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    Terapia de choque para el Servicio Nacional de Salud Británico

    Xisco
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    Terapia de choque para el Servicio Nacional de Salud Británico Empty Terapia de choque para el Servicio Nacional de Salud Británico

    Mensaje por Xisco Lun Feb 07, 2011 11:59 am

    Artículo premonitorio de lo que puede ocurrir en el Estado Español.

    Kaos. Internacional | CAS Madrid


    http://www.kaosenlared.net/noticia/terapia-choque-para-servicio-nacional-salud-britanico




    Se llama “la doctrina del shock” o choque, y tiene su origen en la Universidad de Chicago hace ya más de cincuenta años. Está diseñada por un grupo de economistas encabezados por el ideólogo de derechas Milton Friedman. Friedman y sus seguidores tenían una fe casi religiosa en una utopía de mercado libre no reglamentado al estilo “laissez faire” y su idea era sencilla; la mejor forma de implantar la privatización de todo el sistema e instaurar un mercado libre sin restricciones en cualquier esfera es a través del caos. Aunque en sus orígenes se trata de una teoría académica, es una metodología que se ha puesto en marcha de forma práctica en numerosas ocasiones al rededor del mundo en los últimos años. Pero con consecuencias desastrosas en cada ocasión. Pero a pesar de todo, las pruebas no bastan para disuadir a los fanáticos.

    Justo después de la caída de la Unión Soviética, estos mismo economistas viajaron al antiguo bloque comunista y aconsejaron a Yeltsin de que el sistema necesitaba “terapia de choque”. Lo convencieron para que vendiera la práctica totalidad de las industrias estatales de un sólo golpe. Incluso Thatcher tardó once años en privatizar una parte relativamente pequeña de la economía del Reino Unido, pero los rusos – siguiendo el camino marcado por la terapia de choque – lo hicieron de la noche a la mañana, emitiendo bonos de participación a los ciudadanos. De repente, los rusos de a pie perdieron estabilidad laboral, ingresos provenientes del estado, prestaciones y pensiones, y en su lugar iban por ahí con unos certificados que para ellos no significaban nada. Así que empezaron a venderlos a precio de ganga a las pocas personas dentro de ese sistema (antiguos miembros de la KGB o funcionarios del Partido Comunista) que tenían algo de dinero. Y así, prácticamente de la noche a la mañana, nació toda una clase de Oligarcas. Desde entonces, es bien sabido que Rusia ha estado plagada por la desigualdad y por la corrupción inevitable que se produjo ante un estado tan mutilado.

    La historia moderna está llena de otros ejemplos de cómo se ha implementado la doctrina del choque. En el periodo posterior al huracán Katrina, en el que unas 2,000 personas perdieron la vida y muchos miles más perdieron sus hogares, escuelas y medio de sustento, los ideólogos del mercado libre volvieron a la carga. El Friedmanite American Enterprise Institute se mostró entusiasmado de que “Katrina conseguiría en un sólo día… lo que algunos reformistas llevaban años queriendo hacer en las escuelas de Louisiana.” Insistieron en que, en lugar de dedicar una parte de los miles de millones de dólares dispuestos para la reconstrucción de Nueva Orleáns en reconstruir y mejorar el sistema de educación pública existente, el gobierno debería ofrecer bonos a las familias que éstas pudieran canjear en instituciones privadas. Los profesores de la escuela pública advirtieron de que el plan de Friedman suponía una “apropiación de tierras de la educación pública”. Al observar lo que a luces vistas parecía ser una estrategia deliberada, la periodista Naomi Klein acuñó la frase “capitalismo de desastre,” en el sentido de que se aprovechan los acontecimientos catastróficos para organizar ataques a lo público. Este fenómeno lo describió con todo detalle en su excelente libro, “La doctrina del shock”. Klein da ejemplos del uso de esta doctrina en lugares tan diversos como Chile e Irak, y lo que muchos economistas del mercado libre han descubierto desde entonces es que, en vez de esperar a que ocurra un desastre, también es posible crear las condiciones ideales para ese tipo de revolución.

    Trabajando en el Servicio Nacional de Salud Británico (NHS) hoy en día, he sido testigo de primera mano de la absoluta confusión - que en algunos sectores se aproxima al pánico puro y duro- que han causado las declaraciones recientes del gobierno. Han posicionado a los Centros de Atención Primaria como compradores dentro del sistema – los que deciden de forma ordenada qué servicios deberían comprar a los hospitales en nombre de los médicos de cabecera. Estas decisiones de planificación estratégica son importantes ya que mueven miles de millones de libras. De la noche a la mañana, el gobierno se ha propuesto eliminarlas de un plumazo y conceder todos sus poderes a los médicos de cabecera. No han descrito cómo los médicos de cabecera – que no cuentan con formación alguna en contabilidad o gestión – van a poder asumir esta función. No han ofrecido ninguna pista sobre cómo podrían aunar fuerzas los médicos para lograr esto. Puesto que los llamados “consorcios de médicos de cabecera” pueden ser tan grandes o tan pequeños como quieran, se ha producido un gran revuelo entre los médicos de cabecera que hacen todo lo posible por asociarse con otros médicos de distintos municipios y localidades, sin saber muy bien por dónde mirar.

    Ya se han empezado a desmantelar los centros de atención primaria, y en Londres hay una sangría continua de funcionarios sin futuro cierto, dejando tras de sí una administración bajo mínimos que tendrá que determinar por sí sola como distribuir los miles de millones en gastos. El Presidente del Colegio de Médicos se ha referido a los cambios propuestos como el fin del NHS tal y como lo conocemos. El BMA y el Royal College of Nursing, así como varios colegios de especialistas se han pronunciado en contra de esta medida. El llamamiento a introducir estas medidas de manera gradual y empezar con una serie de programas pilotos ha caído en oídos sordos. Nadie sabe seguro cómo funcionará, ni hasta qué punto perjudicará la calidad del cuidado que reciben los pacientes. Incluso las mismas personas que estarán a cargo de poner en marcha semejante y tan repentino cambio están ya totalmente perplejos.

    Esto es así porque es como se supone que tiene que ser. Es un choque planificado.Mientras tanto, el sector privado espera tras los bastidores, con un desfibrilador metafórico. Las grandes empresas de seguros con base en Estados Unidos – bajo la amenaza de ver diezmados sus beneficios por la nueva ley de salud universal de Obama- tienen las miras puestas en el mercado de sanidad del Reino Unido que está a punto de estallar, y se les está cayendo la baba. El vacío que se está creando se está creando para ellos. Los médicos de cabecera las contratarán para encargarse de estas compras en su nombre, ya que, por causas ajenas a su propia voluntad, claramente carecen de la formación y capacidad para encargarse ellos. Y a partir de ese momento esas mismas entidades privadas no tardarán en contratarse a si mismas como proveedores en vez de contratar a las Centros del NHS, muchos de los cuales tarde o temprano irán a la quiebra. El gobierno, de hecho, se propone manipular el mercado a favor de estas empresas al exigir que cada contrato se conceda mediante un proceso de licitación. Esto significa que, aunque exista un Centro de alto rendimiento y la población local esté contenta con él, aún así tendrán que volver a someterse de forma periódica al proceso de licitación de los compradores, quienes tendrán la obligación legal de incluir a organizaciones del sector privado como parte del proceso.

    Someter a los hospitales a la inestabilidad del proceso de licitación podría tener consecuencias desastrosas. Yo mismo he visto como sucedía esto. Habrá enormes fluctuaciones en el número de empleados ya que los médicos y enfermeras, ante la duda de si sus organizaciones sobrevivirán o no, empezarán a moverse de un proveedor a otro- tal y como suelo ocurrir en otros sectores como, por ejemplo, la banca. Esto podría destruir la continuidad de los cuidados así como la prestación de servicios en hospitalización y salas de urgencias, ya que estos servicios dependen de la disponibilidad de número estable de empleados las 24-horas del día. Podría ser peligroso que empezaran a cerrar los hospitales, no ya por dejar de proporcionar un servicio adecuado, sino por haber perdido algún proceso de licitación a favor de proveedores del sector privado que recorten sus costes para poder entrar en el mercado del Reino Unido, y esto podría suponer el colapso del servicio de atención sanitaria secundaria para todo el área local.

    Por eso el modelo de mercado libre sin restricciones no es aplicable a la sanidad, y por eso la experiencia de EEUU ha llevado a un muy reñido alejamiento de la mercantilización. Por este mismo motivo, si se les pidiera a los ciudadanos que votaran por esta medida, jamás lo harían. De hecho, en las últimas elecciones está claro que no lo hicieron. La proclama del partido Conservador con su compromiso de “no llevar a cabo grandes reestructuraciones” dio justo la impresión contraria. La única forma de conseguir una privatización tan drástica es provocar un choque intenso y agudo al sistema. Nick Boles, el Diputado del partido Conservador y partidario de Cameron, lo puso así de crudo: “En nuestro léxico, ‘caótico’ es algo bueno”. Friedman estaría orgulloso. Como él mismo solía decir: “sólo una crisis- real o percibida- produce un cambio real.”

    Esto no es realmente caos, sino incompetencia. Es caos adrede.

    Traducido por Eva Obregón para CAS

    http://www.casmadrid.org/index.php?idsecc=noticias&id=2398&titulo=noticias


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