LAS RELACIONES ECONÓMICAS Y SU DESARROLLO ENTRE YUGOSLAVIA Y NUESTRO PAÍS
No hay duda que nuestro país tenía necesidad de ser ayudado para reconstruir su economía destruida por la guerra. Recibiríamos esta ayuda de la Unión Soviética y Yugoslavia, así como de otros países de democracia popular. La principal ayuda en un principio nos venía de Yugoslavia. Pero aquí, hay que aclarar, estaba comprendida también la ayuda de la Unión Soviética. En París
[10] Molotov, en presencia de Kardelj y Mosa Pijade, me lo hizo entender claramente. Expuso el punto de vista de la dirección soviética acerca del camino por el que debían desarrollarse las relaciones entre nuestras dos repúblicas. Cuando llegó a la cuestión económica, Molotov dijo: “La Unión Soviética ayudará sin medida al pueblo albanés a levantar su economía, pero proporcionará su ayuda a través de Yugoslavia, sencillamente por razones de política exterior”. Esto nos lo repitió también el camarada Stalin, cuando fuimos a Moscú
[11]. Y esto no fue todo, porque el camarada Stalin y el gobierno soviético satisficieron todos nuestros pedidos. Nos concedieron de todo corazón un crédito en condiciones muy ventajosas para nosotros.
No sabemos cómo se había proyectado la ayuda soviética que nos llegaba a través de Yugoslavia, pero es un hecho innegable que la Unión Soviética ha ayudado mucho a Yugoslavia, sea en el terreno militar o en el económico. La ayuda que nos concedía Yugoslavia ha sido, sin la menor sombra de duda, mínima frente a la que este país recibía de la Unión Soviética. Si comparamos la directa ayuda económica y militar que nos ha prestado la Unión Soviética desde nuestra visita a ese país y la que nos concede este año con la ayuda suministrada por Yugoslavia podemos decir sin temor a equivocarnos que es dos o tres veces más grande que esta última.
El convenio económico
[12] constituía la prosecución de nuestra alianza con Yugoslavia
[13]. Este convenio fue acompañado de protocolos sobre la coordinación de los planes, la unificación de los precios, la paridad de la moneda, las sociedades mixtas, etc. Aquí es justo decir que aceptamos y suscribimos tales protocolos. Pero al mismo tiempo hicimos algunas objeciones, como por ejemplo sobre la paridad, de la moneda y la unificación de los precios, y la realidad demostró que nuestras objeciones eran justas, pero en aquel entonces fueron rechazadas por los yugoslavos que en son de intimidación las definieron como “obstrucción ejercida por la parte albanesa”. Nuestras objeciones se limitaron únicamente a cuestiones prácticas y no a cuestiones de principio. No discutimos suficientemente sobre el verdadero sentido de la coordinación de los planes, de la paridad de la moneda, de la unificación de los precios, de la supresión de las barreras aduaneras, así como de las modalidades de funcionamiento de las sociedades mixtas, no definimos tampoco adecuadamente la cuestión del crédito. Teníamos plena confianza en ellos, mientras que los yugoslavos tenían objetivos bien precisos respecto al carácter y al desarrollo de las relaciones económicas entre los dos países. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia ha seguido en relación a nuestro país una política cuyos objetivos eran antimarxistas, expoliadores, coloniales, contrarios a los intereses de nuestro país.
La demanda de coordinar los planes económicos servía a las miras antimarxistas de la dirección yugoslava. Entre nuestras dos repúblicas se podía llegar a la coordinación de los planes en relación a determinadas obras en el común interés de los dos países. Pero el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, a través de la coordinación de los planes, tendía a hacer que nuestra economía se desarrollara únicamente en el marco de la economía yugoslava, por la cual debía estar condicionada y de la cual debía depender. Nuestra economía “no debía desarrollarse de manera autónoma, sino ponerse bajo la dependencia de la economía yugoslava”. Este objetivo perseguía la paridad de la moneda, la unificación de los precios, la abolición de las aduanas y la creación de las sociedades mixtas. Yugoslavia, sin hacer ningún esfuerzo para ayudar realmente a funcionar a pleno rendimiento a estas sociedades, asumió la exclusividad de su puesta en servicio, o mejor dicho de su abandono.
En 1946 fueron establecidas igualmente relaciones comerciales entre nuestras dos repúblicas. En la práctica se creó una situación tal que de hecho nuestro país se encontró aislado de la Unión Soviética y de otros países de democracia popular en lo que concernía a las relaciones económicas. Tal situación fue creada por los yugoslavos, los cuales se esforzaban en neutralizar toda iniciativa nuestra en este sentido. Habíamos estipulado un pequeño acuerdo comercial con la Unión Soviética, que nos ayudó inmediatamente después de la Liberación enviándonos trigo y otros productos. Como debíamos enviar a la Unión Soviética en cambio petróleo, los yugoslavos se esforzaron de mil maneras por impedirnos satisfacer esta obligación hacia la Unión Soviética y por que tal acuerdo no se renovara.
En 1946, creamos la Comisión de Planificación, encabezada por Nako Spiru. En ella y en otros ministerios, a petición nuestra, fueron puestos consejeros soviéticos, que, desde los primeros días, ayudaron a nuestros jóvenes cuadros a afrontar sus tareas con celo y a trabajar con confianza en el porvenir. También los yugoslavos enviaron un cierto número de ingenieros y expertos que no solamente no tenían grandes capacidades, sino que se ocupaban principalmente de tramar intrigas y sabotajes. La única orientación que habían recibido era la de entrabar nuestro progreso y hacer todo lo posible para frenar el desarrollo de nuestra economía en general y la aplicación del plan en particular. Exigían a todo precio que su voz fuera escuchada. Pretendían decir la última palabra, con el pretexto de que la ayuda nos era proporcionada por Yugoslavia.
El plan de 1946 fue elaborado en estas condiciones y ciertamente con nuevos hombres en este trabajo, pero muy activos y animados de una firme confianza en sus propias fuerzas. Contaron por otra parte con la ayuda de los consejeros soviéticos. Los dirigentes y los especialistas yugoslavos trataban constantemente de rebajar a nuestros cuadros, su labor, de obstaculizar el trabajo inventando grandes teorías a propósito de cada cuestión, proponiendo estudio tras estudio para retardar la elaboración del plan, para luego echarnos la culpa, pretendiendo que nosotros “no habíamos elaborado el plan a tiempo, que no lo habíamos enviado a tiempo a Belgrado”, que “el plan no estaba bien estudiado y que por tanto debía ser examinado por ellos”. Su objetivo era posponer el envío de las mercancías, no cumplir las inversiones a su debido tiempo, en resumen impedir la utilización del crédito, que, efectivamente, no fue utilizado.
Durante este período, los yugoslavos, no contentos con ponernos estos obstáculos, emprendieron contra nuestra economía incluso acciones de bandidaje manifiesto, que nos esforzamos por contrarrestar. Por ejemplo, en lo que concierne a la cuestión de la acumulación, pese a nuestra oposición, los yugoslavos arbitrariamente tomaron decisiones que nos han hecho mucho daño. Nos robaron sumas colosales calculadas en varios millones. Del mismo modo, el impuesto sobre la circulación de mercancías, que debía ser para nuestro gobierno como un medio para aplicar la política de precios y para regular nuestra acumulación, fue establecida arbitrariamente en favor de los yugoslavos. También en este sector nos han robado millones, debilitando así gravemente nuestra economía. Todos estos actos de piratería fueron disimulados y justificados con slogans pseudomarxistas, pero los yugoslavos recurrieron sobre todo al chantaje y a la amenaza económica, la amenaza, entre otras, de retardar la entrega del crédito.
Notamos muchas actitudes dudosas por parte de los yugoslavos, como la cuestión concerniente a la determinación de las inversiones respectivas en las sociedades mixtas
[14], así como a la determinación del crédito. Les hicimos observaciones a propósito de todo esto para que las cosas fuesen puestas en claro y encauzadas por el correcto camino. Pero ellos se negaron siempre a definir claramente estos problemas, considerando nuestras justas demandas como una falta de confianza de nuestra parte. Evidentemente estaban en un camino erróneo, antimarxista.
La obtención del crédito de dos mil millones de dinares era la principal cuestión que nos preocupaba, porque de este crédito dependía en gran medida la realización de nuestro plan. La realización del acuerdo comercial y de las inversiones era el problema más complicado. Los yugoslavos, con determinados fines, obstaculizaron esta realización para estar en mejores condiciones de ejercer presión sobre nosotros. Los yugoslavos sabotearon groseramente todos los sectores de nuestro plan. No sólo el crédito no nos fue entregado enteramente sino incluso los bienes de consumo y de equipo que llegaron a nuestro país, no fueron jamás enviados a su debido tiempo.
En todo este período de trabajo, con el fin de desviar la atención de nuestros cuadros de la realización del plan y de justificar sus graves faltas, los yugoslavos no dieron ni un momento de tregua a nuestros cuadros para que pudieran empeñarse seriamente en el trabajo y realizar debidamente las tareas del plan. Ninguno de los estudios fue llevado a buen término, y no podía ser de otra manera. Los métodos de trabajo de los yugoslavos, que tenían objetivos hostiles, impidieron que nuestros cuadros sacaran algún provecho concreto de estos contactos, se instruyeran y progresaran. Pero, no obstante estos obstáculos, gracias a los esfuerzos de nuestro Partido y de nuestro gobierno, a la gran abnegación de las masas trabajadoras y con el material que se encontraba en el país, se aseguró una serie de realizaciones que contribuyeron a mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo.
Con sus maniobras, los dirigentes yugoslavos intentaban alcanzar varios objetivos: obstaculizar el desarrollo de nuestra economía y ponerla totalmente bajo su dependencia, desacreditar a nuestro Partido ante las amplias masas populares como un “partido incapaz de gobernar sólo el país y de dirigir los destinos del pueblo”, desacreditar a la dirección del Partido como incapaz de hacer frente a las diversas situaciones, y al mismo tiempo combatir a todos aquellos dirigentes que constituían un obstáculo para la realización de sus planes. Otro objetivo era el de minar la confianza y el afecto que nuestro Partido tenía por la Unión Soviética, y, más concretamente, disminuir la confianza que teníamos en los consejeros soviéticos, desprestigiar a estos consejeros y obligarnos a pedir que se marcharan. Esto hubiera conducido al aislamiento de nuestro país y de nuestro Partido de la Unión Soviética y del campo socialista.
Al crear estas situaciones los dirigentes yugoslavos se proponían alcanzar varios objetivos, y para ello emprendieron una serie de viles acciones contra nuestro Partido, nuestro gobierno, nuestra economía, nuestro plan y nuestros camaradas. Plantearon la tesis según la cual “una segunda línea antiyugoslava estaba cristalizándose en nuestro Partido”, e imputaron la responsabilidad ante el pueblo a la dirección. Esta fue la primera acusación hecha a nuestro Comité Central
[15]. El Buró Político rechazó esta acusación, aunque no todos los miembros estaban convencidos de la oportunidad de este rechazo. La decisión del Buró Político era justa y la respuesta que dimos al representante del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia era también perfectamente correcta.
Con el fin de atacar a nuestro Partido y a su dirección se planteó también la cuestión del proyecto del plan quinquenal, recomendado por el gobierno yugoslavo a nuestra República Popular. En realidad, este proyecto de plan propuesto no era más que un bluff. Todos los hechos lo han probado, y el mismo Savo Zlatich afirmó que en el presupuesto yugoslavo no sólo no se había previsto ningún crédito importante para subvencionar nuestro plan quinquenal, sino que tampoco se había previsto el crédito de otros dos mil millones que los yugoslavos debían concedernos para el año 1948. Este crédito debía ser retirado del llamado fondo de reserva del presupuesto yugoslavo. El gobierno yugoslavo nos había prometido para el plan quinquenal una suma de 20 a 21 mil millones. Pero los yugoslavos negaron más tarde esta promesa, como siempre han negado cada una de sus bajezas, sin embargo es un hecho que el proyecto del plan quinquenal fue elaborado sobre esta base. Fue redactado por nuestros camaradas, con la ayuda de los especialistas soviéticos. El proyecto del plan fue preparado rápidamente y este trabajo fue extremadamente arduo para nuestros cuadros porque excedía nuestras posibilidades y los yugoslavos lo exigían en un tiempo récord. Ellos nos habían proporcionado un proyecto de plan quinquenal elaborado en líneas generales, sobre el cual debíamos basarnos para elaborar el nuestro. Este proyecto reflejaba la orientación yugoslava. Se dijo que Nako Spiru lo escondió y que no habló a nadie de ello. Pero el asunto de los 20 a 21 mil millones no fue inventado por Nako Spiru, porque fueron los yugoslavos los que se lo comunicaron oficialmente a Kico Ngjela
[16]. Esta es la verdad. Y nosotros creemos a nuestro camarada Kico Ngjela y no a los trotskistas yugoslavos, que quieren conducir a nuestro país a la tumba. Como he dicho, este proyecto podía servir de orientación y efectivamente sirvió como tal. Ciertamente los yugoslavos se mostraron bastante maquiavélicos con nosotros: uno decía 10 mil millones y ésta era una cifra aproximada, una opinión cualquiera; el delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia Savo Zlatich había dicho a Kico Ngjela que se trataba de un crédito de 21 mil millones; en el proyecto de plan yugoslavo figuraban las cifras 13 a 15 mil millones y esto se justificaba con el pretexto de que las valoraciones precedentes habían podido ser erróneas. Todo esto tenía como objetivo desorientarnos y esta actitud en general era tendenciosa y carecía de seriedad.
La orientación que los yugoslavos pretendían dar a nuestro plan quinquenal era antimarxista y antialbanesa. En el proyecto prevalecía una sola preocupación: la explotación de nuestro país. Debíamos producir para los yugoslavos todas las materias primas de las que tenían necesidad. Una vez exportadas a la “metrópoli” yugoslava, serían transformadas en las fábricas yugoslavas. Precisamente en este sentido fue orientada la producción de algodón y de otras plantas industriales, así como de petróleo, betún, cromo y otros productos. Yugoslavia abastecería “a su colonia, Albania” con artículos de amplio consumo a precios exorbitantes, desde el hilo hasta las agujas de coser, la gasolina, el kerosén, así como los tubos de las lámparas en los que ardería el producto extraído de nuestro subsuelo, pero refinado en Yugoslavia y vendido a nuestro país con tarifas usurarias. Esta política es propia de los trusts capitalistas y monopolistas norteamericanos. La orientación de los yugoslavos consistía pues en impedir el desarrollo de toda industria y de la clase obrera en nuestro país y en hacer que quedase para siempre bajo la dependencia de Yugoslavia. Algunas fábricas o simples talleres, que debían suministrar a nuestro país conforme a las estipulaciones del proyecto de plan yugoslavo y que por ser rudimentarios parecían risibles, tampoco nos fueron enviados. Como si esto no bastase, los dirigentes yugoslavos y sus representantes en nuestro país, se apropiaron incluso de las máquinas relativamente en buen estado que poseíamos y las enviaron a Yugoslavia. Incluso nos arrebataron también maquinarias que nos habían sido entregadas como reparaciones de guerra.
El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia definió el proyecto de plan elaborado por nosotros como “autárquico”, “poco realista”, etc. Tal apreciación no era justa. Nuestro proyecto de plan no era ni autárquico, ni poco realista, sino que se había basado en el crédito que Yugoslavia nos había prometido. Al aprobar el proyecto de plan quinquenal, nuestro Comité Central no se había equivocado, ni tampoco el Secretario General o el camarada Nako Spiru. El desarrollo económico independiente de nuestro país y la edificación del socialismo en Albania con la ayuda de la Unión Soviética y de los países de democracia popular, sobre todo de Yugoslavia, los habían definido los trotskistas yugoslavos como fenómenos de autarquía. Esto era un ardid y una calumnia infundada que tendía a contrarrestar la justa orientación del desarrollo económico de nuestro país. Es cierto que este proyecto de plan contenía algunas formulaciones inexactas y algunas exageraciones, pero éstas no constituían un elemento esencial. Estas exageraciones las hemos atribuido a Nako Spiru, pero tampoco esto es justo. El proyecto de plan, elaborado muy rápido, ha sido estudiado y aprobado también por nosotros, por eso si contiene errores la culpa es de todos y no del camarada Nako solamente.
El proyecto de plan preveía cultivar en nuestro país las plantas industriales, dando prioridad al algodón, en detrimento ele los cereales y sobre todo del maíz. Aquí caímos en la trampa que nos había tendido la dirección yugoslava, que en efecto nos decía: “No se preocupen por el pan, la llanura de Banat produce bastante para ustedes y para nosotros”. Esto significa que los trotskistas yugoslavos tenían la intención de controlar nuestro abastecimiento de pan y usarlo como espada de Damocles sobre la cabeza de nuestro pueblo, para privarlo de su independencia y sojuzgarlo.
La cuestión del pan es uno de los más graves y difíciles problemas que nuestro país debe resolver, tanto más si consideramos las enormes dificultades que encontraríamos en la planificación de la producción agrícola existiendo la pequeña propiedad privada en el campo. Este problema preocupaba seriamente a nuestro pueblo, por eso se esforzó ante todo en asegurar su pan. La cuestión del pan es una cuestión de principio. No es justo depender del exterior para ese producto de primera necesidad, porque se está a merced de imprevistos. Esto no quiere decir que debemos orientar el país únicamente hacia la producción de maíz y de trigo. No. Debemos orientar a nuestros agricultores también hacia el cultivo de plantas industriales, pero esto debe hacerse de manera estudiada, realizando la roturación de la mayor extensión posible de tierras.
En lo que concierne al desarrollo de la industria y a la transformación en el país de las materias primas, creemos que las orientaciones de nuestro plan eran justas, y que incluso nos mostramos modestos.
Todos teníamos la plena convicción de que el proyecto de plan que habíamos elaborado era, a grandes rasgos, justo y en esto no nos equivocábamos en absoluto. Este proyecto de plan, como todo proyecto, debía ser discutido, corregido y luego aprobado. Jamás pensamos que fuese definitivo. No fue incluso enviado a Belgrado para ser examinado. Enviamos únicamente las directrices generales, y esperamos la respuesta. Ella nos llegó con retraso (de ello hablaré más adelante) y esta respuesta fue una grave y vil acusación contra nuestro Comité Central
[17] por parte del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia.
El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia se preparaba para atacar a nuestro Partido, para someterlo a él y a nuestro país; se disponía a atacar el campo socialista en el sector de Albania. Zlatich llevó consigo a Belgrado las principales directrices de nuestro proyecto de plan no para ayudar a nuestro país, sino para tenerlas como punto de apoyo en su ataque contra nuestro Partido. Como el problema del proyecto de plan no era suficiente para tal ataque, los dirigentes yugoslavos prepararon también otras viles acusaciones para exacerbar aún más la situación.
Recurrieron a la cuestión de la vía férrea
[18] cuya construcción el Partido había confiado a la juventud. En la construcción del ferrocarril se manifestaron mejor que en otra parte el gran ímpetu de nuestra juventud laboriosa, su heroísmo, su resolución. La juventud estaba en la primera línea en el trabajo y en la lucha y constituía una gran fuerza para nuestro Partido. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia intentó golpear y desalentar a esta fuerza creadora de nuestro pueblo y de nuestro Partido. La política hostil de los yugoslavos en la construcción de la vía férrea era al mismo tiempo un golpe asestado a nuestro Partido y a nuestro gobierno. El incumplimiento de las tareas en la construcción del ferrocarril nos habría causado un grave perjuicio económico y político. El Partido había comprendido bien esto y lo había explicado también a la juventud, que no traicionó jamás la confianza que el Partido había puesto en ella. La construcción de la vía férrea fue el terreno donde nuestros compañeros y los yugoslavos se afrontaron en gran envergadura. Nuestra juventud, los cuadros del Partido y de la juventud que han trabajado en la construcción del ferrocarril y han dirigido los trabajos, han cumplido su deber con heroísmo y con la más grande abnegación, animados de un gran cariño por nuestro Partido y por nuestro pueblo. El ferrocarril fue terminado en el plazo previsto gracias al ímpetu de nuestra juventud dirigida por el Partido. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y todos sus hombres que participaron en la construcción de la vía férrea, ingenieros, topógrafos etc., sabotearon los trabajos de construcción. Para los yugoslavos, la construcción de esta obra representaba un buen terreno de sabotaje, una ocasión propicia para crear situaciones difíciles y preparar falsos argumentos con el fin de atacar a nuestro Partido. Todos los documentos concernientes a esta gran acción, que nuestro Partido y nuestro gobierno poseen, lo confirman plenamente. Los yugoslavos que trabajaban en la vía férrea desde el director hasta el responsable del partido, no eran más que antimarxistas, criaturas de la OZNA y ustaehis
[19], educados en el concepto de que nuestro país debía ser un campo de explotación y una colonia yugoslava. Los yugoslavos que participaban en los trabajos del ferrocarril combatieron a nuestros cuadros, los despreciaron, los acusaron e hicieron blanco de muchas bajas calumnias. Los yugoslavos se comportaban hacia los albaneses, durante los trabajos de la vía férrea, como los patronos de las metrópolis mandando a los indígenas en la construcción de vías férreas en sus colonias africanas. Los compañeros de nuestro Partido y de nuestra Juventud no aceptaron esta situación.
Y tenían razón. Ciertamente que se produjeron pequeños incidentes en el transcurso de una acción de tal importancia, pero los yugoslavos exageraron todo esto y sacaron la conclusión de que “en Albania se ha creado un frente antiyugoslavo y este frente ha llegado al colmo en la construcción del ferrocarril”. Según ellos no se trataba de pequeños errores que pudiese haber cometido algún joven, sino de cuestiones políticas importantes. Los yugoslavos nos acusaron de haber considerado las cuestiones en el aspecto práctico y de haber olvidado el aspecto político. Eso no era verdad. Eran ellos los que olvidaron el aspecto político de las cosas, o mejor dicho las apreciaron bajo un ángulo político deformado, antimarxista, colonialista.
Con el fin de reforzar aún más las tesis del “frente antiyugoslavo que se creaba en nuestro Partido y en nuestro país”, los yugoslavos, desde las representantes oficiales del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia hasta los especialistas, comenzaron a difundir otras calumnias. Hicieron correr voces que los técnicos yugoslavos eran despreciados, que no se les daba viviendas decentes y así sucesivamente.
Pero su audacia fue aún más lejos. Utilizaron para sus fines también la visita que la delegación de nuestro Partido y de nuestro gobierno realizó a la Unión Soviética. Esta visita contrariaba enormemente al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Concluimos con la Unión Soviética un acuerdo económico por el que este país se comprometía a prestarnos una importante ayuda para el desarrollo de nuestra economía. Esta ayuda representaba un nuevo golpe a los fines de los dirigentes yugoslavos que deseaban hacer de nuestro país una colonia que trabajase para abastecer de materias primas a la metrópoli yugoslava. Con las fábricas que nos enviaba la Unión Soviética, sería fomentada la industria en nuestro país, las materias primas serían elaboradas aquí y se evitaría que la población tuviese que comprar muchos productos manufacturados en el exterior. Por otra parte, el desarrollo de la industria traería aparejado el fortalecimiento de nuestra clase obrera, el reforzamiento de nuestro Partido y de nuestro Estado. La Unión Soviética nos concedió créditos y suministró una gran cantidad de trilladoras y de tractores, que han representado una contribución muy importante al desarrollo de nuestra agricultura.
Nuestro Partido puso a nuestro pueblo al corriente de la ayuda que la Unión Soviética nos daba. Pero el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia definió este justo modo de actuar como “una política antiyugoslava”. El representante oficial del gobierno yugoslavo lo declaró abiertamente. ¡Para los trotskistas yugoslavos, establecer relaciones políticas y económicas con otro país socialista significa “ser antiyugoslavo”! Los yugoslavos veían con gran despecho los esfuerzos de nuestro Partido tendentes a consolidar la amistad con la Unión Soviética. Nuestros compañeros que trabajaban en tal sentido, eran acusados por los funcionarios yugoslavos de cosas inexistentes, unas veces directa y otras indirectamente. Les reprochaban “no hacer bastante propaganda en favor de Yugoslavia”, lo que significaba “que hacían mucha en favor de la Unión Soviética”. Otras veces incluso acusaban a los compañeros de nuestro Partido de estar orientados hacia el Occidente, hacia Francia e Italia, en el campo comercial y en el cultural. Estas eran viles calumnias. Nuestro Partido, sea en política, o sea en las relaciones comerciales o en los intercambios culturales, jamás se ha orientado hacia el Occidente. La explicación de tal acusación es superflua. Los dirigentes yugoslavos pretendían que nos orientáramos en todo hacia su país. Los que no actuaban de esta manera, debían ser atacados y reemplazados. Este era su objetivo.
El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia preparó este campo de acción, lanzando a diestra y siniestra calumnias contra nuestro Partido y nuestra gente, con el fin de apoyar su infame acusación, que fue el origen de nuestro último análisis erróneo en el VIII Pleno
[20] del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania. Acusaban a nuestro Comité Central de haber desarrollado una política antiyugoslava, de haber permitido la creación de un frente antiyugoslavo, de haberlo creado inclusive, y pretendían que la política de nuestro gobierno era diametralmente opuesta a las aspiraciones y a la actitud de nuestro pueblo. El Comité Central de nuestro Partido, afirmaban ellos, había seguido una política de ruptura con Yugoslavia en el terreno económico, la orientación de nuestra economía era errónea, como lo había demostrado nuestro proyecto de plan, definido por ellos irrealista y autárquico, y no correspondía de ningún modo a las decisiones de los comités centrales de nuestros dos partidos. Tal orientación errónea, según ellos, se comprobaba también en otros sectores de actividad de nuestro país, como en la cultura, la instrucción pública, los ferrocarriles, las minas, etc.
Por último se acusaba particularmente a Nako Spiru, responsable de las cuestiones económicas de nuestro país, de ser uno de los culpables de esta situación. Se le acusaba de haber desempeñado un papel singular en este asunto y se recomendaba a nuestro Comité Central dilucidar si tal degradación de las relaciones entre ambos países no era de atribuir a los manejos del enemigo. Esta acusación mencionaba asimismo otros nombres. Se subrayaba también que Albania, antes de concluir algún acuerdo con otro país, debía pedir la aprobación de Yugoslavia. Esta tesis estaba dirigida claramente contra el acuerdo económico que nuestro gobierno había firmado con el gobierno soviético algunos meses antes.
Estas eran brevemente las acusaciones hechas a nuestro Comité Central. Estas acusaciones prepararon el análisis del VIII Pleno y la elaboración de su resolución. Hablaré más adelante del análisis y de los errores que se cometieron allí. Proseguiremos con la exposición de los objetivos de la acusación yugoslava y de la actividad del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia después de nuestro análisis.
La crítica que nos fue dirigida tenía como principal objetivo hacer de nuestro país una séptima república de Yugoslavia y someterlo a las órdenes y a las directrices de Belgrado. Nuestro país debía transformarse en una colonia de Yugoslavia y su independencia debía ser puramente formal, encubierta y disfrazada con las fórmulas de la pseudoindependencia burguesa. Esto perseguía el objetivo de desprender Albania del campo socialista, de enemistarla con la Unión Soviética y de atraer nuestro Partido al camino antimarxista. Para los trotskistas yugoslavos, Albania era un pequeño país del campo socialista donde se realizaría la primera experiencia de aplicación de su línea de traición al campo del socialismo. Habían trabajado largo tiempo en este sentido, pero la resistencia de nuestro Partido no se había apagado, sino que, por el contrario, estaba muy lejos de ser apagada. Nuestro Partido poseía una gran fuerza. Por eso los dirigentes yugoslavos tenían mucho que andar para llegar a la meta propuesta.
Para alcanzar estos fines, debían ante todo doblegar la voluntad de nuestro Comité Central y del Secretario General del Partido, en quien veían un gran obstáculo. Las infames acusaciones de la dirección trotskista yugoslava contra el Comité Central de nuestro Partido, más que contra el camarada Nako Spiru, estaban dirigidas contra el Secretario General del Partido como el primer responsable de la “política errónea” del Comité Central. Conocían bien la situación en el seno del Buró Político y del Comité Central de nuestro Partido, estaban al corriente de las divergencias existentes entre los miembros del Buró Político, particularmente entre Nako Spiru y Koçi Xoxe, como de mis relaciones tirantes con Koçi Xoxe. Sabían asimismo que las opiniones de Nako Spiru sobre las relaciones con Yugoslavia concordaban con las mías en todos los puntos en que eran justas. Sabían muy bien que Nako no hacía nada en este sentido sin consultarme y sin pedir mi aprobación. Los yugoslavos habían basado sus cálculos en la situación existente en nuestro Buró Político, situación que se debía ante todo a sus abyectas intrigas. Los trotskistas yugoslavos fueron ayudados en gran medida por el más grave error que haya cometido Nako Spiru, su suicidio. Los análisis del VIII Pleno constituyeron una gran victoria para los yugoslavos. Habían logrado crear en el seno de nuestro Partido la situación que aspiraban crear.
Después de los análisis la situación se complicó sobremanera. Mediante la presión, el chantaje y la lucha psicológica lograron obtener la aprobación de sus primeras proposiciones. Se admitió que el plan era poco realista y autárquico, se reconoció que “nuestra línea política y económica, así como la establecida en el sector militar, eran erróneas y ponían en peligro a nuestra República Popular y a nuestro Partido”. Se enterró el proyecto de plan quinquenal. Se decidió elaborar el plan únicamente para el año 1948. El acuerdo comercial entre nuestros dos países fue olvidado. Se creó, sobre las bases deseadas por los yugoslavos, una comisión de coordinación del plan, que entró en función. Pero las cosas no se quedaron allí, debían ir más lejos. Ya ni cabía pensar en la realización del plan. Los compromisos de los yugoslavos sobre el abastecimiento de bienes de consumo, de material y de medios financieros para las inversiones no fueron mantenidos. Todas estas cuestiones fueron ahogadas por una gran burocracia y por interminables estudios económicos y sociales. Nos imponían sistemas errados, que tendían a aniquilar las conquistas del Poder popular relativas a la realización de la Reforma Agraria y a otras cuestiones. Criticaban las formas de organización de nuestras empresas y nos proponían otras, que tendían a suprimir todo obstáculo a la unión de Albania con Yugoslavia sobre bases antimarxistas. La subestimación de nuestros cuadros llegó al colmo.
La comisión de coordinación de los planes, creada para ayudar a la realización de nuestro plan y para intervenir ante el gobierno yugoslavo con el fin de acelerar el envío de materiales e inversiones actuaba en un sentido totalmente contrario. De hecho tomaba la forma de un gobierno yugoslavo en Albania. Nuestros ministerios no podían tomar ninguna iniciativa sin la aprobación de la comisión de coordinación, o mejor dicho sin la aprobación del presidente de esta comisión, Kraiger, quien llegó hasta exigir que nuestros ministros le presentaran informes y recibieran órdenes de él. Esto equivalía a la liquidación de nuestro gobierno.
Los yugoslavos propusieron que todas las sociedades mixtas fuesen disueltas y transformadas en empresas puestas bajo el control directo de la comisión de coordinación y de Kraiger. Estas sociedades mixtas, que debían ser dirigidas por el gobierno albanés y con respecto a las cuales los yugoslavos no habían cumplido jamás sus compromisos, en adelante debían cortar incluso los débiles lazos que las unían a los diversos ministerios de nuestro gobierno.
Poco a poco, nuestra Comisión Estatal de Planificación comenzó a perder sus funciones y a convertirse en un apéndice privado de toda atribución. Los principales representantes de la Comisión de Planificación perdían su tiempo en discusiones sin fin con Kraiger y en interminables estudios sobre un futuro e hipotético desarrollo de nuestra economía socialista, enfocados desde el punto de vista de Yugoslavia.
Una especie de comisión de control, llegada de Yugoslavia, sin derecho alguno, controló las sociedades mixtas y redactó un informe “monumental”, uno de los más abyectos documentos antialbaneses, el único documento firmado por ellos, en el que el gobierno albanés y, por tanto, nuestro Comité Central eran objeto de monstruosas acusaciones. Pandi Kristo, sobre todo, tiene gran parte de responsabilidad en esto. Con un cinismo sin par, propio solamente de los enemigos y de los imperialistas norteamericanos e ingleses, los yugoslavos nos echaron la culpa de no habernos enviado el material prometido ni realizado las inversiones previstas. Este modo de actuar era enteramente parecido a los chantajes de las misiones inglesas durante el período de la Lucha. Estaba por terminar la primera mitad del año y el crédito debía haberse utilizado en un valor de 1 800 millones. De hecho había sido utilizado solamente en 200 millones. Con premeditados fines, los yugoslavos aplicaban la presión y el chantaje en uno de los sectores más importantes de la vida del país, en el de la economía. Preparaban el terreno para la liquidación de las formas de organización existentes, anexar toda nuestra economía a la yugoslava, eliminar todo obstáculo de carácter internacional a la realización de este proyecto y presentar luego la gran cuestión de la anexión como un “fait accompli”
* con el pleno consentimiento de nuestro Partido y, por tanto, de nuestro pueblo.
En tal situación, a pesar de las consecuencias negativas de los análisis del VIII Pleno, existían conflictos abiertos serios choques y divergencias entre nosotros y los yugoslavos.
Los yugoslavos nos pidieron el alejamiento de los consejeros soviéticos. No hemos estado jamás de acuerdo con esto, pero bajo su presión cedimos en este punto y nos equivocamos. Nuestro error consistió en el hecho de haber aceptado hasta cierto punto la opinión de los yugoslavos y entrado en compromiso con ellos para pedir al gobierno soviético el retiro de algunos de sus consejeros, con el pretexto de que podíamos trabajar sin ellos, dado el modo de cómo se desarrollaba nuestra economía. De hecho, teníamos necesidad de técnicos soviéticos. Se trataba pues de un “modus vivendi” grosero.
La situación surgida después del VIII Pleno ocasionó graves perjuicios a nuestra economía. El costo de la vida aumentó, la inflación subió, el abastecimiento de la población de artículos de primera necesidad disminuyó considerablemente, no se logró realizar el plan, el acopio de maíz y de otros productos agrícolas se hizo más difícil y los precios continuaron subiendo de día en día. Con la mayor desfachatez los yugoslavos exigían que mantuviéramos nuestros compromisos con ellos, en tanto que ellos no cumplían ninguno hacia nosotros. Esta es una breve exposición de la situación económica que se había creado.
También en otros sectores se verificaba un estado de cosas del mismo modo preñado de peligros, provocado por los yugoslavos con objetivos bien definidos y coordinados.
Por entonces la dirección yugoslava solicitó el envío de una división yugoslava a la zona de Korça. La historia del envío de esta división es conocida. El objetivo de los yugoslavos era múltiple: ante todo crear en nuestro país y en los órganos dirigentes del Partido una psicosis de guerra inminente y la impresión de que un grave peligro amenazaba a la Albania del Sur. Los yugoslavos presentaban las cosas como que íbamos a ser atacados de un momento a otro por los anglo-norteamericanos y los monarco-fascistas griegos y pretendían poseer informaciones seguras al respecto. De hecho, procuraban hacer que nuestro Comité Central se preocupase seriamente de esta cuestión, olvidando todas las otras. Con esta situación “crítica” esperaban que se creara en el seno del Partido la impresión de que Yugoslavia era un aliado vigilante y dispuesto a acudir inmediatamente en ayuda de nuestro país.
Cuando los yugoslavos presentaron la cuestión de la división, la situación en Grecia estaba confusa. La gran ofensiva democrática había comenzado y no había fuertes razones que justificaran la alarma dada por los yugoslavos. La llegada de esta división, en este período, y la proclamación de la zona de Korça zona yugoslava a petición de los yugoslavos, hubiera sido un acto sin precedentes, que habría podido crear un incidente de carácter internacional. Podría haber sido considerado por el imperialismo como una amenaza de guerra por nuestra parte, dado que tal acto superaba los límites de una simple defensa e implicaba la aplicación del Tratado de Amistad y de Asistencia Mutua. La llegada de esta división y la proclamación de Korça zona yugoslava, habrían tenido graves consecuencias para nuestra población, que se hubiera alarmado sobremanera sin razón suficiente. Estas consecuencias se habrían hecho sentir a la vez en los terrenos político y económico.
El gobierno soviético no estaba al corriente de la propuesta yugoslava. Sólo cuando se la trasmitimos, nos hizo saber que no encontraba en absoluto razonable aceptar tal propuesta. El justo consejo del gobierno soviético reforzó nuestra decisión de no aceptar la venida de la división. Los yugoslavos criticaron nuestra actitud, en particular la mía, porque yo había advertido a los soviéticos y porque no estaba convencido de la utilidad de la presencia de esta división en Korça.
Los yugoslavos tenían la intención de explotar el envío de esta división a Korça también para otros fines. Ellos tenían malas relaciones con la Unión Soviética y se esforzaban en enemistarnos también con ella. El general Kupresanin, un antisoviético jurado, llegó incluso a decir una monstruosa infamia, que “la Unión Soviética quiere sacrificar Albania a los imperialistas”. Fiel secuaz de los trotskistas de Belgrado, Kupresanin metía en el mismo saco la política de la Unión Soviética y la de los hombres de Múnich. Los representantes trotskistas de Belgrado, desde Savo Zlatich y Josip Dierdia hasta Spiro Serdientich, se expresaron de la misma abyecta manera antisoviética. El estacionamiento de la división en Korça y el envío sucesivo de otras divisiones, con el pretexto de defender la independencia y la integridad de nuestro país, habrían servido a los dirigentes yugoslavos de fundamento para imponer sus puntos de vista y vencer por la fuerza la resistencia de nuestro Partido.
Después del fracaso del proyecto de envío de la división, el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y Tito se esforzaron por mantener en Albania la misma psicosis de guerra. El representante yugoslavo en Albania intentó convencer a nuestro Comité Central y a nuestro Estado Mayor de la necesidad de tomar medidas extraordinarias de carácter militar, “transformar el carácter del Ejército y de su organización, construir nuevos puentes y ensanchar los existentes, porque sobre ellos tendrían que pasar los carros pesados que debían venir de Yugoslavia para hacer frente a la situación; la necesidad de construir muchos kilómetros de carretera de carácter militar y estratégico, instalar nuevas líneas telegráficas, movilizar alrededor de 10 000 jóvenes, disponer de una gran cantidad de mulas para el Ejército” y tomar muchas otras medidas de este género. Y todo esto debía llevarse a cabo en el espacio de 2 o 3 meses, porque el peligro era inminente.
Por otra parte, el representante militar de la República Federativa Popular de Yugoslavia, intentó de manera abyecta demostrar que nuestro ejército “era demasiado débil y que no podría resistir un ataque monarco-fascista más de 10 días”. Dada la situación, pretendían, “la negativa de consentir la entrada de esta división a la región de Korça, de la que es culpable el Secretario General del Partido, pone en peligro la Albania del Sur”. El representante de Belgrado declaró: “Yugoslavia no estaría en condiciones de acudir en ayuda de Albania, porque sus fuerzas estacionadas en Montenegro y en Kosova necesitarían 15 días para alcanzar el Shkumbin y que mientras tanto todo habría terminado, los monarco-fascistas y los anglo-norteamericanos habrían ya ocupado la Albania Meridional. La cuestión habría revestido un carácter internacional. La ONU habría intervenido con algunas comisiones especiales y en estas condiciones se le haría difícil a Yugoslavia intervenir en el conflicto”. Aquí, para intimidarnos, los yugoslavos ponían incluso en duda el Tratado de Amistad y de Asistencia Mutua. Por otra parte, insistían en que pidiéramos al gobierno soviético que cambiara de opinión sobre el envío de la división a la región de Korça, recomendándonos, “en el caso en que no cambiara de parecer, persistir y pedirle con insistencia la razón”. Todo esto tenía como objetivo hacernos actuar, en esta cuestión, sin la aprobación del gobierno soviético y enemistarnos con la Unión Soviética. Esta era una actitud infame, digna de los trotskistas.
Sobre todas estas cuestiones no estábamos de acuerdo con los yugoslavos, las juzgábamos de manera diametralmente opuesta, a excepción del camarada Shule
[21].
Desde hacía tiempo Kristo Themelko se había hecho portavoz de los puntos de vista erróneos de los yugoslavos, estaba de acuerdo con ellos y su confianza en el Comandante había disminuido. Estos eran graves errores del camarada Shule, pero sería un error desprenderlos de todas las circunstancias del momento. El camarada Shule ha reconocido francamente sus errores, se ha hecho una autocrítica sana, correcta y abierta, denunciando severamente el camino erróneo donde lo había llevado la influencia de los yugoslavos. No se puede explicar de otro modo estos errores de Shule, que no se concilian con su origen de clase, con su pasado revolucionario y su resuelta lucha por el pueblo y por el Partido si no es debido a la gran influencia que ejercían sobre él los yugoslavos, a la confianza que éste tenía en ellos y a la situación que se había creado en el seno de nuestro Partido. Estas son las circunstancias atenuantes de los errores de Shule.
Bajo la total influencia de los yugoslavos, Kristo Themelko estaba de acuerdo y estimaba correctas todas las tesis de éstos. Nosotros no estábamos de acuerdo con el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, comenzando por su injerencia en las cuestiones militares y terminando por la petición de enviar una división a Korça. Considerábamos que ya habíamos tomado todas las medidas que nos proponían, pero debido a su insistencia, aceptamos hacer los puentes, las carreteras, las líneas telefónicas, etc., además de la movilización de los 10 000 hombres y la consecución de las acémilas necesarias, lo que debía realizarse fuera de nuestro plan y con créditos especiales concedidos por el presupuesto yugoslavo. Teníamos la firme convicción de que ninguna de estas medidas sería llevada a la práctica.
¿Por qué los dirigentes yugoslavos habían presentado la situación de una manera tan alarmante y propuesto medidas de tal amplitud cuando no existía ninguna razón seria para aplicarlas y que incluso un niño se habría dado cuenta de que era imposible llevarlas a cabo en el espacio de dos meses? Las propuestas del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia nos fueron presentadas primero por intermedio del camarada Shule y luego directamente por Savo Zlatich. El camarada Shule, por influencia de ellos, planteó dos o tres veces ante el Buró Político la cuestión de que todas las medidas propuestas en el terreno militar no podían ser llevadas a feliz término bajo las formas constitucionales existentes, por eso hacía falta realizar la unión de nuestro pueblo con los pueblos de Yugoslavia y esto debía hacerse lo más pronto posible. Las condiciones según ellos habían madurado y no había porqué esperar más para tal unión. Los yugoslavos pidieron que Shule les diera conocer mi opinión sobre las propuestas yugoslavas, pero le aconsejaron que, en el caso en que yo no aceptase dichas propuestas, las presentara por su cuenta. Se ve bien que su desconfianza en mi persona aumentaba.
Finalmente, Savo Zlatich en persona nos propuso que pidiéramos al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia la unión de Albania con Yugoslavia. Respondimos a través de cartas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia sobre todas estas cuestiones. Estas cartas son importantes documentos para nuestro Partido. No estábamos de acuerdo con los puntos de vista del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, que no pudo obtener de nosotros lo que deseaba, es decir nuestro consentimiento para la unión de Albania con Yugoslavia.
Al mismo tiempo, los yugoslavos, primero por intermedio de Shule luego directamente a través del representante militar de Tito en Albania, el general Kupresanin, plantearon la cuestión de la creación de un mando único. Por intermedio de Shule, cuando éste estuvo en Belgrado, fue propuesto y decidido modificar la estructura del Estado Mayor. Habría un viceministro de la guerra y todos los sectores del Ejército dependerían de él. Estos sectores comprendían asimismo el Estado Mayor. Esta propuesta del Comité Central del PCY, que podía poner al descubierto las miras de los yugoslavos, más tarde fue modificada, después de las sugerencias que hicieron a Shule. Así pretendían apartar al Comandante en Jefe de la dirección del mando general de nuestro ejército. Esto significaba “hacer cruz y raya del Comandante en Jefe” como el camarada Mehmet Shehu dijo con razón a Pëllumb Dishnica
[22] que apoyaba la propuesta yugoslava. Después de nuestra respuesta, dada en las cartas que acabo de mencionar, todas estas propuestas se desmoronaron por sí solas.
Debemos subrayar que todas estas proposiciones y las medidas que los yugoslavos se proponían tomar y aplicar, revestían un carácter de extrema urgencia. Temían que una denuncia de su traición por el Partido Comunista de la Unión Soviética les quemara las cartas en la mano. Por eso se apresuraban en arrastrarnos también a nosotros al camino antimarxista, con el fin de crear un bloque contra el campo socialista.
Teníamos plenamente conciencia de que las acciones de los yugoslavos no eran justas, así pues, aun ignorando su traición, debíamos estar atentos y actuar con precaución. Por otra parte, los yugoslavos aprovecharon esta situación para crear en nuestro Buró Político una atmósfera tal que se ponía en discusión si debíamos consultar a los camaradas soviéticos sobre estas cuestiones o no, si los debíamos poner al corriente de ellas o no. Esta era una manera errónea de plantear la cuestión. Expusimos a Savo Zlatich nuestro punto de vista, dándole a entender que un comportamiento similar hacia los soviéticos y el gobierno soviético no era correcto. Él se esforzó en justificarlo pretendiendo que se trataba de nuestros asuntos internos y añadió que no debíamos dar parte a los camaradas soviéticos antes de haberlos discutido nosotros mismos. Buscaban poner la Unión Soviética delante de “faits accomplis”, que ellos habían tramado recurriendo a intrigas y a maquinaciones antimarxistas. Nosotros pusimos fin a semejante situación.
El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, después de nuestras cartas y del fracaso de sus planes, nos envió una vez más a Savo Zlatich con nuevas propuestas. Nos proponía esta vez la unión de Albania con Yugoslavia, pero no una unión directa. Esta unión debía revestir ciertas formas económicas que habrían constituido de hecho una verdadera unión. Estas formas eran las que hemos mencionado más arriba, y se utilizaron después de nuestro último análisis
[23]. Luego nos propuso la alternativa siguiente: o bien mantenernos en la situación existente, concretizando mejor las relaciones que existían (pero esto, según ellos, significaba “retroceder y no era aconsejable”), o bien romper nuestras relaciones. Todas estas propuestas nos fueron presentadas como si fuesen de Savo Zlatich, pero aprobados en principio por el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Ellas debían ser estudiadas y discutidas por nosotros y luego los resultados de las discusiones y nuestras proposiciones debían ser transmitidos al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia actuaba así primero para no asumir ninguna responsabilidad, dejándola recaer enteramente sobre un cierto Zlatich, luego para sondear nuestras intenciones y sobre todo para enterarse de si estábamos al corriente del conflicto existente entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y el Partido Comunista de Yugoslavia y de cuál era nuestra actitud sobre esta cuestión.
Pocos días después de la presentación de estas propuestas, nos pusimos al corriente de la primera carta del Partido Bolchevique, dirigida a Tito y a los otros miembros del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. La carta del Partido Bolchevique nos ayudó a comprender plenamente el juego hostil y antialbanés del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Suspendimos inmediatamente el alejamiento de los consejeros soviéticos. Los yugoslavos, viendo que los consejeros soviéticos no iban a marcharse de Albania, como impacientemente lo esperaban todos los días, comprendieron que sus maniobras habían fracasado y se pusieron súbitamente a lanzar infames calumnias, amenazas abiertas y ultimátums. Savo Zlatich, Josip Dierdia y el general Kupresanin abandonaron de manera brutal y hostil nuestro país. Tito se dirigió a nuestro Comité Central con una carta innoble, en la cual el Comité Central y el Secretario General del Partido eran objeto de acusaciones gratuitas. Tito se esforzó en sembrar la discordia en el seno de nuestro Buró Político y en crear de nuevo en nuestro Partido una situación difícil, como la que existía en vísperas del VIII Pleno, pero su nefasta actividad contra nuestro país, contra nuestro Partido y nuestro pueblo, ya no tenía efecto alguno. Las cartas del Comité Central del Partido Bolchevique habían ayudado a nuestro Partido a escapar de las garras de los trotskistas yugoslavos y a salvar, al mismo tiempo, a nuestro pueblo y a nuestro país de la catástrofe a la que estos traidores buscaban arrastrarlos.
Antes de examinar los errores cometidos durante los análisis del VIII Pleno es indispensable ver asimismo cómo eran nuestras relaciones con la Unión Soviética.
Notas:
[10] Durante los trabajos de la Conferencia de la Paz en París (29 de agosto-15 de octubre de 1946).
[11] Durante la visita a la URSS de la delegación de la RPA encabezada por el camarada Enver Hoxha en julio de 1947.
[12] El convenio económico entre la RPA y la RFPY fue suscrito en noviembre de 1946.
[13] Se trata del Tratado de amistad, colaboración y ayuda mutua entre la RP de Albania y la RFP de Yugoslavia que fue firmado en julio de 1946.
[14] Las sociedades mixtas albano-yugoslavas fueron creadas después de suscrito el convenio económico entre la RPA y la RFPY.
[15] Esta acusación fue hecha al Comité Central del PCA en junio de 1947 en una carta provocadora enviada por el Comité Central del PC de Yugoslavia al Comité Central del PC de Albania.
[16] En ese tiempo, vicepresidente de la Comisión Estatal de Planificación.
[17] Esta acusación fue dirigida al Comité Central del PCA por el Comité Central del PCY en noviembre, de 1947.
[18] Para la construcción de la vía férrea, tras la máscara de “ayuda internacionalista”, llegaron a nuestro país muchos yugoslavos, que intentaron ponerle trabas y sabotearla. A causa de su actividad, la juventud albanesa comenzó a verlos con cierto recelo.
[19] Miembros de las bandas reaccionarias de Pavelich en el llamado «Estado Independiente Croata»- durante la Segunda
Guerra mundial.
[20] En el VIII Pleno que se celebró en febrero de 1948, la actividad hostil de los yugoslavos y sus agentes encabezados por Koçi Xoxe contra el PCA alcanzó su punto culminante.
* En francés: en el original
[21] Kristo Themelko, en esa época director de la Dirección Política del Ejército, hizo autocrítica y trabajó más tarde siguiendo la línea del Partido.
[22] Ex-cuadro que ejercía funciones de responsabilidad en la Dirección Política del Ejército. Por su actividad hostil fue expulsado del Partido.
[23] Se refiere al VIII Pleno.