Se considera una autoridad natural toda aquella que regula los fenómenos que observamos en la naturaleza de cuya relación es posible sacar una serie de leyes que se verifican. Dicha autoridad no proviene de ningún ser vivo o divino sino que es propio de la naturaleza y por tanto mantienen una coherencia y el equilibrio del mundo material.
Una autoridad artificial es aquella que es impuesta a base de coacción física o psicológica por un ser material o divino. Dado que es creada como arma por un ser con capacidad de decisión, el objetivo que le da no es más que el de dominación. Se considera toda autoridad artificial a aquella que se funda en leyes, tradiciones o dogmas para explicar una relación de hechos e implantar un orden diferente al orden natural. Así pues la autoridad es usada para justificar un orden en las sociedades humanas y su relación con el entorno natural con el fin de garantizar la supervivencia de aquellos que quieren vivir del trabajo ajeno.
La autoridad artificial, al contrario de la natural, es posible ser desobedecida y destruirla. Una autoridad artificial solo puede existir por la fuerza quitando la libertad del resto de individuos mediante una serie de normas llamadas leyes. Dichas leyes están encaminadas a mantener un orden artificialmente impuesto y contrario al orden natural. A parte de las leyes, existen una serie de prejuicios, costumbres y otras normas morales que se han ido creando a lo largo de la historia que en cuyo caso “sujetan” a aquel desdichado ser obligándolo indirectamente a seguir el orden establecido y, por lo tanto, el mantenimiento de la autoridad artificial. Pero si uno se para a pensar que dicha relación entre individuos, de subordinación y se cuestione el orden impuesto sabrá que existe la opción de desobedecerla. A partir de entonces, la autoridad artificial se ve amenazada.
La desobediencia es la oposición a la imposición de dicha autoridad artificial. Cuando uno sabe que si toma las riendas de su propia vida y pueda convivir con sus semejantes, verá que es innecesaria esa autoridad que controla a la sociedad y que es fruto de, por un lado de una minoría oportunista que quiere vivir del trabajo ajeno y por otro, la de la sumisión de otros. La rebeldía es la reacción natural hacia un orden inviable y establecido a la fuerza por coacción física y psicológica. Pero resulta de nuevo inútil si se pretende derrocar esa autoridad artificial imponiendo otra, porque supondría cambiarlo todo para que siga igual.
La existencia de la autoridad artificial implica en sí un desequilibrio de la sociedad e incluso de su relación con la naturaleza. Por lo tanto, la naturaleza de esa autoridad tiende a corromper a aquellos que la usan y a degradar y embrutecer a aquellos que se someten a ella sea voluntaria o involuntariamente. Es por eso que el rechazo a esa autoridad es una reacción natural que busca restablecer el orden natural: la anarquía.
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