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    Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948)

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    Mensaje por NG Jue Mayo 02, 2013 5:31 am


    Enver Hoxha
    INFORME PRESENTADO ANTE LA CONFERENCIA DE ACTIVISTAS DEL PARTIDO DE TIRANA SOBRE LOS ANÁLISIS Y LAS CONCLUSIONES DEL XI PLENO DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE ALBANIA

    Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948) Hoxha1

    4 de octubre de 1948

    —La importancia de las cartas del Partido Bolchevique, dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, y de las Resoluciones de la Kominform ...

    —El Pleno de Berat y sus resultados ...

    — La situación después del Pleno de Berat y las tesis del Secretario General del Partido para la revisión de este Pleno ...

    —Las relaciones económicas y su desarrollo entre Yugoslavia y nuestro país ...

    — Nuestras relaciones con la Unión Soviética y la actitud de la dirección yugoslava con respecto a estas relaciones ...

    —Los análisis llevados a cabo en el VIII pleno del Comité Central del Partido comunista de Albania y nuestros graves errores ...

    —La cuestión de la “fracción cabeza del Partido” ...



    LA IMPORTANCIA DE LAS CARTAS DEL PARTIDO BOLCHEVIQUE, DIRIGIDAS AL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE YUGOSLAVIA Y DE LAS RESOLUCIONES DE LA KOMINFORM

    Todo nuestro Partido tiene conocimiento de las cartas de gran trascendencia histórica que el Partido Bolchevique de la Unión Soviética ha dirigido al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Con ellas el Partido Bolchevique expresa su reprobación a los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia [1] y llama su atención sobre una serie de graves errores de principio por ellos cometidos, aconsejándoles mantenerse en el correcto camino marxista-leninista e indicándoles la manera rápida y radical para corregir estos peligrosos errores.

    Igualmente todo nuestro Partido está en conocimiento de la Resolución de la Kominform “Sobre la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia” [2]. Esta resolución analizada por los delegados del Comité Central en todo el Partido y en todas las organizaciones del Frente Democrático, fue aprobada por unanimidad por todos los comunistas y las masas trabajadoras de nuestro país, los cuales han manifestado su plena solidaridad con el Partido Bolchevique, con nuestro gran maestro Stalin, con la Kominform y con la Declaración del Comité Central de nuestro Partido [3].

    Nuestro Comité Central explicó ampliamente a los miembros del Partido y a las amplias masas populares en qué consistía la grave traición de los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, su política antialbanesa y la importancia de las cartas del Partido Bolchevique, dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, para nuestro Partido y la unidad del campo socialista. Además, nuestro Comité Central puso muy bien de relieve ante el Partido y las amplias masas populares la histórica importancia de la resolución de la Kominform.

    Los dirigentes traidores del Partido Comunista de Yugoslavia, con la camarilla nacionalista de Tito, Kardelj, Rancovich, Gilas y otros a la cabeza, han pasado a posiciones antimarxistas, antisoviéticas y contrarias al campo socialista. Los dirigentes yugoslavos son revisionistas del marxismo-leninismo y auténticos continuadores de las teorías oportunistas y liquidadoras de Bernstein, Folmar, Bujarin y de los demás mencheviques y trotskistas. Han hecho suyas las teorías de todos esos traidores al marxismo, se han esforzado con su demagogia en disfrazarlas con nuevos ropajes y presentarlas como si fueran un desarrollo específico del marxismo, conforme a las nuevas condiciones surgidas de la Segunda Guerra mundial. Desviándose del camino marxista-leninista, se han pasado a posiciones nacionalistas burguesas y a un chovinismo desenfrenado, abandonado así y combatiendo las tradiciones de internacionalismo del Partido Comunista de Yugoslavia.

    La camarilla nacionalista de Tito y sus acólitos han mantenido una feroz y calumniosa política contra la Unión Soviética, primera Patria del socialismo, guía del campo socialista en el mundo. Estos traidores, calumniando a la Unión Soviética, se proponían el objetivo de desacreditar el sistema socialista y denigrar de esta manera la construcción del socialismo. Han intentado al mismo tiempo difundir sus puntos de vista también en otros países de democracia popular para consolidar y reforzar aún más su obra traidora.

    El grupo nacional-trotskista [4] de Tito ha seguido una ambigua y abyecta política con respecto al Partido Bolchevique de Lenin-Stalin, propalando a sus espaldas monstruosas calumnias, haciéndole, desde posiciones trotskistas de derecha, las mismas acusaciones y calumnias que hizo en su tiempo Trotsky, contra quien Lenin y Stalin llevaron a cabo una dura y resuelta lucha.

    La camarilla traidora de Belgrado ha aplicado una política propia de los imperialistas hacia el glorioso Ejército Soviético, que fue el principal artífice de la salvación del mundo y de la misma Yugoslavia de la agobiante esclavitud del fascismo alemán y creó en Europa las premisas para la formación de los Estados de democracia popular, para la consolidación y el desarrollo de éstos por el camino de la edificación socialista. Los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, cegados por su nacionalismo, se han esforzado en negar el papel de libertador del Ejército Soviético y han despreciado su arte militar. Con megalomanía y presunción, han intentado colocar el arte militar yugoslavo en un escalón mucho más alto que el del ejército de la Unión Soviética, afirmando “haber aportado algo nuevo al marxismo-leninismo” en este sentido. Tal línea antisoviética ha tenido como objetivo crear en los pueblos de Yugoslavia, en el Partido Comunista y en el ejército yugoslavo la desconfianza hacia la Unión Soviética y hacia su glorioso ejército. Tal cosa hacen también los imperialistas anglonorteamericanos y toda la reacción mundial.

    Estos puntos de vista antimarxistas han contrapuesto a los dirigentes traidores del Partido Comunista de Yugoslavia con la unidad del campo socialista mundial. Ellos se han esforzado por todos los medios en debilitar y liquidar esta unidad, el mismo campo socialista y el frente democrático antiimperialista de los pueblos del mundo.

    Los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, con Tito a la cabeza, han permitido que en su partido tomaran cuerpo formas de organización y de trabajo, que han tenido como objetivo y como consecuencia la liquidación de la democracia interna en el partido, la sofocación de la crítica y la autocrítica, la adopción en el partido de métodos militares de dirección, la imposición del culto a los “héroes” según la concepción populista, la subordinación del partido al control del Ministerio de Seguridad del Estado, la propagación del sentimiento del temor en el partido, el mantenimiento del partido en la clandestinidad y, paralelamente a esto, su fusión en el frente y su transformación en un partido burgués y de kulak. Adoptando una política oportunista hacia los elementos capitalistas, han debilitado la lucha de clases en el campo de acuerdo con la orientación bujarinista según la cual, la lucha de clases en el período de transición del capitalismo al socialismo lejos de agudizarse, se extingue. Toda esta actividad de traición tiene por fin la degeneración del Partido Comunista de Yugoslavia y la de la República Federativa Popular de Yugoslavia en una república de tipo burgués.

    El objetivo de las cartas del Partido Bolchevique, dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, era el de hacer que los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia abandonaran y condenaran de una vez y para siempre esta línea que los llevaba a la traición, reconocieran honestamente errores tan peligrosos, los corrigieran en el interés supremo de su partido y de sus pueblos y en interés del campo socialista. Los traidores trotskistas de Belgrado no sólo no han reconocido estos errores, sino que han tachado descaradamente de calumniadores al Partido Bolchevique de Lenin-Stalin y a los otros partidos, declarándoles una infame guerra propia de traidores inveterados del marxismo-leninismo y dóciles servidores del imperialismo opresor.

    La dirección traidora del Partido Comunista de Yugoslavia, con hostil obstinación y consecuente en su obra, se mantiene en sus posiciones antimarxistas, antisoviéticas y opuestas al campo socialista. La dirección yugoslava, con los métodos policíacos introducidos en el Partido Comunista de Yugoslavia bajo la presión y la intimidación del Ministerio de Seguridad del Estado, ha convocado su V Congreso [5], contrariamente a las normas de un partido marxista-leninista-stalinista, y, recurriendo al terror ejercido abiertamente para oprimir la voluntad del partido y de sus elementos más sanos, ha legalizado la propia traición. La camarilla de Belgrado mantiene un terror sin par en el seno del Partido Comunista de Yugoslavia, moviliza a su alrededor a los elementos nacionalistas y chovinistas, golpea al mismo tiempo a los elementos sanos del partido, se esfuerza en enemistar a los pueblos de Yugoslavia con los otros pueblos de los países de democracia popular y, en primer lugar, con los pueblos de la Unión Soviética y con el Partido Bolchevique. Dicha camarilla recurre a una vasta propaganda demagógica para engañar a las sanas masas del partido y de los pueblos yugoslavos que sienten un sincero y gran afecto hacia la Unión Soviética y el Partido Bolchevique con el camarada Stalin a la cabeza, como también hacia los otros partidos hermanos. Ella se esfuerza astutamente en ocultar su traición. Con la adopción de algunas medidas erróneas y apresuradas se propone dar a los pueblos de Yugoslavia la impresión de que está reparando sus errores y marchando por el camino del marxismo-leninismo. Las medidas adoptadas por estos antimarxistas recalcitrantes no hacen sino aumentar el peligro y profundizar aún más el abismo hacia el cual empujan al partido y a los pueblos de Yugoslavia, exacerbar aún más la hostilidad hacia la Unión Soviética y el campo del socialismo. Partiendo de estas posiciones nacionalistas, la República Federativa Popular de Yugoslavia degenerará en un país dependiente del imperialismo norteamericano e inglés.

    La actitud nacionalista y antimarxista de la dirección yugoslava constituía un peligro no sólo para el Partido Comunista de Yugoslavia, para los pueblos de Yugoslavia y su República Popular, sino también y en mayor medida para nuestro Partido y nuestro pueblo, porque entre nuestros dos países se habían establecido vínculos económicos y políticos muy estrechos. La obra hostil de la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia se habría reflejado y se habría impuesto, sin duda alguna, también en nuestro Partido y en nuestro pueblo, si nuestro Partido y su Comité Central no hubiesen mostrado vigilancia para salvaguardar la pureza de la línea del Partido, si no hubiesen combatido con gran decisión las tendencias hostiles, liquidadoras, oportunistas, antimarxistas, antisoviéticas y antialbanesas de la dirección trotskista del Partido Comunista de Yugoslavia.

    Después de la liberación del país, la situación en nuestro Partido y especialmente en su dirección, era verdaderamente muy grave y difícil. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, creando una atmósfera particularmente malsana, una atmósfera de lucha y desconfianza en el seno de nuestro Comité Central, manteniéndolo bajo la presión de los chantajes económicos, etc., habría logrado hacerle cometer graves errores. El Partido se salvó de esta situación gracias a su firme resistencia a la injerencia yugoslava, gracias a las cartas del Partido Bolchevique de la Unión Soviética que arrojaron luz sobre la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia y sobre la actividad de su dirección. Las cartas del Partido Bolchevique llegaron en el momento más crítico por el que atravesaba nuestro Partido. Estas cartas aclararon plenamente al Comité Central de nuestro Partido la grave situación existente en el seno del Partido Comunista de Yugoslavia y lo ayudaron a descubrir las verdaderas causas de graves errores, a ver claramente en qué consistía el mal que debilitaba a la dirección del Partido y al mismo Partido. Estas históricas cartas quedarán como ejemplo de una actitud internacionalista de principio del Partido Bolchevique de Lenin-Stalin, de un partido resuelto a acudir en ayuda de otro partido hermano. Además, las cartas ayudaron a nuestro Partido a dar un importante viraje en su propia marcha, a salvarse del tremendo abismo hacia donde lo empujaba, con métodos antimarxistas, la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia. Nuestro Partido se sacudió del peligroso sopor enfermizo con que intentaban infectarlo los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, se liberó de una pesadilla y pudo respirar libremente. Las cartas del Partido Bolchevique nos han ayudado a realizar este profundo análisis de nuestro trabajo. a ver claramente y reconocer honestamente los errores cometidos, a corregirlos y sacar lecciones de ellos, a reforzar la dirección de nuestro Partido, a armarnos de una mayor experiencia, que nos servirá para llevar siempre adelante al Partido y para protegerlo de sus enemigos internos y externos que se esfuerzan constantemente en perjudicarlo.

    Notas:

    [1] Estas cartas fueron dirigidas al CC del PCY por parte del CC del PC (b) de la URSS con fechas 27 de marzo, 4 y 22 de mayo de 1948.

    [2] La Resolución fue aprobada en la reunión de la Kominform realizada en Bucarest en junio de 1948.

    [3] Se trata del comunicado del Comité Central del PCA con fecha 1.° de julio de 1948, aprobada por la reunión extraordinaria del Pleno del CC del PCA, que examinó la Resolución de la Kominform «Sobre la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia».

    [4] El término “trotskista” era utilizado en ese tiempo para definir las actitudes revisionistas de la dirección yugoslava, para calificar todo abandono del marxismo-leninismo y no sólo a los defensores ideológicos de Trotsky.

    [5] El V Congreso del Partido Comunista de Yugoslavia fue celebrado el 21 de julio de 1948.



    Última edición por NG el Lun Jun 03, 2013 8:26 pm, editado 5 veces
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    Mensaje por NG Jue Mayo 02, 2013 5:33 am

    EL PLENO DE BERAT Y SUS RESULTADOS

    El Partido y su dirección han hecho algunas veces el análisis de su trabajo, sobre todo desde la liberación de Albania para acá. Estos análisis han tenido en su base objetivos plausibles: fortalecer el Partido y reparar algunos errores que se habían comprobado y que podían llegar a ser peligrosos. En el transcurso de la vida de nuestro Partido algunos compañeros dirigentes han cometido graves errores, se han esforzado en deformar su correcta línea, se han desviado de esta justa línea, por lo que han recibido la sanción que merecían.

    Sería absurdo y absolutamente injusto afirmar que durante toda la vida de nuestro Partido la dirección y algunos dirigentes no han cometido errores. Pero lo que cuenta es que estos errores, en los que se había incurrido a causa de la falta de experiencia de nuestros compañeros, de las complicadas situaciones que habían surgido durante el período de la lucha, de las dificultades con las que se tropezaba en la edificación de la nueva Albania, del bajo nivel ideológico de las amplias masas del Partido y de algunos dirigentes, no se habían examinado ni enmendado siguiendo el correcto camino marxista-leninista. Estos errores se aprovecharon para crear situaciones difíciles para nuestro Partido, se hizo uso de ellos con determinados objetivos antipartido y antimarxistas por parte de los delegados del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y del mismo Comité Central de ese partido.

    Si queremos analizar correctamente los errores comprobados en el seno del Partido, no podemos separarlo de la maléfica influencia ejercida por el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Sería injusto desligar los errores de la dirección de nuestro Partido de la injerencia hostil del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. En nuestra opinión, sin la nociva influencia ejercida por un largo período sobre nuestro Partido por el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, la dirección de nuestro Partido no habría cometido errores graves en su trabajo. Sin su injerencia, los errores, incluyendo las pequeñas fallas en la actividad práctica y las deficiencias individuales, se habrían corregido, así como han sido corregidas algunos de ellas, y el Partido habría dado mayores pasos adelante. Para proceder a un análisis verdaderamente objetivo y sobre bases marxista-leninistas hay que examinar todas las etapas recorridas por el Partido, revisar todos los análisis efectuados en nuestro Partido y asignar a cada problema su propio lugar, debemos poner bien en claro cuáles son realmente los errores y rechazar los supuestos errores, que fueron definidos como “graves errores” en circunstancias oscuras y con determinados objetivos. Ahora tenemos la posibilidad de hacer tal análisis desde claras y sólidas posiciones marxista-leninistas.

    La situación creada antes del XI Pleno ha dejado huellas en las filas del Partido y entre sus cuadros. Se han desarrollado prejuicios, opiniones y simpatías malsanas que deben ser puestas en claro. El análisis hecho por el XI Pleno debe servirnos para sanear al Partido y a sus cuadros. Es hora de que los miembros y los cuadros del Partido se desembaracen de todos los puntos de vista erróneos del pasado, a través de las correctas ideas marxista-leninistas de nuestro Partido.

    Para poder analizar de manera justa las diversas situaciones creadas en el seno del Partido y los errores comprobados en estas situaciones, ante todo debemos analizar el trabajo realizado para preparar el II Pleno del Comité Central en Berat realizado en noviembre de 1944 y sus consecuencias a finales de 1944 e inmediatamente después de la completa liberación de Albania. Es de ahí que debemos comenzar, porque ahí tienen su origen los males y los errores más graves en que ha incurrido nuestra dirección y porque después del Pleno de Berat se da inicio a la abierta y hostil injerencia del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia en detrimento de nuestro Partido.

    ¿Era necesaria la convocatoria del Pleno del Comité Central del Partido en vísperas de la liberación de Albania? Entendemos que no sólo era necesaria, sino indispensable, por las razones siguientes:

    a) El Pleno debía hacer el balance de las fuerzas y de las victorias de nuestro Partido, que habiendo emprendido una lucha de tal envergadura había liberado al pueblo y a la Patria de una agobiante esclavitud y debía pensar en las tareas de la nueva etapa que el Partido tendría que afrontar. Grandes tareas se le planteaban en vísperas de la Liberación, como la reconstrucción del país destruido por la guerra, el fortalecimiento del Poder popular y de la economía nacional. El Partido era la única fuerza dirigente de nuestro pueblo, y era el que debía colocarse al frente del trabajo para resolver estas históricas tareas. Así pues, el Comité Central del Partido debía reunirse y establecer la línea que el Partido tenía que seguir después de la Liberación.

    b) El Pleno debía revisar el trabajo llevado a cabo por el Partido a lo largo de todo el período de la Lucha, proceder de manera marxista al análisis de los éxitos y de los errores constatados durante su actividad, sacar lecciones de estos errores, corregirlos de manera justa y adoptar medidas para que no se repitieran más, con el fin de fortalecer al Partido y su papel dirigente.

    Formalmente el Pleno del Comité Central reunido en Berat fue convocado para lograr los objetivos más arriba mencionados, pero de hecho sus justos objetivos fueron distorsionados. Se sustituyeron por objetivos malvados y manejos nocivos y preñados de peligro. En Berat, después de una actividad desarrollada en secreto entre bastidores, como fracción organizada, sin saberlo el Secretario General del Partido, sin convocar la inmensa mayoría de los miembros de su Comité Central, fue preparado el golpe que iba a ser asestado a la justa línea que el Partido había seguido durante todo el período de la lucha, y al Secretario General del Partido. Tal actividad, condenada por todas las normas de nuestro Partido, era dirigida por el delegado extraordinario del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, apoyada por Sejfulla Malëshova, servidor de la burguesía, y por los compañeros Nako Spiru, Koçi Xoxe, Pandi Kristo y otros.

    ¿Cuáles eran los objetivos que se proponía alcanzar el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia en el Pleno de Berat?

    a) Combatir todo punto de vista y toda justa posición marxista-leninista tendente a salvaguardar la independencia de nuestro Partido.

    b) Poner de hecho a nuestro Partido bajo la plena tutela del Partido Comunista de Yugoslavia y lograr que se siguieran sin discusión alguna las directrices del Comité Central de este último.

    c) Convencer a nuestros militantes de que la lucha de nuestro Partido y de nuestro pueblo se debía a la guía y a las orientaciones del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y, en consecuencia, también después de la Liberación, nuestro Partido y nuestro pueblo deberían atribuir el mérito de la Lucha y de sus resultados al Partido Comunista de Yugoslavia y a su “iluminada” dirección.

    d) Desacreditar a la dirección de nuestro Partido, que había guiado la Lucha y conducido al pueblo a la victoria, acusándola de una serie de errores que supuestamente había cometido a lo largo del período de la Lucha de Liberación y hacerla aparecer así incapaz de hacer frente a las difíciles tareas que se le planteaban con la liberación de Albania.

    e) Crear una escisión en el seno del Comité Central de nuestro Partido y mantenerla viva aprovechándose diabólicamente de las deficiencias y las concesiones comprobadas durante el período de la guerra, animando a los ambiciosos y a los arribistas, ejerciendo su propia influencia sobre algunos dirigentes de nuestro Partido para atraerlos a las erróneas posiciones de los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia y para que siguieran su juego. De este modo la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia habría podido imponer más fácilmente su voluntad y sus malsanos puntos de vista al Comité Central de nuestro Partido, debilitado por tal actividad hostil.

    ¿Cuáles eran los objetivos de aquellos dirigentes de nuestro Partido que se deslizaron a las posiciones de la dirección yugoslava en el Pleno de Berat?

    Sejfulla Malëshova, morbosamente megalómano y ambicioso, pretendió ponerse a la cabeza del Partido e imponérsele únicamente con bluffs. Aspiraba al liderazgo del Partido, sin dar pruebas de merecerlo. Por cierto no sólo no merecía el liderazgo del Partido, sino que ni siquiera el cargo que injustamente se le dio antes y sobre todo después de Berat. A fin de conseguir sus propios objetivos, Sejfulla Malëshova se adhirió a las concepciones antimarxistas de los dirigentes yugoslavos. Acusó a nuestro heroico Partido, un partido que jamás se había equivocado en su línea política, de ser “un partido no marxista, un partido que ha seguido una línea política errónea, que degeneraba en un partido de bandidos y de terroristas”. Incluso atacó duramente a la dirección de nuestro Partido, acusándola de ser inepta e incapaz de dirigir. Sejfulla Malëshova, con su doctrina del “líder del partido”, se esforzó por todos los medios en desacreditar al Secretario General de nuestro Partido como indigno del cargo a él conferido, llegando a decir en privado, para convencer a los demás miembros del Comité Central, que “no es el momento apropiado para plantear tales cuestiones, pero Enver Hoxha no merece ser Secretario del Partido”. Sejfulla Malëshova, oportunista empedernido, se asoció a las concepciones oportunistas del delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, Velimir Stoinich, también en lo que respecta a la línea seguida por nuestro Partido durante la guerra y a la que debía seguir después de ésta. El Comité Central de nuestro Partido desenmascaró a este abyecto oportunista antes de la manifestación de la grave enfermedad que había infectado el Partido Comunista de Yugoslavia. Aquí es oportuno decir que en Berat, Sejfulla Malëshova no sólo sirvió a los designios del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia de asestar golpes a nuestro Partido, sino que sus puntos de vista oportunistas en cuanto a la función del Partido y de la clase obrera concordaban perfectamente con los puntos de vista antimarxistas y liquidadores de la dirección yugoslava; era un lacayo de los campesinos ricos, de la burguesía y de la reacción albanesa. ¿Cuáles eran los objetivos de Koçi Xoxe y de Nako Spiru?

    Entendemos que los yugoslavos se han aprovechado ampliamente de la enfermiza ambición de Koçi Xoxe y del descontento de Nako Spiru y utilizaron esto en favor de sus objetivos.

    Sin alguna razón fundamentada, el camarada Nako Spiru apareció en Berat como el hombre más descontento, como si contra él se hubiesen cometido graves injusticias y hubiese sido objeto de desprecio por parte de otros dirigentes del Partido. Sin embargo supo disimular hasta cierto punto su descontento, detrás del cual, se ocultaba en realidad su malsana ambición, y moderar su crítica a la línea del Partido en la reunión del Pleno de Berat.

    Por otro lado, Koçi Xoxe habló de errores inexistentes en la línea del Partido. Criticó al Partido imputándole manifestaciones de oportunismo y deformaciones organizativas. Koçi Xoxe hizo causa común con los designios antimarxistas de la dirección yugoslava con el fin de resolver su descontento personal y porque tenía puntos de vista erróneos respecto a la llamada actitud oportunista del Partido hacia el «Balli Kombëtar». Además no tenía confianza en el Secretario General del Partido y se metió en el funesto camino que los delegados del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia propugnaban para alcanzar sus objetivos antimarxistas y antialbaneses.

    En Berat, estos camaradas han realizado entre bastidores su trabajo más importante y más nocivo. Koçi Xoxe y Nako Spiru fueron los primeros en tomar contacto con el delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y, junto a él, llegaron a hacer que el Pleno de Berat, de una reunión regular del Comité Central como debía ser, se transformara en una reunión fuera de toda norma del Partido, montada para golpear la línea del Partido y a su Secretario General. Nuestra opinión es que el camarada Nako Spiru se unió a los dirigentes yugoslavos porque sus deseos concordaban con los designios de estos últimos, que querían suplantar al Secretario General del Partido como “persona non grata” para ellos.

    Estimamos que las deficiencias y los errores que se habían comprobado en el seno del Partido durante el período de la guerra, para Koçi y para Nako, así como para los dirigentes yugoslavos, tenían una importancia secundaria. Sin embargo ellos fueron utilizados por los dirigentes yugoslavos para objetivos bien definidos, que convergían hacia el debilitamiento del Partido y la escisión de su dirección. Resulta claro que Nako Spiru y Koçi Xoxe, dos de los más importantes dirigentes del Partido, estaban en tácita oposición al Secretario General, movidos principalmente por descontento personal. Partiendo de este descontento personal, hicieron que el II Pleno del Comité Central efectuado en Berat redundara en interés de los antimarxistas yugoslavos, se convirtiera en el punto de partido del malestar y de los errores que posteriormente se manifestarían en el seno de nuestro Partido. Estos camaradas se han equivocado gravemente y, bajo la influencia de la vasta intriga urdida por el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, han hecho el juego a éste.

    En el Pleno de Berat fue criticada duramente la dirección de nuestro Partido a causa de los graves errores que supuestamente había cometido. ¿Cuáles eran estos errores? ¿Ha habido errores políticos o bien organizativos en nuestra línea? Nosotros afirmamos que a lo largo de todo el período de la Lucha de Liberación Nacional la línea política de nuestro Partido ha sido correcta. También la línea organizativa ha sido, en general, correcta.

    Nuestro Partido no se ha equivocado políticamente. Su posición hacia el ocupante, hacia el «Balli Kombëtar», hacia el «Legaliteti» y los colaboracionistas, fue correcta. En aquellos momentos el oportunismo y la vacilación en la posición del Partido hacia los elementos llamados nacionalistas constituían un peligro. Pero en la línea del Comité Central no se produjo ni oportunismo ni vacilación. Las manifestaciones de oportunismo comprobadas en el período de la Lucha de Liberación Nacional, como el compromiso con los alemanes en Berat, el encuentro de Mukje y algunas actitudes oportunistas, pasajeras y esporádicas en Gjirokastra, no eran errores del Partido y de su Comité Central, sino de personas aisladas. Estos errores fueron duramente criticados por el Comité Central.

    El compromiso de Berat no tiene su origen en la línea de nuestro Partido. Fue un grave e inadmisible error cometido por un dirigente, pero no por el Comité Central ni por el Partido. Los resultados del acuerdo de Mukje fueron asimismo la obra personal del oportunista Ymer Dishnica, elemento de acentuadas ideas de este tipo, megalómano y convencido de “su capacidad”, proveniente de las altas capas de la burguesía, y no error del Comité Central del Partido. Sejfulla Malëshova se esforzó en el Pleno de Berat por achacar el grave error de Ymer Dishnica al Comité Central o a la línea supuestamente errónea de nuestro Partido. Esta era una calumnia y un vano intento. No sólo el Comité Central había aconsejado a Ymer Dishnica de que actuara diferentemente de como actuó, sino que cuando se enteró de la traición de Ymer Dishnica condenó inmediata e implacablemente este acto suyo.

    En el Pleno de Berat, Nako Spiru dijo que “nuestro Partido y su Comité Central se encontraron desprevenidos ante la creación del «Balli Kombëtar» y no comprendieron que el «Balli» había aparecido como reacción al Frente de Liberación Nacional”. Esto no es verdad. La creación del «Balli Kombëtar» no era en absoluto un hecho inesperado para nuestro Partido. Nuestro Comité Central no dudaba ni un solo momento de la existencia de la reacción en nuestro país, reacción formada por colaboracionistas, en primer lugar, por beys latifundistas, por la burguesía rica, por grandes comerciantes ligados al ocupante, así como por politicastros traidores. Había previsto que la reagrupación de la reacción sería inevitable, por eso se preparaba para combatirla. Por tanto, nuestro Comité Central tenía conocimiento de la creación del «Balli Kombëtar». Pero también es verdad que la influencia de nuestro Partido en aquellos momentos no era muy fuerte. El Partido acababa de ser formado. Su trabajo entre las amplias masas era aún débil. Los compañeros del Partido no habían adquirido todavía una gran experiencia, y los elementos que iban a ser puestos a la cabeza del «Balli» tenían aún una actitud ambigua y todavía no habían salido abiertamente en la escena. Consideraban nuestro Partido y el movimiento de liberación nacional como algo esporádico, obra de muchachos ilusos, que pronto serían barridos por las fuerzas del ocupante. Pero los hechos probaron lo contrario.

    Nuestro movimiento no era ni casual ni esporádico. Nuestro Partido era una organización sólida que guiaría perseverantemente este movimiento.

    Después de la Conferencia de Peza, el ocupante y la reacción interna afilaron sus armas contra nuestro Partido y crearon una especie de organización: el «Balli Kombëtar». Esta era una organización heterogénea, sin formas de organización bien definidas pero con un programa demagógico, cuyo objetivo era engañar a muchas personas vacilantes, sobre todo a la pequeña y mediana burguesía y a los campesinos, para neutralizarlos al menos, si no conseguía lanzarlos a la lucha abierta contra nosotros. Los llamados destacamentos del «Balli Kombëtar» estaban a la expectativa de los acontecimientos, para chocar con el ocupante o para ligarse estrechamente a él contra el movimiento de liberación nacional. Nuestra táctica consistente en apartar a los elementos vacilantes de dicha organización recién creada y en hacer participar los destacamentos del «Balli» en la lucha y en las acciones, era completamente correcta. La cuestión de la lucha y de las acciones nos preocupaba ante todo y fue precisamente sobre esta plataforma que se desarrollaron nuestras primeras conversaciones con la organización del «Balli», o, mejor dicho, con sus cabecillas. Nuestro Comité Central no discutió con ellos sobre ninguna otra plataforma. El problema era desenmascarar al «Balli» en el punto más neurálgico, en su actitud hacia la lucha contra el ocupante. Desde las primeras conversaciones al «Balli» se le planteó la alternativa de luchar o no contra el ocupante. Precisamente en este punto era necesario arrancarle la máscara.

    Al inicio se llegó al acuerdo de crear las comisiones de coordinación de las actividades, comisiones que quedaron en el papel, porque el «Balli Kombëtar» y sus destacamentos no quisieron jamás convencerse de que tenían que combatir al ocupante y a los colaboracionistas. El objetivo de nuestro Partido era atraer a los destacamentos del «Balli» y hacerlos participar en serios combates contra el ocupante. En aquellos momentos, cuando algunos de los elementos del «Balli» gozaban todavía de cierta influencia no merecida en los campesinos, sobre todo en algunas regiones, esta táctica del Partido estaba plenamente justificada. El llamamiento del Partido a la lucha y a la acción, desenmascaraba la demagogia del «Balli», que tenía como objetivo alejar al pueblo de la Lucha de Liberación Nacional. Por eso el «Balli» al inicio aceptó en principio la formación de las comisiones de coordinación de las actividades pensando sabotear así la lucha popular. A través de estas comisiones, el «Balli» pretendía hacer que, en lugar de la lucha y de las acciones, se desarrollaran coloquios y discusiones sin fin, hasta que el ocupante se enterara del objetivo que se proponía la acción y en qué sitio sería realizada. Pero nuestro Comité Central sabía esto y no dejó nunca la preparación de las acciones en manos de dichas comisiones. Los hombres de nuestro Partido deberían proponer a la comisión una acción dada, pero en caso de que nuestra propuesta no fuese aceptada por el «Balli», la acción era realizada por nosotros. Como decíamos, estas comisiones quedaron solamente en el papel. Los destacamentos del «Balli» no tomaron jamás parte en la lucha y las comisiones nunca se reunieron. Este era el carácter y el papel de estas comisiones de coordinación de las acciones, por lo que en Berat nos acusaron de haber estado en “posiciones oportunistas hacia el «Balli»”. Esta acusación no era justa. En nuestra actitud hacia el «Balli» no hubo oportunismo. La táctica del Partido fue justa. Hubiera sido nocivo y oportunista si la creación de las comisiones hubiese frenado el movimiento de liberación nacional, pero esto no sucedió y no podía suceder.

    El yugoslavo Vukmanovich Tempo afirmó en el V Congreso del Partido Comunista de Yugoslavia que nosotros nos habríamos mantenido en “posiciones oportunistas hacia el «Balli» y no habríamos desenmascarado y combatido tal organización”. Este punto de vista, Vukmanovich Tempo lo expresó también durante la guerra, cuando llegó a nuestro país como adjunto a nuestro Estado Mayor. Su punto de vista fue apoyado por Koçi pero todavía más por Sejfulla Malëshova. Las intenciones de Sejfulla Malëshova son ya conocidas por todos. Desde el primer momento en que puso los pies en Albania, buscó el apoyo de alguien para poder expresar su oposición al Secretario General del Partido y para sustituirlo. Desde aquel entonces nos opusimos a los puntos de vista de Vukmanovich Tempo considerándolos injustos. No hemos sido jamás contrarios a la denuncia del «Balli». Vukmanovich Tempo consideraba injusto que el «Balli» no fuese desenmascarado en vasta escala desde un comienzo. Expresaba este juicio ex cathedra, sin conocer las circunstancias y la situación concreta en Albania. Nosotros, basándonos en nuestras condiciones concretas, sosteníamos la opinión de que no se debía proceder al desenmascaramiento del «Balli» en vasta escala desde el inicio, y que esto había de hacerse gradualmente. Nuestro Partido no ha hecho jamás compromiso con el «Balli» y nunca ha tenido una actitud oportunista hacia él. Hemos estado siempre en lucha contra esta organización. No se puede excluir algún retraso por nuestra parte en esto, pero no era posible fijar con exactitud el día en que habríamos de desenmascarar al «Balli», como quería Tempo. La acusación de Vukmanovich Tempo y del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, como se vio claramente en su reciente congreso, tenía por objeto desacreditar a nuestro Comité Central y a los dirigentes del Partido, como si hubiéramos tenido posiciones oportunistas con respecto al «Balli Kombëtar».

    Sin embargo el delegado yugoslavo en el Pleno de Berat consideraba la convocatoria de la Conferencia de Labinot, en la que fue condenado el acuerdo de Mukje, como un acto sectario por parte de nuestro Partido. Este mismo delegado pretendía que, si bien se había cometido un error en Mukje (este error no era nuestro, sino de Ymer Dishnica, y nuestro Comité Central lo había condenado inmediatamente, apenas tomó conocimiento de esa traición), no debíamos rechazar la invitación de Ali Këlcyra a participar en la reunión del «Comité por la Salvación de Albania» creado en Mukje, sino que había que acudir a dicha reunión, proseguir las conversaciones y desenmascarar a los cabecillas del «Balli» desde esta plataforma. Nuestra actitud en tal cuestión era justa, mientras que los puntos de vista del delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia eran totalmente oportunistas. Nuestra participación en aquella reunión, organizada en base al acuerdo de Mukje, habría desorientado al Partido. Esto habría sido una concesión hecha por el Comité Central de nuestro Partido al «Balli Kombëtar», porque de este modo habría reconocido las injustas y hostiles decisiones adoptadas en Mukje. La prosecución de las conversaciones en base a lo acordado en Mukje habría constituido un grave error para el Comité Central de nuestro Partido, pero este supo evitarlo. Y precisamente por no haber cometido tal error, nuestro Comité Central fue acusado de sectarismo por el delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y por Sejfulla Malëshova.

    Sejfulla Malëshova, secundado por el delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, imputó a la línea del Partido, al Comité Central y sobre todo al Secretario General algunos errores tácticos cometidos por Liri Gega y algunos camaradas del Norte, así como la represión llevada a cabo contra cierto número de ballistas en vísperas de la liberación de Tirana. Todo esto fue definido por Sejfulla Malëshova como graves errores de sectarismo en la línea del Partido, declarando que “el Partido está transformándose en un partido terrorista”. Estas eran despreciables acusaciones hechas al Partido por un defensor de los elementos ballistas contrarios a nosotros. Este era el preludio de las concepciones y de la actividad oportunista y hostil de Sejfulla Malëshova contra la línea del Partido. A su vez, también el delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia nos acusó de acciones ilegales y muy sectarias. En realidad, las acciones llevadas a cabo en el Norte y durante la batalla por la liberación de Tirana podemos definirlas en algún caso como apresuradas y sin la debida ecuanimidad. Nuestros compañeros habrían podido ser más moderados en algunos casos, pero en aquellos momentos no era posible evitar del todo semejantes hechos. El castigo y la eliminación de los agentes de los extranjeros eran, para Sejfulla Malëshova, acciones sectarias y condenables.

    Estas eran en general las acusaciones hechas a la línea del Partido en el Pleno de Berat por parte del delegado yugoslavo y de sus sostenedores.

    Podemos decir que a propósito de la línea organizativa se habían constatado algunos errores durante el período de la guerra. El error principal, a nuestro parecer, no consistía en la creación del Comité Central, provisional del Partido, como se nos acusaba. En aquel tiempo y en aquellas condiciones, cuando fue fundado el Partido, no se podía hacer otra cosa. A la luz de los hechos se vio que la solución había sido correcta. El Partido se creó y se consolidó, combatió a los fraccionalistas y los aplastó. En muchos distritos fueron creadas las organizaciones del Partido.

    Fue cometido un error organizativo en la modalidad y el procedimiento de la elección del Comité Central del Partido en la Primera Conferencia Nacional del PCA. La Conferencia se desarrolló regularmente, los delegados fueron elegidos de manera correcta, no obstante las difíciles circunstancias en que nos encontrábamos, pero el Comité Central fue elegido con demasiado secreto, lo que más tarde influyó negativamente en su regular funcionamiento, así como en la adecuada y responsable realización por parte de cada miembro del Comité Central de las tareas que les encomendaba el Partido a través de la Conferencia. Es sabido cómo se eligieron el Comité Central y el Buró Político, cómo fueron designados los secretarios, cómo comenzó a trabajar el Comité Central, etc. Hemos analizado esta situación y digo que lo hemos hecho correctamente. Hemos reconocido que en estas cuestiones de gran importancia para el Partido se ha cometido también algún error. De esto podemos asumir responsabilidad nosotros mismos, acusar a Miladin Popovich, pero consideramos que el principal culpable es Blazo Jovanovich, que había venido como delegado del Comité Central de Partida Comunista de Yugoslavia, para ayudarnos especialmente en este trabajo. Podemos afirmar abiertamente que nos faltaba la experiencia necesaria para organizar asambleas tales como conferencias, congresos y la elección de sus órganos, como el Comité Central, y así sucesivamente. Esta experiencia faltaba asimismo al camarada Miladin Popovich, que era también un cuadro joven cuanto más con una experiencia en la dirección de un comité regional del partido, en las condiciones de clandestinidad. Pero la culpa de Miladin Popovich está en el hecho de que no había logrado crearse, antes de la Conferencia, una mayor confianza en los cuadros de nuestro Partido, no había aprendido a aquilatarlos de manera justa y vacilaba en sus decisiones y sus juicios con relación a ellos. Al principio su vacilación era justificable, pero más tarde, cuando nuestros camaradas ya habían dado pruebas de su formación como cuadros, debía haberles confiado en mayor medida la dirección de los asuntos del Partido, mientras que Miladin continuaba mostrándose vacilante. Tenía el sentido de la responsabilidad, lo que, ciertamente, era un rasgo positivo, un rasgo sano de marxista internacionalista. Pero, debía haber reflexionado y darse cuenta de que éramos nosotros los principales responsables hacia el Partido, hacia nuestro pueblo y hacia la Komintern. Sobre esta base debían tener lugar las elecciones del Comité Central, de manera que cada camarada elegido asumiera plena responsabilidad en la dirección de las actividades del Partido. Incluso en las cuestiones de organización, Miladin Popovich se limitó a las formas de trabajo que podían ajustarse a un comité regional, pero no a un órgano principal, a un órgano dirigente del Partido.

    La comprensión estrecha de las cuestiones de organización, la falta de experiencia de nuestra parte y del camarada Miladin, así como las difíciles circunstancias de la guerra, permitieron asimismo la aparición de errores en las cuestiones de organización del Partido y en el funcionamiento de sus órganos. Nos equivocaríamos si todavía consideráramos estos problemas a partir de las erróneas acusaciones que nos fueron hechas en Berat por los dirigentes yugoslavos, a cuyos designios se unieron Sejfulla Malëshova y otros camaradas. Algunos de ellos como Koçi Xoxe y consortes, continuaron luego ateniéndose a las conclusiones erróneas a las cuales se había llegado en Berat.

    Ante todo es absolutamente falso e injusto decir que Miladin Popovich guiaba el Partido, como si el Comité Central y el Secretario General del Partido hubiesen tenido las manos atadas. Es así como los yugoslavos han intentado presentar la cuestión, con el fin de desacreditar a nuestro Comité Central y al Secretario General del Partido, a pesar de que aquellos estaban personalmente en oposición con Miladin Popovich. Semejante tesis hostil se dirigía contra nuestro Partido, pero lo peor es que en Berat fue aceptada, si no explícitamente por lo menos tácitamente. Ha sido nuestro Comité Central el que ha dirigido el Partido y la Lucha de Liberación Nacional. Miladin Popovich, que debe ser considerado como un camarada de nuestro Partido, solamente prestó su ayuda, igual que cada uno de los otros camaradas del Comité Central.

    El Secretario General de nuestro Partido ha desempeñado su papel de guía y de dirigente del Partido y ha cumplido con su tarea. Se ha esforzado y ha logrado dirigir el Partido y el movimiento de liberación, orientarlos por el justo camino, darles útiles directrices e instrucciones en el plano político y organizativo, basándose en la experiencia del Partido y en la gran ayuda que le prestaban los otros miembros del Comité Central, que dirigían las organizaciones en el sector civil y la Lucha de Liberación Nacional en toda Albania. Cabe decir aquí que Miladin Popovich se desarrolló a nuestro lado. Nuestro Partido lo elevó como ha hecho con todos. Era un camarada verdaderamente internacionalista, que amaba mucho Albania y al pueblo albanés. En toda ocasión adoptó una justa actitud comunista, internacionalista, en defensa de los intereses y de las correctas posiciones de nuestro país y de nuestro Partido. Miladin era un militante comunista dotado de gran coraje. A menudo, en nuestra presencia, se oponía a los puntos de vista de otros delegados del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, como Dusan Mugosa, Vukmanovich Tempo, Blazo Jovanovich, Velimir Stoinich y otros. Por ello la dirección yugoslava no lo veía con buenos ojos y en vísperas de la Liberación, antes del Pleno de Berat, recibió la orden de dejar a Albania. (Como se sabe fue asesinado alevosamente en un atentado organizado por la OZNA [6] en marzo de 1945).

    En Berat, debido a la intervención de la dirección yugoslava y de su delegado, surgió la opinión de que nuestro Comité Central no había dirigido como se debe y Miladin Popovich no había trabajado para formar una dirección digna de tal nombre. Esto no es exacto. Atenerse a las conclusiones de Berat, significa cometer un grave error. Nuestro Comité Central se ha fortalecido, se ha templado y ha dirigido la lucha. Los camaradas del Comité Central han organizado el Partido en toda Albania, han dirigido la Lucha de Liberación Nacional, han dirigido los destacamentos guerrilleros. Sin la existencia del Comité Central, sin la dirección del Partido, no habríamos podido tener un partido como el que tenemos hoy, ni habríamos podido conquistar estas victorias. Y el mérito de la victoria no puede ser atribuido a dos o tres personas. La victoria no habría podido ser asegurada por un partido cuyo comité central hubiera sido débil o que no existiese en absoluto.

    Es justo decir que habríamos podido tener un mayor número de reuniones regulares del Comité Central. Pero no vayan a creer que en el espacio de tres años y en las difíciles condiciones de la guerra, se podían organizar muchas reuniones. Sin embargo, se han tenido varias si no plenarias, al menos con la participación de un buen número de camaradas y del Secretario General, que han discutido sobre diversos problemas, han tomado decisiones, etc. El Comité Central ha definido su posición a propósito de cada situación política y de cada acontecimiento importante. Los documentos del Partido son un testimonio de ello. Así pues, en diferentes períodos, el Comité Central se ha reunido, unas veces completo, otras con algunas ausencias; se han desarrollado discusiones, hemos determinado nuestra actitud y tomado decisiones que han sido comunicadas luego al Partido. Todo esto se ha llevado a cabo en las difíciles condiciones de la guerra y no en tiempos de paz. Por ello también las deficiencias deben ser consideradas en el marco de estas circunstancias y de estas dificultades.

    Ha habido también casos de subestimación o de suplantación en la responsabilidad de algún miembro del Comité Central. En el curso de su actividad, nuestro joven Comité Central ha adoptado a veces formas de trabajo propias de la lucha guerrillera. La responsabilidad del secretario de organización, por ejemplo, debía ser definida más claramente. Este error fue en primer lugar de Miladin Popovich, luego mío, pero también es imputable a las circunstancias que contribuyeron a crear una situación anormal. Estoy convencido de que no sólo de mi parte, sino también de parte de Miladin no hubo premeditados fines en lo que respecta a las funciones que Koçi debía desempeñar y que le habían sido designadas por la Primera Conferencia Nacional. Rechazo todo lo que se ha dicho en Berat a este propósito, a saber, que nosotros hemos ocultado a Koçi que la Conferencia lo había elegido secretario de organización y que no le confiamos esta función. Tenía mi opinión sobre el trabajo no tan brillante de Koçi. Sus ideas sobre diversos problemas eran vacilantes y estrechas, tenía poca confianza en sus propias opiniones y se dejaba influenciar fácilmente. Pero es un hecho innegable que Koçi no pudo asumir plenamente su cargo.

    En tal sentido había influido también Liri Gega, la cual, con objetivos bien definidos y recurriendo a intrigas, trabajaba para conservar en sus manos importantes posiciones dirigentes en el seno del Comité Central y para suplantar a Koçi Xoxe. Injustamente se ha acusado a Miladin Popovich de haber apoyado estos designios de Liri Gega, él solamente desprecio tenía por Liri, mientras que Dusan Mugosa alimentaba su presunción y su arrogancia. Liri Gega era una intrigante que aspiraba a crearse un círculo infecto. Su trabajo era bastante sectario y personal. En Berat intentó hacerse nombrar “Directora de Cuadros”, trató de obtener el más alto grado militar. Yo había criticado ya algunos errores de Liri Gega, entre otros su actividad sectaria en el Norte y sus tentativas de imponer su opinión acerca de los cuadros. Pero hay que reconocer que solamente en Berat sus errores fueron criticados severamente. Nako y Koçi veían a Liri Gaga quizás con más claridad. Es posible que hayan descubierto en ella varios defectos, pero es un hecho que ella no había sido objeto de crítica seria alguna y que no se había planteado jamás su caso con la seriedad con que se hizo en Berat. Liri Gega merecía una sana crítica. Pero los dirigentes yugoslavos aprovecharon esta situación para alcanzar sus objetivos.

    En Berat, las cuestiones no fueron examinadas a través del verdadero prisma del Partido. Koçi y Nako, en sus críticas, se guiaban por intereses personales. Pero lo peor es que no se comprendieron los objetivos de la dirección yugoslava. De este modo, se admitieron sus acusaciones y se aceptaron sus “consejos”. Los camaradas no analizaron profundamente tampoco los designios de Sejfulla Malëshova y de otros elementos confabulados con él entre bastidores. A mi juicio esto se debe al hecho de que las cosas no fueron analizadas en un espíritu de sana crítica y autocrítica, sino en forma muy estrecha y con procedimientos expeditivos. Esta fue una grave deficiencia que se manifestó también posteriormente y que ha hecho que en materia de crítica no se tenga siempre el sentido de la medida en el análisis de los problemas que hace falta resolver. Ha faltado la objetividad, la sangre fría y el juicio profundo e imparcial.

    El principal objetivo de la injerencia del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia en el Pleno de Berat, no era, a nuestro parecer, corregir los errores que nos atribuían, ni reforzar nuestro Comité Central, ni rectificar la cuestión de los cuadros pospuestos. Tenían objetivos claramente determinados. El delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, Velimir Stoinich, había llegado con las decisiones ya preparadas en el bolsillo. El principal objetivo de la dirección yugoslava era el de golpear la independencia de nuestro Partido. Este y su Comité Central debían someterse a la línea y a las directrices del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, nuestro país debía orientarse total y únicamente hacia Yugoslavia. Para conseguir tales propósitos les era necesario crear una situación confusa en nuestro Partido, difundir la opinión de que sin Yugoslavia no hubiéramos tenido ni Partido, ni Lucha, ni Liberación. Los yugoslavos pensaban que el Partido y el pueblo albaneses consideraban con simpatía a Yugoslavia, pero que no la apreciaban en la medida de sus deseos.

    Para nuestro Partido, durante la Lucha de Liberación Nacional, Yugoslavia fue una vecina, una aliada y una amiga preciosa. Todo nuestro Partido tenía afecto y simpatía por el Partido Comunista y los pueblos de Yugoslavia. Pero Yugoslavia tenía su puesto. Para nuestro Partido, en primer puesto se encontraban la Unión Soviética, el Partido Bolchevique y Stalin. Salvando al mundo del fascismo, ellos habían aportado una gran contribución a la victoria de nuestro pueblo. Estábamos convencidos de ello y nuestras octavillas, desde las primeras hasta las últimas, lo testimonian claramente. Es un hecho que el nombre de Tito era desconocido para nuestro Partido, pero nuestra gente conocía y apreciaba en su justo valor la lucha de los pueblos de Yugoslavia. Esta lucha nos infundía coraje y aliviaba el peso de la nuestra. Pero nada más. No teníamos ningún lazo directo con el Ejército de Liberación Nacional Yugoslavo, ni ayuda alguna directa de su parte.

    Naturalmente, nuestro Comité Central ha aprovechado en cierta medida la experiencia de la lucha del Partido Comunista de Yugoslavia por las transmisiones de la radio «Yugoslavia libre» y, a veces, gracias a algunos folletos que nos caían en la mano. Estas eran las únicas formas de ligazón que teníamos con el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, si se exceptúa la llegada de los delegados yugoslavos, de los cuales hemos hablado más arriba y que nos han hecho más mal que bien, así como el envío de una delegación de nuestra Juventud adjunta al Estado Mayor de Tito, delegación que regresó a finales del conflicto.

    Pero el modo como se desarrolló el Pleno de Berat creó una situación que hacía aparecer como que lo debíamos todo a Yugoslavia y al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. En Berat, en lugar de que se resaltaran los éxitos de nuestra lucha (éstos fueron valorados en la medida en que lo permitió el delegado del Partido Comunista de Yugoslavia), se criticó la línea del Partido y se atacó su dirección de manera injusta e indigna. El objetivo de los yugoslavos era atacar y eliminar al Secretario General del Partido, ya que veían en él un verdadero obstáculo para la realización de sus fines.

    Obligaron vilmente al camarada Miladin Popovich a que regresara a su patria, sin permitirle que se hiciera su autocrítica, ni incluso la crítica que le correspondía hacer, porque también él estaba en el derecho de expresar su opinión. Lo sacaron de Albania. No estuve de acuerdo sobre este punto con el delegado yugoslavo. Pero los yugoslavos querían quitar de en medio a Miladin Popovich, porque podía ser un aguafiestas. Si las cosas no fueran así no habría razón para organizar el Pleno de Berat sin saberlo yo y con tanto misterio.

    Cuando los problemas fueron planteados, encontré algunas posiciones correctas: particularmente la crítica dirigida a Liri Gega y las observaciones sobre las deficiencias constatadas en nuestro trabajo. Pero en la reunión de Berat no se habló más que de crasos “errores” de los principales camaradas que dirigían él trabajo, y no se dijo nada de los errores de otros, por ejemplo, de la conocida pasividad de Sejfulla Malëshova, del trabajo estrecho de Koçi Xoxe, y así sucesivamente. ¿Por qué se habló tan dura e injustamente de Miladin Popovich, hasta el punto que el delegado yugoslavo, percatándose de que estas críticas indirectamente podían perjudicar el mismo Partido Comunista de Yugoslavia y disminuir la confianza en éste, interrumpió en medio de la reunión las críticas dirigidas a los camaradas yugoslavos? Todo esto se hacía evidentemente con un objetivo bien preciso, atacar también al Secretario General del Partido. En Berat no se pronunció ni una palabra buena en relación al Secretario General, que había combatido y hecho todo cuanto le era posible para cumplir con su deber, por el contrario se lo acusó de actos y de errores que no había cometido, produciendo así desconfianza hacia su persona. Con sólo reflexionar un poco se comprende que después de crearse una situación así para el Secretario General del Partido, tampoco en el seno del Buró Político podía haber ya unidad ni armonía. Cada uno de los miembros del Buró Político tiraría para su lado y no habría quien armonizara las acciones. Las opiniones del Secretario General serían miradas con desconfianza, los ambiciosos que habían trabajado para crear tal situación se esforzarían en alcanzar sus propósitos de facto, si no de jure. Todo degeneraría en cuestiones personales. Reinaría la intriga, la discordia, la incomprensión, los prejuicios, el formalismo y muchas otras graves fallas, que amenazarían al Comité Central y al Buró Político. Y por cierto tiempo se produjo esto. Y fue el Pleno de Berat el que ocasionó esos males a nuestro Partido. No sólo dio satisfacción a las ambiciones malsanas de ciertos camaradas y las estimuló, no sólo acogió plenamente los deseos del delegado yugoslavo y de la dirección yugoslava, sino que alentó también la infiltración del oportunismo en la línea de nuestro Partido. Velimir Stoinich no intervino y no intentó ni siquiera moderar las críticas injustificadas que se hacían al Secretario General de nuestro Partido. Al contrario, parecía satisfecho de las intervenciones de Sejfulla Malëshova, de Koçi Xoxe y de Nako Spiru, que preconizaban la teoría del “líder del Partido”, exaltaban a Tito y consideraban al Secretario General como la síntesis de todos los errores cometidos durante la Lucha de Liberación Nacional.

    El delegado yugoslavo era ignorante también en lo que concierne a las cuestiones de organización del Partido, un elemento incapaz de orientarse en la complejidad de las situaciones políticas. No tenía la menor idea de la situación de nuestro país. Lo conocía exclusivamente sobre la base de las informaciones que le había proporcionado su Comité Central, que también eran falsas. Antiguo comisario de división, tenía la cabeza llena de una serie de frases hechas. Esto era todo su bagaje cultural. Nos transmitió asimismo algunas circulares sobre la organización del Partido, que no podíamos considerar como definitivas. De esta manera se impuso a nosotros y nos llevó a tomar muchas posiciones funestas para nuestra línea marxista-leninista, lo que tuvo por consecuencia la agravación de los errores que comenzaron en Berat. La cuestión del Frente en particular es típica al respecto. A petición de Stoinich, admitimos en el Frente a Cen Elezi y a otros bandidos, que si no hubiesen sido propuestos por él, los habríamos ahorcado una decena de veces. Una semana más tarde, habiendo escuchado Radio Belgrado, nos dijo que hacía falta cerrar las puertas del Frente y otras idioteces de este género. Además, estando él mismo en posiciones oportunistas, buscaba influir sobre nosotros para que atrajésemos a personas que no habían estado jamás con nosotros y que se transformarían en enemigos declarados del Partido, de nuestro movimiento y de nuestro Poder.

    El Pleno de Berat hubiera constituido un acontecimiento memorable para nuestro Partido si se hubiesen discutido los problemas para lo cual se había convocado y hubiera desarrollado sus trabajos en un sano espíritu de partido.

    En Berat se criticó duramente a la dirección, sus métodos de trabajo, la falta de unidad y sinceridad, el trabajo personal estrecho y sectario. Todas estas críticas, si hubiesen sido sanas, habrían dado los buenos resultados que se podían esperar. Pero el Pleno de Berat dio todo lo contrario. Y esto constituye otra prueba de que la crítica y la autocrítica no eran en absoluto comunistas. El objetivo del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia era pues atacar, desacreditar y; si fuese posible, eliminar el Comité Central de nuestro Partido, con el fin de realzar el papel determinante de la supuesta ayuda que el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia habría concedido a nuestro Partido durante la Lucha y que nos habría conducido a la victoria.

    Pero no vayan a creer que las críticas hechas en Berat contra las faltas y las debilidades siempre eran injustificadas. La crítica contra Liri Gega, como los hechos se encargarían de demostrarlo más tarde, era perfectamente justa. No obstante esto, el Pleno de Berat ha hecho al Partido más mal que bien. Debemos tener la convicción de que la ayuda del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y de su delegado ha sido nula o para ser más exactos, muy negativa.

    Es verdad que después del Pleno de Berat se pasó a la organización del Poder, del aparato del Comité Central, etc., pero esta organización la hemos realizado nosotros mismos y no el delegado del CC del PCY. La situación creada después de la liberación de Albania nos ayudó sin duda a poner en regla las cosas.

    Si las cuestiones en Berat hubiesen sido mejor arregladas, nos hubiéramos encontrado mucho mejor y habríamos avanzado mucho más. ¿Hubiéramos podido arreglar allí estas cuestiones sin la ayuda del delegado Stoinich? Pienso que sí. Es cierto que no faltaría alguna deficiencia, pero se habrían omitido las graves fallas de principio constatadas posteriormente.

    A pesar de todos los males ocasionados por el Pleno de Berat, es de anotar un hecho positivo, si se puede decir así, y es que de todos los documentos concernientes a sus trabajos tomaron conocimiento solamente los organismos superiores del Partido, pues no fueron difundidos entre los militantes. Si esto hubiese tenido lugar, se habría creado una mayor confusión. Las enfermedades de Berat se desarrollaron solamente en el seno del Buró Político y del Comité Central. Después de este Pleno, los miembros del Comité Central no tenían una clara visión de las cosas, no tenían firmes convicciones y quedaron a la zaga de todos los acontecimientos posteriores. El tono marcado en Berat ha influido de diversas maneras sobre todo el trabajo del Comité Central.

    El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y su delegado en el Pleno de Berat habían alcanzado una victoria. Lograron resquebrajar la unidad de nuestro Comité Central, golpear a la dirección del Partido, hacerla vacilar en su confianza hacia sí misma, suscitar la desconfianza de algunos camaradas del Buró Político y del Comité Central con respecto al Secretario General del Partido, destruir el método de trabajo colectivo en el seno del Buró Político y del Comité Central. Ciertamente era una victoria para los dirigentes yugoslavos, pero aún no les era suficiente. Aspiraban a poner completamente nuestro Comité Central a las órdenes de sus delegados. Mas se encontraron con un hueso duro de roer.

    Después del Pleno de Berat, el delegado yugoslavo intentó intervenir en todas partes pero sin éxito. Tocó a la puerta del Secretario General, pero no se la abrieron. Llamó a la de Nako Spiru y tampoco se la abrieron. Él y sus camaradas yugoslavos, comenzaron a reunir a algunos miembros de nuestro Comité Central, a tener conversaciones con ellos, a quejarse de no ser puestos al corriente de todo. Al mismo tiempo, trataron de influenciar sobre estos camaradas y de contraponerlos al Buró Político del Partido. El delegado yugoslavo pidió que se permitiera que cuadros del Partido Comunista de Yugoslavia vinieran a trabajar en nuestra organización de la juventud. Nos negamos. Solicitó que le fueran entregados los informes enviados al Comité Central por los comités del Partido, pero también en esto chocó con nuestra negativa. Hizo de Liri Gega su propia agente y, aunque hubiese aprobado la sanción que se le había impuesto en Berat, nos propuso desvergonzadamente reincorporarla al Comité Central. Pero también esto le fue negado categóricamente. Con sus amaños antimarxistas en ejecución de las órdenes del Comité Central, del PCY, Velimir Stoinich se desenmascaró completamente y perdió todo crédito. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia se vio obligado a cambiar de táctica y de hombres. Por eso es que envió para reemplazar a Velimir Stoinich a Josip Dierdia, el hombre de la OZNA para Albania, para “reparar los platos rotos por Velo”.

    Notas:

    [6]
    OZNA — Servicio Secreto Yugoslavo.


    Última edición por NG el Dom Mayo 05, 2013 5:31 am, editado 1 vez
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    Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948) Empty Re: Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948)

    Mensaje por NG Jue Mayo 02, 2013 5:37 am

    LA SITUACIÓN DESPUÉS DEL PLENO DE BERAT Y LAS TESIS DEL SECRETARIO GENERAL DEL PARTIDO PARA LA REVISIÓN DE ESTE PLENO

    Es necesario analizar un poco las situaciones que se crearon después del Pleno de Berat y las graves consecuencias que de él se derivaron. En primer lugar, nuestro Comité Central y su Buró Político no estaban tan aguerridos, organizados y no tenían la cohesión requerida para hacer frente a las diversas situaciones y para resolver los grandes problemas que debían afrontar después de la Liberación. El Pleno de Berat no había dado ni al Comité Central, ni al Buró Político la tan deseada unidad ni una justa concepción de su actividad como Estado Mayor organizado, cuando era precisamente por haber carecido de esta unidad y de esta justa concepción que se le había criticado en Berat. Los miembros del Comité Central no fueron adecuadamente escogidos para sus respectivos cargos, no se definieron bien las responsabilidades que debían asumir, sus funciones eran fijadas fortuitamente y sin estudio preliminar profundo. Y esto ocurría por el hecho de que el mismo Buró Político no estaba en condiciones de proceder a una oportuna distribución del trabajo.

    El Pleno de Berat había creado una situación privilegiada para el secretario de organización del Partido, lo que permitió a Koçi Xoxe monopolizar varias funciones en sus manos. Por otra parte el Pleno conmovió las posiciones de todos los otros dirigentes y en primer lugar la situación y las funciones del Secretario General del Partido. La autoridad del Secretario General fue puesta en tela de juicio y minada. Algunos camaradas del Buró Político no tenían ya la necesaria confianza en él. Pretender lo contrario es ir contra la verdad. De otro modo la actitud y los errores de ciertos camaradas serían inexplicables. Al Secretario General le incumbía en primer lugar la tarea de definir, dirigir y controlar el trabajo de los miembros del Buró Político y del Comité Central. Pero no podía hacerlo a la fuerza, particularmente después de la situación creada por el Pleno de Berat. Preguntar “por qué el Secretario General ha permitido tal situación” no sería absolutamente una actitud objetiva.

    En el Pleno de Berat y después de él, la personalidad de Nako Spiru se elevó por encima de los otros, pero esto no fue obra del Secretario General. Por el contrario, esa situación iba en detrimento suyo. Correspondía a los otros camaradas del Buró Político remediar esta situación, si se habían dado cuenta de que Nako Spiru se propasaba de los límites permitidos. Esta tarea incumbía ante todo a Koçi Xoxe, pero no hizo nada. ¿Por qué Koçi no dio ningún paso en este sentido? Al comienzo se calló porque la actitud y la actividad de Nako Spiru, aguijonadas por los delegados yugoslavos, debilitaban las posiciones del Secretario General, lo que se conciliaba con sus propios designios. Si hubiese sido de otro modo, la lógica hace pensar que Koçi Xoxe, en su calidad de secretario de organización, después del Pleno de Berat debía haber colaborado estrechamente con el secretario General y darse cuenta de que la actividad de Nako Spiru menoscababa la unidad y la dirección del Partido y eclipsaba el papel del Secretario General. Pero cuando los yugoslavos comprendieron que no podían manipular a Nako a su antojo, comenzaron a apoyar, a instigar y a realzar más a Koçi Xoxe. Entonces se manifestaron también las fricciones que existían entre Nako de una parte y los yugoslavos y Koçi, de la otra. Al parecer en este período Nako Spiru tomó conciencia de sus errores y se acercó al Secretario General, mientras que Koçi Xoxe, que veía en este acercamiento un peligro para sí mismo y no se preocupaba en lo mínimo del interés del Partido, es decir de reforzar su unidad, emprendió, a instigación de los yugoslavos, su lucha contra Nako Spiru. El Pleno de Berat había creado en Koçi Xoxe la convicción de que podía resolver muchos problemas sin consultar al Secretario General y sin tomar su parecer, había creado en Koçi Xoxe una excesiva seguridad en sí mismo. Todo esto contribuyó a crear las situaciones que acabo de mencionar.

    Mientras que el camarada Nako Spiru daba un viraje y se acercaba más al Secretario General, Koçi Xoxe y Pan di Kristo perseveraban en su línea errónea. No tenían la confianza necesaria en el Secretario General, no comprendían ni utilizaban correctamente el arma de la crítica y la autocrítica ni tampoco la confrontación de opiniones en el seno del Partido, las cuales eran consideradas en un plano personal y como si hubiesen sido montadas por Nako Spiru. Esto los llevó a cometer graves errores tanto en la línea política como en la organizativa.

    Por mi parte, yo sentía la necesidad de colaborar con los camaradas del Buró Político, así es que no veía nada malo en el acercamiento de Nako. Personalmente, lo estimaba y lo quería a pesar de sus faltas y de no haberme agradado su actitud en Berat. Por lo demás le había hecho la observación ya desde entonces. Mucho tiempo después de Berat he continuado ignorando la actividad desplegada por Nako Spiru entre bastidores, la que me fue revelada más tarde por otros camaradas. No tenía pues razón de dudar de sus buenas intenciones. Ninguna crítica se le había hecho acerca de su trabajo, al contrario era un camarada que todos escuchaban. Sus críticas eran bastante valerosas. ¿Qué mal podía encontrar en el acercamiento de Nako? Por el contrario deseaba tal acercamiento y no había en esto ninguna preferencia personal. Nako podía haber tenido ciertas tendencias en su trabajo, incluso haber cometido errores, pero los otros tampoco estaban exentos de ellos.

    Discutíamos las deficiencias y los errores, los analizábamos lo mejor posible y los criticábamos. Pero es un hecho que entre Nako y Koçi, entre Nako y Sejfulla, entre Bedri y Koçi y entre Sejfulla y Koçi, estas discusiones y estas críticas estaban dominadas por consideraciones personales. El arbitraje del Secretario General y su opinión no llegaban a influir suficientemente en esta atmósfera creada a diversos niveles entre estos camaradas. Esto tenía su origen en la falta de unidad y de coordinación de la actividad en el seno del Buró Político. Una parte de estos camaradas acusaban, al Secretario General de indulgencia hacia Koçi Xoxe, mientras que Koçi y Pandi Kristo estaban convencidos de que el Secretario General se encontraba bajo la influencia de Nako o cualquier otro camarada. En ningún momento se me ha hecho una crítica seria y fundada que probase que me había dejado influir negativamente por estos camaradas. No puedo tomar sobre mí las faltas y los errores de los otros.

    En efecto, jamás me he dejado influenciar por los puntos de vista erróneos de Nako Spiru. Desde el período de la Lucha de Liberación Nacional he criticado y he juzgado peligrosas las erróneas tendencias de Nako Spiru y Liri Belishova sobre el trabajo con la Juventud [7]. Tampoco he estado de acuerdo con ciertos puntos de vista incorrectos de Nako, especialmente en lo que concierne a los cuadros.

    Tal visión de las cosas debía necesariamente conducir a esa escisión que se produjo en nuestro Buró Político y que explotaron Sejfulla Malëshova y los yugoslavos para realizar sus hostiles actividades. A su vez, Koçi la aprovechó para monopolizar el trabajo, subestimando el papel del Secretario General en la dirección, lo que alentó a Nako Spiru para dar libre curso a su ambición malsana. En toda esta situación, el Secretario General ha tenido sus puntos de vista que, a lo que parece, eran justos. No perdió el sentido de la responsabilidad. Berat no abatió su coraje, ni su voluntad. Se daba cuenta bastante bien de las situaciones difíciles que tenían lugar en nuestro Buró Político. Veía los males causados por el Pleno de Berat y la actividad hostil de Velimir Stoinich. De todo esto el Secretario General había sacado la conclusión de que el Pleno de Berat era el principal mal que había conducido a la falta de unidad en el seno del Buró Político, que el origen de todo esto había que buscarlo en la injerencia de Velimir Stoinich, que la línea del Partido durante la Lucha de Liberación Nacional había sido criticada injustamente, así como el Secretario General, que en la cuestión de organización había que corregir errores prácticos, que un desplazamiento de competencias había tenido lugar en el seno de la dirección, que se había creado un dualismo Partido-Poder y que existían otros graves errores más.

    Estaba convencido de todo esto. Así decidí someter al Buró Político las tesis para la revisión del Pleno de Berat y para la rectificación de los errores. Las tesis para la revisión del Pleno de Berat constituían un documento importante, donde los problemas estaban planteados con tacto y los errores criticados en la medida del peligro que representaban, sin exageraciones ni “parti pris”*. Pero mis tesis y las buenas intenciones que las inspiraban no fueron comprendidas como se debía, ni aceptadas por ambas partes: ni por Koçi Xoxe y Pandi Kristo, ni por Nako. Los errores de Nako no eran alarmantes en el momento en que presenté mis tesis en el Buró Político, pero tampoco lo eran los errores de Koçi Xoxe en materia de organización. El oportunismo de Sejfulla Malëshova, que era el más peligroso, había sido circunscrito.

    La cuestión principal concernía al Pleno de Berat, a los errores que había originado, a la falta de unidad en el Buró Político y a los perjuicios causados al trabajo partidario. Sin embargo, las dos partes no hicieron ninguna tentativa para repararlos. Y la razón es comprensible. Ni Koçi Xoxe y Pandi Kristo, ni Nako Spiru por su parte, se mostraron dispuestos a hacerse una autocrítica por su actuación en Berat, a revelar ante el Partido lo que había pasado entre bastidores en Berat, a reconocer sus errores, haciendo una autocrítica bolchevique, y a condenarlos. Por el contrario, defendieron su “obra” de Berat, causando nuevamente daño al Partido, agravando sus errores y profundizando aún más la grieta en la unidad del Buró Político. Una sana autocrítica por su parte habría contribuido a descubrir la actividad hostil y antipartido de Velimir Stoinich, a denunciar las intrigas entre telones del Pleno de Berat, con todas sus actividades y consecuencias negativas constatadas tanto en la línea política como en la organizativa. Habría contribuido a disipar la desconfianza que existía hacia la dirección del Partido, sobre todo hacía su Secretario General, y también a examinar las decisiones del Pleno de Berat. Koçi Xoxe y Pandi Kristo eran de la opinión de que las tesis para la revisión de Berat habían sido la obra de Nako Spiru y que yo las había redactado bajo su influencia. Pretendieron que estas tesis estaban dirigidas únicamente contra la persona de Koçi Xoxe. Era un grave error de su parte, un juicio en nada objetivo y de una gran pobreza de espíritu. Nako Spiru evitó con el mayor cuidado la discusión de las principales cuestiones planteadas por estas tesis, porque una discusión radical hubiera revelado el verdadero estado de las cosas. Cabe decir aquí que a propósito de la cuestión de Berat se ha callado y mantenido las reservas hasta el fin. Mientras tanto Pandi Kristo se esforzaba por apartar la discusión de estas tesis, planteando la cuestión de saber por qué yo había callado mis reservas desde Berat hasta entonces. En principio, está objeción era justa, pero de hecho ello no ocasionó ningún daño al Partido. El que hablara después de cierto tiempo, cuando muchas circunstancias me habían permitido formar una opinión más clara sobre las reservas que tenía, ha sido para el bien del Partido.

    No sabía lo que había pasado entre bastidores en Berat, ignoraba el papel que habían desempeñado algunos camaradas. Desde el Pleno de Berat había expresado abiertamente mi oposición a sus actitudes, sin tener conocimiento de los manejos de Berat, me había opuesto abiertamente a la actividad de Velimir Stoinich, que había calificado de errónea y criticado abiertamente en su presencia. Las tesis para la revisión de Berat estaban dirigidas en efecto contra los que habían trabajado entre bastidores, concebidas en interés del Partido y de su normal funcionamiento. Si Koçi Xoxe y Pandi Kristo, por un lado, y Nako Spiru, por el otro, hubiesen considerado las tesis correctamente y reconocido sus errores mediante una sana autocrítica, las cuestiones se habrían encauzado por el justo camino. Pero ambas partes ocultaron su juego.

    ¿Por qué Nako Spiru, Koçi Xoxe y Pandi Kristo no consideraron correctamente estas tesis? Tengo la impresión de que la única razón de esta actitud era el temor de ver sus errores descubiertos.

    Mis tesis no mejoraron en nada la situación. La discusión derivó hacia cuestiones prácticas y se permaneció en las posiciones anteriores. No sólo la unidad en el seno del Buró Político no conoció ningún mejoramiento, sino que la grieta se profundizó aún más. Estaba convencido de que la cuestión no había sido resuelta. Mi deber, me parece, era no detenerme en el punto muerto donde habían llegado las cosas, sino encontrar otra solución. Una buena hubiera sido la de someter la cuestión al Comité Central. No lo hice, y éste fue un error. Pensaba que la cuestión se podía resolver ampliando el Buró Político con la admisión de nuevos miembros. Esta sería una solución justa.

    En el Buró Político no sólo no había unidad, sino que todas las cuestiones eran manipuladas por tres personas, Sejfulla Malëshova, Nako Spiru, Koçi Xoxe, a los cuales se unió también Pandi Kristo. Los otros camaradas eran considerados como absolutamente extraños a las cuestiones en discusión. Esos compañeros fueron criticados y acusados de ser inactivos, de carecer de iniciativa y de opinión definida, de ser vacilantes, fácilmente influenciables, acusados de haber manifestado a veces una actitud no correcta, etc. Pero nosotros, que éramos responsables de este trabajo, olvidamos criticarnos nosotros mismos por no haber activado a estos camaradas, por no haberlos tenido suficientemente al corriente de los hechos, por no haberles asignado tareas y permitido así asumir las responsabilidades que les incumbían. La causa de todo ello fue el Pleno de Berat que había creado la ilusión de haber solucionado correctamente la cuestión de los cuadros del Comité Central y de su funcionamiento, mientras que en realidad no había dado ningún resultado en este sentido. Luego, la falta de unidad en el seno del Buró Político, la desconfianza recíproca de sus miembros, el trabajo individual y otras deficiencias y errores que se constataban en el trabajo, han hecho que estos camaradas no participasen viva y activamente en la solución de las cuestiones y en la dirección de los asuntos.

    Se estaba cristalizando la opinión de que en el Buró Político sólo tres personas dirigían y que la armonía no reinaba entre ellos. Por eso pensé que hacía falta poner fin a tal situación. Así pensé que el Buró Político debía ampliarse cooptando en él a la vez viejos y jóvenes camaradas.

    Para mí los viejos y los jóvenes camaradas han tenido siempre su lugar. Era de la opinión, y me parece que no incurría en un error, que en el Comité Central, además de los viejos camaradas, abnegados y capaces, hacía falta admitir también a jóvenes que podían no tener el tiempo de militancia de los otros, pero que con su trabajo en el Partido habían mostrado que podían llegar a ser buenos dirigentes. Uno de los tres que propuse fue el camarada Mehmet Shehu, los dos otros eran jóvenes. Mehmet tenía la misma experiencia que nosotros, había combatido en España, había combatido y mostrado sus capacidades en la dirección de la lucha y de nuestro Ejército de Liberación y continuaba desarrollando sus conocimientos en el terreno militar. En cuanto a los dos jóvenes, es verdad que Nako influyó en favor de su candidatura, pero no olvidemos que de mi parte no había oído decir nada malo sobre estos camaradas, ni naturalmente por parte de Nako, ni tampoco de Koçi o de algún otro. Podían tener también faltas, pero no hay camarada exento de ellas, y faltas, verdaderas o supuestas, que aparecerían más tarde en estos camaradas, no habían sido señaladas. Estos tres camaradas que había propuesto para el Buró Político no fueron aceptados por Koçi Xoxe y Pandi Kristo. Hay que decir aquí que no fueron rechazados por razones de orden político. Las razones presentadas se basaban en algunas de sus deficiencias personales y se dijo asimismo que, como eran jóvenes, debían cumplir todavía un período de prueba.

    Incluso después de mis tesis y de la propuesta de ampliar el Buró Político, no logramos mejorar la situación en la dirección, ni particularmente en el Buró Político. Debemos reconocer, sin embargo, que a pesar de estas deficiencias y de esta situación, nuestro trabajo no dejaba de avanzar. Por todas partes, en cada sector, se registraban avances. Esto mostraba que podíamos resolver incluso los problemas que nos habían parecido insolubles si teníamos un poco más de buena voluntad, menos de pasión y si practicábamos la crítica y la autocrítica abiertas, bolcheviques.

    A fin de mantener una situación malsana en el seno del Buró Político, durante todo este período y después de la conclusión de los acuerdos con Yugoslavia [8], el Comité Central del PCY, directamente y por intermedio de sus delegados en nuestro país, tramó intriga tras intriga. Su injerencia en nuestros asuntos internos era patente. Hasta cierto punto éramos culpables nosotros mismos por permitírselo, pero esto dimanaba sobre todo de la confianza que teníamos en el Partido Comunista de Yugoslavia. Los dirigentes yugoslavos seguían atentamente todas las situaciones creadas en nuestro país, se habían mantenido al corriente de todo, conocían en detalle el desenvolvimiento de nuestros trabajos en el Buró Político, la atmósfera que dominaba allí, las medidas que adoptábamos y que nos proponíamos adoptar. De este modo fueron informados también de las tesis para la revisión del Pleno de Berat. El delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia había declarado supuestamente a Koçi Xoxe que Nako Spiru lo había puesto al corriente también de esto, diciéndole además: “El Comandante [9] tiene una mala opinión sobre los yugoslavos y sobre el delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia”. No podemos dar fe a estas afirmaciones y a otras semejantes, porque los yugoslavos hicieron estas declaraciones cuando el camarada Nako no estaba ya entre nosotros. Creo que son calumnias. Y los trotskistas yugoslavos son capaces de toda suerte de calumnias. Como quiera que sea, la dirección yugoslava tenía plenamente conocimiento de la situación interna de nuestro Partido y de nuestro país. Durante ese período se esforzaba en consolidar sus propias posiciones y en desarrollar aparentemente una “benévola política” con respecto a todos los miembros de nuestra dirección, en estar en buenas relaciones con ellos. A todos les hablaban de cosas que eran de su gusto, instigaban a unos contra otros para mantener una situación tensa, porque sólo así habrían podido más tarde imponer sus puntos de vista y crear al mismo tiempo la impresión de ser los únicos capaces de poner un poco de orden en nuestro país y nuestro Partido. Las relaciones económicas, concretadas precisamente en aquel período, dieron impulso a la actividad hostil del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia contra nuestro Partido y nuestro país.

    Notas:

    [7] Aunque Nako Spiru hizo esfuerzos por fortalecer la Juventud, no consideraba correctamente algunas cuestiones relativas a ella, en particular la tendencia a que la Juventud desarrollara su actividad de manera un tanto independiente de la del Partido. Llegaba hasta el punto de contraponer los cuadros de la Juventud a los del Partido, e incluso hacía comparaciones absolutamente incorrectas entre la organización de la juventud y la del Partido. Estas tendencias las hizo suyas también Liri Belishova.

    * En francés en el original.

    [8] Se refiere al tratado sobre la coordinación de los planes económicos, la unión aduanera y la paridad de las monedas entro la RP de Albania y la RFP de Yugoslavia con fecha 27 de noviembre de 1945.

    [9] Enver Hoxha


    Última edición por NG el Dom Mayo 05, 2013 5:46 am, editado 1 vez
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    Mensaje por NG Jue Mayo 02, 2013 5:42 am

    LAS RELACIONES ECONÓMICAS Y SU DESARROLLO ENTRE YUGOSLAVIA Y NUESTRO PAÍS

    No hay duda que nuestro país tenía necesidad de ser ayudado para reconstruir su economía destruida por la guerra. Recibiríamos esta ayuda de la Unión Soviética y Yugoslavia, así como de otros países de democracia popular. La principal ayuda en un principio nos venía de Yugoslavia. Pero aquí, hay que aclarar, estaba comprendida también la ayuda de la Unión Soviética. En París [10] Molotov, en presencia de Kardelj y Mosa Pijade, me lo hizo entender claramente. Expuso el punto de vista de la dirección soviética acerca del camino por el que debían desarrollarse las relaciones entre nuestras dos repúblicas. Cuando llegó a la cuestión económica, Molotov dijo: “La Unión Soviética ayudará sin medida al pueblo albanés a levantar su economía, pero proporcionará su ayuda a través de Yugoslavia, sencillamente por razones de política exterior”. Esto nos lo repitió también el camarada Stalin, cuando fuimos a Moscú [11]. Y esto no fue todo, porque el camarada Stalin y el gobierno soviético satisficieron todos nuestros pedidos. Nos concedieron de todo corazón un crédito en condiciones muy ventajosas para nosotros.

    No sabemos cómo se había proyectado la ayuda soviética que nos llegaba a través de Yugoslavia, pero es un hecho innegable que la Unión Soviética ha ayudado mucho a Yugoslavia, sea en el terreno militar o en el económico. La ayuda que nos concedía Yugoslavia ha sido, sin la menor sombra de duda, mínima frente a la que este país recibía de la Unión Soviética. Si comparamos la directa ayuda económica y militar que nos ha prestado la Unión Soviética desde nuestra visita a ese país y la que nos concede este año con la ayuda suministrada por Yugoslavia podemos decir sin temor a equivocarnos que es dos o tres veces más grande que esta última.

    El convenio económico [12] constituía la prosecución de nuestra alianza con Yugoslavia [13]. Este convenio fue acompañado de protocolos sobre la coordinación de los planes, la unificación de los precios, la paridad de la moneda, las sociedades mixtas, etc. Aquí es justo decir que aceptamos y suscribimos tales protocolos. Pero al mismo tiempo hicimos algunas objeciones, como por ejemplo sobre la paridad, de la moneda y la unificación de los precios, y la realidad demostró que nuestras objeciones eran justas, pero en aquel entonces fueron rechazadas por los yugoslavos que en son de intimidación las definieron como “obstrucción ejercida por la parte albanesa”. Nuestras objeciones se limitaron únicamente a cuestiones prácticas y no a cuestiones de principio. No discutimos suficientemente sobre el verdadero sentido de la coordinación de los planes, de la paridad de la moneda, de la unificación de los precios, de la supresión de las barreras aduaneras, así como de las modalidades de funcionamiento de las sociedades mixtas, no definimos tampoco adecuadamente la cuestión del crédito. Teníamos plena confianza en ellos, mientras que los yugoslavos tenían objetivos bien precisos respecto al carácter y al desarrollo de las relaciones económicas entre los dos países. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia ha seguido en relación a nuestro país una política cuyos objetivos eran antimarxistas, expoliadores, coloniales, contrarios a los intereses de nuestro país.

    La demanda de coordinar los planes económicos servía a las miras antimarxistas de la dirección yugoslava. Entre nuestras dos repúblicas se podía llegar a la coordinación de los planes en relación a determinadas obras en el común interés de los dos países. Pero el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, a través de la coordinación de los planes, tendía a hacer que nuestra economía se desarrollara únicamente en el marco de la economía yugoslava, por la cual debía estar condicionada y de la cual debía depender. Nuestra economía “no debía desarrollarse de manera autónoma, sino ponerse bajo la dependencia de la economía yugoslava”. Este objetivo perseguía la paridad de la moneda, la unificación de los precios, la abolición de las aduanas y la creación de las sociedades mixtas. Yugoslavia, sin hacer ningún esfuerzo para ayudar realmente a funcionar a pleno rendimiento a estas sociedades, asumió la exclusividad de su puesta en servicio, o mejor dicho de su abandono.

    En 1946 fueron establecidas igualmente relaciones comerciales entre nuestras dos repúblicas. En la práctica se creó una situación tal que de hecho nuestro país se encontró aislado de la Unión Soviética y de otros países de democracia popular en lo que concernía a las relaciones económicas. Tal situación fue creada por los yugoslavos, los cuales se esforzaban en neutralizar toda iniciativa nuestra en este sentido. Habíamos estipulado un pequeño acuerdo comercial con la Unión Soviética, que nos ayudó inmediatamente después de la Liberación enviándonos trigo y otros productos. Como debíamos enviar a la Unión Soviética en cambio petróleo, los yugoslavos se esforzaron de mil maneras por impedirnos satisfacer esta obligación hacia la Unión Soviética y por que tal acuerdo no se renovara.

    En 1946, creamos la Comisión de Planificación, encabezada por Nako Spiru. En ella y en otros ministerios, a petición nuestra, fueron puestos consejeros soviéticos, que, desde los primeros días, ayudaron a nuestros jóvenes cuadros a afrontar sus tareas con celo y a trabajar con confianza en el porvenir. También los yugoslavos enviaron un cierto número de ingenieros y expertos que no solamente no tenían grandes capacidades, sino que se ocupaban principalmente de tramar intrigas y sabotajes. La única orientación que habían recibido era la de entrabar nuestro progreso y hacer todo lo posible para frenar el desarrollo de nuestra economía en general y la aplicación del plan en particular. Exigían a todo precio que su voz fuera escuchada. Pretendían decir la última palabra, con el pretexto de que la ayuda nos era proporcionada por Yugoslavia.

    El plan de 1946 fue elaborado en estas condiciones y ciertamente con nuevos hombres en este trabajo, pero muy activos y animados de una firme confianza en sus propias fuerzas. Contaron por otra parte con la ayuda de los consejeros soviéticos. Los dirigentes y los especialistas yugoslavos trataban constantemente de rebajar a nuestros cuadros, su labor, de obstaculizar el trabajo inventando grandes teorías a propósito de cada cuestión, proponiendo estudio tras estudio para retardar la elaboración del plan, para luego echarnos la culpa, pretendiendo que nosotros “no habíamos elaborado el plan a tiempo, que no lo habíamos enviado a tiempo a Belgrado”, que “el plan no estaba bien estudiado y que por tanto debía ser examinado por ellos”. Su objetivo era posponer el envío de las mercancías, no cumplir las inversiones a su debido tiempo, en resumen impedir la utilización del crédito, que, efectivamente, no fue utilizado.

    Durante este período, los yugoslavos, no contentos con ponernos estos obstáculos, emprendieron contra nuestra economía incluso acciones de bandidaje manifiesto, que nos esforzamos por contrarrestar. Por ejemplo, en lo que concierne a la cuestión de la acumulación, pese a nuestra oposición, los yugoslavos arbitrariamente tomaron decisiones que nos han hecho mucho daño. Nos robaron sumas colosales calculadas en varios millones. Del mismo modo, el impuesto sobre la circulación de mercancías, que debía ser para nuestro gobierno como un medio para aplicar la política de precios y para regular nuestra acumulación, fue establecida arbitrariamente en favor de los yugoslavos. También en este sector nos han robado millones, debilitando así gravemente nuestra economía. Todos estos actos de piratería fueron disimulados y justificados con slogans pseudomarxistas, pero los yugoslavos recurrieron sobre todo al chantaje y a la amenaza económica, la amenaza, entre otras, de retardar la entrega del crédito.

    Notamos muchas actitudes dudosas por parte de los yugoslavos, como la cuestión concerniente a la determinación de las inversiones respectivas en las sociedades mixtas [14], así como a la determinación del crédito. Les hicimos observaciones a propósito de todo esto para que las cosas fuesen puestas en claro y encauzadas por el correcto camino. Pero ellos se negaron siempre a definir claramente estos problemas, considerando nuestras justas demandas como una falta de confianza de nuestra parte. Evidentemente estaban en un camino erróneo, antimarxista.

    La obtención del crédito de dos mil millones de dinares era la principal cuestión que nos preocupaba, porque de este crédito dependía en gran medida la realización de nuestro plan. La realización del acuerdo comercial y de las inversiones era el problema más complicado. Los yugoslavos, con determinados fines, obstaculizaron esta realización para estar en mejores condiciones de ejercer presión sobre nosotros. Los yugoslavos sabotearon groseramente todos los sectores de nuestro plan. No sólo el crédito no nos fue entregado enteramente sino incluso los bienes de consumo y de equipo que llegaron a nuestro país, no fueron jamás enviados a su debido tiempo.

    En todo este período de trabajo, con el fin de desviar la atención de nuestros cuadros de la realización del plan y de justificar sus graves faltas, los yugoslavos no dieron ni un momento de tregua a nuestros cuadros para que pudieran empeñarse seriamente en el trabajo y realizar debidamente las tareas del plan. Ninguno de los estudios fue llevado a buen término, y no podía ser de otra manera. Los métodos de trabajo de los yugoslavos, que tenían objetivos hostiles, impidieron que nuestros cuadros sacaran algún provecho concreto de estos contactos, se instruyeran y progresaran. Pero, no obstante estos obstáculos, gracias a los esfuerzos de nuestro Partido y de nuestro gobierno, a la gran abnegación de las masas trabajadoras y con el material que se encontraba en el país, se aseguró una serie de realizaciones que contribuyeron a mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo.

    Con sus maniobras, los dirigentes yugoslavos intentaban alcanzar varios objetivos: obstaculizar el desarrollo de nuestra economía y ponerla totalmente bajo su dependencia, desacreditar a nuestro Partido ante las amplias masas populares como un “partido incapaz de gobernar sólo el país y de dirigir los destinos del pueblo”, desacreditar a la dirección del Partido como incapaz de hacer frente a las diversas situaciones, y al mismo tiempo combatir a todos aquellos dirigentes que constituían un obstáculo para la realización de sus planes. Otro objetivo era el de minar la confianza y el afecto que nuestro Partido tenía por la Unión Soviética, y, más concretamente, disminuir la confianza que teníamos en los consejeros soviéticos, desprestigiar a estos consejeros y obligarnos a pedir que se marcharan. Esto hubiera conducido al aislamiento de nuestro país y de nuestro Partido de la Unión Soviética y del campo socialista.

    Al crear estas situaciones los dirigentes yugoslavos se proponían alcanzar varios objetivos, y para ello emprendieron una serie de viles acciones contra nuestro Partido, nuestro gobierno, nuestra economía, nuestro plan y nuestros camaradas. Plantearon la tesis según la cual “una segunda línea antiyugoslava estaba cristalizándose en nuestro Partido”, e imputaron la responsabilidad ante el pueblo a la dirección. Esta fue la primera acusación hecha a nuestro Comité Central [15]. El Buró Político rechazó esta acusación, aunque no todos los miembros estaban convencidos de la oportunidad de este rechazo. La decisión del Buró Político era justa y la respuesta que dimos al representante del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia era también perfectamente correcta.

    Con el fin de atacar a nuestro Partido y a su dirección se planteó también la cuestión del proyecto del plan quinquenal, recomendado por el gobierno yugoslavo a nuestra República Popular. En realidad, este proyecto de plan propuesto no era más que un bluff. Todos los hechos lo han probado, y el mismo Savo Zlatich afirmó que en el presupuesto yugoslavo no sólo no se había previsto ningún crédito importante para subvencionar nuestro plan quinquenal, sino que tampoco se había previsto el crédito de otros dos mil millones que los yugoslavos debían concedernos para el año 1948. Este crédito debía ser retirado del llamado fondo de reserva del presupuesto yugoslavo. El gobierno yugoslavo nos había prometido para el plan quinquenal una suma de 20 a 21 mil millones. Pero los yugoslavos negaron más tarde esta promesa, como siempre han negado cada una de sus bajezas, sin embargo es un hecho que el proyecto del plan quinquenal fue elaborado sobre esta base. Fue redactado por nuestros camaradas, con la ayuda de los especialistas soviéticos. El proyecto del plan fue preparado rápidamente y este trabajo fue extremadamente arduo para nuestros cuadros porque excedía nuestras posibilidades y los yugoslavos lo exigían en un tiempo récord. Ellos nos habían proporcionado un proyecto de plan quinquenal elaborado en líneas generales, sobre el cual debíamos basarnos para elaborar el nuestro. Este proyecto reflejaba la orientación yugoslava. Se dijo que Nako Spiru lo escondió y que no habló a nadie de ello. Pero el asunto de los 20 a 21 mil millones no fue inventado por Nako Spiru, porque fueron los yugoslavos los que se lo comunicaron oficialmente a Kico Ngjela [16]. Esta es la verdad. Y nosotros creemos a nuestro camarada Kico Ngjela y no a los trotskistas yugoslavos, que quieren conducir a nuestro país a la tumba. Como he dicho, este proyecto podía servir de orientación y efectivamente sirvió como tal. Ciertamente los yugoslavos se mostraron bastante maquiavélicos con nosotros: uno decía 10 mil millones y ésta era una cifra aproximada, una opinión cualquiera; el delegado del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia Savo Zlatich había dicho a Kico Ngjela que se trataba de un crédito de 21 mil millones; en el proyecto de plan yugoslavo figuraban las cifras 13 a 15 mil millones y esto se justificaba con el pretexto de que las valoraciones precedentes habían podido ser erróneas. Todo esto tenía como objetivo desorientarnos y esta actitud en general era tendenciosa y carecía de seriedad.

    La orientación que los yugoslavos pretendían dar a nuestro plan quinquenal era antimarxista y antialbanesa. En el proyecto prevalecía una sola preocupación: la explotación de nuestro país. Debíamos producir para los yugoslavos todas las materias primas de las que tenían necesidad. Una vez exportadas a la “metrópoli” yugoslava, serían transformadas en las fábricas yugoslavas. Precisamente en este sentido fue orientada la producción de algodón y de otras plantas industriales, así como de petróleo, betún, cromo y otros productos. Yugoslavia abastecería “a su colonia, Albania” con artículos de amplio consumo a precios exorbitantes, desde el hilo hasta las agujas de coser, la gasolina, el kerosén, así como los tubos de las lámparas en los que ardería el producto extraído de nuestro subsuelo, pero refinado en Yugoslavia y vendido a nuestro país con tarifas usurarias. Esta política es propia de los trusts capitalistas y monopolistas norteamericanos. La orientación de los yugoslavos consistía pues en impedir el desarrollo de toda industria y de la clase obrera en nuestro país y en hacer que quedase para siempre bajo la dependencia de Yugoslavia. Algunas fábricas o simples talleres, que debían suministrar a nuestro país conforme a las estipulaciones del proyecto de plan yugoslavo y que por ser rudimentarios parecían risibles, tampoco nos fueron enviados. Como si esto no bastase, los dirigentes yugoslavos y sus representantes en nuestro país, se apropiaron incluso de las máquinas relativamente en buen estado que poseíamos y las enviaron a Yugoslavia. Incluso nos arrebataron también maquinarias que nos habían sido entregadas como reparaciones de guerra.

    El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia definió el proyecto de plan elaborado por nosotros como “autárquico”, “poco realista”, etc. Tal apreciación no era justa. Nuestro proyecto de plan no era ni autárquico, ni poco realista, sino que se había basado en el crédito que Yugoslavia nos había prometido. Al aprobar el proyecto de plan quinquenal, nuestro Comité Central no se había equivocado, ni tampoco el Secretario General o el camarada Nako Spiru. El desarrollo económico independiente de nuestro país y la edificación del socialismo en Albania con la ayuda de la Unión Soviética y de los países de democracia popular, sobre todo de Yugoslavia, los habían definido los trotskistas yugoslavos como fenómenos de autarquía. Esto era un ardid y una calumnia infundada que tendía a contrarrestar la justa orientación del desarrollo económico de nuestro país. Es cierto que este proyecto de plan contenía algunas formulaciones inexactas y algunas exageraciones, pero éstas no constituían un elemento esencial. Estas exageraciones las hemos atribuido a Nako Spiru, pero tampoco esto es justo. El proyecto de plan, elaborado muy rápido, ha sido estudiado y aprobado también por nosotros, por eso si contiene errores la culpa es de todos y no del camarada Nako solamente.

    El proyecto de plan preveía cultivar en nuestro país las plantas industriales, dando prioridad al algodón, en detrimento ele los cereales y sobre todo del maíz. Aquí caímos en la trampa que nos había tendido la dirección yugoslava, que en efecto nos decía: “No se preocupen por el pan, la llanura de Banat produce bastante para ustedes y para nosotros”. Esto significa que los trotskistas yugoslavos tenían la intención de controlar nuestro abastecimiento de pan y usarlo como espada de Damocles sobre la cabeza de nuestro pueblo, para privarlo de su independencia y sojuzgarlo.

    La cuestión del pan es uno de los más graves y difíciles problemas que nuestro país debe resolver, tanto más si consideramos las enormes dificultades que encontraríamos en la planificación de la producción agrícola existiendo la pequeña propiedad privada en el campo. Este problema preocupaba seriamente a nuestro pueblo, por eso se esforzó ante todo en asegurar su pan. La cuestión del pan es una cuestión de principio. No es justo depender del exterior para ese producto de primera necesidad, porque se está a merced de imprevistos. Esto no quiere decir que debemos orientar el país únicamente hacia la producción de maíz y de trigo. No. Debemos orientar a nuestros agricultores también hacia el cultivo de plantas industriales, pero esto debe hacerse de manera estudiada, realizando la roturación de la mayor extensión posible de tierras.

    En lo que concierne al desarrollo de la industria y a la transformación en el país de las materias primas, creemos que las orientaciones de nuestro plan eran justas, y que incluso nos mostramos modestos.

    Todos teníamos la plena convicción de que el proyecto de plan que habíamos elaborado era, a grandes rasgos, justo y en esto no nos equivocábamos en absoluto. Este proyecto de plan, como todo proyecto, debía ser discutido, corregido y luego aprobado. Jamás pensamos que fuese definitivo. No fue incluso enviado a Belgrado para ser examinado. Enviamos únicamente las directrices generales, y esperamos la respuesta. Ella nos llegó con retraso (de ello hablaré más adelante) y esta respuesta fue una grave y vil acusación contra nuestro Comité Central [17] por parte del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia.

    El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia se preparaba para atacar a nuestro Partido, para someterlo a él y a nuestro país; se disponía a atacar el campo socialista en el sector de Albania. Zlatich llevó consigo a Belgrado las principales directrices de nuestro proyecto de plan no para ayudar a nuestro país, sino para tenerlas como punto de apoyo en su ataque contra nuestro Partido. Como el problema del proyecto de plan no era suficiente para tal ataque, los dirigentes yugoslavos prepararon también otras viles acusaciones para exacerbar aún más la situación.

    Recurrieron a la cuestión de la vía férrea [18] cuya construcción el Partido había confiado a la juventud. En la construcción del ferrocarril se manifestaron mejor que en otra parte el gran ímpetu de nuestra juventud laboriosa, su heroísmo, su resolución. La juventud estaba en la primera línea en el trabajo y en la lucha y constituía una gran fuerza para nuestro Partido. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia intentó golpear y desalentar a esta fuerza creadora de nuestro pueblo y de nuestro Partido. La política hostil de los yugoslavos en la construcción de la vía férrea era al mismo tiempo un golpe asestado a nuestro Partido y a nuestro gobierno. El incumplimiento de las tareas en la construcción del ferrocarril nos habría causado un grave perjuicio económico y político. El Partido había comprendido bien esto y lo había explicado también a la juventud, que no traicionó jamás la confianza que el Partido había puesto en ella. La construcción de la vía férrea fue el terreno donde nuestros compañeros y los yugoslavos se afrontaron en gran envergadura. Nuestra juventud, los cuadros del Partido y de la juventud que han trabajado en la construcción del ferrocarril y han dirigido los trabajos, han cumplido su deber con heroísmo y con la más grande abnegación, animados de un gran cariño por nuestro Partido y por nuestro pueblo. El ferrocarril fue terminado en el plazo previsto gracias al ímpetu de nuestra juventud dirigida por el Partido. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y todos sus hombres que participaron en la construcción de la vía férrea, ingenieros, topógrafos etc., sabotearon los trabajos de construcción. Para los yugoslavos, la construcción de esta obra representaba un buen terreno de sabotaje, una ocasión propicia para crear situaciones difíciles y preparar falsos argumentos con el fin de atacar a nuestro Partido. Todos los documentos concernientes a esta gran acción, que nuestro Partido y nuestro gobierno poseen, lo confirman plenamente. Los yugoslavos que trabajaban en la vía férrea desde el director hasta el responsable del partido, no eran más que antimarxistas, criaturas de la OZNA y ustaehis [19], educados en el concepto de que nuestro país debía ser un campo de explotación y una colonia yugoslava. Los yugoslavos que participaban en los trabajos del ferrocarril combatieron a nuestros cuadros, los despreciaron, los acusaron e hicieron blanco de muchas bajas calumnias. Los yugoslavos se comportaban hacia los albaneses, durante los trabajos de la vía férrea, como los patronos de las metrópolis mandando a los indígenas en la construcción de vías férreas en sus colonias africanas. Los compañeros de nuestro Partido y de nuestra Juventud no aceptaron esta situación.

    Y tenían razón. Ciertamente que se produjeron pequeños incidentes en el transcurso de una acción de tal importancia, pero los yugoslavos exageraron todo esto y sacaron la conclusión de que “en Albania se ha creado un frente antiyugoslavo y este frente ha llegado al colmo en la construcción del ferrocarril”. Según ellos no se trataba de pequeños errores que pudiese haber cometido algún joven, sino de cuestiones políticas importantes. Los yugoslavos nos acusaron de haber considerado las cuestiones en el aspecto práctico y de haber olvidado el aspecto político. Eso no era verdad. Eran ellos los que olvidaron el aspecto político de las cosas, o mejor dicho las apreciaron bajo un ángulo político deformado, antimarxista, colonialista.

    Con el fin de reforzar aún más las tesis del “frente antiyugoslavo que se creaba en nuestro Partido y en nuestro país”, los yugoslavos, desde las representantes oficiales del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia hasta los especialistas, comenzaron a difundir otras calumnias. Hicieron correr voces que los técnicos yugoslavos eran despreciados, que no se les daba viviendas decentes y así sucesivamente.

    Pero su audacia fue aún más lejos. Utilizaron para sus fines también la visita que la delegación de nuestro Partido y de nuestro gobierno realizó a la Unión Soviética. Esta visita contrariaba enormemente al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Concluimos con la Unión Soviética un acuerdo económico por el que este país se comprometía a prestarnos una importante ayuda para el desarrollo de nuestra economía. Esta ayuda representaba un nuevo golpe a los fines de los dirigentes yugoslavos que deseaban hacer de nuestro país una colonia que trabajase para abastecer de materias primas a la metrópoli yugoslava. Con las fábricas que nos enviaba la Unión Soviética, sería fomentada la industria en nuestro país, las materias primas serían elaboradas aquí y se evitaría que la población tuviese que comprar muchos productos manufacturados en el exterior. Por otra parte, el desarrollo de la industria traería aparejado el fortalecimiento de nuestra clase obrera, el reforzamiento de nuestro Partido y de nuestro Estado. La Unión Soviética nos concedió créditos y suministró una gran cantidad de trilladoras y de tractores, que han representado una contribución muy importante al desarrollo de nuestra agricultura.

    Nuestro Partido puso a nuestro pueblo al corriente de la ayuda que la Unión Soviética nos daba. Pero el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia definió este justo modo de actuar como “una política antiyugoslava”. El representante oficial del gobierno yugoslavo lo declaró abiertamente. ¡Para los trotskistas yugoslavos, establecer relaciones políticas y económicas con otro país socialista significa “ser antiyugoslavo”! Los yugoslavos veían con gran despecho los esfuerzos de nuestro Partido tendentes a consolidar la amistad con la Unión Soviética. Nuestros compañeros que trabajaban en tal sentido, eran acusados por los funcionarios yugoslavos de cosas inexistentes, unas veces directa y otras indirectamente. Les reprochaban “no hacer bastante propaganda en favor de Yugoslavia”, lo que significaba “que hacían mucha en favor de la Unión Soviética”. Otras veces incluso acusaban a los compañeros de nuestro Partido de estar orientados hacia el Occidente, hacia Francia e Italia, en el campo comercial y en el cultural. Estas eran viles calumnias. Nuestro Partido, sea en política, o sea en las relaciones comerciales o en los intercambios culturales, jamás se ha orientado hacia el Occidente. La explicación de tal acusación es superflua. Los dirigentes yugoslavos pretendían que nos orientáramos en todo hacia su país. Los que no actuaban de esta manera, debían ser atacados y reemplazados. Este era su objetivo.

    El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia preparó este campo de acción, lanzando a diestra y siniestra calumnias contra nuestro Partido y nuestra gente, con el fin de apoyar su infame acusación, que fue el origen de nuestro último análisis erróneo en el VIII Pleno [20] del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania. Acusaban a nuestro Comité Central de haber desarrollado una política antiyugoslava, de haber permitido la creación de un frente antiyugoslavo, de haberlo creado inclusive, y pretendían que la política de nuestro gobierno era diametralmente opuesta a las aspiraciones y a la actitud de nuestro pueblo. El Comité Central de nuestro Partido, afirmaban ellos, había seguido una política de ruptura con Yugoslavia en el terreno económico, la orientación de nuestra economía era errónea, como lo había demostrado nuestro proyecto de plan, definido por ellos irrealista y autárquico, y no correspondía de ningún modo a las decisiones de los comités centrales de nuestros dos partidos. Tal orientación errónea, según ellos, se comprobaba también en otros sectores de actividad de nuestro país, como en la cultura, la instrucción pública, los ferrocarriles, las minas, etc.

    Por último se acusaba particularmente a Nako Spiru, responsable de las cuestiones económicas de nuestro país, de ser uno de los culpables de esta situación. Se le acusaba de haber desempeñado un papel singular en este asunto y se recomendaba a nuestro Comité Central dilucidar si tal degradación de las relaciones entre ambos países no era de atribuir a los manejos del enemigo. Esta acusación mencionaba asimismo otros nombres. Se subrayaba también que Albania, antes de concluir algún acuerdo con otro país, debía pedir la aprobación de Yugoslavia. Esta tesis estaba dirigida claramente contra el acuerdo económico que nuestro gobierno había firmado con el gobierno soviético algunos meses antes.

    Estas eran brevemente las acusaciones hechas a nuestro Comité Central. Estas acusaciones prepararon el análisis del VIII Pleno y la elaboración de su resolución. Hablaré más adelante del análisis y de los errores que se cometieron allí. Proseguiremos con la exposición de los objetivos de la acusación yugoslava y de la actividad del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia después de nuestro análisis.

    La crítica que nos fue dirigida tenía como principal objetivo hacer de nuestro país una séptima república de Yugoslavia y someterlo a las órdenes y a las directrices de Belgrado. Nuestro país debía transformarse en una colonia de Yugoslavia y su independencia debía ser puramente formal, encubierta y disfrazada con las fórmulas de la pseudoindependencia burguesa. Esto perseguía el objetivo de desprender Albania del campo socialista, de enemistarla con la Unión Soviética y de atraer nuestro Partido al camino antimarxista. Para los trotskistas yugoslavos, Albania era un pequeño país del campo socialista donde se realizaría la primera experiencia de aplicación de su línea de traición al campo del socialismo. Habían trabajado largo tiempo en este sentido, pero la resistencia de nuestro Partido no se había apagado, sino que, por el contrario, estaba muy lejos de ser apagada. Nuestro Partido poseía una gran fuerza. Por eso los dirigentes yugoslavos tenían mucho que andar para llegar a la meta propuesta.

    Para alcanzar estos fines, debían ante todo doblegar la voluntad de nuestro Comité Central y del Secretario General del Partido, en quien veían un gran obstáculo. Las infames acusaciones de la dirección trotskista yugoslava contra el Comité Central de nuestro Partido, más que contra el camarada Nako Spiru, estaban dirigidas contra el Secretario General del Partido como el primer responsable de la “política errónea” del Comité Central. Conocían bien la situación en el seno del Buró Político y del Comité Central de nuestro Partido, estaban al corriente de las divergencias existentes entre los miembros del Buró Político, particularmente entre Nako Spiru y Koçi Xoxe, como de mis relaciones tirantes con Koçi Xoxe. Sabían asimismo que las opiniones de Nako Spiru sobre las relaciones con Yugoslavia concordaban con las mías en todos los puntos en que eran justas. Sabían muy bien que Nako no hacía nada en este sentido sin consultarme y sin pedir mi aprobación. Los yugoslavos habían basado sus cálculos en la situación existente en nuestro Buró Político, situación que se debía ante todo a sus abyectas intrigas. Los trotskistas yugoslavos fueron ayudados en gran medida por el más grave error que haya cometido Nako Spiru, su suicidio. Los análisis del VIII Pleno constituyeron una gran victoria para los yugoslavos. Habían logrado crear en el seno de nuestro Partido la situación que aspiraban crear.

    Después de los análisis la situación se complicó sobremanera. Mediante la presión, el chantaje y la lucha psicológica lograron obtener la aprobación de sus primeras proposiciones. Se admitió que el plan era poco realista y autárquico, se reconoció que “nuestra línea política y económica, así como la establecida en el sector militar, eran erróneas y ponían en peligro a nuestra República Popular y a nuestro Partido”. Se enterró el proyecto de plan quinquenal. Se decidió elaborar el plan únicamente para el año 1948. El acuerdo comercial entre nuestros dos países fue olvidado. Se creó, sobre las bases deseadas por los yugoslavos, una comisión de coordinación del plan, que entró en función. Pero las cosas no se quedaron allí, debían ir más lejos. Ya ni cabía pensar en la realización del plan. Los compromisos de los yugoslavos sobre el abastecimiento de bienes de consumo, de material y de medios financieros para las inversiones no fueron mantenidos. Todas estas cuestiones fueron ahogadas por una gran burocracia y por interminables estudios económicos y sociales. Nos imponían sistemas errados, que tendían a aniquilar las conquistas del Poder popular relativas a la realización de la Reforma Agraria y a otras cuestiones. Criticaban las formas de organización de nuestras empresas y nos proponían otras, que tendían a suprimir todo obstáculo a la unión de Albania con Yugoslavia sobre bases antimarxistas. La subestimación de nuestros cuadros llegó al colmo.

    La comisión de coordinación de los planes, creada para ayudar a la realización de nuestro plan y para intervenir ante el gobierno yugoslavo con el fin de acelerar el envío de materiales e inversiones actuaba en un sentido totalmente contrario. De hecho tomaba la forma de un gobierno yugoslavo en Albania. Nuestros ministerios no podían tomar ninguna iniciativa sin la aprobación de la comisión de coordinación, o mejor dicho sin la aprobación del presidente de esta comisión, Kraiger, quien llegó hasta exigir que nuestros ministros le presentaran informes y recibieran órdenes de él. Esto equivalía a la liquidación de nuestro gobierno.

    Los yugoslavos propusieron que todas las sociedades mixtas fuesen disueltas y transformadas en empresas puestas bajo el control directo de la comisión de coordinación y de Kraiger. Estas sociedades mixtas, que debían ser dirigidas por el gobierno albanés y con respecto a las cuales los yugoslavos no habían cumplido jamás sus compromisos, en adelante debían cortar incluso los débiles lazos que las unían a los diversos ministerios de nuestro gobierno.

    Poco a poco, nuestra Comisión Estatal de Planificación comenzó a perder sus funciones y a convertirse en un apéndice privado de toda atribución. Los principales representantes de la Comisión de Planificación perdían su tiempo en discusiones sin fin con Kraiger y en interminables estudios sobre un futuro e hipotético desarrollo de nuestra economía socialista, enfocados desde el punto de vista de Yugoslavia.

    Una especie de comisión de control, llegada de Yugoslavia, sin derecho alguno, controló las sociedades mixtas y redactó un informe “monumental”, uno de los más abyectos documentos antialbaneses, el único documento firmado por ellos, en el que el gobierno albanés y, por tanto, nuestro Comité Central eran objeto de monstruosas acusaciones. Pandi Kristo, sobre todo, tiene gran parte de responsabilidad en esto. Con un cinismo sin par, propio solamente de los enemigos y de los imperialistas norteamericanos e ingleses, los yugoslavos nos echaron la culpa de no habernos enviado el material prometido ni realizado las inversiones previstas. Este modo de actuar era enteramente parecido a los chantajes de las misiones inglesas durante el período de la Lucha. Estaba por terminar la primera mitad del año y el crédito debía haberse utilizado en un valor de 1 800 millones. De hecho había sido utilizado solamente en 200 millones. Con premeditados fines, los yugoslavos aplicaban la presión y el chantaje en uno de los sectores más importantes de la vida del país, en el de la economía. Preparaban el terreno para la liquidación de las formas de organización existentes, anexar toda nuestra economía a la yugoslava, eliminar todo obstáculo de carácter internacional a la realización de este proyecto y presentar luego la gran cuestión de la anexión como un “fait accompli”* con el pleno consentimiento de nuestro Partido y, por tanto, de nuestro pueblo.

    En tal situación, a pesar de las consecuencias negativas de los análisis del VIII Pleno, existían conflictos abiertos serios choques y divergencias entre nosotros y los yugoslavos.

    Los yugoslavos nos pidieron el alejamiento de los consejeros soviéticos. No hemos estado jamás de acuerdo con esto, pero bajo su presión cedimos en este punto y nos equivocamos. Nuestro error consistió en el hecho de haber aceptado hasta cierto punto la opinión de los yugoslavos y entrado en compromiso con ellos para pedir al gobierno soviético el retiro de algunos de sus consejeros, con el pretexto de que podíamos trabajar sin ellos, dado el modo de cómo se desarrollaba nuestra economía. De hecho, teníamos necesidad de técnicos soviéticos. Se trataba pues de un “modus vivendi” grosero.

    La situación surgida después del VIII Pleno ocasionó graves perjuicios a nuestra economía. El costo de la vida aumentó, la inflación subió, el abastecimiento de la población de artículos de primera necesidad disminuyó considerablemente, no se logró realizar el plan, el acopio de maíz y de otros productos agrícolas se hizo más difícil y los precios continuaron subiendo de día en día. Con la mayor desfachatez los yugoslavos exigían que mantuviéramos nuestros compromisos con ellos, en tanto que ellos no cumplían ninguno hacia nosotros. Esta es una breve exposición de la situación económica que se había creado.

    También en otros sectores se verificaba un estado de cosas del mismo modo preñado de peligros, provocado por los yugoslavos con objetivos bien definidos y coordinados.

    Por entonces la dirección yugoslava solicitó el envío de una división yugoslava a la zona de Korça. La historia del envío de esta división es conocida. El objetivo de los yugoslavos era múltiple: ante todo crear en nuestro país y en los órganos dirigentes del Partido una psicosis de guerra inminente y la impresión de que un grave peligro amenazaba a la Albania del Sur. Los yugoslavos presentaban las cosas como que íbamos a ser atacados de un momento a otro por los anglo-norteamericanos y los monarco-fascistas griegos y pretendían poseer informaciones seguras al respecto. De hecho, procuraban hacer que nuestro Comité Central se preocupase seriamente de esta cuestión, olvidando todas las otras. Con esta situación “crítica” esperaban que se creara en el seno del Partido la impresión de que Yugoslavia era un aliado vigilante y dispuesto a acudir inmediatamente en ayuda de nuestro país.

    Cuando los yugoslavos presentaron la cuestión de la división, la situación en Grecia estaba confusa. La gran ofensiva democrática había comenzado y no había fuertes razones que justificaran la alarma dada por los yugoslavos. La llegada de esta división, en este período, y la proclamación de la zona de Korça zona yugoslava a petición de los yugoslavos, hubiera sido un acto sin precedentes, que habría podido crear un incidente de carácter internacional. Podría haber sido considerado por el imperialismo como una amenaza de guerra por nuestra parte, dado que tal acto superaba los límites de una simple defensa e implicaba la aplicación del Tratado de Amistad y de Asistencia Mutua. La llegada de esta división y la proclamación de Korça zona yugoslava, habrían tenido graves consecuencias para nuestra población, que se hubiera alarmado sobremanera sin razón suficiente. Estas consecuencias se habrían hecho sentir a la vez en los terrenos político y económico.

    El gobierno soviético no estaba al corriente de la propuesta yugoslava. Sólo cuando se la trasmitimos, nos hizo saber que no encontraba en absoluto razonable aceptar tal propuesta. El justo consejo del gobierno soviético reforzó nuestra decisión de no aceptar la venida de la división. Los yugoslavos criticaron nuestra actitud, en particular la mía, porque yo había advertido a los soviéticos y porque no estaba convencido de la utilidad de la presencia de esta división en Korça.

    Los yugoslavos tenían la intención de explotar el envío de esta división a Korça también para otros fines. Ellos tenían malas relaciones con la Unión Soviética y se esforzaban en enemistarnos también con ella. El general Kupresanin, un antisoviético jurado, llegó incluso a decir una monstruosa infamia, que “la Unión Soviética quiere sacrificar Albania a los imperialistas”. Fiel secuaz de los trotskistas de Belgrado, Kupresanin metía en el mismo saco la política de la Unión Soviética y la de los hombres de Múnich. Los representantes trotskistas de Belgrado, desde Savo Zlatich y Josip Dierdia hasta Spiro Serdientich, se expresaron de la misma abyecta manera antisoviética. El estacionamiento de la división en Korça y el envío sucesivo de otras divisiones, con el pretexto de defender la independencia y la integridad de nuestro país, habrían servido a los dirigentes yugoslavos de fundamento para imponer sus puntos de vista y vencer por la fuerza la resistencia de nuestro Partido.

    Después del fracaso del proyecto de envío de la división, el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y Tito se esforzaron por mantener en Albania la misma psicosis de guerra. El representante yugoslavo en Albania intentó convencer a nuestro Comité Central y a nuestro Estado Mayor de la necesidad de tomar medidas extraordinarias de carácter militar, “transformar el carácter del Ejército y de su organización, construir nuevos puentes y ensanchar los existentes, porque sobre ellos tendrían que pasar los carros pesados que debían venir de Yugoslavia para hacer frente a la situación; la necesidad de construir muchos kilómetros de carretera de carácter militar y estratégico, instalar nuevas líneas telegráficas, movilizar alrededor de 10 000 jóvenes, disponer de una gran cantidad de mulas para el Ejército” y tomar muchas otras medidas de este género. Y todo esto debía llevarse a cabo en el espacio de 2 o 3 meses, porque el peligro era inminente.

    Por otra parte, el representante militar de la República Federativa Popular de Yugoslavia, intentó de manera abyecta demostrar que nuestro ejército “era demasiado débil y que no podría resistir un ataque monarco-fascista más de 10 días”. Dada la situación, pretendían, “la negativa de consentir la entrada de esta división a la región de Korça, de la que es culpable el Secretario General del Partido, pone en peligro la Albania del Sur”. El representante de Belgrado declaró: “Yugoslavia no estaría en condiciones de acudir en ayuda de Albania, porque sus fuerzas estacionadas en Montenegro y en Kosova necesitarían 15 días para alcanzar el Shkumbin y que mientras tanto todo habría terminado, los monarco-fascistas y los anglo-norteamericanos habrían ya ocupado la Albania Meridional. La cuestión habría revestido un carácter internacional. La ONU habría intervenido con algunas comisiones especiales y en estas condiciones se le haría difícil a Yugoslavia intervenir en el conflicto”. Aquí, para intimidarnos, los yugoslavos ponían incluso en duda el Tratado de Amistad y de Asistencia Mutua. Por otra parte, insistían en que pidiéramos al gobierno soviético que cambiara de opinión sobre el envío de la división a la región de Korça, recomendándonos, “en el caso en que no cambiara de parecer, persistir y pedirle con insistencia la razón”. Todo esto tenía como objetivo hacernos actuar, en esta cuestión, sin la aprobación del gobierno soviético y enemistarnos con la Unión Soviética. Esta era una actitud infame, digna de los trotskistas.

    Sobre todas estas cuestiones no estábamos de acuerdo con los yugoslavos, las juzgábamos de manera diametralmente opuesta, a excepción del camarada Shule [21].

    Desde hacía tiempo Kristo Themelko se había hecho portavoz de los puntos de vista erróneos de los yugoslavos, estaba de acuerdo con ellos y su confianza en el Comandante había disminuido. Estos eran graves errores del camarada Shule, pero sería un error desprenderlos de todas las circunstancias del momento. El camarada Shule ha reconocido francamente sus errores, se ha hecho una autocrítica sana, correcta y abierta, denunciando severamente el camino erróneo donde lo había llevado la influencia de los yugoslavos. No se puede explicar de otro modo estos errores de Shule, que no se concilian con su origen de clase, con su pasado revolucionario y su resuelta lucha por el pueblo y por el Partido si no es debido a la gran influencia que ejercían sobre él los yugoslavos, a la confianza que éste tenía en ellos y a la situación que se había creado en el seno de nuestro Partido. Estas son las circunstancias atenuantes de los errores de Shule.

    Bajo la total influencia de los yugoslavos, Kristo Themelko estaba de acuerdo y estimaba correctas todas las tesis de éstos. Nosotros no estábamos de acuerdo con el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, comenzando por su injerencia en las cuestiones militares y terminando por la petición de enviar una división a Korça. Considerábamos que ya habíamos tomado todas las medidas que nos proponían, pero debido a su insistencia, aceptamos hacer los puentes, las carreteras, las líneas telefónicas, etc., además de la movilización de los 10 000 hombres y la consecución de las acémilas necesarias, lo que debía realizarse fuera de nuestro plan y con créditos especiales concedidos por el presupuesto yugoslavo. Teníamos la firme convicción de que ninguna de estas medidas sería llevada a la práctica.

    ¿Por qué los dirigentes yugoslavos habían presentado la situación de una manera tan alarmante y propuesto medidas de tal amplitud cuando no existía ninguna razón seria para aplicarlas y que incluso un niño se habría dado cuenta de que era imposible llevarlas a cabo en el espacio de dos meses? Las propuestas del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia nos fueron presentadas primero por intermedio del camarada Shule y luego directamente por Savo Zlatich. El camarada Shule, por influencia de ellos, planteó dos o tres veces ante el Buró Político la cuestión de que todas las medidas propuestas en el terreno militar no podían ser llevadas a feliz término bajo las formas constitucionales existentes, por eso hacía falta realizar la unión de nuestro pueblo con los pueblos de Yugoslavia y esto debía hacerse lo más pronto posible. Las condiciones según ellos habían madurado y no había porqué esperar más para tal unión. Los yugoslavos pidieron que Shule les diera conocer mi opinión sobre las propuestas yugoslavas, pero le aconsejaron que, en el caso en que yo no aceptase dichas propuestas, las presentara por su cuenta. Se ve bien que su desconfianza en mi persona aumentaba.

    Finalmente, Savo Zlatich en persona nos propuso que pidiéramos al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia la unión de Albania con Yugoslavia. Respondimos a través de cartas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia sobre todas estas cuestiones. Estas cartas son importantes documentos para nuestro Partido. No estábamos de acuerdo con los puntos de vista del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, que no pudo obtener de nosotros lo que deseaba, es decir nuestro consentimiento para la unión de Albania con Yugoslavia.

    Al mismo tiempo, los yugoslavos, primero por intermedio de Shule luego directamente a través del representante militar de Tito en Albania, el general Kupresanin, plantearon la cuestión de la creación de un mando único. Por intermedio de Shule, cuando éste estuvo en Belgrado, fue propuesto y decidido modificar la estructura del Estado Mayor. Habría un viceministro de la guerra y todos los sectores del Ejército dependerían de él. Estos sectores comprendían asimismo el Estado Mayor. Esta propuesta del Comité Central del PCY, que podía poner al descubierto las miras de los yugoslavos, más tarde fue modificada, después de las sugerencias que hicieron a Shule. Así pretendían apartar al Comandante en Jefe de la dirección del mando general de nuestro ejército. Esto significaba “hacer cruz y raya del Comandante en Jefe” como el camarada Mehmet Shehu dijo con razón a Pëllumb Dishnica [22] que apoyaba la propuesta yugoslava. Después de nuestra respuesta, dada en las cartas que acabo de mencionar, todas estas propuestas se desmoronaron por sí solas.

    Debemos subrayar que todas estas proposiciones y las medidas que los yugoslavos se proponían tomar y aplicar, revestían un carácter de extrema urgencia. Temían que una denuncia de su traición por el Partido Comunista de la Unión Soviética les quemara las cartas en la mano. Por eso se apresuraban en arrastrarnos también a nosotros al camino antimarxista, con el fin de crear un bloque contra el campo socialista.

    Teníamos plenamente conciencia de que las acciones de los yugoslavos no eran justas, así pues, aun ignorando su traición, debíamos estar atentos y actuar con precaución. Por otra parte, los yugoslavos aprovecharon esta situación para crear en nuestro Buró Político una atmósfera tal que se ponía en discusión si debíamos consultar a los camaradas soviéticos sobre estas cuestiones o no, si los debíamos poner al corriente de ellas o no. Esta era una manera errónea de plantear la cuestión. Expusimos a Savo Zlatich nuestro punto de vista, dándole a entender que un comportamiento similar hacia los soviéticos y el gobierno soviético no era correcto. Él se esforzó en justificarlo pretendiendo que se trataba de nuestros asuntos internos y añadió que no debíamos dar parte a los camaradas soviéticos antes de haberlos discutido nosotros mismos. Buscaban poner la Unión Soviética delante de “faits accomplis”, que ellos habían tramado recurriendo a intrigas y a maquinaciones antimarxistas. Nosotros pusimos fin a semejante situación.

    El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, después de nuestras cartas y del fracaso de sus planes, nos envió una vez más a Savo Zlatich con nuevas propuestas. Nos proponía esta vez la unión de Albania con Yugoslavia, pero no una unión directa. Esta unión debía revestir ciertas formas económicas que habrían constituido de hecho una verdadera unión. Estas formas eran las que hemos mencionado más arriba, y se utilizaron después de nuestro último análisis [23]. Luego nos propuso la alternativa siguiente: o bien mantenernos en la situación existente, concretizando mejor las relaciones que existían (pero esto, según ellos, significaba “retroceder y no era aconsejable”), o bien romper nuestras relaciones. Todas estas propuestas nos fueron presentadas como si fuesen de Savo Zlatich, pero aprobados en principio por el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Ellas debían ser estudiadas y discutidas por nosotros y luego los resultados de las discusiones y nuestras proposiciones debían ser transmitidos al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia actuaba así primero para no asumir ninguna responsabilidad, dejándola recaer enteramente sobre un cierto Zlatich, luego para sondear nuestras intenciones y sobre todo para enterarse de si estábamos al corriente del conflicto existente entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y el Partido Comunista de Yugoslavia y de cuál era nuestra actitud sobre esta cuestión.

    Pocos días después de la presentación de estas propuestas, nos pusimos al corriente de la primera carta del Partido Bolchevique, dirigida a Tito y a los otros miembros del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. La carta del Partido Bolchevique nos ayudó a comprender plenamente el juego hostil y antialbanés del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Suspendimos inmediatamente el alejamiento de los consejeros soviéticos. Los yugoslavos, viendo que los consejeros soviéticos no iban a marcharse de Albania, como impacientemente lo esperaban todos los días, comprendieron que sus maniobras habían fracasado y se pusieron súbitamente a lanzar infames calumnias, amenazas abiertas y ultimátums. Savo Zlatich, Josip Dierdia y el general Kupresanin abandonaron de manera brutal y hostil nuestro país. Tito se dirigió a nuestro Comité Central con una carta innoble, en la cual el Comité Central y el Secretario General del Partido eran objeto de acusaciones gratuitas. Tito se esforzó en sembrar la discordia en el seno de nuestro Buró Político y en crear de nuevo en nuestro Partido una situación difícil, como la que existía en vísperas del VIII Pleno, pero su nefasta actividad contra nuestro país, contra nuestro Partido y nuestro pueblo, ya no tenía efecto alguno. Las cartas del Comité Central del Partido Bolchevique habían ayudado a nuestro Partido a escapar de las garras de los trotskistas yugoslavos y a salvar, al mismo tiempo, a nuestro pueblo y a nuestro país de la catástrofe a la que estos traidores buscaban arrastrarlos.

    Antes de examinar los errores cometidos durante los análisis del VIII Pleno es indispensable ver asimismo cómo eran nuestras relaciones con la Unión Soviética.

    Notas:

    [10]
    Durante los trabajos de la Conferencia de la Paz en París (29 de agosto-15 de octubre de 1946).

    [11] Durante la visita a la URSS de la delegación de la RPA encabezada por el camarada Enver Hoxha en julio de 1947.

    [12] El convenio económico entre la RPA y la RFPY fue suscrito en noviembre de 1946.

    [13] Se trata del Tratado de amistad, colaboración y ayuda mutua entre la RP de Albania y la RFP de Yugoslavia que fue firmado en julio de 1946.

    [14] Las sociedades mixtas albano-yugoslavas fueron creadas después de suscrito el convenio económico entre la RPA y la RFPY.

    [15] Esta acusación fue hecha al Comité Central del PCA en junio de 1947 en una carta provocadora enviada por el Comité Central del PC de Yugoslavia al Comité Central del PC de Albania.

    [16] En ese tiempo, vicepresidente de la Comisión Estatal de Planificación.

    [17] Esta acusación fue dirigida al Comité Central del PCA por el Comité Central del PCY en noviembre, de 1947.

    [18] Para la construcción de la vía férrea, tras la máscara de “ayuda internacionalista”, llegaron a nuestro país muchos yugoslavos, que intentaron ponerle trabas y sabotearla. A causa de su actividad, la juventud albanesa comenzó a verlos con cierto recelo.

    [19] Miembros de las bandas reaccionarias de Pavelich en el llamado «Estado Independiente Croata»- durante la Segunda
    Guerra mundial.

    [20] En el VIII Pleno que se celebró en febrero de 1948, la actividad hostil de los yugoslavos y sus agentes encabezados por Koçi Xoxe contra el PCA alcanzó su punto culminante.

    * En francés: en el original

    [21] Kristo Themelko, en esa época director de la Dirección Política del Ejército, hizo autocrítica y trabajó más tarde siguiendo la línea del Partido.

    [22] Ex-cuadro que ejercía funciones de responsabilidad en la Dirección Política del Ejército. Por su actividad hostil fue expulsado del Partido.

    [23] Se refiere al VIII Pleno.


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    Mensaje por NG Jue Mayo 02, 2013 5:44 am

    NUESTRAS RELACIONES CON LA UNIÓN SOVIÉTICA Y LA ACTITUD DE LA DIRECCIÓN YUGOSLAVA CON RESPECTO A ESTAS RELACIONES

    Nuestro Partido y su Comité Central no han cometido errores en su actitud hacia el Partido Bolchevique y la Unión Soviética. La heroica lucha de la Unión Soviética contra el fascismo ha sido uno de los principales factores que han acelerado la formación de nuestro Partido. El ataque hitleriano contra la Unión Soviética fue al mismo tiempo un golpe también para todos los miembros de los diversos partidos comunistas, que veían en la Unión Soviética la gloriosa Patria del socialismo, la gran fuerza que defendía la paz, a los pueblos oprimidos, a los pueblos coloniales y semicoloniales, a toda la humanidad progresista. La Unión Soviética era el único apoyo y la única ayuda para todos los pueblos progresistas del mundo. Nos infundía esperanzas y nos daba la fuerza para combatir la esclavitud impuesta por los capitalistas y por los vampiros terratenientes. La Unión Soviética y el Partido Bolchevique de Lenin-Stalin eran para los comunistas albaneses y para todos los oprimidos de Albania el faro que iluminaba nuestro camino. Nuestro Partido unió la lucha de nuestro pueblo con la de la Unión Soviética. Desde la distribución de su primera octavilla hasta el coronamiento de la Lucha de la Liberación Nacional, nuestro Comité Central no ha cesado de inculcar en nuestro Partido el amor por la Unión Soviética, por el Partido Bolchevique y el camarada Stalin. El Partido explicó al pueblo desde las primeras horas de la lucha que la victoria sería nuestra, porque nosotros estábamos ligados a la Unión Soviética, que la Alemania fascista sería derrotada y que la Unión Soviética era invencible. Nuestro pueblo sabía muy bien que su victoria estaba indisolublemente ligada a las victorias de los pueblos de la Unión Soviética. Cada día las organizaciones de nuestro Partido informaban a nuestro pueblo y a nuestro ejército de la marcha de la guerra en la Unión Soviética, de sus éxitos, y así cada día crecía el afecto de nuestro pueblo por la Unión Soviética, por el Ejército Rojo, por el camarada Stalin. Toda esta obra se debía a nuestro Partido y a su justa causa.

    En los primeros meses después de la Liberación, cuando nuestro Partido y nuestro joven Estado echaban las bases de su política exterior y daban los primeros pasos en la construcción del país, la Unión Soviética nos prestó una ayuda directa. En cada conferencia internacional defendía a nuestro pueblo. En todas partes se escuchaba la poderosa voz de la Unión Soviética en defensa de los derechos de nuestro pueblo y de su libertad contra las codicias de los anglo-norteamericanos, en defensa de la independencia y de la integridad territorial de nuestro país contra los designios agresivos de los ingleses y los norteamericanos y de sus satélites, los monarco-fascistas griegos. Eran momentos difíciles, que fueron superados gracias a la indoblegable resistencia de nuestro pueblo. Pero estos éxitos los debemos también a la existencia y al apoyo de la Unión Soviética. En estas circunstancias, nuestro pueblo se unió más estrechamente a esta última y para ello fue orientado por nuestro Partido y su Comité Central que siguieron una línea política justa. La ayuda de la Unión Soviética y del Partido Bolchevique no faltó jamás a nuestro Partido. Además de su gran apoyo moral, nos prestaron asimismo una ayuda económica importante.

    Los dirigentes trotskistas yugoslavos no veían con buenos ojos el afecto que nuestro Partido sentía por la Unión Soviética, por el Partido Bolchevique, por el camarada Stalin así como por los camaradas soviéticos que se encontraban en Albania, ni tampoco la gran confianza que tenía en ellos. El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia estimaba que Albania debía estar bajo su tutela. Según los dirigentes yugoslavos, nosotros éramos un país pequeño que no podía defenderse ni desarrollarse sin la ayuda de Yugoslavia. Además, para ellos la Unión Soviética “estaba lejos, era un grande y poderoso Estado y, por tanto, no podía interesarse directamente por Albania”. Como la ayuda económica de la Unión Soviética nos llegaba a través de Yugoslavia, la dirección del PCY especulaba con este hecho dando entender que el CC del PCY y Tito se habían puesto de acuerdo con la Unión Soviética para que Albania formara parte de la esfera de influencia de Yugoslavia. Esta era la actitud que los dirigentes yugoslavos observaban con respecto a nosotros, mientras que delante de la Unión Soviética se esforzaban, recurriendo a la demagogia, en disimular su juego.

    La actitud de la Unión Soviética hacia los otros pueblos era completamente diferente de la de Yugoslavia. Stalin, con ocasión de la cena ofrecida en honor de los delegados del gobierno de Finlandia, después de la firma del tratado soviético-finlandés, entre otras cosas dijo:

    “Muchos no creen que puedan existir relaciones de igualdad entre una nación grande y una nación pequeña. Pero nosotros, los soviéticos, consideramos que tales relaciones pueden y deben existir. Los hombres soviéticos consideran que toda nación, grande o pequeña, tiene sus particularidades, sus características específicas, que pertenecen sólo a ella y que las otras naciones no tienen. Estas particularidades constituyen la contribución que cada una de ellas aporta al gran patrimonio de la cultura mundial, completándola y enriqueciéndola. En este sentido todas las naciones, pequeñas o grandes, se encuentran en posiciones idénticas y son iguales entre sí”*.

    Los hombres soviéticos han considerado las relaciones con nuestro país bajo el ángulo indicado por Stalin. Y en ningún momento hemos perdido nuestra, confianza en ellos. Los trotskistas yugoslavos nos atacaron con todo el arsenal de sus armas para quebrantar la confianza que nuestro Partido depositaba en la Unión Soviética, en el Partido Bolchevique y en los soviéticos residentes en Albania. Los trotskistas yugoslavos manifestaron abiertamente su descontento. Tito en persona y sus más cercanos colaboradores se habían quejado de que nosotros “recibíamos ayudas de Yugoslavia, sin renunciar, por ello, a los lazos con la Unión Soviética”.

    La lucha de los trotskistas yugoslavos contra la correcta línea de nuestro Partido era una lucha frontal y se extendía a todos los sectores claves de la vida de nuestro Estado. Esta lucha buscaba influir en la orientación política general del Partido y del Gobierno y tenía como blanco nuestra economía y nuestro ejército.

    En lo que concierne a la orientación política de nuestro Partido, los yugoslavos no lograron obtener ningún éxito. En el terreno económico, donde contaban con ejercer su presión, lograron quebrar algo la confianza del Comité Central de nuestro Partido en cuanto a la oportunidad de la permanencia de los consejeros soviéticos en nuestro país. Después de los análisis del VIII Pleno, como consecuencia de las presiones y de los chantajes de la dirección yugoslava, acabamos por aceptar su tesis según la cual nosotros no teníamos necesidad de los consejeros soviéticos, sino solamente de técnicos. La cuestión de los consejeros no podía tomarse por separado de la de los técnicos. Los consejeros y los técnicos soviéticos constituían un todo único. Pero a pesar de que aceptamos la tesis, no estábamos convencidos de ello.

    Al mismo tiempo, los trotskistas yugoslavos nos atacaron también en relación al Ejército, pero sin éxito. Con obstinación y recurriendo a chantajes de toda clase, se esforzaron por alejar a los consejeros soviéticos del Ejército. La presencia de los consejeros militares soviéticos frustraba todos sus planes antisoviéticos y antimarxistas. Los dirigentes yugoslavos querían en efecto que aceptáramos y adoptáramos los conceptos del Comité Central del PCY sobre el arte militar y sobre la organización del Ejército. Los ataques de los trotskistas yugoslavos en este terreno se habían manifestado incluso antes de los análisis del VIII Pleno. Al comienzo estos ataques eran indirectos y consistían en criticar y golpear a nuestro jefe del Estado Mayor, camarada Mehmet Shehu. Pero, poco a poco, sus críticas se volvieron también contra mí. Aunque con respecto a mi persona sus críticas no fuesen abiertas, venían a parar en lo mismo, porque yo apoyaba al camarada Mehmet y era yo quien lo había propuesto como miembro del Buró Político, y también porque yo era el Comandante en Jefe del Ejército.

    Los yugoslavos lograron ejercer influencia sobre varios camaradas de la Dirección Política de nuestro ejército. El primero fue Pëllumb Dishnica, que se expresó explícitamente en favor de un cambio de orientación en el Ejército y presentó tesis para su reorganización. Eran las de los yugoslavos. El camarada Mehmet Shehu me hizo un informe verbal sobre esta cuestión y encontré su punto de vista justo. Las tesis de Pëllumb Dishnica eran erróneas en principio. No se trataba de adoptar la experiencia del ejército yugoslavo, sino de cambiar la orientación política de nuestro ejército, de rechazar la experiencia del ejército soviético. Me di cuenta inmediatamente del peligro y convoqué a Péllumb Dishnica para aclarar esta cuestión. Le dije que las orientaciones en el Ejército habían sido fijadas por el Comité Central, que no se podía jugar con ellas y que yo no permitiría que se las pusiera en discusión. Pëllumb Dishnica, después de haber escuchado mis consejos, me dijo que “había comprendido”, mientras más tarde, en la reunión del VIII Pleno, pretendió que en realidad no se había aclarado. Además, de manera provocadora, preguntó al general Shule sobre el mismo asunto y, después de haber constatado que sus opiniones concordaban, añadió: “pero el Comandante no es de nuestra opinión”.

    Los dirigentes yugoslavos habían influido gravemente en nuestros compañeros de la Dirección Política, levantándolos contra la justa orientación del Partido en el Ejército y, lo que era aún más peligroso, habían hecho vacilar la confianza de esta Dirección en el Comandante en Jefe. A partir de estas posiciones, los compañeros de la Dirección Política serían llevados a cometer graves errores. Más tarde, los camaradas Shule y Pëllumb Dishnica, haciéndose los portavoces de la dirección yugoslava, pidieron con insistencia el alejamiento de los consejeros soviéticos de nuestro ejército.

    Después del VIII Pleno la situación se agravó aún más. Los yugoslavos creyeron que había llegado el momento para cambiar la situación también en el Ejército. Consideraban nuestro ejército, el ejército de un pueblo independiente, como una parte del yugoslavo. Y los camaradas de nuestra Dirección Política actuaban como si nuestro ejército fuese efectivamente un cuerpo de ejército entre los otros que componían el yugoslavo. Vukmanovich Tempo, en ocasión de una visita hecha a nuestra Dirección Política, criticó abiertamente a los dirigentes de nuestro ejército, como si los yugoslavos fuesen sus verdaderos dirigentes.

    Después del VIII Pleno, la popularización de la Unión Soviética pasó a segundo plano. Por el contrario, Yugoslavia, en nuestra propaganda, emergía sobre todo el mundo. Los yugoslavos despreciaban y se burlaban descaradamente de los instructores soviéticos, además hicieron uso de las más infamantes injurias antisoviéticas. Consideraban a los consejeros soviéticos como un obstáculo para su actividad, y lo eran efectivamente. Declaraban abiertamente que “el trabajo en el Ejército no podía progresar si se mantenía a los consejeros soviéticos, que era imposible trabajar con dos clases de consejeros”. Subestimaban a los consejeros soviéticos y hacían lo imposible por ofenderlos con su actitud arrogante y altiva. Se esforzaban en difundir tal espíritu incluso entre nuestros camaradas. Intentaron persuadirnos de que no estábamos en grado de aprovechar la experiencia soviética, que los yugoslavos debían estudiar esa experiencia y, después de una minuciosa elaboración, adaptarla a las condiciones de nuestros países y de nuestros ejércitos. No nos quedaba pues otra cosa que tomar “el arte militar yugoslavo y aplicarlo, ya que se adaptaba mejor a nuestro ejército”. Pero nuestro Comité Central no estaba de acuerdo y estas tentativas fracasaron. Los yugoslavos esperaban impacientemente el alejamiento de los soviéticos pero cuando vieron que ningún consejero soviético partía, dieron inicio a la más infame lucha contra nosotros. La cólera de la camarilla titista y de los delegados yugoslavos en Albania llegó al colmo. Con falsos pretextos rompieron las relaciones que existían entre nuestros dos ejércitos.

    Notas:

    *
    Pravda, M.° 104 (10845), 13 de abril de 1948.


    Última edición por NG el Lun Mayo 06, 2013 3:23 am, editado 1 vez
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    Mensaje por NG Jue Mayo 02, 2013 5:52 am

    LOS ANÁLISIS LLEVADOS A CABO EN EL VIII PLENO DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE ALBANIA Y NUESTROS GRAVES ERRORES

    Los análisis en el VIII Pleno del Comité Central, que podemos considerar el más grave error cometido por nuestro Comité Central en el curso de toda su existencia, se hicieron bajo la directa incitación del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Tales análisis fueron fundados en la falsa, antimarxista y antialbanesa acusación hecha a nuestro Comité Central por la dirección trotskista yugoslava y en la difícil situación que existía en el seno de nuestro Buró Político y de toda la dirección en general. El objetivo de los trotskistas yugoslavos era el de liquidar la sana dirección del Partido, en primer lugar, a su Secretario General, luego a los camaradas Nako Spiru y Mehmet Shehu, como elementos considerados como indeseables por el Comité Central del PCY. Con tal ataque, buscaban ahogar toda resistencia seria a la realización de sus objetivos.
    ¿Cuáles eran los puntos principales sobre los que se fundaba la crítica yugoslava y que dieron lugar a los análisis hechos en el VIII Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania?

    1. - En Albania se había formado un frente antiyugoslavo.

    2. - El proyecto de plan quinquenal, elaborado por la parte albanesa era autárquico y poco realista.

    3. - Albania no debía concluir ningún acuerdo con otros Estados sin el permiso de Yugoslavia.

    4. - La política del gobierno albanés estaba en flagrante oposición con las aspiraciones del pueblo albanés, y a esta política debía achacarse la degradación de las relaciones entre Albania y Yugoslavia.

    5. - Nako Spiru había desempeñado un papel singular en toda esa actividad hostil. En tales posiciones se habían encontrado también otros camaradas.

    6. - El Comité Central del Partido Comunista de Albania debía ver bien si en todo esto no estaba la mano del enemigo.

    Estos principales puntos, en los que estaba fundada la crítica yugoslava, deben ser analizados atentamente, porque resumen todas las miras antimarxistas y antialbanesas de la dirección yugoslava.

    La cuestión del “desprendimiento” de nuestro país de Yugoslavia, como lo comprendemos nosotros, es decir nuestra negativa de colaborar, es una acusación calumniosa e infundada. Ningún acto del Comité Central del Partido ni de miembro alguno del Partido se realizó en este sentido. Nuestro Comité Central planteó siempre de manera justa la cuestión de la colaboración con los yugoslavos, y, por el contrario, son ellos los que encauzaron estas relaciones hacia un falso camino, siguiendo fines antialbaneses y antimarxistas bien determinados. Si hubiéramos querido “desprendemos” de Yugoslavia y seguir un camino erróneo, habríamos rechazado la ayuda yugoslava y nos hubiéramos orientado hacia el Occidente, o nos habríamos adherido al Plan Marshall. Ni nuestro Partido, ni su Comité Central, ni miembro alguno de nuestro Partido jamás actuó en este sentido.

    Entonces, ¿en qué estaba basada la acusación que se nos hacía? Los yugoslavos estaban preocupados por la justa orientación de nuestro Partido, el que para el desarrollo económico del país contaba no sólo con la ayuda de Yugoslavia, sino también con la de la Unión Soviética. Consideraban esta orientación como una ruptura con Yugoslavia. Los yugoslavos estaban perfectamente al corriente de la favorable y entusiasta atmósfera que nuestro Partido había creado hacia la nueva Yugoslavia entre las masas populares albanesas. Pero ellos no consideraban esto suficiente. Pidieron la entera sumisión de Albania a Yugoslavia. Para apoyar sus tesis, se sirvieron como argumento del proyecto de plan quinquenal. Pero este argumento no tenía base de sustentación. Supongamos por un momento que nuestro proyecto de plan quinquenal fuese autárquico, irreal, inflado, etc., etc. ¿A dónde habría conducido a nuestro país tal proyecto de plan? Si este plan irreal desprendía a Albania de Yugoslavia, debía conducirla a otra parte, ligarla con otro país. Pero no existía ningún síntoma de que nuestro Partido buscase un acercamiento con los países occidentales y de hecho nuestro Partido nunca ha tenido esas intenciones. Entonces quedaban solamente nuestros lazos con la Unión Soviética. Pero, ¿cómo se podía entender cosa semejante, cuando eran precisamente la Unión Soviética y Stalin los que nos habían recomendado la naturaleza de las relaciones que debíamos tener con los yugoslavos? Si nuestro gran deseo de tener relaciones económicas con la Unión Soviética hubiese sido exagerado, la Unión Soviética y el camarada Stalin nos lo habrían dicho, como nos aconsejaron en cuanto a las relaciones que debíamos mantener con Yugoslavia. Y nosotros habríamos escuchado y seguido los consejos del camarada Stalin con la mayor resolución. Así pues, para nosotros, mantener relaciones con la Unión Soviética no era un error. Pero incluso si el plan quinquenal hubiese sido, como lo decían los yugoslavos, autárquico y poco realista, esto en modo alguno debía suscitar la duda de que nosotros tuviéramos la intención de intensificar nuestras relaciones con la Unión Soviética en detrimento de Yugoslavia. Únicamente los yugoslavos podían sostener semejante absurdidad y bajeza. Estas no eran más que viles calumnias. Si nuestro proyecto de plan estaba equivocado, hacía falta corregirlo y nada más.

    ¿Por qué este proyecto de plan lo relacionaban con las cuestiones políticas y lo utilizaban para atacar nuestra línea y definirla errónea? Pensamos que un país, si tiene el tiempo y los cuadros necesarios para hacerlo, puede elaborar hasta cinco planes, rasgar cuatro y conservar uno solo, el mejor. En cuanto a nosotros, no se nos dio la posibilidad de estudiar incluso el único plan que hemos preparado, de ver si era bueno o malo y de corregirlo allí donde no estaba bien. Pero no se trataba del plan. Con el pretexto del plan se golpeaba la línea de nuestro Partido, su Comité Central y sus dirigentes y, peor aún, se atacaba a la Unión Soviética, a los consejeros soviéticos y su justa orientación. Y, por qué ir más lejos, los yugoslavos no habían previsto a este fin el menor crédito para nuestro país en su presupuesto de plan quinquenal. Ellos pensaban que si lograban con sus métodos anexar Albania a Yugoslavia, entonces la cuestión del plan quinquenal se arreglaría muy fácilmente; si su proyecto fracasaba, entonces no habría razón alguna para que Yugoslavia se diera la molestia de ayudar a Albania, ya que habría surgido la situación en la que actualmente nos encontramos.

    He explicado más arriba que, para nosotros, él plan no era ni irreal, ni autárquico, y, si contenía algunas exageraciones, éstas eran rectificables, puesto que no eran importantes. La responsabilidad de estas exageraciones se dejaba caer sobre Nako Spiru, como si hubiese quién sabe qué falta. Esto no era justo. Primero, si estas exageraciones existían, no era Nako Spiru el único culpable, sino todo el Comité Central que no las había revisado. Pero incluso si imputamos estas exageraciones a Nako Spiru, ellas no constituían peligrosos errores que pudiesen deformar nuestra línea. Y además, ¿quién pretende trabajar sin cometer errores? Muchos han cometido errores más graves y el Partido los ha corregido, mientras que aquí se trataba de errores sin importancia. Deseo subrayar sin embargo que en lo que concierne al plan quinquenal, nuestra orientación fue la más justa, tanto en los aspectos político y económico, corno en los cultural y social. Según esta orientación general nuestro país, como una república independiente que formaba parte del campo democrático, debía construir el socialismo con la ayuda de la Unión Soviética, de Yugoslavia y de otros países de democracia popular, movilizando todas las fuerzas de su pueblo bajo la dirección de su Partido Comunista. La orientación de nuestro plan combatía todo espíritu de explotación y de colonización imperialistas; tenía como objetivo la construcción de la industria y la electrificación del país; tendía a elevar y a fortalecer a la clase obrera albanesa, a desarrollar y a modernizar nuestra agricultura por el justo camino del socialismo. Los yugoslavos estaban por una orientación totalmente opuesta. Según ellos, Albania no debía desarrollar su propia industria, sino enviar las materias primas de su subsuelo a Yugoslavia para ser elaboradas allí. La agricultura, para ellos, debía desarrollarse de manera que Albania se convirtiera en un gran feudo de Yugoslavia y nuestros cultivadores la abastecieran de todas las materias primas, que luego ella transformaría. Albania recibiría de Yugoslavia todos los productos acabados, incluso el pan. Esto habría constituido una dependencia total, de tipo colonialista e imperialista.

    Fueron los yugoslavos quienes nos sugirieron elaborar un plan quinquenal, para darse así la ocasión de atacarnos, y junto a nosotros a los expertos soviéticos en planificación, que debían ayudarnos a elaborar este proyecto de plan. Al atacar nuestro proyecto de plan los yugoslavos se preocupaban bien poco de que figuraran en él tal vez dos o tres fábricas de más, sus objetivos eran puramente políticos. No tenían ni la menor intención de preparar un plan quinquenal para Albania. Incluso si hubiesen limitado sus acusaciones y sus calumnias a nuestro plan quinquenal, éstas no habrían sido más que insípidas e infundadas. Por eso abultaron esta cuestión con otras injurias y nuevas calumnias.

    Los yugoslavos nos criticaron de haber concluido un acuerdo con otro Estado sin pedir la aprobación del gobierno yugoslavo y nos advirtieron que no debíamos jamás realizar un acto así sin su previo consentimiento. Esto muestra claramente qué consideración tenía Yugoslavia por nuestro país. Por lo demás, no habíamos concluido ningún acuerdo con otros Estados, a excepción de un convenio de crédito con la Unión Soviética. ¿Acaso constituía esto un error de nuestra parte? ¿Es que el crédito concedido por la Unión Soviética causaba perjuicio a nuestro país y a nuestras relaciones con Yugoslavia? Es superfluo responder a estas preguntas. Pero el hecho es que esto no gustó nada a los yugoslavos, que en ello veían un obstáculo para sus planes antimarxistas. Lo que querían era mantener a nuestro país completamente aislado y poder disponer de él como les diera la gana. Nuestro pueblo con justa razón estaba agradecido a la Unión Soviética por la gran ayuda que le proporcionaba. Pero esto no era del agrado de los dirigentes yugoslavos. Ustedes están al corriente del vil comportamiento del embajador yugoslavo en Moscú, que, haciendo uso de hostiles presiones, trató de hacer que nuestro ministro le informara del contenido de los acuerdos económicos que había firmado el camarada Nako Spiru con motivo de su viaje a Moscú. En verdad, el camarada Nako Spiru, lejos de concluir el menor acuerdo, no había encontrado incluso a ninguna personalidad soviética, a excepción de los funcionarios del VOKS [24].

    El reforzamiento de las relaciones de nuestro país con la Unión Soviética preocupaba extraordinariamente a los trotskistas yugoslavos. Después del retorno de nuestra delegación gubernamental de Moscú, Kosmerl [25] declaró oficialmente al camarada Hysni Kapo: “Después del regreso del general Hoxha de Moscú, la política del gobierno albanés hacia Yugoslavia ha cambiado”. Estos eran actos hostiles, antialbaneses y antisoviéticos, que no necesitan mucha explicación para ser comprendidos. Según los dirigentes del PCY, nuestro gobierno, encabezado por el Secretario General del Partido y Primer Ministro de la República Popular de Albania, seguía una política antiyugoslava. Esta misma tesis sostendrían también más tarde en sus acusaciones.

    El Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia y su instrumento, Savo Zlatich, apoyaron su crítica relativa a la creación de un “frente antiyugoslavo en Albania”, lanzando calumnias contra nuestros camaradas que trabajaban en la construcción del ferrocarril. El Comité Central del PCY había planteado esta cuestión también antes, pero nosotros habíamos rechazado sus calumnias. Las consideramos todas completamente infundadas y logramos probárselo. El Partido posee el informe de la Comisión de Control. Posee los informes de las organizaciones del Partido en el ferrocarril, que no sólo confirman la falsedad de las acusaciones yugoslavas, sino que ponen al descubierto un hecho muy importante e indiscutible, esto es, que los yugoslavos eran saboteadores, provocadores, enemigos de nuestro Poder, de nuestra juventud y de nuestro Partido. Los camaradas del Partido y los de la organización de nuestra juventud que trabajaban en la construcción de la vía férrea, mostraron gran abnegación y elevada vigilancia en defensa del trabajo y del sudor de nuestro pueblo y de nuestro Partido, demostraron gran madurez para su edad.

    Al plantear estas cuestiones, los yugoslavos tendían a múltiples objetivos. Se trataba de abatir el ímpetu de la juventud y de sus dirigentes. Querían implicar en particular en estas cuestiones a personas como Nako Spiru e indirectamente al Primer Ministro [26] y desacreditar el Gobierno en esta tan vasta empresa. Pretendían que en el ferrocarril, nosotros y los jóvenes habíamos olvidado una cuestión política importante, la alianza con Yugoslavia. Si ha habido alguien que ha tenido una justa concepción de esta cuestión, hemos sido nosotros y los dirigentes de la juventud en el ferrocarril. Los yugoslavos, por el contrario, hicieron todo lo posible para enemistarse con la juventud, para ahogar su iniciativa, su ímpetu, su entusiasmo y su capacidad. Nadie puede pretender que no puedan producirse pequeños desacuerdos en una acción de tal envergadura. Solamente los yugoslavos no admitían ningún error. Y sin embargo sus sabotajes saltaban a la vista. Jamás los yugoslavos tomaron seriamente su trabajo en nuestro país. Esto con justa razón irritó a nuestros compañeros, pero a pesar de todo no perdieron la paciencia ni el sentido de la proporción. Nuestros compañeros defendieron la alianza con Yugoslavia, y debido a ello hicieron también concesiones que no podemos definir oportunistas, sino inspiradas en buena fe o mejor dicho en demasiada buena fe.

    Solamente con las calumnias tendentes a “probar” que en Albania se había creado un “frente contra Yugoslavia”, los yugoslavos no habrían podido alcanzar plenamente su objetivo. Importante para ellos era atacar a la dirección del Partido y del Gobierno en la persona de Enver Hoxha que era responsable ante el Partido de la correcta aplicación de su línea, de la coordinación del trabajo y del control de los camaradas en él. Y es precisamente esto lo que hicieron los yugoslavos.

    La política del gobierno albanés, como pretendían los yugoslavos, estaba en total oposición con los sentimientos del pueblo. En otros términos querían decir que el Gobierno era antipopular y que ciertas personas eran responsables de ese estado de cosas, sobre todo, se entiende, el Primer Ministro, luego Nako Spiru, Mehmet Shehu y “toda la camarilla” que fue condenada por el VIII Pleno del Comité Central del PCA sobre la base de sus acusaciones. En su última carta, Tito acusaba directamente al Secretario General del Partido. Pero en aquel período habría sido muy difícil para los yugoslavos atacar abiertamente al Secretario del Partido, sin tener base de sustentación alguna. Tenían que atacarlo indirectamente y obtendrían así mejores resultados. Nako Spiru era más vulnerable, no porque hubiera observado una actitud errónea hacia los yugoslavos, sino porque en el Buró Político existían divergencias, cierta hostilidad contra Nako Spiru e indirectamente contra el Comandante. La escisión que existía en nuestro Buró Político y de la cual los yugoslavos tenían no sólo conocimiento, sino que ellos mismos la habían creado y atizaban, hacía posible el éxito de la maniobra yugoslava. Sin embargo esto no fue suficiente para obtener un éxito completo. Debían para ello acusar al camarada Nako Spiru y a otros camaradas, e indirectamente al mismo Comandante, recurriendo a las más infames calumnias y amenazas, como la insinuación de que “el enemigo podía tener mano” en la actividad de nuestro Partido. Esto más o menos quería decir lo que Pandi Kristo había declarado abiertamente en la reunión del Comité Central, a saber que “Nako Spiru era un espía”. Así pues, es fácil comprender qué situación se había creado y contra quién estaba dirigida. Después del suicidio del camarada Nako, Zlatich dijo a nuestros camaradas que había que estar atentos, ya que se habían constatado fenómenos análogos también en el Partido yugoslavo: su secretario general Gorkich había traicionado y había sido convicto de espionaje. ¿A quién se dirigían estas acusaciones? Ciertamente al Secretario General de nuestro Partido. El camarada Mehmet Shehu estaba colocado en el mismo plano. Esta grave situación fue creada por los yugoslavos con fines bien precisos y estaba dirigida contra la línea de nuestro Partido y contra compañeros determinados. Dirigieron pues su ataque contra la justa línea que seguía nuestro Partido y los justos principios que lo inspiraban.

    Los dirigentes yugoslavos, como he señalada más arriba han hecho al Comité Central de nuestro Partido también otra crítica, según la cual dos líneas estaban cristalizándose en nuestro Partido, una de las dos era pues errónea. De esta línea errónea, según decían los yugoslavos, era culpable todo nuestro Comité Central. Rechazamos esta crítica. En el Buró Político teníamos todos una misma posición, por lo menos formalmente, ya que más tarde, como lo he dicho, algunos camaradas estuvieron en desacuerdo con la decisión que allí había sido tomada. El documento que preparé respondiendo a Zlatich, que más tarde sería criticado por ciertos camaradas como una manifestación de desconfianza hacia los yugoslavos y como una actitud errónea, fue muy justo. En dicho documento se valoraba correctamente nuestra situación y nuestras deficiencias así como las de los yugoslavos, puestas en evidencia a través del marxismo-leninismo. Se señaló justamente que los yugoslavos no habían respetado sus compromisos y habían retardado el envío de materiales que condicionaban la realización de nuestro plan, y muchas otras cosas.

    ¿Por qué, después de la primera crítica de los yugoslavos, en nuestro Comité Central y su Buró Político no se enardecieron los ánimos y las diversas cuestiones no se trataron del modo como lo fueron después de la segunda acusación? Debemos analizar esta situación, porque se trata de una importante cuestión. La primera crítica del Comité Central del PCY fue, por decirlo así, un ensayo general. Se trataba de estudiar su efecto y de poner a prueba nuestras fuerzas, y también de ver hasta qué punto sus argumentos, aunque sin fundamento, podrían tener éxito. De hecho, esta crítica no tuvo ninguno. El Buró Político rechazó estas acusaciones porque carecían de base de sustentación. Con las primeras acusaciones no lograron crear la situación que deseaban provocar en nuestro Buró Político, a pesar de que allí no había unidad. Es un hecho que frente a esta acusación, no obstante las vacilaciones de ciertos miembros, se llegó a una decisión unánime. Esto no convenía a los yugoslavos.

    Por eso, en la segunda acusación, los yugoslavos completaron la primera con nuevos elementos, haciendo uso ahora de nombres. De esta manera esperaban causar trastornos en el Buró Político, y esto tuvo lugar efectivamente. Explotaron las divergencias del Buró Político e hicieron de ellas su principal arma, la que los podría llevar al éxito en el ataque a la línea de nuestro Partido. Con esta nueva táctica los yugoslavos decían abiertamente a Koçi Xoxe y a Pandi Kristo: “La lucha de ustedes contra Nako Spiru y el Comandante está bien fundada, el enemigo debe tener mano en esta situación. Nako Spiru desempeña un papel extraño, Enver Hoxha lo apoya en todo, ahora el camino está libre, ¡ataquen!”. El plan de los yugoslavos estaba claro: por un lado lanzar graves acusaciones contra una parte de los camaradas del Buró Político y por el otro alentar a los demás a levantarse contra los primeros. Koçi Xoxe y Pandi Kristo estaban inclinados a meterse en este callejón sin salida hacia donde nos empujaban los yugoslavos. Ellos habían llegado a la conclusión de que “la situación en el seno del Buró Político era tan tensa, que un día acabaríamos por pelearnos” y esperaban “que se nos asestase un duro golpe desde fuera”. El golpe vino, hacía falta pues actuar. Y se actuó en el sentido que deseaban los yugoslavos, en el sentido erróneo, el más erróneo.

    Aquí es necesario distinguir las responsabilidades de cada uno, porque ésta fue precisamente la encrucijada donde chocaron las pasiones, los “partís pris”, los rencores, los errores de cada uno, donde los principales cuadros del Partido fueron atacados con y sin razón, donde fueron acusados de lo que habían hecho y de lo que no habían hecho. Fue atacado y remecido lo más importante, la línea del Partido, resquebrajada la unidad en el seno del Buró Político, se atacó al Secretario General del Partido no sólo por cosas que no había hecho, sino incluso por cosas que no había juzgado tan mal, y así sucesivamente. El hecho es que Koçi Xoxe y Pandi Kristo dieron la tónica a los análisis en el VIII Pleno. Otros camaradas los siguieron y otros, quien más quien menos, fueron influidos por ellos. Koçi Xoxe y Pandi Kristo aparecieron a los ojos de todos los camaradas como los únicos que habían visto correctamente todas las cuestiones planteadas. Pero fueron ellos los que, influidos por la orientación errónea del Comité Central del PC de Yugoslavia, se equivocaron gravemente. Tanto uno como el otro consideraban la cuestión fundamentalmente en el plano personal e incluso en este plano la enfocaban de manera errónea y no objetiva.

    La crítica del Comité Central, del Partido Comunista de Yugoslavia nos inquietó a todos y en primer lugar a mí. Pero la verdad es que cuando Savo Zlatich exponía sus puntos de vista, yo estaba plenamente convencido de que no eran justos. Yo no estaba de acuerdo e incluso intervine durante el discurso de Zlatich diciéndole: “¿Esto que nos dice es la opinión del Comité Central del PCY y es en estos argumentos que se basa el Comité Central del PCY?”. Savo Zlatich me respondió en tono duro: “No solamente es la opinión del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, sino que todo ha sido estudiado y aprobado por el mismo Tito”. Al final de su exposición le pedí que me diera todos estos elementos por escrito, pero su respuesta fue de hecho una negativa.

    Después de la exposición de Zlatich, decidí que también nosotros debíamos reunir nuestros argumentos para responder al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. La apreciación que los yugoslavos hacían de Nako Spiru me pareció extraña y se lo expresé también a Koçi Xoxe: “Esta es una grave acusación”, le dije. Lógicamente ello debió hacerle menos impresión que a mí, porque él tenía de Nako una opinión completamente diferente de la mía. Yo estaba dispuesto desde el inicio a que las cuestiones fuesen debatidas en el Buró Político, después que hubiéramos reunido nuestros argumentos. En apariencia también Koçi Xoxe fue de mi parecer y en este sentido actuamos. Dimos a conocer separadamente a cada uno de los camaradas la crítica de la dirección yugoslava, pusimos al corriente de ella también al camarada Nako, sin comunicarle, no obstante, la grave y directa acusación que le hacían los yugoslavos. Esta última actitud, de nuestra parte, hacia el camarada Nako, no me parece justa. Debíamos haberle dicho todo. He sido siempre de la opinión que las cuestiones internas del Buró Político debían ser resueltas abiertamente. Las divergencias entre Koçi Xoxe y Pandi Kristo, por un lado, y Nako Spiru, por el otro, eran una vieja enfermedad, que se había agravado aún más, (como he dicho anteriormente) tanto que cada una de mis acciones fue considerada por ellos como dictada e influida por Nako. Este modo de juzgar no era correcto.

    Es verdad que en la reunión del Buró Político pusimos en el orden del día, como primer punto, la cuestión de la crítica que nos hacían los yugoslavos, principalmente en el terreno económico. Pero en varios aspectos la reunión del Buró Político, que debía tratar un problema de tal importancia, permitió que se cometieran muchos errores. No se convocó a algunos miembros y miembros suplentes y, además, no se invitó a los camaradas injustamente acusados y que debían ser criticados en el curso de la reunión. La cuestión de Nako no fue planteada como se había pensado y del modo corno se había formulado en el orden del día de la reunión. Juzgamos este procedimiento justo, mientras que consideramos como injustificada y dictada por designios oscuros, la solicitud de Nako, que pedía cierto plazo para responder a tan grave acusación.

    Pero juzguemos aquellos hechos a la luz de la situación actual. Nako había sido acusado por los yugoslavos de tener acuerdos secretos con el enemigo. ¿Les parece poca cosa? Concedimos a Nako Spiru un día para reflexionar y prepararse a responder. Esto no era en absoluto justo, porque se trataba de una cuestión muy seria. Hace seis meses que trabajamos para este análisis y es sólo ahora que logramos exponer estos grandes problemas ante el Partido. Y nosotros no concedimos 5 días a Nako Spiru para reflexionar, prepararse y explicarse. Hasta a un criminal se le deja el tiempo de reflexionar, y tanto más a un camarada como Nako Spiru. Apenas Nako Spiru abrió la boca para pedir un plazo, algunos camaradas del Buró Político, Koçi Xoxe, Pandi Kristo y otros, se levantaron contra él de una manera brutal y hostil. Debimos reconocer en aquel momento nuestro error, el debate no se concentró en las cuestiones económicas, en las que se fundaba aparentemente la crítica yugoslava. Este problema fue olvidado completamente, se dejó de lado y la lucha contra Nako prevaleció. El problema fue desplazado allí donde querían llevarlo los yugoslavos, y Koçi Xoxe con Pandi Kristo estaban preparados para ello. El camarada Nako Spiru, pensando seguramente que en una situación semejante no existía para él ninguna salida, se suicidó. Este fue el más grave error que haya cometido Nako Spiru en toda su vida de revolucionario, pero aquí se ha equivocado y de ello es responsable también el Buró Político. Nako Spiru no razonó como debía hacerlo un comunista resuelto, pese a que la situación fuese extremadamente grave para él. Pues por más grave que sea la situación para un comunista, no tiene jamás que recurrir al suicidio. Debe hacer frente a la situación, aceptar la crítica y, si es culpable, la sanción, no perdiendo jamás la confianza en la justicia del Partido.

    El suicidio de Nako Spiru contribuyó a que se admitiera plenamente la infame acusación del Comité Central del PCY. La atmósfera que se creó después de su suicidio favoreció el curso que tomaron los acontecimientos. Se aceptó la crítica de los yugoslavos sin discusión. Y no se limitó todo a esto, sino que mis justos esfuerzos y puntos de vista así como los de Nako y de otros camarada redundaron en contra de nosotros, fueron explotados para hacer resaltar nuestra falta de confianza en “la justa línea del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia”. Las tesis sobre la revisión del Pleno de Berat, mi respuesta a Savo Zlatich a propósito de su primera crítica, todo esto fue sacado y utilizado para demostrar que yo mismo y Nako Spiru habíamos perdido desde hacía tiempo atrás la confianza en Yugoslavia. La actividad de la Juventud durante la construcción del ferrocarril fue condenada como un acto hostil a los yugoslavos y a la línea de nuestro Partido, y la principal responsabilidad de ello fue atribuida a Nako Spiru. Se rechazó, como si nada valieran, todos los informes de la Comisión de Control y de los camaradas del Partido que habían participado en la construcción de la vía férrea. Los hechos que hoy confirman la rectitud de las opiniones de nuestros camaradas que trabajaron en el ferrocarril, fueron reunidos cuidadosamente para demostrar lo contrario, en el sentido que convenía a los yugoslavos. Nako Spiru fue colocado entre los espías y los traidores del Partido. Su problema fue juzgado definitivamente.

    Se acusó también al camarada Mehmet Shehu “de haber llevado a cabo una política típicamente personal, de haber conducido el Ejército a la ruptura con Yugoslavia y querer desarrollarlo de manera independiente”. Los planes de Mehmet Shehu relativos al Ejército eran considerados como “demasiado inflados al igual que el plan quinquenal de Nako Spiru, Mehmet Shehu se mostraba contrario los yugoslavos, es decir coincidía con Nako”, y, por consiguiente, también él figuraba en la lista de los “enemigos”.

    Pero, ¿cómo podía ser explicada la cuestión de los camaradas soviéticos en esas circunstancias? Ellos no fueron atacados abiertamente. Sin embargo, en todo este asunto no dejaban de estar presentes los móviles antisoviéticos. “Los soviéticos se han equivocado, han sido orientados mal, han sido engañados por Nako y otros”. “Los soviéticos son gente sincera, se decía, han hablado con el corazón en la mano y siempre han actuado así, pero los enemigos como Nako Spiru han aprovechado esta cualidad de los soviéticos para sus fines”. Pero todo esto, intencionalmente o no, constituía un golpe que se asestaba a los soviéticos. Semejantes opiniones prevalecieron en el curso de todo el análisis. Se llegó incluso al punto de presentar los justos puntos de vista prosoviéticos de Nako, de Mehmet y de otros, así como el gran trabajo cumplido en este sentido, desde un ángulo falso y no objetivo.

    Mas, ¿cómo fue planteada la cuestión del Secretario General del Partido? Se sabe bien en qué mala e injusta posición fue puesto. El Secretario General fue duramente atacado en primer lugar por Koçi Xoxe y Pandi Kristo. Naturalmente, no fue acusado como Nako Spiru y los otros lo habían sido, sino que aparecía como el principal culpable, porque todos los que habían sido condenados, habían actuado bajo su protección, usando con o sin razón de su autoridad. En cuanto a la escisión que existía en el Buró Político, del análisis resultó que el principal culpable era Nako Spiru, pero el Comandante, “influido por él”, era también culpable de la creación de tal situación. Este era el objetivo que los yugoslavos se habían propuesto alcanzar y que alcanzaron efectivamente.

    Koçi Xoxe y Pandi Kristo se deslizaron de error en error. Koçi Xoxe planteó la cuestión de la existencia de un grupo peligroso, que tenía todas las características de una fracción, en la dirección del Partido. Los análisis en el VIII Pleno crearon la impresión entre todos los camaradas de que Koçi Xoxe y Pandi Kristo eran los que habían salvado al Partido de esta peligrosa fracción, que habían visto “de manera correcta” todos estos hechos antes que los otros, mientras que los demás, con el Comandante a la cabeza, habían cometido graves errores. Después del VIII Pleno fue formulada la resolución que resumía sus trabajos, y las cuestiones fueron planteadas ante la militancia del Partido, casi en la misma forma como se había hecho en el Comité Central del Partido, con un pequeño cambio: no se mencionó el nombre del Secretario General. Como quiera que fuese se consiguió el efecto que pretendían los yugoslavos. Para los trotskistas yugoslavos ésta era la solución más satisfactoria, mientras que para nuestro Partido fue la más falsa y la más peligrosa. Por eso hace falta corregir inmediatamente estos graves errores, plantear correctamente las cuestiones con la auténtica justicia que caracteriza a nuestro Partido. Ningún temor o timidez deben impedirnos hacer una sana autocrítica bolchevique. Tenemos que aprender de estos errores, el Partido también tiene mucho que aprender de los errores de su dirección, y esto le servirá de lección para el futuro.

    ¿Cuáles son pues las conclusiones que debemos sacar de esta revisión de los viejos análisis del VIII Pleno y de su Resolución?

    Los análisis del VIII Pleno, provocado por los yugoslavos con objetivos hostiles, antipartido, antialbaneses, antimarxistas y antisoviéticos, no podían ser análisis justos, marxista-leninistas. Eran erróneos y la Resolución que aprobó no podía ser sino errónea también. Los análisis del VIII Pleno y la Resolución adoptada al término de estos análisis, arrastraban a nuestro Partido hacia posiciones antimarxistas y hacia el camino de la solidaridad con el grupo trotskista de Tito. El trabajo realizado en ese pleno y las decisiones que fueron tomadas, causaron perjuicio a nuestro Partido, porque atacaron su correcta línea, la unidad de nuestra dirección, atacaron duramente, condenaron y desacreditaron a algunos camaradas dirigentes por errores que no habían cometido, arremetieron sin ninguna base contra el Secretario General del Partido, remecieron su posición ante los ojos de los miembros del Comité Central y del Partido. Semejante cosa ha perjudicado gravemente la unidad de la dirección y su autoridad.

    Los análisis y la Resolución del VIII Pleno atacaron el centralismo democrático, la democracia interna del Partido, ahogaron la crítica y la autocrítica, introdujeron métodos militares en la dirección, violaron los principios organizativos del Partido, reforzaron el control de los órganos de Seguridad del Estado sobre el Partido, empujando a nuestro Estado por el camino de un Estado policial.

    Los análisis y la Resolución del VIII Pleno crearon en el seno del Partido una psicosis no marxista con respecto a los intelectuales comunistas, considerados sospechosos, lo que llevaba al Partido hacia el camino del sectarismo en lo que concierne a la política de cuadros.

    Los análisis y la Resolución del VIII Pleno constituían una victoria para los trotskistas yugoslavos por haber llevado a nuestro Comité Central a posiciones erróneas y a aceptar formas de organización económicas que tendían a liquidar nuestro gobierno, a materializar la colonización de nuestro país por los trotskistas yugoslavos.

    La línea seguida por nuestro Partido era correcta, su orientación justa. En ningún caso se cometieron errores en relación a nuestros lazos de amistad y a nuestra alianza con Yugoslavia. Consideramos nuestras relaciones económicas con Yugoslavia de una manera muy correcta y nos mostramos incluso muy confiados, demasiado confiados. Nuestras críticas sobre la actividad de los yugoslavos en nuestro país eran justas y oportunas. Me refiero aquí a las acusaciones que nos hicieron, y subrayo que un error cometido por algún joven en el centro de construcción del ferrocarril no prueba en nada que nuestro Comité Central hubiera seguido una línea errónea.

    Todas las acusaciones de los yugoslavos se desmoronan y, como acabamos de decir, no son más que calumnias inventadas con determinados fines. Las acusaciones dirigidas a los camaradas Nako Spiru, Mehmet Shehu y a otros, so pretexto de que habían causado perjuicio a la línea del Partido en lo que a Yugoslavia se refiere, caen todas. En este sentido estos camaradas no han cometido errores de línea, al contrario se han mantenido en una justa línea y han luchado por su fortalecimiento.

    La cuestión del camarada Nako Spiru. — El camarada Nako Spiru no ha sido ni espía, ni traidor al Partido. Esta acusación no se ha comprobado jamás. El montaje contra él fue una infame calumnia de los yugoslavos. El camarada Nako tuvo sus aspectos positivos y negativos, como revolucionario, como miembro del Partido y como dirigente del mismo. Nako luchó por el Partido y por el pueblo desde la creación del Partido hasta el día en que se suicidó, jamás tuvo en el transcurso de esta lucha un momento de vacilación. Pero en su trabajo hubo también errores que deben ser bien definidos. Nako Spiru era un camarada afectado por una ambición malsana, y sin duda tal defecto, en un dirigente, ocasionó un grave perjuicio a su trabajo. ¿Podía corregirse Nako de ese peligroso defecto? Creemos que sí. Nuestro Partido es capaz de derribar montañas, tanto más podrá corregir a los hombres que tienen defectos y que cometen errores. Pero ¿se hicieron todas las tentativas necesarias para ayudar al camarada Nako a enmendar ese defecto que influiría en sus errores? Pensamos que no y que, por el contrario, las circunstancias creadas estimularon su defecto. Nako desplegó su actividad en circunstancias malsanas, y al apreciar sus defectos y sus errores debemos tenerlas en cuenta. La malsana ambición de Nako fue fomentada por los yugoslavos para sus propios fines, fue alimentada por el Pleno de Berat y por el trabajo posterior a ese Pleno, fue fomentada por la gran confianza que este camarada tenía en sus capacidades. En este sentido se equivocó, pero otros como él se han equivocado también.

    El Secretario General del Partido no permitió jamás que Nako satisficiera su ambición en detrimento del Partido y de los camaradas. A propósito de los cuadros, él tenía su opinión y dejaba entender que esta cuestión no podía resolverse de la manera como la manejaba Koçi Xoxe. Combatí sus puntos de vista erróneos y le dije: “No permitiré jamás que se repita lo que pasó en Berat. La cuestión de los cuadros ha de ser resuelta de manera marxista y mediante una crítica y una autocrítica sanas”. Pero me parece que los otros camaradas del Buró Político no fueron lo suficientemente objetivos con respecto a Nako. Nako Spiru no estaba satisfecho con el cargo que desempeñaba. Los camaradas, que se habían dado cuenta de esta tendencia, en particular en el Pleno de Berat y posteriormente, criticaron su malsana ambición. Más tarde, algunos camaradas lo acusaron de haberse acercado a mí con el fin de remplazar a Koçi Xoxe. Tal vez haya tenido esa intención, pero jamás le alenté en ese sentido, por el contrario, he combatido toda tendencia de su parte a despreciar a los otros camaradas. Tengo la impresión de que los otros camaradas no han actuado con suficiente objetividad en este sentido.

    Nako era un camarada bastante pesimista e irritable, dos defectos peligrosos para un dirigente. Pero lo peor es que Nako Spiru se mostraba pesimista sobre todo a propósito del trabajo de los otros. Agravaba los errores de los camaradas. Como lo hemos dicho, tenía gran confianza en sí y en su trabajo, en su capacidad, lo que a menudo lo llevaba a subestimar a los demás.

    Trataba a todo precio de hacer resaltar su capacidad y su trabajo personal. No obstante su capacidad y sus cualidades innegables, porque tenía cualidades, su actitud era malsana. Y todo esto estaba relacionado con su ambición.

    Nako Spiru cometía un grave error en la manera de cómo consideraba la cuestión de la organización juvenil. Nako Spiru ha trabajado para reforzar la organización de la juventud, pero, desde el comienzo, ha tenido la tendencia a llevar a cabo el trabajo entre la juventud en una forma un poco independiente del Partido. Ya durante la Lucha me he levantado más de una vez contra esta tendencia. Sin embargo, después del Pleno de Berat reforzó esta propensión, legándosela a Liri Belishova y a algunos camaradas que estaban a la cabeza de la Juventud. Nako Spiru, incluso después que se le asignó otra función, continuó considerando la Juventud como un sector de actividad que le pertenecía. Todos los dirigentes deben interesarse por la Juventud, nadie lo niega, pero Nako no seguía en este terreno una línea justa. Sabemos lo que representa la Juventud para nuestro Partido. Pero Nako Spiru no consideraba esta cuestión desde las posiciones del Partido, sino desde una posición personal. A menudo llegaba hasta a oponer los cuadros de la Juventud a los del Partido y a hacer comparaciones poco juiciosas entre la organización de la juventud y el Partido. Tampoco consideraba correctamente, desde las posiciones del Partido, la cuestión de los cuadros de la Juventud. Nako consideraba la Juventud como su ejército, en el sentido de que allí tenía sólidas posiciones y que podía hablar desde esta plataforma. Esta era una concepción errónea de Nako Spiru.

    Con todo, mantenerse en las viejas posiciones y afirmar que Nako Spiru estaba en contra de la clase obrera, sería un error. El camarada Nako no estaba contra la clase obrera, sino que tenía opiniones erróneas en su orientación sobre la cuestión de los cuadros. Nako manifestaba su preferencia por los intelectuales, por las personas cultas, que apoyaba más que a los otros. Pero no apoyó a los intelectuales saboteadores, como los yugoslavos le acusaron, y como se creó la opinión cuando los análisis del VIII Pleno. Eso no era justo. Es posible que en algún caso Nako Spiru haya subestimado a los camaradas obreros y se pueden sacar conclusiones de tal actitud, pero en la época de los análisis del VIII Pleno del Comité Central se dijeron muchas cosas recogidas aquí y allá y se llegó a la conclusión errónea de que Nako Spiru era enemigo de la clase obrera. Quien es enemigo de la clase obrera es enemigo de nuestro Partido, de nuestro pueblo, del marxismo-leninismo.

    Nuestro Buró Político se ha reunido varias veces para examinar la cuestión de los cuadros. Se ha discutido ampliamente sobre los camaradas, se les ha criticado, pero a nadie le ha pasado jamás por la mente acusar a Nako Spiru de estar en contra de la clase obrera, y jamás ha sido criticado duramente, como debiera haber sido en caso de una desviación de este género. Ciertamente, en las reuniones del Buró Político, Nako Spiru y Koçi Xoxe no ocultaban su animosidad recíproca. Pero la conclusión de que Nako Spiru estaba en contra de la clase obrera fue formulada solamente con motivo de los análisis hechos en el VIII Pleno. Y esta conclusión no era justa.

    Después del Pleno de Berat, Nako Spiru cometió errores en el seno de la dirección, y esto ha causado perjuicio a la unidad del Buró Político. Pero debemos considerar también esta actividad errónea y nociva de Nako Spiru en el marco de las situaciones malsanas y de otros errores que se han manifestado en el seno de nuestro Partido después del Heno de Berat.

    Debemos tener en cuenta también los errores de otros camaradas, su disposición de ánimo, hay que tener presente las intrigas y el trabajo hostil de los yugoslavos. Si se desprenden los errores de Nako Spiru de estos elementos, lo condenaremos injustamente.

    El camarada Nako Spiru amaba a la Unión Soviética y tenía una gran confianza en ella. Algunos camaradas pretenden que él habría dicho: “En la Unión Soviética he visto a gente descalza”, o “en un koljoz nos han emborrachado para que no viéramos nada”. Es posible, y si lo ha dicho no ha hecho bien, pero esto no prueba que él haya sido antisoviético. Hay otras cosas más importantes que demuestran que Nako Spiru era amigo de la Unión Soviética.

    Nako manifestaba una excesiva y perjudicial animosidad con respecto a Koçi Xoxe y a su trabajo. Se puede decir la misma cosa de Koçi Xoxe y Pandi Kristo con respecto a Nako Spiru. Ambas partes se equivocaban. Nadie quería ceder y esto perjudicaba al Partido. Las cuestiones debían ser esclarecidas correctamente mediante una crítica y una autocrítica bolcheviques y sanas por ambas partes. Pero esto no fue hecho. Koçi Xoxe y Pandi Kristo me han atribuido una gran parte de la responsabilidad también por este estado de cosas. Pero, ¿qué los lleva a pensar que me he dejado influir por Nako y en qué consisten mis graves errores? Esta cuestión merece un breve esclarecimiento.

    Mis puntos de vista sobre la cuestión de los cuadros no han sido erróneos y jamás me he dejado influir por los errores de Nako. Tampoco mis opiniones sobre la cuestión de la Juventud han sido erradas y no me he dejado nunca influir por los errores de Nako en este sentido. Jamás he permitido que se manifestara la ambición de Nako, ni aprobado su trabajo personal, su arrogancia y sus debilidades como tampoco las de los otros camaradas y, por el contrario, he criticado estas tendencias desde que aparecían. Apreciaba a Nako y lo ayudaba en su trabajo, así como ayudaba también a los otros. Nako venía a menudo a mi encuentro y esto no me molestaba en absoluto, al contrario, me tenía al corriente de las diversas cuestiones, me consultaba y escuchaba mis consejos. La única cosa que me incomodaba en él era su pesimismo y su manera de considerar la cuestión de los cuadros. A este propósito yo tenía mis puntos de vista y creo que no eran erróneos. Nako no aceptaba plenamente mi punto de vista acerca de las propuestas para la solución de la cuestión de los cuadros y la eliminación de los errores que había en este sentido. De su parte había opiniones preconcebidas, pero yo no me he dejado jamás influir ni he cometido graves errores, aunque desde luego no han faltado los pequeños.

    Koçi Xoxe es el principal responsable de los errores de organización verificados en nuestro Partido. De la manera como obraba, con sus sospechas, con los rencores que existían entre los camaradas del Buró, con la subestimación del papel del Secretario General del Partido, las importantes cuestiones organizativas escapaban del control del Buró Político y del Comité Central, y éstos no podían ayudar a su solución. Los pocos informes presentados por Koçi Xoxe eran puramente formales y tenían un carácter de simple información. La monopolización del trabajo por el secretario de organización y la supresión de la verdadera función del Secretario General, constituían una enorme pérdida para el Partido y un grave error de parte de Koçi Xoxe. En el seno del Partido se creó la errónea y peligrosa idea, según la cual el Partido tenía dos dirigentes: Enver Hoxha y Koçi Xoxe; el primero dirigía el Estado y el segundo, el Partido. Esta es una concepción errónea, totalmente extraña a la estructura de nuestro Partido. Estas concepciones engendrarían más tarde muchos errores, como el no rendir cuentas, lo que significaba la violación del centralismo democrático, de la democracia interna del Partido, la violación y sofocación de la crítica y de la autocrítica. De ello se derivó también la violación del principio de la dirección colectiva, que se establece únicamente sobre la base de la crítica y de la autocrítica, así como de la lucha de las contradicciones. Stalin nos enseña:

    “Pensar que es posible sustraerse a estas contradicciones, significa engañarse a sí mismo Engels tenía razón cuando decía que las contradicciones en el seno del Partido no pueden ocultarse por largo tiempo, que estas contradicciones se resuelven a través de la lucha”.*

    Stalin continúa:

    “Las contradicciones en el seno de los partidos proletarios tienen su origen en dos circunstancias. En primer lugar en la presión de la burguesía y de la ideología burguesa. En segundo lugar, en la composición heterogénea de la clase obrera”.**

    Koçi Xoxe no tenía pues en cuenta este gran principio y se equivocaba en este sentido. Interpretaba las contradicciones y los choques en el seno de la dirección en un plano personal como críticas en contra de su persona y de su trabajo, y hay que decir a este propósito que él se consideraba infalible. Aquí también Koçi Xoxe poseía una fuerte dosis de vanidad y presunción.

    Juzgando la cuestión de esta manera, podemos preguntarnos si el camarada Nako Spiru ha merecido la condena que le hemos dado. Se condenó a sí mismo con el suicidio y esto ha perjudicado a nuestro Partido. Sin la odiosa injerencia antimarxista y antialbanesa del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, y si nuestro trabajo se hubiese sometido a una crítica y autocrítica serias y bolcheviques, nos hubiéramos visto curados de los males que nos afligían y Nako Spiru estaría todavía entre nosotros. Hoy, al considerar y analizar la cuestión claramente y sin ideas preconcebidas, debemos considerar a Nako Spiru como una víctima de las infames intrigas tramadas por el Comité Central del PC de Yugoslavia en detrimento de nuestro Partido, debemos considerarlo como una víctima que, abatida por los hostiles manejos de la camarilla trotskista de Tito, no encontró otra salida que el suicidio. Y me parece que esto es un juicio correcto sobre el camarada Nako Spiru.

    La cuestión del camarada Mehmet Shehu. — Me parece más simple que la de Nako Spiru. Era acusado de concepciones erróneas sobre la cuestión militar, de haber elaborado planes inflados, de estar desprendido de Yugoslavia, y de ello se deducía que Mehmet Shehu estaba ligado a Nako para atacar y deformar la línea del Partido, y así sucesivamente. Todo esto no tiene base de sustentación. Estas acusaciones no son más que la aceptación en bloque de las tesis antimarxistas yugoslavas, dirigidas contra nuestro ejército, contra el ejército soviético y los consejeros soviéticos en Albania. Tendían a atacar la justa orientación del Comité Central del Partido Comunista de Albania sobre cuestiones militares y a unificar nuestro ejército y el yugoslavo. Mehmet Shehu no daba ninguna garantía a los yugoslavos de la aplicación de su línea y hacía mucho tiempo que ellos habían preparado el terreno para atacarlo. La cuestión de sus desacuerdos con la Dirección Política, entre otras cosas, es una consecuencia de la política hostil de los yugoslavos. No se puede excluir ciertas deficiencias que se habían manifestado, pero lo más peligroso era que la Dirección Política con Kristo Themelko y Pëllumb Dishnica a la cabeza se encontraba bajo la directa influencia de los yugoslavos.

    No se excluye la posibilidad de que también algunos camaradas del Estado Mayor se hubieran dejado influir por los puntos de vista de la Dirección Política tanto en su trabajo como en su actitud hacia Mehmet Shehu. Se le acusó de no colaborar con el Estado Mayor, de monopolizar el trabajo y de otras cosas. Es posible que hubiera habido alguna manifestación de este género, pero no con la gravedad y en el espíritu como fue denunciada en los análisis del VIII Pleno. El camarada Mehmet Shehu no merecía ni las acusaciones, ni la sanción de que fue objeto. Ellas nos eran justas. Mehmet Shehu es un camarada que pide cuentas y los que se dedicaban a urdir intrigas, han considerado esta cualidad como una tendencia a monopolizar el trabajo. Mehmet Shehu es un camarada que ha combatido. Decimos esto porque durante los análisis del VIII Pleno intentaron empañar hasta este aspecto muy positivo de su actividad. Tiene capacidades militares y ha dado una valiosa contribución a la Lucha de Liberación Nacional así como a la organización y a la modernización de nuestro ejército. El camarada Mehmet Shehu ha defendido tanto la línea general del Partido, como nuestra justa línea en el Ejército, con la perseverancia de un miembro del Comité Central, digno de este título. Deseo que se conozcan bien los lados positivos del camarada Mehmet Shehu y que se valore correctamente sus deficiencias en el trabajo, sin desprenderlas de las circunstancias y de los errores de los otros camaradas. Esta es la justa línea que se debe seguir al examinar su caso. Toda otra manera de actuar no es objetiva y conduce a conclusiones erróneas.

    La cuestión de los otros camaradas menos importantes, que fueron objeto de ataques durante los análisis del VIII Pleno, también debe ser considerada desde este ángulo, partiendo de estas justas concepciones. Hace falta rectificar las medidas tomadas contra ellos, rehabilitar a estos camaradas y designarlos a funciones apropiadas.

    Notas:

    [24]
    24VOKS — (Viesoiuznoie Obsiestvo Kulturnoi Sviatsi Tsa- graniciei) — Sociedad de Relaciones Culturales de la URSS con el Exterior.

    [25] Consejero de la legación yugoslava en Tirana.

    [26] Además de la función do Secretario General del Partido, el camarada Enver Hoxha desempeñaba el cargo de Primer
    Ministro del Gobierno de la RPA.

    * J. V. Stalin, Obras, t. IX, pág. 12, ed. albanesa.

    ** Idem. págs. 9, 10.


    Última edición por NG el Lun Mayo 06, 2013 4:23 am, editado 1 vez
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    Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948) Empty Re: Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948)

    Mensaje por NG Jue Mayo 02, 2013 6:12 am

    LA CUESTIÓN DE LA “FRACCIÓN A LA CABEZA DEL PARTIDO”

    No ha habido fracción a la cabeza del Partido. Esta definición, por lo demás inexacta, ha sido dada por Koçi Xoxe. El análisis que estamos haciendo refuta esta errónea tesis. La práctica de las cosas no justifica en nada tal definición teórica de los fenómenos que tratamos. La fracción es el resultado de una acción organizada, con determinados fines políticos y organizativos antipartido, contra la línea política y organizativa establecida por el Congreso del Partido y su Comité Central. Una fracción organizada en el Partido significa la organización en su seno de una lucha ideológica, apuntalada por determinados actos, contra los principios marxista-leninistas, que constituyen los fundamentos de nuestro Partido y que lo guían. Esta organización y estos objetivos no han existido.

    Es exacto afirmar que Nako Spiru cometió errores en su trabajo, pero estos errores habrían podido degenerar en actividad antipartido y fraccionalista si los hubiéramos dejado crecer. Esto puede suceder cuando el Partido no ve, encubre y no corrige los errores cometidos por quienquiera que sea. Si consideramos estos errores como una fracción en la dirección del Partido, entonces, ¿cómo llamaremos a los graves errores cometidos en los análisis del VIII Pleno, que podían conducir a la más peligrosa fracción que haya conocido el Partido y que lo llevarían a él y a nuestro pueblo al abismo, como hacen Tito, Gilas, Kardelj, Rancovich y otros con Yugoslavia? En los análisis del VIII Pleno del Comité Central hubo errores de principio, se golpeó la unidad del Partido, se atacó la línea y las justas orientaciones del Partido, se arremetió contra la unidad del campo socialista, contra la Unión Soviética.

    Y estos ataques estaban muy bien organizados e incluso eran directamente orientados por la camarilla trotskista de Belgrado. El Partido está en la obligación de proceder a un examen comparativo de estas dos situaciones y el Comité Central lo hará. Este examen es de gran importancia, como muy grande es la responsabilidad que incumbe a los que prepararon el VIII Pleno.

    Si comprendemos correctamente estas situaciones, si tomamos profunda conciencia de nuestros errores, estamos convencidos de que nuestro Partido se fortalecerá considerablemente y conjurará los eventuales peligros que podrían amenazarlo. Si no comprendemos correctamente todo esto, entonces el Partido sufrirá por esta causa y se expondrá a riesgos. Estas importantes cuestiones del Partido deben ser consideradas desde posiciones partidarias y no desde posiciones personales. El prestigio de una persona, quienquiera que sea, desde el Secretario General hasta el más simple comunista, no puede prevalecer de ningún modo sobre el prestigio del Partido. Si no tenemos el coraje de plantear correctamente las cuestiones, si no poseemos el valor de presentarnos con la frente erguida ante el Partido por los errores que hemos cometido y de explicar abierta y no superficialmente estos deplorables errores, ocasionaremos un grave perjuicio a nuestro Partido.

    Por medio de la Resolución del VIII Pleno se han dicho al Partido muchas cosas inexactas, se ha hablado de la existencia de desviaciones, de una fracción en la dirección del Partido, se ha dicho que Nako Spiru era un espía, etc. Koçi Xoxe, en el discurso pronunciado en el pasado diciembre con motivo de la inauguración de la Escuela del Partido, aludiendo a nuestras relaciones con Yugoslavia, entre otras cosas dijo: “Estas relaciones que constituyen el principal fundamento de la edificación y de la garantía de nuestra existencia, que han nacido y se han consolidado en la lucha común y que hoy, más que nunca, los intereses de nuestro pueblo exigen que se hagan más estrechas y más sólidas, ellos (aquí se hace alusión a los camaradas que debían ser condenados por el análisis, como Nako Spiru y otros) tratan de presentarlas en otra forma, en la forma oscura de las relaciones imperialistas. Negar estas justas relaciones y colocarlas en el mismo plano que las relaciones imperialistas o suscitar dudas y desconfianza hacia ellas, significa estar completamente desorientado, desprendido de la línea del Partido y del marxismo-leninismo, o bien hacerlo con oscuros designios hostiles”. Ahora debemos reconocer cuán erróneos eran estos puntos de vista de Koçi Xoxe y a qué difícil encrucijada llevaban a nuestro Partido. El discurso de Koçi Xoxe preparó el terreno para una línea errónea antialbanesa, antimarxista. El presentaba la situación falseando la realidad y esto con el fin de preparar el terreno para el VIII Pleno.

    En el mismo discurso Koçi Xoxe, invocando ante el Partido el peligro que le hacían correr personas como Nako Spiru, dijo: “Esta gente minimiza el papel que desempeña la Yugoslavia Federativa en los Balcanes y en la política internacional”. Tal punto de vista conducía a orientaciones muy erróneas y peligrosas, antimarxistas y antisoviéticas. Debemos reconocer que la gran confianza que teníamos en Yugoslavia nos ha llevado a cometer estos errores. Esta es la verdad y, ahora, a la luz de este nuevo análisis, aparece toda la gravedad de nuestros errores. Los yugoslavos tenían fuertes tendencias al chovinismo y ambiciones desmesuradas. Hubieran querido que todos los países de democracia popular de los Balcanes, así como los otros países de democracia popular convergieran hacia Yugoslavia, de manera que ella se convirtiera en “el epicentro y la cabeza” del campo socialista. Esto significaba golpear a la Unión Soviética y quitarle la gloria de ser el primer país socialista.

    El objetivo de nuestro análisis no es el de decir al Partido que Nako Spiru o algún otro no se han equivocado, o bien que se han equivocado sólo en pequeñas cuestiones, lo que también tiene su importancia. Lo que más importa a nuestro Partido es sacar del análisis de nuestro trabajo conclusiones justas, que darán al Partido un arma para combatir en el futuro los fenómenos perniciosos.

    El Partido no olvida un solo instante el papel dirigente de la Unión Soviética en el campo socialista. Todos los trotskistas yugoslavos y otros desviacionistas nacionalistas de derecha han intentado no sólo empañar esta realidad, sino también atacar y combatir a la Unión Soviética. Los objetivos de estos enemigos del socialismo coincidían con los del imperialismo. Ellos han tratado de implantar en sus partidos las concepciones oportunistas, revisionistas, de liquidar los partidos comunistas de sus países y de hacer degenerar los países de democracia popular en países de democracia burguesa. Esto significa crear un terreno favorable al capitalismo en los países donde ha sido instaurada la democracia popular, crear bloques hostiles al socialismo en el interior del campo democrático antiimperialista. Así pues, nuestro Partido debe manifestar una gran vigilancia en este sentido, para defender el marxismo-leninismo, auténtica ideología de nuestro Partido, y combatir implacablemente los puntos de vista burgueses y pequeñoburgueses en el Partido, defender resueltamente la Unión Soviética y el campo socialista.

    Ahora debemos volver atrás y decir al Partido la verdad, tomar plenamente conciencia, al cabo de estos análisis, de los errores que han sido cometidos, sin lo cual no podremos convencer a nadie en nuestras filas. Una actitud contraria sería causa de graves peligros. Nos mantendríamos en las viejas posiciones erróneas, cubriríamos con un fino velo los errores, el Partido quedaría desorientado y así se prepararía el terreno para nuevos peligros futuros. La lucha del Partido no puede terminar aquí. Para combatir al enemigo eficazmente hace falta odiarlo, y es indispensable conocer los errores para poder combatirlos y corregirlos como se debe. Tenemos que ser vigilantes con relación a los errores de los otros, pero al mismo tiempo debemos vigilar nuestros actos, controlar nuestros errores y corregirlos. Los errores en la dirección son los más peligrosos, porque en el ejemplo de la dirección se educa el Partido y a través de la obra de este último se engrandece la dirección. El Partido y la dirección son un todo indivisible.

    La cuestión de la lucha de clases. — Nuestro Partido no se ha dejado influir por la gran desviación del Partido Yugoslavo en lo que concierne a la lucha de clases. No nos hemos equivocado en este sentido, pero las cartas del Partido Bolchevique, dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia constituyen para nosotros una gran enseñanza, son una potente arma para nuestro Partido a fin de que pueda defenderse de estos peligros. En la carta del Partido Bolchevique, dirigida a Tito y compañía se dice:

    “En el Partido Comunista de Yugoslavia el espíritu de la política de la lucha de clases está ausente. El aumento del número de los elementos capitalistas tanto en el campo como en la ciudad prosigue rápidamente, y la dirección del Partido no toma medidas para limitar a estos elementos. El Partido Comunista de Yugoslavia se adormece con la podrida teoría oportunista de la integración pacífica de los elementos capitalistas en el socialismo, tomada prestado de Bernstein, Folmar, Bujarin”*.

    Nuestro Partido no ha cedido en este terreno, por el contrario ha intensificado día a día la lucha de clases en el campo y en la ciudad, ha golpeado implacablemente a los kulaks, a los beys latifundistas, a los grandes comerciantes, a los especuladores, a los usureros etc., no les ha permitido reanimarse ni en la ciudad ni en el campo, y los ha desarmado. Sin embargo existe siempre el peligro de su resurrección si el Partido relaja la lucha de clases, ya que, como nos enseñan las cartas del Partido Bolchevique, no debemos pensar que el peligro del resurgimiento de los elementos capitalistas ha desaparecido. Lenin ha dicho en 1920:

    “Mientras vivamos en un país de pequeños campesinos, habrá en Rusia una base económica más sólida para el capitalismo que para el comunismo”.* “Porque la pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, a cada hora, de modo espontáneo y en masa”.**

    Nuestro Partido no debe dejarse embriagar ni un solo momento por los éxitos obtenidos, por las profundas reformas sociales que ha realizado en nuestro país, por los buenos resultados que ha obtenido en este sentido, ni descuidar la lucha de clases, ni debilitarla. Nuestro Partido debe tener siempre presente lo que nos enseña la carta del Partido Bolchevique, dirigida al Comité Central del PCY, en la que se dice:

    “Nadie niega la profundidad ni el carácter radical de las transformaciones sociales operadas en la URSS como resultado de la Revolución Socialista de Octubre. Pero de este hecho el PC (b) de la URSS no ha sacado jamás la conclusión de que se debe debilitar la lucha de clases en nuestro país o que no existe el peligro del resurgimiento de los elementos capitalistas. Es sabido que por un período de 15 años después de la Revolución* de Octubre, el Partido jamás ha suprimido de su programa las medidas tendentes a limitar en primer lugar a los elementos capitalistas en el campo, luego, a liquidar a los kulaks como última clase capitalista. La subestimación de esta experiencia del PC (b) de la URSS en lo que respecta a las fundamentales premisas para la edificación del socialismo en Yugoslavia sería un error preñado de peligros políticos, y es inadmisible para los marxistas, porque no se puede construir el socialismo solamente en la ciudad, únicamente en la industria, hay que construirlo también en el campo, en la agricultura”.

    ¡Qué grandes peligros pueden amenazarnos, comunistas albaneses, si no tenemos en cuenta constantemente estos grandes principios del leninismo! No olvidemos que en efecto Albania es un país agrícola donde predomina todavía la pequeña propiedad privada, que los campesinos son bastante atrasados y que subsisten en ellos la vieja mentalidad, la ignorancia, el fanatismo, etc. Debemos guardarnos de la errónea opinión según la cual, dado que hemos reducido a los kulaks al nivel de los campesinos pobres o medios en cuanto a la posesión de la tierra y a la situación económica, los hemos liquidado como kulaks, como última clase capitalista. Se olvidaría así hacer la diferenciación de clases en el campo. Se consideraría al campesinado como un todo indivisible y el Partido dejaría de movilizarse para superar las dificultades que provienen del crecimiento de los elementos explotadores en el campo. En nuestras aldeas vemos que los kulaks despliegan una intensa actividad, tratan de sabotearnos en todos los problemas de la economía agrícola, así como en nuestras cuestiones políticas. Los kulaks se esfuerzan en sembrar el descontento en el campo, en infiltrarse en los órganos del Poder para poder dirigir los asuntos a su gusto y saboteamos, y en introducirse también en las organizaciones de masas en el campo e incluso en las cooperativas agrícolas de trabajo.

    En lo que a las cooperativas agrícolas se refiere, debemos proceder a su revisión general, ya que su estructura y su organización tienen errores de principio que deforman su verdadera significación y el objetivo que se proponen las cooperativas en general y las cooperativas agrícolas de trabajo en particular. Los yugoslavos se han esforzado, con leyes y reglamentos de todo tipo que nos han impuesto, por desorientarnos en lo que concierne al problema rural. Es cierto que la situación económica de nuestro campesino se ha mejorado considerablemente. Sin embargo, si por una parte hemos realizado la Reforma Agraria, inmortal obra de nuestro Partido, y hemos expropiado a los kulaks de las grandes parcelas de tierra, por la otra, hemos permitido que los kulaks y una parte de los campesinos medios con mentalidad de pequeño capitalista se enriquezcan, exonerándolos de toda obligación hacia el Estado, de toda contribución a la edificación de la economía común del pueblo. En nuestra ley sobre la imposición de las explotaciones agrícolas, la misma tarifa de los impuestos, aunque fundada en el principio del impuesto progresivo sobre los ingresos, favorece por sus modalidades al campesino rico y golpea a las capas campesinas pobres. Según esta ley, las explotaciones rurales con ingresos de 90 000 a 100 000 leks por año, están gravadas con un impuesto de 15 000 leks más el 43 por ciento de la suma que exceda los 90 000 leks, mientras que los ingresos superiores a 100 000 leks lo están con el 20 por ciento solamente. En la mencionada ley, que desde todo punto de vista es una ley conforme a la línea justa, se las arreglaron para introducir en la tarifa tal error antimarxista, que permite el enriquecimiento de los kulaks y que es otro rasgo característico de las concepciones antimarxistas de la dirección yugoslava.

    Todo esto, así como las otras acciones erróneas que mencionamos anteriormente, es la causa de nuestras dificultades económicas, pero lo más peligroso, la supresión de la lucha de clases en el campo, nos perjudicaría enormemente. Para llevar a feliz término nuestra lucha en este sentido, debemos ser inflexibles, cimentar las cooperativas agrícolas de trabajo sobre sólidos fundamentos, crear el mayor número de cooperativas agrícolas de compraventa, enseñar al campesino a llevar sus productos a ellas y apartarlo de la especulación y del mercado negro, golpear a los especuladores en el campo y, a la vez que vayamos consolidando las cooperativas agrícolas de trabajo, ayudarlas mucho a fin de que se conviertan en modelo para los cultivadores de las inmediaciones.

    Debemos tener siempre en cuenta los preceptos de Lenin sobre las cooperativas agrícolas, el cual nos enseña:

    “Sería una idea por completo disparatada creer que es posible transformar estas explotaciones de un modo más o menos rápido, por medio de algunos decretos impuestos desde fuera”.*

    Lenin dice:

    “Los campesinos son eminentemente prácticos, están demasiado acostumbrados a cultivar la tierra a la manera antigua, como para prestarse a cambios importantes sólo en base a consejos e indicaciones de algún libro”.**

    Vladimir Ilich nos enseña que las cooperativas de trabajo deben ayudar a los campesinos de los alrededores. En ningún caso la cooperativa debe divorciarse de la población rural, por el contrario, tiene que atraérsela, ayudarla concretamente y mostrarle con ejemplos que la vida en la cooperativa se mejora gracias al trabajo colectivo, incluso sin la ayuda financiera del Estado. Que los comunistas no olviden las enseñanzas de Lenin. En nuestro trabajo con las cooperativas cometemos los errores de que habla Lenin, por eso debemos estar atentos. Que nuestro Estado utilice correctamente los créditos agrarios para ayudar a las cooperativas, a los campesinos pobres y luego a los campesinos medios. Pero Lenin dice también que nosotros tenemos el deber de hacer comprender a los campesinos la verdadera significación de la ayuda del Estado, dado que:

    “El campesino está acostumbrado a ver que el Estado, durante siglos y siglos, sólo se acuerda de él para oprimirlo, y es natural que, aleccionado por esta experiencia, tienda a considerar con desconfianza cuanto se refiera al fisco”.*

    Realizamos la Reforma Agraria y no declaramos en aquel entonces, explícitamente, que la tierra había sido nacionalizada, pero en la ley de la Reforma Agraria está estipulado que nadie tiene el derecho a vender o a comprar la tierra. Esta es una cuestión de principio en que será cimentada la colectivización futura de la agricultura. Debemos plantear correctamente y no dejarnos engañar por los puntos de vista según los cuales nuestro campesino, en “especificas” y atrasadas condiciones, podría considerar esta colectivización supuestamente perjudicial a sus intereses.

    Lenin nos enseña además que:

    “La propiedad privada sobre la tierra debe ser, en general, abolida; es decir, el derecho de propiedad sobre todo el suelo debe corresponder únicamente al pueblo; siendo las instituciones democráticas locales las que deben disponer de la tierra”.*

    Como nos aconsejó el camarada Stalin durante nuestra visita a Moscú, debemos avanzar con el mayor cuidado en la cuestión del campesinado, al que no debemos atemorizar con el programa máximo del Partido. Poniendo en práctica los preciosísimos consejos del camarada Stalin sobre esta cuestión, debemos proceder con pasos seguros y prudentes en lo que concierne al campesino, conocer bien sus condiciones y su mentalidad. La línea de nuestro Partido no debe apartarse un solo instante de los principios del marxismo-leninismo. Nuestro Partido debe realizar en el campo un trabajo muy arduo, y nosotros tenemos que fortalecernos en el curso de este trabajo para estar en condiciones de superar las dificultades. En la carta del Partido Bolchevique dirigida al CC del PCY, se dice:

    “En las condiciones en que en Yugoslavia la tierra no está nacionalizada, en que existe la propiedad privada sobre la tierra y el derecho a venderla y comprarla, cuando en manos de los kulaks se encuentran vastas parcelas de tierra, cuando el trabajo asalariado sigue en vigor, etc., no se puede educar al Partido en el espíritu de la extinción de la lucha de clases y de la conciliación de las contradicciones sin correr el riesgo de desarmarlo frente a las principales dificultades de la edificación del socialismo”.**

    De estas importantes tesis de las cartas del Partido Bolchevique debemos sacar enseñanzas para combatir con la mayor firmeza las debilidades o los errores que puedan manifestarse. Nuestro país es agrícola y el campesinado representa la mayor parte de la población. Por eso debemos tener constantemente una visión clara del papel dirigente de la clase obrera. Las cartas del Partido Bolchevique nos enseñan:

    “El marxismo-leninismo considera que en Europa, comprendidos en ella también los países de democracia popular, la clase obrera y no el campesinado es la clase de vanguardia e indefectiblemente revolucionaria. En cuanto al campesinado, su mayor parte, es decir los campesinos pobres y medios, pueden entrar o ya han entrado en alianza con la clase obrera, correspondiendo a esta última el papel dirigente en esta alianza”.*

    En esto los dirigentes yugoslavos se han desviado. Los campesinos pobres y medios de nuestro país tienen una gran confianza en nuestro Partido, porque les ha dado la tierra y porque gracias a su justa dirección se han mejorado enormemente sus condiciones económicas. Nuestro campesino ama el Partido y reconoce su papel dirigente. Esto quiere decir que el campesinado pobre y medio ha abrazado la alianza con la clase obrera y el papel dirigente de esta última en esta alianza. Y ahora a nuestro Partido se le plantea la gran tarea de consolidar día a día esta alianza. A esto se llegará aplicando con firmeza y sabiduría los grandes principios del marxismo-leninismo, combatiendo resueltamente las podridas teorías oportunistas de la integración pacífica de los elementos capitalistas en el socialismo y no divorciando la edificación del socialismo en la ciudad de la edificación del socialismo en el campo.

    El Partido y la organización del Frente. - Nuestro Partido ha tomado prestadas muchas formas de organización del frente en Yugoslavia, sin embargo como principal fuerza dirigente de la lucha y de toda la vida del país se ha considerado al Partido y no al Frente. En esta cuestión tan importante, los trotskistas yugoslavos se han desviado completamente. Los dirigentes yugoslavos han considerado como principal fuerza dirigente al Frente Popular, y se han esforzado en diluir el Partido en él, dado que, como dicen Tito y compañía, el Partido Comunista de Yugoslavia no puede tener un programa distinto al del Frente Popular.

    En nuestro país, el Frente ha sido y es una vasta organización de masas dirigida por el Partido. En nuestras definiciones se ha subrayado constantemente que el Partido está a la cabeza del Frente, que el Partido es su columna vertebral. A menudo las amplias masas de nuestro pueblo no mencionan el nombre del Frente sino el del Partido. Dicen: “Esto lo ha ordenado el Partido”, “En el tiempo en que el Partido tomó el Poder”, y emplean otras expresiones análogas. Se puede decir a este propósito que el papel y el trabajo de organización del Frente han sido descuidados. En nuestro Frente no ha habido otros partidos además del nuestro, y los miembros del Frente no han estado jamás incontrolados. Incluso podemos decir que en este aspecto nos hemos mostrado algo sectarios. En nuestro Frente se ha procedido siempre a la diferenciación y en todos los períodos los hombres de la reacción han sido expulsados y desenmascarados. En un momento dado, y precisamente en la Reunión de Berat, a insistencia del delegado yugoslavo, hemos permitido la entrada en el Frente de cierto número de enemigos, que no podían tener cabida en esta organización. La política oportunista de Sejfulla Malëshova y nuestras concesiones durante un corto período permitieron que ciertos elementos camuflados pudiesen permanecer durante la guerra en el Frente y ocupar puestos dirigentes. Ellos fueron descubiertos, desenmascarados y expulsados.

    Nuestro gran error ha sido que, además de las formas de organización que hemos tomado prestadas de los yugoslavos, hemos mantenido el Partido en una condición de semiclandestinidad, siguiendo así su errado ejemplo. Nuestro Partido está en el Poder desde la liberación completa de Albania, pero no lo hemos legalizado todavía. A lo largo de este período, quiérase o no, hemos ocultado la bandera de nuestro Partido bajo la cubierta del Frente. Dado que teníamos profunda y justa comprensión del papel dirigente del Partido, ¿por qué nos hemos dejado arrastrar a este grave error? Sin duda, la influencia ejercida por los yugoslavos tiene una gran parte de culpa, pero nuestro Partido reconoce y comprende toda la gravedad de este error, a propósito del cual hemos sido esclarecidos por las cartas del Partido Bolchevique, que nos indican:

    “Lenin ha dicho que el Partido es la más importante arma en las manos de la clase obrera. Es el deber de los dirigentes mantener esta arma en estado de alerta. Pero los camaradas yugoslavos, escondiendo la bandera del Partido y negándose a poner en evidencia ante el pueblo el papel dirigente del Partido, debilitan esta arma de la clase obrera, rebajan el papel del Partido, desarman a la clase obrera. Es ridículo pensar que un pequeño ardid de los camaradas yugoslavos pueda llevar al enemigo a renunciar a la lucha. Es precisamente para ello que debemos mantener el Partido en estado de alerta, para que combata a los enemigos. No hay que permitir que se adormezca, que esconda su bandera, que se amodorre con la idea de que, si no se da pretexto al enemigo, éste cesará la lucha, suspenderá la organización de sus propias fuerzas legal o ilegalmente”.*

    La justeza de las afirmaciones del Partido Bolchevique podemos ilustrarla con muchas de nuestras acciones si en la vida de nuestro Partido y de nuestro Frente, con el modo como hemos comprendido sus relaciones mutuas. Siempre hemos temido definir exactamente el papel del Partido en el Frente para no atemorizar a los elementos reaccionarios camuflados. No sólo disimulábamos nuestra militancia en el Partido, sino incluso considerábamos correcto que ciertos ministros, miembros del Partido, pero no conocidos como tales por las amplias masas del Frente, continuaran manteniendo el secreto de su militancia. Esto se hacía para no dar a nuestro gobierno o a nuestra Asamblea Popular la verdadera fisonomía de un gobierno comunista o de una asamblea popular predominantemente comunista. Este era un error nuestro. Actuábamos así para hacer creer a los elementos enemigos camuflados, que no era necesario que se organizaran legal o ilegalmente, porque personas que no eran comunistas, formaban parte del Gobierno y de otras instituciones. Pero con todo ello no logramos engañar a los elementos reaccionarios, ni impedirles que se organizasen dentro del mismo Frente y fuera de él. Esto fue probado por el trabajo hostil de ciertos diputados y de otros enemigos camuflados en el Frente.

    Todas las oficinas del Partido se ocultaban tras las oficinas del Frente y nuestros militantes disimulaban su militancia en el Partido, su mayor orgullo y honor, con el carnet del Frente.

    Las justas censuras dirigidas por el Partido Bolchevique a la dirección yugoslava por sus errores, son válidas también para nosotros. En la carta del Partido Bolchevique se dice:

    “El Partido Comunista de Yugoslavia se mantiene todavía en una condición de semiclandestinidad no obstante el hecho de que hace ya tres años y medio que está en el Poder; dentro del Partido no hay democracia, ni elecciones, ni crítica y autocrítica, y el CC del PCY se compone en su mayor parte de miembros no elegidos, sino cooptados”.*

    Si examinamos el funcionamiento de nuestro Comité Central, constataremos los mismos errores que se han producido en el Partido Comunista de Yugoslavia. No solamente la elección del Comité Central por la Primera Conferencia Nacional del PCA pecó en varios aspectos, sino que hemos continuado efectuando una serie de cooptaciones contrariamente a las reglas del Partido. Estas cooptaciones han tenido lugar justamente después de los incorrectos análisis en el Pleno de Berat y en el VIII Pleno del Comité Central del Partido. No fueron hechas por las conferencias, sino por el Comité Central. Ahora tenemos un Comité Central de 25 miembros, de los cuales 16 son miembros y 9 suplentes. Solamente ocho entre ellos han sido elegidos por la Primera Conferencia Nacional del Partido, mientras que los otros, miembros y suplentes, 17 personas en total, han sido cooptados. Esto no es regular ni justo. Los miembros de los comités del Partido en la base y todos sus secretarios han sido nombrados desde arriba. En el Partido, de arriba abajo, no se han realizado elecciones. Todas las reuniones y las conferencias del Partido se han desarrollado en secreto, como en tiempos de la más profunda clandestinidad. Las decisiones del Partido no se han publicado, se han dado a conocer a las masas populares indirectamente, por el intermedio del Frente y en nombre de éste. El mismo Stalin, hace un año, nos dijo textualmente esto: “Es inconcebible que un partido que está en el Poder no se haya legalizado”. Y nosotros no hemos legalizado aún a nuestro Partido y no hemos convocado el congreso del Partido. Es un error de principio que debemos rectificar rápidamente, porque es la causa de muchos otros.

    De cuanto se ha dicho más arriba resulta que nuestro Partido adolece de la falta de una auténtica democracia interna, de una sana crítica y autocrítica bolcheviques de la cabeza a la base, en la misma célula. Los miembros del Partido tienen miedo de hablar, temiendo ser mal vistos.

    “Es plenamente comprensible —se dice en la carta del Partido Bolchevique, dirigida al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia— que, existiendo tal situación en el Partido, en el que no hay elecciones de los órganos dirigentes, sino sólo nombramientos desde arriba, no sea posible hablar de democracia dentro del Partido... los miembros del Partido no osan criticar las reglas establecidas en el Partido y prefieren callarse para no exponerse a la represión”.*

    Numerosos ejemplos típicos confirman estos fenómenos malsanos en nuestro Partido. Los análisis que hemos hecho y que estamos haciendo confirman plenamente la justeza de las críticas del Partido Bolchevique. Tenemos ejemplos que muestran que secretarios de célula y del comité del Partido, para preservar su prestigio personal y encubrir sus propios errores con la autoridad del Partido, han abusado de su autoridad, han ahogado la crítica y la autocrítica en estos organismos, llegando al punto de expulsar de su célula al miembro del Partido que ha osado contradecir su punto de vista. Estas prácticas han tenido lugar abajo, en la base, pero reflejan también el trabajo en los órganos centrales.

    Cada miembro del Partido o miembro del Comité Central tiene su propio lugar, todos somos miembros del Partido. Si cada uno de nosotros está investido de funciones y de responsabilidades determinadas, eso es para servir al Partido y no a personas particulares. Tenemos todos el derecho de criticar y todos, sin excepción, estamos sujetos a la crítica. Pero la crítica debe ser necesariamente sana y no puede ser hecha en medio de la calle. Cada miembro del Partido sabe dónde debe criticar y debe hacerlo con fuerza y sin ningún temor. Nadie debe amargarse a causa de una crítica sana que se le hace, por el contrario debe alegrarse porque tiene un objetivo educativo. Del mismo modo, cuando un miembro del Partido comete un error, debe hacer su autocrítica bolchevique francamente, sin timidez y sin temor a ser por ello humillado. Al contrario, el que practica correctamente la crítica y la autocrítica, como nos enseñan Lenin y Stalin, se hará más fuerte, se renovará e irá adelante por el justo camino del Partido, con nuevas y multiplicadas fuerzas.

    La falta de la crítica y la autocrítica en la dirección y en todo el Partido nos ha causado los graves daños que hemos expuesto en este informe. Ella ha perjudicado la unidad de la dirección, unidad que tiene una gran importancia para nuestro Partido. Estos errores tienen su origen en los odiosos métodos militares que han aparecido y se han implantado en nuestro Partido. Los manejos del Pleno de Berat, las tendencias que se manifestaron en el VIII Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania, las actitudes erróneas hacia Nako Spiru, el hecho de que los miembros y los suplentes del Buró Político o del Comité Central que iban a ser criticados, no fueron convocados a la reunión de estos organismos superiores, viéndose así impedidos de decir su opinión, y de criticar a su vez, todo esto y otras cosas más muestran que nosotros no hemos utilizado debida y correctamente las sanas armas del Partido, que son la crítica y la autocrítica. Estas son detestables manifestaciones de arbitrariedad en el Partido y muestran que hemos permitido la introducción en él de métodos militares, de formas de organización erróneas, tomadas prestado de los yugoslavos.

    Nuestros procedimientos en el curso de los análisis del VIII Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania pueden ser comparados con los puntos de vista erróneos del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Nuestro modo de actuar, de juzgar, y las sanciones que hemos aplicado contra Nako Spiru, Mehmet Shehu y otros camaradas, se parecen al modo de actuar y a las decisiones del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia contra los camaradas Zujovich y Hebrang. En los análisis del VIII Pleno, hechos a instigación de los trotskistas yugoslavos, no podemos menos que encontrar el reflejo de sus puntos de vista antimarxistas, antisoviéticos y opuestos a nuestro Partido. La carta del Partido Bolchevique dice:

    “Bastó, por ejemplo, que el camarada Zujovich expresara su desacuerdo, en la reunión del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, con el proyecto de respuesta del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia a la Carta del Comité Central del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética, para que inmediatamente fuese excluido del Comité Central. Al parecer el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia considera al Partido no como un organismo en el que se tiene el derecho de expresar la propia opinión, sino como un destacamento guerrillero, cuyos miembros no tienen el derecho a opinar sobre las diferentes cuestiones, y que sin discutir deben traducir en actos todos los deseos del “jefe”. Esto se llama en nuestro país cultivar los métodos militares en el Partido, lo que es enteramente incompatible con los principios de la democracia interna de un partido marxista. Como se sabe, también Trotsky intentó en su tiempo implantar en el Partido Bolchevique los métodos militares de dirección, pero fue desenmascarado y condenado por el Partido con Lenin a la cabeza, los métodos militares fueron rechazados, y la democracia interna en el Partido fue mantenida como el más importante principio de la edificación del Partido”.*

    Otro peligro que ha existido en el Partido es que el secretario de organización del Comité Central era al mismo tiempo ministro del Interior. A propósito de esta cuestión, la carta del Partido Bolchevique dirigida al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia dice:

    “Es característico el hecho de que el secretario de organización del Comité Central del Partido es el Ministro de Seguridad del Estado. En otros términos, los cuadros del Partido se someten de hecho a la vigilancia del Ministro de Seguridad del Estado. Según la teoría marxista, el Partido debe controlar todos los órganos del Estado, incluido también el Ministerio de Seguridad del Estado, mientras que en Yugoslavia ocurre lo contrario, siendo el Partido controlado de hecho por el Ministerio de Seguridad del Estado. Como se ve, esto explica que la iniciativa de las masas del Partido en Yugoslavia no esté al nivel requerido. Se comprende que no podemos considerar marxista-leninista y bolchevique tal forma de organización del Partido Comunista”.**

    El hecho de haber adoptado tal forma de organización ha causado graves daños a nuestro Partido. Sin entrar en detalles y sin citar ejemplos, hay que reconocer que todos los errores, de que hablé en mi informe, están relacionados dialécticamente con el hecho de que el secretario de organización era asimismo ministro del Interior. Debemos reconocer este grave error, ya que es el origen de muchos males, como la sofocación de la crítica y la autocrítica, la falta de democracia interna en el Partido, la introducción de los métodos militares y otras prácticas negativas. Hay que tomar conciencia de este hecho, si no se correrá riesgos también en el futuro. Ejemplos que ilustran los errores cometidos en este terreno, podríamos citar en abundancia. Se ha querido, por ejemplo, hacer admitir el punto de vista según el cual los miembros del Partido que prestan servicio en los órganos de la Seguridad del Estado serían los más fieles al Partido. Formular así la cuestión es completamente erróneo. Pero, ¿por qué la han formulado así? Pienso que esto tiene su origen en el error de organización del que acabo de hablar. Sin duda los camaradas que prestan servicio en los órganos de Seguridad del Estado son leales al Partido y cumplen su deber abnegadamente, pero esto no quiere decir que los otros miembros del Partido, que trabajan en otros sectores sean menos leales que ellos. La Seguridad del Estado es un sector muy importante de nuestro Partido, pero esto no significa que habiendo escogido, para trabajar en este sector, compañeros fieles al Partido, se debe poner bajo su control al Partido y a los otros camaradas que son tan fieles como ellos al Partido. Solamente el Partido controla a todos y todo. Cada cual debe comprender así esta cuestión, no hay alternativa.

    En la reunión del Buró Político, el camarada Nesti Kerenxhi reconoció que el Ministerio del Interior había emitido una circular en la que recomendaba a todos los órganos de Seguridad del Estado controlar la actividad y la vida privada de los miembros del Partido, sus relaciones, las querellas entre ellos y en familia, su situación económica, verificar si su estipendio les era suficiente, controlar por si, apremiados por necesidades financieras, aceptaban dinero de los reaccionarios convirtiéndose en instrumentos del enemigo, etc. Una orientación tan errónea, de la que Koçi Xoxe era responsable, ponía de hecho a los miembros del Partido bajo el control y la supervisión del Ministerio del Interior. Y esto basta para ilustrar la línea errónea que se ha seguido en este terreno.

    Pero hay muchas prácticas más, que Koçi Xoxe, como secretario de organización del Partido, ha permitido que se desarrollaran en este sentido tan erróneo. A las reuniones de la célula del Ministerio del Interior, que es una célula como todas las otras de los ministerios, podía asistir solamente un determinado miembro del Comité del Partido de los ministerios, quien, por medio de sus funciones, estaba en relación con el Ministerio del Interior. Así, no pudiendo el Comité del Partido de los ministerios controlar debidamente el trabajo del Partido en la célula del Ministerio del Interior, queda claro que el Partido no estaba en grado de controlar su trabajo en este departamento. ¿Por qué se producía semejante hecho? Porque la reunión de la célula de este ministerio no era una verdadera reunión de Partido, en la que se debatieran los problemas del Partido en el Ministerio. En las reuniones de la célula del Ministerio del Interior se trataba únicamente de los asuntos de la Seguridad. Los informes que de la célula del Ministerio del Interior llegaban al Comité del Partido de los ministerios o al Comité Central, no eran informes de Partido, a través de los cuales se pudiese constatar cómo marchaba el trabajo partidario en este ministerio, sino informes concernientes a determinadas personas. En un caso, cuando un miembro de un comité regional del Partido se había desviado de las sanas posiciones del Partido para deslizarse a las del enemigo, el Ministerio del Interior, a pesar de las reiteradas solicitaciones de la Sección de Cuadros del Comité Central que reclamaba los documentos para examinar este asunto de cerca, respondía que dicho organismo no tenía por qué interesarse en ese problema, dado que incumbía a los órganos de Seguridad resolverlo. Acaso ¿se puede admitir que el Partido, y más exactamente el Comité Central, no se interese por la situación de un comité regional donde los asuntos no andan bien, donde tienen lugar trastornos, abusos y donde se desarrolla incluso un trabajo hostil? El Partido debe cumplir su tarea hasta el fin, la Seguridad igualmente debe cumplir hasta el fin la tarea que le ha asignado el Partido. Estas dos actividades deben ser coordinadas y converger nuevamente al mismo punto, al Comité Central del Partido. Corresponde al Partido dictar su orientación a la Seguridad y controlarla, y no es la Seguridad la que debe dictar al Partido su voluntad y sus puntos de vista. No es permisible que la Seguridad siga el asunto de un elemento enemigo infiltrado en el Partido, y que el Partido no sepa nada y continúe considerándolo como uno de sus miembros sanos, etc. Si las circunstancias exigen que, por cierto tiempo, sea mantenido el secreto para poder desarrollar las pesquisas del caso y descubrir un más vasto círculo de personas coligadas con este enemigo infiltrado en el Partido, la Seguridad del Estado puede actuar antes de haber puesto al corriente a la dirección del Partido, a la que toca tomar las medidas que considere necesarias para coordinar los asuntos en este sentido. La Seguridad no puede actuar jamás aisladamente, sin la segura guía del Partido.

    Asimismo se debe considerar como típicos los casos que han ocurrido en Shkodra y en Berat, donde los responsables de la Seguridad han ido a controlar las oficinas de los comités del Partido para ver en qué estado estaban y cómo se conservaban los documentos del Partido. Hay que considerar como característicos también los informes que los responsables de la Seguridad de cada región enviaban a la Seguridad del Estado, relatando la situación de los miembros de los comités del Partido de estas regiones.

    No es difícil imaginar qué especie de crítica y de autocrítica y qué democracia interna podían existir en nuestro Partido en tan grave situación creada en su seno a causa de esos actos intolerables y antimarxistas. Aquí no debemos hacernos ilusiones, justificarnos o intentar disimular lo que es patente. En nuestro Partido se tenía miedo a hablar abiertamente, a criticar sin temor o a hacerse una justa autocrítica, porque a menudo la autocrítica, en vez de contribuir a la rehabilitación del camarada culpable, agravaba la sanción tomada contra él, convirtiéndose en un arma para golpearlo arbitrariamente. He aquí por qué se callaba, se ocultaban los errores, se suscitaba la desconfianza hacia los camaradas y hacia la misma justicia del Partido. Viejos comunistas han pedido, con lágrimas en los ojos, ser exonerados de las funciones que el Estado les había asignado, porque veían que se cometían actos injustos. Incluso se dirigían al organismo superior del Partido, pero tampoco allí se les hacía mucho caso. Es pues un problema alarmante, que debe hacernos perder el sueño y dar la alarma en el Partido para combatir sin piedad estas tendencias antimarxistas. Y nosotros las combatiremos, poniendo en las manos del Partido, como nos lo enseña el gran Stalin, la segura arma de la crítica y la autocrítica.

    Ciertos camaradas confunden el papel del Partido con el de la Seguridad y no consideran erróneas estas actividades de carácter puramente policial. El Partido debe estar vigilante, controlar la actividad de cada uno de sus miembros para defender sus propias filas, pero sin olvidar jamás su gran papel de educador. Sabemos que hay buenos miembros, pero los hay también mediocres, que pudieran ser excluidos del Partido. Es tarea de éste, realizando un gran trabajo educativo, dedicando particular atención a la promoción de los cuadros, tal como nos enseña Stalin, cuidar de ellos del mismo modo que el buen jardinero dedica cuidado al árbol, lo riega, lo poda y lo hace crecer con amor; debemos desplegar todos nuestros esfuerzos para enmendar a estos miembros del Partido, y no expulsarlos a no ser que su curación resulte absolutamente imposible y no tengan ningún valor para el Partido.

    En nuestro Partido, como en todos los otros partidos, hay miembros que han sido condenados por graves faltas, pero contra ellos, sin embargo, no se ha aplicado la más severa sanción: la exclusión del Partido. Estos miembros son como personas afectadas de una grave enfermedad y que el médico cuida con la mayor solicitud para curarlos, restablecerlos, insuflándoles vida y nuevas fuerzas. Así el Partido debe comportarse hacia estos elementos, curarlos y no arrinconarlos. Mientras no los haya excluido de sus filas, el Partido tiene siempre esperanza en ellos. Stalin nos enseña que los hombres pueden corregirse y esto mismo nos lo muestra la historia de los partidos políticos. En nuestro país no se ha actuado así, siguiendo la justa línea del Partido. Los camaradas sancionados por sus faltas, han sido despreciados y aislados, además, se ha dado la orden de vigilarlos de cerca, para ver lo que hacen, a quién frecuentan, etc., etc. Se trata precisamente de métodos policiales, que no tienen nada en común con el papel educador del Partido y con una sana vigilancia. Si no comprendemos correctamente esta cuestión, entonces los comités y las células del Partido se convertirán en simples oficinas de la policía y de la Seguridad.

    Debemos darnos bien cuenta de que la introducción de semejantes métodos dentro del Partido conduce a la flagrante violación, de los principios marxista-leninistas de la construcción del Partido. Pero debemos también comprender bien el papel y las tareas de los órganos de Seguridad del Estado. Estos órganos, como todo otro órgano estatal, están dirigidos por el Partido, son importantes organismos encargados de vitales tareas para la defensa de las victorias de la Lucha, para la defensa de nuestra República Popular, para la defensa de nuestro Poder popular contra los enemigos externos e internos. Es así como hay que considerarlos, como tales hay que amarlos, y ayudarlos en su actividad para quitar al enemigo toda posibilidad de perjudicarnos. Este es un deber de todos. El arma de la Seguridad del Estado es un arma muy preciosa y querida de nuestro Partido. Sus éxitos en el cumplimiento de las tareas, desde su creación hasta hoy, deben ser valorados justamente. Esta cuestión debe ser comprendida así por todo el Partido.

    Las cartas del Partido Bolchevique dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia son importantes documentos que nuestro Partido y todos sus miembros, desde los dirigentes hasta el militante de base, deben no sólo leer, sino también estudiar para sacar conclusiones en relación con nuestro trabajo pasado y futuro. Que los miembros de nuestro Partido, armados con las grandes enseñanzas del marxismo-leninismo, controlen su trabajo, defiendan la línea del Partido, corrigiendo los errores cometidos y previniendo otros. Debemos llevar correctamente a la práctica las enseñanzas del gran Lenin y de Stalin, porque sólo así nuestro Partido avanzará seguro por el camino de su bolchevización y de la bolchevización de sus miembros. Lenin dice:

    “La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir con atención los medios de corregirlos; eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase y después a las masas”.*

    No olvidemos y tengamos siempre presente las preciosas palabras de Vladimir Ilich:

    “Todos los partidos revolucionarios que en el pasado sucumbieron fue porque se sobreestimaron y no supieron apreciar dónde estaba su fuerza, ni hablar de sus debilidades. Pero a nosotros no nos ocurrirá otro tanto, pues no tememos reconocerlas, y aprenderemos a superarlas”.*

    Nuestro Partido, nuestros dirigentes y todos los militantes deben seguir con la mayor fidelidad las inapreciables enseñanzas de los gloriosos educadores de nuestro Partido, Lenin y Stalin. Nuestro Partido y su dirección no tendrán miedo a mirar sus errores de frente, reconocerlos honestamente y combatirlos sin piedad, para que no se repitan más, y esto por el bien de nuestro Partido y de nuestro pueblo.


    Última edición por NG el Lun Mayo 06, 2013 5:11 am, editado 2 veces
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    Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948) Empty Re: Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948)

    Mensaje por NG Dom Mayo 05, 2013 3:02 am

    Camaradas,

    El análisis a que hemos sometido la actividad de nuestro Partido está basado en las enseñanzas del marxismo-leninismo y se ha desarrollado a la luz de las históricas cartas del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética, dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia.

    En base a este vasto y detallado análisis del trabajo partidario, el XI Pleno del Comité Central ha adoptado decisiones que tienen una importancia muy grande para nuestro Partido. El Pleno consideró necesario subrayar en particular que nuestro Partido debe movilizar todas sus fuerzas para llevar a la práctica correctamente y cuanto antes sus decisiones. Las cartas del Partido Comunista de la Unión Soviética deben ser estudiadas en todas las organizaciones del Partido y servir para poner mejor en práctica las decisiones del XI Pleno.

    Todo el Partido se debe movilizar para explicar a las masas trabajadoras y a todo nuestro pueblo el verdadero y gran papel de la Unión Soviética, del Partido Comunista Bolchevique y del gran Stalin, tanto ayer durante la guerra como hoy en tiempos de paz. Todo el Partido debe aprender de las grandes enseñanzas del Partido Comunista Bolchevique y del camarada Stalin, entrañable amigo de nuestro pueblo, sacar provecho de la valiosísima experiencia del Partido Comunista Bolchevique y de la Unión Soviética en todos los dominios y aplicarla en la práctica, adaptándola a nuestras condiciones, para la edificación del socialismo.

    Frente al campo democrático y antiimperialista, al campo que lucha, con la Unión Soviética a la cabeza, por una paz y una democracia auténticas, está el campo imperialista y antidemocrático acaudillado por los Estados Unidos de América y los otros países imperialistas, que sigue una política de agresión contra los países de democracia popular, contra la paz y la libertad de los pueblos, para lograr su hegemonía en el mundo entero, someter y esclavizar a los pueblos. Los imperialistas preparan planes de agresión, fomentan la guerra contra la Unión Soviética y los países de democracia popular, preparan una nueva carnicería, como la que llevó a cabo Hitler para sumir los pueblos en la esclavitud. Contra este campo, a la cabeza de las fuerzas democráticas, lucha la gran Unión Soviética, el país del socialismo.

    Por eso, todos los militantes del Partido, todas sus organizaciones deben mantenerse constantemente movilizados para explicar a las masas trabajadoras la evolución de la situación internacional, para hacer crecer en su seno el odio contra el enemigo de la humanidad, el mayor enemigo de nuestro país, el imperialismo norteamericano e inglés, este fiel sucesor de Hitler, que trata de sojuzgar a todo el mundo.

    El grupo trotskista de Tito se ha desviado del marxismo-leninismo, ha rechazado, hostilmente, la ayuda y los consejos del Partido Comunista Bolchevique y de otros países hermanos, ha traicionado la causa del socialismo, del internacionalismo proletario y se ha echado al regazo de los imperialistas, en vergonzosa y abyecta lucha contra la Unión Soviética, contra el glorioso Partido Bolchevique, contra todo el campo socialista.

    Los trotskistas yugoslavos se esforzaron por arrastrar a su camino antimarxista también a nuestro Partido. Con una actividad diabólica e infame, intentaron imponerse a nuestro Partido y a nuestro país, suprimir la independencia del Partido y del pueblo albaneses, transformar a nuestra patria en su colonia. Pero todas sus tentativas chocaron con la firme resistencia del Comité Central de nuestro Partido, que, finalmente, con la ayuda del Partido Comunista Bolchevique, desbarató definitivamente estas viles tentativas y escapó de las garras del grupo renegado de Tito.

    Es necesario que todo nuestro Partido se movilice para comprender claramente y explicar bien a las masas trabajadoras la gran traición del grupo trotskista de Tito a la causa del internacionalismo proletario, a la causa del campo socialista. Debe comprender la significación de la gran ayuda que nos han concedido el Partido Bolchevique y el gran Stalin, ya que nos ha permitido salvar a nuestro país y a nuestro Partido del abismo a donde los quería conducir el grupo traidor de Tito y encontrar el camino del marxismo-leninismo.

    Debido al bajo nivel ideológico de las amplias masas de nuestro Partido, hace falta tomar inmediatamente las medidas necesarias para emprender un trabajo organizado y sistemático, reforzar la educación marxista-leninista y elevar el nivel ideológico de los cuadros del Partido. Debemos tener siempre presente la definición de Lenin, según la cual:

    “Sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir su misión de combatiente de vanguardia”.*

    Y estas palabras, con todo su grande y profundo significado, deben conducirnos a tomar las medidas requeridas para resolver este importantísimo problema.

    La verdad es que el cumplimiento de las tareas concretas durante los años posteriores a la Liberación, el cuidado por resolver los problemas prácticos, ha hecho que se desatienda el trabajo por la elevación ideológica de los cuadros. La falta de una labor sistemática e incesante ha tenido graves consecuencias en nuestro Partido. El camarada Stalin, señalando el peligro de tal trabajo, ha dicho:

    “Si nuestra propaganda partidaria comienza a renguear, si el trabajo de educación marxista-leninista de nuestros cuadros empieza a debilitarse, si nuestro trabajo para elevar el nivel político de estos cuadros flaquea y, en consecuencia, los mismos cuadros dejan de interesarse por las perspectivas de nuestra marcha adelante, dejan de comprender la justeza de nuestra causa y se transforman en vulgares practicistas sin perspectiva, entonces, por supuesto, todo nuestro trabajo en el Estado y en el Partido tiene que ir debilitándose. Hay que aceptar como un axioma, que cuanto más altos son el nivel político y la conciencia marxista-leninista de los cuadros de cada frente de trabajo del Estado y del Partido, tanto más elevado y fecundo es el mismo trabajo, tanto más tangibles son los resultados del trabajo. Por el contrario, cuanto más bajos son el nivel político y la conciencia marxista-leninista de los cuadros, más probables son los fracasos y las lagunas en el trabajo”.*

    Nuestro Partido experimenta profundamente esta falla y la grande y urgente necesidad de remediarla y de perfeccionar el trabajo de elevación ideológica de los cuadros.

    El camarada Stalin ha subrayado constantemente la grande e imperiosa necesidad de que los cuadros asimilen la ciencia marxista-leninista, la gran necesidad de que estudien la teoría marxista-leninista. En el XVIII Congreso del Partido Comunista Bolchevique, declaró:

    “Si llegamos a forjar ideológicamente a nuestros cuadros en cada frente y a templarlos políticamente de manera que puedan orientarse libremente en la situación interna, e internacional, si llegamos a hacer de ellos marxista-leninistas plenamente maduros, capaces de resolver sin cometer graves faltas los problemas de dirección del país, tendríamos toda la razón para considerar resueltos los nueve décimos de todos nuestros problemas”.**

    De esto se desprende una vez más, con nueva fuerza, la necesidad imperativa de que nuestro Partido comprenda a fondo la gran importancia del estudio de la teoría marxista-leninista, que es la principal arma de un partido revolucionario.

    Por eso hay que tomar medidas para reforzar la Escuela del Partido y crear cursos en otros centros, a donde irán los miembros del Partido para pertrecharse de la ciencia marxista-leninista. Es necesario alentar y ayudar a los militantes del Partido a estudiar individualmente la ciencia marxista-leninista, en primer lugar la Historia del Partido Comunista Bolchevique, las bases del marxismo-leninismo, los estatutos y el programa del Partido, así como las leyes fundamentales de la transición del capitalismo al socialismo en nuestro país, planteando tal actividad como una de sus principales tareas.

    Todos los miembros del Partido tienen el deber de estudiar para ampliar al máximo sus conocimientos generales, de desarrollar su intelecto y de frecuentar la escuela paralelamente al trabajo que desempeñan.

    Es necesario asimismo que el Partido publique la mayor cantidad posible de libros sobre la teoría marxista-leninista y los ponga al alcance de sus militantes.

    La principal tarea de nuestro Partido es asimilar las bases de la teoría marxista-leninista, porque sin tal preparación la actividad del Partido sería interrumpida, su camino se obscurecería y esto podría acarrear graves errores que costarían muy caro al Partido y al país. Por ello debemos estudiar con todas nuestras fuerzas la teoría marxista-leninista, que ilumina el camino de nuestro Partido, y difundirla lo más posible y en toda forma entre lasmasas del Partido.

    A este propósito, las publicaciones y la prensa del Partido revisten también gran importancia. Ellas deben desempeñar un papel primordial para nutrir a las masas del Partido con los materiales teóricos necesarios y extender así aún más el trabajo de propaganda en las filas de los comunistas.

    El «Zëri i Popullit», que por decisión del Comité Central se transformará en cotidiano, debe convertirse en arma poderosa y sana en manos del Partido y permitirle dar a conocer su línea entre las masas, fortalecer su organización, dotarse de la experiencia necesaria, para cumplir de la mejor manera las grandes tareas que se le plantean, así como para elevar aún más el nivel político de sus militantes.

    Conforme a la línea del Partido y sobre la base de la teoría marxista-leninista, la lucha contra los puntos de vista burgueses y antimarxistas debe ampliarse e intensificarse en todas partes, y en particular en las escuelas. Que bajo la dirección de nuestro Poder popular y guiadas por el Partido, las escuelas se transformen en todo sentido en centros de formación de los futuros cuadros, educados sólidamente en la teoría marxista-leninista. Nuestro país tiene gran necesidad de estos cuadros. Por eso hay que luchar para liquidar todo lo que estorbe la buena marcha de nuestra enseñanza en este sentido, y tomar medidas para descartar los viejos manuales y reemplazarlos con otros nuevos, sobre la base de la experiencia de la Unión Soviética y adaptando esta experiencia a nuestras condiciones.

    El poner su propaganda al nivel requerido y trabajar para elevar el nivel ideológico de sus cuadros son dos de las más importantes tareas del Partido.

    Paralelamente, el Partido debe cumplir otra gran tarea: estudiar la situación real del país a través del prisma del marxismo-leninismo y generalizar la experiencia necesaria para su desarrollo por el camino de la edificación del socialismo.

    Por otra parte, hace falta fortalecer en mayor grado la labor de propaganda y de agitación entre las masas. Nuestras masas trabajadoras, todo nuestro pueblo, deben ser esclarecidos acerca de los problemas del país y los internacionales, tienen que comprender la situación y las tareas que se les plantean y movilizarse para realizarlas.

    Es deber de las organizaciones del Partido y de cada uno de sus miembros elevar el nivel de conciencia de las amplias masas populares, llevarles la línea del Partido y movilizarlas para que la apliquen.

    Todas las organizaciones del Partido deben desarrollar una amplia y sistemática propaganda y agitación para explicar a las masas la importancia de las decisiones del Gobierno, y ante todo, la del plan del Estado, para movilizarlas a fin de que lo realicen y lo superen. Que los miembros del Partido den su ejemplo en toda esta gran actividad y se esmeren en organizar lo mejor posible el trabajo para realizar y sobrepasar el plan del Estado.

    Hace falta que nuestro Partido sea legalizado inmediatamente como Partido dirigente que, a la cabeza de las masas trabajadoras y de las organizaciones de masas, orienta la vida del país en la edificación del socialismo. El mantenimiento del Partido hasta el presente en un estado de semiclandestinidad lo ha perjudicado. Esta situación ha debilitado su influencia, le ha impedido desarrollarse, acrecentar su autoridad entre las masas y sus vínculos con ellas. Es evidente que allí donde el papel político del Partido disminuye, como en nuestro caso, porque se oculta tras el Frente Democrático a pesar de estar en el Poder, se crea un terreno propicio para la aparición de tendencias hostiles al Partido que le causan un daño enorme.

    Para asegurar la misma existencia de nuestro Partido y su fortalecimiento, hace falta liquidar urgentemente todos los puntos de vista extraños, antimarxistas y antipartido que se han infiltrado en él. En lo que concierne a la edificación de la democracia interna del Partido, hay que restablecer los principios marxista-leninistas de su construcción y de esa democracia. Con este fin, el Comité Central ha decidido en primer lugar convocar el I Congreso del Partido, que examinará toda la actividad del Partido, aprobará sus Estatutos y su programa y elegirá democráticamente el Comité Central, y, en seguida, en todas las organizaciones del Partido se procederá a elecciones democráticas.

    Por otra parte, el Comité Central ha adoptado medidas para, suprimir el doble cargo de secretario de organización, del Partido y de ministro del Interior, porque esta práctica es completamente extraña a nuestros principios y ha causado grave perjuicio al Partido. Es indispensable poner en claro que la función del ministro del Interior debe ser considerada como una función estatal que se ejerce como todas las otras funciones, bajo la dirección y el control del Partido, y no permitir que este ministro controle al Partido como se ha constatado en nuestro país.

    Nuestro Partido debe fortalecerse desde el punto de vista de su organización en base a los principios leninistas de la construcción del Partido.

    El principio esencial sobre el que se edifica un partido revolucionario, un partido marxista-leninista, es el del centralismo democrático. Centralismo democrático significa:

    1. — Todos los órganos dirigentes del Partido se eligen democráticamente de abajo arriba y no son nombrados o cooptados.

    2. — Los órganos dirigentes tienen la obligación de rendir cuentas periódicamente de su actividad ante los miembros que los han elegido y de crear todas las posibilidades para que no se obstaculice la participación de estos miembros en los debates y en la adopción de las decisiones.

    3. — El centralismo exige necesariamente una disciplina férrea, pero consciente, de manera que la minoría se someta a la mayoría. La disciplina férrea implica necesariamente la discusión, la confrontación de opiniones.

    “Pero una vez terminada la lucha de opiniones —dice el camarada Stalin— una vez agotada la crítica y adoptado un acuerdo, la unidad de voluntad y la unidad de acción de todos los miembros del Partido es condición indispensable, sin la cual no se concibe ni un partido unido, ni una disciplina férrea dentro del Partido”.*

    4. — Las decisiones de los órganos superiores del Partido son obligatorias para los órganos inferiores.

    Es necesario hacer hincapié en la necesidad de tomar medidas para eliminar, como nos enseñan Lenin y Stalin, todos los métodos antidemocráticos, militares y policiales, los puntos de vista antimarxistas y antipartido que se han infiltrado en nuestro Partido, y restablecer la democracia interna en él.

    La democracia interna del Partido es una condición indispensable para la existencia y el reforzamiento de éste. Fortalece la disciplina del Partido y se opone a los métodos militares y policiales.

    El militante del Partido debe sentirse en él como en su propia casa. Todos sus derechos han de ser respetados.

    Dentro del Partido todas las cuestiones deben ser resueltas sobre la base de la crítica y la autocrítica. El miembro del Partido tiene el derecho de dar su opinión, de criticar a quienquiera que sea y por la crítica justa que formule, no debe ser objeto de ninguna represión moral. La viva participación de los militantes del Partido en las reuniones, la confrontación de opiniones, la libre discusión, la aplicación de las decisiones adoptadas, constituyen la esencia de la democracia interna del Partido.

    El camarada Stalin, explicando la esencia de la democracia interna del Partido, dice:

    “La verdadera democracia significa que es la masa la que actúa en la organización del Partido, que la masa del Partido resuelve tanto los problemas del Partido como las cuestiones prácticas generales, que la masa del Partido adopta sus propias decisiones y asigna a sus organizaciones la tarea de ponerlas en práctica”.*

    La democracia interna del Partido fortalece la unidad del Partido, su cohesión ideológica, su disciplina consciente y el centralismo en su seno.

    El principio de la democracia interna del Partido exige necesariamente una crítica y autocrítica sanas, bolcheviques. Sin crítica y sin autocrítica, es imposible realizar los principios organizativos leninista-stalinistas de la construcción del Partido. La autocrítica es una ley del desarrollo de un partido marxista-leninista. Es un arma sana en manos del Partido, que lo fortalece y lo hace capaz de superar las dificultades y de ir adelante.

    “Sólo los partidos que están en el ocaso y llamados a desaparecer, —dice el camarada Stalin— pueden temer la luz y la crítica. Nosotros no tememos ni la una ni la otra, no las tememos porque somos un Partido que va siempre adelante, que marcha hacia la victoria. He aquí por qué la, autocrítica es un índice que muestra la fuerza y no la debilidad de nuestro Partido, es un medio para reforzarlo y no para disgregarlo”.**

    Todo nuestro Partido, todos los miembros del Partido deben ser educados según este método, que es el de la educación de los cuadros en el espíritu revolucionario. Toda otra actitud hacia la crítica y la autocrítica es antimarxista y poco digna de un comunista. No aceptar la crítica, no hacerse su autocrítica, significa tener miedo, tener reservas ante el Partido, o bien no querer reconocer sus propios errores. Estas dos actitudes son perjudiciales para el Partido. Nuestro Partido debe educarse en el espíritu revolucionario, como nos enseñan Lenin y Stalin.

    Si la crítica y la autocrítica no son ampliamente desarrolladas en las organizaciones del Partido, es imposible juzgar correctamente los problemas, no es posible ir adelante, no se puede fortalecer el Partido. La falta de la crítica y la autocrítica deja campo libre a los métodos extraños y antimarxistas en él, y esto lo debilita y lo corroe desde dentro.

    Del mismo modo hay que poner término a todos los métodos de trabajo no marxistas en el Partido en cuanto a la actitud hacia los cuadros. Hace falta apreciar y juzgar a los cuadros del Partido de acuerdo a su trabajo, a los resultados de su actividad, a la manera cómo han defendido la línea del Partido y no partiendo de opiniones subjetivas derivadas de prejuicios retrógrados y pequeñoburgueses.

    Es indispensable para nuestro Partido establecer la unidad y el trabajo colectivo en todas sus organizaciones, de arriba abajo. Es inadmisible que los problemas del Partido no sean planteados o bien que lo sean de manera superficial, con fines puramente informativos, y que se resuelvan de manera personal y aislada.

    Los asuntos del Partido deben ser resueltos todos en base a las normas del Partido, al gran principio del centralismo democrático. Sólo sobre esta base los asuntos del Partido pueden ser solucionados correctamente. En cambio, todo trabajo individual desprendido del Partido, enfocado y juzgado no a través de la lente de la línea y de los intereses del Partido, sino desde el ángulo de los intereses, las suspicacias y los prejuicios personales, engendrará graves errores.

    El juzgar los asuntos desde un ángulo personal es un método de trabajo primitivo para el Partido y enteramente incompatible con los principios de un partido marxista-leninista, es a menudo el resultado de una gran presunción, del desprecio y de la violación del centralismo democrático. Este método suprime la participación del Partido en la amplia y libre discusión de las cuestiones, impide la confrontación de opiniones, la crítica y la autocrítica, cuando precisamente esto debería ser el método de trabajo de un partido revolucionario. Tal trabajo individual, al margen de los principios fundamentales de un partido marxista-leninista, basado en opiniones personales, en prejuicios pequeñoburgueses y en suspicacias estrictamente individuales, no debe ser tolerado en nuestro Partido, porque es antimarxista y mortal para él.

    La eliminación de tal método de trabajo y el establecimiento del trabajo colectivo en los órganos del Partido preservarán y fortalecerán la unidad de los órganos dirigentes del Partido y de todas sus organizaciones.

    Del mismo modo, es indispensable comprender más correctamente y acrecentar el sentido de responsabilidad personal de cada miembro del Partido y particularmente de cada dirigente en el ejercicio de las funciones que les han sido asignadas. El trabajo colectivo y el respeto de los principios marxista-leninistas en el trabajo partidario deben hacer que cada cuadro del Partido tome más conciencia de las responsabilidades que le incumben y realice mejor sus tareas de acuerdo a las decisiones y a la línea del Partido.

    Es necesario elevar la vigilancia revolucionaria en el Partido, para salvaguardar su línea, para preservarlo de las deformaciones de que puede ser objeto esta línea, para protegerlo contra los golpes de los enemigos externos e internos. El Partido Bolchevique de Lenin y Stalin nos ha dado un brillante ejemplo de cómo salvaguardar en todo momento la unidad y la línea del Partido frente a sus enemigos jurados, a los enemigos del proletariado. Tomando el ejemplo del Partido Bolchevique debemos reforzar también nosotros la vigilancia revolucionaria en nuestro Partido.

    Hay que liquidar cuanto antes los métodos policiales de vigilancia que, de hecho, limitan la vigilancia y no sirven para salvaguardar realmente al Partido. En este sentido debe comprenderse asimismo la información en el Partido, que no puede ser una información de carácter policial, sino una información que permita al Partido constatar claramente cómo se aplica su línea, poner al descubierto las deformaciones y los errores y tomar a tiempo las medidas necesarias. Estar vigilante significa descubrir las deformaciones que se hagan a la línea del Partido, desenmascarar las actividades hostiles y antipartido. Corresponde al Partido hacer que cada uno de sus miembros aprenda que el Partido no puede ser salvaguardado si no se preserva la pureza de su línea marxista-leninista.

    Hace falta que los lazos del Partido con las masas se consoliden. Esto no sólo es una de las principales tareas del Partido, sino también una condición indispensable de su existencia. Esto significa, ante todo, que el militante del Partido no sólo debe vivir entre las masas trabajadoras, instruirlas y dirigirlas, sino también prestarles oídos constantemente, estar dispuesto a escuchar sus opiniones, sus sugerencias, saber aprender de ellas, comprender sus necesidades y responder oportunamente a estas necesidades.

    En el período de la edificación del socialismo en nuestro país debemos dar una importancia muy grande al vigoroso desarrollo de la crítica y la autocrítica entre las masas trabajadoras, al control desde abajo. Es preciso que las masas aprendan a descubrir las deficiencias y los errores en el trabajo, que participen activamente en su eliminación. Los miembros del Partido deben comprender bien esta importantísima tarea, sin cuya realización no se puede avanzar por el camino de la edificación del socialismo.

    Con el fin de reforzar los lazos del Partido con las masas, todos sus militantes deben orientarlas políticamente y movilizarlas para llevar a la práctica la línea del Partido, deben hacer que las masas trabajadoras se fundan con esa línea.

    En primer lugar, las organizaciones del Partido tienen que dirigir con mayor firmeza y sin vacilación la lucha de clases, la lucha contra los enemigos de nuestro camino. Han de tener bien claro que en este período de edificación del socialismo, de transición del capitalismo al socialismo, la lucha de clases no se debilita. Los enemigos del socialismo, las clases privilegiadas del pasado que han sido golpeadas por nuestras reformas y que lo están siendo constantemente, no cesan un solo instante su lucha contra nuestro camino, contra la edificación del socialismo. Los enemigos internos y externos intensifican su lucha, redoblan, en todas las formas, sus esfuerzos tendentes a obstaculizar nuestra marcha hacia el socialismo, a golpear y derrocar nuestro Poder popular, a restaurar su odioso poder capitalista.

    El militante del Partido debe ser entre las masas trabajadoras un destacado combatiente contra los enemigos de la clase obrera, contra los adversarios del socialismo y tiene que aprender a guiar a las masas en la lucha por la edificación socialista. El miembro del Partido debe asegurarse la simpatía de las masas, ganarse su confianza. Pero para conseguirlo, el militante del Partido ha de desembarazarse de todos los remanentes pequeñoburgueses que subsistan en él, de todo defecto, como la ambición, el egoísmo y la vanidad, ser un ejemplo de sencillez. Si uno se comporta vanidosamente con las masas, si guarda distancia de ellas y las mira por encima del hombro, no puede llegar a ser su dirigente, ni dirigirlas según la línea del Partido, no puede instruirlas ni mucho menos aprender de ellas. En esta forma, los lazos del Partido con las masas se rompen y el Partido va hacia su liquidación, hacia su aniquilamiento.

    Es importante que las organizaciones del Partido intensifiquen su trabajo tendente a unir a las amplias masas trabajadoras, obreros, campesinos pobres y medios, intelectuales patriotas, en el seno del Frente Democrático, dedicando un particular cuidado a la mayor consolidación de la alianza de la clase obrera con los campesinos pobres y medios, bajo la dirección de la clase obrera, en la lucha por la realización de la línea del Partido, por la marcha hacia el socialismo.

    Hay que reforzar y acrecentar entre las masas populares su amor y su profundo respeto por nuestro ejército, defensor y garantía de las fronteras del país, de la independencia de la Patria, fiel guardia de las conquistas socialistas y de los intereses de nuestro pueblo.

    El Comité Central del Partido, como resultado de todo el análisis hecho en el XI Pleno, ha adoptado decisiones muy importantes, que anulan todas las decisiones y las medidas injustas tomadas en situaciones malsanas, y ellas tienen como objetivo fortalecer la dirección del Partido, consolidar el Partido, vivificar su trabajo y colocarlo sobre justas bases marxista-leninistas.

    Es el deber de las organizaciones del Partido y de cada militante desplegar al máximo sus esfuerzos para aplicar, en el espíritu de este análisis, cuanto antes y lo mejor posible estas decisiones.

    Notas:

    *
    Carta del CC del PC (b) de la URSS, dirigida al CC del PCY, 27 de marzo de 1948. Archivos Centrales del Partido (ACP).

    * V. I. Lenin. Obras t. XXXI pág. 595, ed. albanesa.

    ** Idem. pág. 8.

    * Carta del CC del PC (b) de la URSS, dirigida al CC del PCY, 4 de mayo de 1948. ACP.

    * V. I. Lenin. Obras, t. XXX pág. 211, ed. albanesa.

    ** Idem, ibid.

    * V. I. Lenin. Obras, t. XXX, pág. 213, ed. albanesa.

    * V. I. Lenin. Obras, t. XXX, pág. 213, ed. albanesa.

    ** Carta del CC del PC (b) de la URSS, dirigida al CC del PCY, 4 de mayo de 1948. ACP.

    * Carta del CC del PC (b) de la URSS, dirigida al CC del PCY, 4 de mayo de 1948. ACP.

    * Carta del CC del PC (b) de la URSS, dirigida al CC del PCY, 4 de mayo de 1948. ACP.

    * Carta del CC del PC (b) de la URSS, dirigida al CC del PCY, 4 de mayo de 1948. ACP.

    * Carta del CC del PC (b) de la URSS, dirigida al CC del PCY, 4 de mayo de 1948. ACP.

    ** Idem, 27 de marzo de 1948. ACP.

    * V. I. Lenin. Obras, t. XXXI, pág. 49, ed. albanesa.

    ** V. I. Lenin. Obras, t. XXXIII, pág. 343, ed. albanesa.

    * V. I. Lenin. Obras, t. V, págs. 435-436, ed. albanesa.

    * J. V. Stalin. Obras, t. XIV, págs. 246-247 ed. albanesa.

    ** Idem, pág 247.

    * J. V. Stalin. Obras, t. VI, pág. 186, ed. albanesa.

    * Cuestiones de la construcción del Partido (Libro I), Tirana, 1948, pág.

    ** J. V. Stalin. Obras, t. VII, pág. 123-124, ed. albanesa.

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    Mensaje por NG Lun Mayo 06, 2013 7:33 pm

    El texto fue digitalizado y corregido en parte por el camarada Dzerjinskii y corregido en parte por NG:

    Link de la obra en castellano en formato PDF:
    https://mega.co.nz/#!PMpGyQrC!XiaQq1gCQYCGuDusEi0r8SwWm-x87XNlo1b8Cj-rXwk
    (Subido por el camarada Pedro José Madrigal Reyes)

    Link para ver online la obra y descargarla en PDF desde scribd:
    http://es.scribd.com/doc/139598141/Informe-presentado-ante-la-conferencia-de-activistas-del-partido-de-tirana-sobre-los-analisis-y-las-conclusiones-del-XI-pleno-del-Comite-Central-Del-P
    (Subido por el camarada Pedro José Madrigal Reyes)

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