El famoso caso de la Biston betulariaPublicado por
Emilio Cervantes el 10 marzo, 2011
Imagen tomada de The New York Times. Le acompaña esta leyenda:
Las polillas moteadas
Los experimentos que tenían por objeto mostrar la evolución en acción – que las polillas oscuras se hicieron más comunes cuando el hollín de las fábricas ennegreció los árboles – pueden haber sido amañados. Las fotografías son engañosas: las polillas estabn muertas, clavadas en los árboles.
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Llama la atención encontrar entre las páginas del New York Times dedicadas a fraudes científicos unas fotografías de la Biston betularia. Aunque albergaba muchas dudas al respecto, ignoraba que el ejemplo clásico de la evolución por selección natural fuese ya considerado un fraude.
Citado en muchos libros sobre evolución, el ejemplo consistía en que mariposas de la especie Biston betularia, por efecto de la contaminación se habrían vuelto oscuras camuflándose así mejor de sus predadores en el fondo oscuro de las cortezas de los árboles. Aunque nunca ha sido válido como tal ejemplo de evolución, ya que en el mejor de los casos las mariposas, cambiando de color, seguían perteneciendo a la misma especie, el caso sigue siendo citado a menudo y sus correspondientes imágenes se encuentran en muchos libros de evolución y de biología.
Entre las páginas del New York Times, un artículo indica que se trata de un fraude. Se trata del artículo titulado “La polilla que falló“. Escrito por Paul Raeburn, es un comentario del libro titulado “De polillas y hombres. Una historia evolutiva: La historia no contada de la Ciencia y la polilla moteada”, por Judith Hooper.
Traduzco a continuación el artículo.
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La polilla que falló
Por Paul Raeburn
Publicado: 25 de agosto 2002
Comentario del libro “De polillas y hombres. Una historia evolutiva: La historia no contada de la Ciencia y la polilla moteada”
Por Judith Hooper.
Ilustrado. 377 pp Nueva York: W. W. Norton & Company. $ 26.95
Era la historia que daba la razón a Darwin. Se inició en Inglaterra, durante la Revolución Industrial, cuando el humo negro comenzó a verter de las chimeneas de las fábricas. El aire se hizo tan espeso de hollín y suciedad que las madres, se dijo,”casi no podían distinguir los contornos de sus hijos en la calle.” La lluvia ácida empapaba los bosques cercanos, despojando a los troncos de sus líquenes pintados, dejándolos desnudos y casi negros.
Al mismo tiempo, lepidopterólogos británicos, sobre todo un grupo de aficionados, notó un cambio en la polilla moteada. La variedad moteada típica fue siendo rápidamente sustituida por una forma inusual negra, especialmente en las zonas contaminadas de los Midlands industriales. Como los bosques oscuros bajo los cielos sucios, también las polillas se oscurecieron. Las polillas típicas moteadas – que habían sido casi invisibles en los troncos de los árboles no contaminados, cubiertos de líquenes – podrían convertirse en presa fácil para los pájaros hambrientos al verlas en los troncos pelados de los árboles oscuros. Tal vez las polillas oscuras, menos visibles en los bosques contaminados, eran una adaptación, la evidencia de la selección natural en acción. Desde Darwin, los biólogos habían estado buscando un ejemplo de evolución en acción. Ahora pensaban tenerlo.
La idea de que la selección natural podría explicar el aumento de las polillas oscuras se sugirió en el siglo XIX. Pero no fue probada hasta 1953, cuando EB Ford, biólogo de Oxford, contrató a un lepidopterólogo aficionado, HBD Kettlewell, para salir al campo y averiguar lo que estaba sucediendo. Kettlewell, médico, y coleccionista de polillas desde niño, aprovechó la oportunidad de abandonar su práctica médica y dedicarse a su afición a tiempo completo.
Cargaba lámparas de vapor de mercurio y trampas de polilla por la campiña inglesa, donde liberó miles de polillas para supervisar su supervivencia. Los experimentos fueron difíciles, pero en dos años Kettlewell tenía las pruebas que Ford estaba buscando. En las zonas industriales, las aves habían devorado las polillas del abedul típicas, dejando a las polillas oscuras. Eso explica por qué la población de polillas oscuras iba en aumento. Y lo contrario sucedió en los bosques nativos – las polillas oscuras eran devoradas, sobreviviendo las típicas.
”Era el baile de la selección natural”, Judith Hooper escribe en ”De polillas y de hombres.” Los experimentos se abrieron paso en todos los libros de texto de Evolución, reproduciendo un par famoso ahora, de aparentemente indiscutibles fotografías en blanco y negro. En una de ellas, una polilla oscura es notablemente evidente en el tronco de un árbol cubierto de líquenes, mientras que una flecha señala una polilla moteada casi invisible cerca. En la otra, la polilla moteada reluce como un faro en el tronco de un árbol oscuro, desnudo, y la polilla oscura queda perfectamente oculta.
Allí estaba: la selección natural en acción. Darwin tenía razón. Fin de la historia. Pero, lamentablemente, como demuestra Hooper, no fue el final de la historia. En los últimos años ha quedado claro que las pruebas en que la historia se apoya son tan frágiles como las alas de una mariposa. Los experimentos de Kettlewell no demostraron nada. El ejemplo más famoso de la evolución en acción ahora debe convertirse en el más infame.
Kettlewell fue al el bosque conociendo los resultados que quería, y no se dio por vencido hasta que los obtuvo. El experimento se realizó bajo condiciones muy artificiales. Polillas crecidas en laboratorio se colocaron en los árboles en posiciones nada naturales, en el momento equivocado de día. Kettlewell mismo decidió qué polillas se ocultaban de forma segura de las aves y cuáles no. Era tan hábil en el campo que incluso sus críticos podrían decir que pensaba como una polilla. Pero nadie creía que pudiese ver como un pájaro. ”No pemitimos experimentos de esta clase nunca más”, dice Ted Sargent, profesor emérito de biología en la Universidad de Massachusetts, Amherst, y el crítico más severo de Kettlewell.
Sargent no sugiere que Kettlewell hubiese mentido o engañado. En la desesperación de Kettlewell para tener éxito, y para complacer a Ford, simplemente podría haber visto lo que quería ver. ”Hay muchas maneras sutiles para seducirte a ti mismo”, dijo Sargent. El libro tan acertadamente titulado de Hooper trata tanto de los hombres como de las polillas. Los personajes de esta trágica historia fueron algunos de los científicos más brillantes de Gran Bretaña. Pero ese brillo se vio socavado por la ambición fría que les llevó a su vez a apoyarse el uno en el otro hasta, tal vez, incluso manipular los resultados de los experimentos. Hooper nos muestra sus fallos, pero con gentileza y respeto, creando un retrato conmovedor y compasivo de Ford, Kettlewell y los demás en este drama de décadas de duración.
La figura más simpática aquí es Kettlewell. Ford lo llevó a Oxford, porque él era el mejor lepidopterólogo de campo que Ford conocía. Ford tenía como misión demostrar la importancia de la selección natural en la teoría de Darwin. Pero Kettlewell nunca fue aceptado en Oxford. No tenía los grados académicos necesarios, ni podía competir en las, a menudo, crueles justas intelectuales, comunes en los comedores universitarios. ”Fue el mejor naturalista que he conocido, y casi el peor científico profesional que he conocido”, dijo un colega.
La vida personal de Kettlewell se derrumbó mientras se esforzaba por cumplir con las exigencias crecientes impuestas sobre él por parte de Ford, cuya fama debe mucho a su análisis de los experimentos de Kettlewell. Ford le agotó. Kettlewell, un hipocondríaco, cada vez más comenzó a sufrir de enfermedades reales: episodios recurrentes de bronquitis, neumonía, pleuresía y la gripe, junto con problemas de corazón. En 1978, se cayó de un abedul en una expedición de recolección, rompiéndose la espalda. Nunca se recuperó. Más que nada, Kettlewell quería ser aceptado como miembro de la Royal Society. Ford lo propuso tres veces, pero de manera tal que se aseguró de que Kettlewell no sería aceptado.
Kettlewell murió el 11 de mayo de 1979. El Dictionary of Scientific Biography dice que”al parecer” se debió a una sobredosis de un analgésico. Pero los colegas de Kettlewell sabían que su muerte no fue un accidente, dice Hooper. Muchos obituarios expresaron su enorme cariño, “todo el mundo lo quería”, dijo uno. Todos, excepto Ford, así fue. Informado de que Kettlewell se había suicidado, Ford lo llamó cobarde.
La historia de la polilla, como Hooper muestra, no es lo que parecía. Tampoco está resuelta. Las polillas oscuras prácticamente han desaparecido, pero el debate continúa. ”En el fondo estaba la ciencia imperfecta, una metodología dudosa e ilusiones”, Hooper escribe. ”Agrupado alrededor de la polilla moteada hay un conjunto de ambiciones humanas, y auto-engaños compartidos entre algunos de los biólogos evolutivos más famosos de nuestra época”.
Paul Raeburn, escritor senior de Business Week, es el presidente de la Asociación Nacional de Escritores Científicos.