Luego de casi un siglo, desde que se implantó la jornada de ocho horas, la productividad de los seres humanos se ha cuadruplicado o quintuplicado, como resultado del avance de la tecnología. En los últimos 20 años, la revolución de la informática ha permitido duplicar la productividad. Eso significa que usted, yo y todos los trabajadores del mundo estamos produciendo cada vez más. Pero ese fabuloso aumento de nuestra producción no beneficia al ser humano, sino solamente al capital, que busca obtener con ello más utilidades.
A nosotros, los que vivimos de nuestro trabajo, el beneficio que se nos concede por producir cada vez más es... prolongar nuestra jornada de trabajo.
Mediante una ofensiva mundial, el capital ha logrado hacer retroceder los estándares laborales a niveles del siglo XIX. Con los programas de reestructuración empresarial que incluyen despidos, presiones y amenazas, tercerización, deslocalización de las empresas, precarización de los contratos de trabajo y demás artimañas, se está obligando a la gente a esclavizarse en jornadas de trabajo de doce, catorce o dieciséis horas. En algunos casos lugares está reapareciendo la esclavitud (estamos hablando de esclavos verdaderos, es decir, personas encerradas en galpones de los cuales no salen nunca, que trabajan de lunes a domingo y que duermen y toman sus escasos alimentos en esos mismos lugares), para vergüenza de la humanidad.
En medio de este panorama sombrío, sin embargo, hay una respuesta posible, que permitiría reenrumbar la historia, conquistando para los seres humanos el tiempo libre, que bien nos hemos ganado después de tanto esfuerzo: la huelga mundial por la jornada de cuatro horas.
¿Suena utópico, difícil, demasiado optimista? Pues ya se hizo en el siglo XIX, cuando, por la lucha de los trabajadores, se logro reducir la jornada, desde 16 horas, hasta diez. Y en 1919 se conquistó la jornada de ocho horas. ¿Por qué no podríamos nosotros hacer un movimiento mundial por obtener la cosa más sensata que puede desearse, y que, de paso, eliminaría de un plumazo el desempleo (calificado por la OMS como la plaga del siglo)?
Si en el siglo XIX se pudo vertebrar un movimiento de alcance mundial, ¿cómo no va a ser posible hacerlo hoy, cuando contamos con la más poderosa, extensa y horizontal red de comunicación que jamás haya existido (es decir, internet)?
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A nosotros, los que vivimos de nuestro trabajo, el beneficio que se nos concede por producir cada vez más es... prolongar nuestra jornada de trabajo.
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En medio de este panorama sombrío, sin embargo, hay una respuesta posible, que permitiría reenrumbar la historia, conquistando para los seres humanos el tiempo libre, que bien nos hemos ganado después de tanto esfuerzo: la huelga mundial por la jornada de cuatro horas.
¿Suena utópico, difícil, demasiado optimista? Pues ya se hizo en el siglo XIX, cuando, por la lucha de los trabajadores, se logro reducir la jornada, desde 16 horas, hasta diez. Y en 1919 se conquistó la jornada de ocho horas. ¿Por qué no podríamos nosotros hacer un movimiento mundial por obtener la cosa más sensata que puede desearse, y que, de paso, eliminaría de un plumazo el desempleo (calificado por la OMS como la plaga del siglo)?
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