Aclaraciones sobre el fascismo desde un auténtico punto de vista marxista-leninista; Equipo de Bitácora (M-L), 2017
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«Desde la óptica que atañe a los marxista-leninistas, ¿cuál es la diferencia más palpable entre un régimen fascista o democrático-burgués?
La diferencia más palpable entre la democracia-burguesa y la abierta dictadura terrorista del fascismo: el marxista-leninista es perseguido en ambas pero en la segunda forma el marxista-leninista ni siquiera tiene la formalidad de ser respetado en la legalidad teórica en los periodos más «suaves» del régimen. Así mismo en el Estado y gobierno fascista la ideología anticomunista es potenciada hasta ser uno de los rasgos fundamentales de su propaganda y que lejos de esconder se agita con orgullo fascista, prohibiéndose todo tipo de difusión que de textos o simbología que suene ligeramente a marxismo, mientras que en la democracia-burguesa la ideología comunista y su simbología acorde no suele estar prohibida por lo general, incluso la propia ideología anticomunista del régimen intenta ser mucho más sutil y siempre se presenta bajo un manto liberal «democrático», es más se intenta equiparar fascismo y comunismo bajo la excusa del llamado «totalitarismo» contraponiéndolos al régimen liberal demorático-burgués y sus valores. En el régimen democrático burgués bajo el parlamento es el pivote donde se justifican todos los engaños y estafas a las clases trabajadoras, donde emanan las leyes, mientras que el fascismo aunque puede mantener un parlamento e incluso ciertas organizaciones legales, este es meramente decorativo en el sentido más literal de la palabra, las leyes emanan no del legislativo sino del ejecutivo, en caso de existir parlamento sus diputados son elegidos por el ejecutivo y sus propuestas solo tienen validez si son refrendadas por la camarilla fascista o el líder fascista que domina el ejecutivo. El tema del uso o no del parlamentarismo, en los regímenes fascistas depende tanto del gusto de los gobernantes fascistas, como de la fuerza que tengan en caso de que quieren disolver el parlamento burgués, o de si creen que el parlamento les puede servir como una baza democrática que les sea beneficioso.
¿En qué podemos diferenciar la democracia burguesa del fascismo?
El fascismo es la radicalización absoluta de la dictadura de la burguesía en su expresión de la lucha de clases burguesa, dicho de otro modo: mientras la democracia burguesa es una etapa de «reposo» relativo siendo la forma política natural para la burguesía donde mejor puede explotar a los trabajadores mientras justifica su régimen político de cara a las masas, el fascismo es una etapa ofensiva donde la burguesía cree que debe establecerlo para «recuperar el terreno perdido» o «evitar que se le escape la situación de las manos» y rectificar algo que no está funcionando como debería según sus intereses, en el debe hacer mayores esfuerzos demagógicos para defender la legitimidad del régimen por su evidente carácter misantrópico más pronunciado.
La máxima preocupación de la burguesía es que el proletariado y el resto de masas trabajadoras produzcan para mantener sus superganancias o pagar sus deudas a terceros, si siente una amenaza para sus intereses económicos por cuestiones de huelgas, sabotajes, y una creciente organización de los trabajadores, es muy posible que en este caso tanto la burguesía nacional como internacional anime al fascismo en ese país como salida para hacer volver a restituir el «estado normal» de las cosas.
El fascismo con su movimiento político y milicias armadas llega a las instituciones de la democracia burguesa y aplica desde ella un proceso de fascistización –proceso que ya podía haber sido iniciado por otros partidos burgueses forzados por la situación y temiendo por sus intereses–, y de ahí hasta institucionalizar el cambio. Pero no es la única posibilidad, puede que el movimiento fascista a falta de apoyos sociales o flexibilidad táctica en sus alianzas llegue al poder ganándose al ejército y perpetrando un golpe, con el que a partir de una junta militar en el poder intente ganarse un respaldo social a base de promesas y demagogia, o intente darle un mayor toque ideológico y unificador a su proyecto creando un partido que aúne a los golpistas con el fin de seducir mejor a la gente.
Ha de aclararse que históricamente dentro de los países fascistas a veces se ha intentado aplicar las dos variantes de metodología defensiva y ofensiva sin perder la esencia fascista: etapas donde se intentaba aparentar una estructura represiva y coercitiva más relajada, cierta legalidad hacia algunas organizaciones de la oposición, celebración de elecciones, pero también otras etapas con sucesivas ilegalizaciones, mayor índice de coerción, realizados abiertamente para intimidar al pueblo y sus acciones revolucionarias.
El llamado «terrorismo de Estado» es algo que recordemos no solo se ha aplicado en el fascismo sino también en la democracia burguesa a nivel sobre todo encubierto, y en general como vimos la represión no es sinónimo de un gobierno fascista sino también de la democracia burguesa, ni lo uno ni lo otro es definitorio de fascismo.
Si bien el parlamentarismo democrático-burgués presupone la pugna de las fracciones de la burguesía sin demasiadas colisiones, con el fascismo no se presupone el fin de las luchas internas de la burguesía, al revés, debe decirse que su lucha se vuelve más violenta alcanzándose incluso choques armados entre sus filas con una frecuencia inusitada, golpes en los que la otra fracción queda puesta en fuera de todo juego de poder, la causa de estas pugnas tan violentas no solo es por mero arribismo, sino también entre elementos de la burguesía que quieren pasar a formas más coercitivas y entre otros que desean adoptar formas de dominación más relajadas o directamente liberalizar el régimen, estas disputas no son discusiones académicas sobre la forma de gobernar sino que son en algunos momentos discusiones muy serias, pues tomar una decisión y otra puede depender de que el sistema burgués salga mejor o peor parado en cada ocasión.
A esto hay que añadir una cuestión que normalmente se suele olvidar dentro del movimiento marxista-leninista: el régimen socialfascista –en este caso un régimen que sus dirigentes oportunistas presentan como socialista pero revisa los axiomas marxista-leninistas y establece un régimen capitalista de tipo fascista–. El revisionismo cuando accede al poder generalmente se ha valido de métodos democrático-burgueses de dominación política pero también socialfascistas, sobre todo cuando necesitaba usurpar y purgar a los dirigentes de un partido marxista-leninista en el poder o cuando a su llegada al poder no podía mantener una forma de dominación más liberal y laxa. En las experiencias en que el socialfascismo ha usurpado los regímenes socialistas ha sido a causa de que se han infiltrado en el partido comunista y lejos de combatirse sus desviaciones nacionalistas y derechistas se han ido afianzando hasta dar un golpe de gracia a la dirigencia y las masas adormecidas. La variante revisionista socialfascista se ha valido tanto del uso del unipartidismo como del multipartidismo, siendo este último un multipartidismo que se diferencia del democrático-burgués en que los partidos de oposición son tolerados siempre que no pongan en tela de juicio al partido revisionista en el poder, no hay por tanto cambios de partidos en el gobierno. El socialfascismo puede verse en la encrucijada de que pese a toda la parafernalia que monta sobre el multipartidismo y el lema burgués del pluralismo político en realidad los poderes están concentrados en manos de una junta o de un caudillo. El socialfascismo suele valerse del ejército y favorecer una casta militar para asegurarse su fidelidad, las fracciones burguesas en pugnan recurre a él tanto para resolver luchas de clanes como para reprimir a la clase obrera. El socialfascismo cumple con la paradoja que suele permitir asociaciones e ideas políticas altamente reaccionarias e incluso religiosas pero niega la conformación de asociaciones políticas y la publicidad de las ideas marxista-leninistas. El socialfascismo en lo político no puede dejar de tener su reflejo en el resto de campos: con unas políticas económicas belicistas y socialimperialista o neocolonialista y una política entreguista pese a su verborrea –dependiendo del grado de desarrollo de fuerzas productivas–, bajo la consigna interna de necesario entendimiento entre la burguesía revisionista y los obreros por el bien del pretendido bien colectivo, en una cultura abiertamente chovinista e incluso racista, con una literatura y el arte burgués nacionalista enfocado a una alteración de la historia nacional, casi fantasiosa.
Los movimientos antifascistas pese a tener grandes inclinaciones progresistas e incluso revolucionarias no son garantía de éxito en la lucha contra el fascismo debido a su carácter ecléctico en lo ideológico: la cuestión antifascista, como la cuestión nacional, de género y otras no tendrá una garantía de éxito sino es conducida desde una perspectiva marxista-leninista. En los frentes antifascistas con otras organizaciones no marxistas, lejos de primar la piedad con los conceptos y prácticas antifascistas antimarxistas, debe prevalecer la crítica a los cabecillas de estas organizaciones, enseñando a su base que conceptos políticos derrotistas, reformistas, utópicos, terroristas, idealistas, pacifistas, skinheads, no tienen nada que ver con un antifascismo consecuente. Que lo único que logra ese antifascismo es bañar a la clase obrera en un charco de sangre.
Entre los círculos intelectuales de la «izquierda» como Podemos se ha vuelto a poner de moda el reflexionar si algunas de las experiencias fueron fascismo o no. Véase las discusiones en el programa de Pablo Iglésias llamado Fort Apache.
Al franquismo se le ha intentado tachar «de régimen sin ideología», de «autoritarismo conservador», de «régimen autoritario», «régimen totalitario», de «dictadura sincrética» y una inifinidad de terminología vacía que en realidad quiere desligar al franquismo de su esencia fascista.
Más allá del intento de lavado de cara, lo cierto es que el fascismo español llamado «nacionalsindicalismo» de José Antonio Primo de Rivera, condensado en el partido Falange Española de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalista (FE de las JONS) fue la ideología adoptada por el franquismo, partido que en 1937 se fusionó con los carlistas de Comunión Tradicionalista (CT) dando lugar al partido único del régimen franquista: Falange Española Tradicionalista y de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), también llamado Movimiento Nacional, al cual se sumaron a la fuerza los militares sin partido o las corrientes más extremistas del catolicismo. Más allá de las guerras internas entre las llamadas familias del régimen y más allá de los intentos del franquismo de barnizar su imagen radical en el momento de la derrota de los países fascistas en la Segunda Guerra Mundial, el fascismo fue la ideología fundamental del régimen franquista como se postuló en los artículos de la famosa Ley de Principios del Movimiento Nacional de 1958, que era básicamente una adaptación de algunos de los 9 puntos fundamentales de Falange Española creados en 1933. Véase nuestro documento «¿Acaso el fascismo español falangista era realmente una «tercera vía» entre capitalismo y comunismo?» de 2014. De igual modo los cargos y las materias relacionadas con la cuestión ideológica del movimiento siempre estuvieron bajo manos de los falangistas, incluso en el último periodo de decadencia, algo que no se suele mencionar.
Generalmente quién evita exponer esta documentación y estos clarividentes hechos históricos suelen ser personajes filofranquistas, que intentan embellecer a Franco separándolo de las similitudes con las teorizaciones y prácticas de Primo de Rivera, Hitler o Mussolini, para intentar no crear antipatías hacia él, sabiendo que el público los relaciona al fascismo y las consiguientes connotaciones negativas. De ahí que se haya definido el franquismo de mil maneras menos como es: un fascismo a la española.
¿Qué características tenía el fascismo fundamentalmente según Dimitrov?:
1) Se le puede definir como la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.
2) Su advenimiento no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de clase de la burguesía –la democracia burguesa– por otra, por la dictadura terrorista abierta.
3) El fascismo logra atraerse las masas porque especula de forma demagógica con sus necesidades y exigencias más candentes.
4) El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas.
5) El fascismo especula también con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de justicia y, a veces, incluso con sus tradiciones revolucionarias.
6) El fascismo actúa al servicio de los intereses de los imperialistas más agresivos, pero ante las masas se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido.
7) El fascismo aspira a la más desenfrenada explotación de las masas, pero se acerca a ellas con una demagogia anticapitalista, muy hábil.
El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los elementos más corrompidos y venales, pero se presenta ante él con la reivindicación de un «gobierno honrado e insobornable».
9) El fascismo capta, en interés de los sectores más reaccionarios de la burguesía, a las masas decepcionadas que abandonan los viejos partidos burgueses.
10) Impresiona a estas masas por la violencia de sus ataques contra los gobiernos burgueses, por su actitud irreconciliable frente a los viejos partidos de la burguesía.
¿Y que era el franquismo y las corrientes que dominaban en lo ideológico el régimen? Esto mismo.
No hace falta comentar también a aquellos «ilustrados», historiadores, analistas políticos, catedráticos y demás figuras del espectro de la «izquierda» –keynesianos, estructuralistas, posmodernos y otros– que en pleno siglo XXI todavía pretenden decirnos que el franquismo, franco-falangismo o como quieran llamar al periodo de 1939-1975 no tienen que ver nada con el fascismo, porque según ellos «este rasgo le diferencia de este otro régimen en tal aspecto» o porque «éste otro rasgo está muy pronunciado y no se perfila en estos otros regímenes». Todo no se trata más que de palabrería insulsa, discusiones propias de escolástica moderna para intelectuales aburridos. Estas calificaciones artificiales desorientan y desarman a las masas sobre que es y no es fascismo, pues el franquismo lo cumple en demasía como para volver a debates estériles.
Por tanto hay que entender de una vez que:
«Dejando atrás a todas las demás formas de la reacción burguesa, por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo: Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
Tampoco hay que descuidar la necesidad de poner en tela de juicio las teorías de los ideólogos semianarquistas como se ha venido haciendo en este documento, los cuales, dominados por la metafísica que creen que todo régimen que reprime es automáticamente tachado de fascista –¡como si en la democracia burguesa no se reprimiese!–, mención especial a aquellos que también creen que una vez instaurado el fascismo la burguesía no puede marchar hacia la democracia burguesa para salir de su crisis institucional –así lo creen pese a que se ha demostrado lo contrario en infinidad de países en las últimas décadas–. Estos señores comparten sin duda con los propios fascistas la falta del conocimiento y de escaso dominio de la dialéctica». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)
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La diferencia más palpable entre la democracia-burguesa y la abierta dictadura terrorista del fascismo: el marxista-leninista es perseguido en ambas pero en la segunda forma el marxista-leninista ni siquiera tiene la formalidad de ser respetado en la legalidad teórica en los periodos más «suaves» del régimen. Así mismo en el Estado y gobierno fascista la ideología anticomunista es potenciada hasta ser uno de los rasgos fundamentales de su propaganda y que lejos de esconder se agita con orgullo fascista, prohibiéndose todo tipo de difusión que de textos o simbología que suene ligeramente a marxismo, mientras que en la democracia-burguesa la ideología comunista y su simbología acorde no suele estar prohibida por lo general, incluso la propia ideología anticomunista del régimen intenta ser mucho más sutil y siempre se presenta bajo un manto liberal «democrático», es más se intenta equiparar fascismo y comunismo bajo la excusa del llamado «totalitarismo» contraponiéndolos al régimen liberal demorático-burgués y sus valores. En el régimen democrático burgués bajo el parlamento es el pivote donde se justifican todos los engaños y estafas a las clases trabajadoras, donde emanan las leyes, mientras que el fascismo aunque puede mantener un parlamento e incluso ciertas organizaciones legales, este es meramente decorativo en el sentido más literal de la palabra, las leyes emanan no del legislativo sino del ejecutivo, en caso de existir parlamento sus diputados son elegidos por el ejecutivo y sus propuestas solo tienen validez si son refrendadas por la camarilla fascista o el líder fascista que domina el ejecutivo. El tema del uso o no del parlamentarismo, en los regímenes fascistas depende tanto del gusto de los gobernantes fascistas, como de la fuerza que tengan en caso de que quieren disolver el parlamento burgués, o de si creen que el parlamento les puede servir como una baza democrática que les sea beneficioso.
¿En qué podemos diferenciar la democracia burguesa del fascismo?
El fascismo es la radicalización absoluta de la dictadura de la burguesía en su expresión de la lucha de clases burguesa, dicho de otro modo: mientras la democracia burguesa es una etapa de «reposo» relativo siendo la forma política natural para la burguesía donde mejor puede explotar a los trabajadores mientras justifica su régimen político de cara a las masas, el fascismo es una etapa ofensiva donde la burguesía cree que debe establecerlo para «recuperar el terreno perdido» o «evitar que se le escape la situación de las manos» y rectificar algo que no está funcionando como debería según sus intereses, en el debe hacer mayores esfuerzos demagógicos para defender la legitimidad del régimen por su evidente carácter misantrópico más pronunciado.
La máxima preocupación de la burguesía es que el proletariado y el resto de masas trabajadoras produzcan para mantener sus superganancias o pagar sus deudas a terceros, si siente una amenaza para sus intereses económicos por cuestiones de huelgas, sabotajes, y una creciente organización de los trabajadores, es muy posible que en este caso tanto la burguesía nacional como internacional anime al fascismo en ese país como salida para hacer volver a restituir el «estado normal» de las cosas.
El fascismo con su movimiento político y milicias armadas llega a las instituciones de la democracia burguesa y aplica desde ella un proceso de fascistización –proceso que ya podía haber sido iniciado por otros partidos burgueses forzados por la situación y temiendo por sus intereses–, y de ahí hasta institucionalizar el cambio. Pero no es la única posibilidad, puede que el movimiento fascista a falta de apoyos sociales o flexibilidad táctica en sus alianzas llegue al poder ganándose al ejército y perpetrando un golpe, con el que a partir de una junta militar en el poder intente ganarse un respaldo social a base de promesas y demagogia, o intente darle un mayor toque ideológico y unificador a su proyecto creando un partido que aúne a los golpistas con el fin de seducir mejor a la gente.
Ha de aclararse que históricamente dentro de los países fascistas a veces se ha intentado aplicar las dos variantes de metodología defensiva y ofensiva sin perder la esencia fascista: etapas donde se intentaba aparentar una estructura represiva y coercitiva más relajada, cierta legalidad hacia algunas organizaciones de la oposición, celebración de elecciones, pero también otras etapas con sucesivas ilegalizaciones, mayor índice de coerción, realizados abiertamente para intimidar al pueblo y sus acciones revolucionarias.
El llamado «terrorismo de Estado» es algo que recordemos no solo se ha aplicado en el fascismo sino también en la democracia burguesa a nivel sobre todo encubierto, y en general como vimos la represión no es sinónimo de un gobierno fascista sino también de la democracia burguesa, ni lo uno ni lo otro es definitorio de fascismo.
Si bien el parlamentarismo democrático-burgués presupone la pugna de las fracciones de la burguesía sin demasiadas colisiones, con el fascismo no se presupone el fin de las luchas internas de la burguesía, al revés, debe decirse que su lucha se vuelve más violenta alcanzándose incluso choques armados entre sus filas con una frecuencia inusitada, golpes en los que la otra fracción queda puesta en fuera de todo juego de poder, la causa de estas pugnas tan violentas no solo es por mero arribismo, sino también entre elementos de la burguesía que quieren pasar a formas más coercitivas y entre otros que desean adoptar formas de dominación más relajadas o directamente liberalizar el régimen, estas disputas no son discusiones académicas sobre la forma de gobernar sino que son en algunos momentos discusiones muy serias, pues tomar una decisión y otra puede depender de que el sistema burgués salga mejor o peor parado en cada ocasión.
A esto hay que añadir una cuestión que normalmente se suele olvidar dentro del movimiento marxista-leninista: el régimen socialfascista –en este caso un régimen que sus dirigentes oportunistas presentan como socialista pero revisa los axiomas marxista-leninistas y establece un régimen capitalista de tipo fascista–. El revisionismo cuando accede al poder generalmente se ha valido de métodos democrático-burgueses de dominación política pero también socialfascistas, sobre todo cuando necesitaba usurpar y purgar a los dirigentes de un partido marxista-leninista en el poder o cuando a su llegada al poder no podía mantener una forma de dominación más liberal y laxa. En las experiencias en que el socialfascismo ha usurpado los regímenes socialistas ha sido a causa de que se han infiltrado en el partido comunista y lejos de combatirse sus desviaciones nacionalistas y derechistas se han ido afianzando hasta dar un golpe de gracia a la dirigencia y las masas adormecidas. La variante revisionista socialfascista se ha valido tanto del uso del unipartidismo como del multipartidismo, siendo este último un multipartidismo que se diferencia del democrático-burgués en que los partidos de oposición son tolerados siempre que no pongan en tela de juicio al partido revisionista en el poder, no hay por tanto cambios de partidos en el gobierno. El socialfascismo puede verse en la encrucijada de que pese a toda la parafernalia que monta sobre el multipartidismo y el lema burgués del pluralismo político en realidad los poderes están concentrados en manos de una junta o de un caudillo. El socialfascismo suele valerse del ejército y favorecer una casta militar para asegurarse su fidelidad, las fracciones burguesas en pugnan recurre a él tanto para resolver luchas de clanes como para reprimir a la clase obrera. El socialfascismo cumple con la paradoja que suele permitir asociaciones e ideas políticas altamente reaccionarias e incluso religiosas pero niega la conformación de asociaciones políticas y la publicidad de las ideas marxista-leninistas. El socialfascismo en lo político no puede dejar de tener su reflejo en el resto de campos: con unas políticas económicas belicistas y socialimperialista o neocolonialista y una política entreguista pese a su verborrea –dependiendo del grado de desarrollo de fuerzas productivas–, bajo la consigna interna de necesario entendimiento entre la burguesía revisionista y los obreros por el bien del pretendido bien colectivo, en una cultura abiertamente chovinista e incluso racista, con una literatura y el arte burgués nacionalista enfocado a una alteración de la historia nacional, casi fantasiosa.
Los movimientos antifascistas pese a tener grandes inclinaciones progresistas e incluso revolucionarias no son garantía de éxito en la lucha contra el fascismo debido a su carácter ecléctico en lo ideológico: la cuestión antifascista, como la cuestión nacional, de género y otras no tendrá una garantía de éxito sino es conducida desde una perspectiva marxista-leninista. En los frentes antifascistas con otras organizaciones no marxistas, lejos de primar la piedad con los conceptos y prácticas antifascistas antimarxistas, debe prevalecer la crítica a los cabecillas de estas organizaciones, enseñando a su base que conceptos políticos derrotistas, reformistas, utópicos, terroristas, idealistas, pacifistas, skinheads, no tienen nada que ver con un antifascismo consecuente. Que lo único que logra ese antifascismo es bañar a la clase obrera en un charco de sangre.
Entre los círculos intelectuales de la «izquierda» como Podemos se ha vuelto a poner de moda el reflexionar si algunas de las experiencias fueron fascismo o no. Véase las discusiones en el programa de Pablo Iglésias llamado Fort Apache.
Al franquismo se le ha intentado tachar «de régimen sin ideología», de «autoritarismo conservador», de «régimen autoritario», «régimen totalitario», de «dictadura sincrética» y una inifinidad de terminología vacía que en realidad quiere desligar al franquismo de su esencia fascista.
Más allá del intento de lavado de cara, lo cierto es que el fascismo español llamado «nacionalsindicalismo» de José Antonio Primo de Rivera, condensado en el partido Falange Española de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalista (FE de las JONS) fue la ideología adoptada por el franquismo, partido que en 1937 se fusionó con los carlistas de Comunión Tradicionalista (CT) dando lugar al partido único del régimen franquista: Falange Española Tradicionalista y de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), también llamado Movimiento Nacional, al cual se sumaron a la fuerza los militares sin partido o las corrientes más extremistas del catolicismo. Más allá de las guerras internas entre las llamadas familias del régimen y más allá de los intentos del franquismo de barnizar su imagen radical en el momento de la derrota de los países fascistas en la Segunda Guerra Mundial, el fascismo fue la ideología fundamental del régimen franquista como se postuló en los artículos de la famosa Ley de Principios del Movimiento Nacional de 1958, que era básicamente una adaptación de algunos de los 9 puntos fundamentales de Falange Española creados en 1933. Véase nuestro documento «¿Acaso el fascismo español falangista era realmente una «tercera vía» entre capitalismo y comunismo?» de 2014. De igual modo los cargos y las materias relacionadas con la cuestión ideológica del movimiento siempre estuvieron bajo manos de los falangistas, incluso en el último periodo de decadencia, algo que no se suele mencionar.
Generalmente quién evita exponer esta documentación y estos clarividentes hechos históricos suelen ser personajes filofranquistas, que intentan embellecer a Franco separándolo de las similitudes con las teorizaciones y prácticas de Primo de Rivera, Hitler o Mussolini, para intentar no crear antipatías hacia él, sabiendo que el público los relaciona al fascismo y las consiguientes connotaciones negativas. De ahí que se haya definido el franquismo de mil maneras menos como es: un fascismo a la española.
¿Qué características tenía el fascismo fundamentalmente según Dimitrov?:
1) Se le puede definir como la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.
2) Su advenimiento no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de clase de la burguesía –la democracia burguesa– por otra, por la dictadura terrorista abierta.
3) El fascismo logra atraerse las masas porque especula de forma demagógica con sus necesidades y exigencias más candentes.
4) El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas.
5) El fascismo especula también con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de justicia y, a veces, incluso con sus tradiciones revolucionarias.
6) El fascismo actúa al servicio de los intereses de los imperialistas más agresivos, pero ante las masas se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido.
7) El fascismo aspira a la más desenfrenada explotación de las masas, pero se acerca a ellas con una demagogia anticapitalista, muy hábil.
El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los elementos más corrompidos y venales, pero se presenta ante él con la reivindicación de un «gobierno honrado e insobornable».
9) El fascismo capta, en interés de los sectores más reaccionarios de la burguesía, a las masas decepcionadas que abandonan los viejos partidos burgueses.
10) Impresiona a estas masas por la violencia de sus ataques contra los gobiernos burgueses, por su actitud irreconciliable frente a los viejos partidos de la burguesía.
¿Y que era el franquismo y las corrientes que dominaban en lo ideológico el régimen? Esto mismo.
No hace falta comentar también a aquellos «ilustrados», historiadores, analistas políticos, catedráticos y demás figuras del espectro de la «izquierda» –keynesianos, estructuralistas, posmodernos y otros– que en pleno siglo XXI todavía pretenden decirnos que el franquismo, franco-falangismo o como quieran llamar al periodo de 1939-1975 no tienen que ver nada con el fascismo, porque según ellos «este rasgo le diferencia de este otro régimen en tal aspecto» o porque «éste otro rasgo está muy pronunciado y no se perfila en estos otros regímenes». Todo no se trata más que de palabrería insulsa, discusiones propias de escolástica moderna para intelectuales aburridos. Estas calificaciones artificiales desorientan y desarman a las masas sobre que es y no es fascismo, pues el franquismo lo cumple en demasía como para volver a debates estériles.
Por tanto hay que entender de una vez que:
«Dejando atrás a todas las demás formas de la reacción burguesa, por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo: Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
Tampoco hay que descuidar la necesidad de poner en tela de juicio las teorías de los ideólogos semianarquistas como se ha venido haciendo en este documento, los cuales, dominados por la metafísica que creen que todo régimen que reprime es automáticamente tachado de fascista –¡como si en la democracia burguesa no se reprimiese!–, mención especial a aquellos que también creen que una vez instaurado el fascismo la burguesía no puede marchar hacia la democracia burguesa para salir de su crisis institucional –así lo creen pese a que se ha demostrado lo contrario en infinidad de países en las últimas décadas–. Estos señores comparten sin duda con los propios fascistas la falta del conocimiento y de escaso dominio de la dialéctica». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)
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