El libro negro del comunismo
Lenin tenía razón.- Gran camarada
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- Mensaje n°26
Re: El libro negro del comunismo
El libro negro del comunismo fué el peor libro de ciencia ficción que he encontrado.
Calvourss- Camarada
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- Mensaje n°27
Re: El libro negro del comunismo
Lo que tienes que hacer camarada, es leerte el libro negro del comunismo y por los propios conceptos que saques hacer una vista de lo que es cierto y lo que no, cómo hemos hecho todos con todos los libros. xD
tania89- Comunista
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- Mensaje n°28
Re: El libro negro del comunismo
Yo me leí "El libro negro del capitalismo", nos lo recomendó el profesor de historia. Y la verdad es que estaba muy bien, creo que en parte por él empecé a descubrir de verdad el comunismo. Eso sí, el libro es un poquito difícil de encontrar. Menos mal que estaba en la librería de la facultad...
Zakhal- Revolucionario/a
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- Mensaje n°29
Re: El libro negro del comunismo
Vaya por c*lo(perdonar el tono es que no puedo canalizar xD)me está dando este libro.Pero os digo una cosa quien sabe rebatir este libro a la perfección dejándolo en ridículo es capaz de hacerlo con profesores de historia.Ya que los argumentos de los anticomunistas todos están sacados de aquí.
Yeremenko- Revolucionario/a
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- Mensaje n°30
Re: El libro negro del comunismo
Shenin escribió:Aquí hay una buena crítica redactada por unos maoístas norteamericanos:
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Camrada Shenin, ahora para descargar libros de Scribd creo que hay que pagar, ¿alguien podría conseguir esta crítica para poder descargarla?
Hay algún modo de conseguir también los libros negros del capitalismo y comunismo?
Gracias por anticipado.
pedrocasca- Colaborador estrella
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- Mensaje n°31
Re: El libro negro del comunismo
La refutación de El Libro Negro del Comunismo: Crímenes, Terror y Represión realizada y publicada en internet por el Movimiento Internacional Maoísta en febrero del año 2000 puede leerse y ser consultada en las antiguas páginas de la interesante web En defensa del Marxismo-Leninismo:
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DP9M- Colaborador estrella
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- Mensaje n°32
Re: El libro negro del comunismo
A vueltas con "El libro negro del comunismo": historiografía y propaganda
Jesús Aller
Rebelión
La reedición reciente de la versión en español de El libro negro del comunismo (Ediciones B, traducción de César Vidal y otros), obra de un grupo de autores coordinados por el francés Stéphane Courtois, director de investigaciones del CNRS, ha reabierto la polémica sobre lo que se presenta como un recuento, que se quiere minucioso, de las víctimas de los regímenes sedicentemente comunistas. El libro acumula más de mil páginas en las que se nos describen las cristalizaciones históricas del comunismo, presentado siempre como un anhelo despiadadamente totalitario que se materializa por todo el ancho mundo en un salvaje amontonamiento de cadáveres. Hay que señalar, no obstante, que tras la publicación de la obra, tres de sus seis autores se desmarcaron del capítulo introductorio de Courtois “Los crímenes del comunismo” por medio de un artículo en Le Monde en el que juzgan que en él se infla injustificadamente el número de víctimas en un intento desesperado de alcanzar los 100 millones y se realiza además una comparación que no suscriben entre nazismo y estalinismo.
El libro es un ladrillo extraordinariamente útil. Puede ser lanzado contundentemente a la cabeza de cualquiera que se plantee una alternativa al pensamiento dominante. Aunque se argumente que los números están exagerados, no resulta fácil zafarse del golpe. El retrato que se dibuja al fin es tan monstruoso que tenderíamos a pensar que cualquier cosa debe ser mejor que eso. El problema es que no es así. El secreto del libro es la ocultación constante de las otras caras de la realidad. Cuando se atiende a ellas, se ve claramente que los “crímenes del comunismo” no son de ninguna manera episodios excepcionales en la “historia universal de la infamia”. Una muestra clara de esto pueden darla los datos reunidos por Gilles Perrault y otros en El libro negro del capitalismo, publicado en Francia en 1998 (hay versión en español, Txalaparta, 2002). Sin embargo esta obra no pretende ser con sus 495 páginas una recopilación tan exhaustiva como la del otro y no ha logrado tampoco una difusión tan grande. En El libro negro del comunismo, el camuflaje sistemático de acontecimientos históricos próximos a los narrados, y que son imprescindibles para explicarlos en una óptica racional, permiten enfocar con gran aumento “las atrocidades comunistas”, que al final resultan ser algo tan verdaderamente atroz que una interpretación maniquea de la historia del siglo XX está servida. De un lado queda el comunismo, es decir “el mal”, a cuyo lado puede colocarse el nazismo, y de otro, lo que no puede plantearse de otra forma que como “la lucha contra el mal”, en la que a veces pueden haberse cometido “algunos excesos”.
Uno de los innumerables ejemplos de la criminal ocultación del contexto en la que incurre el libro lo tenemos en la parte en la que se trata sobre la historia del jemer rojo camboyano. En ésta se describen pormenorizadamente las atrocidades cometidas en el país por los comunistas a lo largo de los años 70, durante la guerra civil primero y después durante el régimen de Pol Pot, establecido tras la toma de Phnom Penh en 1975 y que se mantuvo hasta la invasión vietnamita de 1979. Los títulos de los capítulos de esta parte son reveladores: “Camboya, el país del crimen desconcertante”, “La espiral del horror”, “Variaciones en torno a un martirologio”, “La muerte cotidiana en los tiempos de Pol Pot”, “Las razones de la locura”, “¿Un genocidio?”. Nada nos dice en ningún momento Jean-Louis Margolin, autor de esta parte, sobre unos hechos que muchos historiadores consideran cruciales a la hora de explicar la emergencia imparable y el comportamiento, ciertamente inusitado, de Pol Pot y sus seguidores. Nos referimos a la campaña de bombardeos sobre la parte oriental de Camboya realizados por los americanos entre 1965 y 1973, y que tuvieron su clímax durante la denominada “Operación Menú” en 1969 y 1970. El insólito nombre de esta operación procede de las distintas partes en que se fue estructurando, bautizadas: “Breakfast”, “Lunch”, “Dinner”, etc. No cabe duda de que los asesinatos masivos se realizaban sin perder el sentido del humor.
Estas operaciones se trataron de mantener en secreto, pero los documentos sobre ellas fueron desclasificados durante el mandato de Bill Clinton en 2000 y han sido estudiados por los historiadores Ben Kiernan y Taylor Owen. Según los datos que éstos aportan, durante ellas se realizaron 230 516 salidas sobre 113 716 objetivos, en las que se arrojaron 2 756 941 toneladas de bombas. Hay que decir que esta cantidad de bombas supone en realidad un “bombardeo en alfombra” (carpet bombing) con lo que la mención de “objetivos” resulta más bien grotesca. Pensemos que aunque la dividamos por la extensión total del país, son todavía 15 toneladas y 228 kg de bombas por kilómetro cuadrado. Tratemos de imaginar algo semejante en nuestro entorno próximo.
Resulta muy difícil calcular el número de víctimas producidas por estos ataques, pero William Showcross y otros autores han señalado la alta probabilidad de que su efecto final fuera en realidad desestabilizar una región ya en equilibrio precario y facilitar la toma de poder por de los comunistas. Por su parte, Ben Kiernan y Taylor Owen han usado una mezcla de imágenes de satélite, datos detallados de los bombardeos y testimonios recogidos sobre el terreno para argumentar contundentemente que existe una correlación entre las zonas masacradas y las áreas de reclutamiento del jemer rojo. A nadie se le escapan los efectos que más allá de la destrucción física, en el plano psicológico, puede tener sobre cualquier país una brutalidad como la que supusieron estos bombardeos. Ejemplos como éste podrían multiplicarse y la conclusión es siempre que más que una maldad intrínseca de nadie, la violencia de la historia del comunismo se explica por otros factores entre los que resulta esencial una continua y perversa dialéctica de acción y reacción
Aunque textos como El libro negro del capitalismo, citado antes, apuntan ya aspectos importantes, es cierto también que está pendiente un estudio pormenorizado y sistemático de la terrible capacidad del ser humano para la destrucción de sus semejantes que se manifiesta a cada paso en la Historia. Existen datos suficientes para asegurar que procesos históricos como el esclavismo en África o la explotación colonial de los distintos continentes, por citar sólo unos pocos ejemplos, darían para elaborar libros negros de muchas páginas con sobrecogedores catálogos de brutalidades y recuentos de muchos millones de víctimas inocentes. No obstante, el hecho es que hasta el momento el principal objeto de estudio historiográfico en este sentido han sido sólo “las atrocidades comunistas”. A la luz de esto, El libro negro del comunismo se nos aparece más que nada como un negro chorro de tinta de calamar destinada a transmitir una imagen parcial e interesada de la Historia.
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Jesús Aller
Rebelión
La reedición reciente de la versión en español de El libro negro del comunismo (Ediciones B, traducción de César Vidal y otros), obra de un grupo de autores coordinados por el francés Stéphane Courtois, director de investigaciones del CNRS, ha reabierto la polémica sobre lo que se presenta como un recuento, que se quiere minucioso, de las víctimas de los regímenes sedicentemente comunistas. El libro acumula más de mil páginas en las que se nos describen las cristalizaciones históricas del comunismo, presentado siempre como un anhelo despiadadamente totalitario que se materializa por todo el ancho mundo en un salvaje amontonamiento de cadáveres. Hay que señalar, no obstante, que tras la publicación de la obra, tres de sus seis autores se desmarcaron del capítulo introductorio de Courtois “Los crímenes del comunismo” por medio de un artículo en Le Monde en el que juzgan que en él se infla injustificadamente el número de víctimas en un intento desesperado de alcanzar los 100 millones y se realiza además una comparación que no suscriben entre nazismo y estalinismo.
El libro es un ladrillo extraordinariamente útil. Puede ser lanzado contundentemente a la cabeza de cualquiera que se plantee una alternativa al pensamiento dominante. Aunque se argumente que los números están exagerados, no resulta fácil zafarse del golpe. El retrato que se dibuja al fin es tan monstruoso que tenderíamos a pensar que cualquier cosa debe ser mejor que eso. El problema es que no es así. El secreto del libro es la ocultación constante de las otras caras de la realidad. Cuando se atiende a ellas, se ve claramente que los “crímenes del comunismo” no son de ninguna manera episodios excepcionales en la “historia universal de la infamia”. Una muestra clara de esto pueden darla los datos reunidos por Gilles Perrault y otros en El libro negro del capitalismo, publicado en Francia en 1998 (hay versión en español, Txalaparta, 2002). Sin embargo esta obra no pretende ser con sus 495 páginas una recopilación tan exhaustiva como la del otro y no ha logrado tampoco una difusión tan grande. En El libro negro del comunismo, el camuflaje sistemático de acontecimientos históricos próximos a los narrados, y que son imprescindibles para explicarlos en una óptica racional, permiten enfocar con gran aumento “las atrocidades comunistas”, que al final resultan ser algo tan verdaderamente atroz que una interpretación maniquea de la historia del siglo XX está servida. De un lado queda el comunismo, es decir “el mal”, a cuyo lado puede colocarse el nazismo, y de otro, lo que no puede plantearse de otra forma que como “la lucha contra el mal”, en la que a veces pueden haberse cometido “algunos excesos”.
Uno de los innumerables ejemplos de la criminal ocultación del contexto en la que incurre el libro lo tenemos en la parte en la que se trata sobre la historia del jemer rojo camboyano. En ésta se describen pormenorizadamente las atrocidades cometidas en el país por los comunistas a lo largo de los años 70, durante la guerra civil primero y después durante el régimen de Pol Pot, establecido tras la toma de Phnom Penh en 1975 y que se mantuvo hasta la invasión vietnamita de 1979. Los títulos de los capítulos de esta parte son reveladores: “Camboya, el país del crimen desconcertante”, “La espiral del horror”, “Variaciones en torno a un martirologio”, “La muerte cotidiana en los tiempos de Pol Pot”, “Las razones de la locura”, “¿Un genocidio?”. Nada nos dice en ningún momento Jean-Louis Margolin, autor de esta parte, sobre unos hechos que muchos historiadores consideran cruciales a la hora de explicar la emergencia imparable y el comportamiento, ciertamente inusitado, de Pol Pot y sus seguidores. Nos referimos a la campaña de bombardeos sobre la parte oriental de Camboya realizados por los americanos entre 1965 y 1973, y que tuvieron su clímax durante la denominada “Operación Menú” en 1969 y 1970. El insólito nombre de esta operación procede de las distintas partes en que se fue estructurando, bautizadas: “Breakfast”, “Lunch”, “Dinner”, etc. No cabe duda de que los asesinatos masivos se realizaban sin perder el sentido del humor.
Estas operaciones se trataron de mantener en secreto, pero los documentos sobre ellas fueron desclasificados durante el mandato de Bill Clinton en 2000 y han sido estudiados por los historiadores Ben Kiernan y Taylor Owen. Según los datos que éstos aportan, durante ellas se realizaron 230 516 salidas sobre 113 716 objetivos, en las que se arrojaron 2 756 941 toneladas de bombas. Hay que decir que esta cantidad de bombas supone en realidad un “bombardeo en alfombra” (carpet bombing) con lo que la mención de “objetivos” resulta más bien grotesca. Pensemos que aunque la dividamos por la extensión total del país, son todavía 15 toneladas y 228 kg de bombas por kilómetro cuadrado. Tratemos de imaginar algo semejante en nuestro entorno próximo.
Resulta muy difícil calcular el número de víctimas producidas por estos ataques, pero William Showcross y otros autores han señalado la alta probabilidad de que su efecto final fuera en realidad desestabilizar una región ya en equilibrio precario y facilitar la toma de poder por de los comunistas. Por su parte, Ben Kiernan y Taylor Owen han usado una mezcla de imágenes de satélite, datos detallados de los bombardeos y testimonios recogidos sobre el terreno para argumentar contundentemente que existe una correlación entre las zonas masacradas y las áreas de reclutamiento del jemer rojo. A nadie se le escapan los efectos que más allá de la destrucción física, en el plano psicológico, puede tener sobre cualquier país una brutalidad como la que supusieron estos bombardeos. Ejemplos como éste podrían multiplicarse y la conclusión es siempre que más que una maldad intrínseca de nadie, la violencia de la historia del comunismo se explica por otros factores entre los que resulta esencial una continua y perversa dialéctica de acción y reacción
Aunque textos como El libro negro del capitalismo, citado antes, apuntan ya aspectos importantes, es cierto también que está pendiente un estudio pormenorizado y sistemático de la terrible capacidad del ser humano para la destrucción de sus semejantes que se manifiesta a cada paso en la Historia. Existen datos suficientes para asegurar que procesos históricos como el esclavismo en África o la explotación colonial de los distintos continentes, por citar sólo unos pocos ejemplos, darían para elaborar libros negros de muchas páginas con sobrecogedores catálogos de brutalidades y recuentos de muchos millones de víctimas inocentes. No obstante, el hecho es que hasta el momento el principal objeto de estudio historiográfico en este sentido han sido sólo “las atrocidades comunistas”. A la luz de esto, El libro negro del comunismo se nos aparece más que nada como un negro chorro de tinta de calamar destinada a transmitir una imagen parcial e interesada de la Historia.
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pedrocasca- Colaborador estrella
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- Mensaje n°33
Re: El libro negro del comunismo
Si alguien tiene tiempo y ganas para leer El libro negro del comunismo, lo puede leer y descargar desde el enlace:
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Son más de 230 páginas escaneadas en buena calidad de pdf (el original pasa de las 840 páginas). Sólo leer el índice pone los pelos de punta (a mí nunca se me ha ocurrido leer el libro, la verdad).
Si alguien tiene curiosidad no necesita tragarse el mamotreto, simplemente leyendo la crítica y refutación realizada por el Movimiento Internacional Maoísta en 2000 ya es más que suficiente para hacerse una idea sobre el libro:
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Before- Comunista
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- Mensaje n°34
Re: El libro negro del comunismo
Mi profesor de historia me dijo que ese libro era excelente, y que las cifras eran casi reales en todo... le creí, pero no le dije nada, porque como es profesor, es complicado juzgarlo, siendo solo alumno... además el no es comunista ni capitalista, de ningún lado, por ello, le creí mas...
Chus Ditas- Miembro del Soviet
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- Mensaje n°35
Re: El libro negro del comunismo
—El libro negro del comunismo
Gulags, torturas, hambrunas, asesinatos, deportaciones, represión sistemática... El libro negro del comunismo es un catálogo extenso de los actos criminales llevados a cabo por los distintos estados comunistas en todo el mundo: Unión Soviética, Polonia, China, Corea del Norte, Camboya, Latinoamérica… Escrito por académicos e investigadores europeos y editado por Stéphane Courtois.
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—El libro negro del capitalismo está en el foro en:
El libro negro del capitalismo - libro de Giles Perrault - en formatos: ePub, fb2, mobi
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Gulags, torturas, hambrunas, asesinatos, deportaciones, represión sistemática... El libro negro del comunismo es un catálogo extenso de los actos criminales llevados a cabo por los distintos estados comunistas en todo el mundo: Unión Soviética, Polonia, China, Corea del Norte, Camboya, Latinoamérica… Escrito por académicos e investigadores europeos y editado por Stéphane Courtois.
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DP9M- Colaborador estrella
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- Mensaje n°36
Re: El libro negro del comunismo
Before escribió:Mi profesor de historia me dijo que ese libro era excelente, y que las cifras eran casi reales en todo... le creí, pero no le dije nada, porque como es profesor, es complicado juzgarlo, siendo solo alumno... además el no es comunista ni capitalista, de ningún lado, por ello, le creí mas...
El que el se crea no pertenecer a ninguna corriente politica no significa que sea inmune a la propaganda del corte que sea y que se la trague.
Las cifras del Libro Negro del Comunismo son facilmente refutables, no siguen un orden cientifico en la exposición de datos sobre los que se argumenta.
Hablan de 20 millones de muertos en la URSS. En la cifra total usan las cifras de GULAG, de PRESOS TOTALES, como victimas del sistema penitenciario, es decir, meten a la gente que paso por la carcel como muertos del comunismo en la URSS. Cualquiera que vea las cifras y se preocupe en ir mas allá de la bazofia que suelta ese libro, puede ver que las muertes en el GULAG en decadas llegan como mucho a un millon de muertes y el 80% de estas, se produce durante los 4 años de invasión nazi en la que todo el pais sufria y como no cabe de otra forma, en el sistema penitenciario también.
Tambien hacen otro tipo de malabares. Por ejemplo, Camboya, Vietnam o Corea, meten las muertes totales de la guerra y producto de bombardeos en cortina de la USAF como victimas de los comunistas. Es la cosa mas absurda y ridicula del planeta lo que hacen, cualquir persona con un poco de interes se podria dar cuenta, solo que se cuenta con que la mayoría que lea ese libro lo que va a estar haciendo es buscar justificacion a sus odios y sus pensamientos, entonces simplemente se preocupan en hacer un simple panfleto de propaganda anticomunista sin valor academico ninguno porque carece de todo tipo de rigurosidad en la forma de obtener los datos. Han hecho un panfleto donde mienten a proposito, por error, no se meten todas las muertes de una guerra como victimas de uno de los bandos.... Es lo mas absurdo que hay...
stalingrado en la memoria- Miembro del Soviet
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- Mensaje n°37
Re: El libro negro del comunismo
Yo estaba en una libreria y vi este libro " El Libro Negro del Comunismo" pense en comprarlo par poder ver con mis propios ojos las falacias y la propaganda imperialista sobre el comunismo, pero al final me dije a mi mismo, mejor utilizo el dinero en algo mejor y me compre ¿Que hacer? Estuve bien ¿no? jajajajajajaja. De igual manera mediante el link publicado por la camarada Chus Ditas, me voy a poner a leer este libro de porquería haber que estupideces plantea, a demás de el que trata del capitalismo.
Saludos
Saludos
CarlosMarx- Revolucionario/a
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- Mensaje n°38
Re: El libro negro del comunismo
(...)además el no es comunista ni capitalista, de ningún lado, por ello, le creí mas...
El típico ser humano que se cree por encima de toda ideología es el que de hecho no llega a comprender ninguna, o está tan perdido que no sabe por donde empezar.
Lo se porque a mi me pasaba hace unos años, pero luego uno va encontrando el camino
Saludos.
Tripero- Moderador de Reserva
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- Mensaje n°39
Re: El libro negro del comunismo
Texto rescatado de unos archivos de Web Archive la extinta página leninismo.org.
El Libro Negro del Comunismo: Crímenes, Terror y Represión. Stephane Courtois, Nicolas Werth, Jean-Louis Panne, Andrzej Paczkowski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin. [1]
Recensión del MIM (“Maoist Internationalist Movement”), febrero del 2000
El Libro Negro del Comunismo se publicó en Francia en 1997 y desde entonces ha desatado una agria controversia. Ahora el libro ha llegado a los países de habla inglesa, en la traducción ofrecida por la dudosa editorial de la Harvard University Press.
El MIM (“Movimiento Internacionalista Maoísta”) ya ha refutado este libro en el contexto de su lucha contra los fascistas de Internet en 1999. Nuestro desafío a los defensores del libro era: "Nuestros críticos usan ‘argumentos’ puramente emocionales y no pueden utilizar sus métodos para contemplar los diversos aspectos implicados en un mismo acontecimiento. Nuestras objeciones comienzan por el hecho de que el libro sólo habla del hambre supuestamente existente en los países socialistas. ¡El problema es que sus autores no mencionan en ningún momento el hambre de los países capitalistas para poder hacer una comparación!" [2]
Nuestros críticos fascistas promocionaron este libro contra nosotros por todo Internet, como si contara algo nuevo aparte de las mismas viejas mentiras anti-comunistas de siempre. Continuamente citaban la cifra de 100 millones de muertos que aparece en la introducción como mensaje principal del libro. No obstante, aún sigue en pie nuestra crítica al hecho de que un libro de 856 páginas no aporta ninguna comparación estadística de las muertes prematuras ocurridas en países capitalistas y en países socialistas; en ninguna parte del libro se hace jamás este tipo de comparaciones, tal como el MIM ha venido exponiendo hasta ahora. La razón es simple: los comunistas duplicaron la expectativa de vida de la población en la Unión Soviética y en China. Ésta es la imagen global. Ello no significa que no hubiera guerras civiles o ejecuciones, incluyendo algunas injustas, pero en general la violencia del comunismo ha sido menor que la del capitalismo, con mucha diferencia.
Portada de la edición en inglés
El simple eslabón científico que falta en las mentes de nuestros críticos es la conexión entre la pobreza y la mortandad existentes en un sistema de propiedad privada. La pobreza bajo el capitalismo causa la muerte anual de varias decenas de millones de personas por carencia de alimentos, de un ambiente digno y de asistencia médica adecuada. Habituada a tergiversar y manipular la historia en función de sus propios intereses, la intelectualidad pre-científica nunca se ocupará de investigar este hecho de manera sistemática, a pesar de las 854 páginas de quejumbrosa propaganda que ha lanzado una vez más para atacar y desprestigiar al movimiento obrero.
Resulta que los capitalistas han escrito y siguen escribiendo un Libro Negro del Capitalismo del que los mencionados intelectuales no tienen nada que decir. Este hecho se parece a lo que dijo Lenin acerca de que los capitalistas pujaban por comprar la soga con la que su clase iba a ser ahorcada. Lo cierto es que hay gente que no sabe cómo se calcula la esperanza de vida, y que no entiende por qué ésta es superior a unos millones de fallecimientos casuales citados de manera selectiva y descontextualizada por nuestros críticos. El número de muertes provocadas por el capitalismo asciende a 100 millones de personas sólo a causa del hambre cada 8-12 años, como ha señalado el MIM en sus ensayos sobre este tema disponibles en nuestra página web. Es una medida de la ignorancia general del público que compra la prensa monopolista del capitalismo, así como de la mala conciencia de algunos intelectuales, que El Libro Negro haya podido causar tanto impacto con su cifra de 100 millones de muertos atribuidos al comunismo, cuando muchas más personas mueren cada década bajo el capitalismo.
En general, de un modo u otro, El Libro Negro del Comunismo ha logrado reanimar de nuevo el debate. Es una medida de la virulencia de la lucha de clases el hecho de que la intelectualidad reaccionaria se haya sentido obligada a escribir un libro de 854 páginas volviendo a retomar la cuestión del número de muertes presuntamente provocadas por el comunismo. Intentando poner un número a las muertes prematuras causadas por los movimientos comunistas en el siglo XX, la intelectualidad pre-científica que ha escrito el libro ha llevado el tema justo hasta el límite de la cientificidad, antes de sumergirse en el horror y de refugiarse en dogmas morales atemporales más aptos para la reflexión interior espiritual que para la discusión en público.
Lo que no es científico no puede producir consenso, de modo que los autores anticomunistas manifestaron opiniones contrapuestas tan pronto como el libro apareció en prensa. Werth y Margolin --autores de las secciones soviética, china y otras secciones del libro-- discreparon de Stephane Courtois, que escribió la introducción. Courtois sugirió --en la única comparación existente en el libro-- que el movimiento comunista fue responsable de 100 millones de muertes, mientras que los nazis sólo fueron responsables de 25 millones (p. 15) (lo que obviamente excluye a algunos de los más de 22 millones de ciudadanos soviéticos, sobre todo civiles, que murieron a manos de los nazis, o de los seis millones de judíos o de los millones de personas de otras naciones incluyendo a la misma Alemania). Werth y Margolin dijeron que Courtois había inflado las cifras para llegar al número redondo de 100 millones, como total de muertes atribuibles al comunismo.
La comparación entre el comunismo y el nazismo es la única comparación de cifras ofrecida en el libro, y se trata fundamentalmente de una comparación de muertes ocurridas en tiempos de guerra junto con algunas muertes por hambre suplementarias e inventadas atribuidas al bando soviético, de las que hablaremos más adelante. Resulta fácil ver que la comparación entre el nazismo y el comunismo es absurda, solamente por el hecho de que el comunismo gobernó en más países durante más décadas. Más importante aún, se trata de una comparación absurda porque la mayor parte de las muertes ocurren en la vida cotidiana normal y no en la guerra, y El Libro Negro del Comunismo sencillamente evita comparar la esperanza de vida bajo el socialismo y bajo el capitalismo –soslayando y aun justificando de esta forma las hambrunas capitalistas, la pobre distribución de los servicios sociales y sanitarios, y la degradación medioambiental.
Los anticomunistas más inteligentes se dieron cuenta de que los errores de Courtois, expuestos por sus propios coautores, podían animar a los lectores a emprender por sí mismos las comparaciones entre las cifras de fallecimientos, adoptando así un enfoque científico del que carece el libro de Courtois. Además, sabían que las masas se darían cuenta de que los nazis se detuvieron en la cifra de varios millones de víctimas, y no llegaron a los mil millones, gracias a las tropas soviéticas que los derrotaron. De este modo, Courtois se dirigía al público que únicamente conoce lo que previamente ha pasado por el filtro acrítico de los medios de comunicación capitalistas y monopolistas, mientras que Werth y Margolin estaban preocupados por el hecho de que algunos intelectuales pudieran advertir los enormes agujeros existentes en la historia de Courtois.
Como es obvio, Courtois cree que, tácticamente hablando, los medios de comunicación comprarán cualquier mercancía que sea anti-comunista, porque –añadimos nosotros--son demasiado ignorantes o están controlados y financiados por la clase burguesa. Entonces, la pregunta que surge en las mentes de los intelectuales pre-científicos como Courtois se convierte en la siguiente cuestión: "¿Con cuánta agresividad deberíamos rehabilitar el nazismo y atacar al comunismo?".
Como el MIM ha señalado muchas veces, no hay nada científico en el fascismo. Éste es simplemente una ideología que justifica la represión abierta por parte del capitalismo. Por tanto, no es ninguna sorpresa que los intelectuales nunca hayan sido capaces de escribir libros coherentes, consistentes y detallados en defensa del fascismo. Los autores son en gran parte ex-comunistas que pensaban que el comunismo era una especie de cristianismo purificado. Nunca entendieron el enfoque científico implícito en la defensa del comunismo. Los anticomunistas pueden aprovecharse del misticismo religioso, del absolutismo selectivo de los derechos humanos y del relativismo post-moderno que están tan de moda actualmente, pero ellos mismos nunca han sido capaces de proponer una línea coherente e históricamente detallada, por los mismos motivos que ninguna religión ha podido conquistar el mundo entero: únicamente la ciencia auténtica puede crear consenso y ofrecer una perspectiva consistente.
Idealismo
La introducción de Courtois demuestra que es un intelectual que manipula deliberadamente los sentimientos pre-científicos de las masas y de otros intelectuales. Cuando se enfrenta con el comunismo, correctamente señala que "siempre habrá algunos críticos que sostengan que el comunismo real no tiene nada en común con el comunismo teórico"(p. 2). Incluso sigue diciendo: " Desde luego, sería absurdo sostener que las doctrinas expuestas antes de Jesucristo, durante el Renacimiento o hasta en el siglo XIX fueron responsables de los acontecimientos ocurridos en el siglo XX" (p.2). En su fuero interno, Courtois cree que es equivocado hacer con Jesús lo mismo que él hace con los comunistas, defendiendo un esquema idealizado y comparándolo con la vida real.
Estamos de acuerdo en que alguien que contrapone un objetivo dogmático a la realidad necesariamente va a cometer muchos errores. Sólo podemos comparar la realidad con la realidad y decidir qué realidad se halla más cerca del objetivo. Comparar la "vida real" y la "teoría" es una forma de dogmatismo ético, y no tiene nada en común con el marxismo-leninismo-maoísmo científico. La "teoría" no se refiere a nuestros grandiosos objetivos sobre lo bueno y lo malo. La teoría es el cuerpo de ideas que describen con más o menos exactitud cómo funciona el mundo en su enorme red de causas, efectos y cambios. Los cristianos y otra gente religiosa son propensos a sustituir el "Cielo" por la "Teoría" y a asumir que el "comunismo" de Marx juega el mismo papel que el "Cielo" en su propio pensamiento. Entonces no es sorprendente que encuentren que el comunismo en la práctica es siempre corrupto e hipócrita.
Courtois termina por citar a la misma Iglesia Católica que apoyó al fascista Franco en España, a Mussolini en Italia y a Hitler en Alemania; Courtois reivindica los principios morales de dicha Iglesia (p. 29). La última frase de su introducción cita el mandato bíblico "no matarás" (p. 31). A cambio, la fundación del Cardenal Mindszenty ha presentado una reseña favorable del libro de Courtois en su página web.
Izda.: el pacto de Múnich de 1938 (de izda. a dcha.: Neville Chamberlaine, Edouard Daladier, Adolf Hitler, Benito Mussolini y el Conde Ciano). Dcha.: firma del Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939.
Por esta razón, Courtois se siente justificado al decir que "nuestro objetivo no es inventar una especie de sistema macabro comparativo para números impactantes" (p. 15).
Asimismo, Courtois es el ejemplo perfecto de lo que Stalin llamaba un "social-fascista". Aunque afirme ser socialdemócrata, Courtois ha recibido muchas críticas por tener numerosos simpatizantes fascistas. Le Pen es su mayor admirador. Resulta sorprendente que no sólo los defensores de Stalin hayan advertido los grandes beneficios que Courtois aporta a la causa del fascismo. Incluso el diario francés socialdemócrata Le Monde se hizo eco de numerosas protestas con respecto a la confusa adhesión ideológica del supuesto colega socialdemócrata Courtois (p. xvii)
Fascismo
Courtois intenta culpar a Stalin de haber cometido una iniquidad por firmar un pacto con Hitler en 1939 (pp. 5, 22). Dice que esto fue un crimen en toda regla. En ningún otro sitio menciona los numerosos pactos que los países capitalistas firmaron con Hitler antes que Stalin. Es habitual que la mayor parte de las distorsiones del libro omitan siempre el contexto comparativo.
Los polacos firmaron un acuerdo con Hitler en 1934, y por supuesto los franceses y los británicos tuvieron su pacto de Múnich en 1938. En 1938, Stalin propuso atacar a Hitler desde Checoslovaquia si Inglaterra y Francia se unían a la Unión Soviética, y si los polacos permitían que los soviéticos atravesaran su territorio. En cambio, lo que sucedió fue que Polonia se apoderó de un trozo de Checoslavaquia --el distrito Teschen--, haciendo un trato con los nazis [3]. El hecho de que Stalin fuera el último en firmar un pacto con Hitler no es mencionado en ningún momento por Courtois, pues, según su propia lógica, los países capitalistas serían entonces culpables de peores crímenes que los países socialistas.
Supuestamente éstos son expertos en historia (¡!), pero es el MIM el que ha expuesto una vez más el contexto comparativo. Nuestros lectores deberían preguntarse qué normas académicas son las más justas, las del MIM o las de los expertos burgueses. Estos académicos burgueses ni siquiera mencionan los acuerdos que los países capitalistas firmaron con Hitler, acusando a Stalin de cometer un "crimen" por firmar un acuerdo con Hitler en última instancia. El mismo Courtois no menciona en ninguna parte la causa de que los crímenes de Hitler no superaran la supuesta cifra de 25 millones (cifra que en realidad fue superior): las tropas soviéticas que derrotaron a Hitler --¡y presuntamente éstos son historiadores! Sencillamente se trata de historiadores revisionistas, que se aprovechan de que la Segunda Guerra Mundial queda ahora muy distante para las jóvenes generaciones.
Tampoco Courtois o Werth mencionan las numerosas y triunfantes rebeliones pro-nazis que se produjeron por todas partes en Europa, cuando afirman que no había ninguna razón para reprimir a nadie en la Unión Soviética, y cuando señalan que las condiciones eran tan malas en la URSS que llevaron a la gente a echarse en brazos de los nazis. Si es así, las condiciones eran aún peores en los países capitalistas, porque las quintas columnas nazis derrocaron a muchos gobiernos europeos y paralizaron la capacidad de lucha antifascista en toda la Europa continental, exceptuando a la Unión Soviética y a los guerrilleros --principalmente comunistas-- de otros países.
Izda.: Vidkun Quisling. Centro: el Mariscal Petain y Hitler. Dcha.: Leopoldo III de Bélgica (en el centro).
El término “quisling” ("colaboracionista") se debe a un antiguo Ministro de Defensa noruego que ayudó a los nazis a derrocar al gobierno de Noruega en 1940: Vidkun Quisling. En Francia, en 1940, Henri Philippe Petain, comandante en jefe del Ejército que había ascendido a dicho puesto en 1917, dirigió un gobierno colaboracionista nazi en la Francia de Vichy. Incluso la burguesía francesa reconoció que Petain debía ser condenado a cadena perpetua tras la Segunda Guerra Mundial. El rey belga Leopoldo III rindió su país a los nazis sin condiciones y fue considerado un colaboracionista [4]. En Suecia, la familia que poseía la mitad de todo el país obtuvo grandes ganancias con el oro nazi sustraído a los judíos asesinados en el Holocausto. Esta familia recibía la asistencia en cuestiones legales del futuro Ministro de Asuntos Exteriores de los EEUU, John Foster Dulles --y desde luego, del gobierno sueco [5]. ¡De manera nada sorprendente, Finlandia se unió al bando nazi en 1941, pero es menos sabido que el primer ministro francés Edouard Daladier tuvo que dimitir en marzo de 1940, porque su oposición al ataque contra la Unión Soviética desde Finlandia era impopular! Este hecho histórico ha sido comprobado de manera fehaciente: ¡el público francés y parte de la burguesía querían atacar a la Unión Soviética y no a Alemania, en un intento de subirse al carro ganador de Hitler! Hungría y Bulgaria se unieron a las potencias del Eje e hicieron la guerra contra los aliados --prestando una enorme ayuda a Hitler en su invasión de la Unión Soviética.
En todos los países cuyos gobiernos fueron derrocados en parte por el nazismo interno (con la ayuda de Alemania), había también resistencia al nazismo, pero lo cierto es que Courtois y Werth no mencionan jamás este hecho, minimizando así la amenaza de los colaboracionistas nazis en la Unión Soviética. Si pretenden defender los "derechos humanos" de los nazis y de sus colaboradores, deberían hacerlo sin negar que este tipo de fascistas existieron en la Unión Soviética, del mismo modo que en todos los países de Europa. Hacer lo que hacen Courtois y Werth supone distorsionar los hechos, con el fin de satisfacer una agenda religiosa de derechos humanos para fascistas.
Las Tropas Soviéticas en Berlín (abril de 1945)
Karel Bartosek se halla más cerca de la verdad al señalar que "la represión fue severa sobre todo en los países que habían enviado tropas para luchar contra la Unión Soviética --Hungría, Rumania, y Eslovaquia-- donde el NKVD deportó a cientos de miles de ex-combatientes a los Gulags soviéticos" (p. 394). Sin embargo, contrariamente a la impresión manifestada por Bartosek (p. 397), Bulgaria también estuvo al lado de los nazis, como todavía se puede leer en enciclopedias corrientes [6]. Resulta indicativo que Bartosek decidiera acentuar el hecho de que Bulgaria no enviase tropas contra la Unión Soviética, sin mencionar que Bulgaria mantenía fuerzas de ocupación y luchaba contra los aliados soviéticos en Yugoslavia y Grecia --después de haber recibido un trozo de Rumania mediante un pacto con Hitler. Había fascistas activos en otros países además de Italia, Alemania y Japón, pero los historiadores de la guerra fría tuvieron que minimizar la presencia del fascismo en Europa, y sobre todo en Europa Oriental, con el fin de calumniar a Stalin.
Por su parte, Nicolas Werth ha escrito un capítulo entero exonerando a toda la gente que se unió a Hitler en la invasión de la Unión Soviética, y catalogando sus ejecuciones en mitad de la guerra como crímenes adjudicables en la cuenta del comunismo. Al parecer, el contexto de una gran guerra de invasión que devastó la Unión Soviética, y que causó la muerte de más de 22 millones de sus ciudadanos, no tiene la menor relevancia para estos moralistas intemporales e históricamente selectivos. Adan Shatz mantiene la misma opinión respecto a la postura de Werth, demostrando así que no todos los comentaristas históricos están dormidos, al señalar que "su lamento por el destino de los Vlasovtsky resulta particularmente curioso". Tomando el nombre de su líder, Andrei Vlasov, los Vlasovtsky eran un grupo de prisioneros de guerra rusos que se pasaron al bando alemán en 1942. “En base a sus convicciones anti-estalinistas”, escribe Werth crédulamente, “Vlasov decidió colaborar con los nazis para liberar a su país de la tiranía de los bolcheviques”. Vlasov pagó con su vida, y sus 150.000 soldados terminaron consumiéndose en el Gulag, un destino infeliz, sin duda. Pero es difícil sentir lástima, como la que siente Werth, por el encarcelamiento de unos traidores cuyas “convicciones anti-estalinistas” les llevaron a aliarse con los nazis [7].
Tras escribir sobre estos partidarios de Vlasov y sobre varios focos nazis realmente existentes entre ciertas etnias de la Unión Soviética (por ejemplo, pp. 219-20, 223-4), Werth sigue diciendo que "la eliminación de los potenciales y míticos 'quintacolumnistas' se hallaba en el corazón del Gran Terror" (p. 202). Como parte de su propio trabajo demuestra, no había nada "mítico" en la quinta columna, y el número de los que estuvieron al lado de Hitler fue superior al número que Stalin ejecutó en el "Gran Terror", según la propia contabilidad de Werth.
Más adelante Courtois y Karel Bartosek quieren que nuestros corazones sangren por los alemanes que se rebelaron contra la ocupación soviética en 1953. (Ver fotos y p. 439). Después de la masacre de más de 22 millones de personas soviéticas, los alemanes tuvieron suerte de continuar con vida. Si Stalin hubiera sido tan malo o peor que Hitler, como dice Courtois, ningún alemán habría quedado con vida para rebelarse.
A excepción del Gran Salto Adelante de China, la mayor parte de las acusaciones de El Libro Negro se refieren a actos de violencia en mitad de la guerra. Leyendo sobre el Vietnam o la Unión Soviética o Corea (que aún hoy sigue siendo un estado en guerra), a menudo es fácil olvidar que había una guerra en curso mientras las atrocidades relatadas supuestamente tenían lugar.
Antisemitismo y genocidio
Al considerar que el nazismo no era ni la cuarta parte de peligroso que el comunismo, Courtois ha sido acusado con razón de anti-semitismo, incluso en las páginas serias del diario socialdemócrata Le Monde (p. xv). Mientras que Stalin libraba una guerra contra los nazis y a favor del comunismo, los objetivos de los nazis fueron siempre el exterminio de todos los seres humanos a excepción de la raza superior, que ni siquiera incluía a todos los blancos.
Considerando su simpatía por la quinta columna soviética en la Segunda Guerra Mundial, no es sorprendente que los fascistas ucranianos citen con frecuencia a Werth en sus páginas web, en medio de su basura antisemita [8]. Un anti-semitismo más o menos disimulado se halla bajo la superficie en todas partes del libro (por ejemplo, p. 86, p. 99). El mismo título de la obra procede del título de un libro sobre el Holocausto escrito por nazis, también llamado El Libro Negro, en el que se decía que los judíos eran responsables de los peores crímenes y atrocidades.
Un historiador burgués ha dicho que Francia tardó mucho tiempo en reconocer el antisemitismo tras la Segunda Guerra Mundial: "De hecho, el genocidio judío apenas fue mencionado entre los intelectuales franceses hasta finales de los años 1980, cuando el estudio seminal de Raul Hilberg, titulado La Aniquilación de los Judíos Europeos, finalmente fue traducido al francés. El Gulag ruso, tal como fue descrito por Aleksandr Solzhenitsyn, recibió mucha mas atención por parte de los nuevos filósofos de los años 1970" [9].
Shatz añade: "Después de todo, éste es un país en el que, como el historiador de Princeton Anson Rabinbach observó en Dissent el año pasado, la exigencia de un Juicio de Nuremberg para el comunismo tiene una connotación particular, con frecuencia subrayada por Jean-Marie Le Pen, líder del Frente Nacional: justificar que no se persigan los crímenes franceses de la era Vichy. Puesto que la publicación del libro coincidió con el juicio de Maurice Papon, acusado de colaborar con los nazis durante los años de Vichy, se invitó a los lectores franceses a considerar la idea de que los partisanos militantes de la resistencia, muchos de ellos comunistas y todos ellos en alianza con la Rusia Soviética, no habían pisado un terreno moral más firme que un burócrata pro-fascista que enviaba a las mujeres y a los niños judíos a las cámaras de gas" [10].
Shatz se queja de que Stalin decretara la prohibición de un libro que se centraba exclusivamente en los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. No obstante, es cierto que el genocidio nazi golpeó a otras etnias además de los judíos. Los comunistas y los judíos eran sólo los primeros de la lista para ser exterminados por Hitler.
Incluso Nicolas Werth admitió lo anterior, si bien sólo de pasada y sin chocar obviamente con las conclusiones de Courtois. "La barbarie de los nazis permitió una cierta reconciliación entre el gobierno y el pueblo soviéticos, puesto que Alemania consideraba a los rusos como gente subhumana destinada al exterminio o la esclavitud" (p. 215). También Courtois y un coautor señalan correctamente que "Hitler consideraba que todos los eslavos eran infrahumanos y, por lo tanto, debían ser aniquilados en masa" (p. 320). Dado que la mayor parte de los rusos eran blancos, Werth y Courtois también deberían haber dicho que Hitler pensaba exterminar a la gran mayoría de la población mundial. La gente que intenta comparar a Stalin y Hitler lo hace para minimizar o disculpar el racismo, y se aprovechan de la ignorancia histórica ahora que el nazismo está cada vez más distante en el tiempo.
El hambre ucraniana
A lo largo de su ensayo, Werth habla de las requisas de grano realizadas por el estado soviético, como si el grano así obtenido hubiera desaparecido y en consecuencia hubiera causado el hambre rural (por ejemplo p. 121). No se hace ninguna mención de los derechos innegociables de la población urbana con respecto a la comida. Aunque el sistema de propiedad no era ya de tipo capitalista, Werth sigue refiriéndose al grano como "fruto del trabajo de los campesinos" (por ejemplo, p. 66, p. 148), que éstos tenían derecho a guardar para sí --omitiendo que algunas personas trabajan una tierra mucho mejor que la de otros, lo que dará lugar a grandes desigualdades sociales si no existe ninguna cooperación socialista para igualar las disparidades en los medios de producción.
De 1923 a 1928, los campesinos dispusieron de un libre mercado del grano. Ahora bien, los campesinos burgueses perdieron todas sus opciones en 1928, porque el grano entregado a las ciudades descendió a 4.8 millones de toneladas al año, cuando el promedio anterior había sido de 6.8 millones al año. Aquello estimuló a Stalin a favorecer la colectivización de la agricultura (p. 142). Sin duda, si Stalin hubiera dejado que los campesinos guardaran su grano, Courtois y Werth habrían culpado a Stalin por el hambre de la gente de las ciudades --a no ser que Stalin hubiera cambiado el sistema al capitalismo, en cuyo caso una cifra de 8 dígitos de campesinos podría haber muerto cada año hasta el día de hoy, sin que los propagandistas burgueses hubieran dicho nada. Si la gente pasaba hambre en las ciudades o en el campo, Stalin iba a ser culpado de todas maneras por estos críticos.
Durante toda esta época, parte de la resistencia más feroz a la colectivización se concentró en Ucrania; Werth llega a decir que el hambre ucraniana supuso el mayor número de muertes del que Stalin fue responsable. Ucrania era el equivalente de estados "granero" de los EEUU como Iowa o Kansas. Werth lo admite así en una frase concluyente: "Las regiones agrícolas más ricas y dinámicas, que tenían más que ofrecer al estado y más que perder con el excesivo sistema de la colectivización forzosa, fueron precisamente las regiones más afectadas por la gran hambruna de 1932-33" (p. 168.) Que estas áreas fueran el equivalente de Iowa –que suministra cereales a todos los EEUU-- debería resultar indicativo de que el hecho de que los campesinos guardaran el alimento no era algo que pudiera tomarse a la ligera.
En 1929, más de 3.200 funcionarios soviéticos sufrieron ataques terroristas (p. 145). Más de 1.300 disturbios se extendieron por el campo en los años 1928-9. Ésta es una muestra de la lucha de clases que tenía lugar entonces. Asimismo, existió un movimiento organizado conocido como los "Verdes", que también se opuso a la requisa de alimentos para las ciudades (p. 81, p. 91).
En medio de esta forma de resistencia política, muchos ucranianos se negaron a entregar el grano al estado. Werth dice que, en respuesta, Stalin causó la muerte de 4 millones de ucranianos, de un total de 6 millones, privándoles de comida en 1932-3, cuando se sabe que otras regiones de la Unión Soviética se hallaban en una situación similar (p. 146).
Koljós (1931)
El diario de Nueva York Village Voice, en su número del 12 de enero de 1988, ya ha desacreditado las afirmaciones sobre la hambruna ucraniana por haber sido desorbitadamente exageradas e inventadas por los fascistas ucranianos, en algunos casos sorprendidos de forma flagrante en sus actos fraudulentos de creación de propaganda [11]. Ludo Martens también ha desacreditado al poeta, escritor de ficción y funcionario del gobierno Robert Conquest por su empleo de fuentes nazis, fuentes de colaboracionistas nazis y libros de ficción para reforzar su historia ampliamente citada del hambre ucraniana [12]. 80.000 ucranianos sirvieron en el ejército nazi, incluyendo a algunos en las SS, y ésa es la clase de material humano más ampliamente citada en el libro de Conquest (p. 244).
Aunque en efecto alguna gente pudo haber pasado hambre en Ucrania, los números de Werth se hallan inflados hasta el mismo extremo que hizo que el Village Voice calificara la supuesta hambruna ucraniana como "fraude". Sin embargo, Werth menciona las actuaciones políticas de algunos ucranianos. Cita una presunta carta de Stalin que el MIM no ha comprobado (pero que es compatible con los hechos conocidos sobre la época) que dice: "¡Los trabajadores de su distrito --no solamente de su distrito, sino también de muchos otros distritos-- se declararon en huelga, realizaron actos de sabotaje, y estuvieron dispuestos a dejar sin pan a los trabajadores del Ejército Rojo!" (p. 166). Desde el punto de vista del MIM, incluso si toda la propaganda fascista fuera cierta, Stalin habría actuado correctamente al tomar medidas contundentes contra los que desobedecieron la ley, redujeron al límite la producción agrícola, y actuaron generalmente como dueños corruptos y privilegiados de las mejores y más fértiles tierras de cultivo.
Werth y Courtois están de acuerdo en que la decisión política de algunos campesinos de negarse a entregar el grano al estado no era en sí misma un acto de violencia contra los habitantes de la ciudad; aun cuando, siendo realistas, el alimento debía venir de las tierras de labranza, sobre todo de Ucrania y otras grandes regiones productoras de cereales. Werth y Courtois hablan de la tierra como si hubiera sido únicamente propiedad de los campesinos que vivían en ella. Werth y Courtois defienden a los campesinos que limitaron su producción sólo al cultivo del grano para ellos mismos, contrariamente a las leyes soviéticas. Ciertamente, aquí Werth descubre sus cartas al señalar que su enfoque no reconoce la legalidad soviética, como tampoco la reconocían los campesinos rebeldes. Afirma que "la destrucción de la propiedad soviética" mediante actos de sabotaje, y otros actos como la "especulación" y el acaparamiento de alimentos, no deben considerarse como delitos (p. 206). Por el contrario, los socialistas sí consideraban dichos actos como delictivos y, en consecuencia, las personas culpables de los mismos fueron deportadas por Stalin y sustituidas por otras personas dispuestas a hacer algo con la tierra fértil --porque estaba en juego la vida de mucha gente, y porque los socialistas veían que el juego político llevado a cabo por los campesinos ucranianos ricos con el granero de la Unión Soviética era un acto de violencia contra los habitantes de las ciudades.
El caso del granero de Ucrania es también importante para recordarnos por qué debemos oponernos al "control local" perfeccionado bajo el sistema de "socialismo de mercado" implantado por Tito en Yugoslavia y también adoptado por los anarquistas en España. Después de que la revolución lleve a la práctica el "control local", la gente que tenga la suerte de vivir sobre una mina de oro se hará rica. La gente que viva en la mejor tierra tendrá una agricultura más productiva, etc. El "control local" no puede ser considerado como socialismo, sino solamente como una interrupción en el dominio de los grandes propietarios tradicionales. El gobierno central tiene que desempeñar algún papel o los medios de producción no serán realmente socialistas. Sólo cuando llegue el día en que la gente coopere económicamente a través de grandes distancias sin coacciones ni recompensas, será posible adoptar un enfoque despreocupado con el fin de dividir los recursos a nivel local, porque nadie pensará en perjudicar a la gente del resto del país o del mundo basándose en su posición local afortunada.
En una charla del MIM sobre Stalin, un crítico del público señaló que Stalin provocó el hambre ucraniana "para consolidar su propio poder". Cuando se le preguntó para qué utilizaba Stalin aquel poder, el crítico no tuvo nada que decir. En los países capitalistas, los puntos de vista del público tienden a reducirse a la cuestión del beneficio personal, de tal modo que cuando ven que alguien tiene un poder enorme y ningún beneficio personal, no saben qué decir. Stalin no habría obtenido ningún beneficio si hubiese privado de comida a los campesinos ucranianos, a diferencia de la clase de especuladores capitalistas que acumulaban beneficios con los alimentos mientras los campesinos pasaban hambre. Decir que Stalin realmente obtuvo algún beneficio es una proyección simplista de la vida bajo el capitalismo a la vida bajo el socialismo, siendo que bajo el capitalismo a menudo los políticos obtienen beneficios personales con el desarrollo económico, con la fabricación y venta de armas o con otros asuntos que negocian políticamente.
En contraste, la mayor parte de los campesinos burgueses de la URSS conocidos como kulaks obtuvieron de hecho grandes beneficios monetarios y personales con la especulación del grano, dejando que las ciudades pasaran hambre. Stalin no se benefició personalmente de la Nueva Política Económica (NEP), que permitía el libre mercado del grano. Fueron los campesinos quienes de hecho trataron de aumentar su propio poder para beneficio propio, de modo que nuestro crítico se equivoca de medio a medio al lanzar su acusación contra Stalin.
Courtois y Werth no tienen la menor razón cuando comparan el holocausto de los judíos con el hambre provocada por los campesinos que se sentaron sobre la tierra fértil y decidieron no obedecer la ley ni cooperar con el nuevo sistema económico. Optaron por disminuir su labor y ocultar el grano, pese a saber que debían alcanzar unos objetivos de producción y que habían estado más cerca de conseguirlos en el pasado. Tampoco menciona Werth los efectos de las sequías y los tornados sobre las cosechas. De todos modos, todos los campesinos mencionados tenían una opción, a diferencia de los judíos que habían nacido judíos según las teorías raciales de los nazis.
Puesto que Werth asegura que el mayor crimen de Stalin fue la presunta hambruna ucraniana (p. 263), nuestros lectores deberían tomar nota cuidadosamente y decidir cuánta credibilidad tiene la crítica global de la Unión Soviética en la época de Stalin.
Admisiones sobre la Unión Soviética
Estos intelectuales fascistas y pro-fascistas intentan distinguirse, como supuestos ‘intelectuales’ que son, de los simplificadores históricos. Lo que es más, afirman hacerlo así basándose en el estudio de los archivos soviéticos recientemente desclasificados.
1. Citando el estudio de A. Blum, Werth ya no cree que Stalin fuera responsable de la muerte de Kirov en 1934. El asesinato de Kirov provocó la oscilación de la opinión pública soviética en favor de medidas contra los "disidentes", mientras la Segunda Guerra Mundial estaba cada día más cerca, notablemente a raíz de la invasión japonesa de China en 1931, de la invasión italiana de Etiopía en 1935, y del continuo ascenso del III Reich.
2. Werth cree correctamente que el trabajo de Robert Conquest sobre el "Gran Terror" es exagerado (p. 185); el MIM diría que es totalmente ficticio.
3. Según Werth, el 85 % de las ejecuciones posteriores a la Guerra Civil en la Unión Soviética, y mientras Stalin aún vivía (de 1922 a 1953), ocurrió durante la época del "Gran Terror", también a veces conocida como la época de las "Purgas" de 1936-1938 [13]. Sin embargo, Werth dice que el número de ejecuciones ha sido exagerado infinitamente. El número fue de 681.692 (p. 191).
Mientras que todos están de acuerdo en que la mayoría de las ejecuciones tuvieron lugar en el período 1936-1938 --mientras la Unión Soviética y Alemania ya luchaban entre sí en España-- el rango de cifras propuestas oscila desorbitadamente. Antón Antonov-Ovseyenko dijo que el "Gran Terror" fue responsable de 19 millones de muertes desde 1935 hasta 1941 [14], mientras que Werth afirma que la cifra es de 720.000 (p. 206). Lo anterior es solamente un indicativo del modo tan desenfrenado en que la burguesía lanza sus especulaciones contra Stalin.
4. Las purgas del Ejército Rojo antes de la Segunda Guerra Mundial han sido también extraordinariamente exageradas, y afectaron a 30.000 de un total de 178.000 cuadros relevantes (p. 198).
5. Los hechos documentados incluyen todos aquellos casos en los que se dice que los mencheviques fueron ejecutados, cuando en realidad fueron condenados a penas de prisión (p. 262).
Otros hechos embarazosos para la propaganda anti-estalinista.
Dado que la burguesía se precipita a atacar a Stalin desde un número inmenso de ángulos improbables, no es sorprendente que sus declaraciones entren continuamente en contradicción unas con otras, incluso 47 años después de la muerte de Stalin. Como compañeros de celda que han tenido 47 años para preparar sus coartadas, los burgueses todavía no han podido elaborar una historia consistente y sin contradicciones.
Bujarin
1. El ensayo de Werth tiende a confirmar que Bujarin era de hecho un liberal de la derecha del Partido Comunista que tenía vínculos con Yagoda, uno de los jefes de seguridad a las órdenes de Stalin. En 1918 Bujarin criticó a la Cheka (la seguridad interna que surgió en la Guerra Civil) por "el excesivo celo de una organización llena de criminales, sádicos y elementos degenerados del lumpenproletariado" (p. 79).
En 1924, Bujarin escribió una carta al jefe de la antigua Checa, entonces conocida como GPU. Su nombre era Felix Dzerzhinksy. "En mi opinión, deberíamos progresar ahora hacia una forma más liberal del poder soviético: menos represión, más legalidad, discusiones más abiertas, más responsabilidad en los niveles locales" (p. 134). Los principales líderes bolcheviques no estuvieron de acuerdo con Bujarin.
2. El famoso anarquista ucraniano Makhno organizó pogromos sangrientos contra los judíos en 1919, tal como Lenin denunció. Al día de hoy, sigue siendo innegable que en Ucrania únicamente los Bolcheviques no eran antisemitas (p. 96) [15].
3. También contrariamente a algunos anarquistas actuales que pintan a todos los anarquistas como intachables, Werth indica que la rebelión y la lucha de clases contra los Bolcheviques continuó realmente a partir de 1921. La rebelión de Kronstadt no ocurrió en un contexto de paz social.
4. Según Courtois y un coautor, en 1937 Trotsky acudió a la policía francesa para acusar al comunista francés Jacques Duclos, pese a no tener ninguna prueba en su contra, de haber cometido un asesinato que Trotsky quería vengar. Trotsky confió en la policía francesa para encontrar pruebas y conducir la investigación (p. 307).
China: más cifras tergiversadas
Al menos hay que reconocerles a los autores el mérito de admitir que sus críticas al comunismo asiático, y por tanto la mayor parte de sus críticas hacia el comunismo en general, son básicamente especulativas (p. 459). La razón es que les gustaría que los actuales gobiernos comunistas de Asia se derrumbaran, de tal modo que los archivos pudieran salir a la luz antes de que el juicio definitivo tenga lugar.
La mayor parte de los presuntos 100 millones de muertos del comunismo se atribuye en el libro al Gran Salto Adelante de la China Popular, para el que los autores proponen la suma final de más de 43 millones de muertos. El MIM ha repasado recientemente la literatura sobre el tema, desde que ha salido a la luz el libro del profesor de Harvard Roderick MacFarquhar.
Contrariamente a MacFarquhar, que detalla todas las acciones adoptadas por el Partido Comunista Chino y la forma en que Mao llevó a cabo una constante autocrítica pública, Margolin afirma que Mao rechazó admitir la existencia de cualquier problema durante el Gran Salto (p. 464). A continuación sigue presentando un catálogo de atrocidades supuestamente cometidas por los comunistas chinos durante la Segunda Guerra Mundial, en su lucha contra el imperialismo japonés.
Más aún que MacFarquhar, que añadió un decimal en su mayor acusación contra Mao para hacerla 10 veces peor de lo que era, Margolin nos deja serias dudas respecto a sus destrezas cuantitativas básicas. Sólo nos cabe esperar que fueran los editores o los traductores los responsables de los fallos, pero existen numerosos errores matemáticos básicos en el capítulo de Margolin y, sea cual sea el ángulo desde el que se mire, lo cierto es que dicho capítulo carece del más mínimo rigor estadístico, lo cual difícilmente puede ser imputable a un simple error por parte de los editores o traductores.
El Presidente Mao
"Esta última provincia [Anhui], en la China del Norte, fue la provincia más afectada de todas. En 1960 el índice de mortalidad ascendió al 68 por ciento desde su nivel normal en torno al 15 por ciento, mientras el índice de natalidad cayó al 11 por ciento desde su anterior promedio del 30 por ciento. Como resultado, la población descendió en unos 2 millones de personas (el 6 por ciento del total) en tan sólo un año" (p. 492).
Lo anterior es una metedura de pata tan enorme que resulta difícil no reparar en todos los errores que contiene y, de manera bastante curiosa, se refiere a la mayor acusación de Margolin a nivel provincial. La primera cifra es en realidad del 68.58 por mil. El porcentaje de Margolin se refiere, en cambio, al 68 por cien. De nuevo tenemos un error de sobrestimación por un factor de 10. ¡Lo peor de todo es la estupidez que supone decir que el índice de mortalidad era del 68 por ciento, pero que sólo murió el 6 por ciento de la población! De este modo, Margolin excede con mucho al error de MacFarquhar. Por supuesto, los índices de natalidad están multiplicados de modo similar por un factor de 10. Al menos MacFarquhar expuso correctamente estas cifras en una tabla, en el tercer volumen de su obra [16].
De manera aún más obviamente moralizadora y falaz, Margolin denuncia al régimen de China por crear una situación en la que "el índice de natalidad descendió casi a cero porque las mujeres eran incapaces de concebir a causa de la desnutrición" (p. 494). No se da cuenta de que, si esto es cierto, el número de muertes debió de ser muy bajo, mucho menor que la estimación más baja de 20 millones propuesta por Margolin. Está claro que Margolin nunca se ha sentado a estudiar detenidamente cuestiones como qué es lo que da lugar a las cifras de esperanzas de vida.
Excediendo con mucho a MacFarquhar al cubrir más años con su ignorancia, Margolin afirma: "Para el país entero, el índice de mortalidad se elevó del 11 por ciento en 1957 al 15 por ciento en 1959 y 1961, alcanzando su punto máximo en el 29 por ciento en 1960. Los índices de natalidad cayeron del 33 por ciento en 1957 al 18 por ciento en 1961" (p. 495).
Considerando esta clase de registro, no es sorprendente que Margolin alterara también las cifras del porcentaje de presos donde momentáneamente iba por buen camino antes de volver a errar (de hecho comparó las cifras de encarcelamientos entre la China de Mao y los EEUU y las encontró iguales, a su propia manera predispuesta al error) (p. 541). Al parecer está de acuerdo con otros propagandistas en reportar cifras de 8 dígitos y en revisar al alza los porcentajes, pero algo implícito en su entendimiento de la estadística resulta sospechoso.
En una ocasión, al decir que los campesinos no podían cosechar el grano que se pudría en las granjas porque estaban demasiado debilitados por el hambre (p. 493), Margolin también señala que, una vez que se introdujo la organización de tipo capitalista, los campesinos rápidamente acabaron con el hambre (p. 496). ¿En qué quedamos? ¿Los campesinos estaban demasiado débiles mientras el Gran Salto seguía en marcha, o solamente necesitaban incentivos capitalistas? Tampoco Margolin parece inmutarse lo más mínimo cuando afirma que el peor año fue en realidad 1961 (p. 491), después de que el Gran Salto se hubiera terminado y hubiera entrado en juego la agricultura privada a gran escala y los sistemas correspondientes.
Es obvio que a Margolin le gusta estudiar la historia, pero sus habilidades cuantitativas tienen tantas carencias que no es nada sorprendente que arremeta contra el comunismo. Su ensayo, junto con el error de MacFarquhar, introduce aún mas dudas sobre la capacidad básica de la gente que lleva a cabo la investigación académica burguesa sobre el Gran Salto Adelante. Alguien con una mínima experiencia en cifras de mortandad, expectativas de vida o estadística, y el más leve conocimiento del Gran Salto desde cualquier perspectiva, debería cazar enseguida los errores de Margolin y comprender que lo que él afirma es sencillamente imposible. Alguien con una educación secundaria puede advertir los errores si examina con atención el artículo. Al ocuparse de China, con su enorme población y su potencial demográfico para cifras de hambrunas de 8 dígitos, es normal que un autor con escasos conocimientos de estadística se halle cómodo con los números.
Con respecto a la acusación de 100 millones de muertos provocados por el comunismo, 85 millones corresponden conjuntamente a la Unión Soviética y China: 20 millones a la Unión Soviética y 65 millones a China (p. 4). Acabamos de analizar dos capítulos cruciales del libro, que exponen los argumentos sobre la supuesta hambruna de Ucrania relatada por colaboracionistas nazis, y sobre las presuntas víctimas del Gran Salto Adelante calculadas en un estudio lleno de errores aritméticos básicos. Estos dos artículos suman juntos 85 millones de muertos de un presunto total de 100 millones de víctimas del comunismo.
Conclusión
El libro sigue hablando de otros países con regímenes supuestamente derivados del "código genético" leninista. Muchos de estos regímenes que Courtois et. al. atacan no son comunistas, y además los autores omiten continuamente hechos significativos, como el altísimo porcentaje de apoyo popular (no solamente por parte de los votantes) y la arrolladora victoria obtenida por los sandinistas en unas elecciones al estilo burgués (p. 670); o el hecho de que la mayoría de las muertes cuya responsabilidad se atribuye a la organización Sendero Luminoso son sobre todo matanzas indiscriminadas realizadas por el gobierno, pero de las que se señala como único "responsable" a Sendero Luminoso porque fue éste el que inició la guerra civil (p. 680).
El Libro Negro vendió 70.000 ejemplares en Francia en cuatro semanas [17]. Desde luego, el Wall Street Journal le dedicó encendidos elogios, igual que la mayor parte de la prensa burguesa. Hay 175 entradas en una búsqueda de Internet usando el motor de búsqueda del "Google". Muchas de las reseñas de libros pueden verse visitando la librería del MIM en la sección de críticas de libros, y buscando en el enlace de Amazon Books El Libro Negro del Comunismo [The Black Book of Communism]. Las reseñas positivas pueden considerarse como un indicativo de la carencia de conocimientos históricos de unos, de las escasas habilidades cuantitativas de otros, y de la completa distorsión de la consciencia operada por la burguesía. Al final, el MIM está de acuerdo con Courtois en una verdad que este autor ha reconocido acerca de los medios de comunicación: éstos comprarán cualquier mercancía que sea anticomunista.
A pesar de su correcto reconocimiento de la naturaleza de los medios de comunicación en el capitalismo monopolista, Courtois fracasa en su objetivo último, porque la verdad acerca de la situación global se halla ya ampliamente disponible y no puede borrarse de la historia mediante compilaciones selectivas de estadísticas y de detalles espantosos de muertes atribuidas a un único bando del conflicto entre el capitalismo y el comunismo. A pesar de los lamentos hipócritas de gentes como Solzhenitsyn, Jruschev y otros intelectuales y ex-miembros del partido, nada ni nadie podrán erradicar el hecho de que el promedio de vida de las personas ha sido mucho mayor en el socialismo que en el capitalismo. [18]
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Notas:
[1] Título original: “Critique of The Black Book of Communism ” [Traducción de 'En Defensa del Marxismo-Leninismo'].
<http://www.etext.org/Politics/MIM/bookstore/commie.html>
[2] ¿http: // x25.deja.com/getdoc.xp? AN=533524259*search=thread
*CONTEXT=949783412.290127893*HIT _CONTEXT=942257934.934412361*HIT_NUM=1*hitnum=9
[3] Agradezco a HC88 por la referencia siguiente: William Shirer, Subida y Caída del Tercer Reich, pp. 296, 526, 563f.
[4] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[5] http: // [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Issue=144
[6] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[7] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[8] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[9] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[10] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[11] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[12] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[13] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[14] Ver nuestro artículo sobre este tema en:
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[15] Para ver algunos ejemplos de anarquistas confusos que siguen apoyando a Makhno contra Lenin, lamentablemente debemos referirnos a algunos de los mejores anarquistas actuales, incluyendo a ‘The Rage Against The Machine’ [La Furia Contra la Máquina], o a los Trabajadores Internacionales del Mundo:
http: // iww.org / ~ jah/russia-rev-anar.html,
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[16] Roderick MacFarquhar, The Origins of the Cultural Revolution [Los Orígenes de la Revolucion Cultural. La Salida del Cataclismo]: 1961-1966, vol. 3, pb., (Nueva York: Prensa de la Universidad de Columbia, 1997), pp. 7-8.
[17] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[18] Sugerimos a los lectores que vean los enlaces siguientes:
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Para ver la última de nuestras cartas a la Harvard University Press sobre este asunto y una lista de enlaces, ir a nuestra página web más reciente sobre este tema:
<../agitation/blackbook/index.html>
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granados- Revolucionario/a
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- Mensaje n°40
Re: El libro negro del comunismo
Artículo infame-2008- de Manuel Pastor,profesor de la UCM de Madrid, ha pasado de troskista (tesis doctoral de 1973) a apologeta del "Libro negro del comunismo " en la Faes y en libertad digital:
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granados- Revolucionario/a
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- Mensaje n°41
Re: El libro negro del comunismo
Aquí tenéis un alegato superanticomunista paupérrimo de César viadal, el traductor al español de este engendro,acusa entre otras cosas a los comunistas del uso de gas venenoso.
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El comunismo y la mala gente
03/02/2015
Publicado en Actualidad
Uno de los políticos de más predicamento en los últimos tiempos ha afirmado recientemente que los que no son comunistas son mala gente. La afirmación merece ser examinada a la luz de la Historia universal.
No negaré que en las filas del comunismo militaron gentes idealistas y sacrificadas. Pero esa circunstancia no puede ocultar que el comunismo es la ideología que en menos tiempos ha exterminado a más seres humanos hasta superar la pavorosa cifra de los cien millones. Ya Lenin dejó claro a los eseristas en el primer gobierno revolucionario que sólo podrían mantenerse en el poder mediante el “terror de masas”. No llevaban los bolcheviques un año gobernando – era septiembre de 1918 – cuando Zinóviev, uno de los acólitos de Lenin, afirmaba: «Para deshacemos de nuestros enemigos, debemos tener nuestro propio terror socialista. Debemos atraer a nuestro lado digamos a noventa de los cien millones de habitantes de la Rusia soviética. En cuanto a los otros, no tenemos nada que decirles. Deben ser aniquilados». No exageraba. Lenin – no Stalin – creó la primera red de campos de exterminio más de una década y media antes que Hitler. También antes que Hitler – casi dos décadas – Lenin dio órdenes de utilizar el gas para exterminar en masa a los disidentes, órdenes que ejecutó sin pestañear Tujachevsky. No deja de ser revelador que incluso la furgoneta para asesinar con gas fuera inventada por un bolchevique con anterioridad a su uso por las SS. Ni siquiera la victoria de Stalin en la Segunda guerra mundial puso fin al terror comunista. A él se sumó, por ejemplo, un personaje como Mao que a día de hoy sigue a la cabeza del listado de genocidas por delante de Hitler y Stalin. Se dirá que en China había mucha gente. Sin duda, pero el también comunista Pol Pot fue el responsable del exterminio del veinticinco por ciento de los habitantes de la menos poblada Camboya. No deseo abrir viejas heridas, pero el único acto que puede ser calificado con propiedad de genocidio en la terrible guerra civil de 1936-39 fueron las matanzas de Paracuellos ordenadas, ejecutadas e incluso asesoradas por comunistas nacionales y extranjeros. Los hechos son testarudos – que decía Lenin – y dejan de manifiesto que el comunismo ha desplegado la mayor capacidad para el crimen y el genocidio en un siglo sobresaliente en asesinos y genocidas. Defenderlo a estas alturas es propio de ignorantes, de necios o de aspirantes a engrosar su más que dilatada lista de asesinos.
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El comunismo y la mala gente
03/02/2015
Publicado en Actualidad
Uno de los políticos de más predicamento en los últimos tiempos ha afirmado recientemente que los que no son comunistas son mala gente. La afirmación merece ser examinada a la luz de la Historia universal.
No negaré que en las filas del comunismo militaron gentes idealistas y sacrificadas. Pero esa circunstancia no puede ocultar que el comunismo es la ideología que en menos tiempos ha exterminado a más seres humanos hasta superar la pavorosa cifra de los cien millones. Ya Lenin dejó claro a los eseristas en el primer gobierno revolucionario que sólo podrían mantenerse en el poder mediante el “terror de masas”. No llevaban los bolcheviques un año gobernando – era septiembre de 1918 – cuando Zinóviev, uno de los acólitos de Lenin, afirmaba: «Para deshacemos de nuestros enemigos, debemos tener nuestro propio terror socialista. Debemos atraer a nuestro lado digamos a noventa de los cien millones de habitantes de la Rusia soviética. En cuanto a los otros, no tenemos nada que decirles. Deben ser aniquilados». No exageraba. Lenin – no Stalin – creó la primera red de campos de exterminio más de una década y media antes que Hitler. También antes que Hitler – casi dos décadas – Lenin dio órdenes de utilizar el gas para exterminar en masa a los disidentes, órdenes que ejecutó sin pestañear Tujachevsky. No deja de ser revelador que incluso la furgoneta para asesinar con gas fuera inventada por un bolchevique con anterioridad a su uso por las SS. Ni siquiera la victoria de Stalin en la Segunda guerra mundial puso fin al terror comunista. A él se sumó, por ejemplo, un personaje como Mao que a día de hoy sigue a la cabeza del listado de genocidas por delante de Hitler y Stalin. Se dirá que en China había mucha gente. Sin duda, pero el también comunista Pol Pot fue el responsable del exterminio del veinticinco por ciento de los habitantes de la menos poblada Camboya. No deseo abrir viejas heridas, pero el único acto que puede ser calificado con propiedad de genocidio en la terrible guerra civil de 1936-39 fueron las matanzas de Paracuellos ordenadas, ejecutadas e incluso asesoradas por comunistas nacionales y extranjeros. Los hechos son testarudos – que decía Lenin – y dejan de manifiesto que el comunismo ha desplegado la mayor capacidad para el crimen y el genocidio en un siglo sobresaliente en asesinos y genocidas. Defenderlo a estas alturas es propio de ignorantes, de necios o de aspirantes a engrosar su más que dilatada lista de asesinos.
CarlosMarx- Revolucionario/a
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- Mensaje n°42
Re: El libro negro del comunismo
granados escribió:Aquí tenéis un alegato superanticomunista paupérrimo de César viadal, el traductor al español de este engendro,acusa entre otras cosas a los comunistas del uso de gas venenoso.
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El comunismo y la mala gente
03/02/2015
Publicado en Actualidad
Uno de los políticos de más predicamento en los últimos tiempos ha afirmado recientemente que los que no son comunistas son mala gente. La afirmación merece ser examinada a la luz de la Historia universal.
No negaré que en las filas del comunismo militaron gentes idealistas y sacrificadas. Pero esa circunstancia no puede ocultar que el comunismo es la ideología que en menos tiempos ha exterminado a más seres humanos hasta superar la pavorosa cifra de los cien millones. Ya Lenin dejó claro a los eseristas en el primer gobierno revolucionario que sólo podrían mantenerse en el poder mediante el “terror de masas”. No llevaban los bolcheviques un año gobernando – era septiembre de 1918 – cuando Zinóviev, uno de los acólitos de Lenin, afirmaba: «Para deshacemos de nuestros enemigos, debemos tener nuestro propio terror socialista. Debemos atraer a nuestro lado digamos a noventa de los cien millones de habitantes de la Rusia soviética. En cuanto a los otros, no tenemos nada que decirles. Deben ser aniquilados». No exageraba. Lenin – no Stalin – creó la primera red de campos de exterminio más de una década y media antes que Hitler. También antes que Hitler – casi dos décadas – Lenin dio órdenes de utilizar el gas para exterminar en masa a los disidentes, órdenes que ejecutó sin pestañear Tujachevsky. No deja de ser revelador que incluso la furgoneta para asesinar con gas fuera inventada por un bolchevique con anterioridad a su uso por las SS. Ni siquiera la victoria de Stalin en la Segunda guerra mundial puso fin al terror comunista. A él se sumó, por ejemplo, un personaje como Mao que a día de hoy sigue a la cabeza del listado de genocidas por delante de Hitler y Stalin. Se dirá que en China había mucha gente. Sin duda, pero el también comunista Pol Pot fue el responsable del exterminio del veinticinco por ciento de los habitantes de la menos poblada Camboya. No deseo abrir viejas heridas, pero el único acto que puede ser calificado con propiedad de genocidio en la terrible guerra civil de 1936-39 fueron las matanzas de Paracuellos ordenadas, ejecutadas e incluso asesoradas por comunistas nacionales y extranjeros. Los hechos son testarudos – que decía Lenin – y dejan de manifiesto que el comunismo ha desplegado la mayor capacidad para el crimen y el genocidio en un siglo sobresaliente en asesinos y genocidas. Defenderlo a estas alturas es propio de ignorantes, de necios o de aspirantes a engrosar su más que dilatada lista de asesinos.
El capitalismo mata 33 millones al año solo de hambre y este caradura viene a afirmar que el comunismo fue la ideología que más gente "exterminó". Después se apoya en la matanza de Paracuellos, que según tengo entendido fue contra fascistas, ¿y ellos tienen la dignidad para hablar de algo así?
Es el típico argumento de "a ver cuantos mataste", sin ver jamás el contexto, ni el tiempo, ni las muertes no provocadas por gobiernos socialistas. Y lo peor de todo es que es el que más cala en la sociedad, junto al de "todos ganan lo mismo"
Saludos y gracias por compartirlo.
granados- Revolucionario/a
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- Mensaje n°43
Re: El libro negro del comunismo
¡ hola camarada Carlos Marx!, gracias, relamente me gustaria saber de dónde saca las fuentes, según él rusa, de dónde saca esa afirmación sobre el gas, es sabido que Cesar vidal está considerado como un manipulador nato entre los historiadores profesionales.
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RioLena- Colaborador estrella
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- Mensaje n°44
Re: El libro negro del comunismo
Crítica y refutación realizada por el Movimiento Internacional Maoísta en 2000 sobre El libro negro del comunismo.
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