Carta de Juan García Martín
preso político del PCE(r)
Últimamente se queda uno alucinando cuando leemos en revistas progresistas e incluso en comunicados o artículos de organizaciones de izquierda que se nos pone como ejemplo de revolucionarios a Chávez, Evo Morales e, incluso, a Daniel Ortega, como horizonte de futuro o modelo a seguir de ¡el socialismo del siglo XXI! Nada menos, a países como Venezuela, Bolivia o la Cuba actual.
Juan García Martín PCE(r)
Desde luego, nada de esto es nuevo y siempre han existido los oportunistas que, traicionando el legado de los revolucionarios que nos han precedido, aprovechan los tiempos de debilidad orgánica de los partidos comunistas, de falta de cultura política, de desconcierto o de reveses y de retroceso de la revolución para sembrar la confusión entre las filas del proletariado revolucionario: y ahí está la historia del trosquismo -cuya mano se ve detrás de algunas de esas publicaciones- como muestra. Y como siempre ha ocurrido también, esta gente siempre presenta sus descubrimientos como si fuera una superación, no ya del capitalismo sino del propio socialismo que hasta ahora ha existido en la teoría y en la práctica.
Naturalmente, nunca faltan las almas candidas que se apuntan a esta moda de supuesto socialismo con rasgos pacifistas, antiyanquis, onegeros, ecologistas, patrioteros, paternalistas, indigenistas y cuantos mas istas quiera ponerle el gurú de moda. Todo ello como si durante más de 50 años no hubiera existido el socialismo verdadero en más de la mitad de la humanidad, ni hubiera existido Marx, Engels, Lenin, Stalin....
Nada más lejos de la realidad que pretender partir de cero en nuestra lucha por el socialismo. Con Marx y Engels, ya a mediados del siglo XIX, el socialismo se hizo ciencia; y con la revolución bolchevique de principios del XX tomó cuerpo. Esta es una herencia a la que no vamos a renunciar los comunistas.
Armados del materialismo dialéctico y el materialismo histórico, Marx y Engels agarraron firmemente la pista de la plusvalía que producen los obreros y los arrebatan los capitalistas, y llegaron al descubrimiento de las contradicciones fundamentales que determina la existencia del capitalismo y, por extensión, del orden social que rige en el mundo entero; esas contradicciones no han dejado de actuar en el mundo desde entonces y seguirán actuando hasta que dicho sistema capitalista sea sustituido por vías revolucionarias, por el comunismo. Partiendo de estas contradicciones, Marx y Engels estuvieron en condiciones de trazar las características principales del nuevo modo de producción llamado a suceder al capitalismo y las vías estratégicas fundamentales para que los enterradores del capital, los obreros, lleguen a implantarlo. Nacía, así, el socialismo científico y quedaban atrás definitivamente los reinos de la utopía, el voluntarismo, las buenas intenciones, la filantropía... aunque, como vemos, lo que no han desaparecido han sido los utópicos, voluntaristas, bienintencionados, filántropos... ni los oportunistas y reformistas que se aprovechan de ellos para apartarlos de cualquier camino verdaderamente revolucionario.
¿Cuáles son aquellos rasgos fundamentales de la sociedad socialista, etapa primera del comunismo, que enunciaron Marx y Engels y que hemos seguido fielmente todos los comunistas hasta hoy? Sigamos el mismo proceso que, por ejemplo, podemos ver en libro de Engels Del Socialismo utópico al Socialismo científico, deduciendo dichos rasgos de las contradicciones fundamentales del capitalismo:
1. La contradicción que existe entre la apropiación individual y la producción social; dicho de otro modo, entre una producción de mercancías que necesita el concurso de cada vez más productores que, por su parte, no cuentan con más riqueza que su fuerza de trabajo -la clase obrera-, y la existencia de propietarios privados del capital que controlan esa producción, que compra fuerza de trabajo y materias primas y que se apropian de la plusvalía generada por los obreros. Esta es la esencia, la razón de ser del sistema capitalista desde sus orígenes. Fenómenos de plena actualidad como la llamada globalización, el mercado mundial, las empresas multi y trasnacionales, las deslocalizaciones, la proletarización creciente de amplias capas de la población, la miseria creciente en dos tercios de la humanidad, la destrucción de ingentes recursos naturales o la mercantilización y privatización de los servicios o la mismísima investigación científica... estos fenómenos tan del siglo XXI están todos ligados y tienen su raíz en la persistencia de la propiedad privada sobre los medios de producción y en la necesidad, para asegurar las ganancias de unos propietarios, de la creciente participación de millones de personas en una producción cuyos frutos les son arrebatados por los monopolizadores del capital.
Es lógico que todo aquel que se proponga superar esta contradicción deba empezar por restituir lo robado a sus verdaderos propietarios, los obreros. El socialismo, por tanto, empieza por la expropiación de los expropiadores por abolir la propiedad privada de los medios de producción y ponerlos a disposición de los trabajadores, avanzando posteriormente hacia la completa propiedad común de todos ellos. Este es el primer rasgo distintivo del socialismo.
2. La contradicción que existe entre la gran y cada vez más compleja y completa organización que hay en el seno de cada unidad productiva y la anarquía que rige en el mercado, único regulador admitido por los propietarios privados del capital. La crisis económica crónica que vivimos desde mediados de los 70 del siglo XX, la destrucción de medios o del medio ambiente, en el aumento de cuadros y técnicos dentro de las empresas, su estructuración interna casi o militarizada, el desarrollo desigual, el derroche de recursos por un lado y la penuria en el otro, las guerras... fenómenos de plena actualidad y que nos hablan de la permanencia de esta segunda gran contradicción del capitalismo, estrechamente ligada, por otra parte, a la primera, a la propiedad privada.
¿Cómo planificar la solución de los graves problemas que hoy azotan a la humanidad si el sistema capitalista consagra el derecho inviolable de los propietarios a disponer de su propiedad?
Es por ello que, junto a la nacionalización de los medios de producción, el socialismo debe implantar -¡porque puede hacerlo, gracias a la propiedad común!- la planificación socialista de la economía: medios, relaciones entre los distintos sectores de producción. la distribución, etc., etc.
Esta planificación es el segundo rasgo fundamental del socialismo.
3. La contradicción entre la burguesía y el proletariado, las dos clases que protagonizan el enfrentamiento entre los propietarios del capital y los explotados por él. Es ésta una contradicción antagónica que persistirá en tanto dure cualquier rastro de propiedad privada en el mundo, de cualquier privilegio, de cualquier idea de la vieja sociedad, y cualquier esperanza por parte de las clases expropiadas por la revolución de volver a instaurar el capitalismo. Es ésta una contradicción que impregna a toda la sociedad y que, sin excluir la presencia de otras clases, sectores intermedios y contradicciones entre ellos, las determina. En los países capitalistas y a escala mundial, hoy la burguesía desempeña el papel dominante en esta contradicción, ocupando el lugar que antes ocuparon las derrocadas clases feudales: en los países donde aún sobreviven estas últimas, se ha creado una situación de dependencia colonial o neo-colonial de las grandes potencias imperialistas, lo cual solo viene a confirmar la hegemonía del capitalismo a escala mundial.
El socialismo no hace desaparecer de golpe las clases ni la lucha de clases, cosa que solo ocurrirá en el transcurso de su desarrollo hacia el comunismo. Sin embargo, acaba con el dominio de la burguesía, implantando la dictadura revolucionaria del proletariado sobre ella. Este es, por tanto, el tercer rasgo distintivo del socialismo.
Como vemos, la esencia del sistema capitalista, sus contradicciones fundamentales, perviven a través de los siglos de existencia del capitalismo hasta la actualidad. El cambio más significativo en este tiempo fue descubierto y descrito por Lenin a principios del siglo XX: la entrada del capitalismo en su fase imperialista. Con el imperialismo, se aumentó extraordinariamente la concentración monopolista del capital, se expandió e impuso por todo el mundo, se hizo mucho más agresivo, desencadenó guerras mundiales, etc. Sin cambiar su esencia. ¿Por qué, por tanto, habían de cambiar los rasgos distintivos fundamentales del socialismo del siglo XXI, más allá de los derivados de su adaptación a los propios cambios de la sociedad burguesa?
Teniendo en cuenta todo lo dicho, cae por su peso que son una falacia las pretensiones de los oportunistas de superar al socialismo científico fundado por Marx y Engels y seguido por los comunistas que les hemos heredado.
Y en cuanto a saber orientarnos por los ascensos anticoloniales o nacionalistas que hoy resurgen al calor de las contradicciones interimperialistas y la crisis del propio sistema, y saber darle su justo peso dentro de la lucha revolucionaria, debemos de sostener siempre un sentido de clase. Por un lado, ver qué clase sale ganando con esos avances y cambios, luego ver si beneficia o no a la causa del socialismo a escala mundial. Por último, a la hora de ver el alcance de dichos movimientos, siempre debemos hacernos la pregunta de si en esos países se da o no la expropiación de los capitalistas, la planificación económica y la dictadura del proletariado. ¿Tienen acaso Venezuela o Bolivia alguno de estos rasgos? ¿Se puede llamar socialistas a Chávez o Evo Morales?