La juventud estamos hartos y hartas de que hablen por nosotros, de que pongan en nuestra boca que no queremos ni trabajar ni estudiar, inventándose hasta un término tan despectivo como “ni-ni”. Dicen que somos pesimistas, pero poco luchadores; y cuando luchamos dicen que hablamos desde el idealismo, que no tenemos ni idea de Política ni de Economía, que ya se nos pasará, que en realidad sólo nos preocupa el fin de semana que siempre se avecina. Sin embargo, la juventud de este país estamos demostrando que no es así ni nunca lo ha sido y que hemos decidido hacernos oír, tomar la calle, salir al mundo real a escribir nuestra historia y, sobre todo, convencidos de nuestra fuerza, unidad y de que tenemos tanto cabreo como esperanza en que el futuro es nuestro.
Hoy protestamos por la democracia, por ese ideal que nada se parece a la triste realidad de la monarquía parlamentaria en la que vivimos: ese régimen de políticos corruptos, de decisiones que no se saben de dónde vienen ni quién las votó, de dos partidos que se reparten todo el poder y actúan como casta.
Los jóvenes comunistas somos parte de esa gigantesca ola de protesta y movilización que avanza en estas fechas, como lo hemos sido siempre. Y es que los jóvenes no sólo luchamos en la calle, también nos organizamos, estudiamos y presentamos alternativas al modelo de sociedad en el que vivimos. Un movimiento masivo de lucha no se debilita porque los jóvenes nos asociemos; al contrario, es necesario para continuar la lucha, para planificarla y llevarla hasta la victoria. Asociarnos no deja de ser expresión viva de democracia.
Por eso, si bien estamos entusiasmados de ver que por fin en España “pasa algo”, también nos da miedo la insistencia que alguna gente ha mostrado con que no haya partidos ni haya sindicatos. Precisamente, nosotros y nosotras, somos muy vigilantes con las trampas que el sistema nos pone para canalizar y anular la energía rebelde y la voluntad de cambio de los jóvenes. Somos conscientes de que las organizaciones del sistema utilizan e instrumentalizan los movimientos y los integran en su dinámica, haciendo que las cosas nunca cambien. Pero, ¿qué nadie diga su afiliación ni la muestre públicamente en las manifestaciones, significa que no esté participando en representación de un partido del sistema?
Nos preocupa mucho el hecho de que se anuncien movilizaciones hasta el domingo, día en que se celebran elecciones. Este movimiento es genuino: miles y miles de jóvenes que sufrimos la crisis capitalista estamos en él, sin buscar nada más que aquello que proclamamos. Pero la historia nos demuestra lo hábil que ha sido este sistema para destrozar los movimientos, especialmente aquellos menos organizados.
Un ejemplo claro fueron las movilizaciones estudiantiles de 1986-1987, que sacaron a más de 300.000 estudiantes a la calle y que se prolongaron más de 4 meses. Ante un movimiento plural y asambleario, el sistema supo maniobrar, combinando la represión policial con la negociación, en la que las juventudes socialistas y una organización estudiantil que hoy día participa en Democracia Real Ya, traicionaron al movimiento. Esto, fue bien publicitado en los medios de comunicación, para facilitar la desmovilización.
La lección que aprendemos de entonces es que en la lucha cabemos todos y todas, pero será precisamente la lucha la que nos defina, la que demuestre quién es quién. Hay quienes se han apresurado a pedir el voto a un movimiento al que dicen representar, y hay quienes creemos que la lucha no termina hoy, sino que no se detiene, tampoco tras el 22 de Mayo. Somos un movimiento amplio, pero tenemos que ser muchos más. Hemos conseguido llamar la atención de mucha gente, pero nuestra lucha debe ser por la victoria. Porque, sino ¿para qué estamos luchando?
Y si de luchar se trata, debemos hacerlo de la forma más organizada posible y elevando la conciencia de todos los que estamos en pie. Sumando y no restando, pero conscientes de cuáles son los objetivos y qué vías nos marcamos para conseguirlo. Es eso lo que distingue salir a la calle para mandarles a la mierda de salir a la calle para obligarles a irse.
Todos y todas vemos a nuestro lado, o lo sentimos en nuestras propias carnes, las condiciones cada vez más complicadas de vida para la juventud. Nos niegan el futuro y no es simple retórica: este sistema niega la realización personal y el derecho humano al trabajo a casi el 50 % de los jóvenes, condenando al resto a unos niveles de temporalidad y precariedad del 80%. No contentos con esto, condenan a la educación pública a su privatización encubierta tras años de reformas, pese a la masiva oposición de los jóvenes estudiantes, lo mismo que intentarán con la sanidad, además de todo tipo de medidas contra los sectores populares, como la subida de la edad de jubilación a los 67 años y el decretazo de la reforma laboral. Y no nos engañemos, ¡nunca dejarán de sangrarnos, hasta que no los echemos!
Y es que, los problemas políticos y económicos tienen una relación muy fuerte. No es que necesitemos democracia y al mismo tiempo estemos sufriendo una brutal crisis. Es que no se puede entender la Política sin partir de la Economía.
Nuestros políticos son malos, cierto. Pero no es un problema de calidad humana de los políticos, ni de ética, ni de elegir a partidos más pequeños, sólo por el hecho de no ser PP y PSOE. Es un problema de quién manda realmente en esta sociedad, de sus estructuras.
Vivimos en una sociedad capitalista, donde una pequeña minoría tiene la propiedad de los medios de producción. Y quien produce vende, quien vende tiene dinero, quien tiene dinero paga campañas electorales y quien las paga recibe luego los favores de los distintos gobiernos. Ningún comunista está en contra de la propiedad personal, estamos en contra de la propiedad privada sobre los medios de producción, estructuras que sirven para el enriquecimiento de una élite –a costa de nuestro trabajo- y para esclavizarnos.
La foto real de quién manda la tuvimos cuando 37 grandes empresarios se reunieron con el gobierno para diseñar la salida de la crisis. O más bien, su salida de su “crisis”: recortes y más explotación.
No vivimos en una democracia imperfecta, vivimos en una democracia de clase, de la élite. Es un sistema que se asegura que todo continúe siendo igual a través del falso bipartidismo, que votemos pero no se nos tenga en cuenta y, en definitiva, que continúe existiendo el mismo sistema que nos ha llevado a una cifra record de parados, a participar en guerras de invasión, a recortar derechos.
Los jóvenes comunistas compartimos el objetivo de una democracia mucho más amplia y perfecta. A pesar de nuestra alegría por las luchas que están sucediendo, creemos que los jóvenes que estamos en la lucha debemos seguir debatiendo sobre nuestras propuestas. Vemos con simpatía muchos de los objetivos que se plantean, pero al mismo tiempo creemos que todos ellos son limitados.
Son limitados en la medida en que este sistema está diseñado para favorecer a una élite. O más bien, que este sistema ha sido creado por una élite. En ese sentido, podemos afirmar con total rotundidad que la constitución del 78 fue un fraude.
No somos los jóvenes ni los estudiantes quienes decidimos, sino ellos quienes deciden qué aplicar para mantener contentos –o al menos callados- sin que dejen de explotarnos y robarnos. Y hoy para ellos es imposible admitir una democracia más amplia, que permita más derechos, que vuelva a los vagos ideales con los que nuestros padres creyeron edificar un país que entonces escapaba de la larga noche del franquismo y a los que engañaron con la transición.
Es imposible en la medida en que no detectemos a los auténticos responsables. Los Rajoy o Zapatero no son más que la consecuencia de los Florentino Pérez y Emilio Botín. Y ellos, hoy, tienen una crisis que no es una más, sino que es estructural, que nos muestra que el capitalismo está agotado y que, si un día fue capaz de jugar algún papel progresista, ese día ya es pasado. El capitalismo del futuro no es el de las vacaciones a Túnez, el coche nuevo y la hipoteca; ni tampoco es en lo político el del Estado del Bienestar ni el de las promesas. Es un capitalismo agotado que sólo puede seguir ganando a costa de exprimirnos más. El capitalismo del futuro es éste que estamos viendo: el de los antidisturbios, el de las ilegalizaciones, el de la guerra, el de los recortes a las pensiones, el de las reformas laborales, el que nos hace trabajar más cada semana y más años de nuestra vida.
El capitalismo está en plena decadencia hacia la reacción, regresando a etapas que creíamos superadas. Y bajo el capitalismo no habrá marcha atrás. Si queremos democracia y queremos no ser la primera generación que viva peor que la de sus padres, tenemos que situar el debate en torno a la superación no sólo de la falsa democracia y de nuestros políticos, sino también del sistema que los genera. Los comunistas sólo lo vemos posible en el marco de la construcción del socialismo.
Después de las elecciones, esta generación tiene ante sí una larga lucha, en la que los comunistas queremos y vamos a estar. La lucha no acaba el 22 de mayo y sospechamos de quienes así lo entienden. Ni nos pueden ni nos van a utilizar. Esta generación será la que vea el triunfo de las grandes mayorías de trabajadores y trabajadoras, enfrentando a nuestros enemigos y, si fuera necesario, a nuestros falsos aliados.
Compañeros y compañeras: necesitamos lucha, necesitamos organización, necesitamos conciencia. Los jóvenes comunistas creemos que es necesario un amplio debate sobre cómo enfrentar este sistema y cómo hacer que los jóvenes construyamos la sociedad que queremos. Planteamos aquí nuestra aportación al debate, situando nuestras debilidades y cómo creemos que se deben superar. Hablamos sinceramente al conjunto del movimiento popular, que lo formamos los miles de jóvenes que nos manifestamos, tanto los que lo hacen producto de una decisión individual como los que lo hacen forma organizada. Esperamos que todos y todas actúen igual.
Hoy protestamos por la democracia, por ese ideal que nada se parece a la triste realidad de la monarquía parlamentaria en la que vivimos: ese régimen de políticos corruptos, de decisiones que no se saben de dónde vienen ni quién las votó, de dos partidos que se reparten todo el poder y actúan como casta.
Los jóvenes comunistas somos parte de esa gigantesca ola de protesta y movilización que avanza en estas fechas, como lo hemos sido siempre. Y es que los jóvenes no sólo luchamos en la calle, también nos organizamos, estudiamos y presentamos alternativas al modelo de sociedad en el que vivimos. Un movimiento masivo de lucha no se debilita porque los jóvenes nos asociemos; al contrario, es necesario para continuar la lucha, para planificarla y llevarla hasta la victoria. Asociarnos no deja de ser expresión viva de democracia.
Por eso, si bien estamos entusiasmados de ver que por fin en España “pasa algo”, también nos da miedo la insistencia que alguna gente ha mostrado con que no haya partidos ni haya sindicatos. Precisamente, nosotros y nosotras, somos muy vigilantes con las trampas que el sistema nos pone para canalizar y anular la energía rebelde y la voluntad de cambio de los jóvenes. Somos conscientes de que las organizaciones del sistema utilizan e instrumentalizan los movimientos y los integran en su dinámica, haciendo que las cosas nunca cambien. Pero, ¿qué nadie diga su afiliación ni la muestre públicamente en las manifestaciones, significa que no esté participando en representación de un partido del sistema?
Nos preocupa mucho el hecho de que se anuncien movilizaciones hasta el domingo, día en que se celebran elecciones. Este movimiento es genuino: miles y miles de jóvenes que sufrimos la crisis capitalista estamos en él, sin buscar nada más que aquello que proclamamos. Pero la historia nos demuestra lo hábil que ha sido este sistema para destrozar los movimientos, especialmente aquellos menos organizados.
Un ejemplo claro fueron las movilizaciones estudiantiles de 1986-1987, que sacaron a más de 300.000 estudiantes a la calle y que se prolongaron más de 4 meses. Ante un movimiento plural y asambleario, el sistema supo maniobrar, combinando la represión policial con la negociación, en la que las juventudes socialistas y una organización estudiantil que hoy día participa en Democracia Real Ya, traicionaron al movimiento. Esto, fue bien publicitado en los medios de comunicación, para facilitar la desmovilización.
La lección que aprendemos de entonces es que en la lucha cabemos todos y todas, pero será precisamente la lucha la que nos defina, la que demuestre quién es quién. Hay quienes se han apresurado a pedir el voto a un movimiento al que dicen representar, y hay quienes creemos que la lucha no termina hoy, sino que no se detiene, tampoco tras el 22 de Mayo. Somos un movimiento amplio, pero tenemos que ser muchos más. Hemos conseguido llamar la atención de mucha gente, pero nuestra lucha debe ser por la victoria. Porque, sino ¿para qué estamos luchando?
Y si de luchar se trata, debemos hacerlo de la forma más organizada posible y elevando la conciencia de todos los que estamos en pie. Sumando y no restando, pero conscientes de cuáles son los objetivos y qué vías nos marcamos para conseguirlo. Es eso lo que distingue salir a la calle para mandarles a la mierda de salir a la calle para obligarles a irse.
Todos y todas vemos a nuestro lado, o lo sentimos en nuestras propias carnes, las condiciones cada vez más complicadas de vida para la juventud. Nos niegan el futuro y no es simple retórica: este sistema niega la realización personal y el derecho humano al trabajo a casi el 50 % de los jóvenes, condenando al resto a unos niveles de temporalidad y precariedad del 80%. No contentos con esto, condenan a la educación pública a su privatización encubierta tras años de reformas, pese a la masiva oposición de los jóvenes estudiantes, lo mismo que intentarán con la sanidad, además de todo tipo de medidas contra los sectores populares, como la subida de la edad de jubilación a los 67 años y el decretazo de la reforma laboral. Y no nos engañemos, ¡nunca dejarán de sangrarnos, hasta que no los echemos!
Y es que, los problemas políticos y económicos tienen una relación muy fuerte. No es que necesitemos democracia y al mismo tiempo estemos sufriendo una brutal crisis. Es que no se puede entender la Política sin partir de la Economía.
Nuestros políticos son malos, cierto. Pero no es un problema de calidad humana de los políticos, ni de ética, ni de elegir a partidos más pequeños, sólo por el hecho de no ser PP y PSOE. Es un problema de quién manda realmente en esta sociedad, de sus estructuras.
Vivimos en una sociedad capitalista, donde una pequeña minoría tiene la propiedad de los medios de producción. Y quien produce vende, quien vende tiene dinero, quien tiene dinero paga campañas electorales y quien las paga recibe luego los favores de los distintos gobiernos. Ningún comunista está en contra de la propiedad personal, estamos en contra de la propiedad privada sobre los medios de producción, estructuras que sirven para el enriquecimiento de una élite –a costa de nuestro trabajo- y para esclavizarnos.
La foto real de quién manda la tuvimos cuando 37 grandes empresarios se reunieron con el gobierno para diseñar la salida de la crisis. O más bien, su salida de su “crisis”: recortes y más explotación.
No vivimos en una democracia imperfecta, vivimos en una democracia de clase, de la élite. Es un sistema que se asegura que todo continúe siendo igual a través del falso bipartidismo, que votemos pero no se nos tenga en cuenta y, en definitiva, que continúe existiendo el mismo sistema que nos ha llevado a una cifra record de parados, a participar en guerras de invasión, a recortar derechos.
Los jóvenes comunistas compartimos el objetivo de una democracia mucho más amplia y perfecta. A pesar de nuestra alegría por las luchas que están sucediendo, creemos que los jóvenes que estamos en la lucha debemos seguir debatiendo sobre nuestras propuestas. Vemos con simpatía muchos de los objetivos que se plantean, pero al mismo tiempo creemos que todos ellos son limitados.
Son limitados en la medida en que este sistema está diseñado para favorecer a una élite. O más bien, que este sistema ha sido creado por una élite. En ese sentido, podemos afirmar con total rotundidad que la constitución del 78 fue un fraude.
No somos los jóvenes ni los estudiantes quienes decidimos, sino ellos quienes deciden qué aplicar para mantener contentos –o al menos callados- sin que dejen de explotarnos y robarnos. Y hoy para ellos es imposible admitir una democracia más amplia, que permita más derechos, que vuelva a los vagos ideales con los que nuestros padres creyeron edificar un país que entonces escapaba de la larga noche del franquismo y a los que engañaron con la transición.
Es imposible en la medida en que no detectemos a los auténticos responsables. Los Rajoy o Zapatero no son más que la consecuencia de los Florentino Pérez y Emilio Botín. Y ellos, hoy, tienen una crisis que no es una más, sino que es estructural, que nos muestra que el capitalismo está agotado y que, si un día fue capaz de jugar algún papel progresista, ese día ya es pasado. El capitalismo del futuro no es el de las vacaciones a Túnez, el coche nuevo y la hipoteca; ni tampoco es en lo político el del Estado del Bienestar ni el de las promesas. Es un capitalismo agotado que sólo puede seguir ganando a costa de exprimirnos más. El capitalismo del futuro es éste que estamos viendo: el de los antidisturbios, el de las ilegalizaciones, el de la guerra, el de los recortes a las pensiones, el de las reformas laborales, el que nos hace trabajar más cada semana y más años de nuestra vida.
El capitalismo está en plena decadencia hacia la reacción, regresando a etapas que creíamos superadas. Y bajo el capitalismo no habrá marcha atrás. Si queremos democracia y queremos no ser la primera generación que viva peor que la de sus padres, tenemos que situar el debate en torno a la superación no sólo de la falsa democracia y de nuestros políticos, sino también del sistema que los genera. Los comunistas sólo lo vemos posible en el marco de la construcción del socialismo.
Después de las elecciones, esta generación tiene ante sí una larga lucha, en la que los comunistas queremos y vamos a estar. La lucha no acaba el 22 de mayo y sospechamos de quienes así lo entienden. Ni nos pueden ni nos van a utilizar. Esta generación será la que vea el triunfo de las grandes mayorías de trabajadores y trabajadoras, enfrentando a nuestros enemigos y, si fuera necesario, a nuestros falsos aliados.
Compañeros y compañeras: necesitamos lucha, necesitamos organización, necesitamos conciencia. Los jóvenes comunistas creemos que es necesario un amplio debate sobre cómo enfrentar este sistema y cómo hacer que los jóvenes construyamos la sociedad que queremos. Planteamos aquí nuestra aportación al debate, situando nuestras debilidades y cómo creemos que se deben superar. Hablamos sinceramente al conjunto del movimiento popular, que lo formamos los miles de jóvenes que nos manifestamos, tanto los que lo hacen producto de una decisión individual como los que lo hacen forma organizada. Esperamos que todos y todas actúen igual.