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    La rebelión de Kronstadt

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    Mensaje por AntiCapitalista Miér Ene 12, 2011 11:58 pm

    La verdad es que no estoy muy seguro de qué pasó realmente. Lo que se es que unos cuantos marines soviéticos que participaron en la revolución de octubre se rebelaron contra los bolcheviques porque estaban descontentos con el rumbo que había tomado el partido durante la época de Lenin. Me gustaría que me contarais algo más sobre el tema.
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    Mensaje por DP9M Jue Ene 13, 2011 12:59 pm

    Porfavor, fundamenta más los post, aunque sea postea información que encuentres de la wikipendia o en cualquier sitio para motivar el debate de los camaradas.

    Un saludo
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    Mensaje por AntiCapitalista Jue Ene 13, 2011 1:03 pm

    El 7 de marzo de 1.921 comenzaron a caer obuses sobre Kronstadt, ciudad que Trotsky había bautizado como “el orgullo y la gloria de la Revolución Rusa”. El ataque artillero preparaba el asalto de más de 50.000 soldados que el gobierno bolchevique había concentrado en Petrogrado para ahogar en sangre la según los bolcheviques “traición, urdida por zaristas, espías franceses y dinero finlandés”.

    ¿Qué era Kronstandt?

    Una ciudad fortificada y base naval, mandada construir por el zar Pedro el Grande en el siglo XVIII y en la isla Kotlin, en el golfo de Finlandia. Defendía el acceso a Petrogrado, situada a 30 kilómetros, y a la parte norte del país. Era el núcleo de la flota rusa del mar Báltico, la más numerosa e importante. Rodeada de fuertes secundarios y baterías navales se comunicaba en invierno mediante caminos trazados sobre la gruesa capa de hielo que recubría el golfo. La construcción más emblemática de la ciudad era la Plaza del Ancla, preparada para desfiles militares y más tarde utilizada para inmensas asambleas, capaz de albergar 30.000 personas, casi el total de la población en los momentos que nos ocupa. Estaba habitada por los marineros de la flota del Báltico, residentes en grandes cuarteles; por los soldados de la guarnición, mayormente artilleros; por varios miles de obreros de los arsenales e industrias auxiliares y por funcionarios, comerciantes, artesanos y sus respectivas familias.

    Tradicionalmente los marinos se reclutaban entre los obreros más calificados, los más políticamente avanzados. Además tenían facilidad para conocer otros países y la diferencia entre sus regímenes y la brutal opresión de la monarquía zarista, podían establecer contactos con las ideas y programas de grupos políticos exteriores y rusos emigrados y además podían hacer circular, pese a la severa disciplina y vigilancia, literatura prohibida en su país. Por otra parte les contagiaba la proximidad de San Petersburgo, luego Petrogrado, donde la vida política e intelectual era intensa y la actividad de grupos revolucionarios se desarrollaba entre los obreros y los numerosos estudiantes universitarios provocando manifestaciones y tumultos periódicos.

    La concienciación y compromiso de los marineros de Kronstadt se evidenció en las serias revueltas de 1.905, 1.906 y 1.910, duramente reprimidas, y sobre todo en la revolución de 1.917. Los grupos bolcheviques, socialistas revolucionarios, anarquistas, maximalistas y sindicalistas, bien organizados, ejercían una profunda influencia en la población y la energía desatada situó a Kronstadt en la vanguardia de la revolución, ayudando a los bolcheviques a tomar el poder y a merecer toda clase de elogios por parte de los nuevos dirigentes.

    El contexto general

    A comienzos de 1.921 se podía dar por terminada la guerra civil . Los ejércitos blancos habían sido derrotados, el gobierno menchevique de Georgia estaba sometido y los últimos restos de las milicias anarquistas ucranianas se batían a la desesperada, con su líder, Néstor Makhno, herido y acorralado. Sin embargo, una profunda crisis económica se extendía por el país; las comunicaciones no se restablecían adecuadamente, la industria estaba paralizada y la producción agrícola había disminuído drásticamente.

    Durante la guerra el gobierno bolchevique había impulsado una política económica de férreo control estatal, el llamado Comunismo de Guerra. La vida pública estaba prácticamente militarizada y sometida a todo tipo de controles y en los aspectos económicos este control era asfixiante. Los instrumentos principales de esta política eran los zagraaditelnye otriady, destacamentos armados que efectuaban las requisas y confiscaciones, muchas veces verdaderos expolios, a los campesinos y que rodeaban las ciudades para evitar el comercio no controlado, sus actuaciones eran a menudo brutales y arbitrarias; además se había organizado una eficaz policía política para aterrorizar a los disidentes y descontentos, la Cheka, que no dudaba ante el asesinato y la tortura. La situación del campesinado era similar a la esclavitud feudal zarista, sobre todo en las granjas estatales, los Kolzsjos; los obreros industriales estaban obligados a jornadas de trabajo extenuantes, dada la caída en picado de sus salarios, que sin embargo no les procuraban medios suficientes de subsistencia. Los sindicatos también estaban controlados y las protestas eran reprimidas como actos de traición. Con el final de la guerra cabría esperar el cambio de esta política, pero esto no se produjo. Los disturbios y las huelgas se extendían espontáneamente por las principales ciudades, sobre todo Moscú y Petrogrado en demanda de mejoras económicas y de la vuelta de las libertades conseguidas al comienzo de la revolución. La respuesta del gobierno bolchevique fue el envío y despliegue de tropas, liberadas por el cese de los combates, y carta blanca para la actuación de la cheka, como ocurrió en Petrogrado.

    La actitud de Kronstadt

    Kronstadt ya había tenido fricciones con el gobierno bolchevique. Fue de las primeras ciudades en nombrar su soviet, su propia milicia y sus comités populares para organizar autónomamente la vida en los barcos, las fábricas, la distribución de alimentos, el aprovechamiento agrícola de las tierras circundantes… El eje sobre el que giraba la sociedad kronstiana era la Plaza del Ancla, sede de multitudinarias y activas asambleas. La burocracia centralizada orquestada por el nuevo poder chocó con este sistema de vida, la firma del tratado de Brest-Litovsk, entre Lenin y el gobierno alemán, que significaba la renuncia a la extensión de la revolución, irritó a la población. Los marinos vieron además catastrófica la reorganización militar decretada por Trotsky para poner en pie el Ejército Rojo y que abolía el poder de las asambleas en los barcos y reinstauraba la disciplina y jerarquía anteriores, precisamente la revolución había sido posible por el arresto y ejecución de buena parte de los antiguos oficiales. El carisma de los bolcheviques declinaba y miles de marinos abandonaban el partido. El soviet de Kronstadt se vaciaba de bolcheviques y acogía un mayor número de socialistas de izquierda y anarquistas. Con el fin de la guerra los marineros obtuvieron permisos y pudieron comprobar sobre el terreno los estragos que el Comunismo de Guerra ocasionaba por todo el país.

    Con ocasión de las huelgas y disturbios en Petrogrado, Kronstadt envió una delegación a la ciudad y, a pesar de los obstáculos que le interpusieron, pudo constatar en toda su crudeza las condiciones en que vivían los obreros y la represión que se estaba desatando sobre ellos. El hecho de conocer que se amenazaba a los huelguistas con la marcha de los marineros de Kronstadt sobre Petrogrado para reinstaurar el orden irritó sobremanera a los 32 delegados desplazados. El 28 de febrero se celebraron tensas reuniones a bordo de los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol, anclados en Kronstadt, que emitieron una resolución conjunta de 15 puntos. Esta resolución será refrendada el 1 de marzo por una gran asamblea en la Plaza del Ancla; la prepotencia y amenazas de los oradores bolcheviques, sobre todo los prebostes Kalinin, presidente de la República, y Kuzmin, comisario jefe de la flota, consiguieron que el refrendo fuera prácticamente unánime. La resolución contiene las bases y programa de la rebelión. Exige la celebración inmediata y generalizada de elecciones para sustituir a todos los soviets locales por soviets libres; la libertad de palabra y prensa para todos, en especial anarquistas y socialistas de izquierda; libertad de reunión de sindicatos obreros y campesinos; libertad para los revolucionarios encarcelados; cierre de las oficinas del partido bolchevique sostenidas por el Estado; supresión de los zagraaditelnye otriady y sus confiscaciones; igualación de las raciones de víveres; abolición de los destacamentos militares comunistas permanentes en fábricas o unidades militares…

    Finalmente, se consumó la ruptura con las autoridades al designarse un Comité revolucionario provisional, Revkon, en tanto se celebrasen elecciones al nuevo soviet y procederse al arresto de los bolcheviques más destacados. Se comenzó a imprimir un diario, Izvestiia, cuya cabecera subrayaba “Todo el poder a los soviets y no a los partidos”. Sin embargo, hasta que no se intercambiaron los primeros cañonazos Konstradt siempre pensó que el acuerdo con los jerarcas bolcheviques era posible sin derramamiento de sangre.

    La reacción bolchevique

    El gobierno de Lenin, Trotsky y Zinoviev no iba a consentir el deseo de los kronstianos de encabezar esta “Tercera Revolución”. Se trató primeramente de aislar el movimiento haciendo desaparecer a las decenas de delegados de las comisiones informativas que salían de Kronstadt y formulando diversas acusaciones masivamente difundidas por su aparato de propaganda: complot de oficiales zaristas, engaño de espías de países extranjeros, entrega de la ciudad al ejército finlandés… El miedo a la extensión del movimiento y a la llegada de la primavera, que permitiría, a comienzos de abril con el deshielo del golfo, la movilidad de la flota; les determinó a aplastar militarmente Kronstadt cuanto antes. Así decretaron el arresto de todos los familiares de los kronstianos en calidad de rehenes, ejecutaron a los responsables de la escuadra aérea, que simpatizaba con el movimiento y concentraron en Petrogrado ingentes cantidades de armamento y hombres. Según revelarían los últimos prisioneros del ejército rojo, apresados por los kronstianos el 17 de marzo, no menos de 80.000 fusileros, varios miles de jinetes, 4 trenes blindados, decenas de baterías móviles…constituían el formidable aparato militar lanzado contra Kronstadt.

    La caída de Kronstadt

    La ciudad no era un hueso fácil de roer, sus sólidas murallas , su potente artillería y la resolución de sus habitantes alargó el asedio durante 11 días. El 7 de marzo comenzó el cañoneo de la fortaleza. Los kronstianos confiaban en un levantamiento generalizado de Petrogrado, pero la presencia del ejercitó lo imposibilitó. El ataque se vertebró sobre los Kursanty, fanáticos cadetes de las academias de oficiales del Ejército Rojo y sobre los destacamentos de la Cheka. La situación de muchos de los asaltantes fue increíblemente dramática. Como en otras ocasiones las tropas de choque las constituían principalmente mongoles y asiáticos que apenas entendían el ruso; si una unidad se negaba a atacar se la desarmaba y sus miembros enviados a presidio; si vacilaba se ejecutaba a la quinta parte de sus efectivos. La artillería de Kronstadt resquebrajaba el hielo del golfo y oleadas de asaltantes perecían en el agua helada; pero si trataban de retroceder los kursanty los ametrallaban por la espalda.

    Finalmente la constante afluencia de refuerzos atacantes y la debilitación progresiva de los recursos de Kronstadt provocó que el 17 de marzo un ataque masivo de soldados envueltos en sudarios blancos consiguiera penetrar en la fortaleza. La lucha cuerpo a cuerpo se prolongó hasta el 18 de marzo en que la ciudad fue totalmente ocupada. Algunos grupos de kronstianos consiguieron abrirse paso hasta Finlandia y otros se dispersaron por la región pero la gran mayoría de los vencidos fueron ejecutados por la cheka o enviados a campos de concentración de la helada región de Arkangelsk y del Turquestán.

    La aniquilación de Kronstadt fue el ejemplo de lo que los dirigentes del partido bolchevique entendían por dictadura del proletariado, fue la constatación de cómo la nueva burocracia traicionaba los ideales revolucionarios en su afán de retener el poder y eliminar toda disidencia. Pero la rebelión de Kronstadt es también ejemplo de cómo los seres humanos somos capaces, en circunstancias excepcionales, de enfrentarnos a la opresión y arriesgar la vida por un mundo mejor.

    Artículo publicado en la revista de la Confederación Sindical Solidaridad Obrera, El Solidario, n 12.

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    Mensaje por rebelderojo Jue Ene 13, 2011 7:46 pm

    Camarada Merino escribió:El 7 de marzo de 1.921 comenzaron a caer obuses sobre Kronstadt, ciudad que Trotsky había bautizado como “el orgullo y la gloria de la Revolución Rusa”. El ataque artillero preparaba el asalto de más de 50.000 soldados que el gobierno bolchevique había concentrado en Petrogrado para ahogar en sangre la según los bolcheviques “traición, urdida por zaristas, espías franceses y dinero finlandés”.

    ¿Qué era Kronstandt?

    Una ciudad fortificada y base naval, mandada construir por el zar Pedro el Grande en el siglo XVIII y en la isla Kotlin, en el golfo de Finlandia. Defendía el acceso a Petrogrado, situada a 30 kilómetros, y a la parte norte del país. Era el núcleo de la flota rusa del mar Báltico, la más numerosa e importante. Rodeada de fuertes secundarios y baterías navales se comunicaba en invierno mediante caminos trazados sobre la gruesa capa de hielo que recubría el golfo. La construcción más emblemática de la ciudad era la Plaza del Ancla, preparada para desfiles militares y más tarde utilizada para inmensas asambleas, capaz de albergar 30.000 personas, casi el total de la población en los momentos que nos ocupa. Estaba habitada por los marineros de la flota del Báltico, residentes en grandes cuarteles; por los soldados de la guarnición, mayormente artilleros; por varios miles de obreros de los arsenales e industrias auxiliares y por funcionarios, comerciantes, artesanos y sus respectivas familias.

    Tradicionalmente los marinos se reclutaban entre los obreros más calificados, los más políticamente avanzados. Además tenían facilidad para conocer otros países y la diferencia entre sus regímenes y la brutal opresión de la monarquía zarista, podían establecer contactos con las ideas y programas de grupos políticos exteriores y rusos emigrados y además podían hacer circular, pese a la severa disciplina y vigilancia, literatura prohibida en su país. Por otra parte les contagiaba la proximidad de San Petersburgo, luego Petrogrado, donde la vida política e intelectual era intensa y la actividad de grupos revolucionarios se desarrollaba entre los obreros y los numerosos estudiantes universitarios provocando manifestaciones y tumultos periódicos.

    La concienciación y compromiso de los marineros de Kronstadt se evidenció en las serias revueltas de 1.905, 1.906 y 1.910, duramente reprimidas, y sobre todo en la revolución de 1.917. Los grupos bolcheviques, socialistas revolucionarios, anarquistas, maximalistas y sindicalistas, bien organizados, ejercían una profunda influencia en la población y la energía desatada situó a Kronstadt en la vanguardia de la revolución, ayudando a los bolcheviques a tomar el poder y a merecer toda clase de elogios por parte de los nuevos dirigentes.

    El contexto general

    A comienzos de 1.921 se podía dar por terminada la guerra civil . Los ejércitos blancos habían sido derrotados, el gobierno menchevique de Georgia estaba sometido y los últimos restos de las milicias anarquistas ucranianas se batían a la desesperada, con su líder, Néstor Makhno, herido y acorralado. Sin embargo, una profunda crisis económica se extendía por el país; las comunicaciones no se restablecían adecuadamente, la industria estaba paralizada y la producción agrícola había disminuído drásticamente.

    Durante la guerra el gobierno bolchevique había impulsado una política económica de férreo control estatal, el llamado Comunismo de Guerra. La vida pública estaba prácticamente militarizada y sometida a todo tipo de controles y en los aspectos económicos este control era asfixiante. Los instrumentos principales de esta política eran los zagraaditelnye otriady, destacamentos armados que efectuaban las requisas y confiscaciones, muchas veces verdaderos expolios, a los campesinos y que rodeaban las ciudades para evitar el comercio no controlado, sus actuaciones eran a menudo brutales y arbitrarias; además se había organizado una eficaz policía política para aterrorizar a los disidentes y descontentos, la Cheka, que no dudaba ante el asesinato y la tortura. La situación del campesinado era similar a la esclavitud feudal zarista, sobre todo en las granjas estatales, los Kolzsjos; los obreros industriales estaban obligados a jornadas de trabajo extenuantes, dada la caída en picado de sus salarios, que sin embargo no les procuraban medios suficientes de subsistencia. Los sindicatos también estaban controlados y las protestas eran reprimidas como actos de traición. Con el final de la guerra cabría esperar el cambio de esta política, pero esto no se produjo. Los disturbios y las huelgas se extendían espontáneamente por las principales ciudades, sobre todo Moscú y Petrogrado en demanda de mejoras económicas y de la vuelta de las libertades conseguidas al comienzo de la revolución. La respuesta del gobierno bolchevique fue el envío y despliegue de tropas, liberadas por el cese de los combates, y carta blanca para la actuación de la cheka, como ocurrió en Petrogrado.

    La actitud de Kronstadt

    Kronstadt ya había tenido fricciones con el gobierno bolchevique. Fue de las primeras ciudades en nombrar su soviet, su propia milicia y sus comités populares para organizar autónomamente la vida en los barcos, las fábricas, la distribución de alimentos, el aprovechamiento agrícola de las tierras circundantes… El eje sobre el que giraba la sociedad kronstiana era la Plaza del Ancla, sede de multitudinarias y activas asambleas. La burocracia centralizada orquestada por el nuevo poder chocó con este sistema de vida, la firma del tratado de Brest-Litovsk, entre Lenin y el gobierno alemán, que significaba la renuncia a la extensión de la revolución, irritó a la población. Los marinos vieron además catastrófica la reorganización militar decretada por Trotsky para poner en pie el Ejército Rojo y que abolía el poder de las asambleas en los barcos y reinstauraba la disciplina y jerarquía anteriores, precisamente la revolución había sido posible por el arresto y ejecución de buena parte de los antiguos oficiales. El carisma de los bolcheviques declinaba y miles de marinos abandonaban el partido. El soviet de Kronstadt se vaciaba de bolcheviques y acogía un mayor número de socialistas de izquierda y anarquistas. Con el fin de la guerra los marineros obtuvieron permisos y pudieron comprobar sobre el terreno los estragos que el Comunismo de Guerra ocasionaba por todo el país.

    Con ocasión de las huelgas y disturbios en Petrogrado, Kronstadt envió una delegación a la ciudad y, a pesar de los obstáculos que le interpusieron, pudo constatar en toda su crudeza las condiciones en que vivían los obreros y la represión que se estaba desatando sobre ellos. El hecho de conocer que se amenazaba a los huelguistas con la marcha de los marineros de Kronstadt sobre Petrogrado para reinstaurar el orden irritó sobremanera a los 32 delegados desplazados. El 28 de febrero se celebraron tensas reuniones a bordo de los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol, anclados en Kronstadt, que emitieron una resolución conjunta de 15 puntos. Esta resolución será refrendada el 1 de marzo por una gran asamblea en la Plaza del Ancla; la prepotencia y amenazas de los oradores bolcheviques, sobre todo los prebostes Kalinin, presidente de la República, y Kuzmin, comisario jefe de la flota, consiguieron que el refrendo fuera prácticamente unánime. La resolución contiene las bases y programa de la rebelión. Exige la celebración inmediata y generalizada de elecciones para sustituir a todos los soviets locales por soviets libres; la libertad de palabra y prensa para todos, en especial anarquistas y socialistas de izquierda; libertad de reunión de sindicatos obreros y campesinos; libertad para los revolucionarios encarcelados; cierre de las oficinas del partido bolchevique sostenidas por el Estado; supresión de los zagraaditelnye otriady y sus confiscaciones; igualación de las raciones de víveres; abolición de los destacamentos militares comunistas permanentes en fábricas o unidades militares…

    Finalmente, se consumó la ruptura con las autoridades al designarse un Comité revolucionario provisional, Revkon, en tanto se celebrasen elecciones al nuevo soviet y procederse al arresto de los bolcheviques más destacados. Se comenzó a imprimir un diario, Izvestiia, cuya cabecera subrayaba “Todo el poder a los soviets y no a los partidos”. Sin embargo, hasta que no se intercambiaron los primeros cañonazos Konstradt siempre pensó que el acuerdo con los jerarcas bolcheviques era posible sin derramamiento de sangre.

    La reacción bolchevique

    El gobierno de Lenin, Trotsky y Zinoviev no iba a consentir el deseo de los kronstianos de encabezar esta “Tercera Revolución”. Se trató primeramente de aislar el movimiento haciendo desaparecer a las decenas de delegados de las comisiones informativas que salían de Kronstadt y formulando diversas acusaciones masivamente difundidas por su aparato de propaganda: complot de oficiales zaristas, engaño de espías de países extranjeros, entrega de la ciudad al ejército finlandés… El miedo a la extensión del movimiento y a la llegada de la primavera, que permitiría, a comienzos de abril con el deshielo del golfo, la movilidad de la flota; les determinó a aplastar militarmente Kronstadt cuanto antes. Así decretaron el arresto de todos los familiares de los kronstianos en calidad de rehenes, ejecutaron a los responsables de la escuadra aérea, que simpatizaba con el movimiento y concentraron en Petrogrado ingentes cantidades de armamento y hombres. Según revelarían los últimos prisioneros del ejército rojo, apresados por los kronstianos el 17 de marzo, no menos de 80.000 fusileros, varios miles de jinetes, 4 trenes blindados, decenas de baterías móviles…constituían el formidable aparato militar lanzado contra Kronstadt.

    La caída de Kronstadt

    La ciudad no era un hueso fácil de roer, sus sólidas murallas , su potente artillería y la resolución de sus habitantes alargó el asedio durante 11 días. El 7 de marzo comenzó el cañoneo de la fortaleza. Los kronstianos confiaban en un levantamiento generalizado de Petrogrado, pero la presencia del ejercitó lo imposibilitó. El ataque se vertebró sobre los Kursanty, fanáticos cadetes de las academias de oficiales del Ejército Rojo y sobre los destacamentos de la Cheka. La situación de muchos de los asaltantes fue increíblemente dramática. Como en otras ocasiones las tropas de choque las constituían principalmente mongoles y asiáticos que apenas entendían el ruso; si una unidad se negaba a atacar se la desarmaba y sus miembros enviados a presidio; si vacilaba se ejecutaba a la quinta parte de sus efectivos. La artillería de Kronstadt resquebrajaba el hielo del golfo y oleadas de asaltantes perecían en el agua helada; pero si trataban de retroceder los kursanty los ametrallaban por la espalda.

    Finalmente la constante afluencia de refuerzos atacantes y la debilitación progresiva de los recursos de Kronstadt provocó que el 17 de marzo un ataque masivo de soldados envueltos en sudarios blancos consiguiera penetrar en la fortaleza. La lucha cuerpo a cuerpo se prolongó hasta el 18 de marzo en que la ciudad fue totalmente ocupada. Algunos grupos de kronstianos consiguieron abrirse paso hasta Finlandia y otros se dispersaron por la región pero la gran mayoría de los vencidos fueron ejecutados por la cheka o enviados a campos de concentración de la helada región de Arkangelsk y del Turquestán.

    La aniquilación de Kronstadt fue el ejemplo de lo que los dirigentes del partido bolchevique entendían por dictadura del proletariado, fue la constatación de cómo la nueva burocracia traicionaba los ideales revolucionarios en su afán de retener el poder y eliminar toda disidencia. Pero la rebelión de Kronstadt es también ejemplo de cómo los seres humanos somos capaces, en circunstancias excepcionales, de enfrentarnos a la opresión y arriesgar la vida por un mundo mejor.

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    suena como un grupo de anarquistas manipulados,como sucede en bielorrusia
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    Mensaje por gazte Jue Ene 13, 2011 8:00 pm

    pedian el derecho de los campesinos a comerciar con el grano que producian, esa era su mayor revindicacion y por la que se alzaron, ya que la marineria tradicional de kronstdat, famosa por su espiritu revolucionario y que guardaba una gran amistad con trotsky se hallaba diseminada por los diferentes frentes en la guerra y fueron sustituidos por campesinos. esas revindicaciones dentro de la nep podrian haber sido admisibles siempre que se tratara de pequeños campesinos. pero en medio de la guerra, con el comunismo de querra implantado, era totalmente necesario abastecer a las fabricas de armamento y a los frentes, y el derecho a comerciar con el escondia el deseo de especular y enriquecerse debido a la evidente escasez. ademas, kronstdat era la puerta de entrada a el corazon revolucionario, petrogrado, y por tanto ponia en un gran riesgo la revolucion por desorganizar el frente de batalla. dicho esto, el aplastamiento era necesario, y si lo contextualizamos, aunque nos horroricemos hoy en dia, estuvo acorde con la epoca.

    parrafo mio de otro hilo.
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    Mensaje por DP9M Jue Ene 13, 2011 8:12 pm

    Yo lo que no entiendo es como entiendes esto, y como es que te tenemos en el foro de la Tercera Republica con un hecho por la "revolución" en España parecido, y ahi estas diciendo tonterias en contra. Claro, por que el que aplasto la rebelión fue Troski, ¿ verdad campeon ? y como el tema de España, pues iba en contra de la tesis troskista y anarkista, pues eso hay que estar en contra aunque contradiga actuaciones similares en otros tiempos.


    Ese doble rasero , que gracia. En uno justifica el tener una fuerza raccionaria en frente combatiendote junto a todas las potencias extrenjeras y en el otro hecho no lo justifica que unos "pretendiesen" adelantar la revolución por sus propias pajas mentales.

    O Hipocresia , o colaboración con el fascismo , estupidez, o negligencia. Solo se pueden dar una de estas opciónes.

    El mismo caso que los marineros del Krostand. Osea, una mierda de conciencia revolucionaria tanto unos como otros, o traición, o colaboración con la reacción.
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    Mensaje por gazte Jue Ene 13, 2011 8:15 pm

    no, es la diferencia las revindicaciones, en españa es burguesia vs socialismo, aqui es lo mismo, solo que las tornas estan cambiadas. y deja de decir que el poum era trotskysta, que teorias de trotsky apoyaba? lo que ocurre es que para moscu "comunista que no se baja los pantalones ante mi voluntad = trotskysta". ademas, hay otra diferencia, en españa no habia ninguna organizacion obrera en condiciones de dirigir una revolucion, en rusia los bocheviques estan en el poder (y no pactando con los mencheviques de derechas porque es una guerra civil y hay que hacer frente comun, no seas manipulador y demagogo, que se te da muy bien)
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    Mensaje por AntiCapitalista Jue Ene 13, 2011 9:55 pm

    rebelderojo escribió:suena como un grupo de anarquistas manipulados,como sucede en bielorrusia
    La fuente confirma tus sospechas XD
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    Mensaje por AliveRC Mar Oct 11, 2011 7:18 pm

    ¿Alguien tiene más información sobre la rebelión de kronstadt, aparte del artículo de alasbarricadas? He buscado un poco por internet y luego por el foro, pero no he encontrado mucho...
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    Mensaje por Volin Mar Ene 31, 2012 7:23 pm

    Hay varios libros al respecto:

    "Kronstadt 1921"
    "La revolucion desconocida, Tomo II"

    Estos son los que yo conozco, pero seguro que hay muchos mas. De los dos, solo he leído el segundo, y tengo que decir que lo expresado por gazte es completamente falso. El pueblo de Kronstadt tenia reivindicaciones muy diversas, y no, la principal no era el libre-comercio de los campesinos, eso es una mentira del partido bolchevique, que se dedicó a mentir con los aparátos de propaganda arrebatados al zarismo para engañar a la masa, diciendo sobre Kronstadt que eran zaristas, contra-revolucionarios etc. En el libro de Volin ("La revolucion desconocida", tomo segundo) hay múltiples transcripciones de la publicación "Izvestia" (perdón si no lo he escrito bien, hablo de memoria), donde queda bien recogido el espíritu revolucionario de la región, y la traición que esta sufrió a cargo del partido bolchevique.

    Yo no soy ningún adoctrinador, asique no me voy a extender mas, he aportado información, y ahora el que quiera mirar puede hacerlo, pero si que me gustaría terminar contando una curiosidad. Resulta que Trotsky dijo que en Kronstadt había ex-oficiales zaristas conjurando contra la revolución (la revolución firmó su sentencia en cuanto entro el partido bolchevique en el poder, pero eso es otro asunto). Curiosamente, los únicos ex-oficiales zaristas que había allí en Kronstadt eran delegados del Partido bolchevique que el mismo Trotsky había integrado en 1917, y no, los anarquistas y socialistas revolucionarios allí presentes y mayoritarios, no se dedicaron a fusilar a los comunistas como hizo el partido bolchevique con el resto de la oposición, fuesen estos de derechas o de izquierdas.

    Y la contestación del camarada rebelderojo es de risa. ¿Esa es tu capacidad argumentativa? Podrías evidenciar en que esta mintiendo el compañero que abrió el hilo si es que lo ha hecho (tal y como ha hecho gazte, aunque veo que maneja información falsa, pero su intención era constructiva y de agradecer), sin embargo te has limitado a decir que lo que dice el otro camarada no sirve porque lo ha escrito un grupo de anarquistas. Patético, con gente tan doctrinaria y reaccionaria como tu no me deja de extrañar que se hable tan mal del comunismo, ya que parece que quien ose criticar a la URSS, es bien un capitalista interesado, bien un anarquista loco.

    Ya si alguien está mas interesado en recibir datos concretos, repasaré el libro y copiaré citas, pero paso de tomarme el trabajo en vano, asique espero respuesta antes de hacerlo. Saludos!
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    La rebelión de Kronstadt Empty Re: La rebelión de Kronstadt

    Mensaje por NSV Liit Mar Ene 31, 2012 11:49 pm

    Hola, compañero,

    yo no creo que haya muchos libros al respecto. El problema del libro que has puesto es que es está escrito por anarquistas y evidentemente muestra su punto de vista. Yo no conozco lo suficientemente bien el tema como para juzgarlo, pero evidentemente lo menos que se puede hacer cuando se lee el testimonio de una de las partes de un conflicto es tener un poco de prudencia.

    Pero bueno, como yo no soy experto en el tema, mejor dejo un interesante artículo:



    Archivos rusos refutan mentiras anarquistas, una vez más

    Kronstadt 1921: Bolchevismo vs. contrarrevolución

    TRADUCIDO DE SPARTACIST (EDICIÓN EN INGLÉS) NO. 59, PRIMAVERA DE 2006

    En marzo de 1921, la guarnición de la fortaleza de la isla báltica de Kronstadt, puerta de entrada al Petrogrado revolucionario, se rebeló contra el gobierno bolchevique. Los amotinados ocuparon Kronstadt durante dos semanas, hasta que el régimen soviético la reconquistó mediante un asalto directo a través del hielo, con un costo de muchas vidas para ambos bandos. Los rebeldes decían luchar por restaurar un poder soviético purificado, liberado del monopolio de los comunistas. Los bolcheviques acusaron a la revuelta de ser un motín contrarrevolucionario: cualesquiera que fueran las intenciones de los marineros, no podía sino ayudar a las fuerzas de la restauración capitalista —que abarcaban desde demócratas abiertos hasta monárquicos declarados— unidos tras el estandarte blanco de la reacción clerical-zarista. Pese a haber sido repelidas por el Ejército Rojo soviético después de casi tres años de guerra civil, las Guardias Blancas y sus patrocinadores imperialistas seguían tratando de revertir la Revolución de Octubre dirigida por los bolcheviques en 1917, y de aplastar el joven estado obrero soviético.

    Casi 73 años después, el 10 de enero de 1994, Boris Yeltsin, heredero autodesignado de las Guardias Blancas y presidente de una Rusia ya capitalista, puso su sello de aprobación con el águila bicéfala sobre la revuelta de Kronstadt (ver: “Kronstadt and Counterrevolution: Then and Now” [Kronstadt y la contrarrevolución: Entonces y ahora], Workers Vanguard No. 595, 4 de marzo de 1994). El hecho de que Yeltsin, quien dirigiera el derrocamiento de la Revolución Bolchevique en 1991-92, haya “rehabilitado” a los amotinados de Kronstadt simplemente confirma una vez más qué intereses de clase servía el levantamiento de 1921. El motín de Kronstadt es el centro de un gran mito que ha sido propagado asiduamente por los anarquistas pero que también ha aprovechado toda clase de fuerzas antirrevolucionarias que van desde los socialdemócratas hasta los partidarios de la restauración zarista. El principal objetivo del “clamor por Kronstadt” ha sido siempre desprestigiar la lucha de los marxistas por la dictadura del proletariado por sobre la burguesía, y en particular calumniar al trotskismo, encarnación contemporánea del leninismo auténtico.

    Según el mito anarquista, Kronstadt fue la “tercera revolución de los trabajadores” —una continuación de las revoluciones de febrero y octubre de 1917— y su supresión, la prueba indiscutible del carácter antiobrero del gobierno bolchevique de Lenin y Trotsky, y del marxismo en general. Para blandir Kronstadt como garrote ideológico contra el leninismo, los anarquistas tienen que insistir, contra todos los hechos conocidos, en que los amotinados de 1921 eran los mismos marineros que desempeñaron un papel de vanguardia en 1917 y no estaban vinculados con los reaccionarios blancos. Sin proponérselo, Yeltsin contribuyó a la destrucción del mito de Kronstadt cuando, al darles su bendición a los amotinados, abrió los archivos para el estudio del motín. Esto llevó a la publicación, en 1999, de una enorme colección de materiales históricos rusos por ROSSPEN, la principal editorial asociada con la Agencia Federal de Archivos de Rusia. Los documentos contenidos en Kronshtadtskaia tragediia 1921 goda, dokumenty v dvuj knigaj [La tragedia de Kronstadt de 1921, documentos en dos volúmenes] (Moscú: Enciclopedia Política Rusa, 1999) confirman, sin lugar a dudas, la naturaleza contrarrevolucionaria del alzamiento de Kronstadt.

    Lenin y Trotsky dijeron la verdad

    Desde el principio, los anarquistas hicieron causa común con los contrarrevolucionarios abiertos respecto a Kronstadt. El folleto de 1922 del prominente anarquista estadounidense Alexander Berkman, The Kronstadt Rebellion [La rebelión de Kronstadt] se apoya ampliamente en un testimonio espurio de 1921 titulado The Truth About Kronstadt [La verdad sobre Kronstadt] que publicaron los socialrevolucionarios (eseristas), enemigos acérrimos de la Revolución de Octubre. En 1938, la maquinaria de mentiras sobre Kronstadt se echó a andar una vez más —en la forma de The Kronstadt Commune [La comuna de Kronstadt] de Ida Mett—, esta vez en un intento por desviar las críticas devastadoras hechas por Trotsky del papel de los líderes sindicales anarquistas de la CNT en descarrilar (en unión con los estalinistas) la revolución obrera española (para mayor información sobre la Revolución Española, ver: Felix Morrow, Revolución y contrarrevolución en España [Akal Editor, 1978]). Poco antes de su muerte en 1945, Volin (V.M. Eichenbaum), que había sido un prominente anarquista ruso en 1917-21, sumó su autoridad al embuste antibolchevique con una acusación basada en las afirmaciones mentirosas de los propios amotinados (Volin, The Unknown Revolution [Kronstadt 1921 Ukraine 1918-21] [La revolución desconocida. Kronstadt 1921 Ucrania 1918-21], Nueva York: Libertarian Book Club, 1955). Actualmente, una tendencia anarquista resurgente vuelve a aprovecharse de las supuestas atrocidades cometidas por los bolcheviques de Lenin y Trotsky en Kronstadt para inflamar prejuicios anticomunistas entre los jóvenes activistas de la era postsoviética.

    Desde el principio, Lenin, Trotsky y los demás voceros bolcheviques señalaron que el levantamiento había sido abrazado con gran presteza e incluso anunciado públicamente por la contrarrevolución en el exilio; que antiguos oficiales zaristas de la guarnición de Kronstadt, como el General A.N. Kozlovsky, figuraban prominentemente en el motín; que los marineros de Kronstadt de 1921 ya no eran “la flor y nata” de la revolución obrera, como los había llamado Trotsky en 1917, sino una capa relativamente privilegiada y desmoralizada ligada a las aldeas campesinas. En 1938, mientras exponía la perfidia de los falsos líderes anarquistas en España, Trotsky también acabó con las calumnias recicladas de Kronstadt al escribir “Alarma por Kronstadt” y “Algo más sobre la represión de Kronstadt”. Despiadadamente, Trotsky escribió:

    “El gobierno español del ‘Frente Popular’ sofoca la revolución socialista y fusila revolucionarios. Los anarquistas participan en este gobierno o, cuando son expulsados, continúan apoyando a los verdugos. Y sus abogados y aliados extranjeros se ocupan mientras tanto de una defensa...de la insurrección de Kronstadt contra los rudos bolcheviques. ¡Una vergonzosa aberración!”

    —“Alarma por Kronstadt”, 15 de enero de 1938

    Trotsky también instó a sus partidarios a emprender un estudio más detallado. El resultado fue “La verdad sobre Kronstadt” de John G. Wright del Socialist Workers Party (Partido Obrero Socialista, SWP) estadounidense, publicado originalmente en la revista New International del SWP (febrero de 1938) y luego en una versión más larga como boletín educativo en 1939. Recurriendo a la evidencia histórica entonces accesible, incluyendo el testimonio de “la propia gente que preparó el motín, lo dirigió e intentó extenderlo”, Wright demostró metódicamente cómo los blancos apoyaron el levantamiento y cómo los marineros estaban impulsados políticamente por sus intereses de clase pequeñoburgueses y fueron manipulados por las fuerzas de la contrarrevolución abierta. (La versión extendida del artículo de Wright se encuentra en la recopilación Kronstadt by V.I. Lenin and Leon Trotsky [Kronstadt por V.I. Lenin y León Trotsky], Nueva York: Pathfinder Press, 1979.)

    Desde entonces, cada nueva instancia seria de investigación histórica ha dado la razón a los bolcheviques. Notablemente, esto incluye Kronstadt 1921 del historiador proanarquista Paul Avrich (Princeton: Princeton University Press, 1970). En nuestra reseña, recomendamos el libro como la obra de un investigador concienzudo, que se vio obligado a concluir que podía “simpatizar con los rebeldes sin dejar de reconocer que los bolcheviques estaban justificados en someterlos” (“Anarcho-Libertarian Myths Exposed: Kronstadt and Counterrevolution” [Mitos anarco-libertarios revelados: Kronstadt y la contrarrevolución], Workers Vanguard Nos. 195 y 203, 3 de marzo y 28 de abril de 1978).

    La investigación de Avrich mostró que el principal líder de la revuelta, un marino llamado Stepan Petrichenko, había intentado previamente unirse a los blancos, y más tarde ayudó a convertir una reunión masiva de protesta en una ruptura definitiva con el gobierno soviético. Tras el levantamiento, Petrichenko huyó a Finlandia, que estaba bajo el férreo dominio del guardia blanco carnicero y antiguo general zarista barón Mannerheim. Petrichenko se alió abiertamente con los guardias blancos emigrados que ahí se concentraban y aprobó sus planes para una “dictadura militar temporal” para remplazar el gobierno bolchevique. Avrich también descubrió un “Memorándum sobre la cuestión de organizar un levantamiento en Kronstadt” de los guardias blancos en el que se detalla la situación militar y política dentro de la fortaleza y se habla de haber reclutado a un grupo de marineros de Kronstadt que se disponían a desempeñar un papel activo en un levantamiento que estaba por ocurrir. Sin embargo, Avrich afirmaba que no había evidencia alguna de vínculos entre los marineros y los guardias blancos antes de la revuelta y repetía el frecuente coro de que si la revuelta hubiera sido planeada, habría sido iniciada unas cuantas semanas después cuando el hielo se hubiera derretido, haciendo imposible un asalto bolchevique por tierra.

    Los documentos reunidos en Kronshtadtskaia tragediia acallan definitivamente estas objeciones. La recopilación contiene 829 documentos originales (más otros 267, enteros o en fragmentos, incluidos en las notas al pie de página), la mayoría inéditos. Estos incluyen testimonios de primera mano de participantes en el levantamiento, entre ellos marineros amotinados y emisarios de los guardias blancos que los visitaban, así como informes secretos de los blancos; memorias y artículos de algunos de los ocho mil amotinados que huyeron a Finlandia cuando los bolcheviques reconquistaron Kronstadt; e informes de los interrogatorios de amotinados detenidos por la Cheka soviética, la Comisión Extraordinaria de Toda Rusia para el Combate a la Contrarrevolución y el Sabotaje. Los testimonios soviéticos de entonces incluyen el informe del comisario de la Flota del Báltico Nikolai Kuzmin del 25 de marzo de 1921 al Soviet de Petrogrado y el primer informe oficial sobre la investigación de la Cheka, por el comisionado especial Yakov S. Agranov, fechado el 5 de abril de 1921. Es particularmente valioso que hoy podamos comprobar cuán extensamente coinciden los testimonios de los amotinados que escaparon, en cuanto a los hechos, con los que confesaron estando en poder de los soviéticos.

    Una extensa introducción por el historiador ruso Yuri Shchetinov, que ya antes había hecho investigaciones sobre Kronstadt, es bastante útil, ya que señala las cuestiones en disputa y resume los descubrimientos de archivo relevantes. Los documentos fueron escogidos de una gama de fuentes soviéticas, blancas, imperialistas, mencheviques, socialrevolucionarias y anarquistas, y compilados por investigadores de nueve archivos rusos, incluyendo el Archivo Estatal Militar Ruso, el Archivo Estatal de Historia Sociopolítica Ruso y el Archivo Central de los Servicios Federales de Seguridad (FSB), la policía política. El principal investigador de la colección, I.I. Kudryavtsev, ayudó a preparar los materiales del archivo de la FSB y fue el responsable de las notas, los índices y la bibliografía. La entrada de Trotsky en el índice de nombres dice que fue “miembro de una logia masónica francesa, de la que aparentemente fue expulsado en 1916”. Esta ridícula difamación, que refleja un odio contrarrevolucionario al líder bolchevique, está en total contradicción con la lucha de Trotsky por eliminar de raíz la perniciosa influencia de la francmasonería en el joven Partido Comunista Francés, un problema histórico en el movimiento obrero de ese país.

    Un nuevo libro del historiador francés Jean-Jacques Marie, del Parti des travailleurs (PT) de Pierre Lambert, aprovecha esta calumnia para impugnar la colección en su totalidad, afirmando que la “compilación está cargada con una abundancia de notas al pie, que muestran el sello de la policía política, la FSB (antes KGB), y está marcada por la obsesión, desenfrenada entre los nacionalistas rusos, con una supuesta conspiración masónica” (Jean-Jacques Marie, Cronstadt [París: Fayard, 2005]). ¡Y sin embargo Marie se apoya en esta compilación para el grueso de sus citas! Si bien es cierto que la FSB está saturada de chovinismo granruso, la difamación de Trotsky en Kronshtadtskaia tragediia es única y no es representativa del trabajo editorial de la obra. La extraordinaria preocupación de Marie respecto a una inexistente obsesión con la masonería en Kronshtadtskaia tragediia dice más del PT lambertista, cuyas conexiones con la masonería francesa han sido por mucho tiempo un secreto a voces en la izquierda francesa. Entre éstas, están los estrechos vínculos entre Lambert, por mucho tiempo funcionario de la federación sindical Force ouvrière (FO), y el antiguo líder de FO Marc Blondel, un masón abierto.

    Por su parte, diversas páginas web y revistas electrónicas anarquistas, confrontadas con la masa de nueva evidencia de Kronshtadtskaia tragediia, se han refugiado en un comentario de segunda mano del académico de la Universidad Hebrea, Israel Getzler (“The Communist Leaders’ Role in the Kronstadt Tragedy of 1921 in the Light of Recently Published Archival Documents” [El papel de los líderes comunistas en la tragedia de Kronstadt de 1921 a la luz de los documentos de archivo recientemente publicados], Revolutionary Russia [Rusia revolucionaria], junio de 2002). Getzler eleva el informe de Agranov al “lugar de honor”, pese a que éste fue producido apresuradamente apenas unos días después del motín y sin ningún acceso a los cabecillas ni a muchos de los documentos incluidos en la actual compilación. Luego, Getzler extrae de este informe inicial un pasaje aislado para afirmar que Agranov concluyó que “la protesta de los marineros fue ‘enteramente espontánea’” y que sus “hallazgos contradicen directamente la línea oficial”. Esto es charlatanería, no una investigación seria. La “línea oficial” de los bolcheviques no era que Kronstadt fuera una conspiración de los blancos o los imperialistas de principio a fin y de arriba abajo, sino que servía a los intereses de la contrarrevolución y que fue plenamente abrazada por ésta. Incluso el breve pasaje que Getzler cita de Agranov corrobora esto, afirmando que “el levantamiento adquirió un carácter sistemático y fue dirigido por las experimentadas manos de los viejos generales” (Agranov, Informe al Presidium de la Cheka, 5 de abril de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia [la traducción es nuestra]).

    De hecho, como veremos, los muchos documentos de Kronshtadtskaia tragediia cuidadosamente desatendidos por Getzler, en verdad muestran que, lejos de haber sido “enteramente espontánea”, sí hubo una conspiración contrarrevolucionaria al centro de la “revolución de los trabajadores” de Kronstadt. Los documentos revelan, detalladamente y sin ambigüedad, la escala y el alcance de la actividad organizada de los guardias blancos en Kronstadt y en su derredor, sumándose al memorándum anónimo descubierto por Avrich. De hecho, uno de los documentos recientemente publicados es obra de un prominente agente de los blancos del cual Avrich sospechaba haber escrito el memorándum, el agente del Centro Nacional contrarrevolucionario G.F. Tseidler, que se jacta de cómo los emigrados derechistas rusos de Finlandia (disfrazados como una delegación de la Cruz Roja) fueron bien recibidos en Kronstadt por Petrichenko y otros líderes de los amotinados. Otro informe, de un importante agente de los blancos residente en Finlandia, el general G.E. Elvengren, no sólo atribuye a una organización de las Guardias Blancas en Kronstadt el haber instigado el motín sino que también explica por qué fue iniciado antes de lo planeado. De particular interés en la demostración de que había una mano oculta detrás del levantamiento son los numerosos relatos de primera mano que atestiguan el engaño sistemático que Petrichenko y sus aliados emplearon para hacer que parte de la guarnición se uniera a ellos.

    En la preparación de este artículo también estudiamos varios otros materiales en ruso, incluyendo fuentes primarias y secundarias. Entre éstos, una serie de artículos sobre el motín de Kronstadt publicados entre 1930 y 1931 en la revista de historia de Leningrado Krasnaia Letopis’, que incluyen un análisis del historiador soviético A.S. Pujov sobre cómo la composición social de la guarnición de Kronstadt cambió entre 1917 y 1921. También consultamos con Yuri Shchetinov, que escribió la introducción a Kronshtadtskaia tragediia, y obtuvimos de él fragmentos de su libro anterior, Kronshtadt, mart 1921 g. [Kronstadt, marzo de 1921], cuya publicación fue cancelada en 1992 tras la toma del poder por Yeltsin. Todas las traducciones de Kronshtadtskaia tragediia y otras fuentes en ruso son nuestras.

    El carácter de clase del motín de Kronstadt

    En “The Truth About Kronstadt”, el trotskista John G. Wright refutó el cuento de hadas anarquista de que los rebeldes de Kronstadt no eran sino una masa de trabajadores indistintos luchando abnegadamente por el ideal de “soviets libres”. Esta idea encubre las fuerzas de clase diversas —y por momentos opuestas— que ahí operaban. Rechazando el entendimiento materialista de las clases, los anarquistas dividen al mundo en poderosos e indefensos, ricos y pobres, agrupando al pequeño propietario campesino y al obrero fabril urbano en un “pueblo” sin clases. Pero el campesino no es inherentemente colectivista ni anticapitalista; más bien no es sino un pequeño empresario primitivo que quiere precios bajos para las cosas que compra y precios altos para las cosas que vende. Como observó Wright:

    “La suposición de que los soldados y marineros pudieran aventurarse en una insurrección por una consigna política abstracta como ‘soviets libres’ es absurda en sí misma... Esta gente sólo podía haber sido llevada a la insurrección por necesidades e intereses económicos profundos; las necesidades y los intereses de los padres y hermanos de estos marineros y soldados, es decir, de campesinos en tanto comerciantes de productos alimentarios y materias primas. En otras palabras, el motín fue la expresión de la reacción pequeñoburguesa contra las dificultades y privaciones impuestas por la revolución proletaria.”

    —Wright, “The Truth About Kronstadt”

    La revolución obrera de Rusia tuvo lugar en un país atrasado y abrumadoramente campesino, lo que creó, en palabras de Trotsky, una dictadura del proletariado apoyada en el campesinado pobre. Sólo la extensión de la revolución socialista a las potencias industriales avanzadas de Europa occidental y el resto del mundo hubiera podido garantizar la existencia a largo plazo de la Rusia soviética. Mientras tanto, el apoyo o la neutralidad de las masas campesinas era clave para salvaguardar la revolución. Esto significaba ganarse a los campesinos más pobres con bienes de consumo, tractores y otros productos manufacturados, sentando a fin de cuentas las bases para un proletariado rural basado en granjas colectivas a gran escala.

    Sin embargo, en el invierno de 1920-21, la Rusia soviética yacía en ruinas después de siete años de guerra imperialista y guerra civil. Los ejércitos de 14 estados capitalistas habían invadido la Rusia revolucionaria. Éstos brindaron su ayuda a los ejércitos capitalistas-restauracionistas dirigidos por los antiguos comandantes militares zaristas Denikin, Kolchak, Wrangel, Yudénich y otros, que azotaban el país y masacraban sistemáticamente a judíos y comunistas, así como a obreros combativos y campesinos recalcitrantes. La industria y el transporte estaban paralizados y las grandes ciudades habían perdido población conforme los hambrientos forrajeaban en busca de comida. En el campo, la hambruna y la peste, a una escala que no se había visto en siglos, habían llevado las aldeas al punto del canibalismo. Todo esto fue exacerbado por un bloqueo económico imperialista. Las medidas que los bolcheviques improvisaron para enfrentar estas calamidades fueron llamadas “comunismo de guerra”. Su eje era la toma de grano de los campesinos para alimentar a las ciudades y aprovisionar al Ejército Rojo. A lo largo de la Guerra Civil, la masa campesina aceptó esto como un mal menor comparado con el regreso de la nobleza blanca.

    Para el otoño de 1920, las principales fuerzas blancas e imperialistas finalmente habían sido completamente derrotadas. Pero las tropas blancas seguían ocupando las orillas del Mar Negro, cerca de Georgia; el ejército japonés se mantuvo en el lejano oriente de Rusia hasta el final de 1922, y Wrangel seguía dirigiendo hasta 80 mil hombres en armas en Turquía. El resentimiento campesino explotó. Como señala Shchetinov, “Hacia finales de 1920 y comienzos de 1921, estallaron levantamientos armados en las gubernias Tambov y Voronezh, en la región del Volga central, en la cuenca del Don, el Kubán y la Siberia occidental. Los rebeldes antibolcheviques sumaban más de 200 mil en ese entonces” (Shchetinov, introducción a Kronshtadtskaia tragediia). Entre éstos hubo algunos de los más de dos millones de soldados del Ejército Rojo desmovilizados con el fin de la Guerra Civil. En Ucrania, un considerable ejército partisano de campesinos, reunido en torno al aventurero anarquista Néstor Majnó, estaba ahora alzado contra el poder soviético. Como observó Trotsky:

    “Solamente una persona completamente superficial puede ver en las bandas de Majnó o en la revuelta de Kronstadt una lucha entre los principios abstractos del anarquismo y el ‘socialismo de estado’. En realidad, estos movimientos eran convulsiones de la pequeña burguesía campesina que deseaba, por supuesto, liberarse del capital, pero que, al mismo tiempo, no aceptaba subordinarse a la dictadura del proletariado. La pequeña burguesía no sabe concretamente lo que quiere y en virtud de su posición no puede saberlo.”
    (...)

    NOTA: corto en artículo porque es demasiado largo y no cabe entero.
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    La rebelión de Kronstadt Empty Re: La rebelión de Kronstadt

    Mensaje por NSV Liit Mar Ene 31, 2012 11:51 pm

    Este descontento y las revueltas campesinas generaron un suelo fértil para la agitación y las conspiraciones contrarrevolucionarias organizadas.

    Estas condiciones influenciaron directamente los sucesos de Kronstadt. Aunque los ejércitos zaristas habían tenido una composición abrumadoramente campesina, la Flota del Báltico —con su necesidad de habilidades técnicas y de ingeniería— tenía una ligera mayoría obrera en 1917. Pero a medida que los combatientes con más conciencia de clase partían al frente de la Guerra Civil o tomaban puestos administrativos y de dirección en el aparato del nuevo estado obrero, iban siendo remplazados por estratos más atrasados y más campesinos —que, para 1920-21, incluían a un número considerable de reclutas campesinos de las zonas rebeldes de Ucrania—.

    Otro factor que afectó a Kronstadt fue la profunda división dentro del Partido Comunista sobre qué hacer después del “comunismo de guerra” y cómo reforzar la smychka, la alianza del campesinado con el estado obrero. En los meses anteriores al motín, una acalorada disputa estalló enfrentando a Trotsky contra Lenin en el llamado “debate sobre los sindicatos”. Aprovechando los errores de Trotsky, Zinóviev movilizó a sus bases de apoyo en el área de Petrogrado-Kronstadt contra Trotsky, a quien consideraba un rival en la dirección del partido. Zinóviev abrió las compuertas de la organización partidista de Kronstadt a reclutas atrasados, mientras alentaba una atmósfera envenenada en la disputa interna. La podredumbre en la organización del Partido Comunista de Kronstadt fue un factor crítico que permitió el avance del motín, como lo notó Agranov en su informe a la Cheka.

    Kronstadt estalla

    La revuelta de Kronstadt estalló en la secuela de las protestas obreras que se habían iniciado el 20 de febrero en Petrogrado cuando una crisis de combustible forzó el cierre de grandes fábricas. Mediante una combinación de concesiones a los obreros y arrestos de agitadores mencheviques clave, el gobierno extinguió rápidamente las protestas sin ningún derramamiento de sangre. Sin embargo, los rumores de que se había disparado contra los obreros y bombardeado fábricas llegaron a Kronstadt el 25 de febrero.

    Delegaciones de los marineros de los acorazados Petropavlovsk y Sevastopol llegaron a Petrogrado, donde comprobaron que los rumores eran falsos. No obstante, cuando regresaron a Kronstadt el 27 de febrero, no desmintieron los rumores falsos. Por el contrario, nuevas mentiras fueron añadidas —entre ellas que miles de marineros habían sido arrestados en Petrogrado—. Se repartieron armas entre los marinos de Kronstadt. A las asambleas de a bordo del 28 de febrero siguieron un mitin masivo en la Plaza del Ancla de Kronstadt el 1º de marzo, en el que se adoptó un pliego de demandas, y una asamblea delegada el 2 de marzo para discutir nuevas elecciones al soviet local. En estas asambleas no les dejaron terminar sus intervenciones a los oradores comunistas.

    El comisario de la Flota del Báltico, Kuzmin, y otros dos líderes comunistas fueron arrestados durante la asamblea del 2 de marzo, ¡supuestamente para asegurar que las elecciones fueran “verdaderamente libres”! Cuando los delegados se resistieron a aprobar una propuesta de arrestar a todos los demás comunistas presentes, se hizo correr el anuncio dramático —y totalmente infundado— de que el salón estaba a punto de ser rodeado por destacamentos armados de comunistas que venían a arrestar a todos los participantes. Lo que ocurrió entonces quedó vívidamente descrito en el testimonio presencial de un comunista, que Shchetinov cita:

    “En medio de la conmoción y el pánico se pidió apresuradamente un nuevo voto sobre algo. Unos minutos después, el presidente de la reunión, Petrichenko, silenció a la asamblea y anunció que ‘El Comité Revolucionario, formado por este Presidium y elegido por ustedes, declara: “todos los comunistas presentes deben ser arrestados y no deben ser puestos en libertad hasta que la situación sea aclarada”.’ En dos o tres minutos, todos los comunistas presentes fuimos detenidos por marineros armados.”

    —citado en Shchetinov, introducción a Kronshtadtskaia tragediia

    De hecho, el “Comité Revolucionario Provisional” (CRP) ya se había “elegido” a sí mismo y había mandado mensajes a los diversos puestos de Kronstadt la noche anterior, declarando: “En vista de la situación que reina en Kronstadt en este momento, el Partido Comunista queda depuesto del poder. El Comité Revolucionario Provisional queda a cargo. Pedimos a los camaradas sin partido que tomen el control en sus manos” (“A todos los puestos de Kronstadt”, 2 de marzo de 1921, 1:35 a.m.; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). ¡He aquí un pequeño adelanto de los “soviets libres” al estilo anarquista!

    Una vez que el motín estaba en marcha, más de 300 comunistas fueron apresados; varios cientos más huyeron. Agranov señaló:

    “La represión que el CRP llevó a cabo contra los comunistas que seguían fieles a la revolución comunista refuta totalmente el que los rebeldes tuvieran intenciones pacíficas. Prácticamente todas las actas de las sesiones del CRP indican que la lucha contra los comunistas que seguían libres, y contra los que estaban presos, seguía siendo un foco inflexible de su atención. En la última fase, incluso recurrieron a amenazas de cortes marciales sumarias, pese a su declarada revocación de la pena de muerte.”

    —Agranov, Informe al Presidium de la Cheka, 5 de abril de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia

    Fue el comandante de la prisión, nada menos que un anarquista llamado Stanislav Shustov, quien propuso fusilar a los principales comunistas. En su informe a la sesión del 25 de marzo de 1921 del soviet de Petrogrado, el comisario de la flota, Kuzmin, describió cómo la amenaza de ejecuciones masivas estuvo a punto de cumplirse. En la madrugada del 18 de marzo, Shustov puso una ametralladora fuera de la celda donde estaban 23 prisioneros. Lo único que le impidió masacrar a los comunistas fue el avance del Ejército Rojo a través del hielo.

    Un programa de contrarrevolución

    Como señaló Lenin respecto a las demandas de Kronstadt “había muy poco de formado, claro y definido por completo” (“Sobre el impuesto en especie”, 21 de abril de 1921). Éstas incluían nuevas elecciones a los soviets; ninguna restricción a los partidos anarquistas y socialistas de izquierda; ningún control sobre los sindicatos y organizaciones campesinas; liberar a los presos mencheviques y eseristas, así como a los arrestados en el reciente descontento rural y urbano; igualamiento de las raciones; y centralmente la demanda de “darle a los campesinos plena libertad para actuar como deseen con su tierra, y el derecho de poseer ganado que puedan manejar por sí mismos, es decir, sin contratar mano de obra” (Resolución del 1º de marzo; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). De haberse llevado a cabo realmente este programa pequeñoburgués de comercio irrestricto y oposición a toda planificación económica, rápidamente habría generado una nueva clase capitalista entre los campesinos, artesanos y gerentes más exitosos, y habría abierto camino para el regreso de los viejos capitalistas y los imperialistas.

    El programa fue cuidadosamente elaborado teniendo en mente los prejuicios campesinos de los marineros. Los amotinados exigían la abolición de los departamentos políticos y de los destacamentos armados de comunistas en todas las unidades de combate, así como de las patrullas comunistas en las fábricas. El llamado por “todo el poder a los soviets y no a los partidos” no era sino demagogia pequeñoburguesa destinada a engañar a las masas de marineros para que apoyaran la contrarrevolución. En la práctica, significaba “¡Abajo los comunistas!” Los adherentes más visionarios de la contrarrevolución entendieron que, si los comunistas eran echados del poder, bajo una consigna u otra, sólo haría falta un pequeño paso para restaurar el dominio capitalista. En las páginas de su periódico de París, el líder de los demócratas constitucionales (kadetes) Pável Miliukov, aconsejaba a sus compinches reaccionarios que aceptaran el llamado: “¡Abajo los bolcheviques! ¡Vivan los soviets!” Dado que esto probablemente sólo constituiría un breve paso del poder a los “socialistas moderados”, argumentaba el astuto burgués Miliukov, “ni los monárquicos ni ningún otro candidato al poder que viva en el exterior tiene por qué tener prisa” (Poslednie Novosti, 11 de marzo de 1921, citado en Wright, “The Truth About Kronstadt”).

    ¿Qué podía significar la demanda por “soviets libres” en el contexto de la Rusia soviética de 1921? Muchos de los obreros más avanzados habían peleado en el Ejército Rojo y habían muerto o habían sido reclutados a puestos administrativos importantes. Con las fábricas diezmadas y privadas de sus mejores elementos, los soviets se atrofiaron. El régimen de la democracia obrera fue preservado por la capa de cuadros del Partido Comunista.

    Los elementos con mentalidad revolucionaria de todas las tendencias socialistas y anarquistas se habían pasado al lado de los bolcheviques, ya fuera individualmente o en reagrupamientos. En 1917, los anarquistas habían gozado brevemente de una cierta influencia entre los elementos más volátiles del proletariado y la guarnición de Petrogrado debido a su postura combativa contra el Gobierno Provisional capitalista. Tras la Revolución de Octubre, los mejores anarcosindicalistas, como Bill Shatov, un ruso-estadounidense que en EE.UU. había sido un wobbly (miembro de la organización anarcosindicalista revolucionaria Industrial Workers of the World) prominente, tomó el lado de los bolcheviques en defensa de la revolución obrera. Los que no lo hicieron, se embarcaron en el crimen y el terrorismo contra el estado obrero, desde robos armados hasta hacer estallar la sede central del Partido Comunista en Moscú en 1919. Los partidos “socialistas” que habían formado parte del Gobierno Provisional, los mencheviques y los eseristas de derecha, para 1921 ya no eran sino sombras de su previa existencia y lacayos de la contrarrevolución. Los eseristas de izquierda, tras servir brevemente en el gobierno soviético, en 1918 se unieron al terror clandestino contra el estado obrero. A cada oportunidad de un derrocamiento capitalista de la república soviética, los mencheviques abandonaban su pose de acatar la legalidad soviética.

    En Petrogrado, lo que quedaba de los eseristas, los mencheviques y diversos anarquistas se unió en una “Asamblea de Plenipotenciarios de las Fábricas y Talleres de Petrogrado”. Este bloque sospechoso y no electo colaboró con la recién formada Organización de Combate de Petrogrado (OCP) monárquica, según declaración de ésta (Informe de la OCP al Departamento de Helsinki del Centro Nacional, no antes del 28 de marzo de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). ¡La OCP incluso imprimía los volantes mencheviques! El 14 de marzo, la Asamblea publicó un volante en solidaridad con Kronstadt donde no decía ni una palabra de socialismo o de soviets, sino que llamaba por un levantamiento contra “el sangriento régimen comunista” en nombre de “todo el poder al pueblo” (“Llamado a todos los ciudadanos, obreros, soldados del Ejército Rojo y marineros”, 14 de marzo de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia).

    Pese a las mentiras que difundía la prensa de los amotinados anunciando levantamientos de masas en Petrogrado y Moscú, incluso el líder menchevique Fiodor Dan admitió en un libro de 1922 que “no había plenipotenciarios” y que “el motín de Kronstadt no fue apoyado en modo alguno por los obreros de Petersburgo” (citado en “Los mencheviques en el motín de Kronstadt”, Krasnaia Letopis' 1931, No. 2). “Los trabajadores sintieron inmediatamente que los amotinados de Kronstadt estaban colocados al lado opuesto de las barricadas...y apoyaron al poder soviético” (“Alarma por Kronstadt”, 15 de enero de 1938). Es de notarse que incluso el ala del Partido Comunista que con más celo buscaba defender los intereses económicos inmediatos de los obreros, la semisindicalista Oposición Obrera, participó en el aplastamiento del levantamiento de Kronstadt.

    Hipocresía y engaño

    El informe de Agranov señala que “todos los participantes del motín escondieron cuidadosamente su fisonomía partidista bajo la bandera del apartidismo” (Agranov, Informe al Presidium de la Cheka). Los líderes del motín procedieron hábilmente. Por ejemplo, el jefe del CRP Petrichenko se retractó de su propuesta de darles derechos a todos los partidos socialistas cuando ésta fue abucheada por los marineros en una reunión el 1º de marzo que precedió al mitin de la Plaza del Ancla. Según Kuzmin, la multitud le gritó a Petrichenko: “¡Eso es libertad para los mencheviques y los eseristas de derecha! ¡No! ¡De ninguna manera!...¡Ya conocemos sus Asambleas Constituyentes! ¡No necesitamos eso!” (Informe de Kuzmin, Acta estenográfica del Soviet de Petrogrado, 25 de marzo de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). La hipocresía en el llamado de Petrichenko por “soviets libres” ya fue demostrada en Kronstadt 1921 de Avrich. También otros miembros del CRP se oponían al poder soviético: dos eran mencheviques y un tercero era miembro de los kadetes burgueses, mientras que el editor en jefe del periódico de los rebeldes, Izvestia del CRP, Sergei Putilin, era un viejo simpatizante de los kadetes. Uno de los mencheviques, Vladislav Valk, abogaba abiertamente por la Asamblea Constituyente, es decir, por un parlamento burgués. El kadete del CRP, Iván Oreshin, capturó el cinismo con que los líderes manipulaban a los marineros al escribir en un periódico del exilio poco después del motín:

    “El levantamiento de Kronstadt estalló bajo el pretexto de remplazar al viejo soviet, cuyo mandato había expirado, por uno nuevo basado en el voto secreto. La cuestión del sufragio universal, extendiendo el voto también a la burguesía, fue cuidadosamente evitada por los oradores de la manifestación [del 1º de marzo]. No querían provocar una oposición entre los mismos insurgentes que los bolcheviques pudieran aprovechar... No hablaron de la asamblea constituyente, pero se asumía que se llegaría a eso gradualmente, vía la libre elección de soviets.”

    —Oreshin, Volia Rossii (abril-mayo de 1921); citado en Shchetinov, introducción a Kronshtadtskaia tragediia

    El hedor de la reacción de los guardias blancos cundió más abiertamente en Kronstadt conforme el motín progresaba y el intento por atraer a los obreros de Petrogrado con retórica de “soviets libres” fracasaba. Ya el 4 de marzo, el comandante del Sevastopol emitió una orden escrita que hablaba de la “sufrida, torturada y desmembrada Rusia” y del deber para con “la madre patria y el pueblo ruso” (citado por Agranov, Informe al Presidium de la Cheka, 5 de abril de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). Para el 15 de marzo, este lenguaje aparecía ya en un llamamiento oficial del CRP. Dirigido principalmente al “pueblo ruso” de la emigración blanca “que ha sido arrancado de una Rusia que yace desgarrada de arriba abajo”, el llamamiento declaraba: “Ahora luchamos por derrocar el yugo del partido, por el poder soviético genuino, y después dejemos que la libre voluntad del pueblo decida cómo quiere ser gobernado” (Llamamiento de los kronstadtenses, 15 de marzo de 1921; reproducido en Ibíd.). De manera reveladora, el llamado no concluía hablando de “soviets libres” sino de “la sagrada causa de los trabajadores rusos” en “la construcción de una Rusia libre”. Éste era un llamado claro y directo por la contrarrevolución “democrática”. El 21 de marzo, tres días después de su dispersión, el CRP en el exilio emitió un llamado aún más descarado que proclamaba: “¡Abajo la dictadura del partido, viva Rusia libre, viva el poder elegido por la totalidad del pueblo ruso!” (“A los obreros y campesinos oprimidos de Rusia”, 21 de marzo de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia).

    Cabe subrayar que Petrichenko emitió el llamamiento del 15 de marzo respondiendo directamente a las exigencias del estado mayor de que el CRP consiguiera ayuda externa. Ese mismo día, el CRP envió secretamente a dos de sus miembros a Finlandia para buscar ayuda. Cuando, el 17 de marzo, Petrichenko y el CRP trataron de imponer la decisión de los oficiales de que los tripulantes del Petropavlovsk y el Sevastopol abandonaran sus buques, destruyeran su artillería y huyeran a Finlandia, esto ya fue demasiado. La gran mayoría de las tripulaciones se levantó, salvó los barcos y arrestó a los oficiales y a los miembros del CRP que pudieron alcanzar (Agranov, Informe al Presidium de la Cheka).

    Imperialistas, oficiales zaristas y el CRP

    Si el motín de Kronstadt fue una “revolución”, fue ciertamente una revolución muy extraña: ¡apoyada por los imperialistas, los monárquicos y los capitalistas rusos y sus lacayos mencheviques y eseristas! La revuelta, según observó Trotsky en un artículo del 23 de marzo de 1921, produjo un alza inmediata en las bolsas de valores de París y Bruselas, particularmente en las acciones rusas (“Kronstadt y la bolsa de valores”, Kronstadt by V.I. Lenin and Leon Trotsky). Las derrotadas fuerzas blancas de emigrados se apresuraron a formar unidades de combate. Un ex miembro del séquito del general Denikin, N.N. Chebyshev, recordó en un artículo del 23 de agosto de 1924 en la prensa de la emigración: “Los oficiales blancos se agitaron y empezaron a buscar maneras de entrar en la lucha de Kronstadt. A nadie le importaba quién estuviera allí, ya fueran eseristas, mencheviques o bolcheviques desilusionados del comunismo pero que todavía apoyaban a los soviets. La chispa corrió entre los emigrados. A todo el mundo se le levantó el ánimo” (citado en Shchetinov, Op. cit.).

    Los líderes de la emigración, cuyos previos llamados a los estados de Europa occidental habían sido desatendidos, ahora eran recibidos con los brazos abiertos. Avrich afirma, en Kronstadt 1921, que los blancos fueron básicamente rechazados, paralizados por obstáculos diplomáticos por parte de los países occidentales, aunque reconoce que Francia pudo haberles dado alguna ayuda. De hecho, aunque Francia y Gran Bretaña se abstuvieron de participar abiertamente, sí alentaron a los pequeños estados en la frontera con Rusia a que ayudaran al motín. El ministro exterior británico Lord Curzon telegrafió a su representante en Helsinki el 11 de marzo lo siguiente: “El gobierno de Su Majestad no está preparado para intervenir en modo alguno para ayudar a los revolucionarios. Muy confidencial: no hay razón, sin embargo, por la que deba usted aconsejar al gobierno finlandés tomar un curso de acción similar o impedir que sociedades o personas privadas ayuden si así lo desean” (Documents of British Foreign Policy 1919-1939 [Documentos de política exterior británica, 1919-1939], Londres: Her Majesty’s Stationery Office, 1961). Baste decir que el envío de provisiones a Kronstadt procedió sin ninguna interferencia seria, al igual que la concentración de fuerzas expedicionarias blancas en Finlandia.

    En su informe de 1921 a la Cheka, Agranov documentó el papel de autoridad que desempeñaron el general Kozlovsky y otros oficiales burgueses en el estado mayor. Los anarquistas siempre han argumentado que estos oficiales funcionaron solamente como asesores y que, en cualquier caso, habían sido nombrados como especialistas militares por el gobierno bolchevique. Vistos con extrema desconfianza por la masa de marineros, estos oficiales ciertamente mantuvieron un perfil bajo; pero mientras que antes habían funcionado bajo la estricta supervisión de los comisarios comunistas, ahora los comisarios estaban presos y los generales al mando. Al tomar el mando de manos del comisario de la fortaleza de Kronstadt (V.P. Gromov), Kozlovsky dijo con desprecio: “Tu tiempo ya pasó. Ahora yo voy a hacer lo que tiene que hacerse” (citado en A.S. Pujov, “Kronstadt en poder de los enemigos de la Revolución”, Krasnaia Letopis’, 1931, No. 1). Un alto oficial arrestado en la secuela del motín añadió en su testimonio que en cuestiones de actividad diaria “el presidente del CRP [Petrichenko] típicamente se subordinaba a la decisión del Jefe de Defensa [el comandante zarista del fuerte, Solovianov] y no presentaba objeciones a sus actividades” (Acta del interrogatorio de P.A. Zelenoi ante la Cheka, 26 de marzo de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia).

    Los oficiales como Kozlovsky proporcionaron un contacto invaluable con las fuerzas blancas en el exilio junto a quienes habían servido en el ejército zarista. Entre estas fuerzas estaba el barón P.V. Vilken, antiguo comandante del Sevastopol, vinculado a la Organización Naval basada en Londres, un nido de espías blancos que el departamento exterior de la Cheka soviética mantenía bajo estrecha vigilancia. Los servicios de inteligencia rusos han publicado ahora la correspondencia y los movimientos de dinero de la monitoreada Organización Naval. El primero de una serie de telegramas descritos como “proponiendo las medidas necesarias en apoyo al motín de Kronstadt en Rusia” enviado el 25 de febrero de 1921, le daba instrucciones a un agente para que recibiera “400 libras esterlinas y las envíe en dos cheques a Helsinki, que necesita el dinero a principios de marzo” (Russkaia voennaia emigratsiia 20-x—40-x godov [La emigración militar rusa entre los años 20 y los años 40], Volumen I [Moscú: Geya, 1998]).

    Aunque los apologistas de “izquierda” del motín no tienen otra alternativa que reconocer que los imperialistas saludaron el levantamiento, dicen que los amotinados mismos no tenían nada que ver con los imperialistas ni con los blancos. A los anarquistas les encanta citar el editorial del 6 de marzo de 1921 del Izvestia del CRP que presenta una fachada de oposición alerta a los blancos: “Ojo avizor. No permitamos que los lobos en piel de cordero se acerquen al puente de mando” (citado en Avrich, Op. cit.); pero hoy sabemos que dos días después de publicada esta nota editorial, el CRP, a espaldas de los marineros, le dio la bienvenida a toda una jauría de estos lobos, incluyendo a un correo del centro administrativo eserista, un agente de los servicios especiales finlandeses, dos representantes de la monárquica Organización de Combate de Petrogrado y cuatro oficiales de los blancos, entre ellos Vilken.

    Vilken y otro oficial, el general Yavit, estaban ahí formalmente como parte de una delegación de tres personas de la “Cruz Roja” enviada desde Finlandia por el agente del Centro Nacional G.F. Tseidler. Según el detallado informe que Tseidler envió a la sede de la Cruz Roja rusa, una cubierta de los blancos, la delegación fue invitada inmediatamente a asistir a una sesión conjunta del CRP y de oficiales del estado mayor, en la que se llegó a un acuerdo sobre el aprovisionamiento de Kronstadt. Según relata Tseidler, cuando un miembro del CRP cuestionó “si el CRP tenía derecho a aceptar la ayuda propuesta sin antes consultar con el público que lo había elegido” ya que podía verse como una prueba de haberse “vendido a la burguesía”, se le respondió con la línea de que “no podemos tener asambleas de masas continuamente” (Tseidler, “Actividad de la Cruz Roja en la organización de la ayuda en provisiones a Kronstadt”, 25 de abril de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia).

    Otras evidencias de las maquinaciones de la derecha llevadas a cabo a espaldas de los marineros provienen de un artículo de 1922 publicado en un periódico de la emigración de Finlandia por el miembro desilusionado del CRP, Alexander Kupolov. Este artículo causó furor entre los guardias blancos de Finlandia; subsecuentemente, Kupolov regresó a la Rusia soviética donde fue arrestado y luego liberado tras acceder a trabajar para la Cheka. Kupolov escribió:

    “Viendo que Kronstadt se estaba llenando de agentes de la organización monárquica, el CRP emitió una declaración de que no entraría en negociaciones con ningún partido no socialista ni aceptaría su ayuda.

    “Pero si el CRP emitió esta declaración, Petrichenko y el estado mayor trabajaron secretamente en contacto con los monárquicos y prepararon el terreno para el derrocamiento del comité...”

    —Kupolov, “Kronstadt y los contrarrevolucionarios rusos en Finlandia: De las notas de un antiguo miembro del CRP” Put’, 4 de enero de 1922; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia

    Según Kupolov, Vilken también ofreció “una fuerza armada de 800 hombres”, que el CRP, “tomando en cuenta el estado de ánimo de la guarnición, decidió por mayoría no aceptar”.

    Otro miembro del CRP, un anarquista llamado Perepelkin, dijo en su interrogatorio de la Cheka que a él le había molestado la prominencia de Vilken en el motín. Según el presidente regional de la Cheka en Petrogrado, N.P. Komarov, Perepelkin dijo:

    “Y ahí vi al antiguo comandante del Sevastopol, el barón Vilken, con quien yo había navegado. Y era él a quien el CRP había reconocido como el representante de la delegación que venía a ofrecernos ayuda. Esto me enfureció. Convoqué a todos los miembros del CRP y les dije, de modo que así están las cosas, es ésa la gente con la que tenemos que tratar. Petrichenko y los demás se me echaron encima, diciendo ‘Cuando no tengamos comida ni medicamentos —que se van a terminar el 21 de marzo—, ¿vamos a rendirnos sin más a los conquistadores? No habría otra salida.’, dijeron. Yo dejé de discutir y dije que aceptaría la propuesta. Y al segundo día recibimos 400 puds de comida y cigarrillos. Los que ahora llamaban por mutua amistad con el barón de los blancos, ayer gritaban que estaban por el poder soviético.”

    —Komarov, Acta estenográfica del Soviet de Petrogrado, 25 de marzo de 1921; reproducido en Ibíd.

    Vilken instó al CRP a que se pronunciara por la Asamblea Constituyente. Komarov informa haberle preguntado a Perepelkin: “¿Y si al día siguiente el barón les hubiera exigido no sólo la demanda de la Asamblea Constituyente, sino la dictadura militar? ¿Cómo hubieran respondido ustedes?” Perepelkin contestó: “Lo admito, ahora puedo declarar francamente que también lo hubiéramos aceptado: no teníamos otra salida.” ¡Ésta era la “tercera revolución”!

    Vilken se quedaría en Kronstadt, básicamente parte de la dirigencia operativa junto con Petrichenko y el estado mayor, hasta el final. Incluso fue invitado a dirigirse a una asamblea de la tripulación de su antigua nave, el Sevastopol, el 11 de marzo. El propio Tseidler (junto con el representante político de Wrangel en Finlandia, el profesor Grimm) fue elegido para representar a Kronstadt como el gobierno del territorio liberado de Rusia. Uno de los primeros actos de la “República Independiente de Kronstadt” ¡fue una transmisión de radio felicitando a Warren G. Harding por su toma de posesión como presidente de Estados Unidos! Este mensaje fue interceptado y reportado a la sesión del 9 de marzo del X Congreso del Partido Bolchevique, que entonces se reunía en Moscú (citado en Shchetinov, introducción a Kronshtadtskaia tragediia).

    En 1938, Trotsky escribió: “La lógica de la lucha habría dado predominancia a los extremistas en el fuerte, es decir, a los elementos contrarrevolucionarios. La necesidad de provisiones habría hecho a aquél directamente dependiente de la burguesía extranjera y de sus agentes, los emigrantes blancos. Todos los preparativos necesarios para este fin se estaban elaborando” (Trotsky, “Alarma por Kronstadt”). Los archivos confirman esto completamente.

    La escuela anarquista de falsificación

    Como hemos señalado, muchos de los anarquistas que actualmente defienden a Kronstadt se apoyan en la obra del académico israelí Israel Getzler. La página web Infoshop, por ejemplo, presenta un panfleto exhaustivamente antileninista de más de cien páginas sobre Kronstadt, en el que afirma: “El testimonio de los anarquistas ha sido confirmado por la investigación posterior, mientras que las aseveraciones trotskistas han sido destruidas una y otra vez” (“¿Qué fue la rebelión de Kronstadt?”, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sin fecha). Veamos: Getzler declama pomposamente que “la duda sobre la espontaneidad de la revuelta, que por seis décadas ha preocupado a la historiografía del movimiento de Kronstadt, ha quedado resuelta...al menos en mi opinión” (“The Communist Leaders’ Role in the Kronstadt Tragedy of 1921 in the Light of Recently Published Archival Documents”, Revolutionary Russia, junio de 2002). Todo esto porque el comisionado de la Cheka Agranov escribió, basándose en la muy limitada evidencia que estaba disponible en los días que siguieron al motín, que “esta investigación no ha podido probar que el motín haya sido precedido por la actividad de organización contrarrevolucionaria alguna operando entre el mando de la fortaleza o que fuera obra de los espías de la Entente [imperialista]” (Agranov, Informe al Presidium de la Cheka, 5 de abril de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia).

    Leyendo el artículo de Getzler, uno no se entera de que Kronshtadtskaia tragediia también incluye un crucial informe de la Guardia Blanca que ni siquiera existía al momento de la investigación inicial de la Cheka. En él, el general G.E. Elvengren, representante militar de Wrangel en Finlandia, afirma categóricamente que había una operación blanca organizada en Kronstadt y explica por qué se decidió estallar el motín antes de que el hielo se derritiera:

    “La clave está en que los marineros de Kronstadt (la organización local conectada con la organización más amplia), al enterarse del inicio de un movimiento en Petrogrado y de su escala, lo tomaron por un levantamiento general. No queriendo quedarse pasivamente en los márgenes, decidieron, a pesar del calendario acordado, ir a Petrogrado en el rompehielo Ermak y tomar su sitio junto a los que ya hubieran salido. En Petrogrado, rápidamente se orientaron y vieron que las cosas no eran como ellos esperaban. Tuvieron que regresar a Kronstadt rápidamente. El movimiento en Petrogrado se había acabado, las cosas estaban tranquilas, pero ellos —los marineros— que ya estaban comprometidos ante los comisarios, sabían que serían reprimidos y decidieron dar el siguiente paso, usando el aislamiento de Kronstadt para anunciar su ruptura con el poder soviético y de forma independiente llevar a cabo el levantamiento que se habían visto forzados a iniciar.”

    —Elvengren, Informe al Comité de Evacuación Ruso en Polonia, no después del 18 de abril de 1921; reproducido en Ibíd.

    Haciendo caso omiso del documento de Elvengren, Getzler cita del testimonio de los participantes unos cuantos extractos aislados sobre la espontaneidad. Estas citas son, por decir lo menos, tendenciosamente seleccionadas. Getzler cita a Anatoly Lamanov, un editor de Izvestia del CRP. Lamanov era un nombre importante del motín porque en 1917 había sido presidente del Soviet de Kronstadt y por tanto encarnaba la supuesta continuidad con el Kronstadt Rojo. Tras su arresto, Lamanov dijo a la Cheka: “El motín de Kronstadt me tomó por sorpresa. Lo consideré un movimiento espontáneo” (Actas del interrogatorio de la Cheka a Anatoly Lamanov, 19 de marzo de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). Esta declaración la cita Getzler, pero lo que no cita es la admisión del propio Lamanov, unas cuantas oraciones después del fragmento de arriba, de que, después de una reunión delegada del 11 de marzo en la que participó Vilken:

    “Cambié de opinión respecto al movimiento, y desde ese punto ya no lo consideré espontáneo. Hasta la toma de Kronstadt por las tropas soviéticas, yo había pensado que el movimiento había sido organizado por eseristas de izquierda. Tras haberme convencido de que el movimiento no era espontáneo, dejé de simpatizar con él. Seguí tomando parte en la Izvestia sólo debido a mis temores de que el movimiento se precipitara a la derecha...

    “Ahora estoy firmemente convencido, más allá de toda duda, de que guardias blancos, tanto rusos como extranjeros, tomaron parte en el movimiento. El escape a Finlandia me convenció de esto. Ahora considero que mi participación en el movimiento fue un error estúpido e imperdonable.”

    —Actas del interrogatorio de la Cheka a Anatoly Lamanov, 19 de marzo de 1921, reproducido en Kronshtadtskaia tragediia

    Antes de “resolver” —en su opinión— la cuestión de la espontaneidad del motín, en 1983 Getzler ya había anunciado con similar fanfarria que disponía de “datos históricos indisputables” que refutaban las afirmaciones bolcheviques respecto a que la composición social de la guarnición de Kronstadt había cambiado drásticamente entre 1917 y 1921 (Getzler, Kronstadt 1917-1921: The Fate of a Soviet Democracy [Kronstadt 1917-1921: El destino de una democracia soviética], Cambridge: Cambridge University Press, 1983). El artículo de Infoshop afirma que los “descubrimientos [de Getzler] son concluyentes”. ¿Qué tan concluyentes? En una nota a pie de página, Getzler cita esta fuente como su evidencia:

    “Ver: Pujov, ‘Kronshtadt i baltiiskii flot pered miatezhom’ [Kronstadt y la Flota del Báltico antes del motín] para datos referentes al año de nacimiento (y no de enlistamiento) de los marineros que servían en la Flota del Báltico el 1º de enero de 1921, lo que sugiere que al menos 80 por ciento eran veteranos de la revolución de 1917.”

    —Getzler, Kronstadt 1917-1921

    Nosotros examinamos el artículo de Pujov. Éste no infirió a partir de las edades de los marineros el que hayan estado en Kronstadt en 1917...sino precisamente lo contrario. Pujov concluyó:

    “En apenas dos años, la Flota del Báltico fue sistemáticamente reabastecida de personal con elementos marginales, desorganizados y desclasados, lo que determinó poderosamente la degeneración del personal y la transformación de su perfil político y social hasta el punto de que, para el comienzo de 1921, era irreconocible.”

    —A.S. Pujov, “Kronstadt y la Flota del Báltico antes del motín de 1921”, Krasnaia Letopis’, 1930, No. 6

    Pujov explicaba que los elementos proletarios de la Flota del Báltico proporcionaron una constante “reserva de combatientes firmes que pelearon con valentía excepcional en las etapas más difíciles de la revolución victoriosa”, enviados a “los frentes más peligrosos de la Guerra Civil y a los puestos de avanzada más exigentes” de la nueva administración estatal; pero esta reserva tenía límites, y quienes los remplazaron fueron atraídos a Kronstadt precisamente porque no estaba cerca del frente y porque ofrecía mejor comida y mejor ropa que el Ejército Rojo. Desde 1918, los refuerzos de la flota eran reclutados voluntariamente, a través de un Buró de Empleos especial y también mediante campañas de reclutamiento organizadas directamente por los comités de los buques:

    “El libre acceso de voluntarios a la flota y la mentalidad de camarilla partisana con la que los Comités de Buques reunieron a su tripulación llevaron en última instancia a que elementos de clase ajena se filtraran dentro de la flota... Al lado de jóvenes obreros y viejos marinos centrados en su dedicación a la flota y ansiosos de trabajar por el fortalecimiento de una flota roja y socialista, frecuentemente había estudiantes de bachillerato y de escuela vocacional, simples niños de mamá de la antigua nobleza, los hijos de especuladores, personajes de pasado turbio y demás. Es típico de este periodo que S. Petrichenko, el futuro ‘líder’ del motín de Kronstadt, llegara a ‘servir’ en calidad de oficinista.”

    — Ibíd.

    Cuando la flota recurrió a la conscripción, “los viejos marineros que ahora eran reconscriptos [originalmente conscriptos bajo el zarismo] vinieron, en su abrumadora mayoría, de las aldeas, donde ya se las habían arreglado para ‘campesinizarse’” (Ibíd.). Finalmente, conforme la escasez de tripulantes llegaba hasta el 60 por ciento a finales de 1920, la Flota del Báltico empezó a recibir refuerzos “calificados” del Ejército Rojo:

    “Conscientemente o no, el Ejército Rojo envió a sus soldados de peor reputación. En particular, estaban entre ellos los antiguos desertores, los indisciplinados, etc. En otras palabras, el Ejército Rojo envió a quienes encontraba prescindibles o indeseables en las unidades de reserva. Y la flota se vio obligada a aceptar estos refuerzos ‘calificados’ pues necesitaba gente desesperadamente.”

    — Ibíd.

    Getzler también afirma, una vez más con el apoyo entusiasta de Infoshop, que de los 2 mil 28 tripulantes del Petropavlovsk y el Sevastopol cuyo año de reclutamiento se conoce, “apenas unos 137 marineros, es decir, el 6.8 por ciento, fueron enlistados entre 1918-21 (incluyendo a los tres que fueron enlistados en 1921) y ellos eran los únicos que no habían estado ahí durante la revolución de 1917.” La única prueba de esto que Getzler presenta es una lista de tripulantes de febrero de 1921 citada en S.N. Semanov, Likvidatsiia antisovetskogo Kronshtadtskogo myatezha 1921 goda (La supresión del motín antisoviético de Kronstadt de 1921; publicado originalmente en Voprosy istorii, 1971, No. 3). También hemos examinado las listas de Semanov, y lo que éstas indican es cuándo se enlistaron los tripulantes, pero no dónde servían en 1917. La evidencia indica que, en su gran mayoría, las tripulaciones de 1921 no estaban formadas por veteranos del Kronstadt de 1917. Por ejemplo, en su obra inédita Kronshtadt, mart 1921 g., Yuri Shchetinov muestra que la tripulación del Petropavlovsk se había reducido, para finales de 1918, de cerca de mil 400 a apenas 200; la mayoría de los remplazos no fueron veteranos de Kronstadt, sino conscriptos —antiguos tripulantes de las marinas de guerra, mercante y pluvial— que tras la revolución habían renunciado en lugar de enlistarse voluntariamente en la recién constituida Armada Roja: “Entre los movilizados, no pocos habían servido en el Mar Negro y las Flotas del Norte, donde, en comparación con la Flota del Báltico, la influencia de los eseristas y los anarquistas era marcadamente mayor” (Shchetinov, Kronshtadt, mart 1921 g.).

    En su introducción a Kronshtadtskaia tragediia, Shchetinov afirma categóricamente: “Sólo en 1920, diez mil marineros y soldados del Ejército Rojo, de una fuerza de 17 mil, fueron remplazados por conscriptos.” Y una autoridad no menor que el kadete y miembro del CRP Iván Oreshin, en un artículo de una publicación del exilio de 1924, confirmó “la línea oficial bolchevique” (como diría Getzler):

    “Los marineros ya no eran los mismos de 1917-1918. El prestigio revolucionario que tenían se había perdido desde hacía mucho. Se habían vuelto perezosos y habían perdido el osado entusiasmo con el que habían disuelto la Asamblea Constituyente. Muchos habían regresado a sus hogares en las aldeas y habían visto con sus propios ojos las ruinosas condiciones que los bolcheviques habían traído. Se habían vuelto contra su propio poder.”

    —“El levantamiento de Kronstadt y su significado”, 6 de junio de 1924, reproducido en Kronshtadtskaia tragediia

    Finalmente, Paul Avrich también nos deja claro que los amotinados de 1921 no eran los del Kronstadt rojo de 1917: “Aunque los marinos...negaban todo prejuicio antisemita, no hay duda de que el resentimiento contra los judíos era frecuente entre los marineros del Báltico, muchos de los cuales venían de Ucrania y las fronteras occidentales, las regiones clásicas del virulento antisemitismo ruso” (Avrich, Kronstadt 1921). El director de Izvestia, Lamanov, admitió que el veneno antisemita respecto a que los judíos habían “asesinado a Rusia” estaba tan extendido —y que “con bastante frecuencia los autores traían escritos de esta clase”— que él asumió la tarea de “bloquear toda propaganda antisemita” (Nuevas actas del interrogatorio de Anatoly Lamanov, 25 de marzo de 1921, reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). Estos artículos de Izvestia, ya depurados, fueron más tarde usados como “prueba” de las intenciones revolucionarias de los amotinados por Volin y otros apologistas anarquistas quienes —para usar las palabras de Trotsky— “citan las proclamas de los insurgentes como predicadores píos citando las Sagradas Escrituras” (“Alarma por Kronstadt”, 15 de enero de 1938).

    El papel de Trotsky durante la crisis de Kronstadt

    Mucho antes del estallido de Kronstadt, los líderes bolcheviques tenían claro que el régimen del “comunismo de guerra” ya había dejado de ser efectivo. Tras meses de discusión, la Nueva Política Económica (NEP) fue formalmente adoptada en el X Congreso del Partido, que se reunió mientras el motín ardía. Ya en febrero de 1920, Trotsky había propuesto remplazar las requisiciones forzosas de grano con un impuesto que el gobierno pudiera cobrar en forma de productos agrícolas —un “impuesto en especie”—, el núcleo de la NEP. En ese momento su propuesta fue rechazada, y Trotsky respondió buscando ejecutar y extender el “comunismo de guerra” con un celo militar-administrativo exacerbado, argumentando de manera fraccional que los sindicatos soviéticos se fusionaran con el aparato estatal para administrar la economía. Esta propuesta se basaba en la suposición de que, en un estado obrero, las organizaciones elementales de defensa obrera, como los sindicatos, eran en el mejor de los casos superfluos, y en el peor, palancas al servicio del tipo de resistencia económica y burocrática retrógrada que él había enfrentado como comandante del Ejército Rojo durante la Guerra Civil.

    Así inició Trotsky la “disputa sindical” que dividió al partido en vísperas de su X Congreso. Lenin llevó la lucha contra Trotsky y sus aliados a una discusión partidista más amplia. Como escribimos:

    “Lenin estaba en lo correcto al insistir que en las condiciones concretas que entonces prevalecían en la Rusia soviética los sindicatos eran órganos necesarios para la defensa de la clase obrera, no sólo en contraposición a la mayoría campesina con la que estaba aliada, sino también contra el real abuso burocrático por parte del estado soviético mismo...

    “Le pareció a Lenin que Trotsky, con su previo celo fraccional y su indiferencia a la protección de las masas fuera del partido contra la naciente burocracia, se estaba lanzando como vocero de la creciente capa burocrática.”

    —“Trotsky y la Oposición de Izquierda rusa”, Spartacist No. 31, agosto de 2001

    Trotsky perdió mucha autoridad, quedando vulnerable frente a sus oponentes internos como Zinóviev (y Stalin).

    En su artículo de julio de 1938 sobre Kronstadt, Trotsky respondió a la repetida calumnia de que él personalmente había derramado la sangre de los amotinados. Trotsky recordó que había ido a Moscú para el Congreso, y que no salió de ahí mientras duraron los sucesos de Kronstadt. De hecho, Trotsky sí fue por cuatro días de Moscú a Petrogrado empezando el 5 de marzo. Ese día publicó un ultimátum exigiéndoles a los marineros la rendición incondicional. También organizó un nuevo mando bajo Mijaíl Tujachevsky para la supresión de la revuelta. Tras el fracaso del primer asalto de Tujachevsky a Kronstadt el 7-8 de marzo, Trotsky se apresuró de vuelta a Moscú para arengar a los delegados del Congreso. Hasta ahí llegó su papel directo en el sofocamiento del motín. Trotsky explicó:

    “La verdad de la cuestión es que personalmente no tuve la más mínima participación en el aplastamiento de la rebelión de Kronstadt ni en la represión que siguió a ella. Pero para mí este hecho no tiene significación política. Yo era miembro del gobierno y consideré necesario sofocar la rebelión, por lo tanto, asumo responsabilidad por la represión...

    “¿Qué pasó que no fui personalmente a Kronstadt? El motivo fue de naturaleza política. La rebelión estalló durante la discusión de la así llamada cuestión ‘sindical’. El trabajo político en Kronstadt estaba totalmente en manos del comité de Petrogrado, a la cabeza del cual estaba Zinóviev. El mismo Zinóviev era el jefe más incansable y el líder más apasionado en la lucha contra mí en la discusión.”

    —Trotsky, “Algo más sobre la represión de Kronstadt”, 6 de julio de 1938

    Zinóviev se aprovechó demagógicamente de la posición equivocada de Trotsky en la cuestión sindical para inflamar sentimientos contra éste y contra sus aliados, entre ellos el comandante de la Flota del Báltico, F.F. Raskólnikov. El 19 de enero de 1921, Trotsky participó en un debate público en torno a la disputa sindical ante 3 mil 500 marinos de la Flota del Báltico. “El personal de comando de la flota fue aislado y aterrorizado”, recordó Trotsky (Ibíd.). Los “marineros petimetres y bien alimentados, comunistas de nombre solamente” votaron en un 90 por ciento por la posición de Zinóviev. Trotsky continuó:

    “La abrumadora mayoría de marineros ‘comunistas’ que apoyaron la resolución de Zinóviev, tomaba parte en la rebelión. Consideré, y el Buró Político no tuvo objeciones, que las negociaciones con los marineros, y en caso de necesidad, su pacificación, deberían estar en manos de aquellos dirigentes que apenas ayer tenían la confianza política de estos marineros. De otra manera, la gente de Kronstadt asumiría el asunto como si yo hubiese tomado ‘venganza’ sobre ellos por haber votado en contra mía durante la discusión del partido.”

    —Ibíd.

    En “The Truth About Kronstadt”, John G. Wright reconoce que, en la medida en que el comisario zinovievista de la Flota, Kuzmin, y los demás líderes comunistas locales no reconocieron la gravedad del peligro que se gestaba en Kronstadt, “facilitaron el trabajo de los contrarrevolucionarios de usar las dificultades objetivas para lograr sus fines”. Pero Wright señala que lo que estaba en juego era la contraposición fundamental de dos campos de clase: “Ninguna otra cuestión puede tener sino una importancia secundaria. Que los bolcheviques pudieron haber cometido errores de carácter general o concreto no altera el hecho de que defendieron las conquistas de la revolución proletaria frente a la reacción burguesa (y pequeñoburguesa).”

    Revolución vs. contrarrevolución

    El gran crimen de los bolcheviques, desde el punto de vista de sus críticos “democráticos”, fue el haber triunfado. Por primera vez en la historia, una clase oprimida y desposeída tomó el poder y lo conservó, demostrando en la práctica que el proletariado puede realmente gobernar. De eso se ha tratado siempre el “clamor sobre Kronstadt”.

    Los anarquistas de Infoshop se burlan con desprecio del “‘principio leninista’ (‘inviolable para todo bolchevique’) de que ‘la dictadura del proletariado se realiza y sólo puede realizarse mediante la dictadura del partido’” (“¿Qué fue la rebelión de Kronstadt?”). En su lugar enarbolan la consigna de Kronstadt: “Todo el poder a los soviets y ningún poder a los partidos”. Este intento de contraponer los intereses de la clase, organizada en soviets, con los de su vanguardia revolucionaria, organizada en un partido leninista, es típico de los toscos prejuicios antidirigencia de los anarquistas. Si alguna vez hubo un ejemplo que probara que el poder obrero depende de la firme dirección de una vanguardia comunista —la “dictadura del partido”, si prefieren— ése fue Kronstadt en 1921. La simple verdad, es que todas las otras tendencias del movimiento obrero, ya fueran mencheviques o anarquistas, ¡apoyaron la contrarrevolución!

    En un estado obrero estable, los leninistas favorecemos plenos derechos democráticos para todas las tendencias políticas que no busquen un derrocamiento violento de la dictadura proletaria. Esto incluye reconocer la posibilidad de que los comunistas pierdan una votación en los organismos soviéticos. Pero la acosada república obrera rusa de 1918-22 era todo menos estable, y si los bolcheviques se hubieran hecho a un lado para ser remplazados por elementos socialdemócratas, populistas o anarquistas, muy pronto tanto los bolcheviques como sus oponentes pequeñoburgueses hubieran tenido que enfrentar el pelotón de fusilamiento de los blancos.

    La supresión de Kronstadt ganó tiempo para que el exangüe estado obrero soviético revitalizara su economía y a su clase obrera —reinstalando así las condiciones para una vibrante democracia soviética— y pudiera luchar para que la revolución proletaria triunfara en otras partes. De haber resultado en una victoria proletaria, la oportunidad revolucionaria que se dio en la industrializada Alemania dos años después habría tenido una importancia decisiva para el futuro no sólo de la Rusia soviética, sino de la revolución socialista mundial (ver: “Rearmando al bolchevismo: Una crítica trotskista de Alemania 1923 y la Comintern”, Spartacist No. 31, agosto de 2001). Alimentada por la derrota en Alemania, una capa burocrática dentro del partido y el aparato estatal soviéticos usurpó el poder político de manos del proletariado y su vanguardia bolchevique.

    El carácter internacional de la revolución proletaria es ajeno a la mentalidad pequeñoburguesa y provinciana del anarquismo. En su diatriba de 1945, el anarquista ruso Volin condena al régimen bolchevique por enviar a los rojos de Kronstadt de 1918 “dondequiera que la situación se volvía incierta, amenazadora o peligrosa” y por movilizarlos para “predicarle a los campesinos la idea de la solidaridad, el deber revolucionario y, en particular, la necesidad de alimentar a las ciudades” (The Unknown Revolution). Esto, según se queja Volin, formaba parte de un “esquema maquiavélico” para “debilitar, empobrecer y agotar” a Kronstadt. El que Volin subordine los intereses de la revolución en toda Rusia —y ya no digamos en el mundo— a la supuesta integridad de Kronstadt, subraya el idiota parroquialismo inherente a la concepción anarquista de las “comunas federadas” autónomas.

    En nuestra reseña de Kronstadt 1921 de Avrich, preguntamos: “¿Cuál es la respuesta anarquista al bloqueo de los aliados, las minas de carbón inundadas, las vías férreas destrozadas y los puentes dinamitados, etc., con la consecuencia de que no había nada que darles a los campesinos a cambio de su grano?” (Workers Vanguard No. 195, 3 de marzo de 1978). Los imperialistas y los blancos trataron de clavar una cuña para separar al gobierno obrero de las grandes masas campesinas. Los bolcheviques, que contaban con recursos limitados y ninguna industria a gran escala, tuvieron que hacer concesiones al campesinado y al comercio y producción manufacturera a pequeña escala. La NEP no podía ser sino una retirada temporal y tenía sus propios peligros, como quedó claro cuando los envalentonados kulaks, los campesinos más ricos, se rebelaron unos años después.

    Como liberales idealistas, los anarquistas son expertos en evadir las cuestiones materiales concretas que tendrá que enfrentar la revolución obrera. Los autores de Infoshop reconocen, al menos en el papel, la dura situación que entonces enfrentaba la Rusia revolucionaria. Con gran desenvoltura, afirman que la clave para reconstruir el país era la participación de la clase obrera y el campesinado en “organizaciones de clase libres, como sindicatos y soviets libremente elegidos” (“¿Qué fue la rebelión de Kronstadt?”). Ya hemos visto lo que los “soviets libres” de los anarquistas habrían significado en la práctica: un retorno al dominio blanco y una “dictadura militar temporal”.

    En “Sobre el impuesto en especie”, Lenin expuso la ceguera del menchevique de izquierda Yuli Mártov:

    “Cuando Mártov declara en su revista de Berlín que Kronstadt no sólo propugnaba consignas mencheviques, sino que dio pruebas de que es posible la existencia de un movimiento antibolchevique que no sirva íntegramente a los guardias blancos, a los capitalistas y terratenientes, representa precisamente un modelo de fatuo Narciso pequeñoburgués. ¡Cerremos simplemente los ojos para no ver que todos los verdaderos guardias blancos saludaron a los amotinados de Kronstadt y recolectaron, por intermedio de los bancos, fondos para ayudar a Kronstadt! Miliukov tiene razón si se le compara con los Chernov y Mártov, ya que revela la verdadera táctica de la verdadera fuerza de los guardias blancos, de la fuerza de los capitalistas y terratenientes: ¡Apoyemos a cualquiera, incluso a los anarquistas, a cualquier Poder soviético, con tal de derrocar a los bolcheviques, con tal de desplazar el poder!...del resto nos encargaremos ‘nosotros mismos’, los Miliukov, ‘nosotros’, los capitalistas y terratenientes, echando a guantadas a los anarquistoides, a los Chernov y Mártov.”

    El penetrante análisis de Lenin fue complementado por una resentida confirmación del otro lado de la línea de clases, el vocero de Wrangel, general A.A. Von Lampe. Sin estar cegado por las mistificaciones pequeñoburguesas de Mártov, este burgués con conciencia de clase señaló sarcásticamente en su diario cómo The Truth About Kronstadt de los eseristas estaba “lleno de justificaciones para que no se fuera a pensar, ni lo mande Dios, que los marineros estaban bajo la influencia de sus antiguos oficiales” (citado en Shchetinov, introducción a Kronshtadtskaia tragediia). “Los eseristas no entienden que en semejante lucha lo que hace falta son medidas severas y decididas” y concluye: “Parece que, queriéndolo o no, uno debe coincidir con Lenin respecto a que en Rusia sólo puede haber dos tipos de poder: la monarquía o el comunismo.”

    Lo que la burguesía y sus lacayos, desde los mencheviques hasta Infoshop, no pueden perdonar es que Lenin y Trotsky sí hayan aplicado medidas decididas contra el motín de Kronstadt. El proletariado tiene una eterna deuda con los mil 385 soldados y comandantes del Ejército Rojo que dieron sus vidas, y con los 2 mil 577 que fueron heridos, defendiendo al joven estado obrero soviético. La evidencia histórica recientemente reunida en Kronshtadtskaia tragediia plantea una poderosa acusación contra los lacayos de la contrarrevolución que difamaron a esos mártires revolucionarios.

    Spartacist (edición en español) No. 34

    SpE No. 34


    Noviembre de 2006

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