"Diez días que estremecieron al mundo" - John Reed

Alguien lo ha lido? Quiero un libro que cuente toda la revolucion bolchvique objetivamente y que no sea burgués (me extraña que el libro esté en paris valencia xd)

El libro lo tengo.No lo he leido es el proximo que leere.Pero Lenin lo recomendo,su esposa tambien.Lei varios libros sobre la Revolucion Rusa y la mayoria recomiendan este libro.Ademas ponen fragmentos y son muy claros y sencillos.Claramente este hombre es un Comunista descidido y claro.Aca hay una biografia y el segundo post habla sobre este libro:

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Un saludo

es muy muy bueno, con mucha info sobre los grandes dias de octubre, fijate tambien en los nombres que menciona, sobre todo para que quede claro quienes eran los que tiraban del carro en octubre.

Tambien recomendaria el libro escrito por su esposa "Seis meses rojos en Rusia"

Las películas "Octubre" y "Rojos" están basadas en ese libro.

Yo empecé a leer el de John Red, pero me recomendaron leer "Cuando amanecerá,Tovarich" , de Jean-Paul Ollivier, y la verdad es que es buenísimo, no es anticomunista ni nada, te cuenta toda la historia, desde los grupos antisistema en los que estaba el hermano de Lenin, lo que hacían, cómo actuaban, como se conocieron Lenin, Trosky, Stalin,etc y toda la historia de la Revolución rusa, no puedo compararlo con el de Jonh Reed porque éste último no lo he leído, pero alguien que sabe mucho y que si lo hizo me recomendó el de Jean Paul Ollivier.
Salud camarada!

Saludos Camaradas me han recomendado el libro y tengo intencion de leerlo, el pero es que me lo a recomendado un "trosko" y me da pereza tengo muchas cosas que hacer como para "perder tiempo con basura revisionista", no digo que lo sea, por eso pido opinion de alguien que lo halla leido.

muchas gracias

Buenas,camaradas. He escrito un artículo sobre el libro en cuestión. Agredecería cualquier respuesta y/o comentario

10 DÍAS QUE ESTREMECIERON EL MUNDO

Leer para ser testigos de Octubre, a través de las páginas de este clásico. Pues ya apenas sí quedarán –lo desconozco- vivos unos pocos de entre las multitudes que protagonizaron esos hechos. ¿O cabría hablar mejor de “estos” hechos? Matiz nada desdeñable en cuanto mide el grado de vivencia y su característica principal: sentirlo presente. Emotivamente y, de un modo teórico: como la primera revolución socialista y proletaria triunfante. Revolución que, pese a su pronta degeneración y colapso reciente, permitiría operar de un modo así: las ideas y hechos enormes que describe el libro pueden tener su prolongación en nuestros días e, incluso, en algunos aspectos, pueden ser superados.

Más que extraño, como apunta Krupskaya, resulta curioso que haya sido un estadounidense quien haya descrito la revolución y la haya “llevado al mundo”, sabiendo que los USA eran ya una potencia imperialista más que emergente. Curiosidad, por otro lado, de un periodista que se habría en-caminado hacia los desiertos y terrenos abruptos de México para captar a Zapata, Pancho Villa y los demás revolucionarios campesinos. Hablamos de John Reed, que, a modo de curiosidad –sentimos insistir con estos términos tan imprecisos- se podría traducir como “Juan El Rojo”… ¡qué mejor nombre para captar la atención! Lenin y Stalin lo habían percibido: sus nombres: Hierro y Acero, respectivamente. Con todo lo de John Reed parece pura casualidad…

El libro nos sorprende con arrebatos de sinceridad y vitalidad como el siguiente: Aún está de moda, después de un año de existencia del régimen soviético, hablar de la revolución bolchevique como de una “aventura”. Pues bien, si es necesario , hablar de aventura, ésta es una de las más maravillosas en que se ha empeñado la humanidad, la que abrió a las masas laboriosas el terreno de la historia e hizo depender todo, en adelante, de sus vastas aspiraciones. La cita no sólo tiene resonancias guevarianas, sino que da cuenta del oficio del autor: periodista, y de su profesión de fe…

He aquí una crónica –o reportaje-. Pero también he aquí un pueblo, un hombre dispuesto a narrar sin tergiversaciones, ni omisiones, de un modo claro algo que otro periodista habría dejado irreconocible… para percibir esto basta con leer el prólogo. Pero avancemos por sobre el elogio temprano: nos encontramos de nuevo ante otra “curiosidad”: el principio de “Diez días…” semeja por su enumeración de partidos –y organizaciones- a la clasificación de tendencias socialistas que se realiza al final del Manifiesto Comunista. De nuevo, no es casualidad: entre tanto desvarío de opciones políticas, producto de intereses de clase y, al mismo tiempo, falta de coherencia o de un análisis acertado es inevitable la desunión más grosera, hasta llegar a la confrontación. ¿De este modo, cómo no iba a triunfar el sistema de partido único? Como casi todo lo que ocurre en política –salvando unos pocos axiomas que son flexibles, además- habrá no pocas excepciones… contra esto siempre se podrá levantar el argumento de que Trotski salió de las filas mencheviques. Sin embargo, parece más bien funcionar al contrario: Trotski puede estar muy acertado; lo poco que lo descalifica es precisamente “su obstinación menchevique”. Mas, quien puede jactarse de lograr una coherencia permanente -¡sí, permanente!- en el terreno de la política?

Interesante nos parece el caso de los socialrevolucionarios de izquierdas, que, como Juan El Rojo nos apunta, llegaron a ser el partido de los campesinos pobres. El libro continúa su aventura detallando las formas organizativas de la revolución, algunas nuevas y espontáneas, otras más antiguas… “lo que se necesitaba era paz, la tierra y el control obrero de la industria”. ¿Es la paz un reclamo y una reivindicación exclusiva de la Revolución de Octubre o se puede extender a las demás revoluciones? El tema de la paz ha sido muy discutido en el seno del movimiento obrero. Toda revolución tiene un componente de lucha, incluso de lucha armada. Pero también un espíritu antimilitarista que se concretaría en tres objetivos: proteger la revolución con el mínimo de muertes y heridos, formar un ejército permanente para esa protección y fabricar tantas armas como se necesiten: también para apoyar otras revoluciones. De no ser así, se cae en cierta “dulzura ingenua y utópica” o, por el contrario, una escalada de violencia que es difícil detener o atajar. En este sentido, los “marxistas revolucionarios” lucharon contra la “pax romana” del periodo imperialista. Allí donde el imperialismo no había mostrado sus garras y abierto sus fauces y allí donde, por supuesto, donde se imponía a las clases más desfavorecidas, enroladas los “ejércitos patrios”, una lucha contra sus hermanos de clase: los soldados rusos se rebelaban contra sus inmediatos superiores, quede como ejemplo.
(Aquí entendemos por “marxistas revolucionarios” a personas como Lenin y Rosa Luxemburgo, blocheviques tanto como espartaquistas, a aquellos que más tarde se dirían comunistas…)

La paz se concretaría en una consigna sencilla: “ni anexiones ni indemnizaciones: derecho de los pueblos a decidir por ellos mismos”. Pero la paz no puede durar mucho si un país es gobernado por la burguesía. John Reed no teme entrevistarse con los grandes capitalistas… uno de estos “eruditos en sociopatías” califica al bolchevismo de enfermedad. Y ciertamente la dictadura del proletariado o la revolución mundial son ideas contagiosas. Vida, valentía, determinación, podrían ser los síntomas de esta enfermedad. La clase obrera del mundo va a comprender –en parte gracias a este libro- que el hambre y el frío son métodos oligárquicos ¡pretendida cura del bolchevismo! Tres factores importantísimos influirán decisivamente en la proyección del soviet más allá de Petrogrado y de Rusia y a través de esto en la primera oleada revolucionaria del socialismo y el proletariado mundial: la discusión abierta en los partidos socialdemócratas, la prensa verdaderamente obrera, y la movilización permanente NO SÓLO DE LOS SECTORES MÁS CONSCIENTES, PERO SÍ MÁS COMBATIVOS.

Los bolcheviques martilleaban cada día con más fuerza la consigna “¡Todo el poder a los soviets!”… valga la metáfora: para segar los testículos del Dios-Crono-Capitalista. Castración. Término. Impedimento a la reproducción capitalista – en el sentido de la represión y explotación, principalmente, pues la ideología continuaría subsistiendo hasta hoy…-. Frustración, falta o carencia que se empecinan en no asumir, ¿qué será para esas otras clases que tienen un destino irrenunciable en los Comités y Consejos? Sin duda una gran pulsión de vida, un im-pulso hacia un futuro, que sin embargo sólo verán a medias (socialismo-comunismo). Entre tanto sonaba ese martilleo de yunque. Abusemos de la metáfora: ¿se daba en el clavo?, ¿sonaban las campanas de un mundo nuevo?, ¿era una obsesión baldía la formación de un Frente Único donde participasen todos los revolucionarios, incluidos los representados por Gorki y los socialrevolucionarios de izquierda?

Al contrario de lo que se piensa, las insurrecciones, esto es (el comienzo de) las revoluciones armadas, las que triunfan, no son un movimiento predominantemente espontaneo. La organización obtiene un papel fundamental. Hay que organizar el grito del pueblo, organizar nuestra rabia, que diríamos inspirados en lemas libertarios… “el Comité Central del partido bolchevique estaba considerando la eventualidad de una insurrección. La noche del 23 [1 de noviembre] se reunió en sesión permanente. Todos los intelectuales del partido, todos los jefes, así como los delegados de los obreros y de la guarnición de Petrogrado, estaban presentes. Entre los intelectuales sólo Lenin y Trotski eran favorables a la insurrección. Incluso los militares se oponían a ella. Se votó. La idea de la insurrección fue derrotada. Entonces se levantó un obrero con el rostro crispado de furor: -Hablo en el nombre del proletariado de Petrogrado- dijo con dureza-. Nosotros estamos por la insurrección. Haced lo que queráis, pero os anuncio que, si dejáis aplastar los soviets, habréis acabado para nosotros (…) la insurrección se puso a votación de nuevo…

…¿y después de la toma del poder, qué? Jueves 8 de noviembre… se trataba de hacer realidad la última consigna “paz, pan, tierra”. Con los soviets ya casi plenamente afirmados, a falta de que, sobretodo, los cosacos se unieran a la revolución. Quedaba, sin embargo, mucho por hacer: “apoderarse de los órganos de gobierno, organizar la ciudad, asegurar la fidelidad de la guarnición, luchar contra la Duma y el Comité de Salvación, contener a los ejércitos alemanes, preparar la lucha contra Kerenski, informar a la provincia, hacer propaganda desde Arkángel a Vladivostok… los funcionarios del Estado y la ciudad se declaraban en rebeldía frente a los comisarios, las oficinas de correos y telégrafos se negaban a asegurar las comunicaciones, los ferrocarriles no respondían a las peticiones de trenes, Kerenski se aproximaba, no se podía confiar enteramente en la guarnición, los cosacos se preparaban para lanzarse al ataque”.

(veamos como define John Reed la personalidad de Lenin: “Aunque no se prestaba mucho, físicamente para ser el ídolo de las multitudes, fue querido y venerado como pocos jefes en el curso de la historia. Un extraño jefe popular, que lo era sólo por la potencia de su espíritu. Sin brillo, sin humor, intransigente y frío, sin ninguna particularidad pintoresca pero con el poder de explicar ideas profundas en términos sencillos, de analizar concretamente las situaciones, y dueño de la mayor audacia intelectual”. La personalidad de Lenin aquí descrita se nos impone como la de un hombre abnegado, que no se da un respiro “que no reserva para sí una gota de su espíritu” que diría Nietzsche. Con todo, no deja de haber cierto vitalismo en Lenin que, al contrario de ese “reflejo de Reed”, gastaba bromas incandescentes y era intransigente, sí: con toda idea y proyecto de liquidación de las aspiraciones revolucionarias y, en general, con toda idea irracional. Acerca de esa supuesta intransigencia de Lenin o los bolcheviques, cabe observar que, después del 7 de noviembre dejaron libres a muchos contrarrevolucionarios activos y saboteadores. ¿Dónde queda aquí ese supuesto “dogma” de intransigencia dictatorial, de autoritarismo ciego, de obcecación pseudo-revolucionaria? Más resolutos podrían haber sido contra aquellos que trataban de dar marcha atrás con el proyecto socialista…

De un modo latente la guerra civil estaba haciendo presencia desde junio-julio, pero ahora parecía que esas fuerzas, declaradamente anti-bolcheviques, iban en serio… si no triunfó la contrarrevolución, al menos en un primer momento, fue a la neutralidad y posterior compromiso de los soldados. Si esa neutralidad hubiera derivado, por cualquier incoherencia, temeridad o desvarío de los bolcheviques, en una alianza con el Comité de Salvación de Kerenski y compañía, ahora posiblemente no hablaríamos de la experiencia soviética del mismo modo. Los soldados no eran belicistas: QUERÍAN LA PAZ. “Los pueblos en rebelión echan por tierra todos los conceptos del arte militar”, nos dice Reed. Nosotros diremos, además, que los bolcheviques reinventan la política y son capaces de ceder parte del poder para asegurar lo que ya comenzaba a ser “patria del proletariado”.

Derrotada la segunda intentona de guerra civil, todos aguardaban al Congreso Campesino. Las gentes humildes del campo constituían un 80% de las fuerzas potencialmente revolucionarias. Una dictadura de los obreros de las ciudades no se podría sostener.

10 días… un redondeo que hará historia

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Hay en el Foro un tema desde donde se accede al link de descarga de "10 días que estremecieron al mundo":

"10 días que estremecieron al mundo" - libro de John Reed - escrito entre 1918 y 1919 - edición del Instituto cubano del libro en el 50º aniversario de la Revolución de Octubre

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