada y anexionista, sin obtener el apoyo de la mayoría. Una parte de los funcionarios de partido confiaban en una revolución socialista paneuropea ( empezando por Alemania) por lo tanto estaba en contra dela firma de un tratado de paz. La situación resultaba dificilísima. En el seno del Partido se formó un grupo de “comunistas de izquierda” encabezado por Bujarín, redactor jefe del periódico “Pravda” que se declaró dispuesto hasta arriesgar la eventual pérdida del régimen soviético en aras de la revolución internacional. Trotsky, Comisario del Pueblo (ministro) para las Relaciones Exteriores y jefe de la delegación soviética en las negociaciones sugería declarar el cese de la guerra con Alemania, negándose a firmar, sin embargo, el tratado de paz. A muchos les parecía aceptable esa posición: “ni paz ni guerra”.

    Desenmascarando tanto la táctica de Trotsky como de la Bujarín, siendo ambas fatales para la República soviética, Lenin aclaraba: “... el cambio radical consiste ahora en la creación de la República de los Soviets de Rusia, que lo supremo tanto para nosotros como desde el punto de vista socialista internacional es preservar esta república, que ha comenzado ya la revolución socialista, que en el momento dado, la consigna de guerra revolucionaria o bien una frase y un vano acto ostensivo, o equivaldría objetivamente a caer en la trampa que nos tienden los imperialistas mientras somos débiles y derrotar por el procedimiento más barato posible la joven República de los Soviets”

    En procura de evitar el fracaso de las conversaciones pacíficas, Lenin logró que el CC del Partido dispusiera que se les diera largas por todos los medios posibles, y en caso de que Alemania presentara un ultimátum,se firmara el tratado inmediatamente. Pero Trotsky, el jefe de la delegación, hizo caso omiso de esa disposición y declaró a los representantes alemanes que el Estado soviético se negaba a firmar el tratado que formulaba condiciones semejantes y que cesaba la guerra con Alemania y desmovilizaba su ejército. Esa declaración estaba preñada de consecuencias fatales para la República soviética. Aprovechándola, Alemania infligió las condiciones de la tregua pacífica y el 18 de febrero de 1918 inició una ofensiva a todo lo largo de la línea del frente, llegando a los pocos días a amenazar a Petrogrado (hoy Leningrado), ya que no encontró resistencia que pudiera considerarse seria.

    De modo que Lenin había tenido razón en presagiar semejante curso de los acontecimientos. Un peligro mortal se cernía sobre el país. El 21 de febrero, el Soviet de Comisarios del Pueblo (Consejo de Ministros) lanzó el llamamiento: “¡La patria socialista está en peligro!.

    Con esfuerzos sobrehumanos, Lenin logró que el CC tomara la resolución de concertar la paz, después de lo cual desplegó la lucha contra los “comunistas de izquierda”. Se envió un cable al Gobierno de Alemania, pero éste presentó condiciones nuevas, más duras aún, según las cuales el Estado soviético debía, además, pagar una contribución enorme y desmovilizar su ejército. Lenin sugirió aceptar sin demora todas las condiciones, apoyándole la mayoría de los miembros del CC, pese a la protesta de los “comunistas de izquierda”.
    “...Quién se opone a la paz inmediata, aunque sea archidura, - escribió entonces Lenin- hunde el Poder soviético.
    El tratado de paz con Alemania fue firmado el 3 de marzo de 1918.
    Varios meses después, en Alemania se producía la Revolución de Noviembre en la que fue derrocado el Káiser Guillermo II, quedando anulado el tratado, pero esa tregua, pagada a un precio tan elevado, había salvado a la Rusia revolucionaria.

    Al tema de la tenaz y dramática lucha desplegada por Lenin y sus compañeros contra la política errónea de los “comunistas de izquierda” y de Trotsky, se dedicaba la obra “La paz de Brest”, del conocido dramaturgo Mijaíl SHATROV, secretario de la Junta Directiva de la Unión de Escritores de la URSS y autor de obras que forman etapas importantes de la cultura artística soviética: “En nombre de la Revolución”, “ El 6 de julio”, “Los bolcheviques”, “Caballos azules sobre hierba roja”, “¡Así venceremos!” “Dictadura de la conciencia”, y la serial de TV “Esbozos para un retrato de Lenin”.

    “La paz de Brest”, la nueva obra de Shatrov, de la cual aquí les ofrecemos un fragmento, nos sumerge en la tensa atmósfera de marzo de 1918. Este fragmento, donde actúan personajes como Vladimir Ilich Lenin, Presidente del Soviet de Comisarios del Pueblo, Félix Dzerzhinski, Nikolái Bujarín, Gueorgui Opókov (Lómov), Yákov Sverdlov, Iósif Stalin, Lev Trotsky, Moséi Uritski y otros miembros del Comité Central del Partido, muestra la reacción de los miembros del CC al ultimátum del Gobierno alemán.

    General alemán. En la mañana de hoy, se les envió el nuevo ultimátum a los bolcheviques. Para ser sinceros, hay que decir que el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Mando Supremo han trabajado bien. El ultimátum contiene todas las pretensiones que se ha podido plantear. Según estas nuevas condiciones, Rusia pierde 46.000.000 de habitantes, o sea, el 26% de su población, el 75% de su carbón, el 73% del hierro colado, el 37% dela cosecha, el 26% de sus vías férreas, etc. El estado mayor de los bolcheviques debe unirse para discutir este ultimátum. Dudo muchos que lo acepten, pues se lo ha formulado de tal manera que los bolcheviques se sientan insultos y lo rechacen. Eso es justamente lo que nos hace falta, entonces emprenderemos la ofensiva contra San Petersburgo y acabaremos con esa peste que amenaza a todo el mundo civilizado.

    El despacho de Lenin. Varios miembros del CC se inclinan sobre el ultimátum alemán.

    Stalin: Bueno ¿y qué dice?

    Bujarín: Las condiciones son mil veces peores de lo que eran. Pero esperan nuestra respuesta hasta mañana, a las siete.

    Lenin entra rápidamente al despacho.

    Sverdlov: Es el ultimátum.

    Lenin: Y ¿hay noticias de Alemania?

    Sverdlov: Las mismas de antes.

    Van entrando los demás miembros del CC que se distribuyen por el despacho.

    Compañeros: ahora tenemos que decidir, en esencia la suerte de nuestra revolución. Considero mi deber recordárselo. Pues bien, ¿aceptamos estas condiciones o no las aceptamos?

    Bujarín ¿ Qué si sacrificamos o no la mitad de Rusia? Sólo preguntárselo resulta ridículo. ¿No será mejor, así como estamos aquí, salir todos a la plaza ante el Smolni y suicidarnos delante de los obreros? En todo caso, ¡Sería más honesto!.

    Sverdlov ¿ Cuál es la salida entonces?

    Bujarín: ¡Reunir todas nuestras fuerzas en un solo puño y darles duro! Será la respuesta de los revolucionarios al cinismo imperialista.

    Lenin (en un estallido violentísimo) ¡Basta! ¡Basta! ¡No voy a tolerar esto ni un solo segundo más! ¡Basta de juegos!
    ¡Ni un solo segundo! La guerra revolucionaria necesita un ejército, pero no lo tenemos. La revolución necesita paz, ¡y esa sí que la podemos tener! ¡Se acabó la política de la frase revolucionaria! ¡Se acabó compañero Bujarín! Y si esta política continúa también ahora inmediatamente me separo del Gobierno y del Comité Central y me dirijo a las masas. ¡Pero no voy a tolerar más esa verborrea revolucionaria! ¡Se acabó!
    ¡Sírvanse aceptar mi dimisión!

    Sigue un largo silencio. Todos están conmovidos.


    Trotsky: Compañeros hemos oído la declaración de Vladimir Ilich ¿Qué puede decirse al respecto? Para mí los argumentos de Vladimir Ilich no son convincentes en absoluto. De ser unánimes, habríamos podido defendernos, y lo habrìamos hecho perfectamente. Se puede seguir objetándole a Vladìmir Ilich. Pero no es este problema. Se precisa el máximo de unanimidad. Pero n lo tenemos, por lo tanto, no voy a asumir la responsabilidad de votar por la guerra.

    Stalin: Mi opinión es que es posible, sin firmar el tratado de paz, simplemente iniciar las negociaciones.

    Lenin indignado se encoge de hombros, pero Stalin no lo ve. Por medio de estas condiciones nos provocan adrede a rechazarlo. Como no disponemos de medios para detener a mano armada la ofensiva alemana, debemos tomar otras medidas. O la tregua o se viene abajo la revolución, no hay otra salida.

    Dzerzhinski. Eso es una utopía, no va a haber tregua, todo lo contrario: firmando la paz contribuiremos a la consolidación del imperialismo alemán. Debemos encarar la verdad tal como es, incluso si firmáramos el tratado de paz en estas condiciones, ello no nos garantizaría de ninguna manera que volviesen a haber otros ultimatums. No salvamos nada con firmarlo. Pero estoy de acuerdo con Trotsky, si el Partido fuese lo suficientemente fuerte como para poder sobrevivir el caos y la dimisión de Lenin, habría podido tomarse la resolución pera ahora, no.

    Lenin: Siento y oigo que algunos me reprochan este ultimátum mío, algo que yo planteo únicamente en casos extremos, como el que tenemos ahora. Stalin se equivoca rotundamente al decir que podemos dejar de firmar el tratado. Debemos firmarlo en las condiciones que se nos ponen. Si Uds. No lo firman, estarán firmando la sentencia de muerte del Estado Soviético, ¡dense cuenta de una buena vez! Si los correligionarios de Bujarin y Lómov en Moscú se las ingeniaron para arribar a aquella terrible, monstruosa frase de llegar a concebir hasta la pérdida del régimen soviético, ¡Es la sicología de un pequeño burgués rabioso, y no la de los comunistas! No tengo la más mínima de las dudas. Si planteo mi ultimátum no lo hago para retirarlo.

    Lómov: La salida que sugiere Lenin lleva a la muerte de la revolución y por eso no voy a ir por este camino. Aquí se habla mucho del pánico en el ejército: pero en realidad no hay tal pánico. El miedo tiene mucho ojos. Nosotros podemos hacer muchísimas cosas, basta con desear hacerlas. Pero si Lenin nos amenaza con su dimisión, Uds. Hacen mal en asustarse.¡Debemos tomar el poder sin Lenin! Debemos ir al frente y hacer todo posible. ¡Basta de pusilanimidad! ¡Pónganse a la altura de las misiones que nos encomienda el proletariado mundial!

    Sverdlov: ¿ Alguien más...?
    Entonces vamos a tomar la resolución.(Tratando de alejar el desenlace.)
    ¿Quizás alguien más quiera hablar...?

    TODOS GUARDAN SILENCIO

    Votamos una sola cuestión: si debemos o no debemos aceptar sin demora las nuevas condiciones de los alemanes.

    Dzerzhinski (ya no resiste):¡Compañeros! ¡Debemos tomarnos una tregua antes de votar! ¡Debemos calmarnos! ¡Estamos excitados! ¡No nos oímos! Ahora puede ocurrir un desastre irreparable para todo nuestro Partido, para todo nuestro movimiento.¡ Estamos al borde de una escisión! ¡Exijo una tregua!

    Sverdlov: ¿Alguien más insiste en tomarnos un descanso?... Nadie. Votamos. ¿Quienes están por las nuevas posiciones?... Lenin, Sverdlov, Stàsova, Stalin, Zinoviev, Smilga, Sokòlnikov.
    ¿En contra?... Bujarin, Lòmov, Urtski, Bùbnov. ¿Quiènes se abstienen?
    Trotsky, Dzerzhinski, loffe, Krestinski.
    Pues bien, por la aceptación de las condiciones alemanas se han expresado siete miembros del CC, cuatro están en contra y cuatro se abstienen de votar.

    Bujarin: ¡Què clase de mayoría es esta, si esos cuatro que se abstienen también están en contra? ¡Simplemente, se les ha amenazado con la dimisión!

    Uritski: En nombre propio, así como en el de los miembros del CC declaro lo siguiente: por cuanto no deseamos asumir la responsabilidad de la resolución adoptada por considerarla profundamente errónea y fatal para la revolución rusa e internacional, máxime si ha sido tomada por la minoría- ya que los cuatro compañeros que se abstuvieron comparten nuestra posición- declaramos que nos retiramos de todos los puestos de responsabilidad que hemos ocupado en el Partido y en los Soviets, pero que nos reservamos la plena libertad de propaganda, tanto dentro como fuera del Partido, a favor de los únicos postulados que consideramos correctos.

    Stalin: En una escisión. Es un acto de fraccionalismo.

    Trotsky: Creo que debo dar los motivos de mi abstención. Veo con escepticismo la posibilidad de lograr la paz, ni siquiera por medio de la capitulación.
    Pero no quise impedir la formación de una mayoría para lograr una línea única.

    Lòmov: Vladimir Ilich: ¿Ud. Admite propaganda abierta en contra de la suscripción del tratado de paz?

    Lenin: Sí, la admito.

    Stalin: Quiero hacer esta pregunta: la acción de los compañeros de abandonar sus respectivos puestos de responsabilidad, ¿no quiere decir que de hecho abandonan el Partido? ¿No acatamos acaso las resoluciones de Brest- las de “ni paz ni guerra”-, que también se habían tomado por un solo voto en mayoría?

    Lenin: El que salga del CC no quiere decir que abandonen el Partido.

    Uritski: Aunque Stalin nos proponga salir del Partido, no pensamos hacerlo.
    Abandonamos nuestros respectivos puestos de responsabilidad, pero no el Partido. Ya el Congreso va a decidir quiénes son los que expresan la opinión del Partido.

    Stalin:¡Compañeros! No acuso a nadie y considero que Uds. Tienen derecho a actuar de la manera que les parezca.
    Sólo quiero expresarles el dolor que me causa el acto de los compañeros que se retiran. Absolutamente nadie puede sustituir a Lòmov, Smirnov y Piatakov. ¿Se dan cuenta estos compañeros de que su conducta derivará en una escisión? Si lo que Uds. Desean es la claridad y no la escisión, les ruego aplazar su anuncio de dimisión hasta mañana, o, mejor aún, hasta que se reúna el Congreso del Partido.

    Lòmov: ¡No! Uds. No aplazan sus respuestas a los alemanes, sino que la van a plasmar inmediatamente. Tampoco nosotros aplazamos nuestra dimisión.

    Sverdlov: ¡Compañeros! Es muy temprano aún para que los partidarios de la paz canten gloria. La respuesta a los alemanes no debe darse en nombre del CC de nuestro Partido, sino en el del organismo soviético supremo, el Comité Ejecutivo Central de Toda Rusia, y es una tarea nada fácil lograr que allí se apoye nuestra resolución. En vista de la presencia de los partidos de oposición y de que los SS.RR, de izquierda, con toda seguridad votarán en contra nuestra, puedo decirles sin temor a equivocarme que cada voto a nuestro favor valdrá su peso en oro. De no haber unidad en nuestras filas, en las filas de la fracción bolchevique, el punto de vista de nuestro CC no obtendrá la mayoría en el CECTR.

    Bujarin: ¿Quieren Uds. Privarnos de votar libremente?

    Sverdlov: Sí, compañeros, no va a haber votación libre. Todos los bolcheviques debemos votar de la manera que lo ha dispuesto el Comitè Central.
    ¡Compañeros! Ruego a todos los miembros del CECTR estar presentes en la reunión. Deben posponer para otro momento todos los asuntos pendientes.
    Repito: cada voto valdrá su peso en oro.
    ¿Faltará alguien? ¿No? Muy bien. Se levanta la sesión del Comité Central.
    Ruego a todos pasar al Palacio de Tàuride, donde se reunirá el CECTR. Para las siete de la mañana ya no faltaba nada.

    El episodio de la votación es el punto culminante de toda la obra.
    En ese momento se estaba resolviendo la suerte de la revolución rusa, la respuesta a Alemania debía darse, no en nombre del CC bolchevique, sino en el del Comité Ejecutivo Central de Toda Rusia, organismo soviético supremo. Cada uno de sus miembros debía formular claramente su posición respecto al tratado de Brest. Por la paz votaron 116, en contra 85, absteniéndose 26. De tal manera, la proposición de la paz quedó aceptada.
    La obra concluye con estas palabras de Lenin:
    Nos vemos obligados a firmarlo...
    Debemos tener el valor necesario para ver la verdad tal como es. Mientras más claramente lo comprendamos, más firme y templada será nuestra inexorable decisión de lograr que la Rusia Soviética cumpla con su deber internacional principal de construir una sociedad nueva, el deber de darles a los pueblos del mundo la plasmación de la idea luminosa, el deber de oponerle a la guerra, a la suciedad, al cinismo del capitalismo, la pureza y la nobleza del socialismo. ¿Qué es lo que necesitamos para ello: la guerra o la paz? Para nosotros no existe semejante alternativa. Lo que necesitamos es la creación, por lo tanto, el ansia de paz no es para nosotros un ardid táctico en un minuto de impotencia, sino el sentido de toda nuestra política, de toda nuestra vida. Cada hora de paz le da al socialismo mil veces más que un día de guerra, incluso de una guerra victoriosa.¡Compañero! Aprendan las duras pero útiles lecciones de la revolución... Aprendan para poder triunfar..

    De la revista Novi mir
    N 4, 1987 (C)


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    Mensaje por NSV Liit Vie Dic 17, 2010 7:02 am

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    Foto de la segunda delegación soviética, que negoció la paz en Brest Litovsk en enero de 1918.

    De izquierda a derecha:
    - sentados: Kámenev, Yoffe, Bitsenko (eserista)
    - de pie: Minski, Stuchka, Trotski, Kárajan

    Propaganda alemana sobre el acuerdo: Trotski aprende a escribir:



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    Mensaje por sorge Vie Dic 17, 2010 11:50 am

    En el programa militar de la revolución proletaria
    En tercer lugar, el socialismo triunfante en un país no excluye en modo alguno, de golpe, todas las guerras en general. Al contrario, las presupone. El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el regimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultaneamente en todos los países. Triunfará en uno o en varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses. Esto no sólo habra de provocar rozamientos, sino incluso la tendencia directa de la burguesía de los demás países a aplastar al proletariado triunfante del Estado socialista. En tales casos, la guerra sería, de nuestra parte, una guerra legítima y justa. Sería una guerra por el socialismo, por liberar de la burguesía a los otros pueblos. Engels tenía completa razón cuando, en su carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882,[19] reconocía directamente la posibilidad de "guerras defensivas" del socialismo ya triunfante. Se refería precisamente a la defensa del proletariado triunfante contra la burguesía de los demás países.
    Este claro que en 1916 ya Lenin pensaba que el escenario de Brest-Litoskv podia ser perfectamente posible.

    los acuerdos de Brest-Litoskv según el libro de Umberto Da Cruz: Lenin y el Partido Bolchevique:
    Fases de la negociaciones:
    1º fase
    Bujarin busca acabar con las negociaciones comenzadas en Brest-Litovsk y atacar Alemania.
    Trotsky propone no pactar, pero tampoco luchar, intentando que el propio pueblo alemán frenase a sus generales.
    Lenin firma inmediata de la paz

    2º fase Trotsky y Bujarin se alian para conseguir la mayoría, con la tesis de atrasar las negociaciones en forma de no aceptar la guerra ni la paz.

    El ejercito alemán recomienza la guerra ocupan casi todo Ucrania, las tesis favorable a la firma inmediata de la paz vuelven a quedarse en minoría el mismo día que se reinicia la guerra, solo al día siguiente consigue una votación favorable a la paz a parte de Lenin, votan a favor: Smilga, Sverdlov, Sokolnikov, Stalin, Trotsky, Zinoviev. En contra: Uritski, Ioffé, Lomov, Bujarin, Krestinski, Dzerjinski, Abstenciones: Elena Stasova.

    3º fase:
    Los alemanes exigen nuevas condiciones, Lenin y sus partidarios ganan una nueva votación que queda de esta forma: Favorables Lenin, Smilga, Stalin, en contra: Bujarin, Bubnov, Uritski, Lomov. Abstenciones: Trotsky, Dzerjinski, Ioffé, Krestinski.


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    Mensaje por NSV Liit Vie Dic 17, 2010 1:00 pm

    Un fragmento de "Lenin", de Gerard Walter:


    XXIV.

    LA "ASQUEROSA PAZ" DE BREST-LITOVSK

    "Buena limpieza", se dijo Lenin al tomar la pluma para comenzar un artículo sobre la gente de ultratumba, es decir, los constituyentes, que le habían hecho "perder un día". No era, en efecto, el momento de malgastar su tiempo. El problema de la guerra y de la paz exigía una solución urgente. Y ésta seguía sin poderse hallar. Sin embargo, según Lenin, era una cuestión de vida o muerte para la República de los Soviets. Comprendía perfectamente que si su partido había podido adueñarse del poder era porque había prometido poner fin a la guerra y concertar la paz inmediatamente. La promesa debía ser cumplida, costara lo que costara. De ello dependía la suerte del nuevo régimen, de toda la revolución.

    Así, pues, Lenin se debatía en un penosísimo conflicto de conciencia. Seis semanas antes de la revolución del 25 de octubre, cuando en una carta apasionada que dirigió al Comité central conjuraba a éste a salir de su inercia y a pasar a la acción, demostraba tener una fe absoluta en las capacidades militares de la nueva Rusia revolucionaria. ¡Que el pueblo sea efectivamente dueño de sus destinos, y ya se verá con qué ardor defenderá su patria socialista! Sabrá hacer frente al más temible de los enemigos. ¿No había terminado acaso su carta con estas palabras optimistas : "Los recursos materiales y morales de una guerra revolucionaria auténtica en Rusia son todavía inconmensurables..."?

    Una vez convertido en jefe del Gobierno, debió darse cuenta con bastante rapidez de que, en realidad, esos recursos eran perfectamente nulos, y que no había esperanzas de poder forzar a la masa campesina, que formaba las nueve décimas partes de los efectivos combatientes del ejército, a seguir peleando. También debió comprender que ese ejército había llegado a tal grado de descomposición que, al primer choque con el enemigo, las multitudes desesperadas de soldados hubieran abandonado sus posiciones para afluir hacia la retaguardia llevando con ellas el caos y la anarquía en que se hundiría definitivamente el régimen soviético.

    Únicamente una paz firmada en el más breve plazo, estimaba Lenin, podía permitir que se evitara ese peligro. Estaba dispuesto a hacer todas las concesiones posibles para obtenerla. Si era necesario sacrificar a los países limítrofes, se les sacrificaría. Después de todo, Polonia, Finlandia y las provincias bálticas no eran Rusia. Si había que pagar una contribución de guerra monstruosamente exorbitante, se pagaría. En los Bancos que acaban de ser nacionalizados hay dinero. ¡Qué significan unos cuantos centenares de millones más o menos tomados a los ricos, cuando se trata de la suerte misma del socialismo! La recién nacida República de los Soviets, ¿no es acaso la antorcha luminosa que una mano poderosa, la del partido bolchevique (¿por qué no decir: la suya?), enarbola por encima de las sangrientas tinieblas en que han sumido al mundo el capitalismo y el imperialismo?

    Había otra cosa además: había que aprovechar el estado de guerra que enfrentaba a los dos bandos opuestos del imperialismo mundial. Ocupados en luchar entre sí, no podían, por el momento, combatir contra el nuevo Estado proletario cuya existencia seguramente no habrían tolerado si hubieran tenido las manos libres. Por tanto, firmando la paz desde ahora, se podría trabajar, sin que lo impidiera una intervención extranjera, por la consolidación del nuevo régimen mientras que las potencias capitalistas seguirían desgarrándose entre sí. Unas y otras saldrían inevitablemente debilitadas y agotadas de esa lucha, mientras que la joven República de los Soviets, aprovechando el respiro que le sería concedido, después de restaurar su vida económica pondría en pie un nuevo ejército, proletario éste, y disciplinado, dispuesto a luchar hasta la última gota de su sangre por defender al Estado socialista contra la eventual agresión de los países capitalistas.

    Desgraciadamente, la inmensa mayoría de los dirigentes responsables del partido no compartían su opinión, y chocaba con fuerte oposición en el seno del Comité central y de las grandes organizaciones locales. El Buró político de la región de Moscú se había puesto a la cabeza de esa oposición. Representaba a las doce provincias del centro, las más ricas, las más industriosas, el verdadero corazón de la gran Rusia con su capital-madre, Moscú. La dirección de ese Buró pertenecía a un grupo de jóvenes ardientes y entusiastas cuyo jefe era Bujarin.

    Ese hombre extraño, espíritu brillante, de una gran cultura, nervioso e irritable como una mujer, seducía y desconcertaba a la vez. Pero, en todo caso, gozaba de una influencia considerable en los medios moscovitas. Su amigo Lomov, ex comisario del pueblo para la Justicia, que se había visto obligado a abandonar su puesto para cedérselo a un socialista-revolucionario de izquierda, lo secundaba activamente.

    El 28 de diciembre, el Buró de Moscú adoptó una resolución que declaraba que el Comité central del partido había perdido su confianza; exigía al mismo tiempo la ruptura de las negociaciones entabladas con Alemania y la reanudación de las hostilidades bajo la forma de una guerra revolucionaria sagrada, levantando en masa a todo el pueblo ruso. Lenin era violentamente atacado. Se le reprochaba haber traicionado sus propias convicciones: después de haberse pronunciado en varias ocasiones en favor de la guerra revolucionaria, ahora predicaba la sumisión y la capitulación. Entrar en conversaciones con el imperialismo alemán, firmar un acuerdo ventajoso para éste y que diera por resultado reforzar su posición internacional, equivaldría a asestar una puñalada en la espalda a la revolución proletaria. La consigna lanzada por los moscovitas, ¡Abajo la paz asquerosa!, se fue extendiendo más y más. El Comité de Petrogrado, por su parte, se adhirió plenamente a la tesis de la guerra revolucionaria. Las "cumbres" bolcheviques de las dos capitales tomaban posición así contra Lenin.

    Trotski, que hasta entonces había persistido en la actitud que adoptó al producirse el golpe de Estado, de compañero fiel de Lenin, se había puesto a desarrollar su propio juego, un juego infinitamente sutil y peligroso que había de conducirlo muy lejos. A pesar de su carácter impulsivo y autoritario, siempre se había mostrado, en el curso de su carrera política, inclinado a preconizar soluciones "centristas" que habían de permitirle, al menos así lo creía, desempeñar un papel de árbitro de los partidos y de conciliar lo inconciliable. También en esta ocasión pretendía haber encontrado una solución que lo arreglaría todo. Ni Bujarin ni Lenin. Ni guerra revolucionaria ni paz vergonzosa. Se lanzaría a la camarilla imperialista alemana, en pleno rostro, un no sonoro que tendría un eco formidable en el mundo entero, se romperían las negociaciones y se desmovilizaría al ejército, dejando al país sin defensa alguna. El enemigo no se atrevería a avanzar. Su proletariado se lo impediría. Si a pesar de todo proseguía su ofensiva, se firmaría en última instancia la paz "bajo la bota del invasor", pero de esa manera se salvaría el prestigio de la revolución. Nadie se atrevería a acusarla de haber pactado con el imperialismo alemán.

    Me niego a admitir que Trotski, hombre de gran inteligencia, haya podido creer sinceramente en el éxito de su plan. Creo más bien, y su actitud en las jornadas que van a seguir parece confirmar esta hipótesis, que le sedujo la perspectiva de suplantar a Lenin haciendo "entrar de nuevo en la guerra" a Rusia, con la ayuda militar y técnica que le habían ofrecido los aliados inmediatamente después de la liquidación de la última tentativa de Kerenski, y dando por descontada la victoria final de éstos, victoria que habría liberado a la República soviética de las garras del invasor alemán. Esta tesis fue presentada por Trotski con mucha brillantez y de una manera muy hábil. Encontró numerosos adeptos. Lenin tuvo que luchar, por tanto, en dos frentes al mismo tiempo.

    Apenas disuelta la Asamblea Constituyente, anunció que deseaba exponer ante una asamblea de los principales dirigentes del partido su punto de vista sobre el problema de la paz. Se convocó una conferencia para el 8 de enero. Fueron invitadas unas sesenta personas, entre ellas los miembros del Comité central y los del Comité de la organización bolchevique de Petrogrado. Según su costumbre, Lenin se presentó armado con un conjunto de "tesis" (veintiuna en esta ocasión) sobre la cuestión de la firma inmediata de la paz separada y anexionista. Todas ellas apuntaban esencialmente hacia el "grupo Bujarin" de los partidarios de la guerra revolucionaria.

    En principio, estima Lenin, aquel que sin ocultar nada al pueblo acepta firmar una paz desventajosa para el país, porque éste se halla en la imposibilidad total de continuar la guerra, no traiciona en modo alguno al socialismo.

    Se pretende que, al hacer la paz con el imperialismo alemán, la República soviética se convierte prácticamente en su agente y cómplice puesto que de esa manera le permite utilizar las tropas del frente oriental para reforzar la presión sobre el frente occidental. Pero, observa Lenin, si nos lanzamos a una guerra revolucionaria, nos convertimos en agentes y cómplices del imperialismo anglofrancés, puesto que de esa manera impedimos que los alemanes dispongan de sus tropas del Este para poder rechazar el ataque de los aliados en el Oeste. Por tanto, en ambos casos hacemos el juego a los imperialistas. Ahora bien, de lo que se trata no es de saber con cuál de los dos grupos enemigos debemos marchar, sino de cuál es la solución susceptible de favorecer mejor la consolidación y los progresos del poder de los Soviets en Rusia.

    Se le reprocha haber sostenido antaño la tesis de la necesidad de una guerra revolucionaria y de decir ahora lo contrario de lo que decía antes. Eso es inexacto, responde Lenin. En efecto, en 1915 habló de la necesidad de "preparar y hacer la guerra revolucionaria", pero era bajo el régimen zarista y no se había comprometido a iniciarla sin tomar en consideración las coyunturas del momento. "Ciertamente, debemos empezar desde ahora a preparar una guerra revolucionaria, pero la cuestión de saber si puede ser iniciada en seguida no puede zanjarse más que teniendo en cuenta las condiciones materiales creadas por la situación en que nos encontramos, y los intereses de la revolución socialista empezada." Hay que ver las cosas con realismo: la guerra revolucionaria conducirá infaliblemente a la derrota. Esa derrota obligará a Rusia a firmar una paz mucho más dura que la que se le impone ahora. Y además, no será el Gobierno obrero y campesino el que la firme, puesto que antes será derribado por el ejército en derrota, desencadenado.

    En conclusión, embarcarse en una guerra revolucionaria sería arriesgar la existencia de la revolución socialista rusa. Nadie tiene derecho a lanzarse a tal aventura. En cambio, firmando una paz separada, la República obrera y campesina se retira del conflicto y obtiene la posibilidad de dedicarse a la construcción de un nuevo orden socialista que la hará fuerte y temible ante sus futuros enemigos.

    La asamblea no se dejó convencer. De 63 votos, sólo 15 se pronunciaron en favor de Lenin. La tesis de la guerra revolucionaria reunió 32 votos, y la de Trotski, 16. Desde la publicación de sus tesis de abril, Lenin nunca había visto alzarse contra él una mayoría tan fuerte. Pero esa votación no tenía más que un carácter puramente indicativo. El que debía determinar oficialmente la posición del partido era el Comité central, que iba a reunirse tres días más tarde, el 11.

    Ahora Lenin tuvo que enfrentarse a una reunión reducida a 16 miembros. Se sentía en un terreno más sólido. Cierto que estaban allí Bujarin y Lomov. Trotski también. Pero no habían podido ponerse de acuerdo, mientras que Sverdlov y Stalin trabajaron lo indecible para reclutar partidarios de la tesis de Lenin, que desde un principio contó con su entera y total adhesión.

    Resulta singular que el importante discurso que pronunció Lenin al principio de la sesión, lo mismo que sus réplicas en el curso de los debates que le siguieron, no figure en la reciente edición de las obras de Lenin (la edición anterior lo incluía), a pesar de haberse asignado la tarea de recoger hasta los más insignificantes fragmentos de sus intervenciones oratorias. Me limito a dar un breve resumen, puesto que, en gran parte, ese discurso no hace más que reproducir los argumentos desarrollados en las tesis del 8 de enero, aunque en algunos puntos expresa el pensamiento de Lenin con menos miramientos, con palabras más claras. No vacila en decir crudamente enojosas verdades. "El ejército no puede más... Ni siquiera tenemos caballos para salvar, en caso de retirada, aunque sólo fuera una parte de la artillería. Los alemanes tienen tal posición en el Báltico que pueden tomar Petrogrado y Reval jugando... Sólo a los imperialistas anglofranceses les interesa vernos continuar la guerra. ¿Queréis una prueba? Los norteamericanos han ofrecido a Krylenko una prima de cien rublos por cada soldado presente en las trincheras... Se cuenta con la revolución que debe estallar en Alemania. Seguramente llegará un día. ¿Pero cuándo? Es quizá una cuestión de meses y meses, mientras que aquí la revolución ha traído ya al mundo un bello niño : la República socialista, que podemos matar reanudando la guerra... Es cierto que la paz que vamos a firmar es una paz asquerosa, pero necesitamos un respiro para recuperar el equilibrio. Necesitamos consolidar nuestras posiciones. Tenemos que aplastar definitivamente a la burguesía, y para eso necesitamos tener libres las manos. Evidentemente, esto es un retroceso, y el camino que emprendemos está sembrado de inmundicias, pero hay que pasar por ahí. Una contribución de 3.000 millones no es demasiado cara para salvar a la República socialista.»

    Lenin tuvo que soportar vehementes ataques por parte de Bujarin y de Lomov. Estaba previsto. El que partió del trotskista Uritski tampoco podía sorprenderle. ¿Pero cuál no sería su asombro cuando vio alzarse contra él a su fiel Dzerjinski? "Lenin no hace más que recomenzar lo que Zinoviev y Kamenev quisieron hacer en octubre pasado —exclamó—. Somos un partido proletario. El proletariado no nos seguirá si firmamos la paz." Trotski se limitó a exponer su tesis, alabando sus ventajas. Recibió una severa amonestación por parte de Stalin, pero en cambio pudo conquistarse a la señora Kollontai y a la secretaria del Comité, Stasova, mujer de talento que gozaba de una gran influencia. Pasaron a votar. Gracias a las dos mujeres, la tesis de Trotski fue adoptada por 9 votos contra 7. La de Lenin quedó rechazada así. En cuanto a la de Bujarin, no pudo reunir más que dos votos. Tres días después, el Comité central del partido bolchevique y el de los socialistas-revolucionarios de izquierda se reunía conjuntamente. La tesis de Trotski volvió a triunfar.

    Se había establecido la costumbre de considerar que una decisión tomada por los dos comités en común era una decisión del Gobierno. Por tanto, al lanzar en Brest-Litovsk, el 10 de febrero siguiente, su sensacional declaración, Trotski no cometía en modo alguno un acto arbitrario. La responsabilidad de la lamentable aventura que constituyó su consecuencia incumbía a los que, con sus votos, habían consagrado oficialmente su proposición y le habían permitido así emplear la técnica nefasta destinada a servir ambiciones inconfesadas.

    Cinco días después de su gesto espectacular, el 16 de febrero, el mando alemán informó al gran cuartel general ruso que el estado de armisticio cesaría el 18 al mediodía y que las hostilidades iban a reanudarse. Lenin trató de volver a la carga en la reunión del Comité central que se celebró el 17. Era necesario enviar sin tardanza un telegrama a los alemanes diciéndoles que estaban dispuestos a reanudar las conversaciones. Trotski tranquilizó a la reunión : no hay que perder la cabeza; quizá no se trate más que de una simple maniobra de intimidación por parte de los alemanes. Esperemos a ver lo que va a ocurrir el 18. La proposición de Lenin fue rechazada por 6 votos contra 5.

    Por tanto, la jornada siguiente era la que debía traer la decisión. No era necesario esperar hasta el mediodía para ver que los alemanes no tenían el menor deseo de bromear. En la sesión que celebró por la mañana el Comité central, fue el propio Trotski quien, bastante molesto anunció que aviones alemanes volaban sobre Dvinsk, que cuatro divisiones acababan de llegar del frente occidental y que el kronprinz de Baviera, comandante en jefe del grupo de ejércitos del Oeste, había declarado por la radio que Alemania iba a asumir la sagrada misión de librara al mundo de la peste rusa. Lenin insistió de nuevo en su proposición. Trotski se opuso nuevamente. Es posible, decía, que la ofensiva lanzada provoque un estallido de indignación popular en el interior de Alemania. De ahí podría nacer una revolución. Esperemos, por tanto, el efecto de la ofensiva. Siempre habrá tiempo para proponer la paz a los alemanes si no se produce la explosión revolucionaria entre ellos. Seis miembros del Comité, siempre los mismos por lo demás, se adhirieron a esa proposición insensata y, una vez más, la opinión de Lenin no fue escuchada.

    Los ejércitos alemanes pasaron a la ofensiva a la hora dicha. Las tropas rusas se replegaron inmediatamente en desorden, sin oponer la menor resistencia, abandonando material, municiones y víveres. En las últimas horas de la tarde se supo que los alemanes habían entrado en Dvinsk, saludados como libertadores por la burguesía, y que avanzaban rápidamente en dirección de Pskov, es decir, que marchaban sobre Petrogrado. En cuanto a la "explosión" de Trotski, ni la menor noticia...

    La sesión del Consejo de los Comisarios del Pueblo, que debía celebrarse como de costumbre hacia las seis de la tarde, fue anulada para que se celebrara una reunión común de los comités centrales de los bolcheviques y de los socialistas-revolucionarios de izquierda. Steinberg, testigo ocular, cuenta: "Los comisarios que eran miembros de los comités centrales se quedaron en el Smolny. Se trató de convocar a los demás que estaban dispersos por todos los puntos de la ciudad. Los bolcheviques pasaron a una pequeña sala contigua. Nosotros nos quedamos en la gran sala de sesiones y nos pusimos a deliberar."

    Mientras tanto, al lado, Lenin y Trotski estaban sosteniendo uno con otro un duro combate. Trotski persistía en su aberración. Estimaba que había que empezar por "sondear a los alemanes" para preguntarles que querían. ¡Como si su entrada en Dvinsk y su marcha sobre Petrogrado no lo dijeran suficientemente! I a réplica de Lenin, tal como fue transcrita en el acta, fue incoherente, vehemente, indignada, apasionada y refleja perfectamente el estado de excitación en que se hallaba.

    Recorriendo la habitación a grandes zancadas, acribilla al adversario con breves y abrumadores apóstrofes : "Con la guerra no se puede jugar... Es imposible esperar más tiempo... Queréis enviar notitas a los alemanes, mientras ellos arramblan con nuestros vagones, con nuestros depósitos, y nosotros reventamos... Jugando con la guerra entregáis la revolución a los alemanes. La historia dirá que la revolución ha sido entregada por vosotros. Pudimos firmar una paz que no la amenazaba en modo alguno... Ahora ya no hay tiempo para cruzar notas diplomáticas. Es demasiado tarde para "sondear a los alemanes". Hay que proponerles la paz abiertamente."

    Trotski parece ceder bajo ese alud de cortantes reproches. Se defiende mal: "Nadie está jugando a la guerra. Pero hay que proceder moralmente (sic). Hay que hacer la prueba de la pregunta hecha a los alemanes."

    Stalin, taciturno y reservado por lo general, estalla bruscamente : "Hay que acabar con este enredo. Que Trotski plantee su pregunta en la prensa. Nosotros debemos decir ahora que las conversaciones deben reanudarse."

    Se vota. Ahora triunfa la moción de Lenin por 7 votos contra 6. Al abstenerse en la votación, Stasova permitió evitar el empate que hubiera imposibilitado hallar una solución. Pero lo más asombroso es que a última hora, Trotski, víctima de un reflejo imprevisible, abandona su propia tesis y vota por la de Lenin. Le hubiera bastado, sin embargo, agregar su propio voto a los de sus seis partidarios para triunfar una vez más.

    A partir de ese momento se marcha a paso rápido hacia el desenlace. Lenin y Trotski son encargados de redactar allí mismo el texto del mensaje. Con mano firme, el rostro tranquilizado y los nervios calmados, Lenin traza unas cuantas líneas : "El Consejo de los Comisarios del Pueblo protesta contra el avance del ejército alemán... Se ve obligado, por la situación que ello ha creado, a declarar que está dispuesto a firmar la paz en las condiciones puestas por el Gobierno alemán en Brest-Litovsk. Se declara dispuesto a examinar las nuevas proposiciones formuladas por el Gobierno alemán y a dar su respuesta en un plazo de doce horas."

    Como se ve, Lenin trataba de cubrir las apariencias. Con esa redacción, la respuesta no tomaba el aspecto de una capitulación pura y simple. El Gobierno obrero y campesino decía estar dispuesto a examinar las nuevas condiciones alemanas, pero "examinar" no quería decir "aceptar"... Así podía evitarse el chocar con la desconfiada susceptibilidad de los socialistas-revolucionarios de izquierda, que en la sala contigua esperaban ser llamados a participar en las deliberaciones del Comité bolchevique.

    "A las tres de la mañana —cuenta Steiberg— pasamos a su despacho... Trotski, con la cabellera en desorden, se apoyaba contra la chimenea. Sombrío como la noche, con ojos parecidos a los de un pájaro de presa, miraba hacia la ventana, por encima de las cabezas de los asistentes... Yoffé, Krestinski y Uritski estaban de pie, contra la pared, y fumaban nerviosamente sus cigarrillos. Lenin caminaba de arriba abajo, con las manos en los bolsillos y sonriéndose a sí mismo. Comprendimos entonces que grandes disensiones habían debido producirse entre ellos." Después de un cambio preliminar de impresiones en la habitación, cuyo aire se había hecho irrespirable, todo el mundo pasó a la gran sala y se abrió la discusión. Steinberg, convertido en este caso en el eco de Trotski, repitió sus palabras que parecían extrañamente caducas: "No debemos dejarnos arrastrar por el pánico que han provocado las primeras noticias... Todo esto no es quizá más que una maniobra de intimidación por parte de los alemanes." Su proposición concreta: aplazar el envío del telegrama y convocar al Consejo ejecutivo de los Soviets para el día siguiente por la mañana. Lenin ni siquiera se molesta en enfadarse. Empieza a razonar con el portavoz de los socialistas-revolucionarios de izquierda, irónico y condescendiente, como un maestro que se dirige a un alumno poco inteligente, incapaz de comprender las cosas más simples. "Pero, hombre, los gobiernos se hacen para tomar decisiones rápidas. Cada hora tiene ahora su importancia. No cabe aplazar el telegrama hasta el día siguiente, puesto que nuestros dos partidos están representados en el Consejo de los Comisarios y puesto que las fracciones del Comité ejecutivo estarán de acuerdo con nosotros."

    De todos modos, el "alumno" quiso decir la última palabra. "Sí —replicó Steinberg sentenciosamente—, hay que tomar decisiones rápidas, pero no en una atmósfera de pánico." Lenin no contestó nada y fue a sentarse junto a la estufa, dando la impresión de que saboreaba el placer de calentarse cómodamente. Una voz desilusionada, la de Yoffé, rompió el silencio : "Puesto que nos hemos puesto de acuerdo sobre el mensaje, ¿qué importancia puede tener la cuestión del tiempo?" Nadie reaccionó. Continuaban callados. Ya estaba dicho todo. Steinberg lo comprendió y, resignado, preguntó : "¿Cuál es el texto de vuestro telegrama?"

    Después de haber escuchado la lectura del mismo, se retiró con sus seis camaradas a un rincón del salón. Instantes después, los representantes de los socialistas-revolucionarios de izquierda anunciaban que por mayoría de cuatro votos contra tres aceptaban el envío inmediato del telegrama.

    Ya no faltaba más que firmarlo, Lenin puso su firma con gesto breve y enérgico y pasó el papel a Trotski, quien se negó a firmarlo so pretexto de que "la firma de Lenin bastaba". Este cortó en seco esta última veleidad de resistencia. "No, la firma del comisario de Negocios Extranjeros es indispensable." Esas palabras sonaron como una orden. Trotski firmó y el telegrama partió.

    Los días del 19 y del 20 llevaron la angustia de Lenin a su punto culminante. Los alemanes no contestaban y seguían avanzando. Pskov había sido ocupado. Narva también. Los soldados rusos seguían huyendo sin esperar la proximidad del enemigo. Los propios marineros se habían contagiado del pánico general. Se les haba confiado una posición de gran importancia cuya defensa debía impedir el movimiento envolvente del ala derecha alemana. La abandonaron sin siquiera anunciarlo al mando. En esas condiciones, a los alemanes les interesaba retrasar su respuesta y continuar su avance, que se había convertido en lo que en lenguaje de guerra se llama un simple paseo militar.

    Con la muerte en el alma, Lenin asistía al resquebrajamiento de su obra. Se imaginaba que los alemanes habían decidido entrar en Petrogrado para restablecer con mano de hierro el antiguo régimen. Eso sería el fin de la República Socialista de los Soviets. Era demasiado tarde para emprender la evacuación del aparato gubernamental. La vía Petrogrado-Moscú estaba cortada. Hubiera sido necesario tomar una desviación llena de complicaciones. Y además no estaba totalmente seguro de que todo el mundo le seguiría. La única solución que quedaba era organizar la defensa de la capital y luchar hasta el último aliento contra el invasor. Puesto que no podía fiarse ya de las tropas, que se habían declarado en estado de desmovilización y que se negaban a tomar la menor participación en las operaciones militares, Lenin se dirigió a los obreros, conjurándoles, en una proclama titulada La patria socialista está en peligro, a levantarse todos para la defensa contra "el militarismo germánico que quiere aplastar a los obreros y campesinos rusos, devolver la tierra a los terratenientes, las fábricas a los capitalistas, el poder a la monarquía". En consecuencia, el Consejo de los Comisarios del Pueblo ordenaba:
    Todo debe ser puesto al servicio de la defensa nacional.
    Durante la evacuación de las localidades amenazadas por el avance del enemigo hay que destruirlo todo : puentes, vías férreas, material, etc. Las estaciones y los depósitos de mercancías deben ser incendiados.
    Todos los habitantes válidos de ambos sexos deben ser empleados en cavar trincheras. Los que pertenecen a la clase burguesa trabajarán bajo la vigilancia de los guardias rojos. Se fusilará a los refractarios.
    Los periódicos que tiendan a explotar el avance de los ejércitos alemanes para preconizar el derrocamiento del Gobierno soviético serán prohibidos. Sus redactores serán empleados en los trabajos de defensa nacional.
    Los agentes del enemigo, especuladores, saboteadores, bandidos y agitadores contrarrevolucionarios deben ser fusilados en el acto.

    De esta manera, quieras que no, Lenin se veía obligado a hacer la guerra. Pero para poderla dirigir, aunque sólo fuera en forma puramente defensiva, se necesitaba material y sobre todo oficiales experimentados. Los que habían ofrecido sus servicios al régimen soviético no le inspiraban confianza. A todos los creía capaces de pasarse al enemigo en el momento decisivo y dudaba mucho de su ciencia militar. Trotski, que no había cesado de mantener buenas relaciones con la Embajada de Francia, sugirió entonces a Lenin la idea de aceptar la ayuda ofrecida por la misión militar francesa, uno de cuyos miembros, el capitán de reserva Sadoul, abogado y socialista militante, se había hecho ferviente adepto del bolchevismo. Se arregló una entrevista entre Lenin y un oficial de la misión, el conde de Lubersac. En una carta escrita a los obreros norteamericanos unos meses más tarde, Lenin habla de ello en estos términos :

    "Fui puesto en contacto con el oficial francés Lubersac. "Soy monárquico; mi única finalidad es la derrota de Alemania", me declaró Lubersac. "Eso es evidente", le contesté yo. Eso no nos impidió ponernos de acuerdo sobre la ayuda que los oficiales franceses, que son verdaderos técnicos, querían darnos para volar las líneas de ferrocarril, a fin de contener el avance alemán. Apreté la mano del monárquico francés, y ambos sabíamos muy bien en ese momento que cada uno de nosotros hubiera hecho colgar con gusto a su interlocutor. Pero nuestros intereses coincidían por el momento."

    De esa manera, Lenin se veía de todos modos uncido al carro de ese imperialismo anglofrancés del que trataba de librarse a toda costa. Al día siguiente, cuando Trotski sometió a la aprobación del Comité central el ofrecimiento de los aliados de proporcionar armas y víveres al Gobierno soviético, a fin de ayudarle a resistir a los alemanes, Lenin, que no había podido asistir a la sesión, mandó esta nota: "Favor de unir mi voto en pro de la aceptación de las patatas y de las armas de manos de los bandidos imperialistas anglofranceses." El ofrecimiento fue aceptado por seis votos contra cinco. Al salir de la sesión, Bujarin se arrojó a los brazos de Trotski, y exclamó sollozando : "¿Qué estamos haciendo? ¡Estamos transformando el partido en un montón de basura!" Trotski, al dar cuenta de esas palabras en su autobiografía, agrega con la mayor seriedad: "En general, Bujarin llora con facilidad y es muy afecto a las expresiones naturalistas."

    La respuesta alemana llegó el 23, hacia las once de la mañana. En el Smolny causó la mayor consternación. Las exigencias de Alemania superaban cualquier previsión : pensaba quedarse con Polonia, Lituania y una parte de la Rusia Blanca. Ucrania debería formar un Estado independiente; todas las tropas rusas que se hallaran en su territorio deberían ser retiradas inmediatamente. Lo mismo en lo que se refería a Finlandia y a los países bálticos. Las ciudades de Kars y de Batum pasarían a manos de Turquía. El Gobierno de los Soviets debía cesar toda propaganda revolucionaria en Alemania. Rusia tendría que pagar una contribución de guerra cuyo monto sería fijado ulteriormente [25]. La respuesta debía darse en un plazo de cuarenta y ocho horas. No se admitía discusión alguna.

    La opinión general consideraba que firmar tales condiciones equivaldría a un suicidio político y moral. El país no soportaría esa vergüenza. El diktat alemán debía ser rechazado con desprecio. El Comité central se reunió. Trotski anunció que las cuarenta y ocho horas fijadas por el ultimátum expiraban al día siguiente, a las siete de la mañana. Lenin casi no le deja terminar. Da un salto, temblando de rabia, y empieza a recorrer la habitación. Frases cortas, rápidas y breves empiezan a caer sobre sus desconcertados colegas : "Si no firmamos entregamos la revolución a los alemanes... La política de la "frase revolucionaria" ya ha pasado de moda... Si seguís esa política, yo dimito. No seguiré ni un segundo en el Gobierno ni en el Comité..." Se detiene un instante, toma aliento, y, con las mandíbulas contraídas, martillea las sílabas: ...ni un so-lo se-gun-do.

    Pero Trotski no se deja convencer. Los argumentos de Lenin no son convincentes —dijo con voz tranquila y calmada—. Si hubiéramos sido unánimes, hubiéramos podido organizar la resistencia. No estaríamos en mala posición aunque hubiera sido necesario abandonar Petrogrado y Moscú. El mundo entero tendría los ojos fijos en nosotros y la guerra civil se encendería en Europa. Pero para eso era necesario una unanimidad total. Puesto que no la tenemos, asumo la responsabilidad de votar por la continuación de la guerra." Eso equivalía, en resumen, a hacer responsable a Lenin de la vergüenza con que se iba a cubrir la República de los Soviets, puesto que era él quien impedía que se realizara esa unanimidad.

    Después de oír a Trotski, se soltaron las lenguas. Se oyó, cosa sorprendente, que Stalin hablaba contra Lenin. "Podemos no firmar —sugirió— y declarar simplemente que estamos dispuestos a recomenzar las conversaciones sobre la base de nuevas condiciones." Dzerjinski va más lejos: "Al firmar, no hacemos más que alentar el imperialismo alemán. No nos protegemos contra un nuevo ultimátum, no sabemos nada." Se declara de acuerdo con Trotski: "Si el partido fuera suficientemente fuerte para soportar la escisión y la dimisión de Lenin, hubiera podido decidirse rechazar el ultimátum alemán. Tal no es el caso, y, por lo tanto, no podemos hacerlo."

    Lenin, que ha logrado controlar sus nervios, quiere hacer entrar en razón a sus dos más fieles compañeros: "Se me reprocha presentar un ultimátum. Si lo he hecho ha sido únicamente porque me hallo en el límite extremo. Los que hablan de la guerra civil inminente en Europa se burlan del mundo... Stalin se equivoca al decir que podemos no firmar. Hay que firmar. Si no firmáis, pronunciáis una condena de muerte para la República de los Soviets de aquí a tres semanas. Las condiciones alemanas no afectan a la existencia del Gobierno obrero y campesino... Por lo tanto, hay que aceptarlas. Si más tarde hubiera un nuevo ultimátum, la situación no sería ya la misma."

    Su intervención no hizo más que reavivar las pasiones. Uritski se desencadena: "Nuestra capitulación retrasará la naciente revolución en Europa. Si firmamos, el imperialismo germánico nos traerá de nuevo a Miliukov."

    Y Lomov dijo sin rodeos lo que sus amigos no se habían atrevido a confesar abiertamente: "Si Lenin amenaza dimitir, eso no debe asustarnos. Hay que tomar el poder sin Lenin."

    Trotski cree llegado el momento de poner en la balanza, que le parece inclinarse por el "buen" lado, el peso de sus palabras. Lo hace de una manera tan hábil como pérfida : "La posición de Lenin tiene un carácter muy subjetivo. No creo que sea justa. Sin embargo, no quiero crear obstáculos a la unidad del partido. Por el contrario, contribuiré a ella en la medida de mis posibilidades; pero no puedo seguir asumiendo las responsabilidades de la dirección de los Negocios Extranjeros." Es decir, unidad en el partido y escisión en el Gobierno: así es como Trotski entiende la política de entendimiento y de conciliación que se propone seguir.

    Ha llegado el momento de votar. Se somete a votación la pregunta hecha por Lenin : ¿Hay que aceptar inmediatamente las proposiciones alemanas?
    Contestaron sí: Lenin, Sverdlov, Stalin, Zinoviev, Stasova, Sokolnikov, Smilga.
    Contestaron no: Bujarin, Lomov, Uritski, Bubnov.
    Se abstuvieron de participar en la votación: Trotski, Dzerjinski, Yoffé, Krestinski.

    El resultado es proclamado : El Comité central acepta las condiciones alemanas por 7 votos contra 4 y 4 abstenciones. Lenin triunfa, pero la batalla no ha terminado. Uno de los "abstencionistas", Krestinski, se levanta y lee la siguiente declaración, firmada por él, por Dzerjinski y por Yoffré: "Insistimos en que es inadmisible firmar la paz con Alemania. Pero estimamos que únicamente un partido bolchevique estrechamente unido puede organizar la lucha después del rechazo del ultimátum alemán. Si se produce la escisión con que nos amenaza Lenin, nos veremos obligados a hacer una guerra revolucionaria tanto contra el imperialismo alemán como contra la burguesía rusa y contra una parte del proletariado, dirigida por Lenin. Eso seria hacer correr a la revolución rusa peligros todavía mayores que los que le esperan con la firma de la paz. Por eso, no queriendo contribuir a crear esa situación, pero no pudiendo votar por la paz, nos hemos abstenido de participar en la votación."

    Tras él habla Uritski : "En nombre de los miembros del Comité central, Bujarin, Lomov, Bubnov y en el mío propio, en nombre del miembro suplente, Yakovleva, y de los camaradas Piatakov y Smirnov aquí presentes, [26] declaro que no queremos asumir la responsabilidad de una decisión que consideramos profundamente errónea y susceptible de asestar un golpe fatal a la revolución rusa e internacional, tanto más cuanto que esa decisión ha sido tomada por la minoría del Comité, puesto que los cuatro miembros que se han abstenido comparten nuestra opinión. Por eso dimitimos de todas nuestras funciones, reservándonos una entera libertad de acción para luchar en favor de nuestra tesis en el interior y fuera del partido."

    A proposición de Sverdlov, y después de hacerse rogar largo rato, los dimitentes aceptaron seguir en sus funciones hasta el próximo Congreso del partido.

    El Comité ejecutivo de los Soviets era el que tenía que pronunciarse definitivamente y en última instancia. Una asamblea plenaria fue convocada en el Palacio de Táuride para esa misma noche. Lenin quiso ponerse previamente de acuerdo con los socialistas revolucionarios de izquierda. Las dos fracciones se reunieron en conferencia privada. Se convino que los debates serían muy breves y que sólo dos oradores tomarían la palabra : uno en pro y otro en contra de la aceptación. Lenin, naturalmente, habló en favor de la firma, en nombre de los bolcheviques. El que habló en contra fue Radek, recientemente llegado de Suecia, donde desempeñaba la misión de agente de información de los bolcheviques. Entre los socialistas-revolucionarios, nadie quiso encargarse de defender la tesis de la paz, y los dos oradores hablaron en contra. El primero fue Kamkov, uno de los jefes del partido, joven, fogoso, lleno de ardor combativo. Su discurso sonó como una trompeta. Tras él habló Steinberg, con método diferente. Suavemente, sin forzar la voz, supo encontrar acentos patéticos para poner en guardia a la asamblea contra un acto que, según él, mataría moralmente a la revolución. "Lo peor de esa paz —dijo— no son tanto sus condiciones como su espíritu.

    Esa paz quiere que la revolución se ponga de rodillas. Habrá que resignarse a ser humillados, acostumbrarse a sentirse envilecidos. Hay quien se pregunta si algunos elementos querrían luchar contra el invasor. Los seres pusilánimes, los que aspiran al descanso, no tienen más que mantenerse atrás. Siempre encontraremos suficientes almas heroicas dispuestas a sacrificarse y a marchar hacia adelante." Luego, volviéndose a los bolcheviques, los exhorta con tristeza : "Si firmamos la paz, el lazo moral que nos une quedará roto. No matemos esa estimación, ese espíritu de solidaridad que constituye nuestra fuerza en este momento."

    En sus Recuerdos, Steinberg escribe : "Volví a mi lugar en medio de un profundo silencio. Una parte de los bolcheviques nos miraba con manifiesta simpatía." Vio lágrimas en el rostro de la señora Kollontai. Una joven bolchevique quedó totalmente subyugada, a pesar de su fervor de neófita. Cinco años más tarde, al hacer el relato de aquella reunión, escribía : "Decía [Steinberg] exactamente lo que yo sentía, pero lo decía tan bien, lo expresaba con palabras tan bellas y tan elocuentes..."

    Lenin observaba con inquietud a los asistentes y veía las caras conmovidas de sus partidarios. Cerca de él, Dzerjinski se mordía los labios, presa de irresistible emoción. He aquí el peligro de la "frase", pensaba. Basta saber hablar con una bonita voz emocionada y halagar la sensibilidad siempre rebelde a la razón, para que la gente se muestre dispuesta a cometer las peores tonterías. Pero Lenin sabrá restablecer el orden. Y helo aquí que sube de nuevo a la tribuna, atribuyéndose autoritariamente el uso de la palabra.

    ¡Ah, con que necesitan algo sublime, estos "corazones heroicos"! No quieren sentirse "humillados", "envilecidos". Esperan marchar con la cabeza en alto, mirando hacia el cielo. Pues bien, él, Lenin, va a hacerles doblar el espinazo y agachar la nariz para que sientan el verdadero olor de la Revolución... La fuerza principal de Lenin como orador era su perfecta sencillez. En esta ocasión, para subrayar mejor el contraste con las bellas frases "a la Steinberg", se mostrará intencional e intransigentemente vulgar. No hay en él el menor signo de emoción, pero sí de amargura, mucha amargura. Y además una ironía fustigante, feroz. Pero, sobre todo, una convicción inquebrantable, una certeza absoluta de estar asistido por la razón.

    "Se nos invita a adoptar poses efectistas, a ejecutar bonitos gestos. Más vale que veamos lo que somos y el estado en que nos encontramos. El alemán nos ha cogido por la garganta, nos ha puesto una rodilla sobre el pecho y ha apoyado su revólver contra nuestras sienes. ¿Dónde está la mano del proletariado internacional que debe liberarnos? No la veo. Dadme un ejército de cien mil hombres, fuerte, disciplinado, que no tiemble ante el enemigo, y no firmaré la paz. Os he dejado plena libertad de acción durante dos meses. ¿Habéis sabido aprovecharlos para crear un ejército? ¿Qué habéis aportado además de la charlatanería y de una espada de cartón? Sí, es una paz asquerosa, una paz infame, pero debéis firmarla en nombre de la salvación de la Revolución. ¡Ah! ¿Creéis que el camino de la Revolución está sembrado de rosas? ¿Que no hay más que marchar de victoria en victoria, al son de La Internacional, y con las banderas al viento? Así sería fácil ser revolucionario. No, la Revolución no es una partida de placer. No, el camino de la Revolución está cubierto de zarzas y espinas. Aferrándonos al suelo que se nos escapa, con nuestras uñas y nuestros dientes, arrastrándonos, si es necesario, cubiertos de lodo, debemos marchar, a través del fango, hacia adelante, hacia el comunismo, y saldremos vencedores de la prueba."

    Esta vez tampoco aplaudió nadie. Pero el encanto de la "frase" se había roto. Los bolcheviques bajaban la cabeza, aplastados bajo el peso de la lógica implacable con que acababa de abrumarlos su jefe. Sin embargo, se separan sin decidir nada.
    Mientras se dirigían, silenciosos y graves, hacia la gran sala de sesiones, se oyó una orden : "¡Bolcheviques! Subid al primer piso. Reunión de grupo." Subieron al primero. Los convocaba de nuevo Lenin, quien temiendo desfallecimientos de última hora, quería pasar revista por última vez a sus tropas. Quedó especificado que no se admitiría la votación individual. De esa manera, los opositores no podían unir sus votos a los de los socialistas-revolucionarios. Pero los polacos y los letones fueron autorizados a no participar en una votación que iba a entregar al enemigo a sus países respectivos. Los opositores aprovecharon la ocasión para tratar de confundir a Lenin haciéndole ciertas preguntas perniciosas. Steklov, viejo militante, pero bolchevique de reciente cuño, se distinguió en ese juego fútil y mezquino que Lenin supo soportar con paciencia y buen humor. La joven y sensible bolchevique cuyas impresiones de la sesión acabo de citar, reproduce el diálogo que hubo entre ellos.

    STEKLOV.—Dígame, camarada Lenin, ¿cómo cree usted que va a poder cumplir el artículo primero del tratado, relativo a la retirada de nuestras tropas de Ucrania? ¿Vamos a entregar un país indefenso al saqueo de los alemanes?
    LENIN. — Retiraremos las tropas de Ucrania conforme a las disposiciones del tratado. Pero ni el diablo podría reconocer cuáles son allí las tropas rusas y cuáles las ucranianas. Es posible que, en general, ya no haya tropas rusas.
    STEKLOV.—¿Renunciaremos a nuestro deber de ayudar a nuestros hermanos de Finlandia? ¿Los dejaremos sucumbir en una lucha desigual?
    LENIN.—SÍ, nos veremos obligados a renunciar. Pero imagínese qué desgraciado accidente ocurió, ayer todavía, en la línea Petrogrado-Vyborg. Varios vagones cargados de municiones, destinados al Mediodía, fueron unidos "por error" a un tren que no era el suyo, y tomaron el camino de Finlandia. Tales "accidentes" son siempre posibles. En cuanto a los marineros, los propios camaradas de Finlandia nos han rogado que los retiremos: están tan desmoralizados que venden sus propias armas y no hacen más que obstaculizar la lucha.
    STEKKLOV.—¿Pero tendremos que renunciar a la propaganda revolucionaria?
    LENIN.—Creo que no estoy hablando con un imberbe político, sino con un viejo lobo de la clandestinidad, que sabe muy bien cómo se hacía propaganda bajo el zarismo.
    Guillermo y Nicolás, es todo lo mismo.
    STEKLOV.—Pero el partido ya no tendrá derecho a publicar en su prensa artículos dirigidos contra el Káiser y su camarilla. Eso sería violar las condiciones de Brest.
    LENIN.—La paz debe ser firmada por el Comité ejecutivo de los Soviets y el Consejo de los Comisarios del Pueblo, y no por el Comité central del partido bolchevique. El Gobierno de los Soviets no es responsable de la conducta de este último.

    Este breve intercambio de réplicas mejoró un poco los ánimos. Los hombres se miraban sonrientes con muda comprensión. "Les vamos a hacer una buena jugarreta a los alemanes", parecía decirse. Los párpados de Lenin se entrecerraron maliciosamente cuando, cual pastor vigilante, siguió con la mirada a su rebaño que se dirigía hacia la salida.

    La sesión plenaria se abrió a las tres de la mañana. El tiempo apremiaba. Se fijaron límites para los oradores. Lenin dispuso de un cuarto de hora para hablar en nombre del Gobierno. Los oradores de las fracciones tuvieron que conformarse con diez minutos cada uno. Además, ya estaba todo dicho y las posiciones estaban tomadas. Lenin no hizo más que repetir una vez más sus argumentos. Anunció con voz firme, la frente en alto y la mirada dura : "Estimo que estoy cumpliendo mi deber. Estoy convencido que la clase trabajadora sabe lo que es una guerra, lo que le ha costado, el estado de agotamiento en que la ha sumido, y no dudo un solo instante que, sin dejar de reconocer la inaudita ignominia de esas condiciones de paz, aprueba nuestra conducta."

    Empezó el llamado nominal. Los "bujarinistas" se eclipsaron del salón. La votación dio 116 votos por la aceptación de las condiciones alemanas, y 85 en contra. Se registraron 26 abstenciones. Lenin había vencido. Eran las 4,15 de la madrugada.

    Los miembros del Gobierno se reunieron inmediatamente en el pequeño despacho contiguo. Lenin les leyó el texto del decreto de aceptación y lo firmó. Los comisarios bolcheviques firmaron a continuación. Los socialistas-revolucionarios se negaron.

    —¿Por qué? —les espetó Lenin, con el rostro sombrío e irritado—. ¡Es una decisión de la Asamblea!
    —Lucharemos contra esa decisión —respondió Steinberg en nombre de sus camaradas—. Todavía faltan catorce días para la ratificación.

    Lenin no insistió. Los minutos estaban contados. Todavía falta decidir la cuestión de la delegación. Se designó a Trotski, pero se negó. Yoffé, también. Desesperado, Lenin recurrió a un "hombre nuevo", el menchevique Chicherin, a quien había conocido en la emigración y que, tras un largo internamiento en Inglaterra, había logrado llegar a Rusia, donde se adhirió al partido bolchevique. Se le unió un miembro del Comité central, Sokolnikov, quien declaró que firmaría el tratado "sin leerlo", y un secretario, Karakhan, quien debutó así en la carrera diplomática. El mensaje partió a las siete de la mañana.

    La paz, firmada el 3 de marzo, fue anunciada al país al día siguiente. El Congreso de los Soviets, que debía ratificarla, fue convocado para el día 14. Pero esta vez no se iba a reunir en Petrogrado, sino en Moscú. ¿Por qué?

    _____________

    [25]. Fue calculada en 6.000 millones de marcos oro.
    [26]. Asistían a la sesión como invitados. Piatakov era director del Banco del Estado; Smirnov formaba parte del Soviet de Moscú.

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    Mensaje por gazte Vie Dic 17, 2010 1:24 pm

    el concepto guerra revolucionaria tal y como se trata en este punto, no se refiere al "imperialismo rojo", esto es, a extender la revolucion militarmente. Sino la combinacion en una guerra defensiva, ofrecer la paz sin anexiones ni indemnizaciones, si la aceptan perfecto, sino, que es lo mas probable, habra que librar una guerra en defensa de la revolucion, solo que ahora ya habran quedado claras las pretensiones y las ansias imperialistas del capitalismo. la guerra revolucionaria es una combinacion de la tactica militar y la agitacion revolucionaria en las filas del enemigo, con el fin de que los obreros que lo sustentan se vuelvan contra ellos y apoyen la revolucion. esto era lo que defendian los bolcheviques antes de 1917 y el ala encabezada por bujarin.

    por que no se aplico esto? porque el ejercito no era una unidad de combate efectiva, esto es, no habia nada con que aguantar los frentes, y pasados unos meses de negociaciones parecia que el proletariado aleman no se ponia en marcha. era necesario terminar la guerra, pero como? lo que ocurrio, aunque supuso una gran perdida de territorios salio bien en el sentido de que se acabo la guerra y el estado sovietico tuvo el tiempo suficiente para reorganizar el ejercito rojo.


    Hay que tener en cuenta una cosa, esto (dices que no te fias un pelo, yo de momento lo tomo como cierto al tratarse de un dato objetivo dificilmente sujeto a interpretaciones):

    Cuando la dirección invitó a
    los sóviets a que expresaran públicamente su opinión sobre Brest-Litovsk, de los
    más de doscientos que lo hicieron sólo dos sóviets importantes —Petrogrado y
    Sebastopol, este último con reservas— apoyaron la paz. En los demás grandes centros
    obreros (Moscú, Ekaterinburgo, Jarkov, Ekaterinoslav, Ivanovo-Vozuesensk,
    Kronstadt, etc.) la aplastante mayoría votó a favor del cese de las negociaciones.


    y esto:

    Lenin valoró el trabajo de propaganda de Trotski para mostrar las ansias de rapiña del imperialismo alemán

    una guerra no solo se lucha en el bando militar, sino tambien en el propagandistico, y en eso la diplomacia tiene mucho que ver. antes tenia claro que la postura de trotsky era incorrecta, ya que la firma tardia produjo una perdida mayor de territorios para la revolucion. pero, sin haber quedado clara la postura imperialista del capitalismo aleman no solo ante los obreros rusos, sino ante todo el mundo, habria sido posible la aceptacion de un paz humillante? (la primera propuesta, aunque menos, tambien lo era).

    tenemos a los soviets en contra, a la direccion del partido en contra (hasta el momento de la firma), la victoria fue clara, pero no contundente, ni en el CECTR ni en el CC:
    CECTR: Por la paz votaron 116, en contra 85, absteniéndose 26. De tal manera, la proposición de la paz quedó aceptada.

    Aqui es donde estan mis dudas, esta claro que el primer acuerdo era mas ventajoso para la revolucion, pero habria sido posible una "buena" aceptacion de la claudicacion sin esa ofensiva? se hizo de una manera humillante, si, de otro modo se habria aceptado la paz tan facilmente? la opcion de continuar la guerra al principio era mucho mas fuerte que tras eso, se fue desinflando con el paso de los acontecimientos. propongo que analicemos este aspecto, porque en la guerra tambien influyen mas factores, el propagandistico y su repercusion interna tiene mucho que ver, es en la repercusion interna donde puede haber dudas.


    edito y añado:

    y mas teniendo en cuenta que a los bolcheviques se les acusaba de ser agentes de alemania, de querer rendir rusia a los alemanes, el primer tratado habria tenido aceptacion?
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    Mensaje por AsturcOn Vie Dic 17, 2010 3:22 pm

    gazte escribió: el concepto guerra revolucionaria tal y como se trata en este punto, no se refiere al "imperialismo rojo", esto es, a extender la revolucion militarmente. Sino la combinacion en una guerra defensiva, ofrecer la paz sin anexiones ni indemnizaciones, si la aceptan perfecto, sino, que es lo mas probable, habra que librar una guerra en defensa de la revolucion, solo que ahora ya habran quedado claras las pretensiones y las ansias imperialistas del capitalismo. la guerra revolucionaria es una combinacion de la tactica militar y la agitacion revolucionaria en las filas del enemigo, con el fin de que los obreros que lo sustentan se vuelvan contra ellos y apoyen la revolucion. esto era lo que defendian los bolcheviques antes de 1917 y el ala encabezada por bujarin.

    ¿Que tratas de demostrar ahora Gazte?

    ¿La combinación de una guerra defensiva?

    ¿Ofrecer la paz sin anexiones, ni indemnizaciones?

    Gazte no sabes de lo que hablas, no eres consciente de que las condiciones del tratado fueron impuestas por Alemania si o si. No te entra en la cabeza que una nación feudal, con un pueblo desmoralizado por las sucesivas guerras, rodeado de hambrunas y de naciones que esperan un momento de debilidad para rematar la revolucion, no se puede permitir el lujo de echarlo todo al cara o cruz. Es una locura a estas alturas y después de lo que se supone que has leído, que ignores las condiciones en las que se encontraba la joven revolución, como para permitir acciones temerarias que no solo ponían en grave peligro a la revolución, sino que dejaba en manos de la fortuna la cabeza de todos los lideres revolucionarios en manos de un enemigo sediento de venganza.

    Como bien ha dicho el camarada Sorge, la fase 2 demostró con mas claridad la actitud temeraria de Trotsky y Bujarin.

    Yo creo que los que criticamos a Trotsky llamándolo imprudente, temerario, loco, problemático y escisioncita somos demasiado ingenuos, cuando también podríamos pensar que esas actitudes temerarias tenían como objetivo derrocar al partido bolchevique desde dentro, organizando premeditadamente un bloque de oposición.

    Sobre las pretensiones del capitalismo, los marxistas las conocen mejor que nadie.

    gazte escribió:la guerra revolucionaria es una combinacion de la tactica militar y la agitacion revolucionaria en las filas del enemigo, con el fin de que los obreros que lo sustentan se vuelvan contra ellos y apoyen la revolucion. esto era lo que defendian los bolcheviques antes de 1917 y el ala encabezada por bujarin.

    Demuestras que con toda la información que te han ofrecido los camaradas NSV Liit y Sorge, sigues ignorando inconsciente o deliberadamente que el tratado era vital y necesario para la existencia de la revolución. Es como insinuar que un bebe también puede coger un fusil y luchar. Ignoras que gracias a Trotsky se reanudo la guerra consiguiendo que los ejércitos alemanes tomaran posesión de territorios antes de que se firmara el tratado de Brest-Litov.

    Gazte dedícate a jugar tu a la ruleta rusa con 2 balas en un tambor de 5. Y te digo 2 como te podría decir 3 o 4.

    gazte escribió:por que no se aplico esto? porque el ejercito no era una unidad de combate efectiva, esto es, no habia nada con que aguantar los frentes, y pasados unos meses de negociaciones parecia que el proletariado aleman no se ponia en marcha. era necesario terminar la guerra, pero como? lo que ocurrio, aunque supuso una gran perdida de territorios salio bien en el sentido de que se acabo la guerra y el estado sovietico tuvo el tiempo suficiente para reorganizar el ejercito rojo.

    Dices que pasados unos meses las negociaciones indicaban que el proletariado alemán no se ponía en marcha, y que era necesario terminar la guerra justificando que era vital asestar un golpe contra Alemania, olvidándote una vez mas, que fue Alemania la que le asesto un golpe penetrando en territorio adentro amenazando peligrosamente a la ciudad de Petrogrado, y claro que supuso una gran perdida de territorios, como fue el caso de Polonia, Ucrania, Finlandia,, Estonia, Livonia, Lituania, Curlandia y Besarabia, aparte de otros territorios de menos importancia. Todo esto gracias a la incompetencia de Trotsky que haciéndose el gracioso desmovilizo el ejercito provocando a los alemanes.

    gazte escribió:Hay que tener en cuenta una cosa, esto (dices que no te fias un pelo, yo de momento lo tomo como cierto al tratarse de un dato objetivo dificilmente sujeto a interpretaciones):

    Después de toda la informacion que te han pasado nuestros camaradas, pretendes hacernos creer que esa es la palabra de Dios. No ves las enormes fisuras que el camarada NSV Liit y el esquema de Sorge te han mostrado sobre ese articulo.

    gazte escribió:Lenin valoró el trabajo de propaganda de Trotski para mostrar las ansias de rapiña del imperialismo alemán

    No te hagas ilusiones Gazte, te haces demasiadas ilusiones siempre con tu amado Trotsky. Calcula las fechas y toma nota de todos los encontronazos que Trotsky ha tenido con Lenin antes de antes y después de 1917. Lenin lo recibió en su nuevo partido demostrando que las rencillas pasadas se pueden perdonar. Lenin le propuso a Trotsky que se uniera al partido y el muy desagradecido lo traiciono como demostró con su amigo y anfitrión mexicano al que le quería poner los cuernos con su mujer.

    No pretendo seguir criticando tus abstractas deliberaciones porque veo una evolución mas positiva en ti con este comentario que has hecho, al menos esta vez has intentado ser mas razonable y consecuente con algunas cosas de las que has escrito. Además creo que los camaradas ya han aportado suficiente información que desmiente el articulo con el que has abierto este hilo

    Saludos.
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    Mensaje por AsturcOn Vie Dic 17, 2010 4:23 pm

    Camarada NSV Liit, gran trabajo que nos regalas con generosidad. No has dejao titere sin cabeza. Very Happy
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    Mensaje por NSV Liit Vie Dic 17, 2010 4:59 pm

    Saludos, camarada Gazte:

    el concepto guerra revolucionaria tal y como se trata en este punto, no se refiere al "imperialismo rojo", esto es, a extender la revolucion militarmente. Sino la combinacion (...)

    Si esto yo lo entiendo y además estoy de acuerdo, pero creo que es el autor el texto quien parece no darse cuenta de ello. Al menos es la impresión que me da a mí por lo que escribe y las citas de Lenin que usa. Aún así, volveré a leerlo, por que ayer por la noche no es que estuviera yo muy fino que digamos.


    esto era lo que defendian los bolcheviques antes de 1917 y el ala encabezada por bujarin.

    Sí, totalmente de acuerdo. Pero es que hablamos de una cuestión que no sucede en 1917 sino en 1918. Lenin fue lo suficientemente flexible como para darse cuenta de que las circunstancias mandan y lo que en teoría en 1917 quedaba muy bien, en la práctica real, en 1918 podía no valer para nada. Por eso la postura de Bujarin era totalmente erronea en esta cuestión, y también lo era la de Trotski. Claro, ya sé que es muy fácil ahora desde mi casa escribir esto, es evidentemente que en aquella época era mucho más díficil darse cuenta de estas cuestiones y tomar una decisión acertada, pero algunos lo vieron venir, otros no.


    Hay que tener en cuenta una cosa, esto (dices que no te fias un pelo, yo de momento lo tomo como cierto al tratarse de un dato objetivo dificilmente sujeto a interpretaciones):

    No me fío porque en el texto hay datos que no me parecen acordes con la realidad (por ejemplo cuando dice que Trotski no apoyaba el ataque a Varsovia en 1920). Y por que además ya he dicho que me parece un texto tendencioso y que más que la realidad de lo que sucedió intenta dar una determinada imagen de Trotski. Y ojo, que tiene cierta lógica que lo haga, ya que precisamente el artículo es respuesta a otro que daba una imagen de Trotski diferente, es decir, como he escrito al principio, el texto no intenta analizar qué pasó en Brest-Litovsk, sino que intenta situar la postura de Trotski en la cuestión desde su punto de vista y en relación con otro artículo que dice determinadas cosas que el autor no comparte sobre Trotski. (vaya frasecita que me ha quedado...)

    Pero más en concreto, si no me fío, es porque no he encontrado datos que justifiquen esa afirmación (y los he buscado). No digo que sea mentira, porque no lo sé, simplemente que para mí esa cuestión no está clara. Además a mí personalmente no me cuadra. Por que si todos los soviets estaban a favor de romper las negociaciones, entonces también lo estaban los soviet de soldados del frente y los de campesinos, y entonces no entiendo porque el frente se vino abajo ante el avance alemán, porque la reacción lógica hubiera sido la contraria, que los soldados se dieran cuenta de la postura honesta de los bolcheviques y del deseo de rapiña de los alemanes y se opusieran a ellos, pero eso no pasó.

    Pero vamos igual que te digo que no me fío de esto mientras no lo pueda comprobar con otras fuentes, también te digo que tengo la misma desconfianza con los textos que he puesto yo sobre el asunto, ya que no los he analizado. Digamos que es una descofianza sana, al menos lo usé en ese sentido.


    una guerra no solo se lucha en el bando militar, sino tambien en el propagandistico, y en eso la diplomacia tiene mucho que ver. antes tenia claro que la postura de trotsky era incorrecta, ya que la firma tardia produjo una perdida mayor de territorios para la revolucion. pero, sin haber quedado clara la postura imperialista del capitalismo aleman no solo ante los obreros rusos, sino ante todo el mundo, habria sido posible la aceptacion de un paz humillante? (la primera propuesta, aunque menos, tambien lo era).

    Claro que la propaganda es importante, pero tampoco hay que exagerar, porque también cuentan las circunstancias. Y los alemanes también hacían propaganda (ya has visto el dibujo que he puesto más arriba sobre Trotski). La postura de Trotski podía ser muy buena desde el punto de vista propagandístico, pero fue fatal en la práctica, ya que significa firmar una paz en condiciones completamente desfavorables. Y por lo demás yo creo que la postura alemana estaba clara desde el principio, porque era lógica desde el punto de vista imperialista. Lo raro es que hubiera sido diferente. La propaganda no iba a salvar al régimen soviético, igual que tampoco lo iba a salvar la simpatía o no de los trabajadores occidentales, por mucho que fuera algo importante. Porque una cosa es la simpatía, y otra levantarte y hacer una revolución. Yo entiendo la postura de Trotski y de Bujarin, que es lógica desde el punto de vista teórico, pero no lo es en la práctica. En la práctica fallaron los dos, pero Lenin lo tenía muy claro desde el principio. Fue un error que salió muy caro, y la cuestión de la propaganda no me parece tan importante dadas las circunstancias. También hay que tener en cuenta que los bolcheviques desde el principio habían propuesto la idea de paz, es decir, las posturas estaban claras desde el principio.



    , pero habria sido posible una "buena" aceptacion de la claudicacion sin esa ofensiva? se hizo de una manera humillante, si, de otro modo se habria aceptado la paz tan facilmente? la opcion de continuar la guerra al principio era mucho mas fuerte que tras eso, se fue desinflando con el paso de los acontecimientos.

    La verdad es que no me gusta hablar de qué habría pasado sí... lo que pasó, pasó y tuvo sus razones para hacerlo. Pero hay que tener en cuenta que ciertamente en el partido había gente que tenía claro lo que podía pasar, por ejemplo Lenin. Si las tesis de Lenin se hubieran impuesto las cosas habrían sido diferentes, y en que las tesis de Lenin no triunfaran incluyó la postura de Trotski y la de Bujarin y los suyos (además de otros, claro está). Cuando se firmó la paz de Brest-Litovsk se firmó porque no había más remedio que hacerlo, no fue una postura fácil.


    y mas teniendo en cuenta que a los bolcheviques se les acusaba de ser agentes de alemania, de querer rendir rusia a los alemanes, el primer tratado habria tenido aceptacion?

    Pero la mayoría de la población rusa quería la paz. Y los bolcheviques se la habían prometido. Y lo demás son detalles con más o menos importancia.

    A mí me parece erroneo plantear la cuestión así, camarada Gazte, ya que estas acusaciones no eran reales sino propaganda y además, en cualquier caso se usó contra los bolcheviques. Pero es que los bolcheviques también podían mostrar que no era cierto, por ejemplo desde el principio intentaron que las potencias occidentales participaran en los acuerdos de paz y fueran estas potencias las que no quisieron. Incluso después de que Alemania, por fin, planteara la opción, también entonces los soviéticos intentaron invitar a las conversaciones de paz a países como Inglaterra y los EEUU (entre otros) y estos ni siquiera contestaron. No sé si se entiende qué quiero decir. La cuestión es que la gente que estaba dispuesta a usar esta propaganda contra Rusia, lo hizo, la usó. El que quería creerse que los bolcheviques eran unos traidores, se lo habría creído de cualquier manera ya que los bolcheviques habían dejado claro su postura. Es como ahora te encuentras con un tipo que dice que los bolcheviques prometieron paz y no la dieron y que prometieron tierra y tampoco la dieron (yo conozco a varios que hablan así). La gente que piensa así no lo piensa por conocer lo que sucedió, sino porque son anticomunistas viscerales y van a usar cualquier cosa contra los bolcheviques, aunque sea absurda, aunque no sea cierta. Pues esto es lo mismo. El que se firmara la paz antes o después no influye en que uno se creyera la propaganda anticomunista o no. Por que los comunistas ya habían dejado claro qué intención tenían respecto a la paz, desde el principio. No solo eso, sino que el hecho de que Alemania ocupara inmensos territorios supuso por ejemplo el que zonas totalmente bolcheviques como Estonia o Letonia quedaran aisladas y en poder alemán y así pudo desarrollarse un movimiento anticomunista que de otra manera quizás no lo hubiera hecho o hubiera sido muy débil. Practicamente se perdió el contacto con Ucrania y con otras regiones donde pudieron desarrollarse movimientos anticomunistas con toda impunidad durante unos años. Esto también es importante, y mucho, quizás más que la propaganda, y hay que tenerlo en cuenta, porque debilitó muchísimo a los bolcheviques.

    En fin lo dejo porque veo que estoy un poco espeso hoy también...

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    Mensaje por NSV Liit Vie Dic 17, 2010 5:04 pm

    AsturcOn escribió:Camarada NSV Liit, gran trabajo que nos regalas con generosidad. No has dejao titere sin cabeza. Very Happy

    Gracias, camarada AsturcOn,

    debe ser que la navidad me pone de mal humor Laughing Laughing Laughing (lo digo por lo del títere sin cabeza)...

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    Mensaje por gazte Sáb Dic 18, 2010 6:11 pm

    ese texto es asi porque no es un texto historico sobre el tratado, sino que desmiente la version de Lenin encabezando al partido y el malvado Trotsky desobedenciendo ordenes. por otro lado no he querido entrar en un debate sobre textos, yo tambien he encontrado perlas en los otros no creais.

    estoy de acuerdo con practicamente todo lo que señalas, de la forma en que se firmo salio bien, ya que la URSS pudo sobrevivir, pero... se podria haber hecho de otra manera? me explico, aunque puede que me este repitiendo, la labor propagandistica de la que hablaba no iba solo encaminada al extranjero, sino sobre todo al interior, los bolcheviques no eran mayoria, se tenian que apoyar en otros grupos politicos.

    hemos visto por las fuentes que has apuntado tu, donde se menciona que la libertad de voto en este caso para los bolcheviques quedaba suspendida, que "disciplina de partido", "cada voto cuenta". habria tenido suficiente apoyo la opcion de la firma de la paz en enero por ejemplo entre la poblacion rusa? (sin formar un cisma o una ruptura de gobierno) lo dudo, no puedo afirmar ni que si ni que no, por eso dudo.
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    Mensaje por sorge Lun Dic 20, 2010 2:09 pm

    Me llama la atención que la alusión a los soviets no tenga referencia bibliografica ¿de donde lo ha sacado wood y grant?, ademas me parece curioso que el indice señale la existencia de 249 paginas finalizando con bibliografia, pero que solo podamos leer hasta la pagina 171.
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    Mensaje por gazte Lun Dic 20, 2010 2:38 pm

    porque a partir de esa pagina ya no es suyo el libro, es "lecciones de la revolucion de octubre", de lenin, y luego las ultimas cartas de este.
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    Mensaje por Tovaritx Lun Dic 20, 2010 4:48 pm

    Sobre Brest-Litovsk hay mucha literatura y muchos condicionantes. Es una ed las claves de la revolución Rusa, y una de las claves para entender muchas cosas en Europa- PAra los historiadores un mojón inevitable.

    Por cierto, ¿dsabías que hubo otro pacto de Brest Litovsk, un mes antes en 3 de Fewbrero entre la Potencias Centrales y el República Nacional Ukraniana que asegura el apoyo de aquellas a ésta ñultima? (LA UNR estaría en el Brest-Litovsk "importante" como parte de las potencias centrales).
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    Mensaje por sorge Mar Dic 21, 2010 12:31 pm

    ¿como que no es suyo? el Militante han publicado obras de marx,engels,lenin y ahora me dices que con esto no Shocked
    Precisamente El Militante ha publicado tesis del congreso de la internacional comunista de 1920.
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    Mensaje por gazte Miér Dic 22, 2010 11:43 am

    digo que no es obra suya el texto de el final. por eso no aparece, es "lecciones de octubre", de trotsky, antes me confundi y dije que era de lenin, no entiendo tu duda.
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    Mensaje por sorge Miér Dic 22, 2010 1:15 pm

    ademas viene las ultimas cartas de lenin, mi duda es que normalmente cuando leo un libro en el indice me dice el contenido completo de la obra, aqui todo lo contrario no lo entiendo. Ademas cuando un investigador te da un dato tan concreto como la votación de los soviets te da una referencia de donde puedes encontrar ese dato, vamos le da legitimidad para defender su veracidad.
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    Mensaje por gazte Miér Dic 22, 2010 4:53 pm

    en el libro en papel el indice es perfectamente cmoprensible.. no se que le pasara la verdad ni que le ves de malo, en cuanto a la fuente... no aparece una fuente de un dato que no es un dato directo, sino un resumen de varias cosas, como linqueas a ese dato? diciendo el libro donde puede encontrarse?, repito no es un dato concreto, es un resumen de muchos. me parece que estas cayendo en un ataque gratuito contra el texto.
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    Mensaje por sorge Jue Dic 23, 2010 12:36 pm

    gratuito seguro que no Wink
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    Mensaje por Tripero Dom Jul 27, 2014 11:41 pm

    Dejo un relato, si bien con fuente burguesa teñido de interpretaciones subjetivas, bastante bueno sobre este acontecimiento y proveniente de un análisis exhaustivo de la situación...
    Ian Grey citado en Stalin, Man of History escribió:
    13. BREST-LITOVSK





    La revolución, uno de los acontecimientos más decisivos de la historia, se produjo rápidamente y casi sin lucha.


    Lenin y sus partidarios conocían, sin embargo, lo precario de su situación. El II Congreso Panruso de Soviets respaldó al nuevo gobierno, pero la gente de Petrogrado, como la de todo el país, estaba confundida. [61] Aceptaban el golpe de Estado porque, de todos los partidos políticos, sólo los bolcheviques parecían capaces de tomar medidas positivas y habían prometido proporcionar alimentos, resolver el problema de la tierra y firmar inmeditamente la paz. A más largo plazo, contaban con la elección de la Asamblea Constituyente, que redactaría una constitución y proclamaría la nueva República rusa. Sólo entonces, pensaban ellos, quedaría el orden verdaderamente restaurado y comenzaría una nueva era de prosperidad nacional.


    Una de las primeras acciones de Lenin fue seleccionar un gabinete, conocido como el Consejo de Comisarios del Pueblo, o Sovnarcom. [62] Entre los quince comisarios figuraban Lenin como presidente, Trotski como comisario de Asuntos Exteriores, Stalin de Nacionalidades, Lunacharsky de Educación Popular, Slyapnikov de Trabajo, Aleksei Rykov de Interior y Vladimir Milyutin de Agricultura.


    El congreso nombró formalmente a los comisarios del Consejo del Pueblo de Lenin por decreto, y después eligió un Comité Ejecutivo Central de ciento un miembros. Los bolcheviques consiguieron sesenta y dos escaños en este comité, los Socialistas Revolucionarios de Izquierda, que habían formado un partido independiente, veintinueve escaños, y otros partidos, diez. El Comité Ejecutivo ejercería los poderes legislativos cuando el Congreso no estuviera reunido. En la práctica, el Sovnarcom pronto ejercería tanto las funciones legislativas como las ejecutivas.


    El 8 de noviembre, Lenin se presentó ante el congreso. Hubo momentos de gran excitación y recibió una «tumultuosa bienvenida». Leyó una proclama dirigida a todos los pueblos en guerra, pidiendo la paz inmediata sin anexiones ni indemnizaciones. A continuación leyó un decreto que abolía la propiedad privada de la tierra «de manera inmediata y sin compra», y que establecía la distribución de toda la tierra entre quienes la cultivaban con su propio trabajo. Esto suponía un cambio completo en su política, e introducía una medida propuesta por Stalin con carácter provisional once años antes en Estocolmo. El Congreso Panruso de Representantes de Campesinos debatió una propuesta sobre la fusión con el Congreso de Soviets de Obreros y Soldados, y, después de que los representantes más conservadores abandonaran la sesión, la fusión fue aprobada.


    Lenin consiguió así nominalmente basar su gobierno en los tres estamentos principales: obreros, campesinos y soldados. Pero aún no había satisfecho la demanda del Sovnarcom, del Comité Ejecutivo Central de su propio partido favorable a la coalición de todos los partidos socialistas. Los bolcheviques situados más a la derecha, en particular, estaban decididos a forzar una coalición con los socialistas revolucionarios y con los mencheviques. Zinoviev, Rykov, Milyutin, Vladimir Nogin y Lunacharsky, que se habían opuesto a la toma del poder por los bolcheviques, pero que después de su éxito habían ocupado escaños en el Sovnarcom, dimitieron. Todos ellos, al igual que Kamenev, estaban dispuestos incluso a considerar una propuesta menchevique según la cual Lenin y Trotski serían excluidos de cualquier gobierno de la coalición. La agitación continuó hasta que, con la aprobación de la mayoría del Comité Central bolchevique, una nota oficial, firmada por Lenin, Troski y Stalin, amenazaba a los instigadores con la expulsión del partido. La amenaza sirvió para calmar los ánimos, y el tema de la coalición quedó olvidado en la marea de los fulgurantes acontecimientos que ocurrieron después.


    La Asamblea Constituyente suponía otro desafío. Las elecciones debían comenzar el 12 de noviembre, fecha fijada previamente por el gobierno provisional. Lenin siempre había defendido la importancia vital de la Asamblea, pero según se iba aproximando la fecha aumentaba su preocupación. [63]


    El resultado fue mucho peor de lo que él temía. Los bolcheviques consiguieron sólo 175 de los 707 escaños. Para Lenin y sus colaboradores directos el resultado era inaceptable y debía ser corregido por fuerza de pistolas y bayonetas.


    El 5 de enero de 1918, la Asamblea Constituyente celebró la sesión de apertura en el Palacio Tauride. Los representantes de los bolcheviques y los socialistas revolucionarios de izquierda abandonaron la sesión. A la mañana siguiente, cuando llegaron los diputados para reanudar las sesiones, guardias rojos impedían la entrada al palacio. Una manifestación de socialistas revolucionarios fue dispersada por estas fuerzas con fuego de rifle. La Asamblea Constituyente, tanto tiempo esperada y sobre la que tanto se había hablado, fue disuelta, y al pueblo, dominado por la apatía, pareció no preocuparle.


    Aquel mismo día, el Comité Ejecutivo Central, nombrado por el Congreso de Soviets y que contaba con mayoría bolchevique, aprobó la supresión de la Asamblea Constituyente. Se justificó esta decisión aduciendo que era un organismo contrarrevolucionario. Movidos por el interés de dar a sus resoluciones al menos una apariencia de legalidad, los bolcheviques, tras falsificar los resultados de las elecciones, convocaron apresuradamente el III Congreso de Soviets. Por mayoría aplastante, este congreso aprobó la disolución de la Asamblea Constitucional.


    Stalin intervino directamente en los principales acontecimientos de aquellos días. Ya era indispensable para Lenin y tenía influencia sobre él. Firmó la nota oficial que advertía a los militantes que exigían la coalición, y rechazó la propuesta menchevique según la cual Lenin y Trotski serían excluidos de un gobierno de coalición. Durante la crisis del partido debida al tratado de paz con Alemania, iba a apoyar firmemente a Lenin. Al mismo tiempo estaba dando muestras de su capacidad para hacer frente a numerosas responsabilidades.


    Su primera tarea fue la creación del Comisariado Popular de las Nacionalidades, conocido como Narcomnats. Contaba con la ayuda de S. S. Pestkovsky, un polaco que había tomado parte en la Revolución de Octubre.
    En una habitación del Instituto Smolny, Pestkovsky encontró una mesa libre. La colocó junto a la pared y prendió encima de ella un papel donde escribió: «Comisariado Popular de las Nacionalidades.» Esta mesa, junto con dos sillas, constituyó la primera oficina del comisariado.


    Poco después de ser nombrado comisario, Stalin asistió al congreso del Partido Socialista Finlandés en Helsinki. El 14 de noviembre pronunció un discurso ante el congreso, y declaró solemnemente que su gobierno respetaría su compromiso con el pueblo finlandés. «¡Debe concederse libertad absoluta para decidir su propio destino a los finlandeses y a todos los demás pueblos de Rusia! ¡Fuera tutelas con control desde arriba sobre el pueblo finlandés! Estos son los principios que inspiran al Consejo de Comisarios del Pueblo.»


    Esto era conforme a «la declaración de los derechos de los pueblos de Rusia» firmada por Lenin y Stalin pocos días después de la Revolución. Para la audiencia de Helsinki, el discurso de Stalin resultó sin duda impresionante, porque era pronunciado por alguien que pertenecía a una de las pequeñas naciones oprimidas del Imperio ruso. Posteriormente, cuando informaba al Comité Ejecutivo Central sobre la ratificación del decreto del Sovnarcom, se lamentó del hecho de que un régimen burgués estuviera en el poder. Continuó con duras críticas al Partido Socialdemócrata Finlandés por su «indecisión e incomprensible cobardía» al no conseguir el poder.


    Por entonces, sin embargo, se mantuvo firme en el principio de la autodeterminación nacional, aunque fue criticado por Bujarin y otros por ceder al nacionalismo burgués de las pequeñas naciones. Pocas se-manas después, en el 111 Congreso Panruso de Soviets, anunció un cambio afirmando que «el derecho a la autodeterminación no era un derecho de la burguesía, sino de las masas trabajadoras de una nación. El principio de la autodeterminación, debería ser utilizado como un medio en la lucha por el socialismo, y debería subordinarse a los principios del socialismo». Este cambio era tanto más necesario cuanto que en la mayoría de las naciones pequeñas tenían gobiernos no socialistas y antibolcheviques.


    En abril de 1918 hizo desde el Narcomnats un llamamiento a los Soviets de las minorías nacionalistas bajo liderazgo no bolchevique. Señaló que era esencial liberar a los pueblos del liderazgo burgués y convertirlos a la idea de la autonomía de los Soviets. «Es necesario elevar a las masas al nivel del régimen soviético, y unir a sus mejores representantes con este último. Pero esto es imposible sin la autonomía de estas regiones lejanas, es decir, sin organizar las escuelas locales, los tribuna-les locales, la administración local, los organismos de autoridad local y las instituciones educativas y sociopolíticas locales con el pleno derecho garantizado de la utilización de la lengua nativa local por las masas en todas las esferas del trabajo sociopolítico». Esta política pronto quedaría reflejada en el lema «nacionalista en la forma, socialista en el contenido».


    En mayo de 1918 en la sesión inaugural de un congreso preparatorio sobre la creación de una República Soviética Autónoma de Tartana y Bashkiria, Stalin expuso de manera terminante esta política centralista. Una forma de autonomía soberana «puramente nacionalista» sería destructiva y, desde luego, antisoviética. El país necesitaba «una fuerte autoridad estatal en toda Rusia, capaz de dominar definitivamente a los enemigos del socialismo y de organizar una nueva economía comunista». La autoridad central debería, por consiguiente, ejercer todas las funciones de importancia, dejando a las regiones autónomas las funciones administrativas, políticas y culturales de carácter regional.


    Stalin era miembro de la comisión creada para redactar la primera constitución, que fue aprobada en julio de 1918, y que creaba la República Soviética Federal Socialista Rusa. El tipo de federalismo con unidades territoriales nacionales que propugnaba estaba expresado en el artículo 11 del borrador. En aquella época, sin embargo, la RSFSR tenía una relación de tratado con las Repúblicas Soviéticas de Transcaucasia, Bielorrusia y Ucrania. Esto se vería alterado por la Constitución de 1924, que crearía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.


    Los asuntos de las nacionalidades podían ocupar sólo una pequeña parte de su tiempo. El 29 de noviembre de 1917 el Comité Central del partido nombró una chetuertka, o grupo de cuatro personas, que incluía a Lenin, Stalin, Trotski y Sverdlov con poder de decisión en asuntos de urgencia. Según Trotski, este consejo íntimo se convirtió en una troika, o grupo de tres, debido a que Sverdlov estaba demasiado ocupado en la secretaría del partido. La pertenencia a este consejo interno y al Sovnarcom exigían a Stalin un trabajo agotador debido a la confianza que Lenin había depositado en él.


    «Lenin no podía pasar sin Stalin ni un solo día —escribió Pestkovsky—; probablemente por esa razón nuestra oficina en el Smolny contaba con la protección de Lenin. En el transcurso del día hacía llamar a Stalin en incontables ocasiones o aparecía en nuestra oficina y se lo llevaba. Stalin pasaba la mayor parte del día con Lenin.» [64]


    En este periodo inicial, el Sovnarcom se reunía durante cinco o seis horas casi todos los días. Lenin ocupaba la presidencia y redactaba muchos de los decretos que salían de estas reuniones. Se suavizaron las leyes de matrimonio y divorcio, se resaltó la igualdad legal de hombres y mujeres; los niños ilegítimos tendrían los mismos derechos que los legítimos. Numerosos decretos expropiaban propiedades privadas. Se inició el proceso de nacionalización de la industria. Se nacionalizaron todos los bancos; una ley con efectos inmediatos reducía a ocho horas la jornada laboral. Los trabajadores, a través de comités cuyos miembros serían elegidos por ellos, tendrían voz y voto en la dirección de las industrias.


    Se suprimió el viejo sistema legal y se crearon nuevos juzgados y tribunales revolucionarios. Lenin había pensado durante mucho tiempo que dichos tribunales, así como una policía secreta, serían necesarios para hacer frente a los enemigos del régimen. En diciembre confió al fanático polaco Feliks Dzerzinsky, la tarea de organizar la nueva Comisión Panrusa para combatir la contrarrevolución y el sabotaje. Bajo su nombre abreviado de Cheka, se convirtió en el temible brazo secreto del régimen, que daría origen sucesivamente a la GPU, NKVD, MVD y KGB. El 5 de febrero de 1918 un decreto establecía la separación de la Iglesia y el Estado y confirmaba el derecho de todos los ciudadanos a la libertad de creencia y de culto. Se revisó el alfabeto cirílico, y desde el 1 de febrero se adoptó el calendario gregoriano. [65]


    Desde la era de Pedro el Grande, dos siglos antes, no se había producido una avalancha tal de cambios y reformas. La diferencia estribaba en que este nuevo gobierno estaba ebrio de poder y trataba desesperadamente de conseguir el apoyo popular. Revestidos de un atrayente ropaje humanitario, sus decretos parecían anunciar una nueva era.


    Lenin había declarado repetidamente antes de octubre de 1917 que, al llegar al poder, el gobierno bolchevique propondría la paz en unos términos que el enemigo imperialista se vería obligado a rechazar. Esto conduciría a la revolución en los países capitalistas y al estallido de la «guerra revolucionaria». Ya en el poder, Lenin se dio cuenta de que esta medida no era realista. El alto mando alemán sabía que el ejército ruso estaba desmoralizado y que el nuevo gobierno soviético tendría que aceptar las condicones de paz que propusiera Alemania. [66]


    La propuesta soviética de armisticio fue rápidamente aceptada por los alemanes, y firmada en Brest-Litovsk el 2 de diciembre. Las negociaciones para la paz comenzaron formalmente el 9 de diciembre. Trotski estaba al frente de la delegación soviética. Su objetivo era utilizar al máximo la conferencia con fines de propaganda revolucionaria; creía firmemente que la revolución era inminente en Alemania y en todas partes y, en ocasiones, dominaba la conferencia. Pero estando su país en un estado caótico, con su ejército amotinado y desmoralizado y su nuevo gobierno tratando desesperadamente de aferrarse al poder, negociaba desde una posición de debilidad frente a unos diplomáticos profesionales respaldados por un ejército fuerte y victorioso.


    Las furiosas intervenciones de Trotski no impresionaron a sus oponentes alemanes, que conocían la debilidad de su posición. Inesperada-mente, el 18 de enero presentaron un mapa de Europa oriental con las nuevas fronteras, que privaba a Rusia de extensos territorios. El ultimátum encolerizó a Trotski, quien juró que rompería las negociaciones. Después, al recibir un telegrama firmado «Lenin-Stalin», en el que se pedía que regresara a Petrogrado para debatir el asunto, acordó un aplazamiento hasta el 29 de enero. Hay más pruebas, citadas por el propio Trotski, que muestran lo unido que estaba Stalin a Lenin en aquel periodo crítico. Un tal Dmitrievsky observó que Lenin en aquella época sentía tal necesidad de Stalin que, cuando llegaron noticias de Trotski desde Brest y se vio obligado a tomar inmediatamente una decisión en ausencia de Iosif, comentó a Trotski: «Me gustaría consultar a Stalin antes de responder a tu pregunta.» Y sólo tres días después Lenin envió un telegrama diciendo: «Stalin acaba de llegar. Estudiaré el tema con él y te daremos inmediatamente nuestra respuesta conjunta.» [67]


    Trotski abandonó Brest-Litovsk el 6 de enero y se dirigió a Petrogrado. Estaba dándole vueltas a su fórmula de «ni paz, ni guerra». Pensaba anunciar el final de la guerra y la desmovilización del ejército ruso, al mismo tiempo que su negativa a firmar un tratado de paz. Confiaba en que los alemanes no podrían reanudar su ofensiva, porque sus tropas se negarían a obedecer órdenes y estallaría la revolución dentro de Alemania. La fórmula inspiraría a los proletarios de Europa. Estaba convencido de que la revolución era inminente en Alemania, en Austria y en otros países.


    Trotski defendió sus ideas vigorosamente en Petrogrado, pero Lenin no se dejó convencer, y Stalin afirmó sin rodeos que no había pruebas de que la revolución fuera a estallar de manera inminente en Europa occidental, y que su fórmula no era adecuada. Tras acalorados debates en el Comité Central, se adoptó la decisión de que Trotski prolongara «las negociaciones y que, cuando llegara el momento decisivo, aplicara su fórmula "ni paz, ni guerra"».


    La delegación alemana regresó a Brest-Litovsk decidida a forzar una paz inmediata. Su intención era, en primer lugar, firmar la paz por separado con la Rada de Ucrania, lo cual obligaría seguramente a Trotski a llegar a un acuerdo. Cuando se reanudó la conferencia el 28 de enero de 1918, Trotski rechazó vehementemente la paz separada con Ucrania. Pero los alemanes tampoco se mostraron entonces impresionados. El 9 de febrero, en Brest-Litovsk, los representantes ucranianos firma-ron el tratado en una ceremonia especial. Las negociaciones se orientaron entonces a un prolongado intercambio entre las delegaciones rusa y alemana sobre la aplicación de la autodeterminación en los territorios bajo ocupación alemana.


    La conferencia se aproximaba a la crisis. Trotski decidió hacer su declaración. El 10 de febrero hizo una severa crítica del imperialismo. Los delegados, que ya la habían oído en anteriores ocasiones, la toma-ron por un preliminar para salvar las apariencias, al que seguiría la aceptación de las condiciones alemanas. Entonces proclamó su fórmula: «Estamos retirando a nuestros ejércitos y a nuestros pueblos de la guerra, pero nos sentimos obligados a negarnos a firmar el tratado de paz.» [68] A continuación hizo emotivos llamamientos a las masas trabajadoras de todos los países para que siguieran el ejemplo de Rusia.


    Los alemanes, al igual que otras delegaciones, permanecieron sentados y en silencio cuando Trotski se retiró de la sala. Estaban asombrados por esta absurda declaración. Aquella misma tarde, Trotski regresó a Petrogrado con su delegación. Estaba satisfecho de su intervención, y confiaba en que los alemanes no se atreverían a reanudar la ofensiva. Comunicó a sus colegas que había conseguido una victoria diplomática. Lenin, sin embargo, no estaba convencido en absoluto. Seis días después, sus temores resultaron justificados. El gobierno alemán declaró que el armisticio finalizaría el 18 de febrero; aquel mismo día el ejército alemán comenzó a avanzar en un amplio frente.


    En Petrogrado, el Comité Central debatió exaltadamente la decisión a tomar. Lenin puso en claro desde el primer momento que había puesto en peligro al gobierno soviético y a la Revolución. Trotski argumentó con testarudez que deberían esperar la reacción del proletariado alemán, que se encontraba seguramente a punto de hacer estallar la revolución. Lenin, finalmente, obtuvo una escasa mayoría del Comité a favor de su propuesta.


    A primeras horas del 19 de febrero de 1918 se envió un mensaje en el que se comunicaba que, haciendo patentes sus protestas, el Consejo de Comisarios del Pueblo aceptaba las condiciones alemanas. La respuesta alemana llegó cuatro días después y, confirmando el temor de Lenin, las nuevas condiciones para la paz eran mucho más duras. El Comité Central reaccionó con furia. Bujarin manifestó, gritando preso de los nervios, que tenían que luchar, librar una guerra santa revolucionaria hasta el último hombre, y la mayoría de los presentes apoyó su demanda.


    Lenin mantuvo la calma en medio de aquella explosión emocional. Cuando habló, puso de relieve las difíciles circunstancias de la situación. Pidió que se firmara el tratado de paz y añadió: «Si no se hace así, dimito de mi cargo en el gobierno.» Apenas se dio importancia a esta amenaza cuando continuaron los debates; finalmente, se aprobó la propuesta de Lenin. Bujarin votó en contra; Trotski, incapaz de aceptar que las negociaciones habían fracasado y de darse cuenta de la gravedad de la situación, se abstuvo; Stalin apoyó a Lenin, y es improbable que alguna vez consiguiera olvidar la vulnerabilidad del partido y de la nación, ni el conflicto vivido en el seno del Comité Central durante aquellos días decisivos.


    Tras tormentosas reuniones, el Soviet de Petrogrado y el Comité Ejecutivo Central del Congreso de los Soviets votaron a favor de la aceptación de las condiciones de paz impuestas por los alemanes a fin de salvar la Revolución. El tratado fue firmado el 3 de marzo de 1918. Por él, Rusia perdía 328.530 kilómetros cuadrados de territorio, que suponía un 27 por ciento de su tierra cultivable, y una población de 62 millones de habitantes, un 26 por ciento de sus líneas férreas, y un 75 por ciento de la industria del hierro y del acero. El régimen bolchevique se salvó, pero jamás bajo los zares había sufrido la nación pérdidas y humillación parecidas.


    Durante algún tiempo se desató una tormenta contra el tratado: la mayoría de los rusos reaccionaban movidos por su orgullo nacional. Entre los partidos revolucionarios la reacción era también violentamente emotiva, pero el sentido de humillación nacional era secundario respecto a su rebeldía contra la traición de la Revolución. La guerra revolucionaria era, argüían, la única salida digna; la guerra partisana era posible, porque si el ejército estaba desmoralizado, el pueblo podría luchar. Pero Lenin y Stalin, e incluso Zinoviev y Trotski, consideraban que esto significaría el fin del partido.


    Los socialistas revolucionarios de izquierdas rompieron inmediatamente la coalición e hicieron campaña a favor de la guerra contra los imperialistas. Dentro del partido, Bujarin y otros destacados bolcheviques mantenían una activa oposición a la decisión tomada. Al igual que los revolucionarios socialistas de izquierdas, se consideraban los defensores de la Revolución. Sus llamamientos a favor de una guerra santa revolucionaria eran acogidos con entusiasmo por los militantes de base. Gradualmente, sin embargo, los argumentos de Lenin fueron ganando apoyo, de manera que cuando se ratificó el tratado de paz en el VI Congreso del Partido el 15 de marzo de 1918, la proposición de Bujarin favorable al rechazo del tratado consiguió pocos adeptos.


    En el transcurso de aproximadamente seis meses, el partido había sido sacudido por dos revueltas importantes. Primero fueron los «irresolutos», facción encabezada por Zinoviev y Kamenev, que se opusieron a la toma del poder por los bolcheviques. Después, independientemente de esta facción, los comunistas de izquierdas, con Bujarin a la cabeza, que pedían el retorno a la pureza de los principios socialistas. En ambos casos se produjo un debate abierto en el seno del partido. La cuestión era si en aquella época de crisis, cuando su supervivencia es-taba en duda, el partido podría permitirse ser debilitado y mutilado por disensiones internas. En el partido unido y disciplinado que Lenin siempre había concebido, tal libertad era un lujo, e inexorablemente el partido evolucionó hacia una unidad monolítica.



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    [61] Esta ha sido llamada la fase heroica de la revolución, cuando el partido y el pueblo estaban en armonía y el primero era auténticamente democrático. Estas afirmaciones están lejos de la realidad de la situación. I. Deutscher, Stalin.


    [62] J. Bunyan y W. W. Fisher, La revolución bolchevique, 1917-18. Documentos y materiales. (Standford, 1934). El título de «comisario» fue adoptado para evitar el de ministro con sus connotaciones burguesas.


    [63] L. Schapiro, El Partido Comunista de la Unión Soviética.


    [64] Admitiendo que «en aquella etapa Lenin necesitaba a Stalin», Trotski trató de minimizar la importancia del papel desempeñado por éste, alegando que «en realidad no tenía una tarea definida» y como tenía más tiempo libre que los demás, era el único disponible. Trotski estaba ocupado en «reuniones o en Brest-Litovsk»; Sverdlov estaba sobrecargado de trabajo con la organización del partido; Zinoviev y Kamenev eran contrarios a Lenin por entonces. Stalin se convirtió, así pues, en palabras de Trotski, «en jefe de Estado Mayor o funcionario para misiones de responsabilidad a las órdenes de Lenin». Trotski, Stalin.


    [65] El calendario gregoriano sustituyó en el siglo XX al calendario juliano, que tenía un retraso de trece días respecto a aquél.


    [66] Hay pruebas de peso de que los bolcheviques habían recibido en secreto importantes sumas del gobierno alemán, principalmente para apoyar su política de sacar a Rusia de la guerra. Es improbable, sin embargo, que este apoyo alemán influyera para que Lenin aceptara las condiciones de paz alemanas. Schapiro, El Partido Comunista de la Unión Soviética.


    [67] Después de citar éste y otros informes sobre la confianza de Lenin en Stalin, Trotski explica que Lenin no atribuía especial importancia al consejo de Stalin; según él, Lenin era puntilloso en cuanto a consultar a sus colegas del consejo interno, y como Stalin tenía pocos compromisos, era uno de los que estaba disponible con mayor frecuencia. Trotski, Stalin.


    [68] J. Wheeler-Bennett, Brest-Litovsk: la paz olvidada. Marzo, 1978 (Londres, 1938).




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