El PCE(m.l.) ha promovido, junto con otras fuerzas republicanas, la constitución de un partido republicano (realmente es una federación de partidos) que se llama "Republicanos", con la idea de presentarnos a las elecciones generales pero con las perspectiva de trabajo más allá de las elecciones y el objetivo de construir una alternativa unitaria republicana, de ruptura con el Régimen, cuyos ejes son:
a) República Popular y Federal.
b) Ruptura con la Transición.
c) Programa popular.
d) Regeneración democrática.
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MANIFIESTO. Julio de 2011
Ante la crisis. LA VOZ DE LA REPÚBLICA
Por la unidad de los REPUBLICANOS
Como ciudadanos, nos dirigimos a los ciudadanos, como trabajadores…, como personas
que no se han rendido…, como hombres y mujeres que desean no solamente expresar su
preocupación sino que, sobre todo, estamos dispuestas a actuar. Nos dirigimos a cuantos
compartan con nosotros la necesidad de actuar política y socialmente para hacer frente con
posibilidades de éxito a las agresiones brutales que se están llevando a cabo contra el
sistema de derechos y libertades y el bienestar público. Sobran diagnósticos y falta voluntad
real de combatir esta crisis en muchos de los que dicen representarnos en esta batalla.
No son análisis certeros los que faltan sobre las causas de la crisis, una crisis empleada
como excusa para hacernos retroceder como sociedad a la explotación y miseria que se
creyó durante algún tiempo que se había logrado dejar atrás tras siglos de lucha y sacrificio.
Cuanto se ganó con el sacrificio de generaciones, se está perdiendo día a día ante nuestros
ojos sin que nada parezca poder frenar el proceso. Hacen falta soluciones, pero —sobre
todo— hacen falta ideas claras y voluntad firme de defender los derechos de los
ciudadanos, de los trabajadores, de esa mayoría de la población que está siendo
sacrificada ante los altares del mercado.
Se oyen gritos de indignación y protesta, no desde ahora, sino desde hace mucho, pero sólo
encuentran eco en los medios de comunicación de masas que vertebran la opinión pública
de nuestra sociedad, aquellos que no cuestionan realmente la naturaleza del peligro, y que
ocultan la terrible realidad de una lucha de clases ejercida desde los poderes económicos y
políticos. Las voces críticas, o incluso las masas que se han manifestado durante estos
últimos años contra las guerras de agresión, contra las privatizaciones, en defensa de los
derechos de los trabajadores, por la sanidad, la educación y la salud pública, por el laicismo,
una renta ciudadana básica y contra la corrupción, han sido sistemáticamente negadas o
minusvaloradas desde los medios de masas y desde el poder del estado. Es claro el criterio
para decidir qué protestas son aceptables para dar voz pública a la indignación creciente:
solo aquellas manifestaciones que se proclamen apartidistas o antipolíticas, sólo aquellas
que nieguen la lucha de clases y que hagan suyas propuestas vacías sin ninguna
coordinación y articulación política efectiva real con quienes mantienen la lucha y la
memoria de las luchas que nos precedieron en la marcha por la emancipación de los
trabajadores, sólo esas tendrán eco en los medios y hasta en el discurso político oficial.
Esas luchas son, sin embargo, la expresión de un rechazo profundo y un malestar extendido
ante un sistema político social que deriva hacia la destrucción de las esperanzas e ilusiones
de una vida digna de millones de personas, de ciudadanos, de trabajadores.
No es la clase política, sino la política al servicio de una clase lo que se está
convirtiendo en un serio problema y en una amenaza. El capitalismo no precisa de la
democracia para sobrevivir, y su criminal lógica, sin freno alguno ya, sigue una senda que
lleva a la destrucción de nuestras sociedades tal y como las conocemos y, algo incluso peor,
a la de propia capacidad de nuestro planeta para sustentar la civilización humana. Ni la
Unión Europea, ni el Estado Español se reconocen ya como defensores del bien público, ni
de los intereses de los ciudadanos. Incluso las viejas retóricas democráticas dejan ya de
tener sentido para quienes ocupan el poder real. La confianza y la seguridad de los
mercados son prioritarias ante la confianza y la seguridad de los ciudadanos y sus derechos
y libertades.
Las causas y responsables de esta situación son conocidos en toda Europa. En el caso
español, la situación se ve agravada por la pérdida de nuestra soberanía nacional durante la
larga dictadura franquista y la impunidad del franquismo y pervivencia de las viejas clases
que de él se beneficiaron durante la mal llamada Transición. Afrontamos esta crisis global,
con un sistema político democrático y un sistema de partidos bajo la Monarquía que es
particularmente incapaz de hacer frente a esta crisis; la única solución que se nos ofrece es
entregarnos sin lucha a la destrucción de lo público, de los salarios, de las pensiones, de
salud, de la educación, de los mínimos vitales que algunos creyeron inamovibles. Los
grandes ataques y recortes están por llegar, lo peor está por venir y no hay otra alternativa
—nos dicen— que plegarse a lo «inevitable» según repite múltiples voces al servicio del
poder.
No es así. No estamos ante algo nuevo, es la vieja opresión de siempre, la misma
miseria de siempre, las mismas justificaciones para legitimar la explotación y
mantener de rodillas a los pueblos. Cambian las formas, cambian las ilusiones y las
expectativas de los que sufren, pero bajo esas palabras que hablan de reformas, recortes,
sacrificios, modernidad y competitividad lo que existe es la misma dominación y desprecio
por los trabajadores y la misma idea de bien común con la que el liberalismo salvaje del XIX
aplastó las luchas por la emancipación de la república republicana de 1793 o la bandera roja
de la Comuna de París, hace 150 años. No es nuevo, es una lucha que viene desde hace
mucho y no somos los primeros en darla.
Es preciso actuar, ciudadanos.
La lucha por los derechos sociales y políticos, por los derechos de los trabajadores, por la
libertad, la igualdad y, ante todo, por la fraternidad, nos exige unirnos y hablar claro.
Un programa de choque, un programa de urgencia contra la Crisis y los ataques
brutales que se realizan o se van a llevar a delante en breve, es perfectamente posible.
Pero todo programa exige un brazo que lo ejecute, una fuerza que esté presente en la
calle, en los centros de trabajo, en la sociedad y en las instituciones. Vemos estos días
en Grecia, como las Huelgas Generales y cientos de miles o millones de ciudadanos actúan
contra la dictadura económica que se les impone, pero vemos también como una mayoría
de diputados de partidos que se dicen de izquierda votan a favor de los mercados. Es igual
en España. No es un problema de bipartidismo solamente. En el estado español, todos los
partidos políticos que apoyan el consenso básico con los poderes económicos que se
beneficiaron del franquismo, de la Transición y la actual Monarquía, son fuerzas al servicio
de este sistema criminal que no está dudando en liquidar lo poco que pueda haber de
democracia y derechos sociales. Es preciso actuar en consecuencia.
Es preciso reconstruir el espacio político, social e ideológico de la izquierda. Desde
nosotros mismos, desde nuestra tradición y nuestra memoria, desde la experiencia de
los errores y los aciertos de quienes han luchado siempre y no se han rendido.
Necesitamos que se oiga la voz de la República en las Cortes, la voz de los
trabajadores, de los ciudadanos, de los hombres y mujeres que nunca se rindieron.
Todos sabemos que luchar contra la crisis exige defender el bien público y denunciar sin
miedo los intereses de clase que lo sacrifican; millones de personas así lo sienten y exigen,
es por ello que gritamos abiertamente que un programa de acción contra la crisis efectivo
difícilmente va a ser posible dentro de este sistema y este régimen que ha renunciado a
defender los intereses de los trabajadores y las clases populares.
Quienes hoy combaten en defensa de los trabajadores, de los pensionistas, de las mujeres,
los jóvenes o los mayores, quienes defienden la educación, la salud y los servicios públicos
ya están luchando por la República. Es preciso explicitar esa lucha, coordinar y unirse en su
defensa, desde cualquiera que sea nuestra militancia o sensibilidad, la República que
precisamos es la República republicana, aquella que encarna la defensa a ultranza de los
trabajadores y el predominio del interés público, aquella que como en 1793 tuvo como
primer objetivo asegurar la supervivencia del pueblo y defender la libertad de sus enemigos.
Es precioso reconstruir la izquierda política bajo la bandera de la República, desde el
respeto por la memoria de la IIª y la ilusión por la IIIª, teniendo claro que el neoliberalismo es
enemigo de los pueblos y sólo una República republicana puede garantizar el bien común y
los derechos y libertades.
No faltan quienes se proclaman defensores de los valores de la izquierda y dicen
representarnos, pero lo que define a la izquierda es la conducta, la coherencia y los
diputados que votan y apoyan planes de recorte dictados por el capital y los mercados no
defienden el bien público y los intereses de los trabajadores. Si la Monarquía —y quienes la
apoyan— no combaten la crisis, digamos bien claro que la República lo hará y para ello no
es preciso esperar, sino comenzar ya mismo esta lucha. Es preciso que nos coordinemos
los que luchamos y resistimos en cada frente de lucha, en las calles, en los tajos, en la
sociedad, en asociaciones, ateneos, en sindicatos y partidos y, sobre todo, en sus
corazones imbatidos. La bandera de la República a todos nos ampara.
El programa de lucha contra la crisis exige actuar en defensa de lo público, del bien común,
contra los privilegios fiscales y políticos de las oligarquías económicas y financieras, en
contra de las privatizaciones, en defensa de los trabajadores, denunciar la Transición y la
impunidad del franquismo en todas sus formas, reequilibrar la relación con la Unión Europea
y asegurar nuestra soberanía, exige acciones decididas y claras como nacionalizar sectores
clave en banca, comunicaciones y energía, exige decisión, firmeza, valor. Lo exige la
República. Aquí, ahora, para luchar en este instante, con los medios y los apoyos que
tengamos. No os conforméis con menos.
Se nos exige la unidad de todos los que compartimos estos mínimos. La unidad de los
REPUBLICANOS, de todos cuantos sientan que no están vencidos y que hemos de
presentar batalla. A todos llamamos.
Por la Unidad de los REPUBLICANOS
Contra la Crisis…
Los REPUBLICANOS somos, sencillamente, todos aquellos que hemos denunciado siempre
la impunidad del franquismo y no hemos cejado ni un día en la defensa de los trabajadores,
de la solidaridad y de los derechos sociales y políticos. Hoy, por encima de diferencias de
siglas y tradiciones, quienes estamos dispuestos a resistir y nos reconocemos en la bandera
de la República, exigimos una articulación política de esta lucha y por ello llamamos a
partidos, sindicatos, asociaciones, ateneos y a todas las personas que así lo sientan a dar
pasos efectivos por la unidad de acción.
Quienes exigimos un frente unido de lucha somos mayoría y los REPUBLICANOS tenemos
la obligación de unirnos y actuar explícitamente como tales, participando incluso en las
elecciones en paralelo a la movilización social.
Quienes piensen que ante crisis y peligros como los actuales puede actuar en solitario se
equivoca. Es la hora de la unidad de todas la fuerzas de izquierda, populares y republicanas.
Por un programa conjunto contra la Crisis que base la unidad de todos Para derrotar a la
derecha y a las políticas de derecha…
VIVA LA REPUBLICA