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    El "Manifiesto del Partido Comunista": arma para la liberación de la clase obrera - texto publicado por el Partido de la Liberación de Argentina en el 150 aniversario del Manifiesto - otro texto en los mensajes

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Vie Nov 25, 2011 7:19 pm

    El "Manifiesto del Partido Comunista": arma para la liberación de la clase obrera

    Partido de la Liberación de Argentina – publicado en su web en el 150 aniversario del Manifiesto

    La importancia del manifiesto
    Difícilmente podamos encontrar en la literatura política una obra que haya abierto una nueva era en la historia de la humanidad, tal como lo hizo el Manifiesto del Partido Comunista redactado por Carlos Marx y Federico Engels en diciembre de 1847-enero de 1848 a pedido un congreso de la Liga de los Comunistas.

    Desde febrero de 1848 -fecha de su primera publicación en Londres- hasta hoy, su trascendencia no ha disminuido. De inicial guía para un grupo de trabajadores comunistas, esa obra nunca perdió vigencia, transformándose en una obra inmortal para millones de seres humanos explotados que luchan por su liberación del sistema capitalista e imperialista en el mundo entero.

    No se trata, como hoy lo afirman algunos intelectuales renegados de "izquierda", de un documento importante "sólo" para su época. Ciertamente ningún otro expuso o describió con tanta profundidad y claridad aquel tiempo histórico de Europa occidental. Pero es indudable también que sus enseñanzas constituyen un valor inapreciable para las luchas revolucionarias de hoy, más allá de aquel continente, teniendo en cuenta los límites que siempre caracterizan a toda obra humana en un período histórico concreto.

    Uno de los modernos liquidadores del comunismo en Italia, como Massino D´Alema, rompió con el Manifiesto Comunista, enterró el Partido Comunista de aquel país y se convirtió en el representante oficial de la Internacional Socialdemócrata. Finalmente, juró como primer ministro de la Italia gran burguesa socia de Estados Unidos en el "Grupo de los 7" y la OTAN.

    Otro que no puede ni quiere entender el sentido profundo del Manifiesto es el sociólogo y politólogo argentino Juan Carlos Portantiero. El provenía del Partido Comunista, rompió por izquierda con éste en 1964 (Vanguardia Revolucionaria) pero terminó como ideólogo del alfonsinismo en los ´80 y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

    Ese converso a la socialdemocracia escribió recientemente: "Pretender que un documento que se escribió hace 150 años puede resolver la problemática de hoy es ni más ni menos que una desmesura". (Suplemento de "La Voz del Interior", 13/8/98).

    Otro planteo, peor aún que el anterior, es el del doctor en filosofía y docente universitario argentino Eduardo Peñafort, quien afirmó: "Si el Manifiesto tiene alguna vigencia es la promesa emancipadora que conserva en sus páginas. Funciona dentro de la tradición de las promesas a las que uno vuelve cuando no ve otras salidas. Más allá de que sus categorías se han esfumado a partir de la globalización. Por otra parte, lo peor del Manifiesto fue el pánico totalitario que provocó su esquema colectivista tan elemental. A la luz de las nuevas teorías del poder, la simplificación del conflicto social que realiza, tendría un componente totalitario que habría que rechazar" (Idem).

    Esa valoración política es directamente proburguesa y reaccionaria porque detrás de la crítica al "autoritarismo" hay un rechazo a la vía obrera revolucionaria.

    Con motivo de los 150 años del Manifiesto Comunista, diversos sectores trotskistas han organizado actividades académicas conmemorativas, con las cuales naturalmente discrepamos porque para nosotros el marxismo-leninismo es antagónico con el trotskismo.

    Tampoco nos sentimos representados por encuentros internacionales como el de mayo último en París, donde -según la crónica del semanario del Partido Comunista Argentino-, se reunieron "sindicalistas combativos, socialistas de izquierda, comunistas desestalinizados, trotskistas no dogmáticos y anarquistas sin sectarismos (que) buscan nuevas vías para la renovación del internacionalismo proletario" ("Propuesta" nº 400, 28/5/98).

    Es llamativo que aquella extensa enumeración no incluyera expresamente entre los participantes a los marxista-leninistas. Y las referencias a la "renovación" hasta pudieron interpretarse como añoranzas de la "perestroika" de Mijail Gorbachov, teniendo en cuenta que ésta en su momento fue defendida por muchos de los "comunistas desestalinizados", entre ellos los editores argentinos de "Propuesta".

    Uno de los coordinadores de ese encuentro de París, Michael Löwy, expresó algunas ideas interesantes respecto a la actualidad del Manifiesto: "desde muchos puntos de vista, el Manifiesto es no sólo actual sino más actual hoy que hace 150 años. Veamos por ejemplo su diagnóstico de la mundialización capitalista. El capitalismo, insistían los dos jóvenes autores, está llevando a cabo, a través del mercado mundial, un proceso de unificación económica y cultural del planeta, bajo su dominación. Eso era en 1848 más bien una anticipación de tendencias futuras que una descripción de la realidad contemporánea. Se trata de un análisis que es mucho más verdadero hoy, en la época de la globalización, que hace 150 años".

    Löwy añadió: "Proletarios de todos los países, uníos!, es un llamado, una convocatoria, un imperativo ético y estratégico, que sirvió de brújula en medio de las guerras, de los enfrentamientos confusos y de las tinieblas ideológicas. Este llamado era también visionario: en 1848 el proletariado no era sino una minoría social en Europa, sin hablar del resto del mundo. Hoy la masa de los trabajadores asalariados explotados por el capital -obreros, empleados, agentes de los servicios, precarios trabajadores agrícolas- es la mayoría de la población económicamente activa del planeta. Más que en cualquier época y mucho más que en 1848, los problemas urgentes de nuestra época son internacionales".

    Si bien coincidimos con esas apreciaciones de Löwy, discrepamos con su valoración del Encuentro de París y con sus elogios al Foro de San Pablo. Para él, este Foro "juega un papel importante en el proceso de reorganización internacional de la resistencia anticapitalista". Sería una especie de ejemplo para la izquierda de Europa, Africa y Asia, que seguiría aún dispersa y dividida.

    Para nosotros el Foro de San Pablo expresó una política hegemonizada por la socialdemocracia y el reformismo del PT de Brasil, el PRD de Cárdenas, el Frente Amplio uruguayo, el Frente Grande argentino de Chacho Alvarez, etc. Algunos de sus integrantes, como el Movimiento Bolivia Libre se integraron luego al reaccionario gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia, mientras el Frente Grande de Argentina manifestó en octubre de 1997 "ser del mismo palo" que Bill Clinton. El Foro ni siquiera se atrevió a sacar un comunicado de repudio a la invasión de los marines yanquis en Haití y de hecho varios de los partidos integrantes estuvieron de acuerdo con esa invasión con el argumento de que "restauraba la democracia". Por todas esas claudicaciones, el Foro entró en un período de crisis y liquidación: hoy es virtualmente inexistente.

    En nuestra opinión, como lo desarrollaremos más adelante (ver página 5), para enfrentar la globalización o unificación mundial del gran capital imperialista hay que impulsar las luchas obreras y en ese marco unir a los partidos marxista-leninistas. Y no ponerse bajo la hegemonia de los socialdemócratas y reformistas.

    Ciento cincuenta años ya han transcurrido desde la aparición de un libro fundamental. Durante todo este tiempo sus verdades fundamentales fueron confirmadas por la vida misma.

    Sin el estudio de sus tesis no es posible comprender la evolución de la historia humana hasta nuestros días. No se podrían entender la Comuna de París, la Revolución Socialista de Octubre, la Revolución China, otras experiencias revolucionarias de la clase obrera en los siglos XIX y XX, y también las que seguramente surgirán en el próximo siglo.

    Además, los acontecimientos históricos más importantes acaecidos desde su primera publicación, están ligados directa o indirectamente a las ideas allí formuladas. A través del tiempo, sus tesis revolucionarias se ubicaron en el centro del desarrollo de la humanidad. Por lo tanto es correcto repetir que hay un antes y un después del Manifiesto Comunista. No comprender esto es caer en el revisionismo, o sea revisar el marxismo.

    Los antecedentes y propuestas
    Por otra parte, no podemos olvidar que esta obra representa el primer programa del Partido Comunista y refleja las posiciones de un partido político, la Liga de los Comunistas, y obviamente también las de Marx y Engels.

    No podemos hablar del Manifiesto del Partido Comunista, sin mencionar aunque sea superficialmente algunos otros trabajos de Marx y Engels que constituyen sus antecedentes directos.

    En tal sentido, podemos citar "Los Principios del Comunismo", trabajo que la Liga de los Justos encargó redactar a Engels. En esta obra aparece con claridad la concepción materialista de la historia y un programa de acción para la liberación.

    Es menester recordar también publicaciones como "La Sagrada Familia"; "La situación de la clase obrera en Inglaterra"; "Tesis sobre Feuerbach" y "La Ideología Alemana", donde Marx y Engels expusieron los principios fundamentales del materialismo histórico dialéctico.

    El Manifiesto denunció con brillantez las nefastas consecuencias para el proletariado del régimen social capitalista vigente en Europa en la primera mitad del siglo XIX.

    Allí se explicó la base económico-social en que se asentaban las teorías políticas y en particular la dominación capitalista, estructurada sobre la explotación de la fuerza de trabajo. Se puntualizó que en cada época histórica, la producción económica y la estructura social correspondiente constituían la base de la historia política e intelectual de esa época. Se tomó a la lucha de clases como el eslabón clave de la historia, que conducirá a la dictadura del proletariado, el socialismo y el comunismo.

    Se planteó la necesidad de la "constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa y conquista del poder político por el proletariado".

    Como es sabido, en varias oportunidades los dos maestros del proletariado internacional aclararon que ellos no habían descubierto la lucha de clases, un acontecimiento estudiado con antelación por numerosos autores burgueses y pequeño burgueses. Lo suyo, puntualizaron, había sido descubrir que esa lucha conducía -en la sociedad moderna capitalista- al establecimiento de la dictadura de la clase obrera. Y ésta no podía liberarse sola sin liberar al resto de la humanidad, por lo que su dominación apuntaba a una sociedad comunista y la paulatina extinción del Estado.

    Dicho sea de paso, su otra aclaración básica fue que su doctrina no procuraba interpretar el mundo sino "transformarlo".

    Para decirlo con sus propias palabras: "El proletariado, capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial" (Manifiesto del Partido Comunista, C.Marx y F. Engels, Obras Escogidas en dos tomos, tomo 1, pág. 33).

    Hoy ese trabajo guarda vigencia, pues la sociedad burguesa y el imperialismo, con elementos más sofisticados que antaño y en un plano superior de desarrollo de las fuerzas productivas y de la revolución científico-técnica, continúa imponiendo sus condiciones de opresión a las amplias masas. Generó un mundo con 1.200 millones de personas que viven en la pobreza, la mayor parte de las cuales carece de trabajo, engrosando notablemente lo que los autores llamaban "ejército industrial de reserva".

    ¿Quién no puede constatar que bajo el régimen capitalista no sólo siguió su curso la explotación del trabajo asalariado, los antagonismos económicos y sociales, las crisis mundiales, el parasitismo del capital, la barbarie capitalista y las guerras injustas alcanzaron un nivel tal, que el futuro del hombre se encuentra en peligro sobre el planeta?.

    Ludo Martens, presidente del Partido del Trabajo de Bélgica (PTB), tiene razón cuando plantea que "al releer el Manifiesto Comunista, uno se dá cuenta que está en presencia de una formidable síntesis. En efecto, las principales tesis marxistas referidas a la economía, a la política y a la historia, se encuentran esbozadas allí. A partir de esa obra surge la posibilidad por parte de los trabajadores de comprender el desarrollo de la historia y transformarse en protagonistas y constructores de la nueva sociedad: la socialista".

    "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo", se estampó acertadamente en la primera línea del trabajo de los dos fundadores del socialismo científico, en momentos que una oleada de grandes luchas obreras sacudía a Europa. Ese fantasma se corporizó casi inmediatamente en la revolución de febrero de 1848 en Francia y luego en otras, especialmente en la Comuna de París de 1871, cuando la clase obrera tomó el poder por dos meses.

    Entendieron que "la sociedad se divide en dos campos enemigos irreconciliables, en dos clases diametralmente opuestas: la burguesía y el proletariado". Esto era la confirmación para mediados del siglo pasado de que "la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases", exceptuado el comunismo primitivo.

    La visión marxista era (y es) que "toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos" ubicándose a la cabeza de ambos, respectivamente, la burguesía y el proletariado.

    El Manifiesto denuncia la explotación del trabajo asalariado y plantea "suprimir el carácter miserable de esa apropiación, que hace que el obrero no viva sino para acrecentar el capital y tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante exige que viva".

    En su capítulo II, titulado "Proletarios y Comunistas", se propugnaron diez medidas para un programa obrero.

    Entre otras, propusieron la "expropiación de la propiedad territorial", "fuerte impuesto progresivo", "abolición del derecho de herencia", "centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y monopolio exclusivo", "centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte", "multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los instrumentos de producción, según un plan general", "obligación de trabajar para todos", "combinación de la agricultura y la industria", etc.

    Aunque los autores, en su Prefacio a la Edición alemana de junio de 1872, aseguraron que aquel programa "tendría que ser redactado hoy de distinta manera, en más de un aspecto", el mismo fue visionario en muchos de sus tramos.

    Por ejemplo, reproducimos textualmente el punto 10: "Educación pública y gratuita de todos los niños, abolición del trabajo de éstos en las fábricas tal como se practica hoy, régimen de educación combinado con la producción material, etc" (Idem, pág. 43).

    Cuando vemos que el imperialismo mandó a la muerte a 2 millones de niños en las guerras de los últimos años, y que en el mundo hay 250 millones de chicos que son superexplotados en el trabajo, violándose abiertamente la propia legislación laboral burguesa, resalta la justeza de aquellos planteos de Marx y Engels del siglo pasado.

    La violencia revolucionaria y el internacionalismo
    Frente al cretinismo parlamentario, las concepciones socialdemócratas y el reformismo, la concepción marxista valora a la violencia revolucionaria como partera de la historia, que ayuda a parir la nueva sociedad desde las entrañas de la vieja.

    Esto se estampó en el cierre del libro que estamos comentando, al proclamarse: "los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas, tienen en cambio un mundo que ganar" (Idem, pág. 55).

    Por eso el camarada Ludo Martens afirmó que "Marx y Engels fueron categóricos acerca de la violencia revolucionaria como única vía de liberación de las masas trabajadoras". Para apoyar sus dichos, el dirigente del PTB citó a Engels y sus expresiones de 1889: "El proletariado no puede asegurarse el dominio político, única puerta hacia la nueva sociedad, sin una revolución violenta" (Ludo Martens, "Le Manifeste, jeune de 150 añs dans une histoire qui comte en siecles", páginas 34 y 35).

    La consigna que sintetizó el espíritu internacionalista del documento fue "Proletarios de todos los países, Uníos", que en 1848 sonó un poco extraña y fue comprendida por muy poca gente. Pero pocos años más tarde la idea tuvo ejemplos vivos en la Comuna de París y otros levantamientos revolucionarios.

    Asimismo, como se encargó de subrayarlo Engels en su Prefacio a la edición alemana de 1890, la consigna maduró cuando "el 28 de setiembre de 1864 los proletarios de la mayoría de los países de la Europa occidental se unieron en la Asociación Internacional de los Trabajadores, de gloriosa memoria".

    Luego hubo una Segunda Internacional, que degeneró en oportunismo y socialpatriotismo, como llamó Lenin a quienes se plegaron a sus respectivas burguesías ante el inicio de la Primera Guerra Mundial.

    Posteriormente hubo una Tercera Internacional, fundada por el empuje de los bocheviques dirigidos por Lenin y al calor de la revolución de Octubre. La misma fue dirigida luego por Stalin, secretario general del PCUS, quien terminó disolviéndola en el curso de la Segunda Guerra Mundial. En cierto modo esta última decisión fue producto de la presión de Inglaterra y Estados Unidos para acceder abrir "el Segundo Frente" en Europa occidental, algo que necesitaban urgentemente los soviéticos invadidos por los imperialistas alemanes sin que los aliados aportaran algo concreto a la batalla antinazi.

    En este momento, en 1998, se discute cómo unir las fuerzas comunistas auténticas y de los movimientos de Liberación Nacional. Nosotros creemos que eso podría producirse inicialmente en un bloque revolucionario o conferencia de partidos comunistas, con las banderas del marxismo-leninismo, el internacionalismo proletario y la lucha común contra el imperialismo y sus aliados locales en todo el mundo.

    De ese modo se podrían impulsar las tareas antiimperialistas y por el socialismo, mientras se procesa un balance completo de la experiencia de las Internacionales, particulamente de la Tercera Internacional, para avanzar hacia nuevas formas de unidad obrera y popular a nivel internacional.

    Surge claro que el Partido de la Liberación (PL) adhiere a la consigna del Manifiesto, de "Proletarios de todos los países, Uníos", que posteriormente reformuló Lenin como "Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, Uníos". Esta segunda expresión venía a recoger que la experiencia de la revolución soviética abrió un puente entre la lucha de los proletarios de Europa Occidental y las masas oprimidas de Oriente (China, Persia, India, etc).

    Una guía para la acción
    Lo más extraordinario de este libro, es que ciento cincuenta años después de redactado, guarda toda su frescura y sigue siendo una guía para la acción de millones de explotados y oprimidos en los cinco continentes.

    Subrayamos lo de "guía para la acción" porque este concepto supera tanto al revisionismo como al dogmatismo. El primero quiere cambiar la guía comunista por otra socialdemócrata como fue la "perestroika". El segundo quiere congelar todos los conceptos marxistas y hasta la propia realidad.

    Los revisionistas trataron y tratan de echar por la borda la esencia del Manifiesto Comunista tomando por excusa que tal o cual de sus afirmaciones está superada por el tiempo. Es obvio que varios de sus conceptos fueron superados, algo que sus propios autores advirtieron. Por ejemplo, ya citamos que en el prefacio de 1872 opinaron que se debería reescribir el programa incluido en el capítulo II.

    También agregaron que las referencias a la táctica de los comunistas frente a los "partidos de oposición", (capítulo IV) tenían un problema similar, ya que "la situación política ha cambiado completamente y el desarrollo histórico ha borrado de la faz de la Tierra a la mayoría de los partidos que allí se enumeran".

    Como acotan correctamente los compañeros del Partido Comunista do Brasil, "el Manifiesto no es una receta" ("A classe Operária", 6/8/98).

    El mismo Engels, en su prefacio a la edición alemana de 1872, aclaró que "la aplicación práctica de estos principios dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes".

    Se podrá decir que al plantear la polarización "burguesía-proletariado", los autores vieron solamente el engrosamiento del proletariado con capas empobrecidas de la pequeña burguesía. Y se dirá que no visualizaron las políticas del frente único antiimperialista dirigido por la clase obrera que pusieron en práctica las revoluciones en los países dependientes, ante todo la china dirigida por los comunistas de Mao Tsé tung, sumando a otros sectores populares aliados del proletariado. Ese error no fue absoluto, ya que Marx y Engels sí vieron la necesidad de acompañar en Europa las insurrecciones obreras con las guerras campesinas.

    También se podrá afirmar que los dos maestros tuvieron expectativas de una revolución burguesa inminente en Alemania, como preludio "inmediato" de una revolución obrera en ese país. Esa visión no se correspondió con la realidad.

    Pero por encima de ello, el Manifiesto Comunista tiene una serie de principios básicos que no han envejecido, como la denuncia a fondo del sistema capitalista, el rol revolucionario del proletariado que actúa como el sepulturero de la vieja sociedad capitalista y la facilitación de esa revolución por la propia evolución histórica y la maduración de la clase obrera, que no tiene nada que perder más que sus cadenas.

    Hasta políticos de la gran burguesía tienen que admitir, de cuando en cuando y en contra de sus deseos, la vigencia de algunas de sus tesis. Por ejemplo, el ex presidente Raúl Alfonsín, sostuvo: "Hay una disminución de la consideración social de los derechos, producto del paradigma neoconservador y su consecuencia inmediata, que es una globalización insolidaria. Esto hace que se les esté dando la razón -y paradójicamente luego de la desaparición de la Unión Soviética y del comunismo- a las profecías de Marx, cuando decía que el capitalismo iba a jugar siempre a la baja de los salarios" (Corresponsalía Buenos Aires de La Voz del Interior, 30/10/98).

    Abandonar las tesis fundamentales del Manifiesto sería caer en el revisionismo y la traición a los ideales de la revolución socialista. En síntesis, sería trabajar en contra de la liberación de la humanidad oprimida. También supone el peligro de desviaciones reformistas, nacionalistas, oportunistas de diverso signo, etc, como las que pulularon en los períodos de derrota de la clase obrera en el mundo, tanto en el siglo pasado como en el actual.

    A nuestro entender, la gran importancia del Manifiesto radica en que permite a todos los explotados no sólo comprender las causas profundas de las injusticias que padecen, sino que les señala cómo actuar colectiva y revolucionariamente para acabar con éstas.

    La estrategia obrera comunista para tomar el poder y construir a partir de allí el socialismo, quedó plasmada en aquella obra fundacional en los siguientes términos: "El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas" (Manifiesto del Partido Comunista, Idem, pág. 42).

    La experiencia de la revolución socialista de Octubre, de otros procesos revolucionarios socialistas y de los movimientos de liberación nacional y social, han demostrado que aquel esbozo fue corroborado por la práctica de las luchas.

    Ciento cincuenta años después, es ya tiempo de admitir esta verdad histórica y de cumplir con sus enseñanzas de manera creadora, no dogmática, haciendo "análisis concreto de las condiciones concretas", según enseñó el leninismo.

    Fuera del marxismo, todo es retórica simplista para desviar la lucha... y finalmente caer en la traición. El Manifiesto Comunista es sin dudas el punto de partida, por su esencia, para comprender la internacionalización del capital y la "globalización" imperialista que tanto nos golpea en la actualidad.

    Es también la base para no olvidar las esperanzas y las aspiraciones de liberación que caracterizan al objetivo final de nuestras luchas, el comunismo, donde desaparecerán las clases, la gente tomará del producto social lo que necesite y el Estado se irá extinguiendo porque no habrá más clases sociales antagónicas ni guerras.

    Hasta el ultrarreaccionario papa Juan Pablo II tuvo que admitir hace un par de años que "el comunismo tenía semillas de verdad". Hay que decir que todas las semillas del comunismo son de verdad y que ya germinaron en varias revoluciones triunfantes. El comunismo nos da la base teórica fundamental para seguir combatiendo al capital, incluso en los países donde temporalmente venció la contrarrevolución, como en Rusia y Europa Oriental.

    Se puede afirmar que los comunistas lucharemos para que el siglo XXI -que llegará muy pronto- sea el de la victoria final del socialismo. Los comunistas de todo el planeta combatiremos para que así sea y hay muchos factores para pensar que aquella es posible, como la crisis financiera globalizada que sacude al mundo desde julio de 1997.

    Y si no lo fuera, la culpa no será del marxismo-leninismo, sino fundamentalmente habrá que buscar las causas de un eventual fracaso en la resistencia decuplicada y criminal del imperialismo y las clases dominantes, las traiciones de socialdemócratas y reformistas, y, por cierto, nosotros no estaríamos exentos de responsabilidad, debido a nuestros errores, limitaciones e inconsecuencias.

    Una reflexión final es para puntualizar cómo enfocaban Marx y Engels en el Manifiesto Comunista la relación entre la lucha obrera y la construcción del Partido de clase. Ellos pusieron el acento de sus propuestas en que "los comunistas apoyan por doquier todo movimiento revolucionario contra el régimen social y político existente". Su idea era impulsar los movimientos democráticos y de liberación, siempre como "preludio inmediato de una revolución proletaria".

    Con esas tareas fundamentales de lucha, empapadas por el contenido político de "Proletarios del mundo, Uníos", se esforzaron simultáneamente por ir construyendo un partido de clase, que comenzó con la Liga de los Comunistas y tuvo posteriormente un avance concreto en la Asociación Internacional de Trabajadores en 1864, aunque ésta vivió sólo 9 años.

    Sólo cuando el marxismo comprobó en la práctica de las luchas obreras su superioridad sobre otras tendencias no proletarias, fue que se pudieron lanzar exitosamente la Primera y la Segunda Internacional.

    Abundando en el tema, diremos que Lenin pudo formar la Tercera Internacional sobre la base de dirigir exitosamente la revolución socialista de Octubre. Esta puso en bancarrota a la Segunda Internacional y dividió las aguas a nivel internacional entre bocheviques y mencheviques, o sea entre marxista-leninistas y revisionistas.

    En síntesis, también del estudio del Manifiesto Comunista surge que la clave de los comunistas es intervenir activamente en la lucha de clases porque sólo sobre esa base podrán avanzar en la construcción de las herramientas revolucionarias nacionales e internacionales, las que deberán ser puestas al servicio de aquellas tareas de combate.


    Última edición por pedrocasca el Mar Sep 11, 2012 12:54 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por pedrocasca Mar Sep 11, 2012 12:53 pm

    Otro texto publicado con motivo del 150 aniversario del Manifiesto Comunista de Carlos Marx y Federico Engels es:

    Para leer el 'Manifiesto comunista', escrito por Francisco Fernández Buey

    publicado en la revista Memoria, nº 113, julio de 1998

    6 páginas escaneadas en formato pdf

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