El marxismo y la cuestión nacional vasca
Una de las más importantes razones por las que somos marxistas-leninistas es la extraordinaria precisión con la que el MARXISMO-LENINISMO permite comprender (y además transformar en un sentido democrático y liberador) la cuestión nacional, que atraviesa de manera central a todas las clases y toda la vida de Euskal Herria.
A la vista del avance de las ideas y de las propuestas cada vez mas derechistas, que afecta a antiguos militantes marxistas, hoy derrotados y arrepentidos, queremos rescatar los planteamientos CENTRALES de la ideología revolucionaria de la clase obrera ante la cuestión nacional.
Además, queremos analizar brevemente la cuestión nacional vasca a la luz de estos planteamientos. Pensamos que es fundamental que las masas populares y las organizaciones que integran el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) además de toda la clase obrera y todo el Pueblo, hagan suyos, como de una brújula en la montaña o de un radar en el mar, estas ideas, este método y estos valores a la hora de afrontar de manera democrática este problema tan central.
I ¿QUÉ DICEN LOS AUTORES MARXISTAS SOBRE LA CUESTION NACIONAL?
A) Marx y Engels
Marx y Engels son los primeros en unir la liberación de las clases y sectores oprimidos por la explotación económica y la liberación de las naciones sojuzgadas. Muchos anticomunistas interpretan torcidamente la frase del Manifiesto Comunista “los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen” (El Manifiesto del Partido Comunista. Hay muchas ediciones disponibles. Nosotros hemos empleado la de las Obras Escogidas de Progreso, Moscú, 1973, p. 127).
Bajo el capitalismo l@s obrer@s no tienen ni patria ni poder ni medios de producción ni nada; son la clase oprimida y para liberarse deben “en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, elevarse a la condición de clase nacional”. Marx y Engels aspiran a sociedades donde la Nación no se identifique con las castas gobernantes o con oligarquías poderosas, sino con la clase trabajadora. Vuelve a repetir esta idea central en otra de sus obras: “El desarrollo del proletariado industrial está condicionado, en general, por el desarrollo de la burguesía industrial. Bajo la dominación de ésta, adquiere aquél una existencia a escala nacional QUE PUEDE ELEVAR SU REVOLUCION A REVOLUCION NACIONAL” (Las luchas de clases en Francia de 1840 a 1850, Progreso, Moscú, 1979, p. 38).
Aboliendo el capitalismo explotador se abole la opresión nacional: “En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra. Al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones, desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí”. Estas frases geniales sitúan a sus autores entre los pensadores más destacados de la libertad nacional. Pero no se limitaron a escribirlas. Lucharon activamente durante toda su vida en contra de la opresión de las naciones sojuzgadas de su época a manos de los grandes imperios. En un congreso de la I Internacional Obrera en 1866 Marx defiende una Polonia independiente de Rusia. Engels en 1882 escribe que Polonia debe dejar de estar sometida y dividida para que su clase obrera pueda desarrollarse.
El escritor comunista inglés Ralph Fox, que murió combatiendo heroicamente contra los franquistas españoles en las Brigadas Internacionales, escribió que “ningún historiador burgués ha ofrecido jamás una visión tan real y terrible de este proceso de despoblamiento de todo un país (Irlanda), la tentativa de exterminio completo de una gran nacionalidad, como lo ha hecho Marx... ¿Qué ocurría en Irlanda? Marx lo explica muy claramente. Un nuevo y gigantesco proceso de saqueo. En el siglo XVII, el pueblo irlandés estaba sufriendo el saqueo por los colonialistas ingleses de sus propiedades en su propia tierra. A mediados del siglo XIX continuaban siendo saqueados, y además, a fines de siglo, más de la mitad obligados a abandonar para siempre su país...
En los años 50, Marx hizo que se conociera ampliamente la postura de Irlanda a través de sus artículos en la prensa alemana y norteamericana. Especial atención prestó a la atención en pro de los derechos de los arrendatarios, denunciando todo el sistema terrateniente inglés”. (Marx, Engels y Lenin sobre Irlanda, VOSA, Madrid, 1985, pp 22, 25, 29).
Marx y Engels distinguen en sus planteamientos dos nacionalismos diferentes: el de la burguesía explotadora que busca perpetuar su dominación sobre otra nación o que busca impedir la lucha revolucionaria de la clase obrera; y el del pueblo trabajador oprimido y explotado. El sociólogo marxista francés Henri Lefebre (que visitó Bilbo hace años invitado por IPES) estudia en una obra suya la distinción irreconciliable entre el nacionalismo burgués o fascista y el patriotismo revolucionario (Le nationalisme contre les nations, primera edición en 1939, la última conocida en 1988).
El sentimiento nacional es ambivalente: tiene una interpretación revolucionaria y otra reaccionaria. Lefebre, siguiendo a Marx, interpreta la reaccionaria: “la deificación de la nación permite evitar el análisis preciso, objetivo de la realidad nacional y de los intereses nacionales en el marco europeo y mundial, y confundir el interés de la reacción política con el del país”. Estudiando el caso francés, constata que la propaganda fascista sobre la nación se ha impuesto en ocasiones a la solidaridad de clase porque la conciencia de clase ha sido a menudo presentada por los marxistas de manera idealista, como una conciencia espontánea cuando en realidad debe ser construida mediante una lucha incesante contra el individualismo y el nacionalismo.
Los comunistas de EHK tomamos nota y, como dicen nuestros camaradas de Iruña, reforzaremos el “Orgullo Proletario”, el orgullo de pertenecer a la clase que todo lo produce y que todo lo tiene que cambiar porque “sólo tiene que perder sus cadenas”.
La necesidad de comunidad es más amplia y más difusa que la solidaridad de clase por el hecho de supervivencias biológicas, místicas y patriarcales. Su tesis central es que la lucha de clases se identifica con la construcción de la comunidad nacional popular. Pero que es el destino de las clases medias, que han sido empobrecidas sin por ello llegar a proletarizarse, el que confiere a la nación una indudable realidad sustancial. Reflexión útil para el caso vasco.
Henri Lefebre simpatizaba con la solución dada por la Revolución Bolchevique a la cuestión nacional. Pero insistiendo en Marx, éste ya denunció el uso demagogógico que en su época (también en ésta) hacen las grandes potencias imperialistas del derecho de autodeterminación, de los derechos nacionales o de lo que en su época se conocía como “principio de las nacionalidades” para asegurar su dominio.
El jesuita vasco Gotzon Garate escribe en un tratado al respecto: ”Con ironía hace notar Marx que el principio de las nacionalidades sirve de excusa a Rusia para que ninguna otra nación se inmiscuya en los asuntos de las nacionalidades eslavas, y finalmente éstas hagan valer su condición de hermanos de raza para formar un gran imperio paneslavo a las órdenes de Moscú”. (Marx y los nacionalismos separatistas, San Miguel, Bilbao, 1974, p. 126).
Hoy el “principio de las nacionalidades” es utilizado arbitrariamente por el imperialismo yanki y alemán para doblegar las independencias de los Pueblos e imponer estados satélites.
El secretario de la Internacional Comunista y primer presidente de la Bulgaria socialista, Jorge Dimitrov, ya recordaba en 1935 el verdadero sentido que daba Marx a la cuestión nacional: “Los intereses de la lucha de clases del proletariado contra los explotadores y opresores patrios no están en pugna con los intereses de un porvenir libre y feliz de la nación. Al contrario: la revolución socialista será la salvación de la nación. Y le abrirá el camino para un auge más esplendoroso... los comunistas de la nación opresora tampoco podrán hacer lo que es necesario para educar a las masas trabajadoras de su nación en el espíritu del internacionalismo si no libran su lucha decidida contra la política de opresión de su 'propia' burguesía, por el derecho de la completa autodeterminación de las naciones esclavizadas por ellas... pues como enseñaba Marx, el pueblo que oprime a otros pueblos jamás puede ser libre”. (“Informe ante el VII Congreso de la Internacional Comunista”, Realitat, num. 3 i 4, Barcelona, 1987, pp 97 y 98).
Es cierto que la única referencia que hace Engels a los vascos no es muy elogiosa. Al citar a lo que él considera “restos de nación pisoteados despiadadamente por la marcha de la historia” nos incluye a “los vascos en España, seguidores de Don Carlos” (Citado por Gotzon Garate, p. 167).
Pensamos que es necesario un análisis materialista correcto de las insurrecciones populares vascas dirigidas por los carlistas del siglo pasado. Análisis que ya fue correctamente realizado por ETA hace muchos años: “Las masas campesinas, pequeño burguesas y preproletarias veían los Fueros de la clase dominante como cosa suya y podían sentir el liberalismo español como una efectiva invasión extranjera y a los liberales bilbainos y donostiarras como traidores, como beltzak... El contenido real de aquella lucha, lejos de ser la conservación de la independencia nacional vasca, estaba condenada a ser el de un fuerismo pro-feudal, inseparablemente unido al destino del representante mas reaccionario de la extranjera corona española... Mientras que la lucha de los patriotas vascos actuales es UNA LUCHA REVOLUCIONARIA, la de los combatientes carlistas era contrarrevolucionaria con todas sus consecuencias”. (“Hacia una estrategia revolucionaria vasca”, K. De Zunbeltz, Iraultza, nº1, Bruselas, pp 60 y 65).
Por eso precisamente la lucha actual se inspira en las verdades universales formuladas por Marx y Engels y por eso Engels no veía con buenos ojos la orientación de aquella.
B) Lenin
El combatiente más incansable por los derechos nacionales de los Pueblos (y, además, por la unidad indestructible de todo el proletariado mundial) de todas las épocas ha sido Vladimir Ilich Lenin. Es cierto que Marx y Engels no profundizaron en una visión abstracta y acabada sobre la cuestión nacional (tampoco hicieron una definición científica de las clases sociales y nadie duda de su compromiso con la emancipación de la clase obrera y de todos los explotados). Sin embargo, Lenin otorga una gran preocupación teórica y política a este tema y se impone en duros debates a otros compañeros revolucionarios de grandes méritos, pero que se equivocaron en no dar a la cuestión la importancia que tiene. En 1912 Lenin observa en su exilio en la ciudad polaca de Cracovia, cuando Polonia era un estado vasallo del imperio ruso, la dominación nacional que sufren los polacos y le hace este comentario a su compañero Stalin: “Los polacos detestan a Rusia y no sin razón. No podemos ignorar la fuerza de su sentimiento nacional. Nuestra revolución deberá tratarlos con mucho cuidado e incluso autorizarles a romper con Rusia si es necesario”. (Citado por el autor troskista Isaac Deutscher en su obra Staline, Gallimard, París, 1953, p.156).
Lenin le sugirió a Stalin en ese momento la redacción de su obra El marxismo y la cuestión nacional de la que hablaremos después. Lenin depura sus posiciones en polémica con otros revolucionarios de su época. En 1912 escribe Notas críticas sobre el problema nacional en el que defiende que el programa marxista sobre este tema incluye dos puntos principales: “Primero, defiende la igualdad de derechos de las naciones y de los idiomas (y también el derecho de autodeterminación...) y considera inadmisible la existencia de cualesquiera privilegios en este aspecto; segundo, propugna el principio del internacionalismo”. (Notas críticas sobre el problema nacional, Progreso, Moscú, 1979).
Lenin establece una posición dialéctica y justa que une ambos principios y que aborda la cuestión nacional desde el punto de vista de la lucha de clase. Dice también: “Si el marxista ucraniano se deja llevar por su odio, muy legítimo y natural, a los opresores rusos, hasta el extremo de hacer extensiva aunque sólo sea una particula de ese odio, aunque sólo sea cierto distanciamiento, a la cultura proletaria y a la causa proletaria de los obreros rusos, ese marxista irá a parar a la charca del nacionalismo burgués. Del mismo modo se deslizará el marxista ruso a la charca del nacionalismo no sólo burgués, sino también ultrarreaccionario, si olvida, aunque sea por un instante, la reivindicación de la plena igualdad de derechos para los ucranianos o el derecho de éstos a constituirse en Estado independiente” Idem pp. 19 y 20.
Este análisis es fácilmente extrapolable a la Euskal Herria del 2000, en la que existen algunos patriotas vascos que chapotean en la charca citada, mientras que toda Izquierda Unida-PCE navega con velas desplegadas en las asquerosas ciénagas del españolismo reaccionario.
En 1914 Lenin escribe el folleto Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación en lucha dialéctica con la revolucionaria Rosa Luxemburgo (cuya memoria de mártir de la clase obrera alemana europea asesinada por la socialdemocracia traidora saludamos) que no considera conveniente luchar por el citado derecho. Lenin establece con claridad la posición al respecto: “Por autodeterminación de las naciones se entiende su separación estatal de las colectividades de nacionalidad extraña, se entiende la formación de un Estado nacional independiente”. (Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación, Progreso, Moscú, 1975, p. 7).
En ese trabajo, Lenin ajusta cuentas con Trotski que desde 1903 llevaba atacando sus posiciones y acusándole de “burócrata”: “Trotski presta verdaderamente un mal servicio a ciertos admiradores de Rosa Luxemburgo cuando...”... Los marxistas polacos consideran que el derecho a la autodeterminación nacional carece en absoluto de contenido político y debe ser suprimido del programa”. ¡El servicial Trotski es más peligroso que un enemigo! En ninguna parte, si no es “en conversaciones particulares” (es decir, sencillamente en chismes, de los que siempre vive Trotski) ha podido encontrar pruebas para incluir a los “marxistas polacos” en general, entre los partidarios de cada artículo de Rosa Luxemburgo. Trotski ha presentado a los “marxistas polacos” como gentes sin honor y sin conciencia, que no saben siquiera respetar sus convicciones y el programa de su partido ¡El servicial Trotski!... Jamás, ni en un solo problema serio del marxismo, ha tenido Trotski opinión firme, siempre “se ha metido por la rendija” de tales o cuáles divergencias, pasándose de un campo a otro” Idem, pp.53 y 54.
En 1916 le replica al trotskista ucraniano Piatakov que rechaza el derecho de autodeterminación en el artículo “Sobre la caricatura del marxismo y el economismo imperialista” en el que escribe: “La autodeterminación de las naciones es lo mismo que la lucha por la liberación nacional completa, por la independencia completa”. (Recopilado en Contra la guerra imperialista, Progreso, Moscú, 1978, p. 216).
Cuando triunfa la Revolución, la dominación brutal del imperialismo zarista ruso es sustituida por la liberación nacional y social y por la aplicación total del derecho a la autodeterminación. Una muestra: El gobierno revolucionario en 1918 hace esta declaración “A todos los trabajadores musulmanes de Rusia y de Oriente” que lleva la firma de Lenin y Stalin: “Musulmanes de Rusia, Tártaros del Volga y de Crimea, Kirgizos y Kazajos, Turcos y Tártaros de Transcaucasia, Chechenos y Montañeses de Ingushetia y todos cuyas mezquitas y centros de oración han sido destruidos, cuyas creencias y costumbres han sido pisoteadas por los zares y los opresores de Rusia: vuestras creencias y vuestras costumbres, vuestras instituciones nacionales y culturales son desde ahora libres e inviolables. Organizad vuestra vida nacional en la más completa libertad. ¡Es vuestro derecho! Sabed que vuestros derechos y los de todos los pueblos de Rusia están bajo la protección poderosa de la revolución y de sus órganos, los Soviets de obreros, de soldados y de campesinos”.
Tras la revolución, Piatakov sigue dándole la vara a Lenin con que la autodeterminación es un “lema burgués”. Lenin le responde con otra frase genial: “Nos dicen que Rusia será dividida, que se deshará en repúblicas separadas, pero no hay razón para que ello nos asuste. Por muchas repúblicas independientes que haya, no nos asustaremos; lo que es importante para nosotros no es por donde pase la frontera del Estado, sino que la unión de los trabajadores de todas las naciones se conserve para la lucha contra la burguesía de cualquier nación”. Es lo que hoy repetimos a los españoles progresistas que tiemblan porque se deshaga la vieja España monarco-reaccionaria. La independencia de Euskal-Herria dará paso a una mayor estrecha unidad de la clase obrera combativa de ambos pueblos (libre de la desconfianza, la división y hasta el odio que generan las relaciones de dominación) y a mayores derrotas de la burguesía imperialista y rapaz.
C) Stalin
La oleada contrarrevolucionaria mundial, bien apoyada por izquierdistas arrepentidos, ha hecho de Stalin un “autor maldito” a pesar de que su obra, antes citada, no sólo es una referencia mundial indudable sino que en los 80 JARRAI compró decenas de ejemplares de la misma a la casa editorial correspondiente para que todos sus futuros militantes la estudiasen (si alguien piensa que contamos un cuento que le escriban una carta al preso político vasco Jose Antonio Enbeita “GORRI” preguntándoselo).
Abordamos este tema con la brillante ayuda de un gran historiador francés amigo de la causa vasca, Pierre Vilar, presente en el gran cincuentenario del bombardeo de Gernika en 1987, organizado por el MLNV junto a otras fuerzas sociales y políticas:
«Un subterráneo terrorismo intelectual impulsa a pedir perdón por citar a Stalin. Esto quizá pueda explicarse, pero lo que no tiene explicación posible es que haya que encararse cualquier texto de Stalin con el ceño fruncido. El peor método a seguir si se quiere juzgar a un hombre es tomarle por tonto y no es lícito, en cualquier caso, transgredir las reglas elementales de la crítica por propia conveniencia, como hace el historiador americano Richard Pipe... Según él, cuando Lenin, en diciembre de 1912, encargó a Stalin un artículo sobre la nación fue por azar y en ausencia de Shumian, el verdadero experto, ya que Stalin no había escrito nada sobre el tema por entonces. ¡Y la mayoría de los historiadores... dan la razón a Pipes pregonando su talla de erudito! Basta abrir las Obras Completas de Stalin –que no son inencontrables (están en la Biblioteca central de la UPV en el campus de Leioa; nota nuestra)- para encararse... con un largo artículo fechado en 1904 y titulado: ¿Cómo entiende la socialdemocracia la cuestión nacional? Y preguntarse en consecuencia cuál es el método de trabajo de los historiadores. Artículo fundamental que explica por qué Lenin, en carta a Gorki (febrero de 1913) le hable de un “maravilloso georgiano” que trabaja en el problema nacional...»
«Sus apreciaciones coinciden con las de Lenin: hay que luchar contra la opresión del Estado y no a favor de la ideología nacionalista. Hay que proclamar el derecho al “divorcio” y no la obligación de divorciarse. Corresponde a las nacionalidades demostrar su madurez. No hay nación en sí sino conciencias en formación según diversos grados de exigencia política».
«Ante tales constataciones, ¿cómo sorprenderse de que en 1913 Lenin encargue a Stalin un artículo “teórico” sobre la “nación”, rebatiendo a los “austro-marxistas”? Siempre, según Pipes, es un tópico afirmar que Lenin no quedó muy satisfecho del artículo y hay varios indicios al respecto. Pero se olvida uno: en 1917, Lenin confió a Stalin la “Comisaría de las nacionalidades”» (“Sobre los fundamentos de las estructuras nacionales”, Realitat, num 3 i 4, Barcelona, 1987, pp. 38, 39 y 40).
Y, ejerciendo de comisario del Pueblo de las nacionalidades, Stalin dijo a los socialdemócratas finlandeses en 1917: “Se da plena libertad de determinar su propia vida a los finlandeses al igual que a los otros pueblos de Rusia”. En 1921 Stalin reconoció una amplia autonomía, la restitución de las tierras incautadas por los zares a los campesinos y la “chariah” musulmana a los Pueblos musulmanes del norte del Caúcaso y éstos reciprocamente crearon la República Soviética de los Montañeses que incluía la actual Chechenia (masacrada por el neozarismo capitalista de Eltsin-Putin), Ingushetia, Osetia y otros territorios.
Nos interesa subrayar que los intelectuales progresistas más serios y menos sumisos al totalitarismo burgués consideran que la obra de Stalin El Marxismo y la cuestión nacional es una aportación clásica y, por tanto, de permanente actualidad. Además de los citados Henri Lefebre y Pierre Vilar, dos sociólogos vascos inscritos en la izquierda abertzale han reconocido que “nadie pone en duda la personalidad de Stalin en los asuntos concernientes al problema nacional” y su “reputación como autoridad respetable en dicha materia” Paulo Iztueta, Jokin Apalategi, (El marxismo y la cuestión nacional vasca, Itxaropena, Zarauz, 1977, pp. 41,43,44).
El historiador inglés Eric Hobsbawn (hoy el más prestigioso) reconoce que la obra citada de Stalin “ejerció mucha influencia internacional, no sólo entre los comunistas, sino sobre todo en el mundo dependiente” y estima que la definición que en ella Stalin da de la nación “es problablemente la más conocida” (Naciones y nacionalismo desde 1780, Crítica, Barcelona, 1997, pp. 10 y 13).
La definición en cuestión es esta: “La nación es una comunidad humana, estable, históricamente constituida, de idioma, territorio, vida económica y formación psíquica que se traduce en una comunidad de cultura”.
Existe otra posición de Stalin que nos parece útil en la actualidad. La que se refiere a la necesidad que tiene “el proletariado de las naciones dominantes de prestar un apoyo resuelto y activo al movimiento de liberación nacional de los pueblos oprimidos”. Stalin se pregunta si es necesario apoyar indiscriminadamente a todos. Su respuesta es que sólo a “los que tienden a debilitar y derrocar el imperialismo y no a mantenerlo y consolidarlo” (Principios del leninismo, Ediciones en lenguas extranjeras, Pekín, 1969, p. 75).
Es claro que los movimientos mafiosos y fascistas que han tomado el poder en ex repúblicas socialistas, como por ejemplo los llamados “frentes populares” bálticos de hace 10 años, los integristas procapitalistas en Chechenia y Bosnia, el dictador proOTAN de Georgia Shevarnadze (antiguo dirigente del PCUS en la época de Gorbachov), los neonazis en Croacia, los terroristas a sueldo de la OTAN del antiguo “Ejército de Liberación de Kosovo”, etc. y otros movimientos de extrema derecha como el Vlaams Block flamenco y la Liga del Norte italiana y el archifeudal y oscurantista movimiento del Dalai Lama tibetano, empleado como ariete contra China Popular, no sólo no merecen apoyo sino el rechazo más activo de todos los antiimperialistas y antifascistas. En cambio auténticos movimientos de liberación como el Frente Polisario, el Frente Popular de Liberación de Palestina, el Frente de Liberación Nacional Kanak y Socialista, los patriotas libaneses antisionistas, el movimiento republicano irlandés en sus diversas vertientes, los patriotas comunistas gallegos y catalanes, el movimiento corso, el movimiento revolucionario de liberación de los negros norteamericanos, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la Revolución Cubana, las masas yugoslavas e irakíes antiimperialistas, los movimientos indígenas y campesinos del Ecuador, los lumumbistas congoleños, el Nuevo Ejército del Pueblo de Filipinas y otros muchos más, merecen un activo apoyo solidario. También hemos observado cómo antiguos movimientos de liberación optan por diversas razones por la vía de la claudicación y el paso a las filas enemigas. Es el caso de alguna antigua guerrilla colombiana (M-19), de la burguesía palestina en torno a Arafat y recientemente el triste caso del PKK y su líder Ocalan. Véase al respecto el clarificador artículo “El doble drama del pueblo kurdo” publicado en Resumen Latinoamericano nº 45, enero-febrero del 2000.
Cuando esto se produce, de manera automática dejan de ser sujetos de solidaridad internacionalista. Lamentamos que, a pesar de la experiencia de estos últimos años, aún no se haya instalado en toda la izquierda abertzale esta simple y clara reflexión, lo que le ha llevado a dar tumbos, a aislarse y a meter la pata a menudo.
D) James Connoly y otros
Las luchas de liberación nacional más importantes del siglo XX han sido dirigidas por luchadores inspirados en el marxismo. En Palestina George Habache y Nayef Hawatme, en Sahara Occidental Mohamed Lamine, en Guinea Amilcar Cabral, en Ghana N´Krumah, en Surinam Anton de Kom, Charles Balagne en Guadalupe, Camille Sylvestre en Martinica, en Argelia Houari Boumediene, en Angola Agostinho Neto, en Vietnam Ho Chi Minh y Phan Van Dong, en Mozambique Samora Machel, en Birmania Aun Sang, en Corea Kim Il Sung, en la India Manabendra Roy y tantos y tantos más, conocidos y anónimos. Los Partidos Comunistas luchan activa y militarmente contra la dominación nacional y colonial de los pueblos de Chipre (años 20 y 30), Irak (30), Siria (20 y 30), Sudán (40), Indonesia (20 y 30), Vietnam (de los 30 a los 70), Laos y Kampuchea (años 60 y 70), China (40), India (30 y 40), Malasia (50), Líbano (70) y otros, sin contar las luchas armadas contra la dominación nazi-fascista en la II Guerra Mundial en Europa.
Pero queremos detenernos particularmente en el pensamiento y la lucha de los revolucionarios más cercanos. En Irlanda está la gran figura de James Connoly, el primer marxista que unió la lucha de liberación nacional irlandesa con la lucha por el socialismo. En todos los países donde viven oriundos de Irlanda hay asociaciones fundadas en honor de James Connoly. Luchó contra el desmembramiento de Irlanda. En su trabajo La Reconquista de Irlanda (1914) expuso los métodos usados por la burguesía anglo-irlandesa para evitar la alianza entre los trabajadores protestantes y la población católica castigada y empobrecida. Era partidario de unir al movimiento obrero. Otros trabajos suyos son La clase obrera en la historia de Irlanda (1910) y la biografía del jefe de la insurrección de 1798 Wolfe Tone. El Movimiento Republicano Socialista Irlandés, formado por la organización armada INLA, el Partido Socialista Republicano Irlandés (IRSP) y los prisioneros de guerra socialistas republicanos, se considera heredero de James Connoly. Fue ejecutado por los imperialistas británicos en 1916 tras la insurrección independentista de Pascua en Dublín.
En Córcega destacan dos figuras: Simon Jean Vinciguerra, gran intelectual en lengua corsa y resistente antifascista, miembro del Partido Comunista. Escribió: “Hay que recordar que la lengua francesa nos ha sido impuesta, que es la lengua de los que nos gobiernan... En una lengua está todo el alma y el espíritu de un pueblo. ¡Y nosotros, corsos, somos un Pueblo!”. Y Jean Nicoli. Resistente comunista a la invasión fascista de Córcega. Salvajemente asesinado por los fascistas en agosto de 1943. En la última carta a sus hijos dice “Muero por Córcega y por el Partido”. En la Galiza de nuestros días destaca Mariano Abalo, ex secretario general de la Union do Pobo Galego que rompe con esta organización y con el BNG cuando se impone la línea socialdemócrata y crea el Partido Comunista de Liberación Nacional y la Frente Popular Galega. Ha sido alcalde de Cangas del Morrazo, fiel siempre a la solidaridad internacionalista con la lucha del Pueblo Vasco.
II LA FORMACION DE LA NACION VASCA
Nosotros defendemos la tesis de que la Nación ha forjado su conciencia pasando por tres fases sucesivas y progresivas: la fase fuerista-carlista, que es un momento embrionario y primitivo de la conciencia nacional alienado por la ideología ultrarreaccionaria del carlismo integrista, feudal y archimonárquico; la fase del nacionalismo burgués en la que por primer vez Sabino Arana afirmando “Euskadi es la patria de los vascos” y “no somos ni españoles ni franceses” pone las bases de la conciencia nacional moderna. Rompe parcialmente con la ideología carlista, pero arrastra las adherencias reaccionarias de antiobrerismo, racismo, antimaketismo, integrismo católico, etc. propias de esa ideología; por último, la fase de la conciencia nacional y popular enmarcada en el pensamiento liberador de Marx y Lenin construida por ETA en ruptura con el nacionalismo burgués. Esta es la fase superior y la más democrática, progresista y consecuente.
La Nación vasca no se fundamenta en ninguna bobada racial, como afirmaba Arana, sino en la voluntad política de la mayoría popular. Es a la clase obrera a la que toca asumir un rol decisivo y directivo. Se unen por primera vez la revolución socialista y la liberación nacional, y de manera natural y lógica se acude a los pensadores que han teorizado esta unidad.
Esta evolución no hay que verla de manera dogmática ni mecánica sino dialéctica. Cada fase ha sido necesaria y ha conllevado elementos positivos y negativos y luchas internas entre corrientes y fracciones de clase enfrentadas. No se ha avanzado tampoco de manera lineal sino que, al calor de la lucha de clases, se producen en ocasiones retrocesos. Tampoco este proceso está al margen de la situación internacional sino completamente influido por ésta, para lo bueno y para lo malo. Por ejemplo, Arana hace suyas las teorías sobre la existencia y la superioridad de la “raza” inventadas por el nacionalismo romántico europeo del siglo XIX. El conde francés de Gobineau dice en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853-1855) que “toda civilización es producto de la raza blanca”. Marx le calificó de “caballero de la barbarie”.
En los años 60 los militantes de ETA rompen con el nacionalismo burgués, se acercan a la clase obrera revolucionaria, descubren a sus grandes pensadores y los hacen suyos. Asumen la táctica de los 4 frentes planteada por el comunista vietnamita Truong Chin: el frente militar, frente cultural, frente obrero y frente político. Asumen los planteamientos de Mao, de Lenin y de Marx, mientras los nacionalistas pequeñoburgueses de la primera generación abandonan la organización en disconformidad con la adopción del marxismo. Tal es el caso de Txillardegi que abandonó ETA en 1967 y que en el 2000 sigue insistiendo en su viejo anticomunismo con olor a naftalina, con las espaldas cubiertas por el avance de las fuerzas contrarrevolucionarias a nivel mundial. La pequeña burguesía es derrotada y ETA renace como gran vanguardia revolucionaria de todo el Pueblo cuando asume el MARXISMO-LENINISMO en la segunda parte de la V Asamblea en 1966. Así lo escriben los presos en la cárcel de Burgos en su manifiesto de 1970:
“ETA quedó definida en la V Asamblea, sin cortapisas de ningún tipo, como organización socialista. Tampoco cabe ningún género de dudas en cuanto al tipo de socialismo que definimos: ni humanista ni reformista ni nada por el estilo: marxista-leninista. Al quedar definida como organización socialista, quedaba rechazado que ETA fuese un frente nacional, a no ser que lo que constituyésemos fuese un frente nacional socialista, cosa de por sí absurda... El programa político de los marxistas-leninistas no es una técnica para captar incautos, sino la expresión fiel de los intereses de clase del proletariado”.
El chovinismo estrecho es sustituido por el internacionalismo proletario: “El Pueblo Vasco es solidario con los pueblos español y francés en su enfrentamiento con esta oligarquía opresora”. La clase que asume la lucha nacional es el proletariado arrebatándole la dirección a la burguesía: “Durante mas de medio siglo el nacionalismo vasco ha sido dirigido por la burguesía. Después, con la consolidación del poder monopolista en el Estado español sobre todo, las contradicciones se agudizan y el nacionalismo vasco deviene revolucionario. A partir de este momento la burguesía nacional empieza a ser desplazada por el proletariado”. La V Asamblea reconoce que “la clase obrera es la clase más revolucionaria y la que debe dirigir, por tanto, la Revolución Vasca”. Todas estas citas están tomadas del libro de Iztueta y Apalategi ya citado.
Esta Revolución tiene como objetivo construir el socialismo y la sociedad sin clases. El filósofo francés Jean Paul Sartre reconoce en su prólogo al libro de Giselle Halimi Le procés de Burgos en 1970 que la mayoría de los dirigentes de ETA “parecen marxistas-leninistas”. (“El documento de Burgos”, Punto y Hora, 172, abril 1980).
Estas definiciones son de una importancia trascendental para la constitución de una conciencia nacional democrático-revolucionaria y consideramos fundamental que el MLNV las reasuma en su integridad. Todo nuestro homenaje militante a los compañeros que llevaron la lucha a este nivel: Jokin Gorostidi, Itziar Aizpurua, Txutxo Abrisketa, Goio López Irasuegi (fallecido tras su útima lucha contra los liquidadores de EE), Arantza Arruti y el resto de los procesados en Burgos en 1970 (a excepción de los socialdemócratas traidores), los hermanos Enbeita, Madariaga, Xabier Bareño, Beltza, Mikel Etxeberria, Txomin Ziluaga, los hermanos Etxebarrieta desgraciadamente fallecidos y tantos más.
El precedente y la primera piedra de la concepción democrática y revolucionaria de la Nación Vasca fue la posición que asumieron los comunistas vascos de la Federación Vasco Navarra del Partido Comunista de España que en 1935 crearon el Partido Comunista de Euskadi. Posición fundamentada en el marxismo-leninismo y en la crítica que realizó la Internacional Comunista (I.C.) en 1931 al PCE para que abandonase la línea antileninista, españolista y de negación del derecho de autodeterminación que venía siguiendo:
“La situación presente, en la cual la lucha nacional de Cataluña, Vasconia y Galicia se ha convertido en uno de los factores más importantes del desarrollo de la revolución democrática española, crea el deber al Partido de operar un viraje serio en su política nacional... el Partido debe propagar por todo el país el derecho de Cataluña, Vasconia y Galicia a disponer de ellas mismas hasta la separación. Debe defender este derecho con gran energía ante los obreros de España, para destruir su mentalidad hostil al nacionalismo catalán, vasco y gallego. En Cataluña, Vasconia y Galicia, los comunistas deben hacer comprender a los obreros y campesinos la necesidad de su estrecha unión con los obreros y campesinos revolucionarios de España para llevar con éxito la lucha contra el imperialismo español, desenmascarar las vacilaciones de los nacionalistas, llamando a las masas a usar libremente de manera absoluta de su derecho de disponer de ellas mismas hasta la separación...”.
Esta política significaba romper la influencia que ejercía la equivocada línea antivasca del PSOE que contribuía a dividir al proletariado vasco y significó que por primera vez sectores proletarios encabezasen la lucha nacional. Política que se refleja en estas palabras de 1934:
“El comité regional de la Federación Comunista Vasco-Navarra partiendo del hecho riguroso de la existencia del movimiento nacional-revolucionario de Euskadi y de los anhelos, hondamente sentidos, de emancipación y liberación nacional de las masas populares vascas, en estrecha inteligencia con nuestro Partido Comunista de la nación opresora y nuestra gloriosa I.C., hace público ante las masa oprimidas de España, Catalunya, Galitzia, Euskadi y Marruecos, el propósito firme de ir a la creación del Partido Comunista vasco” que “aspira a ser la vanguardia consciente, activa, organizada y combatiente del proletariado revolucionario vasco. Y sólo el proletariado revolucionario vasco, dirigido por su Partido Comunista, arrastrando en pos suya a todos los obreros, a todos los campesinos laboriosos, a todos los explotados y oprimidos de Euskadi, impulsará hasta su triunfo la liberación nacional y social vasca del vasallaje y opresión del imperialismo español”. (“Hacia la creación del Partido Comunista Vasco”, Euskadi Roja, nº 54, 31 marzo 1934).
La cumbre organizativa y militante la representó el dirigente comunista Jesús Larrañaga Txurruka “Goiherri” y todo el PC de Euskadi que convirtieron a este partido en el más bravo defensor de Euskal Herria en los campos de batalla de 1936 a 1939. La derrota militar, su asesinato a manos del franquismo y la desaparición de la I.C. que tan sana tarea de vigilancia leninista ejercía, permitió a la dirección del PC de España con Carrillo al frente liquidar la línea leninista y volver a basarse en el españolismo divisor de la clase obrera. Este vacío lo llenará desde finales de los 60 la nueva vanguardia de la Revolución Vasca: Euskadi ta Askatasuna (ETA). Nosotros nos reconocemos como modestos pero firmes continuadores de la línea marxista-leninista de Goiherri y del Partido Comunista de Euskadi de 1935 a 1937 y de la línea marxista-leninista de ETA y de la izquierda abertzale y revolucionaria.
La concepción m-l de ETA le permite entender la relación entre las diversas clases sociales de Euskal Herria, extender su trabajo entre la clase obrera hasta dar lugar a la creación del sindicato LAB (que en este año del 2000 cumple felices 25 años de lucha), comprender la nueva táctica empleada por la oligarquía tras la muerte de Franco, utilizar la lucha armada no para sustituir la lucha de masas como le acusaban los trotskistas, sino para impulsarla, activarla y protegerla, golpear al aparato de represión con exactitud y hacer en definitiva de la Nación Vasca una trinchera de combate de las ideas más progresistas y más democráticas. Son enormes aciertos suyos la creación de nuevos partidos obreros abertzales como LAIA y HASI, la creación de una amplia Unidad Popular en torno a la “Mesa de Alsasua”, el rechazo activo a la constitución española, la crítica consecuente de la claudicación de la izquierda española del PSOE-PCE, el nacimiento de un periódico de masas y la eliminación del grupo socialdemócrata que se había hecho fuerte en él, la lucha consecuente contra la oligarquía financiera en todos los frentes, la práctica activa del internacionalismo proletario con otras naciones sin estado europeas y movimientos de liberación del tercer mundo. La elaboración teórica de la izquierda abertzale plantea el carácter de la futura revolución socialista vasca y la necesidad de la organización:
“La revolución socialista, por su carácter intrínseco, exige la participación activa y consciente de la mayoría de los oprimidos. La toma del poder y la desaparición paulatina del estado no puede ser realizada por una minoría consciente y radicalizada, sino que sólo puede ser obra del proletariado junto con las capas populares oprimidas... Negar la necesidad del partido, significa desarmar a la clase obrera del instrumento indispensable de su liberación y abandonarla a la suerte de la ideología burguesa”. (“El partido revolucionario”, Lantzen, LAIAren aldizkari, 1978).
La izquierda abertzale es el punto de convergencia natural de muchos militantes comunistas, marxistas y progresistas no dispuestos a claudicar ante las maniobras del enemigo de clase: la Organización Comunista de Euskadi (Bandera Roja)-OCE-BR se integra en HASI, LAB y ETA y su responsable político, Carlos Lucio, ofrece su vida en el combate armado; intelectuales del Estado como Alfonso Sastre, Eva Forest, José Bergamín, Justo de la Cueva, De la Mata, etc. fijan su residencia en Euskadi; ex militantes de ORT, PTE, AC, PCE, PCE VIII-IX, PCT, MC, LCR, y otras organizaciones comunistas se integran en el MLNV; veteranos del PSOE como Miguel de Amilibia, diputado socialista del Frente Popular y presidente de la Junta de Defensa de Gipuzkoa en la guerra hacen lo mismo. Además de antiguos jelkides de derecha que como Telesforo de Monzón viven una nueva juventud abertzale y popular en las filas del MLNV.
Queremos subrayar también la importancia del hecho que comunistas hayan ejercido funciones de dirección del MLNV en los años 70 y 80. Nos parece indiscutible la importancia central de un cuadro comunista de alto nivel como Jose Miguel Beñaran “Argala” en el diseño de la política de ETA y del MLNV tanto en contra de la última fase de la dictadura fascista como de la instalación del régimen de dominación monarco-liberal. No se comprende el surgimiento de dirigentes de esa calidad política sin la acumulación revolucionaria de ETA y de todo el Pueblo desde décadas anteriores. No nos cansaremos en señalar en Argala las virtudes de un auténtico militante comunista vasco del siglo XXI, servidor del Pueblo y de la clase obrera y portador de una nueva moral, la marxista-leninista.
No nos parece casual que la dirección represiva del estado capitalista español, el servicio secreto militar, haya asesinado a los dos dirigentes que han ejercido un rol más destacado en la orientación revolucionaria del MLNV: Argala y Santi Brouard. La actividad política del partido HASI (Herriko Alderdi Sozialista Iraultzailea) hasta su III Congreso en los años 80 supone otro momento excepcional en la organización de la Unidad Popular-Herri Batasuna, en la combinación acertada de las luchas institucional y de masas y en la construcción de una conciencia nacional democrática e internacionalista. Su presidente Santi Brouard afirma que “la lucha es nuestra principal arma hacia la conquista de la Independencia y el Socialismo en Euskadi". Santi Brouard: “Lucha y organización, la clave de la victoría”, Punto y Hora , nº 321, 1983.
La liquidación de este partido, a finales de 1987, nos parece un episodio funesto para la lucha nacional y social de Euskal Herria, cuyos autores y responsables (no los simples ejecutantes) aún le deben a nuestro Pueblo una explicación honesta y transparente. Nuestra hipótesis es que se produjo una alianza de las fuerzas pequeñoburguesas no dispuestas a aceptar la hegemonía comunista conseguida a pulso por el trabajo esforzado de los militantes de HASI y otros revolucionarios del MLNV. Si nos equivocamos rectificaremos muy a gusto ante la explicación razonada que demandamos.
La liquidación de HASI coincide con el desmoronamiento del campo socialista nucleado en torno a la URSS y esto permite aflorar a la corriente pequeñoburguesa socialdemócrata y anticomunista que se ha mantenido agazapada y a la espera de su momento en el MLNV. Un caso escandaloso, y que aún ejerce cierta influencia es el de Txillardegi.
Cuando en agosto de 1991 la Mesa Nacional de HB se niega a condenar el intento de restablecer el orden soviético por una parte de la burocracia que quiere evitar la contrarrevolución que ha llevado a la ex URSS al caos absoluto, a la guerra civil y al pillaje por una banda de criminales sin escrúpulos capitaneados por Eltsin, Txillardegi publica en Enbata “Fallait-il condamner le putsch?” (Txillardegi, Enbata, nº 1190, 29 août 1991, Baiona), un texto atacando al órgano al que pertenece y elogiando al criminal Boris Eltsin:
“Si existe alguien que ha mostrado sensibilidad efectiva frente a los problemas nacionales ese es Eltsin. En lo relativo al putch, es él quien ha hecho rapidamente frente a los conspiradores... Eltsin es un antiguo dirigente de alto nivel del PCUS: y conoce mejor que los izquierdistas occidentales de salón lo que el sistema comunista ha dado”.
Frente a la mesa de HB, que propone la vuelta a los ideales de 1917, “aplastados por Gorbachev y Eltsin” este demagogo dice que “es falso... Condenémos el putch sin reservas” y demanda una izquierda “humanista, no-burocrática, no-estalinista, pluralista”.
Bajo la bandera del antistalinismo apoya a Eltsin en agosto de 1991, que se dispone a lanzarse sobre el estado soviético para hundirlo y saquearlo, arruinar a la población, cañonear el parlamento ruso, destruir Chechenia y hacer renacer el viejo zarismo. El anticomunista Txillardegi es cómplice político del bandido Eltsin.
Este discurso envenena a un sector de la izquierda abertzale que abandona toda referencia al socialismo y al marxismo y se aferra a una concepción maximalista de la independencia, desprovista del contenido revolucionario que ETA le imprime desde finales de los 60.
En consonancia con estos tiempos de contrarrevolución, JARRAI abandona a comienzos de los 90 el marxismo en los programas de formación de los militantes y Egin adopta una línea cada vez mas anticomunista. El internacionalismo solidario en las relaciones exteriores es sustituido por el apoyo a procesos contrarrevolucionarios que desintegran estados socialistas federales y favorecen la neocolonización occidental. El pragmatismo neosocialdemócrata no conduce a la lucha nacional y social de Euskadi a ninguna parte y confunde a la militancia. Nos corta de nuestros aliados naturales que son los auténticos movimientos de liberación nacional, los sectores democráticos y revolucionarios y los regímenes progresistas.
Nosotros estamos por recuperar la línea histórica del MLNV, que une indisociablemente liberación nacional y social con el horizonte puesto en la constitución de una República popular de de Euskal-Herria. Hoy como ayer la alternativa más razonable y mas democrática es INDEPENDENTZIA TA SOZIALISMOA.
GORA EUSKAL-HERRIA ASKATUTA
GORA EUSKAL-HERRIA SOZIALISTA
GORA MARXISMO-LENINISMOA
BIBLIOGRAFIA
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* LENIN, Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación, Progreso, Moscú, 1975
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http://www.45-rpm.net/antiguo/palante/mlvasco.htm